AUDIENCIA PROVINCIAL SECCIÓN TERCERA ALICANTE PLAZA DEL AYUNTAMIENTO Nº4 Tfno: 965.935.967 Fax: 965935980 NIG: 03014-37-1-2008-0000999 Procedimiento: PROCEDIMIENTO ABREVIADO Nº 000015/2008- Dimana del Procedimiento Abreviado Nº 000056/2005 Del JUZGADO DE INSTRUCCION NUMERO 5 DE ALICANTE SENTENCIA Nº 000387/2012 =========================== Ilmos/as. Sres/as.: Presidente FRANCISCA BRU AZUAR Magistrados/as JOSÉ MARÍA MERLOS FERNANDEZ VERÓNICA LOPEZ YAGUES =========================== En Alicante, a trece de julio de dos mil doce. VISTA en juicio oral y público, los días 23,24, 25 y 26 de abril, 2 y 3 junio, y 7, 8 y 9 de junio de 2012 por la Audiencia Provincial, Sección Tercera, de esta capital, integrada por los Iltmos. Sres. referenciados al margen, la causa procedente del Juzgado de Instrucción nº 5 de Alicante, tramitada bajo el número 56/2005 como procedimiento abreviado por delito de APROPIACIÓN INDEBIDA y delito de ESTAFA contra el acusado D. JUAN OBREGÓN LÓPEZ, de nacionalidad española y con D.N.I. 29.923.349-G, hijo de José y de Josefa, de 76 años de edad, natural de Córdoba y domiciliado en Alicante, con antecedentes penales no computables a efectos de reincidencia/cancelables, y en libertad provisional por esta causa, representado por el Procurador D. José Luis Vidal Font y defendido por el Letrado D. Ramón Luis García García.; Como responsable civil subsidiario EDIPARKE S.L., representado y defendido por los mismo profesionales que el acusado. En esta causa fue parte acusadora el MINISTERIO FISCAL, representado por el Fiscal Iltmo. Sr. D. Ángel Alcázar Sanz, y actuando como Ponente la Iltma. Sra. Dña. Verónica López Yagües, que expresa el parecer de la Sala. I - ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- Desde sus Diligencias Previas núm. 5430/01 el Juzgado de Instrucción núm.5 de Alicante instruyó Procedimiento Abreviado núm. 56/2005, en el que fue acusado D. Juan Obregón López por los delitos de apropiación indebida y de estafa, antes de que dicho procedimiento fuera elevado a esta Audiencia Provincial para continuar la correspondiente tramitación en el presente Rollo de Sala núm. 15/2008 de esta Sección Tercera. SEGUNDO.- El MINISTERIO FISCAL, en sus conclusiones definitivas y tras modificar parte de sus conclusiones provisionales, calificó los hechos procesales como constitutivos de un delito continuado de aprobación indebida, previsto en el art. 252 en relación con los arts. 250.1,1ª y 6ª, 250.2 y 74.2, todos ellos del Código Penal (CP, en adelante), y de un delito de estafa tipificado en el art. 251. 2 del C.P., en cuya virtud, solicitó la imposición al acusado de una pena de seis años de prisión, con la accesoria de inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante ese periodo, y multa de dieciséis meses con una cuota diaria de 30 euros, con responsabilidad personal en caso de impago del art. 53 CP, por el primer delito, y por el segundo, la imposición de la pena de dos años de prisión con la accesoria de suspensión del derecho de sufragio pasivo por el tiempo de la condena, y la condena al pago de las costas. Asimismo interesó el Ministerio Fiscal que, por vía de responsabilidad civil, el acusado indemnizara a José Luis Gisbert Verdú e Inmaculada Mora Ruiz con el pago de 126.212,54 euros, a Mª José Godoy Estañ con 12.020, 54 euros, a Antonio Miguelez Monje, con 30.224,90 euros, a Carlos Barber Albors y Mª Remedios Núñez Pardo en 171.870, 95 euros, a Veronique Robert Gates, con 195.328 euros, a Pedro Juan Trillo Navarro con 32.102 euros, a Aranzazu Cruz Juárez y cónyuge con 26.672 euros, a Pedro Caballero Encinas con 32.358 euros, a María Sandra Martínez Pérez y cónyuge con 30.862 euros, a Rafael Segura Guerrero con 23.499 euros, a Teresa Tomás López y cónyuge con 30.000 euros, a Amparo Blázquez Valencia y cónyuge con 25.360 euros, a Virtudes Segura Segura y cónyuge con 25.681 euros, a Cristina Nieto Lizón y cónyuge con 31.501 euros, a Mª Flores Vizcaya Moreno y cónyuge con 26. 401 euros, a Mª Dolores Copete Cordero y cónyuge con 27.607 euros, a Manuela Sánchez Mesa y cónyuge con 34.015 euros, a Mónica Quereda Aracil y cónyuge con 38.522 euros, a Óscar Nieto Lizón con 28.252 euros, a Mª del Carmen González del Campo y cónyuge, con 31.601 euros, a Inés López Mochales y cónyuge con 108.663 euros, a Nilda Brizuela Flores y cónyuge con 27.893 euros, a Eduardo Aymerich Gozalbo con 31.622 euros, a Patricia Gujarro Fuster con 8.135 euros, a José Manuel López Salmerón y cónyuge con 6.377 euros, a Alfredo Botella Cantó y cónyuge con 24.317 euros, a Francisco Martín Pérez y cónyuge con 14.832 euros, a José Antonio Moreno Escribano con 11.526 euros, a Miguel Ángel García Ramírez con 15.737 euros, a Juan Luján Martínez con 14.004 euros, a Bibiana Sánchez Arenas y cónyuge con 20.443 euros, a Francisca Bernabeu Iñesta con 12.592 euros, a Carlos Ángel Sánchez Juárez y cónyuge con 9.744 euros, a Manuel Escudero Cartagena y cónyuge con 8.045 euros, a Carlos Sahagún Casanova, con 8.600 euros, a José Luis Olcina Hernández y cónyuge con 8.600 euros, y a Fernando Ruiz Suárez y cónyuge con 11.021 euros. TERCERO.- La DEFENSA del acusado y del responsable civil subsidiario, en igual trámite, solicitó su libre absolución. I I - HECHOS PROBADOS PRIMERO.- El Sr. Juan Obregón, en calidad de administrador único de la sociedad mercantil EDIPAQUE, S.L, dedicada a la promoción y venta de viviendas, desde el año 1998 y hasta el 2001, suscribió una suma de contratos privados de compraventa con las personas que después se relacionan, mediante los cuales vendía a éstas, por un precio que también luego se indica, un chalé con su correspondiente parcela, a construir en las que serían las fases H, F e Y de la urbanización conocida como “Los Altos de la Huerta”, situada en el término municipal de Muchamiel. SEGUNDO.- Para el pago de la citada vivienda, según quedó estipulado en la mayor parte de los contratos firmados, los compradores hicieron entrega de una cantidad inicial en metálico y, en ocasiones, también a través de efectos cambiarios. La cantidad restante a abonar para satisfacer el precio total de la vivienda se cubriría mediante la subrogación por éstos –los adquirentes- en las obligaciones de pago derivadas de un préstamo hipotecario que, según lo previsto en las cláusulas 2ª y 3ª de las condiciones generales de tales contratos, la empresa vendedora venía autorizada a contratar con una entidad crediticia o del préstamo que, tras la entrega de llaves, podría ser formalizado privadamente por los compradores con una entidad bancaria de su elección. Las sumas entregadas por los compradores a cuenta del precio total de la vivienda que, en su inmensa mayoría, éstos pensaban destinar a ser su domicilio habitual, fueron de muy distinta índole; así, el Sr. Obregón recibió cantidades que oscilan entre los 2.500.000 y 8.000.000 de pesetas, y hubo incluso personas que abonaron íntegro el precio fijado a la vivienda que adquiría. TERCERO.- En el mes de marzo del año 2001, la empresa Ediparque S.L. formalizó con el entonces Banco Mapfre y en la actualidad integrado en la entidad Caja Madrid, un préstamo promotor ampliatorio de otro anterior pendiente de pago, por un importe de 144 millones de pesetas, fijando como garantía la hipoteca de las fases H, F e Y de la promoción en las que debían construirse las viviendas enajenadas en la forma descrita. CUARTO.- Uno de los múltiples compradores que hicieron efectivo el pago de la totalidad del precio asignado a la vivienda adquirida es el Sr. José Gisbert Verdú, cuyo contrato de compraventa, a diferencia del resto, no incluía cláusula alguna que autorizara a la mercantil vendedora a contratar un préstamo hipotecario para financiar el pago de cantidades que, por razón de lo dicho, no restaban por cubrir. No obstante ello y –se insiste- cuando había recibido ya íntegro el precio correspondiente, el Sr. Obregón, en nombre de Ediparque SL., hipotecó la parcela sobre la que había de ser construida la vivienda del Sr. Gisbert , de la que ni era ya propietario, ni podía disponer. QUINTO.