[1134-248X (2010) 17: 6; pp. 365] MEDICINA PALIATIVA Copyright © 2010 ARÁN EDICIONES, S.L. ARTÍCULO ESPECIAL MED PAL (MADRID) Vol. 17: N.º 6; 365-373, 2010 Cuidados paliativos en enfermedades no oncológicas: insuficiencia hepática A. GISBERT AGUILAR1, A. ALONSO BABARRO2, L. REXACH CANO3 Sala de Oncología. Hospital Clínico Universitario. Valencia. 2Unidad de Cuidados Paliativos. Hospital La Paz. Madrid. 3 Equipo de Soporte Hospitalario de Cuidados Paliativos. Hospital Ramón y Cajal. Madrid 1 RESUMEN ABSTRACT El número de pacientes con insuficiencia hepática avanzada aumenta debido a la frecuencia de la hepatitis C, la obesidad y el aumento de la edad de la población, sin embargo, el número de transplantes permanece estable. Es por eso que la proporción de pacientes con enfermedad hepática avanzada y sin posibilidades de transplante se incrementará en los próximos años. Estos pacientes presentan muchos síntomas físicos y psicosociales que afectan a su calidad de vida. El reto de los profesionales de cuidados paliativos es atender adecuadamente a todos los pacientes que precisen tratamiento paliativo. Objetivos: 1. Revisar los métodos para determinar el pronóstico de la enfermedad hepática y por tanto el momento de la inclusión de los pacientes en programas de cuidados paliativos. 2. Mostrar los síntomas más frecuentes en los pacientes y como diagnosticarlos precozmente. 3. Establecer el mejor abordaje terapéutico y el uso correcto de los fármacos en la insuficiencia hepática. Material y método: revisión de la literatura médica más relevante de los últimos años, fundamentalmente en revistas de gastroenterología y hepatología ya que la bibliografía sobre este tema en cuidados paliativos es escasa. Resultados: los datos nos inclinan a pensar que el MELD (Model for End Stage Liver Disease) constituye el método más adecuado para determinar la situación de la enfermedad por su mayor objetividad y precisión. La evaluación de los síntomas de manera precoz, sobre todo en el caso de la encefalopatía hepática, facilita su tratamiento y la mejora de la calidad de vida. La revisión de la farmacocinética de los medicamentos más utilizados en estos pacientes y la indicación o no de su uso y su dosificación, nos permite mejorar la calidad de nuestra práctica diaria. Conclusión: la insuficiencia hepática constituye un reto importante para los cuidados paliativos no oncológicos. El adecuado establecimiento del pronóstico ayudará a mejorar la inclusión de los pacientes en programas de cuidados paliativos y esto conseguirá mejorar el alivio de los síntomas de los pacientes y por tanto, su calidad de vida. The number of patients with advanced hepatic failure increases as a result of frequency of hepatitis C, the obesity and the increase in the average of the population age. However the number of transplants remains stable. For these reasons the proportion of patients with advanced hepatic failure and without possibility of transplant will be higher in next years. These patients have many physical and psychosocial symptoms that affect their quality of life. The challenge for palliative care professionals is to attend properly all the patients who need palliative treatment. Objectives: 1. To revise the methods in order to establish the prognosis of hepatic disease and so the moment in which to include these patients in palliative care programs. 2. To show the more frequent symptoms in patients and how to diagnose them early. 3. To establish the best therapeutic approach and the correct use of drugs in hepatic failure. Material and methods: the review of the most outstanding medical literature focused in the last years, fundamentally in gastroenterology and hepatology journals , considering that palliative care bibliography is scarce. Results: the results induce us to think that the MELD (model for end stage liver disease) is the most appropriate method to establish the situation of the disease because of his greater objectivity and accuracy. The early evaluation of the symptoms, especially in hepatic encephalopathy provides the treatment and improvement in the quality of life. The checking of the more used pharmacokinetic drugs and the indication or contraindication in its use, with its appropriate dose will permit us to improve the quality in our everyday practice. Conclusion: the hepatic failure represents an important challenge for non oncological palliative care. The appropriate establishment of the prognosis will help to improve the inclusion of these patients in palliative care programs and so will get an improvement in the symptoms relief and in his quality of life. Med Pal 2010; Vol. 17, pp. 365-373 PALABRAS CLAVE: Cuidados Paliativos. Enfermedad hepática avanzada. KEY WORDS: Palliative care. End stage liver disease. Recibido: 08-12-10 Aceptado: 08-12-10 365 A. GISBERT AGUILAR ET AL. INTRODUCCIÓN L a insuficiencia hepática severa afecta a pacientes más jóvenes en relación a otras insuficiencias de órganos. El aumento de pacientes con hepatitis C que desarrollan cirrosis, el aumento de la edad de la población y la frecuencia de la obesidad constituyen los factores fundamentales en el crecimiento de enfermos con insuficiencia hepática severa. La tasa de mortalidad por insuficiencia hepática representa el 1,7% de las causas de muerte total de la población en España, es decir unas 6.000 defunciones al año (1). En EE. UU. se considera la séptima causa de muerte en pacientes entre 25 y 64 años. Anualmente se realizan unos 6.000 trasplantes hepáticos en EE. UU., existiendo más de 17.000 pacientes en lista de espera. Se estima que alrededor de 1.500 morirán mientras esperan (2). El número de pacientes con insuficiencia hepática aumenta mientras que el número de donantes de hígado