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ADOLESCENCIA: UN ENCUENTRO CONTINGENTE CON LO REAL
DE LA NO PROPORCIÓN SEXUAL (UNA PERSPECTIVA
PSICOANALÍTICA) 1
Laura Moreno Maldonado 2
Estudiante Especialización en Psicología Clínica
[email protected]
Sebastián Alejandro Sánchez Segura 3
Asesor
Resumen
El presente artículo es una reflexión no derivada de investigación sobre los conceptos
del psicoanálisis Freudiano y Lacaniano, en relación a la adolescencia, respondiendo al
interrogante sobre qué avatares del sujeto del inconsciente se implican en este
momento lógico. Se realizó una aproximación desde la teoría psicoanalítica a la
comprensión de dicha pregunta desarrollándose el concepto de adolescencia y los
cambios psíquicos que experimentan los jóvenes en este momento libidinal de sus
vidas, teniendo en cuenta la concepción de sujeto del inconsciente, descrita por Freud y
posteriormente por Lacan.
________________________________
1. Artículo de reflexión no derivado de investigación
2. Psicóloga Universidad Antonio Nariño de Pereira. Aspirante al título de Especialista en Psicología Clínica con énfasis en
niños y adolescentes.
3. Psicólogo. Psicoanalista Universidad Católica de Pereira. Docente Universidad San Buenaventura extension Armenia.
Docente Corporación Universitaria empresarial Alexander Von Humboldt. Asesor del artículo de grado.
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Palabras Claves: adolescencia, inconsciente, psicoanálisis, Real, sexualidad, proporción
sexual, sujeto.
ABSTRACT
This article is a reflection not derived from research about the concepts of Freudian
and Lacanian psychoanalysis related to the adolescence, answering over which
vicissitudes from the subject are implied in the logical moment. An approximation was
realized from psychoanalytic theory to the understanding of this question, developing
the concept of adolescence and the psychical changes that young people experienced at
that moment in their lives, considering the conception of the subject from the
unconscious, described by Freud and later by Lacan.
In this way, psychical phenomena experienced by young people are determined with
the advent of the adolescence such as: the detachment from the parental authority,
choice of exogamic object, and the conquest of a sexed position, among others. We can
concluded too that that in adolescence, the sexual satisfaction could be channeled to
the possibility of the coitus (genital sexual satisfaction), and that the subject of the
unconscious one is with the real part of sexual disproportion, which is implied in all
psychical phenomena previously described.
Key Words: Adolescence, Unconscious, Psychoanalysis, Real, Sexuality, sexual
disproportion, subject.
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JUSTIFICACION
El interés por el tema sobre los avatares del sujeto del inconsciente que se implican
durante el periodo de la adolescencia, surgió de la observación y la escucha de los
jóvenes consultantes que a diario asisten al consultorio psicológico. Generalmente son
llevados por sus padres o remitidos desde su institución educativa, puesto que, con el
advenimiento de este momento lógico y los cambios físicos ocasionados en su cuerpo
(a aquellos que les ocasiona pregunta), empiezan a presentar comportamientos que para
los padres y profesores resultan incomprensibles e inmanejables, y que producen
sufrimiento dada la profundidad del caos que se genera a nivel familiar y social. Los
fenómenos subjetivos, que recién se movilizan en estos jóvenes con el despertar de su
sexualidad, son importantes y significativos en su existencia como sujetos y en su
posterior elección de objeto.
Padres, profesores y adultos, en general, pretenden que por medio de consejos y
técnicas cognitivas, estos muchachos y muchachas se “adapten” a un entorno con
parámetros de comportamiento estandarizados, donde la transición de niño a adulto se
efectúe sin mayores complicaciones, una de las preocupaciones más expresadas por los
padres es que los temas relacionados con el amor, el sexo y el interés por el cuerpo
propio como el cuerpo del Otro ocupan la mayor parte de la vida de sus hijos.
Algunos adolescentes, en especial mujeres, empiezan a encaminar sus intereses y su
energía libidinal en buscar el amor que calme y satisfaga su reciente despertar de
sensaciones. En la actualidad con el avance de la tecnología las redes sociales se
encuentran infestadas de perfiles con la pareja ideal que promete completar la falta en
ser y encontrar la tan anhelada satisfacción. Pero al parecer la elección de ese objeto,
depositario de su amor, no prescinde de las indicaciones que durante la infancia y a
través de la palabra, le dieron sus padres, profesores, amigos o en general todo el
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mundo a su alrededor. Se observa en los adolescentes un sufrimiento por no encontrar
en el objeto elegido el amor que los complete y estabilice la reciente decepción de no
lograr alcanzar el goce prometido en ese Otro en donde hasta el momento estaba
inscripto. Por eso resulta importante para la intervención clínica conocer las
características fundamentales que orientan los avatares psíquicos implicados en este
momento lógico de la existencia, más allá de la metamorfosis evidenciada en cambios
tanto físicos como comportamentales y de la irrupción de la excitación sexual, o en
términos de Lacan: la irrupción del goce sexual en la subjetividad. Con esta perspectiva
se pensaría a los adolescentes desde una posición de sujetos que como tales presentan
unas particularidades pero sobre todo unas singularidades que no permite generalizarlos
en un escenario social regido por características esperadas para cierto periodo
cronológico de la vida.
También es importante conocer a través de una revisión teórica las transformaciones a
nivel de la sexualidad en este periodo de transición, entre la infancia y la edad adulta,
para realizar una reflexión que permita a pedagogos y psicólogos educativos, obtener un
conocimiento que aporte algunas bases para construir un proyecto de orientación
sexual teniendo en cuenta no solamente los aspectos biológicos y socioculturales que
influyen en los cambios emocionales y comportamentales en los adolescentes, si no,
además, los avatares psíquicos que en ellos se suscitan, pues como dice Freud (1905).
“los educadores, en la medida en que prestan alguna atención a la sexualidad infantil, se
conducen como si compartieran nuestras opiniones acerca de la formación de los
poderes de defensa morales a expensas de la sexualidad, y como si supieran que la
práctica sexual hace ineducable al niño” (pág47). Esto no significa que el psicoanálisis
pueda hacer pedagogía, sino más bien, que el reconocimiento de estos factores puede
colaborar a los educadores para tomar nuevas y distintas posiciones ante el saber y las
maneras de orientar la sexualidad, teniendo en cuenta las particularidades de la
experiencia de cada adolescente como sujeto. Por tanto, no es una función de los
psicoanalistas educar, pero sí hacer una lectura de la época que pueda orientar a otras
disciplinas, tal vez los educadores se nutran de ello.
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La teoría psicoanalítica aporta una comprensión sobre lo que adolece en los
adolescentes y que los lleva a generar una respuesta en su comportamiento,
incomprendida, leída como inadaptada y por ende rechazada por su entorno social. Las
preguntas que se puedan generar acerca de este tema pueden encontrarse implícitas en
este artículo y aportar un interés a la teoría psicoanalítica por construir nuevos saberes
acerca de los jóvenes adolescentes y los avatares psíquicos que se implican en este
momento lógico de la vida teniendo en cuenta las transformaciones de la época actual y
el temprano despertar sexual que en estos se evidencia y determina nuevas relaciones al
goce.
