Subido por pepiyo gafis

Aristóteles y Tomás de Aquino

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Metafísica: Aristóteles, Santo
Tomás y Heidegger
El principal objetivo de este pequeño trabajo consiste en la exposición sistemática y
minuciosa del tratamiento de la esencia efectuado por Aristóteles en el libro séptimo de
la Metafísica, en especial los capítulos cuarto, sexto y décimo, buscando la definición de
esencia y la relación de esta con otros conceptos como el de entidad, compuesto de
entidad y accidente, compuesto de entidad y determinación, universal, entidades
singulares y forma.
Aristóteles entiende por esencia, al igual que por universal, que por género y por sujeto,
un modo fundamental del que la entidad se dice (1028b – 35)[1], teniendo de algún
modo similar referencia, pero no equivocidad, esto es, no hay transitividad y por ello si
la entidad es sujeto y esencia, esencia y sujeto no son los mismo. Ello se debe ya que la
esencia, a distinción de las otras, es lo “que de cada cosa se dice que es por sí misma”
(1029b – 10/15). Visto así, la relación que hay entre esencia y entidad ha de entenderse
del siguiente modo, a saber, la entidad es ‘lo que-es’ y la esencia será ‘lo qué es de lo
que-es’ existiendo por tanto esencia en toda entidad, y solo en ellas. Supone la esencia
la respuesta a la pregunta acerca de qué es una determinada entidad.
Ahora surge la cuestión de cómo reconocer una esencia y de cómo se conoce y define
dicha esencia. Para ello resulta necesario comprender qué es una entidad dado que
siempre que nos situemos ante una entidad estamos ante una esencia. Aristóteles
considera entidad todo aquello que tiene existencia distinta, separada, que no tenga
como partes otras entidades y que sea determinado, es decir, aquello de lo que se
predica y no es predicable de otra cosa.
Para aprehender la esencia de una entidad es preciso definirla, esto es, acudir al género
al que pertenece dicha entidad y añadir la diferencia especifica que distingue entidades
dentro de un mismo género respondiendo el proceso de definición a un proceso de
diferenciación donde cuenta el último rasgo que distingue una entidad de otra. Resulta
preciso añadir que en el momento en el que nos encontramos con una definición
estamos ante una esencia que está ligada a una determinada entidad, pero no siempre
que haya ausencia de definición nos encontramos ajenos a una esencia, esto es, hay
entidades con esencia no definibles. Un ejemplo para esclarecer en que consiste una
construcción de una definición podría ser el intento de captar la esencia de elefante.
Siguiendo lo hasta ahora dicho, la esencia de ‘elefante’ podría ser ‘mamífero con
trompa’ donde ‘mamífero’ es el género, común con otras entidades como jirafa, y ‘con
trompa’ es la diferencia específica que le distingue de jirafa. En ello consiste definir y a
través de este procedimiento se comprende la esencia de una entidad. Tras lo explicado
cabe añadir que la definición es un enunciado unitario, esto es, sin partes ya que el
género no se da aparte ni es ajeno de las diferencias, de algo que también es unitario,
de la entidad (pues no se divide en algo que podamos denominar sub-entidades) en la
que no hay nada distinto del género y la diferencia específica (1037b – 25).
Ahora bien, existen entre los distintos modos de entidad compuestos de entidad y
accidente, y compuestos de entidad con una determinación que les pertenezca por
naturaleza. ¿En qué consiste la esencia de estas entidades? La respuesta que nos ofrece
Aristóteles es que ni los accidentes ni las determinaciones propias constituyen ni afectan
a la definición y por ello en un sentido estricto no puede decirse que sean esencia,
aunque cierto es que les concede tal sentido en un sentido derivado. De esta manera la
esencia de un compuesto de entidad y accidente como podría ser ‘perro negro’ es la
misma esencia que la entidad ‘perro’ tiene pues el color al ser un accidente no aporta
nada a la esencia de la entidad (1030a – 30).
