¿UTILIZAN LOS GOBIERNOS LA ECONOMIA CON FINES ELECTORALES? --Una interpretación del Ciclo Político Económico en Colombia en los últimos 35 años—* INTRODUCCION Varias manifestaciones intelectuales han examinado las relaciones entre la economía y la política. Ya no es correcto considerar que las diferentes actuaciones económicas de los gobiernos se determinan por fuera del conjunto de relaciones sociales e institucionales, y que existe una clara separación entre el ámbito económico y el político. En una democracia, los gobernantes y partidos políticos deben competir para mantenerse en el poder o para que los suceda el candidato de la misma corriente política. Una manera de lograrlo es utilizar políticas económicas que aseguren sus posibilidades de triunfar. Este enfoque se ha dado en llamar la Teoría del Ciclo Político Económico, según el cual los gobiernos utilizarán las principales herramientas de la política económica, vale decir la política fiscal, monetaria y cambiaria, para mejorar las condiciones económicas en el periodo anterior a las elecciones, y, gracias a la creación de una especie de estado generalizado de euforia, obtener más votos. En estas notas se intenta comprobar qué tanta aplicación ha tenido en Colombia la Teoría del Ciclo Político Económico (CPE) en el pasado * Documento de Trabajo preparado y actualizado Económica de FENALCO. Febrero de 2010 por Rafael España, de la Dirección 1 reciente, previa una rápida descripción de los antecedentes de dichos planteamientos. EL CICLO POLITICO ECONOMICO Una definición convencional sostiene que el Ciclo Económico Político es el comportamiento económico de los gobiernos que están cerca de competir en un evento electoral (elecciones parlamentarias, autoridades regionales, reelección etc.). Básicamente el gobierno utiliza activamente las instituciones del estado y de los instrumentos de la política pública (donde el gasto público es el eslabón más importante, pero también se incluye la política monetaria), para tratar de mejorarle el rostro a la economía y con esto ganar las preferencias de los votantes. Al final esto se traduce en una asignación de recursos ineficiente, tanto en el calendario de ejecución como en el destino de las variables a utilizar.1 La Teoría del CPE parte del supuesto de que al electorado le importa la situación económica de su país y que elige sus representantes políticos sobre la base de los resultados económicos recientes. Dicho enfoque supone que la memoria de los votantes es “corta”, en el sentido de que sólo toman en cuenta la última fracción del mandato presidencial y no todo el periodo de gobierno: ellos valorarán solamente la situación actual y votarán, en consecuencia, por el partido que esté en el poder o por el candidato que ha recibido el guiño del actual mandatario, si por la época de las elecciones la economía tiene una marcha adecuada. Si no se están produciendo los resultados económicos aceptables, el electorado castigará al gobierno de turno, votando por la oposición. En la práctica, la Teoría del CPE implica que los gobiernos siguen diferentes reglas de política económica en función de la proximidad o lejanía de las elecciones. Así, tienden a aplicar políticas expansivas pocos meses antes de la fecha de votación y restrictivas inmediatamente 1 www.eumed.net 2 después de haber ganando las mismas. Por ejemplo, al comenzar un nuevo periodo de gobierno, podría esperarse un reajuste en los impuestos, o austeridad en el gasto público o la aplicación de una dura política antiinflacionaria que encarezca los intereses y restrinja los consumos. Las consecuencias negativas de estas medidas, en términos de popularidad, pueden controlarse con el paso del tiempo y al acercarse la fecha de las elecciones, el gobierno aplicará medidas expansionistas que permitan reducir el desempleo y acelerar temporalmente el crecimiento del PIB. Los ajustes y alzas de impuestos tienden a suceder después de las elecciones. EL CPE EN COLOMBIA Para determinar si en Colombia tiene cabida la Teoría del CPE, se debe examinar si las políticas monetaria y fiscal son particularmente expansivas antes de las elecciones. En relación con el manejo cambiario, se debe mirar si existe o no algo atípico con la tasa de cambio cercano a la fecha de las elecciones. Permitir la revaluación de la moneda es un incentivo para elevar el gasto vía endeudamiento, o también para obtener una menor inflación, razón por la cual, un gobierno saliente estaría dispuesto a postergar los costos de la devaluación para después de las elecciones, y mejor aún, para el próximo periodo presidencial. En el análisis se tendrán en cuenta las administraciones comprendidas entre 1974 y 2002, es decir, los gobiernos de Alfonso López Michelsen, Julio Cesar Turbay, Belisario Betancur, Virgilio Barco, Cesar Gaviria, Ernesto Samper Pizano, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. No se contemplan gobiernos anteriores debido a que desde 1958 hasta 1974 rigió la alternancia de los principales partidos en el poder. 