Servicio Litúrgico Dominical Conmemoración de todos los fieles difuntos(Ciclo A ) Edita: musicaliturgica. com 2 D E N O V I E M B R E 2 0 1 4 LLORAR Y REZAR LA MUERTE: Podemos ignorarla. No hablar de ella. Vivir intensamente cada día y olvidarnos de todo lo demás. Pero no lo podemos evitar. Tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrebatándonos a nuestros seres más queridos La muerte es como una puerta que traspasa cada persona a solas. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de El. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio. ¿Cómo vivir esa experiencia de impotencia, desconcierto y pena inmensa? No es fácil. . Recordemos las palabras de Jesús que sólo pueden resonar en nosotros, si somos capaces de abrirnos con humildad al misterio último que nos envuelve a todos: «No se turbe vuestro corazón. Creed en Dios. Creed también en mí».Todos podemos hacer dos cosas ante la muerte: llorar y rezar. Cada uno desde su pequeña fe. Una fe convencida o una fe vacilante y casi apagada. Cuando acompañamos al difunto en las exequias, podemos pensar y decir : «Estamos aquí porque te seguimos queriendo, pero ahora no sabemos qué hacer por ti. Nuestra fe es pequeña y débil. Te confiamos al misterio de la Bondad de Dios. El es para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Dios te quiere como nosotros no hemos sabido quererte. Te dejamos en sus manos». LITURGIA DE LA COMEMORACION DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS( PRIMERA LECTURA Lectura del libro de Isaias 25, 6a. 7-9 En aquel día, preparará el Señor de los ejércitos, para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país -lo ha dicha el Señor, Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salva-ra; celebremos y gocemos con su salvación. SALMO 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51lab (R.:2) R/ A ti, Señor, levanto mi alma. Recuerda, Señor, /que tu ternura y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí con misericordia, /por tu bondad, Señor. R Ensancha mi corazón oprimido / y sácame de mis tribula-ciones. / Mira mis trabajos y mis penas / y perdona todos mis pecados. R Guarda mi vida y líbrame,/ no quede yo defraudado haber acudido a ti./ La inocencia y la rectitud / me protege / porque espero en ti. R SEGUNDA LECTURA Carta de S. Pablo a los Romanos 5, 5-11 Hermanos: La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestras corazones con el Espíritu Santo que nos ha dado. En efecto, cuan-do estábamos todavía sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos -en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pe-cadores, murió por nosotras. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación. “Morir es sólo morir; morir es una hoguera fugitiva; es sólo cruzar una puerta y encontrar lo que tanto se buscaba. Es acabar de llorar, dejar el dolor y abrir la ventana a la Luz y a la Paz. Es encontrarse cara a cara con el Amor de toda la vida”. CANTOS PARA LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA (Todos estas canciones se pueden descargar en WWW.MUSICALITURGICA.COM) Entrada: La muerte no es el final CLN 454; Si vivimos, vivimos para Dios CLN 456 Salmo y Aleluya : A ti, Señor, levanto mi alma. (Propio) Ofrendas: Señor te ofrecemos el vino y el pan (Cantos varios) Santo (de Misa de difuntos) Comunión: Yo soy el pan de vida, CLN 038; Levanto mis ojos a los montes. (CLN 524); Acuérdate de Jesucristo (Liturgia de las Horas- Tiempo Ordinario Nº 43) Final: Al atardecer de la vida CLN 739 El que Jesús fuera el Mesías universal no le impedía ser un hombre como los demás; y así, era amigo especial de Marta, María y Lázaro. La resurrección de Lázaro podría ser interpretada como un favoritismo; pero las exigencias de la amistad son mayores que las razones aducidas por unos críticos implacables. El Espíritu transformó el cuerpo muerto de Cristo en un cuerpo glorioso. El mismo Espíritu es el que transforma el pan y el vino en cuerpo y sangre del Señor y nos los ofrece como prenda de la resurrección que él realizará en el hombre. Los creyentes son dichosos porque saben por la fe que el que muere, «vivirá», «no morirá para siempre EVANGELIO San Juan 11, 32-45 En aquel tiempo, cuando llegó María (hermana. de Lázaro) a donde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies diciéndole: -Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús, viéndola