Otro caso que Aristóteles tiene presente es el de las entidades singulares o individuales.
Este tipo de entidades se identifica con su esencia ya que si cada cosa se identifica con
su entidad y la esencia es la manifestación de esta última, siguiendo el silogismo se
puede concluir que cada entidad singular o individual se identifica con su esencia. Añade
además en el capítulo decimoquinto que este tipo de entidades no pueden ser definidas
puesto que, al ser compuestos de materia y forma, y al ser la primera de éstas
corruptible, o en palabras de Aristóteles “que puedan existir y no existir”, no puede
darse una definición necesaria de algo contingente (1039b – 25). Pero además,
Aristóteles llama forma a la esencia (1035b – 30) y por ello no solo coincide la esencia
con la entidad, si no que además coincide con la forma. Comprendiéndolo así, la
aprehensión de la esencia, la posibilidad de conocimiento de los objetos individuales,
no será a través de la definición, si no desde la contemplación directa de la forma de la
entidad singular.
Tras la revisión de los compuestos de entidad y accidente, de los compuestos de entidad
con determinación y de las entidades singulares o individuales y su forma de definición
en el caso de los dos primeros y la relación especial de esencia y forma en las entidades
singulares o individuales y contemplar en qué consiste la esencia de cada uno, resulta
preciso señalar, alcanzado este punto de la exposición, aquello que no es entidad pero
que es definible, a saber, el universal, para tratar de contemplar la posibilidad de que el
universal posea esencia.
Aristóteles ofrece al lector distintos argumentos para defender que el universal no es
una entidad, pero el mejor de ellos desde mi punto de vista crítico es el que nos dice
que si el universal se dice de una pluralidad de entes no es cosa de algo propio, condición
esencial para que una entidad sea tal (1038b – 10). Pero no por ello podemos decir que
no se pueda definir lo que es el universal, entendiendo por ello lo común a toda la
entidad y por ello si es de algún modo definible a pesar de no tener entidad.
Aparentemente puede resultar una paradoja que a pesar de ser definible (en este caso
enunciable) no sea una entidad pues todo aquello que es definible tiene esencia y por
tanto también entidad. Para resolverla y mostrar que no es tal, el estagirita replicará
que el universal (al igual que los accidentes o las determinaciones) tienen esencia
derivada a pesar de no poseer entidad pues es predicable de los sujetos (siendo ésta
otra de las razones para no mantener que el universal es una entidad pues constituiría
una contradicción de términos según la definición).
Así pues, toda entidad tiene una esencia (ya sea compuesto de entidad y accidente o de
entidad con determinación) definible en algunos casos, en otros no por ser coincidentes
esencia y forma pues se trata de una entidad singular. Reconoce a la par Aristóteles una
esencia derivada en el universal, en los accidentes y en las determinaciones.
Tratamiento de la intención lógica de especie en Sobre el ente y la esencia.
Para comprender qué es la especie resulta necesario señalar que, según Santo Tomás,
es un predicable, o lo que es lo mismo, es un modo de predicación o expresión de la
esencia. Pero no lo es en exclusividad, sino que además de la esencia son predicable el
género y la diferencia. Ahora bien, ¿en qué se distinguen y cuál es la relación entre estos
tres elementos?
Santo Tomás propone una analogía entre la esencia, la forma, y la materia, por un lado,
y especie, género y diferencia específica para explicar qué es la especie. La esencia de
todo ente (compuesto) tiene por elementos la forma y la materia. De este modo se ha
de entender la analogía de la siguiente manera: la especie es el género con la diferencia
específica; el género sería el carácter material; la diferencia específica el carácter formal.
