La violencia político sexual durante la dictadura militar y la lucha por

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Verdad y justicia: La violencia político sexual
durante la dictadura militar y la lucha por el
reconocimiento en el Chile democrático.
Daniela Castro Hernández
Resumen
El presente artículo aborda la violencia político sexual
hacia mujeres en Chile, a partir de la denominada
historia reciente1. Dentro de este marco, se sostiene
que la violencia político sexual durante la dictadura fue
una práctica sistematizada, que buscó consolidar las
nociones patriarcales que ésta imponía, a través de un
vínculo entre autoritarismo y masculinidad. Es por ello,
que el objetivo de esta investigación es analizar la
violencia político sexual como práctica sistematizada
dentro de un contexto patriarcal que refuerza nociones,
roles y violencia de género.
Palabras clave
Dictadura militar, FF.AA, violencia político sexual, roles
de género, víctima/victimario, transición democrática.

Estudiante de Licenciatura en Historia, Universidad Diego
Portales. Correo electrónico: [email protected]
1 FRANCO, Marina y LEVIN, Florencia,
Historia reciente,
Buenos Aires: Paidós, 2007, p. 35. Véase también
ARÓSTEGUI, Julio, La historia vivida, Madrid: Alianza,
2004. Tanto del Estado, como de los individuos, surge la
necesidad de crear una narrativa post-traumática y una
memoria común que cohesione un sentimiento de
pertenencia a la nación, generalmente construida desde los
gobiernos bajo discursos de reconciliación y consenso
democrático, de manera que “la historia del presente de
convierte así en vehículo para la construcción del futuro”,
destacando el aspecto político de la necesidad de escribir
historia reciente, del presente o coetánea.
Introducción
La dictadura militar en Chile, que inicia en 1973,
significó el comienzo de un período de constantes
problemáticas, cuestionamientos y ausencia de
legitimidad, que basó su accionar en la represión y el
terrorismo de Estado por agentes paraestatales,
violando los DD.HH, y significando a su vez, el fin de
un proyecto de vida para un sinnúmero de personas.
En relación a lo anterior y a nuestra hipótesis, es
importante señalar que la violencia político sexual por
parte de efectivos tanto militares como civiles no es un
delito tipificado en la actualidad dentro de las
comisiones e informes de Verdad y Reconciliación en
Chile. Por lo tanto, la transición democrática que
sucedió a la dictadura militar a principios de los años
90’s significó una continuidad de estas violencias al no
existir
políticas
públicas
claras
respecto
al
reconocimiento de la violencia política y de género,
dificultando de este modo la búsqueda de verdad y
justicia por parte de las víctimas. Es por lo mismo, que
dentro de este artículo además del objetivo principal ya
expuesto, se busca por un lado caracterizar las
indemnizaciones y reparaciones que asigna el Estado
democrático a raíz de las vejaciones cometidas en
dictadura y por otro, problematizar la exclusión de la
violencia de género en el gobierno de transición de
Patricio Aylwin.
En suma, este artículo centra su atención en dos
momentos claves de la historia de Chile del siglo XX,
por un lado la dictadura militar de Augusto Pinochet en
1973 y por otro, los gobiernos democráticos que inician
en 19902.
Este artículo corresponde a una versión revisada de mi
ponencia “Verdad y justicia: La violencia político sexual
durante la dictadura en Chile”, presentada durante las VII
Jornadas de Estudiantes de Historia de la Universidad Diego
Portales el 19 de mayo de 2015. Además de ser un trabajo
original de la cátedra de “Antropología de la Memoria”
dictada por la profesora Hillary Hiner, en la cual se investigó
a partir de la historia oral, basándonos en el testimonio de
una de las víctimas de violencia político sexual en la década
de 1970: Patricia Herrera de 59 años (militante del Partido
Socialista para esa época y actualmente), quien ha
2
Autoritarismo y roles de género
El inicio de la dictadura militar en 1973 significó
el quiebre de un proyecto político cristalizado en el
gobierno de la UP, pero además en todos los grupos
que adhirieron a él. Sin embargo, no solo fue el quiebre
del proyecto político, sino que además el fin de
proyectos de vida, de sueños y del mismo futuro3 de los
sujetos protagonistas de la revolución que se estaba
gestando,
que
se
vieron
truncados
con
la
implementación de la máquina represiva dictatorial. En
otras palabras, fue el retroceso de las políticas y los
espacios ganados a nivel de sociedad.
