Revista UNIVERSUM . Nº 15 . 2000 . Universidad de Talca APORTES PARA UN ESTUDIO DEL MOVIMIENTO ROMÁNTICO ARGENTINO DESDE LA PERSPECTIVA METODOLÓGICA DE REDES (1830-1852) Eugenia Molina (*) La aplicación del concepto de redes de relaciones personales al estudio de los procesos históricos ha permitido explicar aspectos que de otro modo habrían quedado marginados o insuficientemente comprendidos. Su perspectiva, surgida de una línea de investigación de la antropología social en el período de la última posguerra, reinserta al individuo en el marco de los grupos y las relaciones sociales en las cuales se mueve y de las cuales asimila pautas de comportamiento, valores y creencias1. Ya François-Xavier Guerra ha aludido a este giro metodológico y temático dentro de la historia política que retoma problemáticas tradicionales como la conformación de la nación, la definición de la ciudadanía, las prácticas electorales, la representación, a partir de la ubicación de los actores históricos dentro de un determinado entramado de relaciones2. Otros estudios, en nuestro país, han incorporado este método con todas sus implicancias para reconstruir las relaciones mercantiles, (*) Licenciada en Historia, Universidad Nacional de Cuyo. Doctora © en Historia, Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Barry Wellman, «El análisis estructural de las redes sociales: del método y la metáfora a la teoría y la sustancia», en Debates en Sociología, N°22, Universidad Católica-PUCP, Lima, 1997, pp. 61-63. 1 2 «Lugares, formas y ritmos de la política moderna», en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, N°285, Caracas, 1989, p. 8. 399 Eugenia Molina sociales y políticas en el Río de la Plata colonial3 o la conformación de bloques regionales de poder en la época ya independiente4. Este trabajo apunta a estudiar el movimiento romántico argentino entre 1830 y 1852 a partir de esta metodología con el fin de aportar elementos para su conocimiento acabado. Pretendemos observar si las personas que lo protagonizaron se movieron y actuaron como una red intelectual y, de hacerlo, cómo influyó esto en su formación y acción política-literaria. Cualquiera diría que resulta obvio que sus miembros constituyeron una red llamada, precisamente, Generación del ’37 y que, por tanto, sería redundante o estéril dar pruebas de ello. Sin embargo, creemos que el esfuerzo vale la pena pues gran parte de los trabajos que se ocupan del romanticismo en la Argentina han dado por sentado los contactos, la coetaneidad y la afinidad ideológica y se han ocupado directamente de definir su pensamiento, explicar sus influencias doctrinarias o marcar las adaptaciones a las que sometieron los aportes filosóficos foráneos5. Otros estudios han apuntado a descifrar su significación den6 tro del proceso de construcción de la nación y el contenido de su aporte . Algunos autores, por último, se han ocupado de esclarecer sus momentos iniciales mientras que otros han reconstruido su trayectoria a lo largo del exilio e incluso luego de Caseros7. A todas estas contribuciones queremos sumar el conocimiento de aspectos que hacen a la dinámica interna del movimiento, a los modos de relación de las personas que lo protagonizaron, a la forma en que se integraron e identificaron con un proyecto de Estado y de nación. Apuntamos a descubrir cómo surgieron los contactos, la afinidad ideológica y cierta homogeneidad léxica entre los protagonistas 3 Zacarías Moutoukias, «Réseaux personnels et autorité coloniale: les négociants de Buenos Aires au XVIII siècle», en Annales E.S.C., julio-octubre, N°4-5, 1992 y Susan Socolow, Los mercaderes del Buenos Aires virreinal. Familia y comercio, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1991. 4 De algún modo el de Tulio Halperín Donghi, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Siglo XXI, Buenos Aires, 1995, y el de Beatriz Bragoni, Los hijos de la revolución. Familia, negocios y poder en Mendoza en el siglo XIX, Taurus, Buenos Aires, 1999. 5 Entre otros podemos citar: Coriolano Alberini, «La metafísica de Alberdi», en Problemas de la historia de las ideas filosóficas en la Argentina, La Plata, s/e, 1966; Marta Pena de Matsuschita, El romaticismo político hispanoamericano, CINAE-Centro de Estudios Filosóficos, Buenos Aires, 1985; Dardo Pérez Guilhou, «Pensamiento y proyecto político de la Generación de 1837- La iniciación con Esteban Echeverría», en La Historia como cuestión. Antonio Pérez Amuchástegui (1921-1983) in memoriam, Editorial Canguro, Buenos Aires,1995; Fabio Wasserman, Formas de identidad política y representaciones de la nación en el discurso de la Generación del ‘37, tesis de Licenciatura dirigida por José Carlos Chiaramonte, Fac. de Filosofía y Letras, U.B.A., 1996; Jorge Myers «La Revolución en las ideas: la Generación romántica de 1837 en la cultura y la política argentinas», en Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 1999, tomo II («Revolución, República, Confederación (1806-1852)»), pp. 383-445. 6 El ya clásico de Tulio Halperín Donghi, Una nación para el desierto argentino, Centro Editores de América Latina, Buenos Aires, 1997. 7 Félix Weinberg, El Salón Literario, Hachette, Buenos Aires, 1977 y Arturo Roig , «Notas sobre el eclecticismo en la Argentina», Revista de Historia Americana y Argentina, N°5 y 6, Mendoza, Fac. de Filosofía y Letras, U.N.C., 1960-1961. 400 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) de aquél8. Así, en lugar de ocuparnos de las ideas o de los individuos nos centraremos en sus relaciones y en la manera en que éstas influyeron en su comportamiento y en su pensamiento. Creemos que las preocupaciones que motivan este trabajo no pueden ser resueltas por el método generacional utilizado hasta ahora para analizar el movimiento romántico argentino. Es cierto que al hablar de «generación» quedan implicados factores como la contemporaneidad, los contactos vitales, la coincidencia ideológica-léxica; no obstante, él no permite entender por qué personas que por su edad pertenecerían a ella no se identificaron con su paradigma ideológico, por qué otras mayores o menores cronológicamente sí lo hicieron y el modo en que algunas que no participaron de sus momentos fundacionales lograron convertirse en sus referentes. La noción de «generación» tampoco permite descubrir los procedimientos por los que individuos separados por miles de kilómetros, dispersos en el país o las naciones vecinas, pudieron pensar del mismo modo, ni tampoco el mecanismo por el que su pertenencia grupal influyó en su pensar. Por fin, tampoco explica los roles jugados por sus miembros durante la trayectoria del movimiento. Nuestro esfuerzo se orienta, entonces, a una relectura del movimiento romántico entre 1830 y 1852, no como un intento de superar o reemplazar el concepto de generación (pues desde ya aceptamos que esta red se explica en gran parte por vía generacional), sino como una contribución a un conocimiento más acabado de aquél. En un primer apartado nos ocuparemos de los elementos definitorios de la red, esto es, de los contactos mantenidos por sus miembros, precisando de qué tipo fueron y las variables que implicaron, lo que nos ayudará a percibir el grado de densidad de la red. En un segundo momento atenderemos a su trayectoria y a los papeles jugados en cada etapa por sus miembros, aunque podremos ver también la importancia que tuvieron determinadas formas de sociabilidad como espacios de nutrición y consolidación de un programa político, cultural, social y económico. Esto nos ayudará a conocer, finalmente, en qué medida la red pudo hacer su aporte al triunfo final de aquél en los años siguientes a 1852 como ámbito de pertenencia, relación e identidad ideológica. 8 Como vemos, el concepto de red nos permitirá abarcar elementos, personas y relaciones que superan los límites impuestos por una generación. Cabe agregar que para distinguir entre ésta y aquélla, partimos de la noción de generación definida por José Ortega y Gasset en su trabajo sobre Galileo, la cual se basa en la contemporaneidad y los contactos vitales entre personas nacidas en el mismo año (con un margen superior e inferior de elasticidad), centrada más en la temporalidad de las relaciones que en éstas en sí mismas. Sin embargo, otros autores han incorporado otros elementos a su concepto de generación, que si bien les permite acercarse a la idea de red, al incorporar la cuestión de las relaciones personales y el caudillaje, no ahonda en la génesis y evolución de esas mismas relaciones y en los efectos que ellas pueden generar en las ideas y la conducta. Para una síntesis del concepto y método de generación ver Diego Pró, «Periodización del Pensamiento Argentino», en Cuyo. Anuario de Historia del Pensamiento Argentino, Mendoza, Instituto de Filosofía-U.N.C., 1965, tomo I, pp. 11-13. 401 Eugenia Molina 1- LA CONECTIVIDAD DE LA RED Las personas integran diversas redes a lo largo de su existencia y esta pertenencia les brinda recursos materiales o espirituales, les inculca valores y normas, las adiestra en determinadas prácticas, de modo que al menos parte de su conducta y su pensamiento puede explicarse por su participación en ellas. En este sentido, una red podría definirse como un conjunto de lazos que vinculan a los miembros de un sistema social a través y más allá de las categorías sociales y los grupos cerrados9. Esta organización de las relaciones humanas representa una acción colectiva en la que se expresan las capacidades racionales o culturales de los individuos, derivadas tanto de sus aprendizajes familiares y sociales anteriores como de esas mismas estructuras de acción colectiva en las que participan10. Esta última constituye, entonces, una forma de cooperación motivada por un conjunto de factores entre los que se hallan las necesidades personales de ayuda y asistencia y ciertas circunstancias externas. El tema de las motivaciones nos lleva a precisar el papel que posee la amistad como modo de relación social en una red como la romántica. A diferencia del parentesco (que también tiene su rol dentro de esta red en particular), el lazo inicial de la díada amistosa no proviene de una situación dada, sino que se va conquistando en un proceso en el que lo afectivo constituye una pieza central. Podemos distinguir, siguiendo a Eric Wolf, entre la «amistad emocional» y la «amistad instrumental», de tal forma que si en la primera prevalece la satisfacción emotiva, en la segunda tiene cierta relevancia la búsqueda del acceso a recursos sociales, políticos o intelectuales11. Lo que nos importa de esta diferenciación no es la discusión sobre la afectividad implicada12, sino las diferentes vinculaciones directas e indirectas que cada uno de estos dos modelos generan. La amistad emocional suele limitarse a la díada involucrada y al círculo social inmediato, mientras que la instrumental sobrepasa las fronteras del grupo para establecer nuevos contactos personales13. En nuestro 9 Wellman, B., Op. cit., p. 53. 