Sobre las generaciones: potencialidades y problemáticas del concepto LAURA NOBOA; FILARDO, V.; AGUIAR, S.; CHOUHY, G.; ROJIDO, E.; SCHINCA, P.; MUÑOZ, C. Documento de Trabajo del DS-FCS Prólogo Este documento constituye un producto parcial del proyecto financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) - Universidad de la República en el año 2005, titulado Usos y apropiaciones de Montevideo desde la perspectiva de las relaciones de edad. Éste tuvo por objetivos generales, 1. Estudiar el uso y la apropiación de los espacios públicos en Montevideo en el 2005 desde la perspectiva de las relaciones de edad; y 2. Conocer desde una mirada diacrónica las diferentes formas de uso y apropiación que se dieron a lo largo de las últimas 5 décadas por las diferentes cohortes de edad que en tanto jóvenes usan (usaron) y viven (vivieron) la ciudad. La estrategia de investigación supuso un abordaje cualitativo, que comprendió técnicas de observación y la realización de grupos de discusión mixtos y controlados por tamos de edad, sexo y nivel económico. En tanto un diseño flexible, siguió una lógica no secuencial orientándose a la interacción dialéctica 1 entre la indagación empírica, el ensayo de marcos analíticos y la reflexión teórica. Enmarcado en este proceso de investigación, el presente Documento de Trabajo constituyó una de las tantas fases de análisis y reflexión interna, así como una instancia de publicación del proceso —en sentido de hacer público— y de intercambio y enriquecimiento académico. Por tanto, no se pretende aquí dar cuenta global del proyecto de investigación, sino tan sólo abordar un punto particular del proceso. En concreto, se focaliza en reflexionar y poner a discusión algunos conceptos centrales presentes en los objetivos del proyecto, a partir del cual se analizó el material empírico producido: ¿cuáles son los lugares de interacción entre generaciones? ¿En cuáles espacios de Montevideo se producen conflictos intergeneracionales, si es que los hay? ¿En cuáles se produce una interacción intergeneracional positiva?, entre otras cuestiones… Por tanto, adoptar como eje la perspectiva de las relaciones de edad en el análisis sobre los usos y apropiaciones de Montevideo invita necesariamente a una reflexión y revisión teórica sobre al menos tres conceptos clave: los conceptos de edad, clases de edad y generación. La problematización del esquema conceptual a partir del cual se abordó esta investigación y que se integran en este documento es, a nuestro juicio, valiosa por sí misma, pudiendo este producto ser leído con autonomía del proyecto en el que se inserta. 2 Introducción “Si fueras tu nieto, y yo fuera mi abuelo, quizás tú contarías mi historia…” J. Drexler (El pianista del gueto de Varsovia) Este documento se orienta a realizar una reflexión sobre el concepto de generación: sus significados, sus usos y el interés de su utilización en los estudios sociológicos. Pretende comprender las potencialidades y limitaciones de su inclusión en un corpus conceptual a la hora de dar cuenta de ciertos procesos y/o fenómenos sociales que el concepto pretende significar, así como su asociación con otros conceptos tales como juventud, tiempo, edad y clases de edad. En especial, al constituirse este documento como un producto parcial del proyecto “Usos de los espacios públicos de Montevideo desde la perspectiva de las relaciones de edad”, el mismo se orienta a realizar una reflexión y crítica necesaria para construir un marco teórico adecuado para el análisis desde la sociología de las relaciones de edad, o siendo más precisos, el análisis de los usos de los espacios públicos desde las relaciones de edad. Un supuesto clave que sostiene este documento es que los conceptos utilizados en todo análisis sociológico orientados a la construcción de su objeto de estudio, debería coexistir con un ejercicio de explicitación y objetivación del carácter y génesis de dichos conceptos, así como del interés depositado en su uso (más aún cuando el concepto utilizado forma parte de nociones clasificatorias del mundo social, aplicadas con frecuencia en la vida cotidiana). La búsqueda y la propuesta se orienta así a estimular un ejercicio de objetivación de las nociones utilizadas, donde no alcanza con ello explicitar una definición de cinco o seis líneas sobre el concepto. En este sentido, compartimos la idea que “la construcción de un objeto científico requiere primero que nada de un corte con el sentido común, esto es, con las representaciones compartidas por todos, ya sean los meros lugares comunes de la existencia cotidiana o las representaciones oficiales, a menudo 3 inscriptas en las instituciones y presentes de ese modo tanto en la objetividad de las organizaciones sociales como en las mentes de sus participantes. Lo preconstruido está en todas partes. El sociólogo está literalmente sitiado por ello, como cualquier otro” (Bourdieu, P.; 2005:327) ¿Pero no sería esta tarea una suerte de metodicismo excesivo, de un desgaste innecesario -dado que los conceptos se limitarían a describir la realidad, evidenciada con datos-, o bien de ambas cosas a la vez? Nuestra postura es, si se quiere, radical: adherimos la afirmación de Bourdieu, “una práctica científica que omite cuestionarse a sí misma, para decirlo con propiedad, no sabe lo que hace” (ídem: 328). Una ausencia de este tipo implicaría que, enmarcada en el castillo de representaciones sociales de la realidad a la cual el cientista pretende objetivar, toma los problemas, conceptos e instrumentos de ese mundo social revelando algo de él –y habitualmente registrándolo como un dato- sin realmente objetivarlo; esto es, “se registra a si misma sin reconocerse a sí misma” (Ídem). Ahora bien, ¿qué características específicas tiene el concepto de generación, que deben tenerse presente en este ejercicio reflexivo? En primer lugar, pretender objetivar una realidad manteniendo en un nivel no-conciente los conceptos e instrumentos utilizados a este fin –sin ser objetivados-, es especialmente recurrente cuando nos armamos de conceptos de uso cotidiano que se erigen como categorías naturalizadas (como edad, tiempo, sexo, categorías de ocupación). Este es también el caso de “generación”, un concepto compartido -utilizado con frecuencia en el lenguaje cotidiano, la literatura, en letras de canciones, a la vez que en diversos estudios sociales: históricos, antropológicos, psicológicos, sociológicos- y, como veremos, al que se le atribuyen varios significados acarreando problemas en análisis científicos que no explicitan su definición. Dentro de este grupo de conceptos compartidos, la noción de generación adopta con otros conceptos como sexo la propiedad de ser nociones clasificatorias utilizadas sin pensar demasiado en ellas por ser categorías de entendimiento socialmente compartidas; esto es, naturalizadas al extremo 4 dentro de lo que sería, siguiendo a Bourdieu (2005), el inmenso depósito de preconstrucciones naturalizadas que es el lenguaje, y donde al ignorarse en todo análisis este carácter de los conceptos como preconstrucciones, pueden llegar a funcionar como instrumentos de construcción (re-construcción) inconcientes. Nada más peligroso para la posibilidad de ser un sujeto de los problemas que se construyen sobre el mundo social, que el no problematizar categorías “que refieren a realidades ‘demasiado reales’ para ser verdad” (ídem: 337)1 Un segundo aspecto que fundamenta el análisis de este concepto radica en su historia y su tratamiento: su presencia remota (presente en la Biblia, la filosofía, evocada desde la antigua Grecia hasta hoy), y su centralidad dada en construcciones descriptivas y explicativas de ciertos fenómenos y movimientos sociales, no se acompaña de un correspondiente debate sociológico sobre el concepto y su utilización. Esta ausencia es especialmente evidente y llamativa en el contexto de actual auge de las sociologías específicas, donde los estudios de las relaciones familiares, de la juventud, de la vejez, forman parte del cuerpo de problemas sociales actualmente legítimos –siguiendo a Bourdieu dignos de ser debatidosy legitimados políticamente, donde ese vacío se despierta cada vez que la palabra es utilizada, usualmente con distintos significados, a modo de concepto comodín en el marco conceptual de estos y otros tipos de estudios. Por último podría mencionarse un tercer aspecto que, a modo de hipótesis, podría incidir en el poco tratamiento dado a este concepto en sociología: el terreno disciplinar. Por un lado, desde largo tiempo la filosofía ha reflexionado sobre las generaciones y su vínculo con las dudas más arquetípicas sobre la finitud de la vida, la muerte, el devenir social, etc., y realizar un cuestionamiento radical de esta noción podría tildarse de un ejercicio filosófico, pre-científico, y 1 Bourdieu realiza esta apreciación con referencia al concepto de profesión, agregando a ello que es resultado de que la categoría capta a la vez una categoría mental y otra social, producidas ambas suplantando u obliterando toda diferencia económica, social, etc. que hacen de “la profesión” un espacio de competencia y de lucha. Razonamiento similar consideramos que puede realizarse en torno a la noción de generación. 5 en el peor de los casos digno de no ser realizado. Por otro lado, el concepto parecería quedar a medio terreno en el marco de un aparente divorcio disciplinar entre sociología y psicología (en particular en su vínculo con temáticas como las relaciones familiares, los procesos de socialización, el inconciente colectivo, construcción de identidades, desarrollo de la personalidad); divorcio bastante llamativo y limitante de la comprensión del mundo social. Por tanto, un análisis de este concepto debería buscar puntos de enriquecimiento con otros marcos explicativos, si es que se comprende la sociología y la psicología como complementarias y con un límite estrictamente analítico y empíricamente artificial en la búsqueda de comprender el mundo social, y a la reflexión, crítica y posturas filosóficas como presentes en todo trabajo, ya sea de modo latente o explícito. Debe quedar claro que no es el objetivo de este trabajo “explicar y cerrar conceptos” sino contribuir al análisis de la complejidad de los mismos aquí expuesta y sus relaciones, de la mano de una advertencia acerca de su uso irreflexivo tanto en la producción de conocimiento científico como de las políticas sociales. Hay por lo menos dos disciplinas más en donde el concepto de generación ocupa un lugar central: la historia (en su intento de dar un marco explicativo al cambio histórico y la periodización), y la teoría literaria (cuando pretende describir la evolución de la cultura letrada a través de la influencia de generaciones de escritores) El presente documento se estructura del siguiente modo: en una primera parte desarrollaremos algunas definiciones y características del concepto; en segundo lugar buscaremos dar cuenta del carácter socialmente construido y variable históricamente de esta noción, buscando comprender sus diferentes significados e intencionalidad en la historia del concepto; en tercer lugar y ligado a lo anterior, presentaremos su vinculación y diferencias con otras nociones como tiempo, edad, clases de edad y juventud. Por último, en cuarto lugar, presentaremos algunas reflexiones finales a modo de conclusión. 