LA GUIRNALDA, PERIÓDICO QUINCENAL, DEDICADO AL BELLO SEXO. Madrid 13 de Octubre de 1871. AÑO V. SUMARIO. ' Kueatro Juauito, porla aeCora Beecbcr Stowe. — La coqueta, Boneto, por D. Jerónimo Moran.—Bdlin!, por A. Peinero. ^ La cabana irlaadcsa, {conclusión),—Contra la critica severa, porM.^—Una noche sin verte, porD. Alfredo González Pitt.—Historia del primer chai.—Loa nombres del Papa, por M.—Miscelánea.—Charada.—Jeroglífico.—Pliego de dibuJOB, por J. Mocistrís. NUESTRO JUAMTO. NÚM. l i e . dura puede volver á encontrarse con aus inclinaciones y sus tendencias y sorprender quizá otras viaa menos peligrosas que las que le muestran los rudos combates do la vida. El tipo que intentamos reproducir es considerado ordinariamente por la generalidad de las personas como u n r o millo travieso cuyas acciones pueden variar de rumbo y objeto á cada paso, sin consecuencia alguna para él ni para los demás. Mas, como siempre, la generalidad se engaña. Ningún hombre se halla mas aferrado á los negocios, ni tiene necesidad de mayor tacto, energía y resolución para condu cir sus negocios por el camino recto y sorteando las circunstancias. Cuando durante la velada nocturna, la llama caprichosa de la chimenea de nuestro gabinete ó comedor se eleva ó abato á merced del viento, hay una sombra que baila so¿No tiene él también, por ventura, barcos que construir bre las paredes de la habitación, una sombra de nariz p e - y botar al mar? ¿No tiene vastas máquinas para improvisar queña y remangada, una sombia del hogar doméstico, que puertos encada arroyo, donde pueda echar el áncora con vaga de aquí para allí sin compás ni couL-ierto y que ofre- confianza? ¿No es su bolsillo un almacén de toda clace una idea verdadera del movimiento continuose de materiales para velas y jarcias? ¡Juzí^areis que nu Pues el cuerpo sin reposo que proyecta esa sombra i n - mozo de su resolución se sati.sface con solo eso? De n i n g u cansable, no es otro que el de nuestro Juanito. na manera: le hace falta un tren de ferro-carril. SÍ él ha Nada ciertamente nos permitiríamos decir ni de él ni oido resonar el silbido de una locomotora, él alimentará dende 8U3 hechos particulares, si perteneciese tan solo al círcu- tro de sí secretos deseos y el dia menos pensado pondrá en lo de nuestra familia; peio uo es así; Juanito existe y ha desorden todas las sillívs de la sala para figurar el tren, hará existido siempre en infinidad de familias, con la variación la locomotora do nuestro bufete, y de su boca el resuello y meramente de nombre, según los lugares y los idiomas; mas los silbidos del vapor. Se extasía delante de las tiendas de en todo tiempo y lugar es el mismo diablillo doméstico. juguetes y se representa entre él y los mercaderes ama "Vamos á tomar, pues, á Juanito como tipo general de bles una pantomima de miradas y do zalamerías. Y cuan la especie, pintándole como una miniatura fiel del hombre do entra por fin en el almacén y su boquita murmura en formado, agitándole sin cesar alrededor de la chimenea como los oidos de su padre, le revela que hay allí una locomose agitará y moverá mas adelante en laa acciones formales tora que rueda y corre por sí sola y que tiene tan buen de su vida de hombre futuro. movimiento! Demanera que el engatusado papá—¿qué papá nodeja engatusarse por Juanito?—afloja dócilmente elbo Nuestro Juanito es un espejo sobre el cual la edad ma- 3i6 LA GUIRNALDA. sillo para compríir aquella maravilla, no obstante que sabe por esporiencia que estará hecha auicos antes do que concluí-a la semana. ¡Cuántos trasportes de júbilo una vez en su casa el juguete codiciado! La querida locomotora, la adorada chimenea negra duerme bajo su almohada á fin de que pueda sentirla al despertar y convencerse de que su alegría UQ es un sueño. Juanito fatiga á todo bicho viviente á fuerza de hablar de ella, como lo hacen ciertas gentes de sus t e mas favoritos. Pero al fin el entusiasmo se apaga; su tesoro, daipucs de todo, no carece de defectos, por lo tanto va desmontando parte por parte, proponiéndose reformarlas, hasta que se convence, ya un poco tarde, que no sabe cómo Behan de unir nuevamente aquellos trozos: entonces acaba por arrinconarlos y no vuelve á pensar mas en ellos. ¿No registráis vosotras, madres de familia, ó hermanas mayores, algún suceso parecido en vuestra memoria? ¿Vuestras amistades y vuestras pasiones no han sufrido nunca la suerte de la locomotora de nuestro Juanito? Primeramente el entusiasmo, en segundo lugar la saciedad, después el desencanto; deshaciendo cada pieza, criticándolas todas una después de otra, y arrojándolas por fin con menosprecio, ¡cuántos antiguos ídolos no existen eatre nuestros juguetes destrozados! Cuando descubráis algún lunarcillo en vuestro ídolo de mañana, en el momento de destruirle, ¿no podria esta esperiencia deteneros pensando que dicha imperfección constituye tal vez parte de su n a turaleza? Una pequeña locomotora de hoja de lata no a r rastrará nunca las sillas de vuestra sala; mas puede ser e s celeute para el uso que ae haga de ella. Vosotras y Juanito podéis sacar al mismo tiempo una lección do esta esperiencia. Según dejamos