3 Los criterios para verificar la existencia de un Ciclo Político Económico son: ---La política monetaria es consistente con el CPE si el crecimiento anual del dinero en circulación en el trimestre de las elecciones presidenciales resulta 20% superior al promedio del crecimiento del dinero durante todo el periodo de gobierno. ---La política fiscal se calificó consistente con la teoría del CPE si en el año de las elecciones hay un aumento del déficit público real respecto al año anterior. También puede examinarse si hubo aumento del déficit como proporción del PIB. ---La política cambiaria se consideró consistente con el CPE si ocurrió alguno de los siguientes eventos: a. En el año electoral el país pierde más del 20% de sus reservas internacionales o aumenta en más del 10% su deuda externa; b. El gobierno siguiente devalúa en más del 10% la moneda inmediatamente después de asumir el mando. En el cuadro adjunto se presentan los resultados obtenidos, donde se marca con un “SI” los indicadores que apoyan la Teoría del CPE y con “NO” los que no la apoyan. Política monetaria El comportamiento monetario en la época de elecciones de los últimos seis gobiernos no confirma la utilización de una política expansiva o laxa, para favorecer al candidato de las simpatías de la Administración saliente, salvo en un caso. Veamos una breve digresión de cada uno de los periodos analizados. Los criterios han sido sugeridos por los profesores chilenos Felipe Larraín y Paola Assael, en un ensayo titulado “El ciclo político económico en Chile en el último medio siglo”, publicado en la Revista Estudios Públicos, No. 68, Primavera de 1997, Universidad Católica, Santiago. 4 Durante el último recodo del gobierno de Alfonso López Michelsen, se aplicó una política monetaria austera que permitió reducir el crecimiento del dinero en circulación en forma notoria: mientras que a junio de 1977 la variación anual de los medios de pago fue de 44%, un año después el aumento fue de “apenas” 25.5%. Por cierto, que una exitosa combinación de medidas restrictivas en los frentes monetario y fiscal le permitieron al gobierno de López bajar la inflación del 42% en junio de 1977 al 13% un año después. Entre 1975 y 1978, el crecimiento promedio del dinero en circulación fue de 30.8% anual; en el trimestre abril-junio de 1978, la variación anual de dicha variable fue de 25.5%. La Administración Turbay (1978-1982) tampoco apeló a la expansión monetaria para fines electorales: a junio de 1982 la expansión anual de los medios de pago fue de 24.8%, variación inferior a la registrada un año antes, del 27.4%. El crecimiento monetario en 1982 fue de 25.4%. Incluso, hasta mayo 31, la moneda en circulación en lo corrido de ese año creció en sólo 0.6% y la elección se realizó a finales de ese mes. En el periodo 1979-1982 el dinero en circulación creció a una tasa anual del 24.7%, y en el segundo trimestre de 1982 la variación fue del 24.8% anual. Tampoco en este caso aplica el criterio señalado en este trabajo para determinar si se adoptaron políticas expansivas en el periodo de elecciones. El gobierno de Belisario Betancur, justo en su último año de gobierno, disfrutó de las mieles de una bonanza cafetera que le permitió mejorar ostensiblemente la situación de la hacienda pública. Durante los primeros tramos del 86 se registró una fuerte expansión monetaria: en 1985 el crecimiento de los medios de pago fue de 28.2%, y para junio siguiente la variación anual de este indicador llegó al 37.9%. El segundo trimestre de aquel año electoral (la elección presidencial ocurrió el 25 de mayo), fue de abundancia de moneda. Hay que admitir que el nuevo gobierno puso freno a la expansión monetaria obteniendo, para el año 5 completo, una variación del 22.7%. Para el cuatrienio 1983-1986 el crecimiento monetario fue de 24.8%(la variación del dinero en circulación en el segundo trimestre de 1986 fue de 36.4%). La Administración Betancur entonces, aplicó una política preelectoral expansiva. En el gobierno Barco, en el trimestre crítico de la elección de su sucesor, no se aplicaron políticas expansivas. Los medios de pago, que venían creciendo a tasas anuales de 28.9 y 28.1% en diciembre del 89 y marzo del 90, lo hicieron en 26% al terminar el mes de junio. En el periodo 1987-1990 el dinero en circulación creció en 27.9% anual. Tampoco en el gobierno Gaviria aplicaría el CPE en cuanto al manejo monetario, ya que el aumento en los medios de pago al finalizar