documental Gonzalo Martínez Jorge, dentista equino Undolordemuelasdecaballo Ni gabinete, ni sillón dental, ni sofisticados instrumentos para obturar, pulir o, al menos, examinar la boca del paciente. Sólo unas cuantas limas, un abrebocas y mucho “manejo”, porque si aquí el paciente se pone nervioso, el dentista puede salir muy mal parado. Gonzalo Martínez Jorge es un veterinario madrileño de 29 años que, desde hace casi tres, se dedica exclusivamente a la odontología equina. Es uno de los pocos especialistas en este terreno que existen en nuestro país, y por eso emplea buena parte de su tiempo en recorrer las cuadras castellanas y del norte para atender la creciente demanda de su trabajo. 102 “Odontólogos equinos, con formación seria, habrá como mucho unos diez o quince en España”, afirma Gonzalo. De hecho, se trata de un área de la veterinaria que apenas está desarrollada en los centros de formación españoles. Sólo hay algunos ejemplos, como el de la Universidad Complutense, que, recientemente, ha creado un programa de formación de posgrado sobre odontología animal. Una correcta dentadura en un caballo es más importante de lo que parece. Y los problemas no vienen tanto por las patologías infecciosas o la caries, aunque sí que se dan, ya que su régimen alimenticio les mantiene al margen de esos peligros, sino sobre todo por el estado de la oclusión. Su situación incide decisivamente en dos aspectos fundamentales para estos animales: la alimentación y la monta. La dentadura del caballo se compone de entre 36 y 44 piezas dentales (en cada arcada, seis incisivos, dos caninos, seis premolares y seis molares; a veces, dos primeros premolares vestigiales y un molar más). Una de las principales diferencias entre los dientes humanos y los equinos es que éstos permanecen creciendo durante toda la vida del animal. El sobrecrecimiento en molares y premolares es bastante habitual, y la aparición de “puntas” o bordes en las piezas dentales por el desgaste desigual, aparte de poder producir úlceras en la mucosa y en la lengua, puede impedir un correcto movimiento de la mandíbula. El limado de MaxillariS El pulido de los molares y premolares del caballo es la tarea más habitual de estos especialistas. estos dientes y de las puntas es la principal rutina de los odontólogos equinos. El cuidador del caballo percibe el problema porque el animal deja de comer o come mal o, incluso, aunque su alimentación sea correcta, comienza a perder peso. Por la forma de masticar del caballo, con continuos desplazamientos laterales, la superficie de los dientes de la mandíbula y del maxilar deben encajar sin problemas, sobre su superficie inclinada, y no ofrecer mayores resistencias. Si no es así, puede sentir molestias durante la masticación que le lleven a limitar ésta (generando una mala digestión) o, incluso, a dejar de comer. Pero los problemas de oclusión en el caballo en ocasiones también derivan hacia auténticas disfunciones de la articulación temporomandibular (ATM), que lo llevan a mostrarse inquieto durante la monta. Como explica Gonzalo en términos equinos, el caballo, cuando es montado, tiende a Mayo 2005 A veces es necesario sedar al caballo para poder operar sin riesgos. Los caballos no suelen oponer resistencia al examen previo de Gonzalo. El abrebocas permite mantener abierta la quijada del caballo. Algunos de los instrumenos de trabajo de Gonzalo: grandes y duras limas, el fórceps, un torno eléctrico y el abrebocas. “encapotarse” (mete la cabeza), es decir, a buscar una postura esquelética que le sea más cómoda. Desplaza la mandíbula hacia delante y, si no hay buena oclusión, puede permanecer con la boca abierta o generar una gran tensión en la articulación. Entonces, “se engancha” hacia un lado, es decir, ladea la cabeza constantemente, cabecea y dificulta la monta por el nerviosismo que le causa la molestia. Para la corrección de este problema, Gonzalo utiliza un juego de limas manuales, de bastante tamaño, y fabricadas con una aleación de carburo y tungsteno para ofrecer una mayor resistencia. También dispone de un torno eléctrico al que sólo recurre cuando es necesario por la dimensión del trabajo a realizar. Su empleo, aunque reduce el gran esfuerzo físico que a veces supone limar las grandes piezas equinas a mano, también implica la complicación de tener que sedar al caballo. “El torno ha de usarse para patologías muy concretas y para el trabajo de mantenimiento prefiero las manuales”, afirma el joven veterinario, que manipula con sus manos en la boca del animal con