Fuera de Ruta El complot del 10 de mayo Elsa Cornejo Vucovich* Aprovechando el ambiente crítico que impera últimamente y que privilegia la sospecha hacia cualquier discurso oficialista, me pregunto ¿a quién le conviene celebrar el Día de las Madres este 10 de mayo? Veamos los orígenes de esta institución mexicana: En 1914 la estadounidense Anna Jarvis, en honor a su madre fallecida, logró establecer el Día de la Madre como día festivo en su país, y la práctica de agradecer a la madre dedicándole un día pronto se extendió a otros países. Sin embargo, pronto se convirtió en un pretexto para vender flores y tarjetas, y Anna Jarvis pasó el resto de su vida denunciando la comercialización del festejo. Esta comercialización persiste, y además refuerza los roles tradicionales de género. En el mayor de los casos, aparte de flores y tarjetas, se regalan electrodomésticos o artículos para la casa (reforzando el rol como cuidadora del hogar); ropa, maquillaje o artículos de embellecimiento (reforzando el estereotipo de “lo femenino” como “lo bello”); o una invitación a comer o cenar (relegando aunque sea por un día la responsabilidad de hacer la comida). El origen del Día de las Madres en México es aún más polémico. Según la investigación de la maestra Marta Acevedo, detallada en su libro 10 de mayo, se establece como reacción en contra de las demandas que hicieron las participantes en el Primer Congreso Nacional Feminista de 1922: el derecho al voto, al trabajo, a la educación superior, y a la planificación familiar. Esto causó furor entre algunos sectores de la sociedad y del poder político, al grado que hubo represiones violentas en contra de las participantes en el Congreso. Para contrarrestar lo que consideraba una amenaza al orden tradicional, el director del periódico Excélsior, Rafael Alducín, lanzó una convocatoria, que encontró eco en otras instituciones, para homenajear a “las que nos amaron antes de conocernos” y enaltecer la imagen de la madre sufrida y abnegada cuyo único propósito en la vida es dedicarse a su familia. Hasta la década de los 70, Excélsior dio un premio a las madres más prolíficas y sacrificadas. Por ejemplo, en 1959 se premió a las madres que “tuvieron la dicha de estrechar entre sus amantes brazos a frutos de sus entrañas y sufrieron la desgracia de perderlos todos, para quedar desamparadas y sumidas en tristes recuerdos”. En 1967 se premia a la madre que con ejemplaridad haya realizado “la abnegada labor de la formación de un profesional de renombre nacional, de un estadista, de un cantante, novelista, pintor, arquitecto, químico o notable inventor”. Dice Marta Acevedo: “A las madres que tuvieron sólo hijas les habrá sido imposible competir". Y si acaso existe la duda de que hubo un fin ideológico y político detrás de este reconocimiento, en 1968, el año de la masacre en Tlatelolco, se premió a la madre que desde 1910 “haya dado más hijos para la defensa de la Patria, ya como revolucionarios o como miembros del Ejército Nacional”. La promoción del Día de las Madres fue una estrategia para reforzar la idea de que la “condición natural” de las mujeres es ser madres y estar en el hogar, e impedir que más mujeres se sumaran a los esfuerzos feministas de emancipación. Dice Marta Acevedo: “De un papel activo, de hablar de ellas, de proponer y participar, se pasa a que los hijos hablen de ellas, se consagra su pasividad y sus ‘atributos ingénitos’. De definir ellas lo que anhelan, se dispone lo que ellas quieren y necesitan”. No creo que a estas alturas la celebración del Día de las Madres tenga trasfondos tan opresivos. Si acaso hay un “complot”, es el mediático cuyo fin es el lucro económico. Pero tampoco hay una reflexión en torno al trabajo invisible de las mamás. Las mamás que trabajan tienen una disyuntiva mayor, porque la ideología dicta que el hogar es su primera responsabilidad, pero la realidad exige otra cosa. No reflexionamos cómo los cambios en las políticas públicas y en la vida familiar pueden volver más equitativo el trabajo del cuidado del hogar y de los hijos e hijas. No nos preguntamos qué pasa con las mujeres que no son madres por elección. Casi 100 años después, las demandas de aquellas primeras feministas todavía no se han resueltas del todo. Por eso, este 10 de mayo, propongo que entre abrazos, pastel y regalos conversemos acerca de cómo podemos atender las prioridades para las mujeres y las familias actuales con respecto a la maternidad. Algunas sugerencias: - El acceso a métodos anticonceptivos y a una educación sexual integral que haga posible la maternidad libre y elegida. - Apoyos como guarderías y permisos económicos para las madres trabajadoras y los padres trabajadores, para que ambos puedan responsabilizarse cuando nacen o se enferman sus hijos, sin temor a ser penalizados o discriminados en su trabajo. - Que el trabajo doméstico sea una responsabilidad compartida de toda la familia. - Salarios justos y prestaciones para las personas que se dedican al trabajo doméstico. *Asistente de Investigación del Centro de Estudios en Salud y Sociedad de El Colegio de Sonora, [email protected]