junio de 1994 fue del 30.4% anual, cifra sensiblemente igual a la registrada al cierre del año anterior(30.1%). La variación alcanzada en el cuatrienio 1991-1994 de la variable comentada fue del 32.4% anual. Cabe recordar que para esas calendas el ente encargado del manejo monetario ya era la Junta Directiva del Banco de la República, que por Constitución Nacional ejerce su función en forma autónoma. Dicha independencia se puso de manifiesto durante el siguiente gobierno, el de Samper, ya que la expansión monetaria durante el segundo trimestre de 1998 fue inexistente: los medios de pago crecieron en 21.7% en 1997, y para el año terminado en junio de 1998 apenas crecieron en 2.2%. En el gobierno Pastrana (1998-2002) se registró una grave crisis financiera que obligó a las autoridades económicas a ejecutar un plan de salvamento que incluyó la privatización de Bancafé y Granahorrar, así como la liquidación de la Caja Agraria, el BCH y del Banco del Estado. Los recursos salieron del llamado impuesto a las transacciones financieras (inicialmente, el dos por mil), y préstamos del Banco de la República, prestamista de última instancia de la banca. Sin embargo, por el ambiente recesivo que se prolongó prácticamente durante todo el 6 cuatrienio, la inflación registró una tendencia decreciente. El índice de precios al consumidor alcanzó al finalizar 1999 el nivel de un dígito, situación que por fortuna se mantiene hasta la fecha. Y durante el primer gobierno del doctor Álvaro Uribe Vélez (2002-2006), se mantuvo la “ortodoxia monetaria” en los meses que antecedieron las elecciones de 2006. Es más, a lo largo del 2006, desde abril, el Banco de la República aumentó las tasas de interés en 150 puntos básicos, una política que contradice el llamado ciclo político electoral. Desde la Constitución de 1991 la política monetaria ha quedado un poco más libre de compromisos de carácter político y electoral, y por lo tanto su manejo se hace con un criterio más técnico. Sin embargo, es interesante ver que en los gobiernos aquí analizados antes de la Constitución, el manejo monetario en tiempo de elecciones presidenciales no fue particularmente expansivo. Sólo en el caso de la Administración Betancur se detecta un crecimiento significativo del dinero en circulación durante el segundo trimestre de 1986. Gran parte de la expansión primaria de dinero estuvo en la minibonanza cafetera registrada en el primer semestre de 1986. No sobra subrayar la importancia que para la política económica significa contar con un banco central independiente. Es más, en el hipotético caso que se diera un tercer mandato del presidente Uribe, sería muy necesaria una reforma constitucional que preserve la autonomía de la Junta Directiva del Banco de la República. Algunos observadores han llegado a sugerir que el Ministro de Hacienda no debe pertenecer a la Junta. La Teoría del CPE predice no sólo una expansión del dinero previa a las elecciones, sino también una contracción monetaria después de ellas para eliminar los efectos inflacionarios resultantes de la expansión anterior. Este supuesto no ha sido de aplicación en el caso colombiano: el gobierno de Turbay elevó fuertemente la cantidad de dinero en circulación en los albores de su mandato pero al final del mismo aplicó medidas contraccionistas; Betancur, durante los últimos meses de 7 1982, o sea los primeros de su administración, estimuló un crecimiento de la oferta monetaria, cosa que también hizo al final de su gobierno; Barco fue ligeramente contraccionista al principio y al final de su periodo; a partir de Gaviria, entra en acción la autonomía de la Junta y la política monetaria entra a manejarse con una mayor rigurosidad técnica, sin responder a presiones políticas para que se recurra a una expansión estacional de la oferta monetaria. Política fiscal Respecto a la política fiscal se obtienen resultados mixtos. En los gobiernos de López, Betancur, Barco y Uribe I, hubo una reducción del déficit fiscal(o aumento del superávit) con respecto al año anterior. En contraste, para los gobiernos de Turbay, Gaviria, Samper y Pastrana, se encontraron evidencias de políticas expansivas antes de las elecciones, lo que es consistente con las predicciones de la teoría del Ciclo Político Económico. En 1978 el déficit del sector público bajó de 0.6% del PIB en 1977 a 0.1%, en el gobierno central se registró superávit y la inversión pública cayó en 12% en términos reales. Durante el último año del gobierno del doctor López, fue clara la utilización de la austeridad fiscal como instrumento de estabilización macroeconómica, que es algo así como la antítesis de la teoría del CPE. Caso contrario ocurrió durante la Administración Turbay, ya que el déficit consolidado