- Los contratos de compraventa suscritos por el Sr. Obregón con los adquirentes de las viviendas pertenecientes a las fases H, F e Y fueron, entre otros, los siguientes: En fecha 18 de abril de 2000, vendió a José Luis Gisbert Verdú y a su esposa Inmaculada Mora Ruiz la vivienda situada en la fase F parcela 1, por 21.000.000 de pesetas (126.212,14 euros), precio que éstos, en el mes de abril del año 2001, habían pagado en su totalidad. El clausulado de este contrato no incluía la autorización al vendedor para gravar o hipotecar la parcela que ocuparía la vivienda a construir, obrante en las cláusulas 2º y 3º de la mayor parte de los contratos de compraventa suscritos por el Sr. Obregón López con los compradores de los chalés pertenecientes a las fases H, F e Y de esta promoción urbanística. En fecha 18 de octubre de 1999 vendió a Mª José Godoy Estañ la vivienda a construir en la parcela 4 de la fase F, por el precio de 18.295.000 pesetas, recibiendo en pago una entrada inicial y distintos efectos cambiarios, que suman la cantidad de 3.500.000 pesetas. Este contrato fue rescindido por la compradora, a la que fue restituida la cantidad de 1.500.000 pesetas. En fecha 20 de mayo de 1998 vendió a Antonio Miguelez Monje la vivienda a construir en la parcela 33 de la fase F, por el precio de 18.710.000 pesetas, recibiendo en pago una entrada inicial y distintos efectos que suman la cantidad de 5.029.000 pesetas. En fecha 5 de agosto de 1999, vendió a Pedro Juan Trillo Navarro la parcela 6 y vivienda a construir en ella, de la fase F, por el precio de 19.484.000 pesetas, recibiendo del comprador, entre la entrada inicial y el pago aplazado, la cantidad de 5.350.000 pesetas. En fecha 23 de noviembre de 1999, vendió a Patricia Guijarro Fuster, por un importe 20.894.000 pesetas, la parcela 28 y vivienda a construir en ella de la fase F, recibiendo en pago de la compradora la cantidad de 4.299.156 pesetas. En fecha 10 de noviembre de 1998, vendió a José Manuel López Salmerón, y a su esposa Ana Mª Espinosa Coloma, la parcela 24 y vivienda a construir en ella, de la fase F, por el precio de 20.134.000 pesetas, recibiendo de la compradora, una entrada inicial y efectos cambiarios que alcanzan la cantidad de 3.729.000 pesetas. En fecha 10 de noviembre de 1998, vendió a Alfredo Botella Cantó, casado con Manuela González Serrano, la parcela 9 y vivienda a construir en ella, de la fase F, por el precio de 18.684.00 pesetas, habiendo recibido de éstos entra la cantidad inicial y efectos aceptados, la cantidad de 14.218.711 pesetas. En fecha 25 de octubre de 1999 vendió a Francisco Martín Pérez y Mª Isabel Juan Regalado, la parcela 11 y vivienda a construir en ella, de la fase Y, por el precio de 23.920.000 pesetas + IVA, recibiendo en pago una cantidad inicial y efectos que suman la cantidad de 5.127.098 pesetas. En fecha 11 de octubre de 1999 vendió a José Antonio Moreno Escribano y Mª Trinidad Ubric Olvera, la parcela 12 y vivienda a construir en ella, de la fase Y, por el precio de 27.694.000 pesetas, recibiendo en pago una cantidad inicial y efectos que suman la cantidad de 6.247.500 pesetas. En fecha 2 de marzo de 2000 vendió a Laurent y Muriel Beausse la parcela 13parcela y vivienda a construir en ella, de la fase Y, por el precio de 23.400.000 pesetas, sin IVA, recibiendo en pago una cantidad inicial y efectos que suman la cantidad de 6.099.000 pesetas. En fecha 22 de junio de 1999 vendió a Eva Mª Cabello Delgado y Rafael Caturla Berenguer, la parcela 4 y vivienda a construir en ella, de la fase H, por el precio de 17.700.000 pesetas, recibiendo en pago una cantidad inicial y efectos que suman la cantidad de 4.494.000 de pesetas. En fecha 21 de septiembre de 1999 vendió a José Ramón García Sevilla, la parcela 14 y vivienda a construir en ella, de la fase F, por el precio de XXX, recibiendo en pago la cantidad 4.315.310 pesetas. En fecha 23 de noviembre de 2000 vendió a Miguel Ángel García Ramírez, la parcela 15 y vivienda a construir en ella, de la fase Y, por el precio de 23.600.000 pesetas, recibiendo en pago la cantidad 4.315.310 pesetas. En Fecha 11 de octubre de 2000 vendió a Juan Luján Martínez y Mª Dolores Sánchez Moya, la parcela 5 y la vivienda a construir en ella, de la fase Y, por un precio de 23.500.000 pesetas, recibiendo en pago, entre la cantidad de efectivo y efectos cambiarios, la suma de 9.095.000 pesetas. En fecha 23 de octubre de 2000, vendió a Sergio Corral Román y José Manuel Martínez Escolano, la parcela 14 y vivienda a construir en ella, de la fase Y, por un importe de 23.000.000 pesetas, por la que recibió en pago una cantidad inicial y efectos que suman la cantidad de 7.560.000 pesetas. En fecha 15 de septiembre de 1999, vendió a Bibiana Sánchez Arenas y Pedro Meseguer Alcaráz, la parcela 9 y vivienda a construir en ella, de la fase Y, por un importe de 22.000.000 de pesetas, por la que recibió en pago la cantidad de 5.885.000 pesetas. En fecha 22 de febrero de 2000, vendió a Justo Bordajandi Moreno y Cintia Monleón Rodríguez, la parcela 10 y vivienda a construir en ella, de la fase Y, por un importe de 31.754.000 pesetas, por la que recibió en pago una cantidad inicial y efectos cambiarios que suman la cantidad de 9.268.782 pesetas. En fecha 8 de noviembre de 1999, vendió a José Joaquín Mora Ferrándiz y Mª Luisa Rubio Tarifa, vendió la parcela 23 y vivienda a construir en ella, de la fase F, por un precio de 19.884.000 de pesetas, por la que recibió en pago la cantidad de5.082.500 pesetas. En fecha 29 de octubre de 1999, vendió a Noelia Mira Jiménez y a Andrés Pastor Jiménez la parcela 26 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, por un precio de 23.025.332 pesetas, por las que recibió en pago una cantidad inicial de 2.675.000 pesetas y la aceptación de distintos efectos cambiarios de 111.458 pesetas, a los que se dejó de hacer frente desde el 5 de mayo de 2001 por no haberse dado inicio a las obras. En fecha 7 de octubre de 1999, vendió a Francisco Javier Brotons Molinero, la parcela 6 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, por el precio de 20.205.880 pesetas, recibiendo en pago la entrega de una cantidad inicial de 5.082.500 pesetas. En fecha 9 de julio de 1999 vendió a Aránzazu Cruz Juárez y Carlos Mª Bonifacio Martínez (que adquirían en proindiviso), la parcela 14 y la vivienda a construir en ella, de la fase H, por el precio de 18.091.000 pesetas, recibiendo en pago la entrega de una cantidad inicial de 2.222.925 pesetas y 24 cambiales por valor de 92.593 pesetas. En fecha 21 de septiembre de 1999, vendió a Salvador Blasco García y Julia Fernández Ventura la parcela 32 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, por el precio de 20.998.000 pesetas, recibiendo en pago una cantidad inicial de 5.294.000 pesetas. En fecha 14 de octubre de 1999, vendió a Bibiana López Pérez y Antonio José Toboso Martínez la parcela 11 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, por el precio de 18.671.500 pesetas, recibiendo en pago una cantidad inicial de 2.162.500 pesetas y distintos cambiales por valor de 86.000 pesetas. En fecha 23 de agosto de 1999, vendió a Francisca Bernabeu Iñesta y Roberto Lozano Soler, la parcela 18 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago la cantidad inicial de 5.082.500 pesetas. En fecha 14 de diciembre de 1999, vendió a Eduardo Aymerich Gozalbo, casado con Julia Díaz Zavala, la parcela 5 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago la cantidad inicial de 5.270.000 pesetas. En fecha 21 de octubre de 1999, vendió a Mª del Carmen Ramírez Fernández y Vicente Mira Viudes, la parcela 17 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago la cantidad inicial de 7.711.490 pesetas. En fecha 27 de julio de 1999, vendió a Asunción Sempere Blasco y Antonio Espía Martín, la parcela 3 y la vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago la cantidad inicial de 4.280.000 pesetas. En fecha 23 de julio de 1999, vendió a Francisco Javier Soria Quiles la parcela 12 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago la cantidad inicial de 5.100.000 pesetas. En fecha 22 de julio de 1999, vendió a Vanesa Lozano Treviño y Guillermo Grau González la parcela 2 y la vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago la cantidad inicial de 4.413.510 