ACTIVIDAD # 3 Los criterios de clasificación de la discapacidad mental Las definiciones y concepciones actuales del retraso mental todavía muestran influencias del pensamiento desarrollado durante varios siglos (Wodrich, 1986 citado en Verdugo, 1995). En esta línea podemos hablar de tres tendencias históricas en la definición de retraso mental: 1. En primer lugar el retraso mental se identificó con la incompetencia para satisfacer las demandas de la vida. El concepto surge como una necesidad social, cuya finalidad era la de proteger los derechos de propiedad de los ricos. En 1324 se promulgó la ley «King’s Act» en la que los denominados «idiotas» se les consideraba incapaces de manejar sus propios negocios, por lo que sus propiedades pasaban a la corona. 2. El «King’s Act» también distinguió al «idiota», considerado como un estado congénito y sin posibilidad de remitir, del «lunático», que se asumía como un estado transitorio, siendo la habilidad mental deficitaria lo que distinguía ambas condiciones. En el siglo XVI, Fitzherbert realizó uno de los primeros intentos de definición del RM: «...Es idiota de nacimiento una persona que no puede contar o numerar 20 peniques, ni puede decir quién fue su padre o su madre, ni decir su edad, etc., con lo que puede parecer que no tuviere entendimiento de lo provechoso y lo nocivo para él.» (Scheer enberger 1983). Además de estas habilidades funcionales, la habilidad mental requería una evaluación y su importancia diagnóstica se vio consolidada con el trabajo de Binet a comienzos de nuestro siglo. Es por tanto la falta de habilidad cognitiva general lo que viene a reconocerse como una segunda tendencia histórica de la definición de retraso mental. 3. La tercera tendencia provino de los médicos que fueron quienes primero se ocuparon de la evaluación del retraso mental, a través del análisis de su etiología. Asumían que la condición de retrasado era causada por una patología orgánica, pero fueron incapaces de localizar signos objetivos distintivos del retraso mental. Hasta el siglo XIX el retraso mental no tuvo una conceptualización claramente diferenciada de otras patologías. Podemos resumir la evolución histórica de las concepciones del RM haciendo referencia a 2 momentos: 1. Antes del siglo XX, cuando se diferenció claramente de la demencia y de otras patologías, aunque de algún modo hasta 1959 siguen vigentes las tesis biologicistas del RM, considerando a este como una alteración constitucional del sistema nervioso central. 2. A partir del siglo XX, donde las propuestas de la AAMR en 1959 marcarán una pauta de concepción ampliamente aceptada en los medios científicos y profesionales. En el siglo XX el concepto de RM se ha estudiado en diferentes enfoques hasta que se ha llegado a una definición unificada. Los modelos psicológicos más importantes de análisis del RM han sido el psicométrico, el psicodinámico, el cognitivo y el de análisis funcional o comportamental. Desde una perspectiva aplicada, los modelos han evolucionado lentamente desde una predominancia de los criterios psicométricos, que exclusivamente tenían en cuenta el CI, hasta incorporar más o menos explícitamente los aspectos de adaptación social. La definición que propone la AAMR a comienzos de los sesenta detalla que: «El RM está relacionado con un funcionamiento intelectual general por debajo de la media que se origina en el periodo de desarrollo y se asocia con deficiencias en el comportamiento adaptativo». Sin embargo continuaba sin darse respuesta a la pregunta de sí la deficiencia mental podía ser considerada como una categoría diagnóstica única con subcategorías diferenciadas a lo largo de un continuo (ligero, medio, severo y profundo) dado que el constructo no ha demostrado nunca una adecuada utilidad predictiva. Por ello, Landesman y Ramey (1989) y algunos autores y profesionales recomiendan la desaparición como categoría diagnóstica clínica, para ser reemplazado por evaluaciones y descripciones que reflejan una visión más integrada de la historia ambiental, biosocial y de las competencias ordinarias de cognición, adaptación social y estatus emocional de estas personas. Se plantea adoptar un nuevo sistema que consiste en la construcción de perfiles de desarrollo de las competencias del sujeto y de las dificultades funcionales, relacionándolo con la evaluación de sus ambientes biosociales. La