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ARCHIVOF.X.
SEVILLA / CARTAGENA / SANTANDER
DOCUMENTOS Y MATERIALES
NÚMERO 5. JULIO DE 2011
ÍNDICE
ENTRADA WALLY SALOMAO
ENTRADA ALMADRABA
ENTRADA PROGRESSÔES CRESCIENTES Y DESCRECIENTES EM ESPIRAL
QUINTO PEDRO G. ROMERO
XFILES
ENTRADA DAMIELA ELTIT
LA VÉRITÉ SUR LES COLONIES ARCHIVO F.X.
EL CASO DE LA MÁQUINA DE EFECTOS ESPECIALES PEDRO G. ROMERO
COMER PERSONAS, ADORAR IMÁGENES, VENERAR RELIQUIAS, DEVORAR DIOSES: CONNOTACIONES ANTROPOFÁGICAS DEL CATOLICISMO
GERARD HORTA
F.X.
ENTRADA FRENTE 3 DE FEVEREIRO
DOS CUENTOS CATÓLICOS ROBERTO BOLAÑO
DE AFECTOS ESPECIALES PEDRO G. ROMERO
LAS GIRALDILLAS MANUEL LOSADA & MARCOS
CRESPO
f(X)
ENTRADA EL ALMUERZO DESNUDO
LOS RESTAURADORES
LOS PAÍSES
LOS TOPÓGRAFOS: MICHAEL TAUSSIG
ENTRADA NOUVELLES IMPRESSIONS DU PETIT
MAROC
QUINTO
PEDRO G. ROMERO
ARCHIVO F.X.
Poner en circulación estos documentos y materiales. Se trata de eso, pero
también de hacerlo buscando no la vaselina y el aplauso, sino la resistencia
y la expectación. Es evidente que las
cosas así –un boletín informativo– se
hacen para que circulen, parece incluso que para comunicar, decir cosas
sobre esto y lo otro. La manera de hacerlo es fundamental, la conversión de
lo utilitario en trabajo. El confort es el
triunfo de la comunicación, su máximo.
Tanto que incluso atraviesa a los sujetos comunicantes y la comunicación
se hace sofá. Entonces aquí se dan estas líneas, y la relación del papel y la
web, y de la web con otras páginas y
libros y es un camino disperso, cuando no arduo. La cualidad de trabajo, de
resistencia, eso que Isidoro Valcárcel
Medina valora en sus operaciones, en
su poesía, en sus artesanías. Muchas
veces sólo es eso, trabajo por hacer,
trabajo acumulado.
Una resistencia a las transmisiones,
a su facilidad, al masaje. Al contrario
del estímulo de McLuhan, el mensaje es interrumpido constantemente y
cuando llega apenas es relevante, han
importado, sí, las interferencias. Las
fricciones siempre son violentas. Con
una edición nueva, recién sacada de la
prensa, hay que tener cuidado de no
cortarse los dedos con el acerado filo
de la página. Todo cuanto se pone en
circulación tiene sus consecuencias.
Se trata del fuego básico de Heráclito.
Envejecemos porque nos oxidamos.
Cualquier operación formal puede
tener resultados catastróficos. En la
película L’Argent, la obra maestra de
Robert Bresson, una pequeñez, la falsificación de unos cientos de francos
acaban por generar un crimen múlti-
ple y un criminal patológico. Es el revés que tanto gustaba a Chesterton,
“sí, empiezas matando a tu padre y
terminas por soltar tacos en cualquier
momento”.
Mi generación, en un sentido amplio,
es, quizás, la única que no ha sufrido
una guerra. Todas las violencias sufridas son, entonces, de distinto grado,
ninguna revolucionaria. Cuando desde
el Archivo F.X. afrontamos este tema
fue inevitable la alusión a Walter Benjamin y, así, el proyecto Una violencia
pura trata también de identificar esa
función. Es evidente, no existe violencia pura en el sentido que Benjamin
indica, aquella que no es instituyente,
que no configura cambio entre las cosas sobre las que actúa. En el Archivo
F.X. las imágenes se presentan bajo
ese daño, sin embargo. Concretamente, en el periodo que abarca, desde
mitad del siglo XIX hasta mitad del
siglo XX, ese daño apenas ha causado
una inflexión política y su poder instituyente no ha sido revolucionario, sino
conservador, haciendo claro y transparente ese viento que sopla siempre
a favor del progreso, ese viento que es
la historia y que nos sopla a la espalda, sobre el cogote. El Angelus Novus
de Klee, que Benjamin hace explícito,
se convierte en razón política al tratar
nuestra violencia iconoclasta.
Podríamos decir con Rancière que se
trata de una violencia más Policía que
Política. Es importante atenernos a esa
consecuencia, saber bien la dimensión
de los gestos cuando se ponen en marcha con voluntad de protesta o como
síntoma de cualquier resignación. Hélene L’Heuillet ha señalado que a la
condición de la policía relega siempre
la política sus fricciones con el mundo real. Se trata siempre de una baja
política que en el peor de los casos se
nos hace alta policía. También señala
como cierta tradición política hegeliana tiende a despreciar ese carácter
bajo de la política, o sea, que trata de
resolver sus emplazamientos a la policía de siempre. Abajo no hay política
sino orden público, arriba, a menudo,
sube siempre la policía con sus principios: burocracia, tecnocracia, o sea,
políticas de archivo. También Foucault
erró al pensar que la policía no actúa
bajo las condiciones del poder soberano y que no sería más que una delincuencia triunfante, los más matones
entre los matones. Es en este sentido
que Bertolt Brecht pensaba que era
Kafka el único escritor bolchevique.
En Túnez la policía no sólo disparó contra los manifestantes, a continuación
abandonó a Ben Alí y puso en marcha
las reformas democráticas. En Egipto
asistimos a un juego perverso en el
que los Servicios de Información del
Estado dejaban desangrarse a Mubarak y a las multitudes manifestantes.
En Libia, esa misma lógica lleva a la
guerra civil. Las revueltas árabes del
norte de África son más admirables si
cabe al comprobarse que estallaron
entre estas dos policías. Se diría que
una potencia política estaba actuando
entre lo bajo y lo alto, como digo, entre
policías. Política no es el reclamo de
un progreso o una felicidad postergadas, sino la decisión de la comunidad
de darse una forma de vida propia, autónoma y dependiente, según explicaba Alma Cheniti en twitter.
Cuando la baja política actúa, la alta
policía llega para poner orden. La lec-
ción de Chesterton en El hombre que
era jueves no representa, sin embargo,
ningún alarde de cinismo. Básicamente se trata de una compleja trama en
la cual el jefe de la policía acaba siendo, también, el jefe de los grupos revolucionarios. Jueves, el nombre clave
del protagonista, tiene que acabar con
Domingo, pero en Domingo no se trabaja. Lo que Chesterton nos ofrece es
un vocabulario, una relación de situaciones paradójicas del control policial,
una caja de herramientas para sacar
del nihilismo la sospecha de la realidad. Útiles no sólo ante los grandes
dilemas de la teología política, los que
sustentamos el sistema son precisamente los que somos excluidos de su
representación y así, el pueblo no sólo
es el grupo humano sobre el que recae
la soberanía, también es el populacho
que debe ser excluido de su ejercicio,
de su gobierno, de su administración.
También sirven para lo anecdótico, semiótica básica que debía enseñarse en
las escuelas. Por ejemplo, esa manía
de los artistas por no figurar con su
nombre al pie del Pabellón de España en la Bienal de Venecia, un barrado que no hace sino subrayar el hecho
representativo sobre manera, incluso
uno tachó el pabellón entero mientras
gritaba a los cuatro vientos, “¡Yo soy
español, español, español!”
Michael Taussig ha señalado la iconoclastia como una herramienta fundamental para el conocimiento social.
Como principal articulación del “secreto público”, aquello que todos conocen pero que nadie puede articular,
la espita que lo abre y lo cierra para
que “eso que no hay que saber” pueda llegar a ser el sustento de una comunidad, la clave de una ideología, el
aliento que compone y descompone el
sentido de la vida.
