Propuesta de Programa para el Congreso Extraordinario Diciembre 2009 Unión Nacional de los Trabajadores (UNETE) I.- Las tareas de la clase obrera y la Transición al Socialismo Este Congreso Extraordinario y de Refundación de la Unión Nacional de Trabajadores UNETE del que participamos las diversas corrientes sindicales, sindicatos y federaciones independientes se realiza en un momento crucial para nuestro país y para el conjunto de Nuestra América. Igualmente atravesamos una situación internacional sumamente crítica. La crisis del capitalismo mundial que se está haciendo sentir duramente en Estados Unidos y en Europa tuvo una primera expresión en la actual fase, en la crisis económica mundial que se inició a principios de 2007 como una crisis de las hipotecas basura y se extiende como un cáncer que ya ha tomado el corazón del sistema financiero internacional. Crisis que según todos los analistas, no ha llegado a su punto máximo. Los más serios entre ellos sostienen que este es un síntoma descarnado del agotamiento del sistema capitalista imperialista dominante. La carga de miseria la hemos estado pagando inmensos sectores de los pueblos pobres del mundo y en especial la clase obrera de los países centrales. Para finales de este año 2009 la desocupación en Estados Unidos ha sobrepasado el 9%, una cifra histórica. Al mismo tiempo la crisis amenaza con recorrer los caminos de las anteriores. Es decir, buscar salidas guerreristas para mantener la dominación del capital. Ese es el sentido que tienen tanto la instalación de la Bases yanquis en Colombia como el golpe en Honduras, entre otras muchas atrocidades y genocidios que están ocurriendo en la actualidad y que se han incrementado inclusive desde la asunción de Obama. Los trabajadores somos protagonistas de un momento histórico. Una nueva oportunidad para comenzar a construir un mundo verdaderamente libre, sin oprimidos ni explotados. Pero si somos derrotados se abrirá con una fuerza nunca vista antes el camino a la barbarie capitalista. El futuro que enfrentamos es alternativo: socialismo o barbarie, pero no solamente como perspectiva histórica sino como situación inminente, pues la resolución de esta alternativa está planteada para nuestra generación y la próxima. Por esto las actuales batallas contra el fascismo en Honduras, contra la construcción de un nuevo enclave como Israel pero ahora en Nuestra América, que se pretende concretar con la absorción de Colombia como simple colonia estadounidense y la conspiración contra nuestro país, son esenciales. En este marco la clase obrera, sus dirigentes y organizaciones tienen un papel fundamental y de enorme responsabilidad. Si seguimos aceptando la dispersión actual de nuestras fuerzas, si no somos capaces de avanzar en caminos unitarios para la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, si no somos capaces de revertir la atomización actual de nuestro movimiento obrero, no solo estarán perdidas por anticipados nuestras luchas contra el imperialismo y el capitalismo, sino que nuestro propio proceso revolucionario puede ser aplastado por las clases dominantes y todos sus agentes. El programa de la clase obrera y por lo tanto de la que pretende ser su confederación mayoritaria no pude ser sólo un programa simplemente reivindicativista sino además debe ser un programa de transición hacia la conquista del poder obrero y popular en la sociedad. II.- El programa y su marco histórico No son las mismas las consignas o puntos programáticos que se deben proponer para una época en la que se pueden obtener conquistas por medio de reformas, que las tareas y consignas para una época como la nuestra, de guerras, crisis y revoluciones. El imperialismo al entrar en su estado senil, se ha vuelto más agresivo y voraz que nunca. No solo tiende a aumentar la explotación de forma brutal alcanzando en algunos lugares del planeta niveles de semiesclavitud y de opresión insoportables, sino que empieza a generar una tendencia aguda a la destrucción del propio planeta. Entonces, es necesario ubicar las tareas que tenemos planteadas, el programa que debemos levantar y por el cual luchar. Estas deben ser flexibles y sometidas a cambios de acuerdo a cada coyuntura y a cada periodo histórico. Sin embargo, tienen un encadenamiento; tareas mínimas y otras más estratégicas se entrelazan y es necesario que se luche por ellas simultáneamente. Esto ocurre mucho más en Venezuela, donde estamos atravesando un proceso revolucionario. Una central obrera no tiene solo la función de apoyar las luchas de los trabajadores y reclamar por reivindicaciones mínimas como el empleo o el salario. Tiene además la obligación de diseñar en su programa una manera de ver el mundo, de proponer un nuevo modelo alternativo al capitalismo dominante incluso aún hoy en nuestro país. Por eso el programa de la Unión Nacional de Trabajadores UNETE debe ser un programa transicional que contemple desde las consignas y reivindicaciones mínimas hasta las más de fondo. Como por ejemplo, cuál debería ser y cómo funcionar un Estado de los Trabajadores y el Pueblo que suplante al actual Estado Burgués. Cómo imponer una democracia socialista y de los trabajadores contra la supervivencia de la actual democracia representativa heredada de la IV República, capitalista, clientelar y burocrática. III.