Problemas y perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales

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Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
CAPíTULO I
Problemas y perspectivas en la
enseñanza de las Ciencias Sociales:
Una concepción cognitiva
Mario Carretero
Juan Ignacio Pozo
Mikel Asensio
índice
- Introducción
- Cambios en las disciplinas
- Desarrollo cognitivo y enseñanza de las
Ciencias Sociales
- A vueltas con el aprendizaje
- Algunos principios del aprendizaje
Para la elaboración de este artículo hemos utilizado algunos fragmentos de publicaciones anteriores.
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Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
Introducción
Este capítulo pretende ser una introducción general a la problemática
sobre la que versa este libro. En la enseñanza de las Ciencias Sociales,
como en la de cualquier otra disciplina, es necesario tener en cuenta
tres tipos de cuestiones. A saber: las disciplinares, las psicológicas y
las didácticas. Por esta razón, este libro se ha estructurado en tres
partes y cada una de ellas versa sobre dichos asuntos. Aunque
cualquier intento de visión general sobre la enseñanza de las Ciencias
Sociales debe tener en cuenta que esos tres aspectos están íntimamente
relacionados, en esta ocasión abundaremos en mayor medida en las
cuestiones psicopedagógicas por varias razones entre las que destacan
el hecho de ser nuestro ámbito de investigación y el que los asuntos
didácticos los tratamos en otro capítulo de este libro.
Durante muchos años en nuestro país han abundado las críticas
a la enseñanza tradicional. Parecía estar bastante claro lo que no debía
hacerse. Es decir, debía evitarse la enseñanza memorística, la
transmisión de contenidos carentes de significado para el alumno así
como los programas enciclopédicos. Estando de acuerdo en que todos
estos aspectos son inconvenientes, además de inútiles en la práctica
escolar, lo cierto es que al tener que definir el problema en términos
positivos la cuestión se presenta mucho más ardua de lo que podía
suponerse. A saber: cuando ha llegado la hora de definir qué es lo que
hay que hacer parece producirse una cierta conciencia de que resulta
enormemente difícil formular un currículum alternativo a los
programas actuales de Ciencias Sociales. Es necesario significar que,
en contra de lo que pudieran pensar algunos profesores de Ciencias
Sociales, esta dificultad es común a todas las áreas del currículum. Lo
cual, ciertamente, no debería ser motivo de consuelo sino de
preocupación. Mucho nos tememos que el mismo dilema, con la
consabida falta de claridad en las soluciones, se encuentra presente en
un buen número de problemas socioeducativos con los que nos
enfrentamos por estos pagos. Alguna voz escéptica, de esas que tanto
abundan hoy día, podría decir que, al fin y al cabo, la enseñanza
tradicional sabía con claridad lo que pretendía, mientras que los
intentos renovadores si bien formulan unos objetivos muy
encomiables, no acaban de ponerse de acuerdo en los medios e
instrumentos didácticos para conseguirlos.
Así, en los últimos años hemos asistido no sólo al comienzo de
un amplio proceso de Reforma, de carácter experimental, de los
currícula del Ciclo Superior de EGB y del BUP, en varias
comunidades autónomas, sino también a la puesta en marcha de una
serie de proyectos cuya utilización se ha extendido por buena parte de
la geografía española y cuyo debate ha originado numerosas y
encendidas polémicas (véase los capítulos 9, 10 y 11 de este volumen).
Polémicas que sin lugar a dudas han resultado muy útiles para
esclarecer las dificultades que dichos proyectos originaban y para
delimitar las restricciones que toda innovación impone a la práctica de
la enseñanza. Por otro lado, dichas polémicas han alcanzado un clímax
notable con motivo de la andadura de los mencionados proyectos de
Reforma que si bien cuenta con el apoyo de buena parte de los
profesores, también ha levantado fuertes críticas en los medios
académicos sobre todo entre algún sector del profesorado
universitario. Son de todos conocidas las acervas críticas de algunos
catedráticos de reconocido prestigio que han alarmado a la opinión
pública sobre el
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cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
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peligro de una supuesta «egebeización» del Bachillerato, mostrando
una dura oposición a los contenidos y estructura del currículum
experimental propuesto por la Administración Educativa.
Curiosamente ha sido en el ámbito de las lenguas Clásicas, la
Historia y las Humanidades en general donde este tipo de críticas se ha
mostrado más contundente. En definitiva, si el lector me permite que
por un momento adopte el incómodo papel de abogado del diablo
podría decirse que para este viaje no hacían falta alforjas ya que
después de tanto criticar a la enseñanza tradicional en diez años no
hemos sabido formular un modelo alternativo. Sin embargo, bien es
verdad que no es ésa toda la historia y que es mucho lo que se ha
avanzado aunque todavía quede un buen trecho por recorrer.
Por otro lado es muy cierto que el camino que resta es largo
porque el horizonte que ahora se divisa a los lejos es mucho más
amplio y complejo que el que podía contemplarse hace dos lustros. Es
bien sabido que cualquier propuesta de nuevo currículum tanto en
Ciencias Sociales como en cualquier otro ámbito del conocimiento
debe basarse en cuatro aspectos fundamentales. Es decir: la estructura
de la disciplina, las limitaciones y peculiaridades del desarrollo
cognitivo del alumno que haya de asimilar los contenidos del
currículum, los métodos didácticos adecuados para transmitirlos y, last
but not least, los objetivos de índole cívica o socio-política que la
sociedad pretenda conseguir con la enseñanza de las Ciencias
Sociales; a este respecto conviene no olvidar que toda sociedad
pretende reproducir una serie de valores sociales a las nuevas
generaciones.
De esta manera podrá conseguirse lo siguiente: a) que la
enseñanza que se esté impartiendo se corresponda, en términos
generales, con los avances actuales de cada disciplina, en vez de
basarse en unos contenidos o tendencias obsoletas; b) que no exista un
desfase excesivo y obstaculizador entre la capacidad cognitiva del
alumno y la dificultad de los contenidos y tareas que debe realizar y c)
que los métodos didácticos no sólo tengan un valor en sí mismos sino
que se encuentren estructurados teniendo en cuenta los otros dos
aspectos mencionados; es decir, que se proyecten para conseguir una
adecuada asimilación por parte de los alumnos de los aspectos
relevantes de la ciencia y la cultura actuales.