dicho, la carrera atareada de Juanito no se encuentra en manera alguna al abrigo de las vicisitudes del mundo, siéndole con frecuencia difícil encontrar tiempo bastante para tanta variedad dti ocupaiñoues interrumpidas. Cuatro horas de colegio están destinadas á la mejor parte del día, cuatro mortales horas durante las cuales no puede construir ni un solo bajel ni uu mal wagón; se ve, pues, obligado á dejar allá sus urgentes, sus predilectas ocupaciones en la situación mas precaria por la inútil ceremonia de vocalizar sílabas ó trazar palotes. Y cuando vuelve á su casa ¡ohdolor! la criada ha barrido ó echado en el fuego su trinquete ópalo de mesana, la mamá ha enterrado las velas de su navio en el talego de los trapos, y todos sus negocios, en fin, se encuentran en el mas deplorable estado. Esto le torna alguna que otra vez misántropo; todo le parece que so conjura contra él, y se distrae casi por completo de sus mas importantes ocupaciones por hallarse toda su atención fija ó embargada cous tan tómente por las mas insignificantes bagatelas. Yedle atravesar la antesala con la mayor precipitación, las manos llenas de clavos, de bramantes y de sedales de pesca; la doméstica le sorprendo en ol tránsito y se lo lleva para arreglarle los cabellos: á lo mejor, en un acceso de entusiasmo, se ve interrumpido por el mandato de que se lare laa manos antes de comer, y no parece sino quQ todas las órdenes que mas le contrarían llegan en el momento en que se dispone á botar al agua su gran navio. Mira por lo tanto con desden todo cuanto se refiere al adorno y l i m pieza de su persona, y no quiere comprender la utilidad que podrá traerle el aprender á deletrear. El da es edito ciertamente alo que sus padres le dicen acerca de la incontestable ventaja de leer cuando uno es ya grande; pero se trata de lo futuro, y Juanito se atiene por ahora á lo p r e sente, á sus wagones, á sus anzuelos, á sus barcos, y sobre todo á sus escopetas y caballitos de cartón. Esto para él son las realidades, y mari'ha así mas por la vista que por la fí, ¡Ah! no se puede poner en duda; el niño es el padre del hombre. Adelantando por el sendero de la vida él tendrá otros juguetes, de los cuales son el emblema los de nuestro Juanito; creerá en loque ve y en lo que toca,en la familia, en la patria, en la importancia de los caminos de hierro; sí, creerá en todo esto seria y furmalmente, y cuando los mensajeros del Padre de todos den al trasto con sus mas queridos proyectos, hundan en el mar sus grandes buques, d e s trocen sus verdaderos ferro-carriles, entonces murmurará y se lamentará como lo hace al presente el hombre en miniatura. El padre fija sus miradas en lo venidero, el niño en lo presento, y todo, durante la vida hasta la muerte, concurre á hacer un hombre del niño. Pero no porque nuestro Juanito tenga sus debilidades y caídos deja de ser una partícula de cristiano. También, como nosotros, tiene sus buenos momentos cuando se sienta recogido y atento para oír hablar de Dios. Su rostro se anima, sus ojos se arrasan de lágrimas, su corazoncito se conmueve y en tal momento está seguro de que será bueno enlo porvenir; sí, está decidido, ya no será obstinado ni colérico. Permanecer,! sosegado cuando le arreglen loa cabellos, andará diligente cuando oiga la voz de su randre que le Uama, no dirigirá palabras duras y mortificantes á los criados, se arrepentirá de haber sido un tiranuelo para con su abuela y hasta de haber hecho ruido caando su pobre mamá se qupjaba de dolor de cabeza: está, en fin, muy seguro de haber obtenido contra el pecado una victoria cooipleta y definitiva, como los israelitas en el paso del i'.ar Rojo tienepor veacidos á sus enemigos espirituales sóbrela orilla. Pero mañana, a l a vuelta de una hora tal vez. ¿qué vendrán á ser todos sus buenos propósitos? ¿Qué será do los nuestros en un período igual? A pesar de sus apostasías, nuestro Juanito hace memoria de una cosa que nosotro.s heñios tal vez dado al olvido. Mientras Jesús enseñaba á sus dlícípulos lo que era la fé, cogió amorosameutí á un niño y le colocó en medio do ellos. Nosotros no debemos suponer que aquel fuese nn niño escepcional, sino uno como los deniás, con sus sonrisas y sus lágrimas, su gé:-men do virtudes y su pecado original. Si queréis, pues, foitifcar vuestra fé, estudiadla en nuestro Juanito. Vtd la suya en vosotros. ¿No os cree él por ventura una bondad y una fort uia sin Kmites, una potencia infinita? ¿Vacila en pveg-untaros 8ob:*e no importa cuál asunto celestial ó terre-,t e? ¿No valen faraél vuestiaa palabras maa que las del mas sabio de esta mundo? V o s - LA GUIRNALDA. otros podeia halalarlo de aquello que está, fuera del alcance de 8U vista y do sus oídos siu despertar una duda en su e s píritu. Los adverteacias y las correcciones mismas no p o drán quebrantar su confianza en vuestro amor, y biea que alguna vez que otra, cuando le castiguéis, murmure ose rebele; una hora mas tarde todo aquello se lia borrado de su alma tierna y vuelve soariendo laríñosamente á descansar en vuestro seao. Seamos nosotros por Dios, lo que por nosotros es nuestro Juanito. (De la Sra. Btecher Sioice) LA