LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE CLAUSEWITZ EN EL ANÁLISIS DE LAS GUERRAS ASIMÉTRICAS POR NICOLE SCHUSTER INTRODUCCIÓN La teoría de la guerra que expuso el militar prusiano, Carl von Clausewitz (17801831), en su obra maestra De la Guerra, siempre ha sido sujeta a discusiones y críticas. La influencia que tiene este estratega en particular podría sorprender, pues no son escasos los militares que han cavilado sobre la guerra. Tenemos, para citar sólo algunos ejemplos, a Sun Tzu(1), César(2), Flavio Vegecio Renato(3) (más conocido como Vegecio), Federico II de Prusia(4) y a un sinfín de estrategas militares actuales, que se han, como Clausewitz, dedicado a la tarea de fusionar práctica y teoría a fin de transmitir al mundo y a las generaciones posteriores los análisis de sus propias experiencias de la guerra y de ésta en general. Clausewitz, al sintetizar en su obra De la Guerra sus reflexiones, producto de su trayectoria como militar durante la cual participó activamente en la guerra combatiendo, entre otros, contra las tropas de Bonaparte en Jena y en Rusia, no se diferenciaba mucho de su competidor contemporáneo, el militar y tratadista de estrategia suizo, el Barón Antoine-Henri Jomini. No sólo sus carreras militares tenían grandes similitudes, sino también el campo de sus estudios de la guerra abarcaba el mismo tema, puesto que ambos analizaron con detenimiento el arte de la guerra en Napoleón, aunque con posiciones subjetivas divergentes para con el Emperador. Sin embargo, hoy se cita y se estudia más a Clausewitz que a Jomini. ¿De donde viene entonces el fuerte interés que Clausewitz no cesa de suscitar? ¿No es que la tecnologización e informatización determinan el curso de las guerras actuales de tal forma que todas las teorías anteriores resultan obsoletas? Con el progreso del armamento, los principios de combate expuestos por Jomini cayeron 1 antes del final del siglo XIX en desuso. ¿Qué salvó a Clausewitz del olvido si su competidor había influido como él, o incluso con una intensidad mayor, en la enseñanza militar occidental del siglo XIX? La respuesta es que, a diferencia de Jomini y del resto de los estrategas, Clausewitz tuvo la gran particularidad de erigirse al rango de verdadero filósofo de la guerra. Es el único que pudo desentrañarla en su esencia, al no confinarse en la descripción fenomenológica de las operaciones militares y al analizar el espíritu político y del pueblo que determina la forma e intensidad de la guerra. Con Clausewitz la guerra reveló ser lo que realmente es, o sea un proceso que nunca puede ser disociado de lo que lo provocó: lo político, el cual invariablemente incluye lo humano(5). Y aunque el modelo de guerra de Clausewitz se aplicaba a las guerras convencionales entre Estados, el enfoque filosófico de su obra, que procede de su percepción dialéctica de la realidad de la guerra, hace que su trabajo pueda ser leído desde diversos ángulos sin que nunca se agote la diversidad de sus interpretaciones. Tan es así que, hoy en día, cuando se analizan los conflictos actuales, se aborda a Clausewitz desde la perspectiva científica de la termodinámica o de la ciencia del caos(6). LOS APORTES DE CLAUSEWITZ Aun si su manuscrito De la Guerra quedó inconcluso, pues Clausewitz murió antes de poder terminarlo(7), el trabajo desarrollado en esta obra es completo en sí, en tanto responde a todos los interrogantes de orden filosófico que se pueden plantear en cuanto a la naturaleza de la guerra. El carácter trascendente y transtemporal de su obra se debe a que Clausewitz exploró la lógica y los mecanismos de la guerra tanto desde una perspectiva atomística como holística al reflexionar sobre los detalles de la estrategia operacional y también sobre sus fines. Pero en lugar de lanzarse en el análisis de la guerra en base a las operaciones tácticas, se encargó primeramente de definirla por medio de conceptos(8), a veces alegóricos. En un tiempo en que la conceptualización de la “gran estrategia”, como la denominaba Lidell Hart(9), no existía puesto que, de una cierta manera, el término “estrategia” se encontraba todavía fusionado con el de “táctica”(10), Clausewitz promovió la ruptura entre ambos al establecer que la “táctica” es relativa a “la teoría que trata 2 del uso de las fuerzas armadas en un conflicto” mientras que la estrategia se refiere a “la conducta general de las operaciones al servicio de la guerra”(11). Pese al limitado marco operacional