total naturalidad y mucha familiaridad para palpar y ver la dentadura de su paciente. El trato con el caballo no suele ser difícil, porque generalmente se deja hacer. El caso que está tratando hoy, en una cuadra a las afueras de Madrid, es un caballo joven, de apenas cuatro años, que aún no está muy acostumbrado al uso de cabezadas y se pone algo nervioso cuando siente el tacto del abrebocas, un instrumento imprescindible para poder operar en la quijada equina. Para poder seguir trabajando con él con un mínimo de tranquilidad y sin sufrir riesgos –en un caso extremo le podría agredir con sus patas delanteras–, Gonzalo tiene que sedarlo. A los cinco minutos de inyectarle, el caballo se mantiene en pie pero ya no ofrece ninguna resistencia ni al abrebocas ni a las operaciones de raspado del veterinario. A caballos como éste, además de limarle los dientes posteriores, es necesario “redondearle” el segundo premolar, que es el primer diente de los grupos posteriores, pues así se facilitará el ajuste del filete (pieza metálica que se sitúa en las barras mandibulares, en el hueco existente entre los incisivos y los premolares, para poder realizar la monta). Con el mismo fin, también es frecuente la extracción del conocido como “diente de lobo”, el antiguo primer premo- MaxillariS Mayo 2005 103 documental A veces, el trabajo con las limas manuales supone un gran esfuerzo físico para él. 104 «A los caballos jóvenes, además de limarles los dientes posteriores, hay que pulirles el segundo premolar para facilitar el ajuste del filete». lar que ha evolucionado en la especie hasta su práctica desaparición, aunque permanece como una pieza atrofiada en el amplio espacio existente entre los incisivos y los premolares. La intervención es rápida y precisa. Se extrae el diente con la ayuda de un elevador y un fórceps, sin dolor ni riesgo para el caballo, puesto que la cicatrización será rápida. Al igual que al principio de la exploración, se aplica un lavado bucal utilizando un dispensador y agua con antiséptico. El pulido de premolares y la extracción del diente de lobo son las inter- venciones más habituales en los equinos que se enfrentan por primera vez a su primera visita del dentista. Ésta debería producirse alrededor de los tres años de edad, ya que hasta ese momento los caballos están todavía configurando su dentadura: entre los dos y los cuatro años y medio cambian los incisivos y los premolares y ahí, como mucho, sólo se puede ayudar a eliminar los “casquetes” (los restos de la primera dentición). A partir de entonces, la recomendación es de una revisión anual del estado de las puntas y de la dentadura en general. MaxillariS Mayo 2005 Para Gonzalo, el recurso a estos servicios de salud veterinarios está empezando a crecer, sobre todo en determinados sectores, porque “el mundo del caballo cada vez se está profesionalizando más, y eso hace que exista una mayor preocupación por resolver problemas a los que antes no se prestaba atención”. Durante este mes de mayo, Gonzalo acudirá, como cada año, al congreso anual en Oxford (Reino Unido) de la Asociación Internacional de Odontología Equina (IAED), sociedad científica de la que es miembro, para seguir profundizando en sus concocimientos. Gonzalo, para adquirir sus actuales conocimientos especializados sobre tratamientos dentales para caballos, tuvo que estudiar y practicar durante un año en Inglaterra y una estancia en Italia, países que, junto con Estados Unidos, se encuentran a la cabeza en el estudio de este campo. Pero para trabajar con caballos no es importante sólo la formación técnica. “Es muy importante el manejo, el saber entrar en la cuadra y que el caballo te note tranquilo”, afirma el joven veterinario, quien, para familiarizarse con el trato con este animal, permaneció dos años, recién salido de la factultad, trabajando en el hospital equino El Asturcón, con clínicos como Ramón Herrán y David Sáez. Ahora no tiene lugar fijo de trabajo, porque emplea gran parte del mes en desplazarse por buena parte de España “haciendo caballos”, como suelen decir entre ellos. Los trabajos le llegan por el boca a boca o por la derivación de algunos veterinarios con los que colabora. Va solo, con un amplio turismo reconvertido donde aloja su clínica veterinaria ambulante. Dice que le encantan los caballos y, aunque piensa que algún día a lo mejor se hará con alguno para disfrutarlo, aún se limita a tratarlos como profesional. “También necesito desconectar un poco”, afirma, “y tener ahora uno sería como llevarse el trabajo a casa”. •