pesetas. En fecha 14 de octubre de 1999, vendió a Vicente García Riera y Luz Alberola Carchano, la parcela 8 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago la cantidad inicial de 5.350.000 pesetas. En fecha 1 de diciembre de 1999, vendió a Carlos Ángel Sánchez Juárez, casado con Raquel Noguera Moreno, la parcela 30 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago la entrega de una cantidad inicial de 5.697.750 pesetas. En fecha 7 de octubre de 1999, vendió a Patricia Tito Ivars y Luis Miguel Pastor Mezquida la parcela 21 y la vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago la cantidad inicial de 4.280.000 pesetas. En fecha 10 de septiembre de 1999, vendió a Paula Parodi Alberola y su esposo José Luis Fúnez Pascual, la parcela 9 y la vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago la cantidad inicial de 5.825.080 pesetas. En fecha 15 de marzo de 2000, vendió al matrimonio formado por Rosa Aznar Cutillas y Juan José Morcillo López (en régimen de separación de bienes), la parcela 10 y la vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago la cantidad inicial de 825.080 pesetas. Asimismo, vendió al matrimonio formado por Asunción Gálvez Aperador y Juan Bétera Arco, la parcela 19 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago una cantidad inicial de 4.991.015 pesetas. En fecha 26 de enero de 2000, vendió a Pedro Caballero Encinas, la parcela 15 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad inicial de 5.392.800 pesetas. En fecha 20 de marzo de 2000, vendió al matrimonio formado por Monserrat García Cebrecos y Cesáreo Miguel de las Heras, la parcela 5 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago una cantidad inicial de 5.654.950 pesetas. En fecha 10 de agosto de 1999, vendió a los cónyuges Mª Sandra Martín Pérez y Juan Francisco Alcaraz Albertos, la parcela 11 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad inicial de 5.143.496 pesetas. En fecha 28 de julio de 1998, vendió a Rafael Segura Guerrero, la parcela 20 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago una cantidad inicial de 3.916.200 pesetas. En fecha 7 de octubre de 1999, vendió a los cónyuges Teresa Tomás López y Enrique Martínez Sánchez la parcela 10 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad inicial de 5.000.000 pesetas. En fecha 19 de agosto de 1999, vendió a los cónyuges Amparo Blázquez Valencia e Higinio Julio Reyes Paterna la parcela 8 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago una cantidad inicial de 4.226.500 pesetas. En fecha 1 de junio de 1999, vendió al matrimonio compuesto por Virtudes Segura Segura y Antonio Sánchez García parcela 16 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago una cantidad inicial de 4.280.000 pesetas. En fecha 31 de agosto de 1999, vendió al matrimonio compuesto por Cristina Nieto Lizón y Antonio Hernández Galindo, la parcela 1 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago de una cantidad a cuenta del precio total de 5.250.000 pesetas. En fecha 10 de noviembre de 1999, vendió al matrimonio compuesto por Mª Flores Vizcaya Moreno y Vicente Lloret Sánchez, la parcela 27 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 4.400.000 pesetas. En fecha 30 de agosto de 1999, vendió a los cónyuges Mª Dolores Copete Cordero y José Javier Gomis Valls, la parcela 31 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 4.601.000 pesetas. En fecha 25 de enero de 2000, vendió al matrimonio compuesto por Manuela Sánchez Mesa y Alfonso Chico Chico, la parcela 15 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago cantidad a cuenta del precio total de 5.669.000 pesetas. En fecha 26 de octubre de 1999, vendió a Mónica Quereda Aracil y Javier Pérez Rubio, la parcela 36 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 6.420.000 pesetas. En fecha 29 de diciembre de 1999, vendió a Josefa García Bujaldón y Lucas Sánchez Cañadas, la parcela 35 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 5.280.450 pesetas. En fecha 17 de septiembre de 1999, vendió a Patricia Moya Martínez y Emilio Pastor García, la parcela 19 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 4.400.000 pesetas. En fecha 21 de septiembre de 1999, vendió a Óscar Nieto Lizón la parcela 29 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 4.808.500 pesetas. En fecha 11 de octubre de 1999, vendió a Escarlata Pérez Mora, la parcela 12 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 5.082.500 pesetas. La Sra. Pérez Moya renunció al ejercicio de acciones civiles en esta causa. Al matrimonio formado por Mª Josefa Ripoll Martínez y Fabián San Juan Miró la parcela 37 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 5.564.000 pesetas. La Sra. Ripoll Martínez renunció al ejercicio de acciones civiles en esta causa. En fecha 20 de diciembre de 2000, vendió a Mª Carmen González del Campo y Carlos Carbonell Iborra, la parcela 7 y vivienda a construir en ella, de la fase H, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 5.266.540 pesetas. En fecha 1 de diciembre de 1999, vendió a Manuel Escudero Cartagena y Mª Gracia Jornet Climent, la parcela 18 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 4.698.600 pesetas. E n fecha 2 de marzo de 1999, vendió Carlos Barber Albors, casado con Mª Remedios Núñez Pardo, las parcelas 4 y 5 y vivienda a construir en ellas, de la fase G, recibiendo de éstos en pago, entre la entrega inicial y las cantidades posteriores que incluyen las correspondientes a ciertas mejoras acordadas, la suma de 28.586.920 pesetas, que suman el precio total. En fecha 27 de julio de 1999, vendió a Inés López Mochales, casada con Luis Mariano Florido Coiradas, la parcela 7 y vivienda a construir en ella, de la fase G, recibiendo en pago la cantidad de 18.109.827 pesetas. En fecha 11 de octubre de 1999, vendió a Nilda Brizuela Flores y José Vicente García Alavés, la parcela 3 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 4.648.080 pesetas. En fecha 25 de agosto de 1999, vendió a Carlos Sahagún Casanova, la parcela 13 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 5.136.000 pesetas. R por procurador, sin que conste ratificada por adquirente. En fecha 25 de agosto de 1999, vendió a José Luis Olcina Hernández, casado con Ester Iborra López, la parcela 20 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 5.136.000 pesetas. R por procurador, sin que conste ratificada por adquirente. En fecha 10 de abril de 2001, vendió a Fernando Ruiz Suárez y a Mª Rosario Olcina Hernández, la parcela 4 y vivienda a construir en ella, de la fase F, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 4.000.000 pesetas y 24 efectos aceptados, de 111.000 pesetas. R por procurador, sin que conste ratificada por adquirente. En fecha 10 de julio de 1998, vendió a Antonio Cortés Fuentes y a Isabel Moreno Amador, la parcela 2 y vivienda a construir en ella, de la fase J, recibiendo en pago una cantidad a cuenta del precio total de 3.400.000 pesetas. SEXTO.- En fecha 1 de enero de 2000, suscribió un contrato de compraventa con José Alvarado Almarcha, por el que este último recibía la parcela 1 y vivienda a construir en ella, de la fase J, sin hacer entrega efectiva de cantidad dineraria alguna, sino como dación en pago de las deudas contraídas con él por la mercantil Ediparque SL, cubriendo así el precio total de la vivienda que se cifró en 31.500.000 pesetas. El Sr. Alvarado renunció en el plenario al ejercicio de acciones contra dicha sociedad mercantil y su representante, el Sr. Obregón. En la misma fecha, 1 de enero de 2000, suscribió un contrato de compraventa con Veronique Robert Gates, por el que ésta recibía la parcela 6 y vivienda a construir en ella, de la fase Y, también sin hacer entrega de una cantidad dineraria que cubriera todo o parte del precio total, sino como dación en pago de obligaciones derivadas de negocios habidos con la mercantil que representaba el Sr. obregón. La cantidad que consta en el contrato como precio de la vivienda enajenada es 32.500.000 pesetas. SÉPTIMO.