Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas. 2013, n. 11. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS LEYMARIE, Isabelle. La música latinoamericana: danzas y ritmos de un continente. Traducido por Isabel Romero; editado por Sebastián Deleau y Béatrice Peyret-Vignals. Barcelona: Ediciones B, 1997. 128 p. Traducción de: La musique sud-américaine: rythmes et danses d´un continent. ISBN: 84-4067705-7. La presente obra de la musicóloga y pianista, Isabelle Leymarie, descubre al lector una panorámica histórica con los ritmos y danzas, que han coexistido en los países de América Latina y el Caribe, configurando una identidad cultural y artística que perdura hasta nuestros días con un arraigo de inmenso valor. Precediendo al desarrollo de la temática abarcada en el trabajo objeto de estudio, a modo de preámbulo, encontramos un texto del escritor Billy Bergman, extraído de su obra “Hot Sauces: Latin and Caribbean Pop”, donde se equipara la música latina, en general, con las ramas del mangle, árbol cultivado en las franjas costeras de las regiones tropicales. Mediante este recurso estilístico, se pretende destacar el origen único de los géneros musicales, que impregnan cada área de Latinoamérica, conservando siempre su pertenencia a un tronco o raíz común, pero evolucionando, a su vez, de forma rápida para confluir en una clara distinción rítmica. Dicha referencia persigue el objetivo único de vincular al lector con la estructura y contenido de la monografía, la cual aparece dividida en cinco capítulos, que siguen una línea histórica desde comienzos del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX: Capítulo I: Capítulo II: Capítulo III: Capítulo IV: Capítulo V: El nacimiento de las músicas latinas. El fulgor del Caribe. La edad de oro. La explosión musical. «Funk», «tecno» y el retorno a las raíces. Si intentáramos componer, de algún modo, la historia de América Latina y las islas del Caribe, advertiríamos los numerosos sistemas de gobierno que han regido estas zonas, continuamente importunadas por oleadas de invasiones e intentos imperialistas. Remontándonos a los tiempos de la colonización, ya se percibe con claridad la existencia de cantos y danzas, impulsados por indios y negros, que son reprimidos en un intento de expansión del cristianismo. No obstante, será, en la etapa inicial de la conquista, cuando afloren multitud de géneros musicales; entre ellos, contradanzas, cuadrillas, polcas, seguidillas, aunque, también, óperas, cánticos cristianos, marchas militares o canciones marineras fusionadas con ritmos autóctonos, que originan, en palabras de la autora, un “mestizaje musical”, heterogéneo y de gran riqueza cultural para los habitantes del Nuevo Mundo. En esta época de fusión, de revueltas, de manifiesta creatividad, surge el tango en la ciudad de Buenos Aires, que combina elementos de la payada, el candombe, 1 Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas. 2013, n. 11. la milonga y la habanera, introducida por los marineros en Cuba a mitad del siglo XIX. Sin embargo, hasta finales de siglo, no adquiere un nuevo aire diferenciador, que lo identifique, basado en una coreografía sugerente y llena de vitalidad, donde predominan figuras complejas y de gran atractivo para el creciente número de espectadores, y una tendencia a la búsqueda de letras trágicas y mensajes codificados, portadores de un sentimiento deprimente que se expandirá por los barrios bajos y suburbios de dicha ciudad. Su difusión por Europa y Estados Unidos se produce a lo largo del siglo XX con dos piezas que han marcado la música argentina, El choclo y La morocha, convirtiéndose en la sensación del momento. Con la figura de Carlos Gardel, alcanzará la cumbre, siendo el alma y vehículo que asentara las bases para siempre; un mito en la evolución de un género que, sin lugar a dudas, ha dejado huella hasta nuestros días, incorporándose al baile de salón, tanto en su versión social como en la de competición y deportiva. En contraposición con el tango, la samba mezcla la espontaneidad con la diversión. Nace en Río de Janeiro y, en principio, se caracteriza por ser una danza de fecundidad, practicada por los angoleños, consistente en la frotación de los ombligos. Tras su normalización, en 1923, la radio y las discográficas juegan un papel esencial en la propagación de este género, consiguiendo una amplia difusión gracias a Carmen Miranda y Mario Reis, que introducen la samba cantada. A raíz de esto, se convierte en el símbolo de Brasil, dando vida al