Año 19 - Edición Nº 131 - 18 de Diciembre de 2013 Una Argentina Competitiva, Productiva y Federal Para estabilizar su economía, la Argentina deberá recurrir a un plan inédito (por la combinación de inflación ascendente, restricción externa y distorsión de precios relativos) Jorge Vasconcelos Resumen Ejecutivo La Argentina no tiene sólo un problema inflacionario. Exhibe también un severo problema de precios relativos que, si no es resuelto, acentuará las restricciones externas y fiscales que hoy atenazan a la economía. El set de precios relativos de su mercado interno se encuentra notablemente desfasado del mercado internacional, o del mercado interno de países comparables. La distorsión de precios relativos genera incentivos contrarios a la producción de bienes y servicios transables internacionalmente, por lo que el país está estancado en su participación en el mercado mundial y, al mismo tiempo, luego de haber alcanzado un pico en 2008, el nivel de apertura de la economía se ha venido recortando año tras año, trabando la posibilidad de resolver la restricción con un aumento sostenido de exportaciones. A su vez, la diferencia entre precios y tarifas vigentes para los bienes y servicios públicos y los costos de producirlos se amplía año a año, haciendo que en 2013 la masa de subsidios alcance una cifra equivalente a 5 puntos del PIB. Sin embargo, los subsidios no son garantía para que ocurran inversiones en los sectores involucrados, de manera de aumentar la cantidad y la calidad de la oferta. Asimismo, la forma en que se financian los subsidios afecta directamente la competitividad, sea por el ascenso de la presión tributaria o por la presión inflacionaria derivada del uso de la emisión monetaria para financiar al Tesoro Nacional. Ningún plan de estabilización que se diseñe para combatir la inflación será sustentable en la Argentina si simultáneamente no se abordan los problemas vinculados a la inserción del país en la economía mundial, corrigiendo las principales distorsiones de precios relativos y generando incentivos para una mayor apertura con sesgo exportador, tareas que demandan al mismo tiempo un contundente reordenamiento de las prioridades fiscales y de la forma de financiamiento del Tesoro. El objetivo de estabilización es, al mismo tiempo, un instrumento clave: se necesita una economía con baja inflación para desplegar una agenda de competitividad que se ocupe de disolver los cuellos de botella que impiden ganar mercados externos en forma sostenida a las empresas afincadas en el país. Muchas de esas restricciones tienen que ver con cuestiones de largo plazo como la infraestructura, la logística, la educación, los acuerdos comerciales, entre otras, por lo que requieren de un ambiente estable y previsible para ser abordadas. El problema inflacionario en la Argentina tiene un origen fiscal-monetario perfectamente identificable. Como se observa en el gráfico adjunto, las transferencias del Banco Central a favor del Tesoro han pasado a explicar una porción cada vez mayor de la emisión monetaria. 2 Por ende, para resolver el problema inflacionario en el país, se requiere un programa que ataque el déficit fiscal y la forma inflacionaria de su financiamiento, y que le restituya al Banco Central suficiente autoridad como para generar confianza en los agentes económicos acerca del inicio de una nueva etapa en la que la tasa de inflación habrá de descender año a año hasta llegar a un andarivel en línea con la inflación internacional. Sin embargo, por las “condiciones iniciales” en las que deberá aplicarse esa política, el programa antiinflacionario de la Argentina tendrá características inéditas en la región y tampoco podrá asemejarse a experiencias de estabilización anteriores aplicadas en el propio país. En parte, la situación del país se parece a la de Brasil en 1999 y en parte a la de Chile a comienzos de los ’90. Pero, a su vez, presenta peculiaridades que hacen más compleja la resolución, vinculadas con la elevada presión tributaria y la necesidad de reasignar recursos entre Nación y Provincias, con la extrema distorsión de precios relativos, la existencia de una elevada brecha cambiaria y un contexto de aceleración de la inflación, entre otras. Tomando como referencia la experiencia local, se tiene que en la mayoría de los planes de estabilización aplicados en el país en la historia reciente, los gobiernos llegaron a esa decisión luego de episodios de alta inflación o, directamente, de hiperinflación (Plan Austral y Convertibilidad, por caso). De ese modo, estos programas comenzaron en el contexto de una economía “desmonetizada”. La inflación previa se había encargado de licuar los agregados monetarios vinculados al movimiento diario de la economía. De allí que, si los planes de estabilización conseguían generar confianza, el proceso de “remonetización” de la economía hacía que la gente pasara a venderle sus divisas al Central, por el aumento de la demanda de la moneda local. La secuencia, entonces, se iniciaba en el éxito del plan de estabilización para seguir con un fortalecimiento de las reservas del Banco Central. En cambio, hoy la Argentina no ha sufrido un proceso de desmonetización como el experimentado en el momento previo al lanzamiento de planes como el Austral y la Convertibilidad. Obsérvese que el M1 actualmente se ubica en torno a 14,3 puntos del PIB, cuando en los meses previos al lanzamiento de la Convertibilidad representaba solo 3 % del PIB. El elevado nivel de monetización actual en parte es derivado de la introducción de los controles en el mercado cambiario. Independientemente de los factores que llevaron a esta situación, lo cierto es que, con un nivel de monetización en una relación 5 a 1 (en términos del PIB) respecto del momento previo a la Convertibilidad, poco puede esperarse de la demanda de dinero para reconstituir reservas del Central. Brasil en 1999 enfrentó una severa restricción externa y una sostenida caída de sus reservas con un cambio de régimen, por el que se pasó a un tipo de cambio 3 flotante, una política fiscal basada en superávits primarios del orden de los 3 puntos del PIB y un esquema de metas de inflación. El plan permitió recuperar reservas, la inflación sólo subió temporalmente (aún con un salto cambiario del orden del 60 %) y el nivel de actividad y la generación de empleos se recuperaron de forma notablemente rápida, luego del shock inicial. Sin embargo, en el momento de aplicarse este plan, la inflación previa era de sólo el 2,5 %, los precios de los combustibles y las tarifas de los servicios públicos no se encontraban desalineados y el mercado de cambios y el comercio exterior funcionaban sin el tipo de controles vigentes hoy en la Argentina. Chile a principios de los ’90 computaba una inflación elevada, superior al 20 % anual y el flamante gobierno de la concertación logró bajarla a 8 % en 1995 y a 3 % hacia el 2000, sin necesidad de introducir a la economía en un ajuste recesivo. Al contrario, el sostenido descenso de la inflación ocurrió en el contexto de una tasa de inversión ascendente, de un andarivel elevado para el crecimiento del PIB y de mejoras sustanciales en el poder adquisitivo de los salarios. Sin embargo, el Chile de aquella época no presentaba distorsiones severas en sus precios relativos, en el arranque del plan había holgura en el sector externo y el tipo de cambio se ubicaba por encima de su nivel de equilibrio, mientras que la presión tributaria era baja, permitiendo que parte del ajuste fiscal se basara en un aumento moderado de la recaudación impositiva en términos del PIB. Esta publicación es propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea. Dirección Marcelo L. Capello. Dirección Nacional del Derecho de Autor Ley Nº 11723 - Nº 2328, Registro de Propiedad Intelectual Nº 5138444. ISSN Nº 1850-9800 (correo electrónico). Se autoriza la reproducción total o parcial citando la fuente. Sede Buenos Aires y domicilio legal: Viamonte 610, 2º piso (C1053ABN) Buenos Aires, Argentina. Tel.: (54-11) 4393-0375. Sede Córdoba: Campillo 394 (5001) Córdoba, Argentina. Tel.: (54-351) 472-6525/6523. E-mail: [email protected] [email protected]. 