Cuando se intenta curar la melancolía
de Benjamin, su sol negro, con paladas
de marxismo se termina llenando de
pus adolescente su compromiso brechtiano. En sus cartas a Scholem es
muy consciente de ese paternalismo y
del camino a que lleva: convertirlo en
una suerte de tonto útil al servicio del
politburó. Lo que le permite el aprendizaje del distanciamiento –la capacidad, por ejemplo, de situar el productivismo en el cine o la fotografía más
que en la escuela de diseño o en el
agit-prop que le eran tan cercanos– es
alejarse de las fáciles recetas cabalísticas o del irracionalismo surrealistante, dos pasatiempos alienantes.
No sólo teología y marxismo, también
su experiencia artística, desde Baudelaire y Proust hasta el surrealismo y
el dadaísmo, configuran un triángulo
intelectual efectivo, y es que, como
el agua del archipiélago: lo mismo
que parece hacer dispersa su obra
es lo que la mantiene unida. Por eso
el empeño de Benjamin por el secreto, ser capaz de mantener latentes en
su producción conocimientos difíciles
de verbalizar, agentes del sin sentido
y afectos ingobernables. Su ángel, el
anagrama secreto Agesilaus Santander, cumple esta función y de nada sirve pensar que nos hemos aproximado
a alguno de sus verdaderos significados. Así, que no tengan mala conciencia y quítenle importancia a que estos
papeles circulen, vayan de mano en
mano.
XFILES
*(archivos equis, archivos clasificados o archivo de lo inclasificable, archivos desconocidos o archivos de lo desconocido, archivos ocultos o archivos
de lo oculto: se presentan los
contenidos propios del Archivo
F.X., el conjunto de imágenes
clasificadas y sus taxonomías.)
HTTP://FXYSUDOBLE.COM/ES/TESAURO/L/
LA-VERITE-SUR-LES-COLONIES/
LA VÉRITÉ SUR LES COLONIES
ARCHIVO F.X.
1937. Depósito franco. Esculturas y muebles
artísticos, dispuestos para su embalaje y
remisión al extranjero. Comisión de la Junta
de Gobierno de la Universidad de Valladolid
para investigar los desmanes cometidos por
los rojo-separatistas en las Provincias Vascongadas. Bilbao. Fotografías de Ricardo
Magdalena, Manuel Ferrandis y Francisco
Antón.
1931. Contra-exposición, objetos primitivos
y ensamblajes surrealistas contra el imperialismo. Organizada por la Central de los
Sindicatos franceses, el Partido Comunista,
la Liga Antiimperialista e intelectuales pertenecientes al grupo surrealista. Place du
Colonel Fabien. París. Fotografías de Louis
Aragon, Benjamin Péret y André Breton.
Para que tales propósitos de información documentada, metódica e irrebatiblemente veraz,
tuviesen fácil realización, era preciso, como
hemos dicho, acudir a los mismos lugares que
habían sufrido el dominio rojo. Así se han recorrido, con el detenimiento necesario, todos los
pueblos que en algún momento pudo considerar
como suyos el fugaz Gobierno de «Euzkadi»; en
ellos se ha acudido a las autoridades religiosas,
civiles o militares y en todas ellas se ha encontrado la inmediata comprensión del propósito y
el más entusiasta deseo de colaboración. Se han
examinado archivos municipales y parroquiales;
se han visitado iglesias, ermitas y conventos,
palacios y edificios históricos; se han obtenido
fotografías y levantado actas.
Se trataba de un ejercicio de contra información,
había que contar la «verdad sobre las colonias»
cuando el Estado francés celebraba con una
gran exposición colonial sus posesiones en África, América y Asia. Como expresión política de
anticolonialismo la exposición presentaba críticamente imágenes y objetos que en la exposición oficial suponían loas a las actuaciones del
Gobierno, cantos gloriosos a la República que se
presentaba aquí manchada de sangre. Además,
la sala de documentación presentaba distintos
libros, revistas, afiches y fotografías que daban
cuenta de la atroz barbarie con que el capitalismo francés sometía a sus colonias.
Una de las misiones de las Juntas protectoras
del Tesoro Nacional consistía en aprovechar
los avatares de la guerra y redimensionar, de
acuerdo con las directrices de la Academia y en
contacto con los más eminentes profesores de
Historia del Arte nacionales, la distribución de
estilos e identidades que los objetos de culto y
museográficos establecían en cada provincia.
Especialmente en el País Vasco y Cataluña esta
misión estaba llamada a contrarrestar la labor
que las distintas historiografías nacionales habían llevado a cabo en otro sentido: con la recuperación del gótico y románico en Cataluña
y el gusto rural y primitivista del País Vasco. La
nueva empresa que debía de llevarse a cabo, sin
embargo, no trató de enmendar esta tendencia,
muy apoyada por fuerzas de la cultura nacional
–léase Eugenio d’Ors o Pío Baroja como ejemplos en cada uno de los ámbitos tratados- y por
la tendencia conservadora de las Iglesias Católicas locales. Se trataba, eso sí, de establecer un
estilo nacional primitivo común, sin hacer coincidir las realidades geográficas con las formas del
estado político que se conformó en el siglo XIX.
La paradoja era que las regiones económicamente más avanzadas estarían sustentada por
las formas artísticas más primitivas.
¿Por qué no habrían de abordar los historiadores del arte actuales algunos problemas que se
enunciaron, en sus orígenes, desde la historia
del arte? Erwin Panofsky, en un viejo texto muy
citado últimamente, de gran alcance y que merece releerse (admite muchas lecturas) abordó lo que podríamos llamar giro antropológico
(aunque el precedente más claro sea el fascinante Aby Warburg), convertido hace tiempo en
una corriente historiográfica (y expositiva): “Todos hemos visto con nuestros propios ojos cómo
se trasladaban los fetiches y los utensilios africanos desde los museos etnológicos a las exposiciones artísticas” (Panofsky, 1940, 28-29). Se
me ocurren, al menos, tres modos de interpretar
estas palabras; poseen un carácter general (lo
que resulta raro); el historiador alemán podría
referirse a la Exposición Colonial celebrada en
el Bosque de Vicennes de París en 1931 o bien,
esta posibilidad sería extremadamente interesante, piensa en La verdad sobre las colonias,
contra exposición cargada de sentido que celebraron el mismo año los surrealistas franceses,
de más sentido que otras más cercanas a nosotros, como Magiciens de la Terre y sus epígonos.
El trabajo de Manuel Ferrandis y Ricardo Magdalena siempre estuvo al servicio de la Junta de
Gobierno de la Universidad de Valladolid y como
tal hay que saber valorarlo. Su labor documental
es fundamental a la hora de examinar el patrimonio del País Vasco. Las acusaciones de primitivismo, manipulación propagandística y sensacionalismo publicitario tienen más que ver con
el uso que posteriormente se le dio a su trabajo
que con su labor como fotógrafos, que es independiente. El repertorio de vejaciones y monstruosidades de los que son acusados (mutilación
a posteriori de las imágenes, plasticismo expresionista, tremendismo en los puntos de vista,
etc.) tiene que ver con una práctica muy común
en la propaganda de la época: la propia fisionomía del cristianismo provocaba en el arte tantas
mutilaciones como las agresiones iconoclastas
y pocas veces se hacía ese distinto entre imágenes igualmente aberrantes. Ver para ello el trabajo de salas montado por Ferrandis y Magdalena, pero también por el otro fotógrafo, Francisco
Antón, y en la comparación sacaremos nuestras
propias conclusiones (ver pag. 23-27).
En 1931 el mariscal Lyautey, antiguo Residente
General en Marruecos, organizó en el bosque
de Vincennes, en París, la fastuosa Exposición
Colonial, una exaltación de la labor imperial
francesa que recreaba en la metrópoli un muestrario de las culturas subordinadas, incluidos
una reproducción a escala real de los templos
camboyanos de Angkor Vat y nativos canacos
exhibidos bajo el rótulo de “pueblo caníbal”.
Los surrealistas respondieron con una pequeña muestra antiimperialista titulada La verdad
sobre las colonias, organizada por Louis Aragon
en un auditorio de la rue de la Grange–Batelière.
En una vitrina la exposición exhibía pasaportes
franceses, impresos burocráticos, estampitas
del Sagrado Corazón y estatuillas de Lourdes
bajo la cartela de “fetiches europeos”. Dos fotografías de la sala, montada por Paul Éluard,Yves
Tanguy, Georges Sadoul, Elsa Triolet y el propio
Aragon, aparecieron en el número 4 de Le Surréalisme au Service de la Révolution, diciembre
de 1931, p. 40.