definición de la AAMR (AAMD) en 1992, al igual que el DSM-IV sostiene que: «El RM hace referencia a limitaciones sustanciales en el funcionamiento actual. Se caracteriza por un funcionamiento intelectual significativamente inferior a la media (CI de 70-75 o inferior), que generalmente coexiste junto a limitaciones en dos o más áreas de habilidades de adaptación: comunicación, autocuidado, vida en el hogar, habilidades sociales, utilización de la comunidad, autodirección, salud y seguridad, habilidades académicas funcionales, tiempo libre y trabajo. El RM se ha de manifestar antes de los 18 años de edad». La décima revisión de la Clasificación estadística internacional de las enfermedades y trastornos relacionados con la salud (CIE-10)9 hace el diagnóstico del retraso mental desde un punto de vista algo diferente al DSM-VI. Según el CIE-10 el retraso mental es una condición de «desarrollo detenido o incompleto de la mente» caracterizado por la alteración en el desarrollo de las habilidades que «contribuye al nivel total de la inteligencia». Así se ven afectadas las capacidades lingüísticas, motoras, sociales y cognoscitivas. Para el diagnóstico definitivo de RM, la CIE-10 estipula «un nivel reducido del funcionamiento intelectual que resulte en una menor capacidad para adaptarse a las demandas diarias del entorno social normal». La capacidad global, no las alteraciones específicas, debería ser la base del diagnóstico. Según la CIE-10, no se deben aplicar rígidamente los niveles de inteligencia debido a los problemas de validación transculturales. «Sin el uso de procedimientos estandarizados, el diagnóstico debe ser considerado como provisional». (HI Kaplan, BJ Sadock, 1999). COMENTARIO Conceptualmente el RM ha pasado por un proceso de delimitación, sobre el que se han ido añadiendo nuevos ingredientes para su establecimiento diagnóstico. Esta situación ha supuesto una mejora en la fiabilidad de las descripciones, pero no garantiza su validez ni ofrece un marco conceptual que permita unificar los distintos aspectos implicados en su expresión clínica. De este modo, estudiar en profundidad dichos aspectos especificando la relación entre los mismos podría aportar las claves para el desarrollo de su conocimiento. La inteligencia como constructo sería el primero en determinarse ya que ha sido la base primordial del diagnóstico en esta categoría clínica. Actualmente se encuentra en expansión dados los recientes avances sobre inteligencia emocional. Desde la práctica a veces nos planteamos por qué determinadas personas dentro de un mismo grado de retraso mental disponen de mayores habilidades para afrontar determinadas situaciones psicosociales que otras con el mismo nivel. Los instrumentos que determinan el CI, poseen grandes inconvenientes para ser aplicados en esta población por la gran implicación de factores culturales; también se vienen aplicando paralelamente instrumentos que determinan el nivel de conducta adaptativa escalas como la (ABS, ABSRC2, ICAP, etc.), sin que se sepa conjugar o relacionar debidamente ambos factores. Es importante la opción por la CIE-10 o por el DSM-IV ya que la primera apuesta por una definición más global y abierta que la mantenida por el DSM-IV, al valorar la capacidad global de los sujetos y no centrarse en alteraciones específicas. Respecto a las nuevas propuesta de la AAMR la menor definición y precisión de los subtipos que pretende establecer entre los individuos con RM, sustituyendo los anteriores niveles de retraso (ligero, medio, severo y profundo) por los nuevos niveles de apoyo (intermitente, limitado, extenso y generalizado), no aporta, ninguna novedad al respecto sino que se limita a denominar de otro modo las mismas situaciones. De hecho las propuestas de la AAMR no han sido asumidas por la OMS ni por la APA con gran celeridad, ni han dado un giro tan radical en las concepciones anteriores. Estas dificultades para la delimitación conceptual del RM han comportado el hecho de que tradicionalmente la literatura se haya centrado más en su manejo que en la profundización sobre el estudio de sus bases, tema que sigue estando realmente poco explorado. El diagnóstico de RM tiene un considerable potencial de mal uso y estigmatización para el individuo y su familia, pero puede ser necesario para el sistema social, especialmente como precondición para recibir servicios especiales.