Slim catastrofista Álvaro Bracamonte Sierra* La crisis económica y la coyuntura electoral tienen tensos a casi todos, como se comprueba al magnificarse cualquier declaración así sea ésta de poca trascendencia. Ahí tenemos el escándalo armado en torno a lo dicho por Carlos Slim en un foro organizado por legisladores federales. Palabras más palabras menos, el dueño de Telmex sostuvo que se aproxima una catástrofe en materia de inversiones y desempleo; recomendó prepararse para enfrentar esa complicada contingencia para luego no andar llorando. Apenas había terminado de decirlo cuando ya circulaban en los medios las más inesperadas y duras respuestas de voceros autorizados del gobierno calderonista. ¿Por qué tanta desmesura en la reacción? A mi juicio, hay distintos factores que permiten explicar dicha conducta. Uno de ellos tiene que ver con el momento en el que Slim expuso su postura: apenas unos días antes, en el marco de las conmemoraciones de la Constitución, Calderón se había lanzado contra los catastrofistas que sólo ven el vaso medio vacío; cuando asumen esas posiciones, criticó, desalientan la inversión y la generación de empleos. Habían pasado un par de días, cuando se dieron las declaraciones del hombre más rico de México. Por lo mismo, ésas se tomaron como una especie de desautorización al inquilino de Los Pinos. De haberlo dicho cualquier otro personaje, así fuera el político más estimado, no hubiera pasado nada; sencillamente se hubiera considerado una natural desavenencia a las posturas oficiales. Las declaraciones de Slim también fueron magnificadas en parte porque, en efecto, la economía nacional atraviesa un momento sumamente delicado. El magnate no dijo nada que un especialista más o menos informado no sepa. Pero lo dijo un empresario cuyas inversiones representan alrededor del 10 por ciento del PIB nacional. Lo planteó justo en medio de múltiples esfuerzos oficiales por transmitir certeza de que hay capacidad para sobrellevar la recesión sin daños irreversibles. Habría que señalar que es el gobierno quien tiene la responsabilidad no sólo de mantener el optimismo sino de elevar las expectativas en torno al desempeño futuro de la economía. Las medidas de política económica recientemente tomadas tenían el propósito de afianzar la confianza de la población, sobre todo de la iniciativa privada. En ese contexto, las declaraciones de Slim son vistas como un deslinde y por ello la exagerada reacción del oficialismo; supongo que esperaban reacciones con muchas dudas y matices hacia la estrategia anticrisis, pero no del empresario más influyente del país. Se entienden entonces las airadas réplicas y contra réplicas de algunos funcionarios y del propio Felipe Calderón. Hay otro elemento importante: pese a que las autoridades se afanan en relativizar la gravedad de la crisis, cada día se apilan nuevos informes y noticias que dibujan un escenario desalentador y ominoso. Empresas que cierran, cancelaciones de inversiones ya aprobadas, miles de desempleados y el ánimo a la baja, son piezas de un rompecabezas realmente pesimista. Éstos son hechos y no exageraciones. Negar la gravedad del crack o inhibir las voces que disienten no es la mejor forma de resolver los problemas económicos; para enfrentar con éxito los estragos de la recesión hay que aceptar su profundidad y desarrollar programas y acciones que correspondan a la magnitud de los desafíos por venir. Lo otro, es actuar con irresponsabilidad en un momento donde se requiere el mayor profesionalismo y capacidad técnica. Catástrofes sonorenses Al compás de lo que ocurre a escala nacional, se advierten en Sonora signos de descomposición que si no se atajan con prontitud serán motivo de vergonzosos lamentos. Ahí está la dramática precariedad que padece gran parte de la población de Cananea quienes no cuentan con atención médica, sufren de abasto insuficiente de agua y el trabajo escasea como es comprensible dada la larga huelga que mantiene el sindicato minero. También preocupa Puerto Peñasco que no recupera el dinamismo de años anteriores; una catástrofe económica y eventualmente social está latente en ese destino turístico ¿Quién es el responsable de lo que ahí sucede? Podría decirse que nadie y quizá la respuesta sería correcta; sin embargo, hay responsables y entre ellos destacan los desarrolladores que, empujados por una irrefrenable avaricia, hicieron de un pueblo pesquero un emporio turístico en un tiempo récord, sin tomar las mínimas precauciones. Catástrofes similares se advierten en otros ámbitos de la vida local. Ahí están los pescadores y agricultores que batallan con los costos de producción, los prestadores de servicios ven que sus ventas no alcanzan para pagar la nómina y empiezan a recortar la plantilla. Son problemas que si no se atienden con prontitud pueden acabar en verdaderas calamidades que espesen más el difícil entorno sociopolítico que vive la entidad. *Profesor-investigador del Centro de Estudios de América del Norte de El Colegio de Sonora, [email protected]