permanece estable. Entre las características poco idóneas para el transplante figuran la edad avanzada, la obesidad, y la existencia de comorbilidad, como diabetes mellitus y la insuficiencia coronaria. La proporción de pacientes con enfermedad hepática avanzada y sin posibilidades de transplante se incrementará en los próximos años como resultado del envejecimiento de la población. Cuando no se realiza transplante, las causas de muerte son el fallo hepático, carcinoma hepatocelular, hemorragia gastrointestinal, sepsis y fallo renal. Cuando aparece ascitis o encefalopatía hepática la estimación de supervivencia a los dos años es de menos del 50%. Estos pacientes presentan muchos síntomas físicos y psicosociales que afectan a su calidad de vida. Por tanto, los pacientes con cirrosis que desarrollan complicaciones como ascitis, hipertensión portal, hemorragia gastrointestinal o encefalopatía hepática se consideran subsidiarios de recibir cuidados paliativos. Las voluntades anticipadas deberían ser ofrecidas a todos los pacientes con enfermedad hepática avanzada, antes de que aparezca el deterioro agudo. El reto fundamental de los profesionales que trabajamos en cuidados paliativos es atender de manera adecuada a todos los pacientes que precisen atención paliativa. Partiendo de la premisa de que los cuidados paliativos no implican la suspensión de tratamientos específicos, no existe, por tanto, ninguna razón lógica para no proporcionar cuidados paliativos a los pacientes con insuficiencia hepática avanzada aunque la determinación de los criterios de supervivencia sea complicada (3,4). El objetivo de este artículo es realizar una revisión narrativa sobre los criterios específicos de supervivencia para la insuficiencia hepática, teniendo en cuenta que a la hora de tomar decisiones deben estar presentes, como ya comentamos en artículos previos (5) los criterios generales de supervivencia, la complejidad y los índices pronósticos. Posteriormente, revisaremos los síntomas específicos relacionados con esta patología y su abordaje terapéutico. PRONÓSTICO DE LOS PACIENTES CON INSUFICIENCIA HEPÁTICA Los pacientes con cirrosis compensada tienen una expectativa de supervivencia alrededor de los 10 años. Cuando aparecen varices esofágicas la media de supervivencia se acorta a 366 MEDICINA PALIATIVA 7 años, y con la aparición de ascitis solo el 50% sobrevive 2 años. Además, la hospitalización por sangrado de varices esofágicas aumenta el riesgo de muerte entre el 10-20% y la ascitis refractaria tiene incluso peor pronóstico, con una supervivencia estimada a los 6 meses del 50% (4). La clasificación de CHILD-PUGH se empezó a utilizar en 1964 por Child y Turcotte (6) con el objetivo de estratificar el riesgo quirúrgico en pacientes con descompensación portal. En el año 1972 fue modificada por Pugh (7) al cambiar el parámetro de estatus nutricional por el tiempo de protrombina. Esta clasificación mide la severidad de la enfermedad hepática de acuerdo al grado de ascitis, las concentraciones plasmáticas de bilirrubina y albúmina, el tiempo de protrombina y el grado de encefalopatía (Tabla I). TABLA I CLASIFICACIÓN DE CHILD-PUGH Parámetros 1 2 3 Ascitis Ausente Leve Moderada Bilirrubina mg/dl <o=2 2-3 >3 Albúmina g/dl > 3,5 2,8-3,5 < 2,8 T. protrombina, INR < 1,8 1,8-2,3 > 2,3 No Grado 1-2 Grado 3-4 Encefalopatía Según la puntuación se habla de: grado A o enfermedad bien compensada, cuando puntúa entre 5-6; grado B o compromiso funcional significativo si puntúa entre 7-9; y grado C o enfermedad descompensada cuando puntúa entre 10 y 15 (Tabla II). Ha sido utilizada durante mucho tiempo para clasificar el grado de disfunción hepática en las hepatopatías y como predictor pronóstico para las complicaciones de la hipertensión portal. Tiene un manejo clínico fácil. Sus principales inconvenientes son el empleo de medidas subjetivas, la ascitis y la encefalopatía, y el hecho de que las 3 categorías sean demasiado amplias (8,9). Como conclusión puede considerarse como un buen predictor pronóstico de severidad de hepatopatía en fase de cirrosis pero con la carencia de variables objetivas, además de no haber sido validado en diferentes subtipos de enfermedad hepática crónica. TABLA II PORCENTAJES DE SUPERVIVENCIA SEGÚN LA PUNTUACIÓN OBTENIDA EN LA CLASIFICACIÓN DE CHILD-PUGH Grado Puntos Supervivencia al año Supervivencia a los 2 años A: enfermedad bien compensada 5-6 100% 85% B: compromiso funcional significativo 7-9 80% 60% C: enfermedad descompensada 10-15 45% 35% Vol. 17 • Núm 6 CUIDADOS En los últimos años se está imponiendo el MELD (Model for End-Stage Liver Disease) por su mayor objetividad y precisión (9). Fue desarrollado inicialmente para predecir la mortalidad en pacientes que recibían un shunt portosistémico transyugular intrahepático como tratamiento del sangrado de varices o la ascitis resistente. Se trata de un modelo matemático de predicción de la supervivencia de una persona con enfermedad hepática basado en tres valores de laboratorio: bilirrubina, INR y creatinina. El pronóstico es mejor cuando la puntuación es menor. La fórmula para la obtención del índice es: MELD = 9,57 (creatinina )mg/dl+ 3,78 (bilirrubina) mg/dl+ 11,2 (INR) + 6,43. Se puede acceder a calculadoras que simplifican su uso: http://www.mdcalc.com/meld-score-model-for-end-stage-liver-disease-12-and-older El valor puede oscilar entre 6 y 40. A pesar de obtener una puntuación baja, la mortalidad aumenta si existe hiponatremia y ascitis persistente. Se utiliza para predecir supervivencia y como índice de prioridad para recibir un transplante hepático en función de la puntuación. De hecho, se ha conseguido con este sistema de distribución de órganos reducir la mortalidad de la lista de espera en un 