- La caracterización del proceso y las tareas de transición El proceso de la Revolución Bolivariana ha contado con la clase obrera en momentos críticos como un actor fundamental para su defensa e impulso. A pesar de que existen algunos sectores que sostienen que en nuestro país “no hay masa crítica obrera suficiente para impulsar la transición al socialismo”, nos atrevemos a afirmar que junto con el movimiento popular fue la clase obrera quién asumió la defensa del proceso e hizo retornar al presidente Chávez en las jornadas de Abril 2002. Fueron la clase obrera y los sectores populares los que enfrentaron exitosamente el paro sabotaje petrolero de 2002 – 2003. Durante el 2008 la lucha de los sidoristas y la nacionalización de SIDOR han provocado un nuevo impulso a la actividad y movilización de los trabajadores como clase. El papel de la clase obrera como motor de la revolución también lo están demostrando hoy con sus luchas los trabajadores del sector eléctrico, que no solo levantan justas reivindicaciones laborales sino que tienen propuestas para atacar de fondo y resolver la grave crisis energética que cruza la revolución. Pero, ¿cómo definir a nuestra Revolución? La Revolución Bolivariana combina tres revoluciones simultáneas. Es una revolución democrática, es antiimperialista y es, desde el punto de vista objetivo, una revolución socialista. Estando, como estamos, aún bajo el dominio de un Estado Burgués, aunque ciertamente es un Estado Burgués anormal, feudalizado y en crisis, con fuertes elementos de Capitalismo de Estado, una parte de los avances democráticos y antiimperialistas de la revolución se han venido llevando adelante con la aplicación de medidas de gobierno, es decir de manera conciente, pero también, en muchos casos estas medidas habrían sido imposibles sin el empuje de las masas populares movilizadas. Por eso muchas de estas conquistas han quedado en el frío texto escrito en papeles sin vida. En cuanto a las tareas democráticas, deben tomarse en cuenta los avances de la constitución del ’99, tanto en los derechos civiles como políticos de los ciudadanos, como en derechos sociales, que es el caso de las tierras improductivas y la definición de propiedad social e incluso algunas de las nacionalizaciones de empresas básicas. Pero es un hecho que muchos derechos civiles están hoy pendientes de reconocimiento y aplicación. El derecho de la mujer de decidir sobre su propio cuerpo sigue penalizado o la discriminación de género se sigue aplicando descaradamente aunque haya leyes que lo limiten o traten de impedirlo. Muchos otros como la diversidad de la orientación sexual son simplemente satanizados. A veces, lamentablemente se llega a cuestionar derechos elementales en todo proceso revolucionario como el derecho a la crítica de las acciones de gobierno que los trabajadores o los sectores populares consideramos incorrectas. Nuestra revolución es antiimperialista en la medida en que conquista y defiende espacios de soberanía política y económica del país, así como en el terreno de la solidaridad internacional activa y la apertura de caminos hacia la integración suramericana. Sin embargo el mecanismo del aumento del endeudamiento del Estado, los acuerdos con transnacionales que responden a las políticas y los gobiernos de los países imperialistas, siguen relativizando nuestra independencia en la medida en que no luchemos consecuentemente contra ella. La revolución es objetivamente socialista, porque la dinámica interna de la misma, es una dinámica que apunta o enseña elementos de ruptura con el capitalismo y hacia la transformación de las relaciones de producción. No obstante, esta última no es conciente, es decir, no existe un plan global que esté direccionado a la destrucción de las estructuras del viejo Estado Burgués y su reemplazo por nuevas instituciones obreras y populares revolucionarias y democráticas. Afirmamos esto sin menospreciar las experiencias a nivel de comunidades, las experiencias de poder popular, de democracia participativa y los avances en la reforma en sectores de las fuerzas armadas. Pero, no hay un