Subido por charlyfuentes

¿Por qué soy maestro'

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¿Por qué soy maestro?
Mtro. Carlos Fuentes Bagaría
[email protected]
“Sólo es grande un trabajo cuando germina en
Lo más íntimo de la persona, cuando la vida se
Convierte en un escenario donde el hombre
Encuentra su vocación, y con ella una razón para
Estar en el mundo”
“La vocación es esa dirección del alma que sujetándola
A una disciplina la abre para todos los caminos”
Pensar en mi quehacer cotidiano como maestro, es tener que remontarme a mi etapa familiar y escolar,
puesto que muchos de los valores, actitudes, formas de pensar han sido incorporadas en mí, a través de la
familia y el aparato ideológico del estado; y esto lo creo, porque al pensar en mi desarrollo personal y
profesional, me di cuenta
de que nunca había considerado ser maestro, y obviamente tampoco había
considerado el gran compromiso que era enseñar a jóvenes, algo que aunque pudiera parecer raro, nunca me
había cuestionado cómo se hacía, además de considerarlo un gran reto. Fue así que inicié dando clases en Abril
del año 1989 en la Escuela nacional de Antropología e Historia, cursos optativos para la Licenciatura de
Arqueología y adquiriendo compromisos político-sociales que desconocía, con muchas carencias y deficiencias,
tanto en los aspectos relativos a los objetivos de la Educación, como en cuanto al aspecto didáctico y a mi
propio quehacer cotidiano; por lo cual me convertí, ahora lo sé, en uno más de los repetidores de ideología
favorecedora de los intereses de la clase hegemónica, que habrían logrado adoctrinar y enajenar a grandes
ejércitos de jóvenes, y lo que es peor, sin saberlo. Esto implicó que tuvieran que pasar algunos años como
docente (5 ó 6 años), para cuestionarme sobre los objetivos de mi labor y la mejor forma de lograrlos, pues
aunque no tenía en mi mente la idea de ser maestro, al momento de descubrir esta labor, vi en ella mi vocación
y la abracé con gusto y con fervor, y aquí vienen a mi mente unas palabras de H. Hesse en DEMIAN que
representan muy claramente lo que me sucedió en ese momento “Yo tan sólo quería convertir en vida aquello
que brotaba espontáneamente de mí, porque había de serme tan difícil”…
Posteriormente el tiempo y con él la experiencia empezaron a mostrarme el largo y sinuoso camino y
con él los conflictos en el diario acontecer me permitieron irme dando cuenta de mis carencias como profesor,
de mi falta de motivación, de mi deficiente formación como docente, del impacto de las condiciones
económicas, políticas, sociales, personales, etc., lo cual generaba en mí, una especie de marasmo que no me
permitió durante un largo tiempo el vigorizar o revitalizar la educación, adaptándola a nuestra realidad social,
sino que vendía una visión del mundo, una representación de la realidad, que no me correspondía, sino a la
clase dominante, pero en la que participaba y en la cual contribuía a su difusión, y con ello, a su consolidación.
Y aunque esto generalmente es así, para la mayoría de los profesores, también la actividad docente
puede permitir, como en mi caso personal, tener contacto con profesores conscientes de su labor, además de
lecturas de filósofos y educadores comprometidos, que con su ejemplo, me dieron la oportunidad de cambiar
mi actitud frente al trabajo y frente a la vida. Es por eso que hoy en día, puedo agradecer a mi profesión que
mi visión de la vida ha cambiado, aunque sea poco a poco, pero ello me ha permitido observar el cambio de
actitud de los jóvenes ante la vida, cuando el maestro también cambia su actitud hacia ellos, del profesor
coercitivo y figura de autoridad, al maestro comprometido con su realidad político-social, que busca la
educación que libere y no aliene a la juventud, a la que supuestamente estamos educando? Esta juventud que
ha perdido, aunque no sé en realidad si alguna vez tuvieron, esa capacidad de asombro de la niñez, con nuestra
rutina, nuestra monotonía, nuestra falta de creatividad para con ellos.
Y es que esa oportunidad que tenemos como profesores de tener jóvenes, a los cuales vamos a
“socializar” y por ende a “politizar”, es un arma de dos filos; por un lado nos puede permitir preparar jóvenes
participativos, solidarios, positivos, reflexivos, críticos y por otro lado, alumnos pasivos, apáticos,
memorizadores de hechos. Todo depende de la ideología que nosotros transmitamos y que está oculta en
nuestras más íntimas vivencias. Lamentablemente un gran porcentaje de nosotros, los educadores, profesamos
una ideología que sólo ha permitido convertir a los alumnos y posteriormente a los maestros, en mercenarios de
la educación, lo cual no ha permitido la consecución de métodos de enseñanza más acordes a nuestra realidad
social, o planes de estudio y metodologías que promuevan una actitud más crítica y reflexiva, así como un
cambio de actitud ante la vida. Por ello un espacio donde construir conocimiento es tan importante, pues ese
conocimiento lo podemos usar para educar personas que porten como estandarte educativo, la visión de
contribuir a una mayor justicia social, así como una concientización de nuestra función sociopolítica y de
nuestra realidad social.