La proposición de Eugenio d’Ors no era tanto la
de hacer una exposición o un museo con este
material incautado, en la que se incluirían los
objetos e imágenes atacados por los iconoclastas, lo que siempre le pareció una actitud propia
del modernismo y el arte de la vanguardias. Más
bien se trataría de aprovechar la oportunidad
histórica y renovar nuestros espacios religiosos
con un arte de nuestro tiempo, un arte que asumiera el legado de la Revolución Industrial y de
las formas austeras de la edad de la máquina
para devolverles el ascetismo y la humildad propios del cristianismo.
Según Hal Foster (2001, págs. 216-222) las visiones del otro en el arte son la señal del paso
de la modernidad a la postmodernidad. Su antecedente sería en su opinión la exposición de
los surrealistas La verdad sobre las colonias en
París 1931, un precedente del discurso postcolonial. La vanguardia/ modernidad domesticaba
al otro mediante procedimientos simbólicos y el
reconocimiento de la otredad, mientras que la
postmodernidad se basa en la diferencia, actitud
crítica, la relación entre el sujeto y el otro, perceptible en diversos campos: postcolonialismo,
feminismo, identidad sexual.
Bestias humanas, simios antropomorfos, demonios con traje y pantalón. La
HTTP://FXYSUDOBLE.COM/ES/CRONOLOGIA/
2004/EL-CASO-DE-LA-MAQUINADE-EFECTOS-ESPECIALES/
EL CASO DE LA MÁQUINA DE
EFECTOS ESPECIALES
PEDRO G. ROMERO
Llevo algunas semanas intentanto construir
un relato sobre Salvador Dalí o, más bien, una
historia de su método paranoico-crítico sin la
necesidad de que apareciera nunca el nombre
de Salvador Dalí. La tarea se extiende sobremanera y apunta en la dirección de convertirse en
una novela. Pero, ¿a quién puede interesarle una
novela que nos hable solamente de cuestiones
teóricas? Una novela sobre un método, ¿quién
la leería? También me ha ayudado a concluir el
insensato proyecto las necesidades ciertas de
limitar la extensión de este escrito a un número
determinado de páginas y no solamente porque
así lo exigiese el formato –un texto breve que
apunte algunas nuevas ideas sobre el arte de
Salvador Dalí– también porque son solamente
un par de ideas las que quiero contar y no necesitan los lectores que se prolongue en las
pesquisas varias de una novela. Y una novela de
detectives que, precisamente, no llevaba el camino de convertirse en un texto breve.
¿Que qué era lo que el detective de nuestra
novela tenía que demostrar? Pues bien fácil
que resulta contar estas dos cositas: primero,
que el método paranoico-crítico que Salvador
Dalí describió no necesita ni tan siquiera de la
presencia del propio artista para que entrase
en funcionamiento como sistema de conocimiento artístico, es más su presencia a partir
de los años cuarenta, cuando el método anda
ya perfectamente engrasado, no hace más que
perturbar sus mecanismos, desvirtuándolos y
derivando su potencial destructivo al servicio de
la maquinaria de propaganda y espectáculo del
tándem fascismo y capitalismo que gobernaba
su parte del mundo; segundo, que la máquina de
lenguaje que se desarrollaba en el mencionado
método paranoico-crítico se activaba gracias
al motor de ignición que propiciaban sus actos
iconoclastas, solamente así puede reactivarse
el sistema de lenguaje y conocimiento inscrito
en los cuadros y libros que con este mismo método se construyen, y solamente por esta necesidad –el arranque iconoclasta de esta máquina
de lenguaje–, aún cuando el método estuviese
desvirtuado por el ambiente fascista o capitalista en el que actuaba, siempre encontraremos
en él útiles y herramientas con las que entender mejor y desactivar, no la propia maquinaria
paranoico-crítica, sino el ecosistema déspota y
espectacular en el que actuaba.
La novela empezaba como deben de empezar
todas las novelitas detectivescas, debía de haber suficientes razones para un encargo tan
abstracto como delirante, tan teórico como
extravagante. La maquinita paranoico-crítica
habría dejado de funcionar y acercándose las
fechas que celebrarían al pintor Salvador Dalí,
alguien había tenido la ocurrencia de volver a
poner en funcionamiento tal aparato. La cosa
decía, más o menos así: “Antes de comenzar el
viaje debo aclarar el objeto de mi investigación.
Recibí en la oficina una carta en la que se pedían explicaciones para el entendimiento de los
extraños fenómenos de la máquina de efectos
especiales. ¿Motivo de la consulta? La máquina había dejado de funcionar hace tiempo y se
necesitaba encontrar con urgencia qué mecanismo accionar para que volviera de nuevo a ponerse en marcha. La verdad es que muchos años
de mala literatura, alabanza del genio humano,
explicaciones parapsicológicas, montones de
dinero y el espejismo de la irracionalidad habían
acabado por reducir el extraño artefacto a su
pura aparatosidad, a los brillos de sus adornos
y a un comercio más propio de los parques de
atracciones que de los fundamentos del saber
para los que esta máquina había sido dibujada.
Desde luego que en todos estos casos, signos
preclaros de nuestro tiempo, puede decirse que
la máquina ha sido pionera, adelantada en to-
dos estos conocimientos del espectáculo, pero
ahora se buscaba que volviera a funcionar, brevemente y casi en secreto, durante los días de
celebración de no se qué aniversario. Y es que
tampoco pueden arriesgarse a que alcance el
artefacto su antigua velocidad. Mantendría desde luego la atención, el rendimiento económico y
la paz social, pero, ¿qué sería de sus visitantes,
esos miles de espectadores que la contemplan
siempre de manera superficial? Nadie lo sabe,
pero antaño se hablaba de crímenes, asesinatos, robos, violaciones, canibalismo, necrofilia,
pederastia, coprofagia. Por eso era necesaria la
intervención de una oficina de detectives privados.”
¿Que por qué detectives privados en un texto
sobre el pintor Salvador Dalí? De una manera
conceptual la cosa se explica en las primeras
páginas del relato. La máquina paranoico-crítica
como máquina de lenguaje que es debe de manejar unas unidades mínimas de significación,
‘cosas’ que la maquinaria debe de poner en movimiento. La cosa más o menos es como sigue.
Giovanni Morelli publicó alrededor de 1875 en
la revista de arte Zeitschrift für bildende Kunst
una serie de artículos, bajo el nombre ruso de
Iván Lermolieff y la traducción al alemán de
Johannes Schwarze, seudónimos ambos, en los
que se proponía un nuevo método para asegurar
las atribuciones de las pinturas antiguas y las
distinción entre originales de los grandes maestros, obras de sus talleres y copias. El método
morelliano, así se le conoce, se basaba en aislar
pequeños e intrascendentes detalles –como pintaba Tiziano el lóbulo de una oreja, como remataba Raphael un dedo índice, etc– como garantía
segura del toque maestro, pues las versiones de
taller y las copias apócrifas intentaban imitar los
gestos principales dejando estas minucias del
lado inconsciente. Sus trabajos acabaron caricaturizados entre muestrarios de orejas y fichas
de huella digital, se les acusó de mecanicistas
y de seudopoliciales y efectivamente, proponían
las bases para el desarrollo de la ciencia detectivesca y de las máquinas del saber. Sabemos
que Conan Doyle dotó a Sherlock Holmes de
una paráfrasis del método morelliano para las
novelerías del detective y que Cesare Lombroso,
pionero de las técnicas de investigación policial,
derecho penal y de control social, aleccionó al
poder con las caricaturas de Morelli. Sabemos
que fueron doctos en su lectura Sigmund Freud
y Aby Warburg –pero también Carl Jüng y Jac-
ques Lacan, y Edgar Wind y Erwin Panofsky–,
y que los métodos psicoanalítico e iconográfico se beneficiaron grandemente de esta atenta
lectura. Entre ambas personalidades, a Freud
y Warburg me refiero, escribe Wilhelm Jensen
su arqueología fantástica Gradiva, relato que
después tanto entusiasmará a los surrealistas.
Y es esta novela, como ‘la carta robada’ puesta
evidentemente sobre la mesa, la puerta a una
investigación con recorrido a la inversa, que nos
lleva a descifrar qué unidades son las que pone
en movimiento la máquina paranoico-crítica que
nos ha tocado desentrañar.