Es decir, el género ha de entenderse como lo que significa indeterminadamente la
especie y la diferencia será como el todo delimitador formal de la especie. Un ejemplo
podría ser el siguiente: la especie hombre está incluida en el género animal, pues, de un
modo indeterminado, en animal está presente el hombre, y no al revés: en el hombre
no se encuentra lo animal (de ser así el hombre sería el género, y no la especie). La
diferencia que conviene al hombre como especie será aquello que distingue al hombre
de todas las demás especies que pertenecen al género animal. Por ello todo el contenido
de la especie se encuentra en el género de un modo indeterminado, es decir, de algún
modo en el género están latentes todas las diferencias propias de cada especie dado
que a él pertenecen.
Además de estas consideraciones Santo Tomás busca la relación de la especie con las
substancias compuestas y con las simples. Comienza con las compuestas para así
alcanzar el conocimiento de las más simples (y perfectas).
La relación de la especie con las substancias compuestas la trata Santo Tomás en el §11.
Nos dice que “la designación del individuo respecto a la especie es por medio de la
materia determinada por las dimensiones”, esto es, y según con lo anteriormente dicho,
el salto del género a la especie se da por la diferencia, y de la especie al individuo se da
por a la determinación de la materia. Por ello la especie se divide en número según los
individuos que pertenecen a ella. Además de la designación de la materia, los
accidentes, de los que me ocuparé mas adelante en función de la especie, sirven para
distinguir de algún modo miembros de la misma especie.
De este modo puede distinguirse una tipología de esencias. La esencia del individuo es
la esencia concreta singular, propia de éste y no compartida con otro, en la que tanto la
forma como la materia están determinadas. La esencia común a una colectividad de
substancias será la esencia concreta común, y a ella le convienen tanto el género como
la especie. En la esencia concreta común la forma estará determinada y la materia
signada indeterminada. También toma en consideración una esencia abstracta, a la que
no convienen ni especie ni género, pues la esencia abstracta consiste en materia
indeterminada y forma determinada. Según Santo Tomas en el §18, “se significa la
naturaleza de la especie con supresión de la materia designada, que es el principio de
individuación, se tendrá por modo de parte”. Por ello la esencia abstracta es parte de la
especie siendo aquello por lo que la especie se constituye como especie.
Santo Tomás presta especial atención a la esencia concreta común pues contempla en
ella tanto el género como la especie. Según él, la esencia concreta común puede
entenderse en tres sentidos: sentido absoluto, según su noción propia, sentido relativo,
en tanto presente en los individuos, y pensada, en tanto presente en el entendimiento
de las personas.
La esencia concreta común en tanto absoluta no puede convenir al género o a la especie.
Esto se justifica ya que en la esencia absoluta no coincide la comunidad con la unidad,
es decir, que no puede predicarse de Hombre, Sócrates, Pero si de Sócrates, Hombre. La
esencia concreta común en tanto relativa tampoco puede convenir al género o a la
especie. Esto se debe a que el hecho de que sea relativa pone la esencia en función a un
individuo (o individuos), pero nunca según un género o una especie. ¿Qué tipo de
esencia será el género y la especie y por qué? La especie y el género convienen tan sólo
a la esencia concreta común pensada. Esto es, una esencia se predica como género y
especie, en tanto predicables a los que sólo convienen las esencias pensadas,
abstracciones de similitudes entre singulares efectuadas por el entendimiento. Hay que
añadir que sólo le conviene en tanto pensado, en tanto presente en el entendimiento,
pues es el único modo de aplicar la universalidad a la esencia.
Santo Tomás también considera la relación entre especie y accidente. Lo hace en §52:
“Los nombres de los accidentes… no se ponen en el predicamento como especie o
género, como blanco o músico”. Que no se pongan en el predicamento quiere decir que
los accidentes no son predicables, que no forman parte de la definición, o lo que es lo
mismo, no son parte de la esencia. De ahí que no convengan ni al género ni la especie.
Ello lo justifica Santo Tomás diciendo que “los accidentes no se componen de materia y
forma”, es decir, no tienen esencia en sentido propio y por ello no pueden considerar ni
género ni especie.