10 Alejandro Uribe Bedoya, «La teoría de la acción colectiva y el análisis sociológico de los movimientos sociales en América Latina. Diferencias en tres teóricos contemporáneos (Elster, Giddens, Croizer)», en Revista de Ciencias Humanas, N° 10, Universidad Tecnológica de Pereira, Pereira, 1996, p. 63. 11 «Relaciones de parentesco, de amistad y de patronazgo en las sociedades complejas», en Eric Wolf y J. Clyde Mitchell, Antropología social de las sociedades complejas, Alianza, Madrid, 1980, pp. 28-30. 12 Según Wolf, la amistad constituye una relación de reciprocidad en donde se da una amplia serie de prestaciones de ayuda mutua; dentro de ella, la carga afectiva tiene la función de servir de vínculo creador de confianza que asegura su propia continuidad. Idem, p. 31. Tanto esto, como sus nociones de «fuerza compensatoria» y «déficit emocional» en la relación amistosa, pueden ser discutidos desde la consideración de un plano subjetivo en el que la atracción entre las personas se vincula con motivaciones no siempre racionalizables. 13 Idem, p. 30. 402 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) análisis veremos superponerse ambas formas, pues si determinadas relaciones diádicas dieron lugar a amistades profundamente sentimentales, otras actuaron como ejes para nuevas relaciones en cuanto cada uno de sus integrantes eran potenciales eslabones de vinculación con otras personas. Esta cuestión, a su vez, nos lleva a la consideración de la racionalidad de los protagonistas en una acción colectiva, pues resulta claro que las conexiones personales constituyen un recurso de la racionalidad humana para lograr sus objetivos en cuanto permite la articulación de los individuos por medio de la conformación de redes relacionales. Si bien tendemos a sobrevaluar la racionalidad en el funcionamiento de las acciones colectivas, las personas se mueven como agentes autónomos capaces de calcular y usar instrumentos materiales y espirituales pero dentro de un margen de libertad específico14. Sin embargo, conviene insistir en que pese a los factores contextuales, hay espacio para acciones deliberadas en las que el individuo selecciona elementos y procedimientos. La cuestión es que esa selección, al organizarse para lograr significación, lo hace en un proceso que no es precisamente individual sino colectivo en tanto el otorgamiento de sentido a valores, ideas y pautas de comportamiento se fundan en el hecho mismo de ser compartidos15. De este modo, la red conforma un marco de acción para los miembros implicados, sostenido por los factores racionales y emotivos que los lleva a mantenerse en relación y que, por un lado, les brinda una serie de recursos para lograr sus objetivos y aspiraciones, y por el otro, les transmite pautas, valores e ideas que adquieren fuerza y significación en la medida en que son comunes. Teniendo en cuenta estas consideraciones hemos tomado para nuestro análisis aquellas conexiones que pudieran ser de relevancia en la época, tanto desde la perspectiva del contexto histórico-político, como de las prácticas de sociabilidad imperantes. De esto surgieron los siguientes criterios de conectividad: 1- Conocimiento personal16 2- Correspondencia 3- Referencias, recomendaciones y citas de trabajos 4- Envío de obras, pedidos de crítica o prologamientos, polémicas periodísticas 14 Para un desarrollo del concepto de «racionalidad limitada», Michel Crozier y Erhard Frierburg, El actor y el sistema. Las restricciones de la acción colectiva, Alianza, Madrid, 1991. 15 Esta noción de «racionalidad selectiva» corresponde a Giovanni Levi definida, en parte, en «Sobre microhistoria», en Peter Burke, Formas de hacer historia, Alianza, Madrid, 1993, pp. 130-131. 16 Este punto se refiere al encuentro cara a cara entre los miembros aún cuando no hubiesen dado lugar a una relación más estrecha o duradera. En este sentido, incorporamos los conocimientos surgidos de una misma experiencia universitaria aún entre estudiantes de distintos cursos, considerando los contactos cercanos que permitía la vida en el claustro en aquella época. 403 Eugenia Molina 5- Participación en la redacción de los mismos periódicos17 a- La Moda b- El Iniciador (Montevideo) c- El Nacional (Montevideo) d- El Progreso (Santiago) e- El Mercurio (Valparaíso) f- La Revista de Valparaíso 6- Participación en la misma experiencia del exilio a- Montevideo b- Chile c- Otros (Bolivia, Brasil, Europa) 7- Participación en los mismos ámbitos de sociabilidad a- Asociación de Estudios Históricos (1833) b- Gabinete y Salón Literario de Marcos Sastre (1835-1837/8) c- Asociación de la Joven Generación Argentina (1838) d- Club de los Cinco (1838/9) e- Salón de Mariquita Sánchez 8- Estudio y egreso de la Universidad de Buenos Aires El cuadro 1 (apéndice) ilustra el cruce de la información biográfica obtenida, sobre el que cabe hacer algunas aclaraciones. El primer aspecto que se debe precisar es el relativo a los nombres incluidos y excluidos de él, pues es cierto que la red llegó a integrar a más personas que las consignadas. Debemos marcar, por un lado, que incorporar la totalidad de éstas al esquema hubiese creado un caos que dificultaría su comprensión, y por otro lado, que hemos dejado fuera (aunque reconociendo su pertenencia a la red) a individuos que actuaron sólo en algún momento y cuyo rastro se perdió más tarde18, o cuyo pensamiento originariamente unitario o federal no tenemos seguridad de que haya dado un vuelco romántico19. Seleccionamos los nombres más relevantes a lo largo de toda la historia de la red (Alberdi, Gutiérrez, 17 Tanto en el caso de Montevideo como en el de Chile fueron seleccionados los periódicos que creímos más representativos del grupo romántico. Sobre todo en el primer caso, esto nos llevó a dejar de lado otras ediciones tales como El Talismán, El Tirteo o ¡Muera Rosas!‚ entre otros, no porque no fueran importantes desde la perspectiva de la lucha contra Rosas o la difusión del ideario romántico, sino porque a los fines de ilustrar la participación conjunta en proyectos editoriales comunes resultaban más ejemplificadores aquellos que incluyeran a una mayor cantidad de los miembros de la red. 18 Casos de Luis A. Domínguez, Miguel Irigoyen y el resto de los miembros de las filiales de la Joven Argentina en Montevideo (Bermúdez), Córdoba (Alvarez, Paz, Rodríguez, Ferreira), Tucumán (Silva) y San Juan (Cortínez). Ver Esteban Echeverría, La Cautiva. El matadero. Ojeada retrospectiva, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1979, pp. 116 y 120. 19 Caso de Francisco Wright, quien perteneciendo originalmente al sector federal doctrinario luego había participado en la Revolución de los Restauradores. Cfr. Ricardo Piccirilli; Francisco Romay; Leoncio Gianello, Diccionario histórico argentino, Ediciones Históricas Argentinas, Buenos Aires, 1954. 404 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) Echeverría, Sarmiento) o al menos en alguna de sus etapas (Sastre, Cané), e incluimos algunos nombres secundarios desde el punto de vista político literario pero que tuvieron alguna presencia y cierta continuidad (Peña, Tejedor, J. Thompson, Frías). También agregamos a personas que por su edad no pertenecerían a la mentada Generación de 1837 pero que fueron activos en la dinámica de la red, como Vicente López20 y Mariquita Sánchez, quienes no sólo comulgaron con las ideas de sus hijos y sus amigos, sino que llegaron a tener un contacto asiduo personal o epistolar con ellos. Hay casos, por último, que se explican por la sola presencia intelectual, tal es el de Lamas, que si bien encabezó el movimiento romántico propiamente uruguayo21, mantuvo relaciones muy estrechas con el argentino22. De este modo, no hemos incluido en el gráfico a individuos que participaron de algunas de las experiencias asociativas pero no tuvieron ni la constancia ni el rol protagónico de otros a nivel de las ideas. Resulta evidente que existió un alto grado de conocimiento personal entre sus integrantes, favorecido por la participación en los mismos ámbitos de sociabilidad, por la vida universitaria compartida en Buenos Aires y por la experiencia de exilios sufridos, sobre todo, en Montevideo y Chile. Hay casos en los que no hemos podido confirmar si ese encuentro personal se produjo, pero aún con dudas lo hemos consignado basándonos en las relaciones indirectas y la transitividad que la red debió permitir. Así, no ha surgido de las fuentes que Sastre haya tenido un contacto personal con Mariquita Sánchez, sin embargo, además de la referencia de Weinberg sobre su asistencia a la inauguración del Salón Literario23, es posible que el librero haya asistido a alguna de sus tertulias por intermedio de Juan Thompson o alguno de sus amigos, suposición que puede extenderse a otros colegas de su primogénito. Tampoco hemos encontrado evidencias de que Miguel Cané, tempranamente en Montevideo, haya conocido a Echeverría, pero resultaría increíble que los emigrados argentinos (por ejemplo, Alberdi o Gutiérrez) no le hubiese presentado al alma inspiradora de la organización de 1838, teniendo en cuenta que algunos de sus so- 20 Si bien López no incorporó los conceptos más atrevidos del sainsimonismo y la filosofía social francesa, sí leyó y admiró a los doctrinarios (Royer-Collard, Guizot) y a los eclécticos (Cousin, Jouffroy), debatiendo sobre sus teorías con su propio hijo por vía epistolar. Al respecto ver Eugenia Molina, El pensamiento político de Vicente López y Planes, Seminario de Licenciatura dirigido por Juan F. Segovia, Facultad de Filosofía y Letras, U.N.C., Mendoza, 1998, segunda parte, capítulo III. 21 Cfr. Pena de Matsushita, Op. cit., pp. 315-333. 