del sector público pasó de 5.3% del PIB en 1981 a 6% al año electoral de 1982, en tanto que el déficit del gobierno central casi se duplicó frente al de 1981. El gobierno Betancur pudo mostrar un saneamiento importante de las finanzas públicas al final de su periodo, que se reflejó en una reducción del déficit total como proporción del PIB del 5.1% en 1985 a 0.5% en el 86. Igual consideración aplica al gobierno siguiente, ya que el déficit del sector público bajó de 1.9% del PIB en 1989 a sólo 0.4% en el 90. Igual 8 se obtuvo una reducción del déficit en el gobierno central. Algo paradójico durante el gobierno Barco fue la reducción en el nivel general de impuestos aprobada inmediatamente después de las elecciones, lo que no concuerda con la teoría del CPE. Los últimos dos gobiernos liberales fueron generosos en materia de gasto, durante todos los ocho años de mandato. En 1994 el gasto del gobierno central creció en un 40%, lo que redujo el superávit de la nación del 2.6% del PIB en 1993 a 0.5% en 1994. En su último año de gobierno, Gaviria tuvo la fortuna de disponer de recursos extraordinarios provenientes de la privatización del Banco de Colombia y de la adjudicación de la telefonía celular; al excluir dichas partidas, el superávit del sector público prácticamente se eliminó. El gobierno Samper disparó el déficit de la nación de 4.5 billones de pesos en 1997 a 6.9 billones en 1998(4.2% y 5.5% del PIB), así como el déficit consolidado, al pasar de una situación de equilibrio a un faltante equivalente a 3.9% del PIB. El gobierno Pastrana tuvo que enfrentar en 1999 una crisis fiscal de gigantescas proporciones: el déficit consolidado alcanzó el 5.2% del PIB y con severos ajustes monitoreados por el FMI, con reformas constitucionales incluidas, se redujo en 2001 al 3.7% y en 2002 se registró un ligero aumento del déficit al representar el 3.9% del PIB. En el caso de Uribe I, en general los indicadores fiscales mejoraron entre 2005 y 2006, llegándose incluso a registrar un superávit primario. El déficit del gobierno central se redujo entre un año y otro en $700 mil millones, y como proporción del PIB dicho déficit bajó de 4.8% a 4.1%. La popularidad del Presidente Uribe era en ese año electoral tan arrolladora que ni una política monetaria austera ni una política fiscal activa hicieron mella en el resultado electoral: barrida en primera vuelta. 9 Respecto al papel de la política fiscal, los estudios para Colombia sugieren que en general el gasto público es procíclico, es decir, cuando la economía anda bien se registra una mejoría en los indicadores fiscales y cuando se vive una fase de desaceleración o de estancamiento económicos se aumenta el déficit fiscal. Una política fiscal anticíclica en tiempos de auge consistiría en reducir el gasto público para contribuir a enfriar la economía y a controlar presiones sobre la inflación y las tasas de interés. Lo que parece registrarse en Colombia es que la política fiscal no se maneja de acuerdo con el ciclo político sino que marcha en la misma dirección que la actividad económica.2 Este fenómeno, presente también en toda América Latina, contradice el principio bíblico de que en tiempos de vacas flacas se gaste el ahorro efectuado en los tiempos de bonanza. Política cambiaria Respecto a la política cambiaria, en los gobiernos de Turbay y Samper se registró alguno de los dos criterios adoptados lo cual indica que hubo una política preelectoral expansiva. En el gobierno de Turbay, el indicador que apoya la teoría del CPE es el notorio aumento de la deuda pública externa en un 18% entre 1981 y 1982. También se produjo una caída del 13% en las reservas internacionales. En 1998 las reservas internacionales del país cayeron en casi 1.200 millones de dólares, al tiempo que la deuda pública externa aumentó en 9%. En septiembre de 1998 se modificó la banda cambiaria que convalidó las expectativas de devaluación. Estas evidencias apuntan todas a pensar que la teoría del CPE, en cuanto a la variable cambiaria, aplicó para la Administración Samper. El ministro de Hacienda de la última época de ese gobierno fue Antonio Urdinola. Se sugiere consultar la lectura “Política fiscal y ciclo político en Colombia”, publicada en la Revista del Banco de la República, junio de 2007, p. 83-87. 