CAMBIOS EN LAS DISCIPLINAS
Por tanto parece sensato estructurar nuestro comentario sobre
lo que han supuesto estos diez años de investigación e innovación
educativa en relación con estos tres aspectos básicos del currículum y
con la labor que todavía queda por hacer, tal y como se presenta
mediatizada en la actualidad por las dificultades presentes. Comencemos por las transformaciones habidas en los contenidos escolares
desde el punto de vista de la disciplina. Probablemente el cambio más
importante que se ha producido en la enseñanza de las Ciencias
Sociales en los últimos diez años reside en la introducción de unos
contenidos lo suficientemente complejos como para producir una
buena dosis de ese fenómeno que ambiguamente se ha convenido en
llamar «fracaso escolar». Así, se ha pasado de explicar unas Ciencias
Sociales de carácter anecdótico y personalista, repletas de fechas,
nombres y datos, a otras mucho más acordes con la situación actual
de las disciplinas pero consecuentemente bastante más complejas y
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abstractas. Esta situación parece afectar por igual a la EGB y al BUP,
en el que los programas se desdoblan en la tradicional separación entre
Geografía e Historia.
De este modo, mientras hace algunos años lo que los alumnos debían
estudiar tenía mucho que ver con listas de reyes, batallas y capitales, y
poseía un carácter descriptivo, hoy día esos mismos contenidos
escolares se relacionan con fenómenos y teorías de tipo explicativo
cuya naturaleza es bastante más compleja y requiere una cierta
capacidad de generalización, algo que la institución escolar no suele
favorecer. Por tanto no parece que haya que sorprenderse al
comprobar que las distintas asignaturas relacionadas con las Ciencias
Sociales se están convirtiendo en las más difíciles para los alumnos,
como hemos advertido en una reciente investigación al respecto
realizada con una muestra bastante representativa de la población
escolar de los últimos años de EGB. Para la mayoría de los alumnos de
sexto curso de EGB a los que presentamos nuestra encuesta, las
Ciencias Sociales era la materia que menor preferían y la que les
planteaba más dificultades de asimilación y comprensión. Como es
sabido hay algunos datos que muestran una situación similar en el
Bachillerato. Por tanto, lejos parecen quedar los tiempos en que las
asignaturas «duras» eran las tradicionales Matemáticas o la Física.
Por otro lado, en lo que a la estructura de las disciplinas se refiere
parece que quedan por resolver una cierta cantidad de problemas. Uno
de ellos se refiere a que los actuales contenidos siguen reflejando en
buena medida la tradicional distinción entre Geografía e Historia y
esto puede decirse tanto de la EGB como del BUP. El Arte se recoge
de forma tangencial, como mero corolario o a guisa de ilustración mas
o menos conveniente de las dos materias mencionadas. Y quedan
ausentes otras Ciencias Sociales como la Sociología, la Economía, la
Antropología o la Psicología Social. Incluso quedan también sin
abordarse la relación, explícita o implícita, que los contenidos
históricos y geográficos tradicionales pueden tener con los relativos a
las disciplinas mencionadas. Sin embargo, tal y como puede verse en
algunos de los artículos de este volumen, las posibilidades que ofrece
el trabajo docente para llevar a cabo actividades relacionadas con
dichas materias no sólo son posibles sino reales y numerosas. En
última instancia no conviene olvidar que uno de los objetivos de la
enseñanza de las Ciencias Sociales debería ser la de proporcionar a los
alumnos instrumentos intelectuales que les permitan comprender el
presente y los aspectos sociales de la actualidad requieren del concurso
de las disciplinas mencionadas (González, Guimerá y Quinquer,
1988). Es obvio que la posibilidad de elaborar un currículum de
Ciencias Sociales que incluya una adecuada combinación de la
mayoría de las disciplinas mencionadas nos llevaría al tan traído y
llevado tema de la interdisciplinariedad (Asensio, 1987). En esta
ocasión no vamos a entrar en él aunque es difícil no mencionar que el
enfoque interdisciplinar, a menudo mal definido y confusamente
utilizado, puede resultar encomiable en algunas ocasiones pero
presenta grandes dificultades de complicada resolución.
Por otro lado, resulta de interés destacar que a menudo la
posibilidad de introducir contenidos relacionados con las distintas
Ciencias Sociales se encuentra con la crítica de que dichos contenidos
tendrían que ver más bien con aquel segmento del sistema de
enseñanza que sirva de antesala a la Universidad. Esta objeción podría
admitirse si lo que estuviéramos defendiendo fuera la introducción de
otras Ciencias Sociales formalmente estructuradas. Por el contrario,
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lo que estamos postulando es la incorporación de algunos conceptos o
áreas temáticas que le proporcionen al alumno instrumentos para
entender la realidad social que le rodea, que le permitan comprender
que el análisis del presente no está desvinculado de la interpretación
del pasado. Por poner un ejemplo, podemos citar el fenómeno del
comportamiento electoral que es un aspecto fundamental en toda
sociedad democrática. Es evidente que los alumnos no asimilarán
adecuadamente los artículos de prensa al respecto si no se les
proporciona previamente algunas nociones sobre la función que
cumple el voto en las sociedades modernas. Por otro lado no parece
que esto deba ir separado del estudio histórico de la evolución de las
sociedades democráticas.
Precisamente este ejemplo sobre la utilización relacionada de
la prensa en la escuela nos lleva a otra cuestión relacionada con las
cuestiones disciplinares. La estrategia más utilizada en este sentido
reside en la comparación de distintos textos procedentes de
diferentes periódicos. Parece esencial que los alumnos comprendan
que la visión que tienen dos o más publicaciones sobre un mismo
hecho social no es necesariamente la misma sino que más bien suele
ser bastante diferente. Resulta curioso que esto haya comenzado a
utilizarse como actividad didáctica en el caso, relativamente reciente,
de la introducción de la prensa en la escuela y apenas esté presente, de
manera sistemática, en los textos escolares y en la enseñanza de las
Ciencias Sociales en general. Desde nuestro punto de vista este
asunto resulta esencial porque es bien sabido que las Ciencias Sociales
no utilizan los mismos modelos explicativos que las Ciencias
Naturales y los alumnos deberían tener presente que los mismos
acontecimientos históricos pueden ser considerados de manera muy
diferente por las distintas escuelas o tendencias de pensamiento. Por
otro lado quizás convenga tener en cuenta que esta posición de tipo
relativista no parece ser moneda corriente entre los alumnos incluso
de los últimos cursos de Bachillerato y COU ya que hemos realizado
algunas investigaciones al respecto y así lo hemos podido comprobar
(Asensio, Carretero y Pozo, 1986). Antes al contrario, los alumnos
suelen pensar que si dos historiadores ofrecen versiones contrapuestas
de los mismos acontecimientos históricos, eso se debe al particular
sesgo de uno de ellos o a una inadecuación con la realidad. Les resulta
difícil pensar que los hechos sociales pueden ser interpretados de
maneras muy diversas y que el modelo historiográfico que posea cada
historiador condiciona enormemente su concepción de realidad
social. Pero esto nos conduce al siguiente apartado que pretendemos
tratar.