en que, con esta definición, circunscribe la estrategia, Clausewitz expuso claramente la articulación entre la estrategia y lo político cuando describió a la guerra como “la continuación de la política con otros medios”. Es menester mencionar que él no es el descubridor del lazo entre lo militar y lo político. Ya en el siglo XVIII, el militar francés Joly de Maizeroy había percibido el carácter dialéctico de la combinación entre la estrategia y la táctica, y la interrelación entre el general en jefe y el dirigente político(12). Jomini también había notado la vinculación entre la política y la estrategia(13). Sin embargo, con su célebre metáfora, Clausewitz revela el rol de la guerra como instrumento de la política y el lazo intrínseco que liga la finalidad de la guerra con el objetivo político. A su vez, la correlación entre lo militar y lo político que establece Clausewitz invalida la representación alienante de la guerra presentada como “un fin en sí”, o como “un acto aislado, aunque parezca un conflicto de fuerzas entregadas a sí mismas con sus propias leyes”(14). El filósofo francés Michel Foucault aseveró que el enfoque de Clausewitz de la guerra vista como continuación de la política se inscribe en la línea que se creó con el Tratado de Westfalia, cuando se definió un nuevo orden de regulación basado en el equilibrio de las relaciones de fuerza entre las nacientes naciones europeas. Con este nuevo modelo normativo societal, la guerra cesó de proceder del campo jurídico. Desapareció por lo tanto el sistema que había regido durante la edad media cuando no había diferenciación entre guerra pública y guerra privada y que la guerra servía a dos entidades privadas para solucionar una disputa relativa a un derecho supuestamente violado por el otro. La nueva forma de sociedad europea instaurada por el Tratado de Westfalia convirtió entonces la guerra en un asunto público que se libra entre Estados, en un instrumento necesario para preservar el equilibrio. Como lo planteó Foucault, la nueva forma de relaciones entre Estados que se instauró en ese entonces en Europa hizo que a la razón jurídica que comandaba la guerra se sustituya la guerra vista como la continuación de la diplomacia, de la política(15). 3 En ese contexto paradójico de “guerra que sirve para lograr la paz”, la formula de Clausewitz que hace de “la guerra en su esencia un acto de violencia destinado a forzar al adversario a ejecutar la voluntad del otro”(16) adquiere todo su significado, pues la guerra se transforma en una lucha que tiene por meta la imposición del objetivo político de un o varios Estados a otro(s) Estado(s). Es entonces en virtud de este fin que se determinarán: - los objetivos a perseguir en la guerra; - la asignación y la cantidad de los medios a utilizar en la guerra; - y el grado de intensidad al que la guerra y los medios empleados en ella obedecerán. Como vemos, Clausewitz trabaja con dos niveles de acción cuando proyecta: - el objetivo “en” la guerra, es decir la meta que el beligerante persigue a nivel de estrategia operacional para romper la voluntad y la capacidad de resistencia del adversario a fin de imponer su propio objetivo; y - el objetivo “de” la guerra, que se logra durante las operaciones en la guerra a través del control o la destrucción del “centro de gravedad” del adversario, una ofensiva que, de tener éxito, permite transformar el planeado objetivo de la guerra en una realidad tangible. Para llevar a cabo un análisis de la guerra que ponga en relieve la relación compleja entre teoría y práctica donde lo teórico no eclipse la realidad, Clausewitz se mueve constantemente entre la abstracción y lo concreto. Hace uso de un método dialéctico que consiste en tomar como punto de partida conceptual la guerra absoluta(17). Ésta corresponde al estallido extremo de la violencia, a la destrucción total de uno de los campos, en tanto ambos campos estarían sujetos a dos principios: - al principio de polaridad que consiste en que cada uno de los adversarios quiere triunfar; y, por ende, - a la ley de acción recíproca que los arrastraría en una espiral de violencia(18). Sin embargo, este grado de violencia extrema nunca será alcanzado(19) dado que, a nivel de la experiencia real, la violencia resulta ser limitada por elementos moderadores intrínsecos y extrínsecos a la acción en la guerra, es decir por 4 probabilidades que forman parte de la realidad. De ello resulta que la estrategia que se diseña a priori para