La relación de la especie con las substancias simples ha de entenderse según la otra. Una
substancia simple es aquella carente de materia. Por ello, el salto que nos permitíamos
entre especie e individuo es ahora inviable. Cada especie del género en las substancias
simples constituirá un ‘individuo’ pues en ella no puede actuar la materia signada como
principio de individuación. En palabra de Santo Tomás, en el §32: “Pero puesto que la
esencia de las cosas simples no es recibida en la materia, no puede darse aquí tal
multiplicación (división de la especie en individuos); y por esto es preciso que no se
encuentren en estas substancias (las simples) muchos individuos en la misma especie”.
Pero entre las substancias simples destaca una fundamental, Dios, la dotada de más
simplicidad. A Dios no le conviene la definición y por ello, por ser inconveniente la
predicación de su esencia, no le conviene ni la noción de especie ni la de género.
Queda explicado que la especie es una intención lógica desde la que se predica la esencia
en tanto que es concreta común pensada a la que pertenecen los miembros, en tanto
substancias compuestas, de de una abstracción, también queda claro que en las
substancias simples la especie constituye un individuo, y como ésta no conviene la
especie ni a Dios ni a los accidentes.
La fluidificación de Aristóteles en el pensamiento heideggeriano.
La relación entre el pensamiento de Heidegger y el de Aristóteles es conflictiva en tanto
que existen, al menos, dos momentos distintos de posicionamiento del primero frente
al segundo. Desde los dos textos principales a tratar, Interpretaciones fenomenológicas
sobre Aristóteles y ¿Qué es metafísica?, intento exponer de manera clara cuál es la
lectura que hace Heidegger de los escritos aristotélicos según el momento intelectual
en el que se encuentra para después mostrar que la “fluidificación” de Aristóteles, es
decir, Heidegger, situándose en su tiempo, situación tanto histórica como filosófica,
busca en el pensamiento del estagirita elementos que le puedan ser útiles a la hora de
desarrollar su propia filosofía, es decir, de algún modo encuentra la modernidad
escondida en Aristóteles.
La fluidificación de Aristóteles que efectúa Heidegger comienza con un primer escrito
en 1922, a saber, Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles (más conocido por
Informe Natorp). En éste encuentra Heidegger una fundamentación ontológica del
Dasein en el pensamiento aristotélico. Así nos lo dice él mismo: “El objeto de la
investigación filosófica es el Dasein humano en tanto que se le interroga acerca de su
carácter ontológico… Una vida fáctica que se comporta de tal modo que, en la
temporización concreta de su ser, se preocupa por su ser…” (Heidegger, 1922: 31). Todo
lo anteriormente dicho será un adelanto de conceptos que serán fundamentales en Ser
y Tiempo, pero ¿dónde encuentra Heidegger este rastro en el pensamiento del
estagirita? Heidegger, cuando lee a Aristóteles, encuentra un “horizonte ontológico”
donde “se enmarca, pues, la Ética a modo de explicitación de ese ente que es el ser
humano, la vida humana, la actividad de la vida” (Heidegger, 1922: 83), es decir, en la
ética y en la metafísica Aristotélica se muestra que el ente (entidad en Aristóteles) que
percibe la pregunta por el ser es el hombre y que el ser del hombre no esta determinado,
sino que en su hacer el ser manifiesta su esencia y dota de sentido lo óntico. De este
modo “se interpreta la constitución lógica-ontológica de la vida sobre la amplia base
proporcionada por la explicitación del ámbito ontológico de la vida con arreglo a su
específica actividad” (Heidegger 1922: 83). La mirada de Heidegger se dirige al modo en