3,5% (10). Presenta ventajas con respecto a la clasificación de Child-Pugh ya que evalúa variables objetivas que se aplican a un grupo heterogéneo de pacientes con enfermedad hepática crónica y está validada en estudios que incluyen varios subgrupos de pacientes con hepatopatía crónica (11). Se han descrito otros criterios de mal pronóstico en pacientes con insuficiencia hepática, debido a otros factores no evaluables mediante el MELD ni relacionados con el riesgo de mortalidad de la enfermedad hepática. Principalmente, el carcinoma hepatocelular, el compromiso pulmonar progresivo (síndrome hepatopulmonar), la polineuropatia familiar amiloide y algunas enfermedades hepáticas metabólicas. Los pacientes incluidos en la cohorte del estudio SUPPORT (12) de enfermos con insuficiencia hepática avanzada eran más jóvenes que los de otras patologías, lo que, en general, suponía un mayor impacto familiar. Los enfermos con peor pronóstico presentaron mayor comorbilidad, mayor carga sintomática (dolor y síndrome confusional como síntomas predominantes), mayores porcentajes de ansiedad y depresión, mayores índices de dependencia funcional y preferían tratamientos menos intervencionistas. La frecuencia e intensidad del dolor de los enfermos incluidos en la cohorte puede compararse con la de los pacientes con cáncer de pulmón y de colon. Por tanto, los pacientes con enfermedad hepática avanzada pueden beneficiarse enormemente si se incluyen en programas de cuidados paliativos para el alivio de síntomas, posibilidad de atención domiciliaria y planificación de voluntades anticipadas (12). ABORDAJE DE LOS SÍNTOMAS MÁS COMUNES EN LOS PACIENTES CON INSUFICIENCIA HEPÁTICA (13) ASCITIS Es el síntoma más común y uno de los que generan más disconfort en estos enfermos. La disminución del consumo de alcohol en pacientes alcohólicos provoca una mejoría de la ascitis al disminuir la presión portal. Las bases del trata- PALIATIVOS EN ENFERMEDADES NO ONCOLÓGICAS: INSUFICIENCIA HEPÁTICA miento son la dieta pobre en sodio y la administración de diuréticos, combinando espironolactona y furosemida. Pueden manejarse dosis de hasta 400 mg de espironolactona y 160 mg de furosemida diarios. La aparición de hiponatremia y azotemia sugiere una ascitis refractaria a diuréticos y la medicación debe ser entonces ser reducida. El uso de antinflamatorios no esteroideos debería evitarse porque puede agravar la acumulación de ascitis por inhibición de las prostaglandinas. La ascitis refractaria suele observarse en la insuficiencia hepática avanzada o en aquellos que desarrollan síndrome hepatorrenal. El pronóstico entonces suele ser infausto. Así, la supervivencia de los pacientes con ascitis a los dos años es del 50%, mientras que si aparece ascitis refractaria, la tasa de supervivencia a los 6 meses es tan solo del 50% (14). La paracentesis evacuadora es un tratamiento seguro y efectivo en los enfermos con ascitis refractaria. La frecuencia de su realización debe ser la necesaria para conseguir un alivio sintomático. La administración de albúmina intravenosa ha mostrado una reducción significativa de la activación del sistema renina-angiotensina inducida por la paracentesis. Esta activación se asocia con vasoconstricción, retención de sodio y una rápida reacumulación de ascitis (15). La ascitis refractaria también puede mejorar mediante un shunt porto-sistémico. En un estudio prospectivo (16), randomizado y multicéntrico, se comparó el tratamiento de la ascitis refractaria mediante paracentesis y shunt porto-sistémico y se encontró que aunque el shunt era superior en el control de la ascitis, no reducía la necesidad de hospitalización ni mejoraba la supervivencia. No se encontró mejoría en la calidad de vida en ningún grupo. Además se producía un aumento de la incidencia de encefalopatía hepática con la colocación del shunt. Estenosis y disfunción del shunt son otras complicaciones que pueden aparecer y que presentan una incidencia del 75% al año y del 100% a los 2 años. El uso de catéteres de drenaje permanente es una opción que puede mejorar la sintomatología en pacientes muy avanzados. La complicación más importante es la aparición de peritonitis bacteriana. La existencia de problemas de coagulación contraindica la utilización de estos catéteres. Esta técnica se realiza en los servicios de Radiología intervencionista y no precisa hospitalización, permitiendo al paciente drenar pequeños volúmenes de ascitis cuando precise (17). HIDROTÓRAX HEPÁTICO Se define como el desarrollo de un derrame pleural, trasudado, como consecuencia de la hipertensión portal en pacientes con cirrosis. Su patogénesis es debida a un movimiento preferente del líquido ascítico por la presión positiva de la cavidad abdominal hacia la presión negativa de la cavidad torácica en pacientes con defectos diafragmáticos. El derrame pleural puede producir disnea y suelen ser necesarias las toracocentesis de repetición. Cuando es necesaria la colocación de un tubo de drenaje permanente las complicaciones aumentan y muchos pacientes fallecen con el tubo puesto ya que las pleurodesis son poco efectivas. 