4 Para estabilizar su economía, la Argentina deberá recurrir a un plan inédito (por la combinación de inflación ascendente, restricción externa y distorsión de precios relativos) La Argentina no tiene sólo un problema inflacionario. Exhibe también un severo problema de precios relativos que, si no es resuelto, acentuará las restricciones externas y fiscales que hoy atenazan a la economía. El set de precios relativos de su mercado interno se encuentra notablemente desfasado del mercado internacional, o del mercado interno de países comparables. La distorsión de precios relativos genera incentivos contrarios a la producción de bienes y servicios transables internacionalmente, por lo que el país está estancado en su participación en el mercado mundial y, al mismo tiempo, luego de haber alcanzado un pico en 2008, el nivel de apertura de la economía se ha venido recortando año tras año, trabando la posibilidad de resolver la restricción con un aumento sostenido de exportaciones. A su vez, la diferencia entre precios y tarifas vigentes para los bienes y servicios públicos y los costos de producirlos se amplía año a año, haciendo que en 2013 la masa de subsidios alcance una cifra equivalente a 5 puntos del PIB. Sin embargo, los subsidios no son garantía para que ocurran inversiones en los sectores involucrados, de manera de aumentar la cantidad y la calidad de la oferta. Asimismo, la forma en que se financian los subsidios afecta directamente la competitividad, sea por el ascenso de la presión tributaria o por la presión inflacionaria derivada del uso de la emisión monetaria para financiar al Tesoro Nacional. Ningún plan de estabilización que se diseñe para combatir la inflación será sustentable en la Argentina si simultáneamente no se abordan los problemas vinculados a la inserción del país en la economía mundial, corrigiendo las principales distorsiones de precios relativos y generando incentivos para una mayor apertura con sesgo exportador, tareas que demandan al mismo tiempo un contundente reordenamiento de las prioridades fiscales y de la forma de financiamiento del Tesoro. El objetivo de estabilización es, al mismo tiempo, un instrumento clave: se necesita una economía con baja inflación para desplegar una agenda de competitividad que se ocupe de disolver los cuellos de botella que impiden ganar mercados externos en forma sostenida a las empresas afincadas en el país. Muchas de esas restricciones 5 tienen que ver con cuestiones de largo plazo como la infraestructura, la logística, la educación, los acuerdos comerciales, entre otras, por lo que requieren de un ambiente estable y previsible para ser abordadas. El problema inflacionario en la Argentina tiene un origen fiscal-monetario perfectamente identificable. Como se observa en el gráfico adjunto, las transferencias del Banco Central a favor del Tesoro han pasado a explicar una porción cada vez mayor de la emisión monetaria. Argentina: Emisión monetaria para financiar al gobierno En millones de pesos Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA Por ende, para resolver el problema inflacionario en el país, se requiere un programa que ataque el déficit fiscal y la forma inflacionaria de su financiamiento, y que le restituya al Banco Central suficiente autoridad como para generar confianza en los agentes económicos acerca del inicio de una nueva etapa en la que la tasa de inflación habrá de descender año a año hasta llegar a un andarivel en línea con la inflación internacional. 6 Argentina: Inflación y Emisión monetaria Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA Sin embargo, por las “condiciones iniciales” en las que deberá aplicarse esa política, el programa antiinflacionario de la Argentina tendrá características inéditas en la región y tampoco podrá asemejarse a experiencias de estabilización anteriores aplicadas en el propio país. En parte, la situación del país se parece a la de Brasil en 1999 y en parte a la de Chile a comienzos de los ’90. Pero, a su vez, presenta peculiaridades que hacen más compleja la resolución, vinculadas con la elevada presión tributaria y la necesidad de reasignar recursos entre Nación y Provincias, con la extrema distorsión de precios relativos, la existencia de una elevada brecha cambiaria y un contexto de aceleración de la inflación, entre otras. Tomando como referencia la experiencia local, se tiene que en la mayoría de los planes de estabilización aplicados en el país en la historia reciente, los gobiernos llegaron a esa decisión luego de episodios de alta inflación o, directamente, de hiperinflación (Plan Austral y Convertibilidad, por caso). De ese modo, estos programas comenzaron en el contexto de una economía “desmonetizada”. La inflación previa se había encargado de licuar los agregados monetarios vinculados al movimiento diario de la economía. De allí que, si los planes de estabilización conseguían generar confianza, el proceso de “remonetización” de la economía hacía que la gente pasara a venderle sus divisas al Central, por el aumento de la demanda de la moneda local. La secuencia, entonces, se iniciaba en el éxito del plan de estabilización para seguir con un fortalecimiento de las reservas del Banco Central. 