En la novelita de Jensen un arqueólogo recupera el sentido de la vida cuando cree conocer en
la realidad de su tiempo la imagen de una muchacha en relieve grecoromano que le obsesiona. Ésta, la Gradiva, la que anda siempre hacía
adelante, resulta ser un amor de la infancia. Son
pequeños indicios los que van construyendo la
historia: la punta del pie que ni avanza ni se detiene, la flor del asfódelo en un camposanto, el
rabo de una lagartija, etc. Olvidémonos de las
intenciones del autor: etnicismo pangermánico,
totalitarismo del tiempo cíclico, cientifismo irracionalista. Freud leyó la obra en claves de retorno de lo reprimido. Warburg apuntó en ella la
pervivencia del gesto de la que anda siempre hacía adelante. ¿Qué podría hacer con este relato
nuestra máquina? Siguiendo la mecánica directa de los indicios se aplica una pantalla: el pie se
convertirá en la nariz de azúcar de un cuento popular catalán, el gamón en la carne del cadáver
ambrosía que el caníbal quiere devorar, el rabo
de lagartija en mango del pincel que ejecuta la
obra. Anécdotas de un sueño, el detalle de una
imagen, la huella de un crimen, el gesto de un
sospechoso, éstas son las unidades básicas que
la máquina pone en movimiento.
Así, la mecánica de la Gradiva pone en movimiento toda una serie de indicios para explicar
una serie de cosas: el amor por Gala, la fetichización de la infancia, la pervivencia de la
tradición, etc. Cuando en 1936 los anarquistas
desentierran cadáveres de monja en Barcelona
–incluso el fiambre santo de Gaudí– y nuestra
máquina recurre de nuevo a la Gradiva aplicando conjeturas de manera literal, se desentierra
lo reprimido, vuelve lo que siempre va hacía adelante: el retorno del amor cristiano católico y
español encierra un canto al crimen, al
canibalismo y al paroxismo violento de
HTTP://FXYSUDOBLE.COM/ES/CRONOLOGIA/COMER-PERSONAS-ADORAR-IMAGENESVENERARRELIQUIAS-DEVORAR-DIOSES-CONNOTACIONES-ANTROPOFAGICAS-DEL-CATOLICISMO/
COMER PERSONAS, ADORAR IMÁGENES, VENERAR
RELIQUIAS, DEVORAR DIOSES: CONNOTACIONES
ANTROPOFÁGICAS DEL CATOLICISMO
GERARD HORTA
“¿Cómo podría ser puro un pájaro que ha comido pájaro?”
En Las suplicantes [463 aC], de Esquilo
Uno de los ámbitos más destacados del Archivo
F.X. se ha centrado en los procesos iconoclastas y en la heterogeneidad de contenidos que
se da en él (en Cataluña, vinculados a menudo
a los movimientos ácratas). La impugnación iconoclasta está vinculada a la esfera amplia del
cristianismo, la cual abraza prácticas y sistemas de pensamiento múltiples, profundamente
antagónicos en cuanto a los proyectos sociales
implícitos y, también, a las diferentes maneras
de concebir las relaciones entre las personas y
las de estas con la trascendencia: el asesinato
de varios miles de víctimas clasificadas por la
Iglesia católica como “heterodoxas” y condenadas en calidad de herejes (“los que eligen”)
es aclaratorio. En la medida en que sobre cualquier modelo de relaciones con lo sobrenatural
–divinidades celestiales, potencias invisibles,
fuerzas metaterrenales– se proyecta una representación del mundo y, por lo tanto, una organización de las dinámicas sociales y de las relaciones entre las personas –capaces entonces
de tomar conciencia de sí mismas como seres
re-unidos, y de apelar a la energía autotrascendente de la sociedad–, no debería sorprendernos la pertinencia de calificar el bagaje de las
prácticas socialmente instituidas de la iglesia
católica como verdaderamente inquietantes
para una determinada supervivencia del género humano. Respecto al catolicismo constituido bajo las formas de la Iglesia romana, debe
destacarse la función aniquiladora que ejerce
desde el momento en que se convierte en religión de Estado de un imperio esclavista como el
romano, a principios del siglo IV dC. Históricamente, la Iglesia católica ha estado al lado de
los poderes económicos, políticos y militares
que han basado su existencia y su desarrollo
en la explotación de las clases subalternas y
en el colonialismo, tanto a escala intraeuropea
como extraeuropea. Así, hasta llegar al siglo XX,
en que la conservación del poder por parte de
la Iglesia católica se refleja en su apoyo a los
totalitarismos fascistas europeos –con gran vehemencia, al español– y del resto colonizado del
planeta. Con pocas excepciones, no ha habido
más muertes en las guerras que surcan la historia que allí donde han participado estados en
los que el cristianismo era la religión principal.
Esto es inseparable del poder que la Iglesia se
ha autoatribuido en el curso de los siglos a la
hora de actuar sobre el mundo desde una ritualidad que operaría en términos transformadores
sobre las representaciones mismas del mundo,
lo cual fundamenta el desarrollo del antisacramentalismo y el rechazo frontal de la supuesta
capacidad de los funcionarios de la Iglesia para
modificar el orden natural a partir de la encarnación del poder de dios en esta institución terrenal, como muestran las tan excelentes como
silenciadas investigaciones de Delgado en torno
a esta cuestión. De la misma manera, tampoco
pueden dejarse de lado las proclamaciones del
funcionariado eclesiástico que reivindican regular y públicamente, de una manera excluyente,
el monopolio católico de lo sagrado –”fuera de
la iglesia no hay salvación”–, despreciando toda
vivencia autónoma y libre de la trascendencia
más allá del marco que encabeza el Vaticano.
Aun así, el objeto de reflexión de estas páginas
es el que se calificaría como el contenido caníbal del catolicismo, no menos real por más eficiente que sea su ocultación. Hay que entender
el canibalismo como el consumo ritual de carne humana: hay que referirse a él, pues, como
una práctica ritual. En los años noventa del siglo XIX, J. G. Frazer, y posteriormente Marcel
Mauss, asociaron el consumo ritual de carne humana con la apropiación de las virtudes de los
muertos. Tanto si son los parientes del muerto
quienes ingieren su cuerpo con objeto de retener “la parte del espíritu de la familia preparado
para marcharse”, como si la ingestión se efectúa
sobre cadáveres ajenos al grupo, la finalidad en
ambos casos tiene que ver con la restauración
ritualizada de la integridad social del grupo, y el
abanico de modalidades intermedias que tienen
lugar entre ambos extremos es extenso. Desde
la antropología, el estudio se ha encaminado
básicamente en dos direcciones. Hablando de
manera muy general: aquella en que se ha intentado comprender la práctica caníbal dentro
del marco referencial propio de las sociedades
en que se ha practicado, y aquella otra en que se
ha pretendido ofrecer explicaciones de carácter
universal. Más allá de la práctica antropofágica
como la expresión de una necesidad biológica
de supervivencia, el canibalismo como práctica funeraria, alimentaria y sacrificial, ligada al
esquema de categorías mediante el cual se rige
una sociedad –y ligada asimismo a la estructuración de esta sociedad–, manifiesta en todas
partes, en todos los tiempos, “su condición simbólica”, como señala Marshall Sahlins. Hay que
entender la relación dinámica entre la manera
en que el universo simbólico determina la realidad social de la cual forma parte y la manera
en que, paralelamente, la realidad social determina el cuerpo simbólico de que forma parte, en
el contexto del cual toda actividad humana adquiere un sentido. ¿Qué se clasifica como humano en cada cultura, y qué es susceptible de ser
comido? (A propósito de esto: Occidente acumula una densa experiencia en torno a la calificación de las sociedades extraoccidentales como
“no-humanas”). Lévi-Strauss concluye que allí
donde tiene lugar la práctica del canibalismo, al
parecer este no es nunca la regla, pero que incluso en las sociedades donde aparece con una
cierta frecuencia se verían algunas excepciones
en forma de reticencia o repulsión.