INTRODUCCIÓN
Las ciencias sociales y de la Salud generalmente definen en el Ser Humano el periodo
comprendido entre los 12 y 18 años de edad como adolescencia, el término implica un
periodo de desarrollo evolutivo donde se producen transformaciones físicas debido al
cambio hormonal que finalmente ocasiona en los jóvenes respuestas emocionales
manifestadas en su comportamiento social, familiar y personal, y que en la mayoría de
los casos produce disfunción en lo que se espera de ellos, en su relación con el otro y el
mundo que los rodea. El interés por el cuerpo y la fuerte excitación sexual, que recién
se despierta, son características fundamentales que aparecen en este periodo de la vida
visto desde distintas disciplinas. Definida de esta manera, la adolescencia, se convierte
en todo un “adolecer” para los jóvenes en cuestión. Pero ninguno de estos enfoques
psicológicos nos dice de qué se trata para el “sujeto del inconsciente” el paso por lo
adolescente, qué caracteriza y orienta los fenómenos subjetivos de este momento lógico
de la vida.
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La teoría psicoanalítica, nos explica qué significa e implica el hecho de que un “sujeto”,
pasado el periodo de la infancia y la latencia, se adentre por el camino de la
adolescencia. Para ello se indagará acerca de la concepción de sujeto del inconsciente, se
revisará la teoría freudiana y lacaniana acerca de la sexualidad humana y se aclarará el
concepto de adolescencia desde esta disciplina. De esta manera se determinarán los
avatares del sujeto del inconsciente que se encuentran implicados en este momento.
El Inconsciente, una lectura de sujeto y no de persona.
El sujeto del psicoanálisis no es el mismo sujeto cartesiano al que se refería Descartes,
cuando nos referimos al “sujeto” hacemos alusión al sujeto del inconsciente, sujeto
diferente al organismo viviente y lo denominado como persona, sujeto responsable que
busca el saber cómo deseo de hacer lazo social y por lo tanto alienado al Otro. Freud
(1914) decía que “lo inconsciente abarca, por un lado, actos que son apenas latentes,
inconscientes por algún tiempo, pero que en lo demás en nada se diferencian de los
conscientes; y, por otro lado, procesos como los reprimidos” (pág168). Esta frase nos
indica que en lo psíquico no todos los contenidos son conscientes, o no todos los
pensamientos responden a la reflexión y la voluntad, sino que más bien, hay que
localizar, como más significativos, aquellos que nos constituyen desde lo inconsciente y
lo inconsciente reprimido. Posteriormente Lacan (1973) habla del sujeto del
inconsciente, y dice que este “es el efecto intermedio entre lo que caracteriza a un
significante y otro significante, es decir, el ser cada uno, cada uno un elemento”
(pág64). Así, Lacan hace la lectura de Freud agregando que cada ser hablante se
construye a partir de una cadena de significantes, que van dando significado a todo lo
que representa su existencia, pero entre un significante y otro, emerge lo que para ese
ser constituye su única y singular relación con el mundo y con el Otro. De lo anterior,
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se explica que Lacan (1973) refiera que “el inconsciente está estructurado como un
lenguaje” ( pág 70), el cual emerge a través de la palabra, se desliza entre el decir de los
sujetos, se manifiesta a través de los sueños, los lapsus, los equívocos, y se encuentra
presente en el misterio que envuelve los asuntos inexplicables que ocurren entre los
encuentros y desencuentros de los unos con los otros. Respecto a esto se dice que “hay
inconsciente porque algo, en alguna parte del ser que habla, sabe más que él”. (Lacan,
1973, pág. 107). Más allá de la realidad que el sujeto ha construido para arreglárselas
con la existencia, existe un saber, existe un deseo particular, al cual tiene la posibilidad
de acceder con el advenimiento del significante que lo causa y lo compromete a
encontrarse a sí mismo a través del desciframiento de lo inconsciente. Es así como
desde el psicoanálisis no se puede concebir un ser pensante consciente de su existencia,
como lo definía Descartes, sino que se concibe un sujeto determinado por su
inconsciente, en tanto él es hablado desde Otro lugar, hablado por la historia que ha
sido tejida y que le antecede, aunque esto no excluye su responsabilidad frente a la
elección de esos determinantes.
El inconsciente constituye uno de los conceptos fundamentales en el psicoanálisis, es la
vía que lleva al sujeto a encontrar la cura para su sufrimiento cuando se pregunta por su
síntoma, esta noción impide que pensemos al adolescente desde el concepto de persona
propio de la psicología y otras disciplinas.
El Origen de la Sexualidad
Popularmente se piensa que en los niños no existe la sexualidad, que son inocentes y
ajenos a sensaciones que produzcan placer sexual, este pensamiento aumenta la
ignorancia acerca de las bases de la vida sexual humana e impide la comprensión de los
avatares psíquicos que se producen en la adolescencia, ya que se piensa, que solo en
este periodo se descubre el placer de lo sexual. Freud (1905), explica el origen de la
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sexualidad en dos tiempos: La Sexualidad Infantil, que hace referencia al tipo de
satisfacción esencialmente auto-erótica y narcisista del niño y a un origen de las
primeras elecciones de objeto con la entrada del mismo al Complejo de Edipo,
elecciones que sucumben a la represión y dan paso al periodo de Latencia, en donde,
respecto a los otros, el niño exterioriza sentimientos de ternura a todas aquellas
personas que lo cuidan y satisfacen sus necesidades pues es un momento de inhibición
de las metas de la pulsión así como de la sublimación necesaria para el ingreso a las
actividades culturales como la educación. Freud (1905) en su teoría sexual afirma que
“el trato del niño con la persona que lo cuida, es para él una fuente continua de
excitación y satisfacciones sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el
hecho de que esa persona, generalmente, la madre, dirige sobre el niño sentimientos
que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma como
substituto de un objeto sexual de pleno derecho”(pág47). Esta es la función materna
de la que habla Lacan pues la madre erotiza el cuerpo de su hijo.
Freud dice que la sexualidad en la infancia comprende características importantes,
como el de ser narcisista, es decir, la pulsión no está dirigida a otra persona, sino que se
satisface en el propio yo. Ninguna zona erógena predomina, el niño encuentra
satisfacción en diferentes partes de su cuerpo, y esta búsqueda no se adecúa a ninguna
finalidad más que la satisfacción pulsional como reencuentro del placer que ha sido
producido por el encuentro con el Otro, de ahí que Freud caracteriza al niño como un
“perverso polimorfo”. Refiere que la primera exteriorización de la sexualidad infantil es
el chupeteo que por la sensación placentera que produce puede extenderse incluso
hasta la “madurez”: “la acción de mamar con fruición cautiva por entero la atención y
lleva al adormecimiento incluso a una reacción motriz en una suerte de orgasmo”
(Freud.1905.pág. 48). El niño combina muchas veces el chupeteo con el frotamiento
de algunas partes del cuerpo, como el pecho y los genitales externos. “Por esta vía,
muchos niños pasan del chupeteo a la masturbación” (Freud, 1905, pág. 48). En el
chupeteo opera la pulsión parcial, dando como resultado la constitución de una zona
erógena. Por tanto, la sexualidad infantil queda formalizada en un encuentro sexual con
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el Otro, determinado por la aparición del erotismo pulsional que busca satisfacer lo que
sobrepasa la dimensión de la necesidad.
