Este cuento está inspirado en el caso de una joven mesera que devengaba menos de un salario mínimo, quien fue convencida por un asesor financiero, para que adquiriera una tarjeta de crédito a sabiendas que su capacidad de pago era precaria. La ventaja de la joven era su sentido de responsabilidad, ya que anteriormente había tenido algunos créditos pequeños, los cuáles había pagado con absoluta puntualidad, por lo que su historial financiero era bueno llamando la atención de los encargados de ofrecer servicios bancarios para incluirla entre sus clientes. El factor motivacional para convencer a la joven, consistió en afirmar que no se cobraba por la utilización del producto. Sin embargo, en un comienzo ella descartó de plano el ofrecimiento, pero el funcionario siguió insistiendo una y otra vez, hasta que por fin logró su objetivo y la muchacha adquirió el producto financiero. Desafortunadamente un día cualquiera, se presentó una pandemia, las empresas cerraros y personas tuvieron que aislarse para evitar los contagios. La actividad que realizaba se vio afectada directamente haciendo que perdiera su trabajo, porque la reactivación económica fue paulatina después de que desapareció el virus. No pudo seguir cubriendo las obligaciones familiares, financieras y personales cayendo en un estado de depresión por las deudas contraídas que la agobiaban. Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento, basado en una historia de la vida real.