COQUETA. BOKBTO. Vedla jujear con uno y otro amante Entre ti concurso de aspirantes ciento. Cual pudiera lanzar Testiva al viento Las ajjrupndas plumas de un volante. Gran coqueta, por cierto, es Violante, De libre y caprichoso pensamiento; Siempre su corazón respira exento De la pasión que finge su semblante. Miis de su juventud los seductores Años pasaron ya: rosa do Mayo Halagada por céfiros traidores, Vieja hoy y hundida en tétrico desmayo, ¿Qué le queda de tanlos resplundorcí? Un perro nada mas, y un papagayo. J . MoRAIÍ. BELLINI. a) XI. Según hemos dicho en uno de los artículos precedentes, la amistad que unía á Bellini y Romaui se había roto con motivo de la injustificada demora que el último había tenido al escribir el libreto de Beatrice di Tenda. Tuvo, pues, nuestro joven compositor que buscar un nuevo colaborador y al fin se decidió por el conde Pepoli, el que,no tardó en componerle un libreto sobro una comedia de A n celot, titulada Cavaliers et Tetes rondes, que acababa de representarse y que á su vez había sido tomada de una novela de Waiter Scott. Mucho afectaba á Bel Uní el haber roto su amistad con Romani, pues habiéndose acostumbrado al estilo y 6. las formas poáticas de este, tenía que amoldarse ahora al estilo de su nuevo colaborador, y ya sabemos la importancia que daba, no solo al libreto en su conjunto, sino á la letra sobre la que había de escribir cada una de las piezas musicales. Así ea que decía en una carta: (I) Véaae el uúm. 111 coiTesiJondiento ri !.• de Agosto. MT "Conozco que si tuviera que componer alguna ópera nueva para Italia, no podría hacerlo sin Romani." Sabia BeUiní que Donizetti estaba escribiendo también, una ópera, Marino Fallero, para el teatro italiano, la que debia representarse después de la suya, y la idea de que no dejarían de hacerse comparaciones entre ambas obras no dejiíba de inquietarle. Con objeto de entregarse por completo al trabajo, y [lara librarse de los desocupados ¿.importunos, aceptó la invitación de una familia amiga y marchó á la casa de campo de esta, en Puteaux, á U orilla del Sena. En aquel delicioso y tranquilo retiro avanzó rápidamente la composición de la nueva ópera; escribiendo para un público cuyo gusto era diferente del de los de Italia, procuró el joven maestro dar mayor unidad á sus cantos y mas ostensión é importancia que en sus obras anteriores á la parte de o r questa*, terminó por fin la partitura á fines de ISSl, y en seguida se puso en estudio para poderse estrenar cuanto antes. Giídia Grisí, Rubíni, Lablaclie y Tamburini, aquel a d mirable cuarteto que los antiguos aficionados parisienses echan aun de menos, eran los encargados de la ejecución de / Paritani di Scozia, que tal era el título que llevó la obra cuando se puso en escena. Los estudios y easayos se hicieron con gran detención y esmero, siendo de gran utilidad al autor la eficaz cooperación de Rossini. Al fin, el 25 de Enero de 1835 se verificó el estreno d« la nueva ópera, que era esperada con impaciencia y ansiedad por el público. La ejecución fué perfecta; los grandes cantantes que hemos nombrado se escedieron á sí mismos, desplegando todoa los recursos de sus voces admirables y de sus incomparables talentos. El éxito fué, pues, estraordinario y nunca visto ea el teatro Italiano de París; el magnífico concertante del primer acto, el enérgico y valiente dúo del segundo y la romanza de tenor del tercero escitaron, sobre todo, gran entusiasmo. Y efectivamente, la obra merecía la ovación con que era recibida, pues además de los tiernos y dulcísimos cantos que abundan en las obras de Bellini, además de la verdad que formaba el gran mérito de las melodías del joven maestro, había en su nueva obra un gran progreso por lo que hace al desarrollo de los cantos, á la unidad entre ellos y á la parto instrumental, progreso que prometía completarse y perfeccionarse en lo sucesivo. "El éxito de Bellini ha sido grandísimo, á pesar do lo mediano del libreto," escribía Donizetti á Romani; y tan pronto como este recibió la noticia, escribió á su vez á su antiguo colaborador una carta cariñosa dándole la enhorabuena, la que causó gran contento á Bellini, por reanudarse su amistad con el poeta. Casi al mismo tiempo recibió el nombramiento de c a • baliero do la Legión do honor y una condecoración que le enviaba el rey de Ñápeles. La empresa de la Gran Ópera de París le daba prisa para que terminase la partitura que para dicho teatro estaba componiendo, y el empresario de San Carlos de Ñapóles le escribía cartas y mas cartas para LA GUIRNALDA. 