22 La incorporación de Lamas a la red nos condujo a ciertas dudas pues era claro que constituyó una de las figuras claves de la mentada Generación de 1840. No obstante, la cantidad de contactos mantenidos con los románticos argentinos, incluso antes de que se produjese la emigración de 1839-1840, sumado a su participación en proyectos editoriales y eventos literarios comunes nos llevó a esta decisión. En este sentido, podemos decir que participó de ambas redes románticas, la argentina y la uruguaya, sirviendo como contacto entre ambas. Para la noción de vínculos entre individuos y aglomerados cfr. Wellman, Op. cit., pp. 76-77. 23 F. Weinberg, Op. cit., p. 47. 405 Eugenia Molina cios conformaron con aquél la Asociación de Estudios Históricos, compartieron las charlas informales con Diego Alcorta o fueron compañeros, aunque no en sus mis24 mos cursos, en la Universidad de Buenos Aires ; incluso, el mismo Cané integró la filial montevideana de la Joven Argentina y hace referencia al mismo Echeverría en cartas a Gutiérrez. Lo mismo puede decirse de Echeverría y Mitre25, recordando además que este último había realizado una elogiosa crítica de Las Rimas en la que proclamó a su autor cabeza de una «revolución literaria»26. Por último, la lectura de la correspondencia nos permitió confirmar suposiciones acerca de un conocimiento efectivo entre ciertos integrantes; así, las misivas entre Mariquita y Sarmiento ratificaron nuestra tesis sobre la asistencia de éste a los salones de esta señora durante su estancia en Montevideo. El análisis de las cartas dejó entrever algunas características adoptadas por las relaciones. Pudimos observar cómo ciertas relaciones amistosas se fortalecieron en la red e incluso se convirtieron en núcleos a partir de los cuales se generaron contactos indirectos. Un caso es el de Alberdi-Gutiérrez, quienes si habían cursado en los mismos claustros universitarios pudieron consolidar su amistad en el marco del Salón Literario y en el proyecto común de la Asociación de la Joven Generación Argentina, nutrida luego por el exilio en Montevideo y la decisión de dejar la ciudad sitiada para dirigirse a Europa27. Su rica correspondencia manifiesta la estrechez y profundidad de su relación28, al calor de la cual surgieron otras. De hecho, Gutiérrez fue quien introdujo a Alberdi en el círculo íntimo de su protectora Mariquita, abriéndole con ello las puertas a recursos sociales y políticos que de otro modo no hubiese podido alcanzar. Del mismo modo, buscó estrechar los contactos entre su amigo y 24 Cané se había graduado en 1835, un año después que Gutiérrez y Thompson, y dos antes que López, Peña y Tejedor. Recordemos que tanto Alberdi como Corvalán no recibieron sus grados para no someterse al proceso de investigación sobre adhesión a la causa federal exigida por Rosas; el primero terminó sus estudios en Córdoba y el segundo alcanzó el doctorado recién en 1852. Idem, p. 15. 25 Mitre constituyó un caso contrario al de Florencio Varela, pues no perteneciendo generacionalmente a este grupo por nacer en 1821 comulgó, sin embargo, con sus ideas, mientras que el segundo correspondiendo por su edad a la generación de 1837 se mantuvo distante de sus posturas estéticas y políticas, aunque siempre relacionándose personal y epistolarmente con sus representantes. 26 F. Weinberg, p. 28. 27 El mismo Alberdi reconoce que hacia 1837 el amigo predilecto de Gutiérrez era Juan Thompson, lo que a su vez explica el acercamiento del primero a la madre de éste y la influencia de ella en su formación intelectual y social. Cfr. María Sáenz Quesada, Mariquita Sánchez. Vida política y sentimental, Sudamericana, Buenos Aires, 1995, p. 152. Esto nos hace pensar que el acercamiento de Gutiérrez a Alberdi se estrechó durante su labor conjunta en la Asociación de la Joven Argentina, pues como Echeverría reconoce se apoyó en el dúo para organizar a la juventud. Cfr., Op. cit., p. 93. 28 En sus cartas sinceraban sus opiniones políticas y literarias con un nivel de intimidad que nos revelan en sus misivas a otros miembros de la red. En una de ellas, por ejemplo, Gutiérrez relataba a Alberdi las motivaciones de trasfondo que lo habían llevado a hacer una dura crítica del Facundo de Sarmiento y de un opúsculo de López. Valparaíso, 6 de agosto de 1845, en Ricardo Piccirilli, Los López. Una dinastía intelectual, Eudeba, Buenos Aires, 1972, p. 57. 406 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) Manuel Quiroga Rosas29. Existen otros casos de relaciones diádicas que en parte se enriquecen y consolidan en el marco de la identidad ideológica. Así, contamos con el de Frías y Thompson, cuya amistad se fortaleció durante sus residencias en el Viejo Mundo alimentada por las vivencias comunes de la etapa universitaria y la comunidad de ideas desarrollada en el Gabinete y Salón de Sastre y en la Asociación de la Joven Argentina30. No obstante, el núcleo Alberdi-Gutiérrez parece ser clave, al menos durante nuestro período de estudio, pues en ningún caso como en el de ellos surge un eje para nuevas relaciones. El mismo Echeverría, desconectado de la juventud contemporánea por su larga estadía en Europa y por su especial carácter, debió servirse de la influencia de ambos en el ámbito culto y juvenil porteño para poder organizarlo a los fines de una militancia activa antes de la gran emigración de 1838-1840. La correspondencia nos ha mostrado también el modo en que circulaban las ideas, se actualizaban y completaban, manteniendo cierta lealtad a lo expresado y debatido en los discursos del Salón y a lo proyectado en las reuniones de la Joven Argentina. La discusión y la crítica de obras, artículos, opúsculos obligó a los interlocutores a definir posturas, aclarar conceptos y precisar opiniones. En este sentido, creemos que si bien la participación en los mismos órganos periodísticos resultó importante para alimentar la identidad ideológica de la red, la conversación epistolar constituyó un ámbito de mayor relevancia aún, desde este punto de vista, pues exigía una reflexión intimista que favorecía el sinceramiento propio del intercambio privado entre amigos. Las recomendaciones de autores recién llegados de Europa y el envío de los propios trabajos permitió que, a pesar de las distancias y los años, estas personas recibiesen influencias ideológicas más o menos homogéneas, discutieran los mismos temas, adquiriesen las mismas preocupaciones31. Así, si Vicente López enviaba copias manuales y traducciones de los doctrinarios y eclécticos franceses a su hijo en Chile32, Quiroga Rosas y Sarmiento los recibían en San Juan desde Buenos Aires y Córdoba33. 29 Cfr. Gutiérrez a Alberdi, Buenos Aires, febrero 14 de 1839 y febrero 25 de 1839, en Juan María Gutiérrez, Epistolario íntimo, Instituto Cultural Joaquín V. González, Buenos Aires, 1942, pp. 31 y 34. 30 En este caso la afinidad ideológica tiene también un componente religioso dado por su ferviente adhesión a la religión católica y a su convicción de que de ella podría derivar un orden social asegurado por la moral cristiana. Cfr. Ricardo Piccirilli, Juan Thompson. Su forja, su temple, su cuño, Peuser, Buenos Aires, 1949, p. 97. 31 Si bien es cierto que las interpretaciones o las soluciones propuestas a los males del país resultasen distintas en su versión final. 32 Cfr. Carta de V. López a V.F. López, Buenos Aires, mayo 28 de 1841, en Archivo General de la Nación (A.G.N.), Fondo de Los López, documento 2270 y Buenos Aires, octubre 17 de 1844, en idem, documento 2275. 33 Cfr. Domingo Faustino Sarmiento, «Mi Defensa», en Memorias, Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1961, p. 11. 407 Eugenia Molina El pedido de crítica o prologamiento de obras constituye un aspecto clave para explicar la consolidación de la identidad de red, pues revela cuánto importaba a sus miembros la opinión de los pares y la marca de su prestigio. Sarmiento se preocupó de que Gutiérrez realizase una crítica a su Facundo por la prensa34, Rivera Indarte hizo llegar sus artículos en El Nacional hasta Corrientes, en donde residía Juan Thompson, por intermedio de su madre (que también se quedaba con un número)35, y Alberdi envió a Avellaneda el prospecto de su Fragmento para conocer su juicio36. A esto se sumaba la distribución de trabajos entre los miembros de la red, hecho del que Sarmiento da el ejemplo al valerse de los contactos de Gutiérrez para alcanzar ejemplares de Facundo a los emigrados argentinos que estuviesen en Montevideo37.Incluso, es natural que la referencia o crítica de las obras y artículos se hiciese también en relación a terceros, de modo que no era extraño que Frías criticase La República Argentina treinta y siete años después de la Revolución de Mayo de Alberdi, en carta a Thompson38 ni Sarmiento alabase a Mármol en otra a Gutiérrez39. La publicación de las ideas por la prensa contribuyó a reforzar la propia reflexión para hacerla accesible a un público no siempre poseedor de los refinamientos intelectuales de los interlocutores epistolares. La Moda reunió a un sector de los integrantes de la red en un proyecto de educación de la sociedad que empezaba por la modificación de sus costumbres; en este sentido, tanto Alberdi y Corvalán, como responsables, y Gutiérrez, Quiroga Rosas, V.F. López, Tejedor y Peña, como colaboradores, estaban embarcados en una empresa que no escapó al gobernador de Buenos Aires, quien terminó por disponer su clausura a principios de 183840. En cambio, tanto El Iniciador como El Nacional se convirtieron desde el comienzo en duras armas de lucha política, pues sus columnas priorizaron la campaña contra Rosas y la de- 34 Carta a Gutiérrez, Santiago, julio 24 de 1845, en Domingo Faustino Sarmiento, Epistolario íntimo, Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1961, pp. 8-9. 35 Carta de Mariquita Sánchez a Thompson, Montevideo, mayo 8 de 1840, en Cartas de Mariquita Sánchez. Biografía de una época, Peuser, Buenos Aires, 1952 (compilación, prólogo y notas de Clara Vilaseca), p. 45. 36 Carta de Avellaneda a Alberdi, Tucumán, 19 de febrero de 1837, en Marco Avellaneda, Reflejos Autobiográficos, Coni, Buenos Aires, 1922, p. 97. 