plan central que impulse un cambio radical de las relaciones de producción. Y, porque a pesar de ser antiimperialista y tener un sentido latinoamericanista solidario claro, no hay una línea de acción contundente de extensión de la revolución a todo nuestro continente, por cuanto se privilegia la relación con los gobiernos burgueses por encima de la relación con los grandes movimientos populares. Esto sucede porque todavía no hemos llegado a la consolidación de un partido revolucionario, que supere las debilidades ideológicas y que concientemente impulse las tareas socialistas a nivel nacional e internacional. Es una de las necesidades de las propuestas programáticas que aquí debatamos, que se tenga en cuenta esta realidad para intentar transformarla. Tampoco la clase obrera ha logrado una poderosa organización gremial, una central unida, clasista, democrática y revolucionaria, que luche unificadamente contra los enemigos del proceso. He allí, ese debe ser uno de los claros objetivos de este Congreso. Por supuesto, esto hace que recibiremos respuestas y seremos flancos de nuestros tradicionales enemigos como lo son el imperialismo y la oligarquía pero también nos atacarán los enemigos internos, la burocracia y tecnocracia que medran de sus puestos de gobierno que tanto daño le hacen al proceso revolucionario. De ella esperemos descalificaciones y golpes bajos. De conjunto, tomado como un todo, en este proceso transicional, la lucha de clases no cederá, sino que se agudizará y se desarrollará, tanto contra la oligarquía piti yanqui como contra los que dentro del proceso expresan a un sector conservador, corrupto y burocrático que busca y en muchos casos obtiene y defiende privilegios insultantes para el pueblo trabajador. Todas las revoluciones que han sido, tienen en su interior su propio sector termidoriano (termino utilizado por primera vez en la revolución francesa de 1789), es decir contrarrevolucionario. La nuestra también lo tiene. Y no solo lo tiene sino que es el principal obstáculo para el desarrollo de la transición al socialismo y del empoderamiento de la clase obrera venezolana. En los últimos meses hemos observado como problemas para los que los trabajadores tienen y venían planteando soluciones como la crisis eléctrica, las de la empresas básicas de Guayana, la de salud y educación no fueron escuchadas por esa tecnoburocracia y no solo la de las empresas sino la del más alto gobierno. Por tanto, las tareas que del programa se desprenden, son transicionales y sus logros se obtendrán en el camino de una lucha de clases consecuente contra los enemigos de afuera y de adentro del proceso, creando las mejores herramientas para la lucha por alcanzar el socialismo. La reconstitución de la Unión Nacional de Trabajadores es un paso fundamental para avanzar el la construcción de las herramientas que nos fortalezcan en la lucha por el socialismo. IV.- Una confederación obrera autónoma, democrática y para la lucha contra el capitalismo, el imperialismo y la burocracia contrarrevolucionaria. Forman parte de este programa para que sean vigilados por los dirigentes y trabajadores y se luche por ellos, los principios en relación a los objetivos, funcionamiento y métodos de la central obrera que aspira a organizar a la clase obrera como fuerza revolucionaria. No por ser principios deben estar por fuera del alcance del programa, estos son: Democracia de base: todas las grandes decisiones deben ser tomadas por los trabajadores con mecanismos democráticos, como referéndum, plebiscitos, asambleas, plenarios, congresos, etcétera. Es decir, todos aquellos instrumentos que garanticen la expresión más libre y democrática posible de los trabajadores que esta central organiza. Lo mismo que la elección y la remoción de los dirigentes debe ser un mecanismo sin mayores trabas. Sobre todo en lo que hace a la renovación de los mismos. La posibilidad de la revocabilidad de los mandatos debe ser accesible a los trabajadores y organizaciones de base que no tengan que reunir requisitos incumplibles, para los alcances de esos trabajadores u organizaciones. La rotación de los dirigentes, de acuerdo a un cierto tiempo, debe ser al mismo tiempo un punto de honor. No separarse de sus bases del trabajo que realizan de las condiciones que viven y en general sufren los trabajadores es uno de los mecanismos que limitan la burocratización y la obtención de privilegios de los dirigentes. El primero de todos esos privilegios es no tener que cumplir con las agotadoras jornadas laborales a la que son sometidos los simples trabajadores. Autonomía del Estado y los partidos políticos: gran parte de los afiliados y los dirigentes de la Unión Nacional de Trabajadores, hacen