Henri Matisse - Uruguay Educa

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Henri Matisse
(1869 – 1954)
Nosotros tenemos una opinión más alta de la pintura: ella le sirve al artista para
expresar sus visiones interiores. (…) Ver ya es en sí mismo un acto creador, que requiere
un esfuerzo. Todo lo que vemos en nuestra vida cotidiana resulta más o menos
deformado por nuestras costumbres adquiridas.
El esfuerzo necesario para librarnos de las manufacturas plásticas (difundidas por la
fotografía, el cine, la propaganda), exige cierto valor, pero un valor imprescindible para
el artista, quien tiene que verlo todo como si lo viera por primera vez. Uno tiene que ver
a lo largo de toda su vida, tal como vio el mundo de niño, porque la pérdida de esta
facultad de ver acarrea la pérdida de toda expresión original. Creo, por ejemplo, que
para el artista no hay nada más difícil que pintar una rosa, puesto que, para pintarla,
tiene que olvidarse primero de todas las rosas que pintó antes. (…) El pintor debe tener
esa simplicidad de espíritu que lo lleva a creer que sólo pinta lo que vio. – Aquellos que
estilizan por principio, y que se alejan deliberadamente de la naturaleza, no han dado
con la verdad. (…)
Hay dos maneras de expresar las cosas; una es señalarlas brutalmente; la otra, evocarlas
con arte. (…)
En un sentido, creo yo, puede decirse que el arte es una imitación de la naturaleza. –
Semejante obra de arte también se revelará como fecunda, porque está dotada de la
misma vibración interior, de la misma belleza luminosa que son propias de las obras de
la naturaleza. (…)
Mi sueño es un arte lleno de equilibrio, de pureza, de reposo, sin temas inquietantes y
que reclamen la atención; una arte que traiga alivio al trabajador intelectual tanto
como al artista, que sea para él un calmante espiritual, que acaricie suavemente su
alma y la tranquilice después de las fatigas del día y de las inquietudes de su trabajo.
(...)
Creo que la vitalidad y la fuerza de un artista pueden juzgarse según el modo como se
deja impresionar directamente por el espectáculo de la naturaleza, sin perder por ello
su capacidad de organizar sus sensaciones. Semejante capacidad presupone un hombre
totalmente dueño de sí, tanto como para imponerse una disciplina. (…) Planteando
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correctamente los términos fundamentales, podría demostrarse que no se procede
menos lógicamente cuando se pinta un cuadro que cuando se construye una casa. (…)
Un nuevo cuadro debe ser un acontecimiento único, un nacimiento que enriquece con
una nueva forma la imagen del mundo tal como la concibe el espíritu humano. – ¡La
felicidad de crear a partir de sí mismo, a partir de una fructífera jornada de labor y de
la claridad que ella podría poner en la niebla que nos rodea! (…) No se puede,
simplemente hacer cualquier cosa. Un artista talentoso no puede hacer algo arbitrario.
Si solamente empleara sus talentos, no podría existir. No somos los amos de nuestra
creación. Ésta se nos impone.
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