LA EDUCACIÓN CÍVICA CONTRA LA CORRUPCIÓN

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LA EDUCACIÓN CÍVICA CONTRA LA CORRUPCIÓN
Mtra. María del Carmen Alanis Figueroa
Directora Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica
Mtro. Gabriel de la Paz
Jefe de Departamento de Cultura Política
Instituto Federal Electoral
Preparado para entregarse en la junta de la Asociación de Estudios
Latinoamericanos, Dallas, Texas, marzo 27-29 del 2003
LA EDUCACIÓN CÍVICA CONTRA LA CORRUPCIÓN
Introducción .............................................................................................................3
PRIMERA PARTE
Los costos de la corrupción en América Latina .......................................................3
¿De qué hablamos cuando nos referimos a la corrupción? ....................................5
Las causas de la corrupción y la mejor forma de combatirla ...................................6
La educación cívica como herramienta indispensable en la lucha contra la
corrupción ................................................................................................................7
SEGUNDA PARTE
Diagnóstico de la corrupción en México ..................................................................9
El combate a la corrupción en México ...................................................................10
El IFE y la educación cívica ...................................................................................12
Breve consideración final .......................................................................................21
2
LA EDUCACIÓN CÍVICA CONTRA LA CORRUPCIÓN
Introducción
Si bien la corrupción es un fenómeno antiguo que se extiende por todas las regiones del
planeta, los niveles que este problema ha alcanzado durante los últimos años en América
Latina hacen sonar las señales de alarma de la democracia, pues precisamente el
aumento de la percepción de la corrupción se da después de que la mayor parte de los
países latinoamericanos instauraron regímenes democráticos.
La corrupción es cara y deslegitima a las instituciones; esto, ciertamente, es nocivo
para cualquier país, pero en las condiciones sociales y económicas de las nuevas
democracias latinoamericanas implica un riesgo mayor: se trata de una verdadera
amenaza para la estabilidad y supervivencia de las instituciones democráticas.
Es necesario y urgente reducir la corrupción en nuestros países, en eso no cabe la
menor duda. Hay, sin embargo, diversas posiciones respecto a qué tipo de acciones son
las idóneas para combatir la corrupción. Esto depende fundamentalmente de las
diferentes interpretaciones sobre el origen de la corrupción: ¿es fundamentalmente un
problema de cultura política o de diseño institucional? En el presente trabajo se intenta
demostrar que en la lucha contra la corrupción la educación cívica no solamente es útil
sino además indispensable, independientemente de la respuesta que se le de a esta
interrogante.
El ensayo se divide en dos partes. En la primera se presentan algunas
consideraciones teóricas generales sobre el concepto de corrupción, sus causas y
consecuencias, y la importancia de la educación cívica para combatirla. En la segunda se
analiza el caso de México y se destaca de manera especial la rica experiencia del Instituto
Electoral Federal en materia de educación cívica.
PRIMERA PARTE
Los costos de la corrupción en América Latina
De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción 2002 de Transparencia
Internacional, en América Latina sólo Chile y Uruguay califican sobre cinco puntos en la
escala de cero a diez. El promedio de las calificaciones del resto de los países
latinoamericanos es de tres puntos. Datos del mismo año presentados por
Latinobarómetro muestran que la gente no sólo percibe la corrupción como uno de los
problemas más importantes de la región, sino que además el fenómeno tiende a
aumentar: alrededor de ocho de cada diez entrevistados creen que la corrupción se ha
incrementado en los últimos tres años.
La situación es preocupante y urge intensificar la lucha contra este mal que aflige a
nuestras sociedades. No se trata solamente de un problema ético. Como ha sido
demostrado en diversas investigaciones, la corrupción tiene graves consecuencias
económicas y políticas: “altos niveles de corrupción se asocian a bajos niveles de
inversión y crecimiento. La corrupción reduce la efectividad de las políticas industriales e
impulsa a las empresas a actuar en el sector no oficial infringiendo las leyes fiscales. Altos
niveles de corrupción desaniman la inversión directa exterior”1 y afectan negativamente la
capacidad recaudatoria del gobierno, lo cual provoca el deterioro de la calidad de los
bienes y servicios otorgados por el Estado, y algo que a los latinoamericanos nos afecta
de manera especial: impide la utilización eficaz de los ya de por si escasos recursos
1
Susan Rose-Ackerman, La corrupción y los gobiernos, Madrid, Siglo XXI, 2001, p. 3
3
disponibles para combatir el lastre histórico de la región: la pobreza. Transparencia
Internacional advierte que “el impacto de la corrupción en la pobreza ha llegado al primer
plano. Al distorsionar los marcos de la toma de decisiones y de los reguladores del
desarrollo, se les niega a los pobres la efectividad de los flujos de ayuda y la esperanza
de progreso a través del desarrollo del sector privado”.2
Hay evidencia empírica suficiente para confirmar que la corrupción inhibe la
inversión y altera la composición del gasto público en detrimento del crecimiento
económico. Analizando investigaciones cuantitativas recientes sobre el tema, Paolo
Mauro constató los efectos de la corrupción en la inversión y el crecimiento económico:
Regression analysis indicates that the amount of corruption is negatively linked to the level
of investment and economic growth, that is to say, the more corruption, the less investment
and the less economic growth. Analysis further shows that... a country that improves its
standing on the corruption index from, say, 6 to 8 (recall that 0 is most corrupt, 10 least), will
enjoy the benefits of an increase of 4 percentage points of investment, with consequent
3
improvement in employment and economic growth.
En cuanto a las consecuencias de la corrupción en el gasto público, el análisis estadístico
realizado por Mauro reveló que:
Government spending on education as a ratio to GDP is negatively and significantly
correlated with corruption (the more corruption, the less spent on education). Analysis also
shows that if a country moves up the corruption index from, say, 6 to 8, government
4
spending on education increases by around a half a percent of GDP.
Además de los costos económicos que impone la corrupción, este fenómeno destruye la
confianza de la gente en las instituciones públicas y, de esta manera, deslegitima a los
regímenes democráticos que con tanto esfuerzo hemos logrado construir y sostener en
América Latina. Entre los riesgos que implica para la democracia, podemos mencionar
que la corrupción “puede impulsar y perpetuar el descontento y el resentimiento entre los
ciudadanos y obligarlos a buscar una forma alterna de gobierno y a vivir con ella”.5 Al
respecto, la ya mencionada encuesta de Latinobarómetro muestra que en América Latina
sólo 27% de la población está satisfecha con el funcionamiento de la democracia, y que
aproximadamente cuatro de cada cinco personas tienen poca o ninguna confianza en las
principales autoridades de gobierno e instituciones políticas: los poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial y los partidos políticos. No debe sorprendernos, entonces, que a la
mitad de la población latinoamericana no le importaría que un gobierno no democrático
llegara al poder si éste pudiera resolver los problemas económicos. Finalmente, hay que
considerar que “cuando la corrupción se halla muy extendida, es probable que disminuya
la cooperación” social indispensable para el funcionamiento adecuado de la democracia,
“ya que en ese caso sólo los corruptos colaborarán con otros mientras persista el
beneficio mutuo”.6
2
Transparencia Internacional, Libro de consulta 2000, p. 15, http://www.tilac.org
“Why Worry About Corruption?” en Economic Issues No. 6, Fondo Monetario Internacional, 1997,
p. 5
4
Ibid, p. 6
5
Mohammad Mohabbat Khan, “Problemas de la democracia: reforma administrativa y corrupción”
en Gestión y Política Pública, vol. X, núm. 2, 2001, p. 265
6
M. Mohabbat Khan, art. cit., p. 265
3
4
Es claro que urge tomar medidas para intensificar el combate a la corrupción en América
Latina; del éxito de ellas depende en parte el desarrollo social y la calidad de la
democracia en nuestros países. Aquí se argumentará que la educación cívica es una
herramienta fundamental para controlar y prevenir la corrupción, que aunque es imposible
erradicar, se puede limitar su alcance y reducir los daños que produce si se aplican
políticas eficaces y se promueve la participación de la ciudadanía en la lucha contra este
mal.
¿De qué hablamos cuando nos referimos a la corrupción?
Pero antes de entrar en el tema de la educación cívica como medio para combatir la
corrupción, es necesario ponernos de acuerdo sobre lo que entendemos por corrupción.