2 10 Para los otros gobernantes el manejo de la mencionada variable en tiempo de elecciones se sintetiza así: Durante el gobierno de López, particularmente en 1978, las reservas internacionales aumentaron en un 36% y la deuda pública externa en sólo un 5%. Si bien hubo revaluación, ésta fue aún más intensa en 1979. El gobierno Betancur tampoco usó la variable cambiaria con fines electorales, a juzgar por el incremento del 52% en las reservas internacionales en 1986 y por la aceleración de la devaluación real registrada durante el último año de su mandato. En aquel 86 las amortizaciones de crédito externo para el sector público superaron a los desembolsos. El gobierno Barco logró elevar considerablemente las reservas internacionales en 1990; la deuda externa pública creció en ese año 5%. En tal caso, no aplica la teoría del CPE. La misma consideración es válida para las Administraciones Gaviria y Pastrana. En 1994 hubo un aumento en las reservas internacionales y un ligero descenso en la relación deuda externa/PIB frente a 1993. En el 2002 las reservas internacionales crecieron notoriamente, al tiempo que la relación deuda externa/PIB descendió. Una acotación respecto a la situación cambiaria: en 1990 la devaluación alcanzó un 31.3%, un nivel bastante elevado, pero curiosamente, de haberse mantenido todo el año el ritmo de devaluación observada en el primer semestre, éste habría sido superior al 34%. Un manejo contrario al sugerido por la teoría del CPE de que el gobierno saliente intenta revaluar y el entrante devaluar. Con la independencia del Banco de la República(1991), el gobierno perdió la discrecionalidad sobre el tipo de cambio. Y mientras se mantenga la autonomía de la autoridad monetaria no parece factible que los gobiernos utilicen el manejo cambiario con oportunismo político. 11 DEBIL EVIDENCIA DEL CPE De este somero examen de la política monetaria, fiscal y cambiaria se infiere que en Colombia no ha sido generalizada la adopción de políticas expansionistas previas a las elecciones, aunque sí existe evidencia de que algunos gobernantes han expresado al menos la intención de estimular la economía con fines electorales. En Colombia, la utilización de los instrumentos de política económica con fines eminentemente electorales al parecer no ha dado buenos resultados, ya que el sistema democrático ha favorecido justamente a los candidatos opositores, en tanto que la estabilidad económica se ha comprometido gravemente, al encontrarse los nuevos dignatarios con la olla raspada. No todos los periodos electorales estudiados cumplen con uno de los requisitos en que se fundamenta la teoría del CPE, que es el de la sucesión. En efecto, esta teoría postula que los gobernantes quieren mejorar la economía del país, a la espera de que con esto su sucesor triunfe en las urnas. Julio Cesar Turbay era el “elegido” del Presidente López pero éste no utilizó la política macroeconómica para ayudarlo en la contienda con el candidato opositor, Belisario Betancur. Una explicación racional del comportamiento del gobierno del “mandato claro” es que al doctor López le interesaba de todas maneras irse con una buena imagen, ante la eventualidad de volver a ser candidato, como en efecto sucedió en 1982. En el gobierno del Presidente Turbay se observa evidencia del CPE en las políticas fiscal y cambiaria, pero su copartidario, el doctor López, fue derrotado por el candidato opositor, Belisario Betancur. Como se acaba de mencionar, no le alcanzó al candidato del partido de gobierno con la “ayuda” brindada por el Presidente Turbay. Numerosas versiones se tejieron para explicar la derrota del liberalismo en el 82, pero la que se menciona con más frecuencia es que en Colombia la figura de la reelección no tenía arraigo popular. 12 La política monetaria expansiva del gobierno del Presidente Betancur, coherente con la teoría del CPE, no sirvió para evitar la reconquista del poder por parte del partido liberal con su candidato Virgilio Barco. Se decía que el candidato conservador, Álvaro Gómez Hurtado, era relacionado con la época de la violencia. Al gobierno Barco no se le aplica la teoría del CPE, y sin embargo triunfó el candidato del partido de gobierno, Cesar Gaviria Trujillo frente a Gómez Hurtado, a Antonio Navarro y a Rodrigo Lloreda. El partido conservador llegó dividido a las elecciones con dos candidatos: Gómez Hurtado y Lloreda Caicedo. En el último año de su gobierno, Gaviria elevó considerablemente el gasto público, lo que redujo el superávit fiscal casi a cero. Comportamiento coherente con la teoría del CPE. Mencionemos de nuevo que en el caso del periodo del Presidente Samper, la evidencia indica que se quiso estimular la economía con fines electorales, sin haber obtenido éxito, ya que en 1998 triunfó el candidato opositor. En cuanto al gobierno Pastrana, justo es reconocer los esfuerzos fiscales con sabor draconiano liderados por los ministros de hacienda, Juan Camilo Restrepo y Juan Manuel Santos. Empero, éstos fueron insuficientes y el nuevo gobierno del Presidente Álvaro Uribe apeló a la figura de la emergencia económica para recaudar más recursos con destino a la seguridad democrática. Acto seguido sacó adelante una