6 7 1. GENERACIÓN: UN CONCEPTO POLISÉMICO La noción de generación deviene del latín, generatio, y refiere a la acción de generar, de producir; sin embargo éste no es siempre el significado atribuido. Siguiendo a Felipe Ghiardo (2004) este concepto remite en ocasiones a una acción (generar) en otras a una función (producir), y otras veces pasa a comprender también lo que ellas producen2. Pero aún más, la referencia a la palabra generación en tanto producto, evoca según la instancia distintos significados: en ocasiones se refiere a una cohorte de nacidos en un momento o período dado; otras veces se acerca a describir una relación de filiación, esto es, en tanto genealogía (abuelo, padre, hijo); en otro contexto refiere a una definición relacionada a un hito histórico (la generación del ‘68, la generación de la dictadura); puede orientarse a definir una corriente de pensamiento o corriente literaria; o bien definirse en función de la otra generación en una dialéctica de identificación-diferenciación. De hecho, siguiendo a Cournot, el concepto trae en su génesis la doble significación de la palabra, que encierra a la vez su potencial y su problemática: “en su construcción misma, designa a la vez el movimiento de eso que lleva a la existencia y el producto de este movimiento, la gente, las cosas que componen una generación.” (1988: pII) Esta característica junto con sus diversas definiciones dan cuenta de un concepto vago y situado, donde su significado a la vez que busca remitir al movimiento, propiedad o atributo al cual alude, busca ser comprendido – aunque no siempre lo es- atendiendo al contexto dado en el cual es aludido; esto es, un concepto que con una fuerte dosis de “indexicalidad”. 2 A modo de ejemplo, cuando por generación pretendemos referir a una cohorte de nacidos en un momento dado, no buscamos referirnos al acto creativo de generar vida, sino al producto de este acto. 8 Todos estos aspectos se hacen presentes en los distintos análisis sobre las relaciones familiares, los movimientos sociales, los cambios socio-históricos, las corrientes de pensamiento, análisis de la estructura y movilidad social, entre otros, donde en general la definición aplicada no es cuestionada o problematizada, en ocasiones se omite una definición explícita e incluso la palabra es utilizada con referencia a distintos significados en un mismo documento. Inmediatamente se hace presente la necesidad de solucionar el problema planteado buscando delimitar y definir este “objeto”: ¿qué es entonces una generación? ¿hay alguna definición que debiera privilegiarse ante las demás? ¿podría significar todos estos aspectos a la vez? Si es así, ¿debería explicitarse a cada momento? Algunos autores han buscado salvar estas incógnitas estableciendo un intervalo de tiempo en años que pudiera delimitar con claridad las generaciones –y buscando combinar las distintas definiciones-, y se ha discutido sobre cuál intervalo sería el más pertinente. Autores como F. Mentré (1949) han propuesto intervalos de 30 años desde la perspectiva histórica, que corresponderían a tramos similares desde la perspectiva del tiempo de vida de sus integrantes (donde la existencia “histórica” del hombre comenzaría a los 30 años y terminaría a los 60, y en el cual menos de 30 años y más de 60 años no serían contemporáneos3). Con ello busca a su vez representar una coexistencia de 3 generaciones en tanto genealogía: abuelo, padre, hijo (en Donfut, A: 46). También se han establecido otros cortes para diferenciar una generación de otra. Ortega y Gasset (1956), por su parte, sostenía que una generación no son todos los contemporáneos sino más bien los coetáneos, los de la misma edad, quienes “dramatizan” un destino colectivo común y que son definidos por una zona común de nacidos. Busca diferenciar en ello 5 etapas de la vida/ generaciones en el espacio social (otros hablan de 3, 4 o hasta 10), a partir de 3 En Mentré, ser histórico es asociado a ser contemporáneo, entendiendo por ello, grosso modo, la etapa de la vida en la cual existe una participación activa en la producción social e histórica en un sentido amplio. 9 la división de infancia, adolescencia, madurez y vejez, estableciendo dos etapas en la madurez: una etapa de gestación que iría de los 30 a 45 años y una de gestión que comprende entre 45 y 60 años. Si atendemos al corte en años (sea con referencia a la edad o al tiempo histórico) ¿Cómo operacionalizamos este concepto? ¿Un hombre o mujer de 29 años no sería un contemporáneo? Si en términos históricos cada 30 años comienza una nueva generación ¿en qué año es factible establecer un comienzo 1982, 1984, 1995 o bien con relación a la relación de filiación? ¿Y cómo debería dividirse las generaciones en la actualidad, frente a la prolongación en años del tiempo de vida? Por otra parte, si pretendemos definir una generación en torno a hitos históricos, guerras, crisis económicas, descubrimientos, invenciones, ¿cuál es el criterio de selección de unos hechos históricos y no otros? ¿por qué ’68 o ’73 y no otras fechas con acontecimientos relevantes, y más aún, relevante para quién? ¿Qué motivos llevan a establecer ciertos acontecimientos como “generadores” de generaciones y no otros? A su vez, esto no salva el siguiente problema: ¿quiénes pertenecen a la generación del 73 y cuáles son sus límites? ¿Son todos los contemporáneos de esta época quienes pertenecen a una generación? ¿Son los jóvenes, los adultos, los que tienen entre tal y cual edad? Otro aspecto importante es la asociación del concepto de generación con los ciclos de vida y el envejecimiento. En particular y especialmente cuando cobran mayor peso los hitos históricos en la definición de generación, este concepto parece fusionarse con el de juventud. Pero entonces, ¿existen las generaciones de jóvenes, las generaciones de adultos y las generaciones de viejos? Por ejemplo, ser joven, ¿es lo que define la pertenencia a una generación? Si esto es así juventud y generación se confundirían e incluso podría llegar a ser lo mismo. Si la generación del ’73 en Uruguay son todos quienes eran jóvenes en el año 73’, implica reproducir e incluso dificultar el laberinto: ¿cómo se define un joven del ‘73, quién sería un joven del ‘73 y quién 10 no? Y en términos de la historia del concepto, ¿qué lleva a asociar la generación con la juventud en tanto etapa del ciclo vital? A su vez, explícitas o latentes a esta noción emergen los conceptos de identidad y sentimiento de pertenencia a un colectivo. Para ciertos autores, tales como Mannheim (1928) una generación real supone una toma de conciencia de su situación histórica, relacionándose con lo que también otros autores han desarrollado como la conciencia de pertenencia a un colectivo común en tanto se comparte una situación histórica que estratifica la experiencia. Esta perspectiva, por demás enriquecedora, trae también problemas de operacionalización: ¿cómo se define ese colectivo de pertenencia? ¿es el mismo para todo? ¿Es posible que unos “pertenezcan a una generación” por identificarte y sentirse parte de un colectivo y que este último (el otro) no lo sienta de ese modo? ¿Aún constituye ello una generación? Ahora bien: el debate parece no lograr superarse si se opta por “identificar” grupos o seres, pre-suponiendo una distancia objetiva entre el objeto y el ojo analítico. Tributaria de los conceptos de edad y tiempo, presente desde estudios y escritos de larga data, la noción de generación resulta naturalizada. Hablamos de generaciones como hechos o como cosas, así como hablamos de meses y años dotándolos de una aureola de realidad objetiva. En algunos casos debatimos los límites cronológicos de lo que sería una generación (cada 10 años calendario, cada 30 años calendario, entre 14 y 29 años de edad, entre 65 y 79 años de edad), reforzando la idea de su realidad objetiva. Por ello, consideramos relevante comprender y traer al análisis que la noción de generación (como todo concepto por definición) forma parte del ejercicio de interpretación, clasificación y orden del todo social del cual el investigador forma parte, donde existirán interpretaciones dominantes fruto de un estado de fuerzas en la producción y re-producción de ese orden. La relevancia de tener presente este punto se origina en la búsqueda y la propuesta de realizar un giro epistemológico y comprender relaciones, sea entre los “clasificadores” o de ellos con su historia, en lugar de identificar objetos. Por tanto, junto con reflexionar sobre el concepto en sus caracteres de vago y natural, cabría 11 analizar lo que éste evoca, su “para qué”; y ello en relación con lo que podríamos llamar su situación de uso y el interés depositado en su utilización. Desde esta perspectiva la noción de generación nos habla del devenir y el cambio social, de élites y masa, nos habla de distribución del saber y de poder, de relaciones de dominación en la estructura social, de intereses y negociaciones –concientes o no- en la necesidad social de construcción de un orden. Y, en la búsqueda de desarrollar esta perspectiva, se hace necesario describir su vinculación con conceptos que sustentan su carácter: tiempo, edad, clases de edad (en particular el concepto de juventud) Desde esta perspectiva también, comprendemos con Donfut que una generación tampoco alcanza a definirse en función de un contexto que le da un sentido, sino que no puede comprenderse si no es dentro de un proyecto teórico del cual el concepto saca su significación, variando según los autores, la época y la evolución de las ideas (1988). Las concepciones manejadas hoy en día son bien distintas de las evocadas en el siglo XIX, lo cual nos invita también a buscar la historia del concepto. 12 2. UN POCO DE HISTORIA “ Y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo catorce” (El Santo Evangelio según San Mateo) 2.1 La noción de generación en el Siglo XIX La evocación a la noción de generación, así como su significación, ha variado acorde a los problemas sociales construidos y legitimados como válidos en un tiempo dado. En el siglo XIX, la alusión al concepto estaba estrechamente vinculada a la concepción de la historia, en particular a una búsqueda de tomar la generación como una medida natural de la historia social: el carácter cíclico del devenir que no le dan los números abstractos, agregando la significación profunda de la continuidad humana y la solidaridad más allá de la muerte4. Este propósito no es particular de esta época, y de hecho podría considerarse como un universal: ya estaba presente en los egipcios, la antigua Grecia, en la Biblia, en las sociedades de transmisión oral... Lo particular en el siglo XIX era el marco de una influencia positivista -si bien con variaciones-: el interés por encontrar una objetividad y un método riguroso, “científico”, de la historia frente a su explicación metafísica. En este emprendimiento varios autores pretenden encontrar en la concepción de generación las regularidades y/o leyes fundamentales que rigen los ciclos históricos y el ritmo del progreso, así como 4 Recién luego de la revolución francesa y en general de los movimientos sociales y políticos juveniles de rebelión y oposición (en Alemania, en Italia), resurge el problema (y el concepto) de las generaciones, buscando una llave para comprender los desórdenes políticos que sacuden a Europa. Podría sostenerse que es K. Mannheim uno de los pioneros en este tipo de análisis, acompañándolos, como se verá más adelante, de un desarrollo (reformulación) conceptual profundo de la noción de generación. 