37 Sarmiento enviaba ciento setenta ejemplares para distribuir del siguiente modo: cincuenta para introducir furtivamente en Buenos Aires, veinticinco para el General Paz, tres para Varela, Echeverría y Rivera Indarte y el resto para repartirse entre los emigrados en place. Carta a Gutiérrez, Santiago, agosto 22 de 1845, en D. F. Sarmiento, Epistolario íntimo, Op. cit., pp. 9-10. 38 4 de noviembre de 1848, cit. en R. Piccirilli, Los López, Op. cit., p. 59. 39 Rio de Janeiro, marzo 1 de 1846, en D.F. Sarmiento, Epistolario, Op. cit., p. 13. 40 Según Weinberg la incorporación de artículos sobre música, pintura, costumbres, constituyó una estrategia de Alberdi para evadir el control gubernamental, Op. cit., pp. 87-88; no obstante, el refinamiento de los hábitos, la pretensión de «civilidad» que se perseguía constituyó siempre un objetivo claro en los hombres del movimiento romántico. 408 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) fensa de las libertades civiles. Prácticamente todos los emigrados argentinos residentes en Montevideo41 realizaron alguna colaboración en estos periódicos, acompañados en la brega por Lamas, fundador del primero en equipo con Miguel Cané, y redactor en el segundo. Por su parte, El Mercurio, El Progreso y la efímera Revista de Valparaíso constituyeron vehículos de difusión del ideario romántico, espacio para el debate y la refutación a los escritores chilenos y ámbito de nutrición y desarrollo de un sentir argentino42. La vivencia de un mismo exilio debió constituir también un elemento importante para la consolidación de los vínculos personales, al menos desde dos perspectivas. Por un lado, porque resulta evidente que el residir en un lugar extraño contribuyó a acercar a las personas conocidas. La lejanía del suelo natal reforzó la amistad sobre la base de una necesidad afectiva, psicológica, aunque también social y «material». En este sentido, la persona conocida podía brindar no sólo compañía y contención en los momentos de nostalgia, sino también contactos para ingresar a otros círculos de sociabilidad en el caso de haber arribado con anterioridad, e incluso posibilidades y recursos de subsistencia. Pensemos en el caso de Alberdi, quien por intermedio de Gutiérrez pudo acercarse a Mariquita en Montevideo y acceder a los funcionarios y diplomáticos franceses que podían ayudar a los emigrados en la lucha contra Rosas. O pensemos en V.F. López al arribar a Chile: casi sin recursos ni trabajo, contando sólo con unos pocos contactos y con su reciente amistad con Sarmiento, viejo residente ya en esas tierras, quien posiblemente le abrió puertas y le brindó vinculaciones para integrarse a la vida literaria y universitaria. Otro caso es el de Mármol, quien si bien no tuvo una relación cercana con Alberdi, Gutiérrez y Sarmiento, fue visitado por éstos durante su estancia en Rio de Janeiro. El exilio permitió, entonces, la consolidación de relaciones diádicas fortalecidas en el marco de la red, de las que también fueron ejemplos los casos de Rivera Indarte y Mitre, Lamas y Cané, Echeverría y Mariquita, en los que se superpusieron los tipos de contactos generados por las dos formas de amistad que definimos al principio. En este sentido, si lo emotivo jugaba un rol clave con un carácter evidentemente desinteresado, no por ello dejaba de estar presente en las consecuencias, la apertura a recursos y relaciones con un objetivo instrumental. La vivencia del exilio tuvo también una dimensión más estrictamente espiritual, si bien relacionada con lo anterior, que tenía que ver con el peso de una misma melancolía por la patria abandonada, por la ignominia de la persecución, por el sentirse distinto en lugar extraño. Como lo expresó V.F. López en carta a su padre: 41 No obstante, esta colaboración se inició aún antes de la gran emigración pues muchos lo hicieron desde Buenos Aires hasta su destierro, tales los casos de Echeverría, Gutiérrez, Alberdi y Corvalán. M. Pena de Matsushita, Op. cit., p. 324. 42 J. Myers, Op. cit., pp. 411-412. 409 Eugenia Molina «(...) somos verdaderos proscriptos, protegidos por la ley, favorecidos algunas veces por las palabras oficiales donde se hace alarde de un pudor mentido para tratarnos, pero en el fondo es muy diverso y hasta en la calle nos vemos expuestos frecuentemente a lances arriesgados (...)»43. El sentirse distinto del «otro» chileno o uruguayo, contribuyó a alimentar una identidad nacional en la que la «argentinidad» comenzaba a erigirse como un ser diferente. Podemos decir, entonces, que una de las consecuencias de esta emigración fue no sólo la consolidación de la red como entramado relacional y la identificación con un ideario liberal y romántico, sino dentro de ella misma el fortalecimiento de un sentimiento de nacionalidad superador de las diferencias regionales y provinciales44. Las instituciones asociativas enunciadas como referentes son anteriores al exilio (excepto el salón de Mariquita), pero explican la conservación e incluso el fortalecimiento de los vínculos a lo largo de él. Si resultaron importantes las primeras tentativas de organización como la Asociación de Estudios Históricos o el Salón Literario, creemos que lo fue aún más la Asociación de la Joven Generación Argentina surgida en junio de 1838. En primer lugar, porque elaboró un credo político que precisando objetivos, aclarando fines e intentando definir procedimientos, brindó a la red una doctrina en la que pudo depositar su fe y a la que pudo sentirse espiritual e ideológicamente ligada; de este modo, creó un núcleo de ideas básico que mantuvo unidos a quienes adhirieron a él a pesar de que luego fuese actualizado y ampliado en sus preocupaciones45. El que fuera reforzado con un acto de juramento el 8 de julio de ese mismo año, explica el lazo afectivo y psicológico que unió a los miembros de la entidad entre sí y a su programa hasta superar la barrera del tiempo y la distancia. No obstante, existieron dos aspectos más que hicieron de ella un ámbito de sociabilidad clave para la red. Por un lado, su surgimiento en un espacio de clandestinidad contribuyó a estrechar los lazos entre sus integrantes al hacer que todos se sintieran dependientes de todos. Esta dependencia personal surgida de la lucha secreta quedaba manifestada en una carta de Gutiérrez a Alberdi, en la que expresaba: «tengan cuidado con las personas a quiénes se confían: no olviden que si ustedes están salvos, nosotros no, y que somos hermanos»46. Por otro lado, la entidad buscó extenderse por el interior de la Confederación, ampliando los lazos de la red junto con la difusión de su proyecto político. Surgieron grupos en Córdoba, Tucumán, San Juan y Montevideo que encendieron la llama de la civilidad y la lucha contra Rosas con una labor nada silenciosa en el caso de las dos primeras que tuvieron un escasa y estéril vida en materia 43 Cit. por R. Piccirilli, Los López, Op. cit., p. 61. 44 J. Myers, Op. cit., p. 412. 45 Tulio Halperín Donghi, Una nación para el desierto argentino, Editores de América Latina, Buenos Aires, 1997, p. 17. 46 Buenos Aires, diciembre 7 de 1838, en J.M. Gutiérrez, Epistolario, Op. cit., p. 27. 410 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) teórica pero sirvieron de base política para las reacciones de apoyo surgidas al paso de la campaña de Lavalle47. La tercera, en cambio, permitió la creación de un espacio de debate y estudio especial, a cuyo calor se programaron reformas que llegaron a concretarse. En sus relatos autobiográficos Sarmiento ha dado cuenta de la labor de esta filial y de la importancia que tuvo en cuanto completó su formación intelectual en ciertos aspectos filosóficos48. Hay que marcar, además, que ella constituyó la vía por la cual pudo integrarse a la red hasta convertirse en uno de sus miembros referentes49, pues por intermedio de Quiroga Rosas, fundador de la filial y amigo de los hombres de Buenos Aires, Sarmiento pudo empezar a desarrollar lazos indirectos que luego se consolidaron hasta convertirse en relaciones amistosas más estrechas. De este modo, una persona que no compartió la vida universitaria ni las primeras experiencias asociativas, pudo incorporarse activamente a la red hasta el punto de que su pensamiento se convirtió en exponente de sus ideas y, por otro lado, logró establecer vínculos con algunos de sus miembros, primero desde Chile por vía epis50 tolar y luego, a su paso por Montevideo, de una manera personal . El Club de los Cinco, por su parte, representó un desgajamiento de la Joven Argentina, volcado a una acción revolucionaria inmediata con vistas al derrocamiento de Rosas y, en este sentido, podemos hablar también de una subred en torno a una experiencia asociativa particular. En efecto, sus integrantes (C. Tejedor, J. Peña, R. Corvalán, E. Lafuente y S. Albarracín), habían compartido con el resto de los miembros los avatares de la sociabilidad estudiantil, el entusiasmo del Salón y las inquietudes de la Asociación iniciada por Echeverría; no obstante, decidiéndose por la conjuración estrecharon sus lazos para servir de núcleo al reclutamiento de fuerzas para derribar al dictador51. Al iniciarse la dispersión provocada por el descubri- 47 Para detalles sobre la fecha de su creación y sus miembros ver E. Echeverría, Op. cit., pp. 116 y 120. 48 «Mi Defensa», Op. cit., p.11, y Recuerdos de Provincia, Jackson, Buenos Aires, 1944, pp. 257-258. 49 El grupo sanjuanino pudo constituir durante el tiempo de actividad de su filial una subred, al menos así parece revelarlo la estrechez de las vinculaciones entre sus miembros. Los lazos entre Quiroga Rosas, Aberastain, Cortínez, Rodríguez y Sarmiento, no sólo tenían antecedentes en la vida adolescente escolar sino que paralela a la experiencia de esta asociación se había consolidado con otras formas de sociabilidad que buscaban «civilizar» las costumbres de sus coprovincianos. Ver la labor en la «Sociedad Drámatica» entre 1836-1837, la publicación de El Zonda y la creación del colegio de señoritas en Recuerdos de Provincia, Op. cit., pp. 257-258, «Mi Defensa», p. 21 y Damián Hudson, Recuerdos históricos sobre la provincia de Cuyo, Editorial de la Revista Mendocina de Ciencias, Mendoza, 1931, pp. 323-324. 