alcanzar una meta política no siempre se realiza, puesto que lo teórico se encuentra modificado por una realidad sujeta a diversos tipos de contingencias. A fin de explicar esas desviaciones en relación con el modelo absoluto de guerra, Clausewitz se basa en la noción de “fricciones”, que exploró el campo de la termodinámica, y de esa manera se presenta, en su calidad de teórico de la guerra, como un precursor de la non-linealidad en la guerra(20). Clausewitz insiste en que la interacción de las “fricciones” con el entorno, que denomina la “niebla de la guerra”, influye de manera decisiva en la guerra. Esas fricciones son constituidas por todos los elementos no pronosticados que surgen en el transcurso de la guerra y que impiden que el plan de guerra se realice de manera cabal. Entre ellos, tenemos por ejemplo: el clima; el tiempo – como duración –; la resistencia de los adversarios; la moral de las tropas; las disfunciones a nivel de la estrategia operacional provenientes de causas tales como las fallas en el sistema de transmisión de las ordenes (mensajes mal transmitidos o que no llegan al jefe de las tropas, etc.), el malfuncionamiento de las armas, los efectos secundarios del uso de las armas (mal manejo de éstas, humo que acompañaba la descarga y obstruía la visión del campo de batalla...). Al introducir la noción de fricciones, o sea de factores exteriores que inciden en la evolución de la guerra, Clausewitz pone en evidencia el carácter no neutro de ésta y el hecho que la guerra no es un fenómeno mecánico previsible sino un proceso dotado de una lógica interna dinámica, que responde a la acción dialéctica a la cual se entregan ambos adversarios cuando se encuentran combatiendo. En ese aspecto, Clausewitz se diferenciaba del enfoque de los estrategas de su tiempo. Estos últimos planeaban las guerras según reglas bien definidas, con una táctica presumida inmutable que se transcribía en una composición y un movimiento de las tropas rígido y que apuntaba al control del territorio, es decir de las zonas de operaciones. Por su parte Clausewitz sostenía que la conquista de las plazas fuertes o la adquisición de un territorio no siempre eran lo determinante en la guerra(21). Lo decisivo para él es lograr aniquilar al adversario, lo cual significa destruir la voluntad del enemigo a través de la demolición de su punto de gravedad. Puede ocurrir que la destrucción de su punto 5 de gravedad se plasme en la toma de un territorio que se revela estratégico para el enemigo, pero puede también concretizarse a través del socavamiento de la moral de las tropas adversas y del espíritu combativo del pueblo enemigo involucrado en el combate. Es evidente que los medios empleados en esa época y la organización de las tropas en el campo de batalla no permitían cambios fluidos y rápidos, por lo que la insistencia de los estrategas de no apartarse de la estrategia operacional planeada podría, en cierta medida, ser comprensible. Pero la enseñanza de Clausewitz debe ser sobre todo entendida como una advertencia al espíritu fundamentalmente determinista y desprovisto de flexibilidad de la mayoría de los jefes militares, que se concentraban en el método y los medios. En esa óptica, contrariamente a ciertos de sus colegas que insistían en el rol predominante de las fuerzas productivas en la guerra y en la pretendida necesidad de repetir ciegamente las maniobras que llevaron a grandes jefes de fuerzas armadas a ganar guerras, Clausewitz rechazaba con planteamientos antideterministas todo intento teórico que consistía en hacer de la estrategia un dogma. Clausewitz era por lo tanto antagónico al espíritu mecanicista y newtoniano que caracterizaba a los estrategas militares como, por ejemplo, Von Bülow en el siglo XVIII, y Antoine-Henri Jomini, quienes pensaban hacer la guerra con leyes científicas invariables, fórmulas algébricas y principios geométricos(22). El argumento de Clausewitz siempre fue que, si bien las enseñanzas de la historia de la guerra deben ser estudiadas, la amplitud del campo en que se desarrolla la guerra y de los factores que influyen sobre ella obliga a pensar que los manuales de guerra nunca podrán brindar recetas sagradas que asegurarán la victoria. A diferencia de su competidor Jomini, quien creía firmemente que ciertas grandes operaciones de guerra daban lugar a principios universales y perennes(23) aplicables en cualquier conflicto, Clausewitz estaba convencido de que éstos sólo deberían