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El concepto de vulnerabilidad en vínculo con los riesgos naturales bajo el contexto de cambio climático y desarrollo urbano sustentable

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Ensayo: El concepto de vulnerabilidad en vínculo con los riesgos naturales bajo el contexto
de cambio climático y desarrollo urbano sustentable
Por: Mtra. Susana Álvarez del Castillo
Introducción:
Este ensayo pretende enriquecer la comprensión del análisis de riesgos naturales incorporando el
factor de vulnerabilidad en un contexto de cambio climático y desarrollo urbano sustentable. Para
lo cual se tratan las siguientes preguntas:
1) ¿Qué es la vulnerabilidad y como este concepto se instala en la evaluación de riesgos
naturales bajo un contexto de cambio climático y desarrollo urbano sustentable?
2) ¿Cuáles son los elementos que a su vez intervienen en la vulnerabilidad?
3) ¿Cómo es diagnosticada la vulnerabilidad y cuáles son los enfoques para su diagnóstico?
La vulnerabilidad ligada al riesgo del cambio climático y al desarrollo urbano sustentable
En esta primera parte, la vulnerabilidad, la fragilidad ante los riesgos naturales que conlleva el
cambio climático y la búsqueda de un desarrollo urbano sustentable son elementos que destacan
en el análisis. Donde se pone en la mesa la pregunta: ¿Qué es la vulnerabilidad y como este
concepto se instala en la evaluación de riesgos naturales bajo un contexto de cambio climático y
desarrollo urbano sustentable?
La concepción de las ciudades como espacios susceptibles de catástrofes naturales o antrópicas se
ha impuesto de manera progresiva. Los espacios urbanizados aparecen como espacios cada vez
más riesgosos, no únicamente por la exposición a diferentes perturbaciones, sino también; porque
su capacidad para enfrentar dichas perturbaciones, climáticas o tecnológicas, es por lo general muy
cuestionable. Las ciudades constituyen entonces territorios de gran fragilidad, donde la reducción
de esta última se vuelve un elemento clave para las políticas de gestión territorial. En trabajos
recientes el término de vulnerabilidad es cada vez más sobresaliente para la determinación de
fragilidades (e.g. Uejio et al., 2011; Sampson et al., 2013; Norton et al., 2015).
Por otra parte, las ciudades son consideradas como uno de los principales responsables del cambio
climático. Estas zonas urbanas contribuyen con aproximadamente 80% de las emisiones de CO2
del mundo y consumen cerca del 75% de la energía, también a nivel mundial (UN-habitat, 2008).
Las ciudades no son solamente percibidas como responsables mayores del fenómeno de cambio
climático, sino también son consideradas como principales víctimas del mismo fenómeno.
Si las ciudades son, al mismo tiempo, responsables y victimas del cambio climático; estas pueden
ser una fuente importante de solución ante diversas problemáticas vinculadas a dicho cambio. Por
ejemplo ante la concentración del calor en las ciudades, aumento de la contaminación,
inundaciones, etc.
La evolución de temperaturas, precipitaciones y del nivel del mar, a un largo plazo, en relación
con el cambio climático se traducen en diversas perturbaciones meteorológicas y climáticas
(Magnan et al., 2009). Estas perturbaciones no son forzosamente nuevas, pero su frecuencia e
intensidad podrían ser modificadas. Por ejemplo, las olas de calor que tienden a ser cada más
frecuentes e intensas en las regiones terrestres (IPCC, 2007). Estos eventos extremos, como las
olas de calor, conllevan impactos en el hábitat y en la sociedad entre los que podemos encontrar:
creciente demanda de agua; problemas en la calidad de agua; reducción en la calidad de vida de
las personas que habitan en lugares no adecuados al calor extremo; riesgo de mortalidad
relacionada al aumento de temperaturas, en personas mayores a 65 años ó niños menores de 5
años, personas con enfermedades crónicas, personas que sufren aislamiento social o sin medios
para hacer frente a la perturbación (IPCC, 2007). Estos impactos pueden tener efectos devastadores
sobre el medio urbano.