dura reforma Tributaria y otra más en 2003, con algo de zanahoria. En este 2010 habrá elecciones presidenciales. Si aplicara la teoría del ciclo político el actual mandatario, se estaría proyectando un incremento notable en el déficit fiscal. De allí que no deje de causar sorpresa que las autoridades económicas hayan decidido en consejo de ministros del 21 de enero, aplazar gastos por 5.8 billones de pesos para la vigencia fiscal del presente año El gobierno ha procedido en esta dirección para no tener que aumentar su deuda, cuyo nivel en la actualidad es de un 34% del PIB. En los países desarrollados se está 13 manejando un nivel de endeudamiento cercano al 60% del PIB, pero también es cierto que en tiempos de prosperidad dichos niveles se reducen fuertemente, lo que indica que en esas latitudes la política fiscal es contracíclica. Hay quienes incluso se han atrevido a decir que con la decisión del Gobierno se está postergando la recuperación económica. También es impactante encontrar que en pleno año electoral el actual gobierno haya procedido a elevar los impuestos a licores, cigarrillos, cerveza y juegos de azar, medida que ciertamente afecta el capital político del Presidente, máxime si la medida se aprobó bajo la figura de la emergencia social. Estas consideraciones acerca del CPE en Colombia y el problema de la sucesión arrojan que en sólo uno de los casos analizados, se encontró evidencia concordante con la teoría del CPE. El rasgo ha sido que o bien los gobernantes no han aplicado políticas expansionistas en la época preelectoral (el caso de López Michelsen y de Barco), o si lo han hecho, aún con leve intensidad, no les ha servido para catapultar al poder al candidato de su propio partido(casos de Turbay, Belisario y Samper). En referencia al gobierno de Cesar Gaviria, existe evidencia acerca del uso generoso del gasto público en la época preelectoral, pero luce aventurado conjeturar que esa política expansionista hubiese sido una actitud deliberada del gobierno para darle una mano al candidato del partido oficial. No son pocos los observadores que se atreven a sugerir que el candidato del partido liberal en las justas de 1994 no era del total agrado del Presidente Gaviria. Pero esas son palabras pendientes. Al relacionar la teoría del CPE con el desempeño económico general y con la inflación, la evidencia para Colombia no muestra que se produzca una aceleración en el crecimiento del producto alrededor de las elecciones. El cuadro adjunto muestra el comportamiento económico del país en el año previo a la elección presidencial y en el año de los 14 comicios. En algunos periodos el crecimiento ha sido mayor en el año previo a la elección, por ejemplo en 1997, pero en otros, la economía se ha comportado mejor en el año electoral. No se encuentran, pues, pruebas contundentes acerca de un supuesto efecto positivo o negativo, de la realización de elecciones para Presidente sobre el desempeño general de la economía. En el anexo aparece la evidencia estadística correspondiente. OBSERVACIONES FINALES La versión de la Teoría del Ciclo Político argumenta que la periodicidad de las elecciones en los sistemas democráticos unida al poder de los gobiernos para estimular la economía, provocan ciclos económicos de duración ajustada a la de los períodos legislativos. Antes de las elecciones, el gobierno aprobará medidas expansivas, que promuevan la inversión y la creación de empleos para que en el momento de acudir a las urnas, la mayoría de los votantes esté satisfecha y apoye al partido en el poder. Esa expansión artificial provocará un exceso de demanda y presiones inflacionarias que deberán ser corregidos mediante medidas impopulares que serán adoptadas poco después de las elecciones, cuando pueda dejarse pasar mucho tiempo antes de someterse de nuevo a la aprobación popular. En una democracia, las autoridades tienen incentivos para utilizar los instrumentos a su alcance para mejorar el desempeño económico y agradar al electorado, que compensa dicha actitud con más votos. Al confrontar las cifras para determinar si en nuestro país aplica la teoría del Ciclo Político Económico, se obtuvo lo siguiente: La evidencia no apoya la utilización de políticas monetarias expansivas alrededor de los comicios presidenciales, rasgo que se manifiesta aún más a partir de la nueva Constitución, que concede autonomía e independencia a la Junta del Banco de la República para manejar los 15 asuntos monetarios. La independencia del emisor ha contribuido a atenuar el ciclo político económico. El uso de la política fiscal para fines electorales en los últimos siete gobiernos, aplicó al menos para tres y en los otros, se registró un comportamiento poco esperado: las cuentas fiscales