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Oblatos Diocesanos
sobre un trabajo de Hugo A. Adamoli o.d.
Redacción y armado: Juan Carlos Pisano
Padre Agustín B. Elizalde
Un amigo de Dios
y de los hombres
A la Familia Oblatina (Oblatos y Oblatas Diocesanas, Fieles Asociados
y Amigos) y a todos los consagrados seculares que hicieron y hacen,
como buenos discípulos misioneros, de la realidad latinoamericana, historia de salvación.
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Prólogo
Todo lo veraz y real que se escriba sobre el presbítero Agustín B. Elizalde, no solamente es bueno, sino también es a favor de la Iglesia, ya
que este santo sacerdote debe servir como ejemplo de vida entregada a
Dios y a los hombres.
Al conocerlo, se puede descubrir que este hombre de Dios fue una respuesta generosa a su llamado. Fue una persona con su corazón puesto
en el Dios encarnado en cada hombre con quien le tocó compartir este
suelo. Sobresale la caridad como virtud de su vida y la grande y total
confianza puesta en la providencia divina. Hombre seguro de fe en Dios.
El profesor Hugo Adamoli, miembro del Instituto Secular Oblatos Diocesanos recopiló citas y escritos del padre Elizalde, reflejando de modo
acabado la segura personalidad de este querido sacerdote, fundador de
los Oblatos Diocesanos y de las Oblatas Diocesanas.
Si bien esta monografía fue escrita hace mas de 10 años, sigue vigente
y es la base del trabajo que hoy presentamos.
En la homilía de la inauguración del pontificado de Benedicto XVI
decía, y lo vuelve a citar en la convocatoria al Año de la Fe: «La Iglesia
en su conjunto y en ella sus pastores, como Cristo, han de ponerse en
camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar
de la vida y la vida en plenitud».
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Cuando terminen de leer estas páginas, seguro dirán que fue el camino
recorrido, en sus cortos 55 años, con la entrega total al hermano por
amor a Dios Padre que nos da «la vida en plenitud».
Hizo realidad aquello del apóstol Santiago cuando escribe en su carta
«por medio de las obras, te demostraré mi fe».
A Hugo Adamoli, o.d., en nombre del Instituto, agradezco el esfuerzo y
dedicación al tema.
También deseo agradecer de corazón a Juan Carlos Pisano, su gran
aporte en la redacción y ajustes en los relatos y en el armado y presentación de este libro.
A todo lector, de modo especial a Oblatos y Oblatas Diocesanos, Fieles
Asociados y amigos, les deseo que esta lectura, no sea una simple curiosidad, sino llegar a descubrir un modelo a seguir, de modo especial
en lo que respecta a la caridad, humildad, espíritu de sacrificio y alegría,
notas que deben crecer a la sombra y con la ayuda de este fiel, generoso
y ejemplar hijo de Dios llamado Agustín Gabriel Bonney Elizalde.
Casa Principal San Esteban
Santa Rosa (Cañuelas, Bs. As.)
Diciembre 2013
Onofre S. Pighin
Director Oblatos Diocesanos
4
Palabras de Hugo Adamoli, o.d.
En 1996, cursando la materia Seminario dictada por el profesor Carlos
M. Vico en el cuarto año del profesorado en Historia del Instituto Superior «Padre Elizalde» de Ciudadela (provincia de Buenos Aires, República Argentina), y ante la necesidad de tener que realizar un trabajo
de investigación histórico para poder aprobar, tuve la posibilidad, ante
un ofrecimiento hecho por el rector del Instituto, profesor Gustavo Bentivenga, de tomar a mi cargo la realización de un estudio acerca de la
vida y la obra del presbítero Agustín Gabriel Bonney Elizalde, quien
fuera durante veinticinco años (1931 a 1956), párroco de Santa Juana
de Arco.
Pero el objetivo principal del trabajo fue mucho más allá del simple
hecho de cumplir con un requisito mínimo exigido por un profesor
para otorgar a cambio una nota aprobatoria. La intención del profesor
Bentivenga fue hecha para poder contar con un material que reflejara
lo más fielmente posible los distintos aspectos de la personalidad de
este sacerdote fuera de serie que fue el padre Agustín.
Al asumir el honor y la responsabilidad de realizar este humilde trabajo,
quiero poner también mi intención particular: deseo ofrecerlo a todo
el Pueblo de Dios, la Iglesia en general y, en particular a mis hermanos
y hermanas, los Oblatos Diocesanos y las Oblatas Diocesanas, y al hacerlo, rendir mi filial y respetuoso homenaje al fundador de ambos institutos seculares.
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Al encarar este trabajo, he preferido en muchos casos utilizar como método, no tanto el narrar la vida del padre Elizalde y comentar con mis
palabras sus palabras, sino adoptar la actitud de hijo que se calla para
escuchar a su padre.
Por eso en las partes que he considerado muy importantes preferí hacer
transcripciones textuales para no perder nada de la riqueza del mensaje
que encierran sus palabras.
No quiero terminar estas palabras sin agradecer a mis hermanos Oblatos Onofre Pighin y Alberto S. Bernal, a mis hermanas las Oblatas Diocesanas, al profesor Gustavo Bentivenga y al profesor José Oscar
Cabrera por todo el material que me facilitaron, sin el cual, este trabajo
hubiera sido imposible.
Hugo Adamoli
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Introducción
Érase una vez…
…un niño nacido en un hogar cristiano que
sintió en su interior que Dios lo llamaba para
ser su sacerdote. Sus padres alentaron con
prudencia y regocijo la vocación de su hijo.
… un joven que, sin dejar de sentirse llamado, encontró motivaciones santas y filiales
para abandonar el Seminario. Pero su madre viuda reciente y con otras
tres hijas menores, confió en la ayuda del Señor, y alentó a su hijo a continuar sus estudios.
… un noble sacerdote que pensó en tierras lejanas en las cuales no
había suficientes ministros de Jesús. Desde su Francia natal viaja a la
Argentina para prodigarse.
… un obediente colaborador de su obispo, a quien veía hondamente
preocupado por una enorme población de su diócesis que carecía de
pastor. Así, deja de lado las posibilidades de la que se llamaba entonces
una «carrera eclesiástica» y se dirige a una villa en la que reinaban la
mafia y la prostitución y donde los que querían ser buenos no encontraban un jefe espiritual.
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… un hombre sano de cuerpo, que se transforma en un enfermo crónico para que el mensaje del Evangelio llegue a todos los que se le confiaron. Se multiplica, en la tristemente famosa época de la «crisis de los
años 30» para fundar y dirigir un peródico, crear despensas, comedores
y ollas populares; impulsar la Acción Católica que nacía en el país, instituciones parroquiales de todo tipo, colegios, un coro polifónico, academias nocturnas, capillas auxiliares, un hogar para ancianos, oficina
de colocaciones, guarderías y varias obras más. También escribió numerosos libros, que son salud y alimento de muchos.
… un apóstol del magisterio social de la Iglesia que realiza semanas
sociales cristianas, funda una Escuela de dirigentes obreros, recorre
todo el país y varios países vecinos predicando, enseñando la paz y la
justicia evangélicas.
… un liturgo que formó a su comunidad parroquial en la celebración
activa de los misterios de salvación, creó una Escolanía de niños cantores, organizó congresos eucarísticos y semanas litúrgicas. La vida sacramental corrió pujante por las arterias parroquiales.
… un fundador que, por tener un corazón sensible al sufrimiento de
tanta gente de América Latina necesitada de ayuda espiritual y humana,
da vida a los Institutos Seculares Oblatos Diocesanos, Oblatas Diocesanas y Fieles Asociados, para que el Amor sea más conocido y más
amado.
… un párroco que, celebrando con su fervorosa comunidad los 25 años
de la iniciación de su apostolado en esa parroquia, en medio de una
fiesta recibió la «visita del Señor» que lo llevó a la eternidad pocos días
después.
Alberto S. Bernal.
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Capítulo 1
Desde su nacimiento
hasta su ordenación sacerdotal.
(1901-1924)
Su infancia
Agustín Gabriel Bonney Elizalde nació en la ciudad de Biarritz (Francia), el 2 de junio de 1901. Era hijo de doña Francisca Elizalde Elgarrista,
nacida en Lesaca, Navarra (España) y de don Pierre Bonney, francés.
Doña Francisca se desempeñaba como ama de llaves y dama de compañía de la condesa Pignatelli de Aragón, que habitaba el castillo de La
Rochefoucauld, y don Pierre como Jefe de personal del conde. Ahí se
conocieron. Se casaron en Lesaca el 25 de noviembre de 1899. Agustín
fue el primogénito; luego habrían de nacer; Eugenia (1905), Josefina
(1906) y Valeria (1907), quien con el correr de los años ingresaría en la
vida religiosa adoptando el nombre de Sor Marie Inmaculeé (Sor María
Inmaculada) (1).
1. Cabrera, José Oscar: Agustín Gabriel Bonney Elizalde. Vida y obra de un profeta. Buenos Aires. Creativos Argentinos Editores. 1998. Pág. 20.
9
Agustín nació en el seno de una familia profundamente cristiana; sus
padres, que poseían una cultura refinada tenían también una fe y una
piedad muy sólidas que supieron transmitir a sus hijos a través de sus
ejemplos de vida. Dice el profesor Cabrera en su biografía: «Agustín
pasó su tierna infancia en pleno contacto con la naturaleza.
En medio de la belleza natural que daba marco a su vida estaba el ejemplo
que diariamente recibió de sus padres como parte de una formación en
la fe, el amor y la caridad» (2).
Tomó su primera comunión el 6 de junio de 1912, en la misma parroquia donde había sido bautizado el 9 de junio de 1901, apenas 7 días
después de su nacimiento.
Desde su infancia sintió que Dios lo llamaba para ser sacerdote.
Así lo expresó monseñor Antonio F. Gatti: «… Entre soñador y realista
descubrió a Dios, que lo llamaba para algo más. Fue la voz silenciosa que
le decía sin cesar su nombre y le exigía una respuesta a la edad en que
todo eran preguntas. Su mirada de niño empezó a descubrir en la profundidad del mar las maravillas de la creación. La misma mirada que
más tarde llegaría a la profundo de las almas […]Dios lo llamaba como
llamó a los grandes hombres de la historia: en el silencio de la naturaleza,
en la suavidad de las playas. “Tu descendencia será más abundante que
las arenas del mar y las estrellas del cielo”. Entre ese cielo y ese mar estaba
él, parado frente a Dios, para dar su sí e introducirse en la inmensidad
del Creador» (3).
Al año siguiente de haber recibido la primera comunión Agustín ingresa en la escuela San José de Hasperren, desde la cual envía una carta
a sus padres que deja traslucir todo su amor filial.
2. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 20.
3. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 21.
10
Les cuenta que está feliz «en este hermoso día, puesto que puedo, a mi
tierno padre, a mi tierna madre, ofrecer los votos de mi cariño». Reza por
ellos, pidiéndole a Dios «salud, larga vida y felicidad» (4), y que tengan
«paz en la tierra y felicidad en la eternidad» (5). Y para regocijo de sus
padres, les escribe: «…¿qué regalo puede uno hacerle a sus padres a quienes ama tiernamente? He reflexionado y al fin creí encontrarlo y me dije:
Tengo un solo corazón para tener todo. Sí es cierto, queridos padres, yo
no tengo sino un corazón, tómenlo, es todo mi regalo!» (6).
Nadie da lo que no tiene. Para poder dar amor hay que haber recibido
amor. Y el amor brota del corazón de este chico de 12 años, quien, con
una profundidad de pensamiento y de sentimiento inusual para su
edad, termina esta misiva deseando «que el cielo derrame sobre vuestras
cabezas olas de la más pura felicidad, sus más ricos bienes (si así fuera
mi alegría sería completa, mis votos serían colmados, mis deseos satisfechos). Queridos padres, una vez más les ofrezco mis votos y mi corazón.
Que cada día les sea próspero, que Dios les conceda fortuna y felicidad.
Que me dé, sobre todo, la gracia de serles agradable de seguir siempre sus
consejos, puesto que el ardiente deseo mío es serles agradable» (7).
La familia
Bonney Elizalde
4 a 7. Carta del P. Elizalde a sus padres (28/7/1913).
11
En 1914, encontramos a Agustín en Lourdes. El 19 de enero , su padre,
don Pierre cumplía años, y Agustín decidió escribirle. Dejó discurrir
una serie de ideas que tomando en cuenta su incipente adolescencia
constituían toda una filosofía del porqué de algunos principios, estructrados en la justificación de los resultados que a sus ojos producían los
hechos que le tocaba vivir. Es un documento del cual se desprende un
profundo sentido social (8).
Agustín le desea a su padre «una larga vida, una vida feliz y un éxito
completo en tus negocios. Una larga vida para que tú puedas llegar a la
edad avanzada obtenida por tus antepasados […]para poderles demostrar
que tú has sabido , sabes y sabrás continuar su vida de trabajo y fatigas.
Una vida feliz: puesto que es fácil comprender que todo trabajo exige salario y revestido de ese derecho, la labor y las fatigas exigen también un
salario que debe hacer tu vida felíz. Un éxito completo en tus negocios:
¿De que servirían entonces ese trabajo y esa fatiga si no se pudiera sacar
ningún provecho?» (9).
Amaba a su familia y la extrañaba. Sólo Dios y él sabían la angustia que
sintió el día en que dejó la casa paterna para ingresar en el colegio San
José de Hasperren para iniciar sus estudios eclesiásticos.
Los sentimientos de ese día imborrable en su vida quedaron registrados
de su puño y letra en una nota fechada el 9 de mayo de 1915 y que comienza con la inscripción A.M.D.G. (Ad Maiorem Dei Gloriae. A
mayor gloria de Dios).
«… ¡Oh, gran poeta, tú, que has dicho que la separación es el mayor de
los males, qué verdadero es tu lenguaje! ¡Cómo se lo comprende cuando
se lo experimenta! No, jamás mi pluma será capaz de redactar los dolores,
las angustias, las lágrimas de ese día!
8. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 28.
9. Carta del P. Elizalde a su padre (19/1/1914) en Cabrera, J. O. op. cit. Pág. 28.
12
Nunca sabría decir cuánto se es feliz cerca de aquellos que se ama; y nunca
finalmente, mi corazón dirá cuanto sufrió en ese día de mi separación»
(10).
Luego continúa su relato y se remonta al 4 de noviembre de 1912
cuando debió despedirse uno por uno de todos sus familiares, menos
de su madre que la acompaño hasta Hasperren. De su separación de
Doña Francisca no quiso hablar «porque fue, verdaderamente demasiado
desgarradora…» (11).
Su juventud
Agustín, a los 18 años, supera una gravísima enfermedad conocida
como «gripe española» que puso en peligro su vida y por la cual, los
médicos que lo atendían lo habían desahuciado. La enfermedad lo había
obligado a interrumpir sus estudios. Una vez restablecido volvió al Seminario. Pero desgraciadamente el 7 de julio de 1919 es llamado en
forma urgente desde su casa porque su padre muere poco después de
cumplir 45 años. Esto significó enfrentarse con una cruda realidad: el
hotel de sus padres se encontraba en plena actividad. Doña Francisca
tuvo que reasignar nuevas funciones al personal y a sus hijos, Eugenia,
pasó a ocupar su lugar en la recepción de pasajeros.
Ante esta circunstancia, Agustín toma una dolorosa decisión: abandonar sus estudios para quedarse junto a su madre. Doña Francisca se
opone. Él insiste, una y otra vez. Y una y otra vez, la madre vuelve a
oponerse, hasta que lo indaga por primera vez respecto de su vocación;
Agustín respondió que sentía firme y seguro el camino que había comenzado a transitar, razón por la cual doña Francisca le respondió: «Sí
es así, entrarás en el Seminario Mayor de Bayona y yo me quedaré con
tus hermanas».
10 y 11. Narración del P. Elizalde (9/5/1915).
13
Su época de seminarista
Agustín y sus compañeros emprenden el camino hacia Bayona. Nadie
hablaba de vacaciones, todos estaban en la dura tarea de recuperar Francia después de la guerra.
Los universitarios pujaban por tener sus aulas en condiciones; entre
ellos estaba Agustín y un centenar de compañeros que al asistir a la casa
de altos estudios se encontraron con un nuevo edificio de tres pisos, en
las afueras de la ciudad, aún sin terminar.
Llegaban a sus claustros desde diferentes puntos del país para compartir,
entre otras, la cátedra superior de filosofía. El joven seminarista profundiza la liturgia y la música sagrada. En ese ambiente casi monacal
cultiva su formación, aunque no puede dejar de pensar que en Lourdes,
su madre y hermanas están realizando la tarea que atiende, entre otras
cosas, su propia subsistencia.
Esto lo motiva a escribir continuamente a su familia. Las cartas reflejan
la ternura y el afecto que siente por sus seres tan queridos, a quienes, y
a título de compensación, les notifica permanentemente de sus calificaciones sobresalientes (12).
El 11 de diciembre de 1919 le escribe a su hermana Eugenia: «… Continúa ayudando mucho a mamá. Si, como yo, tuvieras que alejarte por
varios meses, comprenderías cuan dulce sería quedar cerca de mamá y
hacérselo sentir […] Dile a mamá que estoy muy feliz. Se buena con tus
hermanas y acuérdate siempre de que es Jesús mismo quien nos ha pedido
que seamos dulces y mansos. Yo le ruego al Buen Maestro que te bendiga
y te abrazo» (13).
12. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 38.
13. Carta del P. Elizalde a su hermana Eugenia (11/12/1919).
14
Doce días después, con motivo del fin del año, escribe a su madre, en
cuyos brazos se echa para abrazarla largamente y decirle su amor (14).
No desaprovecha la ocasión para demostrar una vez más su fe granítica
en Dios; y como el personaje bíblico que bendice a Dios cuando éste
quita todo lo que le había dado (Job 1,20) y se pregunta porqué no ha
de aceptar de Dios los males si acepta los bienes (Job 2,10).
A lo largo de sus años de Seminario sigue manteniendo el contacto epistolar con su familia, hasta que llega 1924, año de su ordenación.
Es conmovedora la carta que escribe a su madre y hermanas el 9 de diciembre de 1924 desde la Abadía de San Benito de Encalcat en Durne
donde ha ido a realizar un retiro espiritual previo a su ordenación. Entre
otras cosas, le expresa pensamientos como los siguientes: «…He aquí
que puedo decir después de una espera que duró cinco años: la semana
próxima seré sacerdote. Nunca sobre esta tierra, comprenderé lo que esas
dos palabras «ser sacerdote» encierran de divino, de grande, de misericordia.
Pero ustedes tampoco, mamá y hermanas queridas, sabrán jamás lo profundo, el aplastante honor, que les es dado; ¡Jamás! Nuestra familia se va
a enriquecer con un escudo divino que será nuestra gloria para siempre.
Tú, mamá […] ¿Sabías que eres muy grande a los ojos de Dios? ¿Sabías
que con tu sangre y tu substancia, tú formabas a un pequeño ser que estaba destinado a llegar a ser otro Cristo? […] Todo eso ¿lo sabías?
Y tú, padre, muy querido, tú que nos has precedido a todos en la gloria,
tú también eres partícipe de nuestra gloria familiar […] he aquí que ya
tu hijo, carne de tu carne, sangre de tu sangre y hueso de tus huesos, yo,
por la milagrosa virtud de unas palabras, voy a llamar auténticamente
del cielo a ese mismo Dios que tú contemplas; y ya lo haré venir en la hostia […] y la depositaré sobre los labios de tu esposa e hijas…» (15).
14 y 15. Carta del P. Elizalde a su mamá (31/12/1919).
15
La fría mañana del 20 de diciembre de 1924, en la majestuosa catedral
de Albi, se llevó a cabo la ceremonia con la presencia de su mamá, hermanas, familiares, compañeros y numerosos amigos.
Pero el momento más tocante llegaría el día 26, en Lourdes, cuando celebró su primera misa y su madre recibió de manos de su hijo el pan y
el vino consagrados.
Sus primeros años de ministerio sacerdotal
Los superiores del flamante sacerdote lo destinan a una tarea muy especial; al orfelinato San José de la ciudad de Tarbes. Allí lo sacudió una
vez más la pobreza y la injusticia.
A ese ámbito de dolor fue a dar testimonio del Evangelio; a llevar una
palabra de consuelo al corazón herido de tantos jóvenes.
«Ese sentimiento lo llevó durante toda la vida en su corazón de sacerdote.
Como los profetas del Viejo Testamento, él se hizo eco de los sin palabras,
de los más pequeños, los más humildes, para acercarlos a Dios con valentía, con dulzura» (16).
Recorrió numerosos santuarios donde dejó caer su erudición; su palabra conmovió los corazones más insensibles, promoviendo numerosas
conversiones. Aconsejó con la sabiduría que le dictaba el Espíritu Santo.
Con la humildad del grande reconocería en rueda íntima su labor pastoral muchos años después; pero al referirse a ella sólo acotaría que lo
había hecho como un simple medio o instrumento que utilizaba el
Señor para acercarse al corazón de la gente (17).
***
16 y 17. Apuntes de monseñor Antonio Federico Gatti.
16
Capítulo 2
Desde su llegada a Argentina
hasta su traslado a Ciudadela (1928-1931)
En Entre Ríos
La corriente migratoria de fines del siglo pasado al continente americano fue muy numerosa. Entre los miles de inmigrantes se contaba un
gran número de jóvenes vascos que procuraban nuevos horizontes. Algunos mantenían correspondencia con Agustín a quien le transmitían
la nostalgia por la distancia y lo informaban de la falta de sacerdotes
que dieran asistencia espiritual.
Entre esos jóvenes estaba el padre Ramón Elgart, quien insistía en la
necesidad de misionar en la Argentina.
Agustín consultó a sus superiores y habló extensamente el tema con su
familia. Finalmente se embarcó desde el puerto de Bilbao el 27 de febrero de 1928, y llegó a Buenos Aires el 22 de marzo.
El padre Elgart, lo recibió junto con un grupo de amigos e inmediatamente lo llevó a Concordia, provincia de Entre Ríos, a la parroquia San
Antonio.
Rápidamente se adaptó a la nueva experiencia de vida, a las costumbres,
y al sentir y decir del pueblo.
17
Su quehacer cotidiano lo enriquece enormemente. Es aquí donde, y al
solo efecto de facilitar la pronunciación de su apellido, decide adoptar
el de «Elizalde», que es mucho más castizo que Bonney (vasco francés).
Desde entonces y para siempre firmará: Agustín B. Elizalde.
Cierto día, Francisco Alberti, obispo de La Plata, visita Concordia y, de
inmediato, se establece una corriente afectiva entre los dos sacerdotes
y el obispo, a tal punto que les ofrece radicarse en la Ciudad de las Diagonales. Al padre Elgart para servir en el recientemente creado seminario San José y a Elizalde como secretario particular de Juan Chimento, su obispo auxiliar.
Aceptaron la propuesta y el padre Agustín desempeñó varias funciones
al mismo tiempo: fue confesor en varias casas religiosas, director espiritual del seminario, capellán de un coro y maestro de ceremonia en la
catedral platense.
Junto a monseñor Chimento recorrió el extenso territorio de la diócesis
y conoció un número significativo de comunidades. En uno de los recorridos, al pasar por la zona oeste, monseñor Chimento le comentó
que allí, dentro de su jurisdicción, el pueblo de Ciudadela contaba con
miles de personas y no había sacerdote.
Al día siguiente fue convocado por el obispo para pedirle que acepte la
capellanía vicaria de Ciudadela ya que «confía plenamente en su formación y capacidad» (18).
18. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 45.
18
«Allá por los años de mi mocedad sacerdotal fui tres años “changador de
obispo” dentro de los por demás dilatados límites de la entonces diócesis
de La Plata. Durante aquellos años me tocó acompañar al Prelado en cien
misiones distintas» (19) (Misiones parroquiales que organizaban y predicaban los párrocos con la presencia del obispo y del secretario).
Primer párroco de Ciudadela.
«–Hijo mío, hace tiempo que no duermo de noche.
–¿Qué le sucede, excelencia?