Los efectos devastadores percibidos los podemos nombrar catástrofes. Una catástrofe es sinónimo
de crisis, que se refiere a una perturbación profunda y que afecta a un sistema en su conjunto, para
lo cual es necesario una acción rápida que permita guiar las acciones individuales y colectivas
(Laganier, 2011).
Las catástrofes potenciales que se esparcen con el cambio climático no pueden ser resueltas a
través de soluciones meramente técnicas, ya que después de todo; las catástrofes son de naturaleza
sociopolítica (Blaikie et al., 1994). El reconocimiento de vulnerabilidades y de capacidades de
resiliencia de los sistemas urbanos se vuelve fundamental para afrontar la catástrofe.
La vulnerabilidad al cambio climático evoca, al mismo tiempo; a las ciencias naturales y físicas
para dar una explicación a los fenómenos climáticos, y a las ciencias sociales para la explicación
de las interacciones entre las actividades humanas y los fenómenos. La vulnerabilidad se ha
transformado poco a poco en un concepto central para el análisis de riesgos naturales: en 1990 la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) conforma un foro de discusión para la reducción de
catástrofes naturales, donde la atención mayor se concentró sobre la sociedad y la reducción de
vulnerabilidades, y designa a la década de los noventa como la década internacional para la
reducción de desastres naturales (International Decade for Natural Disaster Reduction o IDNDR).
A través de la IDNDR la idea de que los riesgos naturales resultan de la interacción entre la
naturaleza y la sociedad, y solamente una gestión racional de recursos conlleva a reducir
catástrofes naturales es difundida. Cuatro años más tarde, en 1994, aparece una obra de gran
importancia dirigida a la evaluación de la vulnerabilidad social, producida por Blaikie et al. “At
Risk: Natural Hazards, People’s Vulnerability”. Gran parte de organizaciones e instancias
internacionales han adoptado este concepto de “vulnerabilidad social” en sus reportes y trabajos
publicados.
La resiliencia o capacidad de resiliencia, es un término que ha sido utilizado para describir
sistemas que subsanan una perturbación, teniendo la capacidad de reconstruirse. Este termino de
resiliencia está fuertemente ligado al de vulnerabilidad (Klein et al. 2003), y ha sido introducido
al campo de las catástrofes como parte de las recomendaciones de la ONU para la reducción de
desastres naturales (e.g. UN-International Strategies for Disasters Reduction). Otro termino
recurrente que encontramos en la literatura referente a la reducción de catástrofes y el aumento de
la resiliencia es el concepto de capacidad adaptativa, lo empezamos a ubicar por ejemplo con el
reporte de evaluación para el cambio climático del IPCC (2001) y en Smit B. & Pilifosova O.
(2003).
La vulnerabilidad ha sido objeto de estudio por las ciencias sociales, e igualmente por geógrafos
que le han concebido a este concepto un sentido más amplio. A través de la literatura, sobre todo
la anglosajona, encontramos trabajos que nos permiten ubicar este término de vulnerabilidad como
una parte esencial del cuerpo teórico para evaluar riesgos ante catástrofes naturales (e.g. Brooks,
2003; Adger, 2006; Abraham, 2009). Entre los años setentas y ochentas la perspectiva de
considerar un evento natural extremo como la única causa de una catástrofe se vuelve de más en
más cuestionable, al mismo tiempo aumentaba el interés por la naturaleza de la vulnerabilidad ante
eventos naturales extremos.
Etimológicamente la palabra “vulnerabilidad” tiene sus orígenes en el latín vulnerabilis que se
construye a partir del verbo vulnerare, el cual se refiere a infligir una lesión, y del sufijo –abilis,
“que puede ser o se inclina a”. En el lenguaje corriente la vulnerabilidad es una característica de
aquella entidad que es vulnerable, es decir, que puede sufrir de una lesión o impacto por un mal
físico. La vulnerabilidad también expresa la posibilidad de resultar lastimado o herido (RAE,
2018). Este concepto tiene una calidad de predicción en situaciones donde existe la incertidumbre
(Blaikie et al., 1994) y puede ser utilizado también como una magnitud para la amenaza (Calvo &
Dercon, 2005). La vulnerabilidad como termino técnico en el campo de los riesgos naturales es
abundante, frecuentemente la encontramos acompañada de otros términos como: impacto, peligro,
riesgo, capacidad de adaptación y resiliencia (Adger 2006; Thywissen, 2006; O’Brien et al., 2007).