13 la evolución del espíritu humano; esto es, encontrar en el concepto de generación un útil metodológico para medir el tiempo histórico-social. Sin duda este “tiempo” medido debe entenderse en términos modernos (ya sea positivo o dialéctico según el autor): continuo, progresivo, evolutivo, donde su medida, las generaciones, se configura como el eje temporizador de la reproducción social que en última instancia es reproducción/ reconfiguración/ superación de un orden social (y en varios de los autores del espítiru humano). Algunos de los autores más salientes que se han referido a la noción de generación en ese siglo fueron Compte, Cournot, o Dilthey, si bien con énfasis diferentes: los énfasis están depositados en la comprensión del progreso continuo en Compte, la intervención del azar en una dialéctica de orden y desorden en Cournot, y la historicidad y la libertad del hombre en tanto ser histórico en Dilthey. Compte entiende la generación como la etapa productiva del hombre (diferenciando la generación “histórica” y la “material”), y establece a treinta años su duración media (tiempo demasiado corto según él para desarrollar el progreso). Su interés era comprender las leyes de la evolución de la sociedad, y el ritmo de renovación de generaciones daría la medida del ritmo del progreso (así como los movimientos de población, su crecimiento y densidad influenciarían en el mejoramiento del espíritu humano). Según él, “la progresión social reposa esencialmente sobre la muerte. El ritmo del progreso está dado por una justa medida entre cambios y permanencias. A un alargamiento excesivo de la duración de la vida, correspondería un enlentecimiento excesivo del progreso; la influencia restrictiva, conservadora, lenta de la vieja generación ejerciéndose por más tiempo. Por otra parte una renovación lenta de generaciones haría triunfar las fuerzas de inercia y de conservadurismo que aparecen con la edad: los hombres envejeciendo se agarran fuerte a sus conquistas y se oponen al cambio. Por el contrario, es la fuerza de innovación de los jóvenes que genera el progreso. Una renovación demasiado rápida en el caso de una duración media de vida demasiado breve, reducida a la mitad o al cuarto no permitiría sin embargo fijar los progresos en un orden asegurando la permanencia. Demasiados cambios llevarían el avance histórico de la sociedad 14 ya que falta tiempo y la intervención de las fuerzas conservadoras de la vejez para depasar las tentativas surgidas, los apercibimientos incompletos y realizar un desarrollo profundo y durable” (referencia pxx). Esta cita ilustra varios supuestos centrales de las ideas compteanas sobre los cuales se apoyaba la potencialidad del concepto de generación como medida de la historia social, o en palabras de Compte, del “ritmo del progreso”: a) el progreso como el equilibrio de “cambios y permanencias” que podrían entenderse como cambios y permanencias de un orden social, b) la centralidad de la coexistencia de las generaciones y en ello de las relaciones intergeneracionales en el establecimiento de ese “ritmo” del progreso5, c) la caracterización de tendencia al cambio / innovación en los jóvenes y de acciones de conservación derivadas del envejecimiento, y d) la centralidad dada a la estructura etaria y variables demográficas (esperanza de vida, tasas de muertes y nacimientos) en esa relación de fuerzas de cambio y permanencia, y en consecuencia, su centralidad en el establecimiento de ese ritmo de progreso. Sobre estos aspectos demográficos sostiene el supuesto que “el progreso social se apoya esencialmente sobre la muerte”, más allá de lo que serían los “impulsos” al cambio y conservación por parte de jóvenes y viejos. En términos metodológicos, de ello deriva su mayor énfasis (interés) en operacionalizar las generaciones en términos cuantitativos. Una sociedad con mayor esperanza de vida sería (por deducción) una sociedad más conservadora donde el progreso sería más lento. ¿Cómo interpretaría hoy en día ese “ritmo del progreso” que busca comprender, en el contexto actual de una prolongación de la duración media de la vida que se acompaña de un proceso de aceleración de los cambios? 5 Una idea clave sobre la centralidad de las generaciones (que a su vez es retomada por numerosos autores entre ellos Durkheim y Simmel), es la tesis que la continuidad social e histórica, y en este sentido cierta inmortalidad o mas bien la subsistencia de la unidad del grupo a pesar de la movilidad, es plausible de realizarse en la medida que las generaciones no se reemplazan de una sola vez, como las mariposas muriendo al dar la vida (metáfora ilustrada por Hume). 15 De hecho, incluye también las migraciones (por ejemplo del campo a la ciudad) como una variable relevante donde mayor migración favorecería el progreso social en la medida que al perder contacto estrecho de las distintas generaciones, la influencia de los ancianos en los jóvenes emigrantes sería menor, habida cuenta de que la influencia de los viejos se desarrollaría principalmente en el seno de la familia (23;). Esta idea será luego retomada por Durkheim en La división social del trabajo), al igual que la influencia del debilitamiento de las estructuras familiares y una suerte de pérdida paulatina de autoridad (ídem). Si Compte enfatiza en la continuidad y el progreso, Cournot en los cambios y la descripción de lo azaroso e irracional en el decurso de la historia, focalizándose en el uso del método histórico por generaciones para analizar el dominio y evolución de las ideas más que la evolución del espíritu humano (s/d). Con la adopción del concepto de generación, pretende encontrar un orden natural oculto de la historia en el caos aparente, identificando los cortes naturales del tiempo, y busca también una estructura temporal de la historia sobre la base de la temporalidad de la vida humana, definiendo un siglo por la duración aproximada -y coexistencia- de tres generaciones (correspondientes a una estructura familiar del siglo XIX) que conformaría un ciclo histórico. En este esquema de análisis, la permanencia de las ideas estaría dada por la transmisión generacional. Por otra parte, Dilthey (1947), en el esfuerzo de restaurar la relación del hombre con su historia, al igual que Compte y Cournot expresa la idea a menudo retomada de una estación de la historia deducida del curso de la vida, distinguiendo la noción de vida humana de aquella de generación: si la generación designa desde un principio un cierto espacio de tiempo es una noción subordinada a aquella de la vida humana y que permite evaluar el tiempo del “interior”. A diferencia de Compte y Cournot, adopta un pensamiento esencialmente crítico que toma apoyo en “la experiencia interior” más que en la cuantificación de los ciclos históricos. Su principal aporte es la significación dada al concepto: 16 la generación designa una relación de contemporaneidad de los individuos, y su acento en los lazos cualitativos que unen los miembros de una generación, idea luego largamente adquirida: los individuos que han vivido de alguna manera al mismo tiempo y reciben las mismas influencias son unidos por lazos más estrechos; ellos forman parte de una misma generación: “la generación forma un círculo bastante estrecho de individuos que a pesar de la diversidad de otros factores (…), son unidos en un todo homogéneo por el hecho de que ellos dependen de los mismos grandes acontecimientos y cambios ocurridos durante su período de receptividad” (1947:43 en, Donfut 1988: 35) A diferencia de los autores ya analizados, Dilthey se aproxima a una noción de generación definida en términos cualitativos, establece en ello lazos estrechos entre historia y personalidad (o historia y psicología), y adopta una definición más restringida al centrarse mayormente en el análisis de generaciones de intelectuales y literarias (en lugar, por ejemplo, de tomar una generación como todos los contemporáneos o como todos los coetáneos). De hecho, ejemplifica su definición con generaciones de estas características, enumerando nombres ilustres no para mencionar que ellos forman parte de una generación sino sosteniendo que ellos son esta generación. Por último, siguiendo una concepción moderna, cada generación ofrece posibilidades de progreso ulteriores, en las fronteras precisas. En suma, en este siglo (XIX) se configuran entonces dos corrientes que Mannheim luego calificará de antagonistas: una aproximación “positivista” a la noción de generación que en su operacionalización reduciría el problema a su aspecto cuantitativo, y una aproximación “romántico-histórica” que renunciando a la medida matemática enfatiza en la existencia de un tiempo interior visto en términos puramente cualitativos. En ambas corrientes una aplicación de la noción de generación como herramienta para comprender y explicar el curso del progreso y las dinámicas de “superación” ya sea en términos macro o restringido al análisis de corrientes literarias y de pensamiento, en términos materiales o espirituales, se enfrenta a dificultades de operacionalización. 17 En términos cuantitativos, la arbitrariedad (al menos en última instancia) aparece tanto para marcar el intervalo en años vividos que se enmarca una generación, el intervalo en años entre una generación y otra –no necesariamente coincidentes con lo primero-, el número y tipologías de ‘clases de edad’ que integran un ciclo de vida (niño, joven, adulto generador, adulto gestor, viejo), y el punto de partida a partir del cual comenzar a contar generaciones (algunos establecen por ejemplo, el descubrimiento de América). Un ejercicio de operacionalización ilustrativo de esta concepción de generación, y de cómo se debatía sobre estos puntos, la realizó Ferrari (1874). Él define un ciclo de historia política por 4 generaciones -en lugar de 3 como mencionaba Cournot- de 31 años y unos meses cada una, que representarían 125 años, y donde la historia sería resultante de la rotación eterna de este ciclo de 125 años. Éste se caracterizaría por una primer generación “preparatoria” – los precursores-, una segunda “explosiva o revolucionaria”, seguida de una “reaccionaria” y luego la intervención de una generación “resolutiva”. A su vez, para definir la duración en años de una generación, se han tomado distintos caminos, como por ejemplo la definición a partir del promedio de las diferencias de edad entre padres e hijos en el curso de un período dado y en un espacio dado (Rümelin, G; 1896; en Donfut; 1988) Por su parte, en la corriente más “romántico-histórica” (al decir de Mannheim) resulta difícil encontrar los criterios de operacionalización de la definición constituida en términos cualitativos, en análisis que adoptan un carácter más bien ensayístico. ¿Cómo se describe esa “experiencia interior” que lleva a identificarse como perteneciente a una generación, o más aún como una generación? ¿Qué características adoptan esos lazos fuertes que describe Dilthey? ¿Metodológicamente alcanza con analizar los escritos de intelectuales o literarios para que el analista los “clasifique” como pertenecientes a una generación, es necesaria la auto-definición de sus miembros, son necesarias ambas cosas a la vez? Por otra parte, el vínculo y diferenciación con otros conceptos no alcanza niveles de profundidad significativas, limitándose a enfatizar según el caso 18 sobre la existencia de una generación de viejos, de infantes, de “maduros”, otras veces una generación de contemporáneos, una generación “activa”, “política”, una generación de intelectuales literarios. Más allá de esto, podrían mencionarse al menos dos legados importantes de la aplicación del método histórico por generaciones: la herencia de este análisis por generaciones retomada en demografía, y el establecimiento en la “agenda teórica” de la noción de generación como vehículo concreto del conocimiento, clave en su desarrollo. Cuándo empieza a