Otra característica de la sexualidad infantil, como dice Lacan (1956), es que las
pulsiones parciales se constituyen a través de los objetos parciales que se perciben del
lado materno: “la mirada, la voz, el seno y las heces” (pág. 18). Es a partir de estos
objetos desde donde el niño empieza a reconocerse como sujeto (es decir, en falta de
ellos) y se implican en su primer objeto de elección amorosa: los padres. Este es el
primer tiempo de elección de objeto según Freud, pues el niño descubre en el contacto
con su madre el amor de esta, el cual, va a representar para él todo su mundo. La madre
puede manifestar el cariño dando el pecho a su hijo, o negarse a hacerlo, lo que
generalmente es vivido por el niño como un rechazo. Así ,el niño tiene una forma de
vínculo tanto con los objetos parciales de la pulsión como con el objeto de elección
para el ejercicio de su sexualidad posterior.
Según Lacan (1936) el cuerpo del niño antes de ser totalidad, por el efecto del
reconocimiento de su imagen en el estadio del espejo, es una cantidad de órganos que
se encuentran fragmentados. El sujeto por venir está en el goce casi absoluto
introducido por el Otro y vivido de forma narcisista, pero la madre al introducir la
palabra como aquello que divide la necesidad del niño y la demanda, crea un campo
para que el significante despliegue su efecto, y pueda surgir el universo del deseo a la
par que una simbolización de la necesidad que conformará la pulsión. Además se
podría agregar aquí que el significante mismo da en este tiempo la posibilidad de
constituir este cuerpo al ordenar lo imaginario.
Antes de esta operación significante que ordena el cuerpo está el goce narcisista y
autoerótico del que habla Freud (citado por Parra, 1992), donde la pulsión se dirige
hacia el propio yo, el sujeto queda sumergido en un goce solitario: “pero la madre
responde a esta desorganización, responde encarnando una ley que vacía de goce ese
cuerpo. Así pues, tanto la demanda como el deseo, e incluso la ley ordenadora, se
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producen y constituyen en el lugar del Otro.” (pág. 17). Desde ese lugar Otro, que
generalmente es representado por la madre de forma inicial, se inauguran las zonas
erógenas que Freud describió en varios momentos: Oral, anal, fálica y genital, así como
la norma y el deseo tras el ordenamiento que la función del padre produce en el campo
en el Otro. Otra de las características de la sexualidad infantil es la de ser la misma para
los dos sexos (fálica). En el inconsciente no hay una representación hombre y una
representación mujer, el significante mujer está ausente, o sea, que existe un solo
significante para todos los seres hablantes, este es el Falo.
De esta manera, durante la infancia se dan encuentros sexuales primordiales, que el
niño no tiene cómo interpretar, encuentros que producen un excedente de goce sexual
in-interpretable, el niño no sabe qué significa esa experiencia, pero deja una huella en él,
un goce que se despierta, tras el adormecimiento de la latencia, con el advenimiento de
la adolescencia, donde se da el segundo tiempo de la constitución de la sexualidad
humana según Freud.
El momento lógico de la adolescencia
El Psicoanálisis no habla de la adolescencia como un periodo de Desarrollo Evolutivo
en la vida de un ser hablante. Freud, acuña el término “metamorfosis de la pubertad”,
refiriéndose a los cambios corporales derivados de la madurez sexual que experimentan
los jóvenes, las transformaciones, los gustos, las nuevas sensaciones y principalmente a
los fenómenos fundamentales que ocurren en su psiquismo y con los cuales debe
arreglárselas, como los son: el encuentro con la excitación genital, el desasimiento de la
autoridad de los padres, el hallazgo del objeto exogámico (el reencuentro con el objeto
perdido), la reivindicación en la elección de objeto, la conquista de su posición sexuada,
la decepción ante la imposibilidad de lograr la dicha prometida al final del Edipo y la
lucha por encontrar un saber que permita aliviar la angustia generada ante la presencia
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de las dificultades del encuentro amoroso. Siguiendo entonces estas ideas, para Freud,
la pubertad no se especifica únicamente como un efecto de los cambios del cuerpo,
sino como un acontecimiento psíquico determinado por diversas contingencias. Esto
implica que el término debe tomar un lugar más preciso en psicoanálisis que no remita
a la transformación orgánica de tanta importancia en medicina y psicología. Para este
artículo se preferirá entonces el término adolescencia que delimitaría los avatares
psíquicos contingentes de este momento de la existencia.
Lacan (1988) por su parte define entonces adolescencia, como un “despertar”, una
irrupción del deseo sexual, donde los jóvenes se preguntan sobre qué es hacer el amor,
asunto que lleva al sujeto a encontrarse con un “real” acerca de que no hay saber sobre
el sexo, y que “no pensarían en ello sin el despertar de sus sueños”(pág. 109). Esto
implica que la adolescencia hay que pensarla no como un efecto del organismo, aunque
también se implique, sino como un acontecimiento a nivel del saber por las
particularidades de las vivencias con el Otro y el deseo sexual. En este sentido la
adolescencia se determina no por la presencia de este saber, sino, al contrario, por su
radical ausencia, la presencia de la ausencia del saber sobre el ejercicio de lo sexual, a lo
cual vienen a responder los sueños (o fantasías idealizadas) de los que habla Lacan
como una manera de solución a este real.
Según lo anterior, tanto Freud como Lacan convergen en que la adolescencia, es “un
acontecimiento del cuerpo que marca un momento crucial en ese tiempo lógico en que
un niño despierta del sueño de la infancia”. (Citado por Muñoz, 2006 pág. 121). Esto
implica que lo adolescente no puede ser visto desde una cronología a la manera de la
psicología del desarrollo, hay que leerlo como una suma de acontecimientos y
movilizaciones de orden psíquico que son contingentes, y por tanto, no son necesarios
ni dependientes del organismo. El hacer una lectura de este momento como no
necesario determina que la adolescencia no corresponde al periodo de los 12 a los 18
años, sino que bien podría no darse en algunos sujetos, podría darse en otro momento
o incluso anticiparse.
Pero entonces, ¿qué significan dichos avatares psíquicos en este periodo de la vida?
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¿Qué los suscita? ¿Cómo se vivencia la sexualidad en el sujeto y cómo se transforma en
la adolescencia como momento lógico?
El encuentro con la excitación sexual, el deseo y la decepción ante la
imposibilidad de alcanzar la dicha prometida.
En los procesos de la adolescencia, se produce el crecimiento de los genitales externos y
los genitales internos, conformándose el aparato reproductor, el cual debe activarse con
los estímulos que reciba, ya sean a nivel externo, con la estimulación de los genitales,
internos, o desde la vía anímica. El estímulo provoca una tensión, que genera un
sentimiento de displacer, dada la reciente excitación sexual, que busca alivio en la
descarga de las sustancias genésicas provocando un placer máximo, “en su totalidad un
placer de satisfacción, y con él se elimina temporalmente la tensión de la libido”. (Freud
1905, pag.58).
El placer que se siente mediante la estimulación que provoca la excitación de las zonas
erógenas es descrito por Freud como equivalente al placer obtenido por la pulsión
sexual infantil. Tenemos la concepción de que la vida sexual infantil difiere en mucho
de la vida sexual madura, sin embargo, Freud (1905), afirma que “ya en la niñez se
engendra, junto al placer de satisfacción, cierto monto de tensión sexual, si bien menos
constante y no tan vasto”. (pág. 58). Así, durante la infancia, los órganos genitales
presentan excitabilidad como en la madurez, pero el niño puede sentir placer por la
estimulación de alguna otra zona erógena con la misma intensidad. En el momento del
estado fálico de la libido la tensión sexual se centra en sus genitales pero carece del fin
reproductivo que será ejercido posteriormente, si es posible, en la adolescencia, con lo
que se ha facilitado a nivel de desarrollo organísmico. Por tanto, esto específica, que
puede haber una no sincronía en el desarrollo del cuerpo y la posición subjetiva del
sujeto.