–Tengo un grave problema; Ciudadela me preocupa mucho.
–¿Qué es Ciudadela, excelencia?
–Es una gran posesión de la parroquia de Ramos Mejía y, por falta de
tiempo, el párroco nunca va por allí. Hay 30.000 almas en Ramos Mejía
y 40.000 en Ciudadela. He decidido hacer una parroquia nueva en Ciudadela.
–¡Muy bien, Excelencia! ¡40.000 almas sin sacerdote! ¡Es tremendo!
–Tremendo, y allí no hay nada hecho, apenas una capillita y es todo; me
hace falta un apóstol, un sacerdote sacrificado, dispuesto a sufrir por las
almas, entonces he pensado en usted.
–Excelencia, ¿puedo rehusarme o esto es una orden?
–Es una orden, hijo mío.
Entonces, caí de rodillas y sin discutir, a pesar de la enorme carga, a pesar
de mi indignidad, le pedí a monseñor su bendición. El me bendijo, me levantó y me abrazó largamente como un tierno padre.
19. Artículo «Rompiendo moldes viejos». Escrito por el P. Elizalde y publicado en la revista Criterio.
19
–Hijo mío vaya, usted triunfará, yo estoy con usted; dentro de 15 días estará listo el decreto. Usted sabe, Ciudadela no es nada, hay que crear todo;
al principio, usted no podrá vivir allí; pero mientras su obispo tenga un
pan, la mitad será para usted…» (20).
Así se enteró el padre Agustín de su designación como primer párroco
de Ciudadela, por entonces una villa de mala fama de los suburbios de
Buenos Aires, refugio de malvivientes y prostitutas, pero también humilde barriada de honestos y sacrificados trabajadores.
El «changador de obispo» se convirtió, a partir de ese momento, en el
«luchador por Cristo», y siguió siendo desde este nuevo puesto, y hasta
el final de su vida, el obediente colaborador de su obispo.
La fecha fijada para la toma de posesión de la parroquia fue el 2 de
agosto de 1931. Un verdadero hito en la historia del lugar.
Para Agustín, la satisfacción fue doble: por un lado lo que significaba
su designación y por otro, que presidiera la ceremonia monseñor Chimento que representaba al obispo de la Plata.
Todos esperaban la palabra de «su» sacerdote.
«A cada uno de los sacerdotes, les dice el
apóstol San Pablo: soporta el trabajo y la
fatiga como buen soldado de Jesucristo.
Pidan, cristianos, en sus oraciones que mi
vida entre ustedes sea el viviente comentario del consejo del Apóstol…Pidan que
no traicione jamás la solemne promesa
que hago de ser de ustedes, incondicionalmente de ustedes» (21).
20. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 46.
21. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 46.
20
Y como empezando a escribir su legado decía: «…Dios ha hecho el corazón del sacerdote para que realice la unión entre él y los hombres…
Cuando llegue la hora de Dios, cuando me llame para darle cuenta de mi
gestión, quisiera morir entre ustedes después de haber agotado en éste mi
amadísimo campo de apostolado todas las energías de mi cuerpo todas
las fuerzas vivas de mi alma…
…quisiera si, morir pobre entre mis pobres, pronunciando estas palabras
que les dejaría entonces como un testamento y que les dejo hoy como un
programa: Ámense los unos a los otros como Jesús nos ha amado, salvemos nuestras almas y trabajemos por la salvación de todos nuestros hermanos. Así sea» (22).
22. Palabras pronunciadas por el padre Elizalde el día de su toma de posesión como párroco de Santa Juana de Arco en Ciudadela (2/8/1931).
21
22
Capítulo 3
Su vida en Ciudadela (1931-1956)
Su salud
El padre Elizalde logró mantener una salud regular hasta alrededor de
los 30 años. En ese momento comenzaron los síntomas de las enfermedades que fueron dos cruces que llevó el resto de su vida: el reumatismo
y la psoriasis, cuyos padecimientos soportó con verdadero estoicismo
y sin hacerlo público.
A esto hay que añadir las permanentes penurias económicas, el dolor
de ver tanta gente alejada de Dios y la imposibilidad de poder resolver
todos los problemas que se le presentan.
Al mismo tiempo crecía su preocupación ante la injusticia social, el sufrimiento de los carenciados, la indiferencia en los ricos, y las calumnias
e injurias de que fue objeto por haber abrazado decididamente la causa
de los pobres, que le valió el mote de «cura comunista».
Dejó de lado sus propios padecimientos para pensar en los de los demás
y tratar de aliviarlos. Es oportuno recordar una carta escrita a su madre
muchos años antes (abril de 1920), en la que le hace saber que siempre
reza por ella, para que Dios le dé fuerzas para soportar el esfuerzo a que
se ve sometida por su trabajo.
23
«¡Cuántas veces le digo a Dios: Haz, que yo sufra un poco más y que
mamá sufra un poco menos» (23).
Con el correr de los años, se concretó con creces su deseo. En 1936, los
dolores se le agudizaron, y el padre Agustín se vió obligado a pedirle a
su madre y a su hermana Pepita que dejen Francia para mudarse a la
Argentina para cuidarlo.
En diciembre de 1944, la actividad del Padre era intensa. No sólo porque
se lo imponía su condición de párroco, sino además porque él mismo
asumía a diario compromisos que exigían al máximo a su maltrecho
organismo.
La psoriasis le cubría totalmente el cuerpo, excepto el cuello y las
manos, la cual hacía que la enfermedad pasara inadvertida a los ojos de
la gente. Su hermana, en más de una oportunidad debía acudir en su
auxilio para higienizarlo y lavar las llagas que llegaban a veces hasta
sangrar.
El reumatismo aparte de dificultar su desplazamiento, había casi inmovilizado su cuerpo al punto tal de haberse visto obligado a tener que atar
una cinta en el respaldo delantero de su cama para tomarse de ella y así
poder «izarse» cada vez que debía levantarse. Usaba mocasines con elástico, y se los calzaba parado con un calzador de mango largo, no podía
usar zapatos con cordones porque el reuma, le impedía flexionar normalmente la cintura y las piernas para atárselos. Durante la celebración de
la Santa Misa, cuando se arrodillaba en los momentos de silencio, se oía
el crujir de sus rodillas. (24)
La Voz de Ciudadela, en un recuadro, el 30 de diciembre de 1944, publica lo siguiente: «Se ausentará el Señor Cura: por haberlo dispuesto así
el médico del Padre Agustín y el Prelado Diocesano.
23. Carta del P. Elizalde a su familia (9 y 10/4/1920).
24. Testimonio del profesor Alberto S. Bernal O.D.
24
Nuestro párroco se ausentará por dos meses con el fin de tomarse un merecido y completo descanso».
Al regreso, renovadas sus fuerzas físicas, el padre Agustín vuelve a sumergirse de lleno en su actividad pastoral.
Su mente, puesta siempre en Dios, no descansaba ni aún agobiado por
el peso de sus dolencias. Cada obstáculo que salvaba era una clara demostración de lo que el hombre puede hacer cuando tiene fe. Pero sus
enfermedades, implacables, seguían su lento y devastador proceso.
En diciembre de 1949, vuelve por única vez a Europa, a su Francia natal.
El objetivo era, dado su deterioro físico, renunciar a la parroquia de
Ciudadela y retirarse a un pueblito francés para atender una pequeña
parroquia, que le insumiría menor energías que su amada Santa Juana,
y dedicarse de lleno a una de su grandes pasiones: escribir.
Pero Dios tenía otros planes para él; algunas circunstancias lo llevaron
a Roma y, después de un largo periplo, y de muchas idas y vueltas, llega
el ansiado día de la entrevista con Pío XII.
Según las costumbres de la época, todo visitante que llegaba al Vaticano
citado en audiencia por el Papa, era invitado a pasar a un salón vacío y
a ponerse de rodillas para esperar en esa posición la entrada de Su Santidad. El Padre Elizalde, mostrando una vez más su inquebrantable espíritu de obediencia y su enorme capacidad y fuerza de voluntad para
soportar el sufrimiento, sin decir nada acerca de su estado de salud y
haciendo un gran esfuerzo, se arrodilló, de acuerdo con la costumbre
establecida, para recibir al Papa.
Al ingresar Pío XII en la sala, el padre Agustín intentó ponerse de pie…
pero fue inútil. El anciano pontífice, ya octogenario, debió ayudarlo, tomándolo por las axilas, para que éste pudiera recuperar su posición vertical.
25
El testimonio acerca de su real estado de salud, lo brinda el propio enfermo. Desde la localidad francesa de Tercisles-Bains, el 27 de junio de
1950, le escribe a su obispo, Tomás J. Solari:
«…Con sentido dolor del alma debo darle un disgusto, y crearle una nueva
dificultad, como si las que tiene no fuesen suficientes. El certificado médico
que le adjunto en su original y con la versión al castellano que del mismo
hice, le dirán la verdad sobre mi triste estado de salud seriamente afectado
por cuatro enfermedades: psoriasis generalizada, reuma deformante
agudo, intoxicación por la Cafiaspirina, y surmenage.
Todo eso hace años que lo sabía yo demasiado; pero me parecía que el
deber era aguantar en el trabajo hasta el fin. Nadie, se puede decir, sabía
la extensión de mis males; pero hace, monseñor, 19 años que vivo con
cuatro Cafiaspirinas por día, y hace 14 años, tuve que llamar a mi madre
y a mis hermanas que acudieron para cuidarme. Desde hace largo tiempo
nunca pude levantarme sin ayuda y nunca pude vestirme solo» (25).
El padre Agustín estaba viviendo un calvario que a un espíritu débil lo
hubiera arrastrado a rebelarse contra Dios; o se hubiera sentido defraudado por ver su entrega pagada con tanto sufrimiento. Pero él minimizó
su mal, y lo ofreció por los demás.
Y gozó toda su vida de un excelente sentido del humor. En su rostro
siempre se vió dibujada una amplia sonrisa, y era frecunte oírlo contar
cuentos o chistes sanos, y festejarlos él mismo con una sonora carcajada
que retumbaba en todo el ámbito de la casa parroquial (26).
Cuando sufrió el ataque de hemiplejia (4 de agosto de 1956), fue llevado
de urgencia a su casa y un médico que conocía bien su carácter alegre,
le fue quitando la ropa para atenderlo mejor. Al contemplar ese cuerpo
íntegramente carcomido por la psoriasis, no pudo menos que exclamar:
«¿Y éste es el hombre que reía siempre?».
25. Carta del P. Elizalde a monseñor Tomás J. Solari, arzobispo de La Plata. (27/6/1950).
26. Testimonio del profesor Alberto S. Bernal O.D.
26
Su compromiso social
El padre Agustín tenía la preocupación por los grandes problemas del
mundo y de la Iglesia, siendo de un espíritu exquisitamente práctico y
activo. No se quedaba solamente en ver el problema y quejarse, sino
que ponía manos a la obra dando soluciones concretas y tomando el
tema globalmente. (27)
Al abordar este aspecto de su vida hay que tener en cuenta tres cosas:
• Sus audaces realizaciones tuvieron lugar en las décadas del
30, 40 y 50, lo que significa una notable anticipación a su
tiempo.
• Su conducta tiñó todos sus actos con profundas convicciones
democráticas, con irrenunciable adhesión a los principios
social-cristianos y por lo tanto con el mayor de los respetos
hacia los derechos humanos. (28)
• El padre Agustín nunca actuó movido por una decisión personal e inconsulta, sino que cada uno de sus proyectos los
sometió a la consideración de su obispo, de quien siempre
recibió rápidamente el correspondiente visto bueno. Tampoco realizó sus obras guiado por un espíritu de sensiblería
y demagogia, sino impulsado por una ardiente caridad que
lo llevaba a inmolarse por el prójimo, y por un deber de conciencia de cristiano y sacerdote que le decía que tenía que
poner en práctica lo mejor y más rápidamente posible, lo
mandado por el Papa y los obispos.
El padre Agustín siempre la tuvo como norte de todas sus aspiraciones
la Doctrina Social de la Iglesia.
27. Testimonio oral del profesor Alberto S. Bernal. O.D.
28. Testimonio oral del señor Reimundo Cepeda O.D.
27
Su pensamiento social se nutrió de las encíclicas de León XIII, Pío XI y
Pío XII, y de grandes pensadores franceses como los cardenales Mercier
y Verdier y los monseñores Dufanloup, Daniel Rops, Luis Veuillet y
Bossuet. Así, supo hallar el equilibrio justo entre la palabra y la acción;
cuando tuvo que actuar, actuó; y cuando tuvo que hablar, habló y jamás
se ató a poder temporal alguno.
Haciendo buen uso de las dotes de eximio orador y escritor, con su prédica encendida y revolucionaria conmovió los corazones más duros o,
al menos, intentó hacerlo. Denunció las injusticias de su época, con firmeza y con caridad; con afán siempre de construir y nunca de destruir.
Sus armas fueron la acción y la palabra, hablada y escrita: hablada, en
sus charlas y conferencias, y por supuesto, desde el púlpito; escrita,
desde La Voz de Ciudadela, periódico por él fundado en agosto de 1931
a los pocos días de haberse hecho cargo de la parroquia Santa Juana de
Arco y a través de su producción literaria que totaliza ocho títulos,
aparte de folletos y opúsculos.
28
Algunas obras
La J.O.C.
En Ciudadela fundó la Juventud Obrera Católica e impulsó a hacer lo
mismo en todas las provincias de la Argentina. También llevó su impulso a Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay, y afianzó este movimiento
con la escuela de dirigentes en Ciudadela. Esto determinó que fuera designado por monseñor Chimento, asesor arquidiocesano de la JOC, lo
que lo obligó a asistir, durante varios años, a tres o cuatro reuniones semanales en diversas localidades del Gran Buenos Aires, a los efectos de
formarlos y organizarlos.
Las localidades de Avellaneda, Quilmes, San Isidro y Santos Lugares,
entre otros, fueron los lugares donde desarrolló su acción social, orientando a sus integrantes (29).
No estuvo solo en esta tarea. Para emprenderla, se unió a los, por entonces presbíteros Enrique Rau y Emilio Di Pasquo, para formar así, un
equipo sacerdotal jocista.
La Escuela de Dirigentes funcionaba como internado y con un intenso
ritmo de estudio, de expansión y de confraternización. Por la mañana
y media tarde recibían formación espiritual y Doctrina Social.
Al atardecer hacían extensión jocista en numerosas parroquias del cordón urbano.
Incansablemente mendigaba en el ambiente de clase alta de Buenos
Aires, la ayuda que le permitía «becar» a sus jocistas y procurarles –para
ayuda familiar– el mismo sueldo que estaban recibiendo al dejar la fábrica para estudiar.
29. Testimonio escrito de monseñor Miguel Angel Bazán (14/3/1990).
29
Realizó una gran asamblea jocista
en su parroquia de la que participaron varios miles de jóvenes.
El canónigo Cardijn visitó varias
veces esa Escuela a la que denominó «Cenáculo de la J.O.C. en
América Latina».
Siempre se mantuvo al servicio del
Jocismo aportando apoyo espiritual
a su gran amigo monseñor Rau y a
la institución. Dedicó uno de los libros por él escritos, «Cartas de un
cura canoso a un muchacho enamorado», «a las muchachas de la
J.O.C., que forjarán mañana la
grandeza de los hogares obreros.
A.B.E.» (30)
Los comedores populares
Doña Julia Helena Acevedo de Martínez de Hoz, había fundado una
serie de «cantinas maternales», donde concurrían miles de chicos.
El padre Agustín llegó hasta esta señora y le ofreció el galpón donde
había funcionado la iglesia, desde 1931. Gracias al apoyo de los doctores
Mercier y Hardoy, se efectuaron reparaciones en el local, se lo dotó de
mobiliario y elementos de cocina y, en dos turnos, asistieron 500 alumnos de escuelas primarias de la villa.
30. Mini noticia del padre Elizalde y la J O.C., escrito por el profesor Alberto S. Bernal.
O.D. (3/11/92).
30
El 28 de septiembre de 1938, monseñor Miguel de Andrea bendijo las
instalaciones. Después de una breve pero elocuente alocución episcopal,
habló el doctor Mercier. Luego lo hizo el padre Elizalde:
«… He sentido una gran emoción al ver inaugurado este comedor en
aquel recinto, para mí sagrado donde, durante siete años, entre chapas de
zinc, se labró el alma de Ciudadela.
Al ver a centenares de niños comer donde antes se comía el pan del altar,
me parecía que el santísimo sacramento entraba de nuevo en el galpón
remozado y venían a mi mente las palabras del Maestro: Lo que le hiciste
al más chico de los míos es a mí que me lo hiciste…
Me pregunto, con dulcísimo consuelo ¿hasta dónde subirá en los reinos
de los cielos la preclara mujer que fundó y dotó doce comedores, en que
comen diariamente miles de pobres criaturas? Doy gracias a Dios y le suplico bendiga a todos nuestros bienhechores según sus obras» (31).
31. Renould, Ismael S.: “Semblanza del Padre Agustín B. Elizalde”. 1990.
31
Este nuevo comedor, se sumó a los ya fundados en la zona en 1933 y
1934 y al que luego habría de fundarse en 1937 en el salón parroquial.
En cada uno de estos tres últimos comedores se les daba de comer a
200 chicos por día.
Sala de juegos para hombres y jóvenes:
Elizalde afirmaba que había que buscar la forma de alejar de los peligros
de la permanencia de los jóvenes en la calle. Y para ello había que proporcionarles los medios necesarios y adecuados para lograr estos propósitos. Por ese motivo inició, en un sector del salón parroquial, una
sala de juegos que, inmediatamente contó con una gran concurrencia
de adultos y jóvenes, que disfrutaban de sus ratos libres con un sano
entretenimiento (32).
Club deportivo San Agustín:
Por iniciativa de un grupo de jóvenes de la parroquia y con la anuencia
del padre Elizalde, se fundó el Club Deportivo San Agustín, cuyo nombre le fue impuesto, obviamente, en su homenaje. Tuvo su primitiva
sede en el salón parroquial. En los comienzos desarrollaron sus actividades dentro del ámbito parroquial y posteriormente, realizaron contactos deportivos con similares entidades de Ciudadela y de otras
parroquias vecinas, con la diputa de partidos, especialmente de fútbol,
que dio incremento y que concitó el interés de otros muchos jóvenes,
lo que les permitió constituir varios equipos (33).
32. Renould, Ismael S.: “Semblanza del Padre Agustín B. Elizalde”. 1990.
33. Idem.
32
Escuela nocturna gratuita para obreros:
El padre Elizalde dispuso la instalación de una escuela nocturna gratuita
para obreros. Se dictaron cursos de lectura, escritura y matemática para
principiantes, que despertaron el interés de numerosos obreros.
Posteriormente hubo clases superiores en matemática, contabilidad,
dactilografía e idiomas (alemán, francés e inglés), que se dictaban a partir de las 20.00. Luego se le anexó una modesta sala de juegos, biblioteca
popular y un pequeño bar con precios mínimos (34).
El centro de almaceneros
En Ciudadela existía un pequeño núcleo de almaceneros que deseaban
acrecentar su actividad con la incorporación de adherentes de ese ramo
y, al mismo tiempo, desarrollar más eficientemente una labor representativa de sus actividades en beneficio de sus asociados.
Acudieron a entrevistar al padre Elizalde para proponerle que los asesorara espiritualmente y los orientase en su acción. Así surgió, el núcleo
del Centro de Almaceneros de Ciudadela, que contaba con su Sede Social y que a la fecha, aún subsiste como fuerte entidad local (35).
Escuela del hogar
La educación y, en especial, la preparación de las mujeres, distaba
mucho de alcanzar los objetivos que Elizalde deseaba para su pueblo .
Por eso, presentó en el obispado un proyecto con el apoyo incondicional
que le brinda la Madre Germaine, superiora general y provincial de la
congregación de la Inmaculada Concepción de Castres, conocidas popularmente como las Hermanas Azules, por el color de su hábito.
34. Renould, Ismael S.: “Semblanza del Padre Agustín B. Elizalde”. 1990.
35. Idem.
33
Esta congregación es de origen francés, y el Padre la había hecho ir a
Ciudadela para que lo ayudara en sus múltiples tareas apostólicas, educacionales y de servicio social. Las hermanas llegaron en diciembre de
1932 y muy poco tiempo después, los Hermanos de la Sagrada Familia
(enero de 1933).
La nota enviada al obispo decía:
«…con el fin de pedirle permiso para fundar en esta Capellanía Vicaría,
la Escuela del Hogar, contando para ello con la valiosa cooperación de las
beneméritas Hnas. de la Inmaculada Concepción.
La finalidad de esta nueva iniciativa sería: preparar con eficiencia a las
señoritas en todo aquello que les conviene saber para asegurar más tarde
la buena marcha de su casa. Se les impartirán lecciones de moral cristiana, cocina, lavado, planchado, zurcido, bordado, tejido, corte, confección y nociones de moral y primeros auxilios. No se aceptarán menores
de 14 años. Todas las clases serán gratuitas y se dictarían en locales que
son propiedad de las hermanas. Con la ayuda de Dios, creo que esta obra
estaría llamada a promover religiosa y socialmente un inmenso bien en
esta Villa».
Tres días después, el 29 de mayo de 1935 se inauguró la escuela; la bendición de las instalaciones estuvo a cargo de su inspirador y fundador,
rodeado del afecto de muchos amigos.
El Hogar San José
Otra de las grandes preocupaciones del padre Agustín eran los ancianos
sin techo, abrigo ni pan. No podía ser que solo esperaran la muerte y
que no tuviesen el consuelo de la Palabra de Dios…
Así, con su oración a san José y la ayuda de las Hermanas Azules nació
el Hogar San José.
34
Así lo anunciaba a la población:
«Muchos son, en Ciudadela, los pobres viejitos desamparados que viven
en la mas asombrosa miseria. Los pocos asilos existentes en el país no dan
abasto y resulta, muchas veces poco menos que imposible poder conseguir
que se interne a un anciano. Frente a semejante y angustioso problema y
contando con la generosidad de ustedes me atrevo a iniciar la fundación
y el funcionamiento de lo que llamaremos «El Hogar San José». Este
Hogar funcionará en un local que acabamos de alquilar en la calle Moreno 775. La dirección estará confiada a las Hermanas Azules, cuya obra
humanitaria ya realizada en ésta no tengo por qué recordar. La inauguración se realizará el miércoles a las 8 de la mañana.
Ser absolutamente pobre, haber cumplido los 60 años y vivir en Ciudadela
serán condiciones indispensables de admisión. Tenemos 20 camitas y…
nada más. Hago un presuroso y urgente llamado a la bondad de sus corazones…Todo nos vendrá bien».
No había transcurrido un año; el 14 de marzo de 1936 y bajo el título
de «Grato acontecimiento» informaba: «Al inaugurar el Hogar San José
en la calle Moreno nos parecía grande aquella bonita casa; pero he aquí
que se llenó tan sólo con ancianos de Ciudadela. Al tener que rehusar
nuevos huéspedes en la casa del buen san José, se renuevan esas mismas
angustias que experimentó nuestro corazón al iniciar esta obra tan simpática (…) Se imponía la necesidad de alquilar un local de mayores proporciones. Contando con el apoyo de la Divina Providencia y esperando
que en el mañana, los poderes públicos se convencerían de la obligación
en que están, de ayudarnos a sostener la obra empezada, nos hemos animado a ocupar una mansión grande y cómoda, sita detrás de los cuarteles,
en la calle Liniers, esquina Roque Sáenz Peña.
En este lugar pintoresco y sano es donde nuestros amados ancianos, reliquias vivientes de hogares deshechos, terminarán apaciblemente sus días,
rodeados de familiar cariño. La inauguración de estas instalaciones fue
prevista para el 19 de marzo con misa solemne, a las 10.00 hs.
35
Aprovechando la fiesta del santo patrono del Hogar damos gracias al Cielo
porque sobre el suelo de Ciudadela un nuevo sagrario tendrá el Señor, y
un nido amoroso encontrarán los pobres ancianos de quienes decía fervorosamnte mons. Bougand: Oh, pobres, oh pies desnudos de mi Salvador».