La vulnerabilidad y sus factores
Esta parte es dedicada a revisar el concepto de vulnerabilidad y los factores que la construyen. Por
lo cual, resulta pertinente y lógico cuestionarse: ¿Cuáles son los elementos que intervienen en la
vulnerabilidad? Y a su vez tratar de responder a esta cuestión, como se expresa en las siguientes
líneas.
Entre las diversas y más recurridas definiciones de vulnerabilidad, encontramos las siguientes:
Propensión al riesgo, a sufrir un daño, o disfunción de diferentes elementos expuestos; estos
pueden ser bienes, personas, actividades, funciones o sistemas, que constituyen un territorio o una
sociedad determinada (Birkmann, 2005; Leone & Vinet 2006).
La ONU señala a la vulnerabilidad como la interpretación de las características de una persona o
grupo en términos de capacidad para manejar los impactos de eventos externos y recubre la
predisposición de la población a ser afectada, ó no, por dichos eventos (UNDP, 2004).
En 1976, los autores O'keefe, Westgate & Wisner se explican el aumento de catástrofes a partir de
la vulnerabilidad creciente de la población ante fenómenos físicos extremos. Para Blaikie et al.
1994, la vulnerabilidad a las catástrofes dichas “naturales” contiene factores sociales como por
ejemplo: la pertenencia a una cierta clase social, la edad, sexo o el nivel económico. Estos factores
meramente sociales se colocan como las causas subyacentes de dicha vulnerabilidad. Sin embargo,
debemos reconocer que ciertas formas sociales no son vinculadas a la explicación de una
catástrofe. Por ejemplo, la pobreza y la vulnerabilidad no son factores que están siempre
correlacionados. Aunque las personas más pobres poseen cierta tendencia a ser más afectados que
las personas ricas ante una catástrofe natural, ya que los ricos poseen más alternativas y medios
para salir de una situación de catástrofe.
La vulnerabilidad social, desde 1990, ha sido objeto de múltiples trabajos de investigación en
geografía. Por ejemplo; en Europa, existe una tendencia por observar y analizar comportamientos,
percepciones, la preparación de la población y las políticas de gestión frente al riesgo, donde el
interés de la vulnerabilidad social se instala sobre los diferentes factores que reducen la capacidad
de respuesta de la sociedad (e.g. D’Ercole et al., 1994; Cardona, 1999). La geografía de riesgo
considera que las catástrofes naturales derivan de factores naturales pero también de factores
sociales. La vulnerabilidad desde un punto de vista pragmático es una medida del daño frente a
una catástrofe (D’Ercole et al., 1996). Sin embargo podemos distinguir dos tipos de vulnerabilidad;
la técnica y la social (Leone & Vinet 2006).
Entre las definiciones de vulnerabilidad aquellas que se refieren a las vulnerabilidades técnicas o
biofísicas son definidas en términos de daño físico, donde encontramos elementos materiales,
como: grado de exposición a un peligro, densidad poblacional, calidad de las infraestructuras
(vinculada a la calidad de materiales utilizados), entre otros. Las estrategias para enfrentar este
tipo de vulnerabilidades radican por ejemplo; en normas de construcción y reglamentos de
planificación. En este caso el papel que juega la sociedad es pasivo (e.g. Gill et al., 2007; Bowler
et al., 2010; Norton et al., 2015).