parte del PSUV, sin embargo eso no significa que la Central deba seguir los lineamientos de ese partido, también integran esta central y debe ser la aspiración de la misma, gran parte de trabajadores que simpatizan o militan en otras corrientes políticas, algunas revolucionarias y otras reformistas. Esa condición de los trabajadores o los dirigentes no puede ser un obstáculo ni se puede petrender la hegemonía de un partido que ordene y sindicatos, mucho menos confederaciones que obedezcan los lineamientos de un partido o del partido. Las experiencias históricas demuestran que esta sumisión corresponde a regimenes políticos totalitarios, donde el partido se confunde con el Estado y la confederación con el partido. De la misma manera la confederación no puede ser dependiente del Estado en ningún aspecto. Ni financieramente ni en su funcionamiento interno. Sus elecciones, sus mecanismos de gestión y decisión deben estar atados a otras leyes. No serán otras que las propias leyes internas decidas por los trabajadores democráticamente. La autonomía del estado es imprescindible para la lucha incluso hasta contra el propio patrono Estado, y también para enfrentar a Estados reaccionarios o contrarrevolucionarios. Lo mismo que la independencia de los partidos permite que las decisiones de la clase obrera sean consideradas con todos sus matices y diversidad política. Ninguna clase en la sociedad es homogénea y aunque la clase obrera sea la más homogénea de todas también dentro de ella hay diversas y diferentes corrientes de pensamiento de opinión de creencias y hasta de fe. V.-Propuestas Económicas La Unión Nacional de Trabajadores UNETE no es sólo una organización de lucha reivindicativista. Es también una expresión política de los trabajadores venezolanos. Por es tenemos el deber, el derecho y la obligación de proponer un modelo de país. En ese sentido y desde el punto de vista de las propuestas económicas en la transición al socialismo, planteamos: V 1.-Nacionalización de todo el sistema financiero. Los recursos financieros de todo el país deben estar al servicio del Plan Nacional de Desarrollo y Bienestar (PNDB). Los ahorros de los ciudadanos, los dineros del Estado, todos estos recursos hoy depositados de manera mayoritaria en bancos transnacionales están en riesgo por el desarrollo vertiginoso de la crisis financiera internacional. Lo mismo que los depósitos de las reservas del país y de los fondos del Fonden, y otros fondos especiales que se encuentran en el exterior. La concentración de todos estos depósitos en manos del estado, a través de un sistema bancario estatal único, controlado democráticamente por los trabajadores y el pueblo, permitirán una distribución planificada y eficiente de los mismos, lo mismo que el otorgamiento de crédito barato a los pequeños productores nacionales que hoy se ven casi imposibilitados de recibir crédito barato del sector privado y deben recurrir al Estado para poder realizar sus inversiones. V 2.- Monopolio Estatal del Comercio Exterior. Es real que existe una profunda distorsión en la economía venezolana sustentada sobre todo en la renta petrolera. Con un déficit enorme de desarrollo industrial y agropecuario, lo que hace extremadamente dependiente del mercado mundial a nuestra economía. Los planes de soberanía alimentaria y desarrollo tecnológico que impulsa el gobierno nacional representan una parte de la salida de fondo a esta dependencia. Sin embargo, son planes de mediano y largo plazo que pueden y seguramente pasarán por dificultades y contratiempos. Por eso la necesidad de que todo el comercio exterior sea monopolizado por el Estado, la planificación de las compras de alimentos, de medicinas, de repuestos, de máquinas y de plantas de producción de energía, por ejemplo, no pueden quedar en manos privadas, como tampoco la distribución y la asignación de las mismas. Si sigue funcionando así, se segurá facilitando la especulación y el saboteo, se pierden los fondos invertidos por el Estado en el subsidio de alimentos y se alienta la incorporación de inflación exterior a nuestro circuito económico. De esta manera nos hacemos cargo de una parte de la crisis económica mundial que no provocamos. Alentando además el fortalecimiento del capitalismo que queremos combatir. V 3.