Antes de pasar a él queremos insistir en que sería de gran
utilidad y pertinencia introducir en el currículum de Ciencias Sociales
contenidos y materias relacionados con las disciplinas actuales. Sin
embargo, creemos que se les haría un flaco favor a los alumnos si se
volviera a caer en el error de presentarles contenidos universitarios en
miniatura. Esta observación puede parecer ociosa pero hemos
observado en más de un encuentro de profesores de Ciencias Sociales
propuestas que sólo son un buen resumen de lo que estudian los
alumnos de los primeros cursos de Económicas o de Sociología. De
hecho, esa es la apariencia que tienen algunas de las formulaciones del
segundo ciclo del Bachillerato que se está experimentando en la
actualidad. Por otro lado, y tal como se insiste en varios lugares de
este libro, es fundamental no olvidar que para que la enseñanza sea
más eficaz de lo que es en la actualidad no sólo basta con modificar
los contenidos sino que también es fundamental introducir cambios
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en los métodos didácticos. De lo contrario, nos volveremos a encontrar
con deficiencias en la comprensión de las Ciencias Sociales como las
que vamos a comentar a continuación.
DESARROLLO COGNITIVO Y ENSEÑANZA
DE LAS CIENCIAS SOCIALES
En relación con el segundo aspecto básico para la elaboración del
currículum, es decir el filtro de la mente del alumno por el que tienen
pasar los contenidos, los datos de que disponemos hasta la fecha son
un tanto desalentadores y parecen indicar la existencia de una escasa
asimilación de dichos contenidos por parte de los alumnos.
En nuestro caso nos hemos centrado en la investigación de los
siguientes aspectos fundamentales: conceptos sociales básicos, tiempo
histórico, solución de problemas hipotético-deductivos con contenido
social, comprensión de la casualidad histórica y relativismo cognitivo
que se acaba de comentar. En el primer caso utilizamos una metodología más bien sencilla (Carretero, Pozo y Asensio, 1983b). Les
presentamos a una muestra amplia de alumnos de sexto, séptimo y
octavo curso de EGB un cuestionario con una serie de conceptos
básicos procedentes de sus libros de texto. La lista de conceptos no era
exhaustiva pero creemos que todos ellos eran fundamentales para la
comprensión de la materia. Por ejemplo, seleccionamos conceptos
como «señor feudal», «imperialismo», «cronología», «neolítico» y
otros similares. La tarea que los alumnos debían realizar era
simplemente escoger la mejor definición para cada concepto entre un
conjunto de cuatro elaboradas por nosotros. Las definiciones eran en
todos los casos de cuatro tipos: correcta, incompleta, anecdótica e
incorrecta. Como puede suponerse, la primera era la definición
adecuada; la segunda difería de la primera en que sólo incluía algunos
de los rasgos fundamentales del concepto; la tercera consistía en una
descripción del concepto basada solamente en los aspectos
superficiales o anecdóticos del mismo y la última era una definición
totalmente incorrecta.
En términos generales los resultados que encontramos indican
que sólo la mitad, aproximadamente, de los conceptos presentados a
los alumnos se comprenden adecuadamente. Quizás algunos lectores
consideran que, al fin y al cabo, esto no es tan decepcionante porque la
asimilación adecuada de la mitad de la materia por todos los alumnos
es un buen resultado global. Sin embargo a este respecto conviene
recordar que la tarea que los alumnos debían realizar era de
reconocimiento y no de producción. Es decir, se encontraban con la
definición del concepto ya generada en vez de tener que producirla por
sí misma. De esta manera, al escoger una respuesta que no era correcta
estaban rechazando explícitamente la correcta. Por tanto, creemos que
puede decirse que la comprensión que muestran nuestros alumnos es
más bien pobre.
En el caso de la investigación sobre el tiempo histórico hallamos unos
resultados similares. En este caso nos centramos en la comprensión de
la cronología y al utilización de elementos cronológicos. Cualquier
profesor de Ciencias Sociales conoce perfectamente que la utilización
de aspectos cronológicos es fundamental para la comprensión de su
materia y no sólo para la Historia, aunque en este último caso se
todavía más decisiva. Los resultados de este trabajo
pueden verse con detalle en otro lugar de este volumen (Cap. y). Allí
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puede advertirse que la comprensión de los diferentes aspectos
implicados en las nociones temporales no es algo que se domine sin
más al comienzo de la adolescencia sino que requeriría algún tipo de
estrategia de enseñanza al respecto y, por supuesto, una mayor
atención en lo que a los textos escolares se refiere. En cualquier
examen de los textos actuales, por superficial que sea, puede verse
fácilmente que a los instrumentos cronológicos se les dedica unas
pocas páginas al comienzo del Ciclo Superior de EGB y
posteriormente se expone el resto de los contenidos como si los
alumnos los dominaran sin ningún problema. Los datos que se
presentan en el capítulo 5 muestran hasta qué punto esta visión es
incorrecta y cómo los adolescentes confunden aspectos esenciales de
la cronología y de las duraciones temporales, lo cual les puede impedir
situar adecuadamente acontecimientos históricos en su contexto así
como comparar situaciones sociales acaecidas en momentos históricos
distintos.
Por otro lado, en lo que se refiere a las investigaciones sobre
solución de problemas hipotético-deductivos con contenido social es
necesario precisar, en primer lugar, el motivo para estudiar este tema.
