Subido por Gerardo Cruz

ORDENACION DIACONAL

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ORDENACIÓN DIACONAL
Conferida por Su excelencia Reverendísima
MONSEÑOR JAIME CALDERÓN CALDERÓN
Obispo de Tapachula
EL DIACONADO
El rito de la ordenación diaconal tiene lugar después del
Evangelio y se divide en tres partes: los ritos preparatorios, el
rito central de la ordenación y los ritos explicativos.
El rito preparatorio comprende la presentación del candidato,
la homilía del Obispo y las promesas del candidato de ejercitar
el ministerio según la intención de Cristo y de la Iglesia y bajo
la guía pastoral del Obispo.
El rito central comprende las letanías de los santos, la
imposición de las manos por parte del Obispo y la oración de
ordenación, que confiere al elegido el don del Espíritu Santo
para el ministerio diaconal.
Los ritos explicativos consisten en la vestición de la estola
diaconal y de la dalmática, en la entrega del libro de los
Evangelios y en el abrazo de la paz.
SALUDO A LA ASAMBLEA
El celebrante:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
La asamblea:
Amén.
El celebrante:
La paz esté con ustedes.
La asamblea:
Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
El celebrante:
Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia
con el Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al
arrepentimiento, para acercarnos a la mesa del Señor.
Después de una breve pausa de silencio, el sacerdote invoca la misericordia de Dios.
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes,
hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra,
obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa,
por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a
los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante
Dios, nuestro Señor.
El celebrante:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
La asamblea:
Amén.
ORACIÓN COLECTA
El celebrante:
Oremos: Dios nuestro, que enseñaste a los ministros de tu
Iglesia a no buscar que alguien los sirva, sino a servir a todos,
concede a este hijo tuyo que has elegido hoy para el ministerio
del diaconado ser infatigable en el don de sí mismo, constante
en la oración y alegre y bondadoso en el ejercicio de su
ministerio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
La asamblea:
Amén.
LITURGIA DE LA ORDENACIÓN
Comienza después la Ordenación de los diáconos.
El Obispo se acerca, si es necesario, a la sede preparada para la Ordenación, y se hace
la presentación de los candidatos.
Elección de los candidatos.
Los ordenandos son llamados por el diácono, de la siguiente manera:
Diácono:
Acérquese el que va a ser ordenado diácono:
Alonso Victorio Mejía
El llamado dice:
Presente.
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
Permanece de pie ante el Obispo, y un presbítero designado por el Obispo dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que
ordenes diácono a este hermano nuestro.
El celebrante le pregunta:
¿Sabes si es digno?
Y él responde:
Según el parecer de quien lo presenta, después de
consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que ha sido
considerado digno.
El celebrante:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador,
elegimos a este hermano nuestro para el Orden de los diáconos.
Todos dicen:
Te damos gracias, Señor.
PROMESA DEL ELEGIDO.
Después de la homilía, solamente se levanta el elegido y se pone de pie delante del
Obispo, quien los interroga, conjuntamente, con estas palabras:
Querido hijo: Antes de entrar en el Orden de los diáconos
debes manifestar ante el pueblo tu voluntad de recibir este
ministerio.
¿Quieres consagrarte al servicio de la Iglesia por la
imposición de mis manos y la gracia del Espíritu Santo?
El elegido: Sí, quiero.
El celebrante:
¿Quieres desempeñar, con humildad y amor, el ministerio
de diácono como colaborador del Orden sacerdotal y en bien
del pueblo cristiano?
El elegido: Sí, quiero.
El celebrante:
¿Quieres vivir el misterio de la fe con alma limpia, como
dice el Apóstol, y proclamar esta fe de palabra y obra, según el
Evangelio y la tradición de la Iglesia?
El elegido: Sí, quiero.
El celebrante:
¿Quieres ante Dios y ante la Iglesia, como signo de tu
consagración a Cristo, observar durante toda la vida el celibato
por causa del Reino de los cielos y para servicio de Dios y de
los hombres?
El elegido: Sí, quiero.
El celebrante:
¿Quieres conservar y acrecentar el espíritu de oración, tal
como corresponde a tu género de vida y, fiel a este espíritu,
celebrar la Liturgia de las Horas, según tu condición, junto con
el Pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo el mundo?
El elegido: Sí, quiero.
El celebrante:
¿Quieres imitar siempre en tu vida el ejemplo de Cristo,
cuyo Cuerpo y Sangre servirás con tus propias manos?
El elegido: Sí, quiero, con la gracia de Dios.
Seguidamente, el elegido se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos
juntas entre las manos del Obispo.
El Obispo interroga al elegido, diciendo:
¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?