Se iniciaba entonces, un nuevo capítulo en la
historia chilena marcado por la violencia y la represión,
por la implementación de aparatos masivos de
destrucción y aniquilación como fundamento de la
lucha política. Dentro de este marco, hubo una
institucionalización de la violencia ejercida por
organismos especializados paraestatales4 para reprimir
y neutralizar a la oposición, a los familiares de éstos y a
quienes transgredían el orden natural de las cosas.
Dentro de este último, fueron incluidas mujeres
que
participaron
en
política,
pero
además
transgredieron los roles tradicionales de género y el
orden patriarcal que propiciaba el régimen militar. Por
lo tanto, fue una práctica común que mujeres fueran
secuestradas y detenidas en centros clandestinos de
detención, cuyo fin fue “reformarlas” a través de la
violencia sexual y, a partir de esta misma hacerles
saber que estaban sobrepasando la barrera establecida
por el gobierno. Asimismo recuerda Patricia su
experiencia al señalar que la detuvieron y castigaron
emprendido una larga lucha porque se reconozca el delito
ocurrido en 1974, cuando tenía 19 años de edad.
3
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
4 VALENZUELA, María Elena, La mujer en el Chile militar.
Todas íbamos a ser reinas, Santiago: Ediciones Chile y
América – CESOC: ACHIP, 1987, p. 136.
por dos razones específicas: “el ser joven primero y ser
mujer después”5.
Lo anterior es importante porque desde los años
60’s, a tono con la Revolución Cultural, hubo una
entrada masiva de jóvenes y especialmente de mujeres
al espacio público6, como a partidos políticos, al mundo
del trabajo y a las universidades, hechos que rompían
diametralmente con las nociones de género que
implementó el régimen de facto en el país. Pero
además, se observó una represión muy fuerte a este
grupo etario porque eran ellos los capaces de rearmar
los partidos que se estaban desarticulando y los que
vivían en clandestinidad7. Sin embargo, en relación a la
violencia político sexual hacia mujeres específicamente,
ésta se dio como una forma de castigo a quienes no
respetaban los patrones dictatoriales y autoritarios, en
este sentido Patricia Herrera señala que
…había un tema de género en el sentido en que se
transgredía todo, se transgredía ser dueña de
casa, profesional, se transgredían los roles que las
mujeres tenían asignados, el de ser madre y
esposa, cuidar la casa y la reproducción de la
especie (…)8.
En relación a lo anterior, la Corporación
Humanas sostiene que el castigo hacia las
transgresoras fue para volverlas a su rol conservador,
de moral y buenas costumbres9 que pretendió el Estado
machista dictatorial. Por tanto, el discurso del régimen
apuntó hacia elementos conservadores propios, en base
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
6 HUMANAS, Memorias de ocupación: violencia sexual contra
mujeres detenidas durante la dictadura militar, Santiago,
Chile: Humanas, Centro regional de derechos humanos y
justicia de género, Fundación instituto de la mujer, 2005, p.
55.
7
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
8 Ibíd.
9 HUMANAS, op. cit., p. 56.
5
a una supuesta diferenciación sexual, llamando la
atención en aspectos maternales, de obediencia y
abnegación10, cuestión que se relacionaba con las
concepciones marianas. Respecto a lo indicado, cabe
mencionar que la violencia político sexual durante la
dictadura, se habría dado por tres razones
fundamentales que, en primer lugar giran en torno a la
liberación del cuerpo femenino, es decir, a vivir la
sexualidad más allá de la maternidad, por lo mismo fue
foco de castigo y “disciplinamiento”. En segundo lugar,
hubo una especie de persuasión hacia mujeres
embarazadas, pues si no cambiaban su forma de
pensar o actuar, sus hijos serían secuestrados por
efectivos militares, hecho que generó un gran pánico
entre las víctimas, porque efectivamente esa amenaza
se concretó en muchos casos. En tercer y último lugar,
el castigo se habría dado por pensar y actuar en el área
considerada masculina por definición: la política11.