Quisiera hacer también énfasis en un aspecto muy importante, que ha cooperado también para la
visión actual tan desvirtuada de la educación, que es el hecho de que un gran porcentaje de profesores, entre
los que me incluyo, somos maestros que no hemos recibido ningún tipo de curso de psicología, pedagogía o
didáctica, etc., al menos en el principio de nuestro quehacer docente, sino que hemos terminado una carrera y
nos hemos habilitado como profesores, sin saber si tenemos o no, tanto el perfil como la vocación, y eso crea
condiciones propicias para que el profesor siga siendo repetidor de ideología y prepare alumnos también
repetidores de ideología, creando un círculo vicioso, lo que no permite el desarrollo de la verdadera vocación de
los alumnos, ya que el maestro que no está consciente de su posición político-social, tampoco puede politizar a
los alumnos, salvo que sea dentro de la ideología de la clase dominante, lo cual implica alienarlos o enajenarlos,
pero nunca educarlos para la libertad (P.Freire).
Quisiera mencionar un aspecto que se ha trabajado poco con los futuros docentes, el hecho de que el
profesor debe ser obligatoriamente, profesor-investigador, para subsanar esa deficiencia del profesor
eminentemente teórico, pero que no ha estado incorporado a un proyecto de investigación, y por ello, le cuesta
mucho trabajo poder ejemplificarles a los alumnos, las aplicaciones prácticas de los conceptos vertidos en
clase; ello debería servir para realizar un proyecto en donde el alumno que esté interesado en incorporarse al
magisterio, debería llevar un curso donde recibiera, al menos a grandes rasgos, las herramientas básicas para
su labor docente, así como enseñarles a realizar proyectos de investigación en el desarrollo de su carrera o de
su especialización como profesores, para lograr que el maestro tenga esa formación teórico-práctica, que le
permita poder vincular aspectos teóricos vistos en clase, con la realidad cotidiana, lo que haría que esos
conocimientos se fijaran mejor y no sólo se memorizaran, lo que sucede comúnmente con conceptos teóricos o
abstractos, lo cual no ayuda a su comprensión, ni a su aplicación, sino solo a su olvido y descontextualización.
De la misma forma que he criticado algunas actitudes que he tenido como maestro, y creo compartir
con otros maestros, hay que reconocer que el docente puede cambiar, modificar su conducta y sus actitudes,
hacia los objetivos ideales de la educación, pero tiene nuevamente que salvar otro escollo, la familia, ya que en
ella nosotros, primeramente hijos que docentes, hemos nacido y asimilado nuestra cultura y dentro de ella una
ideología, que bebimos y comimos; la del padre autoritario y la madre abnegada, la del maniqueísmo, la
nacionalista, en fin la de mariachi y canciones…, pero que es poco práctica, apática, coercitiva, poco
propiciadora de reflexión. Con esto a cuestas volvemos la vista y encontramos un sistema socioeconómico
injusto, mercantilista, subyugador, opresor, xenofóbico, ante la clase social más numerosa, la de los pobres;
que mientras no cambie, hará infructuosos los cambios, si es que los hay, de la familia y del Sistema Educativo.
Es quizá como dice Villoro, el fin de una época, el cataclismo de paradigmas que no han resistido el paso del
tiempo; es quizá el nacer de un nuevo hombre, de una nueva época, donde la visión de este hombre acerca de la
naturaleza cambie, y con ella la visión de él mismo inmerso en esa naturaleza, dentro de este planeta perdido
dentro de una galaxia en el universo infinito. Porque el hombre debe tener, por su sola condición de pensar y
de amar, un fin diferente, que implique un futuro también diferente, ese que tal vez todos deseamos, de paz, de
justicia, igualdad, honestidad, amor, etc., pero al que quizá no estamos preparados para recibir, aunque
pensemos que con cada nuevo renacimiento, nos acerquemos más; y que este nuevo hombre de esta época
moderna, muere peleando como un gallardo caballero, ante la impetuosidad de la Posmodernidad, esa señora
que ha movido estructuras, que ha derrotado ídolos, es por eso que tal vez todo está en crisis, y dentro de ese
todo, nuestro aparato educativo, al que nosotros los educadores le damos el papel principal como
transformador social, y del cual esperamos se transforme para dar a luz al nuevo hombre, al hombre de la
nueva época…
“A nadie hubiera podido comunicarle
Una sola palabra acerca de mis sueños ni de
Mis esperanzas ni de mi metamorfosis interior
Aunque hubiera deseado
Más…¿Cómo hubiera podido desearlo…?
H. Hesse
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