Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento Colegio Eucarístico Campestre DOCUMENTO DE REFLEXIÓN PASTORAL PRIMEROS AÑOS DE NUESTRA HISTORIA DE REDENCIÓN La Merced es clamor de libertad. Es apostar por el hombre, amar sin reciprocidad, anteponer al otro, dar la vida en caridad. A primeros del siglo XIII se agudiza patéticamente la monstruosidad del cautiverio. Las guerras de reconquista, el corso y la piratería, las redes de explotadores hacen de la esclavitud pingüe y siniestro negocio. Miles y miles de cristianos caen en poder de enemigos de su fe, vejados, degradados y tentados de apostatar. El cielo quiere intervenir, va a operar una segunda redención, similar, según la reflexión mercedaria, a la realizada por Cristo. Mas la Trinidad santa necesita de un hombre, del instrumento. Y lo encuentra en Pedro Nolasco. Es un veinteañero barcelonés, predispuesto por una exquisita probidad y la más primorosa sensibilidad social. Con él creció la misericordia, encomian los hagiógrafos. Porque Pedro Nolasco valora a Dios como razón suprema de su vida, pero desde ahí descubre a todos los hombres como hermanos, personalizando una apasionada debilidad por los más pobres y desgraciados. La llamada le llegó por sorpresa, del Dios que siempre sobrecoge y desborda a los que solicita. Pedro Nolasco venía de una familia de mercaderes, que, emprendedores y arriesgados, entendían en exportar tejidos, lana, lino, azafrán, miel; en traerse productos exóticos. Buena escuela para forjar a un líder. Aún adolescente se enroló en el quehacer familiar, y ahí lo esperaba el Señor. El varón de Dios, mercader óptimo, justo, piadoso, muy compasivo y misericordioso, según uno de sus primeros historiadores, se halló un día de 1203 ante los cautivos. Ocurrió en la Valencia aún mora. Y quedó horrorizado, tocado; persuadido de que no existía colectivo más mísero, más desesperado, más hundido, más degradado, más olvidado, más indefenso, más vulnerable. La opción surgió instantánea. Ellos serán su vocación, la razón de su vida, la respuesta a su fe. Por lo pronto gastó allí mismo lo que tenía, cuanto pudo juntar. Le alcanzó para comprar a trescientos, dejándolos ir libres. Pero no se quedó ahí. Se enfangó en la tarea. Al esclavo había que comprarlo, romperle las cadenas, alimentarlo, sanarlo, vestirlo, conducirlo, reciclarlo, mantenerlo hasta que se valiera. Por eso no le importó dar por los cautivos todo cuanto tenía, dinero, y casa, y negocio, y familia en 1203; para luego ir gastando en ellos y para ellos su vida, su talento, su tiempo, su amor, su cada día. Con veintidós, 1 veintitrés años, Pedro ha quedado pobre. Su pródiga caridad le ha llevado a la miseria. No tiene nada, ni aún techo que le cobije. Y la penuria lo aboca al lugar de los indigentes de Barcelona, el hospital de Santa Eulalia, el albergue, la casa de acogida para los mendigos, los vagabundos, los sin techo, los muertos de hambre; mantenida por el Cabildo catedral. Refiriéndose a período, enmarcado entre los años 1203 y 1218, el padre Nadal Gaver precisa que el devotísimo varón Pedro de Nolasco, domiciliado en la ciudad de Barcelona, estuvo largo tiempo dedicado a Dios, entregado a obras de misericordia, especialmente a redención de cautivos, y suplicando al Señor que le manifestase lo que a Él le fuese grato y aceptable para ganar el reino de los cielos. Le van llegando colaboradores. Practica la caridad cotidiana en el hospital de Santa Eulalia. Y sigue a la escucha, entre los pobres. Es desde ahí donde Dios habla más fuerte. La noche del primero de agosto de 1218 fue su día de gracia. Se le presenta la Madre de Cristo, para anunciarle que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por su gran misericordia y por la gran caridad con que aman el género humano, quieren fundar y establecer una orden que se llame orden de la Bienaventurada María de la Merced de la redención de cautivos cristianos, para que sus frailes visiten y rediman a los cristianos cautivos en poder de los enemigos de la fe. María es la embajadora de la