Desde una visión comprensiva de la enseñanza resulta esencial que el
alumno no sólo entienda los conceptos básicos de la disciplina sino
también que logre generalizar dichos conceptos a otras situaciones
relacionadas con su actividad cotidiana. Es decir, tal y como
mantienen distintos autores en este volumen, es preciso que el alumno
sea capaz de resolver problemas relacionados con las diferentes
materias que estudia. Por tanto, el conocimiento de los procesos de
razonamiento implicados en la solución de problemas sociales resulta
fundamental para la elaboración del currículum.
En este caso presentamos a los alumnos la situación de un país
imaginario en el cual se habían producido una serie de emigraciones
(Pozo y Carretero, 1983). Les proporcionábamos una tabla de datos
sobre dichas emigraciones y una lista de posibles causas, entre las que
había razones de distinta naturaleza: económicas, sociales, ideológicas,
personalistas, etc. La tarea que los alumnos debían realizar consistía en
verificar la corrección o incorrección de las distintas causas posibles,
teniendo en cuenta los datos que se incluían en la tabla, los cuales
ofrecía apoyo empírico a unas frente a otras. En este trabajo
encontramos que los alumnos, tanto de EGB como de BUP, no
resuelven con facilidad este tipo de problemas y que tienen un buen
número de dificultades para aplicar el método hipotético-deductivo a
problemas de las Ciencias Sociales que, como es bien sabido, no
presentan los mismos matices que los de las Ciencias Naturales.
En lo que se refiere a la indagación sobre la comprensión de la
causalidad de los fenómenos sociales por parte de los adolescentes
hemos encontrado datos que apuntan en la misma dirección. Antes de
nada, conviene indicar que en un examen sistemático de los libros de
texto hemos encontrado una semejanza casi total en las explicaciones
de todos los cursos. En todo caso, las diferencias encontradas no se
debían al nivel educativo, sino a las diferentes concepciones
disciplinares de los autores de los libros. Por ejemplo, los autores que
se basan en posiciones marxistas recurren exclusiva-mente a
explicaciones causales utilizando factores socioeconómicos. Algunos
autores más humanistas recurren a explicaciones teleológicas o
finalistas basadas en factores personales de los agentes históricos. En
cualquier caso, en los libros de texto aparece habitualmente una
confusión y sobre todo una superposición, nunca explícita, de ambos
tipos de explicación.
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La prueba consistía en la presentación de un pequeño texto en el que
se describía la prospera evolución de un país imaginario. A
continuación se presentaban siete posibles causas o factores relacionados con aspectos bélicos, económicos, ideológicos y personalistas.
A los alumnos de sexto y octavo curso de EGB y de segundo de BUP
y COU se les pedía una explicación global así como una evaluación
específica de cada una de las siete causas posibles. Los resultados
generales, que pueden verse en detalle en otro lugar (Pozo, Asensio y
Carretero, 1986), indican lo siguiente. Los alumnos más pequeños no
establecen relaciones entre los factores, mientras que sí lo hacen los de
más edad, establecimiento un tipo de relación más dinámica y
compleja. Tan sólo la mitad, aproximadamente, de los alumnos de
segundo de BUP ofrecen respuestas con un nivel aceptable de
explicación causal. Por debajo de esa edad sólo econtramos pseudoexplicaciones que carecen de una estructura coherente y en las que
abundan los aspectos finalistas o teleológicos. Por tanto, se pone de
manifiesto que el tipo de relación causal que los adolescentes son
capaces de comprender difiere en gran medida con el que se le suele
presentar en el aula. Todo ello debería hacernos reflexionar acerca de
la utilidad pedagógica que puede tener el enfrentar a los alumnos
desde sexto de E.G.B. a explicaciones muy elaboradas y acabadas de
los hechos sociales.
Ahora bien, ¿qué nos vienen a decir realmente estos datos? La
conclusión parece bastante clara. Una buena parte de los alumnos de
nuestros centros escolares no comprenden adecuadamente los contenidos básicos que se imparten en la actualidad en las distintas materias
relacionadas con las Ciencias Sociales. A este respecto conviene hacer
dos precisiones de importancia. La primera se encuentra relacionada
con las condiciones socioeconómicas y culturales en las que se
desenvuelve el alumno. Como puede suponerse, este factor influye
decisivamente en la comprensión de los contenidos escolares. al
menos así se ha puesto de manifiesto en algunos de los trabajos que
hemos venido realizando en los últimos años (Carretero, Pozo y
Asensio, 1983 b), en el sentido de que los alumnos procedentes de
medios socioculturales más desfavorecidos muestran unos resultados
más pobres en las diferentes pruebas. Sin embargo, los alumnos de
medios más favorecidos tienen una comprensión de los conceptos
sociales que sigue indicando una clara deficiencia en este sentido.
Por otro lado, afortunadamente poseemos también datos
comparativos con otros países, sobre todo de los de habla inglesa,
donde se han realizado investigaciones sobre estas cuestiones desde
hace varios años (Hallam, 1969; Voss, 1986 y Portal, 1987, entre
otras). En todas ellas se puede encontrar una gran similitud y amplia
convergencia en cuanto a los resultados encontrados. Es más, puede
decirse que los estudiosos anglosajones vienen haciéndose desde hace
años la misma pregunta básica que se desprende de los resultados que
nos ocupan. A saber, ¿por qué los alumnos -sobre todo adolescentesno comprenden adecuadamente las Ciencias Sociales? Durante casi
una década, la respuesta a esta pregunta ha estado ligada a la
investigación psicológica y psicopedagógica inspirada en la teoría de
Piaget, y más concretamente a ese segmento del desarrollo cognitivo
vinculado a la adolescencia y que suele conocerse con el nombre de
operaciones formales.