Años después, su inquieta pluma escribiría, al recordar los 10 años de
su fundación e historiar su trayectoria:
“…No es posible dejar de nombrar aquí a una virtuosa e inolvidable religiosa: sor Flaviana, Hermana de la Inmaculada Concepción, ya que de
ella se valía el Señor en aquel año de 1934 para los menesteres a que aludimos (se refería a la asistencia ambulatoria y derivaciones a hospitales
o internados que desde ese año comenzaron, bajo su tutela, a realizar
las hermanas). Y seguían apareciendo, partiendo el corazón, nuevas miserias: en la vía del tren, en la comisaría, debajo de los puentes nauseabundos del Maldonado, se descubrían hombres y mujeres abandonados
a una suerte de horror y agonía. Alquilamos temblando, una casa en la
calle Moreno. Digo «temblando» porque no teníamos un centavo y lo
único con lo que contábamos era con un montón de deudas. El primer regalo fue un bolsa de lana que un hombre nos traía; después de haber despanzurrado su colchón! Y vinieron camas , obsequiadas por el lechero;
mesas, sillas tuertas (SIC), ropa usada y una lata vacía de galletitas sobre
la cual pegamos una estampa de san José y escribimos con toda aplicación
«Caja del Hogar San José».
Cabían 12 camas. Vinieron Santiago Zunino, tres viejitas y ocho más.
Bien pronto, a la verdad, se colmó la capacidad. La hermana Octavia,
actual decana del Colegio Azul y la buena señorita María Elena Fernández, atendían aquel colegio de venerables ancianos. Pero el caso es que seguían apareciendo más y más mendigos y desamparados. ¡Cuántos
dramas en este valle de lágrimas, al ladito de muchos que ríen, beben,
comen y bailan!
36
Se desocupó una casa –quinta grande, aislada, de árboles frondosos. Se
susurraba, con insistencia cada vez mayor, que aquello se convertiría en
un atrayente… club nocturno, decimos «club» que es una palabra suave:
¿Era posible permitirlo cuando estábamos empeñados en darle un alma
este pueblo? ¡No! Alquilamos la casa, contando con la lata de galletitas,
vacía de dinero, pero llena de esperanza cristiana.
La madre general de las Azules nos regaló una fervorosa comunidad de
sus hijas, y el 8 de marzo de 1936, trasladados los doce ancianos de la
calle Moreno y los míseros muebles, se inauguró el nuevo Hogar, con una
misa durante la cual se dio curso a muchas lágrimas de gratitud.
A partir de aquí la historia de estos 10 años no se puede contar: ¡Habría
tanto que decir! Miremos la obra tal cual se contempla: es el manantial
perpetuo, inagotable, de la más pura caridad. Bajo la dirección prudente
y amable de la R.M. Luciana se profundiza más y más el surco abierto.
Decir Hogar San José hoy, es decir mansión de paz para cincuenta ancianos: dispensario gratuito bajo la siempre acertada atención del Dr. Armando Ghioldi, donde se atienden a miles de enfermos cada año, la obra
popular y su filial de Villa Reconquista donde diaria y gratuitamente se
distribuyen cerca de 200 raciones de comida; el taller donde se forman las
niñas pobres del barrio; la sede de ayuda internacional al niño desamparado; la capilla pública; y el centro permanente de doctrina y de esparcimiento para gran cantidad de criaturas; el cálido nido de donde salen
diariamente las hermanas que van a llevar alivio a los ranchos y a las inverosímiles casuchas del suburbio: «la casa de la providencia», para decirlo todo en una palabra.
Por la lata de galletitas confiada a san José han pasado, en 10 años, más
de medio millón de pesos. ¡Más de 500.000 pesos brotados no se sabe
dónde, si no es del corazón amoroso de aquél que dijo: «Tuve hambre y
me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; era peregrino y me recogiste; estaba desnudo y me vestiste; enfermo y me visitaste».
37
¿Y ahora? Ahora, con motivo del décimo aniversario de tanto bien quisimos entonar un cantar a la Providencia; y por eso los días 6, 7 y 8 del actual hemos celebrado un triduo de acción de gracias en la capilla del
establecimiento. Con mucho fervor se ha pedido entonces por los vivos y
por los difuntos, los socorridos y lo bienhechores. A nadie a fe nuestra, se
ha olvidado al pié del altar del milagroso san José. Y un pedido, no lo ocultaremos, se le ha formulado: que haga aparecer un alma noble; generosa,
comprensiva, que nos venga a decir: «He decidido comprar un terreno
grande y levantar el definitivo Hogar San José. Ese Hogar Padre ¿cómo lo
quiere?» ¿Cómo lo queremos? Ya lo diremos, ya…» (36).
Como se puede apreciar su gran preocupación fueron los miles de obreros de su parroquia de Ciudadela y todos aquellos que poseían menos.
Para lograr su elevación los organizó y les enseñó a unirse en defensa
de sus derechos. Así fueron creadas, aparte de las obras mencionadas,
una despensa, colegios, guardería infantil, academias, peñas, sindicatos,
campamentos, colonia de vacaciones, carpintería para facilitar a los jóvenes parejas la adquisición de los muebles, asistencia a los inmigrantes
y hasta una casa en las sierras cordobesas para quienes no tenían donde
pasar su luna de miel (37).
Todas las obras del padre fueron igualmente importantes, porque si bien
cada una de ellas abordó un aspecto distinto de las necesidades humanas, todas convergieron hacia un mismo fin: elevar el nivel de calidad
de vida material, moral y espiritual de su amada feligresía.
36. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 112.
37. Fragmento del discurso pronunciado por el profesor Alberto S. Bernal. O.D., secretario general del Instituto Secular Oblatos Diocesanos con motivo de las bodas de
oro de la ordenación sacerdotal del Padre Elizalde y en ocasión de imponer su nombre a una calle del Partido de Cañuelas, y publicado en el periódico “La Verdad”, semanario de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Cañuelas, el sábado 18 de
Enero de 1975. Año XLI. Nº 2158. Director: Monseñor Antonio F. Gatti.
38
Su pensamiento social
El padre Elizalde predicó mucho, con la pluma y la palabra, en defensa
de la dignidad humana. Y lo hizo con la firmeza de quien está íntimamente convencido de lo que dice, porque se le ha hecho «carne» en la
conciencia.
Sabía que era su deber de estado denunciar las injusticias que ve por
palparlas diariamente, y sufrirlas en carne propia. Alzó su voz en tono
de protesta convirtiéndose, de esta manera en «voz de los que no tienen
voz» desde la misma Doctrina Social de la Iglesia.
A modo de sencillo testimonio citamos dos páginas memorables; una
es el prólogo de su primer libro: «Cartas de un cura “comunista” a un
señor muy rico y muy sordo» (1938), y la otra, fragmentos de una conferencia titulada «Desviaciones en nuestras costumbres» (Buenos Aires,
1945).
El libro fue titulado poniendo entre comillas la palabra «comunista», y
luego, explica: «por defender los sagrados derechos de los pobres» y lo dedicó «a ese gran amigo de los pobres que se llamaba Francisco Alberti y
fue preclaro arzobispo de La Plata». También cita dos frases que anticipan el contenido de la obra: «No se puede predicar el Evangelio a estómagos vacíos» (Cardenal Mercier), y «Las virtudes que menos nos gusta
oír, son, a menudo las que habría más interés en conocer» (Bossuet). «…
Una parte notable de la humanidad padece hambre. Es absolutamente
imposible que lleguemos a considerar como justa una organización social
fundada sobre el sacrificio y la miseria de una parte de nuestros hermanos: los trabajadores. Y es por eso que debemos buscar las causas del mal
y remediarlas sin titubear, aunque sea chocando con viejas ideas personales».
39
Para sustentar su postura, se apoyó en
pensadores como el obispo de Aire y
Dax, quien dijo que «el mayor escándalo
del siglo XX es la separación de la Iglesia
de la clase obrera» (38)
Refiriéndose a Luis Venillot (quien en
1848 había reprochado a la burguesía librepensadora el haber odiado a Dios y
menospreciado al hombre) comenta:
«El mal no sería tanto si sólo la burguesía
librepensadora hubiese llegado a un lamentable desprecio del hombre trabajador.
Hay algo mucho más grave que señala el cardenal Mundelein citado por
el Obsservatore Romano; “patrones egoístas –dice- se han valido de la
Iglesia y han querido utilizarla como una fuerza policía, mientras pagaban salarios de miseria. Nuestro lugar está con los pobres, con los obreros».
«¿Podemos, me pregunto con Maritain, pensar sin estremecernos de dolor,
en esas multitudes de hombres que por un profundo resentimiento, nacido
de la dignidad humana humillada y ofendida en ellos, se han vuelto contra el cristianismo? Ignoramos cuantos, entre ellos, son cristianos sin saberlo; ignoramos que reservas de humanidad verdadera, de bondad, de
heroísmo encarnado en el trabajo cotidiano y en la pobreza, el pueblo
obrero y campesino representa para la historia» (Lettres sur L`indefendance, pag 17 y s.s.).
Estas ideas expresadas por estos pensadores europeos, el padre Agustín
las podía constatar en Ciudadela…
38. Elizalde, Agustín B. Pbro.: «Cartas de un cura “comunista” a un señor muy rico y
muy sordo». Prólogo. Buenos Aires. Difusión. 1938.
40
«Si pudiera hablar aquí el despacho de chapas de cinc donde atiendo a
mis desocupados; se tuviera que dejar constancia en este lugar de las repugnantes injusticia de que han sido objeto, a veces, por parte de patrones,
que al enarbolar el título de cristianos, le hacen un mal inmenso por mentirosos, al cristianismo , mis lectores tendrían que leer horrores. Confieso
que, víctimas de no se que prurito de respeto mal entendido, no nos hemos
atrevido a “contar” las verdades a los ricos. Tal vez haya sido porque un
2% de entre los pudientes cumple admirablemente con su deber, y por
temor a ofenderlos, hemos dejado al 98% restante dormir su sueño en
calma y de placer. Fue un gran pecado.
Silencios hay que nos costarán muy caro en la hora del juicio. La verdad
cruda y desnuda no es otra: un reducidísimo puñado de personas ricas
han vivido en sus casas y en sus empresas el espíritu social de la Iglesia.
Pero porque la inmensa mayoría no ha cumplido con su deber, este puñado de valientes han sido completamente, exageradamente explotados
[…]No es entonces, a estos ricos, cuyos nombres están escritos con letras
de oro en el libro de la Vida, que van dirigidas estas líneas , sino a la masa
de los “otros”, contra quienes gritamos y gritaremos “oportuna e inoportunamente”, para seguir el consejo del Apóstol y dejar constancia de que
no estamos con ellos.” (39)
Así predicaba Elizalde, con la valentía del profeta, que se pone en presencia de Dios y habla con la seguridad de saber que está cumpliendo
fielmente la misión que se le ha encomendado, con recta conciencia sin
calcular los riesgos, sin medir las consecuencias.
Así lo hablaba a su pueblo, «para que el pueblo sepa la verdad, para que
sepa que estamos con él, y no con los que nos quieren presentar una caricatura de la doctrina de Jesús, que quiso nacer pobre, canonizar a los pobres y morir pobre en la cruz» (40).
39. Elizalde, Agustín B., op. cit.
40. Elizalde, Agustín B., op. cit.
41
También le dedica un párrafo al Estado, a quien, según él , corresponde
amparar al pobre con leyes sociales adecuadas que contemplen sus necesidades. Pero que el Estado cumpla con su parte, no exime de ninguna
manera al individuo de cumplir con la suya.
«El remedio urgente está entonces –dice el Padre– en curar a esos señores
ricos y sordos, que son legión entre nosotros […] ¿Querrán oír? ¡Cuesta
tanto renunciar a una ideología cómoda y un sistema de dispensa de pensar en las miserias ajenas!» (41).
Y haciendo, como el mismo lo llama «un voto para concluir», termina
el prólogo recordándole a su «amigo lector» que «el pobre es el honor del
rico […]
41. Elizalde, Agustín B., Pbro., op. cit.
42
[…] No habrá rico que entre en el cielo si no ha servido a los pobres dándoles, por ley de equidad, todo aquello a que tienen derecho su dignidad
humana y su estado social» y «que el pobre es, además, la luz del rico[…
] El rico, para ver claro, tiene que inclinarse amorosamente hacia el que
sufre, visitar los ranchos, cuidar algunos enfermos totalmente desamparados, escuchar pacientemente de boca del hambriento la larga letanía de
sus cuitas, y atender personalmente, con palabras de fraternal cariño a
su hermano el harapiento mendigo…» (42).
Elizalde no insinuó; habló con claridad absoluta, para que no quedaran
dudas. La claridad con que exponía sus ideas hace imposible una doble
interpretación. No obstante, aquellos que se sintieron tocados en sus
intereses, tejieron contra él toda clases de calumnias y maledicencias,
para minar su prestigio. Nunca lo consiguieron. Lo detractores nunca
pudieron conseguir que perdiera, ni la confianza de su obispo ni el amor
de su pueblo.
Corría 1945, una época en la cual, al no existir los medios de comunicación que existen actualmente –televisión, internet–, la sociedad no
estaba sometida al bombardeo mediático que intenta crear –y muchas
veces lo logra– necesidades que en realidad no tiene, e introduce hábitos
y costumbres foráneos que nada tienen que ver con nuestras raíces culturales.
El papa Pío XII, afirmó: «el mundo ha perdido hoy la noción de pecado».
Esa situación arrastra al hombre a un estado de relajamiento moral que
lo induce a considerar como bueno lo que en realidad es malo, produciéndose así graves desviaciones en las costumbres.
En torno a este tema giró la conferencia pronunciada por el padre Elizalde en 1945 en la Basílica N. S. del Socorro, de Recoleta.
42. Elizalde, Agustín B., Pbro., op. cit.
43
En esa parroquia funcionaba un Centro de Cultura Religiosa Social que
patrocinó la conferencia titulada «Desviaciones en nuestras costumbres».
Elizalde comenzó señalando la imposibilidad de abarcar el tema en su
totalidad, y decidió poner el acento en
«Tres cosas principales que saltan a la vista:
una primera desviación que tiene que ver con una crisis
de fecundidad;
una segunda desviación relacionada con una crisis de
autoridad;
y una tercera desviación que es una crisis de caridad».
Cada desviación la abordó en tres partes:
cómo se obraba antes,
cómo se obraba en aquel momento,
y como obrar en adelante.
La crisis de fecundidad se produce como consecuencia de una actitud
que atenta contra uno de los fines del matrimonio;
«nuestros antepasados […] abrazaban el estado santo del matrimonio con
sus placeres y sus deberes; hacían las cosas como Dios manda, respetaban
la naturaleza…» […] «la paternidad y la maternidad son como una participación a la fecundidad de Dios» […] «la maternidad es un cuasi sacerdocio…» (43). Comparando, «Hoy […] miles y miles de hogares
parecen haber pactado con la muerte, para entregarles las fuentes de la
vida, creen que amor y matrimonio han sido creados sólo para el placer
[…] muchos esposos se niegan a traer hijos al mundo […] ¡Cuántos, voluntariamente estériles, gritan a voz en cuello, durante el desfile del 9 de
julio “Viva la Patria”! ¡Insensatos! ¡Cínicos! ¿Cómo ha de vivir la Patria
si toda su conducta viene a ser un “muera la Patria”?» (44).
44
Los esposos deberían asumir tres obligaciones:
conocer la doctrina cristiana, ser leales
y no jugar con el pecado.
Conocer la doctrina cristiana: «Nadie, dice el P. Plus, tiene derecho a
hacer uso de una causa que de por sí es productora de vida, y suprimir
con su propia autoridad el efecto de ella, o sea, la aparición eventual del
ser viviente. Hay que dejar hacer su obra a la naturaleza. Dios no dio a
los esposos la orden de tener la mayor cantidad posible de lujos; pero están
sujetos al deber de tener todos los hijos que puedan educar bien, teniendo
en cuenta la situación providencial en que Dios los colocará, es decir habida cuenta de la salud, de las cargas económicas que afronta la familia,
etc.. Es cuestión de lealtad íntima» (45).
Ser leales: «No buscar vanos pretextos para encubrir la cobardía […] son
los pobres quienes tienen más hijos, de donde se sigue que las dificultades
materiales no son un argumento incontrovertible (…) En el seminario, el
90% de los alumnos, tal vez más, sale de hogares humildes y sería bueno
recordar señoras, la infinita gratitud que los liga a ustedes, ricos, con esas
madres pobres que dieron para el sacerdocio, generosamente al hijo de su
seno…» (46).
El padre Agustín no podía ser más claro y contundente; pero por si
acaso con eso no bastara, para completar les dice que «gracias a un sacerdote nacido en un hogar pobre, los ricos tendrán quien les celebre Misa
y los confiese; un sacerdote de cuyas manos recibirán mañana en sus mansiones reales, la Unción Santa […] y saldrán un día del Purgatorio,
cuando en sufragio de sus pobres almas atormentadas, ofrezca por ustedes
el Santo Sacrificio el hijo de la pobre que, confiada en Dios, dejó venir a
cuando fruto concibieron sus entrañas valientes…» (47).
43 a 47. Conferencia «Desviaciones en nuestras costumbres» patrocinada por el Centro
de Cultura Religioso-Social de la Parroquia del Perpetuo Socorro de Buenos Aires,
pronunciada por el Padre Elizalde en 1945.
45
No jugar con el pecado: «No hay pecado más castigado en este mundo
que el pecado impuro […] Oigan la voz bendita de la sangre, la voz de los
antepasados; hagan honor a muchos siglos de cristianismo, de virtudes,
de heroísmo, de gloria, no se salgan de ese surco […] teman las desviaciones […] sean fecundos espiritual y materialmente porque así lo exigen
sus blasones, la patria, la Iglesia y el mismo Dios» (48).
El padre Agustín, previendo la posibilidad de que la gente podría sumirse en un estado de angustia por el sentimiento de culpa, les da la esperanza en Dios que es justo juez pero también Padre misericordioso:
«…¡Arriba los corazones! ¡Paz a los hombres y a las mujeres de buena voluntad! ¡Amigos míos! […] Benditos mil veces quienes tengan oídos para
oír estas cosas, inteligencia para captarlas, voluntad para actualizarlas y
corazón para bañarse de paz, alegría y méritos sin fin en su cumplimiento
diario…» (49).
En la segunda y tercera parte Elizalde repite el esquema. Con respecto
a la segunda desviación –crisis de autoridad– dice:
«…nuestros viejos hogares eran ejemplos vivos de bendita armonía entre
Dios, los padres y el ambiente familiar (…) Se nos infundió el culto a
Dios, a la Virgen, se nos mostró el camino de la Iglesia, se nos hizo concebir horror hacia el pecado mortal, y se nos enseñó […] que no había
cosa mas bella […] que el estado de Gracia […] En casa mandaba el
padre, porque su autoridad venía directamente de Dios, y así se lo respetaba […]
(Hoy) Hay crisis de autoridad (…) algo tiene que ver la organización moderna de la vida; el padre que debe salir a sus negocios, la madre que debe
conducir en auto el hijo al colegio […] hay mucho de ficticio en todo esto
[…] los padres podrían permanecer más tiempo en casa; las madres […]
menos horas en la peluquería, en la confitería, en la modista, en las recepciones, en los teatros, en los cines y en las mesas de bridge;
46
los hijos […] menos tiempo en manos mercenarias; las mujeres de mejor
cuna no (se) desmerecerían si supieran cocinar, lavar, planchar y zurcir
medias y cortinas; los programas escolares podrían ser mas racionales […
] para que nuestros maestros religiosos tengan licencia y tiempo para ser
un poco menos “maestros” y más “apóstoles”» (50).
Entonces, propone:
1) aumentar el principio de autoridad;
2) recuperar a los hijos;
3) vigilar sus amistades;
4) cuidar los actos hechos en común y
5) conciliar la autoridad con la libertad de los hijos.
1) «…la autoridad exige prestigio, el prestigio exige superioridad,
la superioridad no se impone sin el buen ejemplo…».
2) «…El cumplimiento de este punto exigirá rectificaciones de
conducta sacrificios de ciertos placeres mundanos, alejamiento de viejas costumbres contraídas, el conjuro de los más
implacables compromisos sociales…».
3) «…padres y madres: pongan en el corazón de los hijos virtudes fuertes […] enséñenles que son templos de Dios, mientras
no den entrada al pecado grande; […] que es mejor morir
que pecar…».
48 a 50. Conferencia citada.
47
4) «… estos son principalmente de dos clases: la oración, las comidas […] el Rosario […] se puede decir muy bien en 10 minutos y bastan dos para leer una página del Santo Evangelio
[…] No se da bastante importancia a la hora de la comida
[…] se ha de hacer de esa hora no tan sólo una hora de manducación y de crítica de medio mundo, sino de formación útil
y agradable a la vez…».
5) «… esto es difícil. No es imposible. Y fracasa todo sistema de
educación si no lo consigue ¿cómo, entonces? Marcando fronteras. Marcar fronteras no es destruir la libertad […] no basta
condenar, suprimir, prohibir, castigar. Es necesario sustituir,
reemplazar lo suprimido, porque sus hijos no son de mármol
ni de bronce ni pueden ser confinados dentro de una caja de
algodón…».
Respecto a la crisis de la caridad expuso:
«…Dios los bendiga, madres santas, por habernos llevado, cuando niños
a la casa del necesitado, con aquellos pesados canastos de ropa limpia, de
comestibles; y por habernos tomado de ayudantes al limpiar una llaga, al
vendar una herida; y por habernos enseñado a no sentarnos nunca a la
mesa sin bendecir los alimentos que nos da el Señor […] Y Dios te tenga
en tu santa gloria oh padre mío, porque a semejanza de los padres de tu
tiempo, decías: “a los pobres hay que saludarlos profundamente, quitándose el sombrero porque en ellos se oculta Cristo!
¿Por qué, Santo Dios habremos dejado morir, tantas veces […] el amor a
los criados. No se concebía, entonces,una fiesta o un duelo en la familia
sin la participación del servicio…» (51).
51. Conferencia citada.
48
«Los tiempos han cambiado ¡Cómo han cambiado! La desviación de la
caridad es, señores, lo peor que nos pueda suceder […] apuntemos algunos
excesos:
Algo sobre el personal del servicio:
«Señores tienen derecho a ser servidos […] el error […] estaría en creer
que todo queda a la par con el sueldo que se paga a fin de mes ¡De ninguna
manera! ¡Sus sirvientes tienen algo más que un estómago; tienen alma,
corazón, dignidad humana, sensibilidad […] hay amos que no saben
tener una palabra amable con los de abajo […] que mandan con dureza;
secos y cortantes, la expresión “por favor” no entra en su léxico. No admiten réplica ni la posibilidad de equivocarse ¿Se creerán que son la Inmaculada Concepción? […] no les dan tiempo de oir Misa […] de acudir a
una novena, a un sermón; […] Jamás se han preguntado si se escandalizan o no los pobres mucamos y choferes cuando ven que los señores se
agitan en un lujo asiático, visitan departamentos que no son los de su
casa, o ruedan, ebrios, saturados de whisky, debajo de las mesas del
salón…».
Algo sobre el mal empleo del dinero:
«…considerando que hay multitudes innumerables que se mueren de
hambre; […] que en los ranchos de la cintura de Bs. As. y en el conventillo
que está a 100 metros de su casa, hay personas que hoy no podrán comer
[…] pregunto:¿ Estará en el orden querido por la Providencia para este
año de Gracia de 1945, que se gaste 1.000.000 de pesos para una casa,
20.000 pesos por un tapado y se inviertan 32.000 pesos en flores para una
fiesta nocturna, y se adquiera un auto en 32.000 pesos y una alhaja en
50.000?¿Lo querrá Dios, verdaderamente? ¡No, señores, no!...». (52)
52. Conferencia citada.
49
Algo sobre la caridad y caridad desordenada:
«…ya que no se puede remediar toda pobreza, se impone establecer una
jerarquía en la caridad: se ha de ir a lo más urgente. Y esto es lo que, a
menudo, no se sabe hacer. Este desorden nace de la vanidad del donante;
de su sensibilidad […] y otras, en fin, de la ignorancia de los problemas
reales del país. […] No se puede, […] gastar más de 2.000.000 de pesos
en la restauración de un templo de piedra y negar ayuda a obras que tienen por misión directa el formar, reformar y transformar templos de carne
para entregarlos a Cristo Rey…» (53).