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En la adolescencia se logra con el placer genital una mayor producción de satisfacción
sexual centrada en el órgano, dado el desarrollo de estos, es decir, la satisfacción sexual
ya no es totalmente dispersa o perversa polimorfa como en la infancia sino que toma
un cierto orden a través de la función fálica producida en el paso por el Edipo. Así, en
la adolescencia se da la búsqueda de una nueva meta sexual, Freud (1905), en sus Tres
ensayos para una teoría sexual, refiere que esta meta “consiste para el varón en la
descarga de los productos genésicos. En modo alguno es ajeno a la anterior, al logro de
placer; más bien, a este acto final del proceso sexual va unido el monto máximo de
placer. La pulsión sexual se pone ahora al servicio de la reproducción”. (pág. 55). Si
bien Freud menciona que el acto sexual tiene una suerte de normalización que facilita el
objetivo de la reproducción, no hay que olvidar que la sexualidad es pulsional y que esto
produce una variación de lo esperado a nivel de la especie y por tanto caracteriza el
ejercicio de la misma por un no saber hacer con el Otro sexo. A nivel psíquico los
adolescentes enfrentan algunas decepciones ligadas al saber supuesto a los padres, así
como también ligadas a su propio saber sobre lo sexual. Todo esto genera una gran
conmoción en sus vidas, una crisis que a otros niveles es definida como un “trastorno
de comportamiento” puesto que falla lo prometido por estas figuras parentales y fracasa
el encuentro sexual dada las contingencias de lo real y el inconsciente.
Frente a esta mencionada crisis de la adolescencia los padres develan que no “saben”
qué hacer, y es que en estos jóvenes, todo se derrumba, ellos lograban tolerar las
frustraciones gracias a la promesa que conllevaría el final del Edipo (la promesa de que
el niño podría ejercer su función fálica con un objeto exogámico), el fantasma del niño
estaba enganchado a ella, pero esta fracasa en la adolescencia por las contingencias del
encuentro con el Otro sexo en tanto que en el inconsciente no está escrito el cómo
embonar bien con el Otro, sólo hay un significante para esto y no dos para la
complementación, así el adolescente queda extraviado en el cómo llevar a cabo el
ejercicio de su sexualidad. Así mismo en la adolescencia el sujeto se da cuenta que justo
cuando sus órganos genitales están desarrollados, y le es posible efectuar los anhelos
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incestuosos, debe nuevamente renunciar a ellos: “No tiene otra salida: es forzado a
realizar la separación entre los objetos sexuales y sus padres” (Muñoz. 2006, pag.120).
Pero, cuál sería el papel que desempeñan los padres en este periodo de adolescencia, en
donde la elaboración de las pérdidas es fundamental, y en donde los hijos realizan una
separación de ellos. ¿Qué son los padres para los jóvenes adolescentes? ¿Qué tanto
influyen en su elección de objeto?
Desasimiento de la autoridad de los padres.
No todo lo que transmite el padre durante la niñez desaparece, pero en la adolescencia,
parafraseando a Freud (1914), se produce un cambio importante, pues en el tiempo en
que el niño empieza a salir de sus juegos y empieza a contemplar la realidad de su vida
se da cuenta que el padre ya no es el más poderoso, ya no lo idealiza, al contrario, lo
critica y le hace pagar la decepción que le ha producido. Por eso, generalmente,
escuchamos a los padres decir que sus hijos ya no los necesitan, que ya no dependen de
ellos para tomar decisiones, ni responder sus preguntas acerca del origen de las cosas,
de la vida o de la muerte, y en general de lo que ellos son, pareciera como si ellos fueran
invisibles y sus enseñanzas ya no tuvieran valor, expresan sentirse criticados y
cuestionados en un “saber” que hasta el momento le habían otorgado a sus jóvenes
hijos. Y es que “la adolescencia produce una conmoción tanto a nivel del saber
supuesto a los padres, como a nivel del saber del mismo sujeto” (Muñoz, 2009, pág.
121.) Los padres también evidencian un desprendimiento y distanciamiento hacia sus
hijos, pero, es el adolescente quien elige separarse de sus padres o no, cuándo estos
están ahí, cuándo están presentes, pues “la adolescencia es ante todo, un largo camino
de elaboraciones, de elecciones, y un largo trabajo de elaboración de la falta en el Otro”
(Alberti, pág. 4), es decir, que el orden parental que sostenía al niño no bastará para
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garantizar su identidad, pues el padre más allá de su función de abrir el campo del deseo
del sujeto con la función fálica, aparece ahora en falta en cuanto al saber, en cuanto a su
papel como castrador, será interrogado respecto a su destino y el adolescente recurrirá a
desplazamientos cambiando su figura por la de un profesor, o algún sustituto, a modo
de metáfora. Entonces se puede decir que si bien el padre permite la apertura del deseo,
no articula el saber de qué hacer con él o cómo hacerlo, eso es un real con el que cada
quien tendrá que vérselas.
Desde la infancia, el sujeto recibe indicaciones a través de todas las formas de expresión
humana, verbal y no verbal, gestos, miradas y palabras sobre las cuales se determinan
sus elecciones y, a pesar de ello, responde generalmente a ellas de forma adversa,
ocasionando en sus padres una preocupación de separación al sentir estos que su papel
ya no es importante. En este punto el joven se supone abandonado y trata de tomar la
atención de aquellos, empieza la lucha por la separación, en donde se vale del desafío, la
crítica, el cuestionamiento y del conocimiento de las debilidades de sus padres
precisamente para debilitarlos y tratar de separarse de ellos. Estos comportamientos
usualmente causan angustia a los padres que acuden a la consulta clínica, quienes
describen este reciente comportamiento como un acto de “rebeldía”.
Este comportamiento extraño en la familia se apoya en una serie de fenómenos
psíquicos como las variaciones de humor, los conflictos con los padres y las
autoridades, la experimentación de la droga, la lucha por ser originales y la emergencia
de un gran sufrimiento. Todo esto por alcanzar supuestos ideales, y elegir objetos
inaccesibles (Cantantes famosos, modelos de revistas, etc.) para los adolescentes es
como si el mundo donde habitan fuera peligroso y hostil y tuvieran que defenderse de
él. En ese sentido las tentativas de suicidio, el fracaso escolar, las fugas, la angustia, son
la expresión de esos momentos de impase subjetivo que atraviesa el adolescente y que
son el intento de enmendar lo real de la presencia de la no proporción sexual que
indique qué hacer con el deseo o la sexualidad que se ha construido desde la infancia.
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Es por esta lógica de lo real y lo inconsciente que ni los padres ni los mismos
adolescentes logran entender lo que les pasa. La adolescencia atañe al cuerpo como
construcción imaginaria y simbólica (más allá del organismo), a la identidad, al Yo (la
imagen), a la relación con el Otro y a la elección de un nuevo objeto y una nueva meta
pulsional, donde se produce un reencuentro con la sexualidad. Ser adolescente
representa una pregunta que provoca un malestar a nivel social, y un adolecer en los
jóvenes que deben arreglárselas con lo enigmático del sexo, pues es el encuentro con
eso real que no puede responderse. Así mismo es en este momento subjetivo donde se
produce la conquista de la posición sexuada, como forma simbólica de responder a eso
que no es indicado desde el orden biológico y que debe resolverse en el campo de la
pulsión y la forma en que ésta queda sometida a la función fálica, ser hombre o ser
mujer sería entonces una construcción imaginaria y simbólica determinada por la forma
de alcanzar el placer pulsional (de forma activa o pasiva o diría Freud, o en el tener o no
tener, ser o no ser el falo como indicaría Lacan). Veamos que avatares psíquicos implica
para los jóvenes adolescentes la elección de objeto y su posición en lo sexuado.