367 A. GISBERT AGUILAR ET AL. MEDICINA PALIATIVA La utilización del shunt portosistémico puede disminuir el liquido pleural aunque, como en el caso de la ascitis, no mejora la supervivencia. De todas maneras, su uso como tratamiento paliativo estaría justificado en pacientes con hidrotórax refractario a otros tratamientos. ENCEFALOPATÍA HEPÁTICA La encefalopatía hepática suele ser la complicación más invalidante de los pacientes con hipertensión portal. Se caracteriza por la aparición de trastornos neuropsiquiátricos. Estos trastornos implican cambios en el estado mental, estado de conciencia, comportamiento y personalidad así como con alteraciones de la actividad neuromuscular. Su severidad depende del grado de la encefalopatía. En la cirrosis hepática, la aparición de encefalopatía tiene un importante valor pronóstico ya que tras el primer episodio, la supervivencia se sitúa al año en el 42% y a los 3 años en el 23%. Por tanto, estos pacientes deben ser considerados candidatos a transplante (18). Es necesario hacer un diagnóstico diferencial de la encefalopatía hepática con otras patologías. En función de las manifestaciones clínicas se distinguen diferentes grados de encefalopatía (Tabla III). La eficacia del tratamiento dependerá del grado de encefalopatía en el momento del diagnóstico. La encefalopatía subclínica, que es la fase ideal para iniciar el tratamiento, se caracteriza por la ausencia de signos clínicos pero por la presencia de alteraciones en test psicométricos. El conocimiento de estos test es, en consecuencia, fundamental para poder realizar un diagnóstico y tratamiento precoz de esta complicación. Los test psicométricos más utilizados son: —Pruebas de conexión numérica o test de Reitan: valora el tiempo necesario para que el paciente recorra ordenadamente con un lápiz una serie de números del 1 al 25 distribuidos al azar en un papel (19). —Test grafológico: se pide al paciente que escriba todos los días la misma frase en un cuaderno. En la encefalopatía subclínica, la escritura se deteriora sensiblemente (Fig. 1) (20). El tratamiento de la encefalopatía hepática se basa en la identificación de los factores precipitantes y en la puesta en marcha de mecanismos para reducir la producción y absorción de toxinas producidas por las bacterias intestinales. Entre los factores precipitantes ocupan un lugar fundamental los fármacos psicoactivos. Las benzodiacepinas son los fármacos más frecuentemente implicados en el desencadenamiento de la encefalopatía. No obstante, se deben repasar todos los fármacos de este tipo, incluyendo los analgésicos opioides. Los otros factores precipitantes que deben tenerse en cuenta son el incremento de la producción de amonio y la reducción del metabolismo hepático. El incremento de la producción de amonio está relacionado fundamentalmente con el exceso de proteínas en la dieta. Otras causas de este incremento pueden ser las infecciones, la insuficiencia renal, la hipopotasemia, la alcalosis sistémica y el estreñimiento. La reducción del metabolismo hepático puede deberse a hipoxia hepática (producida por deshidratación, hipotensión, hipoxemia o anemia) o a otras causas (shunt portosistémicos, daño progresivo tisular hepático, hepatoma) (21,22). El tratamiento se basa en la reducción de la producción y absorción de amonio restringiendo las proteínas animales de la dieta y administrando disacáridos no absorbibles como la lactulosa. Su mecanismo de acción es la acidificación del contenido luminal que promueve la formación de cloruro amónico y lo excreta con las heces. Se puede administrar por vía oral y rectal y su objetivo será conseguir 3-4 deposiciones blandas diarias. La excesiva administración de lactulosa puede causar diarrea que precipitaría la encefalopatía a través de la deshidratación y transtornos electrolíticos. En pacientes con intolerancia a la lactulosa, el uso de antibióticos no absorbibles puede ser efectivo para prevenir la recaída de la encefalopatía. Pueden ser útiles la Neomicina oral 1-2 g/día, el metronidazol oral 250 mg 2-3 veces al día o la paramomicina 2-4 g/día en 2-4 tomas. El uso de rifaximina (análogo de la rifampicina no absorbible) ha mostrado la misma efectividad que la lactulosa en el tratamiento de las exacerbaciones de la encefalopatía hepática (23,24). En pacientes en la fase final, la somnolencia producida por la encefalopatía puede no ser un síntoma importante y por tanto, en este caso, no sería importante tratarlo. TABLA III GRADOS DE ENCEFALOPATÍA HEPÁTICA Grado Nivel de conciencia Capacidad cognitiva Signos neurológicos EEG 0 Normal Normal No NO Subclínico Normal Normal Anormalidad en test psicométrico No 1 Somnolencia Desorientación parcial Temblor/defectos de coordinación Ondas trifásicas 2 Letargia Desorientación. Alteración del comportamiento Asterixis/disartria Ataxia/reflejos hipoactivos Ondas trifásicas 3 Somnolencia/confusión Desorientación/ Agitación Asterixis/reflejos hiperactivos/signo de Babinsky/rigidez muscular Ondas trifásicas NO Descerebración Actividad delta 4 368 Coma Vol. 17 • Núm 6 CUIDADOS PALIATIVOS EN ENFERMEDADES NO ONCOLÓGICAS: INSUFICIENCIA HEPÁTICA La colestiramina, un ácido biliar no absorbible, se administra por vía oral y previene la recaptación de ácidos biliares en el ileon terminal. Es más efectiva en pacientes con la vesícula biliar normal y son necesarios entre 2 y 16 g al dia. Debe tomarse por separado de otras medicaciones porque interfiere su absorción y produce como efectos secundarios estreñimiento y pérdida de sabor de los alimentos. Resulta difícil de tolerar por los pacientes a las dosis que son eficaces, Los opioides endógenos han sido implicados en la etiología del prurito asociado a la enfermedad hepática. El efecto beneficioso de la rifampicina que regula la vía del citocromo P-450, parece deberse a un aumento del metabolismo de los opioides endógenos. La rifampicina se administra por vía oral comenzando por 150-300 mg al día (25). Este fármaco puede tener efectos hepatotóxicos y no se recomienda su uso en pacientes con CHILD-PUGH grado B o C. En pacientes con cirrosis compensada se puede escalar la dosis hasta 600-900 mg al día. Existen algunos estudios que utilizan antagonistas opioides y que han mostrado beneficios en el prurito. La naltrexona iniciando con 12,5 mg 2 veces al día y aumentando dosis hasta 50 mg al día, parece que proporciona un alivio del prurito en algunos