- Los contratos suscritos, en nombre de la mercantil, por el Sr. Obregón con los compradores marcaban un plazo para la construcción de veinticuatro meses a contar desde el momento de la concesión de la preceptiva licencia municipal; sin embargo, las viviendas integradas en las referidas fases H, F e Y nunca llegaron a ser construidas; para la última de ellas, la fase F, no fue siquiera solicitada licencia de construcción, y transcurrido el plazo legal de vigencia sin acometer las obras, la que fuera obtenida para la fase H caducó en el mes de abril de 2001, sin ser renovada, mientras la solicitada para la fase Y fue denegada en el mes de mayo del mismo año. La mercantil Ediparque SL, tampoco ejecutó las obras de urbanización del conjunto formado por las fases H, F e Y a las que pertenecían las parcelas sobre las que debieron ser construidas las viviendas adquiridas en la forma descrita. OCTAVO.- En el mes de diciembre del año 2002, el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Alicante declaró la quiebra necesaria de la sociedad “Ediparque SL” por auto de fecha 19 de diciembre de 2002, con retroacción de efectos a 1 de enero de 2000, en la que muchos de los adquirientes de las viviendas a construir vieron reconocido su crédito frente a la mercantil por la entrega de las cantidades a cuenta antedichas. Por sentencia de 13 de septiembre de 2005, la referida quiebra fue declarada culpable, quedando aprobado por auto de fecha 17 de octubre de 2005 el convenio alcanzado entre la Sindicatura y los acreedores de Ediparque SL, al que se procedió a dar cumplimiento por auto de fecha 2 de noviembre de 2006. En el marco de este proceso de quiebra, un amplio grupo de los adquirentes de las viviendas a construir en las fases H, F e Y recibió el reintegro de las cantidades entregadas a cuenta a la empresa promotora con una reducción proporcional, la pactada en el referido convenio, en cuya cláusula décima viene además a señalarse que, tras su aprobación, los acreedores titulares de los créditos sometidos al mismo verán éstos extinguidos, y también “las acciones y derechos que pudieran ostentar hasta ese momento contra Ediparque S.L, por lo que no podrán reclamar contra dicha compañía por concepto o título alguno”. Satisfecho el pago del total de los créditos que, reducidos en la proporción convenida, correspondió a los entonces reconocidos como acreedores de la sociedad quebrada, el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Alicante, archivó las actuaciones, según obra en certificación extendida por su Secretario. Un grupo de adquirentes de las viviendas a construir, sin embargo, no vinieron reconocidos como acreedores de Ediparque S.L., en el expediente de quiebra seguido contra esta mercantil, ni consta que obtuvieran reintegro alguno de las cantidades entregadas a cuenta del precio total del inmueble que adquirieron. I I I - FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO.- A juicio de la Sala, y como resultado de una valoración en conciencia de las pruebas practicadas, con todas las garantías, en las diferentes sesiones de este extenso juicio oral, la conducta en la que ha incurrido el Sr. Obregón ha de reputarse, en primer término, constitutiva de un delito continuado de apropiación indebida, en su modalidad de “distracción”, tipificado en el art. 252 del CP, puesto en relación con lo previsto por el art. 250.1, 1º y 6º y el art. 74.2º del mismo cuerpo legal. Ciertamente, tal y como de forma reiterada el TS se ha ocupado de precisar desde antes, incluso, de la entrada en vigor del Código Penal de 1995- y, en particular, en su sentencia 625/2009, de 17 de junio, en el tipo de la apropiación indebida sancionado por el art. 252 CP se distinguen dos modalidades, (configuradas) sobre la base de los dos verbos nucleares del tipo penal, apropiarse y distraer, con notables diferencias en su estructura típica (…) de manera que, en el ámbito jurídico-penal, apropiarse indebidamente de un bien no equivale necesariamente a convertirse ilícitamente en su dueño, sino a actuar ilícitamente sobre el bien, disponiendo del mismo como si se fuese su dueño, prescindiendo con ello de las limitaciones establecidas en garantía de los legítimos intereses de quienes lo entregaron". (En esta misma línea se sitúan las SsTS de 31 de enero de 2005 (RJ 2005, 2321) y de 2 de noviembre de 2004 (RJ2004, 786), junto a anteriores de fecha 1 de julio de 1997, de 15 de noviembre de 1994 o de 31 de mayo de 1993). Apropiarse, en definitiva, significa incorporar al propio patrimonio la cosa que se recibió en posesión con la obligación de entregarla o devolverla. Distraer, en cambio –con forme el mismo tribunal señala en el FJ 1º de su sentencia 218/2012, de 28 de marzo- es dar a lo recibido un destino distinto a la entrega o devolución a que obliga el título de recepción, defraudando la confianza depositada en el receptor, de suerte que si la apropiación en sentido estricto recae siempre sobre cosas no fungibles, la distracción tiene como objeto cosas fungibles, y especialmente dinero. La apropiación indebida de dinero es normalmente, pues, distracción, y como bien recuerda la STS 27 de enero de 2009, empleo del mismo en atenciones ajenas al pacto en cuya virtud el dinero se recibió, que redundan generalmente en ilícito enriquecimiento del detractor aunque ello no es imprescindible para se entienda cometido el delito. La acción típica, pues, no consiste tanto en incorporar el dinero recibido al propio patrimonio –puesto que, conforme señala la STS 547/2010, por el mero hecho de haberlo recibido legítimamente ya quedó integrado en él, aunque de forma condicionada- sino en “no darle el destino pactado, irrogando un perjuicio económico en el patrimonio de quien, en virtud del pacto”, hizo entrega del mismo. En resumen, “cuando se trata de dinero u otras cosas fungibles, el delito de apropiación indebida requiere como elementos del tipo objetivo: a) que el autor lo reciba en virtud de depósito, comisión, administración o cualquier otro título que contenga una precisión de la finalidad con que se entrega y que produzca consiguientemente la obligación de entregar o devolver otro tanto de la misma especie y calidad; b) que el autor ejecute un acto de disposición sobre el objeto o el dinero recibidos que resulta ilegítimo en cuanto que excede de las facultades conferidas por el título de recepción, dándole en su virtud un destino definitivo distinto del acordado, impuesto o autorizado; c) que como consecuencia de ese acto se cause un perjuicio en el sujeto pasivo, lo cual ordinariamente supondrá una imposibilidad, al menos transitoria, de recuperación (…); y, como elementos del tipo subjetivo, que el sujeto conozca que excede de sus facultades al actuar como lo hace y que con ello suprime las legítimas facultades del titular sobre el dinero o la cosa entregada”, sin ser exigencia del tipo –señala el TS en la ya citada sentencia 218/2012, de 28 de marzo, “que el propósito del sujeto activo sea anterior al momento de la recepción” . De la anterior doctrina jurisprudencial se desprende sin dificultad que, para la comisión del ilícito tipificado en el art. 252 CP, lo esencial es que el título por el que se recibe la posesión –sea el depósito, la comisión, la administración o cualquier otro (…)- de un lado, permita conocer la finalidad con la que se entrega, y de otro, genere la obligación de entregar o devolver la cosa u otro tanto de la misma especie y calidad, lo que permite sentar como conclusión que la fórmula abierta que acoge el precepto legal da cabida, incluso, a “relaciones jurídicas, complejas y/o atípicas, que no encajan en ninguna de las categorías expresamente previstas en la norma o impuestas por el uso civil o mercantil, siempre que generen esa citada obligación de restitución o entrega”. A mayor abundamiento, tal y como el mismo TS declarara en su sentencia 1241/2009 de 2 diciembre (RJ 2010\2012), “cuando se trata de dinero adelantado como parte del precio de una vivienda, la jurisprudencia ha sostenido que, incluso después de la derogación de la Ley 57/68, la entrega de cantidades a cuenta del precio no invertidas en el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el constructor o promotor pueden ser objeto de la alternativa típica de la distracción de dinero del art. 252 CP (vid. STS de 