Relatoría del libro a pie por la ruta de Cortés por: Federico Martínez

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Presentación del libro
A pie por la ruta de Cortés: del Popocatépetl al Templo Mayor,
de Horacio Ramírez de Alba.
Lic. en H. Federico Martínez Gómez
Cronista del Plantel “Nezahualcóyotl”
De la Escuela Preparatoria
A pie por la ruta de Cortés: del Popocatépetl al Templo Mayor, de Horacio
Ramírez de Alba, es una edición del Gobierno del Estado de México, dentro de la
Colección Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, con los auspicios del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes.
El libro está estructurado en dieciocho apartados, una introducción, un epílogo y la
bibliografía consultada; las páginas están salpicadas de varias imágenes que
reflejan el espíritu del texto.
Yo conocí al Dr. Horacio Ramírez de Alba hace muchos años, cuando hice mi
servicio social en la Coordinación de Investigación Científica, allá en CICALI, por
los ochentas; mucho tiempo después regresé a la Coordinación, la cual tomó el
nombre de Coordinación de Investigación y Estudios Avanzados (ahora ya es
Secretaría). En ambos casos yo hacía trabajos de corrección de estilo y me tocó
revisar algunos textos del Doctor, en una colección que se llamaba Documentos
de Investigación y posteriormente Cuadernos de Investigación. Si mal no
recuerdo, entre otros, el Doctor tenía un texto titulado Cimbra, armado y acabado,
o algo por el estilo, pero a lo que voy es a lo siguiente:
Cuando el licenciado Alejandro Linares me invitó para que presentara un libro del
Dr. Horacio Ramírez de Alba, me imaginé que era un texto científico especializado
referente a la construcción de caminos, tal vez mediante un diseño geométrico en
planta y perfil o un diseño geométrico de intersecciones (que aquí entre nos no sé
qué sea), o la estimación de la vulnerabilidad sísmica en el Popocatépetl o tal vez
la aplicación de vayan ustedes a saber qué material. Todavía no conocía
exactamente el título del libro y menos su contenido.
Así es que me dije que no iba a saber qué decir del texto, pero cuando éste llegó a
mis manos y leí la introducción, me di cuenta que estaba ante otro Horacio; no el
de las cimbras y acabados y teorías pitagóricas incomprensibles para mí, tampoco
el de los coloquios y foros de investigación; sino que conocí al Horacio escritor, tal
vez emparentado con algunos famosos cronistas de viajes como Herodoto, que
contó sus viajes por Asia Menor, el norte de África y el Mar Negro en el siglo V, o
Graham Greene, que escribió una crónica denominada Viaje sin mapas. Una
aventura por el corazón de Liberia, o quizás heredero del mismo Marco Polo, autor
del libro más famoso de viajes El Libro de las maravillas del mundo. ¿Y por qué
digo que está emparentado con la estirpe de viajeros? pues precisamente porque
Horacio Ramírez de Alba es un caminante empedernido, también tiene registrados
sendos viajes denominados:
Una experiencia en el Camino de Santiago;
y
Egipto, memoria de un viaje fantástico. Además, en el libro que hoy nos reúne
amenaza con seguir caminando y ojalá también nos comparta sus hallazgos.
Del libro me llamó mucho la atención -y me gustó sobremanera-, que el Dr.
Ramírez de Alba escribiera su crónica del viaje realizado, titulando cada apartado
a la manera de los clásicos, por ejemplificar mencionaré dos títulos, dice: “De
cómo la ruta en el actual Estado de México inicia en el puerto entre las dos sierras
muy altas y muy maravillosas” (p. 19). Y este otro: “Donde se relata el regreso a la
ruta de Cortés, se atiende y se trata de entender lo que sobre esto escribieron los
protagonistas.” (p. 116).
Y para ver la similitud cito algunos títulos de capítulos de textos clásicos:
Capítulo 3: Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo D. Quijote en armarse
caballero (Don Quijote de la mancha).