mejoraron en el año de las elecciones presidenciales. Hubo un caso algo excepcional para nuestro contexto y fue cuando un presidente redujo impuestos recién posesionado (Barco), cuando lo usual es que ocurra el aumento de la tributación justo después de las elecciones(caso López Michelsen). La teoría del CPE no aplica en forma contundente con la variable fiscal (Ver anexo). En lo que hace referencia al manejo del tipo de cambio, se establecieron tres criterios para determinar si éste se hace con fines electorales. En la mayoría de los casos, ninguno de los indicadores utilizados apoyó la tesis de que previamente a las elecciones los gobernantes intentaron evitar una devaluación, medida que en general se adopta en los inicios de una administración. Se supone que el gobierno saliente trata de posponer para después de elecciones los costos de corto plazo que tendría una devaluación real, como por ejemplo un aumento de la inflación y una reducción del gasto agregado. Durante la primera administración analizada, la de Alfonso López Michelsen, fue deliberada la intención de revaluar el peso desde que el país comenzó a experimentar un aumento inusitado de reservas internacionales por efecto de la bonanza cafetera y de otras bonanzas. El nuevo gobierno continuó revaluando en forma notoria, no sólo en lo que restaba del 78 sino a lo largo de todo 1979. El gobierno de Betancur recibió un país con una difícil situación cambiaria, sin embargo optó por no acelerar la devaluación; es más, en 1982 el Índice de la Tasa de Cambio Real se contrajo. Durante los primeros meses de mandato de Barco, de Gaviria y de Samper, tampoco se produjo una devaluación anormal. El único gobernante que al final de su periodo prefirió no estimular una mayor depreciación del peso, a pesar de que las 16 circunstancias así lo sugerían, fue Samper. La administración que lo sucedió, a las pocas semanas(a comienzos de septiembre de 1998), convalidó una aceleración de la devaluación al modificar hacia arriba la hoy desaparecida banda cambiaria. En Colombia la evidencia empírica tampoco avala la teoría de que los años electorales son de buen comportamiento del PIB. Los años electorales que han registrado un crecimiento económico considerablemente más alto que el obtenido en el año inmediatamente anterior son 1978 y 1986. En 1990 y 1994 hubo un crecimiento ligeramente más alto que en los años precedentes. En contraste, en 1982 y 1998 se obtuvieron malos resultados. De otro lado, los resultados referentes a la tasa de inflación tampoco son determinantes en el sentido que ésta aumente en el año de las elecciones presidenciales, o que tal aumento ocurra antes de las elecciones y no después de ellas. En Colombia la teoría del Ciclo Político Económico tiene un alcance más bien limitado. ¿Por qué no es un hecho contundente y generalizado que los gobiernos utilicen los instrumentos económicos para afectar el resultado electoral? ¿Por qué aquí no se adoptan políticas expansivas relacionadas con el ciclo electoral? ¿Y por qué, cuando los gobiernos “tiran la casa por la ventana” para influir en la conducta de los votantes han perdido los candidatos oficialistas? La primera explicación tiene que ver con el carácter procíclico del gasto público en Colombia: así, las decisiones de gastar más o recortar presupuesto no parecen estar motivadas por cuestiones electorales, es decir, para hacerse al favor de los votantes, sino que se relacionan con el desempeño de la economía. En la actual coyuntura de “vacas flacas” el gasto público no puede aumentar vigorosamente y eso lo ha entendido este gobierno al decretar una reducción en el nivel de gasto en vísperas de las elecciones legislativas y para presidente. 17 Una hipótesis, quizás sorprendente, es que la memoria de los colombianos no es tan corta como lo suponen los defensores de la teoría del Ciclo Político Económico. Según estos últimos, los sufragantes sólo toman en cuenta la última fracción del mandato presidencial para evaluar el desempeño del partido político en el poder, lo que implica que en los votantes sólo tienen influencia los hechos económicos que se produjeron en los meses anteriores a la contienda electoral. Parecería que más bien los ciudadanos, al evaluar la gestión de un Presidente, toman en cuenta un horizonte de tiempo algo mayor. Las personas medianamente informadas, y que están en capacidad de influir en las decisiones de los votantes, aprenden de las experiencias anteriores que incorporan en sus expectativas futuras. Esta “buena memoria” de los votantes, y en particular de quienes tienen cierta anuencia ante la opinión pública, hace que el gobierno de turno tenga menos estímulo para comportarse como oportunista mediante la manipulación de variables