Otro conjunto de definiciones para la vulnerabilidad son las que condicionan a esta por las
propiedades sociales intrínsecas del territorio en la que se desarrolla la vulnerabilidad. Estas
definiciones señalan que los impactos de una perturbación no dependen únicamente de la
exposición al peligro de que ocurra dicha perturbación. Este enfoque es generalmente utilizado por
las ciencias sociales, busca determinar las condiciones en las que se establece el daño y la
capacidad de respuesta de un individuo o comunidad amenazada. Bajo este enfoque la
vulnerabilidad rinde cuenta de la usencia de la capacidad de una sociedad para enfrentar una crisis
o cambio. La vulnerabilidad es vista también como el estado anterior a la crisis y se revela cuando
ocurre una perturbación (e.g. Hewitt, 1997; Wisner et al., 2004; Weichselgartner, 2004; Cutter &
Emrich, 2006).
El termino de vulnerabilidad social puede ser utilizado cuando hablamos de un sistema humano,
para otros tipos de sistemas, como el de un ecosistema, es recomendado el termino de
vulnerabilidad inherente (Brooks, 2003). La vulnerabilidad social conjuga diversas características
que pueden ser culturales, económicas o institucionales y que contribuyen en la producción de
riesgos, haciendo de este concepto uno mucho más amplio que la determinación de infraestructuras
dañadas.
Para determinar la vulnerabilidad social existe la idea de partir de un estado de “bienestar inicial”,
el cual incluye una serie de factores vinculados a las personas y su medio ambiente, entre los que
podemos nombrar; los recursos económicos y naturales, la salud física y mental, capital social,
voluntad de construir un sitio seguro y medidas de atenuación o preparación (Cannon et al., 2003).
Lo anterior refleja que la vulnerabilidad social es producto principalmente de medios de existencia
precarios, de la protección social insuficiente, del grado de autoprotección, de disfuncionamientos
o inadecuaciones de las instituciones que definen el contexto dentro del cual un individuo o
comunidad responde ante los impactos negativos que produce un evento catastrófico o una
perturbación.
Podemos también distinguir que la vulnerabilidad física trata de cubrir el grado de exposición ante
un fenómeno, y la vulnerabilidad social recubre la capacidad para enfrentar un fenómeno
(Reghezza, 2006).
Léone & Vinet (2006), señalan la existencia de los siguientes enfoques sectoriales de la
vulnerabilidad ante fenómenos naturales:
1) Enfoque estructural y corporal: se concentra en tratar la fragilidad de las infraestructuras,
por ejemplo de un edificio
2) Enfoque humano y social: determinado por el análisis de experiencias, las adaptaciones y
comportamientos, y las consecuencias socio-económicas
3) Enfoque institucional: determinado por la capacidad de respuesta de las instituciones
4) Enfoque ambiental y del patrimonio: recubre los posibles daños sobre la vegetación, el
suelo y la fauna o bien sobre los recursos naturales (e.g. agua, minerales)
5) Enfoque funcional y económico: se concentra sobre el costo potencial de las catástrofes y
la actividad económica de sectores particulares después del evento catastrófico
Los enfoques de evaluación sobre la vulnerabilidad apuntan hacia la sensibilidad a recibir un daño,
la caracterización de un peligro y la capacidad de respuesta frente al peligro. En el estudio de la
vulnerabilidad existe la tendencia a separar estos enfoques en lugar de vigilar la integración de
estos. El diagnóstico de la vulnerabilidad requiere de un análisis integral de los sistemas complejos,
ya sean territoriales, sociales, organizacionales o institucionales (Léone & Vinet, 2006; Reghezza,
2006). Es decir, la vulnerabilidad de un sistema depende de la combinación de diferentes formas
de vulnerabilidad. Adicionalmente, ciertos autores señalan a la vulnerabilidad como un sistema
dinámico en sí, que no desaparece y se encuentra en constante cambio (e.g. Wilhelmi & Hayden
2010), más adelante retomaremos esta idea para revisar algunos diagnósticos de vulnerabilidad.