Capítulo XIV. Donde Lázaro cuenta lo que le pasó en un convite. (Lazarillo de
Tormes)
O inclusive el mismo Bernal Díaz del Castillo titula de forma parecida:
Capítulo V. De cómo llegamos al río de Tabasco, que le llaman rio de Grijalva, y
de lo que allí nos avino
Repito: esta manera de titular las partes del libro me recordó aquellos libros que
ennoblecen a la Picaresca española, entre los que se encuentran, además de El
Lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, y debo citar a El
Diablo Cojuelo por la razón de que no numera los apartados ni los divide en los
tradicionales capítulos ¿Y por qué debía de hacerlo? En El Diablo Cojuelo, Luis
Vélez de Guevara dice en La carta de recomendación: “Yo he escrito este
discurso(…) pasándome de la jineta de los consonantes a la brida de la prosa(…);
y como es El Diablo Cojuelo no lo reparto en capítulos, sino en trancos”. Así el
doctor Ramírez de Alba, quiso repartir su libro en subtítulos, sin denominarles
capítulos o apartados o de alguna otra manera y sin que estuvieran numerados, lo
que le da otra singularidad.
Por otra parte, a la crónica se le ha catalogado tanto como texto periodístico o
texto histórico o como texto literario. Por la ruta de Cortés… es un libro que puede
verse desde cualquier punto de vista.
Es periodístico porque actualiza aquellos caminos que recorrió Cortés, al
relacionar hechos pasados con los actuales, ya sea mediante acotaciones o
entrevistando a quien se le pone en frente:
“Después de caminar un buen rato por el lugar, fui a hacer algunas preguntas al
vigilante para comprobar algunos de los datos registrados y enterarme de un dato
curioso: que la mayoría de los visitantes del museo son extranjeros” (p.99).
Es histórico porque contextualiza, aclara, puntualiza, con fuentes de por medio,
varios hechos acaecidos, por ejemplo dice:
(…) Como ya se ha señalado, Hernán Cortés y Bernal Díaz (en adelante se
mencionarán,
por
cuestiones
prácticas,
sólo
como
Cortés
y
Bernal
respectivamente), difieren en sus descripciones. Mientras que el autor de la
Historia Verdadera no señala explícitamente que hayan pasado por este lugar,
Cortés sí lo hace” (p. 43), y posteriormente cita a Cortés, o algún otro historiador.
En cuanto a lo literario, descubrí en la escritura del Dr. Ramírez de Alba un texto
estético, pues la connotación se revela en el uso de varias figuras literarias, que
dicho sea de paso, cualquier escritor no las piensa ni razona y tal vez ni sepa que
las usó, sino que surgen en la escritura como una manera de querer aprehender el
mundo, de dar a conocer en palabras todo lo que el escritor imagina, ve, percibe y
siente. No es cierto que una imagen diga más que mil palabras; más bien, una
palabra nos evoca más de mil imágenes.
Entre las figuras literarias que se usan en el libro, encontré comparaciones,
metáforas, prosopopeyas, hipérboles, sinestesias, descripciones, epítetos…
Así, tenemos los siguientes ejemplos:
Metáfora: “Tomamos un respiro profundo e iniciamos la caminata envueltos en una
cúpula de estrellas apretadas(…)” (p.26).
Epíteto: “Es una blancura infinita que se incrusta en el cielo” (p. 29).
Comparación: “(…) y la cabeza está llena de punzadas como si un conjunto de
enanitos estuviera atrapado dentro y todos quisieran salir golpeando con sus
pequeños piolets” (pp. 28-29).
Prosopopeya: “(…) los pocos árboles que crecen se ven como raros seres
tratando de escalar la difícil cuesta”. (p. 50).
Descripción: “Debió tener un estilo románico tardío, varios elementos conservan la
simpleza y elegancia de la geometría basada en el paralelepípedo, el triángulo y el
círculo” (p. 112).
Por citar algunos ejemplos de lenguaje connotativo.
No quiero dejar de lado el humor con el que de vez en vez nos salpica el autor:
“todos comimos tacos de bistec verde, o sea un nopal tierno asado con un poco de
queso y mucha salsa” (p. 25).
“algunos tomamos un poco de “cara pálida, que es el pulque de la región” (p.25).