7 En cambio, hoy la Argentina no ha sufrido un proceso de desmonetización como el experimentado en el momento previo al lanzamiento de planes como el Austral y la Convertibilidad. Obsérvese que el M1 actualmente se ubica en torno a 14,3 puntos del PIB, cuando en los meses previos al lanzamiento de la Convertibilidad representaba solo 3 % del PIB. El elevado nivel de monetización actual en parte es derivado de la introducción de los controles en el mercado cambiario. Independientemente de los factores que llevaron a esta situación, lo cierto es que, con un nivel de monetización en una relación 5 a 1 (en términos del PIB) respecto del momento previo a la Convertibilidad, poco puede esperarse de la demanda de dinero para reconstituir reservas del Central. Brasil en 1999 enfrentó una severa restricción externa y una sostenida caída de sus reservas con un cambio de régimen, por el que se pasó a un tipo de cambio flotante, una política fiscal basada en superávits primarios del orden de los 3 puntos del PIB y un esquema de metas de inflación. El plan permitió recuperar reservas, la inflación sólo subió temporalmente (aún con un salto cambiario del orden del 60 %) y el nivel de actividad y la generación de empleos se recuperaron de forma notablemente rápida, luego del shock inicial. Sin embargo, en el momento de aplicarse este plan, la inflación previa era de sólo el 2,5 %, los precios de los combustibles y las tarifas de los servicios públicos no se encontraban desalineados y el mercado de cambios y el comercio exterior funcionaban sin el tipo de controles vigentes hoy en la Argentina. Chile a principios de los ’90 computaba una inflación elevada, superior al 20 % anual y el flamante gobierno de la concertación logró bajarla a 8 % en 1995 y a 3 % hacia el 2000, sin necesidad de introducir a la economía en un ajuste recesivo. Al contrario, el sostenido descenso de la inflación ocurrió en el contexto de una tasa de inversión ascendente, de un andarivel elevado para el crecimiento del PIB y de mejoras sustanciales en el poder adquisitivo de los salarios. Sin embargo, el Chile de aquella época no presentaba distorsiones severas en sus precios relativos, en el arranque del plan había holgura en el sector externo y el tipo de cambio se ubicaba por encima de su nivel de equilibrio, mientras que la presión tributaria era baja, permitiendo que parte del ajuste fiscal se basara en un aumento moderado de la recaudación impositiva en términos del PIB. Las peculiaridades de la Argentina En nuestro país, la reducción del déficit fiscal y la regeneración del factor confianza dependen en buena medida de la capacidad y disposición de la política económica para 8 hacer frente a la severa distorsión de precios relativos que afecta el funcionamiento de la economía. Algunos ejemplos ilustran acerca del alcance de este problema: • Las tarifas de los servicios públicos han perdido entre tres cuartos y cuatro quintos partes del valor, medido de acuerdo a la evolución de los precios promedio de la economía. • Los precios agrícolas se ubican, por el factor retenciones y por las regulaciones de comercio exterior, en el orden de los 2/3 de los precios internacionales. • Los salarios industriales en dólares se ubican un 60% por encima de los vigentes en Brasil. • El precio del dólar en el mercado “blue” se encuentra un 56 % por encima del valor del tipo de cambio oficial. Estas distorsiones desincentivan la producción de bienes transables internacionales y/o demandan recursos fiscales crecientes destinados a paliar sus efectos. Argentina: principales distorsiones en precios relativos Último dato tarifas, salarios en dólares, retenciones y brecha cambiaria “100%” se refiere 1) a precios internacionales para los cuatro primeros rubros, 2) a los salarios en dólares corregidos por productividad para Brasil en el quinto rubro y 3) al tipo de cambio oficial en el sexto rubro. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA, IPEAdata, INDEC y Montamat & Asociados 9 En la medida en que esas distorsiones no sean corregidas, la sustentabilidad de un eventual plan de estabilización estará cuestionada: - O bien por la persistencia de la restricción externa. - O bien por la debilidad fiscal y la continuidad de los pedidos de asistencia del Tesoro al Banco Central. - O por ambos desequilibrios a la vez. Un problema adicional tiene que ver con el hecho de que algunas de las medidas destinadas a corregir distorsiones de precios relativos habrán de tener inicialmente un efecto alcista sobre los precios internos. Es el caso de la unificación del mercado cambiario, la actualización de tarifas, la reducción de retenciones. Hacer frente a esos desafíos implica, por tanto, a) contar con suficiente convicción política como para valorar los efectos de mediano y largo plazo por sobre la turbulencias de corto plazo; b) aplicar un amplio arsenal de medidas en forma simultánea; c) prever la secuencia más adecuada para el caso de medidas que tengan aplicación gradual. Al respecto, entre las cuestiones para las que puede darse una discusión entre tratamiento de shock vs. gradualismo, se tienen aspectos cruciales como la unificación del tipo de cambio y la convergencia de las tarifas de los servicios públicos a niveles acordes con los costos de su producción y distribución. En ambos casos, el costo del camino gradualista tiene que ver con la dificultad para recrear las expectativas y con el riesgo de que los potenciales inversores demoren decisiones hasta que ese objetivo finalmente se logre. Por razones históricas, la Argentina tiene un déficit de credibilidad que no puede ser ignorado si se opta por soluciones gradualistas. Para el caso del tipo de cambio, con la experiencia de los últimos dos años, parece evidente que un régimen de controles, con la consiguiente apertura de brecha cambiaria, termina generando malos incentivos que desvían el flujo de divisas en perjuicio del Banco Central, y desalientan la entrada de capitales genuinos. En el gráfico se observa como a una ampliación de la brecha corresponde una aceleración en la pérdida de reservas por parte del Banco Central. De allí que resulte imprescindible contar no sólo con un tipo de cambio unificado, sino también con una moneda que pueda ser arbitrada contra cualquier divisa. 10 Brecha Cambiaria y reservas Brecha como % y reservas en millones de US$ *datos de 2013 hasta el 8/11 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA y datos de mercado Existe suficiente literatura (trabajos pioneros de Barry Eichengreen, por ejemplo) acerca de los prerrequisitos y la secuencia recomendable partiendo de un régimen de control de cambios. En este material se subraya que cada paso en dirección a la unificación de los mercados de cambios y al libre arbitraje del peso contra las divisas debe ser dado cumpliendo todos los prerrequisitos y con gran convicción política, porque si los agentes económicos perciben el eventual relajamiento de los controles como algo temporario (o sea, que ante dificultades las autoridades volverían a introducirlos) esto sería contraproducente. No habría forma de equilibrar el mercado de cambios ni suficientes reservas para actuar. Entre los prerrequisitos a cumplir se tiene la normalización financiera externa, el ordenamiento de las cuentas fiscales, la autonomía del Banco Central, haber recuperado el equilibrio en la cuenta corriente del balance de pagos, que en base caja registra un déficit equivalente a 1,9 % del PIB en el acumulado de cuatro trimestres hasta setiembre de 2013. Dependiendo de la velocidad con que pueda ejecutarse esta secuencia, será o no conveniente la eventual legalización de operaciones del llamado mercado paralelo. 