distinguirse una generación de la anterior y la siguiente; cómo es factible reconocer una generación con una duración concreta en el infinito devenir de nacimientos y muertes; si puede considerarse uniforme o no una generación social, son cuestionamientos que serán retomados más tarde, y que perdurarán hasta hoy –si bien agregando la distinción entre generación, cohorte y clases de edad. 2.2 El concepto de generación en la primer mitad de siglo XX: El legado de Ortega y Gasset y Kart Mannheim La noción en el pensamiento de Ortega y Gasset A principios del siglo XX, en una Europa de guerras mundiales, Ortega y Gasset propone un enfoque del desarrollo social e histórico desde la perspectiva generacional -con cierta herencia Diltheyana como veremos más adelante-, dándole un giro significativo al concepto: 1) una generación no representa los contemporáneos, materiales o históricos –por ejemplo ‘su vida política activa’- sino que se compone por todos los coetáneos, esto es, pertenecientes a una misma zona de edad –rango-; 2) agrega que una generación también agrupa a una comunidad espacial (demarcando así una limitación en el espacio), y 3) una generación es una comunidad de destino 19 caracterizada por experimentar en su momento histórico su particular drama vital (1956). Este encuadre le permite al autor desarrollar una visión diacrónica con la idea de sucesión de generaciones en el devenir social, explicando los procesos de conservación y cambio. Ser integrante de una generación (coetáneos en un espacio dado) implica encontrarse desde su nacimiento por un lado con lo que Ortega llama “el caos de su circunstancia”, el inabarcable devenir, y, por otro, con “el mundo”: la interpretación que generaciones antecesoras realizaron de su circunstancia a través de mecanismos de selección, clasificación y ponderación de determinados atributos “referentes” -a modo de “anclas” si se quiere- que le dan orientación, sentido y orden a la existencia. Esa necesidad6 desde el nacimiento de tener que lidiar con su circunstancia y a la vez con el mundo interpretado y ordenado heredado de las generaciones anteriores -que a su vez nacieron en una circunstancia distinta-, llevan a la generación a realizar un esfuerzo de re-interpretación que siempre es de reproducción y creación, de afirmación y crítica, de conservación y cambio (1956). Es este pulsar el que determinaría el ritmo de la historia, donde “si toda generación tiene una dimensión en el tiempo histórico, es decir, en la melodía de las generaciones humanas, viene justamente después de tal otra –como la nota de una canción suena según sonase la anterior” (Ídem: 40) Con el concepto de generación, el autor se orienta a marcar lo compartido por los coetáneos y lo distinto entre los seres humanos en tanto seres históricos. Esto es, cómo las diferencias radicales de pensamiento y acción en un momento dado se enmarcan en un drama vital común; cómo un revolucionario y un reaccionario en un tiempo dado tienen más en común que cada uno de ellos con una generación actual. Pero el hombre no es ni su edad, ni su cuerpo, sino su propio drama vital, su trayectoria en la historia. Para Donfut, una contribución del pensamiento de Ortega es la profundización de la idea de generación como “l’union dynamique 6 El autor deja en claro que no es una elección sino su propio drama existencial. 20 entre le sujet e le monde, dans laquelle le philosophe découvre que ‘la réalité radicale e notre vie’, et cette vérité qu’exprime sa formule aphoristique: ‘Je suis moi et ma circonstance, et si je ne la sauve pas, je ne me sauve pas moimême’” (1988; 57) Y en esta realidad, “cada individuo reconoce misteriosamente a los demás de su colectividad, como las hormigas de cada hormiguero se distinguen por una peculiar odoración” (Ortega y Gasset; 1956: 42) Sus ideas, en particular la idea de “mundo” como interpretación de la “circunstancia”, que también describe como “sistema de creencias” podrían tomarse como una aproximación inicial a la noción de habitus que luego desarrollara P. Bourdieu en su teoría de campos. Pero a diferencia de este último Ortega no pone más restricciones en su concepto de generación que un marco temporal, no distinguiendo diferencia de clase social (menos aún los diferentes tipos de capital), pudiendo atribuírsele una suerte de populismo o un ejercicio de igualación de las diferencias objetivas entre los coetáneos. De hecho, este aspecto es criticado luego por varios autores como E. Martín Criado (1998), Gubelqueim (s/d), y otros, por ser un concepto muy abarcativo y/o en función de una crítica al interés depositado en el uso/aplicación de este concepto en el análisis de los movimientos y conflictos sociales en un momento dado. Como veremos luego, M. Criado cuestiona la “sobre representación” de este concepto en el análisis de los conflictos sociales (como conflictos generacionales) dejando de lado las condiciones y conflictos de clase social, considerando la visión orteguiana de conservadora. Por otra parte, así como muchos autores del siglo XIX, Ortega temporiza las generaciones para precisarlas en tanto instrumento de medida de la historia, con cierta intención de “prever” el futuro incierto en un contexto de entreguerras e inseguridad social, cayendo con ello al igual que los otros autores en un arbitrario. Sitúa el comienzo de la era moderna cuando Descartes tenía 30 años (1626) como signo del pensamiento y la razón en la historia (en Cournot; 1988), y cada generación correspondería a cohortes de 15 en 15 años. No obstante, como legado dithleyano aparece un esfuerzo de diferenciar 21 cualitativamente las generaciones, expresada sensiblemente en la metáfora de la hormiga antes aludida. Asociado a ello, el pensamiento de Ortega marca ciertas bases para lo que luego será más desarrollado: la definición de una generación por su relación con ‘la otra’ –por ejemplo, Donfut (1988) señala el movimiento de cómo una generación completa su imagen social en relación con la imagen de la generación anterior. La generación para Kart Mannheim Un corte radical con la tradición de demarcar en años o tramos temporales una generación para encontrar en el concepto la medida natural de la historia social, es realizada por Karl Mannheim. Abordando un análisis del cambio social y en la formulación de una teoría del desarrollo del conocimiento, el autor critica el haber subordinado la realidad de la generación a su existencia en la historia de acuerdo a un ritmo de intervalos regulares, y aborda el problema de las generaciones como central en la comprensión del cambio social. Donfut describe la aproximación al concepto que realizara K. Mannheim en cuatro “estados sucesivos” que va desde “la generación como simple potencial, a la constitución de un conjunto que representa su actualización en ‘generación efectiva’ que produce ‘unidades de generación’ en las cuales existen ‘grupos concretos’. El pasaje de uno al otro está condicionado por procesos sociales, haciendo intervenir el cambio social y las interacciones sociales” (1988: 58)7. Desarrollemos este giro radical en la historia del concepto. En primer lugar, la generación no es para Mannheim el conjunto de contemporáneos, o el de coetáneos. Tener la misma edad o estar ‘incluido’ en un conjunto de personas de acuerdo a un tramo de edad concreto no implica la pertenencia a una generación ni el compartir cierta identidad común, sino que 7 Traducción propia. 22 éste es un hecho puramente demográfico. Lo que sí define esta condición es una “posición social de generación” en tanto una posición en el proceso histórico (similar a una posición de clase). Aún más, el autor sostiene que al igual que un análisis de clase, no puede ignorarse la estructura social en un análisis de las generaciones8. Tener una determinada posición social de generación, al igual que una determinada posición social de clase, implica un acceso restringido y diferenciado a las producciones culturales de la sociedad, que en el caso de la generación implica el desarrollo de modelos de experiencias y de pensamiento condicionados por su posición en el desarrollo histórico, determinando así las conductas. Implica entonces, un “nuevo acceso” a la cultura y una particular estratificación de la experiencia. En segundo lugar, y ligado a ello, para Mannheim una generación se hace efectiva en la medida que se crean lazos entre los miembros que comparten una misma situación de generación, que serían consecuencia de la ocurrencia de cambios sociales, esto es, de una exposición común a los síntomas sociales e intelectuales de un proceso dinámico de desestabilización. En una dinámica de memorias y olvidos existente en el nacimiento, sucesión y desaparición de generaciones potenciales en el desarrollo histórico9, los procesos de cambio social y cultural acelerados propician una toma de conciencia histórica y situacional, en un proceso similar al que pudiera desarrollarse cuando nos referimos a una toma de conciencia de clase. Siguiendo al autor, en estos contextos, la necesidad de cambios rápidos en las actitudes y esquemas interpretativos rompe el proceso de transmisión cultural, crea un vacío generacional y lleva a las unidades generacionales a formar un nuevo “estilo” generacional distinto al de los miembros mayores de la sociedad. Por último, en una generación efectiva existen a su vez “unidades de generación” diferenciadas y antagonistas que reaccionan de modo distinto a las mismas condiciones históricas, y que implican procesos integradores y de 8 9 La influencia marxista es clara en este autor. La experiencia pasada sólo es pertinente si ella es incorporada al presente. 23 socialización a través del desarrollo de acciones e ideologías surgidas a partir de grupos concretos10; configurando así el esquema que aplica al analizar los movimientos y expresiones juveniles en la Europa de entreguerras. Las tensiones entre generaciones “se resuelven en compensaciones recíprocas entre visiones diferentes en una dialéctica de generaciones. El shock de los problemas de los más jóvenes sobre los más mayores es tanto más fuerte cuanto se acrecienta el dinamismo de una sociedad. Sin embargo, una sociedad dinámica tiende a crecer la receptividad de los viejos con respecto a los jóvenes. Mannheim subraya aquí la capacidad de elasticidad de espíritu susceptible de ser adquirida por la experiencia: en ciertos dominios los mayores hacen prueba de una mayor adaptabilidad que las generaciones intermediarias que no están todavía dispuestas a renunciar a su visión originaria del mundo formado en el curso de su juventud”.