Este concepto hace referencia a diversas prácticas que se dan en los ámbitos público y
privado, ocasional o sistemáticamente. La corrupción es endémica y está en todas partes:
en las grandes compañías privadas, en los deportes, en instituciones de caridad y
organizaciones no gubernamentales, en la prensa, en organizaciones religiosas, etc.
Pero, más que analizar la corrupción como un problema delictivo, me interesa destacar su
importancia como problema político y de la administración pública en un régimen
democrático.
Alan Knight define la corrupción política como: “the use of political power and office
in ways that are geared to some individual or collective self-interest and that are illegal
and/or considered corrupt, improper, or self-serving”.7 Por su parte, Fernando Escalante la
entiende como “el uso de las funciones y atribuciones públicas en beneficio particular, en
contravención con las normas legales”.8 La mayoría de las definiciones de corrupción
política coinciden con las mencionadas anteriormente en el uso del poder público para
obtener ganancias privadas. Ahora bien, lo que significan conceptos como poder público,
ganancias privadas, legalidad y, por lo tanto, lo que se entiende por corrupción varía en
diferentes épocas y en diferentes culturas. Parecería incorrecto utilizar los mismos valores
y criterios para definir y medir la corrupción en sociedades con marcadas diferencias
culturales. No obstante, yo creo que es válido hacerlo, y a continuación explico mis
razones.
La corrupción, sabemos, es un fenómeno universal tan antiguo como la civilización
misma. A pesar de las diferencias culturales e históricas, siempre hay un tipo de conducta
que es considerada corrupta. Sin embargo, lo que se entiende por conducta corrupta varía
dependiendo de códigos morales y tipos de legitimidad específicos. Sabemos que, de
acuerdo con la tipología de Weber, hay tres clases de autoridad: la legal-racional, la
tradicional y la carismática. En América Latina han existido diferentes regímenes
autoritarios en los cuales la autoridad legal se ubicaba en un plano secundario. En este
contexto, algunas prácticas patrimonialistas y clientelares no necesariamente fueron
vistas como corruptas. Incluso fueron políticamente funcionales y aceptadas por gran
parte de la población. Esto se explica porque la legitimidad de los regímenes autoritarios
estaba normalmente relacionada con líderes de extraordinarias cualidades (autoridad
carismática) o con mecanismos de dominación tradicionales.
Sin embargo, la legitimidad de los regímenes democráticos no puede ser otra que
la que se deriva de la autoridad legal-racional. En este sentido puede decirse que el
proceso de democratización de América Latina representó una transición de diferentes
tipos particulares de legitimidad autoritaria a un tipo universal de autoridad legal-racional,
7
“Corruption in Twentieth Century Mexico” en W. Little y E. Posada-Carbo (eds.) Political
Corruption in Latin America, Londres, MacMillan, 1996, p. 220
8
“Corrupción política: apuntes para un modelo teórico” en Foro Internacional, vol. XXX, núm. 18,
1989, p. 329.
5
cuya fuente de legitimidad es el imperio de la ley y una clara separación de las esferas
pública y privada. Ya que la mayoría de los países latinoamericanos han adoptado el
modelo de la democracia liberal, es adecuado, entonces, utilizar un criterio general para
distinguir y medir las acciones corruptas en diferentes sociedades y culturas de la región.
Este criterio es, lógicamente, el que se deriva de los valores y principios de la democracia
liberal. En un contexto democrático, las prácticas patrimonialistas y clientelares que
confunden el interés público con el privado son corruptas porque implican la violación de
las leyes y normas de la democracia liberal. Si en algunos regímenes autoritarios estas
prácticas pudieron ser funcionales, no sucede lo mismo en los regímenes democráticos,
que basan su legitimidad en la racionalidad legal. En estos casos podemos afirmar que “la
legalidad del pasado no encaja ya con las condiciones modernas”.9
Hay, entonces, un criterio general para detectar y medir la corrupción en los países
democráticos. Esto es fundamental para intercambiar experiencias, formar alianzas,
diseñar y aplicar políticas dirigidas a reducir este problema. Ahora bien, aún estando de
acuerdo en el significado de la corrupción y el riesgo que este problema representa para
la democracia, hay diferentes explicaciones de las causas de la corrupción y, por lo tanto,
diferentes interpretaciones acerca de la forma más eficaz de combatirla.
Las causas de la corrupción y la mejor forma de combatirla
Podemos dividir las teorías sobre las causas de la corrupción en dos enfoques generales:
el que se centra en la variable cultural y el que lo hace en la variable del diseño
institucional. Este último sostiene en esencia lo que la sabiduría popular ha sintetizado en
aforismos como: “la ocasión hace al ladrón” o “en arca abierta hasta el justo peca”; es
decir, “los diques a la corrupción no se configuran con principios éticos, sino con
dispositivos y medidas que permitan cancelar o disminuir las posibilidades de apropiarse
de lo ajeno.”10 Según este enfoque, los funcionarios y políticos son individuos racionales y
maximizadores de beneficio, los cuales se corromperán siempre que los beneficios de
hacerlo superen los costos, y esta relación costo-beneficio depende principalmente de las
oportunidades ofrecidas por el marco institucional. En este sentido es acertada la
afirmación de Anthony P. Maingot: “it is possible to place the rational urge of gain in check
by the equally rational urge not to be subjected to sanctions, whether legal or social.”11 En
otras palabras, es posible cambiar el sistema de incentivos institucionales con el fin de
que el respeto del marco legal sea más conveniente y atractivo para el interés individual
que la evasión o violación de dicho marco, lo cual tiene que ver principalmente con que
las instituciones logren disminuir la impunidad.
De acuerdo con esta interpretación de las causas de la corrupción, la mejor forma
de combatirla es mediante la aplicación de políticas públicas dirigidas a reorganizar el
gobierno, y crear instituciones de combate a la corrupción “que permitan un eficiente
control interno y una organización administrativa que se traduzca en un alto grado de
transparencia y control sobre los servidores públicos”.12 Sin embargo, Jacobs y
Anechiarico han demostrado que el control de la corrupción implica costos que, en
algunos casos, sobrepasan el beneficio de que haya menos corrupción. De acuerdo con
estos autores, “también es posible que la reglamentación excesiva del gobierno, en
nombre de la reforma contra la corrupción, haya reforzado las patologías de la burocracia:
9
Rose-Ackerman, op. cit., p. 6
Antonio Santiago Becerra, “Corrupción en México: mirando hacia el futuro” en Este País, agosto,
2000, p. 29
11
“Confronting Corruption in the Hemisphere: A Sociological Perspective” en Journal of
Interamerican Studies and World Affairs, vol.. 36, núm. 3, 1994, p. 58
12
Rogelio Mondragón Reyes, Las causas de la corrupción: el debate contemporáneo, Documento
de trabajo 70, México, Fundación Rafael Preciado Hernández, A. C., 2001, p. 31
10
6
demora en la toma de decisiones, excesiva centralización, autoridad insuficiente en las
dependencias subordinadas, administración a la defensiva, sustitución de metas y baja
moral”.13 Además, una investigación realizada por los mismos autores en la ciudad de
Nueva York “mostró que precisamente los organismos que más controles anticorrupción
tenían fueron los que estuvieron involucrados en mayor número de escándalos por
corrupción”.14 Este dato no quiere decir, claro está, que los controles anticorrupción
provoquen la corrupción o que no tengan efecto sobre ella, pero sí confirma que los
controles no son condición suficiente para reducirla. El presidente del Capítulo Mexicano
de Transparencia Internacional, Federico Reyes Heroles, ha reconocido que “si las
sociedades no modifican sus valores, si no se fomenta la integridad personal, la
corrupción siempre encontrará un caldo de cultivo propicio para su aparición y
reproducción”.15 En otras palabras, “ninguna acción anticorrupción será eficaz sin una
educación cívica que fomente la cultura de la legalidad y refuerce actitudes y conductas
en todos los niveles sociales”.16
El enfoque cultural de las causas de la corrupción explica el problema como
consecuencia de lo que se ha llamado “la cultura de la corrupción”, es decir, “el conjunto
de pensamientos, creencias y hábitos que determinan las conductas corruptas y la
percepción ciudadana de que éstas no son del todo reprobables y tienen paliativos o
excusas”.17 Si bien la cultura de la corrupción puede explicarse en parte por la historia
política y las costumbres sociales particulares de cada país, en un régimen democrático
ésta se consolida cuando la impunidad es frecuente, es decir, “en un entorno en el que
buena parte de los delitos de corrupción no se investigan, no se detectan o no se
castigan".18 Entonces, para combatir la cultura de la corrupción son necesarias por lo
menos tres acciones que sólo pueden lograrse mediante la educación cívica: I) informar y
concienciar a la población del alto costo económico y político que tiene que pagar toda la
sociedad por culpa de los actos de corrupción; II) dar a conocer a la población sus
derechos ciudadanos y las herramientas cívicas necesarias para hacerlos efectivos; y III)
promover la participación ciudadana para vigilar y denunciar las acciones corruptas.