carnaval, tan aclamado a nivel internacional, y constituyéndose como un emblema cultural del país. Del mismo modo, Cuba, pese al régimen represivo de Gerardo Machado y Morales (1925-1933), se distingue por su espíritu innovador y creativo, que ha marcado fuertemente el país con una gama insólita de estilos, provenientes de la influencia negra, española y francesa. En La Habana, destacan: la guaracha, que surge en las tabernas portuarias a lo largo del siglo XVIII; el son, alegre e impertinente, que nace a finales del siglo XIX; y el bolero, romántico, pero con diferencias en el plano rítmico de su homónimo español. De los mencionados anteriormente, destacará, con el transcurso de los años, el son, cuya expansión internacional se hace posible, hacia finales de los años veinte, con las primeras grabaciones, realizadas por el Sexteto Boloña, el Sexteto Habanero, el Sexteto de Occidente y el Septeto Nacional, en discográficas norteamericanas. Atrapados en un prestigioso clima de armonía musical, se introducen, de un modo casi frecuente, nuevos estilos, que impregnan fuertemente cada área dentro de los límites del territorio cubano. Inspirado en la contradanza, surge el danzón a finales del siglo XIX, conservando, pese a sus diferencias, cadencias del son, que constituyen la base para ilustrar este movimiento. Dicho ritmo, que paulatinamente es reconvertido en danza, transmitirá una sensación de libertad constante, motivando la aparición de numerosas improvisaciones coreográficas y orquestales a la luz de años venideros. Durante la tercera década del pasado siglo, fueron incesantes las migraciones de músicos cubanos y puertorriqueños hacia Nueva York, por razones políticas, económicas y sociales que imperaban en sus países con fuerza. Por consiguiente, “East Harlem” (más conocido como El Barrio) se convierte en el núcleo de atracción latina, sobresaliendo la música cubana, que impregna cada rincón del lugar. Para romper con esta hegemonía, el cantante canario Manuel Jiménez introduce la plena, género musical, similar al son, que nació en Ponce (costa sur de Puerto Rico) hacia 1914. Este período comportará sucesivas fusiones 2 Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas. 2013, n. 11. de estilos, aportando riqueza y nutriendo, así, la cultura popular de América Latina, con el contacto recurrente de los elementos, que, sin lugar a dudas, habían triunfado en Estados Unidos años atrás. A partir del año 1930, después de la presentación de El Manisero, obra compuesta por Don Azpiazu e interpretada por Antonio Machín, la rumba y la conga invaden los salones de baile, cautivando a la sociedad estadounidense. Ambos estilos musicales se extenderán por los cinco continentes en los años sucesivos y, en Francia, además, despuntará el biguine, cuyos orígenes los encontramos en los cantos y danzas de tambores que realizaban los esclavos al finalizar sus largas jornadas de trabajo en las plantaciones antillanas. A finales de la década de 1930, se empieza a fraguar un nuevo estilo musical que, sin lugar a dudas, revolucionará el continente americano. Se trata del jazz latino, promovido por los Afro-Cubans, orquesta cubana que asombró al público con nuevas instrumentaciones, irrumpiendo con fuerza dentro de una etapa inolvidable, repleta de creatividad: la edad de oro. En este espacio de tiempo, el jazz será el eje o punto de partida de numerosas fusiones, ya sea a través de la música cubana, como venían haciendo los Afro-Cubans, o a través de tambores “latinos” en big bands americanas, que conmocionarán al resto de países con un éxito sin parangón. No obstante, otros géneros, como el mambo y el chachachá, seducirán a la sociedad por sus cadencias tan marcadas que se plasmarán en magníficas coreografías. Además de los anteriores, en estos años, es preciso destacar el calipso, género trinitense de denuncia que pone de manifiesto temas de actualidad con un enfoque humorístico. Éste alcanzará su auge y se internacionalizará a mediados del siglo XX por medio de numerosos intérpretes de renombre, como Wilmoth Houdini, The Inventor, Lord Executor, Chieftain Walter Douglas, Harry Belafonte, Lord Melody o Lord Kitchener; entre otros. Simultáneamente, aparecen las steel bands en el carnaval de Trinidad, grupos de músicos, de percusionistas, que utilizan barriles usados procedentes de refinerías de petróleo para producir sonidos. Su fama fue aumentando con el transcurso de los años y, a partir de 1963, captarán la atención de turistas de todo el mundo. Los últimos años