En definitiva, y como hemos señalado en más de una ocasión
(Carretero, 1982 y 1987) la respuesta que se ha solido ofrecer era que
los alumnos no entendían los contenidos escolares, ya fueran relativos
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a las Ciencias Naturales o Sociales, porque su desarrollo cognitivo no
se le permitía. Es decir, porque no habían alcanzado las operaciones
formales. Obviamente, esta interpretación venía avalada por las
numerosas investigaciones que mostraban deficiencias importantes en
la adquisición y utilización del pensamiento formal en la adolescencia
(Neimark, 1975; Carretero, 1985 b). Esta argumentación parecía
correcta, habida cuenta de que las operaciones formales son
fundamentalmente un conjunto de estrategias que permiten al alumno
las habilidades necesarias para manejar conceptos abstractos y resolver
problemas complejos. Como es bien conocido (Inhelder y Piaget,
1955), los tres aspectos esenciales que caracterizan a este estadio
piagetiano son los siguientes:
a) la capacidad de formular hipótesis y comprobarlas sistematicamente, ya sea mediante la combinación de factores o mediante;
b) la capacidad de utilizar procedimientos de control de
variables asi como los procesos de razonamiento que implican;
c) la capacidad de razonar sobre meras proposiciones verbales
y no sólo sobre hechos concretos.
Aunque la investigación sobre el pensamiento formal había
versado, casi en su totalidad, sobre problemas relacionados con las
Ciencias Naturales podía parecer que las habilidades mencionadas no
guardaban mucha relación con la enseñanza de las Ciencias Sociales.
Sin embargo, en la medida en que se pretende una auténtica
comprensión de las relaciones causales en la Historia, es preciso que el
alumno utilice con cierto domino las características que se acaban de
resumir apretadamente. Por ejemplo, si los alumnos tienen que
reflexionar sobre si hubo o no en España revolución burguesa, han de
enfrentarse cuando menos a las siguientes tareas:
a) determinación de los factores que producen una revolución
burguesa;
b) combinación y comparación de esos factores en el caso
español;
c) determinar cuales serían los argumentos que mostrarían la
verdad o falsedad de las distintas posiciones al respecto.
Aunque no puede olvidarse que el método científico en las
Ciencias Sociales no es el mismo que en las Ciencias Naturales donde
se utiliza con menor flexibilidad, resulta evidente que los alumnos
necesitan utilizar las habilidades formales con cierta presteza para
enfrentarse con problemas básicos del saber histórico como el que
acabamos de mencionar.
Sin embargo, en los últimos diez años se han producido
investigaciones y aportaciones suficientes para criticar la concepción
según la cual la escasa asimilación de los contenidos escolares se debe
exclusivamente a deficiencias en el desarrollo cognitivo de los
alumnos, que solía llevar aparejada la concepción de que dichos
contenidos poseían una estructura conceptual demasiado elevada con
respecto a su capacidad media. Dichas aportaciones provienen tanto de
los trabajos sobre desarrollo cognitivo como de las investigaciones
acerca del aprendizaje.
En lo que se refiere al desarrollo cognitivo, es necesario
precisar que en la actualidad no se puede defender la existencia de un
pensamiento que sea totalmente formal ni siquiera entre los adultos de
niveles educativos elevados. Es decir, que el razonamiento sobre una
tarea nunca se produce al margen del contenido. Antes bien, el
contenido de las tareas puede facilitar la aplicación de determinadas
estrategias o reglas inferenciales, lo cual se ha puesto de manifiesto en
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numerosas investigaciones, tanto piagetianas como cognitivas en
general (Nisbett y Ross, 1980; Carretero y García Madruga, 1984).
De hecho, en la investigación psicológica actual se ha insistido tanto
en los sesgos y errores en el razonamiento humano que se ha dado
lugar a un debate de considerable importancia sobre la racionalidad o
irracionalidad de los hombres y mujeres de nuestros días.
Así, por ejemplo Mahoney y DeMombreun (1978) no
encontraron apenas diferencias al comparar la actuación de tres grupos
de sujetos -psicólogos, pastores protestantes y físicos- en una tarea
hipotético-deductiva muy conocida en las investigaciones sobre
razonamiento y en la que es necesario utilizar la habilidad de falsar
hipótesis. De hecho, estos autores concluyen lo siguiente:
estos resultados plantean serias dudas acerca de la supuesta
superioridad de, al menos, algunas de las habilidades que poseen los
científicos para el razonamiento y la solución de problemas. En este
trabajo su actuación no fue superior ni notablemente eficiente. Tanto
los científicos como los que no lo eran fueron relativamente
ineficientes en su actuación lógica. Además ambos grupos mostraron
un sesgo considerable a confirmar más que la falsar sus hipótesis
(Mahoney y DeMombreun, 1978, p. 238).
Así las cosas, y basándonos en Nisbett y Ross (1980, pp. 8-10)
puede decirse que los humanos, ya sean adolescentes o adultos,
cuando nos enfrentamos a una tarea compleja en la que es necesario
desentrañar las relaciones entre efectos y causas, podemos –y solemoscometer errores en cuatro aspectos o fases del procesamiento
de la información. A saber:
a)Descripción de los datos: es relativamente frecuente que
seleccionemos aquellos datos de un problema que nos resultan más
representativos y familiares o a los que podemos acceder más
fácilmente;
b)Detección de covariación: al evaluar los datos relativos a la
relación entre dos variables, los sujetos tendemos a tener en cuenta
solamente aquellos datos que confirman nuestras teorías sobre el
fenómeno que estamos analizando y a ignorar los datos que no las
confirman o que se consideran irrelevantes;
c)Inferencias causales: aunque parezca extraño o increíble,
podemos llegar a realizar inferencias inadecuadas aunque hayamos
procesado los datos acertadamente;
d)Predicción: aun cuando se hayan realizado inferencias
causales correctas es muy común encontrar que no logramos realizar
predicciones acertadas para casos futuros similares.
Como se ha señalado anteriormente, la mayoría de los sesgos
que se acaban de resumir tienen su origen en un aspecto fundamental
del razonamiento humano que consiste en la tendencia a verificar las
posiciones propias sobre un fenómeno y a ignorar la información que a
contradice. Estas posiciones propias, que todos poseemos, cobran la
forma de teorías explícitas o implícitas pero en todo caso previas a la
presentación de la información que ha de asimilarse en la escuela o en
cualquier otro contexto instruccional.
De esta manera, en la investigación reciente sobre el
pensamiento formal, y el desarrollo cognitivo de los adolescentes en
general, se ha puesto de manifiesto que una de las causas más
importantes de la resolución inadecuada de problemas formales es
precisamente la influencia de las ideas previas de los alumnos y su
relación con el contenido de dichos problemas (Carretero, 1985 b;
Pozo, 1987 a; Pozo y Carretero, 1987). Esto quiere decir que
determinados problemas formales pueden resultar más fáciles o más
difíciles según que su contenido contradiga o no la concepción previa
que tengan
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Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
los alumnos sobre dicho fenómeno. Y como es bien sabido, dichas
contradicciones suelen ser muy frecuentes porque muchas nociones
científicas de cierta complejidad están en contra de las intuiciones o
concepciones a primera vista que solemos tener los seres humanos.