- Nacionalización del conjunto de las industrias básicas Nadie puede negar el avance que en este sentido se ha logrado en los últimos años. PDVSA, CANTV, las Eléctricas y ahora el sector cementero, el siderúrgico y el transporte interno de combustible, son pasos fundamentales. Pero es cierto también que para el desarrollo integral del proyecto aguas abajo y aguas arriba es fundamental que el Estado tenga bajo su control la totalidad de las industrias básicas, tanto las transformadoras como las extractivas de materias primas. Un ejemplo de ello es el complejo siderúrgico de los márgenes del Orinoco; todo él debe ser unido en una gran corporación siderúrgica, como lo propuso el presidente Chávez. En este sentido, estas medidas tienen el valor agregado de que son industrias que además generan desarrollo tecnológico independiente. Por las particularidades de nuestra economía deben ser consideradas, además, como industrias básicas, las que tienen que ver con la producción de alimentos. Por ejemplo, los frigoríficos y la producción agropecuaria y agroindustrial en general. V 4.- Nacionalización de las empresas involucradas en conspiraciones y golpismo, de las abandonadas por sus patronos, las que sabotean y de las ocupadas por sus trabajadores. El Estado debe nacionalizar sin pago a los empresarios involucrados en conspiraciones golpistas o intentos de magnicidio y todo tipo de maniobras. Lo mismo debe suceder con las abandonadas por sus patronos y por las ocupadas por sus trabajadores en un proceso de lucha. El objetivo debe ser incorporarlas a una red al servicio de la aplicación del PNDB, incorporándolas al financiamiento, al registro de proveedores del Estado y ayudándolas con formación técnica y apoyo tecnológico. V 5.-Participación democrática de los trabajadores en los procesos de control de producción, gestión y administración de los sectores estatales. Hay que terminar con la vieja división del trabajo entre los que saben y los que hacen, entre los que administran y gestionan y los que producen. Un primer paso en el cambio de las relaciones de producción capitalista no arranca solo del cambio de propiedad de los medios de producción. Esta es una condición resultante, necesaria pero no suficiente del camino transicional hacia una nueva sociedad. La propiedad de los medios de producción es la expresión jurídica, superestructural de lo que en realidad modela la sociedad que aspiramos a construir, lo fundamental resulta del cambio de la relaciones de producción. De allí la importancia que el control y participación democrática no sea simplemente en las tareas de producción sino, por el contrario, en todas las tareas de gestión, administración, ventas y compras. El cambio de las relaciones de producción pasa por un primer cambio en la división del trabajo entre los que hacen y los que supuestamente saben. La consigna de la Universidad Bolivariana de los Trabajadores, Jesús Rivero, sintetizada en Aprender haciendo y hacer aprendiendo, apunta a este cambio profundo. V 6.- Control democrático de los trabajadores también en el sector privado En la medida en que la peculiaridad de nuestra revolución incluye que en la transición el sector privado tiene mucho peso económico, por eso el control obrero y popular del funcionamiento del mismo es fundamental. El conocimiento democrático por parte de los trabajadores del sector privado de la marcha de los negocios de este sector impedirá la especulación, el saboteo y la ganancia excesiva. Las sobre o sub facturación para burlar el control de cambios, el contrabando y otras prácticas que están instaladas y probadas, las realizan los grandes empresarios. El conocimiento de estos datos debe ser accesible para toda la sociedad. La existencia de Internet, bien utilizada es una fuente de democratización de la información para que los trabajadores y toda la sociedad puede actuar como contraloría social. V 7.- La propiedad de los medios de producción, las relaciones sociales de producción y la planificación central democrática Como señalamos anteriormente el modelo capitalista no es solamente el modelo de la propiedad privada de los medios de producción. Esta es, según el propio Marx, la expresión jurídica de relaciones sociales de producción específicas, donde la división del trabajo entre los que mandan y los que obedecen, los que dirigen y los que hacen, está organizada en un sistema piramidal que el sistema capitalista reproduce mucho más allá de las distintas formas de propiedad que puedan tener esos medios. Por ejemplo, aunque el conjunto de los medios de producción sean propiedad del Estado, siendo este un estado capitalista y sin posibilidad de revolucionar las relaciones de producción, estaríamos en presencia simplemente de un capitalismo de Estado. Al igual que, si se mantienen las mismas relaciones de producción en unas supuestas empresas de producción social de las que sus propietarios serían los mismos trabajadores bajo la forma legal de cooperativas u otro tipo de figura del derecho burgués, también estaríamos en presencia de otra forma de capitalismo. Hay dos condiciones estructurales para avanzar en la transición al