Así pues, no existe realmente una disyuntiva cuando se trata de elegir los medios
para combatir la corrupción. No son los factores culturales o el diseño institucional. El
combate a la corrupción, para ser efectivo, debe darse en ambos frentes
simultáneamente.
La educación cívica: herramienta indispensable en la lucha contra la corrupción
Al inicio de este trabajo se afirmó que se presentarían argumentos para demostrar que la
educación cívica es una herramienta fundamental para prevenir y controlar la corrupción.
Suponemos que, con base en lo expuesto hasta aquí, no hace falta agregar mucho para
confirmarlo. La educación cívica puede definirse como el conjunto de herramientas teórico
metodológicas y de técnicas didácticas que busca influir positiva y deliberadamente en los
procesos de formación de la cultura política en un sentido democrático, y desarrollar
competencias cívicas, es decir, conocimientos, valores y destrezas instrumentales que
13
James B. Jacobs y Frank Anechiarico, “Sobre los costos y beneficios del control de la corrupción”
en Gestión y Política Pública, vol. X, núm. 2, 2001, p. 322
14
Ibid., p. 331
15
Memoria del Primer Foro Internacional sobre Fiscalización Superior, Contaduría Mayor de
Hacienda de la Cámara de Diputados, México, 1999.
16
Arturo del Castillo, “El soborno: un marco conceptual para su análisis” en Gestión y Política
Pública, vol. X, núm. 2, 2001, p. 304
17
A. Santiago Becerra, “La cultura de la corrupción” en Este País, marzo, 2000, p. 40
18
Ibid., p. 40
7
permiten el ejercicio efectivo de la ciudadanía democrática.19 La educación cívica, por lo
tanto, es una herramienta útil para combatir la corrupción tanto desde la perspectiva
cultural como desde la del diseño institucional. Para la primera, es evidente que sólo
mediante la formación de una cultura de la transparencia, sustentada en la legalidad y
rendición de cuentas, es posible socavar la cultura de la corrupción; para la segunda, se
ha demostrado que instituciones que aseguren el respeto estricto de la ley sólo pueden
prosperar y ser efectivas si cuentan con el apoyo de una ciudadanía informada,
responsable y participativa. Un ejemplo claro es la ley sobre el derecho de acceso a la
información del gobierno que en varios países permite a los ciudadanos tener un control
cotidiano sobre las actividades del gobierno. El acceso a la información es quizá el arma
más poderosa contra la corrupción; sin embargo, de poco puede servir si no existe una
ciudadanía informada y organizada que haga valer este derecho. En conclusión, es
posible afirmar que:
Todos los esfuerzos anticorrupción –ya sea que se trate de reformar programas públicos,
reorganizar el gobierno o fortalecer el cumplimiento de la ley—deben contar con el apoyo
de la población. Las campañas en contra de la corrupción no pueden tener éxito a menos
que el público las respalde… Es necesario que la gente entienda la seriedad del problema
de la corrupción y que reciba información sobre las medidas concretas con las que pueden
coadyuvar en el combate a la corrupción… La tarea es, pues, crear una cultura de la
legalidad en la que las prácticas cotidianas de soborno sean descalificadas, denunciadas y
20
perseguidas.
En todo caso, como puede observarse, la educación cívica se hace indispensable. Esto
es así porque la educación cívica:
•
•
•
•
•
Informa sobre derechos y la manera de ejercerlos, otorgando con ello a los ciudadanos
instrumentos para defenderse de la corrupción.
Incrementa la participación ciudadana, ayudando a controlar a quienes cometen o
solapan actos de corrupción.
Refuerza las prácticas democráticas que inhiben la discrecionalidad que requieren los
funcionarios corruptos.
Permite comprender el funcionamiento de las instituciones, y valorar en su justa
dimensión su desempeño, identificando actos de corrupción, y distinguiéndolos de
ineficiencias u otro tipo de dificultades.
Genera valores éticos sobre el comportamiento en la esfera pública, que constituyen
21
una barrera en contra de la corrupción.
Aquí surgen las preguntas ¿cómo puede la educación cívica lograr todo esto? ¿mediante
que procesos? ¿qué tipo de políticas deben aplicarse? En la segunda parte de este
trabajo, después de describir someramente la situación de la corrupción en México y las
instituciones establecidas para controlarla, resumiré la experiencia del Instituto Federal
Electoral (IFE) en su propósito de dar respuesta a estas preguntas.
19
Instituto Federal Electoral, Plan trianual de educación cívica 2001-2003, México, Dirección
Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica, 2001, p. 30
20
Arturo del Castillo, art. cit. p. 302
21
Jacqueline Peschard, “La educación cívica: herramienta fundamental en el combate a la
corrupción”, mimeo, trabajo presentado durante la conferencia México contra la corrupción, llevada
a cabo en la ciudad de México el 15 y 16 de abril de 2002.
8
SEGUNDA PARTE
Diagnóstico de la corrupción en México
A principios de los años sesenta, Almond y Verba, en su libro clásico The Civic Culture,
clasificaron la cultura política del mexicano como tipo “súbdito” (subject), es decir, aquella
en que los individuos obedecen pasivamente la ley y a las autoridades de gobierno, pero
no se involucran activamente en el proceso político. Desde una perspectiva sistémica, el
modelo “súbdito” de cultura política es el que se ubica en el output o producto del sistema,
y no en el input o insumo de demandas y apoyos para la toma de decisiones y
formulación de políticas públicas.
Cuarenta años después de la publicación de The Civic Culture, la cultura política
en México ha cambiado. En una encuesta nacional auspiciada por el IFE y realizada
finales de 1999 por el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional
Autónoma de México, a la pregunta: ¿qué tanto cree usted que los ciudadanos pueden
influir en las decisiones de los políticos?, 51% de los entrevistados contestó “mucho”, 33%
“poco”; y 14% “nada”.22 En otras palabras, la mayoría de los ciudadanos mexicanos
confían en su capacidad para influir en la toma de decisiones por medio de la
participación política. Esto contrasta con el desinterés en la política y la desconfianza en
las autoridades e instituciones políticas que, según los resultados de diferentes
encuestas, predominan entre la población de México. En todo, caso, puede afirmarse que
en los últimos lustros la cultura política mexicana se ha vuelto una compleja combinación
de elementos de la cultura súbdito y de nuevos códigos democráticos, y presenta
aspectos en los que, por un lado, “persisten referentes autoritarios, actitudes de
desconfianza hacia la política y de escasa eficacia política o capacidad para ejercer
influencia sobre el sistema”, y, por el otro, se observan “muestras claras de participación
ciudadana, expresiones de una voluntad de tener mayor incidencia en la definición de las
políticas públicas y una inclinación a buscar la colaboración de los otros".23
Sobre el tema específico de la corrupción, la encuesta citada en el párrafo anterior
presenta datos interesantes. Por ejemplo, al preguntar sobre la conveniencia de denunciar
a los servidores que cobran por un servicio gratuito, 86% de los encuestados
respondieron que sí valía la pena denunciar y sólo 12% respondieron que no. De lo
anterior se puede inferir que la ausencia de denuncias contra actos de corrupción no es
tanto consecuencia de la poca voluntad de los ciudadanos como de la falta de información
y la desconfianza en los sistemas de persecución y castigo de los funcionarios corruptos.
Además, la encuesta revela que aproximadamente uno de cada tres ciudadanos
responsabiliza de la corrupción exclusivamente a la clase política. Relacionado con lo
anterior, la encuesta de Latinobarómetro de 2002 indica que en México 77% de los
empleados públicos son percibidos como corruptos, porcentaje que está seis puntos
sobre el promedio para América Latina.24 Los datos anteriores dejan claro que es
necesario llevar a cabo acciones para difundir información, combatir la impunidad y
cambiar la percepción general de los mexicanos sobre la política y la corrupción.