17 de julio de 1998). El fundamento de esta jurisprudencia, que se reitera en la STS 184/2008, de 29 abril (RJ 2008\2184), parece claro: en el contrato de compraventa de una vivienda de futura construcción financiada en parte por los adquirentes la relación jurídica entre comprador y vendedor tiene unas características especiales, por lo tanto, la interpretación de las normas que rigen la compraventa deben ser completadas por los principios aplicables al mandato y particularmente por lo dispuesto en los arts. 244 y 252 C. Co y 1720 del C. Ci., de tal manera que el vendedor queda constituido, en realidad, en un administrador cuya remuneración es la ganancia que puede obtener de la diferencia entre la cantidad recibida como precio y la empleada en la construcción”. En el presente caso, y a la vista de los hechos que se han declarado probados, concurren los elementos básicos para la integración del delito de apropiación indebida –en su modalidad de “distracción”- del que viene acusado. En la declaración prestada en el acto del juicio, el propio Sr. Obregón López reconoció ser administrador único de la mercantil Ediparque S.L., y haber contratado las ventas de las parcelas y viviendas correspondientes en nombre y por cuenta de la sociedad, no siempre quizás mediante el encuentro físico con la parte compradora, pero sí mediante la estampación de su firma en los diferentes contratos obrantes en las actuaciones, cuyo contenido reconoció en el plenario y, de ese modo, la recepción de las distintas cantidades dinerarias que en éstos constan como entregadas por los adquirentes a cuenta del precio total o, en su caso, como pago del precio íntegro de la vivienda enajenada. En el curso de esta declaración, efectivamente, la Sala pudo concluir la directa intervención del acusado en las actividades llevadas a cabo por la mercantil en relación con la promoción y venta de las viviendas a construir en las fases H, F e Y; fue el Sr. Obregón quien suscribió, tanto los diferentes contratos privados de compraventa –de los que fue incluso detallando la persona o personas contratantes y, en grueso, la cantidad recibida de éstas, para concluir admitiendo como ciertos los datos que a este respecto había hecho constar el Ministerio Fiscal en su escrito de calificación y reproducía, en forma de pregunta, en el plenario - como el préstamo hipotecario que muchos de esos contratos le autorizaron a suscribir. Asimismo, conocía y detalló las fechas y razones por las que caducó, fue denegada o no fue siquiera solicitada licencia de construcción para las referidas fases H, F e Y, y que la Sala ha entendido motivadas por la falta de pago de la renovación (fase H), la no subsanación de deficiencias que implicaban nuevo pago del tributo correspondiente (fase F) o la falta de recursos para hacer frente a éste, el motivo que llevó a no tramitar siquiera solicitud para la fase Y. Pero, lo que es fundamental, reconoció el Sr. Obregón que vendía a los compradores una parcela y la vivienda que debía en ella construir, y que nunca llegó a hacerlo. Expuso legítimamente en su defensa el acusado, que un aumento de los costes de la construcción y el peso de los intereses de la operación de financiación de la que hubo de valerse, lo impidieron. Afirmó que la urbanización y gastos iniciales –que concreta en la contratación de personal, los proyectos de arquitectura, la obtención de licencias- acabaron con el capital con el que contaba y, en definitiva, que empleó las cantidades recibidas de los compradores “en lo realizado en las fases H, F e Y” y, más concretamente, “en las obras de urbanización llevadas a cabo en ellas”, lo que sorprende y no resulta plausible a esta Sala, por diferentes razones. En primer lugar, por cuanto “lo realizado” en esas fases se concreta, según declaración del acusado, en acometida de agua y luz, y el asfaltado, y cierto movimiento de tierras sólo en las fases H y F, y “nada en la fase F”, afirmación que contrasta con lo manifestado por la larga lista de testigos que depusieron en el acto del juicio y que aseguran que “allí –en referencia a las citadas fases de la promoción-no se construyó nada”. Desde luego, la falta de construcción de las viviendas ha quedado plenamente probada, a partir del testimonio recibido de todos y cada uno de los intervinientes en el acto del juicio oral, incluido el del acusado que reconoció como cierto este hecho; pero, más allá de la admisión de ese hecho, sobre el que no existe discusión, existen diferencias en lo que se refiere a la realización de las obras de urbanización de las fases H, F e Y del complejo “Los Altos de la Huerta”, que el Sr. Obregón afirma haber realizado, y lo que es fundamental, haber invertido en ello las cantidades recibidas de los compradores, mientras éstos, al deponer como testigos en el acto del juicio, en número superior a sesenta, y sin excepción, lo niegan con rotundidad . En cualquier caso, del resultado de la actividad probatoria desarrollada, la Sala concluye que no hubo, por parte del acusado, inversión de cantidad alguna en la urbanización de las concretas fases H, F e Y ni, en consecuencia, que las sumas entregadas por los adquirentes de las futuras viviendas fueran empleadas en las obras que correspondía realizar. Es más, aun admitiendo que una mínima parte de aquello que la defensa del acusado entiende como “urbanización” fuera realizada por la mercantil Ediparque S.L –vid. informe ratificado en el acto del juicio por el Sr. CAPDEPÓN FERNÁNDEZ, obrante al folio 4974 de la causa- y, necesariamente, pasando por alto el dato de la no acreditación de que tales obras fueran realizadas en las tres concretas fases de la promoción que nos ocupan, ésta habría exigido una mínima inversión que se aleja con mucho de la cantidad que se afirma empleada al efecto y, en cualquier caso, de la que a tales fines podía disponerse; no se olvide que la mercantil promotora contaba con una doble vía de financiación, a saber, las cantidades aportadas por los adquirentes a cuenta del precio total, y las cantidades que de forma progresiva puso a su disposición la entidad de crédito con la que contrató el préstamo hipotecario al que se hacía referencia en el apartado de hechos probados. A juicio de la Sala, pues, el acusado desvió a fines distintos de la construcción de una vivienda unifamiliar, sobre parcela y en zona urbanizada, que ocuparían las fases H, F o Y del complejo residencial “Altos de la Huerta” las cantidades recibidas de los compradores, y es precisamente este destino a una finalidad distinta a la pactada la que le hace incurrir en el delito de apropiación indebida, en la modalidad de “distracción” del que se le acusa. En cualquier caso, tal inversión no cubre en absoluto la finalidad a la que estaba ordenada la suma del capital recibido de los adquirentes que, a juicio de la Sala, no cabe duda que se trataba de la adquisición de una concreta vivienda construida sobre una parcela, de extensión también determinada y distinta a la de otras, lo que justifica su diferente precio –y, en la que, en algún caso, se proyectaron reformas que elevaron esa cifra- situada, cierto es, en una fase –la H, F o Y- de un complejo urbanizado; fines éstos a los que, concluye este tribunal, no destinó siquiera la suma correspondiente a las cantidades recibidas a cuenta o por el pago de la vivienda que venía obligado a construir. No duda la Sala que, como afirma la defensa del Sr. Obregón, en el desarrollo del proceso –en esas fechas- de “quiebra” en el que se vio inmersa la mercantil, no se advirtió en las cuentas de ésta indicios o irregularidades que lleven a sospechar que el acusado se quedara para sí e incorporara a su patrimonio el dinero recibido por las ventas; pero, sucede que la constatación de esa circunstancia no es precisa para la tipificación de la conducta del Sr. Obregón como delito de apropiación indebida, en la modalidad de “distracción” antes descrita, pero sí el elemento del tipo que, contrariamente, y también sin lugar a dudas, concurre en el caso de autos, relativo al destino del mismo a una finalidad distinta de la pactada en los contratos – véase, entre otras muchas, la STS 184/2008 de 29 abril (RJ 2008\2184)- quizás de su interés particular, o para cubrir las necesidades financieras de la sociedad o hacer frente a otros pagos comprometidos por ésta, pero, en definitiva, fines desconocidos y en cualquier caso ajenos a la construcción de los chales de las fases H, F e Y vendidos sobre plano, que nunca llegaron a ser construidos. En atención a todo lo expuesto, y como se adelantaba, la Sala concluye que el Sr. Obregón ha de reputarse autor de un delito de apropiación indebida, tipificado en el art. 252 CP y descrito al inicio de este apartado PRIMERO de los fundamentos de Derecho. SEGUNDO.