En la actualidad se encuentran bastante desarrollados los
estudios sobre las ideas previas o implícitas en relación con las
Ciencias Naturales y conocemos con precisión las concepciones que
los alumnos tienen antes de explicarles algún tema de Física, Química
o Biología. Sin embargo, conocemos todavía muy poco acerca de la
representaciones iniciales sobre las Ciencias Sociales. Sobre todo en la
adolescencia puesto que en edades inferiores si existen estudios
importantes (Delval, 1981; Berti y Bombi, 1981). En cualquier caso, el
aspecto fundamental en el que queramos insistir reside en la crítica a la
posición, mencionada anteriormente, que mantiene que los alumnos no
pueden entender algunos contenidos de las Ciencias Sociales porque
no han alcanzado un determinado nivel en su desarrollo cognitivo.
Como hemos intentado mostrar, esta posición no ha tenido en cuenta
que el desarrollo cognitivo no es solamente un conjunto de estrategias
de razonamiento que pueden aplicarse a cualquier contenido sino que
también consiste en paquetes de información específica, que dependen
de la experiencia concreta de cada alumno, cuya asimilación adecuada
se encuentra en íntima relación con la capacidad de desechar o
contradecir las ideas previas.
Por ejemplo, nosotros mismos en el trabajo que se ha
comentado anteriormente sobre la comprensión de la causalidad
(Pozo, Asensio y Carretero, 1986), presentamos la prueba descrita a
alumnos de COU de Letras y de Ciencias. Aunque todos ellos
mostraron poseer un nivel adecuado con respecto a la causalidad, sin
embargo los alumnos de Letras ofrecían unas soluciones a la tarea
bastante más complejas y elaboradas que los situaban en una categoría
o nivel de respuesta superior. En este mismo libro (cap. VI) ofrecemos
un trabajo experimental en el que analizamos en detalle los
razonamientos de adolescentes y estudiantes universitarios de Física e
Historia al presentarles un problema hipotético-deductivo con
contenido social. Como puede verse en dicho capítulo, los estudiantes
de Historia tienen unas teorías históricas y sociales más complejas y
elaboradas que los estudiantes de Física, lo cual parece deberse a sus
mayores conocimientos en esas cuestiones. Sin embargo, las
diferencias entre estos dos grupos de sujetos con respecto a las reglas
de inferencia era mucho menor.
Todo esto no hace sino ir en la dirección de los estudios
cognitivos actuales basados en la comparación entre expertos y
novatos en distintas materias (Voss et al., 1983 y 1984; Voss, 1986) en
los que se muestra con claridad que la solución de problemas
complejos requiere no sólo habilidades inferenciales -que han solido
caracterizarse como pensamiento formal- sino también redes
conceptuales o información específica. Evidentemente, dicha información, que se debería adquirir mediante la instrucción escolar, puede
influir decisivamente a la hora de aplicar unas determinadas
capacidades de razonamiento. En definitiva, si queremos que los
alumnos comprendan la estructura y dinámica de los fenómenos
sociales es preciso que les proporcionemos ambos aspectos,
habilidades inferenciales y marcos o redes conceptuales (tal y como
exponemos con más detalle en el capítulo X de este libro). O dicho en
un lenguaje mas coloquial, no basta con enseñar a pensar a los
alumnos, también es necesario proporcionarles contenidos específicos
sobre los que ejercitar esa capacidad inferencial.
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Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
A VUELTAS CON EL APRENDIZAJE
Anteriormente, anunciamos algunas críticas o comentarios
basados en las investigaciones sobre el desarrollo cognitivo, los cuales
ya han sido expuestos, y algunos otros centrados en los estudios sobre
aprendizaje. Es posible que algunos lectores se hayan percatado de que
lo que hemos venido manteniendo hasta ahora implica justamente que
el desarrollo cognitivo no puede concebirse al margen del aprendizaje,
ya sea escolar o informal. Es decir, si la adquisición del pensamiento
abstracto o formal en la adolescencia depende en buena parte de la
experiencia del sujeto -a través de sus teorías o ideas previas-, es obvio
que esa experiencia se adquiere -o se debería adquirir- en la escuela.
Por tanto, resulta conveniente, invertir la argumentación que hemos
venido comentando desde páginas atrás. Es decir, los alumnos
adolescentes ¿no resuelven las tareas escolares de Ciencias Sociales
porque no han adquirido las operaciones formales o, mas bien, no han
adquirido las operaciones formales porque no reciben en el centro
escolar la estimulación e información suficiente para que mejore su
desarrollo cognitivo?
Es un hecho que no está en nuestra mano responder cabalmente
y con seguridad a esta pregunta, lo cual no deja de restarle pertinencia
ni utilidad. Por ello pretendemos introducirnos a continuación en
algunas consideraciones sobre la utilidad y significación de los datos
de las investigaciones sobre el desarrollo cognitivo para la mejora de
los procesos de enseñanza-aprendizaje. Obviamente, nos vamos a
situar en un terreno que no tiene que ver solamente con la Ciencias
Sociales sino con la enseñanza en general. Sin embargo, las razones
que nos impulsan a ello son poderosas. Entre ellas la más importante
es que en casi todos los encuentros, cursos o seminarios que hemos
tenido con profesores nos hemos visto obligado a lidiar estos negocios.
No hemos creído conveniente, por tanto, eludirlos en esta ocasión.
El argumento que vamos a sostener a continuación (Carretero,
1987) es que la mayoría de las investigaciones que realizamos en
nuestro país sobre el desarrollo cognitivo versan fundamentalmente
sobre el niño y el adolescente y curiosamente olvidan al alumno1. Es
decir, se obtiene información sobre lo que el individuo en desarrollo
conoce pero no se investiga apenas lo que podría conocer en
condiciones favorables de aprendizaje. Obviamente, no puede
olvidarse, que el marco teórico que ha predominado por estos pagos en
los últimos años ha sido el piagetiano en sus distintas versiones. Por
tanto, nos vamos a referir a él fundamentalmente.