Paradójicamente, ni la teorización catolicista ni
el funcionariado eclesiástico ni los fieles no reconocen el carácter profanador –respecto a los
pilares intelectuales explicitados en los textos
sagrados– de una práctica que reverbera cotidianamente hasta nuestras días en sus ritos
dominicales. La doctrina de la transubstanciación se convertiría en el pozo turbio en que se
materializa la legitimación de esta práctica: en
el decurso de la misa el sacerdote tiene el poder,
cuando menos supuestamente, de convertir de
una manera sobrenatural el pan y el vino utilizados en el rito en el cuerpo y la sangre de Cristo:
¡en el cuerpo y la sangre reales! (vehiculadores,
asimismo, de su alma y divinidad). La consagración eucarística (“acción de gracias”) ha desterrado por completo el rechazo a la ingestión de
sangre –¿qué, si no vampírica?– explicitado en
el Génesis (“No comáis la carne con su vida, es
decir, con su sangre”, IX,4) y en el Levítico (“Ninguno de vosotros [...] tiene que comer sangre”,
XVII,12), si bien en el mismo Levítico (XI, XVII)
no abomina de la ingestión de carne humana, la
cual no formaría parte de las prescripciones alimentarias, como ha señalado Cardín.
Si siguen estas fuentes, la obtención de la vida
eterna tendría lugar a partir de la creencia en
Cristo, y no con su ingestión: “Yo soy el pan de
vida: quien viene a mí no pasará hambre y quien
cree en mí no tendrá nunca sed” (Juan, VI, 35).
Juan insiste que quien da vida es el espíritu, y
no la carne. De acuerdo con esto, en términos
espirituales la vida se obtiene por la fe, y no comiendo el cuerpo de Cristo. La ingestión de pan y
vino durante la cena que precede a la detención
de Cristo simboliza un acto hecho en memoria
suya debido al calvario que padecerá en la cruz.
Pese a ello, incumpliendo los preceptos bíblicos,
lo que tendría que significarse como un homenaje a la memoria del suplicio de Cristo se convierte, a través de la tradición instaurada por el
funcionariado católico –reco-nocida canónicamente mediante la fiesta del Corpus Christi en
1264–, en la ingestión en principio literal de su
cuerpo y su sangre. Esta preocupante
apologetización del consumo ritual
F.X.
*(special effects o efectos especiales, se muestran trabajos, textos y discursos que han
tenido lugar a lo largo de estos
años en los distintos laboratorios, seminarios, conferencias,
colaboraciones en revistas y
publicaciones e investigaciones que se han realizado al
amparo del Archivo F.X.)
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DOS-CUENTOS-CATOLICOS/
DOS CUENTOS
CATÓLICOS
ROBERTO BOLAÑO
I. La vocación
1. Tenía diecisiete años y mis días, quiero decir
todos mis días, uno detrás de otro, eran un temblor constante. Nada me entretenía, nada vaciaba la angustia que se acumulaba en mi pecho.
Vivía como un actor imprevisto dentro del ciclo
iconográfico del martirio de San Vicente. ¡San
Vicente, diácono del obispo Valero y torturado
por el gobernador Daciano en el año 304, ten
piedad de mí! 2. A veces hablaba con Juanito.
No, a veces no. A menudo. Nos sentábamos en
los sillones de su casa y hablábamos de cine. A
Juanito le gustaba Gary Cooper. Decía: la apostura, la templanza, la limpieza de alma, el valor.
¿Templanza? ¿Valor? Le hubiera escupido a la
cara lo que se ocultaba tras sus certezas, pero
prefería enterrar las uñas en el reposabrazos y
morderme los labios cuando él no me miraba e
incluso cerrar los párpados y hacer como que
meditaba sus palabras. Pero yo no meditaba. Al
contrario: se me aparecían, bajo la forma de un
carrusel, las imágenes del martirio de San Vicente. 3. Primero: atado a un aspa de madera, es
descoyuntado mientras le desgarran la carne
con garfios. Y luego: sometido al tormento del
fuego en una parrilla sobre brasas. Y luego: preso en una mazmorra cuyo suelo está cubierto de
cascotes de vidrio y de cerámica. Y luego: el cadáver del mártir, abandonado en lugar desierto,
es defendido por un cuervo contra la voracidad
de un lobo. Y luego: desde una barca es arrojado
su cuerpo al mar con una rueda de molino atada
al cuello. Y luego: el cuerpo es devuelto por las
olas a la costa y allí piadosamente enterrado por
una matrona y otros cristianos. 4. A veces sentía mareos. Ganas de vomitar. Juanito hablaba
de la última película que habíamos visto y yo
asentía con la cabeza y notaba que me estaba
ahogando, como si los sillones estuvieran en el
fondo de un lago muy profundo. Recordaba el
cine, recordaba el momento de comprar las entradas, pero era incapaz de recordar las escenas que mi amigo, ¡mi único amigo!, rememoraba, como si la oscuridad del fondo del lago lo
hubiera invadido todo. Si abro la boca tragaré
agua. Si respiro tragaré agua. Si sigo vivo tragaré agua y mis pulmones se encharcarán por los
siglos de los siglos. 5. En ocasiones entraba en
la habitación la madre de Juanito y me preguntaba cosas íntimas. Cómo iban mis estudios, qué
libro estaba leyendo, si había ido al circo que se
había instalado en las afueras de la ciudad. La
madre de Juanito vestía siempre muy elegante y
era, como nosotros, una adicta al cine. 6. Alguna
vez soñé con ella, alguna vez abrí la puerta de su
dormitorio y en vez de ver una cama, un tocador,
un armario, vi una habitación vacía, con suelo de
ladrillos rojos, que sólo hacía las veces de antesala de un largo pasillo, un pasillo larguísimo,
como el túnel de la carretera que atraviesa la
montaña y que luego se dirige hacia Francia,
sólo que en este caso el túnel no estaba en la
parte alta de la carretera sino en la habitación
de la madre de mi mejor amigo. Esto más vale
que lo recuerde constantemente: mi mejor amigo. Y el túnel, al revés de lo que suele pasar en
un túnel de montaña, parecía suspendido en un
silencio fragilísimo, como el silencio de la segunda quincena de enero o de la primera quincena de febrero. 7. Actos nefandos en noches aciagas. Se lo recité a Juanito. ¿Actos nefandos,
noches aciagas? ¿El acto es nefando porque la
noche es aciaga o la noche es aciaga porque el
acto es nefando? Qué preguntas son ésas, dije
casi llorando. Tú estás chalado. Tú no entiendes
nada, dije mirando por la ventana. 8. El padre de
Juanito es de estatura pequeña pero de porte
arrojado. Fue militar y durante la guerra recibió
varias heridas. Sus medallas cuelgan de una pared de su estudio, en un estuche con tapa de vidrio. Cuando llegó a la ciudad, dice Juanito, no
conocía a nadie y quienes no lo miraban con temor lo hacían con resentimiento. Aquí conoció,
al cabo de unos meses, a mi madre, dice Juanito. Durante cinco años fueron novios. Luego mi
padre la llevó al altar. Mi tía a veces habla del
padre de Juanito. Según ella, fue un jefe de policía honrado. Al menos, eso se decía. Si una sirvienta robaba en casa de sus señores, el padre
de Juanito la encerraba tres días y no le daba ni
un mendrugo. Al cuarto día la interrogaba él
personalmente y la sirvienta se apresuraba a
confesar su pecado: el lugar exacto donde estaban las joyas y el nombre del gañán que las había robado. Después los guardias detenían al
hombre y lo ingresaban en prisión y el padre de
Juanito metía a la sirvienta en un tren y le aconsejaba que no volviera. 9. Estas acciones eran
celebradas por todo el pueblo, como si el jefe de
policía demostrara con ellas su preeminencia
intelectual. 10. Cuando llegó el padre de Juanito sólo tenía trato social con los asiduos del casino. La madre de Juanito tenía diecisiete años y
era muy rubia, a juzgar por las fotos que cuelgan
en algunos rincones de la casa, mucho más que
ahora, y había terminado sus estudios en el Corazón de María, el colegio de monjas que está en
la parte norte de la ciudadela. El padre de Juanito debía de tener unos treinta. Todavía, aunque
ya está jubilado, va todas las tardes al casino y
bebe carajillos o una copa de coñac y también
suele jugar a los dados con los asiduos. Otros
asiduos que ya no son los asiduos de su época,
pero como si lo fueran, porque la admiración ya
se da por sentada. El hermano mayor de Juanito
vive en Madrid, en donde es un abogado famoso.