El hallazgo de un nuevo objeto de amor, satisfacción y conquista de una
posición sexuada
“Y sin amor todo es nada”.
Sta Teresa de Jesús (1.515-1582). Escritora mística Española.
“Durante los procesos de la pubertad se afirma el primado de las zonas genitales (…)
Al mismo tiempo, desde el lado psíquico, se consuma el hallazgo de objeto, preparado
desde la más temprana infancia (…) la pulsión sexual pasa a ser regularmente, auto
erótica, y solo luego de superado el periodo de latencia se restablece la relación
originaria. No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de su madre
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se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto
es propiamente un reencuentro”. (Freud, 1905, pág.61). A propósito de esta cita Lacan
(1956), refiere que este objeto al que se refiere Freud “no se trata en absoluto del objeto
considerado por la teoría moderna como objeto plenamente satisfactorio, el objeto
típico, el objeto por excelencia, el objeto armónico, el objeto que da al hombre una base
para una realidad adecuada- el famoso objeto genital. Este objeto es un objeto
recobrado, el objeto recobrado del primer destete, el objeto que de entrada fue el punto
al cual se adhirieron las primeras satisfacciones del niño” (pág15). Con esto Lacan deja
claro que no hay objeto natural para la satisfacción en lo sexual, lo que indica que no
hay posibilidad de tener armonía esperada en la relación con el otro en tanto este está
determinado como Otro sexo, es decir, marcado por nuestras relaciones a lo simbólico,
en este sentido el objeto se convierte en algo contingente, con lo que cada quien se las
tiene que arreglar de forma particular, además de que estas relaciones son propiamente
un intento de recuperar el objeto perdido de la satisfacción original, que en tanto
perdido, es irrecuperable.
Posteriormente, en Introducción del Narcisismo, Freud (1914), dirá que el hallazgo de
objeto puede realizarse por dos caminos: por apuntalamiento en los modelos de la
primera infancia (el padre protector o la madre nutricia) o al modo narcisista (que busca
en los otros el reencuentro con el yo propio). De todos modos, más allá de que los
nuevos objetos, para ser significativos libidinalmente, tengan que estar en referencia a
los primeros objetos, el hallazgo de la adolescencia tiene como requisito que se efectúe
un desplazamiento desde los primarios hasta los actuales para que la barrera del incesto
sea preservada, ya que “el sujeto está unido con el objeto perdido por una nostalgia, y a
través de ella se ejerce todo el esfuerzo de su búsqueda. Dicha nostalgia marca al
reencuentro con el signo de una satisfacción imposible” (Lacan. 1956, pág.15). Lo
importante a señalar de este momento lógico adolescente con estos referentes teóricos
es que el sujeto tiene que vérselas con la marca de la pérdida de objeto y su relación con
el otro es propiamente el intento de recuperar lo perdido, que es irrecuperable, y por
tanto deja esa relación sometida a un desencuentro sexual, donde el otro no es lo
18
esperado ni lo prometido por los padres, aquí vuelve a quedar en evidencia lo real de la
imposibilidad de la proporción sexual.
En esta vía, el adolescente es el objeto de una demanda que lo obliga a posicionarse en
cuanto a la sexuación y en cuanto a la elección de objeto que se deriva. Respecto a esto
Dör (1985), comenta que “la partición biológica de los sexos no predetermina, como así
tampoco garantiza, nuestra identidad sexual, que es el producto de una identificación”
(pág. 253), de esta manera, la identidad sexual no es equivalente al sexo anatómico, es
más bien un proceso que sucede a nivel psíquico y que es designado como sexuación,
por tanto designa que el sujeto está sometido a una conquista del sexo, él debe elegir a
partir de sus determinaciones en el campo del Otro y el único significante para la
sexualidad.
Freud (1905), explica que el objeto sexual, es “aquella persona de la que parte la
atracción sexual”, (pág. 33), y que ésta elección puede ser independiente del sexo, es
decir, el objeto puede ser masculino o femenino, indiferente a la vez de la posición en la
sexuación del sujeto, y por lo tanto abre la posibilidad a la existencia de más de una
opción de elección para cada sexo. Así, no siempre el objeto erótico de un hombre, es
una mujer, ya que este puede encontrar pasión en otro hombre, y una mujer en otra
mujer, además, la pulsión se encuentra parcializada respecto a su satisfacción en un
rasgo de este objeto, esto quiere decir que el sujeto puede sentirse atraído por una
prenda de vestir, un olor, etc. En este caso, como plantea Freud, la sexualidad se
considera perversa, por encontrarse parcializada, esta es una manera particular de
relacionarse, de ahí la complejidad de la sexualidad, y los diversos conflictos afectivos
que usualmente encontramos en la clínica con adolescentes.
La elección de objeto y la definición de la posición sexuada implica un trabajo de
subjetivación que se encuentra con las resistencias de las posiciones infantiles, el
adolescente busca una elección de objeto generalmente a través de una producción
fantasmática (es decir lo que se ha posibilitado a nivel simbólico e imaginario), como
una tentativa de tratar lo imposible de la proporción sexual que configuraría lo real de la
19
relación con el otro, ya que no se puede saber qué hace un muchacho con una
muchacha, puesto que en el inconsciente no hay significante de lo que es una mujer, es
decir, no hay referente del Otro sexo. Para el inconsciente el Otro sexo no existe, y en
consecuencia las mujeres no reciben ningún fundamento de su ser, teniendo en cuenta,
por supuesto, que La mujer en tanto inexistente sería La mujer incluso para aquellos
que se satisfacen de forma pasiva o femenina, según Freud, con lo pulsional.
Lacan (1988), comenta sobre la obra literaria el Despertar de la Primavera que “los
muchachos no pensarían en el asunto de qué es hacer el amor con las muchachas, sin el
despertar de sus sueños”, (pág. 109), (es decir, de lo que organiza simbólicamente
alrededor de lo real, de la pulsión que se impone), las novelas, las fantasías, las
conversaciones con los amigos acerca del amor están siempre referidas a lo sexual, pues
lo “que suple la relación sexual es precisamente el amor” (Lacan, 1973, pág. 59).
Es así que Freud reconoce que si bien durante la infancia se plantean cierto número de
elecciones, hay algo que no se ha establecido aun definitivamente y que se reactualiza en
la adolescencia, ese algo son las elecciones de objeto hetero u homosexuales, y las
elecciones de posición, principalmente en cuanto a la sexuación, esto es lo nuevo que se
produce en el momento lógico de la adolescencia , en la metamorfosis de la que habla
Freud, refiriéndose a la nueva elección de objeto y la nueva meta sexual. De esta
manera Freud explica que la elección de objeto se da en dos tiempos: la primera fase se
realiza entre los dos y los cinco años, y se reduce en el periodo de latencia, entre esta
fase y la adolescencia se da la represión y las aspiraciones sexuales de la época infantil
quedan encubiertas bajo una corriente tierna de la vida sexual. Por efecto de lo anterior
se constituye la libido como “una corriente cariñosa, que se ha constituido muy
temprano en la infancia, y que se dirigía entonces a una figura materna o paterna, y otra
corriente que es sensual impedida durante la infancia, reservada para el autoerotismo, y
liberada en la época de la pubertad” (Nominé, 2007, pág. 47). Generalmente estas dos
corrientes entran en conflicto cuando se ha elegido el objeto y se establece una relación
amorosa, al respecto refiere Freud (1905) que “la no confluencia de las dos corrientes
tiene como efecto hartas veces, que no pueda alcanzarse uno de los ideales de la vida
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sexual, la unificación de todos los anhelos en un objeto”. (pág. 54). La elección de
objeto del periodo de la adolescencia tiene que renunciar a los objetos infantiles, y
empieza de nuevo como corriente sensual y la oposición fálico-castrado que se
introduce en el paso por el Edipo deja su lugar a la diferenciación masculino- femenino.