Al querer referirnos a la edad de doce-dieciocho años resulta
obligado mencionar, en primer lugar, los trabajos sobre operaciones
formales. ¿En qué consisten básicamente este tipo de investigaciones?
Una descripción rápida -pero no por ello inexacta- sería la siguiente.
El psicólogo se presenta en el centro escolar y selecciona a algunos
alumnos a los que formula preguntas inteligiblemente elaboradas. El
contenido de dichas preguntas puede versar, por ejemplo, sobre la
velocidad de los cuerpos, la oscilación de un péndulo o el
funcionamiento de una ruleta. El adolescente debe proporcionar una
respuesta puramente verbal o bien acompañarla de
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1
Deseamos mostrar nuestro agradecimiento a Fabricio
esta confusión habitual entre el niño y el alumno.
Caivano por hacernos notar
Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
la manipulación de un aparto. Posteriormente el psicólogo analiza las
respuestas con respecto a un código sistemático, organizado según una
estructura lógica, y llega a un conjunto de conclusiones con respecto al
nivel de desarrollo cognitivo de los alumnos de esa edad.
Hasta aquí no hay nada que objetar puesto que las tareas que el
psicólogo presenta al alumno suelen ser representativas de las
capacidades intelectuales básicas. Es decir, control de variables,
combinatoria, formulación de hipótesis, etc. Sin embargo, en nuestra
opinión los problemas surgen cuando se formulan las implicaciones
que este tipo de hallazgos tienen para la enseñanza. La primera
cuestión que deberíamos plantearnos en hasta qué punto este tipo de
trabajos nos permiten mantener con seguridad prescripciones acerca de
lo que los adolescentes pueden o no entender. Es decir, la mayoría de
las indagaciones sobre las operaciones formales ofrecen como
resultados característicos un escaso dominio de las estrategias de este
tipo de pensamiento. Ahora bien, ¿eso ocurre porque los alumnos son
de todo punto incapaces de resolver ese tipo de problemas o porque
una sola experiencia con dicha situación no es suficiente para
encontrar la solución? Puede parecer un detalle sin importancia pero
creemos que es importante recordar que la investigación psicológica a
la que nos estamos refiriendo se caracteriza por una única presentación
de la información, mientras que la enseñanza consiste precisamente en
la elaboración y aprendizaje de dicha información a través de
presentaciones y actividades sucesivas.
Por otro lado, quienes esto escriben están persuadidos de que
uno de los mayores méritos de la teoría de Piaget es precisamente el
tipo de tareas que elaboró para estudiar el desarrollo cognitivo del niño
y del adolescente. En sintesis, puede decirse que son un acabado
compendio de las elaboraciones de la cultura y la ciencia occidental a
lo largo de los siglos. Además todas ellas resultan enormemente
significativas o de una gran validez ecológica como suele decirse en la
actualidad en los mentideros psicológicos. Así, resulta imposible
imaginarse la vida cotidiana de un niño o de un adulto si no sabe
clasificar, realizar mediciones, prescindir de creencias animistas o
llevar a cabo una inferencia transitiva. De hecho, creemos que éste es
precisamente uno de los más señalados méritos de la Escuela de
Ginebra frente a otras orientaciones que también han perseguido el
estudio de la inteligencia. Es decir, la utilización de tareas cuya
significatividad es incuestionable, lo que no puede decirse de muchos
de los items de los tests de inteligencia.
Pero al fin y al cabo esto no deja de ser disputas estrictamente
psicológicas. El problema se torna aún más complicado cuando
entramos en el terreno educativo por la sencilla razón de que las tareas
piagetianas mediante las que se evalúa el nivel de desarrollo cognitivo
son al mismo tiempo nociones esenciales en la mayoría de los sistemas
educativos occidentales. Y de ahí se deriva, en nuestra opinión, la
mayor fuente de la confusión entre el alumno y el niño- adolescente al
que nos estamos refiriendo.
Tomemos otro ejemplo relacionado con la comprensión de las
nociones sociales. Ya sea a partir de entrevistas individuales o de la
aplicación de cuestionarios podemos llegar a la conclusión de que los
niños de once años no entienden el concepto de plusvalia o que los de
catorce no han asimilado correctamente el tiempo histórico. El
corolario que se suele obtener de este tipo de trabajos es que dichos
contenidos no deberían ser enseñados a los alumnos en esas edades
puesto que no los pueden entender. Sin embargo, es perfectamente
legítima otra conclusión posible que vendría a decir que lo que sucede
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Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
es que no se están utilizando procedimientos adecuados de enseñanza.
Es decir, los datos psicológicos pueden servir a veces como una
auténtica coartada -si se nos permite este término policíaco- para no
diseñar estrategias de enseñanza más eficaces con el pretexto de que
los alumnos no están «maduros» para entender tal o cual noción.
Coartada que puede ser proporcionada incluso por los propios
psicólogos, sobre todo al no insistir en que dicha falta de «madurez»
no es solamente obra de la madre naturaleza ni de las condiciones
sociales adversas sino también, y sobre todo, de la propia actividad en
el aula.
En definitiva lo que queremos mantener es que, incluso desde
un punto de vista estrictamente psicológico, es muy difícil evaluar el
nivel de desarrollo cognitivo al margen de la asimilación de los
contenidos concretos que el alumno recibe. Por tanto, lo que muy a
menudo investigamos los psicólogos es un producto final que está
mediatizado tanto por el grado de desarrollo cognitivo del alumno
como por el tipo de enseñanza que recibe y, como dice el refrán, no
conviene tomar gato por liebre. Pero si seguimos con la profunda
sabiduría de los dichos populares podemos hacer uso de ese otro que
afirma que no es sensato tirar al niño con el agua. En este caso, el
elemento líquido sería una teoría psicológica de conocido renombre.
