sobre las calles aún blancas de Alta, y solo me sonó rara al

Anuncio
sobre las calles aún blancas de Alta, y solo me sonó
rara al principio. A lo lejos emergieron poco a poco
doce huskies saltarines que tiraban de su ama en seis
duplas simétricas, frescos como si apenas llevaran horas, animados por el jaleo en la recta final. El tiro de
perros se quedó sobre la misma línea. La musher de
las mejillas rojas tomó una bolsa llena de croquetas y
las fue repartiendo una por una hasta llegar a la hembra guía, en cabeza del tiro, y luego se arrodilló y la
abrazó con fuerza. Alta despertaba poco a poco hacia
una primavera ansiada, y entre aplausos infinitos no
cabían violines de Vivaldi, pero sí la épica de Vangelis.
Arias había dicho que no conoce otro deporte en el
que se llore más al cruzar la meta.
Dos días antes, Pasvik, Chess, Eder y compañía ladraban en conjunto mi llegada al campamento de Sacristán, en un pinar cercano a Alta. Estaba de buen
humor. Seguía la carrera por internet y hacía sus pronósticos, y me puso al día de sus amigos. Gallardo había quedado cuarto de diez. En mil, a los 700 kilómetros y a buen ritmo, Marçal se había parado en seco:
cosas de la naturaleza, dos perras entraron en celo y
los machos no volvieron a tirar un metro. Y Martínez
ya era último, pero iba con suficientes perros. La comunidad musher le iba premiar por una gesta que
pocos noruegos han logrado: diez carreras completas.
«Es que incluso oí un crac», me dice mi tío, arqueando la espalda, al explicar que se quedó tieso. El primer día, cuando en plena ventisca, al remontar un
vado en el kilómetro 40, se le fue el trineo y su espalda
crujió, Sacristán pensó en dormir, levantarse, meter
todo en la furgoneta y comenzar a conducir tres días
cabreado. Al segundo, los tres creían que aún no podía
siquiera conducir. Al cuarto, ya casi recuperado, pensó
que tenía alrededor nieve, perros y amigos, y que no
había otro lugar en el mundo que aquel.
Un año atrás, allí mismo, Sacristán había dicho que
esa era su última vez. Luego, de regreso, descubrió en
una gasolinera esos clavos para poner a las ruedas y
los compró. Ahora, una vez que los perros estuvieron
en sus jaulas y los bultos listos, me dejaron en el cruce
convenido y tomaron la E6 en sentido sur. Creo que a
veces solo necesitamos un juego de clavos. Mientras
la furgoneta empequeñecía estuve seguro de que Alta
volvería a verlos.
La próxima edición de la carrera Finnmarkslopet,
que tiene lugar en Alta (Noruega) arrancará el 5 de
marzo próximo. Más información en www.finnmarkslopet.no
zazpika 2 7
Descargar