económicas. Aparentemente, los votantes colombianos no son tan ingenuos como para no percatarse de que ciertos políticos intentan hacer manipulaciones preelectorales de los instrumentos de la política económica. En la práctica, lo que seguramente se registra en Colombia es que los ciudadanos votan no solamente influenciados por la evolución de los indicadores que miden el desempeño económico de una determinada administración presidencial, como por ejemplo la tasa de desempleo, la inflación y el crecimiento del PIB, sino que también se ven estimulados por la marcha de variables más complejas como la corrupción, la libertad de expresión, la violencia, la independencia de los poderes públicos y otros elementos de difícil medición. Otra explicación acerca de la poco vigorosa evidencia a favor de la teoría del CPE tiene que ver con la influencia decisiva del entorno económico y político internacional y sobre el cual un gobierno como el colombiano no 18 tiene una abundante capacidad de maniobra y de anticipación. A manera de ejemplo se citan la bonanza cafetera iniciada en 1975 que trastornó los propósitos del Plan de Desarrollo de López, la crisis de la deuda externa que estalló en junio de 1982, la mini-bonanza cafetera del 86 y la crisis asiática cuyos efectos negativos los sufrieron las economías emergentes entre 1997 y 1998. Por otra parte, el hecho de que la Junta Directiva del Banco de la República tenga autonomía y goce de independencia frente al gobierno de turno, le dificulta a éste utilizar con fines electorales instrumentos de política macroeconómica como el tipo de cambio o la emisión de dinero. Otro enfoque sugiere lo valioso que resulta disponer de una tecnocracia calificada, conformada por economistas profesionales, que han ocupado las posiciones claves en la formulación de las políticas económicas, casi independientemente del gobierno de turno, y con una relativa ausencia de polarización ideológica en este grupo. “Ha sido un grupo con estrechas redes personales y profesionales, lo cual ha contribuido a crear un clima de cordialidad aún entre los economistas de diferentes partidos y orientaciones”.3 Valdría la pena convalidar la siguiente afirmación: en el país se han venido estableciendo una serie de normas de actuación en materia de política económica sobre las cuales se forma cierto tipo de consenso, tales como reglas monetarias, o reglas de equilibrio presupuestal. Esta situación, estaría aportando un notable grado de coordinación intertemporal en las acciones económicas emprendidas por los gobiernos durante distintos mandatos. La influencia de las condiciones económicas sobre el comportamiento de los votantes existe, pero no incide con la fortaleza que las formulaciones teóricas plantean. Un caso reciente sobre la no aplicación del Ciclo Político Económico lo constituye el de los Estados Unidos: 3 Meisel Adolfo. ¿Por qué Colombia no ha tenido hiperinflación? Ensayos de Política Económica, Banco de la República, diciembre de 1997. 19 durante el mandato de Bill Clinton la economía norteamericana gozó un prolongado crecimiento sin precedentes, con inflación y desempleo casi inexistentes, y con una hacienda pública boyante. Sin embargo, el electorado optó por castigar al partido de gobierno. De ello cabe deducir que el comportamiento político del electorado, aún estando influenciado por la situación de la economía, se encuentra en realidad mucho más afectado por factores de tipo extraeconómico, entre los cuales figuran la personalidad de los candidatos, su simpatía, la imagen que proyectan, la imagen del partido o partidos que los apoyan, las campañas publicitarias realizadas, o la manera como reaccionan ante las cámaras de televisión frente a alguna pregunta capciosa. Todos estos asuntos preocupan a los expertos en marketing político, que aconsejan a los candidatos reducir la imagen negativa y fortalecer la positiva. 20 ANEXOS 21 INFLACIÒN EN AÑOS ELECTORALES Periodo Electoral 73 - 74 Variación PIB Real 6,72 5,75 8 7 77 - 78 4,16 8,47 81 - 82 2,28 0,95 85 - 86 3,11 5,82 89 - 90 3,41 4,28 6 5 5,27 5,7 97 - 98 3,40 0,5 01 - 02 1,40 1,6 05 - 06 5,70 6,9 6,9 6,72 5,82 5,75 2 1 5,70 5,27 5,70 4,28 4,16 4 3 93 - 94 8,47 9 3,11 3,41 3,40 2,28 0,95 1,6 1,40 0,5 0 73 - 74 77 - 78 81 - 82 85 - 86 89 - 90 93 - 94 97 - 98 01 - 02 05 - 06 22 CICLO POLÍTICO ECONÓMICO EN COLOMBIA GOBIERNO PERIODO Evidencia Alfonso Julio Cesar Belisario López Turbay Betancur 1974-1978 1978-1982 1982-1986 NO NO NO NO Virgilio Barco Cesar Gaviria Ernesto Andrés Álvaro Uribe Samper Pastrana I 1994-1998 1998-2002 2002-2006 1986-1990 1990-1998 SI NO NO NO NO NO SI NO NO SI SI SI NO SI NO NO NO SI NO NO favorable al CPE en = 1. POLÍTICA MONETARIA 2. POLÍTICA FISCAL 3. POLÍTICA CAMBIARIA 23