Es decir en nuestra opinión nada de lo anterior debe
considerarse como un ataque frontal a la investigación psicológica
sobre el desarrollo cognitivo ni como una advertencia sobre la
inutilidad de los datos psicológicos para los procesos de
enseñanza/aprendizaje. Creemos que tanto la teoría de Piaget como la
ingente cantidad de investigaciones que se han desarrollado con
posterioridad y bajo su inspiración, directa o indirecta, son y han sido
de clara utilidad para la educación. Sobre todo porque nos han
informado de una cuestión fundamental que es la larga distancia que
suele existir entre lo que se explica en el aula y lo que entienden los
alumnos amén de aportarnos una «radiografía general» sobre el
desarrollo cognitivo del individuo, o lo que es lo mismo una especie
de carta de navegación por donde deben transitar los contenidos de la
enseñanza. Sin embargo, eso no debe impedirnos considerar las
limitaciones que dichas investigaciones poseen ni que la ruta exacta y
la velocidad de ese tránsito no debe supeditarse enteramente al ritmo
de desarrollo del individuo.
ALGUNOS PRINCIPIOS DEL APRENDIZAJE
Así, en numerosas aplicaciones de la Psicología a la educación
-sobre todo en el caso de la teoría de Piaget- se ha obviado la presencia
de un importante invitado a esa cena de la enseñanza que nunca saldrá
bien sin el concurso de numerosos factores. Nos estamos refiriendo al
aprendizaje que hemos mencionado anteriormente. Y decimos esto
porque tenemos la impresión de que la versión más divulgada de la
teoría de Piaget en los medios educativos está centrada casi
exclusivamente en los estadios del desarrollo, es decir en
una visión un tanto estática del funcionamiento cognitivo.
Sin embargo, la Escuela de Ginebra también ha formulado
principios de importancia para el aprendizaje, que se han visto
acompañados de una buena cantidad de investigaciones (por ejemplo
Inhelder, Sinclair y Bovet, 1974). Sin embargo dichos trabajos han
sido bastante discutidos en los últimos años y aunque son de gran
importancia para la educación, no parece que gocen del favor de una
buena cantidad de investigadores. A continuación vamos a resumir la
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Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
posición constructivista sobre el aprendizaje y al mismo tiempo,
iremos haciendo algunos comentarios sobre las críticas que ha recibido
(para una versión más en extenso de estos aspectos puede verse
Carretero, 1985 a).
a) El aprendizaje es un proceso constructivo interno. La idea
básica en la que se fundamenta este principio es que no basta con la
presentación de la información a un individuo para que la aprenda sino
que es necesario que la construya mediante una experiencia interna. Si
bien esto es cierto, tampoco es menos cierto que determinados
aspectos de la realidad externa pueden facilitar enormemente el
aprendizaje, como son los aspectos perceptivos, la organización del
material, etc. Es decir, aun dando por bueno este principio es necesario
no olvidar que ese proceso de construcción no se produce de manera
espontánea sino que puede y debe ser favorecido mediante ayudas
externas.
b) El grado de aprendizaje depende del nivel de desarrollo
cognitivo del individuo. Como ya se ha explicado anteriormente,
probablemente éste es el principio más conocido de la teoría de Piaget
en relación con el aprendizaje. En este sentido, resulta una posición
sólidamente fundada ya que también es compartida por otras teorías
como la de Ausubel o las actuales teorías cognitivas. Sin embargo, no
debe olvidarse que dicha posición puede complementarse
perfectamente con la idea vigotskiana que vendría a decir justamente
lo inverso. Es decir, el desarrollo cognitivo depende de las
oportunidades del individuo para aprender.
c) El aprendizaje consiste en un proceso de reorganización
interna. O lo que es lo mismo, desde que se recibe una información
hasta que se asimila completamente, el individuo pasa una serie de
fases en las que ha ido modificando sus sucesivos esquemas hasta
comprender plenamente dicha información. Sin embargo, en este
punto si bien la teoría de Piaget parece correcta, en términos generales
adolece de una falta importante de precisión. Es decir, cuando un
adolescente o un adulto no comprenden adecuadamente una noción o
no son capaces de resolver un problema, dicha teoría no especifica a
qué proceso psicológico se debe. En general se postula un inadecuado
desarrollo cognitivo pero no se concreta si éste tiene lugar debido a
cuestiones de memoria a corto plazo, atención, automatización de
estrategias, metamemoria, aspectos semánticos o cualquier otro
proceso psicológico. En esta ocasión no disponemos de espacio para
concretar la importancia de estos conceptos abundantemente
estudiados por la Psicología Cognitiva actual -y más concretamente
por su aplicación a la educación, es decir por la Psicología de la
Instrucción- pero si resulta imprescindible resaltar su importancia.
d) La estrategia más eficaz para lograr el aprendizaje es la
creación de contradicciones o conflictos cognitivos. Obviamente el
profesor debe tratar de producir dichos conflictos entre lo que el
alumno ya sabe y lo que debería saber. No obstante conviene no
olvidar que en ciertos casos -sobre todo en la enseñanza secundaria- si
el profesor tiene que esperar a que el alumno resuelva el conflicto por
sí mismo y descubra la contradicción mencionada, eso supone un
importante coste temporal para la enseñanza. Por tanto, no parece
insensato que sea el profesor el que teniendo en cuenta los
conocimientos previos del alumno, presente la contradicción y al
mismo tiempo su resolución. En definitiva, estamos haciendo alusión a
una cierta utilidad de la enseñanza expositiva tan denostada en muchos
ambientes.
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Mario Carretero, Juan Ignacio Pozo y Mikel Asensio, “Problemas y
perspectivas en la enseñanza de las Ciencias Sociales: una concepción
cognitiva” en Mario Carretero, et. al. (comp.), La enseñanza de las ciencias
sociales, 2ª ed., España, Visor, 1997 (aprendizaje 47)
e) El aprendizaje se favorece enormemente por la interacción social.
Afortunadamente son ya numerosos los trabajos, tanto psicológicos
como educativos, que muestran la clara importancia de la interacción
social como favorecedora de los procesos de aprendizaje, sobre todo
como en el ámbito de la creación y resolución de contradicciones de
las que hemos hablado en el punto anterior. Sin embargo, creemos que
a menudo no se tiene en cuenta que en dichos procesos de interacción
social también cumplen un papel importante procesos externalistas
como son la imitación y el refuerzo que han sido estudiados
abundantemente por las investigaciones conductivas en sus diferentes
versiones y cuya influencia en el comportamiento está fuera de toda
duda. Con frecuencia se suele olvidar que el joven que aprende no es
sólo un individuo que piensa sino que también actúa y en el inicio y
mantenimiento de su actividad -sin la cual no es posible el
aprendizaje- la imitación y el refuerzo cumplen un papel fundamental.
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