que el hombre se relaciona e interactúa con el ser en lo que él llama cuidado del ser. Se
ha de entender la lectura hermenéutica que hace Heidegger de Aristóteles de esta
manera, pues en la mente de Heidegger ya va resonando la filosofía del ser ahí, arrojado
al mundo, la filosofía del Dasein, del ser al que le va su ser, del ser que puede cuidarse
de sí. La fluidificación de Aristóteles que efectúa Heidegger le sirve para asentar la
primera piedra de su ontología existenciaria que tomará su mayor manifestación en
1927 con la publicación de Ser y tiempo. Resulta necesaria una descripción brevísima
del concepto de Dasein elaborado por Heidegger en su trabajo de 1927. Este escrito se
centra fundamentalmente en el problema de la existencia humana, del Dasein, del ser
que no tiene soporte, que es ahí, buscando el sentido del ser. La pregunta por el sentido
no constituirá una cuestión para las ciencias, si no que será planteada en la conciencia
práctica acudiendo al estado de ánimo (sobre todo la angustia). El análisis existenciario
será el análisis ontológico del ser-ahí en el que sus determinaciones se denominarán
existenciarios y su estructura fundamental la acción de prevalecer, de cuidar-se. De esta
manera el solapamiento de conceptos que Heidegger quiere provocar con Aristóteles
será, a mi juicio, desde el concepto de cuidado (Sorge). Heidegger ve en Aristóteles un
intento de definir aquella actividad que es propia del Dasein. Para Heidegger también
habrá una forma de ser propia del hombre, a saber, la existencia, el tener que
comportarse consigo mismo y exteriorizar en consecuencia a su ser, cuidarse, calcular,
planificar, prever.
La propuesta metafísica de Heidegger surge de la reflexión del ser en torno a Aristóteles.
Sin el intento de fluidificación de Heidegger no hubiera podido madurar sus conceptos
que más tarde redactó en Ser y tiempo, o al menos en lo que Heidegger planeo como la
primera parte de Ser y tiempo. “La segunda parte de Ser y tiempo, cuyo tema previsto
era la destrucción de las ontologías ejemplares en Kant, Descartes y Aristóteles,
Heidegger la elabora en los años siguientes a base de escritos o lecciones particulares:
en 1929 aparece Kant y el problema de la metafísica; en 1938 se publica La época de la
imagen del mundo, con crítica del cartesianismo; y en las lecciones de los años treinta
desarrolla la confrontación con Aristóteles” (Safranski 1994: 209). Ha elaborado
Heidegger la primera mitad de su proyecto, aún resta la otra mitad, la de la destrucción
de la metafísica tradicional. Me centraré en la visión que desde aquel momento tiene
Heidegger sobre Aristóteles prestando atención a los cursos de los años treinta.
La primera reflexión que propongo del pensamiento de Heidegger relativo a la crítica de
la metafísica tradicional será ¿Qué es metafísica? (1929). En esta conferencia celebrada
en el mes de marzo trata de mostrar que lo que teníamos por metafísica no es tal. Para
poder entender bien esta pregunta es preciso señalar que la propuesta heideggeriana
consiste en la interpretación de la historia de la metafísica como la historia del olvido
del ser. Heidegger señala el error que supone el entender a la metafísica como la ciencia
que estudia lo ente en tanto ente. ¿Dónde esta el ser entre lo ente? Entre lo ente no hay
más que ente y nada más. Ello se debe, o por lo menos Heidegger lo cree así, a la
hegemonía del pensar lógico y científico que se ha ido especializando en el estudio de
lo ente dejando de lado la cuestión del ser. Para ello cuestiona qué queda fuera de lo
ente, pues la metafísica que se ha olvidado del ser no puede ir más allá de las cosas
mismas, para buscar la superación de la metafísica y encontrar allí la verdad o el sentido
del ser.