Freud agrega que la elección de objeto en la adolescencia es, al principio, llevada a cabo
sólo imaginativamente pues la vida sexual de los jóvenes “en maduración” tiene poco
campo de acción más allá de las fantasías. En la adolescencia, las opciones en la
elección de objeto sexual, no son definitivas, tampoco la indecisión sexual.
Con todo lo anterior se puede afirmar que los jóvenes buscan salidas muchas veces
aversivas, en un afán de encontrar soluciones al reciente problema que se les presenta,
ante el encuentro con lo real de la imposibilidad de encontrar el objeto natural de la
sexualidad, las buscan con el fin de tramitar la angustia generada ante lo imposible de la
proporción sexual y el no saber acerca del sexo. La drogadicción, las bandas de
adolescentes, la anorexia y la bulimia son respuestas “que permiten un cierto rechazo de
la sexuación, o en todo caso, ellas dejan la resolución del problema para más tarde.”
(Muñoz, 2006 pág. 133). También se encuentra que muchos jóvenes optan por salidas
más positivas que no generan daño a sí mismos ni a los demás, las actividades
deportivas, artísticas o intelectuales son otras de las posibles soluciones elegidas para
arreglárselas con lo real del sexo.
DISCUSIÓN
A manera de discusión se citan dos viñetas de casos a través de los cuales se harán
evidentes los conceptos abordados de la teoría psicoanalítica, el periodo de adolescencia
y los avatares psíquicos implicados tales como: La irrupción del deseo sexual, la
separación de los padres de la infancia, la nueva elección de objeto y la definición y
conquista de una posición sexuada.
21
El caso de Angie
Angie es una adolescente de 14 años que reside durante un tiempo en un hogar infantil.
Llega por petición de su madre, quien solicitó ayuda por no saber qué hacer con su hija,
pues ella, llegado la etapa de la adolescencia, empezó a presentar cambios en su
comportamiento, tornándose en palabras de la madre: “agresiva, desafiante,
desobediente, mala estudiante, mentirosa” y sobre todo enamoradiza respecto a un
chico que violaba todas las reglas sociales y con el cual experimentó por primera vez el
consumo de sustancias psicoactivas. La institución decidió remitirla al servicio de
psicología, esperando que se le brindara un tratamiento para “normalizar” su conducta
“inadaptada”, pues presentaba problemas en la relación con sus compañeras y
educadora. Ella no quería someterse a las normas de convivencia, sin embargo, tenía
muy buena empatía con uno de los educadores que era el único que lograba apaciguar
el mal comportamiento de Angie. La institución aspiraba que con el tratamiento
psicológico Angie ya no causara tantos problemas ni tanto sufrimiento a su familia.
Encontramos en este primer momento de introducción al caso de Angie, cómo el
pedido de asistencia viene de la institución, pues consideran que los comportamientos
que está presentado la joven corresponden a trastornos de conducta o desadaptación, y
están generando malestar tanto a nivel social como familiar. La adolescente hace de sus
comportamientos un síntoma en padres y educadores y no en ella misma, su
comportamiento no se debe a que quiera responsabilizar a los padres de algún daño, es
solo un modo de tratar su crisis de adolescencia pasando por el cuerpo y el paso al acto
sus dificultades con el encuentro contingente con lo real, ya que hasta el momento no
se le había otorgado la palabra para acceder al saber que había desencadenado su
síntoma.
En la primera entrevista con la madre de Angie, esta refiere: “Yo ya no sé qué hacer
con esa muchacha, pienso que olvidó todas las indicaciones y buenas costumbres que se
le enseñaron desde pequeña, hasta hace unos ocho meses, ella era una niña tranquila,
22
juiciosa, cariñosa, buena estudiante y obediente., ya se cree muy grande, piensa que ya
es una mujer, parece como si me odiara, y el noviecito ese que tiene la quiere llevar por
un mal camino, me tocó pedir ayuda para acabar de educarla”.
La madre se encuentra en conflicto con su hija, sus preguntas sobre la sexualidad y
sobre cómo ser mujer la confrontan con su propia sexualidad y la llevan a abandonar su
papel como madre de una adolescente, al ser criticada y des-idealizada por su hija,
desiste entonces de su acompañamiento y busca un Otro que responda por ella. Estos
eventos que parecen implicar la caída de la autoridad de la madre y su saber y los
intentos de la adolescente por dar cuenta de sus nuevas satisfacciones en lo sexual
muestran que más allá del desarrollo orgánico y hormonal de la joven se evidencia el
momento lógico del que se ha hablado, es decir, ella no solamente es una púber, ella
está en el momento de tensión que implican los avatares psíquicos de la adolescencia.
El día de la entrevista con la joven se evidencia de su parte una actitud apática, evade la
mirada y juega constantemente con su cabello suelto. Angie dice entonces: “de una vez
le digo que no he hecho nada malo, a mí no me pasa nada, mi mamá no entiende que ya
crecí, quiere tratarme como una niña, no deja que me maquille ni me ponga falda corta,
ella es muy cansona, creo que se está poniendo vieja y no comprende lo que le pasa a
uno en la juventud”.
La adolescente destituye de su madre el saber que hasta el momento le había otorgado
acerca de su sexualidad y de lo que es ser una mujer, con su comportamiento y el
malestar que le genera, le hace pagar muy caro la decepción que recién experimenta.
En las siguientes sesiones Angie habla de la vida en el hogar infantil, de las dificultades
con los educadores y de las largas conversaciones nocturnas que tiene con sus amigas
“acerca del amor”:
“los chicos son lindos, es rico que le den a uno detalles (papelitos escritos, dibujos de
corazones) y que me digan que soy bonita, a mis amigas y a mí, nos da mucha risa y nos
23
ponemos coloradas cuando nos encontramos con un chico lindo, pensamos cómo será
darle un beso”.
Las historias, las fantasías, los cuentos que se tejen alrededor del amor en esas
reuniones grupales permiten que sea posible, a nivel simbólico, lo que no resulta posible
saber acerca del sexo y la relación sexual entre dos sujetos, de esta manera lo explicaba
Lacan (1988) en sus comentarios acerca del “Despertar de la primavera”.
Un día, después de varias semanas de asistir a consulta, Angie llega con un diario en sus
manos, se anima a hablar acerca del chico del cual está enamorada: “En este diario
escribo lo que no saben los adultos, las preguntas que me hago y los sueños que me
asustan. “¿Quieres leerlo conmigo? “.