- Considera asimismo esta Sala que en la conducta del Sr. Obregón concurren las circunstancias previstas en el art. 250.1 1ª y 6ª que, puestas en relación con lo dispuesto por el art. 252, configuran el subtipo agravado de este ilícito. En primer término, se ha de tener en cuenta que el delito del que se considera autor tiene por objeto la vivienda, tal y como ha quedado acreditado a partir del testimonio recibido en el plenario de un número cercano a sesenta adquirentes que vinieron a manifestar que la vivienda a construir que adquirían estaba destinada a ser su domicilio habitual. Sólo una de las personas que intervinieron en este acto como testigo, la Sra. Escarlata Pérez, señaló que el chalet que compraba iba a destinarlo a segunda vivienda. Y, aun cuando en el presente caso es muy elevado el número de supuestos en los que se aprecia, hubiera bastado uno solo para entender procedente la aplicación de esta circunstancia que cualifica y agrava el tipo, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 250.1.1º del CP. Concurre, pues, uno de los presupuestos que la Jurisprudencia emanada del TS viene exigiendo para la aplicación del subtipo agravado, a saber, que esa vivienda constituya el domicilio habitual del perjudicado, la morada del comprador, no dispensándose la protección reforzada a las denominadas segundas viviendas o a aquellas otras adquisiciones inmobiliarias concebidas como inversión (Vid. STS 997/2007, de 21 de noviembre. Cfr. SSTS 57/2005, 26 de enero, 62/2004, 21 de enero y 559/2000, 4 de abril). No olvida, sin embargo, la Sala que en el plenario, y también en calidad de testigo, depuso el Sr. Alfonso Buendía –agente de ventas de la mercantil Ediparque S.L- quien afirmó conocer que la intención de muchos de esos compradores –fueron esas sus palabras -era simplemente invertir, a la vista del –siempre según su criteriobajo precio de esas viviendas, afirmación que la Sala entiende como una suerte de especulación a la que no puede otorgar verosimilitud, fundamentalmente, a la vista de la imposibilidad del testigo de concretar, tras ser invitado a ello por la MagistradaPresidenta de este Tribunal, qué compradores o en qué número o porcentaje, éstos adquirieron la vivienda por un motivo como el referido, que esta Sala entiende como una suerte de “acusación velada de especulación” que carece de apoyo o fundamento alguno. Contrariamente, el hecho –evidenciado también en el plenariode que varios de los compradores encargaran a la mercantil promotora reformas en la vivienda que adquirían, y que ésta presupuestó, antes confirma -a juicio de esta Sala- que la intención de los mismos no era otra que residir en ellas, una vez adaptadas a las necesidades propias de sus ocupantes, perdiendo en otro caso su sentido y, con él, el del incremento del precio total de venta que traían consigo. En segundo término, en este asunto ha de atenderse al valor de la defraudación o, mejor, a la entidad del perjuicio causado, al efecto de apreciar la especial gravedad del ilícito en los términos que, en el tiempo de comisión de los hechos, disponía el art. 250.1.6º CP y que supera con creces el umbral cuantitativo que ya el Pleno no Jurisdiccional de la Sala Penal del TS, celebrado el día 26 de abril de 1991, para apreciar la concurrencia de la circunstancia agravatoria prevista en el antiguo art. 250.1.6º cifrado en “dos millones de pesetas, para entender procedente la aplicación de la agravación ordinaria, y de seis millones de pesetas – en la actualidad, 36.060,73 euros- para la muy cualificada”. Así, en línea con la que ha sido doctrina prevalente del TS –a la que, entre otras, han dado forma las sentencias del TS 554/2008, de 24 de septiembre, 482/2008 de 28 junio,102/2008, de 7 de febrero, 1077/2007, de 13 de diciembre, 933/2007, de 8 de noviembre, 997/2007, 26 de noviembre , 184/2007, de 1 de marzo, 546/2007, y haciendo propio el canon o valor de referencia antes citado, la Sala aprecia la concurrencia de esta circunstancia agravatoria –no en vano, el valor de lo apropiado ronda la suma de 300.000.000 de pesetas. En lo que a esta circunstancia respecta, no escapa a la Sala que la reforma operada por la LO 5/2010, ha dado nueva redacción a ese art. 250.1 para dar cabida en él a una circunstancia agravatoria que salda toda eventual discusión acerca de la eficacia u operatividad de aquélla cota o límite cuantitativo, de suerte que, si el valor de la defraudación supera los 50.000 euros, tal y como expresamente dispone el actual numeral cuarto, concurre una circunstancia agravatoria de la conducta delictiva que sanciona, como tampoco escapa que esta previsión podría llegar a aplicarse en caso de resultar más favorable al reo, sin embargo, ello no sucede en el caso de autos, toda vez que, el valor de lo defraudado no sólo no es inferior a la referida cantidad de 50.000 euros –de haberlo sido, es obvio que vendría excluida dicha agravación- sino que resulta extraordinariamente superior a esa cifra y, en consecuencia, sea en atención a aquélla anterior, sea con arreglo a la previsión normativa actualmente en vigor, en el delito cometido por el Sr. Obregón concurre la circunstancia agravatoria que atiende a la entidad de la defraudación y el daño con ella causado, que en cualquier caso ha de estimarse grave. En consonancia con lo anterior y, en particular, dada la concurrencia de las circunstancias 1º y 6º previstas en el art. 250.1 CP, este tribunal estima de especial gravedad la conducta delictiva en la que ha incurrido el acusado, lo cual, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 250.2 CP, en la redacción vigente en el tiempo en que sucedieron los hechos, determina que la pena a imponer por su comisión deba ser de cuatro a ocho años de prisión y multa de 12 a 24 meses. TERCERO.- En último término, y al objeto de configurar definitivamente el delito de apropiación indebida que se entiende cometido por el Sr. Obregón, resta precisar que resulta en su conducta apreciable la continuidad delictiva. Conviene en este punto recordar, de acuerdo con lo manifestado por el TS en su sentencia de fecha 24 de enero de 2008, que el concepto de "delito continuado" no ha de identificarse con "una suma de delitos" sino de "acciones u omisiones", o infracciones contra bienes jurídicos; no es ni ha de concebirse como una mera ficción jurídica destinada a resolver, en beneficio del reo, los problemas de aplicación de penas que plantea el concurso de delitos, sino como una verdadera "realidad jurídica", que permite construir un proceso unitario sobre una pluralidad de acciones que presentan una determinada unidad objetiva y subjetiva ( Véase al respecto, asimismo, la STS 918/2007, de 20 de noviembre ). Conforme a la que es ya una sólida doctrina jurisprudencial –sentada, entre otras, en las sentencias del TS 367/2006, de 22 de marzo, 523/2004 de 24, de abril, y 882/2005, de 5 de julio- la forma en que el legislador penal español define en el art. 74 el delito continuado, como el supuesto en el que, en ejecución de un plan preconcebido o aprovechando idéntica ocasión, se realiza una pluralidad de acciones u omisiones que ofenden a uno o varios sujetos o infringen el mismo precepto penal o preceptos de igual o semejante naturaleza, lleva a concluir que “se trata de una figura del concurso de infracciones punibles que agrupa en un solo delito una serie de acciones homogéneas ejecutadas en distintos momentos temporales pero obedeciendo a una unidad de resolución delictiva”, siendo sus requisitos los que a continuación se relación, y cuya concurrencia resulta de la relación