En el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional 2002,
México fue calificado con 3.6 puntos en la escala de cero a diez, con lo cual se ubicó en el
lugar 57 de una lista de 102 países; además, la percepción de corrupción en el 2002
22
Véase Yolanda Meyenberg y Julia Flores (coords.) Ciudadanos y cultura de la democracia.
Reglas, instituciones y valores de la democracia, México, IFE, 2000.
23
Jacqueline Peschard, “La cultura política en México” en Mauricio Merino, La ciencia política en
México, México, Instituto Federal Electoral, 1999, p. 192
24
Marta Lagos, “Public opinion of corruption in Latin America” en Transparencia Internacional,
Informe Global de la Corrupción 2003, p. 284, www.transparency.org
9
aumentó una décima respecto al año anterior.25 En el mismo sentido, 60% de quienes
respondieron a la encuesta de Latinobarómetro opinaron que la corrupción había
aumentado “mucho” y que ellos o algún miembro de su familia habían tenido experiencia
directa con la corrupción entre 2001 y 2002. El incremento de la percepción de la
corrupción puede ser consecuencia de un aumento real de actividades corruptas, pero
también puede indicar que cada vez hay más ciudadanos conscientes de lo que dichas
actividades implican para el país, pues, como afirma Weyland, “due to modernisation and
the diffusion of universalist standards, ever more people may have begun to brand as
bribery and corruption practices that earlier years were deemed acceptable”.26 En
cualquier caso, los costos que tiene que pagar la sociedad mexicana por la corrupción son
muy elevados.
Transparencia Mexicana sostiene que durante el 2001 hubo en México 214
millones de actos de corrupción en el uso de servicios públicos, lo cual implica un gasto
de alrededor de 2 300 millones de dólares en pagos de “mordidas” (como se le llama
coloquialmente a los sobornos) por servicio público a los hogares. Los hogares que
reportan “mordidas” destinan 6.9 por ciento de su ingreso a este rubro; sin embargo, para
los hogares con ingresos de hasta un salario mínimo, este impuesto regresivo llega a
representar 13.9 por ciento de su ingreso, es decir, los pobres son mayores víctimas de la
corrupción, pues los hogares que ganan menos del salario mínimo gastan el doble de sus
ingreso en sobornos que el hogar promedio.27 El Banco Mundial, por su parte, ha
calculado que la corrupción capta alrededor de 9% del Producto Interno Bruto de México,
lo que es superior al gasto total en educación.28 No es sólo el impuesto que tiene que
pagar la sociedad mexicana por la corrupción, es sobre todo lo que se deja de hacer con
los recursos que ésta se lleva: recordemos los datos citados en el primer apartado de este
trabajo, los cuales demuestran que hay una correlación negativa entre niveles de
corrupción, por un lado, e inversión, crecimiento económico y gasto en educación, por el
otro.
El combate a la corrupción en México
Los datos sobre la corrupción en México deben generar preocupación en las autoridades
y la sociedad en general, y sobre todo, deben entenderse como un llamado urgente a la
acción. Al respecto, en su informe global 2003, Transparencia Internacional reconoce que
México lleva a cabo importantes esfuerzos en la aplicación de medidas anticorrupción; a
saber:
La legislación sancionada durante el último año pudo penetrar considerablemente el
secreto bancario. Otras leyes comprenden la ejecución de medidas cautelares de
incautación en conexión con funcionarios sospechados (sic) de participar en redes de
corrupción; también se tomaron los recaudos necesarios para investigar las cuentas o
bienes registrados a nombre de parientes o terceros. La nueva ley que rige las
responsabilidades administrativas de los servidores públicos fortalece el programa nacional
de México para combatir la corrupción y prorroga los plazos impuestos para castigar actos
de corrupción. La misma importancia reviste una nueva ley federal sobre acceso a la
25
www.transparenciamexicana.org.mx
Kurt Weyland, “The Politics of Corruption in Latin America” en Journal of Democracy, vol. 9, núm.
2, 1998, p. 109
27
Véase www.transparenciamexicana.org.mx
28
Dato citado en Transparency International, Informe Global de la Corrupción 2003 (comunicado
de prensa), 2003.
26
10
información de dominio público y la introducción de los sistemas de e-government
29
Tramitanet y Declaranet, que se agregan al ya existente Compranet.
Los regímenes democráticos poseen instituciones y mecanismos para permitir que los
ciudadanos vigilen a las autoridades y exijan que rindan cuentas de sus acciones. La
accountabilty en una democracia es vertical --cuando se refiere a la relación entre las
autoridades políticas y los ciudadanos que con el poder de su voto pueden obligar a que
las decisiones de gobierno se justifiquen y no rebasen el marco de la legalidad-- y
horizontal --la cual, según Guillermo O’Donnell, depende de la existencia de “state
agencies that are legally empowered –and factually willing and able—to take actions
ranging from routine oversight to criminal sanctions or impeachment in relation to possibly
unlawful actions or omissions by other agents or agencies of the state”.30
La efectividad de estos mecanismos democráticos de rendimiento de cuentas varía
dependiendo de las características sociales e institucionales específicas en cada país. En
México las políticas contra la corrupción se aplican mediante dos tipos de control
presupuestal: el interno o autocontrol y el externo. El primero se refiere al que realizan
cada uno de los tres poderes de la Unión sobre sí mismos. En el ámbito federal los
responsables del control interno son: la Secretaría de Contraloría y Desarrollo
Administrativo (Secodam) en el Poder Ejecutivo, la contraloría interna en el Poder
Legislativo, y el Consejo de la Judicatura Federal en el Poder Judicial. El control externo
lo lleva a cabo la Cámara de Diputados sobre el Ejecutivo, el Judicial y el propio
Legislativo. El órgano técnico responsable del control externo en el ámbito federal es la
Auditoría Superior de la Federación y en las entidades federativas las contadurías
mayores de Hacienda y sus homólogas.
El principal problema de las instituciones de control interno (la Secodam y las
contralorías de los gobiernos estatales y del Distrito Federal) “es su escasa credibilidad
por tratarse de instituciones de auto-control del Poder Ejecutivo, que por lo mismo pueden
prestarse al solapamiento de actos de corrupción o a la aplicación selectiva de
sanciones”.31 En cuanto a las políticas de control externo, “más allá del respaldo
económico, de la autonomía y de las amplias atribuciones que deben tener las entidades
de fiscalización superior, resultará fundamental la actitud que asuman los diputados
respecto a estos órganos que pertenecen al Poder Legislativo. Si los legisladores no
actúan con la responsabilidad necesaria, dichas entidades no podrán lograr la fortaleza
que los nuevos tiempos democráticos requieren”.32
Está claro que, como ya se explicó anteriormente en este trabajo, las políticas de
control no serán efectivas si no cuentan con el respaldo de la participación ciudadana.
Quizá el ejemplo más claro de esto sean las leyes de acceso a la información pública. Es
generalmente aceptado que:
Access laws play an important role in reducing corruption within government institutions. By
making available information about procurement processes and successful bids, access
laws make it more difficult for officials to engage in unfair contracting practices. Similarly,
access to information about decisions regarding the conferral or withholding of other
benefits by government institutions, or regulatory or policing decisions, reduces the
probability that such decisions will be taken for improper reasons. Access laws may also
29
Transparencia Internacional, Informe Global de la Corrupción 2003. (Informes regionales.
América Central, México y el Caribe), www.transparency.org
30
“Horizontal Accountability in New Democracies” en Journal of Democracy, vol. 9, núm. 3, 1998, p.
117
31
A. Santiago Becerra, “La cultura de la corrupción”, art. cit. p. 41
32
Ibid. p. 41
11
make it more difficult for senior officials to make larger policy decisions that are not
supported by sound analysis. Access to information about the formulation of policy can
reveal instances in which policy decisions were taken without careful consideration, and
instances in which decisions contradicted advice provided by professionals within the public
33
service.