limitarse a servir de marco de referencia, de orientación. Desmarcándose de la posición de esos analistas e inspirado por las lecciones que sacó de sus análisis de las guerras napoleónicas, Clausewitz insistía más bien en la necesidad para un jefe de guerra de tener en cuenta los factores no previstos. Las contingencias, que surgen a lo largo de la guerra, Clausewitz las sitúa dentro de una 6 “trinidad”, un concepto clave en su teorización de la guerra. La “trinidad” es otra figura alegórica de Clausewitz, que se presenta como tres pilares: la violencia, equivalente a las pasiones inherentes al pueblo; las probabilidades (o azar), que deben, en la medida de lo posible, ser tomadas en cuenta por las fuerzas armadas en el desenlace de la guerra; y el cálculo razonable de la guerra, o sea la decisión política, que incumbe al gobierno. Para Clausewitz, esos factores de la realidad regulan el concepto de guerra absoluta; es decir desvían la guerra de la violencia extrema hacia la cual tiende por esencia para convertirla en una guerra real. Además, las contingencias, que escapan a la proyección lineal de una guerra, hacen que el desenlace de la guerra no pueda ser determinado científica y únicamente en función a las informaciones recogidas sobre la situación del adversario y al material bélico disponible, “aunque el alcance y los efectos de las armas sí son [datos] importantes para la táctica”(24). El conocimiento y la comprensión de las reglas y de las nociones y principios que fundan la teoría de guerra son sin embargo indispensables para tener un buen enfoque de ésta. Para Clausewitz, la articulación de este saber con el talento, la intuición y la experiencia intensifica notablemente el poder(25) del jefe militar, y por ende su capacidad de reacción ante las diversas situaciones que se dan en la guerra. Napoleón, en un momento de su vida, lograba reunir esas cualidades. Afirmaba que “el azar queda como un misterio para las mentes mediocres, pero se convierte en realidad para los hombres superiores”(26). Para el emperador, al igual que para Clausewitz, resultaba claro que el saber pronosticar e integrar las fricciones en una estrategia de guerra provee al comandante de una tropa una ventaja decisiva sobre su adversario: la de conservar su libertad de acción, un imperativo fundamental en la guerra si uno quiere controlar la situación. CLAUSEWITZ Y JOMINI DESPUÉS DE VIETNAM Clausewitz es el primer teórico de la guerra popular y el legitimador del partisano, pues estudió la guerra española, la guerra de Vendée (Francia) y el sublevamiento en Tirol (Austria)(27), tres formas de guerras en que el pueblo tuvo una participación activa y decisiva en el desenlace del conflicto. Asimismo, se impregnó 7 de las lecciones que sacó de sus detallados análisis del arte de la guerra de Napoleón, visto como líder de las masas populares en la guerra y gran conocedor del rol que juega el factor moral de las tropas en el curso de la guerra. Tomando en consideración lo anterior, no es entonces sorprendente que los militares norteamericanos tuvieron, después de la derrota con Vietnam, que revisar su corpus doctrinal y familiarizarse definitivamente con Clausewitz. Antes de Vietnam, el estratega prusiano no tenía ninguna influencia en el pensamiento militar estadounidense. Desde los inicios del siglo XIX, la cultura estratégica norteamericana era más imbuida de las enseñanzas de su competidor, AntoineHenri Jomini. Clausewitz, por su parte, quedaba confinado en la esfera europea(28). No es una casualidad que en Estados Unidos Jomini haya sido leído y traducido en inglés mucho antes que Clausewitz(29). El espíritu geométrico del estratega suizo correspondía mucho más a la tendencia pragmática calvinista de los estrategas estadounidenses. Como lo señala Bruno Colson cuando analiza la influencia de Jomini en Estados Unidos: es “gracias a la reducción del arte de la guerra a principios cuasi científicos que se erigían en axiomas que se podía rápidamente instruir las milicias formadas para la circunstancia, y ello satisfacía a la opinión pública, que era opuesta a una armada de carrera”(30). Dentro del contexto de una concepción de la guerra jominiana que fomentaba la cultura de la ofensiva, era normal que los militares norteamericanos se identificaran más con Jomini al considerar, erróneamente, que Clausewitz hacía prevalecer la defensiva sobre la ofensiva. Es entonces siguiendo la experiencia traumatizante vivida en Vietnam, que