BALANCE DE LA IIª REPÚBLICA Con este documento pretendemos hacer una reflexión acerca de los factores que contribuyeron a la crisis del sistema republicano y a su trágico final. Las causas de este fracaso son complejas y controvertidas. En cualquier caso, conviene no olvidar que el factor más decisivo y determinante fue el golpe de estado protagonizado por algunos sectores del ejército con apoyo de buena parte de una derecha radicalizada. Algunos factores responden a una coyuntura internacional desfavorable, caracterizada por la crisis política y económica: a) La crisis económica de los años 30 que se dejó notar en España – aunque no con mayor virulencia que en otros países- a partir de 1933 sobre todo. El paro se multiplicó contribuyendo a agudizar los enfrentamientos sociales. El Estado tuvo que ajustar sus presupuestos en un momento en el que el ambicioso programa reformista de la burguesía republicana, aliada con los socialistas, exigía cuantiosos gastos. Las dificultades financieras impidieron aplicar con rapidez y eficiencia medidas reformistas mientras se acrecentaba la impaciencia de obreros y jornaleros que habían depositado tantas esperanzas en la República. b) La crisis del modelo liberal que parecía agotado, incapaz de responder a los nuevos retos que las transformaciones sociales y económicas le exigían. En este contexto, fascismo y comunismo se mostraban como alternativas modernas, capaces de resolver los conflictos sociales. Fue, precisamente, el miedo de la burguesía y de las clases conservadoras tradicionales a la revolución proletaria lo que entregó el poder al fascismo o a distintos modelos de regímenes autoritarios en muchos países de Europa. Se trataba, sobre todo, de países en los que, como en España, predominaba todavía la población y las formas socioeconómicas y culturales del mundo agrario, con un amplio campesinado en buena parte sometido a los terratenientes (sobre todo en el sur); países en los que el desarrollo de un movimiento obrero moderno estaba todavía en fase de conformación y con unas pequeñas burguesías débiles en busca de su propio proyecto histórico (estados del sur de Europa y algunos del este, como Polonia, Hungría o Rumanía). Pero más decisivos fueron los factores de orden interno: 1. El excesivamente ambicioso proyecto de la burguesía republicana, que pretendía llevar a cabo una auténtica “revolución” de las estructuras socioeconómicas, políticas y culturales de España. La precipitación con la que se quisieron resolver los problemas que España había acumulado durante décadas, la incapacidad para encontrar los ritmos adecuados para la aplicación de las reformas y para buscar consensos (tómese como ejemplo la Constitución de 1931), así como las torpezas y errores de unos proyectos reformistas que se aplicaron con excesiva lentitud, restaron apoyos sociales a la República y alimentaron, por una parte, el odio de los católicos (ofendidos por la falta de reacción ante los ataques a la Iglesia y las medidas secularizadoras) y, por otra, la alternativa insurreccional de la izquierda. 2. La estrecha base social del republicanismo. Recuérdese que en las elecciones municipales de abril de 1931 la victoria (por lo que al número total de concejales se refiere) fue monárquica, y que la abstención fue relativamente elevada. Pronto los monárquicos optaron por la conspiración contra la República (Sanjurjo en agosto de 1931). Además, los políticos de actitudes más moderadas, tanto de la izquierda como de la derecha, se vieron pronto superados por los más radicalizados que pretendían acabar con la República (es el caso, por ejemplo, de un Indalecio Prieto frente a Largo Caballero en el PSOE, de Ángel Pestaña en la CNT frente a los líderes de la FAI, o de la deriva autoritaria y corporativa del líder de los católicos Gil Robles). 3. La ruptura del acuerdo entre los firmantes del Pacto de San Sebastián entre 1931 y 1933: a. Dimisión de Alcalá-Zamora como jefe del gobierno provisional, en desacuerdo con las medidas secularizadoras previstas en la constitución, en octubre de 1931. b. Falta de lealtad de ERC, que se lanzó por la vía autonomista aún antes de convocarse las elecciones a cortes constituyentes (proclamación de la República Catalana) y, posteriormente, cuando proclaman el Estado Catalán en octubre de 1934. c. Escisión y radicalización del PSOE (con la UGT igualmente dominada por los largocaballeristas que, desde octubre de 1934, apostaron claramente por la revolución proletaria contra la República) ante la lentitud de las reformas, la represión (Casas Viejas,..) y la presión revolucionaria de la CNT (dominada por la FAI). Con su radicalización el PSOE perdió la oportunidad de actuar como puente entre el republicanismo y un sector importante del movimiento obrero. Desde 1934, tras el triunfo electoral de las derechas y el acceso de hombres de la CEDA al gobierno, la UGT adoptó una estrategia insurreccional, de ruptura del orden republicano (revolución de Asturias). Tras la victoria del Frente Popular los socialistas no quisieron comprometerse en las tareas de gobierno y prefirieron actuar desde la calle, sometiendo al gobierno a la presión revolucionaria de obreros y jornaleros. 4. La actitud de una buena parte de la derecha que se opuso obstinadamente a todo intento de reforma y que, en algunos casos, fue incapaz de ver más allá de sus propios intereses de clase. Los monárquicos alfonsinos, como los carlistas, optaron muy pronto por la conspiración antirrepublicana. Los católicos, ofendidos por los ataques a la Iglesia, tras la revolución de Asturias identificaron República con caos social y sintieron la amenaza de la revolución. Los monárquicos desafiaban abiertamente el orden constitucional y esperaban la intervención del ejército (Bloque Nacional de Calvo Sotelo). Nacen partidos de corte fascista (JONS y Falange Española, que acabaron formando un único partido). Desde las elecciones de febrero de 1936 estos partidos vieron aumentar su afiliación, con frecuencia con jóvenes procedentes de las, cada vez más radicalizadas, juventudes de la CEDA. Y es que la CEDA, el partido de Gil Robles estaba experimentando un proceso de fascistización (el propio Ramiro Ledesma Ramos –fundador de las JONS, el primer partido fascista español- atribuía en 1935 el fracaso de los partidos fascistas al proceso de fascistización de la CEDA). Así que no es de extrañar que, tras las elecciones de febrero de 1936, buena parte de la militancia de la CEDA se pasara a las filas de Falange; no en vano, si había que coger las pistolas era mejor hacerlo al lado de aquéllos que las empleaban abiertamente, sin escrúpulo alguno. El propio Gil Robles, desengañado por no haber alcanzado el gobierno, pulsó la opinión de algunos generales (entre ellos Franco) y les pidió que anularan las elecciones e impusieran una solución de fuerza. No pretendemos agotar un tema tan amplio y abierto, sino simplemente invitar a la reflexión sobre algunas cuestiones. Esta reflexión nos servirá para concluir el tema de la República e introducir el de la Guerra Civil.