Finalmente, Elizalde propone:
«Vayan algunas normas apoyadas en la fe y en el buen sentido, que son
cosas, por cierto, que pueden convivir.
Primera norma: Hacer un buen examen de conciencia […] y, para hacerlo mejor, tómense en cuenta consideraciones de este
corte: Mis sirvientes son mis hermanos. Tienen alma y
corazón. No los puedo ni menospreciar, ni maltratar, ni
ofender, ni escandalizar…(54).
Segunda norma: evitar placer y lujos desmesurados […] busquen placeres
permitidos, goces que no sean engendradores de remordimiento ni de escándalo […] no inmolen al demonio
de la vanidad ni el tiempo, ni la salud, ni la virtud, ni
sobre todo, la eternidad; en sus modas […] pongan
mucha pureza de intención. No basta no pecar. Hay que
agotarlo todo para no ser ocasión de pecado.
Tercer norma: No se apeguen demasiado al dinero […] No se dejen llevar por el espejismo del juego de azar y de fabulosas especulaciones, porque no veo cómo todo eso se puede
compaginar con el formal precepto dado por el Señor:
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente…”. (55)
50
Cuarta norma: Hagan mucha y mejor caridad: La limosna no es un consejo, es un precepto […] sean generosos, séanlo más y
más. No les ha de pesar […] Den con inteligencia. Que
no quepa en sus dones ni el capricho, ni la vanidad tonta
que se cobra al contado […] den bien y den pronto, porque el que da pronto, da dos veces…(56)
«…Al asegurar, por tres veces, que los tiempos idos fueron mejor que los
actuales, no he querido decir que entonces todo era bueno y que ahora
todo es malo ¡No!
Pero […] podemos afirmar sin temor de engaño, que los padres de nuestros padres, en general, cumplieron mejor que sus nietos con la ley de fecundidad, asentaron mejor en el hogar el principio divino de autoridad,
e invirtieron mejor sus dineros. Esa voz de los antepasados clama adentro
de ustedes mismos. No hay que apagarla. Hay que oírla. Hay que seguirla.
Nos hemos desviado. Hay que corregir la ruta y volver al buen sendero.
Esto no se hará sin valentía y esa valentía es la que pido para cada uno
de ustedes al Espíritu Santo..» (57).
Hay un detalle, que no es menor, digno de ser tenido en cuenta:
no cobraba honorarios por las conferencias que realizaba y simplemente ofrecía unos bonos contribución por los que cada uno
pagaba a voluntad; lo recaudado era para el sostenimiento de las
obras parroquiales y la recompensa material para sus emprendimientos no amordazó su conciencia.
53 a 57. Conferencia citada.
51
Su amor a las cosas sagradas
Las grandes solemnidades y aquellas de menos cuantía, encontraron en
el espíritu sacerdotal de Elizalde una oportunidad para expresar lo trascendente de los actos religiosos. Contaba con el Coro Parroquial Santa
Cecilia, que ponía una nota de exquisita solemnidad con la participación en los cánticos y su palabra orientadora para transmitir la seguridad convincente del Evangelio.
Dentro del calendario litúrgico, tenían especial relieve las fechas tradicionales de la liturgia, las fiestas patronales y las festividades de la Virgen
María.
No dejó que la apatía del cansancio o de la rutina se apoderaran de sus
feligreses. En su parroquia no se «asistía» a las ceremonias sino que se
«participaba» en ellas. Así, fue el catequista implacable de cada rito y
de cada gesto litúrgico; enseñó a orar, a cantar y orientó la religiosidad
popular hacia las puras fuentes de la tradición católica.
52
En lo que respecta a la administración de los sacramentos, una de sus
constantes preocupaciones era la atención de los enfermos. Administraba la unción de los enfermos (o extremaunción, como se llamaba en
aquella época) para el fortalecimiento espiritual de las personas, especialmente cuando se encontraban en peligro de muerte, o para ayudar
a bien morir cuando ya estaban desahuciados, y también dedicaba una
gran atención a las necesidades materiales de la salud.
El padre Elizalde decía que los sacramentos no podían tener un arancel,
porque son un don de Dios para los hombres que los soliciten y determinó que los servicios religiosos fueran dispensados gratuitamente y
sólo podía solicitarse una limosna para el sostenimiento de la Iglesia y
de acuerdo con las posibilidades de cada uno.
El no participaba personalmente en esos asuntos y designaba a un laico
porque sostenía que el sacerdote no era un comerciante para estar detrás
de un mostrador.
Antes de comenzar cualquier ceremonia incensaba o hacía incensar el
templo para ir «preparando el clima», para introducir a los fieles en un
ámbito de oración y recogimiento espiritual (58).
58. Renould, Ismael S., op. cit.
53
54
Capítulo 4
Un sacerdote fecundo, un fundador
Descubridor de vocaciones
Al constatar la falta de clero en América Latina, que generaba problemas tales como sacerdotes sobrecargados de trabajo en jurisdicciones
parroquiales inmensas y expuestos a los peligros de la soledad y el abandono y la atención espiritual deficiente de muchísimos fieles, el padre
Agustín se dedicó de lleno al descubrimiento de vocaciones para las diversas formas de vida consagrada: sacerdotes, religiosos/as y una nueva
forma de consagración que era novedad en su época y que lo tuvo como
uno de sus grandes impulsores:
la consagración de varones y mujeres seculares, por la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia,viviendo en el medio del mundo, colaborando estrechamente con la jerarquía eclesiástica en la obra evangelizadora de la Iglesia, y perteneciendo a instituciones que los agruparan, llamados Institutos Seculares.
Él fundó dos institutos seculares, uno de varones –los Oblatos Diocesanos– y otro de mujeres –las Oblatas Diocesanas.
55
A poco de hacerse cargo de la parroquia Santa Juana en Ciudadela, en
octubre de 1931, concibió y dió forma a una de sus primeras realizaciones: «La obra de las vocaciones», para que los jóvenes se acercaran a
las aulas del seminario San José, de La Plata.
«…Sin sacerdotes, sin seminarios no se cultivan vocaciones. De modo que
en una diócesis la obra de las obras es el seminario. Es, entonces, para
todos los católicos del mundo (un) deber gravísimo ayudar a la Obra de
las Vocaciones…» (59).
Dios le concedió la gracia al padre Elizalde de poder ver muchos de los
frutos de su labor. Entre 1931 y 1937 ingresaron cuatro vocaciones en
el seminario de Villa Devoto, seis en La Plata, dos en los Capuchinos,
uno en los Bayoneses, uno en los Salesianos, cinco en los Hermanos de
la Sagrada Familia, una en el Convento de las Hermanas de la Visitación, una con las hermanas de la Misericordia y ocho con las Hermanas
de la Inmaculada Concepción. Un total de 29 vocaciones en 6 años.
Posteriormente, entre 1938 y 1956–año de su muerte– surgieron quince
vocaciones para el seminario de La Plata, una para Azul, una para Tucumán, una para Villa Devoto, una para los Hermanos de la Sagrada
Familia y tres para las hermanas de la Inmaculada Concepción. Un total
de 22 vocaciones en 18 años.
En consecuencia, entre ambos períodos, la cantidad de vocaciones sacerdotales y religiosas debidas al celo apostólico del padre Elizalde fueron 51. Ese importante número de vocaciones surgió de un pueblo
constituido en su casi totalidad por gente humilde y trabajadora, y no
en el seno de las más tradicionales familias cristianas, con posibilidades
infinitamente superiores a las que podía brindar la parroquia de Santa
Juana de Arco de Ciudadela.
Pero no obstante este notable florecimiento vocacional, el tema siguió
siendo una preocupación constante para el padre Agustín, porque sabía
que «la mies es mucha, y los trabajadores son pocos».
56
Así se lo hizo saber a las religiosas benedictinas de la Abadía de Santa
Escolástica (Victoria, provincia de Buenos Aires, agosto de 1951) al regresar de Roma. Elizalde había recibido del Papa, después de conversar
largamente con él, la misión de ocuparse de este tema.
Pidió a las hermanas que se unieran en oración al proyecto de formación de Oblatos Diocesanos para ayudar en la Evangelización de America Latina. Les confió que el Papa, cuando pensaba en el problema de
la escasez del clero en America Latina, no dormía (60).
«…Como el padre Agustín acostumbraba venir algunos días de la semana
a la Capital, los amigos aprovechábamos para invitarlo a almorzar a
nuestras casas. Era un placer tenerlo cerca, oírlo hablar; no digo honor
porque entonces no veíamos en perspectiva la figura del Padre. Pero de
cualquier forma era un comensal excepcional.
Uno de esos días fuimos nosotros quienes lo reclamábamos. Se excusó, estaba casi solo en la parroquia y no podía alejarse mucho tiempo de Ciudadela. Su teniente cura andaba de viaje por España, y hasta que no
regresara…
Nosotros no sabíamos quién era el teniente cura. El padre Agustín nos
daba datos para que lo ubicáramos: Se ordenó de grande, de adulto, tenía
un comercio en Ciudadela (…) Nos extrañamos. Era un próspero industrial, tenía una fábrica. Y entornado un poco los ojos como para ver mejor
en el pasado, continuó: Recuerdo que era un sábado de tarde. Estaba yo
confesando. En los bancos de la parroquia, bastantes feligreses seguían el
Rosario. Yo los veía desde el confesionario.
En el momento en que atendía a un niño, mi vista se detuvo en una persona. Sentí que una fuerza imperiosa me dominaba. Terminé con la confesión del niño, le dí la absolución y sacando un brazo del confesionario
hice señas para hacerme notar por ese hombre, y lo llamé.
59 y 60. Renould, Ismael S., op. cit.
57
Vino hacia mí, y se hincó, y yo le hice esta pregunta: Hijo,¿por qué no sos
sacerdote?
Era industrial; nunca me había hablado de su vocación pero en aquel instante yo no tenía en cuenta esos antecedentes, ni pensaba, ni mi lengua
me pertenecía. El me miró primero asombrado, después hundió la cabeza
entre las manos y sacudido por los sollozos, me dijo: ¡Padre, padre! Estaba
rogándole a Nuestro Señor que me enviara una señal porque desde hace
tiempo creo tener vocación para el sacerdocio. Al poco tiempo ingresó en
el Seminario y se ordenó.
Nuestro silencio y la expresión de nuestras caras debió evidenciar el estremecimiento que nos recorría al oírlo. Entonces el padre Agustín, para
quebrar la tensión, y como si se tratara de un episodio corriente, terminó:
Y ahora, es precisamente ese teniente cura que está en España, el culpable
de que yo no pueda ir a comer cosas ricas en casas amigas…» (61).
Su fecundidad pastoral
Como reza el viejo adagio «obras son amores y no buenas razones», el
padre Agustín propició, gestó y creó numerosas obras que podemos clasificar en tres rubros.
1- Obras sociales y culturales:
•
Despensa Santa Teresita.
•
Cantina maternal.
•
Hogar San José.
•
Ollas populares
61. Renould, Ismael S., op. cit.
58
•
Comedores escolares y populares.
•
Unión Internacional para la Protección de la Infancia.
•
Oficina parroquial de colocaciones.
•
Campamento para obreros en Villa Bustos (Córdoba).
•
Hostería del Niño Jesús.
•
Secretariado Económico Social.
•
Secretariado de moralidad.
•
Secretariado de prensa y propaganda (semanario parroquial)
•
Biblioteca parroquial.
•
Comisión de Cultura.
•
Comisión de fiestas.
•
Cuadro filodramático.
•
Coro Santa Cecilia.
•
Coro San Francisco Solano.
•
Ropero.
•
Obra de la cunita.
•
Talleres Jesús Obrero (carpintería)
•
Escolanía Santa Juana de Arco.
•
Cine parroquial para niños (Sala de recreo de la A.C.).
2- Obras educacionales:
•
Colegio para varones Santa Juana de Arco
•
Colegio para niñas Inmaculada Concepción.
•
Seminario Catequístico San Agustín
•
Primera escuela para dirigentes obreros.
•
Escuela Hogar.
59
3- Obras apostólicas:
•
Círculos de señoras y señoritas de la Acción Católica (A.C.)
•
Centro de hombres y jóvenes de la Acción Católica.
•
Secciones preparatorias de la A.C.:
Aspirantes, Aspirantas, Prejuniores y Prejuveniles.
•
Juventud Obrera Católica (J.O.C.) masculina y femenina.
•
Secretariado de Piedad.
•
Apostolado de la Oración.
•
Conferencia Vicentina.
•
Damas Vicentinas.
•
Hermandad de Ánimas.
•
Hijas de María.
•
Obra de las Vocaciones.
•
Obra Eucarística de los Enfermos.
•
Capillas Auxiliares.
•
Y la fundaciòn de dos Institutos Seculares:
Oblatos Diocesanos y Oblatas Diocesanas.
A través de los hechos de su pública actividad, era fácil advertir que se
ponía claramente en evidencia su profundo sentido evangelizador.
Prueba de esto, fueron las obras que lo contaron como iniciador y en
las que fue gran impulsor dándoles nueva vida. Al igual que en el campo
social, en el campo apostólico todas las obras creadas por el padre Elizalde fueron igualmente importantes.
60
Acción Católica
Para el crecimiento de la vida pastoral de Santa Juana de Arco consideró
necesaria la Acciòn Catòlica como apoyo la estructura parroquial; para
ello, siguió las normas directivas generales de la institución, dadas por
los presbíteros Caggiano y Froylan. Y anunció que Ciudadela contaría
con las ramas de la Acción Católica y que su semanario iba a ser su órgano de difusión bajo el título «Catecismo de Acción Católica» siguiendo paso a paso «…las luminosas lecciones de los referidos
sacerdotes» (62).
Rápidamente comentó dos esquelas que publicó bajo el sugestivo título:
de «Dos notas que valen oro». En una el obispo autorizaba a organizar
los Centros de Acción Católica para hombres, para los jóvenes, para las
damas católicas y la juventud femenina católica. En la otra la autorización para celebrar la fiesta de las vocaciones, a la vez que se lo felicitaba
por las iniciativas y rogaba para que se «vean coronadas con el mejor
de los éxitos».
Como era costumbre que los Centros contaran con un santo protector,
muy pronto el padre Agustín proclamaría que:
«… el Círculo de Damas tributará su culto a la Virgencita muy
amada de Luján, recordándoles que su patrona era la reina de los
apóstoles. Las señoritas tendrían a santa Teresita; sus queridos jóvenes adoptarían el ejemplo de grandeza «y viriles virtudes de
santa Juana de Arco», excelsa patrona de Ciudadela, tomada por
lema de su acción en la Acción Católica estas palabras de la santa
a uno de sus soldados: «Tené buen ánimo y cara alegre». Por último, puso bajo la advocación de San José, al centro de hombres.
62. Cabrera, J.O. op, cit. Pág. 60.
61
La Hermandad de Ánimas
El 7 de julio celebró una misa funeral por el eterno descanso del alma
de su padre don Pedro Bonney. Unos días antes había publicado el aviso
correspondiente en su semanario La Voz de Ciudadela.
Y escribió «… Desde que la Providencia me ha colocado en medio de
ustedes, he procurado infundir en sus almas el culto a los difuntos por
todos los medios a mi alcance. Si así he obrado ha sido por dos motivos
principales: en primer lugar para aliviar a nuestros queridos finados y
en segundo lugar, porque me ha enseñado la experiencia que el fiel recuerdo de los muertos ayuda a vivir más cristianamente» (63).
Elevó con reglamento incluido el pedido de autorización de la Hermandad de Ánimas a monseñor Francisco Alberti y, como era costumbre,
en pocos días tuvo la respuesta afirmativa y, ad-referéndum, por tres
años, la aprobación del reglamento.
«Como se verá, la Santísima Virgen de la Consolación ha sido nombrada patrona de la Hermandad. No dudo de que esta Virgencita que
tantos devotos tiene en Ciudadela sea el alma que se encargará de infundir a la nueva Hermandad: vida, fecundidad y santo entusiasmo. Soy
su afectuosísimo padre en Dios, Agustín B. Elizalde» (64).
El reglamento redactado por el Padre fijaba, entre otras, la obligación
de los hermanos a portar un escapulario con la imagen de la Virgen.
Asistir todos los lunes a misa y el cuarto domingo de agosto que es el
día de la patrona.
Se les imponía el deber de asistir a los enfermos aportando todo el
apoyo espiritual necesario.
63. Cabrera, J.O. op, cit. Pág. 60.
64. Cabrera, J.O. op. cit. Pág. 61.
62
Se le hacía presente que la Iglesia ofrece a todo cristiano que se encuentre en peligro de muerte, la confesión y comunión.
La misa de cuerpo presente de un hermano era condición de la Hermandad y si por alguna razón muy especial ésta no se pudiera realizar
se lo evocaría en la primera misa que en forma inmediata se llevara a
cabo en la parroquia.
Así mismo se establecía el 24 de octubre de cada año como fecha de inicio de la novena de ánimas, a la que tenían obligación de asistir todos
los hermanos que la integraban.
La Obra Eucarística de los Enfermos.
En febrero de 1945, recién regresado de un viaje de descanso a Córdoba,
dio vida a otro de sus proyectos. Elevó el pedido a mons. Chimento,
con fecha 12 de de marzo y tres días después recibió el decreto aprobatorio. Esta obra tuvo por objeto llevar el Santísimo Sacramento a los hogares de las personas que, por impedimento físico, no pudieran
acercarse a la parroquia y comulgar allí.
Servicio Religioso de la Policía de la Provincia de Bs. As.
El 20 de marzo del mismo año, recibió del director del Servicio Religioso de la policía, el pbro. Celestino J González, una nota en la cual
solicita la cooperación del clero de la parroquia para dar al personal
policial una instrucción mensual de 15 a 30 minutos y un acto religioso
una vez el año.
Elizalde vio la medida con simpatía y respondió diciendo que se ponía
«incondicionalmente a sus gratas órdenes para secundarlo en la labor
apostólica que la ha sido encomendada» (65).
***
65. Renould, Ismael S., op. cit.
63
El padre Agustín encarnaba el prototipo del sacerdote santo y apóstol.
Él mismo decía «…Alter Christus (otro Cristo): eso debe ser el sacerdote». Su vida fue, como él mismo le aconsejaba siempre a sus Oblatos:
«Como el cirio, que se tiene que consumir, para poder alumbrar».
Como dijo el padre Jerónimo Podestá en la oración fúnebre durante el
sepelio de los restos del padre Agustìn «el trabajo del apóstol, que siempre deseó el advenimiento de Cristo apresuró el regreso del Señor» (66).
***
Las capillas
A poco de su llegada a Ciudadela al ver la poca asistencia de fieles a los
distintos actos de culto que celebraba en su parroquia, en comparación
con las 40.000 personas que habitaban la Villa, una pregunta comenzó
a calar muy hondo en el pensamiento de Agustín:
¿Por qué es tanta la gente que no acude al llamado del Señor? ¿Será por
qué no lo conocen y viven lejos de la acción de un sacerdote?
La respuesta brotó naturalmente: ¡Porque viven lejos de la parroquia!
Desde entonces trabajó para multiplicar las capillas como uno de los
grandes propósitos que había tomado.
«Por eso tengo hoy la satisfacción de anunciarles que empezaremos pronto
por un centro en honor del Divino Trabajador de Nazareth que se llamará
‘Jesús Obrero’ y se ubicará al sur de mi parroquia.
Estará bien en el centro de la población obrera (…) ¿Dónde se hará exactamente? ¿Cómo se pagará? ¿Quién lo podrá atender? Todos estos puntos
los resolverá la Providencia.
66. Renould, Ismael S., op. cit.
64
Lo único que puedo decir es que:
1) Jesús, que quiere que se salven todos los hombres no puede permitir
que se queden tantas almas sin los auxilios religiosos;
2) Tenemos la bendición de nuestro dignísimo Obispo;
3) Conozco a mis feligreses: viven muy pobres, pero llenos de buena
voluntad.
Con estas tres cositas se pueden hacer milagros. Y se harán. Otros centros
se abrirán después. Rueguen por quien ruega mucho por ustedes».
Primero fue este centro y,
con el correr de los años,
llegaron otros:
• Santa Teresita del Niño
Jesús y
• Nuestra Señora de Lourdes, en la zona sur;
• San Francisco Javier
en Ramos Mejía (hoy
parroquia N. S. del
Monte Carmelo);
• San Antonio de Padua
y Santo Cristo
en la zona norte,
en Villa Reconquista,
José Ingenieros, que
puso bajo la regencia
de los Padres Franciscanos;
65
• … y después fue la Capilla del Cura de Ars
(hoy parroquia Santa Sinforosa),
• y Nuestra Señora de Fátima cuya tutela puso en manos de
uno de sus vicarios, pbro. José Luis Forquera A. que ha desarrollado una encomiable labor apostólica, en ese sector
densamente poblado.
Todas estas capillas, juntamente con santa Juana, contribuyeron a hacer
realidad el sueño del padre Agustín de lograr el aumento y el mantenimiento de la fe religiosa y la vida espiritual de Ciudadela, a través del
conocimiento y el amor a Cristo.
Elizalde no quiso que las capillas fueran un apéndice de su parroquia,
sino que les daba la más absoluta independencia de acción. Para fundamentar los pedidos de autorización para la erección de cada capilla,
enviaba al arzobispado su pedido:
«…abundan allí centenares de familias excelentes, víctimas de una fama
dudosa, por culpa de un puñado de forajidos que no podrán aguantar la
luz que mana del Sagrado Corazón de Jesús y tendrán que buscar fortuna
en otra parte, o no ser que se den por vencidos y se entreguen a los brazos
de áquel que por ellos murió en el Calvario» (67).
La respuesta a sus notas era inmediata. No era de extrañar. La capacidad
de trabajo del Padre era enorme. Vivía planificando, absorbido por el
pesar y la angustia de su población. Recorrió el amplio territorio de su
parroquia y fue, con la ayuda de la gente, fundando las mencionadas
capillas. Unas veces eran sociedades de fomento, otras un alma caritativa que ofrecía una casa desocupada, pero siempre había manos que
lo auxiliaban.
67. Renould, Ismael S., op. cit.
66
La Sociedad de San Vicente de Paúl
Su amor a los pobres a los que sufren lo llevó a fundar el 1º de diciembre de 1935, la Conferencia Vicentina de San Antonio de Padua, el 8 de
diciembre de 1937, la de Nuestra Señora de Lourdes, y el 29 de mayo
de 1939, la de Santa Juana de Arco. Las fundó y las sostuvo con el envío
de nuevas vocaciones de Vicentinos.
También contaron con sus acostumbrados aportes económicos, dentro
de sus magras posibilidades, además de los aportes de los feligreses que
cooperaban al sostenimiento de la acción social de esta institución.
Bailes juveniles
Otra de las mayores preocupaciones del Padre, era buscar la forma que
le permitiera contar con una gran cantidad de jóvenes de ambos sexos,
y rescatarlos para una vida sana, especialmente convocados en la comunidad parroquial.
De esta forma, surgió la idea de retirar el Santísimo Sacramento y correr
los bancos del galpón de chapas de zinc y realizar allí, los bailes juveniles
de los domingos por la tarde, con temas musicales seleccionados para
evitar las letras chabacanas y mal intencionadas.
Mientras los jóvenes bailaban, sus padres jugaban juegos de salón en la
primitiva capilla de material, y sus madres tejían y tomaban el té. La
presencia del Padre era permanente y hasta oficiaba de animador o de
bastonero de estas reuniones.
Cuando algunos sacerdotes lo criticaban, sus respuestas eran dos: primero si ellos sabían que hacían sus jóvenes ya que los suyos estaban
bajo su tutela y la de sus padres y, en segundo lugar, que lo peor que les
podía ocurrir es que de allí surgieran matrimonios con sólida formación
cristiana, lo cual ocurrió efectivamente en muchos casos.