Para algunos autores la vulnerabilidad social puede englobar elementos de la vulnerabilidad física,
ya que ciertas características socio-económicos pueden comprender a su vez características
relacionadas a los daños físicos potenciales construidos en una perspectiva de corto plazo (Cutter
et al., 2003). Este enraizamiento de elementos tal vez puede ser mejor explicado a través de una
óptica de diferenciación de factores de orden estructural de los de orden coyuntural. Los factores
estructurales pueden ser: sociodemográficos, económicos, socioculturales y funcionales, que
designan la calidad de la prevención y organización en caso de catástrofe; institucional, fundada
en la planificación y reglamentación en materia de riesgos. Los factores coyunturales, como las
propiedades de resistencia de un material de construcción, son vinculados a una vulnerabilidad
momentánea e imprevisible en un lugar determinado y cuando ocurre el impacto de una
perturbación física (Thouret, J.C. & D’Ercole, R., 1996). Encontramos también una diferenciación
entre factores “genéricos”, los cuales son determinantes de una vulnerabilidad válida para todas
las perturbaciones ligadas a fenómenos naturales, y factores “específicos” que condicionan
únicamente la capacidad de resistencia a ciertas perturbaciones físicas (Thouret, J.C. & D’Ercole,
R., 1996). Los factores sociales son factores estructurales y genéricos que influyen sobre otros
factores, como las propiedades físicas de resistencia de algún material, y estas últimas constituyen
factores coyunturales y específicos. Por ejemplo, la pobreza (factor estructural genérico) puede ser
responsable de no respetar reglas de construcción y del empleo de materiales inadaptados (factor
coyuntural especifico), por consecuencia los edificios serán vulnerables a los sismos pero no a las
sequias. En la actualidad la visión dominante, en materia de gestión de riesgos, tiende a
concentrarse en aquellas perturbaciones de carácter excepcional y no sobre las vulnerabilidades
cotidianas vinculadas a las restricciones estructurales subyacentes.
Blaikie et al. (1994) mencionan que la vulnerabilidad de las personas es generada por procesos
sociales, económicos y políticos, pues estos tres factores tienen gran influencia sobre las
afectaciones que las personas sufren frente a una perturbación o un peligro. Así mismo, las
actividades humanas pueden modificar los eventos físicos y biológicos, por ejemplo sabemos que
la deforestación contribuye a la disminución del nivel freático de agua.
Existe cierto consenso para la representación y análisis de la vulnerabilidad global a partir de
factores técnicos o biofísicos y de factores sociales (Dow, 1992; Turner et al., 2003; Reghezza,
2006; Eakin & Bojórquez-Tapia, 2008), como también a partir de tres dimensiones; exposición,
sensibilidad y adaptación o resiliencia ( Turner et al., 2003; Adger, 2006; Gallopín, 2006; Wilhelmi
& Hayden, 2010; Becerra, 2012).
La exposición es el factor de stress asociado a la probabilidad de que una catástrofe ocurra o bien
al peligro (Masters, 1997; Cutter, Boruff & Shirley, 2001; Turner et al., 2003). La sensibilidad
radica en medir la reacción inmediata del sistema humano a la exposición (Adger & Kelly 1999);
por ejemplo, si decimos que las personas mayores tienden a ser mas sensibles al calor, por lo tanto
son menos capaces de afronte una ola de calor que los jovenes. La adaptación o resiliencia evoca
la habilidad de respuesta al peligro sobre un largo perido de tiempo (Gallopín 2006).
La vulnerabilidad al cambio climático y bajo la óptica del desarrollo sustentable enfatiza el hecho
de que este concepto de vulnerabilidad engloba no solamente la exposición, la sensibilidad y
capacidad de enfrentar un cambio, sino también las capacidades adaptativas o de respuesta, que
muchas veces se traducen en resiliencia, en su interacción con los factores de stress (IPCC, 2001;
Turner et al., 2003; Guillaumont & Simonet, 2011).
La evolución y futuro de una ciudad en un contexto de cambio climático impone la necesidad de
comprender la manera en la que una ciudad se encuentra expuesta a un determinado clima (e.g.
temperaturas más elevadas), la sensibilidad biofísica, la fragilidad socio-económica ante cambios
climatológicos y la posibilidad de adaptarse y enfrentar esos cambios, por ejemplo concibiendo
una forma diferente de planificación urbana y de la ocupación del suelo. Si las autoridades locales
no realizan ajustes en el sistema urbano, dicho sistema podría sufrir graves daños o bien colapsarse.