En México, a principios de 2002 se aprobó la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la
Información Pública Gubernamental, primera ley federal del país en la materia, cuyo
objetivo es “proveer lo necesario para garantizar el acceso de toda persona a la
información en posesión de los Poderes de la Unión, los órganos constitucionales
autónomos o con autonomía legal, y cualquier otra entidad federal”, y de esta forma
reducir las facultades discrecionales de los funcionarios públicos y combatir la corrupción.
Este es, sin duda, un gran avance en la lucha contra la corrupción; sin embargo, no basta
con la ley: es indispensable la participación organizada de los ciudadanos para que la ley
realmente cumpla sus objetivos. Y es precisamente en este punto donde adquiere un
papel fundamental la educación cívica, pues la transmisión de información y el
fortalecimiento de conocimientos, valores y destrezas cívicos de los ciudadanos son un
factor central para lograr su participación organizada en la vigilancia del gobierno y la
rendición de cuentas. Por lo tanto, es posible afirmar que la educación cívica debe ser una
de las tareas estratégicas del Estado. En México se entiende así, y el IFE es una de las
instituciones de Estado responsables de esta labor.
El IFE y la educación cívica∗
El Instituto Federal Electoral (IFE), según el Código Federal de Instituciones y
Procedimientos Electorales (COFIPE), es un organismo público autónomo, de carácter
permanente, independiente en sus decisiones y funcionamiento, con personalidad jurídica
y patrimonio propios. El IFE es responsable del ejercicio de la función estatal de organizar
las elecciones. Además, el artículo 41 constitucional establece que el IFE tiene a su
cargo, de manera integral y directa las actividades relativas a la Capacitación y Educación
Cívica. En la ley reglamentaria, en el artículo 69 del COFIPE, se estableció como uno de
los fines del Instituto contribuir al desarrollo de la vida democrática; y en especial en el
artículo 96 se atribuye a la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación
Cívica las tareas de elaborar y ejecutar programas en estas materias. En consecuencia,
las reformas constitucionales y legales de 1990 convirtieron a la educación cívica en una
actividad institucional sustantiva, de carácter permanente e imparcial, dirigida al conjunto
de la población.
En la base de los trabajos del Instituto en esta materia, está la idea de que la
educación cívica es un medio para incidir deliberadamente en los procesos de formación
de la cultura política democrática. Adicionalmente, se considera que las estrategias de
educación cívica sólo pueden ser realmente eficaces si apelan a recursos educativos
tanto formales como informales, en su propósito de promover los valores, prácticas e
instituciones de la democracia. Más aún, existen elementos que permiten afirmar que el
éxito de dichas estrategias depende crucialmente de su capacidad para operar simultánea
y articuladamente, tanto en los espacios de socialización básica y secundaria (familia,
escuela, trabajo, barrio o comunidad) como en el ámbito de los medios de comunicación
masiva.
33
Alasdair Roberts, “Access to Government Information: An Overview of Issues”, Atlanta, The
Carter Center, 1999, www.transparency.org
∗
Esta sección es una versión resumida y actualizada de María del Carmen Alanis Figueroa y José
Luis Gutiérrez Espíndola, “Ponencia en torno al desarrollo de la educación para la democracia en
México por parte del Instituto Federal Electoral”, México, mimeo., 2001
12
El IFE promueve una educación cívica que concibe al ciudadano de manera amplia,
donde la ciudadanía es, además de un status jurídico, una identidad cultural y política.
Desde esta perspectiva, se visualiza al ciudadano como un individuo que posee no sólo
una nacionalidad, el derecho a votar y un pasaporte, sino una conciencia de sí mismo
como miembro de una comunidad política amplia de cuya suerte es corresponsable. El
trabajo de educación cívica fundado en esta concepción aspira a un ciudadano que para
su cabal realización ha de involucrarse de modo importante en la esfera pública, lo que le
exige contar con un repertorio amplio de competencias cívicas.
De acuerdo con esa concepción de la ciudadanía, la formación de ciudadanos
requiere de la adquisición de conocimientos, la apropiación de valores y el desarrollo de
habilidades instrumentales. Esquemáticamente, estos tres componentes (conocimientos,
valores y habilidades) de la educación cívica pueden desglosarse de la siguiente manera:
•
•
•
Conocimientos cívicos: alude a ideas, información y experiencias acerca de los
conceptos clave que los individuos deben conocer y usar para llegar a ser
ciudadanos efectivos y responsables. Incluye nociones básicas sobre cuáles son y
cómo operan las instituciones de la democracia, y qué papel toca jugar en ellas a
la ciudadanía, a fin de potenciar sus capacidades de intervención en el ámbito
público. El ejercicio pleno de la ciudadanía implica conocer el papel que juegan y
la trascendencia del voto, del constitucionalismo, del Estado de derecho, de la
división y equilibrio de poderes, de la elección y la representación política, del
gobierno responsable, etcétera. Asimismo, la naturaleza, estructura y funciones de
los Poderes de la Unión, los poderes estatales y municipales, las instituciones
electorales, los partidos y las agrupaciones políticas. Esos conocimientos son la
base para participar, evaluar, exigir la rendición de cuentas y colaborar en la
construcción, refuerzo o transformación en un sentido democrático de esas
mismas instituciones.
Valores y disposiciones cívicas: remite a determinados modos de percibir, sentir y
situarse respecto del espacio público, así como a hábitos y actitudes relacionados
con el respeto a la dignidad humana y con la comprensión, apropiación y práctica
de valores tales como tolerancia, pluralidad, apego a la legalidad, igualdad
jurídico-política, libertad y solidaridad. Estos valores y disposiciones refuerzan la
acción de los ciudadanos dentro de un marco democrático, con lo que el propio
sistema resulta fortalecido.
Destrezas cívicas: incluye tanto habilidades intelectuales (capacidad de
argumentación y juicio crítico, por ejemplo) como habilidades operativas referidas
al saber hacer: diálogo, escucha activa, construcción de acuerdos, organización
ciudadana, interlocución con la autoridad, empleo de fórmulas para participar,
supervisar y evaluar políticas públicas, mecanismos para la rendición de cuentas,
etcétera.
Por supuesto, el trabajo de promover la adquisición de conocimientos, la adhesión a
valores específicos y el desarrollo de habilidades instrumentales debe darse de manera
integral, en un nivel adecuado a la naturaleza de las distintas comunidades y en función
de las necesidades, realidades y experiencias de esas mismas comunidades. En otras
palabras, se considera que los conocimientos no pueden construirse al margen de sus
implicaciones axiológicas, que los valores no han de promoverse de manera discursiva y
abstracta, ni las competencias instrumentales ofrecerse como puras técnicas o manuales
de procedimiento, despojadas de su sentido ético y político profundo.
13
A fin de estar en condiciones de cumplir con las tareas y propósitos descritos, la
estrategia de educación cívica del Instituto Federal Electoral se plantea como una
educación que debe ser permanente y sistemática, funcional, vivencial e interactiva,
grupal, diversificada en sus códigos culturales, focalizada, escalonada y concertada. A
continuación se describe brevemente en que consiste cada una de estas características:
a) Permanente y sistemática. La modificación de esquemas de percepción e
interpretación requiere de un trabajo continuo y puede tener mayor perdurabilidad en
la medida en que se desarrolle en los diversos espacios de socialización donde
naturalmente confluye la gente (escuela, familia, trabajo, centro comunitario, etcétera).
b) Multidimensional. La educación cívica se debe hacer presente, además, en aquellos
espacios que, como los medios de comunicación, cobran creciente relieve en la
formación de las percepciones que la gente tiene sobre la realidad política.
c) Vivencial e interactiva. Las prácticas y los valores democráticos deben ser puestos en
juego en relación con situaciones que, por analogía o cercanía real, resulten
significativos para los destinatarios. En efecto, la educación cívica ha de tener su base
en experiencias que faciliten la apropiación de los contenidos cívicos. Lo mejor es que
el aprendizaje se dé a partir de las necesidades, problemas y expectativas de las
propias personas involucradas. En otras palabras, aprender acerca de derechos,
responsabilidades y obligaciones cívico-políticas implica ejercer derechos y deberes
como miembro de una comunidad real, sea ésta la escuela, la familia u otra
semejante.
d) Grupal. La educación cívica ha de ser un proceso construido alrededor, no de
individuos, sino preferentemente de grupos, mejor aún si son grupos reales que
conforman una comunidad.