67
La colectividad francesa
Era indudable que la población de Ciudadela, estaba compuesta en su
gran mayoría por gente de trabajo y de humilde condición social, no
contaba con grandes recursos como para sostener una generosa actividad parroquial, de acuerdo con la siempre incansable disposición del
Padre, para crear constantemente nuevas obras de carácter social y espiritual. Ello lo llevó a interesar a la colectividad francesa, residente en
la Capital Federal, por cuanto su nacionalidad francesa y, por ende, el
conocimiento del idioma, le facilitaba el acceso.
Se construyó una Comisión de Damas en Buenos Aires que se ocupaban de conseguir fondos para sostener las distintas obras que realizaba
el Padre, y al mismo tiempo, dicha Colectividad contaba en Ciudadela,
con un nuevo templo puesto bajo la protección de Santa Juana de Arco.
Las fiestas patronales, contaron siempre con la presencia de diplomáticos de la Embajada y de personalidades francesas, como así también de
la Comisión de Damas y sus familiares y amigos, que tanto contribuyeron con la parroquia. También y con los mismos fines, se organizaban
en la Capital, conferencias que lo contaban al Padre como orador excluyente. Asistía una gran cantidad de componentes de esta colectividad, que mucho apreciaban la actividad apostólica y la labor social
realizada por el Padre.
***
68
La fundamentación de su trabajo apostólico
El 29 de julio de 1938 se imprimió un opúsculo de su autoría titulado
«El apostolado» donde expone en forma breve, clara y concisa los fundamentos que debe tener el apostolado.
Lo primero que destaca es la importancia del apostolado como vínculo
de unión con los más humildes, y como arma para combatir la ignorancia ya que «la ignorancia es muy grande, el número de infieles enorme,
y los estragos en gran número y de todo orden», y por eso urge este trabajo para combatirla.
En cuanto a los resultados advierte:
«No importa […] porque Dios nos juzgará sólo por el bien que
pudimos hacer y no por el que no pudimos realizar».
Afirma que sin los auxilios de la gracia divina no podemos hacer nada
bien y eso nos debe llevar a tener una gran humildad.
«…Esta humildad no hará considerarnos como meros instrumentos de
Dios, y no como dueños de los triunfos que Dios por nuestro medio realiza.
Esto significa que el pecado no dejará de llegar, dada nuestra flaqueza.
Pero, si viene, será ocasión de acercarnos más a Jesús […] hay que tener
gran ánimo; es la buena voluntad la que importa. A los que la poseen,
Dios les prometió la paz. Esta humildad nos llevará a ser indulgentes con
el prójimo, imitando a Jesús».
Otros de los conceptos dignos de destacar de esa obra, es la interesante
comparación que Elizalde hace entre bondad y justicia después de dar
una perfecta definición de lo que debe ser el apóstol:
«… Cada apóstol debe ser un cristóforo, es decir, un portador de Cristo.
Mucho purgatorio pasaremos por la aplicación estricta de la justicia, y
en cambio nadie se ha condenado por exceso de bondad.
69
[…] Nadie puede suponer hasta dónde pueden llegar las consecuencias
de un acto de severa justicia […] como nadie sabe las reacciones que produce el exceso de bondad […] Para este exceso de bondad- el mundo lo
califica de zoncera- se necesita una gran dosis de inteligencia y un gran
nivel de vida sobrenatural. La bondad ha de ser con todos, en todas partes,
y siempre, durante las 24 horas del día» (68).
Dice que el apóstol debe estudiar, porque si quiere sacar de la ignorancia a su prójimo, tiene primero que empezar por destruir su propia
ignorancia, y el único medio de hacerlo es a través del estudio.
«¿Estudiar qué? El Evangelio y las obras de los Padres (…) ¿Estudiar,
cómo? Pegados al sagrario, con método. Adaptándose al auditorio. Hacerse querer para hacerse escuchar. Pensar, cuando se va a hablar que hay
que decir algo a alguien. Difundir lo estudiado por todos los medios» (69)
El apóstol también debe ser sacrificado.
«…El sacrificio es la ley de redención. Sin efusión de sangre no hay sacrificio. La vida de Jesús fue toda sufrimiento. El dolor es inevitable, porque
se sufre desde que se nace hasta que se muere. Hay que saber sufrir, es
decir sufrir sin quejarse. A veces es conveniente tener un amigo para desahogarse, porque somos muy débiles. No se debe temer al sacrificio ni
tampoco pedirlo.[…] Hacer un sacrificio diario para que nuestros pecados
no estorben nuestras posibilidad de hacer el bien» (70).
Finalmente agrega que al apostolado se le hacen tras objeciones imaginarias:
A. La que se basa en una supuesta indignidad de la
persona. Ni por pobre, ni por enfermo, ni por ignorante se
puede dejar de ser apóstol. El ejemplo de la vida y el sacrificio,
a todos les es posible.
68 a 70. Opúsculo “El apostolado”, escrito por el Padre Elizalde en 1937.
70
B. La de los que dicen que es obra imposible la de
apostolizar el mundo. Pero Dios no nos pide lo imposible, sino
a cada cual según sus fuerzas.
C. La de los que afirman que no vale la pena salvar
una sola persona y no comprenden que eso vale más que cualquier otra cosa.
También señala tres objeciones auténticas:
1-
La primera viene del mundo:
Dios oró por todos, pero no quiso hacerlo por el mundo. El mundo es
el conjunto de mentiras, costumbres y calumnias contrarias a Dios. El
mundo es un juez inicuo; se acuerda de lo malo y no de lo bueno que
se hizo.
2-
La segunda viene del demonio:
Es de fe que el Demonio realmente existe […] El demonio es potente,
porque es ángel. No hay que desalentarse sea por los pecadores como
por los fracasos. El más peligroso enemigo de la perfección es el desaliento. El desaliento es el medio de que se vale el demonio contra las
almas devotas a las cuales el pecado mortal no atraería…
3-
La tercera viene de las pasiones:
Las pasiones de por sí no son buenas ni malas. Cada persona tiene un
defecto dominante. Hay que combatirlo por el ejercicio de la virtud
opuesta, una virtud que se forma a fuerza de repetición de actos.
Los bienes del apostolado:
- Dios está contento.
- El apóstol tiene la alegría de dar un alma a Dios.
- Sirve para reparar los pecados.
71
- El apóstol muere tranquilo. Nuestros salvados serán nuestros salvadores.
- El que ha sido apóstol sube muy alto en el cielo.
- Hay un orden que necesita especialmente el apostolado: es la clase
pobre del suburbio.
Hay razones muy fuertes para dedicarse al apostolado; en todas partes
hay pecado y como efecto surge el mal. Hay una gran desidia de la gente
pudiente. Los ricos no entienden, ni sospechan el mal, ni lo atienden.
Y los que dan, no van a lo urgente y dan con un gran desorden de la caridad. Para los necesitados casi no hay leyes sociales (71).
Los Oblatos Diocesanos:
En el corazón del padre Elizalde, en un primer momento, estaba latente
la idea de fundar un instituto femenino. Ya en 1939 al predicar un retiro
espiritual a la rama femenina de la Acción Católica en una parroquia
en San Isidro, tiene la intuición de hacerlo pero… había que pensarlo,
valorarlo y rezarlo para dar una respuesta afirmativa. Pasaron unos años
y, para la celebración del año Santo de 1950, Agustín va a Roma para
tener una entrevista con Pío XII concedida para conversar acerca de la
escasez de sacerdotes en America latina.
Al volver a Buenos Aires, habla con su obispo y con algunos colegas,
quienes le aconsejan, al igual que el Papa, que quizás fuera mejor comenzar con varones. Así lo hace y funda primero los Oblatos Diocesanos. La hora de las Oblatas todavía no había llegado.
71. Confrontar con el texto de la obra citada.
72
Ambientación histórica de los Oblatos Diocesanos:
Después de la Segunda Guerra, la Iglesia enfrentó una tremenda realidad: La evangelización de un nuevo mundo. Fueron seis años que marcaron a Europa y América porque, junto con ciudades y campos, se
habían arrasado los valores fundamentales de orden humano y espiritual. Los hombres habían vuelto a tener fe en la vida. Pero el acento
principal quedó marcado más en el orden material del presente que en
lo espiritual del futuro. Ese fenómeno de la nueva evangelización de un
nuevo mundo en Europa trascendió más allá de los límites geográficos
y llegó a abarcar al hombre nuevo del nuevo mundo en América.
América Latina marcará esa época en una expansión económica, en un
contagiarse el ritmo de vida y en nuevas búsquedas de orden intelectual,
político y social. Los primitivos valores espirituales de los primeros
evangelizadores se muestran insuficientes para afrontar paralelamente
al desarrollo demográfico y el confort de vida del hombre latinoamericano en evolución. Agrava la situación la falta de sacerdotes que dedicados a su misión compensen esa deficiencia.
Ese era el panorama poco halagador que a sociólogos y pastoralistas inquietó en la década del ´40 al ´50. La solución no era ni fácil ni previsible a corto plazo. No obstante, de la realidad de vida de los pueblos y
mentalidades, el padre Elizalde esboza una solución ante el Papa Pío
XII quien, al escucharlo, le pide que dedique su vida al problema de la
evangelización en este nuevo mundo.
Así, la formación de catequistas, misioneros nace paulatinamente, no
como prueba de la decadencia de una época, sino como solución a un
nuevo horizonte en una nueva etapa de la historia del hombre americano. Con características propias y típicas, objetivos bien concretos y
medios adecuados al ambiente.
73
«…El 31 de julio de 1951, el padre Agustín B Elizalde tomó contacto con
los primeros jóvenes que se proponían iniciar la nueva obra.
El señor arzobispo de La Plata, Dr. Tomás J. Solari, es quien puso en contacto al padre Elizalde con aquellos jóvenes. Lo había elegido para esa
tarea por cuanto Pío XII había escrito al padre Agustín B. Elizalde a
raíz de su libro Cartas del cura de Cantaclaro, lo había hecho llamar
por la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades, y lo recibió
en audiencia privada el 26 de febrero de 1951, ordenándole que se ocupara hasta la muerte de los problemas relacionados con la evangelizaciòn
de América Latina.
El 15 de agosto de 1951 tuvo lugar la primera ceremonia de ingreso al
nuevo Instituto. Esta se celebró en la primitiva capilla, hoy desaparecida
por demolición de la Escolanía de Santa Juana de Arco.
Se imprimió de inmediato una comunicación que fue enviada a los señores cardenales, arzobispos y obispos de toda América Latina. Se remitió
igualmente a todos los párrocos de la Argentina y a las Reverendas Madres
Superioras de todas las comunidades religiosas del país.
En esta comunicación se informaba sobre la fundación del pequeño Instituto y sobre sus fines y su espíritu.
La fecha 23 de diciembre de 1952 marcó una etapa importante en la historia de nuestro pequeño Instituto.
Es en ese día en efecto que habiéndose despachado favorablemente el señor
fiscal del arzobispado de La Plata, monseñor Solari aprobó nuestras primeras Constituciones: Estatutos de la Pía Unión de los Oblatos Diocesanos de Ciudadela-Arq. de La Plata- República Argentina» (72).
72. Díaz Antonio, Bernal Alberto, Pighín Onofre: “Escritos del Padre Elizalde”. Buenos
Aires. 1973.
74
Cuando Pío XII promulgó la Constitución Apostólica Provida Mater
Ecclesia (1947) abrió las puertas a la creación de los Institutos Seculares
que no exigirían necesariamente la cohabitación permanente en la Casa
de Formación. Era como una revolución en las costumbres de la Iglesia.
Gracias a ella se podrían salvar miles y miles de vocaciones. Muchos,
deseosos de consagrarse a Dios, no lo podían hacer para no modificar
substancialmente su modo de vida, y otros, al contemplar la alarmante
descristianización del mundo, soñaban con devolver a Cristo este
mundo, pero sin apartarse de él. El gesto liberador de Pío XII dió satisfacción a todas esas buenas voluntades. Y fue en la luz de ese sendero
nuevo que se ubicaron los Oblatos Diocesanos.
Sin retirarse a un claustro y sin formar parte de una congregación del
tipo conocido hasta 1947, el Oblato Diocesano halló la manera de satisfacer plenamente sus sueños de santificación personal y de apostolado, dentro del marco de su querido Instituto.
Los jóvenes hijos espirituales del padre Elizalde, verdaderos pioneros
del estilo de vida consagrada que encarnan en latinoamerica, pasaron
por distintas experiencias y con la iluminación de la doctrina del Concilio Vaticano II y de las orientaciones de los papas que se fueron sucediendo, lograron definir su identidad concreta y manifestarla
polifacéticamente en el desempeño de variados oficios y profesiones civiles y también, en la adecuada inserción activa en la Pastoral de conjunto de diversos países y diócesis.
Además, hay que tener en cuenta que por su condición de seculares el
Oblato en particular y el miembro de Instituto Secular en general, puede
llegar a los ambientes donde el sacerdote y los religiosos no pueden llegar, por lo tanto, se convierte en un elemento eficaz que tiene la Iglesia
para llevar a cabo la nueva evangelización.
***
75
Las Oblatas Diocesanas:
En agosto de 1953, el padre Agustín llama a aquella mujer de la Acción
Católica de San Isidro con la que había hablado en 1939, la señorita Lía
Dufourq (hija del capitán de navío Félix Dufourq, fundador del Puerto
Belgrano, en Bahía Blanca, Bs. As., Argentina), con quien, después de
varios encuentros y largas conversaciones, resuelven fundar la Fraternidad de las Oblatas Diocesanas.
Lo hace el 11 de febrero de 1954, en la capilla de la Casa de Ejercicios
de La Plata, con 8 postulantes.
El padre Elizalde, en medio de sus ocupaciones cada vez mayores, todas
las tardes visita al grupo y da sus consejos, clases y directivas, mientras
escucha sus asombros, sus dificultades y sus aciertos. Con amor paternal, celo sacerdotal y profundo conocimiento de la vida consagrada a
Dios, aclara, rectifica y alienta a aquellas mujeres.
Ambos Institutos cuentan con sacerdotes oblatos dedicados a la atención espiritual de sus miembros. Ellos pertenecen a la rama sacerdotal
del Instituto de los Oblatos, al cual están ligados por la emisión de sus
votos, en calidad de miembros plenos.
***
76
Capítulo 5
Un párroco excepcional
La personalidad de Agustín B. Elizalde
Quienes lo conocieron cuentan que el trato personal con el padre Elizalde permitía constatar las múltiples facetas de su personalidad. Quien
se acercaba a él en busca de un consejo, recibía una respuesta clara y
reconfortante, expresada con palabras llenas de caridad cristiana. Su
presencia, aún en las circunstancias más disímiles, trasuntaba la esencia
de su singular personalidad, rodeada de espiritualidad y de admirable
sencillez, que era uno de sus mayores atributos.
Profundamente humano en su trato con la gente, dejaba traslucir sus
dotes de padre, pastor y maestro, como así también su acendrada devoción mariana. Sus ojos no se apartaron del pobre. Y ofreció una entrega continua. Tuvo un innato sentimiento de respeto por la
individualidad y el libre albedrío.
Amaba a la gente, y los hogares de sus fieles tuvieron en él una guía
cierta. Fue pastor rigiendo los destinos de su parroquia Santa Juana de
Arco y se brindó amorosamente a su pueblo.
77
Su cultura humanística, recibida en su Francia natal fue el instrumento
del que se valió para ampliar la esfera de influencia de sus múltiples realizaciones. Todo esto con una tenacidad indomable. Así fue como su
acción , trascendiendo las fronteras nacionales se proyectó en el panorama internacional, todo sin exuberancias, y sin alardes, conformando
los atributos de un apostolado continuo y renovado alimentado por la
tónica de su amor y sustentado por un corazón nobilísimo y un alma
superior (73).
Supo creer con anticipación asombrosa en las inmensas posibilidades
que tienen los laicos en el ejercicio de su triple misión : profética, real y
sacerdotal.
Consejero sabio, prudente y ubicado, supo captar en su total dimensión
al hombre moderno, guiado a una gran cantidad de personas hacia su
total realización humana y cristiana. Amó a los pobres entrañablemente,
y los promovió, partiendo del principio rector de la dignificación de
toda persona.
La justicia social exigida por León XIII y Pío XI como respuesta evangélica al clamor humano, tuvo en el padre Elizalde a un predicador fogoso, un realizador clarividente, y un conductor que no supo de demagogias. El espíritu de cuerpo, que hacen posible en la Iglesia el desarrollo
y la plenificación de la personalidad de los consagrados dentro de la
unión con todas categorías del Pueblo de Dios, lo contó como un perseverante predicador en las comunidades diocesanas, parroquiales y de
vida consagrada (74).
Según un testimonio escrito de una de sus feligresas, el Padre fue «ese
gran amigo de todas las horas […] las felices y las angustiosas. Nos daba
su fe, su fortaleza y su esperanza […] alejaba de todo pesimismo y toda
melancolía…
73. Cfr. Carta de Monseñor Emilio Bianchi Di Cárcano a los OO.DD. (19/8/1956).
74. Fragmento del discurso del profesor Alberto S. Bernal. «La verdad». (18/1/1975).
78
[…] y nos enriquecía siempre con su alegría tan propia de los santos; su
risa tan franca […] su humorismo, sus bromas, sus cuentos, sus anécdotas, mientras a nosotros no contaba que tantas veces; identificado con
Cristo, su Maestro, su alma estaba ‘triste hasta la muerte’…
[…] Qué bien conocía el padre Agustín todos los matices de las flaquezas
humanas […] Con amor de padre y corazón de carne, abría sus brazos
al pobre pecador que iba a él en busca de luz y de paz […] sabía escuchar
y comprender con benignidad las confidencias de los corazones heridos
por el mal, dado consuelo y serenidad […].
Volcaba en las personas su misma vida, desbordante de fortaleza en el
dolor de silencio en la incomprensión, de olvido de las ofensas, y de perdón
generoso […].
Conocíamos su austeridad, el don de sí mismo […] su admirable paciencia en su larga y penosa enfermedad […] dotado de una finísima y exquisita sensibilidad, gozaba intensamente de todo lo bueno, lo bello, lo
noble […].
Amaba la naturaleza, la música, el canto, la poesía; así, podemos recordarlo admirando el colorido de un ramo de flores […] hasta exultante
frente a las virtudes que él iba descubriendo en las almas santas y buenas
[…]. Era exigente en cuanto al buen gusto: sobrio, sencillo pero inequívoco
[…] y esta exigencia la llevó a la práctica en el culto; en su parroquia tenía
el ‘celo por la Casa del Padre’ […].
Miraba el mundo con ojos llenos de amor […] por eso nada ni nadie le
fue indiferente […] él sabía que la amistad es lo opuesto al egoísmo […]
es querer el bien del amigo, por eso podemos decir que la cultivó sin retaceos […] amaba las pequeñas atenciones que revelan ‘pensar’ en los
demás, dando un poco de alegría y de suavidad a la vida. Sabía que, ‘la
medida del amor es amar sin medida’ […] y así amó a los suyos, a Mamita
(como llamaban cariñosamente en Ciudadela a su mamá), a sus hermanas, a sus Oblatos y Oblatas, a los sacerdotes, a sus amigos.
79
En su casa, modesta pero hospitalaria, se respiraba ‘el buen olor de
Cristo’, porque no sólo él sino también su mamá y sus hermanas lo derramaban a manos llenas […] y allí se podía decir: ‘Qué bien se está aquí’
[…].
Con mucha valentía, exponiéndose tantas veces a severas críticas e incomprensiones, predicó y escribió su angustiante inquietud por los graves
problemas que él veía venir, especialmente por el Tercer Mundo, América
Latina, aunque en aquel momento no se la llamaba así. Esa América
Latina que él amó tanto […].
Predicó su hondo respeto por la libertad de la persona y su promoción
social, especialmente de los pobres, los obreros y marginados […] señaló
la ceguera y la sordera de los ricos […] la falta de fraternidad y de justicia
evangélicas […] su ecumenismo, su espíritu comunitario, su visión tan
clara sobre la urgencia de brindarles una ayuda al clero secular, al fundar
a los Oblatos Diocesanos y Oblatas Diocesanas, su amor y fidelidad al
sacerdocio, su preocupación por el aumento de vocaciones y tantos clamores de su corazón sacerdotal son como la suma de lo que hoy nos están
clamando los documentos conciliares y las encíclicas papales…».
Otra característica proverbial suya era su reconocido desprendimiento
material, por cuanto quienes acudían a él en busca de ayuda, no se retiraban sin una solución, nunca con las manos vacías.
Solía decir que los bolsillos de la sotana debían ser lo suficientemente
amplios y profundos para que cupieran en ellos todas aquellas cosas
que fuera posible entregar sin retaceos. Nunca preguntaba quiénes eran,
de dónde venían, o cómo pensaban.
En muchas ocasiones, se desprendía de la ropa interior que le obsequiaban, la entregaba a gente humilde y seguía usando la que tenía, ya
gastada y remendada.
***
80
Su inagotable caridad
Nunca se pudo conocer totalmente la inagotable caridad cristiana del
padre Elizalde, porque realizaba sus gestos sin ninguna ostentación y
hasta escondidas de los que tenían acceso a su intimidad. Muchas veces,
en el agradecimiento hecho público por alguno de los tantos favorecidos, se tenía conocimiento de esos actos caritativos, para con tantos
necesitados que encontraban en él, al menos una mano tendida con generosidad que osaba, de la que podía disponer con los escasos medios
a su alcance (75).
Fue el apóstol de la caridad. Su oración, su reflexión permanente sobre
las enseñanzas de Jesús y de los santos lo empujaba. Cuando hablaba
sobre la caridad, se refería a ella como a la virtud que prima sobre todas.
La caridad es la forma suprema del amor. Es darlo todo sin pedir nada
a cambio. Es buscar solamente el bien del prójimo, aún a costas de cualquier perjuicio o inconveniente propio.
«… No tenemos amor verdadero mientras no se pueda decir de nosotros,
como de Dios: ‘Lo amás todo’: no algunos hombres, todos. No una parte
de la humanidad, todo. Dios y el mundo, las estrellas del cielo y los gusanos del camino, el hombre y el animal, los buenos y los malos, los amigos y los enemigos…» (76).
El decía que hay tres palabras difíciles de cumplir, que nos dan la fórmula de la naturaleza del amor hacia el prójimo: «como a vos».
¿Cómo es el amor a sí mismo? Es sincero. Por falso que sea un hombre
siempre será sincero en el amor a sí mismo. Y activo. Adivina todas las
menores necesidades del yo. Nuestro valle de lágrimas sigue esperando
que el amor fraterno se ponga a la par del amor personal.
75. Renould, Ismael S., op. cit.
76. Escrito del Padre Elizalde sobre la caridad.
81
La caridad no puede quedar en sentimientos, debe ser traducida en pensamientos, palabras y obras. Pareciera que es más difícil tener pensamientos de amor, que manifestar el amor con palabras y obras.
«Revístanse, como elegidos de Dios con un corazón lleno de misericordia, de bondad, de dulzura, de humildad y de paciencia»
(Col. 3,12).
Los pensamientos de caridad no sólo producen la felicidad personal
sino también la distribuyen. Puede ser uno pobre, sencillo, ignorante,
pero si se nutre de buenos pensamientos, la alegría está en torno de él.
Cuando el apóstol dice: «revístanse de un corazón lleno de bondad»,
quiere decir, entretenerse en pensamientos amables de perdón, de misericordia, de condescendencia, de comprensión.
Nos puede venir la tentación de callar, al ver el daño que se hace con la
lengua, pero debemos pensar que Dios, al darnos el habla no la hizo
para que la usemos para hacernos mal entre nosotros.
«Digan una palabra –decía el padre Agustín- una palabra de cariño a
un corazón humano, aún a un corazón lleno de odio o empedernido por
el pecado, y le proporcionarán alegría para todo el día».
Ante las injusticias sociales, el hambre, la dignidad humana humillada,
la alegría posible aplastada por las preocupaciones y el tremendo quejido de la humanidad doliente, no se arregla nada con discursos baratos;
hace falta el amor; el amor que obra.