318 quo se comprometiese á componerle una ó dos óperas, ofreciéndole 45.000 liras por las dos, proposición sumamente ventajosa para lo acostumbrado en Italia y en aquella época. A. FELNERO. jijí^prsprEí-A-ij- LA CABANA IRLANDESA. C A P Í T U L O XIX. La sorpresa. La felicidad hablan llevado consigo al valle solitario Baroay y Larry. Arabos volvieron á emprender las antigua» ocupaciones que tanto les agradaban, y gracias á su laboriosidad se gozó otra vez en la cabana do una envidiable abundancia. Era una liermosa tardo de Mayo; la honrada familia, gentada en un banco que cubria el musgo, recordaba los placeres de los años anteriores. Larry, que tenia fíjala vista en el camino de Bray, notó una nube de polvo que parecía efecto de la veloz carrera de un coche de camino. —Cierto es—dijo Barnay, Á quien comunicó Larry au observacionj y parece se dirige íí este punto. —Creo—añadió Evelina—que te equívocas; iqud puede buscar en nuestro humilde vUle un viajero, á no ser que haya perdido el camino. —Hijos mios—dijo con la sonrisa en los labios la anciana Kitty—si todavía mo sirviese de algo la vista, como en otro tiempo, pronto os sacarla de dudas; pero ya sabeia que openast^istingo á pocos pasos. ¡Oh! querida abuelita, yo veo bien -esclamó Emma— y distingo un carruaje en el camino. En tanto rodaba el coche, y así que se paró á la puerta de la casilla se apeó de ÓI un oficial con rico uniforme. LaiTy se arrojó á sus brazos: ¡Vos, mi bienhechor amado! ¿habéis querido honrar con esta visita á loa pobres moradores de la cabana irlandesa? Era nada menoa que el capitán Lamberfc, á quien acompañaba su hermano, el comerciante y el capitán Ritchon. Acababa de llegar de España haría escasamente un año, y se hallaba destinado en Londres con ventaja. —Larry—dijo el capitán Ritchon—hemos querido>olverteá ver una Tez siquiera y conocer á tu íamiUa. —Por mi parte—dijo el oficial—tenLa un deber sagrado que cumplir con la viuda del valiente Guillermo Mooney, que pereció en el golfo de Dublin á causado su generosidad para conmigo. Recibid este bolsillo; encierra una cantidad escasa, da que haréis muy buen uso. ínterin viva cuidaré de V08. ' —Ven acá—añadió Ritchon—ven y recibe á nombre del gohierno el galardón de tu conducta gloriosa en España. Al ver esta cruz que sobre tu corazón pongo, se quitarán el sombrero ante el soldado valeroso que ha servido honradamente á au patria Además tómala real orden en que ie ae concede una penaion por tua servidos; así no tendrán que mortificarte trabajos penosos que tarde ó temprano te impedirla continuar tu herida. El hermano del capitán Limberfc hizo á Evelina y á Emma algunos regalillos que recibieron aquellas con muestras de alegría y gratitud, los tres viajeros pasaron tres dia« en la cabana irlandesa. -^Larry—dijo al marcharse el capitán Ritchon—habia concebido el plan de tenerte toda la vida á mi lado; pero conozco que no podrías resolverte á separarte otra vez de tu madre. ¡Adiós, pues! No es muy probable que volvamos á vernos; sé como hasta aquí, hombre de honor, y cerca 6 lejos cuenta con mi amistad. El joven dio un abrazo al capitán Lambert y á su hermano el comerciante, y seaepararon deseándose m u t u a mente mil felicidades. CAPÍTULO XX. Conclusión. Aquel otoño fué como los demás, en estromo abundante, pero el invierno, que iba acercáudose, inspiraba serios t e mores á la famiia. Cada dia iba á menoa la salud de Kitty; ciega ya del todo, padecía mucho con la idea de no volver á verá sus hijos. La tristeza acabó por g-asfcar las pocas fuerzas que le quedaban, ysus hijos lloraban á escondidas^ diciéndose: n Vamos á perder á nuestra amada madre; Dios nos la ha do iiirebatar antes que cubran la tierra las últimas hojfis doradas de los árboles. —Noosaflijais—hijosmios— les dijo Kitty, no me asusta la muerte; es un mensajero que pronto me enviará Dios para anunciarme el viaje á la patria celestial, en donde debo unirme por los siglos de los siglos á vuesto padre. Qué, ¡no he vivido bastante? Ya no me queda por gozar, habiendo vuelto á veros todos reunidos. El Omnipotente os conceda una vida dilatada llena de 'felicidivd,como recompensa de vuestro amor filial. Yo, desde que no puedo comtemplar el brillante esplendor del cielo, lo^ único que deseo es el reposo de la tumba. Larry, hijo mío querido, jdónde estás? Vena milado, déjame palparte, ya que mis ojos no logran verte. Baja la fcente, Larry, para que te dé la bendición: solo una cosa apetezco, y es que elijas enUos cercanos valles una compañera digna de tí. Quizá ha elegido ya tu c o razón; no quiero investigar este secreto, paro mucho me alegraría de que antes de irme de este mundo te unieses á una compañera virtuosa. Se ruborizó el joven y no contestó nada á su mivdre, • pero salió de la cabana sin decir nada á nadie. Algunos dias después de este quiso la anciana que la llevasen sushijos ,iun banco cubierto de musgo á que tenia predilección; como no oía la voz de Larry, preguntó por él. —Madre amada—dijo Barnay—ha salido sin decir á dónde ^a, y creo que te prepara una ag-radable sorpresa. —Me parece que no tardará en volver—dijo EveUna— que acababa de divisar á Larry en el valle. Pocos instantes después Larry se echó á los pies de su madi'e con la dulce Berta, con la interesante huérfana á quien acababa de dar la mano de esposa. LA GUIRNALDA. —Madre mía, se ha cumplido tu último deseo, concede tu benriicion á tus hijos. La anciana K i t t j gozó así la emoción áltima do felicidad que Dios le dió sobre la tierra, •—El cielo os proteja, queridos hijos. Larry, esta es una prueba mas defcunoble corazón, porque has sabido escojer. Berta, no me habia olvidado do tí; antes he rogado á menudo al cielo que consintiese en tu unión con Larry si Tolvia á nuestro