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BIENAVENTURADO EL QUE LEE Y LOS QUE OYEN

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BIENAVENTURADO EL QUE LEE Y LOS QUE OYEN
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y
guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Apocalipsis 1:3

Desde el principio de la creación y a lo largo de toda la historia bíblica, Dios
declara el proceso de la primera sociedad constituida en la Tierra; y en forma
profética, cómo será su fin.
El propósito de Dios después de la desobediencia del hombre, no fue destruirlo,
sino más bien salvarlo de la condenación; por ello, estableció leyes y
mandamientos que debían ser obedecidos para lograr la paz y la felicidad.
Lamentablemente, las personas viven ajenas a esta realidad e insisten en seguir
alejados de Dios, imbuidos en sus delitos y pecados, tanto que apoyan
legislaciones inmorales que corrompen más nuestra sociedad.
La indiferencia de los hombres ha socavado los corazones y viven de espaldas
a su Creador, aunque son testigos de terribles manifestaciones de la naturaleza,
como grandes terremotos en diferentes partes del mundo; altas temperaturas
registradas en muchas ciudades, donde han fallecido miles de personas;
pandemias como el ébola, que cobró más de once mil vidas. Si a esto le
sumamos la inestabilidad política, social y económica que viene
desequilibrando al mundo entero, nada es casualidad.
Todas estas anomalías y fenómenos que se dan en el mundo forman parte del
cumplimiento de la Palabra profética más segura, que nos dice: “De la higuera
aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis
que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas,
conoced que está cerca, a las puertas” (Mt. 24:32-33).
Amados míos, reflexionemos un momento. La venida del Señor es inminente.
Ciertamente, nadie conoce el día ni la hora en que vendrá (Mt. 24:36), pero
todos estos acontecimientos nos permiten percibir cuán próxima está. Lo acepte
o no, muy pronto se cumplirán cada una de las profecías reveladas y explicadas
en el libro de Apocalipsis.
Las Escrituras son de gran bendición para los lectores ávidos del Señor.
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y
guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Ap. 1:3).
Bienaventurado es aquel que recibe el gozo, la alegría y la verdadera felicidad
que viene de parte de Dios. Bienaventurados son los que leen la revelación, los
que escuchan su contenido y también los que la obedecen. El contenido del libro
de Apocalipsis no solo constituye una revelación, sino también una profecía; es
el cumplimiento de las palabras de los profetas del Antiguo Testamento, del
Señor Jesucristo y de sus santos apóstoles, respecto a los tiempos del fin.
Muchos se gozarán leyendo este libro, otros quizá se asusten, aunque mi
propósito no es causar miedo, sino sencillamente declarar el mensaje de Dios
para que todos estén apercibidos de que el fin de todas las cosas se acerca.
Es razonable aceptar lo que la Biblia enseña, todo está perfectamente
armonizado, no hay contradicciones. Es el cumplimiento fiel de las palabras
proféticas escritas muchos siglos y milenios atrás, las cuales nos dan testimonio
de que realmente son revelación de Dios.
Lo que la Escritura declara es serio, real, firme, y se cumplirá sin lugar a duda.
Aunque muchos no lo crean, la Tierra se acabará. No seamos insensatos, hay un
cielo que ganar y un infierno que evitar.
Hijitos amados, estemos preparados. El reloj profético viene avanzando a pasos
agigantados. Vivo todos los días anhelando en mi corazón la venida del Señor.
¡Oh qué gloriosa experiencia encontrarme con Él en las nubes!
Ya estoy cerca de culminar mi carrera. Cualquiera de nosotros puede morir hoy,
mañana o dentro de muchos años; el asunto es estar realmente listo para el día
en que nuestra alma y espíritu tengan que salir de nuestro cuerpo y presentarse
ante Dios.
Permítame el Señor que, todos aquellos, en el mundo entero, que lean este
valioso material lo disfruten y tengan siempre presente que nuestro Señor
Jesucristo está a las puertas, y apercibidos debemos estar. Y entre tanto, hago
mías las palabras del gran apóstol Pablo, “… y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús” (Fil. 3:13-14). Porque de que viene, viene. Y de que nos vamos, nos
vamos. “¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de
la profecía de este libro” (Ap. 22:7). ¡Gloria a Dios!
Amados, “el tiempo está cerca” (Ap. 1:3), esto es, está próximo el
arrebatamiento de la iglesia, los juicios del Apocalipsis y el establecimiento del
reino milenial de Cristo. Es un llamado a estar preparados y a vivir en sobriedad
como hijos de luz (1 Ts. 5:4-10).
Muchas personas ven las profecías apocalípticas como sucesos sumamente
tormentosos y terroríficos; y desean que nunca se cumplan, pero el apóstol Juan,
que inicialmente quedó estupefacto ante tales escenas trágicas, luego ve lo
maravilloso, sublime y precioso del final de la consumación del plan de Dios, a
tal grado que queda satisfecho, conforme y gozoso, diciendo resueltamente:
“Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20). ¡Aleluya, Jesucristo viene!
¡Prepárate!
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