PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS. INTRODUCCIÓN. Con la muerte de Fernando VII se inicia una nueva etapa en la historia de España, no sólo desde el punto de vista político sino también social y económico. La sociedad española del siglo XIX se configuró con la mentalidad y valores de las capas sociales burguesas. De esta forma, la mayor parte de la población quedó marginada: se formó un abundante campesinado sin tierras, y un incipiente proletariado, sobre todo en Cataluña. El reinado de Isabel II pudo haber sido decisivo para la modernización de las estructuras económicas; sin embargo, frente al desarrollo capitalista que vivía Europa, España estaba inmersa en una fase de transición económica basada en una reforma agraria liberal. TRANSFORMACIONES EN LA ESTRUCTURA AGRARIA. LA REFORMA AGRARIA LIBERAL. En España, la transición hacia el capitalismo se hizo mediante una reforma agraria liberal, vía de compromiso entre los poseedores de la tierra en el Antiguo Régimen y los nuevos detentadores del poder, la clase burguesa. El procedimiento implicó la abolición del régimen señorial y la desamortización de la propiedad vinculada. La herencia del Antiguo Régimen en las estructuras agrarias. En la España del Antiguo Régimen la propiedad de la tierra la tenían mayoritariamente la nobleza y la Iglesia y, en menor medida, los municipios. · La nobleza, gracias a la institución del mayorazgo, había constituido un patrimonio de bienes rústicos y urbanos de proporciones gigantescas, sin posibilidad de dividir o enajenar, teniendo que transmitir dicho patrimonio íntegro al primogénito de la familia. · La Iglesia también acrecentaba su patrimonio merced a las donaciones de que era objeto desde hacía siglos y de igual manera estas tierras quedaban fuera del mercado, convertidas en tierras de ‘manos muertas’. · También los municipios eran propietarios de tierras, cuya utilización adoptaba dos formas: tierras de aprovechamiento común por parte de la colectividad y tierras de propios que, siendo del común, eran arrendadas a particulares. Eran llamados bienes de propios aquellos que proporcionaban, por estar arrendados, una renta al Concejo, en tanto que los bienes comunes eran los que no proporcionaban renta y eran utilizados por los vecinos del lugar. Las consecuencias de esta situación son el encarecimiento y la escasez de tierras, la casi inexistencia de pequeños campesinos propietarios, el aumento de jornaleros que viven en condiciones precarias, un éxodo lento pero continuo a las ciudades, etc. Pero el problema esencial continuaba siendo el bajo rendimiento agrícola a causa del atraso técnico y los privilegios que todavía seguía teniendo la práctica de la ganadería trashumante sobre la agricultura (prohibición de roturar tierras de pastos o cercar fincas). Los procesos desamortizadores fundamentales del siglo XIX. La desamortización constituyó la medida más revolucionaria entre las adoptadas por los gobiernos liberales a lo largo del siglo XIX. Debemos recordar que la desamortización consistía en desvincular tierras de sus propietarios a través de medidas legislativas, permitiendo su venta, enajenación o repartimiento. En España se produjeron de manera discontinua varias desamortizaciones: la de Godoy en 1789, la de las Cortes de Cádiz, la del Trienio Liberal; pero las más importantes fueron las de Mendizábal y la de Pascual Madoz. A partir de 1833, año en que muere Fernando VII y se inicia la regencia de María Cristina, se suceden dos procesos desamortizadores de importancia. Desamortización de Juan Álvarez Mendizábal (1836). En esta etapa de regencia de María Cristina el gobierno tuvo que hacer frente a dos problemas fundamentales: la Guerra Carlista y la grave situación de la Hacienda y de la deuda pública del Estado. El ministro de Hacienda, Mendizábal, ante estas necesidades completó la desvinculación iniciada por las Cortes de Cádiz en 1812, y continuada durante el Trienio Liberal. De esta manera y mediante sucesivos decretos en febrero y marzo de 1836, se declararon propiedad nacional los bienes raíces, rentas y derechos de las comunidades religiosas, disponiendo su salida a pública subasta. Este proceso desamortizador se va a detener con el inicio de la Década Moderada en 1844. Con este primer gran proceso desamortizador se pretendió sanear la Hacienda, pagar a los ejércitos reales que luchaban contra los carlistas y pasar la tierra de ‘manos muertas’, que obtenían escasos beneficios, a otras manos, para crear ‘una familia de propietarios que harán producir las tierras y crearán