(Donfut; 1988: 61-62. Traducción propia) El aporte de Mannheim al concepto de generación supuso un salto cualitativo en su desarrollo. Marcó una ruptura con la búsqueda de un método histórico por generaciones, dotando a esta noción de una impronta más sociológica y centrándola en el análisis del cambio social y la sociología del conocimiento. Marcó también una diferencia con la perspectiva orteguiana, en un esfuerzo por superar los análisis que articulan fenómenos biológicos (nacimientos) con cambios culturales estructurales a los que se les aplica un tratamiento cuantificador. Guiado por la concepción de clase de Marx, aplica un esquema de análisis que, tal como fue descrito, diferencia entre posición de generación, la generación efectiva que se produce en contextos de cambios sociales (toma de conciencia histórica y situacional), y unidades de generación expresadas a través de grupos concretos. De hecho, una novedad en el uso del término y ruptura con las definiciones precedentes incluso la de Ortega, es el reconocimiento en la teoría de Mannheim de la posibilidad de “cruce” de los límites generacionales en términos etarios: del mismo modo que Marx 10 Esta idea podría considerarse similar pero más acabada de la afirmación orteguiana de la pertenencia a una misma generación por parte del revolucionario y el reaccionario, pero 24 reconoce los posibles límites en líneas de separación entre las clases (donde por ejemplo intelectuales burgueses se alinean y contribuyen al desarrollo de la ideología de clase proletaria), es posible que las personas mayores marginales de su propia generación actúen como precursoras de un nuevo estilo generacional. Sin lugar a dudas este giro en la definición de generación marcará diferencias en su articulación con otros conceptos asociados como edad y clases de edad (niñez, juventud, adultez, vejez, etc) Por su parte, en el estado de desarrollo del concepto a esa fecha, es claro que la producción y repercusión que tuvo su pensamiento responde también a las necesidades y problemáticas construidas en su época de entreguerras: abandonado quedó el término en ciencias históricas que privilegiarán ahora la datación por períodos en lugar de generaciones, y la comprensión en función de aspectos económicos y tecnológicos antes que de vida humana. De hecho, luego de su desarrollo en los años ’30, la reflexión sobre la noción de generación sufrió un impasse hasta resurgir a partir de los ’50 desde la antropología y en menor medida la sociología, pero con un enfoque distinto al que tradicionalmente se venía desarrollando. El abandono del concepto por parte de las ciencias históricas contribuyó a la pérdida de vigencia de los autores del siglo XIX que a ello se orientaron. En adelante el concepto guardará vinculación con el análisis de la organización social y su relación con las clases de edad. A su vez, el desarrollo de los movimientos juveniles, la puesta en agenda de la “problemática juvenil” que ya estaba presente en época de entre-guerras pero que estallará en los años ’60 en tanto proceso de autonomización y diferenciación socio-cultural con el ‘mundo adulto’, cobra relevancia la noción de juventud como realidad y/o problema sociológico, aumentando el vínculo entre estos dos conceptos, y en ello, la problemática de las relaciones intergeneracionales desde una perspectiva sincrónica. Pero sin lugar a dudas tanto Mannheim como Ortega y Gasset orientaron más su uso hacia un análisis del cambio social y la organización social de las adoptando ahora una definición más restringida del concepto e incluso con una intencionalidad teórica distinta. 25 edades. No sólo sus contribuciones al concepto marcaron un corte con el método histórico por generaciones, sino que, conjunto al desarrollo del concepto de juventud y luego clases de edad, en la segunda mitad del siglo XX el uso del concepto de generación se desarrolla y profundiza en: 1) la comprensión de la organización social de las edades como análisis necesario pero no suficiente de la comprensión de la estructura y organización social, 2) la estrecha vinculación con el proceso de envejecimiento y de reproducción social, 3) vinculado a los puntos anteriores, en análisis sobre las relaciones familiares y la educación, los movimientos sociales, los cambios sociohistóricos, las corrientes de pensamiento, de la estructura y movilidad social, y 4) como ya hemos mencionado, su fuerte asociación con el concepto juventud en las producciones sociológicas y debates teóricos desde una sociología de las relaciones de edad o una sociología de la juventud. 26 3. GENERACIÓN, CLASE DE EDAD Y JUVENTUD Al menos desde la segunda mitad del siglo XX, el análisis sobre la juventud y las clases de edad está en la agenda de investigación en ciencias sociales11. En un nivel empírico se destacan los estudios de corte culturalista, encuestas de juventud sobre percepciones y opiniones de diverso tipo, la juventud y los jóvenes como agente de cambio social (y más ampliamente los movimientos juveniles), los procesos de transición a la vida adulta, los abordajes que vinculan juventud y trabajo, juventud y educación, entre otros. Por su parte, a nivel teórico, se plantean y confrontan distintas perspectivas sobre qué es la juventud (una condición “natural” o una construcción social, existe una juventud o múltiples juventudes), cómo se vincula con los conceptos de edad (o edades), clases de edad, generación, tiempo, y cómo se enmarca ello en procesos más macro (de dominación social, de cambio social e histórico, de desarrollo, etc.), desde la convicción que “juventud” es un concepto de alto grado de complejidad12. Estas reflexiones teóricas son desarrolladas con mayor o menor nivel de profundidad por Bourdieu, Margulis y Urresti, Martín Criado, Trasher, Filardo y Muñoz, Filardo et al, entre otros, buscando configurar un cuerpo conceptual analítico sólido para analizar la(s) juventd(es) y las relaciones de edad, así como integrar este eje de análisis en perspectivas más macro de aprehensión de lo social. En los esquemas teórico-conceptuales desarrollados en torno a la noción de juventud en general se alude también al concepto de generación, con frecuencia pasando por alto las reflexiones ya desarrolladas sobre el concepto hasta la primera mitad de SXX. Así, el carácter indexical, vago y no problematizado de la/s definición/es de generación se presentan también en los análisis de juventud: el concepto de generación se encuentra en muchos 11 Estudios de juventud ya se hacían presentes en la primera mitad del siglo, principalmente desde la escuela de Chicago en los análisis de las pandillas, y desde Mannheim y otros en el eje juventud – movimientos sociales y políticos en un período de guerras mundiales y revoluciones. No obstante, como ya mencionamos, cobra centralidad o bien se “masifica” y “diversifica” en la segunda mitad del siglo. 12 El desarrollo en estos dos niveles (empírico y teórico) no siempre se encuentran: en ocasiones se confronta una concepción esencialista de juventud y un uso a-problemático del término en análisis empíricos (principalmente cuantitativos pero no solo), mientras a nivel teórico este uso es precisamente problematizado y cuestionado. 27 estudios de juventud definiéndose según tramos de edad, coexistiendo con la definición según vínculos de parentesco, agregando características definitorias de pertenencia a un mundo joven o un mundo adulto (maternidad, independencia económica, etc), y la definición según movimientos sociales, políticos y/o culturales juveniles (la generación de la revolución, la de la dictadura, la “postmoderna”). A su vez, su fuerte asociación con los conceptos de tiempo, edad y clases de edad, en especial juventud, agrega complejidad al vincularse el concepto de generación con nociones también complejas y naturalizadas. De hecho, en el vínculo de la noción de generación con los conceptos de edad, clases de edad, juventud, surgen inmediatamente los cuestionamientos: si el criterio para definir una generación es la edad –o bien un tramo de edad- y también lo es la juventud, la adultez o la vejez, entonces juventud –como adultez o vejez- y generación podrían significar lo mismo. Por otra parte, si con el concepto de generación pretendemos englobar una definición según tramos de edad pero que a su vez incluya y dé cuenta de relaciones de filiación, ello obligaría por un lado a variar históricamente los tramos de edad promedio de padres y abuelos según los comportamientos demográficos, y por otro a no perder de vista las diferencias culturales y de clase social en sus actitudes hacia la maternidad/paternidad, etc. Tercero, un análisis del concepto de generación no puede obviar de ningún modo aquellos del envejecimiento y de la herencia, y esto en dos sentidos: la herencia –siguiendo a Ortega y Gassetdel mundo ordenado re-presentado por sus antecesores en una dialéctica de reproducción / creación, y la herencia de filiación, si se quiere, de las “posiciones” en el espacio social principalmente de clase, propios de un análisis de la estructura y movilidad social. En ello la referencia a la generación se orientaría al modo como los nuevos miembros de una sociedad van ocupando lugares y reproduciendo las estructuras sociales, en tanto estructuras de dominación, de acuerdo con unas leyes de envejecimiento dadas. Entre el cuantioso material producido sobre juventud, edad y clases de edad (que es mucho), analizaremos en este apartado algunos de aquellos que se orientan a proponer/desarrollar una perspectiva teórica y que han incorporado en sus esquemas de análisis el concepto de generación. Realizaremos una reflexión sobre el uso del concepto de generación, en particular en el 28 pensamiento de Bourdieu, Margulis y Urresti y M. Criado en tanto teóricos referentes en materia de juventud y que a su vez han incluido si bien con distinta intensidad, la noción de generación en sus reflexiones. ¿Por qué es relevante ahondar en estas cuestiones? Primero, la reflexión sobre la noción de juventud ha alcanzado un alto nivel de desarrollo, así como también el análisis de su articulación con los conceptos de edad (biológica, social, cronológica, subjetiva, etc.) y clase de edad (desde un enfoque de la organización social de las edades). Pero consideramos que esta profundidad de análisis no alcanza niveles similares en el caso del concepto de generación, y no se cuestiona de un modo sólido las potencialidades y limitaciones de la inclusión/ no inclusión de la noción de generación en un corpus conceptual dado. Segundo, como ya vimos, el concepto de generación es de un altísimo grado de complejidad por su uso cotidiano, “naturalizado”, su multiplicidad de significados, por la historia de su “uso” en ciencia social y filosofía, por su estrecha relación en general con la interpretación de los procesos de desarrollo, reproducción y cambio social, y su vinculación con la edad y clases de edad. Tercero, consideramos que en los importantes aportes de Bourdieu, M. Criado y Margulis y Urresti a la problematización de los conceptos de juventud, edad y clases de edad, el concepto de generación es tratado con mayor o menor intensidad como “natural” y no problematizado en el esquema conceptual, debilitando el marco teórico desarrollado. Por último dos aspectos deben clarificarse antes de continuar con el análisis. Por un lado, el lector no encontrará en este ensayo un desarrollo amplio de las posturas de Bourdieu, Margulis y Urresti o Martín Criado, sino aquello que nos permitirá problematizar y reflexionar sobre el uso del concepto de generación en esquemas conceptuales vinculados al análisis de la/s juventud/es y las clases de edad, advirtiendo nuevamente el problema del uso irreflexivo del concepto de generación en la producción de conocimiento científico (con sus posibles consecuencias las políticas sociales). Por otro lado, si bien nos centraremos en estos puntos en este apartado, es importante recordar que el uso del concepto de generación (si bien no su problematización) se encuentra en la amplia diversificación de producción científica y desde campos disciplinares distintos. A modo de ejemplo, en el 29 debate sobre el desarrollo de las sociedades latinoamericanas, el hecho que desde la teoría de la modernización se proponga, hoy en día, una interpretación generacional del cambio con un fuerte contenido cultural implica un redireccionamiento de lo que sería el actor de cambio hacia nuevas generaciones que nazcan y crezcan en sociedades con valores postmaterialistas (Inglehart; 1999) independientemente de las desigualdades de clase que pudieran existir en esta cohorte de nacidos y los procesos de reproducción de esas desigualdades; pudiéndose percibir una fuerte impronta orteguiana en el análisis. 