El elegido: Sí, prometo.
El Obispo concluye:
Que Dios mismo lleve a término esta obra buena que en ti
ha comenzado.
ORACIÓN LITÁNICA
Seguidamente, se levanta el elegido.
El Obispo, de pie, hace la invitación:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que
derrame bondadosamente la gracia de su bendición sobre este
siervo suyo que ha llamado al Orden de los diáconos.
En este momento, se debe de poner de rodillas toda la asamblea. El elegido se postra
en tierra en señal de humildad, de amor y de donación a Dios que le ha llamado. La
asamblea canta las letanías de los santos, pidiendo su intercesión por quien recibirá
el ministerio de la ordenación diaconal.
Después de la letanía de los santos, sólo el Obispo se pone de pie:
El celebrante:
Señor Dios, escucha nuestras súplicas y confirma con tu
gracia este ministerio que realizamos: santifica con tu
bendición a este siervo tuyo que juzgamos apto para el servicio
de los santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos responden:
Amén.
IMPOSICIÓN DE LAS MANOS Y PLEGARIA DE
ORDENACIÓN
En el origen de la elección, de la santificación y de la misión de los ministros, hay
una especial efusión del Espíritu. Por ello, no puede haber rito de ordenación, sin la
invocación del Espíritu Santo, realizada por el gesto apostólico de la imposición de
las manos. La centralidad de este gesto significa que el elegido ha sido constituido
en el ministerio del diaconado por el don del Espíritu de Cristo Resucitado. La
asamblea acompaña estos momentos permaneciendo de pie en silenciosa oración. El
elegido se acerca al Obispo y se arrodilla ante él. El Obispo le impone en silencio las
manos sobre la cabeza. Una vez terminada la imposición de las manos, el celebrante
con los brazos extendidos pronuncia la plegaria de ordenación. Esta plegaria
constituye la forma del sacramento: son palabras que realizan y explican el
significado del gesto de la imposición de las manos. Las palabras puestas en
mayúsculas son las esenciales. Después de la imposición de las manos y al término
de la plegaria de la ordenación, el candidato ya es ministro ordenado de Jesucristo.
El celebrante:
Asístenos, Dios todopoderoso, de quien procede toda
gracia, que estableces los ministerios regulando sus órdenes;
inmutable en ti mismo, todo lo renuevas; por Jesucristo, Hijo
tuyo y Señor nuestro –palabra, sabiduría y fuerza tuya-, con
providencia eterna todo lo proyectas y concedes en cada
momento cuanto conviene.
A tu Iglesia, cuerpo de Cristo, enriquecida con dones celestes
variados, articulada con miembros distintos y unificada con
admirable estructura por la acción del Espíritu Santo, la haces
crecer y dilatarse como templo nuevo y grandioso.
Como un día elegiste a los levitas para servir en el primitivo
tabernáculo, así ahora has establecido tres órdenes de ministros
encargados de tu servicio.
Así también, en los comienzos de la Iglesia, los apóstoles de tu
Hijo, movidos por el Espíritu Santo, eligieron, como auxiliares
suyos en el ministerio cotidiano, a siete varones acreditados
ante el pueblo, a quienes, orando e imponiéndoles las manos,
les confiaron el cuidado de los pobres, a fin de poder ellos
entregarse con mayor empeño a la oración y a la predicación
de la palabra.
Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio a este tu siervo, a
quien consagramos humildemente para el orden del diaconado
y el servicio de tu altar.
ENVÍA SOBRE ÉL, SEÑOR, EL ESPÍRITU SANTO, PARA
QUE, FORTALECIDO CON TU GRACIA DE LOS SIETE
DONES, DESEMPEÑE CON FIDELIDAD EL MINISTERIO.
Que resplandezca en él un estilo de vida evangélica, un amor
sincero, solicitud por pobres y enfermos, una autoridad
discreta, una pureza sin tacha y una observancia de sus
obligaciones espirituales.
Que tus mandamientos, Señor, se vean reflejados en sus
costumbres, y que el ejemplo de su vida suscite la imitación del
pueblo santo; que, manifestando el testimonio de su buena
conciencia, persevere firme y constante con Cristo, de forma
que, imitando en la tierra a tu Hijo, que no vino a ser servido
sino a servir, merezca reinar con él en el cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
La asamblea:
Amén.