11 El nivel de la “brecha cambiaria”, será un indicador clave para definir el momento más oportuno para dar los pasos necesarios para lograr el objetivo de la unificación cambiaria y el libre arbitraje del peso contra las divisas. A su vez, dentro de ese objetivo a lograr puede haber también algún tipo de secuencia en la implementación de las medidas, ya que podría al principio privilegiarse la operatoria de mediano y largo plazo, dejando para una instancia final los movimientos de corto plazo. Respecto del tema tarifario, la magnitud de los ajustes pendientes puede generar dudas a nivel político acerca de la viabilidad de un tratamiento de shock. Pero debe subrayarse que una afluencia masiva de inversiones a favor del sector energético y de transporte sólo podría lograrse si el retorno de esas inversiones no depende de partidas presupuestarias, siempre susceptibles de ser recortadas o modificadas. Por ende, en caso que se opte por la vía gradual, debería reconocerse a los inversores en esos sectores la libre disponibilidad de su producción (petróleo). En el caso del gas y de la electricidad, que no pueden exportarse con igual facilidad, el equivalente a la libre disponibilidad pasa por un sendero de recomposición tarifaria que ofrezca suficientes garantías. Por ejemplo, luego de un ajuste inicial, de todo modos seguirían siendo necesarios los subsidios. Pero éstos deberían quedar congelados en pesos corrientes, con partidas presupuestarias disponibles año a año por ese monto. El resto de ingresos a los prestadores de estos bienes y servicios públicos se obtendrían por la gradual sustitución de subsidios por facturación directa de productores a clientes. Para el monto fijo de subsidios remanentes, sería conveniente la constitución de un fondo fiduciario del que las empresas proveedores de estos servicios puedan debitar directamente las cifras correspondientes. Precios relativos y sector externo Las restricciones al comercio exterior y en el mercado de cambios son las pruebas más contundentes acerca de las dificultades para sustentar la trayectoria de la economía argentina en la dimensión del sector externo. Interesa aquí subrayar que buena parte de los problemas se explican por la magra performance exportadora de la Argentina de la última década, pese a términos de intercambio extremadamente favorables. Así, tomando como base el año 1997, la Argentina ocupa el último lugar del ranking de trayectoria exportadora de países seleccionados de la región, incluso por debajo de México que no se vio beneficiado por los términos de intercambio (debido a la composición de su canasta exportadora) y que a partir de 2008 se vio particularmente perjudicado por la crisis de los Estados Unidos. Con base 100 en 1997, las exportaciones en dólares de Perú llegaron en 2012 a un índice de 662, seguido por 12 Colombia con 527, luego Brasil, con 458; cerca Chile con 440, más atrás México con 339 y último Argentina con 308. Exportaciones totales para países seleccionados Índice base 1997=100 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a OMC Para que la Argentina del futuro deje de sufrir escasez de divisas, es clave poder dinamizar su performance exportadora. Sin este vector, ningún plan de estabilidad será sustentable. Exportaciones y crecimiento A su vez, como pone de relieve la experiencia de los últimos 15 años, la dinámica exportadora ha sido un vector explicativo de primer orden del crecimiento de cada uno de los países de la muestra. Así, Perú, que lideró el ranking por exportaciones también lo hizo en términos de variación acumulada del PIB. El gráfico adjunto refleja la significativa correlación registrada entre dinámica exportadora y crecimiento. 13 Crecimiento del PIB vs Exportaciones Datos acumulados 1998­2012 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a ARKLEMS (Ariel Coremberg), Banco Mundial y OMC La Argentina presenta los indicadores más magros también en materia de crecimiento si se utiliza para este propósito la serie elaborada por Ariel Coremberg, que reproduce el PIB para Argentina desde 1993 utilizando las mismas fuentes y metodología con las que se elaboró la serie oficial hasta 2007. La brecha que se observa desde 2007 entre la serie reproducible “ARKLEMS” y la oficial resulta del abandono de la metodología tradicional en casi todos los sectores, y no de la deflación mediante índices de precios sesgados. El trabajo muestra que si bien Argentina presentó importante dinamismo en el reciente episodio de crecimiento (2002-2012), este fue similar al del período 1990-1998. En forma sumaria, puede subrayarse que, para un período de quince años, la conexión entre exportaciones y crecimiento se apoya en el volumen de las inversiones realizadas en el sector de bienes transables internacionalmente. Este tipo de inversiones empuja por un lado las cifras del PIB y, por el otro, posibilita el aumento de la producción de bienes exportables. A su vez, dada la significación que han alcanzado las cadenas de valor como motor del comercio y de las inversiones, han adquirido mayor relevancia que en el pasado cuestiones como la infraestructura y la logística y también las facilidades existentes para el comercio exterior, tanto en el plano arancelario como en el para arancelario. 14 Se subraya aquí que los países con tipos de cambio más estables en términos reales a lo largo de los años pueden tener mayor atractivo para las inversiones destinadas a producir bienes transables, lo que hace menos incierta la evaluación de los proyectos en términos de rentabilidad esperada. Justamente, y como se observa en el gráfico adjunto, de la muestra de países considerada, hay una diferencia notable entre la Argentina y Brasil por un lado, con tipos de cambio erráticos, y por el otro, los casos de Perú, Colombia, Chile y México. Tipo de Cambio Real Multilateral Índice base 1994=100 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BIS y BCRA Un objetivo clave para la economía argentina del futuro es crear las condiciones para que, dentro de la prevalencia de mecanismos de mercado, el tipo de cambio real adquiera mucho mayor previsibilidad, de modo de lograr una mayor ponderación de las inversiones asociadas, directa e indirectamente, con el comercio exterior. Precios relativos y déficit fiscal Dado el inédito nivel alcanzado por la presión tributaria consolidada (cercano al 40 % del PIB cuando se incluye el impuesto inflacionario), el principal factor explicativo para los crecientes desequilibrios fiscales del país debe buscarse por el lado del gasto público. Sólo considerando la jurisdicción nacional, se tiene que entre 2005 y 2012 el 15 gasto público aumentó nada menos que 10,7 puntos del PIB. Dos ítems se destacan dentro de esta variación: 3,8 puntos del PIB se originan en la expansión de los subsidios económicos y 4,4 puntos en la ampliación de las partidas del sistema jubilatorio. Así se llega en 2012 al primer déficit primario del sector público nacional desde 1996, aun computando recursos extraordinarios (Banco Central y Anses). La conexión entre precios relativos y deterioro fiscal surge nítida cuando se focaliza en el impacto que ha tenido el rezago de las tarifas de servicios públicos en la demanda de asistencia por parte del fisco. En términos nominales, los subsidios económicos (energía, transporte y resto) alcanzaron a 99,4 mil millones de pesos en 2012 y se estima que superarán los 130 mil millones en 2013. También la conexión con el deterioro del sector externo: los desincentivos a la exploración y producción de hidrocarburos trastocaron el superávit de la balanza comercial energética en déficit desde 2011. En la medida en que no logre recuperarse el autoabastecimiento, la eventual corrección del tipo de cambio impactará directamente sobre la factura energética, en la medida en que actualmente existe un déficit energético en la balanza comercial del orden de los 7 mil millones de dólares. En el caso del peso creciente que han adquirido las partidas de gasto en jubilaciones, más allá de las cuestiones específicas a debatir, surge la necesidad de dinamizar la creación de empleo privado formal, la única forma de aspirar a un financiamiento genuino del sistema previsional. Nuevamente, precios relativos que incentiven la inversión y el aumento de la producción en bienes y servicios transables están al tope de las opciones cuando se intentan definir escenarios de sustentabilidad en este plano. Hay que tener en cuenta, al respecto, que actualmente sólo el 17 por ciento de la población tiene empleos formales en el sector privado, que son los más productivos y lo que mayor capacidad de generar valor agregado y recaudación genuina de impuestos. Países como Chile y Australia más que duplican el porcentaje argentino de empleos privados formales. 