La hermana de Juanito está casada y también
vive en Madrid. En esta bendita casa sólo quedo
yo, dice Juanito. ¡Y yo! ¡Y yo! 11. Nuestra ciudad
cada día es más pequeña. A veces tengo la impresión de que todos se están marchando o están encerrados en sus cuartos preparando las
maletas. Si yo me marchara no llevaría maleta.
Ni siquiera un hatillo con unas pocas pertenencias. A veces hundo la cabeza en las manos y
escucho a las ratas que corren por las paredes.
San Vicente, dame fuerzas. San Vicente, dame
templanza. 12. ¿Tú quieres ser santo?, me dijo
la madre de Juanito hace dos años. Sí, señora.
Me parece muy buena idea, pero tienes que ser
muy bueno. ¿Lo eres? Procuro serlo, señora. Y
hace un año, mientras iba caminando por General Mola, el padre de Juanito me saludó y luego
se detuvo y me preguntó si era yo el sobrino de
Encarnación. Sí, señor, le dije. ¿Tú eres el que
quiere ser cura? Asentí con una sonrisa. 13.
¿Por qué asentir con una sonrisa? ¿Por qué pedir perdón con una sonrisa de imbécil? ¿Por qué
mirar hacia otro lado sonriendo como un tarugo? 14. Por humildad. 15. Eso está muy bien,
dijo el padre de Juanito. Cojonudo. Hay que estudiar mucho, ¿verdad? Asentí con una sonrisa.
¿Y ver menos películas? Sí, señor, yo voy poco al
cine. 16. Vi alejarse la figura erguida del padre
de Juanito, parecía como si caminara con las
puntas de los pies, un hombre viejo pero todavía
enérgico. Lo vi bajar las escalinatas que llevan a
la calle de los Vidrieros, lo vi desaparecer sin un
solo temblor, sin una sola vacilación, sin mirar ni
un solo escaparate. La madre de Juanito, por el
contrario, siempre miraba escaparates y a veces entraba en las tiendas y si tú te quedabas
afuera, aguardándola, podías escuchar, a veces,
su risa. Si abro la boca tragaré agua. Si respiro
tragaré agua. Si sigo vivo tragaré agua y mis pulmones se encharcarán por los siglos de los siglos. 17. ¿Y tú qué vas a ser, gilipollas?, me dijo
Juanito. ¿Ser o hacer?, dije yo. Ser, gilipollas. Lo
que Dios quiera, dije. Dios pone a cada uno en su
lugar, dijo mi tía. Nuestros antepasados fueron
gente de bien. No hubo soldados en nuestra familia, pero sí curas. Como quién, dije yo mientras empezaba a dormirme. Mi tía gruñó. Vi una
plaza llena de nieve y vi a los campesinos que
acudían con sus productos al mercado, barrer la
nieve e instalar cansinamente sus tenderetes.
San Vicente, por ejemplo, saltó mi tía. El diácono
del obispo de Zaragoza, que en el año 304, aunque quien dice 304 puede decir 305 o 306 o 307
o 303 de nuestra era, fue apresado y trasladado
a Valencia en donde Daciano, el gobernador, lo
sometió a crueles torturas, a resultas de las
cuales murió. 18. ¿Por qué crees que San Vicente va vestido de rojo?, le pregunté a Juanito. Ni
idea. Porque todos los mártires de la iglesia llevan una prenda roja, para ser distinguidos como
tales. Este niño es inteligente, dijo el padre Zubieta. Estábamos solos y el estudio del padre
Zubieta helaba los huesos y el padre Zubieta o
mejor dicho las ropas del padre Zubieta olían a
tabaco negro y a leche agria, todo mezclado. Si
decides ingresar al seminario, nuestras puertas
están abiertas. La vocación, la llamada de la vocación, hace temblar, pero no exageremos.
¿Temblé?, ¿Sentí que se removía la tierra?, ¿Experimenté el vértigo del matrimonio divino? 19.
No exageremos, no exageremos. Los rojos visten igual, dijo Juanito. Los rojos visten de caqui,
dije yo, de verde, con franjas de camuflaje. No,
dijo Juanito, los putos rojos visten de rojo. Y las
putas también. Un tema que despertó mi interés. ¿Las putas? ¿Las putas de dónde? Pues las
putas de aquí, dijo Juanito, y supongo que también las de Madrid. ¿Aquí, en nuestra ciudad? Sí,
dijo Juanito y quiso cambiar de tema. ¿En nuestra ciudad o en nuestro pueblo o en nuestro desamparo hay putas? Pues sí, dijo Juanito. Yo creía
que tu padre las había corregido a todas. ¿Corregido? ¿Es que te has creído que mi padre es
un cura? Mi padre fue un héroe de guerra y después comisario de policía. Mi padre no corrige
nada. Investiga y descubre. Punto. ¿Y
dónde has visto tú a las putas? En el
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2010/AFECTOS-ESPECIALES-III/
DE AFECTOS ESPECIALES
PEDRO G. ROMERO
Para empezar, la pregunta que quisiera plantear
tiene que ver con el tema, es decir, si la memoria de lo que conocemos como “Guerra Civil Española” puede ser un tema, incluso un género
artístico más, como la estatuaria monumental
o la vanitas. El propio trabajo con la memoria
exige operar con mecanismos que no resulten
su mera ilustración, no se trata de hacer más
bonitas esas pinturas –representaciones casi
siempre circulares que interconectan universos y ofrecen un ameno y variado catálogo de
figuras y curiosidades del mundo– donde la vida
cotidiana y la gran historia se entremezclan. No
sólo le pasa a los pintores ilustrados, también el
abuso lingüístico de las nuevas tecnologías pasa
por ese enciclopedismo web, que se traduce,
casi siempre, en un trabajo en patchwork, con
el desconocimiento asumido de que el mosaico
no está tanto en la diversidad de materiales que
se exhiben de una sola vez, sino en la propia y
férrea ley que los mantiene unidos entre sí, conectados unos a otros.
Trabajar con la memoria exige un dispositivo
nuevo, al menos diferente, y no tratar de acomodar esta o aquella evocación, rememoración, deja vú, para agradecer un argumento,
una historia familiar o el gusto político de este
o aquel bando. Basilio Martín Patino, en su trilogía formada por Canciones para después de una
guerra (1971), Queridísimos verdugos (1973), y
Caudillo (1974) lo entendió de manera ejemplar
y tuvo que soportar duras críticas de la inquisición política izquierdista de la época. No sólo
pretendía denunciar, subrayar, recordar la historia del bando perdedor, sino construir también
un vehículo lingüístico distintivo que pudiera
identificarse con el relato del que quería ser
documento. Si nos detenemos a comparar su
trabajo, por ejemplo, con las pinturas del Equipo
Crónica, en coordenadas muy parecidas, no podemos sino apreciar la idoneidad del dispositivo
y atender qué ocurre cuando éste queda vacío
de contenidos: la miseria de los trabajos de Manolo Valdés que ha envilecido la operación artística “crítica” del Equipo Crónica banalizando
sus desvíos y collages como mero ejercicio estilístico, capricho, decoración, bibelots, bluff. Por
el contrario, Martín Patino, cuando veinte años
después decide revisar Casas Viejas dentro de la
serie Andalucía, un siglo de fascinación (1996)
sabe que no le basta con acudir a sus viejos “refresques de memoria”, pues un tiempo diferente
exige una nueva disposición. El “fake” que utiliza
para el caso es ejemplar, ya que no sólo abre la
herida de la historia que quiebra la experiencia de la II República –una forma de gobierno
con las contradicciones propias del liberalismo
burgués– sino que el enunciado del suceso revolucionario no se conforma con la peripecia
histórica, los subrayados del montaje soviético
y la escuela documentalista inglesa hacen que
en el film convivan el antagonismo político que
se está narrando, sometiendo a las imágenes a
esa discusión que proponía Walter Benjamin de
la imagen dialéctica.
Resulta patético que asistamos a cierto memorialismo que quiere hacer un argumento artístico de la conmemoración al revés, es más, que
pretenda subrayar esa mera inversión como
la cualidad política que a todo arte pertenece. El problema está quizás en el propio hecho
“conmemorativo” más allá de que se haga con
vituperio o con aplauso. El problema es el monumento. Isaac Rosa ha hecho mofa de este
argumentario –en la alegoría, bromas estatuarías de Franco; en la narración, investigaciones
policiales del pasado; en el teatro, testimonios
de viejos maestros repúblicanos; etc– tomando
su propia novela La mala memoria (1999) como
objeto de escarnio. El nuevo título es suficientemente explícito Otra maldita novela sobre la
guerra civil (2007) y el resultado demoledor.
