Consentimiento Informado. Enfoque médico legal

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REV. OBSTET. GINECOL. - HOSP. SANTIAGO ORIENTE DR. LUIS TISNÉ BROUSSE. 2011; VOL 6 (3): 231-234
Consentimiento Informado.
Enfoque médico legal
Dr. Jorge Varas Cortés
INTRODUCCIÓN
En el Consentimiento Informado (CI), subyacen
principios éticos de respeto a la autonomía de las
personas, así como de beneficencia y justicia que
deben formar parte de la práctica médica y de los
trabajos de investigación. Su propósito es asegurar
que los prestadores de servicios médicos favorezcan
y respeten las elecciones de los usuarios.
El Consentimiento Informado es mucho más que
un permiso concedido por el paciente para realizarle
un determinado procedimiento; es más que un acto
formal de carácter documental. Es un proceso gradual, de información y confianza, donde el médico
da la potestad al paciente de decidir, tras recibir toda
la información necesaria, el rumbo que tomarán las
decisiones diagnósticas y/o terapéuticas. Es el pilar
fundamental de la relación médico-paciente moderna, aquella donde prima la autonomía del paciente,
su libertad y el respeto por sus derechos. Su
concepto es de importancia clave en la ética médica
contemporánea, y su obtención se ha convertido en
la base fundamental de la relación médico-paciente y
de la investigación clínica biomédica que involucra
seres humanos.
El Consentimiento Informado es un proceso
donde el médico otorga, en un diálogo, información
y explicación en lenguaje simple, comprensible,
acerca del procedimiento o intervención quirúrgica,
que se quiere realizar. Esta información debe dar a
conocer sus matices, los beneficios esperados, los
riesgos y secuelas del procedimiento, y además
deben presentarse otras alternativas válidas y coherentes, cuando el caso lo amerita.
Más que un formulismo o requisito legal, el
Consentimiento Informado es un derecho del paciente y una responsabilidad del profesional médico.
En tanto se parte de la base, de que el consentimiento del paciente es una condición previa al
tratamiento médico, el rechazo de tal tratamiento
luego de una razonable explicación acerca de su
necesidad, dado por un paciente adulto en plena
posesión de sus facultades y capaz de ejercer un
juicio libre para aceptar o rechazar la propuesta,
debería constituir una completa defensa para el
médico que fuera acusado de negligencia, por no
haber administrado tal tratamiento.
CONSIDERACIONES
GENERALES
El Consentimiento Informado implica una declaración de voluntad efectuada por un paciente, por la
cual, luego de brindársele suficiente información
referida al procedimiento o intervención quirúrgica
que se le propone como médicamente aconsejable,
éste decide prestar su conformidad y someterse a
determinado procedimiento o intervención quirúrgica.
Para ello se entiende que, ya que es el paciente
quien debe sobrellevar las consecuencias y soportar
los gastos de un tratamiento médico determinado, un
principio de esclarecimiento es fundamental y, en
consecuencia, se requiere que la persona pueda
conocer cuáles son las alternativas posibles, y cuántas y cuáles, las probabilidades relativas de éxito.
La noción del Consentimiento Informado comprende entonces dos aspectos y la doctrina impone al
profesional dos deberes, por tanto se requiere que:
• El médico entregue adecuada información al
paciente, de manera tal que le permita a éste
participar inteligentemente en la toma de una
decisión acerca del tratamiento propuesto.
• El médico obtenga el consentimiento del paciente,
antes de llevar a cabo un tratamiento o procedimiento.
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El Consentimiento Informado comprende reglas
jurídicas, que determinan conductas para los médicos en su interacción con los pacientes y reglas
éticas, que tienen sus raíces en la autonomía de la
voluntad, que asegura al paciente el derecho a la
autodeterminación cuando deba tomarse una decisión médica a su respecto. Además, incluye un
complejo proceso de relaciones interpersonales por
medio del cual, los médicos interactúan con los
pacientes a fin de seleccionar el camino para lograr
el más adecuado cuidado y tratamiento del enfermo.
Es decir, la autonomía constituye la base de la
teoría del Consentimiento Informado.
Indudablemente, la raíz de esta doctrina no es
jurídica, pues desde tiempos remotos, la mayor parte
de los profesionales de la salud han tenido por
costumbre explicar en forma somera o detallada a su
paciente cuál es su enfermedad, cuál es el tratamiento propuesto e intenta que el paciente entienda de
qué se trata y colabore conscientemente en su
curación.
En definitiva, la doctrina del Consentimiento
Informado, lleva implícita una polémica de carácter
ético. La autonomía de la voluntad del paciente para
tomar decisiones se ve contrastada con el deber del
médico de usar su mejor juicio y habilidad para
maximizar la salud de aquél. El tema llega a su
máximo cuando, en situaciones extremas, debe
asumirse posición en cuanto a quién tiene derecho a
tomar la decisión final: el médico o el paciente.
Si bien el paternalismo se observa en el ejercicio
de cualquier profesión liberal, es en el campo de la
medicina donde tal conducta tiene mayor influencia.