16 Argentina: Subsidios En millones de pesos 2011 Subsidios Económicos 2012 2013* 2012/11 2013/12 82.412 99.447 132.190 20,70% 32,93% Sector Energético 43.118 55.052 80.697 27,70% 46,58% Sector Transporte 28.734 32.013 35.553 11,40% 11,06% Resto 10.561 12.382 15.940 17,20% 28,74% *acumulado de doce meses hasta octubre Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a ASAP La experiencia de Brasil en 1999 Hacia fin de los ‘90, Brasil enfrentó una delicada situación en el frente externo. El tipo de cambio había venido siendo utilizado como “ancla” para mantener acotada la tasa de inflación, pero esto había llevado a pérdida de competitividad y aumento sostenido del déficit en cuenta corriente del balance de pagos En 1998 las reservas del Banco Central cayeron hasta niveles críticos. En lugar de ensayar una simple devaluación, el gobierno de entonces buscó implementar un verdadero cambio de régimen. En enero de 1999 se dejó flotar el real, lo que implicó que la paridad con el dólar pasara de poco más de 1,2 reales a un andarivel levemente inferior a 2 reales por dólar. Sin embargo, no hubo un traslado a precios significativo de la devaluación, porque el régimen cambiario pasó a ser flotante (también podía apreciarse) y porque las anclas para las expectativas pasaron a ser la promulgación de la Ley de Responsabilidad Fiscal, una política presupuestaria acorde (el superávit primario pasó de cero a 3 % del PIB) mientras que el Banco Central comenzó a guiar la política monetaria en función del régimen de metas de inflación. Así, una variación del tipo de cambio de 53% entre diciembre de 1998 y diciembre de 1999 se expresó en un cambio en la tasa de inflación (punta a punta) de 2,5% a fin de 1998 a 8,4% a fin de 1999, para ya en el año 2000 volver a un andarivel inferior (5,3%). 17 Brasil: Reservas Internacionales Período abril 1998 ­ marzo1999 Fuente: Banco Central de Brasil Brasil: Déficit de Cuenta Corriente En miles de millones de US$ Fuente: Banco Central de Brasil 18 Esta experiencia resultó exitosa, tanto para revertir la crisis del sector externo como en términos de la trayectoria posterior de la inflación, del nivel de actividad y del empleo. De todos modos, para Brasil subsisten desafíos importantes, ya que en los últimos años se observa una gran dificultad para perforar el piso del 6 % anual en la inflación, un tipo de cambio errático y limitaciones para lograr un crecimiento del PIB más ambicioso. La experiencia de Chile en los ‘90 Teniendo en cuenta, para el caso actual de la Argentina, lo inseparables que resultan el problema de precios relativos y el problema inflacionario, resulta conveniente repasar también la experiencia de Chile en los ’90. El país trasandino logró bajar la inflación de 26% a 8% entre 1990 y 1995 (y a 3% en el 2000), aplicando una política fiscal rigurosa y dando autonomía al Banco Central, pero sin sacrificar objetivos de mediano y largo plazo -vinculados a los incentivos a la inversión, y resguardando permanentemente el equilibrio externo. No sólo eso, la caída de la tasa de inflación ocurrió en el contexto de una caída sostenida de la tasa de desempleo, de un crecimiento promedio del PIB de 7,5% y de subas sostenidas del salario real de los trabajadores (asociadas exclusivamente a aumentos en productividad). La decisión política del gobierno de la Concertación, que ganó las elecciones de 1989, y la asignación de prioridades fueron claves en esa experiencia. Pero también lo fueron las condiciones iniciales de la economía y, particularmente, el andarivel en el que se encontraban los principales precios relativos. Las principales diferencias en las condiciones iniciales del caso chileno en 1990 y la Argentina actual tienen que ver con los siguientes temas: • Tipo de cambio real. • Cambios estructurales (apertura de la economía, canalización del ahorro nacional a través del sistema de seguridad social). • Situación fiscal y nivel de la presión tributaria. La política económica chilena durante aquellos años se sostuvo en cinco pilares coordinados que permitieron lograr simultáneamente la estabilización de la economía y el equilibrio del sector externo. Estos cinco pilares fueron la política fiscal, la política monetaria, la política cambiaria, la de reservas internacionales y la apertura de la cuenta de capital. 19 Chile: Bajar la tasa de inflación sin afectar la actividad económica (*) A fines de 1989 el Banco Central de Chile se declaró como entidad autónoma, al tiempo que se daba el cambio de régimen político. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a Banco Central de Chile. A continuación se repasan las principales políticas y sus objetivos. En un artículo llamado “La política macroeconómica de Chile en la década del noventa desde el punto de vista del Banco Central” y publicado por la CEPAL en 1997, Roberto Zahler escribió sobre este período y describió exhaustivamente la visión del Banco Central de Chile y la implementación de su política económica. i. Política fiscal: se buscó imposibilitar la monetización del déficit del gobierno, pero no solamente eso sino también revertirlo, para quitar presión de la demanda agregada y para hacer frente a la deuda pública acumulada del gobierno. Estos superávits fiscales eran necesarios para alcanzar un punto de equilibrio dado que en la crisis del 83-84 el Banco Central tuvo que asumir el cargo de la deuda pública y renegociarla. Se le dio un comportamiento anticíclico a la política fiscal, necesario para absorber shocks externos y estabilizar la economía. Por lo tanto, la política fiscal estuvo enfocada en generar superávits estructurales, en no presionar a la demanda agregada mediante el gasto público (sino acompasarla al PIB potencial) y en incorporar componentes anticíclicos en el gasto y en los impuestos para contrarrestar posibles shocks externos. 