así gran riqueza’. Las formas de pago establecidas fueron dos: · En dinero efectivo: una quinta parte antes de que se otorgue la escritura de propiedad y el resto en 16 años y a un interés del 5%. · En títulos de deuda pública a su valor nominal: una quinta parte antes de la escritura y el resto en 8 años y a un interés del 10%. Desamortización de Pascual Madoz (1855). El segundo gran proceso desamortizador se inicia dentro del Bienio Progresista durante el reinado de Isabel II. Su impulsor fue de nuevo el ministro de Hacienda, Pascual Madoz. Este proceso se denominó Desamortización General y se inició con el decreto de 1 de mayo de 1855, por el cual se ponían a la venta, además de bienes eclesiásticos y de las Órdenes Militares, los pertenecientes al Estado y los municipios, es decir, se pusieron en venta los bienes municipales de propios y comunes. Esta desamortización duplicó en importancia económica a la de Mendizábal y su destino fue la de amortizar la deuda y cubrir las necesidades de la Hacienda tras la abolición del impuesto de consumos, decretada en los días del golpe militar de 1854. La forma de pago establecida fue en metálico en un plazo de 15 años, con un descuento del 5% sobre los plazos adelantados. A partir de 1856 volvieron a admitirse títulos de deuda pública para pagar la mitad del valor total de los bienes adquiridos, al valor de la cotización del día anterior a la operación. El impacto de las desamortizaciones. Los procesos desamortizadores del siglo XIX introdujeron una gran cantidad de tierras en el mercado de la propiedad privada, con lo que se inició una nueva etapa en la agricultura española: la agricultura capitalista. Pero los resultados fueron dispares y no siempre positivos. Estos resultados fueron los siguientes: · Desde el punto de vista económico. - Favoreció un aumento de la superficie cultivada y de la producción agraria. Se estima que el volumen total de tierra que cambió de manos llegó hasta el 50% de la tierra cultivable. La desamortización trajo consigo una expansión de la superficie cultivada y una agricultura más productiva. Al liberalizarse la tenencia y la explotación de la tierra, en algunas zonas se produjeron procesos de inversiones, mejora y especialización en los cultivos. - Un efecto negativo de esta expansión fue la deforestación de antiguos espacios de aprovechamiento común, fundamentalmente por la tala indiscriminada de árboles para poner tierras en labor y para vender leña. - El régimen latifundista se mantuvo a pesar de las desamortizaciones. La consagración de la alta burguesía y la aristocracia como grandes propietarios y la ruptura de las condiciones contractuales de la tradición feudal, determinaron el surgimiento de un proletariado rural sin derechos ni recursos, y que eran un caldo de cultivo para las revueltas campesinas que comenzarían en los años centrales del siglo. - No se obtuvieron los resultados financieros esperados, pues muchas de las propiedades se pagaron con títulos de deuda pública y los pagos en metálico tardaron en hacerse efectivos. · Desde el punto de vista social. - Las desamortizaciones del siglo XIX no consiguieron crear una clase media agraria amplia, si bien hubo algunos modestos compradores que pasaron a ser medianos propietarios. - Los verdaderos beneficiados fueron las clases medias urbanas ricas y los grandes propietarios que se enriquecieron aún más y diversificaron su patrimonio. - La venta de los bienes de propios y comunes de los municipios empobreció a los ayuntamientos y los privó de recursos económicos para acometer otras obras. Junto a esto, igualmente se privó a la colectividad del municipio de los beneficios que tradicionalmente habían obtenido de las tierras de aprovechamiento común. · Desde el punto de vista político. - Las desamortizaciones si tuvieron un éxito inmediato en el plano político, ya que una gran cantidad de personas se adhirió a la causa liberal, especialmente la nobleza y la alta burguesía, los más beneficiados por la venta de los bienes de la Iglesia. Por el contrario, las relaciones gobierno-Iglesia estuvieron llenas de tensiones. En definitiva, los procesos desamortizadores del siglo XIX fueron desaprovechados porque no se consiguió crear una clase media agraria amplia que pudiera haber sido un factor de equilibrio en la nueva sociedad y que hubiera impulsado las inversiones con las consiguientes mejoras tecnológicas y el aumento de la productividad. Fue una reforma agraria frustrada que creó una oligarquía agraria llamada a ejercer el poder político y económico en España.