50 Resulta interesante marcar un hecho que Sarmiento no consigna pero sí un compañero suyo de la época, quien revela que éste había buscado iniciar contactos con el grupo de Buenos Aires durante los años de su regreso a San Juan luego de su primer exilio en Chile. Hudson relata que hacia mediados de 1837 compuso un poema que envió para su crítica a los jóvenes del Salón Literario, correspondiendo a Alberdi esa labor. Aún cuando la respuesta hirió, según el relator, su orgullo literario, fue acompañada con una invitación a asociarse a la institución. Cfr. Idem, pp. 324-325. 51 Miguel Esteves Saguí describe en sus memorias una de estas reuniones conspirativas en las que se manifestaba el acercamiento generado por el peligro y la clandestinidad. Cfr. Apuntes históricos. Recuerdos para mis hijos al correr de la pluma, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1980, pp. 16-17. 411 Eugenia Molina miento del plan, Tejedor, Lafuente y Peña se dirigieron a Chile. Mientras los dos primeros iniciaron una aventura entre intelectual y mercantil que los llevaría antes 52 hasta Brasil , el segundo retomó los lazos con los antiguos compañeros, en especial con V.F. López53. El salón de Mariquita, por último, cumplió otro papel clave, no tanto durante su residencia en Buenos Aires, sino sobre todo durante sus reuniones en Montevideo. Allí se convirtió en el lugar de visita obligado de los emigrados argentinos, el refugio de los perseguidos y el espacio de debate de la política del día. Prácticamente todos los miembros de la red que habitaron o pasaron por la ciudad asistieron a él y pudieron acceder a los recursos socioeconómicos y los contactos que su anfitriona podía brindarles: desde sus amigos estrechos como Alberdi, Gutiérrez y Echeverría, hasta Sarmiento, V.F. López, Mármol y Rivera Indarte. Tal como lo expresa M. Sáenz Quesada, «ambos se necesitaban: los muchachos de la nueva generación, la mayoría de cierta medianía económica, algunos provincianos, necesitaban del amparo, sabiduría e influencias sociales de Mariquita. Por su parte, ella recuperaba gracias a los jóvenes el espíritu liberal de la Revolución de 1810, reverdecido en los nuevos conceptos que escuchaba de boca de quienes habían venido a su casa de la mano de Juan, su primogénito»54. En estas reuniones las personas de la red entraron en contacto con miembros de la red unitaria, contribuyendo con ello a la integración de los exilados55 durante los intentos de conciliación que acompañaron la campaña contra Rosas entre 1839 y 1842, pero también aportó lo suyo a la definición más precisa y distintiva de su ideario. Lo dicho acerca de los contactos, sus formas, sus frutos y sus espacios de desarrollo y consolidación, nos sirve para intentar reconstruir la trayectoria de la red y explicar bajo su luz el papel de algunos de sus actores. Resultaría interesante, sin embargo, observar previamente la representación matricial de las relaciones en el gráfico 2 del apéndice, para lograr una idea de los lazos más regulares mantenidos 52 R. Piccirilli; F. Romay; L. Gianello, Op. cit. 53 En carta de V. F. López a su padre manifestaba: «Si no fuese hoy por Jacinto no sé lo que sería de mí. Los argentinos en Chile vivimos en una condición miserable, (...)», cit. en R. Piccirilli, Op. cit., p. 61. 54 Op. cit., p. 149. 55 En este sentido resulta importante marcar la relación estrecha que muchos de ellos tuvieron con Florencio Varela y Valentín Alsina, quienes pertenecían a lo que suponemos la red unitaria. Los contactos con el primero se habían iniciado ya en tiempos del Salón Literario y muchos de sus miembros, como Gutiérrez y Thompson, habían tenido una comunicación epistolar regular. Varela pertenecía por su edad a la generación de 1837 pero por formación y lazos personales se había integrado a la red a la que pertenecía su hermano Juan Cruz. No obstante, mantuvo un intercambio activo con los románticos, aún cuando criticase su estética y su postura política; de hecho algunos colaboraron en su periódico El Comercio del Plata (Lamas, Cané, Echeverría). Su presencia en las cartas de Gutiérrez, Thompson, Mariquita, Alberdi y Sarmiento, nos hizo pensar en su incorporación a la red romántica, como un elemento de relación entre ésta y la unitaria; no obstante, su clara filiación ideológica nos hizo desistir de ello, aún reconociendo que como miembro de esta última mantuvo estrechos lazos con los integrantes de la primera. 412 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) entre algunos de sus miembros por medio de una comunicación epistolar más o menos continua o la participación en experiencias asociativas y vivencias existenciales comunes. 2- TRAYECTORIA, ROLES Y ÁMBITOS DE SOCIABILIDAD Cuando justificamos la inclusión y exclusión de las personas que suponemos integrantes de la red, nos referimos a su protagonismo, constancia y presencia a lo largo de su vida. Creemos que la reconstrucción de ésta aclarará los papeles desempeñados por sus miembros y nos dejará ver la importancia que determinadas prácticas de sociabilidad tuvieron en la consolidación de su identidad. Hemos distinguido tres grandes etapas entre 1830 y 1852, en las que cambian los contextos políticoculturales, los espacios geográficos, los liderazgos y los modos de sociabilidad. Una primera etapa se extendió desde principios de la década de 1830, cuando comienzan a arribar las novedades europeas al calor de las noticias de la Revolución de Julio, hasta 1838 en que declinan las reuniones de la Joven Argentina ante la presión oficial y el exilio consiguiente. El impacto ideológico generado por los sucesos franceses constituye un dato marcado ya por sus contemporáneos y ya es conocida la descripción de V.F. López acerca de la llegada de las obras de doctrinarios, eclécticos y poetas del romanticismo galo56. Al compás de este renacer de los estudios filosóficos y políticos se produjeron distintas experiencias de agrupamiento estudiantil, en las que comenzaron a forjarse amistades y relaciones al margen del cursado estrictamente universitario. Tanto las charlas extracurriculares con Alcorta57, como la concurrencia al domicilio de Santiago Viola fueron importantes para el nacimiento de la red, pues ambas estrecharon los lazos entre los compañeros que comenzaban a beber en la literatura romántica los nuevos conceptos sociales, completando sus lecturas con el debate58. De esta época datan la primera tentativa de organización formal de esas reuniones (1833) y la acción colectiva de un grupo para sostener a Valentín Alsina en su cargo académico (1834)59. La institucionalización de las tertulias en el domicilio de Viola condujo a la fundación de la Asociación de Estudios Históricos y Sociales, que buscó comprometer a los socios con su asisten- 56 «Autobiografía», en Evocaciones históricas, Jackson, Buenos Aires, 1945, p. 17. 57 Cfr. idem, pp. 9 y 13. 58 Cfr. idem, pp. 18-19. 59 El petitorio que solicitaba la rectificación de su renuncia fue firmado por Miguel Esteves Saguí, Jacinto R. Peña, Carlos Tejedor, José Rivera Indarte, Manuel Quiroga Rosas. F. Weinberg, Op. cit., p. 11. 413 Eugenia Molina cia, reflexión y disertación60. Se incorporaron Cané (en cuya casa tuvo origen la decisión según el testimonio de López), Gutiérrez, Frías, Jacinto y Demetrio Peña, Esteves Saguí, quienes según el reglamento debían preparar por vez una temática para exponer cada sábado ante sus compañeros con el fin de dar pie a la discusión61. Es probable que su vida fuera bastante efímera, pero constituyó un antecedente importante del Salón Literario y consolidó el lazo personal entre sus integrantes enriqueciéndolo a través de relaciones originariamente indirectas que se fueron estrechando62. Muchas de las personas que asistieron a estos primeros esfuerzos organizativos lo hicieron después al gabinete de lectura que Marcos Sastre inauguró en su librería. Su decisión permitió a los jóvenes retomar su contacto regular por medio de una lectura individual cuyos frutos eran compartidos en conversaciones informales. Sin embargo, lo que consagró su figura como orientadora de la red fue su decisión de crear un salón en el que retomando la línea de trabajo de la Asociación63, se preparasen estudios con cierta especialización para ser expuestos y debatidos en conjunto. Las actividades del Salón se iniciaron en junio de 1837 y terminaron posiblemente antes de marzo de 1838 cuando Sastre debió rematar su librería para huir del país. En esos meses habían ocurrido dos procesos importantes desde la perspectiva de la consolidación de la identidad de la red. Por un lado, la variedad inicial de asistentes comenzó a decantarse al ritmo de la incorporación de las problemáticas políticas al debate. Por el otro, se integró Echeverría como líder de aquélla. Weinberg ha marcado cómo la progresiva politización de la entidad y el consiguiente riesgo que esto significaba sirvió de catalizador para eliminar a los socios tibios y consolidar los lazos del resto64. Este autor ha sostenido también que Echeverría no participó en las primeras reuniones y sólo a pedido de Sastre aceptó la conducción de la juventud reunida en el Salón65. Recordemos que paralela a esta experiencia se produjo la aparición de La Moda, editada por Alberdi y Corvalán, en la que colaboraron algunos de los asistentes de aquél. Es posible que el periódico constituyera un intento de lograr un lugar intelectual dentro del contexto rosista a costa de halagos y 60 Pilar González Bernaldo ha sostenido que esta institución constituye un ejemplo clásico de la conformación de una entidad propia de la esfera pública a partir de relaciones generadas en la esfera privada. Op. cit., p. 86. 61 V.F. López, «Autobiografía», Op. cit., p. 21. 62 Decimos esto basándonos en la tesis de Weinberg acerca de la confluencia en la entidad de dos grupos, uno con sede en la casa de Cané y otro en la de los Peña. Op. cit., p. 31. 63 V.F. López, «Autobiografía», Op. cit., pp. 30-31. 64 Op. cit., p. 78. Cabe decir que es en el marco de esta sociedad que muchos de los miembros de la red pudieron conocer y estrechar amistad con Echeverría, con lo que se confirma la transitividad relacional generada por la red. De este modo, por intermedio de Gutiérrez y Alberdi, V.F. López pudo acercarse al líder juvenil, tal como él mismo ha relatado en su testimonio. Cfr. idem, p. 33. 65 Idem, p. 79. 