3.1 La generación en Margulis y Urresti, Bourdieu, y Martín Criado Margulis y Urresti desarrollan el concepto de generación en su artículo “La juventud es más que una palabra” (1998). Sostienen que “la generación remite a la historia, da cuenta del momento social en que una cohorte se incorpora a la sociedad. Ello define características del proceso de socialización, e incorpora a la misma los códigos culturales que imperan en una época dada y con ellos el plano político, tecnológico y artístico, etc. Ser integrante de una generación implica haber nacido y crecido en un determinado período histórico, con su particular configuración política, sensibilidad y conflictos” (Margulis y Urresti;1998: 7). En la historia del concepto su definición no es nueva y sigue la línea de Ortega y Gasset: se mantiene una definición de generación en términos amplios, a una cohorte de nacidos en un momento dado sin restricciones espaciales y/o de clase social. Define así por generación lo que para Mannheim sería una “situación de generación” en términos de estratificación de la experiencia13. En segundo lugar, en esta definición de generación de los autores aparece una referencia a configuraciones particulares, códigos culturales específicos que distinguirían una generación de otra, donde la presencia del cambio en la definición de generación pareciera reducirse al cambio cultural (y que 13 Recordemos que para Mannheim el haber nacido en un año o período dado no define per se una generación, sino que representa una “situación de generación”: así como clase social estratifica la experiencia, esta última está también estratificada por el momento histórico de existencia. Grosso modo, la generación efectiva en Mannheim se vincula con cierto ejercicio de “toma de conciencia histórica” (así como la toma de conciencia de clase social en Marx). 30 aparecería con mayor o menor relevancia para definir una generación según el texto o fragmento de texto desarrollado por los autores en este artículo). En tercer lugar, y lo que podría mencionarse como una potencialidad del uso del concepto en su análisis, es el énfasis puesto por lo que éste “alude” o remite, a diferencia del concepto de “cohorte” por ejemplo. Así, mencionar en un análisis “la generación X” o “la generación del ‘73” (o bien siguiendo estrictamente su definición, la generación en cualquier momento en el devenir que se distinga por códigos culturales específicos), busca traer al análisis la situación socio-histórica y cultural de referencia de toda una cohorte de nacidos. Ello se diferenciaría del uso de la noción de cohorte, por ejemplo en un estudio que remitiera a la “cohorte ‘92” de estudiantes para estudiar su desempeño o deserción, donde podría no tenerse el interés de aludir a su contexto histórico de socialización y crecimiento. Pero la centralidad del concepto en Margulis y Urresti es ubicada en sus estudios de juventud y culturas juveniles, como parte de la definición que realizaran de juventud. Específicamente, es traída al esquema conceptual para fundamentar cómo “la juventud es más que una palabra”, dar cuenta de los aspectos “culturales” de esta última, y asociarse con lo que tímidamente se menciona como una “edad procesada por la historia”. Así, en este artículo la juventud es definida como una condición constituida por la cultura y con una base material biológica, donde “de la edad como categoría estadística procesada o vinculada con la biología pasamos a la edad procesada por la historia y la cultura: el tema de las generaciones” (1998:18). En tanto generación alude a la época en que cada individuo se socializa, a la que asocian “los cambios culturales acelerados que caracterizan nuestro tiempo”, cada generación -según los autores- puede considerarse hasta cierto punto como perteneciente a una cultura diferente en la medida que incorpora en su socialización nuevos códigos, destrezas, lenguajes, modos de percibir y actuar. Aún más, “al coexistir en el interior de un mismo grupo social –por ejemplo, una familia- las diferencias generacionales se expresan, frecuentemente, bajo la forma de dificultades y ruidos que alteran la comunicación y a veces constituyen abismos de desencuentro, que en gran parte tienen que ver con que no se comparten los códigos” (ídem). 31 En suma, la generación para estos autores refiere a 1) toda una cohorte de nacidos y socializados, 2) en un contexto histórico específico, 3) que por añadidura comparten ciertos códigos culturales y maneras de percibir y actuar específicos en tiempos de cambio acelerados, los cuales 4) pueden llevar a sostener que una generación es una cultura distinta (agregándose el problema de qué entienden por cultura), 5) que fundamentan las diferencias generacionales, y 6) en contraposición a la idea bourdieuana que “la juventud no es más que una palabra”, dan cuenta –junto con otros aspectos como la moratoria vital- cómo la juventud más que una palabra es una condición objetiva: “ser joven (…) no depende sólo de la edad como característica biológica, como condición del cuerpo. Tampoco depende solamente del sector social a que pertenece, con la consiguiente posibilidad de acceder de manera diferencial a una moratoria, a una condición de privilegio. Hay que considerar también el hecho generacional: la circunstancia cultural que emana de ser socializado con códigos diferentes, de incorporar nuevos modos de percibir y apreciar, de ser competentes en nuevos hábitos y destrezas, elementos que distancian a los recién llegados del mundo de las generaciones más antiguas” (ídem: 19). Y en ello, pretendiendo aludir a Bourdieu, critican a “quienes restringen la condición de juventud a los sectores medios y altos al centrar su definición exclusivamente en los elementos característicos de la moratoria social (…), oscureciendo u olvidando la fase fáctica (energía, moratoria vital, inserción institucional y también todo lo ya mencionado sobre el tema generacional), comunes a todas las clases” (ídem: 21) Por último, agregan que “ser integrante de una generación distinta –por ejemplo una generación más joven- significa diferencias en el plano de la memoria [donde]…cada generación se presenta nueva al campo de lo vivido, poseedora de sus propios impulsos (…) generalmente escéptica acerca de los mayores, cuya sensibilidad y sistemas de apreciación tiende a subestimar”; estableciendo ciertos “principios actitudinales comunes” que terminarían de definir una generación, en particular una generación “joven”. La aplicación de una definición de generación amplia en este esquema conceptual, y su relación con la edad biológica y la edad social es al menos ambigua, confundiéndose -a nuestro juicio- “clases de edad” (en particular juventud) con lo que serían los procesos de envejecimiento, y cayendo en 32 ocasiones en razonamientos tautológicos: ¿una juventud que es definida –entre otros- por ser parte de una generación por tener códigos culturales y modos de pensar específicos, donde a su vez la juventud se caracterizaría por pertenecer a “la generación más joven”? Al menos no queda clara la relación entre estos dos conceptos y cuál es el principio explicativo. A su vez, ciertas afirmaciones como la caracterización de las generaciones más jóvenes por una actitud escéptica frente a los mayores a los cuales tiende a subestimar parecería caer en una suerte de escencialismo y ahistoricismo en lo que a las relaciones intergeneracionales se refiere (y por tanto, a la caracterización de una generación y su definición misma). Por otra parte, la amplitud de una definición de generación que exacerba aspectos culturales comunes más allá de las condiciones de clase o marcos espaciales concretos, es un aspecto que pareciera ser difícil de sostener frente a las críticas ya desarrolladas antes por Mannheim y retomadas al menos por P. Bourdieu y Martín Criado. En un ejemplo extremo, ¿Qué tienen en común en términos generacionales –siguiendo la definición de Margulis y Urresti- una mapuche de 24 años de Arica con un joven empresario en una empresa de telecomunicaciones en Berlín? ¿Qué códigos culturales específicos distintos a los de otra generación comparten? ¿Qué implica entonces compartir el mismo contexto histórico? La historia se inscribe en los cuerpos de un modo distinto (por espacio –lugar-, por clase). Por su parte, ¿Cuáles serían esos códigos específicos que definen una generación? Respecto a este último cuestionamiento lo que se encuentra en los autores es una tendencia a la definición por la diferencia intergeneracional: los códigos específicos –mejor dicho, sus diferencias- se verían reflejadas en las relaciones intergeneracionales en los problemas de comunicación y entendimiento. En este sentido ¿no sería más apropiado sostener y desarrollar la afirmación que una generación “termina de completar” su imagen en comparación (oposición) con su antecesora -y predecesora- en una dinámica de diferenciaciónidentificación? Por último, a diferencia de otros autores, el análisis de relaciones entre generaciones no va más allá de diferenciar culturalmente modos de percepción y códigos distintos, sin profundizar en un análisis de los sistemas de dominación en la organización social de las edades, así como tampoco desarrolla que esa cohorte que nace y se socializa en un tiempo histórico-social específico se socializa porque es socializado; esto es, en 33 relación con un otro mayor en el macro-movimiento de re-producción de estructuras sociales y transmisión de saberes en un sentido amplio, tal como se desarrolla desde la sociología de la educación y la sociología del conocimiento. Estas reflexiones pretenden ilustrar cómo la noción de generación es resignificada en los nuevos contextos y problemas sociológicos de la segunda mitad de siglo XX, apareciendo con frecuencia junto con ciertos problemas específicos en los cuales ha existido un desarrollo conceptual (tal es el caso de los conceptos de edad y clases de edad), pero no acompañándose de una reflexión en el uso de este concepto en sí, ni retomando autores previos que sí han problematizado esta noción. De este modo, más que una reflexión profunda de su inclusión en un esquema conceptual como el de Margulis y Urresti, la noción de generación pareciera tomar ese carácter de “concepto comodín”, dejando menos respuestas que incógnitas y dificultando así su articulación con el concepto de juventud en un cuerpo analítico sólido. Sin duda, y como ya se ha mencionado, un aporte interesante en los planteos de estos autores –así como de otros anteriores- es la búsqueda por aludir con el concepto de generación al contexto socio-histórico y cultural de época de nacimiento y crecimiento, aspectos que llevan a la estrecha vinculación que tienen los conceptos de generación y juventud, y, en términos generales, la articulación del concepto de generación con los conceptos de edad y clases de edad. A diferencia de Margulis y Urresti, Bourdieu se acerca más a la línea de Mannheim al plantear una definición más restringida, aplicando la noción de generación desde su teoría de campos. El concepto de generación se localiza y se enfatiza en su carácter relacional y construido: se define en relación con los cambios estructurales ocurridos en la historia de cada campo particular (económico, académico, cultural, escolar, social, deportivo, etc.), y las leyes específicas de envejecimiento en función del capital valorizado en él y los intereses en juego. Siguiendo al autor, para saber