Heidegger quiere desligarse de esta hegemonía de la lógica como esencia única del
pensar, pues el hecho de permanecer en ella es la necesidad absurda de exactitud que
proporciona seguridad, y encuentra otras formas de esencia del pensar que no están
exentas de rigurosidad. Para ello encuentra en determinados estados anímicos el medio
para tener experiencias que nos permitan pensar aquello que desde la lógica no se
puede. Ejemplos de estos estados anímicos sería el júbilo, el profundo tedio (desde el
que se alcanza la totalidad de lo ente como indiferencia en lo que todo se disuelve en lo
idéntico) y la angustia. Nos centraremos en esta última que resulta característica de la
argumentación en Heidegger.
Para Heidegger la angustia supone un estado anímico que nos proporciona la
experiencia fundamental para el hombre, nos revela la nada. Esta nada no se opone a lo
ente, no es una negación lógica de lo ente, sino que, al contrario, es el fundamento de
la negación y del no. Consiste en la sensación que tengo al partir de ella de la totalidad
del mundo, es decir, consiste en ponerse frente a la nada previa a la totalidad, pues es
la nada y no otra cosa el fundamento de la totalidad de lo ente. Por ello su escrito “¿Qué
es metafísica?” finaliza con la cuestión más humana de todas, << ¿Por qué el ente y no
más bien la nada? >>. El dirigirse a esa pregunta, el enfrentarse a ella entraña el primer
paso de la superación de la metafísica, es el dirigirse a la verdad del ser, desechando el
ámbito de lo ente como ámbito propio de la metafísica. Este y no otro es el proyecto
que le es propio a la metafísica, en su propia superación del olvido del ser.
Heidegger contempla la historia de la metafísica guiada por la hegemonía de la lógica,
es decir, opina que la metafísica ha sido guiada por tan sólo una de las formas de la
esencia del pensar, la lógica que no hizo otra cosa que agudizarse y alejarse de un modo
exponencial de la cuestión que es intrínseca a la humanidad: ¿por qué el ente y no más
bien la nada? Debido a ello se ha ido alejando del estudio por el sentido del ser.
Para Heidegger el olvido del ser tiene su génesis en la hegemonía de la lógica, la
necesidad del hombre de exactitud, y su evolución que suponía alejarse de la cuestión
del ser. Para subsanarlo plantea la posibilidad de desechar la lógica, aunque no la
pretensión de rigurosidad acudiendo a estados anímicos que nos procuren experiencia
para situarnos frente al fundamento del ente, la nada.
La metafísica anterior nunca fue tal, siempre fue física, nunca dio el salto para salir del
ámbito de lo ente. Resulta obvio que la postura que adopta Heidegger en éste momento
desecha la posibilidad de que toda metafísica sea tal, incluida la de Aristóteles, que
tampoco es una, si no que será una física y nada más. Más adelante, dejará de manera
explicita formulada este enunciado.
El primer Curso en el que Heidegger retoma a Aristóteles es de 1929 y 1930, en el que
entre sus lecciones no encontramos con Los dos significados de fisis en Aristóteles, y su
principal interés es la fisis en una doble dimensionalidad quedando explicito en el
subtítulo: el preguntar por lo ente en su conjunto y el preguntar por la esencialidad (el
ser) de lo ente como doble dirección de la pregunta de la proto-filosofía. Esta doble
dimensionalidad queda reflejada en la polémica suscitada acerca del carácter de la
metafísica aristotélica. En un primer sentido fisis significará la ciencia de todo lo físico
(casi en el sentido actual, pero incluyendo el ámbito biológico) constituyendo un
“reflexionar sobre la interna legalidad de todo este ámbito mismo” (Heidegger 1929/30:
59). En este sentido formaran parte de la fisis todos los elementos del universo
(incluyendo los dioses y el primer motor) preguntándose por lo ente en su conjunto, es
decir, conformando una ontología. El segundo sentido sería la cuestión de la esencia de
la fisis donde se pregunta qué es toda la fisis, dando prioridad a la metafísica en tanto
filosofía de las primeras causas y principios, llevando la investigación a una teología
donde la primera causa será el primer motor. Obtenemos por un lado la fisis “como lo
ente en su conjunto, por otro lado, fisis en el sentido de la ousía, de la esencialidad de
lo ente en cuanto tal… Aristóteles los fusiona expresamente” (Heidegger 1929/30: 59).