socialismo. Una es un cambio radical en las relaciones de producción. Donde el control, la gestión, la administración y la producción sean desarrollados por el conjunto de los trabajadores y las comunidades bajo una forma organizacional horizontal y democrática rompiendo la jerarquía capitalista cuya propiedad sea de un nuevo tipo de Estado, no ya burgués capitalista, sino proletario. La otra es la necesidad de una planificación central, construida desde abajo hacia arriba y desde arriba hacia abajo en un ida y vuelta de debates y decisiones democráticas entre los productores, los consumidores y las comunidades juntos con un nuevo Estado y un nuevo régimen político proletario, donde la planificación Central recogería toda la elaboración hecha desde democráticamente desde la base y aplicaría los recursos para el desarrollo de ese plan. Todo esto en la medida que se lucha por el socialismo a nivel internacional. VI.- Justicia Social: en el camino de la igualdad socialista El problema de la justicia social, de la igualdad, de la vieja consigna que reza “a cada uno según su necesidad y de cada quien según su capacidad” se vuelve fundamental en un periodo de transición como el que atravesamos. Por eso es imprescindible que se tomen todas las medidas necesarias que tiendan a una justa distribución salarial entre los trabajadores, rompiendo las diferencias aberrantes que aun hoy se siguen manteniendo. No es posible que un pequeño sector de la sociedad: los jueces, los políticos profesionales, los legisladores, tengan privilegios insultantes en relación con sus salarios, comparados con los salarios de los que producen la riqueza del país, los trabajadores. Por eso, una primera medida debe ser, que la función política sea una función de servicio. El salario de los funcionarios políticos no puede ser superior a tres veces el salario mínimo o al promedio del salario de los trabajadores y trabajadoras del sector estatal de la economía. Ningún funcionario puede ganar un salario superior al del presidente de la república. La diferenciación salarial entre este tipo de funcionarios y los trabajadores es una de las bases de la burocracia. Una segunda medida es la actualización de los salarios de los trabajadores de acuerdo a la inflación. No es posible que pase un año antes de que se actualice el salario mínimo mientras que la inflación mensual se come por anticipado el siguiente ajuste del salario, ya sea el mínimo o el que se acuerde en los contratos colectivos. La escala salarial debe ser móvil, con varios ajustes al año, de acuerdo a la inflación. La reducción de la jornada laboral como estaba propuesto en la reforma constitucional es un paso importante para que la clase trabajadora pueda avanzar en múltiples terrenos. En primer lugar la ocupación plena y de calidad, pero más importante es la posibilidad de la utilización del tiempo libre por parte de los trabajadores para su desarrollo cultural, de conocimientos, deportivo, familiar, para un desarrollo de manera integral que apunte a terminar con la alienación capitalista del trabajo. Son necesarios además avances legislativos garantistas de las libertades y reivindicaciones de la clase trabajadora: como una Nueva LOT, la recuperación del Régimen Prestacional y un verdadero Sistema de Seguridad Social. De la misma manera es preocupación central de la Unión Nacional de Trabajadores UNETE la formación política-ideológica de los trabajadores, situación sin la cuál los esfuerzos de lucha y organización para la transición al socialismo pueden perderse, o demorarse más de lo necesario. VI 1.-Justicia Social fundamental es educación, salud y vivienda. Son innegables los logros alcanzados en estos temas. El reconocimiento a las misiones y a las políticas sociales del gobierno debe estar siempre presentes y debemos reivindicarlos. Pero es evidente que esos avances son insuficientes. Solo pondremos un ejemplo: En el terreno de la educación, el currículo bolivariano debe ser sometido a debate del pueblo revolucionario para ser corregido y aprobado. Pero todavía tenemos en este terreno una tarea pendiente, una tarea democrática elemental. Siguiendo el ejemplo de la revolución Francesa de 1789: Toda la educación debe ser pública, estatal y gratuita. La educación no es un negocio, no puede ser privada o estar en manos de las multinacionales o de los sectores que ideológicamente son contrarrevolucionarios como la Iglesia Católica. Lo mismo que el de la Salud. Es imposible seguir sosteniendo una multitud de sistemas de salud simultáneos donde el que se beneficia siempre es el sector capitalista. La lucha por una verdadera salud y calidad de vida de marca socialista pasa por la lucha por la construcción de un sistema nacional único de salud que transicionalmente garantice la eliminación de los prestadores privados. En lo que hace al tema salud, tenemos el trabajo pendiente todavía del papel activo y protagónico de los Delegados de Prevención junto a la UNETE. La Salud Ocupacional es una conquista de la revolución que debe ser defendida y extendida. Cuando se habla de prevención en la salud, nunca se dice por donde empieza la verdadera prevención entre los trabajadores. Y esta tiene que ver con las condiciones de Trabajo. La lucha por condiciones dignas de trabajo es también la lucha por la salud de los trabajadores. VII.