La violencia sexual que vivieron las mujeres bajo
el gobierno de las FF.AA, fue un tipo de tortura
institucionalizada y permisiva que amparó el Estado,
otorgándole impunidad a los perpetradores, pero no
solo respondió al acto mismo de penetración, sino que
también se ligó a la desnudez y a la violencia
psicológica vinculada a la condición de mujer.
Pero lo anterior no solo fue una práctica
sistematizada, sino que fue todo un entramado que se
relacionaba con la política patriarcal del régimen y en
especial, de las FF.AA, ya que a través de la violencia
sexual se pretendía reafirmar el mando de las fuerzas
castrenses, pero además rescatar el carácter masculino
de poder. Éstas fueron “utilizadas como herramientas
para destruir la personalidad y la autoimagen de las
víctimas”12 o, dicho de otro modo, en palabras de
Patricia, hubo todo un tema “de cómo rebajaban tu
dignidad, cómo te la rebajaban como ser humano,
entonces [hay] un tema del cuerpo, un tema de
10
11
12
VALENZUELA, María Elena, op. cit, p. 66.
Ibíd, p. 56-57.
VALENZUELA, María Elena, op. cit., p. 226.
desnudez”13. En el fondo, las FF.AA se construyeron a
partir de nociones sobre lo masculino y lo femenino,
para reafirmar su poder y los roles de autoridad, es
decir, que estas instituciones reproducen “estructuras
opresivas, jerárquicas y típicamente autoritarias”14, por
ende, lo masculino se concibe como algo superior, que
de alguna manera “justifica” el poder y la represión
ejercida hacia las mujeres, generándose de este modo
una política militar misógina y sexista.
Siguiendo con la línea argumentativa anterior,
hay quienes sostienen que lo mencionado responde a
una “política de género”, cuya finalidad fue restituir el
orden tradicional. Por lo mismo, las mujeres fueron
castigadas por “sobrepasar las fronteras de los roles
que culturalmente les estaban asignados”15. Lo
señalado hasta aquí, se relaciona de sobre manera con
las nociones que señala Hillary Hiner respecto a la
víctima y el victimario, pues se feminiza al primero y se
masculiniza al segundo16.
Políticas públicas:
democráticos
Respuesta
de
los
gobiernos
Muchas veces se han identificado las distintas
formas de ejercer la violencia política sexual, ya que
dependiendo del centro de tortura y la institución que
estaba a cargo, ésta se observó de múltiples formas. En
todos se practicaba habitualmente como algo
generalizado y algunos de esos lugares reconocidos
actualmente son Villa Grimaldi, Venda Sexy, Londres
38 y los estacionamientos de la Plaza de la
Constitución17 donde estuvo nuestra entrevistada. En
relación a esto, Patricia señala que, en su caso las
violaciones fueron hechas por humanos y no por
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
14 VALENZUELA, María Elena, op. cit., p. 158.
15 HUMANAS, op. cit., p. 64.
16 HINER, Hillary. “Voces soterradas, violencias ignoradas:
discurso, violencia política y género en los Informes Rettig y
Valech”, Latin American Research Review, 44 (3): 50-74, p.
53-54.
17 Ibíd, p. 65.
13
ratones como sí lo fue en otros lugares o por perros. En
su caso solo fueron violaciones perpetradas por agentes
y guardias del lugar, sólo hubo intervención masculina
(…)18.