414 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) concesiones, hecho que habría producido una fisura dentro de la red66. Sin embargo, pronto la supuesta ruptura fue curada y aquélla estrechó sus vínculos en el marco de la clandestinidad. En este sentido, la reorganización iniciada por Echeverría consolidó y retomó las relaciones alimentadas por años de estudios compartidos. Por intermedio de Alberdi y Gutiérrez reunió a los jóvenes más decididos de la anterior institución67 en una sociedad que seguía el molde de la Joven Italia de Mazzini68. El 8 de julio quedó instalada la institución quedando sus miembros unidos por un juramento que seguía la fórmula de aquélla. Mientras Juan Thompson y Barros realizaron el reglamento de la nueva institución, Echeverría se encargó de explicar las palabras simbólicas presentadas en la primera reunión que debían servir de credo a la agrupación. Luego de algunas reuniones en las que se discutieron los puntos del dogma y se distribuyeron las cuestiones políticas, sociales, económicas y culturales que hacían a la regeneración del país, decidieron suspenderlas ante la cercanía de los espías del 69 gobierno . Pronto comenzaría la dispersión y con ella la difusión del credo político de la entidad a través de la creación de filiales en el interior. A mediados de 1838 se extinguía la primera etapa de la trayectoria de la red habiendo logrado la definición de un credo doctrinario que mantuviese unidos a sus miembros a pesar de las distancias temporales y espaciales. En ella quedaron consagrados los lazos personales que la sustentarían en el futuro abriéndose a la creación de otros con la expansión de la Asociación. Las figuras claves fueron las de Sastre y Echeverría, el primero porque basándose en las formas de sociabilidad y lectura francesas supo agrupar a los elementos destacados de la juventud universitaria dándoles espacio espiritual y material para enriquecer sus conocimientos en el debate público. El segundo, ocupó un lugar más simbólico si se quiere, por lo menos hasta el momento en que se hizo cargo de la conducción de aquélla, pues con anterioridad su nombre era seguido por su ejemplo literario más que por su voluntad de convertirse en líder; no obstante, entre mediados de 1837 y fines de 1838 constituyó la cabeza indiscutible de la red. Por su parte, Alberdi y Gutiérrez detrás de ambas figuras constituyeron su mano derecha para reclutar a los jóvenes intelectuales utilizando los lazos que venían de las aulas universitarias y las reuniones en lo de Cané y Viola. Sin embargo, también se destacaron desde el punto de vista propiamente intelectual, ocupando junto con Echeverría un lugar referente en la red, pues si las obras del primero abrieron el camino al romanticismo literario rioplatense, el Frag66 Esto es lo que deduce Weinberg de la ausencia absoluta de Echeverría en las páginas del periódico, hecho inaudito si se considera que constituía la figura de mayor prestigio intelectual del momento. Idem, pp. 90-92. 67 E. Echeverría, Op. cit. p. 93. 68 J. Myers, Op. cit., pp. 400-401. 69 E. Echeverría, Op. cit., p. 114. 415 Eugenia Molina mento de Alberdi y el discurso de Gutiérrez en la inauguración del Salón marcaron un hito en el pensamiento filosófico de la época. En torno de esta trilogía se encontraban escritores que comenzaban a probar sus dotes en el ámbito periodístico, sobresaliendo Frías, Thompson y Quiroga Rosas en Buenos Aires, Rivera Indarte y Lamas en Montevideo, junto con un Mitre que a pesar de sus dieciséis años se animaba a opinar sobre el alma mater del nuevo movimiento. De esta época data también el estrechamiento con personajes más viejos pero lo suficientemente abiertos como para comprender sus posiciones. Esto cuenta en especial para Mariquita, quien por intermedio de su hijo y sus amigos inició su contacto con la filosofía romántica. Cuenta menos, en cambio, para V. López, quien si asistió en su origen a las reuniones del Salón Literario debió luego abandonarlo por «consejo» del propio gobernador, aunque nunca interrumpió sus relaciones con algunos de los compañeros de su hijo70 y sus lecturas de los doctrinarios y eclécticos franceses. Luego de este período fundacional se inicia una época de mayor militancia política en el momento en que el grupo romántico se convierte en facción71. Entre 1839 y 1842-1843, la red deja en parte los debates estéticos y filosóficos para enrolarse en la lucha contra Rosas. Esta última obligó a elaborar una literatura en la que el apasionamiento y la propaganda fueron los rasgos principales, junto con un compromiso personal en la campaña militar72. Por otra parte, abandonando la fuerte centralización de las relaciones en Buenos Aires esta etapa vio la gran dispersión de los hombres juramentados de la Asociación y con ellos la difusión de la doctrina de Mayo. Ésta, impulsada por la persecución provocada por el descubrimiento de la conjuración de Maza a mediados de 1839, se orientó hacia múltiples destinos. Gran parte de la emigración se concentró en la vecina ciudad rioplatense, enriqueciendo el nutrido contingente de emigrados argentinos que por tandas había cruzado desde 1829. Allí, en torno a Lamas y Cané, y en competencia intelectual y política con los hombres de la red unitaria, los románticos restablecieron sus contactos, fundando Alberdi una filial de la Joven Argentina que incorporó nuevos hombres (Juan Madero y Pablo Bermúdez, este último uruguayo como Lamas). En este ambiente las relaciones se consolidaron y definieron con mayor claridad sobre todo por sus diferencias ideológicas con el grupo encabezado por Florencio Varela. Si durante la etapa anterior 70 Tanto es así que Gutiérrez le informó de su próxima partida al recibir su pasaporte para Montevideo. Cfr. carta de Gutiérrez a V. López, mayo 19 de 1840, en Epistolario, Op. cit., p. 36v. 71 J. Myers, Op. cit., p. 402. 72 Recordemos que Alberdi primero y Frías después se incorporaron a la campaña de Lavalle a modo de secretarios de éste, mientras que Thompson se dirigió a Corrientes, uno de los centros candentes de la lucha, para apoyarla periodísticamente. Para un estudio pormenorizado de los levantamientos contra Rosas, ver Ricardo Levene, «Las reacciones contra Rosas», en Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nación Argentina desde sus orígenes hasta la organización definitiva en 1862, tercera edición, El Ateneo, Buenos Aires, 1957, volumen VII, 2° sección, pp. 389-516. 416 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) algunas rencillas literarias habían enfrentado a estas dos redes, la lucha contra Rosas, las alternativas políticas y militares, los cabildeos diplomáticos, terminaron por separarlos. No obstante, los intentos de conciliación nunca faltaron y sobre todo Varela y Gutiérrez siguieron manteniendo relaciones bastante estrechas a pesar de la disparidad en las ideas. Otro grupo menos nutrido arribó a Chile después de periplos bastantes tortuosos, como fueron los de Tejedor, Peña, V.F. López y Quiroga Rosas73. Antes de llegar a destino habían protagonizado experiencias asociativas que habían dado lugar a nuevas relaciones que consolidaron subredes en algunos casos y ampliaron la red general en otros. Los dos primeros, como ya dijimos, integraron el Club conspirador que descubierto por Rosas obligó a sus miembros a huir. Mientras tanto, López se había dirigido a Córdoba y había fundado una filial de la Joven Argentina en la que se enrolaron los futuros protagonistas de la revolución que derrocó al gobernador federal (octubre de 1840). Por su parte, Quiroga Rosas había vuelto a su ciudad natal (San Juan), y había agrupado a los jóvenes más destacados con el fin de reiniciar las prácticas de sociabilidad porteñas. Socio prominente de la entidad fue Sarmiento, quien se integró a la red por intermedio de los contactos con su amigo; esto explica que, ya en Santiago, fuera buscado por otros jóvenes emigrados no sólo por su experiencia de exiliado en Chile y, por tanto, por sus vínculos sociales e intelectuales, sino también por su mismo talento conocido por referencias generadas a través de relaciones indirectas74. Hacia Tucumán convergieron al menos dos lazos de la red, uno venía por intermedio de Quiroga Rosas, quien envió a Benjamín Villafañe a fundar una filial, y otro entroncaba con Alberdi y sus relaciones con Marco Avellaneda, que en contacto con aquél participó del proyecto asociacionista. Este sirvió de base de apoyo, como dijimos, a la campaña antirrosista y por tanto no se explayó, como su par sanjuanina, en el debate teórico. El exilio y la dispersión, entonces, lejos de debilitar las relaciones de la red las fortaleció por medio de las prácticas asociativas y por el necesario acercamiento al que condujo la residencia en un lugar extraño, a veces hostil al extranjero. El trabajo en el interior de esas instituciones, la continua comunicación epistolar y el envío de los artículos, trabajos y periódicos, aseguró y consolidó la identidad de la red que afiló su pensamiento en la confrontación con el ideario de otras redes (la unitaria, por ejemplo) o expresiones intelectuales (caso chileno). No obstante, desapareció la imagen de un liderazgo único tal como existió en la época anterior, pues Echeverría, oculto durante largo tiempo en Buenos Aires, re- 73 El padre de V.F. López hijo, siguió viviendo y sufriendo en Buenos Aires las angustias del régimen rosista. 74 En carta a Frías, V.F. López describía los talentos y logros de este joven cuyano. Septiembre 8 de 1842, cit. por R. Piccirilli, en Op. cit., p. 39. 