Contenido 1.PRESENTACIÓN........................................................................... 2 2. CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DE ARAGÓN A LOS FIELES CRISTIANOS SOBRE LA VOCACIÓN AL APOSTOLADO SEGLAR.......... 3 3. CRÓNICA DEL II ENCUENTRO DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN ........................................................ 5 4. RADIOGRAFÍA DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN (2014)........................................................................... 7 5. PONENCIA “CRISTIANOS LAICOS: APÓSTOLES Y SANTOS, DISCÍPULOS Y MISIONEROS. LA VOCACIÓN CRISTIANA, VOCACIÓN AL APOSTOLADO”............................................................................ 10 6. TALLERES SOBRE LA VOCACIÓN APOSTÓLICA, EN EL II ENCUENTRO DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN................................................................................. 32 7. PRESENTACIÓN DE EXPERIENCIAS DE LAS DIÓCESIS DE ARAGÓN............................................................. 36 8. ORACIÓN FINAL DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “EVANGELII GAUDIUM”. PAPA FRANCISCO....................................................................... 49 Pag. 2 1. PRESENTACIÓN Carlos Escribano Subías, obispo y presidente de la Comisión regional de apostolado seglar Con motivo del 25 aniversario de la Exhortación “Christifideles Laici” de San Juan Pablo II, tuvimos la oportunidad de celebrar el “II Encuentro del laicado cristiano en Aragón” bajo el lema “Id también vosotros a mi viña”. En la intención de los organizadores, los Delegados de Apostolado Seglar de las Diócesis Aragonesas, se albergaba la esperanza de que las enseñanzas de aquel magnífico documento, sobre la vocación cristiana y el apostolado de los laicos, no perdiesen actualidad. Fue un encuentro gozoso, con una rica ponencia dictada por Doña Lourdes Azorín, unos talleres de trabajo y unas interesantes experiencias apostólicas que sin duda nos enriquecieron a todos los participantes. Hay que dar gracias a Dios por el encuentro realizado el pasado 24 de mayo de 2014. Gracias a los organizadores y a los participantes de todas las diócesis aragonesas. Y, en especial, dar gracias por todos los seglares, hombres y mujeres, que en nuestras diócesis están abriendo su corazón a la fuerza del Espíritu y están dan dando testimonio de su fe en su servicio generoso a la Iglesia y a los hermanos haciendo realidad la llamada del Papa Francisco que nos exhorta a ser Evangelizadores con Espíritu, es decir “evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” (EG. 259). La toma de conciencia de ser evangelizadores con Espíritu es un reto que compete a todos los bautizados. Estamos ante uno de los grandes desafíos que tiene la Iglesia en este momento. Es cierto que ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Pero, como recuerda el Papa Francisco (cfr. EvG 102), esta toma de conciencia es todavía desigual y, en muchas ocasiones deficiente, también en nuestras diócesis, en nuestros laicos y en nuestros movimientos y asociaciones. Por eso debemos seguir redescubriendo y alentando la vocación y el papel de los laicos en la tarea evangelizadora de la Iglesia en este momento. Es un reto apasionante al que debemos dar respuesta también en nuestra tierra y en nuestras Iglesias diocesanas. San Juan Pablo II en los últimos puntos de la Christifideles Laici, nos decía: “Una grande, comprometedora y magnífica empresa ha sido confiada a la Iglesia: la de una nueva evangelización, de la que el mundo actual tiene una gran necesidad. Los fieles laicos han de sentirse parte viva y responsable de esta empresa, llamados como están a anunciar y a vivir el Evangelio en el servicio a los valores y a las exigencias de las personas y de la sociedad”. Espero que el contenido de esta pequeña publicación nos ayude a seguir reflexionando sobre la importancia que tiene la vocación apostólica de los laicos y a potenciar el apostolado, tanto el que cada fiel cristiano puede y debe desarrollar de forma individual, como el apostolado asociado que tiene una particular importancia por manifestar «mejor la comunidad de la Iglesia» y por resultar «más eficaz» en las circunstancias de la sociedad en que vivimos (cf AA 20). + Carlos Escribano Subías Obispo de Teruel y de Albarracín Presidente de la Comisión regional de apostolado seglar Pag. 3 2. CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DE ARAGÓN A LOS FIELES CRISTIANOS SOBRE LA VOCACIÓN AL APOSTOLADO SEGLAR (Con motivo de la convocatoria del II Encuentro de laicos de Aragón, el 24 de mayo de 2014) El pasado 24 de noviembre de 2013, Domingo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el Santo Padre el Papa Francisco clausuraba en Roma, junto con las Iglesias particulares de todo el Orbe, el Año de la fe. Siguiendo las huellas del Siervo de Dios, el Papa Pablo VI, y del Beato Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI convocó en 2011 el Año de la fe para que el Pueblo de Dios rememorara con exactitud el contenido de la fe y, sobre todo, testimoniara la persona de Jesucristo, en su doble naturaleza divina y humana, que es lo que hay que creer (objeto de la fe), a quien hay que creer (motivo y causa de la fe) y a quien hay que seguir con la mente y con el corazón en vida y en muerte (causa final de la fe); para que la fe se purificara, tanto en su objeto (fides quae) como en su acto (fides qua), contemplándola a la luz del Concilio y del Catecismo de la Iglesia; y, para que, revitalizada y purificada, fuera confesada plenamente de nuevo y anunciada con fuerza y vigor a todas las gentes (Nueva Evangelización). Y, tras la clausura del Año de la fe, ha venido el Adviento, cuya tercera semana comienza hoy y uno de cuyos contenidos capitales es la conversión a la fe verdadera. En el horizonte, pues, del Año de la fe y de la llamada a la conversión que nos dirige el Adviento convirtámonos, y convirtámonos a Cristo, núcleo de nuestra fe, y a su Iglesia, cuya necesidad para la salvación de los hombres fue afirmada por el propio Cristo. ¿Qué hemos de hacer los cristianos después del Año de la fe? ¿Qué han de hacer los consagrados: religiosos y seculares? ¿Qué habremos de hacer los sacerdotes, partícipes, por medio de los grados sacerdotales del sacramento del Orden, del sacerdocio ministerial del Señor? Y, finalmente, ¿qué han de hacer los fieles laicos? A todos nos pide Cristo, en el fondo, la misma cosa: que, anunciando el Evangelio a todos los hombres, contribuyamos a su santificación mientras que obtenemos también nosotros, heraldos del Evangelio, el don de la santidad. Ahora bien, la misión de transmitir la fe y de vivirla cobra un carácter distinto en los cristianos según el estado o la vocación que cada uno haya abrazado en la Iglesia siguiendo la voluntad de Dios. Así las cosas, los obispos de las Iglesias particulares de Aragón hemos creído oportuno dirigir una palabra de aliento, en este tiempo inmediatamente posterior a la clausura del Año de la fe, a todos los fieles cristianos, pero de un modo especial a los fieles cristianos seglares, a los laicos, aprovechando la feliz coyuntura del cumplimiento, en 30 de diciembre de este año, del XXV aniversario de la publicación de la exhortación apostólica post-sinodal “Christifideles laici”. En efecto, “fieles cristianos seglares” fue el título dado por Juan Pablo II a aquella tan magnífica exhortación apostólica post-sinodal en la que nos ofreció el fruto del Sínodo general de los obispos sobre la vocación cristiana y apostólica de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Han pasado veinticinco años desde entonces y creemos conveniente traer de nuevo a la memoria las enseñanzas de aquella exhortación exhortación apostólica con la que el Papa Pag. 4 quiso desarrollar la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la vocación cristiana y apostólica de los laicos cristianos. Traemos aquéllas a la memoria con la intención de avivar en nuestras Iglesias diocesanas la vocación al apostolado, que está indisolublemente unida a la existencia cristiana. En este sentido, las enseñanzas del Concilio son muy precisas e interpelantes, «porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros pasivos, de igual manera ocurre en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Son tan estrechas la conexión y la trabazón de los miembros en este Cuerpo, que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe ser tenido como inútil para la Iglesia y para sí mismo» (AA 2). A lo largo del Año de la fe y siguiendo la invitación del Papa Benedicto XVI, hemos vuelto a meditar los textos conciliares. Creemos que dar un nuevo impulso a la vocación apostólica de nuestros fieles cristianos ha de ser un fruto precioso de la celebración de este Año singular. Por ello os invitamos, muy queridos hermanos y hermanas, hijos e hijas, a reflexionar sobre el vigor que actualmente tiene en vosotros la vocación apostólica, a confrontaros con las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre este punto y a buscar, con la participación de todos, iniciativas que nos lleven a impulsar el apostolado, tanto el que cada fiel cristiano puede y debe desarrollar de forma individual como el apostolado asociado, que tiene una particular importancia por manifestar «mejor la comunidad de la Iglesia» y por resultar «más eficaz» en las circunstancias de la sociedad en que vivimos (cf AA 20). Entre los muchos retos que tienen nuestras Iglesias, la promoción del apostolado asociado no es el menor. Es preciso que, conforme a la llamada del Concilio Vaticano II y de la exhortación apostólica “Christifideles laici”, el apostolado seglar asociado recobre vitalidad y se aplique con decisión a secundar los objetivos que la Iglesia le propone para la propagación del Reino de Cristo y para la vida del mundo. Os convocamos, pues, a secundar las tareas que las Delegaciones de Apostolado Seglar de nuestras Diócesis aragonesas os van a proponer para el presente curso, con la intención de llegar a un Encuentro regional el sábado, día 24 de mayo de 2014, en Zaragoza, que sirva para impulsar en todos vosotros la vocación apostólica. Con gran fe en vosotros y con gran amor a vosotros os impartimos la bendición de Dios. III Domingo de Adviento, 15 de diciembre de 2013 † Manuel Ureña Pastor, arzobispo de Zaragoza † Alfonso Milián Sorribas, obispo de Barbastro-Monzón † Carlos Escribano Subías, obispo de Teruel y de Albarracín † Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y de Jaca † Eusebio Hernández Sola OAR, obispo de Tarazona Pag. 5 3. CRÓNICA DEL II ENCUENTRO DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN Comisión regional de Apostolado Seglar El día 24 de mayo de 2014 , tuvo lugar en Zaragoza el II Encuentro del laicado cristiano de Aragón con el lema “Id vosotros a mi viña”, al que asistieron unos 280 personas, entre ellos 4 obispos (D. Manuel, D. Elías, D. Carlos y D. Alfonso), un representante de la Conferencia episcopal, D. Antonio Cartagena, y sacerdotes, religiosos y laicos de todas las diócesis de Aragón, incluida la de Jaca. Hacía 10 años que no hacíamos un encuentro interdiocesano de esta naturaleza, y en esta ocasión quisimos profundizar en el hecho de que nuestra vocación cristiana nos tiene que llevar al apostolado y al compromiso en las realidades temporales. Además de celebrar la fe y la eucaristía, reflexionar conjuntamente y compartir unas emocionantes experiencias desde cinco diócesis, valoramos que fue un momento privilegiado para que los laicos cristianos de Aragón pudiésemos convivir, conocernos mejor y apreciarnos más, como hermanos que somos en la fe. Recogiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la iglesia y la participación del laicado como sujeto eclesial de su misión en el mundo, así como las urgencias señaladas por el Sínodo de 2012 para la nueva evangelización y, de un modo particular, las incisivas llamadas del papa Francisco a “salir” decididamente hacia la evangelización, nuestros obispos convocaron este Encuentro el 15 de diciembre de 2013 mediante la carta pastoral que precede a esta crónica. Al mismo tiempo, con este Encuentro quisimos conmemorar los 25 años de la publicación de la exhortación apostólica “Christifideles laici” de San Juan Pablo II que viene a ser la carta magna del laicado católico y que a lo largo de 2014 la C.E.A.S., nos propone leerla desde la “Evangelii Gaudium” del papa Francisco, para conseguir auténticos evangelizadores con Espíritu en nuestras comunidades, parroquias y asociaciones, como nos re­clama el papa. En cuanto al desarrollo del Encuentro, D. Julio Marín, delegado de apostolado seglar de Teruel-Alabarracín, coordinó los actos litúrgicos y D. Angel Lorente, delegado de Zaragoza hizo de “conductor” de las diversas actividades. Por su parte, D. Carlos Calvo, delegado de apostolado seglar de Huesca presentó una radiografía del Laicado Cristiano de Aragón con interesantes datos, a partir de los cuestionarios trabajados en las diócesis en el primer trimestre. A continuación, tuvo lugar la ponencia La vocación cristiana es vocación al apostolado, a cargo de Dª Lourdes Azorín, médico y miembro de Acción Católica General, presentada por D. Pedro Escartín, delegado de Barbastro-Monzón. Tras la comida, por la tarde se trabajó en grupos con una metodología de Talleres para, a partir de la citada ponencia, plantearnos cómo podemos suscitar o incrementar la vocación apostólica de diversos colectivos cristianos: los cristianos de Misa dominical, los que participan en las tareas y misión de la parroquia, los miembros de los movimientos y asociaciones apostólicas y los que participan en el voluntariado cristiano. A continuación, se presentó un Panel de experiencias que gustaron mucho y hasta emocionaron por su contenido y por la forma de comunicarlas, destacando la presencia de laicos jóvenes en esa presentación: el Gesto diocesano con las víctimas de la crisis (diócesis de Zaragoza), el apoyo de militantes jóvenes de A.C.G. a los confirmandos (diócesis de Huesca), los animadores de la Comunidad en parroquias rurales en las celebraciones dominicales sin presbítero (diócesis de Barbastro- Pag. 6 Monzón) y la llamada a jóvenes para volver a encontrarse con la Iglesia (diócesis de Teruel y Albarracín). Concluyeron las experiencias con una intervención de Alba, como delegada