a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, pre-guntó: ¿Dónde lo habéis enterrado? Le contestaron: -Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: -¡Cómo lo quería! Pero algunos dijeron: -Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que mu-riera éste? Jesús, sollozando de nuevo, llega a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.) Dice Jesús: -Qui-tad la losa. Marta, la hermana del muerto, le dice: -Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús le dice: -¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: -Padre, te doy gracias, porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, ven afuera. El muerto salió, los píes y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús Les dijo: -Desatadlo y dejadlo andar. Y muchos judíos que habían venido a casa de María al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Día de Todos los Fieles Difuntos. No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias (Jn, 14,1-12) De soñar rezando y de pensar rezando en ese gran rascacielos eterno donde siempre hay una morada libre para el que cree y espera en Dios. El día de Todos los Santos junto con Todos los Difuntos es un perfecto acorde de dos celebraciones en una misma nota: la eternidad. Con esa intencionalidad vivieron y se dejaron seducir por DIOS aquellos que fueron fieles suyos en su trayectoria por la tierra y que murieron sin dar un paso atrás en ese convencimiento: creo que al final, como al mismo Cristo, Dios me resucitará. El camino, ese camino por el que preguntamos en más de una ocasión los nuevos “Tomás”, nos fue señalado por aquellos que marcharon delante de nosotros (a tiempo y destiempo, jóvenes o maduros). El día de Todos los Difuntos es un entrar en el corazón y en el alma para escuchar, como si fuera la primera vez, “no perdáis la calma”. ¿CELEBRAR LA MUERTE ? El trance definitivo de la vida es la muerte. La muerte es siempre trágica , es violenta porque contradice el deseo de vivir, es uno de los ejes del dolor humano. La muerte suscita en el hombre muchos interrogantes y no puede reducirse a un mero fenómeno natural. Pero a la muerte no se le puede despojar de sentido. Cuando la muerte nos amenaza y rodea, cuando entra en nuestra casa y nos arrebata a un ser querido, entonces con toda crudeza nos preguntamos. ¿se puede celebrar la muerte? Desde la fe y la esperanza cristiana tenemos que responder afirmativamente. Al recordar hoy a todos los difuntos, al actualizar una vez más en el sacrificio eucarístico la pasión y muerte del Señor, celebramos al Dios de la vida, al Dios que salva, al Dios de la resurrección. Nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, por eso desde el corazón de la muerte celebramos y proclamamos la resurrección. Creer es esperar en el amor de Dios, confiar plenamente en su misericordia, asumir la muerte en la esperanza de la vida eterna. Los creyentes aceptan la muerte bebiendo el agua viva de la Palabra de Dios, para no morir de sed en el desierto del mundo, y comiendo el Pan de la Vida, que nos fortalece y nos hace triunfar sobre la muerte. Por eso el cristiano sabe que vive para morir y muere paro vivir. La muerte cambia de sentido, pues es la posibilidad de vivir eternamente con Cristo. Al recordar a nuestros difuntos, presentamos a Dios nuestras oraciones de intercesión celebrando el misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor, comprometiéndonos a vivir mejor nuestra vida. Rafael del Olmo Desde hace un milenio la Iglesia celebra la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, el 2 de Noviembre, al día siguiente de la Solemnidad de todos los Santos; y, desde la reforma Postconciliar del calendario Litúrgico, tiene la máxima categoría de solemnidad El abad san Odilón, del monasterio de Cluny (Francia), prescribió, en el año 998, a todos los monasterios de su jurisdicción que se hiciera memoria de los difuntos al día siguiente de celebrar la fiesta de Todos los Santos. Roma admitió esta celebración en el siglo XIV. En los fieles difuntos -creyentes en Cristo o cuya fe sólo Dios conoce- se ha cumplido ya (o bien, está en trance de cumplirse) la promesa de Cristo en el evangelio: "Volveré y os llevaré conmigo, para que, donde estoy Yo, estéis también vosotros". Sublime en su sencillez definición de la muerte desde la perspectiva de la Fe.