En la estructura de la vulnerabilidad existen dos fases; una externa y la otra interna. La fase externa
es simbolizada por la exposición al riesgo y choque, y la fase interna representada por la capacidad
de afrontar el choque, que se refiere a la capacidad a anticipar y a resistir o recuperarse del impacto.
En las ciencias sociales, como la geografía social, queda latente esta distinción entre la exposición
a amenazas (externas) y la capacidad (interna) de personas, grupos o sociedades a confrontar un
choque. Sin embargo, también existe un debate sobre la utilización del término de exposición para
también tratar características sociales e institucionales, como procesos que conducen a aumentan
el riesgo a la catástrofe y que modifican la exposición de una persona o de un grupo ante el riesgo
(Cannon et al, 2003).
En el sentido estricto de la vulnerabilidad social todos somos vulnerables frente a los diferentes
peligros naturales. Algunos autores señalan la conveniencia de establecer niveles de vulnerabilidad
aceptables o inaceptables sobre los cuales instalar la prevención (Léone & Vinet, 2006). La
aceptación del riesgo puede ser un elemento de reducción del mismo. Esta aceptación está
vinculada al estado de la sociedad que designa la capacidad de respuesta frente a un evento que
pudiera ser catastrófico (Brunet et al., 1993).
La evaluación del riesgo implica considerar los peligros, elementos expuestos y las
vulnerabilidades (Léone & Vinet, 2006; Villagrán de león, 2006). El riesgo está en función del
peligro y el número de personas que son caracterizadas por su grado de vulnerabilidad. Estas
personas ocupan un espacio y tiempo determinado de exposición ante evento extremos. Una
expresión del riesgo, bastante aceptada y utilizada es la siguiente ecuación:
Riego = peligro*vulnerabilidad
Cabe mencionar que una catástrofe se considera como tal cuando hay un número significativo de
personas vulnerables que sufren de un daño (Léone et al., 2010), dicho número puede variar entre
las distintas instituciones. Para la ONU podemos hablar de una catástrofe a partir de la relación de
30 decesos, aproximadamente, con el evento extremo (UNDP, 2004).
La reducción de vulnerabilidades ha sido propuesta como solución respecto a perturbaciones y
catástrofes. Esta reducción de vulnerabilidades empieza por la reducción de la vulnerabilidad
social, pero hace falta poder estimarla y proponer soluciones adaptadas.
La disminución de vulnerabilidades se torna importante para que una población pueda compensar
ciertos daños. Esta capacidad frecuentemente es abordada sobre el término de resiliencia. La
resiliencia puede ser considerada como un antónimo de la vulnerabilidad e implica la capacidad
de un sistema para absorber un daño. Podemos también decir que se trata de la capacidad a soportar
los choques que afectan la infraestructura de un sistema. Sin embargo, este termino de resiliencia
cuenta con dificultades:
1) La primera dificultad radica en que un sistema que ha sido perturbado reviene a al estado
anterior a la catástrofe, con lo cual el sistema no se adapta a la perturbación sino queda
siempre vulnerable (Blaikie et al., 1994).
2) La segunda implica abordar el retorno, después de una perturbación, a un estado de
equilibrio diferente del estado inicial lo suficientemente alejado de la crisis para permitir
el buen funcionamiento del sistema. Esta visión de equilibrio pertenece a una visión
ecológica, donde la estabilidad que permite la resiliencia es difícil de definir y de medir
(Reghezza, 2006).
La capacidad de adaptación de la sociedad juega un factor decisivo para permitir ó no la catástrofe.
Esta capacidad puede ser la capacidad de anticipación, de reacción, de eficiencia y de respuesta
frente a una perturbación.
Diagnóstico(s) de vulnerabilidad
Finalmente, y como parte de este trabajo, el siguiente análisis se enfoca en esclarecer la pregunta:
¿Cómo es diagnosticada la vulnerabilidad y cuáles son los enfoques para su diagnóstico?