“Según la toponimia aceptada, el nombre viene de Tlalli-tierra, Manalli- plano o
tranquilo y Co-lugar, lo que se interpreta como “lugar de tierra plana”. De plano, el
lugar no tiene mucho, de tranquilo sí.” (p.57).
“(…) lo poco que queda del río es ahora una cloaca encajonada en muros y losas
de concreto que corre en medio de la avenida que adoptó el nombre de río, con un
caudal considerable pero de vehículos” (p. 92).
En otro orden de ideas, es importante señalar que nuestro autor une el pasado
con el presente de manera magistral, y al recurrir a las crónicas de Bernal Díaz del
Castillo y de Hernán Cortés, nos remonta a la conquista misma, pero con los ojos
de un contemporáneo nuestro:
“Este camino real fue seguramente el que siguieron los españoles, pero ellos
encontraron los magníficos templos y otras construcciones del Tlalmanalco original
que ya no existen. Bernal menciona este lugar cuando describe su salida de
Cholula, dice que los de Guaxocingo (Huejotzingo) le avisaron que había dos
caminos” (p.52). Y así va intercalando sus comentarios personales entre las
palabras de Bernal Díaz del Castillo y Hernán Cortés.
Cabe señalar que hubo momentos en que la crónica A pie por la ruta de Cortés…,
me recordó a la novela histórica, como La guerra y la paz de Tolstoi o Noticias del
Imperio de Fernando del Paso, por ejemplo, donde se recrean sucesos históricos
que no necesariamente son verdaderos pero sí verosímiles, al respecto nos dice el
Dr. Ramírez de Alba:
(…) en algunas partes, como pronto lo advertirá el lector, no se podrá evitar
aventurar y casi inventar algunas cosas, en el supuesto de la información que se
tiene” (p.18).
Contradictoriamente, en casos como éste es cuando surge el espíritu científico del
autor; porque de varias opciones selecciona una de acuerdo a las variables de
posibilidades; como cuando dice que no está escrito que Cortés haya pasado por
determinado lugar –porque además se contrapone con Bernal Díaz del Castillo-;
pero tras varias conjeturas decide transitar por la ruta que considera más
verosímil; ya que de acuerdo a la ley de las probabilidades es la más certera.
No quiero dejar de mencionar que a lo largo de todo el texto se manifiesta a un
caminante erudito –no cabe duda que los viajes ilustran-, conocedor no sólo de los
números primos y del teorema de Pitágoras; sino también de la literatura, el arte,
la religión, la historia –sobre todo de México, que saca a relucir su nacionalismo;
pero más allá de todo, Horacio Ramírez de Alba sabe de la insoportable levedad
ser, como diría Milán Kundera, y, por tal motivo, a lo largo del texto se reconoce en
él a un hombre sabio.
Por todo lo anteriormente dicho, invito a todos los presentes a leer el inolvidable
libro A pie por la ruta de Cortés: del Popocatépetl al Templo Mayor, que además
de permitirnos descubrir al Dr. Horacio Ramírez de Alba como un gran narrador, lo
descubrimos también como un gran atleta de la caminata; pues ha caminado de
Toluca al Santuario de los Remedios en Naucalpan; de Toluca al Santuario del
Señor de Chalma; de Chalma a Cuernavaca; del Camino de Santiago desde
Roncesvalles en los Pirineos a Santiago de Compostela en Galicia, entre otras
largas caminatas que nos motivan a emprender nuestro propio camino.
Para concluir, cito las palabras escritas en el prólogo de El Lazarillo de Tormes, y
que se aplican, como anillo al dedo, al libro que hoy se presenta:
“Yo por bien tengo que cosas tan señaladas y por ventura nunca oídas ni vistas
vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues
podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade y a los que no
ahondaron tanto, los deleite (…) y se huelguen con ello todos los que en ella algún
gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y
adversidades”.
En fin, el libro es una invitación a leer, a escribir y a rehacer caminos: No cabe
duda que en Horacio Ramírez de Alba se cumplen los versos de Antonio
Machado:
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Gracias.
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