El problema es que al fusionar estos dos significados “Aristóteles no dice nada… de cómo
piensa en su unidad estas dos direcciones del preguntar, de en qué medida justamente
este preguntar doblemente orientado constituye unitariamente el auténtico filosofar.
Esta pregunta queda abierta, y sigue abierta hasta hoy, o bien hoy ni siquiera se ha
vuelto a plantear” (Heidegger 1929/30: 60).
Restos de este pensamiento, en el que se apunta a la pregunta originaria acerca del ser,
se muestran en 1936 en Introducción a la metafísica donde Heidegger nos dice acerca
de la ontología que es una doctrina tradicional que “era el análisis y la ordenación
escolar de lo que para Platón y Aristóteles, y después para Kant, fue una pregunta,
aunque ya no originaria”. La pregunta de Aristóteles que efectúa sobre el ser no es
originaria, es decir, es sobre lo ente tanto que ente olvidando de alguna manera el
origen, el ser. La única forma posible de hacer la pregunta es asumirla como propia y
que en ella se derrumbe lo que somos, que se derrumbe el sentido para que las cosas
comiencen a ‘mundear’ otra vez.
Tras haber señalado en grandes pinceladas los rasgos y pilares de la filosofía de
Aristóteles que retoma Heidegger, resulta necesario cuestionar la legitimidad de esa
interpretación, de esa fluidificación. En un primer momento parece que Heidegger no
se ciñe a Aristóteles y por ello, para cualquier conocedor de Aristóteles, aparentemente,
que la interpretación es invalidada por este hecho. Algunos ejemplos de estas
“infracciones” sería no contemplar la esencia humana señalada por Aristóteles y creer
que el hombre es el ser al que le va su ser en su existencia. Esto en Aristóteles no es así.
Ante la contemplación del ser de las cosas el hombre queda fascinado apropiándose la
necesidad del conocimiento, de la curiosidad, pero nunca será definida como cuidado.
Por tomar un último ejemplo, la polémica de la fisis y el hecho de identificar la metafísica
de Aristóteles como ontología o teología… Heidegger lo que hace es dar su opinión, no
se trata de algo concluyente pues no poseía suficientes referencias (ni él ni nadie) para
desvelar la intención del estagirita sobre esta cuestión pues el tiempo ha borrado las
muchas de las pistas relativas a esta cuestión. Pero ¿se trata efectivamente de esto? ¿O
más bien hay algo más en el filosofar de Heidegger desde Aristóteles?
Resulta imprescindible aclarar que cuando leemos la interpretación de Aristóteles que
hace Heidegger, no estamos leyendo a Aristóteles, sino que estamos leyendo a
Heidegger. Es obvio que, si queremos comprender lo que es la esencia o la entidad en
Aristóteles, es preciso acudir a los textos del estagirita, pues la interpretación de
Heidegger es tan solo eso, una interpretación. Para aprovecharla hay que contemplar
en ella un enriquecimiento de una teoría que ya no es la de Aristóteles, sino la de
Heidegger. Propongo esta interpretación en un sentido musical, como un tocar otra vez
una partitura compuesta en la antigüedad, como un re-tocar, un ver como suena
Aristóteles retocado por Heidegger. La fluidificación que efectúa Heidegger parte de
Aristóteles para dirigirse al propio Heidegger. Por ello puede concebirse la hermenéutica
de los textos de la estagirita efectuada por Heidegger como válida. Encontrar un
fundamento del Dasein en la filosofía de Aristóteles, entendiendo la fluidificación y la
interpretación del modo explicado ya, podría ser algo legítimo.
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