cómo se definen las generaciones hay que conocer las leyes específicas de funcionamiento del campo, las apuestas de la lucha y cuáles son las divisiones que crea esta lucha (la “nueva ola”, la “nueva novela”, los “nuevos filósofos”, los “nuevos 34 magistrados”...) (1990) A su vez, en una obra posterior, sostiene que “...no es posible separar en una población unas generaciones (por oposición a unas simples clases de edad arbitrarias) si no es sobre la base de un conocimiento de la historia específica del campo en cuestión: en efecto, únicamente los cambios estructurales poseen el poder de determinar la producción de generaciones diferentes, al transformar los modos de generación y al determinar la organización de las biografías individuales y la agregación de esas biografías en clases de biografías orquestadas y sometidas a un ritmo según el mismo tiempo.” (Bourdieu, P.; 1998: 465) En este esquema el concepto de generación no se liga explícitamente a la definición de una clase de edad (como juventud) como lo es para Margulis y Urresti. Sí se asocia, desde una perspectiva sincrónica al tiempo diferencial de permanencia en un campo específico (antecesores, recién llegados), pero va más allá de ello: en la historia del campo, los cambios estructurales configurarían los criterios de diferenciación generacional en la medida que una generación se define y diferencia de su antecesora por sus diferencias en el “modo como fue generada” (acudiendo aquí a la acción de generar) marcando en este sentido una distancia “estructural” entre antecesores y recién llegados en tanto “grupos sociales”. En un ejemplo, el autor expresa cómo “…las aspiraciones de las generaciones sucesivas, de los padres y los hijos, se constituyen en relación con los diferentes estados de la estructura de distribución de los bienes y posibilidades de tener acceso a los diversos bienes: lo que para los padres era un privilegio extraordinario (por ejemplo, cuando ellos tenían 20 años, sólo una de cada mil personas de su edad y medio tenían auto) se ha vuelto común, estadísticamente” (1990:170). Estos cambios, así como el ejemplo de los cambios producidos en el mercado de títulos profesionales (inflación y devaluación) que supone cambios en los modos de producción y sistemas de aspiraciones de “los recién llegados” frente a los de sus antecesores, marcan y definen las generaciones en un campo dado, “clases de biografías”, “diferentes experiencias estratificadas”. En su esquema, es clara la importancia dada a la relación entre los cambios estructurales y las generaciones, la restricción del concepto a campos específicos, su posible articulación analítica con la clase social, y aún la plausiblilidad de analizar cuantitativa y cualitativamente estos cambios. No 35 obstante, en ocasiones el uso del concepto no deja claro cuáles son sus criterios de definición, si las generaciones se “marcan” por un cambio estructural o son “necesariamente” relaciones de filiación ¿por qué las diferencias de aspiraciones deberían darse entre padres e hijos? A su vez agrega que “…muchos de los conflictos entre generaciones son conflictos entre sistemas de aspiraciones constituidos en edades diferentes. Lo que para la generación 1 fue una conquista de toda la vida, la generación 2 lo recibe al nacer, de inmediato. Este desfasamiento es particularmente pronunciado entre las clases en decadencia” (ídem) En este sentido, y siguiendo el hilo de análisis planteado antes, si las generaciones se definen precisamente por un cambio en los modos de producción de “grupos sociales” –tal como interpreta también Martín Criado- en un campo dado ¿sería correcto mencionar que “muchos” conflictos intergeneracionales son conflictos entre sistemas de aspiraciones? ¿Cuáles serían los conflictos intergeneracionales que no son conflictos de sistemas de aspiraciones? ¿No son precisamente estos cambios estructurales, manifiestos en cambios en los sistemas de aspiraciones, los que definen una generación? ¿Existe entonces otros modos de “manifestación” de los cambios estructurales? ¿Cuáles serían y cómo se analizarían? A ello se agrega otro aspecto que no es menor: del pensamiento de Bourdieu se manifiesta que los cambios estructurales se hacen cuerpo en cierta “edad”, aspecto que sin duda se vinculará con el concepto de habitus. Pero ¿en qué “edad” se constituyen los sistemas de aspiraciones? ¿Hay una edad en la cual entonces se marcaría una generación? Es cierto que este punto podría tratarse desde la teoría de la socialización, también planteada por Inglehart al proponer un análisis del desarrollo y cambio social –cultural- en términos generacionales (si bien desde una perspectiva orteguiana), que señala la socialización primaria y el período de “crecimiento” como central en la configuración y “solidificación” de los esquemas de percepción y acción de los individuos. No obstante, al menos en este texto de Bourdieu y para nuestro análisis, este tema no alcanza un alto nivel de desarrollo, habida cuenta que estas incógnitas vinculan la articulación del concepto de generación con los de edad y clases de edad. Pero ya que, al igual que en Margulis y Urresti, el concepto es aplicado y desarrollado en el análisis de la/s juventud/es, de la organización social de las edades, el carácter 36 histórico y contextuado de las clases de edad -juventud, vejez, etc.-, y el análisis de la reproducción de un orden social que es un orden de dominación también etaria y/o generacional, es necesario analizar más en profundidad cómo propone su articulación del concepto con este esquema conceptual. Siguiendo a Bourdieu, existe en cada campo un tiempo/ edad social para ser y actuar que es objeto de lucha: una edad para aprender y una para enseñar, una para gobernar, una edad para ser “irresponsable”, un tiempo para esperar la sucesión. Ese tiempo se configura como división y justificación de la repartición de los poderes, conflictivo y consensuado en un contexto espaciotemporal determinado que da cuerpo a las “clases de edad”: niño, joven, viejo, adulto. Desde esta perspectiva, la juventud (así como la vejez) “no es más que una palabra”: antes que una condición es una construcción social producto y objeto de la lucha entre jóvenes y viejos por la distribución de poderes en una estructura de dominación dada que también es etaria, donde joven y viejo refiere aquí estrictamente a los “recién llegados” y “antecesores”. Existe una relación de dominación del antecesor sobre el recién llegado, donde el último buscará hacerse un lugar mediante estrategias de subversión del orden establecido (mandando a los viejos a la vejez y pretendiendo ocupar su lugar) y/o de sucesión (aceptando el orden, acomodándose e incorporando el discurso del viejo). Por su parte el antecesor adoptará en general estrategias de conservación del orden donde ellos sí tienen un lugar que es hegemónico, manteniendo a los jóvenes en la juventud. Pero en esta dinámica, se plantea la duda de si generación y clase de edad (entre ellas “juventud”) es lo mismo, ya que el autor menciona: “cuando digo jóvenes/ viejos entiendo la relación en su forma más vacía. Siempre se es joven o viejo para alguien. Por ello las divisiones en clases definidas por la edad, es decir, en generaciones, son de lo más variables y son objeto de manipulaciones” (1990; 164). Esta afirmación no es luego desarrollada como tampoco es explicitada la diferenciación entre clases de edad y generación, pudiendo pensarse que la noción de generación no parece ser incorporada de forma sólida y clara en su esquema conceptual, agregándose ahora la duda 37 ¿es lo mismo “la juventud” y “la generación joven” o “la nueva generación” – como la “nueva ola”- en un campo dado? Por último, Martín Criado, en su tesis titulada “Producir la juventud” (1998) busca demostrar que la juventud no es un grupo social, dando cuenta de la existencia de diversas juventudes a través del análisis de los discursos y estrategias en los ámbitos escolar y laboral. Su esquema conceptual con una impronta fuertemente bourdieuana busca articular los conceptos de clase social, clases de edad y generación (este último término basándose también en Mannheim). Busca analizar “la producción de la juventud” desde su esquema conceptual, en el que entiende la estructura social como posiciones en el espacio social donde la producción de los sujetos se vincula con la problemática de la reproducción de los grupos sociales y es resultado de enfrentamientos (conflictos y consensos) desde distintas posiciones en el espacio social. En este emprendimiento, el autor plantea la confusión frecuente entre generaciones y clases de edad -dos conceptos centrales que aparecen cuando se habla de juventud- buscando aclarar estos conceptos. Se propone clarificar sus diferencias marcando un camino para su operacionalización en un análisis empírico de la organización social de las edades y la producción de la juventud: “mientras la primera [la generación] nos remite a las variaciones estructurales en el tiempo, dentro de un campo, de los modos de generación de sujetos, la segunda [clases de edad] nos remite, en un momento del tiempo, a la división que se opera en el interior de un grupo entre los sujetos en función de una edad social: definida por una serie de derechos, privilegios, deberes, formas de actuar (…) y delimitada por una serie de momentos de transición -que difieren históricamente…” (1998: 86) Siguiendo al autor, un análisis de las clases de edad en un campo específico será una “congelación sincrónica” en un proceso en continua transformación de la reproducción de las diferencias sociales en las relaciones de edad (de distribución de poderes en un campo, de definición de límites y posiciones) Por su parte, la delimitación en el tiempo y en el espacio de las generaciones podrá 38 ser realizado por el sociólogo en su construcción del objeto y las categorías que estime pertinentes (sobre las condiciones sociales y materiales homogéneas de existencia), o por los propios grupos sociales “en las luchas políticas por las posiciones y apropiación de diversas especies de capital (…) se trazan fronteras entre unos grupos y otros. En el caso de las generaciones, esta delimitación de fronteras se realiza entre los “viejos” y “jóvenes” y nos remite a las luchas por la sucesión en el interior de un campo social. Los atributos conferidos a cada grupo construido dependerían de la posición en el campo. Así, los “viejos” legitimarían su posición de poder con los valores de “sabiduría”, “madurez” “experiencia”, rechazando a los jóvenes a los polos del idealismo, la irresponsabilidad, la irrelexividad. Por su parte los “jóvenes” trazarían un cuadro inverso…” (ídem: 85) De este modo, a nuestro juicio, el esfuerzo realizado en la clarificación y diferenciación de los conceptos de generación y clases de edad pierde solidez al proponer una operacionalización articulada con una impronta de la definición bourdieuana de clases de edad, transplantada a la definición de generación: ¿qué diferencia tiene el esquema de análisis de los límites de una generación “desde los propios grupos sociales”, con el esquema propuesto por Bourdieu para analizar la construcción de las clases de edad donde en las luchas por la sucesión en un campo la vejez se construye por ejemplo en la valorización de la experiencia y la sabiduría mientras la juventud “trazando el cuadro inverso”? ¿Los “atributos conferidos a cada grupo” en las luchas simbólicas no refieren precisamente a los atributos que definen las clases de edad en un momento dado? Por último, encontramos un aporte interesante en el planteo de Martín Criado: la discriminación de dos perspectivas para su operacionalización. En este sentido, el autor plantea, en el análisis de las generaciones en un campo dado, la factibilidad de realizar una conceptualización de las generaciones existentes en él desde el investigador en términos “inductivos” a partir del conocimiento de la historia del campo y sus cambios estructurales, y/o realizar –y analizar- la definición y caracterización de las generaciones en un campo dado en términos de un “emergente” de los discursos de los sujetos14. La discrepancia con este 14 Esto nos recuerda a la diferenciación, en el análisis de la ciudad, de las perspectivas de la ciudad administrada y la ciudad habitada. 