Sea porque los conocimientos del profesional médico lo hacen sentirse en mejores condiciones para
sopesar las consecuencias de la realización o no, de
un procedimiento, o por el temor de que el hecho de
decir la verdad pueda perjudicar la salud del paciente o alejarlo del tratamiento que demanda su estado,
son los facultativos quienes toman las decisiones
médicas.
Aunque los profesionales sienten que un imperativo ético y legal, los lleva a dar al paciente cierta
información referida al tratamiento a realizar, cada
uno espontáneamente seleccionará qué dirá al enfermo según distintos criterios y pautas difíciles de
explicitar: si bien puede mencionar algunos riesgos,
nunca revelará todas sus dudas; si bien discutirá el
procedimiento a emplear, no siempre ofrecerá distintas alternativas o posibilidades; si bien puede estar
dispuesto a contestar preguntas, no siempre anticipará todo lo que el paciente no parece interesado de
inquirir; si bien a algún enfermo con mayores
conocimientos y capacidad intelectual le explicará
con mayor detalle, a otro con dificultad de comunicación o con poca escolaridad será menos lo que le
diga.
Por otra parte, aceptando que el médico tome a
su cargo efectuar una revelación completa de la
enfermedad, tratamiento, procedimientos a emplear,
riesgos quirúrgicos, riesgos secundarios, prácticas
alternativas, etc., una cosa es lo que el profesional
exprese y otra, lo que el paciente en consecuencia,
entienda.
Es necesario destacar que no es suficiente para un
médico, obtener el consentimiento antes de proceder
al tratamiento. Para que el consentimiento sea efectivo, debe haber sido un Consentimiento Informado,
que es aquél dado luego de que el paciente recibiera
una clara y razonable explicación del tratamiento o
intervención en cuestión, en tanto se entiende que a
menos que una persona que da su consentimiento a
una operación o tratamiento, conozca su riesgo y el
grado de posibilidad que se produzcan los daños, el
consentimiento no representa una elección.
El origen de la doctrina del Consentimiento
Informado está basada en una idea de libertad: en el
derecho del paciente de ejercer un control sobre su
propio cuerpo, para decidir por sí mismo, si someterse o no a una terapia en particular. A ello se agrega
como nuevo o secundario fundamento, el deber del
médico de revelar, el elemento de confianza en que
se basa la relación médico-paciente.
La doctrina del Consentimiento Informado, parte
de la idea de que el paciente no se halla entrenado
en la ciencia médica y, por lo tanto, depende de la
confianza y habilidad de su médico para proporcionarle la información, en la que luego el paciente
basa su decisión.
La naturaleza y extensión de la revelación, dependen tanto del problema de salud que tenga cada
paciente, como de la capacidad del paciente para
comprender y decidir.
El derecho a ser razonablemente informado acerca de los datos relevantes, incluyendo riesgos, que
podrían afectar su consentimiento al tratamiento, se
halla unido al deber del profesional de informar a su
paciente de una manera adecuada o eficiente, desde
el punto de vista médico, más de acuerdo a las
capacidades del enfermo.
Si bien se admite, que existe un deber de parte
de los médicos de informar a los enfermos acerca del
tratamiento propuesto, existen amplias divergencias
en cuanto a cómo debe medirse tal deber, a qué se
debe informar, a qué niveles de información debe
acceder el paciente, a cómo o con qué estándar debe
ser medido tal deber, cómo se acredita que un
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CONSENTIMIENTO
paciente se hallaba informado, desinformado, adecuada o inadecuadamente informado, por habérsele
o no habérsele revelado lo necesario al momento de
prestar su consentimiento; o, en el supuesto de no
haberlo prestado o no haberse sometido al tratamiento ante la revelación, a quién debe establecer y
por qué medios, si las revelaciones efectuadas se
ajustaban o no se ajustaban a aquellas que debían
divulgarse bajo las mismas o similares circunstancias.
Estas decisiones reconocen que la protección del
derecho fundamental del paciente a su autodeterminación física, el elemento fundamental de la doctrina
del Consentimiento Informado, obliga a que la
extensión del deber del médico de revelar los riesgos
y alternativas terapéuticas sea gobernada por las
necesidades de información del paciente.
LA
NEGATIVA AL TRATAMIENTO
El objetivo básico de curar al enfermo y los valores
implícitos en la noción de libertad, según los cuales
deben privar la voluntad del paciente, entran en
dramática colisión ante la negativa del paciente a
tratarse cuando su vida o su salud están en verdadero peligro.
Todos los médicos y hospitales, aceptan que un
paciente puede rechazar el procedimiento al que
se lo quiere someter. De ello depende una mejoría
o un bienestar o cierto beneficio razonable en su
estado físico. El tema adquiere otra connotación
cuando hay verdadero riesgo de vida y el enfermo
se niega a tratarse. Este dilema constituye la
situación más difícil a que se enfrenta la idea de
libertad y autodeterminación de la persona, que
constituyen la base de la doctrina del derecho del
paciente para asentir tratamientos sobre su propio
cuerpo.