IMPOSICIÓN DE LOS ORNAMENTOS DIACONALES
Terminada la plegaria de la ordenación, todos se sientan. El recién ordenado se
reviste con los ornamentos diaconales: la estola y la dalmática, signos visibles del
carácter de su ministerio. La estola apoyada sobre el hombro indica que el diácono
recibe una nueva túnica de inmortalidad, el vestido del hombre nuevo que san Pablo
describe en sus cartas, y al mismo tiempo recuerda la toalla con la cual se ciñó Cristo
para lavar los pies de sus discípulos durante la última cena descrita por el
evangelista Juan. La dalmática, a su vez, que en el antiguo Imperio Romano servía
para distinguir a los funcionarios reales que llevaban los mensajes del emperador a
las provincias lejanas, simboliza hoy el servicio que los ministros deben prestar
como heraldos de la Palabra de Dios anunciando su Evangelio a todos los hombres.
ENTREGA DEL LIBRO DE LOS EVANGELIOS
El ordenado recibe de manos del celebrante el libro de los Evangelios. Con este gesto
litúrgico se simboliza la estrecha y vital relación del diácono con la Palabra de Dios:
entre los diversos servicios que prestará a la Iglesia, se pone en primerísimo lugar el
anuncio del Evangelio y un particular compromiso en la obra de la evangelización
y de catequesis, que tienen en el diácono un especial animador. El ordenado, ya con
sus vestiduras diaconales, se acerca al Obispo y se arrodilla ante él. El Obispo
entrega al ordenado el libro de los Evangelios, diciendo:
El celebrante:
Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido
constituido mensajero; esmérate en creerlo que lees, enseñar lo
que crees, y vivir lo que enseñas.
ABRAZO DE PAZ
El rito de la ordenación diaconal concluye con el abrazo y el beso de paz que el
celebrante da al nuevo diácono, como signo de la caridad de Cristo y de la comunión
fraterna que reina dentro del Pueblo de Dios.
Después de haber entregado el libro del Evangelio, el celebrante intercambia con el
diácono el abrazo y el beso de la paz, diciendo:
La paz sea contigo.
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Prosigue la Misa como de costumbre. Se omite la oración universal.
LITURGIA EUCARÍSTICA
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Algunos familiares del ordenado presentarán al celebrante el pan y el vino ante el
altar, gesto que simboliza la oferta del propio hijo a Dios y a la Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
El celebrante:
Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
La asamblea:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza
y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa
Iglesia.
El celebrante:
Padre Santo, ya que tu Hijo quiso lavar los pies de los
discípulos para darnos ejemplo, recibe los dones que te
presentamos, y haz que, al ofrecernos a ti como oblación
espiritual, quedemos llenos del espíritu de humildad y de celo
en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La asamblea: Amén.
PLEGARIA EUCARÍSTICA
Prefacio I de la misa de ordenación diaconal:
Cristo, fuente de todo ministerio en la Iglesia.
V/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
V/. Levantemos el corazón
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre
Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Ya que por la unción del Espíritu Santo constituiste a tu
Hijo unigénito Pontífice de la alianza nueva y eterna, y en tu
designio salvífico, has querido que haya en tu Iglesia
abundancia de ministerios.
En efecto, Cristo no sólo confiere la dignidad del
sacerdocio real a todo el pueblo santo, sino que, con especial
predilección elige a algunos de entre los hermanos, y mediante
la imposición de las manos, los hace partícipes de su ministerio
de salvación, a fin de que fomenten la caridad en tu pueblo
santo, lo alimenten con la palabra, lo fortifiquen con los
sacramentos y, consagrando su vida a ti y a la salvación de sus
hermanos, se esfuercen por reproducir en sí mismos la imagen
de Cristo y te den un constante testimonio de fidelidad y de
amor.
Por eso, Señor, con todos los ángeles y santos, te alabamos,
cantando llenos de alegría:
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
El celebrante:
Concede, Señor, a tus siervos, alimentados con esta
Eucaristía, procurar tu gloria y la salvación de tus hijos, siendo
siempre fieles ministros del Evangelio, de los sacramentos y de
la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La asamblea: Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
El celebrante, con las manos extendidas sobre el ordenado y sobre el pueblo,
pronuncia la bendición.
V/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
V/. Que Dios, que los ha llamado al servicio de los hombres en
su Iglesia, les conceda un gran celo apostólico hacia todos,
especialmente hacia los pobres y afligidos.
R/. Amén.
V/. Que
Él, que les ha confiado la misión de predicar el
Evangelio y de servir al altar y a los hombres, los haga en el
mundo ardientes testigos suyos y ministros de la caridad.
R/. Amén.
V/. Que Él, que los hizo dispensadores de sus sacramentos, les
conceda ser imitadores de su Hijo Jesucristo, para ser en el
mundo ministros de la unidad y de la paz.
R/. Amén.
V/. Y a todos ustedes, que están aquí presentes, los bendiga
Dios todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santo.
R/. Amén.
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