Si no podemos hacer grandes cosas, hagamos cosas pequeñitas, pero hagamos. Una visita, una ayuda discreta, una plegaria; ¡se pueden hacer
tantas obras inspiradas en el amor!
82
Después de haber devuelto la vista a los ciegos, el oído a los sordos, el
habla a los mudos, el movimiento a los paralíticos; después de haber dado
de comer a multitudes hambrientas, de haber resucitado muertos, de
haber perdonado a la mujer adúltera, al ladrón y al apóstol que lo niega,
Jesús nos repite a través de los siglos, lo que dejo en la víspera de su
muerte: “Les he dado ejemplo”.
En el retiro predicado a los Oblatos, dijo: «Dejen que haga mías estas
palabras de San Pablo a los Filipenses ( 1, 8-9); ‘Dios es testigo del cariño
que les tengo a todos en las entrañas de Jesucristo, y lo que pido es que la
caridad de ustedes abunde mas y más’…»
Predicaba y practicaba la caridad asentada sobre sólidos fundamentos
teológicos:
«…El mandamiento del cual dijo Jesús: es el más grande de todos (…) el
que contiene la ley y los profetas, es el mandamiento del amor: ‘Ama a
tu prójimo como a vos mismo’ (…) ‘Lo más grande que hay es el amor’
(2 Cor. 13,15) (…) Un doctor de la Ley preguntó a Jesús: ‘Maestro ¿cuál
es el mayor de los mandamientos? Amarás al Señor tu Dios (…) y al prójimo (…)’. ‘Hijitos míos, (decía San Juan) ámense los unos a los otros’
(…) Al amor al prójimo lo llamaba Santiago el mandamiento real. San
Pablo escribió ‘fe, esperanza y caridad: pero el mayor es la caridad’».
En su rostro, cuando celebraba Misa, se notaba que tenía intimidad con
Dios. Una intimidad que sólo se consigue a través del amor a Dios que
se transforma en un amor universal: amar todo y a todos.
Otro fundamento en el que el padre Agustín solía hacer especial hincapié era el carácter convocante y universal del amor, para lo cual, invitaba a prestar especial atención a ciertas expresiones de Jesús:
«Vengan todos […], coman todos […], beban todos […], enseñen a
todos […], bauticen a todos […] sean todos uno…».
83
Algunas anécdotas muestran su caridad…
• Siempre hacía poner un plato más en la mesa, por las dudas
de que a último momento llegara un comensal.
• Realizó tantas obras de amor al prójimo, que se olvidó de sí
mismo; después de haber fundado dispensarios, asilos y colegios, murió sin haber construido la casa parroquial.
• Cuando visitaba a los enfermos pobres dejaba, discretamente, un sobrecito con dinero debajo de la almohada del enfermo, explicándole a quien lo acompañaba, que había que dar
sin ofender.
• Cuando Alfonso Lambè llegó a Buenos Aires para fundar
la Legión de María, el padre Agustín lo recibió y fundó la Legión en su parroquia mientras que nadie lo recibía.
• Sabía hacer «caridad con inteligencia»: cuando se acercaba
alguien a la parroquia a pedirle dinero para volver a su casa en
tren, no le daba el dinero, pero tampoco se lo negaba. Llamaba
a algún joven que estaba en la parroquia, le daba el dinero y le
decía: «acompaña al señor a la estación y sácale boleto hasta
donde quiera viajar».
Afirmó en el «Testamento Espiritual», que dejó a los oblatos y oblatas:
«… que crean en el amor. Que la caridad, que fue siempre su nota
dominante, lo siga siendo. Que se aparten de la comunidad a los
que no progresen visiblemente en esta materia…» (77).
***
77. Renould, Ismael S., op. cit.
84
Su ilimitada confianza en la Divina Providencia
El padre Elizalde fue «el aventurero de Dios». No temió nunca a nada
ni a nadie, y siempre estuvo dispuesto a lanzarse a las obras de Dios sin
distinción de clases y sin medir su entrega. Y, por ser así, sufrió calumnias y críticas.
Cierto día, monseñor Miguel de Andrea escuchó una conversación
entre gente de Iglesia, en la que le criticaban a Elizalde estar con los
ricos. Monseñor, al oír que criticaban a su amigo les dijo:
«¿Vieron ustedes las cumbres más altas de las montañas cubiertas
de nieve que luciendo la belleza donada por la naturaleza, son acariciadas por los primeros rayos solares? Cuando comienza a entibiar el amanecer, se ve deslizarse lentamente hacia el valle esa
nieve convertida en arroyuelo, para fertilizarla y darle vida. El
padre Agustín hace el mismo trabajo que el rayo solar; trabaja
«arriba» para beneficiar «abajo» (78).
Todas sus obras tuvieron su inicio en un acto de abandono a la Divina
Providencia. Muchos recordarán que siempre encontraba medios materiales para este tipo de obras. Si se trata de los institutos seculares de
Oblatos Diocesanos y Oblatas Diocesanas, vale la pena aclarar que nacieron con la bendición del arzobispo de La Plata, pero sin ningún tipo
de respaldo económico eclesiástico o estatal. Es por ello que el padre
Agustín se transformó en el «mendigo de Dios». Pero lo hacía con criterio docente formando la mentalidad de los que tenían más a favor de
los que tenían menos. Esta forma de practicar la justicia distributiva estaba siempre acompañada del convencimiento de que debía asociar a
su obra a laicos que, transformados en instrumentos de la Divina Providencia dieran un sentido apostólico a sus vidas y a su dinero.
78. Cabrera, J.O.: «Apuntes sobre la vida del Padre Elizalde». Pág. 5.
85
Sus obras siempre estuvieron apuntaladas por la oración. Nada emprendía si no estaba convencido primero de que Dios se lo pedía. Cada
vez que inauguraba una obra, solía decir: «Si esta obra es de Agustín
que se hunda, pero si es de Dios, continúe».
Las obras siempre continuaban: era un hombre confiado totalmente en
la Divina Providencia, aunque también se lo podría definir como la
misma Providencia hecha hombre. En una oportunidad, al dejar el
acostumbrado sobre con dinero a un enfermo, comentó: «Como estoy
necesitando mucho dinero para los oblatos, dejo a los necesitados todo
lo que tengo en mi poder, sabiendo que la Divina Providencia no se dejará ganar en generosidad» (79).
Cierta vez, en la puerta de la casa del padre Elizalde un desconocido le
dejó un sobre al oblato que lo atendió. Al llevarlo al escritorio, siempre
repleto de papeles (por lo general, correspondencia atrasada y cuentas),
Elizalde lo abrió inmediatamente. Adentro había un cheque. Sin decir
nada se lo mostró al oblato y, al mismo tiempo, le mostró una cuenta
que había llegado con el correo del día. Grande fue su asombro cuando
comprobó que las cifras coincidían, y se trataba de mucho dinero. Entonces, con toda sencillez, y demostrando convencimiento de saber que
eso iba a ocurrir, el Padre le dijo al oblato: «Esta es la Divina Providencia; ayer me quedé sin un centavo, y hoy, ella paga nuestras cuentas»
(80).
Después de la fundación de los oblatos, en agosto de 1951, el Padre
había comenzado la construcción de la Casa Principal del Instituto, en
Ciudadela, la cual tuvo que estar paralizada por varios meses, obviamente, por falta de recursos. Le pedía a sus oblatos horas de adoración
al Santísimo Sacramento, pidiendo que la Divina Providencia los auxiliara en esa necesidad concreta. Así se hizo y así se hacía cada vez que
no había recursos económicos.
79 y 80. Renould, Ismael S., op. cit.
86
El 7 de agosto –fiesta de san Cayetano, llamado «Padre de la Providencia»– de 1953, al anochecer, Elizalde se encontraba confesando en la
parroquia, cuando le fueron a avisar que lo llamaban por teléfono. Era
su amigo, monseñor Gustavo J. Franceschi, que le pedía que fuera a su
casa a cenar esa misma noche, porque se trataba de algo muy importante. Después de celebrar misa, fue a la cena.
A medianoche, estando los oblatos acostados en el dormitorio que habían improvisado en parte del salón parroquial que está en la cripta de
la parroquia, se despertaron, y escucharon que alguien entraba prendiendo fósforos, chocando con las camas y llamando por su nombre a
un oblato en particular.
A éste y a otro oblato, el padre Agustín –que era el que entraba– les
pidió que se vistieran y lo acompañaran al templo.
Todo tipo de ideas pasaron por sus mentes, al punto que una le comentó al otro: «Seguro que lo llamó el nuncio para comunicarle que lo
hacen obispo». Entraron los tres en la parroquia. El Padre llevó a los
dos oblatos ante el altar mayor. Encendió dos cirios.
Luego sacó del sobretodo, un fajo de billetes, y dejándolo junto al sagrario, dijo: «Jesús, aquí tenés el dinero que hacía falta para tu obra; es
tuyo».
Eran 100.000 pesos que un hombre que vivía en Estados Unidos le
había entregado en casa de monseñor Franceschi, luego de haber leído
en la revista Criterio un artículo sobre la finalidad de los Oblatos Diocesanos. Era la cantidad justa de dinero que se necesitaba para terminar
la parte gruesa de la construcción de la Casa de Ciudadela, cosa que
permitió su habilitación, dejando de lado un sinfín de detalles.
***
87
La Casa San Esteban
Deseaba el Padre contar con algunas hectáreas de tierra en un lugar no
demasiado alejado de Ciudadela. El quería que sus oblatos respiraran
aire puro y gozaran del contacto con la naturaleza. Muchas vocaciones
provenían de regiones que nada tenían que ver con la «selva de cemento» que presentan las grandes capitales y sus suburbios.
Solicitó a muchos amigos la donación de esa parcela de tierra. Nadie
pudo complacer su demanda. Su confianza en la Divina Providencia
no decayó. Siguió insistiendo ante el Señor y lo hizo con actos de abandono y confianza. Impuso horas de adoración a sus oblatos con la
misma intención.
Así fue que el 20 de diciembre de 1954, día en que cumplía 30 años de
vida sacerdotal, llega hasta su casa una señora desconocida para él.
Venía a ofrecerle en donación para sus oblatos un casco de estancia,
distante 50 kilómetros de Ciudadela luego de haber leído el libro llamado «Y el diablo… se fue al diablo», en el cual el Padre refleja las múltiples posibilidades de un oblato en un pueblo sin sacerdote residente.
Luego de haberse concretado tan generosa donación (14 hectáreas con
vivienda, parque y pileta de natación) el Padre les dijo repetidamente
a sus oblatos:
«Dios quería que golpeáramos muchas puertas. Luego
él abrió justamente la puerta
en la cual no golpeamos. Eso
es la Divina Providencia».
Asì naciò la Casa San Esteban en el partido de Cañuelas (81).
81. Renould, Ismael S., op. cit.
88
En el comedor
Cierto mediodía se presentaron tantos necesitados en uno de los comedores, que tanto los estantes de la lencería como los de la despensa,
habían quedado vacíos y no había con qué reponer la mercadería que
se necesitaba.
La ecónoma, sor Ascención, le dijo a la responsable, la madre Flaviana:
«No sé que les voy a dar de comer a los ancianos esta noche; contaba
con 5 kilos de fideos, pero no los tengo más». «Pero son las 14.30 le respondió la madre Flaviana, hasta la cena Dios proveerá; haga tranquila
la meditación».
Exactamente media hora más tarde la señora de Apicella, directora de
una escuela de Ciudadela Sur, hablaba por teléfono anunciando el envío
de 100 kilos de fideos.
La rifa del auto
«Recuerdo que fue en la época de Perón. La Comisión de Damas de la
parroquia había organizado la rifa de un auto, un Mercedes Benz –nada
menos– que se había conseguido con la promesa pagarlo a medida que
se fueran vendiendo los números. Se hizo un trámite absolutamente
legal y rubricado por un escribano público. La venta de los números
estuvo floja, el ambiente no daba para mucho. Naturalmente, a medida
que se vendían los números, el Padre retiraba el dinero.
Finalmente llegaron las vísperas del sorteo por Loteria Nacional. Hasta
la tarde anterior el auto no habìa aparecido. Ninguna de nosotras estabamos tranquilas. Se oian tantos cuentos de incumplimientos de palabras, de comisiones intervenidas. La directiva de Santa Juana de Arco
estaba reunida en casa de la secretaria de entonces. De pronto gran conmoción: un empleado del concesionario llega a reclamar el dinero por
la venta del auto.
89
Entonces, aparece el padre Agustín y lo recibe nuestro coro de voces
destempladas. Todas hablábamos al mismo tiempo. Al fin se entera de
lo que pasa, entiende, pero no parece conmoverlo nuestra angustia. Y
nos responde: «No se preocupen , calma, todo se va a arreglar. Los oblatos rezarán toda la noche al Santísimo y ya verán, no va a pasar nada».
Pero las voces iban en aumento. Ya nos veíamos presas, pasto de la maledicencia de los diarios ¡qué se yo! Cualquier cosa podía suceder. Nada
lo conmovió. Seguía aplacándonos paternalmente, y no tardó mucho
en irse, dejándonos su bendición. Antes, alguien le entregó tres números de la rifa, obsequió de una señora. Uno para él, uno para su mamá
y uno para su hermana.
Al quedar solas […] lo siguieron nuestros comentarios: «¿En qué estará
pensando este Padre». No tiene noción del peligro que corremos; ¡qué
inconciencia!, etc.
Y llegó el día del sorteo. A las 13.30 comenzó y, con él, la expectativa,
la angustia. Siempre con el corazón en la boca. ¡Dios! Van saliendo las
bolillas, van apareciendo los premios. Los minutos pasan, lenta pero
inexorablemente. El final se acerca. De pronto, suena mi teléfono. Es
M., que me llama para decirme que el número premiado acaba de salir,
¡el auto! ¿Quién se lo sacó? El padre Agustín con el único número que
tenía, el que le habían regalado» (82).
Así actuaba la Divina Providencia en la vida del Padre. Por eso él había
acuñado frases que solía repetir con cierta frecuencia:
«Hay que tener una confianza atrevida en la Divina Povidencia».
«Yo siempre tengo un cheque en blanco en el Banco de la Divina
Providencia, para que ella lo llene con la cantidad que quiera» (83).
82 y 83. Renould, Ismael S., op. cit.
90
Era común que recibiera cheques acompañados de esquelas que se expresaban en estos términos: «Padre, como se que siempre está usted metido en alguna obra nueva, y por lo tanto, necesita dinero, aquí le mando
esta humilde colaboración». Lo llamativo, es que siempre llegaba
cuando el Padre más la necesitaba.
Cierta vez había encargado en una marmolería, la piedra fundamental
para poner en el terreno donde se construyó el templo definitivo de
Santa Juana de Arco. Cuando la piedra estuvo lista lo llamaron por teléfono para avisarle que cuando quisiera podía pasar a retirarla y que
costaba $ 50. El Padre, como de costumbre, no los tenía. Paralelamente
a esto, se presentó en el Hogar San José, una viejita que había sido
echada de la casa donde vivía porque ya no podía seguir pagando. Buscaba asilo en el Hogar. La atendió la madre Flaviana y le explicó que
no podían recibirla porque no había lugar. La anciana pensó que la rechazaban por ser protestante pero de pronto, se produjo una vacante
por el fallecimiento de un internado y la viejita pudo ingresar en el
Hogar. Al hacerlo, le entregó un sobre a la madre Flaviana y, le dijo:
«Tome, madre, le entrego esto; es lo último que me queda».
El sobre contenía… sí, $ 50, la suma que se necesitaba para retirar la
piedra. La madre Flaviana telefoneó inmediatamente al padre Agustín
para comunicarle la buena nueva (84).
***
84. Renould, Ismael S., op. cit.
91
Su fidelidad a la Iglesia
Repasemos algunos momentos de la vida del padre Agustín en
los que se puso de manifiesto su amor y su fidelidad a la Iglesia…
Ya fueron reseñados pero es bueno señalarnos en este apartado.
• Ya como seminarista oyó la voz del Papa Pío XI solicitando operarios
para los países de misión y ya soñó con la idea de ser misionero.
• Pocos años después , siendo ya joven sacerdote, el padre Ramón Elgart
le habló en Francia, sobre las necesidades espirituales y sociales América Latina y fue entonces cuando corrió a la Argentina para hacer lo
que la Iglesia le mandara, entrega total que lo llevó a ser figura preclara
del clero argentino.
• Transitó la espiritualidad salesiana que surge de las enseñanzas de un
Doctor de la Iglesia, san Francisco de Sales, al cual llamó «mi maestro».
• Aceptò cambiar sus actividades cerca de monseñor Chimento para
ser el primer cura Párroco de una villa de mala fama en la cual todo
estaba por hacerse.
• Nutrió en la escuela benedictina la rica pastoral litúrgica que desarrollara en Santa Juana de Arco en Ciudadela durante 25 años.
• Respondió a los grandes documentos sociales de los Sumos Pontífices
de su tiempo fundado la J.O.C. y dedicó sus mejores energías a la clase
trabajadora, escribiendo para los obreros y los pobres cuatro libros;
«Cartas de un cura comunista a un señor muy rico y muy sordo» ,
«Cartas de un cura de arrabal a su buena gente», «Cartas de un cura
canoso a un muchacho enamorado», y «Cartas de un cura que fue padrino de casamiento».
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• Siempre se mantuvo humilde y escondido repitiendo con frecuencia:
«Yo soy tan poco inteligente que prefiero pensar como piensa el Santo
Padre, el Papa. Lo que la Iglesia acepta yo acepto; y lo que la Iglesia rechaza, yo rechazo».
• Oyó el clamor del papa Pío XII encareciendo dedicación a la formación de las vocaciones para el sacerdocio y la vida consagrada. En el
Congreso Vocacional Arquidiocesano que organizara en Ciudadela
participaron gran cantidad de católicos militantes rodeando a numerosas vocaciones encaminadas por él al servicio del Señor y de su Iglesia.
• Al enterarse de que el mismo Papa en la encíclica Mediator Dei señaló
la necesidad de fundar escolanías de niños cantores como semilleros
de futuras vocaciones, el padre Agustín estableció la propia en Ciudadela.
• Dejó sus proyectos de retirarse a una aldea de Francia – planes que le
aconsejaba su pésimo estado de salud- y recibió con alegría en forma
personal y de viva voz la orden de Pío XII: «Queme su vida en la solución de los problemas espirituales de América Latina». Volvió a la
Argentina para obedecer al Papa.
• Convencido de que no podía ponerle barreras al Espíritu Santo, creó
los Institutos Seculares de Oblatos y Oblatas Diocesanos, y lo hizo en
medio de críticas y contrariedades que martirizaron su corazón sacerdotal. Enmarcó ambos
Institutos en la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia, dada por Pío XII en 1947.
Aquí su fidelidad a la Iglesia se mostró intrépida y de avanzada, ya que se trataba de hacer
un nuevo camino en la vida consagrada, cosa
que le resultó penosa y al mismo tiempo entusiasmante.
93
• Sirvió con idéntico espíritu de fidelidad a sus obispos, independientemente del grado de amor sensible que sintiera por ellos. Habiendo
trabajado mucho para facilitar a la Fraternidad de los Hermanitos de
Charles de Foucauld su incorporación a la vida eclesial en la Argentina, aceptó con humildad la determinación de un vicario general del
arzobispado de no concederles la autorización y obligarlos entonces
a establecerse en Chile. Tenía el corazón destrozado pero de sus labios
no brotó crítica alguna. Sólo un oblato le oyó decir contrariado: «¡No
entienden nada!». Luego, recuperando la calma, se arrodilló ante él y
le pidió perdón por haberlo escandalizado.
• Estudiaba todas las noches hasta entrada la madrugada. Toda palabra
salida de la boca del Sumo Pontífice y todo documento emanado de
la Santa Sede Apostólica eran rumiados por Agustín y puestos en
práctica en sus múltiples tareas pastorales.
• El padre Elizalde vivió una auténtica fidelidad a la Iglesia por sobre
cualquier tipo de miseria que se manifestara en los hombres. De allí
su gran fuerza moral que viene haciendo que sus hijos e hijas (Oblatos
y Oblatas) entiendan hoy mejor que hace casi 50 años, expresiones
suyas tales como:
«El oblato diocesano abraza con entusiasmo las grandes devociones
de la Santa Iglesia y no se desvía de las mismas»
«No puede haber nada más bello, más seguro y más provechoso que
sentir con la Iglesia».
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Al escribir su testamento espiritual, resumió toda su vida sacerdotal y
cristiana con estas palabras:
«Una sola pasión permanente ha dominado y orientado mi vida:
un amor entrañable, indefectible a la Santa Iglesia de Dios que
lo es la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. A
todo lo que ella enseña, adhiero ciegamente y sí en tiempos de
persecución o de enfermedad, por drogas, malos tratos o debilidad de la carne, me hicieran decir cualquier cosa en contra de
esta filial adhesión a mi Madre la Santa Iglesia, la cual nos habla
en nombre de Jesucristo, o en contra de la moral, téngase por absolutamente nulo…» (85).
El 4 de octubre de 1941, publicó en su Semanario, un artículo sobre la
caridad, que lo encabezó así:
«… Dispuso el Papa que: Cuando vemos por un lado una muchedumbre
de indigentes que, por causas ajenas a su voluntad están realmente oprimidos por la miseria, y por el otro lado, junto a ellos, tantos que se divierten inconsideradamente y gastan enormes sumas en cosas inútiles, no
podemos menos que reconocer con dolor que solo no es bien observada la
justicia, sino que tampoco ha profundizado lo suficiente en el precepto de
la caridad cristiana, ni se vive conforme con él en la práctica cotidiana.
Deseamos entonces, venerables hermanos, que sea más y más explicada
de palabra y por escrito este divino precepto, precioso distintivo dejado
por Cristo a sus verdaderos discípulos (…).
85. Testamento del padre Elizalde.
95
Sobradamente pagados nos consideraremos si algunas personas, después
de leer estas sencillas consideraciones, se determinan a deponer odios y
pasiones para entrar de lleno en la práctica de la caridad fraterna, de la
cual, en citada encíclica dice el papa: “Hay una divina fuerza regeneradora en este ‘precepto nuevo’ –como lo llamaba Jesús– de la caridad cristiana, cuya fiel observancia infundirá en los corazones una paz interior
que no conoce el mundo, y remediaría eficazmente los males que afligen
a la humanidad”» (86).
Se extiende largamente sobre el tema referido, acentuando que se falta
gravemente a la caridad cuando odiamos al otro y le deseamos toda
clase de males y se los hacemos si podemos, por el solo hecho de que el
otro piensa distinto. Y escandalizamos al mundo si para peor, lo hacemos en nombre de nuestra supuesta catolicidad. «Debemos odiar el pecado, pero amar al pecador, no por su condición de tal, sino porque es una
persona».
Las predicaciones
Asistir a las predicaciones o sermones del padre Agustín, era un imán de
atracción espiritual, absolutamente reconfortante. Su prédica era sencilla,
para estar al alcance de su heterogéneo auditorio, pero no exenta, de ninguna manera, del más profundo contenido espiritual. Siempre aconsejaba
a los jóvenes sacerdotes: «predica como para que te entienda la cocinera;
si te entendió la cocinera, estate seguro de que también te entendió el doctor». Mientras algunos de sus tenientes cura celebraba la Misa, él confesaba; cuando llegaba el momento de la homilía (el sermón) dejaba el
confesionario y subía al púlpito a predicar; terminada la homilía, volvía
al confesionario, y el teniente cura terminaba la Misa (87).
86. Comentario del Padre Elizalde sobre la encíclica Divini Redemptoris, Pío XI, sobre
los peligros del comunismo ateo (19/3/1937).
87. Carta de la señora María Luisa Garat de Granval a monseñor Antonio F. Gatti.
(10/6/1971).
96
Sus más clásicos sermones, eran los de Semana Santa, destacándose de
entre ellos, el de la Soledad de la Madre de Dios, que lograba que en
muchas mejillas se vieran rodar algunas lágrimas, tal era la hondura y
el sentido de sus palabras, al referirse a la Virgen María.