El derecho al rechazo de un tratamiento médico,
es la contrapartida y a su vez la consecuencia natural
del Consentimiento Informado. En efecto, toda vez
que se reconozca a las personas, el derecho a ser
informados de los aspectos relevantes de la terapéutica médica que se les propone, y a consentir su
aplicación, deberá reconocérseles el mismo derecho
para rechazar tal tratamiento.
No obstante, si bien cada vez se avanza más
hacia un respeto generalizado del concepto de
autodeterminación del paciente, cuando el tema se
trata desde la perspectiva del rechazo al tratamiento
médico, se generan ciertas reticencias. La idea según
la cual “el ser humano no es dueño de su vida como
INFORMADO:
ENFOQUE
MÉDICO LEGAL
para suprimirla”, es un principio que desde el
paternalismo médico, viene a restringir en gran
medida, el derecho de los pacientes a rechazar la
terapéutica que surge como adecuada.
Si se partiera de la base, que el consentimiento
del paciente es condición previa al tratamiento y de
una completa idea de libertad de la persona, correspondería admitir que, a menos que hubiera intereses
sociales o de terceros de por medio, el rechazo de la
práctica, luego de la revelación de sus riesgos y
beneficios y de su necesidad, debería constituir la
más completa defensa para el médico acusado de
negligencia por no haber administrado el tratamiento
por cuya omisión resultara la muerte o daño definitivo del paciente. Tanto es así que, llevando el
derecho del consentimiento por parte del paciente
hasta sus últimas consecuencias, la acción del médico y su actitud de imponer la terapéutica pese a, y en
contra de la negativa del paciente, es la que hace
nacer la responsabilidad por ataque intencional a la
persona.
COMENTARIO
El Consentimiento Informado, consiste en que el
paciente tiene derecho a conocer y escoger el tipo
de tratamiento al cual va a ser sometido, e incluso, a
tomar la decisión de no continuar determinado
tratamiento médico.
Entre sus características, se considera que debe
ser entregado de manera libre e inequívoca por el
paciente, quien debe tener la capacidad de entender
las circunstancias que rodean su enfermedad y el
receptor de dicho consentimiento, únicamente puede ser un profesional acreditado en medicina, quien
deberá explicar al paciente de manera pormenorizada, las implicaciones y riesgos de la enfermedad, así
como las alternativas de curación y sus efectos.
En consideración a la distancia científica, que
generalmente existe entre el médico y el enfermo, lo
mínimo que se le puede exigir al médico, es que
anticipadamente informe al paciente sobre los riesgos que asume con el tratamiento o intervención
quirúrgica y las eventuales secuelas que pueden
ocasionar, con la debida prudencia, sin minimizar los
resultados, pero sin alarmar al enfermo en tal forma
que le haga desalentar el tratamiento. Es un equilibrio entra la discreción y la información que solo
debe apuntar a la respuesta inteligente de quien
busca mejorar la salud, superar una enfermedad o
mitigar el dolor.
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LECTURAS
RECOMENDADAS
1. Guía sobre el Consentimiento Informado. Comité bioética
de Cataluña. Octubre 2002. Disponible en: http://
www.gencat.cat/salut/depsalut/pdf/esconsentiment.pdf.
2. MIRANDA F. Algunas consideraciones en relación con
el denominado Consentimiento Informado. Capítulo
3. La desconfianza de los impacientes. Editorial
Mediterráneo 2006.
3. Ministerio de Salud. Resolución exenta número 1.110,
del 1 de diciembre de 2004. Aprueba Norma General
Técnica número 71, sobre normas de esterilización
quirúrgica en personas con enfermedad mental.
4. PATERICK TJ, CARSON GV, ALLEN MC, PATRICK TE.
Medical informed consent: general considerations
for physicians. Mayo Clin Proc 2008; 83(3): 313-9.
5. KLOVE CA, DIBOISE SJ, PANG B, YARBROUGH WC.
Informed consent: ethical and legal aspects. Thorac
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6. BHUTTA ZA. Bull World Health Organ. Beyond informed consent 2004; 82(10): 771-7.
7. American College of Obstetricians and Gynecologists, Committee on Ethics; American Academy of
Pediatrics, Committee on Bioethics. Maternal-fetal
intervention and fetal care centers. Pediatrics 2011;
128(2): e473-e478. Epub 2011, Jul 25.
8. DIGIOVANNI LM. Ethical issues in obstetrics. Obstet
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9. CHERVENAK FA, MCCULLOUGH LB. Ethics in obstetrics
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10. MALAGÓN-LONDOÑO, GALÁN-MORERA, PONTÓN-LAVERDE.
Garantía de Calidad en Salud. Segunda edición.
Editorial Médica Panamericana. 2006.
11. S HARON P ICKERING , JEANNETTE T HOMPSON. Gobierno
clínico y gestión eficiente. Cómo cumplir la
agenda de modernización. 2010 Elsevier España
S.L.
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