significó un terrible golpe al racionalismo científico de McNamara, que Clausewitz empezó a ser rehabilitado entre los círculos militares estadounidenses. En cuanto a Jomini, que sí influyó en el pensamiento Mcnamarista, fue puesto en capilla hasta nuevo aviso, dado que encarnaba el pensamiento de la derrota. Toda organización estratégica y táctica de la guerra expresa las relaciones sociales y la visión que los gobernantes tienen del pueblo. Asimismo, durante el proceso de la guerra, el combatiente muestra su condición de instrumento o de sujeto activo que influye en su realidad. Reflexionando sobre lo antes señalado, resulta lógico que la 8 derrota de Estados Unidos en Asia fuera asimilada al cuasi derrumbe de los valores que habían dominado la mentalidad americana. En ese sentido, el fracaso no sólo fue material, sino existencial, pues tuvo graves repercusiones en la psicología estadounidense. Se estaban corroyendo los fundamentos que habían forjado el espíritu nacionalista de los norteamericanos. La victoria de los vietnamitas había revelado las profundas debilidades de la sociedad norteamericana y las graves fallas estratégicas de su élite militar y política. Toda la sociedad americana vivía, desde la segunda guerra mundial, en base al sueño de la invulnerabilidad y superioridad de su tecnología. Ésta simbolizaba la clave de la defensa nacional y de la conquista de nuevos horizontes, la concretización del “destino manifiesto” a nivel mundial y espacial. Es en base a la “misión divina” de promover la “democracia” en todos los países y a la mentalidad tecnócrata y pragmática norteamericana que se había emprendido, a partir de la segunda guerra mundial, la automatización e informatización de todos los sectores de la sociedad estadounidense. A inicios de la guerra con Vietnam, Robert McNamara fue llamado por el Presidente Kennedy para servir como Secretario de Defensa. McNamara se ingenió en implementar la guerra con los mismos métodos que se aplican en una empresa privada(31). El transporte de las fuerzas, el abastecimiento de las tropas en alimentación y en material de armamento fueron agenciados en función de los efectos que se buscaba alcanzar. La guerra de Vietnam fue monitoreada dentro de una lógica de optimización de los resultados. Todo fue planeado desde la perspectiva de la relación costo/beneficio. Para McNamara, el conflicto en Vietnam era idéntico a una tabla de ecuaciones con la que se podía calcular con exactitud la derrota del Vietminh: a tal cantidad de bombas lanzadas debía corresponder un número preciso de destrucciones materiales y muertos(32). Vietnam representó el modelo de planificación centralizada lineal basado en la racionalización matemática y la tecnologización de todos los campos de la guerra. Este intento frío e irracional de conceptualizar el mundo compatibilizaba con la voluntad de aplicar a nivel universal los principios de la ciencia del comportamiento llamada behaviorismo, que tenía un gran éxito en los círculos gobernantes en este momento. El entusiasmo por la filosofía del conductismo tendía a corroborar en este contexto la poca importancia que tenía el hombre en el proceso de guerra, 9 dado que era percibido como un simple mecanismo que respondía a ciertos automatismos. Reconsiderando las causas que habían llevado a la derrota, los círculos castrenses y la élite intelectual norteamericana se dieron con la evidencia que las enseñanzas de Clausewitz eran más adaptadas al tipo de guerra que se llevó a cabo en Vietnam que las de Jomini. Los militares estadounidenses reconocieron que el concepto de “guerra total” de Clausewitz era, en el caso de Vietnam, más idóneo que aquello de “guerra limitada” que había guiado a los estrategas norteamericanos en la elaboración de su estrategia de guerra. Todos los vietminhs habían sido involucrados en la guerra contra las tropas norteamericanas y se habían constituido en una fuerza moral y espiritual inquebrantable. En términos clausewitzianos, el pueblo vietminh representó la voluntad que buscaba imponer al enemigo SU objetivo: el de botar a las tropas norteamericanas fuera del país. En el marco del análisis reflexivo que hicieron los estrategas norteamericanos, la noción de “centro de gravedad” de Clausewitz recobró toda su importancia cuando resultó incuestionable que es el pueblo vietnamita quien había encarnado este centro de gravedad. Al planear la guerra, los militares y políticos norteamericanos habían sido incapaces de