En esta sesión sentí que la transferencia se instauró, Angie esperaba que yo pudiera
contestar a sus preguntas, me otorgaba un saber acerca de si misma, de su sexualidad,
de lo que es ser una mujer, de su lugar en el mundo y en el deseo del Otro. Esta
evidencia de su no saber, como encuentro con lo real, le permitirá ir erigiendo recursos
para vérselas con este imposible que le permitan sobrellevar el paso por el momento
lógico adolescente, ahora en compañía de la transferencia.
El caso de Cris
Cris es un adolescente de 15 años que reside, al igual que Angie, en un hogar infantil al
cual llegó por presentar “violencia intrafamiliar”, (diagnóstico otorgado por la psicóloga
del mismo). Su abuela, al presenciar una discusión entre Cris y su hermana de 17 años,
solicitó ayuda expresando que el muchacho era muy agresivo, no acataba normas y
presentaba repetitivas fugas de su hogar, también dice que experimentó en repetidas
ocasiones el consumo de sustancias psicoactivas.
La institución decidió remitir a Cris al servicio de psicología, esperando al igual que en
el caso de Angie, que se le brindara un tratamiento para “normalizar” su conducta
24
“inadaptada” pues presentaba problemas en la relación con sus compañeros y
educadoras, no quería someterse a las normas de convivencia, utilizaba la violencia, con
agresión física para expresar su malestar, y “robaba” constantemente del tendedero del
patio la ropa interior de sus compañeras. La institución aspiraba que con el tratamiento
psicológico Cris ya no causara tantos problemas a la sociedad ni tanto sufrimiento a su
familia.
El día de la primera sesión se presenta a la consulta, un joven alto y de aspecto
atractivo. Me llama la atención la primera percepción que tuve de él, algo no
concordaba entre su actitud, su imagen y su discurso. Vestía prendas masculinas
elegantes y muy serias para su edad, (pantalón, camisa y zapatos de charol), su melena
larga lucía perfectamente peinada hacia atrás, pero, sus ademanes, gestos y timbre de
voz eran de un alto contenido femenino. Me saluda muy cordialmente, (como todo un
gentil caballero), le indico que tome asiento justo al frente mío, le doy cuenta de mi
posición como terapeuta y él mientras me escucha escanea de arriba abajo mi figura,
detecto en su mirada un profundo interés por capturar “algo” de esa imagen femenina
que se presentaba ante sus ojos. Lo que yo tuviera por decir, al parecer no le interesaba
a este chico, ni siquiera prestaba atención a mis palabras, me percato de que imita cada
uno de mis movimientos corporales: mi forma de sentarme, de mover las manos, etc.
Parecía “anonadado”, “deslumbrado”, completamente alienado y capturado en una
imagen que “robaba” su propio ser. Comienzo por preguntarle el porqué está aquí, y lo
invito a expresar su malestar.
-
“Tengo muchos problemas con mis compañeros porque no soy como “ellas
¿Cómo ellas?, - señalo al joven el lapsus.
25
-
“No, no, como ellos, los compañeros, creo que no soy igual a ellos”. “Todo en
este lugar es muy bonito, en el lugar donde estoy no aprecian mi buen gusto por lo
bonito, no me gusta estar en ese lugar”.
El lapsus presentado por Cris, lo remite a la pregunta por su posición sexuada, y el
comentario sobre el lugar donde se encuentra, lo remite a la pregunta sobre su lugar en
el deseo del Otro y su no lugar en el mundo. Cris agrega: “me encanta venir a conversar
con usted, me parece como si me conociera de siempre, no le aterra nada de lo que le
digo, es usted muy femenina, en cambio yo…” - En cambio tú, le digo para que
continúe. “Míreme, mi gran sueño es ser un travesti famoso, de esos internacionales
que tienen cuerpos hermosos y se ponen vestidos llenos de brillo, pero yo con esta
pinta de varón que tengo… usted sabe, hay cosas que no pueden ser”.
Cris me otorgaba un saber acerca de sí mismo, de su sexualidad, de su lugar en el
mundo y en el deseo del Otro. Se sentía cómodo de expresar con su propia voz lo que
no podía realizar, aquello que no se puede atrapar, lo que solo se captura en el goce
pulsional, lo que solo el Otro puede a medias representar. Medité sobre ese gran sueño
que anhelaba Cris: ¿Sería el mismo sueño de lograr la dicha prometida al final del
Edipo? Pensé sobre lo que lo hacía sufrir, la preocupación por la imagen y la
adquisición de un cuerpo femenino y perfecto que al parecer afirmaba su Yo.
El interés que siente Cris por ser travesti, (exhibirse vestido de mujer), la preocupación
por no tener un cuerpo de mujer, y el goce de darse a ver, es uno de los dilemas que
presenta este adolescente de existir para sí, él debe situarse bajo la mirada del Otro para
marcar su cuerpo.
Así, Cris encuentra en los cuerpos femeninos el modelo ideal al cual identificarse, su
valor propio y su lugar en el mundo lo concibe solo en la medida en que su cuerpo esté
bajo la mirada del Otro, creyendo ser él.
26
En las próximas sesiones, Cris se anima a hablar sobre las experiencias de consumo de
SPA y su relación con las dificultades acerca de su sexualidad. Lo subjetiviza de esta
manera:
Para poder lograr encajar en el mundo que anhelaba tuve que consumir marihuana. Por
una parte, así era aceptado por los amigos del grupo, y por otra parte, me desinhibía
para bailar y sentirme como mujer. Me encanta que me miren, sobre todo los hombres
bien varoniles, he tenido muchas aventuras sexuales, todas con hombres, bien hombres,
nada de señoritas, aunque… es muy raro, últimamente me ha provocado tener sexo con
una mujer, pero no sé cómo se hace eso, nunca lo he hecho, usted sabe, nunca me ha
tocado una mujer. Cris baja la mirada, y con eso da cuenta de su sufrimiento.
Aparece la vacilación en su elección de objeto, y en la conquista de su posición sexuada.
Recordemos que el re-encuentro con lo sexual pulsional que se da en la adolescencia,
implica la reafirmación de una posición como hombre o mujer, un encuentro que no
puede ser evitado, es un encuentro con lo real de la no proporción sexual (la
imposibilidad de que sea dicho qué ser en la sexualidad para el Otro y complementarse),
un momento de preparación para asumir una elección de objeto. Los comportamientos
presentados por el joven Cris dan cuenta de estos avatares que como adolescente le ha
tocado vivir, pues, como se dijo anteriormente, la adolescencia atañe al cuerpo, al Yo
(la imagen), a la relación con el Otro y a la elección de un nuevo objeto, así como una
nueva meta donde se produce un reencuentro con la sexualidad, sobrepasando así la
dimensión orgánica de lo estipulado por lo biológico en el periodo de los 12 a los 18
años. Lo que hace a Cris un adolescente es su cuestionamiento en el orden sexual que
produce una desestabilización de la relación con el Otro, algo que como se ha dicho no
es necesario, sino contingente, es solamente posible para algunos, así como no es
posible tal vez para otros.
Cris ha experimentado la droga y la lucha por ser original, acude frecuentemente a la
agresión y el desafío, y en él emerge un gran sufrimiento. Todo esto por alcanzar
supuestos ideales, y elegir objetos inaccesibles: cuerpos perfectos o modelos
27
internacionales. Esta es la salida elegida por él para tratar de resolver la pregunta por su
sexualidad y apaciguar la angustia del encuentro con lo real.
Vemos en estos dos casos los avatares a nivel psíquico que implica el periodo de
adolescencia en un sujeto, el re-encuentro con el sexo, diferente a lo que conocemos
como relación sexual propiamente dicha, un re-encuentro que implica la reafirmación
de una posición como hombre o mujer, un encuentro que no puede ser evitado, un
encuentro con lo real de la imposibilidad de la proporción sexual, un momento de
preparación para asumir una elección de objeto.
