Proceso “de-constituyente” y constituyente

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Proceso “de-constituyente” y constituyente
Fernando Dorado
Activista social
Para poder construir hay que de-construir…
Esta semana el saliente “súper-ministro” de la Presidencia Néstor Humberto
Martínez alebrestó el cotarro político nacional al plantear que “una asamblea
constituyente era inevitable dada la coyuntura por la que atraviesa el proceso
de paz” (http://bit.ly/1HrWXaT).
Esa iniciativa – que de acuerdo con el jefe de los negociadores en La Habana,
Humberto de La Calle Lombana es una opinión personal – coincide con la
exigencia que vienen haciendo las FARC en el sentido que la refrendación de
los acuerdos de paz que se firmen en La Habana, deben aprobarse mediante
ese mecanismo o procedimiento constituyente.
Aunque la insurgencia armada no lo ha planteado en forma precisa, sus
pronunciamientos al respecto están en la dirección de proponer formas directas
de elección de delegados o circunscripciones especiales para comunidades
campesinas, indígenas, afrodescendientes, desplazados y otros sectores
sociales. Esta propuesta claramente tiene la intención de asegurar una
representación suficiente para poder impulsar sus propuestas y forcejear en
mejores condiciones con las fuerzas tradicionales que sean elegidas en ese
cuerpo colegiado.
Es evidente que el gobierno no va a aceptar esa propuesta. A lo sumo le
concederán unos cupos específicos para los guerrilleros desmovilizados, pero
el grueso de la representación, si se llegara a concertar tal mecanismo, sería
elegida por el voto universal y secreto. Es más, si este asunto se llevara a una
consulta popular lo más seguro es que las grandes mayorías no estarían de
acuerdo con ese tipo de representación exclusiva.
Pero a pesar de la importancia que puedan tener los mecanismos y cupos de
representación, el problema de fondo es otro. Para poder impulsar y desarrollar
un efectivo y transformador “proceso constituyente”, la sociedad colombiana en
su conjunto, necesita un espacio y un tiempo “de-constituyente”. ¿Qué significa
este término o categoría?
Sería una fase o etapa de la vida colombiana en donde la sociedad sacara toda
la “suciedad” y basura a la puerta de la casa. Todo lo caduco y casi muerto
debe ser develado y cambiado. Lo podrido y corrompido, que huele a leguas a
descomposición, debe ser desechado. Lo atrasado, falso, aparente y artificial
que hay dentro de unas instituciones hechas con base en el molde liberal
europeo pero que en la realidad se convirtieron en unos adefesios
institucionales de tipo colonial, deben ser barridos y reemplazados por
organismos verdaderamente democráticos, surgidos de nuestra historia y
tradición popular, inventados para nuestra particularidad especial, con nuestra
greda y sabor.
Es claro que un proceso de ese tipo requiere un ambiente de convivencia
pacífica para que la sociedad pueda reconocerse a sí misma. Para que pueda
desenmarañar y descubrir las trampas y timos que tiene el Estado para
mantener su poder colonial, patriarcal, anti-democrático, excluyente,
discriminatorio, manipulado absolutamente por los intereses privados de los
grandes capitalistas transnacionales, al servicio de los poderosos latifundistas,
y cooptado por las mafias de diverso tipo que existen en Bogotá y en todo el
país.
En ese tramo de tiempo y en ese ambiente “de-constituyente”, la sociedad
colombiana se puede reconocer en su diversidad geográfica e histórica, étnica
y cultural, de género y de diversas clases sociales, empezando a valorar lo que
realmente debe servir para “reconstituir” la Nación, a partir del esfuerzo de
millones de personas que son las que producen la riqueza, defienden el medio
ambiente, garantizan el suministro de comida y prestan innumerables servicios
a la sociedad.
Precisamente para eso es que necesitamos la “paz”, así sea imperfecta,
limitada, “perrata” como la he llamado, es decir, un clima de convivencia con
una reglas mínimas de respeto y consideración por las múltiples expresiones
sociales y políticas que deberán surgir – y ya están apareciendo – para
intervenir con plenitud y exuberancia en el diseño institucional del “nuevo país”.
Claro que no se van a acabar las confrontaciones. Por el contrario, saldrán a
luz nuevos conflictos que han estado reprimidos y represados por efecto de la
conflagración armada. Pero tendremos que crear las condiciones para
resolverlos por la vía pacífica, con acuerdos, consensos o recurriendo a
elecciones y otros tipos de decisiones consultadas y aprobadas por las
mayorías.
Aspirar a la convocatoria inmediata de una Asamblea Nacional Constituyente
para refrendar los acuerdos de paz es completamente errado e inoportuno. Se
requiere pasar de la “de-constitución” a la “constitución”. En los países vecinos
el proceso “de-constituyente” se realizó durante más de una década, en donde
el pueblo se manifestó con inmensas y poderosas movilizaciones populares
que derrocaron y expulsaron presidentes neoliberales.
En Colombia eso no ha podido suceder por la existencia de un conflicto armado
instrumentalizado por el gran capital. Por algo, en medio de la guerra las
empresas transnacionales han fortalecido su presencia y dominio, y la
economía “colombiana” – que está en sus manos monopólicas – ha pasado a
ser la tercera de la región. A pesar de que se han desarrollado heroicos
levantamientos sociales, éstos han sido muy parciales y limitados, tanto en la
fuerza como en su contenido, dado que se han reducido a reivindicaciones
sectoriales, sin que se haya puesto en jaque la esencia de la política del
régimen neoliberal.
Por ello las fuerzas democráticas y populares llegarían con una baja
representación a esa asamblea constituyente, frustrándose cualquier
posibilidad de cambio. Sería un tremendo aborto, algo parecido o similar a lo
ocurrido en 1991. Del afán solo queda el cansancio.
Las fuerzas democráticas colombianas están en mora de discutir francamente
esa propuesta de la insurgencia armada. Vemos cómo hábilmente algunos
sectores de derecha la recogen – como Néstor Humberto Martínez –, porque
saben que pueden fortalecer su capacidad política para implementar la
segunda fase de neoliberalismo que tanto necesitan.
Vuelve y se equivoca la guerrilla. Vuelve a confundir sus deseos con la
realidad. Vuelve a creer que las grandes mayorías les van a dar su apoyo
constituyente. No sabemos cómo o de qué información sacan esas
conclusiones. Parecieran estar en una especie de autismo cuando la realidad
es totalmente contraria a sus deseos.
O claro, puede ser que se fíen de la opinión de una serie de intelectuales,
profesores universitarios y antiguos militantes de izquierda que, – desde sus
escritorios, cátedras y delirios – sueñan con un levantamiento popular por
“justicia social” que cambiaría de un momento para otro, por obra del espíritu
santo o de algún otro milagro, la correlación de fuerzas en Colombia a favor del
pueblo.
Así, según ellos, en vez de concretarse un proceso de paz, lo que puede ocurrir
es que la insurgencia llegue directo al Palacio de Nariño al estilo de lo que
hicieron los bolcheviques en el Palacio de Invierno. ¡Claro, soñar no cuesta
nada!
E-mail: [email protected] / Twitter: @ferdorado
Edición 450 – Semana del 12 al 18 de junio de 2015
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