episcopal de Pastoral Juvenil de Zaragoza. Concluyó este II Encuentro con la oración final, unas palabras de clausura y envío hecho por el Sr. Arzobispo, D. Manuel Ureña, quien entregó como signo de envío un marcapáginas con un texto del Vaticano II sobre los laicos. Damos gracias a Dios por este II Encuentro interdiocesano de laicos de las iglesias de Aragón y le pedimos que nos ilumine para seguir avanzando en corresponsabilidad y misión en nuestras diócesis, a partir de todo lo que hemos aprendido y compartido entre nosotros. Gracias también al colegio Santo Domingo de Silos por todas las facilidades que nos dio. Deseamos que este folleto que ahora ponemos a disposición de nuestras diócesis contribuya a despertar y consolidar la vocación apostólica de los laicos cristianos de Aragón. Para ello hemos recogido las intervenciones del II Encuentro: la radiografía del laicado en Aragón, la ponencia de Lourdes Azorín, las principales conclusiones de los Talleres y las experiencias diocesanas de vocación apostólica. En el punto nº 6, tras las sugerencias que aportaron los cuatro talleres sobre cómo despertar vocaciones apostólicas, ofrecemos un breve cuestionario al lector de este folleto, con el fin de que él también quede interpelado. Finaliza esta publicación con una oración que invitamos a rezar tras la realización de ese cuestionario, dedicada a la Virgen como “estrella de la nueva evangelización”, en palabras del papa Francisco. Que ella nos guíe para que los laicos y laicas de las diócesis de Aragón seamos ahora y siempre “cristianos laicos, iglesia en el mundo.” Zaragoza, 24 de mayo de 2014 LA COMISIÓN REGIONAL DE APOSTOLADO SEGLAR: Angel Lorente, Delegado de Zaragoza Pedro Escartín, Delegado de Barbastro-Monzón Julio Marín, Delegado de Teruel y Albarracín Carlos Calvo, Delegado de Huesca José María Sánchez, Delegado de Tarazona Pag. 7 4. RADIOGRAFÍA DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN (2014) Presentó: Carlos Calvo, delegado de apostolado seglar de Huesca Para iniciar juntos un proceso de reflexión preparatorio del II Encuentro y disponer de datos actualizados, la Comisión regional de Apostolado Seglar consideró imprescindible partir de la realidad de cada diócesis, valorándola críticamente, pero destacando todo lo positivo de las últimas décadas de actividad del apostolado seglar en Aragón. Por eso planteamos un cuestionario con la metodología establecida en el Decreto Apostolicam actuositatem el cual nos invita siempre a partir de la realidad que vivimos (Ver-Juzgar-Actuar). Invitamos a analizar y valorar nuestra realidad sin pesimismo, con el fin de compartir los datos recabados, invitar al debate y la reflexión en nuestras comunidades y parroquias, con el fin de afianzar nuestra identidad de cristianos laicos para abrir nuevos horizontes a nuestros movimientos y asociaciones laicales en el II Encuentro. Con los cuestionarios recibidos, la Comisión regional de Apostolado seglar ha hecho un análisis y valoración de la realidad en la que se encuentra el laicado asociado y no asociado en las parroquias y los movimientos apostólicos, ajustado a la realidad, valorando los avances, pero también las dificultades que tenemos, con vistas a abrir horizontes y renovar nuestra vocación apostólica. Los cuestionarios fueron dirigidos a laicos asociados, laicos de parroquias, religiosos y sacerdotes de todas las diócesis de Aragón. Se remitieron dos modelos de cuestionarios: unos dirigidos a las parroquias y otros a las asociaciones laicales y movimientos apostólicos que están presentes y comprometidos con la vida diocesana. En cuanto a las respuestas para hacer una síntesis interdiocesana a partir de los dos modelos de cuestionarios cumplimentados en febrero-marzo de 2014, enviaron el cuestionario cumplimentado: • 96 parroquias (aproximadamente un 10% del total) • 45 Asociaciones y Movimientos de todas las diócesis. Aunque el porcentaje pueda parecer bajo, el hecho de que el número sea importante, bastante homogéneo por diócesis, y que haya mucha coincidencia en las respuestas, nos lleva a pensar que el contenido es bastante significativo sobre cómo nos vemos los laicos de Aragón “desde dentro”. 1. Participación de los laicos en la parroquia • Misa dominical: varía mucho entre ciudad y pueblos. En la mayoría de los casos, aproximadamente un 10% de la población (500-800 personas por parroquia en ciudades) • Colaboración en las tareas parroquiales: entre 15 y 100 por parroquia (aproximadamente un 10% de los asistentes a la misa dominical) 2. Tareas apostólicas de los movimientos Las tareas más habituales en las asociaciones laicales y en los movimientos apostólicos son las siguientes: • Colaboración vida parroquial (catequesis, caridad, liturgia) • Testimonio cristiano en la vida social, familiar y profesional Pag. 8 • • • • Voluntariado y caridad Formación cristiana de laicos Animación de grupos de jóvenes y niños Actuaciones en el ámbito social 3. Aspectos POSITIVOS que se detectan en la situación del laicado hoy Ofrecemos el siguiente cuadro para comparar los aspectos comunes y los diferentes, detectados en las respuestas de parroquias y movimientos, en las cuales apreciamos lo siguiente: Cuestionarios de Parroquias • Constancia y fidelidad de las personas que acuden y participan en la parroquia • Disponibilidad y dedicación • Formación, crecimiento en la Fe • Aumento de personas que colaboran • Apertura a otros grupos • Conciencia de pertenencia a Iglesia Cuestionarios de Movimientos • Constancia y fidelidad de los miembros de las asociaciones y movimientos • Impulso para la participación en la vida de la parroquia • Crecimiento en compromiso solidario • Presencia en el entorno social parroquia • Esfuerzo por mejorar la Formación • Sentido eclesial y corresponsabilidad Se aprecia bastante coincidencia en muchas de las respuestas que, parroquias por una parte y movimientos o asociaciones por otra, han remitido a las Delegaciones de Apostolado Seglar. 4. EXPERIENCIAS de presencia evangelizadora de los laicos Los laicos cristianos estamos presentes en realidades eclesiales y temporales para llevar a cabo nuestra misión evangelizadora. Estas son las respuestas dadas: Cuestionarios de Parroquias • Cáritas, Manos Unidas, voluntariado • Asociaciones vecinos, Asociaciones de madres y padres de alumnos … • Medios de comunicación, política • Colaboración parroquial Cuestionarios de Movimientos • Cáritas, voluntariado, comedores, … • Asociaciones, colectivos, política • Entorno social parroquia, campañas • Con motivo de la crisis económica: campañas, acciones solidarias 5. DIFICULTADES que encontramos en la tarea evangelizadora de los laicos En este apartado, las dificultades más relevantes son las siguientes Pag. 9 Cuestionarios de Parroquias • Cuesta llegar a niños, jóvenes, matrimonios • Comodidad, miedo al compromiso • Falta de formación à freno • Secularización social, rechazo a lo religioso • Envejecimiento de los feligreses • Otras: Falta de tiempo, no hay renovación de personas en los grupos, mayor compromiso de los padres con la educación de los hijos, sentimiento minoría, falta de aliento diocesano, se necesita más apoyo de los sacerdotes a los laicos Cuestionarios de Movimientos • Envejecimiento de los laicos asociados y falta renovación • Cuesta llegar a jóvenes, a matrimonios y a los alejados • Falta comunicación entre grupos, integración • Más apoyo de los sacerdotes al papel de laicos • Animar a más personas a participar • Falta de tiempo para comprometerse • Presión del entorno social, miedo a ser etiquetados • Miedo al compromiso social Con esta breve radiografía presentada con power-point en el II Encuentro, pretendimos que fuera una especie de VER para pasar a continuación a escuchar la ponencia de Lourdes Azorín: La vocación cristiana es vocación al apostolado. Cristianos laicos: apóstoles y santos, discípulos y misioneros, en la cual ella también hace referencia a más datos de esta realidad que acabamos de exponer de forma muy sintética y, posteriormente, a trabajar en talleres sobre las interpelaciones que nos habían surgido con los contenidos expuestos por la ponente. RADIOGRAFÍA del Laicado Cristiano de Aragón Pag. 10 5. PONENCIA “CRISTIANOS LAICOS: APÓSTOLES Y SANTOS, DISCÍPULOS Y MISIONEROS. LA VOCACIÓN CRISTIANA, VOCACIÓN AL APOSTOLADO” Lourdes Azorín, miembro de Acción Católica General 1. Introducción Vamos a reflexionar sobre este tema a la luz del Concilio Vaticano II y de los textos que concretan sus enseñanzas: Chl (87) y el CLIM (91). A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO II: Éste va a ser el marco de nuestra reflexión, va dar el color, el tono. El Concilio: 50 años, una nueva etapa en la vida de la Iglesia, una entrada de aire fresco, lo inaugura Juan XXIII y lo clausura Pablo VI. El Concilio reconoce una rica realidad de laicos organizados, primero fue la vida y después la doctrina. Es una brújula segura para orientarnos en el siglo que hemos comenzado, os invito gustosa y alegre a conocerlo y aplicarlo a sacarle todo el posible rendimiento. Recordamos la importancia de estos documentos del Magisterio: • La exhortación apostólica Christifideles Laici • Los Obispos españoles nos daban el documento colectivo Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, publicado en 1991 • La exhortación apostólica Evangelii Gaudium del papa Francisco, a la cula me voy a referir a lo largo de todo el texto de esta ponencia. El Concilio conjuga constantemente estos tres elementos: Iglesia, mundo y laicos. IGLESIA, ¿QUÉ DICES DE TI MISMA? La Iglesia se define como Pueblo de Dios à El Vaticano II nos presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios, como comunidad con diferentes ministerios, toda ella al servicio de la evangelización, todos trabajadores por cuenta del Padre. La imagen del cuerpo de San Pablo nos ayuda a entender a la Iglesia como esa comunidad en la que hay muchos miembros, todos miembros de un mismo cuerpo que desempeñando diferentes funciones hacen de éste un organismo vivo en la media que cada una realiza su función en relación armónica con el resto. Miembros ensamblados. La evangelización à es la tarea de la Iglesia, de todo el Pueblo de Dios. La Iglesia existe para evangelizar, ésta es su dicha, su identidad más profunda y todo lo que en la Iglesia hay y se hace es para evangelizar. “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad (...) si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos” (EN, 18). Evangelizar es proponer la fe a las personas con las que convivimos: Jesucristo, camino, verdad y vida. La fe es vía para la experiencia del encuentro con una persona, con Jesucristo el viviente, ayer, hoy y siempre. La fe es la fuente de la vida nueva. La fe no es una ideología, es una virtud teologal, es una fuerza, una dinámica cuya iniciativa es de Dios. La fe también es adscribirse a un contenido a una objetivación, formulación unánime y común: Creo en Dios Padre… Fuera de eso hay libertad de opinión y de conciencia, supuesto el necesario y querido por todos, discernimiento cristiano Pag. 11 y el respeto a los valores fundamentales y coherentes con la fe. En Evangelii Gaudium nos dice el papa: Invitación apremiante al encuentro con Jesucristo y a volver a empezar 3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».[1] Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante! ¿Quiénes son los cristianos laicos? àLos laicos somos miembros indispensables del Pueblo de Dios y sin nosotros no existiría la Iglesia. “La Iglesia no está verdaderamente formada, ni vive plenamente, ni es representación perfecta de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo sin la presencia activa de los seglares. Por tanto, desde la fundación de la Iglesia hay que atender sobre todo a la constitución de un laicado maduro” (AG 21). 2. LOS CRISTIANOS LAICOS: ¿QUIÉNES SON, CUÁL ES SU VOCACIÓN, DÓNDE Y CÓMO REALIZAN SU MISIÓN? Mt 5, 13-16: Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá su sabor? Sólo sirve para tirarla y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad construida sobre un monte. No se enciende un candil para taparlo con un celemín, sino que se pone en el candelero para que alumbre a todos en la casa. Brille igualmente vuestra luz ante los hombres, de modo que al ver vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre del cielo. ¿Quiénes son? Los laicos somos partícipes activos de la vida eclesial y corresponsables de la misión de la Iglesia. Los laicos no solamente están en la Iglesia sino que son Iglesia. Como miembros del cuerpo de Cristo, los laicos son partícipes activos de la vida íntima de la Iglesia y de su misión, esta doble dimensión —edificar la Iglesia y ser corresponsables de su misión hacia el mundo— no debe contraponerse. En ambos ámbitos el laico participa activamente en Pag. 12 virtud de su ser cristiano. De la vida interna de la Iglesia brotan ministerios y servicios laicales de vital importancia para la comunidad, que siempre han de vivirse dentro del horizonte de la misión y desde la condición propia de los seglares. De la llamada a ser sal y luz en el mundo brota la corresponsabilidad de los laicos con la misión eclesial. Junto con los sacerdotes y religiosos forman el Pueblo de Dios, la mayoría del Pueblo de Dios. Por el Bautismo somos sacerdotes, profetas y reyes. Unos cristianos llenos de dignidad, necesarios para la vida y misión de la Iglesia. Como el alma en el cuerpo, así son los cristianos en el mundo. ¿En qué consiste la vocación propia del laico? àLa vocación apostólica del laico es la transformación del mundo. (LG 31). ¿Dónde y de qué manera los laicos realizan su vocación? à “Los seglares, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización. (...) Su tarea primera e inmediata no es la instalación y el desarrollo de la comunidad eclesial --ésta es la función específica de los Pastores-, sino poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo: el dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la vida internacional, de los órganos de comunicación social y también otras realidades particularmente abiertas a la evangelización, como el amor, la familiar, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento” (EN 70). Desde dentro, a modo de fermento, siendo ellos sal y luz. El Concilio Vaticano II nos propone una espiritualidad con estas características: LAICAL, ADULTA y EVANGELIZADORA. Veámoslo. ESPIRITUALIDAD LAICAL: laico es el cristiano que es consciente de lo que significa estar bautizado, que se sabe miembro de la Iglesia comunidad - ministerios y que ha optado consciente y responsablemente por contribuir a la misión evangelizadora de la Iglesia desde su vocación específica. Plenamente centrado en su vocación, sabiendo que contribuye especialmente a la misión de la Iglesia, siendo fermento evangélico en medio del mundo. ADULTA: con madurez humana y cristiana, capaz de dar razón de su esperanza aquí y ahora. Con criterios para hacer un juicio cristiano de la realidad y de las distintas situaciones que se presentan y para vivir y actuar a la luz del Evangelio. Con iniciativas, en búsqueda, que se sabe en proceso de maduración permanente en su identidad cristiana. EVANGELIZADOR – MILITANTE: El laico es el creyente que vive la experiencia profunda de Dios como Padre que le hace sentirse hijo y hermano. De esa experiencia profunda le brota el anunciar a Jesucristo como salvador de la historia personal y del mundo y por ello anuncia a Jesucristo como la respuesta definitiva y plena a las necesidades más profundas de cada hombre y mujer concretos. Es el cristiano de memoria y esperanza en la promesa de unos cielos y una tierra nuevos, cuyo Pag. 13 cumplimiento anhela, anuncia y anticipa. Empeñado en la tarea de transformar la sociedad, según el espíritu del Evangelio y de liberar a los oprimidos. Por ello, está comprometido en su conversión personal (de donde brota su sentir, su pensar y su actuar cristiano) y en la edificación de la Iglesia. Y llega a ser un contemplativo, testigo de la acción del Espíritu en la historia y un comprometido en esa acción y esa historia a través de su participación en la vida social y política. Y bebe en la fuente del amor siempre más grande de Dios manifestado en Cristo, como nos recuerda el Papa Francisco en EG: 7. La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría».[2] Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, esas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».[3] En el amor y la amistad con Dios está el manantial de la acción evangelizadora 8. Sólo gracias a ese encuentro –o reencuentro– con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros? 2.1. Identidad y misión del seglar cristiano Lc 10, 25-37: Parábola del buen samaritano. En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó: ---Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: ---¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? Respondió: ---Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo. Entonces le dijo: ---Has respondido correctamente: obra así y vivirás. Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ---¿Y quién es mi prójimo? Jesús le contestó: ---Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en Pag. 14 las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta.¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes? Contestó: ---El que lo trató con misericordia. Y Jesús le dijo: ---Ve y haz tú lo mismo. ¿Cuál es, pues, el perfil del seglar cristiano? Podría describirse como el de una persona que vive en la sociedad actual con voluntad decidida de estar y trabajar en ella como creyente en Jesucristo y en comunión con la Iglesia, testimoniando, en el ejercicio de sus tareas cotidianas, los valores evangélicos de la verdad, la justicia y la fraterni­dad. En su vida diaria ha de llegar hasta el corazón del mundo para transformarlo según la volun­tad de Dios. Ha de hacer llegar la fuerza dinamizadora de la fe, de la esperanza y de la caridad a toda la realidad creada. Ha de estrenar en medio del mundo un nuevo estilo de ser persona. Debe inyectar en las venas de la socie­dad actual el dinamismo del Evangelio a través de la vivencia de las Bienaven­turanzas. Hemos de convencernos de que no habrá una verdadera presencia evangelizadora de la Iglesia en el mundo sin un laicado bien formado, maduro y comprometido. Los Obispos españoles concluían el documento colectivo Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, publicado en 1991, con estas palabras: «La nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos o no se hará.» (n. 148). En virtud de la fuerza que le confieren el bautismo, la confir­ mación y el sacerdocio común de los fieles, el laico está llamado a transformar el mundo desde dentro, como la levadura, tal como señala el Concilio Vaticano II: «El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (...) A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás, brillando ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. Por tanto, a ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor»1. Recordemos que la levadura es pequeña, cuantitativamente desproporcionada en relación con la masa; pero cualitativamente es muy activa, posee energía transformadora, a condición de que esté en íntimo contac­to con la masa, fundida vitalmente con ella. A través del seglar cristiano se realiza de un modo particularmente significativo la parábola de la levadura (cf Mt 1 Cf Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 31. Pag. 15 13, 33). Su misión le lleva a ser profeta de Dios en el interior de las estructuras de la sociedad. Él debe actuar en medio del mundo y procurar que sus hermanos los hombres descubran el valor humanizador y salvador del Evangelio de Jesús. Debe comunicarles la fe que él vive y darles a conocer a Cristo a quien él mismo ha descubierto. El lugar propio del trabajo del laico cristiano es el mundo. Tiene como carisma específico el de la secula­ridad. Su carácter propio y peculiar es “ser-en-el-mundo”, o mejor aún, “ser-para-el-mundo”. Como ya se ha señalado, la identidad de los laicos está estrechamente vinculada a la evangelización desde su peculiar carácter o condición secular. Por ello, continúa diciendo el Concilio Vaticano II: «Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser la sal de la tierra a través de ellos»2. El Sínodo de los Obispos sobre la identidad y misión de los laicos afirmó en su mensaje final: «En el mundo los seglares asumen, desde su fe, un papel insustituible. Son cada vez más numerosos los hombres y mujeres que se comprometen cristiana­mente en los campos de la cultura, de la ciencia, de la técni­ca, del trabajo, de la política y en múltiples formas del ejercicio del poder (...) La mayoría de los fieles laicos viven su ser de seguidores y discípulos de Cristo preferentemente en aquellos espacios que llamamos “el mundo”: la familia, el trabajo, la comunidad local, etc. Ha sido siempre su tarea y debe serlo hoy con fuerza mayor, impregnar estas realidades con el espíritu de Cristo y así santificar el mundo y colabo­rar en la realización del Reino. Son igualmente llamados a testimo­niar la Buena Noticia y dialogar con todos los hombres»3. Para realizar esta tarea son necesarios unos movimientos apostólicos que animen y sostengan la actuación evangelizadora de los laicos cuando se adentran en los ambien­tes de la sociedad y en sus institucio­nes y asociacio­nes ciudadanas y políticas. De este modo es como los laicos cristianos participan de la función profética, real y sacerdotal de Jesucristo. Partici­pan de su función profética por el testimonio de su vida, teniendo en cuenta que el verdadero testimonio nace de la palabra acreditada por la santidad de vida. Participan de su función real al construir el mundo según el desig­nio de Dios4. Y de su función sacerdotal, ofreciéndo­se a sí mismos y ofreciendo lo que hacen de modo que consagren a Dios por Jesucristo el mismo mundo que ellos se esfuerzan por construir día a día. En esto consiste, en gran medida, el ejercicio del sacerdocio común de los fieles. 2.2. El laico cristiano debe ser ante todo persona, creyente en Jesucristo y apóstol Col 3, 17: Todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús... Actúe de árbitro en vuestra mente la paz del Mesías, a la que habéis sido llamados para formar un cuerpo. Sed agradecidos. La 2 Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 33. 3 Mensaje final del Sínodo de los Obispos sobre la vocación y misión de los laicos, 2-3. 4 Cf Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 36. Pag. 16 Palabra del Mesías habite entre vosotros en toda su riqueza; con toda destreza enseñaos y exhortaos unos a otros. Con corazón agradecido cantad a Dios salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que hagáis, de palabra o de obra, hacedlo invocando al Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Como ha señalado la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar en la Guía-marco de formación de Laicos, tres son las dimensiones de la vocación cristiana y apostólica del laico cristiano a las que ya nos hemos referido: la de ser laico, adulto y militante5. Esto requiere que en primer lugar, el laico cristiano sea una persona íntegra, de carácter, con competen­cia profesional; una persona madura y psicológicamente adulta. ¿Cómo ha de entenderse esta madurez? He aquí algunas características propias de una personalidad adulta: • tener una personalidad unificada, es decir, que se conoce a sí misma en sus limitaciones y cuali­dades y procura actuar siempre coherentemente, siguiendo con fidelidad las opciones básicas que previamente se ha marcado; • tener convicciones firmes y vivir de ellas, no dejándose llevar por “el qué dirán” o por la última moda; • sentirse responsable de la totalidad de sus actos; • ser sociable y solidario, es decir, sentirse miembro activo de los diversos núcleos comunitarios que le afectan, con las obligaciones y derechos que le son propios; • ser realista: ver y juzgar la realidad desde una óptica crítica y actuar en ella con sentido transformador; • ser tolerante, es decir, saber aceptar y vivir el pluralis­mo, respetando —aunque no siempre compartien­do— las ideas y puntos de vista de los otros. Además, ha de ser un verdadero creyente en Jesucristo. Esto quiere decir que ha llegado a hacer una opción personal, libre y consciente por Jesús y por su mensaje. Quien cree en Jesucristo intenta vivir como vivió Él, plenamen­te comprometido con los grandes valores del reinado de Dios, que son la justicia, la verdad, la libertad y la fraternidad. El laico cristiano ha de examinar constantemente la calidad y la profundidad de su fe para lo cual le ayudarán éstas o parecidas preguntas: ¿en quién creo?, ¿cómo vivo lo que creo?, ¿cómo celebro con los demás mi fe?, ¿cómo comunico a los otros mi fe? Jesucristo ha de ser el motor, el fundamento y la justificación de nuestra entrega generosa a los demás. Nunca puede ser Jesús el descanso ficticio de aquéllos que viven tranquilos sin amar al prójimo. Nuestras comunidades han de formar creyentes en Jesucristo, con un gran sentido de la justicia, la caridad y la verdad; creyentes deseosos de transformar las estructuras que son injus­tas; dispuestos a asumir cargos públicos en aquellos estamentos en los que se forja la vida de la sociedad; creadores de paz y de fraterni­dad. Y apóstol, es decir, enviado al mundo para descubrir a los hombres el valor humanizador y salvador del Evangelio de Jesús y ofrecerles una palabra de esperanza, de verdadera espe­ 5 Cf Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, Guía-marco de formación de laicos, Madrid, 1996, pág. 1720. Conviene no olvidar que este Itinerario de Formación Cristiana de Adultos, que estamos recorriendo, se ha elaborado para proporcionar los materiales de formación que dicha Guía propone. Pag. 17 ranza en el más allá, que ya comienza a construirse ahora y aquí. El apóstol es un cristiano con capacidad de comuni­car a los otros a Cristo, a quien él mismo ha descubierto. El apóstol, como antes se ha dicho, sabe inyectar en las venas del mundo moderno el dinamis­mo del Evangelio, mediante el testimonio coherente de las Bienaventuranzas proclamadas y vividas por Jesús. Nuestros Obispos han señalado que los laicos son enviados a la sociedad para ser «sembradores de fraternidad en todo momento y en todas las circunstancias de la vida» y es preciso que sepan poner en sus «relaciones cotidianas de familia, amistad, vecindad, trabajo y esparcimiento el sello del amor cristiano, que es sencillez, veracidad, fidelidad, mansedum­ bre, generosidad, solidaridad y alegría»6. Diálogo Iglesia - Mundo à Pablo VI dijo que el Concilio había supuesto un triple acto de amor: amor a Dios, a la iglesia y amor a la humanidad. Hemos de amar al mundo, escenario de la presencia laical, lugar donde sucede la vida pública. El amor al mundo ocupa un lugar central en el Nuevo Testamento, sobre todo en el Evangelio de San Juan 3, 16: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”. Hemos de amar al mundo, porque Dios lo ama, como Él lo ama. Los laicos debemos ser unos apasionados por el mundo. La Iglesia, los Movimientos, nuestras parroquias, grupos, los laicos tanto hemos de amar al mundo que nos entreguemos sin condiciones, para ofrecerle la liberación que trae Jesucristo. Peligra que contemplemos el mundo como algo extraño a nosotros, de forma pesimista, como una realidad tan llena de limitaciones y contradicciones que pensemos que no es posible construir el Reino de Dios. Esta mirada pesimista del mundo olvida la presencia en él de Dios, de su Espíritu, la respuesta positiva de muchos cristianos, hombres y mujeres de buena voluntad. Hemos de amar al mundo con sentido crítico, con discernimiento, estando en el mundo, sin ser del mundo porque si la sal se vuelve sosa sólo sirve para tirarla y que sea pisoteada. Para ello, recordemos de nuevo al papa Francisco en EG con sus propias palabras La dulce y confortadora alegría de evangelizar El amor de Cristo nos apremia a evangelizar 9. El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16). No a tener siempre cara de funeral: La alegría de evangelizar 10. La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión 6 Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, Los católicos en la vida pública (1986), n. 111. Pag. 18 de comunicar vida a los demás».[4] Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión».[5] Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».[6] En la acción evangelizadora el primado es siempre de Dios 12. Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador».[9] En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo. 2.3. Valores y signos de esperanza de nuestra cultura Jn 3,16-17: Tanto ha amado Dios al mundo... Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. Estamos en un cambio socio-cultural, sin precedentes, no debe llevarnos a la actitud de los que el ya santo, Juan XIII, llamaba “profetas de desgracias”. De ellos afirmaba que “andan diciendo que nuestra época, comparada con las anteriores, es mucho peor” y que “se comportan como si no hubiera nada que aprender de la historia, que es maestra de la vida”7. 7 CEE (Ed). CONCILIO VATICANO II, BAC., “Discurso de Juan XXIII en la inauguración solemne del Concilio Vaticano II” (11-10-62) pgs. 1091-92: “A menudo - lo comprobamos en nuestro ministerio apostólico diario - nos llegan ciertas voces que no dejan de herir nuestros oídos. Se trata de personas sin duda muy preocupados por la religión, pero que no juzgan las cosas con imparcialidad y prudencia. Estas personas, en efecto, no son capaces de ver en la situación actual de la sociedad humana sino desgracias y desastres. Andan diciendo que nuestra época, comparada con las anteriores, es mucho peor. Se comportan como si no hubiera nada que aprender de la historia, que es maestra de la vida. [...] Nosotros creemos que de ninguna manera se puede estar de acuerdo con estos profetas de desgracias que siempre anuncian lo peor, como si estuviéramos ante el fin del mundo”. Pag. 19 A pesar de que en las últimas décadas se han producido profundos cambios, en el mundo y en España, respecto a los años sesenta, momento en el que él escribía esas palabras, y de que el estado general de los ánimos es bien distinto al de entonces, no debemos caer en una actitud negativa y pesimista. El mismo Juan XXIII decía que “en el curso actual de los acontecimientos, en el que parece que los hombres empiezan un nuevo orden de cosas, hay que reconocer más bien los designios misteriosos de la divina Providencia”8. Conviene subrayar que esta sociedad nuestra a la que amamos tiene, sin duda, numerosos valores positivos, estimulantes y esperanzadores que han de estar muy presentes en nuestra conciencia. Enumeremos algunos: • la fuerte sensibilidad en favor de la dignidad y de los derechos de la persona; • la afirmación de la libertad como cualidad inalienable del hombre y de su actividad y la estima de las libertades individuales y colectivas; • la aspiración a la paz y la convicción cada vez más arraigada de la inutilidad y el horror de la guerra; • el pluralismo y la tolerancia entendidas como respeto a las convicciones ajenas y no como imposición coactiva de las creencias o formas de comportamiento; • la repulsa de las desigualdades en los derechos de la clases y naciones; • la atención a los derechos de la mujer y el respeto a su dignidad, • la preocupación por los desequilibrios ecológicos. Amemos este mundo, porque en él tenemos la oportunidad de participar de la salvación y de colaborar en la construcción del Reino de Dios que ya ha sido comenzado por Jesucristo. 2.4. Valores y signos de esperanza de nuestra realidad eclesial Quiero aportar valores y signos de esperanza en las diócesis de Aragón. Acabamos de escuchar una exposición sobre lo que podría ser una radiografía del laicado en Aragón, en virtud de las respuestas de los cuestionarios que se os envió. Por mi parte, querría subrayar los datos positivos que aportáis a partir de esos cuestionarios que habéis contestado en las parroquias y en los movimientos y asociaciones laicales de Aragón. Los aspectos positivos y de avance que se mencionan de forma más generalizada son: • • • • Constancia y fidelidad de las personas que colaboran Disponibilidad y dedicación Formación y crecimiento en la fe; o concienciación de su necesidad En algunos casos se aprecia aumento (leve) de personas que colaboran en las celebraciones, en catequesis, … • En algunos casos se aprecian avances en salir de nuestros grupos para encontrarnos con otros • Conciencia de participación en la Eucaristía y en la vida de la Iglesia. Otros aspectos que aparecen en vuestras respuestas son: • Compromiso con los necesitados 8 Ib pg. 1092. Pag. 20 • Testimonio • Sacar adelante la catequesis, con todo lo que esto conlleva. Los aspectos de avance que más aparecen en las respuestas de los movimientos y asociaciones son: • Fidelidad y constancia de muchos laicos • Impulso a la participación en la parroquia, más predisposición para colaborar, mayor y mejor participación en la vida parroquial • Más predisposición a colaborar en compromiso solidario; potenciación de voluntariado y solidaridad con necesitados entre los laicos asociados • Presencia cristiana en entorno social de la parroquia, testimonio de los militantes, puesta en práctica de algunas iniciativas • Esfuerzo por mejorar y compartir la formación como laicos cristianos • Otros aspectos positivos que se señalan en algunos casos: • Ayuda que la asociación proporciona a sus miembros: formación, acompañamiento mutuo, superación de la soledad del cristiano hoy • Sentido de pertenencia y compromiso con la Iglesia, sobre todo a través de la parroquia • Corresponsabilidad y participación con pastoral diocesana; avances en coordinación entre movimientos dentro de la A.C. • Crecimiento en vivencia y práctica de la fe • Celebración más cristiana de la Semana Santa. Experiencias de presencia evangelizadora en la sociedad La experiencia que más se repite en las respuestas del laicado de Aragón, en todas las diócesis, es la participación de los laicos en Cáritas. También en Manos Unidas, en otros voluntariados, y en acciones solidarias convocadas por la parroquia. Otras experiencias que se mencionan varias veces son las participaciones en asociaciones de vecinos, APAs/AMYPAs, asociaciones culturales, etc. Se mencionan otras experiencias de participación extraeclesial (algunos ejemplos: presencia en medios de comunicación, compromiso en ámbito político, u otras experiencias de presencia pública). Asimismo se mencionan diversas experiencias de participación dentro de la parroquia: catequesis, actividades pastorales en torno a la familia, participación en cofradías, animación de liturgia en ausencia del sacerdote, etc. Las experiencias de presencia evangelizadora que figuran en más respuestas recogidas son las siguientes: • Participación de los miembros en Cáritas, Manos Unidas, voluntariado, comedores, recogida de alimentos, etc • Participación como cristianos en asociaciones no eclesiales, colectivos, política, así como entender el trabajo como lugar de evangelización • Promoción campañas que inciden sobre el entorno social de la parroquia: desempleo, Pag. 21 acogida inmigrantes, situación de los jóvenes, … • Acciones relacionadas con la crisis: campañas, acciones solidarias, creación empresa social, Gesto Diocesano Zaragoza, etc. • Otras experiencias que se mencionan: • Tareas educativas con niños y jóvenes (campamentos, voluntariado, participación en Eucaristía, JMJ) • Mayor participación en la vida y actividades de la parroquia, mayor sentimiento de la parroquia como comunidad • Celebración de la Semana Santa por la gente de forma más devota y adecuada a lo que representa • Presencia en medios de comunicación • Vivir el trabajo desde el seguimiento a Jesús • Impulsar la formación cristiana de los miembros • Importancia de la educación de los hijos en la familia, matrimonios, cuidado de los ancianos en la familia. 2.5. Retos de nuestro contexto socio-cultural Junto a estos valores y signos de esperanza de vuestra realidad, hay que añadir que la cultura pública española actual, inserta en el contexto europeo, se caracteriza, también, por algunos contravalores que envuelven, como la niebla, la vida de las personas, las familias y los grupos humanos. De entre estos retos destacamos el consumismo, el hedonismo, el individualismo, el relativismo y el secularismo. “La implantación de un modelo de vida dominado por el consumo y disfrute del mayor número posible de cosas induce a amplios sectores de nuestra sociedad, bautizados en su mayor parte, a prescindir prácticamente de Dios y de la salvación eterna en su vida privada y pública” (TDV 21). Cuando el hombre llega a ser prisionero de estos contravalores aún los mismos valores humanos y cristianos son vividos e interpretados desde claves que los deforman gravemente. Pensemos, por ejemplo, en valores como la “libertad”, la “democracia”, la “sexualidad” interpretados desde el absoluto relativismo y hedonismo. Se extiende una mentalidad consumista y hedonista que llega hasta sacrificar en aras del bienestar el valor supremo de la vida, especialmente de los no nacidos o de los ancianos. La vida del hombre y su dignidad sagrada deja de ser un valor intangible frente a lo intereses personales, familiares, económicos, sociales o ideológicos. Es el fenómeno que se viene denominando “cultura de la insolidaridad”, e incluso, “cultura de la muerte”9. El individualismo a ultranza comienza a caracterizar a amplios sectores sociales precisamente en unos momentos en los que se agravan las desigualdades sociales. En el mundo no deja de crecer la distancia entre países pobres y países ricos y la globalización de 9 Cf. EV 12. Pag. 22 los circuitos financieros y económicos la acrecienta cada día. En nuestro país, con un paro escandaloso, crece la precariedad del empleo, aparecen capas sociales que parecen estar destinadas a la miseria y a la exclusión. Bajo el influjo del relativismo está también muy difundida la persuasión de que no existe la verdad. Si no existe “la verdad”, lo primero que se cuestiona de la afirmación “Cristo es la Verdad”, es su segundo término (¿existe la verdad?) y, con ello, toda la frase10. La aceptación de esta mentalidad entraña graves repercusiones para el bien del hombre y de la sociedad: el Dios verdadero es suplantado por los ídolos de realidades finitas que le esclavizan. El hombre se instala entonces en la finitud absolutizada y queda sometido a fuerzas inferiores a él de las que no se puede liberar si no es por la ayuda de Alguien que es superior a él y a ellas; la jerarquía de valores es sustituida por el aturdimiento moral o, incluso por la amoralidad sistemática. Renacen los “dioses” del paganismo, la “religiosidad de la Naturaleza y de la Vida”11. “En la raíz de la pérdida de la esperanza está el intento de hacer prevalecer una antropología sin Dios y sin Cristo. Esta forma de pensar ha llevado a considerar al hombre como el centro absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar así falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre. El olvido de Dios condujo al abandono del hombre, por lo que, no es extraño que en este contexto se haya abierto un amplísimo campo para el libre desarrollo del nihilismo, en la filosofía; del relativismo en la gnoseología y en la moral; y del pragmatismo y hasta del hedonismo cínico en la configuración de la existencia diaria. La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera” (EE 9). 2.6. Dificultades de nuestro contexto eclesial Las dificultades que se apuntan en las respuestas a los cuestionarios que habéis trabajado en vuestras diócesis son, de forma más reiterada, las siguientes: • No saber cómo llegar desde las parroquias y movimientos a jóvenes, niños, matrimonios; cómo convocarles • Comodidad, falta de iniciativa para actuar y participar, miedo a comprometerse (o compromiso “sólo a medias”) • Falta de formación. Y en ocasiones, ser conscientes de esto nos supone un freno para asumir tareas o responsabilidades • Secularización social, cultura de increencia. Cuesta andar a contracorriente y hay miedo al 10 Ratzinger,J., “Situación actual de la fe y la teología” Ed. impresa desde Internet, pg. 2): “El relativismo se ha convertido así en el problema central de la fe en la hora actual. Sin duda, ya no se presenta tan sólo con su vestido de resignación ante la inmensidad de la verdad, sino también como una posición definida positivamente por los conceptos de tolerancia, conocimiento dialógico y libertad, conceptos que quedarían limitados si se afirmara la existencia de una verdad válida para todos”. 11 Cf. E. Bueno, España entre el cristianismo y el paganismo, pgs. 235-283. Pag. 23 rechazo o la incomprensión • La edad: las personas que están en la parroquia son cada vez más mayores Además se mencionan algunas otras dificultades de diversa índole: • Falta de renovación en los miembros de los grupos • Falta de tiempo; difícil conciliación de trabajo, familia y participación • Falta de compromiso de los padres en educación cristiana de sus hijos. Dificultad para que participen más allá de la Comunión y la Confirmación • Miedo al fracaso, miedo a liderar; sentimiento de minoría • No saber cómo suscitar inquietud vocacional en los jóvenes • Falta de aliento “diocesano” y afrontar por parte de los responsables, la actual situación de forma esperanzada • Dificultad de los sacerdotes para trabajar con laicos, ceder responsabilidades, apoyarles en su compromiso • Dificultad para que el compromiso social enriquezca a la parroquia • Envejecimiento de los miembros sin que haya renovación, falta de animadores juveniles en la Iglesia, ruptura en la franja 25-50 años. En los pueblos todavía se acrecienta más esta situación • Dificultad para llegar a los jóvenes, a los matrimonios jóvenes, a los alejados • Falta de comunicación entre asociaciones, en algunos casos dificultad para sentirse integrados en diócesis • Falta de apoyo de sacerdotes en el papel protagonista de los laicos: por ejemplo dejar trabajar más a los consejos pastorales; o dificultad para encontrar sacerdotes que apoyen laicado asociado • Cómo animar a las personas a que participen; dificultad para extender los movimientos y asociaciones a más parroquias • Falta de tiempo • Entorno social: secularización, indiferencia religiosa, desfase entre sociedad e Iglesia, rechazo o miedo al compromiso • Miedo a testimonio cristiano público y explícito, a ser etiquetados como Iglesia • Otras dificultades que se apuntan: • Vivir como cristianos en soledad, sobre todo los jóvenes • Falta de apoyo diocesano en algunas iniciativas • Dentro de las asociaciones, falta de disponibilidad para aceptar cargos y responsabilidades • Falta de conciencia de la necesidad del apostolado seglar: creer que es “cosa de curas”, falta de sentido eclesial, inmovilismo, poca iniciativa Sin embargo, antes de enunciar algunas causas de esta situación, concluyo este apartado con este texto de la EG, nº 15 que debe animarnos en la dificultad a los laicos y a toda la iglesia: La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia 15. Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia». [14] La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia»[15] y «la Pag. 24 causa misionera debe ser la primera».[16] ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. 2.7. Algunas causas de esta situación Del análisis que he hecho anteriormente, creo que dos podrían ser las fuentes de ese deterioro: la primera, como hemos apuntado, externa, producida por el ateísmo práctico, la indiferencia religiosa y el brotar del neopaganismo, fruto del bienestar económico y de la mentalidad consumista. Nos dicen nuestros obispos: “La cultura pública occidental moderna se aleja consciente y decididamente de la fe cristiana y camina hacia un humanismo inmanentista [...] Esta cultura inmanentista, que es el contexto actual en que vive la Iglesia en España, se convierte en causa permanente de dificultades para su vida y misión”12. La segunda, en relación con la anterior, interna a la Iglesia, causada por el contagio del ambiente social general, por la incoherencia de la vida de muchos cristianos, por la rutina de muchas de nuestras comunidades y por la deficiente imagen personal y social que, con frecuencia, podemos estar dando. Según los obispos españoles “el problema de fondo, al que una pastoral de futuro tiene que prestar la máxima atención, es la secularización interna. [...] Entre los efectos de esta situación de “secularización interna” destacamos: la débil transmisión de la fe a las generaciones jóvenes; la disminución de vocaciones para el sacerdocio y para los institutos de vida consagrada; el cansancio e incluso desorientación que afecta a un buen número de sacerdotes, religiosos y laicos; la pobreza de vida litúrgica y sacramental de no pocas comunidades cristianas”13. Bastantes bautizados, viven ante el dilema de refugiarse en un modelo de religiosidad tradicional, cerrando filas frente a un mundo que perciben como extraño o adverso, menos en lo que tiene de bienestar, y privatizando su fe, o bien, de aceptar ­los criterios y estilos de vida dominantes en esta sociedad, a costa de abandonar, en mayor o menor grado, la fe y la identidad cristiana y eclesial. “En la actualidad, en medio de la cultura secularizada, muchos no saben en ocasiones cómo orientar la vida, el trabajo o el apostolado en sentido verdaderamente cristiano. Así, por ejemplo, la insuficiente defensa del matrimonio y de la familia es un exponente destacado de este tipo de carencias. Algo parecido se podría decir respecto a la presencia en la vida pública en sus múltiples expresiones”14. “El sentimiento de inferioridad y marginación que experimentan muchos católicos adultos, incapaces de mostrar públicamente su identidad católica con sencillez y sin miedo, es lo más 12CEE, Plan Pastoral 2002-2005. Una Iglesia Esperanzada. ¡Mar adentro! (Lc 5,4), 7-8. Puede verse también Ecclesia in Europa, en sus nn. 7-10: “El oscurecimiento de la esperanza”. 13 Ib 10-11. 14 CEE, Plan Pastoral 2002-2005. Una Iglesia Esperanzada. ¡Mar adentro! (Lc 5,4), 18. Pag. 25 opuesto a una fe “martirial”, es decir, de testigos valientes de Jesucristo15. En esa misma exhortación apostólica Christifideles laici, en la que recoge el trabajo del Sínodo de los Obispos sobre «La vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo», de 1987, señala dos tentacio­nes que el laicado católico ha sufrido después del Concilio Vaticano II y que no siempre ha sabido superar con éxito: «la tentación de reservar un interés tan marcado por los servicios y las tareas eclesiales, de tal modo que frecuentemente se ha llegado a una práctica dejación de sus responsabili­dades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político; y la tentación de legitimar la indebida separación entre fe y vida, entre la acogida del Evangelio y la acción concreta en las más diversas realidades temporales y terrenas»16. En efecto, por su parte, el papa Francisco en E.G. se refiere en el capítulo segundo a la crisis del compromiso comunitario y en concreto a una de las tentaciones de los agentes pastorales. Dice Francisco: No a la acedia egoísta Cuidar con obsesión el propio tiempo personal y los espacios de autonomía 81. Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal. Esto frecuentemente se debe a que las personas necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante. Diversos orígenes de la acedia espiritual y pastoral 82. El problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado. Esta acedia pastoral puede tener diversos orígenes. Algunos caen en ella por sostener proyectos irrealizables y no vivir con ganas lo que buenamente podrían hacer. Otros, por no aceptar la costosa evolución de los procesos y querer que todo caiga del cielo. Otros, por apegarse a algunos proyectos o a sueños de éxitos imaginados por su vanidad. Otros, por perder el contacto real con el pueblo, en una despersonalización de la pastoral que lleva a prestar más atención a la organización que a las personas, y entonces les entusiasma más la «hoja de ruta» 15Ib. 16 Juan Pablo II, Christifideles laici, 2. Pag. 26 que la ruta misma. Otros caen en la acedia por no saber esperar y querer dominar el ritmo de la vida. El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que los agentes pastorales no toleren fácilmente lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz. El gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia que degenera la fe 83. Así se gesta la mayor amenaza, que «es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. No al pesimismo estéril No ser profetas de calamidades como decía Juan XXIII 84. La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Jn 16,22). Los males de nuestro mundo –y los de la Iglesia– no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña. A cincuenta años del Concilio Vaticano II, aunque nos duelan las miserias de nuestra época y estemos lejos de optimismos ingenuos, el mayor realismo no debe significar menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad. En ese sentido, podemos volver a escuchar las palabras del beato Juan XXIII en aquella admirable jornada del 11 de octubre de 1962: «Llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina […] Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra misma de los hombres pero más aún por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo dispone para mayor bien de la Iglesia».[65] No ser pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre 85. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica. 2.8. La vocación a la santidad Pag. 27 Los laicos, como miembros de una Iglesia enviada al mundo para ser signo eficaz de la salvación, están llamados a descubrir y a seguir la voluntad de Dios, y a dar testimonio de su fe en todas las circunstancias de la vida. Pueden y deben evangelizar, por así decirlo, por contagio. A través de ellos, la fe se hace testimonio y éste no deja de provocar la pregunta por el significado que puede tener la existencia humana. En estos momentos en los que nuestras Iglesias diocesanas son cada vez más conscientes de la necesidad y urgencia de la evangelización, cada creyente, cada grupo y comunidad de cristianos han de actualizar de modo creativo el testimonio de vida como dato cristiano originario y el necesario anuncio explícito. No son las palabras y la doctrina el primer elemento de la evangelización, sino los gestos y las obras que hablan de un vivir en coherencia con el Evangelio. El Concilio Vaticano II confirmó la vocación universal a la santidad. La santidad no es una cosa de élites, todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a la santidad. Los laicos hemos de santificarnos en el mundo. “La vocación de los fieles laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas (...) los laicos deben santificarse en la vida profesional y social ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres, llevándoles a la comunión con Dios en Cristo” (ChL 17). El cristiano responde a la vocación a la santidad mediante un triple dinamismo: A) el encuentro personal con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo B) el encuentro que lleva a vivir en el espíritu de las bienaventuranzas C) desde la matriz de la Iglesia como misterio de comunión. El carácter secular, lejos de distanciar al laico cristiano de este triple dinamismo, le impulsa a vivirlo de acuerdo con su peculiar situación en el mundo y en la historia. El papa Juan Pablo II, en la citada exhortación postsinodal sobre la identidad y misión de los laicos, sancionaba definitivamente el valor teológico de esa condición secular con las siguientes palabras: «Ellos [los laicos] son personas que viven la vida normal en el mundo, estudian, trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales, profesionales, culturales, etc. El Concilio considera su condición no como un dato exterior y ambiental, sino como una realidad destinada a obtener en Jesucristo la plenitud de su significado. (...) De este modo, el ser y el actuar en el mundo son para los fieles laicos no sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también, y específicamente, una realidad teológica y eclesial. En efecto, Dios les manifiesta su designio en su situación intramundana, y les comunica la particular vocación de ‘buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios’»17. 17 Juan Pablo II, Christifideles laici, 15. Pag. 28 Por ello, todo cristiano laico consciente de su condición de bautizado ha de vivir el entramado secular, con el que está tejida su existencia, en referencia a la fe. La espiritualidad de los laicos reclama que su «vida en el Espíritu» se exprese sobre todo por su manera de estar en el mundo y de participar en la historia humana. El laico ha de situar las tres dimensiones comunes de la espiritualidad cristiana dentro de las coordenadas que modulan constantemente su manera de ser, en Cristo, sacerdote, profeta y rey, a saber, como ciudadano del mundo y, simultáneamente, miembro del cuerpo de Cristo; y sintiéndose impulsado por el Espíritu a vivir, de forma eminente, la laicidad de la Iglesia. Como ciudadano del mundo está implicado en las responsabilidades de la historia humana que le ha tocado vivir. Por decirlo con aquellas palabras memorables del papa Pablo VI: «el campo propio de su actividad evangelizadora [de los seglares] es el dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía; así como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los órganos de comunicación social; y también de otras realidades, particularmente abiertas a la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento»18. Se trata, desde luego de un imperativo moral; pero también de una forma natural de vivir en el Espíritu. Es el mismo Espíritu Santo quien impulsa a verificar, en esa tarea secular, la maqueta de las Bienaventuranzas. Introducir el espíritu de las Bienaventuranzas en la vida personal y pública, es todo un reto que muchas veces lleva aparejado el estigma de la cruz y constituye el contenido operativo de su vocación a la santidad. Por último, no hay que olvidar que la Iglesia como cuerpo visible de Cristo está en el mundo, de un modo eminente, gracias a los laicos. Ellos son los que viven con mayor naturalidad la tensión excéntrica de la Iglesia de vivir volcada hacia el mundo para anunciarle la gozosa esperanza del Reino de Dios. Así lo han resaltado los Obispos españoles cuando dicen que «la inserción de la Iglesia toda en el mundo y para el mundo» se hace concreta a través de la vivencia eclesial y misionera de la índole secular de los laicos19. Dice el documento “Cristianos Laicos Iglesia en el Mundo” en el Nº 100 que hoy la santidad no es posible sin un compromiso por la justicia, y sin una solidaridad con los pobres y oprimidos. Y Francisco en EG nos recuerda que: El Evangelio nos invita a correr el riesgo del encuentro con el otro 88. El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden 18 19 Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 70. Conferencia Episcopal Española, Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, 26-29. Pag. 29 relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura. Necesidad de vínculos profundos y estables con Dios y los demás 91. Un desafío importante es mostrar que la solución nunca consistirá en escapar de una relación personal y comprometida con Dios que al mismo tiempo nos comprometa con los otros. Eso es lo que hoy sucede cuando los creyentes procuran esconderse y quitarse de encima a los demás, y cuando sutilmente escapan de un lugar a otro o de una tarea a otra, quedándose sin vínculos profundos y estables: «Imaginatio locorum et mutatio multos fefellit», [esto es, «la imaginación y mudanza de lugares engañó a muchos»].[68] Es un falso remedio que enferma el corazón, y a veces el cuerpo. Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad.[69] 2.9. ¿Pero cómo se construye este laico? El cristiano laico que hemos ido describiendo siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II debe ser el laico habitual de nuestros grupos, parroquias y diócesis, pero ¿de dónde salen estos laicos? Desde la experiencia y la reflexión que la misma Iglesia va realizando podemos decir que un laico así, no nace sino que se hace. Se va construyendo mediante un proceso que requiere una buena disposición personal, un trabajo comunitario y la acción del Espíritu. Se trata de un don y una tarea. En el documento “Los Cristianos laicos, Iglesia en el Mundo”, texto base para el Apostolado Seglar hoy se nos proponen dos instrumentos: • La formación de los laicos y • El apostolado seglar asociado. Dos instrumentos que no se pueden entender separadamente, de la unión de ambos depende el logro de un laicado verdaderamente evangelizador y misionero. Pag. 30 1. El apostolado seglar asociado Razones: En el Decreto del “Apostolado de los Seglares” del Concilio Vaticano II se dice que cada cristiano está llamado a ejercer el apostolado individual en las variadas circunstancias de su vida, también habla de la importancia del apostolado asociado para la evangelización y recomienda a los laicos que actuemos asociadamente por estas razones: La persona es un ser social por naturaleza que crece y se desarrolla en relación con otras personas. Para expresar el ser comunitario de la Iglesia. Si queremos hacer de nuestro mundo una nueva humanidad los cristianos hemos de ser signos de comunión. Por eficacia apostólica. En las actuales circunstancias tan complejas y difíciles es de todo punto necesario el aliento y apoyo del grupo, de la comunidad para mantenernos fieles a la vocación cristiana. Así, Francisco en E.G. nos señala la Necesidad de espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales: 77. No obstante, como hijos de esta época, todos nos vemos afectados de algún modo por la cultura globalizada actual que, sin dejar de mostrarnos valores y nuevas posibilidades, también puede limitarnos, condicionarnos e incluso enfermarnos. Reconozco que necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales, «lugares donde regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales».[62] Al mismo tiempo, quiero llamar la atención sobre algunas tentaciones que particularmente hoy afectan a los agentes pastorales. 2. La formación para el apostolado. El sentido de la formación La formación de laicos es una prioridad de la máxima urgencia para nuestra iglesia. Es preciso sensibilizar a todos los cristianos –sacerdotes, religiosos y laicos- sobre la importancia de la formación para reconocer más plenamente y asumir más conscientemente sus responsabilidades como laicos militantes en la vida y misión de la Iglesia, para superar la ruptura entre fe y vida, entre Evangelio y cultura, y, en fin, sobre la necesidad de animar a todos a emprender –si no lo están haciendo ya- un proceso de formación integral, espiritual, doctrinal y apostólica, a fin de ser y vivir lo que confiesan y celebran, y anunciar lo que viven y esperan. Según Francisco, en E.G.: 120. En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte Pag. 31 en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? La formación entendida como el logro progresivo de un modo de ser, de sentir, de pensar y de actuar, personal y comunitariamente, que sea profundamente cristiano. Una formación para estar en forma cristiana, para una mayor calidad en nuestra vida cristiana, para dar más y mejores frutos. La formación como un proceso de profundización y maduración de la experiencia del encuentro con Jesucristo es una tarea y un don permanentes en la vida de los fieles cristianos. Gracias por vuestra atención y espero que en los talleres realicéis un buen trabajo con la ayuda del Espíritu para despertar y consolidar vocaciones apostólicas entre el laicado de Aragón. Pag. 32 6. TALLERES SOBRE LA VOCACIÓN APOSTÓLICA, EN EL II ENCUENTRO DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN Comisión regional de apostolado seglar Ofrecemos a continuación una síntesis de los cuatro talleres que trabajaron las cuestiones que se plantearon después de escuchar la ponencia, así como un breve cuestionario al final que se puede trabajar individualmente, en grupo o en el movimiento apostólico. I.- SÍNTESIS DE LAS APORTACIONES 1.- La primera pregunta que se planteó en los cuatro Talleres fue la relativa a aspectos e ideas principales que nos había planteado a los asistentes al II Encuentro la ponencia de Lourdes Azorín. Una síntesis de las respuestas que se dieron es la siguiente: • Lo importante es el encuentro con Dios. • Cuando hacemos algo, debemos ser conscientes de que es Dios, Cristo el que está detrás. Somos portadores de Cristo: “cristóforos”. • Ser apóstoles, no solo actuando bien, sino además hablando y dando testimonio. • Encuentro personal con Cristo y poderlo trasmitir; no se trasmite solo con la inteligencia. • Reflexionar sobre la identidad del laico en la misión, y que esta la tenemos en la vida cotidiana, en todo lo que hacemos. • La frase: “La evangelización se hará con los laicos, o no se hará”. • Tarea del EG nº 91 sobre el compromiso y su dificultad. • Constancia, credibilidad y disponibilidad. • Cómo animamos a la iglesia, sobre todo a los jóvenes. • Quien soy yo para no amar al mundo. • Hay que callejear y dejar de balconear. • No perder la esperanza. • Somos buenos, pero algo cobardes. • Inventarse, pensar y arriesgarse; hay que trabajar y no esperar a que las ideas lleguen por si solas. • Oración, Palabra de Dios, sacramentos, nos ayudan en nuestra misión. • Necesitamos ser comunidad para llevar a cabo nuestro compromiso: unir fe y vida. • Cultura cristiano, cuidar los pequeños detalles. • Necesidad de formación con el matiz de que con ella no se trata de adquirir más conocimientos teológicos a nivel intelectual, sino de vivir y experimentar la fe. • No podemos sustituir al sacerdote en su misión, debemos complementarnos. • No desmoralizarse ante la sociedad que ve al creyente como alguien raro. • No rendirnos y seguir siendo testigos ante nuestro entorno cercano en el que hay personas no creyentes. 2.- La segunda pregunta que se trabajó en los talleres consistió en debatir y compartir qué sugerencias nos había proporcionado la ponencia para impulsar la vocación apostólica de Pag. 33 los laicos en cuatro tipología de cristianos, por lo que s ehizo una distribución en cuatro talleres: • Entre los cristianos que solo participan en la misa dominical (Taller 1) • Entre los cristianos que participan, además, en las tareas y misión de la parroquia (Taller 2) • Entre los laicos asociados, es decir, que son miembros de los movimientos y asociaciones apostólicas (Taller 3) • Entre los cristianos que participan en el voluntariado (Taller 4)? A continuación ofrecemos una síntesis de las respuestas a esta pregunta de cada uno de los talleres. TALLER 1: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos que participan únicamente en la eucaristía dominical • Hablar con los fieles que acuden a misa y no sólo con los conocidos; hay que acercarse también a los desconocidos. • Importancia de la acogida de personas que se acercan por primera vez a la parroquia a través de la eucaristía dominical. • Es necesario un mayor acercamiento personal a las personas que solo acuden a la misa dominical, informándoles y ofreciendo participar en actividades que se llevan a cabo en la parroquia: coro, biblioteca, Cáritas, etc. • Pedir la implicación de los padres en las catequesis de niños y en las misas en que éstos participan de manera especial. • Tenemos que celebrar unas Eucaristías más vivas y participativas, para no sentirnos solos en la fe, sino con sentido de comunidad. • Fomentar un mejor conocimiento de la Eucaristía, pues muchos de los asistentes no la comprenden del todo. TALLER 2: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos que, además de participar en la eucaristía dominical, participan también en las tareas y en la misión de la parroquia • INVITAR A LA CORRESPONSABILIDAD: A) Estar pendientes de aquellas personas que necesitan de algún empujón para actuar. B) Mayor implicación de los propios laicos en las tareas parroquiales. C) No conformarnos con mantener lo que tenemos: somos pescadores, no piscifactores D) Facilitar la actuación de los laicos por parte de los sacerdotes. E) Volver a la dirección espiritual, al acompañamiento de los sacerdotes ... • COORDINACIÓN INTRAPARROQUIAL. Fomentar la coordinación de los grupos parroquiales para sentirnos comunidad cristiana. • FORMACIÓN: A) Cuidar la continuidad en la formación con arreglo a un itinerario. B) Incluir en los programas de formación temas sobre problemas sociales. C) No olvidar la formación humana junto a la religiosa. D) Animar a la lectura del Evangelio y de la Sagrada Escritura en general. Pag. 34 • FOMENTAR EL APOSTOLADO ASOCIADO. Abrir las parroquias a los movimientos de apostolado seglar. • LOS POBRES. Atender preferentemente a pobres y desvalidos de cualquier necesidad. • NIÑOS. En el caso de cristianos que trabajan en la pastoral de niños: atraer a los niños a través de juegos y otras actividades, trabajar también con los padres de los niños de catequesis. • JÓVENES. Organizar para los jóvenes fiestas, tertulias, mesas redondas, recitales, cine forum... Impulsar la Pastoral Juvenil diocesana. • NOVIOS. Trabajar ya con los novios antes de la preparación para el matrimonio. • ACOGIDA DENTRO Y APERTURA AL EXTERIOR: A) Saber acoger y encauzar a las personas que llegan. B) Invitación directa a determinadas personas a integrarse en la vida parroquial. C) Incluir en el tablón de anuncios de la parroquia información sobre las actividades del barrio. D) Estar con la gente, simpatizar con la época que nos toca vivir. TALLER 3: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos asociados que participan en mayor o menor grado en los movimientos y asociaciones apostólicas en nuestras diócesis: • LA BASE DEL LAICADO ASOCIADO. Considerar la formación, el compromiso social y la espiritualidad como los tres pilares de todo movimiento apostólico. Volver a las fuentes, al carisma fundacional de cada asociación o movimiento apostólico. • CELEBRAR LA FE. Saberse instrumentos en las manos de Dios. Celebraciones más alegres y festivas • INVITAR AL COMPROMISO EN LA SOCIEDAD: A) Participar en los diferentes ambientes sociales, no solo en la parroquia B) Denuncia de situaciones injustas. C) Aprovechar en la vida diaria para, con pequeñas cosas dar algún testimonio (familia, trabajo, amigos, etc.) D) Al final son compromisos personales, con el apoyo del grupo. E) Denuncia, la persona es lo primero. A veces desde la Iglesia no se denuncian situaciones de pobreza • RETOS DE LOS LAICOS ASOCIADOS CON LOS JÓVENES: A) Plantearnos en los movimientos como llegar a los jóvenes, es una tarea fundamental. B) Organizar jornadas de oración para jóvenes. C) Invitar a los jóvenes de confirmación a participar en algún movimiento apostólico. D) Dejar que los jóvenes organicen y protagonicen sus propias actividades E) Jornada de oración para jóvenes. F) Salir a la calle, teniendo en cuenta sobretodo los nuevos medios de comunicación: páginas web, facebook, etc. G) Mayor alegría en las celebraciones H) Para trabajar con jóvenes, también hay que cuidar la pastoral de niños: Hay que empezar por los niños, es un recorrido en el que no hay que tener prisa. Tener paciencia y empezar sembrando. Es una labor educativa. • MEJORAR LA COORDINACIÓN ENTRE LOS MOVIMIENTOS Y LAS PARROQUIAS Pag. 35 A) La parroquia debe ser integradora de todos los grupos y carismas. B) Actividades conjuntas de los grupos y movimientos. Abrirnos unos a otros. C) Los sacerdotes deben contar más con los movimientos. • NUEVAS INICIATIVAS Y ACTITUDES PARA EVANGELIZAR A) Utilización de un lenguaje más actual para evangelizar, sobre todo con los jóvenes. B) Utilizar las tecnologías de la información y los medios de comunicación modernos. C) Organizar actividades abiertas a otras personas, como vigilias familiares. D) Liberarse de la obsesión por conseguir resultados. E) No quejarse: el pesimismo espanta y no construye. F) Mirar hacia delante, no estar siempre recordando tiempos pasados. TALLER 4: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos cristianos que participan en el voluntariado social y otras realidades sociales • • • • • • • • • Integrar también a los pobres y marginados en nuestras comunidades. Dar más importancia a los temas sociales: se dejan para el final y no se llega. Formación eficaz con un proceso de acompañamiento. Estar abiertos a las situaciones que se nos presenten. Hacer lo que estamos llamados a hacer sin pensar en los resultados. Partir de la evangelización en los hogares: hablar en casa del hecho religioso. Dar responsabilidades a los demás, no queramos que hagan las cosas como nosotros Contar con los demás en la toma de decisiones. Motivarse en las tareas concretas, buscar la realización personal y el gusto por lo que se hace. • Organizar círculos de silencio contra las injusticias sociales. II.- CUESTIONARIO PARA LOS LECTORES Hasta aquí las aportaciones de los cuatro talleres que se organizaron en el II Encuentro del laicado en Aragón. Ahora es el momento de invitar a quienes lean este folleto y en particular el texto de la ponencia de Lourdes Azorín y estas sugerencias a que ellos también queden interpelados para afianzar o despertar su vocación apostólica. Por eso, la Comisión regional de Apostolado seglar invita a quienes lean esta publicación a reflexionar personalmente o en grupo sobre estas dos cuestiones: • Destaca dos ideas de los contenidos expuestos en la ponencia de Lourdes Azorín. ¿Qué me sugieren a mí, a mi parroquia y a mi movimiento apostólico? • ¿Qué pasos voy a dar para despertar en mí y en otros la vocación apostólica, después de conocer y reflexionar sobre algunas de las sugerencias que se han hecho en los Talleres y que acabo de leer? • ¿Qué primer paso voy a dar? ¿Cuándo voy a revisar si he llevado a cabo ese compromiso? Tras la reflexión os proponemos rezar la oración a la Virgen, “estrella de la nueva evangelización” que podéis localizar en la parte final de este folleto para que nos dé fuerzas para despertar entre los cristianos más vocaciones apostólicas laicales. Pag. 36 7. PRESENTACIÓN DE EXPERIENCIAS DE LAS DIÓCESIS DE ARAGÓN 7.1. EXPERIENCIA DE LA DIÓCESIS DE ZARAGOZA. “EL GESTO DIOCESANO SOLIDARIO: CONTRA LA EXCLUSIÓN RESIDENCIAL Y LA POBREZA ENERGÉTICA” Por Saúl Pérez El 14 de junio de 2014 se cumplió el 1er trimestre de la presentación pública del Gesto Diocesano Solidario contra la exclusión residencial y la pobreza energética en Zaragoza. Este Gesto se ha materializado en un convenio firmado entre la Archidiócesis de Zaragoza y la Sociedad Municipal Zaragoza Vivienda. El convenio ha permitido en estos tres meses, recoger y destinar ayudas económicas provenientes de aportaciones solidarias a familias en situación de exclusión residencial por un importe superior a 15.000 euros, la cesión de 5 viviendas de propietarios particulares al Gesto para destinarlos a alquileres sociales reducidos, intervenir y acompañar socialmente a15 familias y crear un equipo compuesto por más de 20 personas voluntarias. A ello hay que añadir que la Coordinadora del Gesto Diocesano Solidario ha conseguido trabajar en estrecha colaboración y comunión con las entidades que se han ido sumando a ella: Cáritas, Manos Unidas, Delegaciones Diocesanas (Pastoral Obrera, Pastoral Juvenil, Pastoral Penitenciaria, Enseñanza y Apostolado Seglar), Consejo de Acción Católica y movimientos apostólicos (JOC, HOAC, Profesionales Cristianos, Movimiento Rural Cristiano y Acción Católica General), órdenes religiosas (Jesuitas-Centro Pignatelli, Hermanas da la Caridad de Santa