De esto afirmamos que el psicoanálisis, tomando al adolescente como sujeto singular,
no generaliza lo que implica el periodo de adolescencia para todos los sujetos ni
propone técnicas para la resolución de sus problemas, como usualmente pretenden
encontrar los padres y educadores en un afán de aliviar la reciente revolución social y
familiar que originó dicho “adolescente”. En este afán, los padres y algunos terapeutas
pretenden ejercer su papel como adultos, que “dirigen” y “corrigen” una posible
desviación de los parámetros esperados, para encajar a los jóvenes en un mundo ya
estandarizado, en un mundo contemporáneo en el que paradójicamente se hace
predominar lo individual (parecerse a sí mismo).
En la manera contemporánea de concebir al hombre se evidencia la forma que los lazos
sociales le dan a las elecciones particulares, se evidencia un empuje al acto en la
afirmación de que todo es “normal”, los jóvenes le dicen a los otros que hay que probar
para “saber”, (como si así se aprehendiera el saber). Lo anormal en este contexto seria
no probar.
La sexualidad ya no es un asunto íntimo, sino algo a lo que las formas de lazo pueden
empujar, algo colectivo y público, en donde todo se conoce. No hay límites a lo íntimo
en materia sexual, nada está “velado”. Encontramos también en el discurso actual una
tendencia a borrar los lugares simbólicos, el lugar del padre y su función en el
28
psiquismo del sujeto. En aras de que todos seamos iguales se da la universalización de
los derechos humanos, los lugares importantes que apelan a la ley, se borran; padres e
hijos gozan con lo mismo, de ahí la dificultad de los jóvenes de ubicarse en un lugar
singular en una generación. Si el padre se borra de su lugar simbólico, el joven queda
sin recurso a la ley y busca entonces salidas para posponer sus asuntos con la
sexualidad, muchas veces inadecuadas para su propio bienestar, ponen en riesgo su vida
y su salud para no tener que arreglárselas con lo real de la contingencia sexual. Sumado
a esto, actualmente los jóvenes tienen acceso a muchos objetos posibilitados, los cuales
los completan imaginariamente, y hacen que desaparezca en ellos, la pregunta por el ser.
El dios objeto, deja a los niños y adolescentes en una condición de soledad, ya no se
conciben sin estos objetos tecnológicos que hacen parte de sí mismos y dejan toda la
información al alcance de sus manos, no tienen que hacer esfuerzos.
Todo este paradigma moderno se lleva a los jóvenes a encontrar recursos para tramitar
su sufrimiento, aparecen síntomas que corresponden más a un orden íntimo del sujeto,
que a denominadas enfermedades actuales. Los trastornos alimenticios como la
anorexia y la bulimia por ejemplo, son más frecuentes en las muchachas, y la
agresividad hacia el otro y hacia sí mismo es más frecuente en los muchachos, paso al
acto en donde se evidencia una falta de pregunta, pero son situaciones que permiten
sostener algo del sentido de la vida. En la adolescencia hay un nudo entre lo sexual y la
muerte, los muchachos se plantean preguntas sobre su existencia ¿para qué estoy vivo?
¿de qué me sirve vivir? Por eso no “debemos pensar la adolescencia como una entidad
clínica diferente que necesita un tratamiento específico siguiendo el esquema propuesto
por la medicina según el cual a cada síntoma le corresponde un tratamiento específico y
una población designada”. (Rubio, 2006, pág. 144). La clínica psicoanalítica se aleja del
discurso de la ciencia, y da lugar al saber del sujeto, a sus preguntas, otorgándole la
palabra al adolescente para que logre tramitar su malestar subjetivo respecto a la
cuestión de lo real del sexo.
29
CONCLUSIÓN
Desde el psicoanálisis la adolescencia se plantea como un momento de transición desde
lo conquistado en la sexualidad infantil y el paso por el Edipo al ejercicio de lo sexual
como tal en el encuentro con el Otro y sus contingencias. Es un segundo momento en
la constitución de la sexualidad posterior al apaciguamiento de la latencia, en donde el
sujeto, aun siendo niño, tramita el exceso de goce de la sexualidad infantil. La
adolescencia es un momento lógico de la constitución subjetiva. Es en este segundo
momento que el sujeto verifica su posición sexuada y la elección de objeto, define su
posición como hombre o como mujer, pero esta posición que elige no tiene que ver
con el objeto de su preferencia, a una mujer no la hace mujer amar a un hombre, ni a
un hombre lo hace hombre amar a una mujer. La posición que se elige, es la posición
frente al goce.
En la adolescencia los padres de la infancia se derrumban. La emergencia de lo real del
organismo provoca una modificación de la imagen del cuerpo, pero, hay otro real, el de
la imposibilidad de encontrar la manera adecuada y natural para relacionarse con el
Otro sexo. La satisfacción sexual se canaliza, en lo posible, al uso de la reproducción y
el encuentro con el objeto elegido, se da la satisfacción sexual genital pues el saber
sexual de la infancia estaba ligado a la ignorancia del orificio vaginal y la función
eyaculatoria del pene. Estas situaciones son suficientes para hacer de ese segundo
momento lógico un momento de convulsiones y de movimientos que pueden hacer
tambalear los amarres del sujeto.
Considerando la teoría psicoanalítica, y su concepción acerca del periodo de la
adolescencia, resulta importante entonces que a nivel familiar los padres regulen el goce
de los actuales adolescentes, que no desistan de sus funciones paternas, y que
acompañen a sus hijos en su crisis de adolescencia. A nivel educativo se hace también
necesario que las instituciones reevalúen las bases de sus proyectos en educación sexual,
ya que, “se ha difundido la creencia de que la educación sexual se reduce a una película,
30
una conferencia, un libro que enseña cómo nacen los niños o una instrucción moralista
brindada a los adolescentes” (Mesa, 1992, pág. 91), con esto se pretende mejorar las
relaciones entre los sexos, reprimir las manifestaciones sexuales partiendo de un
supuesto saber y una concepción de la verdad acerca de lo que se debe hacer. Las
preguntas que los jóvenes tienen acerca de la sexualidad, no tienen respuestas en las
asignaturas de educación sexual; más que sobre el conocimiento de la constitución
biológica de sus órganos sexuales o la reproducción, ellos quieren saber por ejemplo
sobre cómo se hace el amor, porqué los hombres son diferentes a las mujeres, porqué
se excitan ante una determinada persona y ante otra no. Preguntas que nunca les son
aclaradas. Lacan (1973), en su seminario XX, decía al respecto: “Está clarísimo que la
idea de demostrar en la pizarra algo relacionado con la educación sexual, desde el punto
de vista del discurso del analista, no aparece como cosa prometedora en lo que a
felicidad y buenos encuentros se refiere”. (pág. 152).
Para terminar, recordemos que los jóvenes adolescentes son ante todo sujetos
singulares, y no deberían ser esquematizados y estandarizados dentro de una población.
En vista del impacto social y familiar ocasionado por los avatares psíquicos que se
implican en su desarrollo sexual los adolescentes parecen representar una molestia, o
más bien un problema, a los ideales de la época: No se piense, no se angustie, busque el
Uno: Todo completud, todo comodidad, todo felicidad, pero al parecer ellos, los
jóvenes, en sus crisis, se oponen a ellos.
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