Trinidad, pero a su vez Ella se implica, como Madre del Salvador, en la nueva acción redentora. No es mera emisaria, es la madre, la fundadora, la promotora por medio de una advocación de hondura teológica, raigambre bíblica, atractivo hechicero; un rostro nuevo de María, ternura divina para los pobres, los marginados y los cautivos. María de la Merced. A Pedro Nolasco le resultó sumamente fácil dar el paso. Se esperaba. El Rey, el Obispo, la nobleza, el clero, el pueblo, todos querían que institucionalizara lo que tan prodigiosamente venía realizando quince años ya. Le bastó comunicarse con el obispo Berenguer de Palou y con el rey don Jaime I el Conquistador, para que, en pocos días, estuvieran ultimada la institución, que se efectuó el inmediato 10 de agosto de 1218 con el lustre de los grandes acontecimientos, en olor de multitudes alborozadas. Se escogió la fiesta más cercana, la solemnidad de san Lorenzo, un buen marco por lo jubiloso de la jornada y porque el signo martirial del Santo definía a la Religión redentora que nacía. Se ofició en el altar mayor de la barcelonesa catedral de la santa Cruz , significándose que movía a los fundadores un gran amor a Cristo, que con su preciosa sangre nos rescató; ante el emblemático sepulcro de santa Eulalia, la virgencita barcelonesa inmolada en aras de la fe. Al lado de Nolasco se halló el rey don Jaime, que otorgó a la Orden el propio escudo real, constituyendo a Pedro Nolasco y a sus frailes en familiares del monarca y protegidos de la corona; siendo tan protagonista que la cancillería real y nuestros historiadores antiguos lo llamaron el fundador. Pero más definitiva aún resultó la presencia el obispo Berenguer de Palou, promotor canónico, cabeza de la Iglesia barcelonesa y de su Cabildo catedral y, por canciller del Reino, mentor del Príncipe que no contaba sino diez años. El Prelado vistió túnica, escapulario, capucha, capa de color blanco a los nuevos frailes, les asignó la regla de San Agustín como norma de vida y les 2 impuso la cruz blanca en campo rojo agregándolos al Cabildo catedral. Ambos jerarcas, en cuanto patronos y fundadores, dotaron a la Orden con una parte del palacio real para vivienda, don Jaime; con el hospital de Santa Eulalia y sus rentas, don Berenguer. Pedro Nolasco tenía clara la llamada singular del cielo; por eso prometió e hizo prometer a sus doce pioneros que renunciaban a la familia, entregaban su propia voluntad, vivirían pobremente. Pero además, porque los suyos habrían de emprender largos viajes, habérselas en situaciones de riesgo, jugarse muchas veces la vida, y porque para eso sólo valen los capaces de asumir que su vida no les pertenece, los que quieran dar sobre sí mismos tal derecho a los cautivos, juró e hizo jurar solemnemente en el altar de santa Eulalia, ante la Ciudad, la Iglesia y la Corona que estaban prontos a quedarse en rehenes por los cautivos y a morir por ellos; alegremente dispuestos a poner la vida, si fuera menester, como Jesucristo la puso por nosotros. ESPIRITUALIDAD MERCEDARIA La espiritualidad que vive la Orden de la Merced, los Institutos femeninos mercedarios y los laicos vinculados a la Familia Mercedaria se inspira en la obra de san Pedro Nolasco que funda una Orden para visitar y liberar a los cristianos que, por circunstancias adversas a la dignidad de la persona humana, se encontraban en peligro de perder la fe. San Pedro Nolasco transmitió a sus frailes un profundo amor a Cristo Redentor, una filial devoción a la Santísima Virgen María, a quien él siempre consideró inspiradora de su obra redentora, y una entrega total hasta dar la vida por los cautivos que quedó plasmado en el cuarto voto. CRISTO REDENTOR La Orden de la Merced considera como el rasgo más sobresaliente de su espiritualidad y la tarjeta de su identidad en la Iglesia su configuración con Cristo Redentor así lo manifiestan las Constituciones actuales que rezan: “Los mercedarios tenemos como maestro y modelo a Cristo Redentor que con su muerte nos ha liberado de toda esclavitud y estamos dispuestos a seguirlo sacrificando hasta la propia vida en el ejercicio del ministerio redentor” (Const. 