Ana, Itaka-Escolapios). HISTORIA Hace seis años se ponía en marcha una iniciativa denominada “Gesto Diocesano Solidario contra la Crisis”. El Gesto consistía en un acto, precedido de un trabajo y reflexión, que cada curso pretendía sensibilizar en nuestra diócesis sobre algunas de las consecuencias de la crisis. Han pretendido ser gestos constructivos y transformadores, que nos pusieran en camino y trabajo para la búsqueda de alternativas concretas que den respuesta a las situaciones de carencia o necesidad de nuestro entorno. En particular, impulsando y apoyando proyectos comunitarios de implicación y de transformación. El curso 2012-2013 el V Gesto Diocesano Solidario tuvo por lema “Primero, los últimos”, que sirvió para contemplar y escuchar testimonios de personasvíctimas de esta crisis. La Coordinadora del Gesto Diocesano decidimos entonces dar continuidad al Gesto, adoptando un compromiso concreto, con la intención de que fuera una ayuda y un apoyo a los últimos, y que pudiera servir al mismo tiempo para sensibilizar e implicar al mayor número de personas de nuestra diócesis ante uno de los problemas que más está preocupando a lasociedad por las terribles consecuencias que supone para las personas y familias que lo sufren: el drama de los desahucios, la exclusión residencial y la pobreza energética. EL POR QUÉ DE ESTE GESTO Durante los sucesivos Gestos Diocesanos Solidarios de los últimos años ha quedado constancia de un hecho: la crisis económica ha provocado que millones de personas hayan perdido su trabajo y miles de familias su vivienda. Ya eran muchas las personas sin hogar. Pero ahora muchas otras familias han tenido que suspender el pago de sus hipotecas o no Pag. 37 pueden hacer frente a los alquileres o los pagos por los suministros básicos como la luz, el gas o el agua. Las cifras de familias que lo han perdido todo, víctimas de los desahucios, son pavorosas. La crisis ha impedido acceder a una vivienda a cientos de miles de personas y ha dado lugar a más de 400.000 ejecuciones hipotecarias en estos años en España. En la provincia de Zaragoza, por su parte, solo durante el último año se produjeron más de 1.200 desahucios, lo que supone una media de 3 o 4 lanzamientos diarios. Situación que puede agravarse pues, desde el inicio de la crisis, el acceso al Ingreso Aragonés de Inserción (IAI) se ha convertido, por la vía de los hechos, en una interminable carrera de obstáculos para sus solicitantes. Y, desgraciadamente, ahora se plantea su reforma para limitar y reducir más este recurso último que permite a cubrir las necesidades más básicas, especialmente la vivienda, a las familias más empobrecidas. El Papa Francisco, después del rezo del Ángelus del domingo 22 de diciembre de 2013, decía: “Hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca han tenido o porque la han perdido por diferentes motivos. ¡Familia y vivienda van de la mano! Es muy difícil para una familia salir adelante sin una casa en la que vivir”. Hace unos meses, en el mismo día que presentábamos en el Centro Pignatelli de Zaragoza el Gesto Diocesano, Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, pronunciaba durante la ponencia inaugural del I Congreso sobre vivienda social que “en las actuales circunstancias socioeconómicas, la Iglesia y los cristianos, junto a otras instancias de la sociedad civil, debemos ser venero de esperanza para tantas familias que han perdido su vivienda o que ni siquiera han podido acceder a ella. Su clamor debe golpear nuestras conciencias y espolear nuestra generosidad y nuestro compromiso. Sin una casa, sin un hogar, los derechos fundamentales de la persona no encuentran desarrollo ni garantía” (Sevilla, 14/03/2014). La presentación pública del compromiso adoptado tras el V Gesto Diocesano Solidario, y materializado en el convenio anteriormente citado, cumple ahora su primer trimestre de recorrido. Y nació precisamente con esa pretensión. La colaboración entre la Iglesia y los cristianos con instancias de la sociedad civil para apoyar políticas públicas a favor y al servicio de las personas y familias que han perdido su vivienda o tienen amenazada su situación residencial. El tema de la vivienda forma parte de la llamada cuestión social, sobre la que la Iglesia viene reflexionando desde la encíclica Rerum novarum de León XIII, a final del siglo XIX, hasta la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, que entienden la vivienda como un derecho específico de la persona y como un aspecto clave del derecho a una vida humanamente digna. Hacemos nuestras las palabras de Monseñor Asenjo, que finalizaba su discurso inaugural del I Congreso sobre vivienda social, señalando que “el liberalismo desenfrenado y sin entrañas ha conducido al dolor y a la exclusión social de miles de familias, generando situaciones de marginación y pobreza”. Apelaba por ello a que, “ante el clamor de los pobres, debemos seguir poniéndonos manos a la obra, nunca mejor dicho, sin demora, sin excusas, con entusiasmo, sin dejarnos arrastrar por el pesimismo, con la noble ambición de construir un mundo más justo, humano y fraterno, tal como Dios lo soñó, lo que sin duda comienza por tener una vivienda Pag. 38 digna para todos”. (+Juan José Asenjo, 14/03/2014). 7.2. EXPERIENCIA Y TESTIMONIO DESDE LA DIÓCESIS DE TERUEL Y ALBARRACÍN: “ENCONTRARSE CON LA IGLESIA” Maribel y Mª Carmen Ramos Saludos, Paz y Bien. Vaya por delante la sorpresa que ha supuesto esta invitación a participar en esta mesa de experiencias del II Encuentro de laicos en Aragón. La hemos asumido con sencillez y trabajo en grupo… Todo un reto por lo que supone dar testimonio. Quizás en otros momentos de la Iglesia nuestra presencia en esta mesa no hubiera tenido nada de novedoso. Sin embargo, partiendo de la realidad de nuestras diócesis, como se ha visto y oído esta mañana, sí puede ser interesante compartirlo, por si pudiera aportar alguna pista sobre cómo salir hacia los otros, y proponerles una vivencia cristiana gozosa sin complejos y de tú a tú. Que unos adultos entre 35 y 45 años anden buscando, se encuentren y formen un grupo de revisión de vida, es aquí y ahora una Buena Noticia. Varias de nosotras, de forma personal, andábamos rastreando las realidades grupales de la diócesis de Teruel- Albarracín, sin llegar a ilusionarnos con ninguna de ellas. Sentíamos la necesidad de compartir la propia vida a la Luz del Evangelio. Las palabras del amigo Serafín: “si no encuentras lo que buscas, hay que crearlo”, maduraron esa necesidad, alineando la idea y el esfuerzo de acercarnos a otras personas, proponer, juntarnos, configurar el marco de trabajo, definir qué queríamos y qué no, y que reglas básicas de juego se podían consensuar. Tras esa convocatoria personal, con nombres y apellidos, cara a cara siguió una asamblea conjunta. Algunas personas declinaron la oferta pues se veían saturadas por la agenda, aunque también se reconocían necesitadas de un espacio de calidad donde revisar sus quehaceres. De todo este proceso, ha cristalizado un grupo entre 6 y 8 personas. Desde diferentes puntos de partida (desde aquellos que jamás estuvieron en asociación, movimiento…hasta quienes nunca dejaron de estarlo), desde diferentes niveles de compromiso sociales, con parroquia, diócesis, asociaciones…, con diferentes estilos (que van de lo más estiloso a lo más tabernero), hemos empezado a compartir bajo el paraguas del respeto, el acompañamiento mutuo y la corresponsabilidad. En estos dos años de trabajo, nuestros encuentros quincenales, giran en torno a la oración y a nuestra existencia. El objetivo es ver Qué y Cómo hacemos en cristiano, a través de la Palabra, los hechos concretos del día a día, de nuestro proyecto vital presente y de la participación con el resto de nuestra Iglesia doméstica. A continuación transcribo las respuestas que hemos dado a unas sencillas preguntas, para describir nuestra experiencia: Pag. 39 ¿Qué es el Grupo de Revisión de vida (GRV)? • Un grupo de personas de mi edad (5 arriba/5 abajo) con inquietudes similares en cuanto a la Iglesia, con las que comparto el evangelio, aplicándolo a la vida propia de cada uno, a la sociedad actual. • Un espacio de encuentro vivo donde hago visible mi fe, donde la comparto, la expreso y la concreto. • Para mí el GRV es un espacio que me ha abierto miras, me ha hecho darme cuenta del aquí y ahora y de lo importante que es marcarme límites a corto plazo de forma que pueda ser dueño de mi vida, siempre teniendo a Dios como referencia • Para mí el GRV es un punto de encuentro con un grupo de adultos jóvenes creyentes y practicantes donde siento viva mi fe, compartimos tanto el evangelio como los hechos de la vida misma que nos inquietan y nos gusta analizar desde un punto de vista cristiano. Comenzamos nuestras reuniones con una oración y las concluimos con una oración, una canción o dando gracias. ¿Qué busco en el grupo? • • • • • • • • superar mis contactos esporádicos con la iglesia compartir la fe en comunidad reenganchar con la realidad de Teruel participar más, hay que hacer algo más me sentí identificada con los otros integrantes juntarme con cristianos para no vivir la fe sola vivir en grupo regulación, apoyo y corrección fraterna ¿Qué aportas tú al equipo de revisión de vida? Respeto, libertad de expresión, confidencias, emoción, puntos de vista diferentes sobre la iglesia, ilusión, ganas de aprender, inquietudes, juventud, frescura, debate, variedad, consejos, propia experiencia, mi formación, optimismo, ganas de construir, apoyo y presencia, fidelidad, compañía… ¿Qué te ha aportado hasta el momento, para qué te ha servido? • Para conocer nuevas personas; para empujarme a participar en mi Parroquia; para aprender a aplicar el evangelio a la actualidad; para obtener material, saber buscarlo; para juntarme con personas que pertenecer a la Iglesia de una forma diferente a la misa dominical. • El GRV me sirve, sobre todo, para arraigar el Evangelio en mi vida (o mi vida en el Evangelio). Para hacerlo concreto en hechos y acciones que de otra forma no se materializarían nunca. Me sirve para formarme. Para orar en comunidad. Para reforzar mí fe. Y para dar testimonio • Primeramente me ayudó a superar barreras y obstáculos que yo misma me ponía diariamente. Esto fue gracias a la óptica cristiana que mis compañeras en aquel entonces me supieron vislumbrar. • Me ha servido para dar naturalidad a muchas actuaciones cristianas. Me ha servido para ver cómo puedo ayudarME y Mejorar y para ayudar a la gente, para tener más conciencia Pag. 40 social. Y sobre todo me ha ayudado para tomar conciencia del aquí y ahora, para fijarme en detalles cotidianos que pueden ayudarnos a mejorar. Para intentar VIVIR la vida cogiendo las riendas: evitar que se me escape la vida sin haber hecho NADA!!!! . • El GRV me ha servido hasta ahora para reforzar mi fe y ver que hay un grupo de gente joven inquieta y con ganas de conocer más a Jesús y de comprometerse activamente en su día a día con su fe y sus creencias religiosas . Un método claro para aplicar: VER-JUZGAR Y ACTUAR. ¿Cuáles son los retos, llamadas y compromisos que recibo en el equipo de revisión de vida? • • • • • • • • actuar vincularme a la parroquia compromiso acción social concreta tomar conciencia de la realidad dónde estoy, dónde quiero ir compromiso económico dar testimonio… Concluimos la exposición de esta experiencia. Por delante quedan mucha ilusión e intuición de que el Reino de Dios está ya, en nuestro camino diario, y la toma de conciencia de seguir llevando a cabo compromisos concretos, sencillos, realizables, serios y humildes, ¡Cómo nuestra vida misma!” Gracias por vuestra atención Pag. 41 7.3. EXPERIENCIA DE LA DIÓCESIS DE BARBASTRO-MONZÓN: “LAICOS ANIMADORES DE CELEBRACIONES DOMINICALES SIN PRESBÍTERO” Juan de Pano Hola. Buenas tardes a todos. Me llamo Juan y soy, desde hace algo más de 5 años, Animador de la Comunidad Cristiana en ausencia de presbítero, en la Diócesis de Barbastro-Monzón. Me han pedido que os dé a conocer la experiencia apostólica como “Animadores de la Comunidad” que un grupo de laicos hemos asumido en nuestra Diócesis. Nuestra misión parte de la llamada que un día hizo nuestro Obispo, invitando a los laicos cristianos de las parroquias que sí tienen sacerdote a su servicio, para que aceptáramos el encargo de animar algunas de las pequeñas comunidades rurales que sólo pueden contar con la presencia del sacerdote muy de tarde en tarde, debido a la escasez de sacerdotes y a la gran dispersión demográfica de nuestra tierra. Así es como algunos domingos llevamos la Palabra de Dios a los pueblos donde nos envía el cura responsable del grupo parroquial que atendemos y a los cuales él no puede llegar, y acercamos la Comunión a las gentes de esos lugares, llevando en nuestras píxides a Cristo desde la Eucaristía que hemos celebrado en nuestras parroquias. Claro que, tanto el poner a Dios en nuestros labios, como ponerlo en nuestras manos para ofrecerlo a los demás, es un privilegio de cercanía con el Señor y una sensación de estar participando en sus planes tan grandes que dudo que os lo pueda transmitir adecuadamente. Lo que siento cuando asciendo en mi coche a nuestro Pirineo llevando a Cristo en mí y conmigo, o lo que disfruto anunciando y explicando la Palabra de Dios a quienes acuden a estas celebraciones dominicales, o lo que me llena el compartir el pan de la comunión con quienes no tienen apenas a nadie a su alrededor con quien compartir la vida, es una satisfacción que sólo yo me sé y que no sabría cómo explicaros. El grupo parroquial de Campo, donde yo ejerzo como animador, abarca 16 núcleos habitados, que a su vez son parroquias con todo un bagaje de historia y de fe a sus espaldas. Ahora, todo este grupo parroquial está encomendado a uno de los sacerdotes de Castejón de Sos, que además, también tiene a su vez encomendados otros muchos pueblos del Valle de Benasque. Esto os dará una idea de cuál es la fisonomía pastoral de nuestra Diócesis. Con la humildad y el pudor que podéis imaginar, un grupo de unos 15 laicos le dimos nuestro sí al Obispo y le dijimos que, si nos consideraba capaces, podía contar con nosotros; y al mismo tiempo, entre dudas e ilusiones, le dimos un sí más grande a Cristo y le dijimos “lo que Tú quieras, Señor. Tú sabrás lo que haces”. Luego, vinieron las sesiones formativas, los intercambios de experiencias con los animadores que ya nos