pacientes (26) Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, Sertralina, a dosis de 25-50 mg al día, han demostrado su eficacia en pacientes con cirrosis biliar primaria y, en general, en pacientes con colostasis (27,28). CARCINOMA HEPATOCELULAR Fig. 1. Test grafológico. PRURITO Se trata de una complicación que puede causar malestar en los pacientes de manera frecuente. Aunque suele asociarse con colestasis, puede aparecer en la enfermedad hepática de cualquier causa. En enfermos con obstrucción biliar, es primordial realizar un adecuado drenaje biliar. Según las características de la obstrucción, el drenaje puede realizarse por endoscopia o mediante radiología intervencionista colocando un drenaje biliar interno y/o externo percutáneo. El tratamiento médico más utilizado son los antihistamínicos. Como el prurito de la enfermedad hepática es multifactorial, probablemente los antihistamínicos funcionen por su efecto sedante inespecífico y administrados por la noche permiten un descanso adecuado al enfermo. Sin embargo, su utilidad se ha puesto en duda en algunos estudios. Es una complicación frecuente de la cirrosis. El pronóstico del hepatocarcinoma irresecable es pobre, con una tasa de supervivencia a los 5 años menor del 5%. Además, muchos pacientes no son candidatos a la cirugía por su hiperbilirrubinemia e hipertensión portal previa, pudiéndose incrementar el riesgo de muerte por fallo hepático con la cirugía. Aunque el transplante hepático continua siendo el tratamiento de elección para los pacientes con cirrosis y hepatocarcinoma, muchos de ellos no cumplen los criterios de elección. Los pacientes con tumores pequeños tienen un buen pronóstico después del transplante. Los criterios utilizados para el transplante hepático en pacientes con hepatocarcinoma son la existencia de una única lesión con un diámetro menor de 5 cm o 3 lesiones, todas ellas con menos de 3 cm de diámetro y que no existan metástasis extrahepáticas ni invasión vascular. Otros tratamientos paliativos que podemos utilizar incluyen la ablación percutánea con etanol, ablación por radiofrecuencia, y quimioembolización hepática selectiva. La ablación con etanol es efectiva en tumores pequeños (< 3 cm). Tiene la ventaja de ser un tratamiento accesible, aunque en ocasiones requiere múltiples inyecciones. La ablación por radiofrecuencia es efectiva si se administran pocas sesiones. Un ensayo randomizado que compara las dos técnicas afirma que la radiofrecuencia es mas efectiva que la inyección de etanol en tumores menores de 4 cm (29,30). Cuando existe trombosis venosa portal la ablación debe valorarse cuidadosamente ya que existe riesgo de absceso hepático en el tejido necrosado. 369 A. GISBERT AGUILAR ET AL. La quimioembolización de la arteria hepática ha mostrado en un metaanálisis con 545 pacientes que mejora la supervivencia en pacientes con hepatocarcinoma no resecable y cirrosis compensada (31). Aunque es bien tolerada, los pacientes pueden presentar fiebre, dolor abdominal, náuseas y anorexia. Está contraindicada en pacientes con trombosis venosa portal, cirrosis descompensada y en pacientes a los que se les ha colocado un shunt previamente. Existen algunos estudios que hablan de los efectos paliativos de la talidomida en estos pacientes aunque por el momento, a pesar de utilizar dosis bajas, los efectos secundarios son importantes (astenia, estreñimiento, neuropatía periférica) (32). SÍNDROME HEPATORRENAL Se produce por una alteración intensa de la hemodinámica sistémica. Se trata de una insuficiencia renal en principio reversible ya que no existe una alteración de la estructura renal. Aparece en un 20% de los pacientes en el primer año tras desarrollar ascitis. El diagnóstico se realiza cuando la creatinina sérica es mayor de 1.5 mg/dl y no se reduce con la administración de albúmina y después de un mínimo de 2 días sin tomar diuréticos, en ausencia de tratamientos con fármacos nefrotóxicos, ausencia de shock y ausencia de enfermedad renal parenquimatosa (33). Puede presentar 2 formas clínicas: —Tipo I: creatinina sérica > 2,5 en menos de 2 semanas, con una supervivencia sin tratamiento inferior a 4 semanas. —Tipo II: aumento moderado y más lento de la creatinina > 1,5 mg/dl, con una supervivencia de 6 meses (34). Los vasoconstrictores constituyen el tratamiento farmacológico de elección, especialmente la terlipresina, análogo de la vasopresina que es efectiva en aproximadamente el 40-50% de pacientes. Produce vasoconstricción esplácnica y se utiliza también en el tratamiento de la hemorragia por varices esofágicas. Debería ser considerado como tratamiento inicial. Otros vasoconstrictores, incluyendo agonistas alfa adrenérgicos como norepinefrina y midodrina pueden ser efectivos pero su conocimiento es todavía limitado. En la mayoría de ocasiones se utilizan de manera conjunta con albúmina y aunque parece que su efecto es beneficioso, no existen estudios randomizados que lo evalúen. La hemodiálisis y la hemofiltración venosa continua también han sido utilizadas sobre todo en pacientes que esperaban un transplante y con condiciones potencialmente reversibles (33). PERITONITIS BACTERIANA ESPONTÁNEA Se trata de una infección de líquido ascítico en ausencia de foco infeccioso intraabdominal. El diagnóstico se realiza por análisis del líquido ascítico y debe realizarse siempre que existan signos de deterioro del paciente. Los gérmenes más frecuentes son aerobios gram negativos (70%) y su pronóstico va a depender de la precocidad del diagnóstico (35). Su tratamiento se basa en la administración de albúmina y antibióticos, siendo de elección la cefotaxima. Se recomienda profilaxis antibiótica con norfloxacino 400 370 MEDICINA PALIATIVA mg/dia en pacientes que la han presentado y