Reconozco que al acabar el libro, y antes de que
se me olvidara la impronta de los comentarios,
su mordacidad y el brillo de sus análisis sobre
el turbio sepia sentimental que enreda la novelística española del género guerracivilista, me
puse a releer, con esos ojos, algunas cumbres
del género para ver que tal salían paradas. Estimables singularidades –Tu rostro mañana de
Javier Marías, Enterrar a los muertos de Ignacio
Martínez Pisón u Hombre sin nombre de Suso de
Toro, por poner las más recientes y de mayor
aprecio– caían desmoronadas, disueltas como
los terrones de tierra que arrastra la lluvia dejando al descubierto una tumba poco honda, mal
cavada, peor sellada. Y es que lo importante es
la herramienta que nos brinda Isaac Rosa, una
metodología perversa –en el mejor sentido que
pueda darse a la palabra– que puede ser aplicada al resto de las obras sobre la guerra civil,
sean novelas o ensayos históricos, películas o
series de televisión, pinturas murales u operas
de videoarte. Una caja de herramientas útiles
para el desmontaje –¡gracias a Dios ha podido
librarse de que se le llame deconstrucción!– y
que también nos revela la estructura propia de
montaje, sobremontaje diría yo, que necesariamente tiene toda operación de construcción –en
un sentido radical de acumulación, ensamblaje,
collage– histórica, sea con la memoria o con la
ficción, con el acontecimiento del discurso o con
el monumento del archivo.
La imagen que ha representado por excelencia
la memoria política de la Guerra Civil Española
en estos últimos años pasa por repetirse en una
misma escena: los desenterramientos de fosas
comunes y la identificación de las víctimas del
bando legítimo, republicano, comunista y anarquista. Imágenes que se han enfrentado sin
desgaste y por igual a una tibia ley de memoria histórica y a una campaña facciosa de desprestigio no ya de un tiempo y un país, sino de la
propia condición del hacer historias. La caterva
falsaria, caricaturesca y ruidosa que representan los best-sellers de Pío Moa, de César Vidal o
de Nicolás Salas no ha podido con el silencio de
esas tumbas abiertas a pincel, cuidadosamente, dejando entrever la posibilidad de una cierta
verdad. Una cierta verdad que destilan, no ya la
taxonomía de los huesos, la identificación forense, el nominalismo legal, sino también, cómo
dice Georges Didi-Huberman en Imágenes pese
a todo, una cierta verdad que “está” en las propias imágenes.
La lectura que quiso desarrollar Aby Warburg
para las imágenes, el pathosformel que las agita y afirma en sus gestos, tiene en estas osa-
mentas recién descubiertas algo estructural,
algo que organiza nuestra disposición afectiva y
sentimental para con nuestros propios muertos,
para con nuestro propio tiempo, para con nuestro propio hacer. Desde que comenzaran estas
campañas de las Asociaciones por la Memoria
Histórica para localizar enterramientos que
ocultaban distintas masacres del bando rebelde
y faccioso que gobernara Franco, desde las primeras noticias que de estas pesquisas me dieron los historiadores Francisco Espinosa y José
Luis Gutiérrez Molina, tempranos colaboradores
del Archivo F.X., tuve la convicción de que había
que dejar que estos restos hablaran solos. Que
la concreción material en imágenes, transmitida
por su propia mineralidad, hablara a solas.
No se trataba solamente de la sospecha de que
cualquier acercamiento desde la esfera del arte
se iba a tornar parasitario. Como dispositivo
cultural la propia actividad de las asociaciones
se bastaba para gestionar sus signos. No necesitaban más ecos ni cajas de resonancias que
la de los medios de comunicación y la gestión
política y científica que hicieran ellos mismos
de su propia actividad. La abierta colaboración
no debiera significar ningún sistema de altavoces, más o menos aparatoso, que hiciera de los
ecos un bosque en el que apenas ver los árboles. Pero había algo más, algo paralizante que
se encuentra seguramente en la melancólica
configuración de los gestos que dan forma a estos desenterramientos. Las palas, las fosas, los
esqueletos. Patológicamente cualquier discurso queda inmovilizado, cualquier política desactivada ante la bilis negra que destilan estas
imágenes. La reflexión se ahoga, al modo del
Derrida de Espectros de Marx, y no permite más
salida que una cierta reelaboración del duelo o,
como en el Hamlet, un final con todos los personajes muertos.
Estos años atrás presentamos en Vivir en Sevilla, un proyecto de revisión de la escena artística
de esta ciudad entre 1966 y 1982, el film Rocío,
una víctima cinematográfica del retorno al orden
que supuso la segunda parte de la transición democrática española. Escrita y realizada en 1977
por Fernando Ruiz de Vergara y Ana Vila, esta
película ganó el primer premio del Festival de
Cine de Sevilla en 1980 y fue secuestrada y censurada por un juez en 1981, condenado su director a dos años de cárcel y al pago de diez millones de pesetas a los querellantes, una familia de
Almonte que sentía que se acusaba a
su padre de los asesinatos cometidos
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LAS-GIRALDILLAS/
LAS GIRALDILLAS
MARCOS CRESPO &
MANUEL LOSADA
No es cuestión de ser malo o bueno, hay que ser
reconocido como tal.
ICONO o ÍCONO: (del griego, imagen).
1. REPRESENTACIÓN DEVOTA de pincel o relieve, usado en las iglesias orientales (llamadas
“tablas de Grecia”)
2. SIGNO que mantiene una RELACIÓN DE SEMEJANZA CON EL OBJETO REPRESENTADO
(como la señal de curva en una carretera).
ICONOCLASTA: (del gr., rompedor de imágenes).
1. ADJETIVO: Dícese del HEREJE del siglo VIII
que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban.
2. Por extensión, llámese así a quien niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos.
El gesto iconoclasta es, en última instancia, derivado de la atribución por quien afirma culto y
autoridad, frente el “hereje”: el que por su acción interrumpe la relación de semejanza que el
signo establece para la comunidad idólatra. El
“gesto” es iconoclasta-herético, si así es reconocido por el agraviado-idólatra.
I
El caso que nos ocupa es el de “las giraldillas”.
¿Qué es lo que nos viene a la mente? ¿Esta
“palabra-llave” qué puertas abre? Hagamos
memoria:
Era la noche del 20 de agosto de 1999, cuando
tenía lugar la ceremonia de inauguración del
Campeonato del Mundo de Atletismo en la ciudad de Sevilla, retransmitido por televisión a una
audiencia potencial de 3.500 millones de espectadores en todo el planeta. Presidía la ceremonia
Felipe de Borbón, príncipe heredero, acompañado del presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, el entonces ministro y hoy candidato a la presidencia de Estado, Mariano Rajoy,
el recién elegido alcalde de la ciudad de Sevilla,
Sánchez Monteseirín, y otras autoridades de la
política y el deporte.
Todo debería transcurrir por los marcados cauces de tan ritualizadas ceremonias: el discurso
propiciatorio de la más alta de las autoridades,
los habituales desfiles, con banderas y vítores,
la interpretación del himno del evento, “El aire
de Sevilla” por el grupo “Siempre así”, y los espectáculos al uso, que como es propio de Sevilla echarían mano del imaginario folclórico por
el cual es la ciudad anfitriona reconocida (todos
los tópicos culturales y arquitectónicos serían
reproducidos, daríamos lo que se espera de nosotros). Pero, he aquí, que...
Uno entre el público muestra una camiseta
con una leyenda e intenta pero no le permiten
desplegar una pancarta, otro se encadena al
escenario, tres se descuelgan con material de
escalada del palco y despliegan una pancarta,
uno reparte pasquines en la zona de prensa,
otro muestra una pancarta ante la mesa de los
monitores de televisión, y mientras tanto, en el
escenario principal, dos Giraldillas -mascotas
del Mundial- bailan, y la leyenda que portan en
el pecho no es la “Sevilla 99”, sino “Repatriation
Bask Prisioners” sobre un mapa de Euskadi.