seno. Barnay, Eve'ina, dad un abrazo á vuestra hermana, y ahora escuchad mis consejos postreros; Vivid siem¡)re estrechamente unidos; en esto consiste toda la felicidad; educad 6. vuestros hijos en el t«mor de Dios y en el amor á la virtud; el Eterno, cual recompensa, os concederá como á mí una vejez pacífica y una muerte no temida. Las fuerzas empiezan á Saquear en mí, Adios,hijo3 mios, adiós. E Q el cielo rog-ará por vosotros. La afectuosa Kitty re-ibid sepultura á orillas del lago, bajo el copudo ramaje dennos sauces llorones. Larry y Barnay pasaron el resto de sus días en lamas cordial unión y Dios derramó su bendición santa sobre aquella familia, porque supo observar los preceptos de su ley encerrados en este sublime mandato: "Amaos unos á otros." CONTRA L.V GllÍTIGA SEVERA. Si yo me engaño ó equivoco, deseo siempre que sea mas bien en favor que en contra de las personas. Esto me sucede principalmente con la lectura respecto á los escritores, y por lo tanto busco en ellos, no lo que se podría censurar, sino lo que sea digno de alabanza y aproveciiable para mi. Este método no es cierlamcnte el que está á la orden del dia; pero no por eso deja de ser el mas útil y eqiiitalivo. Sin embargo, por mas que sean pocas las personas y pocos los libros donde yo no encuentre alguna cosa que pueda serme de provecho, sé muy bien establecer la diferencia que media entre las unas y los otros con relación á la confianza que debo dispensarles. , Seria nmy bueno recabar de los periodistas que, en los artículos destinados á dar cuenta de hs obras que se publican, llamasen mas bitíu la atención riobre lo que'conlienen de escelenle y de útil, que sobre lo que en ellos puede encontrarse de suptiríluo y defectuoso. Los lionibrcssou iiitluralmeute inclinados á la censura y al menosprecio de los (Icmús; pero esta mala disposición de los leyentes no debí; j.iniás eáiur sostenida ni ser estimulada por ios autores. Supongamos que un hombre sabio y bien intencionado ha compuesto una obra con gi'.uiile esmero y aplicación, lia consagrado todo su tiempo al bien de sus semejantes, y todo esto sin cs¡)erar otra recompensa quu algunos elogio.-i ó alabanzas. ¿Por qué, pues, liemos de volverle mal por bien, y e'sponiéndolé al desprecio ó la risa del público, si tal vez liii incurrido en alguna falta, obligarle á arrepentirse de una empresa que no merecía mas que aplauso? Sí alguna vez fuera conveniente hacer advertencias á un escritor, yo desearla que esto se hiciese siempre de una manera que tuviera mas bien que felicitarse que mostrarse ofendido por nuestra critica. 34t Asi opinaba el famoso Leibnitz respecto á la censura literaria; ideas llenas de benevolencia que no pueden menos de hallar acógiiia en los corazones hidalgos; pero sí aquel sabio famoso hubiese tocado los males inmensos que ha producido la imprenta, perverlida en nuestros días, ¡no hubiera modificado algún tanto sus opiniones? Es verdad que al emitirlas el célebre füósofo se referia á los libros bien intencionados, lo cual prueba que no rechazaría la mas rígida censura contra los libros da tendencias desmoralizadoras. M. UNA NOCHE SIN VERTE. SOXETO. ¡Una noche sin ver de tu mirada La luz amante, de mi amor espejo! ¡Noche de insomnl'í en que tu lado dejo. Noche entre diielo y lágrimas pasada! Y no calma la luz de la alborada La tristeza cruel de que me (piejo. Quede mi amor al lúgubre rcllejo Mi alma su porvenir miró espantada. Cuando un recuerdo cariñoso y santt De la de hoy felicidad querida Quede en el corazón que riegue el llanto. Un tormento sin fin será mí vida; ;Si hoy que gozo tu amor te adoro tanto, Cu.'^nto, mi l)¡en, te adoraré perdida! ALCEDO GONZÁLEZ PITT. HISTORIA DEL PRIMER GH.\L. Es no menos interesante que curiosa la siguiente anécdota que refiere en una do sus obras el ctílebre literato y viajero francés Mr. de Jouy: "No tengo tiempo para esplicar A mis lectores la serie de circunstancias que me llevaron al Mogol on el año de 1771, ni la romántica aventura que me condujo al valle de Cassemira, que los europeos llaman CacJiemira y que los persas apellidan con razón el valle híouiventurado. Me contentiiré con decir que la aldea en que viví m u chos meses era famosa por la belleza de sus lanas y por la habilidad de sus tejedores. Las casas de estos rodeaban las orillíus de un arroyo á cuyas aguas se atribuye en parte la superioridad do las obras que allí se fabrican. Todos los harem-s, todos los morcados de la Persia, del Mogol, de la Turquía y de las dos penínsulas del Ganges, eran tributarios de los dos brillantes prod ictos de la aldea de Serinagor. Durante mi mansión en aquel delicioso país visite con frecuencia el obr.idor de un rico fabricante, donde se tejía entonces un schal de un trabajo admirable, mandado hacer por Varma Dcué, jefo de una de las provincias do Bengala, 3'destinado á la única desús mujeres legítimas que lo había dado sucesión. Este ackal, notable por su es— trema figura, lo era mucho más por el dibujo de sus p a l mas compuestas de cabecitas de negro, ligadas coa una especie de guirnalda, en la que estaban escritos unos Tersos del poeta Saadi. 