Las suricatas como mangostas que son, viven en grupos familiares siendo muy territoriales. Los machos marcan los espacios con sus glándulas odoríferas anales y gracias a sus garras excavan la tierra en busca de alimento. Mientras el grupo explora para encontrar comida, las suricatas centinelas, están atentas por si algún depredador se acerca. Cuando el enemigo se ha ido avisan a los demás para que continúen buscando el alimento. En el grupo vivía una pareja de suricatas homosexuales que se acicalaba reforzando los vínculos sociales y aunque no eran reproductores deseaban tener su propia descendencia. La unión de parejas del mismo sexo se legalizo después de un intenso debate en el reino de las suricatas, y como no podían procrear decidieron adoptar a un tigrillo que había quedado huérfano y abandonado a su suerte, ya que su progenitora había caído en garras de un león. A pesar de la oposición de varios de los integrantes del grupo de suricatas que consideraban altamente riesgoso hacerlo con alguien diferente a los de su especie, se les concedió su propósito luego de muchas discusiones y trámites. Se comprometieron a educar al tigrillo y enseñarle sus costumbres para que cuando llegara a la adultez no los atacara y por el contrario, los protegiera. Lo llevaron a una gran madriguera que habían construido y acondicionado para el cachorro, con entradas múltiples. Una de las suricatas macho se quedaba con el mientras la otra salía a buscar la pitanza y se turnaban en la crianza del pequeño felino. Repintaron las rayas en su lomo para que se pareciera al de ellas y, cuando tenía frío lo calentaban con su barriga luego de colocarla sobre las rocas al sol. La adopción generó inconformismo en algunos, porque se acumularon evidencias negativas relacionadas con los efectos en los cachorros criados en hogares con padres del mismo sexo. Algunos consideraban la adopción por parte de parejas del mismo, como algo nocivo, mientras que otros no veían ningún problema en hacerlo. Las suricatas que estaban en contra pensaban que se podía promover la orientación no heterosexual, afectando el desarrollo de los demás cachorros del grupo al fomentar la homosexualidad. Argumentaban que el ajuste psicológico de los críos, dependía del tipo de conformación familiar y, la adopción y crianza por parejas homosexuales podría ser desfavorable. Sin embargo, en un estudio que se había realizado previamente en algunas familias de suricatas homosexuales, la orientación sexual de los críos no presentaba un porcentaje significativo como homosexuales o bisexuales. Los cachorros adoptados o criados por parejas del mismo sexo experimentaban cierto rechazo de la comunidad suricata heterosexual, hacia la orientación sexual de sus padres. Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.