en los que han tenido hemorragia gastrointestinal. OTROS SÍNTOMAS QUE REDUCEN LA CALIDAD DE VIDA La tasa de prevalencia de depresión en los pacientes con enfermedad hepática avanzada está entre el 30-40% (36). La evaluación es complicada pues la encefalopatía hepática también causa trastornos del humor. El insomnio y los trastornos del sueño son frecuentes y también presentan problemas de diagnóstico con los síntomas iniciales de la encefalopatía hepática. Más del 50% de los pacientes con cirrosis presentan trastornos del sueño y esto se asocia con tasas elevadas de depresión y ansiedad. La astenia se asocia sobre todo con la cirrosis biliar primaria y la hepatitis C. Los calambres en miembros inferiores pueden llegar a constituir un problema serio ya que aparecen en mitad de la noche. La causa es desconocida y no parece relacionada con la edad, severidad de la enfermedad, trastornos electrolíticos o uso de diuréticos. Frecuentemente se usa para su tratamiento sulfato de quinina 260-324 mg a la hora de dormir. A pesar de su amplio uso, nuca se han realizado ensayos randomizados con pacientes con enfermedad hepática avanzada, que serían necesarios para definir su seguridad y eficacia. CAQUEXIA Y AGOTAMIENTO MUSCULAR La mayor parte de la literatura sobre caquexia está referida a pacientes con cáncer (37). Se han estudiado poco las opciones terapéuticas en los pacientes no oncológicos. Estudios recientes ha mostrado el potencial beneficio de los suplementos de aminoácidos de cadena ramificada en términos de retrasar la progresión y mejorar la anorexia y la calidad de vida (38). La causa de la caquexia en la cirrosis es multifactorial, debido al aumento de las necesidades metabólicas y a la disminución de la ingesta. Algunos factores etiológicos deben ser tenidos especialmente en cuenta. La elevada presión abdominal secundaria a la ascitis produce una saciedad precoz y la pérdida de proteínas secundaria a la paracentesis y la neuropatía autonómica asociada a la cirrosis producen una gastroparesia. MEDICACIÓN PALIATIVA MÁS ADECUADA EN LA INSUFICIENCIA HEPÁTICA AVANZADA Una adecuada elección de la medicación resulta fundamental para mejorar el alivio de los síntomas en los pacientes con enfermedades hepáticas avanzadas en el final de la vida. La preferencia por un determinado fármaco va a depender, además, de otros factores, como son: la función renal, la expectativa de vida, el estado mental y la respuesta individual. Son necesarias más investigaciones en el terreno de los fármacos para incrementar la información farmacológica y así mejorar el uso de la medicación en el final de la vida, reducir los efectos secundarios y mejorar la paliación (39). Vol. 17 • Núm 6 CUIDADOS Los medicamentos que se metabolizan en el hígado pueden acumularse y sus metabolitos tóxicos incrementar el riesgo de efectos adversos. La disminución del flujo sanguíneo hepático hace que se metabolice más lentamente el fármaco y, por tanto, aumenta su biodisponibilidad. La disminución de la albúmina sérica y los cambios en la distribución del agua corporal (ascitis), cambian el volumen de distribución de muchos fármacos (39) Repasaremos brevemente los fármacos más utilizados en los pacientes con insuficiencia hepática avanzada con el objetivo de subrayar las consideraciones más importantes a tener en cuenta respecto a su utilización: —Analgésicos opioides: el camino de metabolización de la mayoría de los opioides es la oxidación, excepto para la morfina, buprenorfina y remifentanilo. La oxidación de los opioides está reducida en los pacientes con cirrosis y como consecuencia hay una disminución del aclaramiento del mismo, sobre todo con alfentanilo, dextropropoxifeno, pentazocina, meperidina y tramadol Algunos estudios han encontrado que en el metabolismo de la morfina se produce una disminución del aclaramiento plasmático y una vida media aumentada por eliminación prolongada (40). Se recomienda, en consecuencia, una disminución de la frecuencia de administración (41). Estudios realizados en pacientes que tomaban oxicodona previamente al transplante sugieren que las dosis deberían ser reducidas de manera importante por su dificultad de eliminación o incluso es mejor evitar el uso de este fármaco (42). Por el contrario, la farmacocinética del fentanilo no se altera en pacientes con cirrosis y, aunque no se conoce exactamente el mecanismo, ha sido sugerido como el opioide de elección en pacientes con insuficiencia hepática. Así, el fentanilo transdérmico a dosis bajas o la administración subcutánea del mismo sería un tratamiento más aconsejable que el tramadol para pacientes con dolor moderado. El remifentanilo, con una acción opioide más corta, tampoco resulta afectado en su metabolismo por el fallo hepático (43). Codeína, dextropropoxifeno y meperidina deberían ser evitados ya que la codeína requiere una conversión a morfina en el hígado y esto puede empeorar con la enfermedad hepática. El dextropropoxifeno produce toxicidad hepática y la meperidina puede precipitar convulsiones en pacientes con encefalopatía hepática. El tramadol requiere una metabolización activa en el hígado, por tanto este fármaco debería reducirse en la enfermedad hepática o incluso mejor, evitarse. Esto mismo sucede con la metadona cuya metabolización es fundamentalmente hepática y debe ser utilizada con precaución. En todos los casos habrá que tratar enérgicamente el estreñimiento inducido por opioides para evitar la absorción de amonio intestinal y la encefalopatía. —Analgésicos no opioides: Existe poca información sobre los cambios en el metabolismo del paracetamol en la insuficiencia hepática. La vida media plasmática parece que podría doblarse en el fallo hepático severo. En general, los AINE deben evitarse en