35Ó LA GUÍKNALDA. Al instante que se acabó de tejer lo encerraron en una caja de madera do sandal citrino, que es una de las mas preciosas del Oriente, y fud envijido á su destino. Quince meses después fui nombrado comandante militar en Cas8Í7)ihaz(ír, establecimiento francds á las orillas del Ganges. Cuando llegu¿ á- Bengala, el hambre . babia destruido los dos tercios de la población, y la mas odiosa persecución, oprimía á todos los príncipes de aquellos ricos y desgraciados paises. D a m i a Dévé, despojado de sus dominios, murió envenenado, y una de sus mujeres con un niño do pecho, vino á implorar de la generosidad francesa un asilo de que no gozó largo tiempo. Murió seis semanas después de su llegada á Ca-3.ñmhazar, recomendándome á. su hijo, el cual durante la noche fué traido á mi casa por una india. Este niño estaba envuelto en aquel mismosc/ta¿ que yo habia visto fabricar en el valle. Me quedé con el niño y r e galé el schal á la india confidenta. Seis meses después mo llamaron á Francia órdenes supeiiores, y me vi en la precisión de deponer el cargo de tutor del muchacho entre las manos del gobernador de C/iaiiíferíiaf/o/'. La suerte estraordinaiia de este niño no es ahora de mi asunto. que este adorno carecía de gracia. En consecuencia de est solemne fallo, encerróse el schal en un, armario de laca^ d,onde quizás existiría á la hora esta, sí el cómico Lexam no hubiera inspirado á Luis XV la idea de realzar la verosimilitud del traje tártaro de Gengis-Kan. Durante m u chos años, siempre que se representaba Zaira ó el Huérfano de la China, mi schal lucia en la frente de Ge-ngis y de Ororman. Muerto aquel famoso actor, pasó á manos do una bella mulata que empobreció á muchos, y lo vino 6. vender á Mr. D Osviliers, hombro poderoso, que había empleado su vida y sus tesoros en amontonar en UQs- vasta galería las porcelanas del Japón, los muñecos de China, la colección de trajes persas, desde CambLses hasta TinnaaKouli~Kan, las observaciones astronómicas de los chinoSi desde Tit-el-GYande hasta Johi-Tzing-Li, y las muestras de todas las especies de piedras que entran en la formación del globo. Habia dado 12.000 rs. por una babutha de Solimán II, poco menos por una espuela de Hernán-Cortés, y 200 duros por una de las plumas del casco de Guatimocin. El schal de la viuda hizo su papel en esta trapería histórica; y fué comprado después por una revendedora que se puso de acuerdo con cierto estranjero para introducir esta especie de adorno en el numero de las modas. Desdo entonces fueron varias las vicisitudes del schal, hixsta que en el mes de Agosto de 1812, puesto en pública subasta en una plaza de Paris, fué comprado por una señora que lo distribuyó entre sus amigos on cortes de chalecos. Acercándose ya el momento de mi venida á Europa, y volviendo de jS¿7'tt7íi2Jou)'de despedirme de algunos a m i gos de aquella factoría dinamarquesa, me acerqué á las orillas del Ganges, atraído por una muchedumbre de gente que 88 dirigía á la hoguera donde debia quemarse una viuda joven. Durante mi mansión en la India siempre me he alejado do estos horribles espectáculos, de que muchas veces ' >9-«: hubiera podido ser testigo. Al volver á tomar el camino, después de haber reconocido el objeto do estos funestos LOS SOMBRES DEL PAPA. pre¡ arativos, eché la vista á la víctima, que desde un fcabUidillo estaba distribuyendo sus alhajas alas mujeres que Nadie ignora que San Francisco de Sales tuvo, además del la habían acompañado. ¡Cuál fué mi sorpresa! Aquella infemérito de sus virtudes cristianas, la de ser uno de los cscrilores liz era la que rae habia entregado seis meses antes el des- asciHicos de mayor nombradla. Enlre sus obras se encuentra un graciado huérfano; reconocióme, saludóme con gracia, afa- trabajo, no solamente interesante bajo el punto ile vista católico, bilidad; desató el schal que apretaba su cintura, y me lo sino suinamenlc curioso para los fieles amigos ilc considorar el envió por medio de una esclava. Eia el mismo que habia esplendor déla Santa Sede romana. recibido de mis manos. Paso por cima de-las resultiia de De él tornamos, pues, la siguiente relación, omitiendo las aueste reconocimiento, que por poco me cuesta la vida, por lordadcs de donde proviene cada uno de los títulos dados al Vihaber querido conservar la suya á una desgraciada, que en cario de Jesucristo en la tierra, en obsequio á la brevedad. la edad do veinte años, quiso, á [)e.sar de todos mis esfuer1 El muy santo obispo de la Iglesia católica. zos, sacriiicarse á la memoria de un marido septuagenario. 2 El muy santo y muy feliz Patriarca. Dejé aquel fúnebre lugar lleno de dolor y cólera, pensando 5 El muy feliz Señor. •1 El Patriarca univei-sal. ea los males que ocasionan á la especie humana la preocupación arraigada, el estravío de la razón, y el orgullo áe\ • 5 El Jefe de la Iglesia del mundo. G El obispo elevado á la cumbre apostólica. fanatismo. 7 El Padre de los padres. Volví á París en el año de 1773, eu cuya época se ignó8 El Soberano Pontífice de los obispos. r a l a hasta el nombre de estos tejidos asiáticos que tanto 9 El Soberano sacerdote. 