Los dividía en cinco partes: una introducción, tres puntos y una conclusión. Tenía un muy cuidado fichero de sus sermones y de los lugares
y fechas en que los había pronunciado y era su personal orgullo, señalar
que en un mismo lugar, no se había repetido.
Su mesa parroquial
Estar presente al servirse la sencilla mesa en casa, era también motivo
de atracción espiritual. Rodeado de los sacerdotes asistentes a su labor
parroquial, leía y comentaba un pasaje del Evangelio aplicándolo a la
práctica de la vida diaria.
El salón parroquial
Contar con un salón parroquial era otro de los grandes deseos del padre
Agustín, ya que sostenía que era indispensable para las reuniones de
los feligreses, de las instituciones parroquiales y para desarrollar los
actos de las actividades de la variada gama que componían el quehacer
de la parroquia.
Para lograrlo debió vencer muchas resistencias, especialmente, por
parte de los arquitectos que dirigían la obra, que querían dotar al templo
de una escalinata de mármol.
Por fin, el padre Elizalde logró que se dispusiera la construcción del
salón parroquial, debajo del templo, con muy generosas medidas y con
muy pocas columnas, sacrificando la escalinata de acceso de mármol y
supliéndola por una simple de cemento.
97
La preocupación educativa en Elizalde
El colegio Santa Juana de Arco
«El 13 de diciembre de 1931 escribía: “Tendremos un colegio. Se llamará
Colegio Santa Juana de Arco. Será Incorporado. Dirección selecta. Abrirá
sus puertas el 25 de febrero de 1932.
El 26 de noviembre tuve el alto honor de dirigirme a S.E. Mons. Francisco
Alberti, amado obispo de la diócesis, solicitando el correspondiente permiso para abrir un colegio parroquial» (88)
No obstante la fecha remitida, ese mismo mes, por secretaría general,
recibía una nota en la cual se le comunicaba que el obispo autorizaba
«la fundación del colegio en la forma proyectada, y pide a Dios ayude al
Señor Cura y a sus beneméritos colaboradores».
El Padre, en su proverbial forma coloquial, acotaba: «Estoy bien convencido de que no se equivocaba el ministro de Napoleón I, cuando escribía: ‘Es tiempo ya de que las teorías callen ante los hechos: no hay
enseñanza sin educación, ni educación sin religión’. Santa Juana de Arco
será la patrona protectora del colegio parroquial de Ciudadela. Ella, que
supo dominar y vencer a enemigos en 20 campos de batalla, se encargará de defender las almas, las inteligencias y los corazones de nuestros
muy queridos chicos».
Anunció que el señor Pedro D. Conesa, que había dirigido por más de
20 años el colegio de San José de Acevedo, sería el nuevo director del
establecimiento y un selecto grupo de maestros lo acompañaría en esta
empresa. Comenzó con los seis grados de la escuela primaria; turno
mañana para varones y turno tarde para las nenas.
88. Renould, I., op. cit.
98
Labores, francés, inglés y otros cursos complementaban la formación
que el padre Agustín pretendía para sus «Agapitos».
Agapito era un personaje creado por el Padre, a quien le escribía
cartas que publicaba en La Voz de Ciudadela. También había creado un personaje femenino, una nena llamada Catalina, a quien
también le escribía. Con el correr de los años, Agapito se convirtió
en el compañero inseparable del hermano Esteban en el libro Y
el diablo… se fue al diablo.
En la Carta 17 a Agapito escribió: «La noticia estalló como una bomba;
Tendremos en Ciudadela un buen colegio católico, en marzo próximo.
Tendrás tu colegio y vendrán como 200 amiguitos tuyos. Santa Juana de
Arco será patrona de esta magna obra. Nuestra buena madre la Santa
Iglesia Católica tiene derecho y obligación de procurar que todos sus hijitos
reciban la debida instrucción religiosa el medio ideal para conseguirla es
la escuela cristiana.
Así lo entienden tu papá y tu mamá. Cuando supieron que íbamos a fundar este colegio me felicitaron y me alentaron tanto que ya no me asustan
todas las dificultades que tendré que encontrar en esta importante empresa. Aprovecha bien estas vacaciones. No dejes de ayudar a tus padres,
en particular en los quehaceres de la casa. Pero también descansá y jugá
mucho. Procurá jugar siempre sin rencillas (…) Así jugaba, me imagino,
santa Juana de Arco, tu modelo y patrona. Y después terminadas las vacaciones a estudiar con ahínco para ser más tarde un gran cristiano y un
gran ciudadano para gloria de Dios, honor de la Patria y consuelo de tus
padres. Adiós. Te abraza fuertemente, el padre Agustín».
99
El colegio Inmaculada Concepción
Con verdadera devoción y profunda alegría anunciaba el regocijo que
le producía la llegada de las hermanas de la Inmaculada Concepción de
Castres a Ciudadela. «Estoy tan contento que no sé cómo expresarle mi
agradecimiento a la Divina Providencia». En esa oportunidad, la carta
fue escrita para Catalina: «…Desde que el señor obispo me mandó a Ciudadela, he soñado con traer acá Hermanas Azules, como cariñosamente
se las llama… bueno, se vienen no más… saben que somos pobres, pero
un pajarito les ha contado que tenemos buen corazón y han dicho:
‘¡Vamos a Ciudadela!’».
El 25 de diciembre de 1932 le escribió al obispo: «Excelentísimo Señor:
Tengo el honor de dirigirme a V.E. con el fin de pedirle permiso para que
las beneméritas Hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres puedan fundar en Ciudadela una casa e iniciar una triple obra, consistiendo:
1. En un colegio de primera enseñanza con seis grados, incorporando a
la Dirección General de Escuelas de la Provincia.
2. En una escuela maternal gratuita para infantes.
3. En la visita de enfermos, a domicilio.
Al aceptar esta fundación, siempre que sea del agrado de V.E., las Hijas
de la Madre de Villenauve profesan, según el consejo de su fundación
‘un renunciamiento completo en el dominio espiritual, como así también
en el material’, porque bien saben que acá, si bien las espera el cariño de
todos, también las esperan el sacrificio y la pobreza. Pido para ellas y sus
obras una muy especial bendición…».
A los pocos días recibió la nota con la aprobación correspondiente.
***
100
Capítulo 6
Anecdotario personal del Padre Elizalde
Donación de tierras
Transcurría el mes de mayo de 1944 y se celebraba con el despliegue
espiritual y social acostumbrado, la fiesta patronal de santa Juana de
Arco, a la que había sido invitado por el Padre Elizalde –además de
otras autoridades– el señor Intendente de San Martín.
Le hizo saber al Padre, que como estaba enterado de toda la obra que
había realizado en Ciudadela, había conversado con el Coronel Juan
Domingo Perón, Secretario de Trabajo y Previsión, interesándolo para
que le brindara ayuda.
El intendente transmitió que el coronel Perón había dispuesto ceder
sin cargo al padre Elizalde, unos terrenos dentro del área de la parroquia, para que instalara en los mismos un centro deportivo para esparcimiento de niños y jóvenes.
El Padre le pidió que agradeciera al señor Coronel su atención, pero
que no la aceptaba, por cuanto no quería aceptar donaciones que luego
lo ataran a algún compromiso especial.
101
Sus bodas de plata sacerdotales
En diciembre de 1949 fueron celebradas las bodas de plata sacerdotales
en la parroquia, con actos religiosos y sociales. Todo se había dispuesto
con sobrada anticipación, para celebrar dignamente, sus 25 años de ministerio sacerdotal, como padre, pastor, amigo y consejero.
A quienes tuvieron la dicha de estar presentes, les tocó vivir momentos
de emoción, de asombro, de alegría y de admiración, cuando en aquella
inolvidable noche que él titulara «Las 100 anécdotas de Ciudadela», con
su palabra fácil y amena hizo conocer muchas anécdotas de su largo
apostolado.
***
102
Cita con un señor X
En una oportunidad, recibió un llamado telefónico de un señor quien
le manifestó que había leído varios de sus libros y que estaba totalmente
de acuerdo con lo señalado en ellos. Quedó concertada una entrevista
en una propiedad de la zona de Palermo.
Allí, este señor le entregó un sobre y el padre Agustín lo guardó entre
sus ropas sin abrirlo, agradeciéndole la atención para con él y las palabras de elogio para con sus libros y sus contenidos.
Al regresar a su casa, encontró que lo esperaba una señora, propietaria
de una casa en la misma manzana que la suya, la cual le hizo saber que
por razones económicas, debía venderla. El Padre entrevió la posibilidad de instalar allí, en mejores condiciones su obra de la Hostería del
Niño Jesús y buscó el sobre que le entregara el señor “X”.
La señora quedó de acuerdo y aceptó ese dinero como adelanto a cuenta
de mayor cantidad como pago del respectivo boleto de compraventa.
***
El almacenero amigo
Elizalde mantenía una cordial amistad con un almacenero, que tenía
su comercio en las cercanías de la iglesia-galpón. Habían convenido
que se le enviaría alimentos a las personas que los solicitaban, si llevaban un papel con su firma. Los importes que resultaban de estas entregas, el padre Agustín los pagaba con las colectas realizadas en el templo.
***
103
En un velatorio
El Padre se había enterado de que un afiliado al Partido Comunista
había sido asesinado y averiguó el lugar del velatorio. Horas más tarde,
volvía en el coche de una reunión en uno de los centros de la J.O.C. e
hizo desviar al chofer de su ruta, para asistir al velatorio.
Vestido con su sotana, acompañado por uno de los jocistas se presentó
para expresar sus condolencias a los familiares del difunto, ante el
asombro, pero al mismo tiempo, el respeto y agradecimiento de los presentes.
***
Cine parroquial
Durante varios años, por iniciativa de Elizalde, funcionó en el salón parroquial un modesto cine que exhibía películas cada domingo, con un
variado programa. Estaba especialmente dedicado a los más chicos y
también a la juventud en general, porque el padre Agustín sostenía que
era fundamental buscar y encontrar motivos de solaz y entretenimiento, para sacar a unos y a otros de los peligros de su permanencia
en la calle.
Se cobraba una módica entrada que no alcanzaba a cubrir los costos de
alquiler de las películas y debía cubrirse con los siempre escasos fondos
de la Parroquia. La localidad contaba desde antes con un cine y con la
Warner Brothers (empresa distribuidora), era imposible lograr el alquiler, porque argumentaban que el cine parroquial significaba una
competencia para el cine comercial, un criterio que nunca pudo revertirse.
El salón parroquial resultaba siempre insuficiente para albergar a la nutrida concurrencia que lo colmaba domingo tras domingo. A menudo
el padre Elizalde también gozaba con dichas películas.
104
El coro Santa Cecilia
Con la inauguración del galpón-capilla, se instaló en el fondo una amplia tarima elevada para la ubicación de los integrantes del primitivo
coro parroquial. Posteriormente, y más especialmente, con la erección
del nuevo templo parroquial, alentó la creación de un Coro de Voces
Blancas, que se lo denominó “Santa Cecilia”, conjunto que, con el transcurso del tiempo y con una actividad siempre renovada y permanente,
se fue ampliando y logró tal afianzamiento, que lo elevó al reconocimiento fuera de los límites parroquiales y tuvo oportunidad de realizar
audiciones en la ciudad de La Plata, a través de los micrófonos de L.S.
11, Radio Provincia.
También efectuó varias presentaciones en escenarios de la Capital Federal que le significaron un a muy especial consideración y grandes elogios a su directora, la señorita Antonia Introcaso.
***
Semana Social
En 1938 fue realizada por iniciativa del Padre, una semana social que
contó con la asistencia del Monseñor Miguel De Andrea, paladín, en
el país, de la Doctrina Social de la Iglesia, y con una conferencia a cargo
del sociólogo Dr. Manuel V. Ordoñez. El acto central fue efectuado con
la presencia de nutridas delegaciones de las parroquias vecinas y los
concurrentes tuvieron ocasión de conocer los lineamientos de la Doctrina Social de la Iglesia.
***
105
106
Capítulo 7
Su obra literaria: Periodista y escritor
La voz de Ciudadela
Apenas llegado a Ciudadela fundó el periódico “La Voz de Ciudadela”,
que convirtió en tribuna preciada de doctrina y formación para toda la
feligresía.
Desde el primer número de “La Voz de Ciudadela”, el Padre comenzó
a establecer un fructífero diálogo, por una parte con los chicos a través
de Agapito o Catalina según correspondiera el mensaje, y Cartas para
Mayores en las que daba a conocer sus inquietudes y a desarrollar la
doctrina de Cristo. También sirvieron para entablar duras polémicas
con aquellos que, no pensando con humildad o actuando con un total
desprejuicio por las desventuras de los más necesitados, se permitían
hacer comentarios públicos o ideológicos del cura.El 10 de agosto de
1931, el secretario general del obispado de La Plata, Leandro Astelarra,
le informa que por orden del obispo diocesano, monseñor Francisco
Alberti, «lo autoriza a editar un boletín parroquial con el título “La Voz
de Ciudadela”, implorando la protección del Señor y augurándole el más
completo éxito» (89).
89. Renould, I., op. cit.
107
También ejerció la función periodística, colaborando en repetidas
oportunidades con la revista “Criterio”, fundada y dirigida por Mons.
Gustavo Franceschi, gran amigo suyo.
Sus libros
Escribió ocho libros; dos novelas y otros seis escritos en forma de “Cartas”. Realista y visionario, hombre que nunca dejó de mirar al cielo con
los pies bien plantados sobre la tierra, su pensamiento, con el correr de
los años, lejos de perder vigencia, la adquieren cada día más.
Del entredicho, que se dió en La Voz de Ciudadela, con un lector al que
le contestó bajo el título: «Cartas de un cura comunista a un señor
muy rico y muy sordo» (23 de octubre de 1937) surgió la impresión
de su primer libro, el 15 de junio de 1938. Es una apología narrativa de
cómo vive el poderoso, sus gastos superfluos, la fastuosidad de sus fiestas y la indiferencia ante el padecimiento del pueblo sin trabajo, sin
techo ni pan.
El 10 de septiembre de 1938, comienza a
publicar las «Cartas de un cura de arrabal a su buena gente». El libro es editado
el 18 de julio de 1939. Otro es el estilo,
otro el mensaje. Va dirigido a los pobres
en Jesucristo. Dice «… los preferidos del
Buen Señor, hermanos míos…». En un
abanico de profesiones, va desde la empleada doméstica a la costurera; del barrendero al basurero; del cartero al carpintero,
de la mujer que dio un hijo al mundo a
Don Policarpo, el mendigo.
108
El 20 de septiembre de 1944 se editó el libro «Cartas de un cura que
fue padrino de casamiento», una obra que el padre Elizalde dedicó a
sus «recios y queridos muchachos de la Juventud Obrera Católica».
Está estructurado en 3 partes:
1.- Ya se asoma la luna de miel (cartas 1 a 16),
2.- Ya se vino la luna de miel (cartas 17 a 27) y
3.- Ya se aleja la luna de miel (cartas 28 a 38).
Las cartas están dirigidas a Mauricio y Mary, una pareja de novios jocistas, de cuyo futuro casamiento, el cura que escribe será padrino.
A través de todo este montaje de ficción, el padre Agustín llega a la juventud de su época con un libro rebosante de sanos consejos sobre los
más diversos temas, que él trató que fuera “un libro muy sencillo y muy
claro, hasta ameno, si fuera posible, que tratar, con criterio moral, lo
referente a los novios, a los esposos, a los padres y a los hijos, y que lo
pudiera leer cualquier joven, en edad de noviar, con interés y provecho»
(Carta 29), ya que a su juicio, faltaba un libro así hasta ese momento.
Las cuatro últimas cartas del libro, contenidas en la tercera parte, están
referidas al aborto (Cartas 35 «Enséñanos tus alhajas» y 36 «Los argumentos de los criminales»), al divorcio
(Carta 37 «¡Querida; te amo por cinco
años!) y a la educación de los hijos (Carta
38 «¡No basta engendrar!»).
Con respecto al aborto dice concretamente: «…El aborto es el mal del día […]
es un crimen abominable, extremadamente grave, como dice el Papa en su famosa carta “Casti Connubii”. El aborto,
hijos míos, aunque el feto tenga poquísimos días, es un homicidio real ¿Por qué?
Porque desde el primer día de la concepción
vive un hombre […].
109
Cometer directamente un aborto es un pecado extremadamente grave:
es, sencilla y llanamente, un homicidio o filicidio alevosamente perpetrado. […] Los que piensan que interrumpir un embarazo voluntariamente en su comienzo no constituye un crimen, es más que por
ignorancia, por desvergüenza, y la ley lo castiga terminantemente. La
mujer que desprecia voluntariamente el concepto de madre, siempre venerable, es indigna de la consideración de la gente. Su propio decoro debe
obligarla a aceptar la maternidad, más que el temor que impone la ley,
a los graves peligros de su vida al provocar el aborto».
Después cita varios ejemplos de abortos involuntarios para explicar que
no existe en ellos «sombra del menor pecado».
En la carta siguiente, retoma el tema y descalifica uno a uno los argumentos que esgrimen los abortistas.
Hacia el final de las cartas, dedica a sus ahijados Mary y Mauricio unos
sanos consejos acerca de cómo deberán educar cristianamente a sus futuros hijos.
«…El problema de la educación de los hijos es tan complejo que haría
falta un libro entero como éste para exponerlo, y nos quedaríamos cortos. Vamos, entonces, a los puntos esenciales […] Los hijos suelen ser
un reflejo de las virtudes y de los vicios de sus padres. […] En el Santo
Bautismo Dios regala al niño la semilla de todas las grandes virtudes;
ya es mucho dar. Pero los labradores de esa semilla, los encargados de
cuidarla son el papá y la mamá.
Más tarde, llegará la hora de mandar a ese niño a la escuela y a la iglesia;
pero, para eso, pasarán varios años en que todo el peso de la formación
estará radicado en casa. […] Es fantástica la responsabilidad de los padres en aquellos años y especialmente la de la madre, por cuanto el
padre estará casi siempre ausente por razones de trabajo. […] Cuiden
celosamente, a sus más insignificantes detalles el panorama de sus hijos.
110
[…] y llegarán los años de enseñarle al niño el camino de la iglesia; que
lo aprenda pronto! ¡Que conozca pronto los grandes misterios de la fe
que son consuelo, los grandes mandamientos de Dios que son frenos
en la vida, los santos sacramentos que son fuentes de felicidad!
¡Que sepa pronto cuanto lo amó Jesús, y cuanto lo amó María Santísima, y sepa también que tiene un ángel que lo ama y lo custodia siempre!
[…] Llegará también la hora de ir a la escuela. Entonces lo mandarán,
no a cualquier escuela, sino allí donde pueda estar mejor su alma sin
que sea descuidad su inteligencia. Habiendo en el pueblo escuela de sacerdotes, de Hermanos o de Hermanas, esta tendrá que ser la escuela
elegida.
[…] y cuando llegue esa hora […] no vayan a caer en la nefanda extravagancia de aquellos padres de familia que dejan al cura y al maestro
toda la responsabilidad del niño y se echan a dormir ¡no! ¡Mil veces no!
Tengan muy presente que el hogar familiar es la primera iglesia y la
primera escuela del niño; que su padre y su madre son su primer cura
y su primer maestro y jamás deben abdicar ese título, so pena de traicionar la misión sagrada que Dios les encomendó: Preparar hijos cariñosos para ser consuelo y sostén de sus
padres. Ciudadanos valientes para labrar la grandeza de la Patria. Elegidos
para poblar el cielo y gozar todos juntos,
allí eternamente…».
El 30 de octubre de 1946 publica «Cartas de un cura canoso a un muchacho
enamorado»; lo dedica a «las muchachos de la J.O.C. que forjaran mañana la
grandeza de los hogares obreros».
111
El 15 de junio de 1949 se edita
«Cartas de un cura jubilado
y soñoliento», que es un
cuento que narra la historia de
un cura que se jubila por su
avanzada edad, deja la parroquia y se va a vivir con unas
Hermanitas que lo cuidan.
Como no tiene nada que
hacer aprovecha para dormir
por todo lo que no pudo dormir durante su vida activa.
Pero resulta que cada vez que
se duerme sueña con san
Pedro, que lo somete a un juicio previo a su encuentro con
el Señor, y le echa en cara
todos los errores cometidos en la celebración de la liturgia durante su
vida sacerdotal.
Cada vez que se despierta el viejo sacerdote le escribe a su joven reemplazante en la parroquia para contarle cómo lo trató san Pedro y lo
aconseja para que no cometa él los mismos errores. Es una dura autocrítica que muestra su humildad. Termina expresando: «…y cuando
me muera de veras, no te olvides pedir mucho por mí.[…] si un día san
Pedro me dijera que, por haber escrito estas líneas tan sencillas, algunas
almas han conocido un poco mejor y han amado un poco más el culto
de Dios, consideraría grande, muy grande mi premio…somos amigos.
Encontrémonos diariamente en el Manantial. Rogá por mí y quiera
Dios que mi sacrificio que también es tuyo, sea acepto del Padre omnipotente. Agustín B. Elizalde» (Elizalde, Agustín B. pbro.: “Cartas de un
cura jubilado y soñoliento”. Buenos Aires. Difusión. 1949.).
112
El 5 de agosto de 1949, el arzobispado de La Plata, autoriza la impresión de «Cartas
del cura de Cantaclaro».
En 323 páginas y 3 capítulos,
el Padre escribe una suerte de
autobiografía.
Cantaclaro es Ciudadela sin
duda. El cura, llamado León
Bravío (el mismo que luego
va a aparecer en «Y el diablo
se fue al diablo») es él mismo.
La obra comienza con el
Padre León agonizando, que
manda llamar a un joven sacerdote para que sea albacea
testamentario.
Cuando éste llega, el Padre León muere en sus brazos.
El albacea revisa su escritorio y encuentra centenares de cartas recibidas
por el Padre León, cada una con su respectiva contestación.
Las lee, y después de haberlo hecho, toma la decisión de hacerlas editar
en forma de libro por considerar que su lectura puede ser de mucho
provecho. El tema central es la vocación sacerdotal.
Un obra amena y profunda, digna de ser tenida como lectura de cabecera. Surgida de la lucha, las experiencias, los sinsabores y las enormes
satisfacciones espirituales, todo enmarcado en una sola consigna: servir
al Señor.
113
El 10 de mayo de 1955 parece «Y el diablo…se fue al
diablo».
Es la primera de sus dos novelas. El personaje principal
es el hermano Esteban, un
Oblato Diocesano de 21
años que recién ha profesado y es enviado por sus
directivos a un pueblo llamado Longigasta (una mezcla de latín y quichua inventada por el Padre:
Longi=lejano; gasta=lugar;
Longigasta= lugar lejano, en
la provincia de Villaleal.
Cabe aclarar que este Oblato es un laico consagrado, aunque use sotana,
de acuerdo con la usanza de la época reflejada en la ilustración de la
tapa del libro..
Al llegar al pueblo, Esteban, que tiene como amigo y compañero inseparable al fiel Agapito, se encuentra con un ambiente sumamente hostil. El pulpero intendente del pueblo, un borracho consuetudinario y
una prostituta hábilmente manejada por una curandera tratan de complicarle la vida. Es la eterna lucha del bien contra el mal.
De las confabulaciones, las intrigas y los bajos instintos de estos personajes, de la lucha frontal y de las posiciones que paso a paso va ganando
Esteban para poner una esperanza en el final de sus atormentadas vidas:
encontrar el camino que los guíe hacia Dios.
El objetivo principal del Padre al escribir esta novela, es presentar la
consagración laical a Dios como ideal de vida.
114
Expresa la idea que él tenía de las funciones que debía cumplir un
oblato para ayudar en la evangelizaciòn: ir a misionar a pueblos sin sacerdote residente si así lo mandara el obispo, y ser todo para todos: catequista, maestro de canto, enfermero, maestro de primeras letras, etc,
etc.