insuficiencia hepática, no sólo por su metabolismo sino por la posibilidad de producir fallo renal. Si hay que utilizarlos, la aspirina y el ibuprofeno presentan una farmacocinética similar en pacientes con enfermedad hepática importante. Otra PALIATIVOS EN ENFERMEDADES NO ONCOLÓGICAS: INSUFICIENCIA HEPÁTICA opción podría ser naproxeno, aunque muestra un gran aumento del tiempo medio de eliminación ya que su metabolismo se reduce en un 60%. Se recomienda una reducción de la dosis del 50%. —Antiepilépticos: La carbamacepina debería ser evitada. El ácido valproico tiene el tiempo medio de eliminación. significativamente prolongado, probablemente por una reducción en el plasma de la proteina específica y una disminución de la capacidad metabólica del hígado. No existen datos para gabapentina y pregabalina (44). —Antidepresivos: La vida media de los antidepresivos tricíclicos no cambia y puede ser usada con cuidado a las mismas dosis. Sin embargo, con los inhibidores de la recaptación de serotonina deberíamos reducir la dosis al 50%. —Sedantes: Los fármacos sedantes como el midazolam pueden tener un efecto exagerado debido a la presencia de toxinas no metabolizadas, edema cerebral, estimulación de los receptores GABA y reducción del flujo sanguíneo cerebral. Han sido implicados como precipitantes del coma en pacientes con enfermedad hepatocelular. El midazolam es la benzodiacepina más utilizada. Se metaboliza en el hígado por un proceso de oxidación. Su eliminación está reducida de manera significativa en pacientes con cirrosis. Sin embargo, los efectos hipnóticos son similares a los de los pacientes sin patología hepática. De todas formas, se recomienda una reducción de la dosis y una titulación individualizada. La vida media del diacepan está alargada al doble por una disminución del aclaramiento plasmático. Debería usarse con gran precaución. En contraste, el oxacepan no altera su eliminación en pacientes con afectación hepática y esto ha sido atribuido en parte a la conjugación del fármaco en otros órganos diferentes al hígado. Cuando la encefalopatía está descompensada y la cirrosis es severa, hay una disminución del aclaramiento y por tanto habrá que disminuir la dosis. No se ha observado cambios en el aclaramiento y vida media del loracepan y temacepan ya que se eliminan por un mecanismo de glucoronización. Los datos sobre los fármacos antipsicóticos son limitados. La clorpromazina tiene una vida media que no cambia, pero la sensibilidad a la misma puede estar incrementada por la función cerebral alterada. —Antieméticos: La metoclopramida es segura en el fallo hepático (45). El aclaramiento del ondasetron está reducido y se recomienda como dosis máxima diaria 8 mg. Los datos son limitados en cuanto al haloperidol, proclorperacina, y ciclizina. —Antibióticos: La mayoría de los antibióticos usados frecuentemente parecen ser seguros en la enfermedad hepática. La ampicilina no se altera en su farmacocinética, pero si existe fallo renal concomitante deberíamos reducir la dosis. Ceftriaxona y metronidazol pueden utilizarse sin cambios 371 A. GISBERT AGUILAR ET AL. en las dosis. La rifampicina, utilizada para paliar el prurito en el fallo hepático tiene una vida media de eliminación del doble de lo normal y por tanto debe utilizarse con precaución en periodos prolongados. —Diuréticos: Espironolactona y furosemida se utilizan de manera frecuente y no precisan ajuste de dosis. Sin embargo, tratamientos demasiado vigorosos de la ascitis conducen a la deshidratación y la oliguria que puede empeorar la eliminación del fármaco y causar problemas. MEDICINA PALIATIVA CORRESPONDENCIA: Amparo Gisbert Aguilar Sala de Oncología Hospital Clínico Universitario Valencia e-mail: [email protected] Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 372 Regidor E, Gutiérrez- Fisac JL, Calle ME, Otero A. Patrón de mortalidad en España, 1998. Med Clin (Barc) 2002; 118: 13-5. Kim WR, Brown RS Jr, Terrault NA, El-Serag H.Burden of liver disease in the United States: summary of a workshop. Hepatology 2002; 36: 227-42. Murray SA, Boid K, Sheikh A. Palliative care in chronic illness. BMJ 2005; 330: 611-2. Larson AM, Curtis JR. Integrating palliative care for liver transplant candidates: "too well for transplant, too sick for life". JAMA 2006; 295: 2168-76. Alonso Babarro A, Rexach Cano L, Gisbert Aguilar A. Criterios de selección de pacientes con enfermedades no oncológicas en programas y/o servicios de cuidados paliativos. Med Pal 2010; 17: 161-71 Child CG, Turcotte JG. Surgery and portal hypertension. In: The liver and portal hypertension, Child CG (Ed), Saunders, Phyladelphia 1964. p. 50. Pugh RN, Murray-Lyon IM, Dawson JL, Pietroni MC, Williams R. Transection of the oesophagus for bleeding oesophageal varices. Br J Surg 1973; 60: 646. Ziser A, Plevak DJ, Wiesner RH, Rakela J, Offord KP, Brown DL. Morbidity and mortality in cirrhotic patients undergoing anesthesia and surgery.Anesthesiology 1999; 90: 42-53. Kamath PS, Wiesner RH, Malinchoc M, Kremers W, Therneau TM, Kosberg CL, et al. A model to predict survival in patients with endstage liver disease. Hepatology 2001; 33: 464-70. Wiesner R, Edwards E, Freeman R, Harper A, Kim R, Kamath P, et al. Model for end-stage liver disease (MELD) and allocation of donors liver. Gastroenterology 2003; 124: 91. Said A, Williams J, Holden J, Remington P, Gangnon R, Musat A, et al. Model for end stage liver disease score predicts mortality across a broad spectrum of liver disease. J Hepatology 2004; 40: 897-903. Roth K, Lynn J, Zhong Z, Borum M, Dawson NV. Dying with end stage liver disease with cirrhosis: insights from SUPPORT. Study to understand prognoses and preferences for outcomes and risks of treatment. J Am Geriatr Soc 2000; S122-130. Sanchez