10 El príncipe de los sacerdotes. s9 han generalizado en el dia. El duque do Aiguillon, en l i El prefecto de la casa de Dios. cuya casa fui introducido, me manifestó deseos de poseer I'! El Custoilio y Guarda de la viña del Señor. alguna de las rarezas que yo habia traido de mis viajes, y 15 El Vicario de Jesucristo. por complacerlo tuve que deshacerme, 6. pesar mió, de una I i El confirmador de la fé de los crislianos. alhaja que me despertaba recuerdos i ate res antes. Pocos 15 El Sumo sacerdote. dias después, el duque se lo regaló á la célebre Dubarry; y 16 El Soberano Pontífice. dumnteun mes no se habló de otra cosa en las TulhHas, 17 El príncipe de los obispos. Todas las señoras de la corte vinieron i probarse el schal 18 El Iieredero de losajióstoles. en el tocador de la favorita, y decidieron unánimemente 10 Abraham por el Patriarcado. LA GUIENALDA. 20 21 22 25 2^ 2:» 20 27 28 Melquisedec por el orden, Moisés por la auLoriilail. Samuel por la jurisdicción. Pedro por el pojpr. Cristo por la unción. El Pastor del aprisco de Jesucristo. El Llavero de la casa de Dios. El Pastor de lodos los pastores. El Pontilice llamado á la plenitud del poder. Y on fin, San Pedro l'ué: i La boca de Josucriáto. 2 La boca y el jefe del apostolado. o La Cátedra y la Iglesia principal. » 4 El origen de la unidad sacerdotal. 5 E\ labio de la unidad. C La Iglesia donde reside el poder principal. 7 La Iglesia raíz y la matriz de todas las demás iglesias. 8 La Sede sobre la cual ha construido el Señor la Iglesia universal. 9 El punto cardinal y el jefe de todas las Iglesias. iO El refugio de los obispos. 11 La Suprema Sede apostólica. 12 La Iglesia presidente. 15 La Sede Suprema que no puede ser juzgada por otra. 1-4 La Iglesia antepuesta y preferida á todas las demás iglesias, 15 La princesa de todas las Sedes, 16 La fuente apostólica. 17 El puerto scgurisimo de toda la comunión católica. Bueno es tener esto presente en unos tiempos en que se desencadenan todas las malas pasiones como olas huracanadas contra la barquilla de Pedro que, según la promesa divina, no irá nunca á pique, aun cuando parezca que zozobra. M. MISCELÁNEA. La joven é inspirada poetisa, sefiorila doña Blanca de Gassú y Ortiz, acaba de publicar un liudísimo ramillete poético, bajo el Ululo de Cien cantares á los ojos. Como todas las producciones de esta simpática escritora, se dislingiie la présenle por la sencillez de la frase, elegancia de la Ibrma y corrección de estilo, sin que respecto á la bondad de tos pensamientos tenga nada que (Íesechar la conciencia mas eácrupulosa. Véase, en prueba de ello, algunos de los Cien cantares escogidos al azur: Viendo .Dios que la nienlim En (ste mundo Iriunliiba, Porque el alma nunca mienta Puso en los ojos el alma. En el cíelo de tu rostro Dos soles ha puesto Dios, Pprqutí iluminen la noche De nú triste corazón. De tanto como han llorado Mis OJOS; se van hundiendo; Y es que forman sepultura Para enterrar mis recuerdos. 3ol Si se quiere una muestra de algún cantar menos grave y filosófico que los citados, véase el siguiente que esU'i rebasando verdadera poesía: En tus pupilas azules Quisiera estarme mirando. Como la pálida luna En el trasparente lago. En la plana correspondiente verán nuestras lectoras el anuncio de tan inteccsaníc obrita, quj las recominlamní uiuy do veras. Vemos con placer el gran fruto que van produciendo Jos estudios planteados por la Asociación dti Ciiólie ),Í. los cuides no dejaremos de rccomemlar á tas madres de familia que deseen apartar á sus hijos del contagio anli-religiosj que se va estendiendo como asquerosa lepra en nuestro país. El día [." del currienle se verilicú la apertura de las escuelas populares católicas del barrio de Salamanca. Heunióse á la una de la tarde en el cómodo y espacioso local que ocupa el colegio un numeroso y lucido concurso de personas respetables de todas las clases de la sociedad, entre ellas muchas señoras distinguidas así del bari'io como del centro de Madrid que quisieron honrar con su presencia aquella solemnidad católica del amor á los pobres, á quienes consagra la Asociación en la enseñanza sus afanes y desvelos. Presidian el acto el Sr. D. Francisco lleredia, deán de la catedral de Teruel, el Presidente de la Junta provincial Sr. D. Vicente de la Fuente, el de la Asociación del distrito parroquial D. Francisco Pareja de Alarcon, y su vicepresidente D. Juan Bautista Trúpita. El joven secretario de la junta leyó una Memoria de las obras de educación en que se han ocupado lo.i socios durante el curso anterior, á lo que se agrega el establecimiento de una biblioteca para las pobres, y se dio cuenta de las clases que forman allí la enseñanza. En sjguida el presidente de la Asociación pronunció un brillante discurso inaugural que interesó vivamente por sus sentiniii-ntos morales y doctrinas religiosas, y después se procedió a la distribución de premios á los alumnos mas aplicados y de mejor conducta, cantándole por las señoritas del barrio un precioso himno invocando á la Sanüsima Virgen en favor de los niños. El acto terminó con un sentido discurso que dijo el Sr. D. Vicente de la Fuente encareciemlo la utilidad de la enseñanza moral y religiosa é