de hechos probados de la presente resolución: a) Pluralidad de hechos delictivos, y no sometidos a enjuiciamiento separado por los Tribunales, en el caso de autos, el destino de las cantidades entregadas a cuenta del precio total a una finalidad ajena a la construcción de las viviendas que señalan los diferentes contratos de compraventa suscritos, y la no devolución de las mismas a los adquirentes. b) Concurrencia de un dolo unitario que transparenta una unidad de resolución y propósito que vértebra y da unión a la pluralidad de acciones comisivas, de suerte que éstas pierden su sustancialidad para aparecer como una ejecución parcial y fragmentada en una solo y única programación de los mismos. En el asunto que nos ocupa, los referidos contratos de compraventa presentan, por lo general, una estructura coincidente, y se enmarcan en la que puede entenderse como actividad o dinámica normal de la mercantil Ediparque SL, mientras el destino de las cantidades a un fin distinto del pactado y su no devolución a los compradores eran circunstancias conocidas por el acusado. c) Realización de las diversas acciones en unas coordenadas espaciotemporales próximas, indicador de su falta de autonomía. Los hechos que han dado origen a esta causa comenzaron en el año 1998, del que son fecha los primeros contratos de compraventa suscritos por las viviendas unifamiliares que nunca llegó a construir, y se extienden hasta el año 2000, en el que están datados los que formalizan las últimas ventas de las parcelas sobre las que nada se construyó. Las operaciones de compraventa que están en el origen de este litigio se fueron realizando sucesivamente a lo largo de algo más de dos años y la falta de devolución de las cantidades entregadas a cuenta se ha extendido en el tiempo. d) Unidad del precepto penal violado, en el caso de autos, el art 252 CP y, por ende, con lesión de idéntico bien jurídico. e) Unidad de sujeto activo: el acusado, el Sr. Juan Obregón, como administrador único de la mercantil Ediparque S.L., en calidad de autor. f) Homogeneidad en el modus operandi, por la idéntica o parecida utilización de métodos, instrumentos o técnicas de actuaciones afines –véase al respecto lo dispuesto por las sentencias del TS 1103/2000, 1749/2002, 523/2004 y 1253/2004, entre otras- según resulta de la lectura de los hechos probados y ha quedado además expuesto en los fundamentos jurídicos anteriores. Como quiera que se trata de un delito continuado, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 74.1 CP, éste debe ser sancionado con la mitad superior de la pena. Si, como sucede en el caso de autos, en él vienen agrupadas una suma de infracciones contra el patrimonio, según prevé el apartado segundo de ese mismo precepto, la pena básica del delito no se corresponde con la de la infracción más grave, sino que de cara a su determinación ha de atenderse al “perjuicio total causado”, entendido éste como la suma total de las cuantías defraudadas, lo cual, de conformidad con lo expresado por acuerdo del pleno de la Sala de lo Penal del TS, de 30 de octubre de 2007, excluye la operatividad de la regla contenida en el apartado 1º del referido art. 74 ese mismo precepto, si su aplicación fuera contraria a la prohibición de doble valoración. Llegados a este punto, conviene tener presente que en el asunto que nos ocupa, a la concurrencia de la circunstancia de agravación específica prevista en el art. 250.1.6 CP –en los términos que se han hecho explícitos en el fundamento jurídico que antecede- se suma la de la circunstancia prevenida en el art. 74.2 CP, que obliga a sumar las cuantías a las que asciende cada una de las acciones o infracciones aisladas, lo que lleva a cuestionarse si, por coincidencia de ambas y de cara a la determinación de la pena que ha de llevar aparejada el delito así configurado, se incurre en el error de estar teniendo en consideración o, si se prefiere, valorando dos veces un mismo dato –la cifra que alcanza la suma de lo defraudado- para agravar, también doblemente, la conducta del acusado, con lo que ello implica de inobservancia de la prohibición que impone el principio “non bis in ídem”, de inexcusable respeto. Sin embargo, no es éste un riesgo que se corra o error en el que pueda incurrirse en el asunto que nos ocupa, por cuanto, son varias y bastaría atender a una sola de las acciones que han llevado a apreciar la referida continuidad delictiva o, si se prefiere, a considerar de forma aislada una de las operaciones de venta realizadas por el Sr. Obregón por las que recibió en pago una cantidad que excede, con mucho, la cuantía de 36.060,73euros que la Jurisprudencia ha fijado como valor de referencia, para apreciar el numeral 6 del citado art. 251.1.6ª CP –o, en su caso, los 50.000 euros que marca el vigente art- 250.1.4º CP para apreciar la consabida circunstancia agravatoria-cantidades, que no han sido devueltas y que, se insiste, no fueron destinadas al fin para el que se pactó su entrega. Ello, en particular, sucede en el caso del Sr. Gisbert Verdú y cónyuge, quienes pagaron el precio total de su vivienda que ascendía a la cantidad de 126.212, 14 euros, o los del Sr. Carlos Barber Albors, que hizo entrega de 171.810 y de la Sra. Inés López Mochales, quien pagó 108.842, 25 euros, que tampoco han visto reintegrados. En definitiva, y de acuerdo con la doctrina del TS sentada, entre otras, en la STS de 27 de junio de 2002, resulta posible y procede en este caso apreciar el delito de apropiación indebida continuado de especial gravedad, habida cuenta de que varias de las conductas punibles atribuidas al acusado, consideradas de forma aislada, superan por sí solas las cuantías antedichas. CUARTO.- Conforme se desprende del relato de hechos probados, el caso del Sr. Alvarado Almarcha y la Sra. Veronique Robert Gate, quienes también con el Sr. Obregón suscribieron contrato de compraventa por el que adquirían las parcelas y viviendas que en su momento se hizo constar, resulta particular. Y es que, a diferencia del resto de compradores –tal y como el primero reconoció en el plenario, lo hizo también el acusado y asimismo se concluye de la documental obrante al folio 5372 y ss.- el Sr. Alvarado no hizo entrega de cantidad dineraria alguna de la que, conforme exige el tipo penal que encierra el art. 252 CP, surja obligación de devolver o que deba destinarse al fin o fines pactados con ocasión de su entrega; antes al contrario, recibió dicha vivienda con parcela como dación en pago por las deudas que, como resultado de sus negocios, había contraído con él la mercantil Ediparque SL. con anterioridad al momento en que se entienden cometidos los hechos penalmente relevantes objeto aquí de enjuiciamiento. La misma condición de acreedora de la mercantil Ediparque SL concurre en la Sra. Veronique Robert Gates, quien, con su incomparecencia en el acto del juicio oral ha privado a esta Sala de mayor convicción que la que arroja la documental obrante en las actuaciones y manifestó el acusado en el curso de su declaración, y que lleva a la sala a concluir que no hizo en su momento efectiva entrega de la cantidad de 195.328 euros que obran en el contrato que suscribieron como precio de la vivienda, ni, en consecuencia, queda a juicio de este tribunal acreditado que el Sr. Obregón recibiera esta cantidad bajo título que le obligue a devolverla, ni que fuera ésta desviada o destinarla a fines ajenos a aquéllos en los que debió emplearla. Tampoco consta a la Sala si a la Sra. Robert le ha sido o no reintegrada, en todo o en parte, esta cantidad que, en su caso, podría entendérsele adeuda, pero no a resultas de la comisión por el Sr. Obregón del delito continuado de apropiación indebida que se le atribuye y del que pueda ésta entenderse ofendida o perjudicada. En definitiva, en lo que atañe al Sr. Alvarado Almarcha y la Sra. Robert Gates, no concurre el elemento esencial configurador del delito de apropiación indebida atribuido al Sr. Obregón por la conducta desarrollada con el resto de adquirentes de las viviendas pertenecientes a las fases H, F e Y, cual es la entrega o desplazamiento de una cantidad dineraria que el acusado viniera obligado a devolver o, en la modalidad de distracción que ha apreciado esta Sala, debiera destinar al fin o fines para los que fue entregada, en beneficio propio y perjuicio de quienes efectuaran la entrega. QUINTO.