e) Diversificada en sus códigos culturales. Las campañas genéricas tienen la virtud de
poner en juego en el ámbito público referentes que pueden tocar a amplias capas de
población. Es un hecho, sin embargo, que, sobre todo en países multiculturales,
pluriétnicos y con una gran diferenciación social como México, es una exigencia
adecuar los mensajes a los distintos códigos culturales existentes, con una salvedad
importante: una propuesta de educación cívica basada en una concepción
multicultural no debe significar en modo alguno fomentar una ideología de
separatismo. Una educación cívica multicultural no debe renunciar al fomento de una
identidad común basada en el compartimiento de principios e ideales en cuyo centro
se hallen la democracia, los derechos humanos, la justicia y la pertenencia a una
nación.
f) Focalizada y escalonada. Junto con una estrategia básica, de carácter masivo, ha de
operar una de carácter focalizado, a fin de que resulte posible impactar a aquellos
grupos o regiones identificados como prioritarios por su peso político, cultural o
sociodemográfico, por su situación de vulnerabilidad sociopolítica o por su capacidad
para tener un efecto multiplicador del mensaje.
g) Concertada. Por la propia naturaleza de la actividad, se torna crucial una política de
vinculación con otros organismos e instituciones públicas, privadas y sociales que se
relacionen directa o indirectamente con la educación cívica, a fin de ampliar la
cobertura y potenciar el impacto de la estrategia. El Instituto se conceptualiza a sí
mismo, a partir de esta reflexión, no sólo como una institución orientada a desarrollar e
instrumentar procesos y programas de educación cívica, sino llamada a constituirse en
promotor, espacio de encuentro y eje de esfuerzos interinstitucionales en favor de la
formación para la democracia.
14
El Plan Trianual
Aunque en un sentido general el público objetivo de los programas de educación cívica
del IFE es el conjunto de la población mexicana, en razón de los recursos limitados y de la
necesidad de hacer un trabajo sistemático que perdure y tenga impacto real, la acción
institucional se concentra en aquellos segmentos de la población y áreas geográficas
identificados como prioritarios de acuerdo con criterios predeterminados. Del estudio de
los resultados de los programas aplicados y otros instrumentos de análisis, pueden
señalarse algunos grupos específicos. Entre ellos están los niños y jóvenes entre 9 y 14
años de edad en el sistema de educación formal; los jóvenes de 18 a 24 años y las
mujeres de 18 a 40 años con bajos niveles socioeconómicos y de escolaridad; grupos en
situación de vulnerabilidad política, en particular comunidades indígenas, campesinos y
jornaleros agrícolas, así como grupos marginados urbanos; y finalmente, líderes de
opinión y grupos políticamente atentos, en función de su capacidad para generar climas
de opinión e impulsar cambios políticos. Es importante destacar en este punto el
reconocimiento a la perspectiva de la equidad de géneros, que es un eje transversal que
impacta a todos y cada uno de los programas que el Instituto desarrolla e impulsa.
Sobre estas bases, el Consejo General del Instituto aprobó en abril de 2001 el
Plan Trianual de Educación Cívica 2001-2003, mediante el cual se intentó dar mayor
coherencia y proyección a todas las actividades en la materia. Este plan está
estructurado en torno a tres programas básicos:
I.
II.
III.
Programa de educación y formación ciudadana en el espacio escolar
Programa de formación y educación no formal y participación ciudadana
Programa de información y comunicación
Con ello se pretende enfrentar los principales problemas que hasta ahora se habían
presentado en el trabajo del Instituto, a saber: la limitación en los recursos materiales y
humanos, la dispersión de algunos públicos objetivo y cierta descoordinación y duplicidad
en tareas complementarias. Establecidas ya las líneas básicas de trabajo, se espera que
los 300 organismos que operan en los distritos electorales y los 32 que los coordinan en
los estados del país unan sus esfuerzos con el nivel central, y con otras instituciones y
organizaciones públicas, privadas y sociales, para lograr la mayor cobertura posible y,
sobre todo, una permanencia indispensable para el logro de los objetivos.
En el marco de dicho plan, hay cuatro programa centrales que es importante
describir por su impacto y la experiencia que han proporcionado. Para población infantil y
juvenil: I) Consulta Infantil y Juvenil, y II) Nosotros los Jóvenes Proyecto Ciudadano; Para
población adulta: III) Taller de Educación Ciudadana, y IV) Eslabones de la Democracia.
I) Consulta Infantil y Juvenil 2000 y 2003
Los ejercicios de participación y expresión cívica infantil y juvenil organizados por el IFE,
como las Elecciones Infantiles de 1997 y la Consulta Infantil y Juvenil 2000, han colocado
el tema de los derechos de la niñez y la juventud, en particular los de expresión y
participación, en un lugar relevante de la agenda nacional.
Fueron diseñados como ejercicios formativos basados en principios lúdicos,
grupales y vivenciales, que alientan la expresión e incorporan los contenidos y
condiciones para que los participantes ejerzan sus derechos, reflexionen respecto de su
entorno e incursionen en prácticas y procedimientos democráticos, contribuyendo así a la
construcción de futuros ciudadanos participativos, responsables y comprometidos con su
comunidad y su país.
La Consulta Infantil y Juvenil 2000 se llevó a cabo el 2 de julio, mismo día en que se
celebraron los comicios federales. De este modo, toda la población tuvo la oportunidad
15
de participar en una jornada cívica que enriqueció el desarrollo democrático del país. Se
trató de un ejercicio de participación cívica de grandes dimensiones que implicó la
participación de un nutrido grupo de expertos en materia de educación, el concurso de
más de 400 instituciones públicas, privadas y sociales nacionales en las tareas de
organización y difusión, la intervención de alrededor de 60 mil voluntarios en la atención
de las 14,307 casillas que se instalaron en todo el país, y la movilización de casi cuatro
millones de niñas, niños y jóvenes de 6 a 17 años.
Los temas de la Consulta fueron: los valores y prácticas de la democracia y los
problemas públicos. Esencialmente se buscó conocer la opinión de niñas, niños y
adolescentes sobre el modo en que viven, perciben y enfrentan la convivencia; las reglas
y las normas que la rigen; y el ejercicio de la autoridad. Todo lo anterior contextualizado
en cuatro ámbitos de vida: la familia, la escuela, la comunidad y el país.
Así, durante los meses de mayo y junio quedaron instaladas 32 Comisiones
Técnicas Estatales con los funcionarios locales del IFE y representantes de las
instituciones que se unieron al proyecto. Asimismo, se formaron equipos de trabajo en
cada distrito electoral con funcionarios del IFE. Con la finalidad de poder ofrecer
resultados a la opinión pública en un lapso relativamente breve, se diseñó una muestra
representativa para la cual fueron seleccionadas aleatoriamente 600 casillas en todo el
país, dos de cada uno de los 300 distritos electorales, lo cual constituyó una muestra que
arrojó resultados con un nivel de confianza de 95% y un margen de error de 4%. Esta
muestra nacional permitió conocer pocas semanas después de la Consulta las principales
tendencias de opinión expresadas por quienes acudieron a las urnas.
En el mes de agosto del 2000, en un evento llevado a cabo en las instalaciones del
IFE, se dieron a conocer a la opinión pública y a los medios de comunicación los primeros
resultados cuantitativos. Aunque se trata de datos iniciales, son muy reveladores. La
apreciación que tienen niñas, niños y jóvenes respecto a los temas objeto de la consulta
tiende a ser más crítica y negativa conforme se pasa del ámbito privado (familia) al ámbito
público (comunidad y país) y conforme se avanza en el rango de edad. De la amplia gama
de datos, hay sin embargo algunos que sobresalen y que señalan áreas de urgente
atención. Por ejemplo, las niñas, los niños y los jóvenes perciben que las reglas se
respetan más en la familia, menos en la escuela y así sucesivamente hasta llegar al país.
En el rango de edad de 14 a 17 años se registra un escepticismo notable al respecto:
siete de cada diez jóvenes opinan que en el ámbito nacional no son tomados en cuenta
en la elaboración de las leyes, mientras que una proporción prácticamente idéntica estima
que en el país las reglas y las leyes no se aplican por igual y que los adultos no las
respetan. En otras palabras, los elementos que articulan la noción de Estado de derecho
tienen muy poco sentido para estos jóvenes.