precedían desde hacía unos años en esta misma labor y por fin, un Martes Santo, en la Misa Crismal, nuestro Obispo nos instituyó como ministros extraordinarios de la Eucaristía, nos encargó la atención de esas pequeñas comunidades y nos envió a ellas en presencia de la Pag. 42 asamblea cristiana de la Diócesis. Desde entonces, una o dos veces al mes, acudimos a estos pueblos. El día de nuestra intervención, procuramos celebrar con nuestro párroco la Eucaristía y después, por parejas, llevamos el pan de la Palabra y de la Eucaristía a estos buenos feligreses que ese día no hubieran podido celebrarla de otro modo. ¡Y cómo nos reciben! El cariño y el agradecimiento de las gentes de la montaña a las que atendemos son extraordinarios. Con nuestra presencia, se sienten acompañados y queridos por su Iglesia, a pesar de que la rutina de sus vidas les devolverá, hasta nuestra siguiente visita, a su situación de pueblos semiabandonados. La acogida que nos dan, de pequeña comunidad cristiana que aguarda, recuerda el Libro de los Hechos y tiene sabor a primitiva Iglesia, y a lo que debieron ser los encuentros de los apóstoles itinerantes en las primeras comunidades. Cuando anunciamos nuestra visita, se la comunican de unos a otros e incluso se juntan de varios pueblos; por más que siempre somos pocos, lo cual, indefectiblemente, me lleva a sentir la grandeza de reconocerme desde nuestra pequeñez como parte integrante de la Iglesia universal de Cristo. Nuestra acción concreta como animadores es muy sencilla. Todo comienza con un repique de campana. Por cierto, dejadme que os diga que, sin saberlo, yo tenía vocación de campanero: ¡Qué gozada lanzar al aire las campanas, compitiendo en altura con las montañas, llamando a la oración, anunciando la presencia del Señor y convocando a su encuentro! Tras los tres toques de rigor y procurando la participación de los que acuden, proclamamos la Palabra de Dios, la comentamos y luego, con todo el respeto y la emoción contenida que podéis suponer, les damos la comunión y comulgamos con ellos. El ir de un valle a otro, de una ermita a una iglesia, de un pueblo a una aldea llevando en nuestro coche y en nuestros corazones la píxide con la Eucaristía inunda el ánimo de certidumbre y fortaleza. Pensad en un momento vuestro de especial cercanía con el Señor y creed que algo así nos ocurre cada vez que nos llaman a la misión, y que el regreso a nuestras casas y a nuestras familias se nos llena de una alegría que lo invade todo y de esa sensación, difícil de explicar, que se nos apodera cuando sabemos que acabamos de hacer algo A la luz de un candil, de unas velas o del sol de la mañana y en medio de cinco o seis hermanos en Cristo, la lectura del Evangelio sabe a una alabanza nueva y a un sentimiento de intemporalidad y de unión con Él inexplicables. Os hablaba antes de privilegio y lo reitero: cada uno de esos domingos o fiestas litúrgicas especiales que vamos a celebrar la Palabra y a compartir la Comunión es una delicia de reafirmación cristiana, profundamente entrañable y gratificante, que nos ayuda a ser más creyentes y más hermanos. A veces, nuestra disponibilidad, por culpa del tiempo y las distancias, es más limitada que nuestro deseo y nuestra capacidad real de acompañarles. Por eso, cuando estamos entre ellos, aprovechamos para hacerles sentir nuestro interés por sus cosas e implicarnos en sus vidas porque, aunque nadie nos lo haya pedido, la convicción personal nos dicta que si de verdad queremos sentirnos comunidad cristiana con esas buenas gentes, es imprescindible su trato y la comunicación afectiva con ellos. Seguramente por eso, los signos sencillos que realizamos desde nuestras capillas hacia afuera también nos encantan: Llegar con tiempo y dejarnos ver, saludar, Pag. 43 charlar en la puerta de nuestras iglesias, tocar, como os he dicho, las campanas y alertar a todo el valle, participar en sus fiestas y romerías, comprar el pan en sus tiendas, tomar un refresco donde tienen bar, visitar sus casas, interesarnos por sus familiares… En fin, cualquier acción que suponga presencia y acercamiento. Me consta que algunos de mis compañeros van más allá y ejercen su apostolado ocupándose en atender y acompañar su estancia cada vez que deben acudir al hospital de Barbastro. Otro aspecto importante y precioso de nuestra misión es que cuando nos enteramos de que hay un enfermo o un impedido en uno de nuestros pueblos, le llevamos la comunión a su casa. ¡Qué maravilla poder llevar a Cristo a la cama de un enfermo! La última comunión que recibió mi amigo José, se la di yo y esa satisfacción no me lo quitará nadie mientras viva. Somos laicos. Trabajamos como vosotros dentro de nuestras parroquias desde nuestra vocación seglar. Yo tengo esposa y cuatro hijos, y sé que mi misión está en mi mundo diario, en mis ambientes de trabajo, y de amistad, y de familia, que mi apostolado consiste en procurar planteamientos cristianos en las asociaciones a las que pertenezco y en mostrar mi convicción cristiana allí donde voy. Pero, al mismo tiempo, ante las necesidades actuales de nuestra Iglesia, siento que mi corresponsabilidad de laico se está perfilando en una dimensión más amplia y que Cristo me está pidiendo una parte de mi tiempo libre para acudir en ayuda de nuestros sacerdotes en la labor de animar la fe de otras comunidades cristianas. Creo que la realidad de nuestras comunidades exige una revisión de nuestro modo de entrega y nos llama a otros aspectos del apostolado que hasta ahora no eran imprescindibles. Rezo con vosotros para que nos hagamos dignos de esa llamada. Pag. 44 7.4. EXPERIENCIA DE LA DIOCESIS DE HUESCA: “APOYO DE MILITANTES JÓVENES DE ACG A LOS CONFIRMANDOS” Antonio y Rosalía. Acción Católica General Los últimos dos años nos hemos desempeñado en algo que quizás no resulte ninguna novedad. En las parroquias que más conocemos vivimos ese fenómeno que quizás ya muchos lo conocéis. Después del proceso de catequesis de confirmación la esperanza de que la presencia de los jóvenes continúe en la Iglesia es una labor difícil. Anteriormente teníamos la experiencia de las convocatorias “paracaidista”: al final del proceso de catequesis llegábamos, casi no nos conocen de nada y les invitábamos a algo que les resultaba demasiado desconocido. Desde la llamada que tenemos como ACG dentro de la Iglesia, teníamos que dar respuesta apostando con esfuerzo. << La ACG no es para si misma sino para dinamizar espiritual y pastoralmente la parroquia. Y para evangelizar los ambientes en los que desarrolla su actividad pastoral la misma comunidad.>> A vino nuevo odres nuevos. Proyecto de Acción Católica General. Comenzamos ese curso desde pronto con la siguiente reflexión: nosotros estamos en un único grupo de jóvenes (5 y el consiliario) pero no siempre con tiempo disponible por trabajo, otros compromisos etc. Aun así dimos un paso adelante salimos a visitar a los párrocos con el proyecto de ofrecer que: si hay jóvenes en la parroquia, nos comprometíamos a aportar algunos jóvenes o adultos-jóvenes para acompañar o reforzar grupos de confirmación y postconfirmación para que vivamos con ellos para que transmitamos, Su mensaje de Vida y Su mensaje de Amor que a nosotros nos merece la pena. Después uno a uno fuimos llamando a más personas para ello. ¿Cuál puede ser el método para llegar más interiormente a ellos, y a otros jóvenes que además ni siquiera están (un joven evangeliza a otro joven)? Surgió una convivencia de principio de curso, una chocolatada solidaria en navidad, un encuentro inter-diocesano… A veces las fuerzas nos flaquean, el curso avanza y hacia el final es duro conseguir mover a los jóvenes entre tanta demanda de tecnología, de ocio… Lo que descubrimos es que aunque somos pocos no somos cobardes y nuestro jefe es excepcional. Los jóvenes merecen la pena y nos exigen constancia, esfuerzo e ilusión. Han salido dos grupos de jóvenes de post-confirmación para seguir viviendo y compartiendo su fe, caminando con nosotros. Tenemos que ser conscientes de que nosotros mismos nos tenemos que creer este mensaje que nos hace felices y que si no lo transmitimos nadie va a hacerlo por nosotros y si no quizás las iglesias poco a poco se van hundiendo. Os invitamos a todos, a hacer ese esfuerzo en no perder la esperanza en transmitir trabajar contagiar la alegría del evangelio porque cada joven merece la pena. Pag. 45 7.5. UNA EXPERIENCIA DESDE PASTORAL JUVENIL DE ZARAGOZA Alba Monaj, Delegada episcopal de Pastoral Juvenil de Zaragoza La organización del II Encuentro del laicado cristiano (adulto) en Aragón en mayo de 2014 nos ha invitado expresamente a que participemos, con el fin de aportar nuestra experiencia pastoral con los jóvenes de la diócesis de Zaragoza, porque entre el laicado de la diócesis están también los jóvenes cristianos. Nosotros somos conscientes de que también tenemos la misma misión que los laicos adultos. Con nuestra presencia aquí queremos subrayar cómo hay un laicado joven comprometido eclesialmente y socialmente y un relevo generacional. Desde nuestra Delegación también somos sensibles a ir despertando y afianzando vocaciones cristianas entre los jóvenes de nuestra diócesis. Expondremos brevemente nuestra joven historia e informaremos de la actividad que ahora estamos llevando a cabo. 1. Un poco de historia de la Pastoral Juvenil en Zaragoza El Secretariado de Pastoral Juvenil (PJ) se creó a finales de 1978 y se comenzó a trabajar en la elaboración de un Documento de Pastoral Juvenil que contenía las opciones básicas por las que tenía que regirse esta pastoral específica. El Arzobispo nombra como primer director al ya fallecido Teodoro Sánchez, sacerdote en el barrio de San José. En el año 1980 comienza a reunirse la Coordinadora de PJ, reflejo de una de esas opciones de la P.J. Al principio son pocos los grupos enviaban representante, pero poco a poco y como fruto de visitas, encuentros, folletos etc. fue creciendo en participantes. Al mismo tiempo nacen las primeras actividades: Las Pascuas Juveniles, vigilias, celebraciones con expresión de los jóvenes, la revista “Apostamos”... A nivel nacional, desde el principio y de forma activa se participó en el Consejo del Departamento (antes subcomisión) de Juventud de la CEAS (Comisión Episcopal de Apostolado Seglar) de la CEE (Conferencia Episcopal) así como en los encuentros nacionales convocados desde ella. En 1985 se comenzó a trabajar en la elaboración de un nuevo Documento de PJ, incluyendo las líneas fundamentales y un análisis de la realidad del momento que se hizo público en la primavera de 1990. Al mismo tiempo, se participó también en la elaboración del Proyecto Marco Pag. 46 a nivel nacional “Jóvenes en la Iglesia, Cristianos en el Mundo” . En torno al 1988 se comenzó a trabajar en el proyecto de la Escuela de Animadores de PJ y se fue ampliando una pequeña biblioteca llamada CEDAJ (Centro de Documentación en Animación Juvenil). Un paso importante en el Secretariado es el que se da en 1991 cuando se plantea el relevo del Director (Pepe Nerín, en aquel momento). Se introduce en la coordinadora el debate sobre quién debería de asumir esta responsabilidad, y si existiría la posibilidad de que algún joven lo asumiese, planteando una novedad diocesana importante, que fuera un o una joven laico o laica. 2. Se abre una nueva etapa La idea se trabajó por los grupos, el Arzobispo Yanes acepta la propuesta y comienza una nueva etapa nombrado como nueva Directora del Secretariado a Mabel López, acompañada por Paco González como Consiliario. La contratación laboral fue asumida por la constituida asociación juvenil “Coordinadora de Pastoral Juvenil” y los grupos que constituían la Coordinadora se responsabilizaron económicamente para completar el presupuesto anual del Secretariado de Pastoral Juvenil de Zaragoza. En septiembre de 1994, el Arzobispo de Zaragoza nombró a Eva Pérez como nueva directora del Secretariado, en 1997 José Ángel Gasca tomó el relevo a Eva y en el año 2000 la persona que asume esta tarea, nombrada por el Arzobispo, es Beatriz Oliván. Posteriormente Nuria Ibáñez, María Gómez, Daniel Sampériz y Alba Monaj son los jóvenes laicos que han ido desempeñando este servicio eclesial hasta septiembre de 2014, fecha en la que Mario toma el relevo. Hace más de cinco años, el Secretariado pasó a ser nombrado oficialmente Delegación Episcopal, con lo que cambió la nomenclatura de Director del Secretariado a Delegado Episcopal de Pastoral Juvenil. 3. ¿Cómo nos organizamos? Pag. 47 4. ¿Quiénes somos? En esta diapositiva podéis apreciar la pluralidad de grupos, movimientos, parroquias y otras instituciones de la iglesia, incluso con sentido ecuménico como Chemin Neuf (La Cartuja) invitados a participar en nuestra Delegación: 4. ¿Qué actividades llevamos a cabo? De todas ellas, querríamos hacer una referencia a una experiencia concreta “ORA PJ” desde el mes de spetiembre de 2013 consitión básicamente en la invitación a UNA HORA de ORAción en la parroquia de San Gil de Zaragoza, el tercer sábado del mes, con un estilo Taizé y ecuménico: Pag. 48 5.- Gracias por invitarnos Aunque lo hemos presentado muy esquemáticamente, esta es nuestra labor en la diócesis de Zaragoza. Como veis, los jóvenes laicos nos sentimos en comunión eclesial con el laicado adulto y con otras Delegaciones episcopales y por eso planificamos también nuestra presencia en actos diocesanos como este II Encuentro del laicado de Aragón: gracias por invitarnos. De esta manera, queremos subrayar cómo hay un laicado joven comprometido eclesialmente en el que queremos despertar la vocación cristiana y proponer también a muchos de ellos que desarrollen su vocación apostólica (tema de este Encuentro) entre los jóvenes de nuestra sociedad, como nuevos evangelizadores. Pag. 49 8. ORACIÓN FINAL DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “EVANGELII GAUDIUM”. PAPA FRANCISCO A LA VIRGEN, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús. Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del Señor. Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora. Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga. Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino. Estrella de la nueva evangelización, Pag. 50 ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz. Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya. Encuentro organizado por la Comisión de Apostolado Seglar de Aragón