Para el diagnóstico de la vulnerabilidad, podemos encontrar diversos marcos analíticos. En esta
ocasión me he limitado a presentar tres, de reciente autoría: el primero, enfocado en la evaluación
de diferentes vulnerabilidades y capacidades de resiliencia, tomando en cuenta escalas espaciales
y temporales; el segundo, propone una evaluación de la vulnerabilidad integrada al riesgo,
tomando en cuenta la temporalidad; y el tercero, evalúa la vulnerabilidad respecto a un evento
extremo.
El proyecto ENSURE (Enhancing resilience of communities and territories facing natural and natech hazards), financiado por la Unión Europea para la evaluación de vulnerabilidades
considerando diferentes aspectos tanto físicos, sistémicos, sociales y económicos, pretende
identificar y medir las respuestas de territorios y comunidades ante diferentes amenazas ya sean
de origen natural o tecnológico. Este proyecto considera la vulnerabilidad como el reflejo de
fragilidades que permiten que un territorio sea incapaz de resistir al stress provocado por una fuente
“externa” (Menoni et al., 2012). La resiliencia recubre las capacidades de reacción frente a un
choque, de tal forma que las vulnerabilidades puedan ser reducidas y las trayectorias sociales,
urbanas y regionales saneadas ante los posibles impactos negativos provocados por un evento.
El marco analítico de evaluación para vulnerabilidades y resiliencia del proyecto ENSURE
reconoce a estos dos términos (la vulnerabilidad y a la resiliencia) como dinámicos. Ellos se
forman a través del tiempo y resultan de procesos históricos que dan forma a las ciudades o
comunidades, y que construyen su interrelación potencial con los eventos perturbadores. En este
marco analítico aparecen diferentes tipos de vulnerabilidad, que pretenden ser más pertinentes a
las diferentes etapas que sigue un evento catastrófico: al momento del impacto las vulnerabilidades
físicas se transforman en daños físicos provocados por el evento; durante la fase de urgencia y de
recuperación los factores sistémicos, sociales, institucionales, y organizacionales determinan el
tiempo de retorno a un estado de normalidad. En este marco intervienen también distintas escalas
espaciales: por una parte se encuentra el epicentro de la catástrofe, donde los daños son más
prominentes; y por otra parte la periferia del evento, que se encuentra implicada en la destrucción
provocada por la catástrofe (figura 1). El hecho de considerar a otras zonas, diferentes a las
directamente afectadas, nos conduce a la necesidad de aumentar la supervisión local a otra escala
más amplia. Y así mismo, se trata de considerar como las afectaciones locales se insertan en
regiones económicas y administrativas de mayor amplitud (Menoni et al., 2012).
Una particularidad del cuadro de análisis ENSURE, a nivel espacial, radica en la escala a la cual
las perturbaciones deben ser analizadas, estas no corresponde necesariamente a aquellas escalas
donde los diferentes tipos de vulnerabilidad y resiliencia deben ser considerados. Por ejemplo,
cuando consideramos las capacidades de recuperación o de resiliencia todas las escalas deberían
ser consideradas: los recursos necesarios pueden atravesar todas las escalas de gobernanza para
reparar el daño principal, en el epicentro. En el plano de la temporalidad nos encontramos con otra
particularidad en el cuadro de análisis, donde las diferentes vulnerabilidades y la resiliencia son
consideradas bajo el ciclo de la catástrofe: después de un impacto las capacidades de atenuación
son consideradas, y en el momento del impacto son las vulnerabilidades físicas las que juegan un
papel esencial. Las vulnerabilidades, capacidades y oportunidades de acción no quedan
reconocidas bajo cada fase del evento (Menoni et al., 2012).
Figura 1. Cuadro de análisis ENSURE para la evaluación de la vulnerabilidad y resiliencia.