Actualmente se está trabajando en la realización de la Consulta Infantil y Juvenil
2003, la cual se encuentra dirigida a niñas, niños y jóvenes de entre seis y diecisiete años
de edad, quienes acudirán a las urnas a emitir su opinión, así como a los adultos e
instituciones interesadas en la educación y el bienestar de la infancia y juventud, quienes
podrán participar en la propuesta, el diseño y la puesta en práctica de políticas,
programas y acciones que se generen a partir de los resultados y en respuesta a las
inquietudes expresadas por la población infantil y juvenil.
En esta ocasión las dos vertientes hacia las que se verá enfocada la Consulta será
la violencia en sus diversas manifestaciones (maltrato, abuso de poder, discriminación) y
el derecho a saber y a estar informado sobre asuntos de interés para los niños y los
jóvenes mexicanos.
La Consulta se llevará a cabo en todo el territorio nacional el 6 de julio de 2003, para lo
cual se instalarán 20 mil casillas en zonas rurales, urbanas e indígenas. La información
que genere la Consulta Infantil y Juvenil 2003 será de gran magnitud y riqueza y permitirá
16
al IFE dar continuidad y fortalecer el proceso formativo de participación cívica, por medio
del cual niñas, niños y jóvenes se asuman como sujetos de derecho y se les reconozca
como tales, además de propiciar que estos grupos de la población ejerzan su derecho a
opinar sobre temas que les interesan.
Tal vez el punto más complicado del proceso sea promover que la sociedad en
general –especialmente los padres de familia, el magisterio y las autoridades
gubernamentales- valoren, escuchen, atiendan y actúen en respuesta a las opiniones,
inquietudes y propuestas de las niñas, niños y jóvenes.
II) Nosotros, los Jóvenes... Proyecto Ciudadano
Este es un programa que vale la pena destacar porque contribuye a generar en los
participantes un sentido de eficacia política, al proporcionarles herramientas para analizar
un problema de su comunidad y plantear a la autoridad correspondiente propuestas de
solución, dentro del marco de la legalidad. Fue originalmente diseñado por el Center for
Civic Education, institución norteamericana que ha realizado un largo e interesante trabajo
en el área de la educación cívica. El primer acercamiento al programa por parte del IFE
fue motivado fundamentalmente por cuatro factores: I) sus objetivos se relacionan
directamente con los contenidos oficiales de la currícula de secundaria de México; II) tiene
un diseño sencillo que facilita su instrumentación; III) su aplicación a gran escala no
implica gastos muy elevados y, finalmente, IV) permite desarrollar en los participantes
diversas habilidades intelectuales y cívicas. Por lo tanto se procedió a planear y llevar a
cabo reuniones y acuerdos entre ambas instituciones para traducirlo y adaptarlo a las
necesidades del sistema educativo mexicano, para lo cual se contó con el apoyo de la
Secretaría de Educación Pública.
Este programa es de gran utilidad en materia de educación cívica ya que pretende
desarrollar en los alumnos de secundaria interés por los problemas de sus comunidades
y, posteriormente, a través de una metodología específica, dotarlos de las habilidades y
destrezas necesarias para discutir racionalmente y proponer alternativas de solución a los
mismos. Fomenta la corresponsabilidad de los miembros de una comunidad con sus
autoridades en aras de solucionar un problema que atañe a ambas partes. Además, se
pretende que desarrollen un sentimiento individual y colectivo de eficacia política; es decir,
que logren sustentar la convicción de que su voz es importante y de que ellos pueden
incidir en la definición de las políticas públicas e influir en las autoridades
gubernamentales en aras de beneficios sociales.
El programa se compone de cinco etapas de trabajo que se realizan en equipo
durante un promedio de 30 horas, incluido trabajo en aula y fuera de ella. A continuación
se describen brevemente estas etapas:
1. Seleccionar un problema para estudiar. El grupo comienza por identificar un problema
relevante de su comunidad y determinar la instancia de gobierno directamente
responsable de enfrentarlo.
2. Reunir información. Una vez discutido y seleccionado un problema específico, se
reúne y evalúa suficiente información al respecto sobre su causas, implicaciones y
consecuencias.
3. Examinar soluciones. Se examinan las políticas públicas ya existentes en esa materia
tanto como aquellas sugeridas por otras personas o grupos.
4. Desarrollar su propia alternativa de política pública. Se genera una propuesta de
solución al problema para ser presentada a las instituciones públicas encargadas o
grupos de personas relacionadas con el problema seleccionado.
5. Desarrollar un plan de acción. Finalmente, se elabora un plan de acción para hacer
llegar dicha propuesta a las autoridades pertinentes.
17
Proyecto Ciudadano se instrumentó como programa piloto en dos fases: en 1998 en tres
estados de la República y en 1999 y 2000 en seis estados más. En ese lapso se contó
con la participación de 189 maestros y 8,988 alumnos de nivel secundaria. En esta etapa
se produjeron muchas experiencias exitosas. Hemos presenciado no sólo la elaboración
de propuestas oportunas y consistentes, sino la respuesta de no pocas autoridades
locales y, por lo tanto, la instrumentación de políticas de reforestación, de alumbrado, de
vialidad y de seguridad pública, entre otros.
Hasta septiembre de 2002 se habían impartido 476 cursos de formación de
instructores, los cuales abarcaban un público de 6,731 multiplicadores del programa.
Asimismo, en todo el país el programa se ha instrumentado en 2,880 escuelas de los
niveles de secundaria, bachillerato y profesional. Han participado 6,502 profesores y
344,420 alumnos. Es importante mencionar que el incremento en las cifras se debe a que
en Tamaulipas y el Estado de México este programa se aplica de manera masiva.
Asimismo, es importante señalar que a través del convenio firmado en 2002 con el
Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), se capacitó a más de 200 jóvenes
instructores para fungir como guías de proyectos ciudadanos de las comunidades en las
que están trabajando.
III) Taller de Educación Ciudadana para Adultos
Dentro de los espacios de educación no formal, el IFE desarrolla, entre otros programas,
el taller de educación ciudadana dirigido a población adulta, cuyo objetivo es generar
espacios de discusión, diálogo y reflexión, en los cuales los participantes adquieran
conocimientos y herramientas para informarse, opinar y tomar decisiones sobre
situaciones de la vida social y política, y así involucrarse activamente en el ámbito
público. El contenido del taller parte de la premisa de que la democracia es una forma de
vida y de gobierno que involucra a todos los ciudadanos y que ninguna acción
democrática puede funcionar adecuadamente sin su participación.
Este taller proporciona las herramientas necesarias para encontrar y plantear
soluciones a problemas cotidianos. Por ejemplo, se capacita en áreas como el manejo de
conflictos, la convivencia respetuosa en la diversidad, la escucha activa, la equidad de
género. Se analiza cómo está constituido el sistema político, para reflexionar sobre la
importancia de la política en la organización de la sociedad; también se reflexiona acerca
de la importancia de saber elegir gobernantes y de dar seguimiento y fiscalización a su
gestión pública. Entre otras cosas, el participante aprende a identificar los valores
democráticos, los derechos políticos y sociales, las posibilidades de participación
ciudadana, etcétera.
El taller está dirigido a los adultos poco interesados e informados en la política, e
incluso apáticos para participar en asuntos públicos. Sin embargo, su difusión y desarrollo
ha llamado la atención y generado demanda para su aplicación por parte de servidores
públicos, autoridades municipales, estudiantes, así como militantes de partidos políticos y
organizaciones no gubernamentales. En su impartición se han involucrado cuadros de
instituciones públicas y privadas, sindicatos, partidos políticos, instituciones educativas y
de gobierno, asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales. El Taller de
Educación Ciudadana se ha extendido a todo el país. Hasta septiembre de 2002, en las
32 entidades se aplicaron en total 316 talleres, en los cuales se formaron 5,176
instructores y se atendieron 23,095 personas entre ciudadanía en general, alumnos,
maestros y funcionarios públicos. Si se suman los instructores formados y la población
atendida se llega a un total de 28,271 personas que tomaron el Taller de Educación
Ciudadana.
18
Técnicamente vale la pena destacar que el programa está estructurado en siete sesiones
que pueden ser útiles tanto si se imparten de forma continua como discontinua y sin
importar la secuencia. Las sesiones pueden ser tan flexibles como el instructor se lo
proponga, para adaptarse a las necesidades y posibilidades de cada grupo, la
disponibilidad de los lugares en que se desarrollen y las facilidades que se otorguen a los
instructores y/o promotores voluntarios.