reconocer este tipo de realidad. Sin embargo, sus ancestros la habían vivido en carne propia cuando lucharon de forma partisana contra los ingleses para independizarse de la madre patria. La victoria de los vietnamitas demostró que había primado el factor humano sobre la tecnología, y que los métodos asimétricos podían vencer al más elaborado racionalismo científico. Todo dependía de la voluntad partisana del pueblo y de la moral de los combatientes. Asimismo, Vietnam reveló que la guerra no era únicamente un asunto militar, sino que también involucraba a lo político, un aspecto medular en el que los norteamericanos fallaron estrepitosamente. Porque, políticamente hablando, le fue fatal al imperio norteamericano no saber evaluar el grado de combatividad, la capacidad de adaptación y de sobrevivencia del Vietminh, y estar convencido de que éste no resistiría a las lluvias de bombas y a la alta tecnología norteamericana. 10 CONCLUSIÓN Sin caer en los anacronismos que son susceptibles de surgir cuando se habla de “estrategia global” al analizar Clausewitz, pues el concepto de esa época era fundamentalmente diferente de lo que es hoy, se puede afirmar que Clausewitz tuvo el mérito de ser un precursor de la “gran estrategia”. En efecto, abrió los horizontes de la estrategia al introducir en la guerra el aspecto político e, implícitamente, socio-cultural que caracteriza a cada parte combatiente. Y si minimizó el papel de la estrategia cuando insistió en su relatividad en la guerra, lo hizo por las circunstancias históricas en que se encontraba y que lo llevaban a considerar la estrategia desde un punto de vista puramente operacional. Pero al declarar que la guerra es producto de relaciones humanas y que la estrategia no puede ser absoluta sino que depende de la dimensión social e histórica, Clausewitz empezaba a romper con los parámetros de la estrategia vista como operacional, y a esbozar su camino hacia un horizonte más globalizante. En otras palabras, echó las bases teóricas de lo que, en la segunda mitad del siglo XX, el General y estratega francés Lucien Poirier llamaría “estrategia global”(33). Además de dejar en claro que la guerra es un fenómeno de origen político, Clausewitz resaltó el rol fundamental que juegan el factor humano y moral, y la voluntad del pueblo en la guerra. Preconizó la prevalencia en la guerra de lo humano sobre lo técnico y del azar como reductor del poder de lo racional, lo que hace que, a la luz de los conflictos asimétricos actuales, su pensamiento siga vigente. Las probabilidades, que hacen que la guerra “no pertenece al campo de las artes o de las ciencias sino al de la existencia social”(34), son una constante que debería ser tomada en cuenta por Occidente cuando éste planifica lanzar operaciones militares en todo el mundo. Si los gobiernos occidentales considerarían, antes de hacer la guerra, el factor humano y el entorno sociocultural y político del cual proviene el combatiente, muchas guerras serían evitadas, mucho dinero sería ahorrado que podría ser destinado, entre otros, a la implementación de programas de protección del medio ambiente, de búsqueda de energía alternativa, y de proyectos sociales en el marco de la reducción de la pobreza en general. Porque la historia ha demostrado que el descartar estos 11 elementos en el análisis de la guerra por hacer primar el aspecto de las fuerzas productivas (tecnología de punta, cantidad de material belicista empleado, exacerbación de la automatización, etc.) sobre las relaciones sociales entre los hombres, significa en general una derrota para la más sofisticada fuerza armada, como se comprobó con el fracaso de Israel en su última guerra en contra de Libano y sigue comprobándose hoy en día en Irak y Afganistán. Las reflexiones sobre la guerra, que se atribuyen a Sun Tzu, fueron publicadas en el libro “El arte de la guerra”, que hubiera sido escrito por este mismo estratega chino en el siglo V antes de nuestra era. 2 Como sus Comentarios sobre la guerra de las Galias y La guerra civil. 3 Escribió el De Re Militari a finales del siglo IV e inicios del siglo V después de nuestra era. 4 Sus obras son los Principios generales de la guerra (1746) y su Testamento militar (1768). 5 La derrota de las tropas Prusianas en Jena y las consecuencias políticas desastrosas que tuvo para la soberanía de Prusia incidieron notablemente en la concepción que Clausewitz tendría de la política. 