Las vejaciones experimentadas por mujeres
durante el régimen militar generaron un trauma, o sea,
daños tanto físicos como psicológicos o emocionales,
que se evidencian hasta el día de hoy y muchos son
irreparables. Son marcas que quedaron para siempre
en la sensibilidad de cada víctima, cuestiones que se
observan en enfermedades, en la forma de sociabilizar,
en el trabajo e incluso, en las formas de enfrentar la
vida19. En relación a esto, los principales daños que
presenta Patricia son de índole físico, pero también
emocional, ya que ella indicaba que, existe un daño de
rechazo hacia el otro sexo, en el que el mundo
masculino es extraño y ajeno. Añadía que no se
relaciona adecuadamente, se relaciona desde el
conflicto, la distancia, el miedo (…)20
Por lo tanto, hay grandes problemas que no
corresponden al plano material, haciendo difícil una
indemnización o reparación eficaz por parte del Estado
en la actualidad, principalmente porque no existe. Así
mismo señalaba Patricia cuando decía que, “la
reparación nunca va a corresponder, ni la ley que sea
va a corresponder a lo sufrido ¡Nunca! (…) falta una
reparación que sea más simbólica”21, porque
efectivamente nunca se podrá compensar lo que
vivieron las víctimas a manos del Estado. Sin embargo,
existe apoyo de los gobiernos como la pensión que
corresponde alrededor de $154.000 y el programa de
salud (PRAIS) que es a través del sector público.
No obstante, las reparaciones mencionadas
anteriormente no responden exclusivamente a la
violencia político sexual, sino más bien a la tortura.
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
19 HUMANAS, op. cit., p. 90.
20
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
21 Ibíd.
18
Esto es principalmente, porque durante la transición y
los primeros gobiernos democráticos (P. Aylwin y E.
Frei Ruiz-Tagle), la violencia de corte sexual fue un
tema invisibilizado por la controversia que generaba,
pero además por la política de los consensos y al
estatismo que alude Nelly Richard y Ranahit Guha
respectivamente22. Es decir, que estas violencias fueron
ignoradas en pos de la reconstrucción nacional del
país, luego del hecho traumático que generó la
dictadura, por ende, fueron marginadas con la
finalidad que buscaba la transición: la armonía. Por lo
mismo, durante los primeros años democráticos, en los
90’s, se hizo difícil la aceptación de historias en torno a
la violencia sexual y no solo eso, sino que en primera
instancia, dichos actos fueron negados por parte del
Estado23, siendo que ya eran un secreto a voces dentro
del territorio nacional. Respecto a aquello, Patricia
señala que,
…obviamente ellos no querían que hiciéramos
demandas, porque siempre molestamos al
régimen, al Estado. Molestamos al gobierno, a los
gobiernos en general, a los viejos, a los políticos, a
los ex PP, molestamos a todo el mundo… ¿Sabes
por qué los molestamos? Porque les estamos
recordando un pasado, les estamos recordando
una condición política que ellos ya no tienen24.
Verdad y justicia: La lucha por el reconocimiento
del delito de violencia político sexual
Hacia el 2000 surgen diversas querellas que
tienen que ver principalmente con cuestiones
relacionadas a la violencia político sexual durante el
régimen militar. En este sentido, en el 2003, se
pusieron en el tapete las prácticas misóginas hacia las
mujeres25, situación que dio el puntapié inicial para
RICHARD, Nelly, Residuos y Metáforas (Ensayos de crítica
cultural sobre el Chile de la Transición), Santiago: Editorial
Cuarto Propio, 1998, p. 27-29. GUHA, Ranahit, Las voces de
la Historia, Barcelona: Crítica, 2002, p. 18.
23 HUMANAS, op. cit., p. 69.
24 Ibíd.
25 HUMANAS, op. cit. p. 73.
22
que se gestaran más demandas vinculadas al tema.
Fue un proceso lento, pero que ya se está masificando.
Parte de esta cruzada también fue emprendida por
Patricia Herrera hacia el 2010, quien buscaba levantar
el problema real de las mujeres26. Esto es sumamente
importante y un logro en materia legal, ya que por
muchas décadas se invisibilizaron y marginaron relatos
de esta índole, por lo tanto, es un gran logro a nivel de
DD.HH. que se estén gestando demandas así y sean
además escuchadas y acogidas. No obstante, es
relevante que se tipifique el delito tal cual, es decir,
como violencia político sexual y no sea encasillada
dentro de otra violencia como la tortura solamente.