417 Eugenia Molina apareció en Montevideo hacia 1841 cuando muchos de sus compañeros ya habían abandonado la ciudad y en algunos casos el país. Nunca pudo recuperar el lugar que había tenido y a pesar de los intentos de sus amigos tendió a aislarse y encerrarse sobre sí mismo75. Por su parte, crecieron las figuras de Alberdi y Gutiérrez, mientras que del otro lado de los Andes, se agrandaba también la de Sarmiento. Éstos se convirtieron en referencia obligada en materia de visitas, pedidos de recomendaciones y envío de obras76. En Montevideo, Mariquita fue también un elemento clave al transformar sus tertulias en lugar de encuentro de los emigrados argentinos residentes o de aquellos que pasaban temporariamente por allí. Hacia 1842-1843 se inició una nueva etapa, distinta de la anterior por varios aspectos. En primer lugar, porque el centro de la red se trasladó de Montevideo a Chile. En este ámbito de orden y estabilidad pudieron consagrarse a la reflexión, la escritura y el debate alejados en parte del escenario candente de la lucha contra Rosas. No es casualidad que sea en este ambiente en donde estos hombres lograran refinar sus estilos periodísticos y adquirieran la madurez intelectual como para elaborar las obras sintetizadoras del pensamiento romántico argentino, de aquél que serviría de base a la organización del Estado luego de 1852. A pesar de la redistribución espacial de sus miembros la red mantuvo sus contactos aunque la distancia y la nostalgia dolieran; precisamente, en una carta de Mariquita a Alberdi, ésta se lamentaba: «¡Si nos volveremos a ver un día! ¡Quién nos hubiera dicho cuántos acontecimientos debían pasar para dispersar a todo nuestro círculo! (...) Y así vamos viviendo, unos ratos como idiotas, otros volando a las altas regiones del pensamiento, corriendo los espacios, viendo que todo el mundo se afana para mejorar, y cada día peor. ¡Quién verá el fin de esta lucha universal! ¡Qué se hará después de destruir tanto!»77. Si en las etapas anteriores la sociabilidad asociativa había resultado importante en cuanto creaba espacios en los que la formalización de las relaciones garantizaba su consolidación, a partir de estos años fue la sociabilidad informal de las tertulias la que cumplió esa función. Tanto los que se quedaron en Montevideo como los que arribaron a Chile, se reunían periódicamente con el fin de intercambiar opiniones literarias o políticas, compartir el recuerdo de la Patria abandonada y diseñar un proyecto de nación. Sarmiento describió su encuentro con algunos de sus amigos de 75 En este sentido, resultan ilustrativas las cartas de Mariquita siempre dispuesta a reinsertarlo activamente en la red. Cfr. carta a Alberdi, Montevideo, s/f, en Cartas de Mariquita Sánchez, Op. cit., p. 343. 76 Es Gutiérrez quien recomienda a Alberdi y Sarmiento a Mariquita, y éste último repite este gesto con V.F. López (sin saber que su padre era viejo amigo de la dama porteña). Por otra parte, tanto López como Sarmiento piden continuas críticas de sus trabajos a Gutiérrez, y en el caso de este último una recomendación para establecer contactos en Europa, cfr. Sarmiento a Gutiérrez, Santiago, octubre 9 de 1845, en D.F. Sarmiento, Epistolario íntimo, Op. cit., p. 12. 77 Buenos Aires, enero 16 de 1851, en Cartas de Mariquita Sánchez, Op. cit., p. 345. 418 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) la red al pasar por aquella ciudad camino a Europa, muchos de los cuales veía personalmente por primera vez: «Para indemnizarme de tantas pérdidas, he encontrado a Echeverría, manso varón, como es poeta ardiente y apasionado. (...) ¡Cuántas pláticas animadas hemos tenido sobre aquello del otro lado del río! Echeverría, que ha engalanado la pampa con las escenas de La Cautiva, se ocupa de cuestiones sociales y políticas (...). Después de Echeverría, he gozado de la frecuencia de Mitre, poeta por vocación (...)»78. Resulta claro que las experiencias asociativas anteriores fortalecieron suficientemente los vínculos como para que éstos resistieran el paso del tiempo y las distancias sin necesidad de volver a institucionalizarse. Como lo dice Sarmiento en su texto es también esta época la de las pérdidas tanto por el alejamiento temporario de algunos como por la desaparición física de otros. En los años cuarenta él mismo, siguiendo a Alberdi y Gutiérrez, realiza su aventura europea. También Frías y Thompson prefirieron tomar distancia del escenario argentino, residiendo allí hasta tiempo después de la caída de Rosas; incluso 79 Mármol anduvo de travesía, encontrándose con Sarmiento en Brasil . Por su parte, morían en la lucha Rivera Indarte (1845), Lafuente (1850) y Echeverría (1851). A pesar de los fallecimientos, los alejamientos geográficos y el cansancio ante la «invulnerable» continuidad de Rosas, éste fue uno de los momentos más ricos desde el punto de vista teórico en relación con la futura organización del país. En 1845 apareció el Facundo, y ya hemos visto como su autor se encargó de hacerlo llegar a los miembros más importantes de la red. Al año siguiente se publicó el Dogma Socialista, en el que Echeverría queriendo retomar su antigua conducción, recordaba a sus colegas el juramento de aquel 8 de julio, acompañando las palabras simbólicas con una ojeada del movimiento intelectual rioplatense desde esa época. Con Argirópolis y las Bases quedaron plantados los cimientos teóricos sobre los que se elaboraría la constitución y edificaría el país. Sus autores se convirtieron en puntos de referencia indiscutibles de la red80. El triunfo de Urquiza permitió el reencuentro de muchos de sus miembros, sin embargo, las disputas generadas a raíz del poder ejercido por el general vencedor y los primeros pasos de la organización del Estado los dividiría de un modo que ni los años ni los kilómetros habían podido hacerlo81. 78 Carta a V.F. López, Montevideo, enero 25 de 1846, en Memorias, Op. cit., pp. 132-134. 79 Carta a Miguel Piñero, Rio de Janeiro, febrero 20 de 1849, en idem, Op. cit., p. 137. En carta a su hijo V. López le pedía que volviese a Buenos Aires, agregando como argumento que la cuestión era jugarse por la Patria en su mismo territorio y abandonar la protección extranjero pues en esto hasta el mismo Sarmiento había cambiado de idea. Cit. por R. Piccirilli, Op. cit., p. 65. 80 81 Así, mientras Gutiérrez se inclinó por la Confederación, Sarmiento y los López lo harían por Buenos Aires. Thompson optó por quedarse en España. El resto, en general, se incorporó a la vida pública del Estado de Buenos Aires sumergiéndose en la vida facciosa de su política que impidió la reorganización de la red en los años siguientes. Cfr. J. Myers, Op. cit., pp. 394-395. Hay que reconocer, no obstante, que ciertas relaciones diádicas se conservaron incólumes aunque ya no dentro del marco de la red que, como tal, se había desintegrado (casos de Sarmiento y Mariquita, Sarmiento y Gutiérrez, Gutiérrez y Alberdi). 419 Eugenia Molina La rápida ojeada a los diversos períodos de la red nos permite deducir algunas conclusiones respecto del papel de algunos actores. Resulta evidente que Echeverría constituyó el símbolo de unión, aunque su conducción real se limitase a los años porteños del Salón y la Joven Argentina; con posterioridad, tanto su carácter retraído, como el contacto con otros personajes con los que no se había codeado (Lamas, Rivera Indarte) y el ascenso de sus colegas Alberdi y Gutiérrez, condujo a su declinación como jefe, aunque su imagen de alma mater del movimiento fue reconocida aún después de su muerte. Por su parte, es evidente el rol clave cumplido por estos dos últimos tanto por su destacada participación en los momentos iniciales de la red, como por su intensidad de relaciones con un gran número de sus miembros. Así, el papel de intermediario desempeñado por el primero en materia de publicaciones, recomendaciones o contactos sociales e intelectuales, ha quedado demostrada. Un caso muy particular estuvo representado por Sarmiento quien pudo superar su ausencia inicial en las actividades de la red, e incluso su «falencia» universitaria, para convertirse en una figura referente. Esto no sólo porque redactó dos de las obras sintetizadoras de su pensamiento, sino por su constancia en el conocimiento personal y el contacto epistolar con las otras personas de aquélla. Habría que preguntarse si sus trabajos hubiesen tenido el impacto y la difusión que tuvieron de no mediar la lectura, la crítica y la acción de sus colegas de red. Hay otras figuras que merecen algunas palabras, pues si no tuvieron el lugar descollante de los anteriores constituyeron escritores reconocidos y valorados por sus compañeros. Este fue el caso de Thompson, V.F. López y Frías, quienes lograron un presencia constante en las relaciones con el resto de la red como personas apreciadas con trabajos que contribuyeron a completar el pensamiento y programa de ésta. En alguna medida podemos colocar también a Rivera Indarte en esta posición, pues su periodismo combativo y la dureza de sus obras lo convirtieron en el escritor por excelencia de la lucha periodística antirrosista, imagen alimentada por una temprana muerte que le impidió ver el triunfo de sus ideales. Tanto V. López como Mariquita Sánchez poseyeron un lugar especial pues la diferencia de edad y la sabiduría que viene con ella, hicieron de ellos oráculos vivientes a los que los jóvenes acudieron en busca de consejo. Ambos habían sido testigos de la Revolución de Mayo cuyo ideario querían continuar, y en tanto símbolos de esa época gloriosa eran respetados y considerados. En el caso de la segunda esto se complementa con cierto caudal de recursos económicos y contactos sociopolíticos que permitió a muchos de ellos salvarse de las garras de Rosas, exiliarse en el momento indicado o conocer a personajes a los que de otro modo es probable que no hubiesen accedido. Tras estas personas nodulares de la red se hallaba el resto de sus integrantes en vinculación permanente con ellas. Si Cané y Sastre tuvieron un papel clave en los momentos fundacionales en los que se buscaba organizar las relaciones por medio 420 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) de su institucionalización, Lamas se destacó por su apoyo a los emigrados durante la campaña contra el dictador ente 1838 y 1842. Lo mismo podemos decir de otros como Lafuente, Tejedor, Peña, Corvalán, Quiroga Rosas, cuyas figuras emergieron durante la época de la sociabilidad asociativa de la red. Mitre, por último, a pesar de su juventud logró tener cierta presencia tanto en sus contactos en Montevideo como en Chile y acumuló una experiencia intelectual, política y militar y un bagaje de relaciones, que luego pudo aplicar a la hora de desarrollar su labor pública. 