(Menoni et al., 2012)
El modelo BBC (Birkmann, 2006) vincula la evaluación de la vulnerabilidad al concepto de
desarrollo sustentable, y debe su nombre a los trabajos realizados por Bogardi & Birkmann (2004)
y Cardona (1999 y 2001). Este modelo nace a partir de la creciente necesidad de relacionar la
vulnerabilidad, la seguridad humana y el desarrollo sustentable (Birkmann, 2006). El modelo BBC
propone un enfoque holístico en la gestión de riesgos de catástrofes y sugiere que la vulnerabilidad
sea vista como un proceso dinámico tomando en cuenta elementos de la exposición, sensibilidad
y capacidad para reducir el riesgo. Este modelo implica que la vulnerabilidad no debe ser vista de
manera aislada, sino integrada en el riesgo, tomando en cuenta los tipos de perturbaciones
específicas y los eventos potenciales a los que la sociedad, su económica y su ambiente son
expuestos, y así mismo las interacciones entre estos diferentes elementos que contribuyen a la vez
en la creación del riesgo. El modelo BBC también establece claramente la relación entre la
evaluación de la vulnerabilidad y las condiciones de sustentabilidad del sistema considerado, en el
cuadro podemos observar las esferas económicas, ecológicas y sociales, que son consideradas los
pilares del desarrollo sustentable, y que son ligadas a la vulnerabilidad. Los aspectos
organizacionales e institucionales deben analizarse a través de las tres esferas de desarrollo
sustentable. Las estrategias de reducción del riesgo, sugeridas por el modelo, se instalan en la
medida en la cual el sistema de intervención englobe medidas de reducción de la vulnerabilidad.
Estas medidas pueden intervenir antes de que los riesgos o catástrofes se manifiesten (t = 0) y
después de que estos ocurran (t = 1) (figura 2). En el modelo BBC no queda explicito la
intervención de estrategias para reducir riesgos y vulnerabilidades durante la urgencia ni el manejo
de escalas espaciales.
Figura 2. El modelo BBC. (Birkmann, 2006)
El tercer modelo o marco analitico a presentar; es uno de vulnerabilidad respecto a un evento
extremo, en este caso es el calor extremo el que se encuentra representado. Wilhelmi & Hayden
(2010) sugieren este modelo donde se encuentran tres dimensiones principales: la exposición, en
funcion de factores de temperatura, variabilidad del clima y uso del suelo, esta dimensión cuenta
con datos medibles de forma cuantitativa; la sensibilidad, en funcion de elementos sociodemograficos, economicos y culturales que pueden presentarse de forma cuantitativa; la capacidad
de adaptación, que involucra los recursos y capacidades, individuales y comunitarios, el capital
social y los programas de reducción de riesgos, estos elementos por lo general se presentan en
forma cualitativa. La exposición, sensibilidad y capacidad adaptativa se encuentran en constante
interacción con los impactos o riesgos que produce el evento extremo (el calor), por ejemplo en
este caso con la mortalidad y morbilidad relacionada al calor. Existen al mismo tiempo factores
externos que impactan en la vulnerabilidad, entre los que podemos distinguir perturbaciones
sociales y ambientales, cambios climaticos, urbanización y desarrollo urbano, y cambios
demografios; por ejemplo, si la población de determinada sociedad envejece la vulnerabilidad de
esta sociedad podría ser mayor. Las adaptaciones o respuestas, que consisten en mejoramientos
urbanos, sistemas de advertencia, programas comunitarios, educación y sensibilización en salud
publica y asistencia publica, tambien impactan en la vulnerabilidad. Estas respuestas de adaptación
son influenciadas por los impactos relacionados al evento extremo ó bien al evento perturbador
(figura 3).
Figura 3. Cuadro de analisis para la vulnerabilidad al calor extremo (Wilhelmi & Hayden, 2010)
La vulnerabilidad se puede percibir como un proceso dinámico y articulado que integra factores,
tanto internos (exposición, sensibilidad y adaptación) como factores externos, y que rinden cuenta
del grado de fragilidad de un sistema (e.g. una sociedad) frente una catástrofe.
En el diagnóstico de vulnerabilidades no existe un consenso absoluto, pero sin embargo podemos
deslindar ciertos acuerdos: 1) las dimensiones de exposición, sensibilidad y capacidad adaptativa
son elementos subyacentes de la vulnerabilidad; 2) la vulnerabilidad es un proceso que guarda la
interacción entre sus distintos factores; 3) la vulnerabilidad es inherente al riesgo.
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