de la década de 1950 serán determinantes y marcarán el inicio de una nueva etapa dentro de la música latinoamericana, caracterizada por la explosión de estilos, de géneros memorables que, sin lugar a dudas, han repercutido en la sociedad, extendiéndose por todos los rincones del mundo. Al sur de Río de Janeiro, coincidiendo con el gobierno de Juscelino Kubitschek, se empieza a entrever la bossa nova, fruto del jazz cool y de la samba-canção. El advenimiento de este ritmo comportará una oleada de grupos vocales, músicos y compositores de afamado prestigio, como es el caso de Antonio Carlos (Tom) Jobim, autor de Garota de Ipanema (The Girl from Ipanema). Pese al gran éxito que había conseguido la bossa nova, ya a mediados de los años 60, empieza a decaer, a perder intensidad, motivando la aparición de una serie de tendencias, las cuales se indicarán a continuación junto a sus promotores o representantes: 3 Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas. 2013, n. 11. Promotores: Martinho da Vila. Wilson Simonal. Chico Buarque. Benito de Paula. Geraldo Valdré. Gilberto Gil. Caetano Veloso. Tendencias: Renovación de la samba-canção. Composición de canciones comprometidas. Fundación del movimiento tropicalista, influenciado por el rock’n roll. Además de las tendencias anteriores, se gestará un nuevo estilo musical en Jamaica: el ska, caracterizado por la acentuación de los backbeats (tiempos débiles) y por el contenido de las letras, denunciando las injusticias que día tras día se hallaban en las ciudades. Éste será sucedido años más tarde por el rock steady, más lento y limpio, en cuanto a instrumentación, que el primero, si bien conservará su misma esencia y defenderá los valores de una sociedad justa. A partir de ambos, hacia finales de los sesenta, aparecerá el reggae, con un ritmo más lento y marcado. Bob Marley fue el máximo exponente de un estilo que dio voz al pueblo. Por otro lado, cuando Fidel Castro toma el poder en La Habana, un gran número de músicos cubanos emigra a Nueva York a principios de los años 60. En ese ambiente, nacerá la salsa y, seguidamente, el merengue, vehículo para conectar con las raíces, con la cultura, uniendo América Latina en su extensión. En los albores de la década de 1980, se producirán importantes avances técnicos dentro del ámbito de la música, relacionados con el sonido en general, que estimularán la experimentación, el desarrollo de nuevas variedades, estilos y ritmos. En concreto, la aparición tanto de la instrumentación electrónica como de los sintetizadores contribuirá a la implantación del zouk, género musical que unificará elementos del biguine, la salsa o el funk, sin olvidar el bélé y el gwoka, ritmos tradicionales de las Antillas francesas. La banda francófona Kassav’ será la fundadora de este género emblemático que ha conseguido numerosos éxitos hoy por hoy. Con todo, en 1981, la muerte de Bob Marley cambiará el futuro del reggae para la posteridad. En esta nueva etapa dominada por la incertidumbre, el dub y sus derivados, el dancehall y el raggamuffin o ragga, se abrirán camino y, finalmente, serán los impulsores del rap latino, el cual extenderá su influencia por las distintas zonas de Sudamérica y el Caribe en años sucesivos. En ese marco temporal, especialmente a partir de los años 60, los ritmos latinoamericanos experimentarán una renovación musical constante, motivando la creación y desarrollo de nuevos géneros o estilos de gran éxito comercial, tal como la soca, de Trinidad, el songo, de Cuba, y la bachata, de República Domi-nicana. El auge de las nuevas tecnologías contribuirá de un modo determinante en la evolución de los mismos, siendo importante el caso de la bachata, que ha derivado en la tecno-bachata tras adoptar los sintetizadores en su orquestación tradicional. Fusionando antiguas melodías con ideas renovadas, los músicos de América Latina y el Caribe no cesarán en su afán por reinventarse, por retornar a las raíces, en busca de aquellos ritmos y danzas autóctonas que permanecen en el recuerdo de la sociedad. 4 Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas. 2013, n. 11. Por último, el apartado “Testimonios y documentos” contiene información complementaria acerca de los distintos géneros o estilos descritos a lo largo de la monografía. Se incluye, además, una discografía representativa de éstos que permite adentrase en las composiciones que marcaron una época en la historia de la música latinoamericana. Juan Carlos Villanueva Mateo Universidad de Murcia [email protected] 5