20 ii. Política monetaria: en coordinación con la política fiscal, el control de las tasas reales de interés a corto plazo fue el instrumento utilizado para regular la demanda agregada privada, mediante la influencia que las tasas ejercen sobre el costo del crédito al sector privado. Usando las metas de inflación como “ancla” nominal y mediante el manejo de la deuda pública, el Banco Central logró aumentar la eficiencia de la política monetaria y al mismo tiempo permitir que el mercado cobrara mayor importancia en la determinación de las tasas de largo plazo. En paralelo, la credibilidad del Banco Central crecía. iii. Política cambiaria: para llevar al sector externo a un equilibrio de mediano plazo, el objetivo fue mantener un tipo de cambio real que fuera consistente con un déficit de ‘equilibrio’ del 3/4% en la Cuenta Corriente. Se estableció un régimen ni fijo ni flexible en el que el tipo de cambio real se mantendría constante entre amplias bandas de flotación (que llegaron a +/-10%), de modo que sirviera como guía para los agentes. Más adelante se incorporó una apreciación real del 2% que según el Banco Central se justificaba por el excelente desempeño de Chile en el sector externo. Las presiones de la apreciación del peso fueron controladas mediante una extraordinaria acumulación de reservas. iv. Reservas Internacionales: la acumulación de divisas permitió repagar la deuda pública y controlar el impacto del influjo de capitales en el tipo de cambio. En un punto las reservas internacionales alcanzaron el valor equivalente a quince meses de importaciones. La razón subyacente por la que Chile pudo adquirir semejante volumen de reservas está relacionada con el nivel de la tasa interna (que después de ser ajustada por nivel de riesgo y expectativas de apreciación) resultaba ser superior a las tasas internacionales, lo que atraía capital. v. Cuenta de Capital: finalmente y como complemento a los cuatro factores anteriores, está la liberalización de la Cuenta de Capital de la Balanza de Pagos. Dada la diferencia en el rendimiento de la tasa doméstica y la internacional, necesaria para mantener el equilibrio interno, una liberalización plena de los flujos de capital hubiera derivado en una fuerte atracción de inversiones de corto plazo, que hubieran puesto en riesgo la estabilidad de la economía. La liberalización que se dio supuso un giro estructural desde financiamiento internacional hacia “venture capitals” y, dentro del financiamiento internacional, desde crédito de corto plazo a crédito de largo plazo. 21 Una política antiinflacionaria adaptada a la Argentina actual Teniendo en cuenta la naturaleza de los problemas fiscales que han dado lugar a la emisión monetaria y a las presiones inflacionarias y considerando la necesidad de corregir las distorsiones de precios relativos surgen una serie de conclusiones preliminares. Esas conclusiones toman como referencia las diferencias de la Argentina de hoy con las condiciones iniciales de planes de estabilización como el lanzado por Chile a principios de los ’90 o el cambio de régimen monetario-cambiario iniciado por Brasil en 1999. Las diferencias en las condiciones iniciales Entre las principales diferencias de la Argentina actual con Chile de principios de los ‘90 subrayamos dos en particular: a) la trayectoria del tipo de cambio real y b) la trayectoria de la presión tributaria, que en Chile dejaba espacio para subir impuestos, mientras que en la Argentina plantea la necesidad de operar en la dirección opuesta, dados los problemas de competitividad que genera la elevada presión tributaria actual. Argentina y Chile: tipo de cambio real multilateral “Año 0” es 1990 para Chile y 2012 para Argentina. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA y BCC. 22 Obsérvese que cuando Chile lanzó su plan de estabilización contaba con “colchón cambiario”. El tipo de cambio multilateral en 1990 mostraba un peso subvaluado en un orden del 15 % respecto del promedio de los seis años anteriores. En los años que siguieron al plan, el tipo de cambio se fue apreciando, pero esto no afectó en forma significativa la competitividad del país trasandino. Actualmente, en la Argentina, el tipo de cambio multilateral se ha atrasado en forma sostenida en los últimos años, con lo que el peso se encuentra un 26 % apreciado con respecto al promedio de los últimos seis años, situación que ayuda a explicar los crecientes controles al comercio exterior y en el mercado de cambios. Argentina y Chile: presión tributaria “Año 0” es 1990 para Chile y 2012 para Argentina. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a MECON y BCC. En cuanto a las condiciones iniciales del frente fiscal y focalizando en la presión tributaria, surge que en Chile de 1990 esta marcaba un 22 % del PIB, 3,5 puntos porcentuales por debajo del promedio de los últimos seis años. Esto permitió que parte del ajuste fiscal se diera por el lado de mayores alícuotas de impuestos (Ganancias e IVA). En el caso argentino actual se observa una presión tributaria récord del 37 % del PIB y 4,6 puntos porcentuales superior al promedio de los últimos cuatro años, lo que indica que Argentina no puede contar con esta herramienta para hacer el ajuste fiscal. Respecto de la diferencia de condiciones iniciales entre la Argentina de hoy y Brasil de 1999, se subrayan dos aspectos: a) Brasil había utilizado en los años previos al tipo de cambio como ancla, pero no las tarifas de servicios públicos, por lo que el problema de la distorsión de precios relativos no era tan generalizado como el caso 23 actual de la Argentina; b) en el momento en que Brasil deja flotar el real (enero de 1999) la tasa de inflación era relativamente baja, lo que ayudó a que el traspaso a precios de la devaluación inicial fuera muy moderado. Brasil: Tipo de Cambio y Precios Índice base 1998=100 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a Banco Central de Brasil e IBGE La Argentina en el presente • Dada la presión tributaria actual, que afecta la competitividad de la economía e induce a la informalidad, la obtención de un superávit primario sustantivo para anclar las expectativas de inflación debe lograrse en un movimiento simultáneo de recorte de los impuestos más distorsivos y de una reducción más que proporcional de partidas seleccionadas de gasto público, principalmente los subsidios económicos. La ley de emergencia económica debe extinguirse después de una primera etapa de transición. • Se necesitará diseñar una Ley de Emergencia Social, para lograr la focalización del gasto público a favor de los sectores más vulnerables de la sociedad. La emergencia social permitirá moderar y/o absorber los efectos de algunas de las medidas a adoptar, tanto las vinculadas con el tipo de cambio, las retenciones, como los subsidios. Para focalizar de un modo más apropiado los subsidios 24 remanentes, sería aconsejable la constitución de una “canasta básica de consumos energéticos”, de acuerdo a la dimensión de las familias y su ubicación geográfica. Para las familias de menos recursos, el porcentaje de subsidios sobre la canasta básica sería mayor. Por encima de la canasta básica no debería haber subsidios, de modo de evitar el derroche de recursos escasos. • El propósito es que la inflación del país converja a la internacional en un lapso razonable, un objetivo que, dependiendo de los instrumentos de política económica que se adopten, puede ser consistente con mejoras sostenidas en la competitividad y en la distribución del ingreso. • Dado que la tasa de inflación actual es elevada (del 28 % anual en el cierre de 2013 según estimaciones alternativas) y que