A pesar de las muchas y enormes dificultades con las que se encuentra
el hermano Esteban logra transformar en pocos meses la vida material
y espiritual de Longigasta. Pero… el Padre aclara que sólo se trata de
una novela, porque en la vida real, las cosas no siempre terminan tan
bien, pero el ejemplo igualmente sirve.
Aquí, el Padre León Bravío es el párroco de una inmensa jurisdicción
en la cual entra Longigasta, pueblo al que, por estar solo , apenas puede
visitarlo una vez al año, por eso, va a implorar mucho la llegada del
Oblato, a quien va a querer como a un hijo, y va a respaldar en todo
momento.
Finalmente, como homenaje póstumo, en octubre de 1956, se publica
«Las Doce», que prologa Mons. Gustavo J Franceschi.
En una de sus párrafos podemos leer: «… El autor de este libro y fundador de los Oblatos y las Oblatas Diocesanos, Padre Agustín B. Elizalde, a quien mucho he conocido, no pretendió aquí efectuar una
historia de lo realizado por sus hijos espirituales. Inteligencia clara que
veía muy bien la obra que debía llevarse a cabo, imaginación despierta
que podía figurarse como sería ella verificada, su propósito fue, sobre
todo, el de abrir primero un rumbo en la fantasía de quienes leyeran
estas páginas para que luego se concretaran en la realidad de los hechos…» (90).
***
90. Elizalde, Agustín B. Pbro.: “Las Doce”. Buenos Aires. Ediciones del Atlántico. 1956.
115
El padre Agustín con su madre y
sus hermanas
116
Capítulo 8
Sus últimos días
Todo estaba preparado; las organizaciones parroquiales cumplían con
las misiones que se le habían asignado. Cientos de hombres y mujeres
junto a sus infaltables «Agapitos» y «Catalinas» lo acompañaban.
En agosto de ese 1956 cumplía 25 años como párroco de Santa Juana
de Arco.
El 31 de julio, en el salón parroquial, se inicia el programa con un concierto y gran despliegue de dirigentes. No faltaron los discursos y el cierre por todos esperado: la palabra de su guía.
El 2, día del aniversario, celebró la Misa de Acción de Gracias. Dos décadas y media residiendo en esa porción territorial que había estado
alejada de la mano del Señor pero que él, se encargó de mandar a uno
de sus siervos más dilectos para reunir a su rebaño disperso.
Todos los que hicieron su primera comunión en Ciudadela, desde la
llegada del padre Elizalde, lo celebraron públicamente comulgando el
domingo 5 de agosto de ese año, de sus propias manos y rogando por
sus intenciones y por su salud.
117
Entre los concurrentes, se contó con la presencia del Dr. Manuel A
Fresco, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, que sentía por
Agustín una singular estima.
El doctor Fresco, durnte su mandato como gobernador le ofreció una
donación para levantar la casa parroquial que, como era su costumbre,
no aceptó.
Junto a cientos de amigos, que eran sus feligreses, se encontraban
Mamá Francisca y su hermana Pepita y su hermana Sor Maria Inmaculada.
Llega el sábado 4. Son las 22:30. El salón desborda de gente. Comparten
la velada de gala que la Junta Parroquial le está ofreciendo al Padre: la
obra de los hermanos Quinteros «Pueblo de las mujeres», con recitados
a cargo del padre Miguel Rourke. Todo era emoción y alegría.
Un verdadero enjambre se mueve en torno al Padre para que todo estuviera acorde con lo planificado. Nada debe faltar. De pronto, se produce lo inesperado, lo incomprensible, lo que nadie hubiese deseado
que sucediese nunca.
Repentinamente, el padre Agustín reclina la cabeza sobre el hombro
de uno de sus invitados y se produce la gran conmoción. Por lo que parece una indisposición es llevado a su casa, porque no puede valerse
por sí mismo. La impresión del público es que está descompuesto por
la emoción y el aire viciado.
Continúa la obra teatral hasta finalizar. Hay sorpresa y consternación
general al conocer el verdadero estado del Padre.
En el trayecto del salón a su casa, al querer darle una mano un oblato
para ayudarlo a caminar, hizo un ademán como para no darle importancia a lo que pasaba, mientras mostraba en sus labios una sonrisa forzada.
118
Un grupo de personas lo llevó en andas hasta su casa. Lo sentaron en
una silla y le tomaron el pulso, mientras su hermana y un seminarista
le preparan la cama.
De inmediato llega un médico, lo revisa y le practica las primeras atenciones.
Llegan más médicos, se forma una junta consultiva, se hace un diagnóstico. Su estado es muy delicado, se duda de su traslado y se espera
al especialista.
Llega el arzobispo que pregunta el diagnóstico del médico y al oírlo se
muestra muy preocupado haciendo un gesto con la cabeza y lamentándose lentamente como queriendo decir: «esto es grave».
El diagnóstico es: derrame cerebral.
Los médicos aconsejan administrarle la Santa Unción.
Alarmada al oír el rezo, su madre que está en el cuarto contiguo, presencia lo que tantas veces había administrado su hijo a otros enfermos.
Las personas que están en la habitación se arrodillan acompañando las
oraciones.
Por el bien del enfermo se desaloja la habitación. Su madre está frente
a la chimenea acompañada de gente que busca consolarla; ella, angustiada, presiente el final inevitable.
El domingo a las 12.30 recibe, de parte del arzobispo de La Plata, monseñor Antonio J. Plaza, la Bendición Papal; a las 13.00, el padre Antonio
Bentivenga le da otra vez la Unción de los Enfermos.
El pueblo todo llora y reza, elevando su plegaria al Señor.
Es trasladado al sanatorio de la Pequeña Compañía de María, en la Capital Federal. Mientras tanto, en su querida Santa Juana de Arco y al pié
de la Virgen de Luján, es expuesto el Santísimo, las 24 horas.
119
El día 15 experimenta una leve mejoría y surge una esperanza.
Pero es solo una ilusión.
El Padre no reacciona como era de esperar y el 16 se agrava, las esperanzas son remotas.
El 17, a las 7.30, emprende el camino hacia el encuentro con el Padre
Dios.
Sus restos son velados a partir de las 11.30 y expuestos a la veneración
del pueblo. Su madre y sus hermanas lloran en silencio. A las 13.45 se
celebra la Misa de Requiem.
El desfile es incesante: ricos y pobres; católicos y comunistas, obreros y
empresarios; niños y ancianos; funcionarios y dignatarios de la Iglesia;
todos quieren estar presentes juntos al profeta, el mensajero de la fe y
la esperanza.
El 18, monseñor Plaza presidió los funerales y el féretro con sus restos
salió a las 16.00, para llegar a su destino provisorio: el cementerio de
San Justo en la bóveda de la familia Marcón. Hasta en eso se asemejó
al Señor; lo pusieron en un sepulcro prestado.
Se encontraban: el embajador de Francia, miembros de la junta Consultiva Nacional, dirigentes del partido Demócrata Cristiano y representantes de círculos católicos.
Hicieron uso de la palabra, entre otros, el Dr Raimundo Podestá (representando los fieles de Buenos Aires); Francisco Taborda (núcleo cívico de Ciudadela); cerrando la lista de oradores el superior general de
los Oblatos Diocesanos, Alberto S. Bernal.
El 11 de febrero de 1957, Pío XII creó 10 nuevas diócesis a partir de la
división de la Arquidiócesis de La Plata. Una de esas nuevas diócesis es
la de Morón, cuyo primer obispo es monseñor Miguel Raspanti.
120
San Justo pasa a integrar esta diócesis, por lo tanto, corresponderá a
Monseñor Raspanti encabezar el multitudinario cortejo que el 17 de
agosto de 1957, al cumplirse el primer aniversario de la muerte del
Padre acompañará el traslado de sus restos desde el cementerio de San
Justo hasta la Parroquia Santa Juana de Arco.
***
Monumento en la Casa San Esteban.
121
Parroquia Santa Juana de Arco (interior del templo).
122
Palabras del autor
del trabajo de investigación
Después de leer este libo, se puede llegar a la conclusión de que, desde su
infancia y hasta su partida, el padre Agustín B. Elizalde vivió para la gloria de Dios. Su formación, sumada a su inteligencia y la capacidad para
asimilar el trabajo y encarar todos los días una nueva propuesta, estaban
fundadas y respondían a un mandato que sólo por inspiración divina
podía darse. La presencia de la Providencia era innegable, surgía permanentemente y se manifestaba de su propio interior, como dando testimonio
de que sólo estaba allí para dar respuesta a necesidades que sobrepasaran
la capacidad humana de enfrentarlas.
Vivió la sencillez de ser buen cristiano, buen hijo, buen sacerdote y buen
pastor. Dio frutos en abundancia; creó una comunidad de fe y de amor,
casi milagrosamente. Enseñó, educó, formó y santificó. Proféticamente,
leyó los signos de los tiempos en las necesidades sociales de su gente. Hizo
normalmente lo extraordinario y vivió extraordinariamente lo normal.
El padre Agustín conjugó la realidad difícil de su tiempo y lugar, con la
visión profética del futuro. Intuitivo, ágil, dotado de dones naturales, regó
y fecundó con sus sufrimientos físicos y morales (precaria salud y difamaciones envidiosas) un campo árido que dio fruto abundante y trajo bendiciones de lo alto.
123
Predicador eximio de retiros, ejercicios espirituales y misiones, su púlpito
era la cátedra desde donde proclamó la verdad y la vida. Claridad, sana
doctrina, fuerza y luz para miles de personas que ávidamente siguieron
sus pautas de hombre sabio de las cosas de Dios, y corazón abierto para
los de buena voluntad.
El día de su partida, su pueblo estuvo junto a él , más junto y más cerca
que nunca. Todos los sectores, todas las condiciones sociales, todas las
ideas, rendidas en el homenaje último. Vive en cada una de esas obras y
su palabra y su ejemplo orientarán para siempre el futuro de su comunidad y sus fundaciones.
Hugo Adamoli, Oblato Diocesano
124
Cronología de algunos hechos salientes
de la vida del padre Agustín B. Elizalde
en paralelo con algunos hechos históricos
de la Argentina y del mundo.
1901
Agustín Gabriel Bonney Elizalde nace
en Biarritz (Francia) el 2 de junio.
1913
Viaja a Lourdes con su familia.
1914
Ingresa en el Seminario Menor de
Hasperren (Navarra) luego pasa al de
la ciudad de Nay.
1914
Estalla la primera guerra mundial.
1918
Termina la guerra.
1919
Agustín ingresa en el Seminario
Mayor de Bayona.
125
1922
Marcelo T. de Alvear sucede a Irigoyen
en la presidencia de la Argentina.
1924
El 20 de diciembre Agustín es ordenado
sacerdote en la Catedral de Albi.
1928
1928
El 22 de marzo, el padre Agustín llega a
la Argentina, invitado por el padre Ramón Elgart y se establece en Concordia,
Entre Ríos.
Hipólito Irigoyen inicia su segundo período presidencial.
1928-31
El Padre Agustín se desempeña como secretario privado de monseñor Juan P.
Chimento, obispo auxiliar de La Plata.
1930
El 6 de septiembre derrocan a Irigoyen
y asume la presidencia el Gral. Uriburu.
1931
• El 17 de julio es nombrado capellán vicario de Santa Juana de Arco, en Ciudadela y el 2 de agosto toma posesión .
• El 23 de agosto publica el primer número de «La Voz de Ciudadela».
1932
1932
• Fiesta de las Vocaciones (3 de enero).
• El 25 de febrero se inaugura el Colegio
Santa Juana de Arco.
• En mayo funda la capilla Santa Teresita.
El 12 de octubre asume la presidencia
argentina el General Agustín P. Justo.
126
1932 (cont.)
• En julio funda la Hermandad de las
Ánimas, para rezar por los difuntos.
• En octubre comienza la santa misión.
• En diciembre llegan las Hermanas
de la Inmaculada Concepción.
1933
• En enero llegan los Hermanos de la
Sagrada Familia.
• En abril funda el Taller para pobres
de la Inmaculada Concepción.
1935
• En marzo funda la escuela hogar.
• En mayo funda el Hogar San José.
1936
1935
En febrero, mons. Chimento, obispo auxiliar de La Plata, es nombrado obispo de la
diócesis de Luján-Mercedes.
• En marzo, hace el traslado del
Hogar San José y la segunda fundación..
• En mayo funda la Capilla San Francisco Javier, en Ramos Mejía.
1938
1938
• El 15 de junio publica «Cartas de un
cura comunista a un señor muy rico
y muy sordo».
• El 19 de marzo se inaugura Santa
Juana de Arco.
• El padre Agustín funda un comedor
que se inaugura el 28 de septiembre.
• El 27 de junio muere mons. Alberti, arzobispo de La Plata.
• El 12 de octubre asume como presidente
el doctor Roberto M. Ortiz.
127
1939
1939
En julio, el Padre publica «Cartas de un
cura de arrabal a su buena gente».
El 1º de septiembre, Alemania invade
Polonia y comienza la 2ª Guerra Mundial.
1940
• Alemania le declara la guerra a Francia.
• En febrero, se crea la parroquia Nuestra
Señora de Lourdes, en Ciudadela Sur.
1941
1941
Santa Juana de Arco es elevada al rango
de parroquia.
Elizalde publica un artículo sobre la caridad, respondiendo a un pedido universal del Pío XI.
1942
El Dr. Ortiz renuncia a la presidencia y
fallece al poco tiempo. Asume la presidencia el doctor Castillo.
1943
1943
El 26 de septiembre comienza la «Santa
Misión» en Ciudadela.
Golpe militar el 4 de junio. Derrocan a
Castillo y asume el Gral. Rawson, al poco
tiempo lo reemplaza el Gral. Ramírez.
1944
1944
El 26 de septiembre Elizalde publica
«Cartas de un cura que fue padrino de
casamiento».
Argentina le declara la guerra a Alemania. El Gral. Farrel asume la presidencia.
128
1945
El padre Agustín funda la Obra Eucarística de los Enfermos y la Hostería
del Niño Jesús.
1945
Termina la segunda guerra mundial.
1946
• Del 22 al 25 de agosto se realiza el
Primer Congreso Vocacional Parroquial.
• El Padre publica «Cartas de un cura
canoso a un muchacho enamorado».
1946
• El 4 de junio asume la presidencia de la
República Argentina el coronel Perón.
• El 21 de agosto, el padre Joseph Cardijn,
fundador de la J.O.C., visita Ciudadela.
• El 20 de diciembre fallece monseñor
Chimento.
1947
El Padre celebra el centenario del Apostolado de la Oración.
1949
1949
• El 15 de junio el Padre publica «Cartas de un cura jubilado y soñoliento» y el 5 de agosto «Cartas del
Cura de Cantaclaro».
• Envía al arzobispado de La Plata un
proyecto para crear cinco nuevas
parroquias a partir de una parte de
la jurisdicción parroquial de Santa
Juana de Arco.
Reforma de la Constitución Argentina.
Se introduce la cláusula de la reelección.
1951
1951
• Periplo por Europa. El 26 de febrero
lo recibe en entrevista Pío XII.
• El 15 de agosto funda el Instituto Secular de los Oblatos Diocesanos.
En noviembre, el Coronel Perón es reelecto para una segunda presidencia.
129
1952
El 4 de junio asume la presidencia el General Perón y el 26 de julio fallece Eva
Duarte de Perón.
1954
El 11 de febrero, el padre Agustín funda
el Instituto Secular de las Oblatas Diocesanas.
1955
1955
• El 11 de febrero el Padre funda San Esteban, en el partido de Cañuelas.
• El 10 de mayo, publica «… Y el diablo…se fue al diablo».
• Intento de derrocamiento de Perón el
16 de junio. Quema de iglesias.
• El 16 de septiembre derrocan a Perón
y asume el Gral. Lonardi.
• En noviembre Antonio J. Plaza, asume
como arzobispo de La Plata.
• Lonardi es destituido y lo reemplaza el
Gral. Aramburu.
1956
• El 4 de agosto, el Padre sufre un ataque
de hemiplejia durante los festejos de
sus 25 años como párroco en Ciudadela.
• El 17 de agosto fallece a los 55 años, en
el Sanatorio de la Pequeña Compañía
de María en la Capital Federal.
En octubre, a dos meses de su muerte, se
publica «Las Doce» su obra póstuma con
prólogo de Monseñor Franceschi.
130
BIBLIOGRAFIA
• Cartas del Padre Elizalde a su familia:
• Desde la escuela San José de Hasperren 28/7/1913.
• Desde Lourdes a su padre. 19/171914.
• Relato sobre su partida de la casa paterna desde el colegio San José,
de Hasperren. 9/5/1915.
• Desde Bayona. 7/12/1919.
• Desde Bayona. 11/12/1919.
• Desde Bayona. 31/12/1919.
• Desde Bayona. 9 y 10/4/1920.
• Desde Bayona. 6/3/1921.
• Desde la Abadía de San Benito de Encalat. 9/12/1924.
• Desde Entre Ríos. 21/6/30.
• Desde Entre Ríos. 21/7/1930.
• Desde La Plata (Bs. As.) 6/3/1931.
• Desde Laprida (Bs. As.) 13/571931.
• Desde La Plata 17/7/1931.
• Desde Ciudadela (Bs. As) 6/8/1931.
• Desde Ciudadela (Bs. As.) 15/9/1931.
• Desde Ciudadela (Bs. As.) 4/4/1932.
• Desde Ciudadela (Bs. As.) 26/4/1932.
• Desde Ciudadela (Bs. As.) 26/7/1933.
• Cartas del P. Elizalde a la Rvda. Madre Mercedes Pacheco:
131
• Desde Concordia, Entre Ríos. 10/4/1929.
• Desde La Plata. (Bs. As.) 28/12/1929.
• Desde Salta Argentina. 9/6/1930.
• Desde Salta Argentina. 23/971932.
• Desde Ciudadela.
• Carta del P. Elizalde a un sacerdote. 5/7/1929.
• Carta del P. Elizalde a Mons. Antonio Solari desde Tercis-Les-Bains
(Francia) 27/6/1950.
• (Carpeta “Correspondencia del P. Elizalde”. Archivo personal del Sr.
Onofre Pighín O.D.).
Testimonios orales:
• Onofre Pighín, Alberto Bernal y Reimundo Cepeda (Oblatos Diocesanos).
Testimonios escritos:
• De Mons. Emilio Bianchi Di Cárcano. 19/8/1956.
• Discurso de Alberto Bernal O.D. con motivo del traslado de los restos
del P. Elizalde a Ciudadela. 17/8/1957.
• Carta de la Sra. María Luisa Garat de Grandval a Mons. Antonio F.
Gatti.
• Discurso de Alberto Bernal O.D. al inaugurarse en Cañuelas un busto
del P. Elizalde. 11/2/71.
• Discurso de Alberto Bernal en las bodas de oro sacerdotales del P. Elizalde y en ocasión de ponérsele su nombre a una calle de Cañuelas.
17/12/1974.
132
• Carta de Alberto Bernal a María Irene Mendoza. 17/1/1984.
• Carta de Alberto Bernal a María Ester Córdoba. 18/1/1984.
• Carta de Mons. Miguel A. Bazán a Alberto Bernal O.D. 14/3/1990.
• Monografía “Mini-Noticia sobre el P. Elizalde y la J.O.C.” 3/11/1992.
• Testimonio de “La Portuguesa”. S/F.
• Testimonios de la Familia Oblatina: César Oliveira y Bernardo Valdés
(Paraguayos); Ernesto Zuñiga Folch, Mario Palma Moreno, Rodolfo
Cañas, Humberto Almonacio, Héctor González (Chilenos); Bernabé
Moreno, Víctor Lizardo, Miguel Angel Martínez, Rodolfo Fracchia,
Rubén Noseda, Pedro Lucas Moreno, Martín Subiri, José Oscar Furlani, Reimundo Cepeda, José Cortéz, Tomás Tissera, Alberto S. Bernal, Oscar J. Giaccone y Juan Carlos De Piazza (Argentinos);
Waldemar Gerinaldy Madeira (Brasileño) y Julio Tinta (Peruano)
sobre los últimos días del P. Elizalde, escritos entre el 4 y el 17/8/1956.
(Archivo Oblatos Diocesanos).
• Folletos, opúsculos, cuadernillos y apuntes.
• Renauld, Ismael S.: “Semblanza del Padre Agustín B. Elizalde”. 1990.
• Elizalde, Agustín B. Pbro.: “El Apostolado”. 1938.
• Díaz, Antonio, Bernal, Alberto y Pighín, Onofre, O.D.d.d. “Escritos
del P. Elizalde” 1973.
• Cabrera, J.O.: “Apuntes sobre la vida del Padre Agustín B. Elizalde”
1996. (Archivo Pighín)
• Díaz, Juan Francisco o.d.s.; Luján Farías, Raquel; López, Achával Carlota; Córdoba, María Ester,; Dufour, Lía y Moroni, Marta: “Padre Elizalde, espiritualidad de nuestro fundador”. 1984. (Archivo Oblatos
Diocesanos).
• Cuadernillo “Desviaciones de nuestras costumbres”. 1945.
133
• Artículos periodísticos: “Erase una vez…” en “La Verdad”, semanario
parroquial de Cañuelas. Año XL-2448. 1/8/1981.Dir.: Antonio F. Gatti.
Autor: A.S.B.
• Elizalde, Agustín B. Pbro.: “Rompiendo moldes viejos” en Revista
“Criterio”. Nro 1225-26. Págs...915-916. 23/12/1954. Año XXVII. Directores: Mons. Gustavo J. Franceschi y Pbro. Luis R. Capriotti.
Libros:
• Elizalde, Agustín B. Pbro.: «Cartas de un cura comunista a un señor
muy rico y muy sordo». Bs. As. Difusión. 1938.
• «Cartas de un cura de arrabal a su buena gente». Bs. As. Difusión.
1939.
• «Cartas de un cura que fue padrino de casamiento». Bs. As. Difusión.
1944.
• «Cartas de un cura canoso a un muchacho enamorado». Bs. As. Difusión. 1946. Colección Sed hombres.
• «Cartas de un cura jubilado y soñoliento». Bs. As. Difusión 1949. Viñetas de Duilio Barbieri. Carátula de Pedro Gutiérrez.
• «Cartas del cura de Cantaclaro». Bs. As. E.D.L.A. 1949. Dibujos de
Romualdo Baamonde.
• «Y el Diablo… se fue al diablo». Bs. As. Ediciones Paulinas. 1960. Tercera edición. Ilustraciones de Aldo Baamonde.
• «Las Doce». Bs. As. Ediciones del Atlántico. 1956.
• Cabrera, José Oscar, profesor: «Agustín Gabriel Bonney Elizalde, vida
y obra de un profeta». Bs. As. Creativos Argentinos. 1988
***
134
Índice
Prólogo (Onofre Pighín) ........................................................................ 3
Palabras de Hugo Adamoli .................................................................... 5
Introducción (Alberto S. Bernal) .......................................................... 7
Capítulo 1 - Desde su nacimiento hasta su ordenación
sacerdotal (1901-1924) ..................................................... 9
Capítulo 2 - Desde su llegada a la Argentina hasta su traslado
a Ciudadela (1928 - 1931) ............................................. 17
Capítulo 3 - Su vida en Ciudadela (1931 - 1956) .............................. 23
Algunas obras .................................................................. 29
Capítulo 4 - Un sacerdote fecunda, un fundador ............................. 55
Obras apostólicas ............................................................ 60
La fundamentación de su trabajo apostólico .............. 69
Los Oblatos Diocesanos ................................................. 72
Capítulo 5 - Un párroco excepcional.................................................. 77
Su fidelidad a la Iglesia .................................................. 91
La preocupación educativa del Padre Elizalde ........... 97
Capítulo 6 - Anecdotario personal del Padre Elizalde ................... 101
Capítulo 7 - Su obra literaria: periodista y escritor ........................ 107
Capítulo 8 - Sus últimos días ............................................................ 117
Palabras del autor del trabajo de investigación ........ 123
Cronología comparada ................................................. 125
Bibliografía .................................................................... 131
135
Este libro se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos
de La Imprenta Digital. Melo 3711 - Florida, Buenos Aires, Argentina
Primera edición - Enero de 2014
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