39 autor radica en cómo especifica el concepto, en particular su solapamiento con la definición de clases de edad de Bourdieu y su alejamiento de la definición de Mannheim que él mismo trae a discusión y al cual él mismo manifiesta su acuerdo. En su lugar, proponemos aquí realizar una “re-visita” y reorganización de las categorías de Mannheim, y un camino de articulación con los conceptos de edad y clases de edad. En ello, consideramos central rescatar 1) el potencial del concepto señalado por Donfut (1988), que defiende la utilidad del concepto por lo que éste alude: la impronta de su tiempo; 2) algunos aspectos de la teoría de la socialización re-significada a la lógica de campos y al concepto del “recién llegado”; 3) la definición de generación en función de cambios estructurales en un campo dado o en general en el espacio social; 4) la comprensión del carácter relacional de la definición entendiendo también en ello que una generación (en tanto construcción) termina de completarse en oposición/diferenciación con la otra (antecesor y/o sucesor)15; y 5) la realización de una definición restringida de generación basada en que ésta puede considerarse como tal en tanto existe en los sujetos una “conciencia generacional” que no es más que cierta “conciencia de un nosotros” colectivo, independientemente de si los sujetos pueden conformarse en grupos concretos o no. 15 Que remite a la definición de cambio mismo, no es posible percibir un cambio si no se toma como referencia un antes 40 4. REFLEXIONES PARA LA ESPECIFICACIÓN DE UN ESQUEMA CONCEPTUAL Es posible mencionar tres aportes para una articulación y definición de los conceptos de edad, clases de edad y generación, así como caminos para su aplicación en un análisis empírico. Lejos de pretender configurar un esquema analítico cerrado, nuestra intención es tomar las distintas propuestas analizadas a la luz de la evolución del concepto de generación, y realizar una definición y articulación de los conceptos de edad, clases de edad y generación en un nivel primario y de alcance medio; esto es, describir una articulación que se valide a futuro en su contrastación empírica. En primer lugar, más allá del debate de la edad como una construcción social o una condición, desde una sociología de las relaciones de edad se ha distinguido analíticamente una edad cronológica (cantidad de años vividos), una edad biológica (derivada de los procesos de envejecimiento biológicos), una edad psicológica o subjetiva (autopercibida, que remite también a la capacidad de adaptabilidad al entorno), una edad social (configurada por habilitaciones y limitaciones de los espacios de participación y desarrollo en distintas esferas sociales –una edad para aprender, una edad para tener familia, etc), y una edad burocrática (vinculada con delimitaciones de edades desde el Estado para el acceso/ restricción a bienes y servicios o establecimiento de derechos y obligaciones). Se evidencia así la alta complejidad de estos conceptos así como su tratamiento como variables en análisis cuantitativos y cualitativos, y advirtiendo –en más o en menos– sobre el carácter construido de la noción de edad y la problemática de su naturalización como realidad objetiva (Vilas y Rivandeira, 1999; Filardo y Muñoz; 2003; Filardo et al; 2004). Se agrega a ello la mutabilidad histórica de las edades, así como su variación con distinto ritmo y temporalidad. En esta complejidad, la articulación de los conceptos de edad y generación lleva a diferenciar analíticamente una “edad histórica”: la edad situada que daría cuenta de la dimensión de contexto, situación o momento histórico en la que se vive una determinada edad (cronológica, subjetiva, social, burocrática) en un campo y/o en el espacio social. Sin duda ésta se vincula con las anteriores. La edad social, de hecho, está connotada por la situación histórica 41 en que se transita por ella. Y es en este sentido que la edad histórica implica en el devenir de muertes y nacimientos, una “estratificación de la experiencia”. Es si se quiere el “encuadre” de probabilidades de percepción y acción en función del momento histórico de nacimiento y crecimiento, de modo similar a lo que Mannheim llama “situación de generación” y que para diferenciarlo claramente del concepto de generación lo denominamos edad histórica. En su articulación con el concepto de clase social en un análisis del orden y reproducción social, la edad histórica y la situación de clase –así como sexooperan como coordenadas espacio-temporales en la definición de una “situación” en el espacio social16. Este “marco” dado por los designadores rígidos en el espacio social, se especifica en cada campo donde los individuos, además de tener una edad cronológica, burocrática, social, tiene una edad histórica. Por ejemplo, en el mercado laboral si la edad social (ser joven o viejo) se construye dialécticamente y se expresa en sistemas de habilitaciones o restricciones para la obtención de un empleo en función de ciertos criterios (posesión de ciertas destrezas, saberes, representaciones, etc.), la edad histórica estará representando la situación estructural y el estado de fuerzas imperante en un campo en un momento dado, expresada en los individuos en una suerte de “mapa cognitivo temporal” Por su parte, una generación no se define por una cohorte de nacidos, y no es tampoco la edad histórica. Tampoco son los cambios estructurales en un campo o espacio dado, sino que estos últimos serían los potenciales marcadores de generación17. Coincidimos con Mannheim que una generación implica una toma de conciencia histórica, pero agregando que es una toma de conciencia de ese cambio estructural que toma carácter de diferencial entre distintos individuos o grupos. A su vez, en su operacionalización, esa toma de conciencia deberá analizarse en tanto construcción de identidad histórica manifiesta en los discursos de los individuos o grupos en expresiones de autodefinición e identificación con un “tiempo histórico” (“mi época”), de diferenciación con un otro “histórico” sobre la cual se construye la imagen de “la 16 Se busca advertir y evitar con esto el reduccionismo de entender los procesos de reproducción social como procesos generacionales 17 Esto implica una conceptualización del tiempo específica. En particular, el pasado existe precisamente porque está presente, y es un pasado que se “actualiza” en los nuevos “tiempos” a través de marcadores de diferenciación. 42 otra generación”, y de reconocimiento de una “igualdad etaria” (en sentido de edad histórica) que se expresa en general en forma metonímica y con cierta dosis identitaria (“nuestra generación”) que no necesariamente implica la consolidación de grupos concretos sino que se encuentra en un nivel de “conciencia colectiva”. Además, una generación, en la medida que su existencia es relacional (toma de conciencia histórica en un proceso de diferenciación-identificación de edad histórica diferenciadas por cambios estructurales en el nacimiento y crecimiento) no se completa hasta tanto no existe otro diferenciado: la antecesora / sucesora. Por otra parte, el concepto de generación se vincula con aquellos de poder y dominación, de un orden social (orden que se basa esencialmente en la muerte y la herencia). La centralidad del concepto en un análisis de la construcción de la edad social en las luchas por la repartición de los poderes en un campo, se sostiene en un doble juego: 1) en la toma de conciencia de edad histórica y el cambio estructural producido en el campo, 2) la toma de conciencia temporal, de la existencia de la muerte o finitud de la vida (en un campo o en el espacio social) a través del reconocimiento de un otro antecesor y otro sucesor (en una observación trascendente que nos objetiva como “una hebra en la trama de la vida”)18, 3) su uso como recurso en la lucha por lo que éste evoca: la impronta de su tiempo, en las estrategias de sucesión o conservación de los lugares de poder y la construcción del “ser joven y ser viejo” en un campo. A modo de ejemplo de esto último y la diferenciación de clases de edad y generación en tanto “recursos”, el ser viejo (“experiente”, “maduro”) no es lo mismo que “estar envejecido” (por ejemplo con relación a un cambio estructural en un campo que pudiera operar como “marcador de época”). Esta diferencia ha sido bien marcada por Alfredo Errandonea, a quien le realizara una entrevista en el marco de un taller de investigación sobre Tercera Edad (2001) y su reformulación en tanto tesis de grado sobre la construcción social de la vejez y la juventud en el campo sociológico (2004). 18 En este sentido, en el análisis de las generaciones y la organización social de las edades desde una perspectiva sincrónica sería más adecuado relacionar generación NO con juventud o clases de edad sino con los procesos de envejecimiento y reproducción de un orden social. El concepto de generación es también relacional en términos temporales: señala al pasado, al presente y al futuro y, más específicamente, a la coexistencia de estos tres tiempos. 43 Por último, debe aclararse la vinculación de los conceptos generación y juventud. En términos de edad social, “la juventud” (así como la vejez) es producto de luchas por la repartición de los poderes. Esto se diferencia de las leyes de envejecimiento, donde “el recién llegado” o “el nuevo” toma en general estrategias de subversión o sucesión para llegar a las posiciones de poder. Por su parte, el concepto de generación se vincula con la toma de conciencia histórica, que remite en general a los procesos de nacimiento, crecimiento y socialización (formación del habitus) en el espacio social o un campo dado. En este sentido, se vincula con la idea del “recién llegado” o “el nuevo” sólo a través de la edad histórica, en existencia de cambios estructurales y toma de conciencia de éstos. Si se quiere, en un análisis generacional donde no es posible captar la definición subjetiva (o mejor dicho, la construcción intersubjetiva) de generación, la articulación del análisis de los cambios estructurales en un campo y la edad histórica, vinculada a la etapa de crecimiento y socialización en un tiempo histórico dado pre/post cambio, puede operar como un “indicador proxy” de generación. 44 BIBLIOGRAFÍA • Attias-Donfut, Claudine. “Sociologie des générations. L’empreinte du temps” Presses Universitaires de France, Paris, 1988. • Bourdieu, Pierre. “Juventud no es más que una palabra”. En Bourdieu, P “Sociología y Cultura”, Grijalbo, México, 1990. • Bourdieu, P.; Wacquant, L. “Respuestas por una antropología reflexiva”. Grijalbo, México, 1995. • Bourdieu, P.; Wacquant, L. “Una invitación a la sociología reflexiva”. Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2005. • Ghiardo, Felipe. “Generaciones y juventud: una relectura desde Mannheim y Ortega y Gasset. 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