Subido por Victor Manuel Vázquez Díaz.

poemas del renacimiento

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Ojos tristes (Francesco Petrarca 1304-1374)
Ojos tristes, en tanto que yo os lleve
al rostro de quien muerte os da y tormentos
os ruego estéis atentos
que en mal mío os desafía Amor aleve.
La muerte es sólo quien mi pensamiento
cerrar puede el camino que lo adiestra
al dulce puerto que sus males sana;
se oculta en cambio a vos la lumbre vuestra
con más pequeño y pobre impedimento,
pues sois hechos de esencia más liviana.
Y por ello, pues ya se halla cercana,
antes que del llanto halléis la hora
tomad al fin ahora
a tan largo martirio alivio breve.
La existencia en sí misma tiene múltiples episodios de angustia que ponen
en crisis al ser humano, haciendo que crea que la muerte es el único
remedio frente a los tormentos. Estas ideas exaltadas son propias de la
poesía que trata de aprisionar el dolor para hacerlo plausible.
2. Soneto para Helena (Pierre de Ronsard 1524-1585)
Vencida por los años, en la dulce tibieza
del hogar y la luz albos copos hilando,
dirás embelesada mis versos recordando:
Ronsard cantó los días de mi feliz belleza.
Ya no habrá quién recoja de tu voz la tristeza,
ni esclava soñolienta que el percibir el blando
rumor en que me nombras, dichosa despertando
con férvida loanza bendiga tu realeza.
Mi cuerpo bajo tierra, tan sólo ya mi alma
Yagará de tus mirtos umbrosos en la calma,
mientras tú, cerca al fuego, te acoges aterida.
Y has de llorar entonces esa altivez insana…
No te niegues, escúchame, no esperes a mañana:
cíñete desde ahora las rosas de la vida.
3. Al salir de la cárcel (Fray Luis de León 1527-1591)
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa,
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.
A veces la soledad parecer ser el único recurso para escapar a la fricción
constante producto de las relaciones humanas. El ermitaño es aquel que
prefiere observar la vida desde las cumbres de su propia alma.
4. Llama de amor viva (San Juan de la Cruz 1542-1591)
¡O llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
¡O cauterio süave!
¡O regalada llaga!
¡O mano blanda! ¡O toque delicado
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.
¡O lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
color y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras.
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