Eran miembros de “Presoekin Elkartasun Taldea” (algo así como “Comandos Solidarios con
los presos”), colectivo que surgió en 1998 y que
luego se denominaría “Zuzen”. Las imágenes
disponibles en el archivo de Canal Sur son tres
fogonazos y en los medios escritos poco pudieron desarrollar sobre su naturaleza o motivaciones. Veamos como se consideran a sí mismos en
un boletín informativo propio.
“Tomamos como herramienta la acción directa
para que fueran respetados los derechos humanos de los presos vascos. Realizamos acciones
públicas, no violentas y llamativas para hacer
cumplir las leyes y para hacer frente a las injusticias (...) No vamos en contra de nadie (...).
Queremos superar el bloqueo informativo. Hacer llegar a los medios la conculcación de los
derechos reclamados, crear las condiciones
para mostrar, superando todo tipo de obstáculos
y prejuicios, la cruda y clara realidad. Creemos
que la superación de los límites de la comunicación actuales puede ser un paso muy importante, definitivo diríamos, para la resolución del
problema”.
Una cosa es la intención puesta, y otra la supuesta o atribuida.
El contexto político en que la acción del colectivo se enmarca es una de las claves que hemos
de manejar: pensemos los “vínculos”. “ETA” ha
planteado una tregua unilateral y está en el aire
la posibilidad de reconducir los términos del
“conflicto vasco” por otros cauces, siendo la
primera de las medidas esperadas del Estado
español, como gesto de buena voluntad, el fin
de la “política de dispersión” de los presos (las
“Gestoras pro Amnistía” han desarrollado una
fuerte movilización en este terreno, con acciones en ocasiones análogas a las del colectivo
Presoekin). Hay una sintonía clara entre los activistas de Presoekin y el Movimiento de Liberación Nacional Vasco, pero buscan explícitamente como principio legitimador la “no violencia” y
los modos de actuación son similares a los llamados “nuevos movimientos sociales”. ¿Pueden
realmente operar en estos términos, con medios
lícitos (no violencia) y fines loables (derechos
humanos) cuando el campo de actuación es el
agujero negro del imaginario colectivo? Desde
luego que no, quiéranlo o no forman parte del
“trasunto etarra”. Todo aquel que sea asociado
al “entorno de ETA” (como dirán aquellos que
trazan contornos, asocian y condenan) es por
usar una categoría hispana elemental: impuro.
El contacto es mancha, contaminación. Pero
pensemos “el vínculo” desde el otro lado: los
criminales, las bestias, los asesinos para unos,
pueden ser héroes, ángeles guardianes y mártires para otros. Ante la llamada imperativa del Absoluto -la patria, la cultura, el pueblo...amenazados- es necesaria la “acción” (ekintza). La acción
puede ser interpretada como un comportamiento comunicativo, de formas mágicoreligiosas, actuación ritual por cuanto
f(X)
*(función de x, en el sentido que la
ciencia matemática da al término
pero también de “función” en el sentido que no importa tanto qué son las
cosas sino, más bien, cómo funcionan,
y así, conjunto de aplicaciones de los
distintos saberes y experiencias del
Archivo F.X. en juegos, trabajos y producciones diversas.)
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LOS-RESTAURADORES/
LOS RESTAURADORES
ARCHIVO F.X.
1.
La pérdida de la enorme riqueza artística de
Cataluña que se ha ido mermando por fenómenos históricos –Guerra del Francés, carlistada,
desamortización, Semana Trágica, Revolución
Marxista, etc.– y naturales –el paso del tiempo
y fenómenos meteorológicos apenas reseñables–, nos ha regalado, en cambio, la aparición
de nuestro popular arte sacro gótico y románico,
tan catalán como español, verdadera señal de
identidad de nuestro pueblo y de su particular
manera de practicar el cristianismo.
Alférez, F. Ordaz y Yoldi.
2.
La gran obra del paganismo en Cataluña no ha
sido sólo la destrucción de iglesias, ermitas y
conventos.
La mano de Dios estaba detrás de la cola del
diablo.
La eliminación de los excesos de adornos superfluos y ominosos lujos, quincalla meridional
que impedía el desarrollo de una verdadera devoción propia. El barroquismo, que en otras regiones de nuestra España ha dado flores llenas
de amor y espiritualidad, no se adaptó nunca a
estas nuestras latitudes.
Servicio Nacional de Propaganda, Sacerdote
Juan Tusquets.
3.
Son muchas las opiniones de nuestros compañeros: arquitectura vernácula, el romanticismo
evocador de la ruina, un nuevo barroco nacional, la expansión de nuestro gótico mediterráneo… La solución para un estado que permanece siempre será un estilo clásico, renovado,
eterno. Entre el valle y la montaña, el ejemplo
es Montserrat, fortaleza de la fe. Con la mano
puesta en los muros del monasterio sólo puedo testimoniar que, esta vez, la obra del Estado
perdurara alumbrada por la nueva ilustración
cristiana que está guiando a Cataluña y a España.
Servicio de Reconstrucción Nacional, Iníciales
F.F.G.
4.
Las proféticas palabras de Juan Maragal, nunca
había oído una misa como aquélla, arrodillado
en el templo incendiado, días después de la Semana Trágica de Barcelona. Ahora, que nos proponemos reconstruir, de nuevo, Cataluña. Tenemos dos caminos. Restaurar los templos bajo
un estilo gótico vernáculo, siempre sucedáneo.
O bien, afianzar las ruinas, verdadero templo del
Cristo que murió por nosotros. Y puedo afirmar
que la grandilocuencia barroca en ruinas es tan
nuestra como el pastiche gótico.
José María Sert y Badía.
5.
…ante la obra siniestra de profanación y destrucción de templos y objetos religiosos consumada por la barbarie en España. Pero la obra de
reconstrucción, una vez esta barbarie vencida,
si se emprendía y proseguía sin la vigilante asistencia de un doble espíritu de estética dignidad
y de pureza litúrgica. Si la abandonábamos, rebajada la exigencia del gusto o descuidada la
perfección del rito, a aquel mundo fofo (barroco
y barroquismo no es lo mismo) de las buenas
intenciones, de que está fangosamente empedrado el infierno.
Jefe Nacional de Bellas Artes, Eugenio D’Ors.
6.
Una oportunidad de oro, puesto que al quedar
al descubierto la nervadura gótica de nuestro característico arte catalán y mediterráneo,
pudimos recuperar nuevas señas de identidad
para la España que empezábamos a reconstruir,
que, al contrario de lo que se nos achaca, quiere
hacer aflorar las características más singulares de nuestro patrimonio, que tantas veces se
oculta por un exceso de barroquismo, afeminado y excesivo, impropio de nuestro sobrio y viril
carácter patrio.
Servicio de la Tercera Compañía de Propaganda,
Jaime Cermeño.
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CRONOLOGIA/2009/LOS-PAISES/
LOS PAISES
ARCHIVO F.X.
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LOS TOPÓGRAFOS: MICHAEL TAUSSIG
ARCHIVO F.X.
Editado con motivo de la exposición
Actos de edición, organizada por la
Fundación Botín, en Villa Iris (Santander)
29 julio - 25 septiembre 2011
Organización
Fundación Botín
Comisariado
Nuria Enguita Mayo
Asistencia al comisariado
Rafa Barber
Dirección
Archivo F.X. / Pedro G. Romero
Administración web
Lidia Gamero
Diseño
Agencia SOPA
Producción
Fundación Botín
Colaboradores
Gerard Horta, Manuel Losada, Marcos Crespo
Agradecimientos
Canal Sur televisión, AECI, Manifesta, UNIA
arteypensamiento, Tere Badia, Isabel Ojeda,
BNV producciones, Lautaro Bolaño, David
Santaeulária, Juan José Lahuerta, Valentín
Roma, Carlota Gómez, Cesar Aira, Lidia Blanco,
Jorge Luis Marzo, Pilar Parcerisas, Guillermina
Fressoli, Aurora Fernández Polanco, Joaquin
Vázquez, Diana López Gamboa
Impresión
Coria Gráfica
Depósito Legal
SE 5299 - 2011
creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/
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Contacto
Archivo F.X.
Villahermosa 7. Sevilla 41009
T 600219706
e-mail [email protected]
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ÍNDICE NÚMERO 5
MUESTRA LOS REMEDIOS
MODELO TRASLADOS POR SEMANA
REFERENCIA SEVILLA Y SU CASCO HISTÓRICO
MARCA ALBERTO CORAZÓN, 1979
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