8) Esta configuración con la persona y la doctrina del Redentor alimenta toda la vida de la Merced desde sus orígenes. De esta manera la figura y la obra de Jesucristo, Redentor del mundo, son las que iluminan todas las páginas del testamento espiritual de San Pedro Nolasco, el Proemio de las Constituciones Amerianas de 1272. En la línea de la imitación de Cristo Redentor, los frailes capitulares de 1272 se atrevieron a parangonar a Fr. Pedro Nolasco, fundador de la Orden, con el mismo Hijo de Dios en su obra más característica: “Así como Dios, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, por su gran misericordia, envío a Jesucristo su Hijo a este mundo para visitar todo 3 el humano linaje... y para visitar y librar a todos los amigos que le estaban esperando en aquella cárcel, por semejante manera el padre, el hijo y el Espíritu Santo, por su misericordia y gran piedad, determinaron fundar y establecer esta Orden de la Virgen María de la Merced, de la redención de los cautivos del hospital de santa Eulalia de Barcelona, de la cual disposición constituyeron servidor, mensajero, fundador y adelantador a fr. Pedro Nolasco”. Cristo Redentor está presente en la espiritualidad mercedaria desde sus inicios. Es el modelo de todo consagrado en la Merced que en virtud del cuarto voto, “aparecemos como signo de la entrega de Jesús que ha ofrecido su vida para redimirnos de toda esclavitud” (Const. 22) El religioso mercedario siguiendo a Cristo en su donación total a la obra del Padre hace suyas las palabras de Cristo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos” (Jn 15,13). Unas palabras que Cristo pronunció en la Última Cena y que muchos mercedarios han hecho vida de una forma cruenta, quedando como rehenes o sufriendo martirio por la liberación de los cautivos cristianos. El religioso mercedario hace el cuarto voto y esta donación de la vida a imitación del Redentor, como fruto del seguimiento de Cristo. El seguimiento de Cristo Redentor lleva al mercedario a promover y luchar por la dignidad de la persona humana, por el respeto de los derechos del hombre, y por la denuncia profética de todo aquello que atente contra la dignidad y libertad del ser humano. El mercedario con ojos de fe descubre a Cristo Redentor en cada persona que sufre por su dignidad humana, en cada persona que está privada de libertad, en cada persona que es esclava de su egoísmo. En cada cautivo, en cada esclavo, en cada marginado el mercedario descubre a Cristo Redentor que sufre y muere allí donde sufre y muere un ser humano. La Orden de la Merced, los Institutos de Vida Religiosa y los Laicos Mercedarios celebran la fiesta litúrgica del Santísimo Redentor el día 9 de julio. SANTA MARÍA DE LA MERCED La Merced es una Orden originaria, esencial e históricamente mariana. María de la Merced forma parte del ser y del quehacer, de la esencia y de la actividad redentora y carismática mercedaria. En su nombre realizan los mercedarios el ministerio redentor, en su nombre organizaron su propia vida comunitaria y en su nombre fueron reconocidos oficialmente por la Iglesia. La Orden de la Merced se consideró siempre fundada en honor de la siempre Virgen María y así lo expresó en el siglo XVIII el P. Damián Esteban en su obra Símbolo de la Concepción de María: "La Merced es toda 4 de María, porque es alhaja suya. Es toda de María porque es su labor y su prenda. Y es toda de María porque es un Símbolo y un Misterio, donde sacramentó su pureza". Los mercedarios llamamos a la Virgen siempre con el título de "Nuestra Madre". San Pedro Nolasco sintió profundamente y así lo transmitió a sus seguidores que la Virgen María le había inspirado la fundación de una orden religiosa para la redención de cautivos cristianos. Y los frailes fundados por Nolasco no se llamaron nolasquinos en la línea de los “dominicos” (de Domingo de Guzmán) o los “franciscanos” (de Francisco de Asís) sino mercedarios , es decir, hijos e hijas de Santa María de la Merced, Redentora de Cautivos, a quien toman como su auténtica Fundadora y expresión de este sentir tradicional en la Orden es lo que expresan las Constituciones de la Merced: “Por su intervención en el principio y vida de la Orden que lleva su nombre, los mercedarios llamamos a María MADRE DE LA MERCED y la veneramos como inspiradora de su obra de redención. Ella es madre de los cautivos a los que protege como hermanos queridos de su hijo, y es igualmente madre de los redentores al ofrecer libertad a los cautivos...”