3- EL IMPACTO IDEOLÓGICO DE LA RED En su conocido prólogo a Proyecto y construcción de una nación, Halperín Donghi sostuvo que la gran excepcionalidad argentina durante la segunda mitad del siglo XIX estuvo dada por la encarnación en el cuerpo de la nación de un progreso diseñado previamente, al calor del exilio y la proscripción, por una serie de mentes esclarecidas82 . El proyecto que los miembros de este movimiento fueron elaborando a partir de sus lecturas individuales y compartidas, sus reflexiones, sus experiencias y conocimientos de otras realidades políticas, se convirtió en el programa de referencia durante los treinta años posteriores a Caseros. En este sentido, podemos decir que el ideario de la red obtuvo un triunfo indiscutido desde el momento en que sus principios y objetivos fundamentales fueron incorporados a los esfuerzos de construcción de un Estado nacional en el que ellos mismos actuaron desde puestos diplomáticos, parlamentarios, educativos y periodísticos. No obstante, la puesta a prueba de las ideas largamente sazonadas produjo más trabajo y decepciones que las previstas. Así, quienes creían que se podía aprovechar la herencia estatal que había dejado Rosas para construir la nueva nación, debieron desengañarse y aprender que paralelamente a ella debían edificar un Estado83. Los lineamientos generales del programa que se seguiría después de 1852 habían sido delineados en las obras y artículos que habían publicado y se habían intercambiado los miembros de la red. Todos habían vivido el impacto de la filosofía romántica francesa durante los años treinta, a lo que sumaron más tarde la influencia del modelo norteamericano y los ejemplos históricos del Chile conservador y la revolución francesa de 1848. Pero tan importante como la asimilación individual de estos elementos fue el marco colectivo en el que aquélla encontró sustento, pues como dijimos al principio, la racionalidad selectiva hizo que el compartir la información otorgase significación y orden a los datos recogidos84. El que en forma per82 Una nación para el desierto argentino, Op. cit., p. 8. 83 Idem, p.10. 84 G. Levi, Op. cit., p. 131. 421 Eugenia Molina manente intercambiaran ideas, consultaran sobre autores, ofrecieran sus trabajos a la crítica de los pares, contribuyó a que desarrollaran conceptos similares. De este modo, la unidad de la red aseguró la identidad de ideas de sus integrantes permitiendo que pensaran los mismos problemas aún estando dispersos en distintos lugares. Si bien múltiples factores favorecieron el triunfo del proyecto romántico, entre los que el mismo proceso histórico nacional y la tendencia política internacional constituyeron los más importantes, es posible que esa identidad ideológica apoyada en un fuerte entramado de relaciones personales contribuyera a obtenerlo. Así, resulta sintomático que a medida que llegaban las noticias de las consecuencias del pronunciamiento de Urquiza, los otrora jóvenes iban convergiendo sobre la Confederación desde sus diversos destinos con el fin de no perder la oportunidad de conquistar para su ideario la nueva situación del país. Es cierto que en ese momento ellos ofrecieron múltiples alternativas teóricas y prácticas para el futuro que se abría, las cuales iban desde una posibilidad reaccionaria y oligárquica hasta una netamente revolucionaria, pasando por la intermedia de un orden autoritario progresista y otra que priorizaba el desarrollo sociocultural como condición para el económico85. No obstante, existía un fondo común en esas propuestas cuya variedad reflejaba el eclecticismo característico del movimiento romántico de la región. Ese fondo común derivaba de la aceptación de una serie de conceptos delineados en las dos décadas anteriores. El pensamiento de la red se había definido en principio a partir de su triple oposición a lo clásico, lo español y lo materialista. En su lucha en estos frentes fueron apareciendo sus afanes de originalidad, de autenticidad nacional, de emancipación espiritual como continuidad de la independencia política ya consolidada, de rescatar lo espiritual e ideal. Con estos elementos y la nueva teoría del progreso aportada por la filosofía alemana intermediada por la francesa, reinterpretaron la Revolución de Mayo, considerándola como una manifestación local de un proceso mayor que permitía a la nación cumplir su misión dentro del progreso universal. El problema de la nacionalidad se convertía en centro de la preocupación romántica a partir de su articulación con la temática de la Revolución; la nación debía ser el núcleo de sus estudios como parte de la significativa tarea de continuar y profundizar esta última86. Sin embargo, su peculiar comprensión de la cuestión nacional en clave revolucionaria se completó con una preocupación por el ser colectivo en con- 85 Idem, pp. 32-58. La propuesta de Fragueiro da pie a Halperín Donghi para sostener que éste se mantuvo en un aislamiento que muchos historiadores posteriores consideraron «espléndido» y que sus contemporáneos atribuyeron a su irrelevancia. Op. cit., p. 38. Nosotros creemos que en realidad estaba aislado de la red romántica, quien protagonizaba el gran debate político, lo que no significa, sin embargo, que no estuviese conectado a otras redes o sectores de opinión. 86 J. Myers, Op. cit. p. 425. 422 Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1852) frontación con el ser individual que hacía de la solidaridad un valor superior a los intereses particulares. Su socialismo consistió entonces en una postura que priorizaba la sociedad y defendía la igualdad como principio sagrado que se consagraría con la profundización de aquella revolución, aunque este elemento no apareció claramente en algunos87. Su historicismo les hizo revisar la historia nacional en busca de los errores de las generaciones anteriores en la organización del Estado. Esta lectura de la realidad histórica y social les permitió darse cuenta que la Constitución debía ser además de una carta de garantías individuales, un instrumento jurídico político que posibilitase el gobierno de una comunidad real88. De esta premisa surgió la propuesta alberdiana de una «república posible» y de ella surgió también la fórmula de unidad federativa o federación unitaria que buscó sintetizar y superar las posturas dicotómicas que habían dividido al país hasta el momento. Esa lectura histórica y social también los condujo a considerar la inmigración y la educación como remedios a los males argentinos; ambas se convertían en instrumento de progreso e incluso condición para el desarrollo económico. 4- CONSIDERACIONES FINALES La aplicación del concepto de redes al estudio del movimiento romántico argentino nos ha permitido introducirnos en su dinámica interna para revelar los caracteres de las relaciones personales que lo tejieron y ayudarnos a descubrir los medios por los que logró obtener un alto grado de unidad y coherencia a pesar de las distancias, la cantidad de gente implicada y el tiempo transcurrido entre sus momentos iniciales y el comienzo de la aplicación de sus principios a partir de 1852. Hemos visto cómo la vida estudiantil universitaria constituyó el germen de la red, pues sobre su base se desarrollaron vínculos amistosos que acompañarían a sus portadores a lo largo de tortuosos periplos. Sobre esa simiente relacional surgieron los primeros esfuerzos organizativos que culminaron en la fundación de la Joven Argentina, que logró fortalecer los contactos y dotar a sus miembros de un programa ideológico y una identidad interna. Así, la red trabó sus lazos de tal modo que ni el exilio ni la distancia pudieron debilitarlos, cuando otras formas menos institucionalizadas de sociabilidad continuaron alimentando su pertenencia y su semejanza de ideas. Ese mismo exilio consolidó las relaciones como consecuencia del acercamiento a los conocidos en tierra extranjera y su identidad por oposición y distinción a los «otros» ante los que tuvieron que definir sus posturas. 87 Idem, p. 427. 88 D. Pérez Guilhou, Op cit., p. 124. 423 Eugenia Molina La amistad que unió a todos con todos fue acompañada a nivel de las ideas por una misma preocupación por la construcción de la nación a partir de una lectura social que reveló los males del país. Esta identidad ideológica explica su fuerza y en algo también su triunfo luego de 1852. La cuestión es que un programa de progreso y construcción política, social, económica y cultural, fue compartido por un grupo de personas de alta calificación intelectual que se reconocían a sí mismas como elite dirigente integrada y relacionada por lazos fortalecidos por años de experiencias compartidas. Esta metodología nos ha permitido observar, por fin, cómo determinados personajes inicialmente marginales (Sarmiento), llegaron a ocupar el centro de la escena. También nos ha dejado ver cómo personas que por su edad no pertenecían a la Nueva Generación, compartieron con ella sus ideas, sus infortunios y desvelos (V. López, Mariquita Sánchez, B. Mitre), mientras que otras que sí le correspondían se vincularon a otra red y lucharon por otras ideas (Florencio Varela). Por último, ha revelado cómo algunos individuos que no se integraron, se mantuvieron de algún modo aislados del gran debate político, por lo menos hasta la sanción de la Constitución de 1853 (Mariano Fragueiro). En resumen, creemos que la idea de red nos ha permitido aportar algunos elementos que enriquecen la visión del movimiento romántico argentino, aclarando aspectos que se suponían pero cuya raíz permanecía poco conocida. Ella nos ha permitido ver que estos individuos actuaron dentro de un marco de pertenencia, desarrollando un sentimiento de identidad con un complemento ideológico que configuró su actividad literaria y teórica política, accediendo a través de los contactos directos e indirectos a recursos políticos, sociales e intelectuales a los que de otro modo podrían no haberlo hecho. Incluso, ella nos ha dejado observar la raíz de relaciones que se extendieron más allá de Caseros, cuando la red como tal se había desintegrado. BIBLIOGRAFÍA Crozier, Michel; Frierburg, Erhard, El actor y el sistema. Las restricciones de la acción colectiva, Alianza, Madrid, 1991. Guerra, François-Xavier, «Lugares, formas y ritmos de la política moderna», en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, N°285, Caracas, 1989, pp. 7-23. Halperin Donghi, Tulio, Una nación para el desierto argentino, Centro Editores de América Latina, Buenos Aires, 1997. 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