instando á la corporación á proseguir sus trabajos en servicio de Dios y de la caridad. No es menor el provecho que se recoge en nuestras provincias de la bien com[irendida pi-opaganda inaugurada por la Asociación de Católicos, en prueba de lo cual trasladamos á continuación una ocurrencia que ha tenido lugar hace pocos dias en Cádiz, y de que nos da cuenta La -í//íítaív/iíiíi Tnulicional de dicha ciudad: "La víspera de la festividad del Uosarío tuvo lugar, á las nueve de la nochC; el siguiente gracioso lance frente á la escuela católica. Gran número de personas se agolpab;m en la calle de Santiago mirando el exorno y luminai'ias vistosas do la faciíada de la susodÍcli3 escuela, y entre ellas acerlaron á detenerse dos señoras prolesLanlcs que en idioma inglés se propusieron burlarse de la iluminación y de la festividad que la motivaba, y como una de las dos indicase á su compañera que no continuase, pues podía entenderla alguna de las católicas que la rodeaban, contestóle la otra que no habia que temer nada, «pues aqui, decía, puedo hablar cuanto quiera, en la seguridad de que nadie nos entiende; y si no, mira esa que esta á tu lado.» Y prorumpió en burlas á la joven, grandemente confiada de que no se la entendía por la alu- 352 LA GUiRisrALDA dida. Pero ¡cuánlo no seria su asombro cuando, Lomando la palabra la júven católica y dirigii'ndosé á la señora que ¡ha con ella, ompDzó á liablar en conecto inglés y en lono bien alio, csplicándole que la iluminación era para honrar á la SanlUinta Virgen, Madre amorosa de lodjs Inn bonibres! Con los roslrus enrojecidos de vergüenza, y bumilindas por aquella oporlunisima lección, retiráronse las prolestanlos inglesas de aquel silio á donde por su mal se habían acercado.» Según lo anunciado, hoy debe quedar abierla al público la Esposicion de Bi'Ilas Arles, palenque cerrado á los artistas en estos últimos años. La entrada es gratis lodos los dias de la semana eacepto los jueves que coslará cuatro reales cada bülele personal. Laa horas son de nueve de la mañiina ú las cinco de la tarde . « El teatro Real inauguró sus funciones el martes 10 del corriente con L'Ebrea. que fué medianamente interpretada. Hay esperanzas de que este gran coliseo recobre en esta temporada su primitivo brillo y esplendor. • • Deseaba yo comprender á fondo lo que es la música, buscándolo con el mismo afán quebusca el liambre la eterna sabiduría. Ayer, bastante avanzada ya la noche, me paseaba á la claridad de la luna en la hermosa avenida de tilos que bordan el Rhin, cuando percibí á poca distancia un ruido ligero y el canto de una voz dulcísima. A la puerta de una cabana, bajo un corpulento tilo en (lor, vi una madre sentada con sus dos hijos; reposaba blandamcnlc el uno sobre su seno, y el otro en una cuna que mecía ella con su pié al compás de su cántico. G(ETHE. Los juegos de los niños Llenen no poca semejanza con la infancia del arle. Los niñoá viven en el mundo de la imaginación y delsentimiento. Ellos revisten los objetos mas insignificantes de las formas que mas les agradan y descubren en ellos tojo cuanto sn imaginación desea ver. CHARADA. Cierto mozo cuyo nombre. Primera y segunda marcan, Se enamoró como un loco Sin conocer de su dama Mas que el ceñidor que indican Segunda, tercera y cuarta, Y eso que era de los muciios üue andan á caza de gangas. Por mi fé, dijo apurando Para esforzar sus palabras Una segunda y primera Y atusándose por gala Lo que primera y tercera Determinan con la cuarta; Por mí fé, que ha de ser mía Antes de un par de semanas, O no he de ser yo quien soy, Mujer que tal prenda gasta. Porque es sin duda ninguna El mejor cuerpo de España. Pero conociendo ella . Que lo que él mas bien buscaba Era una bueno mi todo Que para el caso guardaba. Pues lo de no conocerla Era disimulo y chachara, En vez del si apetecido, Le dio lindas calabazas. Solución á la anterior: Ojcle. JEROGLIFICO. El derecho y el deber son como dos palmeras, que no producen fruto si no crecen el uno al lado del otro. Satisfacer sus pasiones y sus caprichos, sacrificando su propia fortuna, es una locura; saLisfacerlos a cosía de su familia, es un» maldad. «« REMEDIO nARATO.—Hay gentes tan desprovistas de sentido común, que^niran con lástima á todo aquel que prefiere el cultivo de las bellas letras á los negocios proveciiosos que proporciona mas fácíluiciile el Iráfügo mundano. Verdaderamente que la literatura, con ospacialidad c;i nuestro país, no es la carrera del oro y de los goces maler¡:iles; peroalbrlunadamenle esta afición recompensa con usura á los que la tienen. ¿Qué variedad de placeres no hace disfrutar el gusto por las letras, en medio de una existencia .sencilla y modesta, pobre, si se quiere? Por mi parte, dice un literato francés á e?le propósito, puedo confesar que no he tenido una pena en mí vida, una de esas penas capaces de consuelo porque no atacan á lo inlinio del coraxon, que no haya conseguido calmar con una hora de lectura. Solución al del número anterior: En boca del embustero, La verdad es sospechosa. MADRID.—1811. Solución al enigma del número anterior: Arroya. IM PEK N T A DE JOSÉ NOGÜÍIIA, Callt de MordadortSf 7. im L^