. María de la Merced es la mujer libre y liberadora que proclama las maravillas de Dios. Ella es mujer y madre solidaria con todos los que sufren injusticias, opresiones y aparece como expresión viviente de la solidaridad de Dios que sufre con los que sufren. Ella representa de algún modo a todos los desheredados de nuestro mundo, a todos los marginados, a todos los que padecen y sufren las nuevas cautividades. María es, también, impulsora y garante de un movimiento de libertad. Ella es madre de los redentores para que sean agentes de liberación, para que gasten su vida en el apostolado redentor, en dar libertad a los cautivos de todos los tiempos. La devoción y culto a la Virgen María en la advocación de la Merced es una de las características más acusadas de la espiritualidad mercedaria; y a los aspirantes a la vida mercedaria, desde sus primeros pasos, se les orienta (para centrar mejor su vida en Cristo Redentor) "a la imitación y culto de nuestra Fundadora y Madre, grabando su imagen como un sello en sus corazones de forma que nada haya en su boca, en su mente o en su conducta que no respire amor a la Virgen María" . (Const. 154) El marianismo de la orden de la Merced ha quedado plasmado en una serie de manifestaciones que ponen a la luz el profundo amor que San Pedro Nolasco y sus frailes tuvieron y tienen a María de la Merced, Liberadora de Cautivos, Merced de Dios para tantos cautivos que necesitan liberación: 1. El hábito de santa María: los frailes primeros llamaban al hábito “hábito de santa María” y con el color blanco querían significar la pureza de María. 2. El nombre de María en el título de la Orden: la Orden en sus inicios se llamó “Orden de Santa Eulalia” y a partir de 1258 se llamará “Orden de Santa María” y a partir de 1272 “Orden de la Virgen de la Merced de la Redención de los cautivos de santa Eulalia de Barcelona”. 3. María en las Primitivas Constituciones de 1272: En las frases de promulgación del texto constitucional se afirma que estas Constituciones están hechas para “honor de Dios y de la Virgen su Madre, para señoría perpetua y utilidad de la Orden y cuidadosa y suspirada liberación de los cautivos”. En el Proemio de las Constituciones Amerianas se recuerdan: la maternidad divina de María, su perpetua virginidad, su mediación corredentora y se alude a su gloriosa asunción. 4. Oficio cotidiano de Santa María: los mercedarios clérigos debían recitar cada día el oficio de Santa María, y los religiosos laicos un determinado número de padrenuestros por este oficio, y, por tanto, en honor de la Virgen. 5 5. Misa sabatina y canto de la Salve, los sábados: al primer siglo de la Orden se remonta esta práctica, hoy vigente, de la celebración de la santa misa y del canto solemne de la “Salve” todos los sábados, en honor de nuestra Madre de la Merced. 6. La silla de María en los coros de los conventos mercedarios: La presidencia de los coros conventuales la tiene no el superior o comendador de la comunidad sino Nuestra Madre de la Merced, cuya imagen preside los coros desde los inicios de la Orden. 