6 Ver Alan Beyerchen. Clausewitz: Non linearity and the impredictibility of war, trabajo en que el autor alega que las tesis de Clausewitz eran precursoras de la teoría de la complejidad. Ver también mi artículo La ciencia del caos y la táctica de guerra en el caos. 7 Clausewitz murió a la edad de 51 años, producto del cólera. Es su esposa que se encargó de publicar los trabajos de Clausewitz después de su muerte. 8 Ver p.25. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Editions Aden. Belgique. 9 El término “gran estrategia” o “Grand strategy” en inglés, que introduce Lidell Hart y que será popularizado en los años 1950 es simplemente la “política de guerra” que tiene por “objetivo el coordinar y dirigir todos los recursos de la nación o de una coalición a fin de lograr el objeto político de la guerra”. Citado P.122 en Hervé Coutau-Bégarie. Traité de stratégie. Editions Economica. Paris. 2003. 10 Jomini hablaba de “gran táctica” para definir la estrategia operacional. 11 Ver François Géré. Dictionnaire de la pensée stratégique. Editions Larousse. 2000. P.253. 2 Ibid. P.144. 13 Ver P. 248. Bruno Colson. La culture stratégique américaine. L’influence de Jomini. Editions Economica. Paris.1993 14 Citado por Pierre Naville en su Introducción de De la guerra de Carl von Clausewitz. 15 Extracto de la página 309 de Michel Foucault. Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France. (1977-1978). Gallimard. Seuil. Oct. 2004. 16 Clausewitz De la guerre P.40. Edition de Minuit. 1955 17 La metodología de Clausewitz ha inducido muchos analistas a conjeturar sobre los orígenes del carácter filosófico en su obra, que lo hacen partir de un modelo ideal y sustentarse en la dialéctica para explicar la guerra. Ven en ello una influencia de Platón, de Kant, pero sobre todo de Hegel. Es interesante notar que Karl Marx, quien fue fuertemente influenciado por Hegel, usa el mismo método en El Capital cuando analiza el modo de producción capitalista. Parte del concepto puro del capitalismo para poder luego analizar mejor las desviaciones de éste en relación con el ideal planteado originalmente. El estudio de las desviaciones a partir del modelo ideal permitió por lo tanto a Marx exponer el cómo se presenta el capitalismo en la realidad. 18 Ver Artículo de François Géré Limiter la guerre, Clausewitz, encore. Publicado en Strategis.org 1 12 19 Desgraciadamente, hoy en día el arma nuclear sí podría llevar a una aniquilación total de un país. El único factor del orden de las fricciones que estaría en posición de impedir esto resulta ser la opinión pública, cuya presión podría forzar los gobiernos a renunciar a tal proyecto apocalíptico. 20 Alan Beyerchen. Clausewitz: Non linearity and the impredictibility of war in www.clausewitz.com. 21 Ver p.79. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Op.cit. 22 Alain Bousquet. The scientific way of warfare. Order and chaos on the Battlefields of Modernity. Columbia University Press. 2009. P.86 23 Ver Antoine-Henri Jomini. Précis de l’art de la guerre. Editions Perrin. 2001. 24 Clausewitz. De la Guerre P.174 25 Clausewitz. De la Guerre P.179 26 Citado p.43 en Décider dans l’incertitude. Général Vincent Desportes. Edition Economica. 2007. 27 Ver P.8. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Op.cit. 28 A lo largo del siglo XX, su notoriedad se extendió hacia Oriente. 29 Es el norteamericano John Michael O’Connor, quien fue el primero en traducir Jomini en 1817. Ver P.34-35. Bruno Colson. La culture stratégique américaine. L’influence de Jomini. Editions Economica. Paris.1993. Mientras que Clausewitz fue traducido por primera vez en inglés por el Coronel J.J. Graham en el año 1873. 30 Ver P. 45. Bruno Colson. La culture stratégique américaine. 31 McNamara provenía de la empresa privada Ford antes de ser convocado al puesto de Secretario de Defensa. 32 Ver P.10-15. Dominique Pestre.La pensée mathématique des systèmes. De la stratégie nucléaire à l’économie et à la société. La recherche Hors-série nº7. Avril 2002. 33 Poirier, siguiendo el pensamiento que Clausewitz dejó inseminado, declaró que la estrategia engloba el nivel económico, político y cultural e hizo de ella un “conjunto de operaciones intelectuales y físicas requeridas para concebir, preparar y conducir toda acción colectiva realizada en un entorno conflictual”. Sobre Poirier, ver p.213-214. Dictionnaire de la pensée stratégique. François Géré. Op. cit. 34 Citado por Pierre Naville en su Introducción de la Guerre por Carl von Clausewitz. 13