En relación a lo anterior y al interés de las
mujeres que sufrieron algún tipo de violencia político
sexual de visibilizar tales agresiones y vejaciones, existe
un problema de testimonios, en tanto las víctimas de
dicha violencia no se atreven a hablar, ya sea por temor
o vergüenza. En este sentido la entrevistada señala que
la dificultad por contar aquello se vincula a la
privacidad de la sexualidad y el cuerpo,
…porque la sexualidad es un tema muy privado, o
sea, abrir tu vida a un tema de sexualidad es
como… ¡es privado! ¡Eso no se hace! Y si se hace
es una trasgresión muy grande, pero teníamos
que hacerla, o si no iba a ser una querella por
tortura más (…)”27
Lo sostenido por Patricia en torno a la dificultad
de realizar testimonios limita de algún modo el avance
en el espacio legal, puesto que hay muchas mujeres
que sufrieron este tipo de violencia o que fueron
testigos presenciales de la situación y son necesarios
sus testimonios para la consolidación de las querellas.
Pero quizá más importante que el temor y la vergüenza
sobre estos hechos, es que no se reconoce, porque
como decía Patricia es algo que está muy relacionado
con la intimidad, con lo privado28, pero también existen
HERRERA ESCOBAR, Patricia. entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
27 Ibíd.
28 HUMANAS, op. cit., p. 70.
26
otras condiciones como la imposibilidad de hablar y
recordar el tema, porque no es algo fácil, es algo que
tiene que ver también con la situación actual de cada
mujer y con la experiencia de vida que tuvo después del
golpe. Respecto a esto, la entrevistada asevera:
…yo puedo hablar hoy día de esto, porque nunca
llegaron a mi corazón, siempre se quedaron en el
cuerpo ¿te fijas? Nada me sobrepasó, me defendí
de tal manera que nada me traspasó a mí, a mi
corazón, a mi cabeza…”29.
Ya finalizando, es necesario indicar que el
objetivo de las mujeres que están gestando las
querellas no se relaciona con una reparación material,
sino más bien con una simbólica o de corte judicial.
También así lo ve Patricia cuando planteaba que busca
justicia, pero sobre todo verdad, ella busca a través de
diferentes asociaciones que se sepa lo que le pasó a
mujeres como ella30. En este sentido no se busca una
retribución, porque nada podrá reparar el daño
causado tanto físico, como emocional, pero sí se
pretende lograr juicios a los victimarios y que con esto
se sepa la verdad sobre los 17 años de dictadura
militar.
En relación a este tipo de memoria que se
evidencia en el relato de Patricia y en el propósito de las
mujeres con las querellas, podríamos aseverar que se
trata de una memoria como ruptura irresuelta
siguiendo a Steve Stern31, ya que la judicialización de
los hechos que atormentaron a las mujeres responden
a la supervivencia de ese tipo de situaciones, al
recordar y considerarlos como un hecho que sigue
afectando sus propias.
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador: Daniela
Castro Hernández.
30 Ibíd.
31 STEVE, Stern, Recordando el Chile de Pinochet, Santiago:
Editorial UDP, 2009, p. 149.
29
Conclusiones
En primer lugar, el paradigma conservador que
intentó reforzar la dictadura militar constaba de una
“normativización” entre los sexos basada en la triada,
dios, patria y familia dentro del discurso patriarcal32.
Las mujeres recluidas en los campos de concentración
chilenos caían muchas veces por ser esposas, madres o
hijas de algún hombre “subversivo” para el Estado,
como se ha mencionado en varias ocasiones. No
obstante, tal situación le quita autonomía e
historicidad a la mujer, puesto que muchas también
representan un sujeto activo en la política, como
Patricia quien no es en este caso la familiar “de”, sino
que constituye un actor de la resistencia. Por lo mismo,
las FF.AA castigaron dicha parte de la población por
transgredir el espacio que por siglos se les ha asignado
y que el gobierno militar pretendía perpetrar.