7. Dedicación a María de iglesias y oratorios: Es costumbre recibida de San Pedro Nolasco dedicar a nuestra Madre las iglesias y oratorios que se construyen en la Orden. La Familia Mercedaria respira amor filial a la Virgen de la Merced por los cuatro costados. Hablar de la Merced es sentir a María. Su fiesta se celebra el día 24 de septiembre. EL CUARTO VOTO El Voto de Redención es el cuarto voto peculiar de la Orden de la Merced, que profesamos todos los mercedarios con estas palabras: “prometo observar castidad, pobreza y obediencia y el cuarto voto, según la Regla de San Agustín y las Constituciones de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced”. El cuarto voto llamado en la tradición mercedaria voto de sangre es esencial a la Orden de la Merced. Este voto impregna y fundamenta su carisma y espiritualidad. En el Proemio de las Primeras Constituciones de 1272 se dice que el mercedario ha de estar dispuesto a dar la vida si hiciese falta para la redención de los cautivos y quedó expresado de esta manera en el catalán del siglo XIII: “axi com a fills de vera obediencia alegrament sien aparelats tots temps tots los frares daquest orde si mester es posarlos vida axi com Jesé Christ la posá per nos” (todos los frailes de esta Orden, como hijos de verdadera obediencia, estén siempre alegremente dispuestos a dar sus vidas, si es menester; como Jesucristo la dio por nosotros). A lo largo del tiempo muchos mercedarios se quedaron como rehenes para conseguir la liberación de muchos cautivos y algunos de estos redentores no sólo se quedaron en lugar de los cautivos sino que entregaron su vida sufriendo martirio, a imitación del Señor. Las actuales Constituciones de la Orden de la Merced 6 manifiestan que los mercedarios nos consagramos a Dios con un voto particular (cuarto voto) por el cual “prometemos dar la vida como Cristo la dio por nosotros, si fuere necesario, para salvar a los cristianos que se encuentran en extremo peligro de perder su fe, en las nuevas formas de cautividad” (Const. 14). La legislación de la Orden señala en el número 16 de las Constituciones cuales son las características que tienen que concurrir para que podamos decir que esa situación es una nueva forma de cautividad: 1. 2. 3. 4. Es opresora y degradante de la persona humana. Nace de principios y sistemas opuestos al evangelio. Pone en peligro la fe de los cristianos. Ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las personas que se encuentran dentro de ella. Los mercedarios vivimos en cuarto voto y lo sentimos como algo esencial a nuestro ser mercedarios y que inspira todos los actos de nuestra misión redentora El Escudo Mercedario El escudo de la Merced es, sin duda, el elemento identificador más característico de la Orden. Allá por donde han pasado los mercedarios aparece, de una u otra forma, el escudo como signo de presencia mercedaria. Hay multitud de formas y expresiones artísticas del escudo, dependiendo del momento en que los artistas lo han diseñado, pero en todos aparecen los elementos más significativos que lo componen: LA CRUZ. Es blanca sobre fondo rojo. Ocupa la parte superior del escudo. En ella va impresa la decisión entusiasta de la Iglesia de apoyar la labor redentora de Pedro Nolasco en el momento de su fundación. Es la cruz de la catedral de Barcelona que el obispo de entonces, Berenguer de Palou, regala a la Orden como expresión de su apoyo a la obra redentora de Pedro Nolasco y de su familia religiosa. LAS BARRAS. Son rojas y amarillas. Ocupan la parte inferior del escudo. Son las barras de la corona de Aragón. 7 El Rey Jaime I, entusiasta colaborador de la Orden de la Merced, presente en su fundación en la catedral de Barcelona el día 10 de agosto de 1218, regala a la Orden su escudo como expresión de su apoyo a la obra redentora. El escudo se convierte así en pasaporte real más allá de las fronteras a la hora de ir a las redenciones y mostrar credenciales de autoridad. Por eso verás muchas veces el escudo coronado con la corona real. La merced es, además de una misión religiosa, una tarea social necesaria. A lo largo de la historia el escudo mercedario ha sido presentado en mil formas y expresiones. Clásicos, modernos, vanguardistas.. Todos expresan el hondo sentir mercedario de compromiso por la libertad. Cuando veas un escudo en un religioso, religiosa o laico, estarás viendo a un comprometido con la liberación y entusiasta de devoto de María de la Merced. GRAN SOLEMNIDAD 24 DE SEPTIEMBRE 8