- Las propuestas de la clase obrera para la guerra de los medios La lucha de Clases es, como diría Lenin “lucha política de ideas”, esta batalla, que en la etapa de senilidad del imperialismo se ha vuelto guerra, se da a través de los medios de comunicación. La Clase Obrera debe tener hoy su voz en este tema. El principio revolucionario que debe guiar toda propuesta programática en relación a los medios de comunicación es la democratización de los mismos. Pero democratización entendida como participación de las clases sociales explotadas. Los medios de comunicación no pueden estar en manos de aquellos que tienen el dinero suficiente para poseerlos, dinero que por otra parte proviene de la superexplotación de los trabajadores y del saqueo de las riquezas del país (no se trata de aquellas organizaciones sociales que poseen sus propios medios, como es el caso de los medios comunitarios afiliados a la Anmcla). El aire o el espacio radioeléctrico, el papel, las imprentas y toda la tecnología necesaria para la comunicación, deben ser un bien del Estado, bajo control social, con acceso y uso distribuido proporcionalmente, de acuerdo a la dimensión y escala de los sectores sociales y políticos del pueblo. No puede ser que existan grupos gigantescos como Globovisión mientras que haya sindicatos, comunidades y corrientes políticas del proceso que no puedan editar sus periódicos o tener sus televisoras y radios. Los avances que el gobierno a través del MINCI, CONATEL, CANTV, ha realizado, son importantes, pero es en este campo donde son imprescindibles medidas revolucionarias, de verdadera transición al socialismo. La democratización socialista de la información es una de ellas; todos los organismos del poder popular deben tener medios de comunicación en la relación con su ámbito de acción. VIII.- La institucionalidad obrera y popular revolucionaria en el camino de la transición al socialismo. Es evidente también que hay avances en la organización del poder popular. Consejos Comunales, Consejos Campesinos, Consejos de Trabajadores, los Comités de Salud y las Mesas Técnicas, son un capital acumulado significativo. Hay que estudiar la utilidad y lo que hay que corregir de las experiencias de poder popular. Sin embargo, todos ellos ahora mismo actúan aislados unos de otros, incluso las experiencias existentes de Comunas con participación popular democrática son escasas, por no decir que hay algún ejemplo único. Una red que enlace todos estos organismos de poder popular es fundamental para ir construyendo la planificación democrática que el proceso revolucionario necesita para enrumbarse al socialismo. Es necesario un organismo nacional de poder popular para dar el paso del Estado Burgués en el que hoy vivimos a un verdadero Estado de Transición. Es necesaria la conformación de un gran Consejo Nacional, Obrero, de Trabajadores, Campesino y Popular (CNOTCP), con representantes electos de acuerdo a su ubicación en la producción y en los servicios, y a su ubicación territorial, mediante elección directa, con posibilidad de revocabilidad inmediata. Internacionalismo proletario. Avanzar en el proceso de transición al impulso conciente de la revolución socialista dentro del proceso bolivariano, debe tomar en cuenta la necesidad de un internacionalismo activo. Solidario con los trabajadores y los pueblos que luchan en nuestro continente y el mundo. Un internacionalismo que se manifieste en acciones de organización continental, buscando la unidad de los trabajadores latinoamericanos. Un internacionalismo activo revolucionario, que crea instancias de coordinación y de vocerías internacionales, rompiendo con los viejos modelos del sindicalismo socialdemócrata y amarillo expresado en las viejas centrales sindicales internacionales. Un internacionalismo que organice movilizaciones contra el golpe en Honduras y, la lucha en solidaridad con los Electricistas Mexicanos, por ejemplo. Un internacionalismo heredero de aquellos luchadores obreros internacionales que lograron realizar la gran huelga internacional por la conquista de las 8 horas de trabajo.