la necesaria corrección de precios relativos habrá de tener impacto alcista sobre una gama importante de precios internos de bienes y servicios, deberían diferenciarse el momento inicial del posterior funcionamiento de la economía bajo las nuevas condiciones: El “momento inicial”: en el arranque, la tasa de inflación estará afectada por el reacomodamiento de precios relativos, la política cambiaria dejará de ser usada como ancla antiinflacionaria y la política monetaria deberá facilitar el reacomodamiento de precios relativos pero, al mismo tiempo, evitar el inicio de una espiral inflacionaria. - Por ende, el principal instrumento para anclar las expectativas inflacionarias deberá ser la política fiscal. Un mecanismo sencillo para lograr este objetivo es establecer una regla por la cual la variación interanual del gasto público nacional, neto de transferencias automáticas a provincias, deberá ubicarse en un andarivel (promedio móvil de cuatro meses) al menos 5 puntos porcentuales inferior a la marcha de la recaudación. El rol clave de la política fiscal se refuerza si se tiene en cuenta lo apuntado más arriba respecto que las “condiciones iniciales” para un plan de estabilización hoy muestran, a diferencia de la situación pre Convertibilidad, un nivel de monetización elevado en términos del PIB. - La política monetaria estará guiada por un objetivo de tasa de interés pasiva de corto plazo positiva en términos reales, en relación a la trayectoria esperada de la inflación, a criterio del directorio del Banco Central. En una primera etapa, el Banco Central debería facilitar el reacomodamiento de precios relativos pero, al mismo tiempo, evitar cualquier riesgo de espiralización de la inflación. Simultáneamente, debería definir un cronograma para que, al cabo de un tiempo, quede cerrada la vía de financiamiento espurio del Tesoro a través de la emisión monetaria. - La política cambiaria es otro aspecto crucial en el que las medidas de corto plazo deben estar guiadas por un nuevo enfoque de largo plazo. La Argentina 25 no necesita, ni tampoco es recomendable, una megadevaluación como la de 2002. Es cierto que el tipo de cambio se encuentra rezagado bajo distintas mediciones y que el sector externo demanda una corrección. Sin embargo, la Argentina debería aspirar a superar esta situación yendo a una nueva etapa en la que la paridad oscile en torno al tipo de cambio de equilibrio, sin repetir experiencias anteriores de fuertes desviaciones (hacia arriba y hacia abajo), sin que esto requiera de permanentes intervenciones -sino más bien acciones en el margen- del Banco Central. Cuando se juzgue que hay factores transitorios que apartan al mercado de su trayectoria de equilibrio, entonces el arsenal de instrumentos es amplio, desde intervenciones directas (en el spot y en futuros) pasando por operaciones de mercado abierto y también medidas macroprudenciales (encajes, requisitos de capital, etc.). En el mediano y largo plazo, que el tipo de cambio se mantenga en torno al equilibrio depende de: a) una política fiscal contracíclica (no pro-cíclica), b) una política monetaria independiente que pueda mantener la estabilidad de precios sin requerir tasas de interés exageradamente elevadas en términos internacionales, c) un mercado de trabajo que funcione de modo flexible y sin la dualidad actual entre formalidad e informalidad (experiencias como la de Alemania muestran que flexibilidad e incentivos a la formalización son compatibles con excelentes indicadores en términos de distribución del ingreso) d) un diseño de política comercial y de inserción externa que permita y facilite una proporción creciente en el PIB de los sectores productores de bienes y servicios que pueden ser transados internacionalmente (independientemente de si se venden en el mercado interno o externo). De avanzarse en esta dirección, la suma de exportaciones e importaciones ganará ponderación en relación al PIB, por lo que pequeños movimientos del tipo de cambio real tienen gran capacidad de corrección de eventuales desequilibrios del sector externo. Esta es la experiencia de países de la región como Chile; México, Colombia y Perú, entre otros, que son a su vez los que exhiben tipos de cambio reales menos erráticos en los últimos quince años. Hay que tener en cuenta que para avanzar en esta dirección se requiere reducir la gran brecha entre el set de precios relativos locales versus los internacionales, que en buena medida es explicada por las elevadas retenciones y aranceles (o medidas para-arancelarias). Es cierto que, para avanzar en dirección a una economía más integrada al mundo, se requiere poder dar garantías a las empresas y Pymes de todo el país que la política económica no será un lastre sobre su capacidad de competir, sino más bien lo contrario, una plataforma de instrumentos e incentivos que ayuden a esas firmas a ganar cada vez mayor participación en el mercado mundial. Estas garantías refieren al nivel y características de la presión tributaria, la calidad del gasto público, infraestructura y logística, el funcionamiento del mercado de 26 trabajo y la capacitación continua de los recursos humanos, una política cambiaria en línea con lo descripto más arriba, entre otros factores. - Otro aspecto en el que es clave empalmar medidas de corto plazo con un horizonte de largo plazo es el de la formalización laboral. Actualmente, en la Argentina, de cada 100 habitantes sólo 17 pertenecen a la categoría de asalariados formales del sector privado. Estos son los empleos más productivos, los que potencialmente pueden ser los mejor remunerados, pero también sobre los que pesa, directa e indirectamente, buena parte de la carga impositiva. Argentina debería proponerse, para la próxima década, duplicar la proporción de trabajadores privados formales en la población total. Con ello, la carga tributaria se distribuiría de un modo más parejo, como consecuencia de una economía más vinculada al mercado mundial y de la expansión de una gama amplia de sectores con gran potencial exportador que, hasta ahora, han venido enfrentando trabas de diversa índole. Debería avanzarse hacia un Compromiso por la Competitividad que mejore la coordinación público-privada en esta dimensión. - Una salida que resuelva el atraso cambiario pero, al mismo tiempo, evite una megadevaluación, requiere la unificación del mercado de cambios y la recuperación de atributos de moneda de calidad para el peso, entre los que se cuentan el arbitraje con otras divisas. Como es sabido, con políticas económicas consistentes y sustentables, una cuenta capital que funcione sin restricciones (más allá de eventuales penalidades para operaciones de corto plazo) tiene efectos positivos en términos de suavizar los ciclos económicos internos y de una asignación de recursos más eficiente a favor de la inversión directa, tanto de fondos locales como extranjeros. Sin embargo, para levantar controles sin efectos traumáticos se requiere un contexto de normalización de las relaciones financieras internacionales, incentivos para depósitos bancarios de mediano y largo plazo, incentivos para el retorno al sistema financiero y al mercado de capitales de los ahorros de argentinos fuera del sistema local. - En función de devolver credibilidad a los contratos también deberán implementarse decisiones que dejen sin efecto las controversias alrededor de los índices que elabora y publica el INDEC. La eventual autorización a contratos indexados depende de una evaluación de los pros y contras de tal decisión, pero también de la existencia de índices libres de controversia. 