IV) Educación y formación ciudadana en el ámbito municipal “Los eslabones de la
democracia”
Los avances obtenidos hasta hoy en la construcción y consolidación de la democracia en
México, y el cambio en las relaciones entre gobierno y sociedad, han tenido impacto
principalmente en los ámbitos federal y estatal. El municipio, como célula básica del
sistema político mexicano, durante los últimos años también fue objeto de
transformaciones relevantes que ampliaron y diversificaron sus funciones públicas.
Particularmente en materia electoral los municipios experimentaron cambios importantes
que se reflejan en el aumento de la competencia y en la alternancia política; sin embargo,
es necesario reconocer que los sistemas para elegir autoridades municipales aún
presentan desequilibrios que obstaculizan la consolidación de la convivencia democrática.
Por ser en este nivel de gobierno donde se establecen las relaciones más
próximas entre el gobierno y los ciudadanos,34 es preciso subrayar su papel en el proceso
de transición a la democracia, ya que fue en el municipio donde por primera vez se
reconoció la victoria de un partido de oposición en la elección de presidente municipal, y
fue en el ámbito municipal donde las mujeres obtuvieron por primera vez el derecho de
votar y ser votadas.35
En efecto, es en el espacio municipal donde ocurren y se reproducen los procesos
económicos, políticos, sociales y culturales más cercanos a la vida cotidiana de las
comunidades y donde éstas pueden, palpablemente, incidir en el curso de las decisiones
políticas. Por lo tanto, el espacio municipal es el espacio privilegiado para que las y los
ciudadanos se reapropien de la política.
En este marco, el IFE emprendió la tarea de diseñar y producir un programa de
educación cívica centrado en valores, derechos y obligaciones ciudadanos vinculados con
el ámbito municipal. Este programa busca informar a la población que habita en los
municipios acerca del conjunto de derechos y obligaciones que comprende su calidad de
ciudadano, enfatizando que además de un status jurídico, la ciudadanía es una noción de
membresía y de inclusión participativa a la comunidad política. Así, se propone incidir en
34
"El Ayuntamiento es la primera autoridad política a la que el ciudadano tiene que recurrir. El
estado nacional y los estados de la Federación tienen una presencia distante para el ciudadano
común y corriente. Es el municipio la primera institución política que envuelve y define la vida
privada y pública de cualquier ciudadano. Es natural, por lo mismo, que el ciudadano vea en el
municipio, en primer término, la comunidad en que él y los suyos se encuadran para vivir la vida en
sociedad y, en segundo término, el órgano de poder sobre el cual tiende a influir y sobre el cual
tiende a representarse él mismo" (Córdova Arnaldo, La nación y la constitución, México, Claves
Latinoamericanas, 1989, p. 344)
35
“El 12 de febrero de 1947 fue reformado de nuevo el artículo 115, al otorgar el derecho a la
mujer para participar por primera ocasión en comicios electorales, exclusivamente en las
elecciones municipales, tanto para votar como para ser votadas. Unos años después, en 1953, se
modificaría el artículo 34 de la Constitución para otorgar plena ciudadanía a la mujer, y el derecho
de participar en todos los procesos políticos nacionales, por lo que fue innecesario mantener esta
disposición en el artículo 115 constitucional.” (Blanca Acedo y Mariana Saiz, “Los Sistemas
Electorales Municipales en México: La Incorporación del Principio de Representación
Proporcional”, México, Centro de Estudios para la Reforma del Estado, s.p.i, pp. 1 y 6)
19
las percepciones, actitudes y comportamientos de los ciudadanos en el ámbito del
municipio, teniendo como plataforma de acción a los gobiernos locales, las asociaciones
de presidentes municipales, las organizaciones civiles y otras instancias
gubernamentales. Ello porque está concebido para desarrollarse en y desde los
municipios; es decir, se orienta al conjunto de relaciones que los ciudadanos establecen
en el ámbito municipal (incluyendo sus múltiples canales de expresión y organización),
pero lo hace desde una plataforma de divulgación que se ubica dentro del propio
municipio.
En este sentido, la finalidad del proyecto es fortalecer y multiplicar las posibilidades
de actuación de los organismos civiles e instituciones participantes, proporcionando
información y desarrollando materiales para que cada una de ellas despliegue sus propias
estrategias de acción, de acuerdo con sus respectivos énfasis públicos, ideas políticas y
competencias legales.
Con objeto de lograr mayor nivel de especificidad en la información, ésta se
estructuró alrededor de cinco temas o eslabones de la democracia:
1.- Los derechos políticos fundamentales.
2.- La organización ciudadana para la defensa y el ejercicio de sus derechos.
3.- La participación ciudadana en la integración de la autoridad.
4.- Participación ciudadana en la gestión pública municipal.
5.- Retos y oportunidades de la democracia municipal.
En cada eslabón se destaca la relación que guarda el ciudadano con otros actores
institucionales o políticos y se describen los derechos, obligaciones y valores
directamente relacionados con el tema en cuestión, en tanto que el eslabón introductorio
define los conceptos fundamentales que orientan y articulan el programa en su conjunto:
municipio, derechos políticos, democracia, ciudadanía, participación.
Del conjunto de los programas de educación cívica del IFE, y de los cuatro que
aquí se han descrito, este es el más reciente, pero sus expectativas y potencialidades ya
se han puesto de manifiesto: en el periodo de abril a septiembre de 2002 se realizaron
149 talleres, con la participación de 127 instituciones u organizaciones interesadas en el
tema, los cuales contaron con la asistencia de 5,197 personas.
Esta es una muy breve muestra de la labor que el IFE esta llevando a cabo en México.
Hay otros programas que no se incluyen en este espacio y que cubren diferentes públicos
y ámbitos. Además, es importante destacar la labor de difusión que el IFE lleva a cabo a
través de los medios masivos de comunicación. Desde 1996 los mensajes orientados a
convocar a los ciudadanos a obtener su credencial para votar con fotografía y mantener
actualizado el padrón electoral comenzaron a enriquecerse con emisiones sobre valores y
prácticas de la democracia. Las campañas en estos medios se conciben como un diálogo
que el IFE sostiene con la sociedad, dentro de una perspectiva de comunicación
educativa. Así, se han estructurado campañas de educación cívica y de promoción de la
participación ciudadana en periodos interelectorales, además de las dedicadas a la
promoción del voto libre y secreto y la participación electoral de la ciudadanía durante los
comicios.
Mención aparte merece la participación del IFE en foros de análisis, discusión y
presentación de propuestas para combatir la corrupción, como fue, por ejemplo, la
Conferencia Internacional México Contra la Corrupción, llevada a cabo en la Ciudad de
México los días 15 y 16 de abril de 2002, en la cual destacados investigadores,
representantes de organismos internacionales y del sector privado, así como funcionarios
públicos se refirieron a la necesidad de actualizar el marco jurídico, establecer reglas
20
claras para la rendición de cuentas y mecanismos efectivos de denuncia para avanzar en
la edificación de una cultura de transparencia y honestidad.
Breve consideración final
A lo largo de este trabajo se han presentado argumentos suficientes para sostener que i)
la corrupción representa un grave problema para la consolidación y calidad de la
democracia en América Latina, y específicamente en México; y ii) que la educación cívica
es un elemento indispensable para combatir la corrupción. Convencidos de lo anterior, en
México el IFE se esfuerza en desarrollar mecanismos tradicionales y novedosos, por las
distintas vías a su alcance, con el fin de contribuir al fortalecimiento de la cultura
democrática nacional y de una ciudadanía consciente de sus derechos y
responsabilidades, informada, responsable y participativa, la cual, como ya se explicó, es
indispensable para socavar la cultura de la corrupción, y para garantizar el éxito de las
políticas de vigilancia y control sobre políticos y funcionarios públicos. Aunque la
experiencia del IFE es muy reciente y, por lo tanto, aún no es posible conocer los efectos
que las políticas de educación cívica descritas anteriormente han tenido en la percepción
de la corrupción, hay fundamentos teóricos suficientes para asegurar que los esfuerzos
del IFE están bien orientados, y que en el largo plazo se verán reflejados en las
capacidades cívicas de los ciudadanos y su actitud frente a la corrupción.
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