W., Talwalkar JA. Palliative care for patients with end-stage liver disease ineligible for liver transplantation. Gastroenterol Clin N Am 2006; 35: 201-19. Runyon BA. Practice guidelines committee, American association for the study of liver disease (AASLD). Management of adult pacients with ascites due to cirrhosis. Hepatology 2004; 39: 841-56. Sola-Vera J, Miñana J, Ricart E , Planella M, Gonzales N, Torras X, et al. Randomized trial comparing albumin and saline in the prevention of paracentesis-induced circulatory disfunction in cirrothic patients with ascites. Hepatology 2003; 37: 1147-53. Sanyal AJ, Genning C, Reddy KR, Wong F, Kowdley KV, Benner K, et al. The North American Study for the treatment of refractory ascites. Gastroenterology 2003; 124: 634-41. Reisfield GM, Wilson GR. Management of intractable cirrothic ascites with and indwelling drainage catheter. J Palliat Med 2003; 6: 787-91. Riordan SM, Williams R. Treatment of hepatic encephalopathy. N 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. Engl J Med 1997; 337: 473-9. González-Abraldes J , Mas A. Encefalopatía hepática. patogenia y formas clínicas. Medicine 2000; 08: 508-15. Redondo MJ, Díaz F. Cuidados paliativos en la enfermedad hepática avanzada. En: Alonso Babarro A, Limón Ramírez E, Pascual López L (editores). Guía de atención al paciente al final de la vida. Semfyc ediciones. Barcelona 2008: 261-75. Riordan SM, Williams R. Treatment of hepatic encephalopathy. N Engl J Med 1997; 337: 473-9. Riordan SM, Williams R. Gut flora and hepatic encephalopathy in patients with cirrhosis.N Engl J Med 2010; 362: 1140-2. Blei At, Cordoba J. Practice parameters committee of the American College of Gastroenterology hepatic encephalopathy. Am J Gastroenterol 2001; 96: 1968-76. Mas A, Rodes J, Sunyer L Rodrigo L , Planas R, Vargas V, et al. Comparison of Rifamixin and lactitol in the treatment of acute hepatic encephalopathy: results of a randomized, double-blind, doubledummy, controlled clinical trial. J Hepatol 2003; 38: 51-8. Mela M, Mancuso A, Burroughs AK. Review article: pruritus in cholestatic and other liver diseases. Aliment Pharmacol Ther 2003;17: 857-70 Terg R, Coronel E, Sorda J, Muñoz AE, Findor J. Efficacy and safety of oral naltrexone treatment for pruritus of cholestasis, a crossover, double blind, placebo-controlled study. J Hepatol 2002; 37: 717-22. Browning J, Combes B, Mayo MJ. Long-term efficacy of sertraline as a treatment for cholestasis pruritus in patients with primary biliary cirrhosis. Am J Gastroenterol 2003; 98: 2736-41. Zylicz Z, Stork N, Krajnik M. Severe pruritus of Cholestasis in disseminated cancer: developing a rational treatment strategy. A case report. J Pain Symptom Manage 2005; 29: 100- 3 Tateishi R, Shiina S, Teratani T, Obi S, Sato S, Fujishima T, et al. Percutaneous radiofrequency ablation for hepatocellular carcinoma: an analysis of 1000 cases. Cancer 2005; 103: 1201-9. Lin SM, Lin CJ, Lin CC, Hsu CW, Chen YC. Radiofrequency ablation improves prognosis compared with ethanol inyection for hepatocellular carcinoma < or = 4 cm. Gastroenterology 2004; 127: 1714-23. Llovet JM, Bruix J. Systematic review of randomized trials for unresectable hepatocellular carcinoma: chemoembolization improves survival. Hepatology 2003; 37: 429-42. Patt YZ, Hassam MM, Lozano RD, Nooka AK, Schnirer II, Zeldis JB, et al. Thalidomide in the treatment of patients with hepatocellular carcinoma: a phase II trial. Cancer 2005; 103: 749-55. Ginès P, Schrier RW. Renal failure in Cirrhosis. N Engl J Med 2009; 361: 1279-90. Arroyo V, Gines P, Gerbes Al, Dudley FJ, Gentilini P, Laffi G, et al. Definition and diagnostic criteria of refractory ascites and hepatorenal syndrome in cirrhosis. International ascites club. Hepatology 1996; 23: 164-76. 35- Navasa M, Casafont F, Clemente G, Guarner C, de la Mata M, Planas R, et al. Asociación española para el estudio del hígado. Consenso sobre peritonitis bacteriana espontánea en la cirrosis hepáti- Vol. 17 • Núm 6 37. 38. 39. 40. 41. CUIDADOS ca: diagnóstico, trtamiento y profilaxis. Gastroenterol Hepatol 2001; 24: 37-46. Singh N, Gayowski T, Wagener MM, Marino IR. Depression in patients with cirrhosis: impact on outcome. Dig Dis Sci 1997; 42: 1421-7. Strasser F, Bruera E. Update on anorexia and caquexia. Hematol Oncol Clin North Am 2002;16: 589-617. Marchesini G, Bianchi G, Merli M, Amodio, P, Panella, C, Loguercio G. Nutritional supplementation with branched-chain amino acids in advanced cirrhosis: a double blind, randomized trial. Gastroenterology 2003; 124: 1792-1801. Rhee Ch. Broadbent AM. Palliation and liver failure: palliative medications dosage guidelines. J Palliat Med 2007; 10: 677-684. Kotb HI, el-Kabsh MY, Emara SE, Fouad EA. Pharmacokinetics of controlled release morphine (MST) in patients with liver cirrhosis. 42. 43. 44. 45. 46. PALIATIVOS EN ENFERMEDADES NO ONCOLÓGICAS: INSUFICIENCIA HEPÁTICA Br J Anaesth 1997; 79: 804-6. Tegeder I, Lotsh J, Geisslinger G. Pharmacokinetics of opioid in liver disease, Clin Pharmacokinet 1999; 37: 17-40. Tallgren M, Olkkola KT, Seppala T, Hockerstedt K, Lindgren L. Pharmacokinetics and ventilatory effects of oxycodone before and after liver transplantation. Clin Pharmacol Ther 1997; 61: 655-61. Navapurkar vU, Archer S, Gupta Sk, Muir KT, Frazer N, Park GR. Metabolism of Remifentanil during liver transplantation. Br J Anaesth 1998; 81: 881-6. Bass NM, Williams RL. Guide to drug dosage in hepatic disease. Clin Pharmacokinet 1988; 15: 396-420. Uribe M, Ballesteros A, Strauss R, Rosales J, Garza J, Villalobos A, et al. Successful administration of metoclopramide for the treatment of nausea in patients with advanced liver disease. A double-blind controlled trial. Gastroenterology 1985; 88: 757-62. 373