27 Volver a jerarquizar el rol de Presupuesto Es fundamental la derogación de la ley de emergencia económica, de manera de devolverle al presupuesto el rol de “ley de leyes”, para que los compromisos asumidos en el Congreso y revalidados por el poder ejecutivo sirvan de guía para la toma de decisiones del sector privado. El presupuesto debe servir para plantar mojones en el sendero de una economía más competitiva y, al mismo tiempo, más equitativa. El proceso de definición de las previsiones y prioridades debe ser absolutamente jerarquizado. La pauta de la evolución del gasto público en términos nominales es un ejercicio clave por los supuestos que incluye en materia de crecimiento, comercio exterior, consumo, inversión, presión tributaria e inflación. En caso que el presupuesto subestime los ingresos tributarios a obtener, el Ejecutivo no podría gastar los fondos extra en la medida que se modifique la legislación vigente. En caso que se sobreestimen los recursos, de todos modos el gasto deberá someterse a la regla de gastar menos de los recaudado. Se apunta a darle un gran valor institucional a la estimación de las variables claves (PIB e inflación) necesarias para la confección de cada nuevo presupuesto. El Poder Ejecutivo mantendrá su poder de decisión para la elaboración del presupuesto definitivo, pero deberían debatirse esos supuestos en las comisiones correspondientes del Congreso, con la activa participación de representantes del Banco Central. La pauta de variación de gasto que se defina para cada año subsiguiente, expresada en términos nominales, tendrá tres componentes: el PIB esperado, la inflación proyectada y las decisiones de política fiscal (de acuerdo al ciclo económico y las posibilidades de financiamiento). La inflación proyectada será la guía para la política monetaria y crediticia del Banco Central. Se promueve, asimismo, que trabajadores y empresarios llevan adelante el Compromiso por la Competitividad. Este debería apoyarse en un programa plurianual en el que, entre otros vectores, se incorpore a las negociaciones salariales tanto el factor inflación esperada (macroeconómico) como la evolución de 28 la productividad, sectorial y empresarial (microeconómico). Asimismo la agenda del pacto será clave para explorar y definir prioridades en cuanto a oportunidades externas existentes para el conjunto de los sectores productivos del país. La experiencia de Chile analizada en este documento muestra que es posible lograr mejoras sostenidas de competitividad, caída de la inflación y de la tasa de desempleo y, al mismo tiempo, mejoras sostenidas en el salario real (por encima de la inflación) de los trabajadores. Pero esa experiencia subraya que esas mejoras de salarios reales (del orden del 4% anual en los primeros años del plan de estabilización) fueron sustentables porque estuvieron 100 por ciento fundadas en mejoras de productividad. La Argentina necesita dar pasos firmes en cuanto a lograr mayor inserción internacional. En el plano financiero, la normalización permitirá suavizar los costos de la transición a través de un programa de emisión de deuda compatible con el resto de los objetivos. En el plano comercial, debería darse prioridad a cerrar el acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión Europea, y comenzar a evaluar otras opciones existentes en materia de acuerdos. El Compromiso por la Competitividad debería servir como asesor principal del Estado para detectar oportunidades existentes en nuevos acuerdos, así como para definir la agenda de políticas públicas que permita que las empresas argentinas, grandes y pymes, cuenten con los instrumentos correspondientes para ser verdaderamente competitivas. El triple objetivo: estabilidad, competitividad y mejor distribución del ingreso El objetivo de estabilizar la economía no debe hacer perder de vista el hecho de que la Argentina ha experimentado una magra performance exportadora en los últimos quince años, cuando se la compara con el resto de los países de la región. Las políticas que apunten a recuperar los equilibrios macroeconómicos, tanto en el flanco externo como en el interno, deberán superar un test de mediano y largo plazo para constatar su sustentabilidad. Ese test no es otro que la capacidad el país de ganar market share en el mercado mundial, desde el magro 0,45 % que representan actualmente las exportaciones argentinas sobre las exportaciones mundiales. Sin cumplir ese requisito, las urgencias sociales, las demandas sectoriales y regionales, la insatisfacción de la población, comenzarán -tarde o temprano-, nuevamente, a jaquear los equilibrios macroeconómicos. Este requisito será doblemente válido en la medida en que el escenario internacional esté caracterizado, en los próximos años, por un crecimiento en línea con el promedio histórico pero por debajo del experimentado entre 2003 y 2007, y por términos de intercambio elevados pero por debajo de los picos de 2008 y 2011. 29 El triple objetivo de una economía con estabilidad de precios y con mejoras continuas en términos de competitividad y distribución del ingreso tiende inevitablemente a condicionar el tipo de instrumentos de política económica que habrán de tener prioridad. En esencia, se trata de instrumentos que ayuden a fortalecer el ahorro interno, tanto del sector público como del privado, de manera que pueda financiarse un creciente nivel de inversiones sin recurrir a capitales externos de corto plazo. La inversión extranjera directa, los créditos de largo plazo, la inversión externa en el mercado de capitales, son todos complementos imprescindibles del crecimiento sustentable del país. Pero los capitales de corto plazo tienen más costos que beneficios. La severa distorsión de precios relativos que enfrenta la economía argentina, en el contexto de una aceleración de la tasa de inflación y de hechos muy preocupantes en el plano social, son todos factores que se hacen más críticos si se repara en lo limitado de los instrumentos económicos disponibles, caída de reservas incluida. Enfrentar los desequilibrios implica reconocer la necesidad de cierta austeridad fiscal, pero al mismo tiempo subrayar que existen oportunidades que permitirían dar mayor dinamismo a los segmentos de exportaciones e inversión dentro de la demanda agregada, de modo de suavizar los costos de la transición. Este movimiento compensador puede reforzarse con una adecuada focalización y mejora de la calidad del gasto público y con la generación de condiciones para que tome impulso la formalización de trabajadores en el sector privado. Pero lo principal es que las medidas de corto plazo tengan como guía un plan de largo plazo apoyado en la convicción de que competitividad, estabilidad y mejor distribución del ingreso no sólo no son contradictorios, sino que pueden ser complementarios y retroalimentarse entre si. 30