En este espacio de represión y violencia se
construye el género en el Chile de Pinochet, entre el
victimario-hombre y la víctima-mujer de los centro de
detención, pero también entre el héroe-hombre
revolucionario y la esposa-mujer a su sombra. El
patriarcado explica esta desigualdad de los géneros en
torno a la función biológica de la mujer traducida a su
función social. La definición e identidad de género se
produce por oposición, donde la “masculinidad
descansa en la necesaria represión de los aspectos
femeninos”33. Por esto, los torturadores reducen la
masculinidad de los hombres-víctimas que deben
asumir una posición de debilidad, como demuestra el
hecho de aplicar electricidad en los genitales del
torturado y mantienen la jerarquización si se trata de
una mujer-víctima. En síntesis, podemos afirmar que la
visión conservadora de la dictadura militar castiga la
figura pública de la mujer, limitándola a la esfera
ANDÚJAR, Andrea, El amor en tiempos de revolución: los
vínculos de pareja de la militancia de los 70, En: D’ANTONI,
Débora, comp., De minifaldas, militancias y revoluciones,
Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009, p. 168.
33 SCOTT, Joan, Género e Historia. México, D.F.: Fondo de
Cultura Económica: Universidad Autónoma de la Ciudad de
México, 2008, p. 17.
32
privada. Esto, en consecuencia, refuerza los roles de
género tradicionales amparados en muchas ocasiones
bajo el alero de la Iglesia Católica.
En segundo lugar, las indemnizaciones y
reparaciones por parte los gobiernos democráticos son
ineficientes, puesto que nada podrá reparar el daño de
las víctimas a manos del Estado represor,
especialmente porque las reparaciones giran en el
plano material y no simbólico-judicial de la búsqueda
de verdad y justicia. En otras palabras, se busca que
haya un juicio justo hacia los victimarios para terminar
de una vez por todas con la impunidad política y la
protección y, por otro lado, que se admitan los delitos
de violencia político sexual y se tipifiquen para romper
con el silencio establecido por la transición sobre los 17
años de dictadura militar.
En tercer lugar, la transición generó una
invisibilización y una marginación de historias como la
de Patricia, con el fin de resguardar la armonía
nacional dejando de lado discursos controversiales que
recordaban un pasado doloroso. Finalmente, en cuanto
a los avances en temas de DD.HH, el comienzo del siglo
XXI significó el puntapié inicial para la acogida de
demandas en torno a la violencia sexual, ya que hubo
una masificación de relatos en base a esa violencia,
gestándose diversas querellas que no sólo denunciaban
la tortura, sino que además, la violación. Hecho que
tendría que ver también, con el impacto del Informe
Valech (2004) en la sociedad, pero también con la
crítica hacia éste, ya que si bien se incorporó el
componente de género, fue más bien superficial.
Bibliografía
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los vínculos de pareja de la militancia de los 70, En:
D’ANTONI, Débora, comp., De minifaldas, militancias y
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FRANCO, Marina y LEVIN, Florencia, Historia reciente,
Buenos Aires: Paidós, 2007.
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Crítica, 2002.
HINER,
Hillary,
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soterradas,
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ignoradas: discurso, violencia política y género en los
Informes Rettig y Valech”, Latin American Research
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Santiago, Chile: Humanas, Centro regional de derechos
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crítica cultural sobre el Chile de la Transición), Santiago:
Editorial Cuarto Propio, 1998.
SCOTT, Joan, Género e Historia. México, D.F.: Fondo
de Cultura Económica: Universidad Autónoma de la
Ciudad de México, 2008.
STERN, Steve,
Recordando el Chile de Pinochet,
Santiago: Editorial UDP, 2009.
VALENZUELA, María Elena, La mujer en el Chile militar.
Todas íbamos a ser reinas, Santiago: Ediciones Chile y
América – CESOC: ACHIP, 1987.
Entrevista:
HERRERA ESCOBAR, Patricia, entrevista personal,
Santiago, 21 de noviembre de 2014, entrevistador:
Daniela Castro Hernández.
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