- Así mismo, el resultado de la actividad probatoria desarrollada en el plenario ha llevado a esta Sala a la convicción de que el acusado, Sr. Obregón, es autor del delito de estafa tipificado en el art. 251.2 del Código Penal, del que viene acusado. Conforme ha quedado dicho en apartados anteriores, no cabe duda a esta Sala que el acusado, el Sr. Obregón, ejercía un control real sobre la actividad desarrollada por la Sociedad Ediparque S.L, a la que representaba en calidad de administrador único. De lo actuado en el plenario y, en particular, la declaración por éste prestada, se ha podido concluir que el acusado conocía a la perfección la marcha de la mercantil, en general, y las operaciones de compraventa realizadas en relación con las viviendas de las fases H, F e Y de la promoción, muy en particular, de las que recuerda personas y cifras con admirable precisión, lo que mal se compadece con la falta de intervención directa del acusado que la defensa pretende argüir en favor de la que es también su tesis de que las operaciones se realizaban con el Sr. Buendía en la oficina de ventas y no hubo participación directa o personal en ellas de su patrocinado. Que, en su mayor parte o generalmente, los compradores se relacionaran con el agente de ventas, Sr. Buendía, y dejando a un lado el dato de que hubo alguno de ellos que manifestó en el plenario haber mantenido algún contacto con el acusadono obsta en absoluto y resta un ápice a nuestra convicción de que el mismo era pleno conocedor de las obligaciones que, en nombre de la mercantil, asumía en los contratos celebrados desde el momento en que, al igual que los compradores –a los que con insistencia y en el mismo sentido alude la defensa- estampó su firma en ellos, y al propio tiempo, de la facultades de las que éstos le investían y que, en lo que atañe al suscrito con el Sr. Gisbert, no incluye la consistente en gravar o hipotecar la finca o vivienda que vendía. Y es que, efectivamente, de la documental incorporada a la causa y posteriormente reproducida se concluye sin dificultad que el contrato suscrito con la empresa promotora de fecha 18 de abril de 2000, y que obra al folio 5 y ss., del Tomo I, no incluye en su clausulado las concretas condiciones o cláusulas que, bajo los números 2 y 3, recoge el Pliego de condiciones particulares de la mayor parte de los contratos de compraventa suscritos por la mercantil en estas fechas con el resto de compradores de las parcelas y viviendas de las fases H, F e Y que nos ocupan, y que son del tenor siguiente: “El precio del componente (casa-parcela) objeto del presente contrato, así como su forma de pago, es el que ha quedado suficientemente especificado en el apartado correspondiente del pliego de condiciones particulares. De dicho precio, el comprador retiene en su poder y descuenta la cantidad que se ha previsto obtener de la Entidad de Crédito como principal del préstamo hipotecario, por cuyo motivo, la parte compradora faculta a la parte vendedora para percibir tal cantidad de aquella entidad de crédito. A fin de que la parte vendedora pueda formalizar el préstamo hipotecario que gravará este componente (casa-parcela), la parte compradora autoriza a la parte vendedora a concertar y formalizar con Entidad de Crédito Oficial o privada, un préstamo en las condiciones descritas en el cláusula expositiva 5ª y para que pueda modificar, novar y decidir hipotecas, distribuyendo las responsabilidades que las garanticen en la forma que tenga por conveniente, pudiendo firmar liquidaciones y percibir directamente el importe total del préstamo en una o más entregas, pagar cantidades y, en definitiva, ejecutar cuantos actos y otorgar cuantos documentos públicos o privados considere convenientes a tales fines. El comprador se compromete a asumir en el momento de la firma de Escritura Pública y subrogación del préstamo, la condición jurídica de deudor e incluso reales que sean fijados, subrogándose en las garantías, incluso reales, que se establezcan y subrogándose no sólo en las responsabilidades derivadas de la hipoteca, sino también en la obligación persona con ella garantizada. El resto del precio pactado será satisfecho en las condiciones establecidas en el apartado correspondiente del Pliego de Condiciones Particulares”. También a diferencia de la inmensa mayoría de adquirentes de estas viviendas, tal y como ha quedado evidenciado por la declaración del propio ofendido y no ha sido contradicho por el acusado en el acto del juicio, el Sr. Gisbert no abonó una cantidad inicial o sucesivos pagos a cuenta del precio total de la vivienda que adquiría, sino que hizo efectivo el pago íntegro del mismo, razón por la cual, como bien expuso el afectado y la Sala concluye de sus manifestaciones, el contrato privado en el que se formalizó la compraventa de su vivienda no incorpora el detalle de fórmula de pago alguna coincidente o semejante a la referida en las cláusulas antes transcritas; y es que, de la pruebas practicadas en el plenario, y en particular, de las declaraciones recibidas tanto del Sr. Gisbert, cuanto del acusado, y de la documental obrante a los folios 5 y ss. , del Tomo I, y al folio 4 de ese mismo Tomo, entiende la Sala acreditado que con anterioridad al momento en que había de formalizarse la escritura de propiedad de su vivienda, de acuerdo con la que afirmó que era su intención, el primero había abonado el total del precio que a ésta correspondía; y ello, aun cuando es sólo en el mes de abril del año 2001 cuando se extiende a su favor certificación de haber recibido del mismo la totalidad de esa cifra. No obstante ser conocedor de que el referido contrato privado no le autorizaba a gravar la vivienda antedicha, y a sabiendas de que el suelo y chalé a construir en él habían sido enajenados al Sr. Gisbert –y abonados por éste íntegramente- no siendo ya, en consecuencia, de su propiedad, en el mes de marzo del año 2001 hipotecó la parcela perteneciente al adquirente y ya propietario, el Sr. Gisbert, en beneficio propio y perjuicio del anterior, sin establecer el quantum de responsabilidad que dicha parcela había de asumir, incurriendo así en la conducta tipificada por el art. 251.2 del CP como delito al castigar como autor del delito de estafa a quien, habiendo enajenado como libre una cosa inmueble, “la gravare o enajenare nuevamente, antes de la definitiva transmisión al adquirente, en perjuicio de éste o de un tercero”. En la conducta del Sr. Obregón descrita en los apartados anteriores y que se recoge en el apartado cuarto del relato de hechos probados, concurren los elementos que configuran el delito de estafa tipificado en el citado art. 251. 2 CP y que, de conformidad con lo en él dispuesto, la Sala entiende que ha de ser sancionado con la pena de un año de prisión (el Fiscal pide 2). SEXTO.- No concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal. SÉPTIMO.- Ha de atribuirse al Sr. Obregón la responsabilidad civil que deriva de la comisión de los delitos de apropiación indebida y estafa de los que se considera autor. En efecto, tal y como señala el art. 116 CP, “toda persona responsable de un delito o falta lo es también civilmente si del hecho se derivaren daños o perjuicios”, una responsabilidad ésta que ha de asumir el acusado de una forma directa, en concepto de autor, por su personal y voluntaria realización de los hechos que han dado origen a esta causa. Lo cierto es que, en lo que atañe a la responsabilidad civil mucho se ha discutido durante el desarrollo de este juicio, fundamentalmente por razón de la existencia de ciertas renuncias de algunos de los compradores denunciantes al ejercicio de acciones penales y civiles contra la mercantil representada por el Sr. Obregón que, puede adelantarse, resulta responsable civil subsidiaria; renuncias cuyo alcance o eficacia conviene precisar, dejando antes sentadas ciertas ideas o nociones que en el debate, según apreciación de la Sala, aparecían confusas. En primer término, conviene dejar sentado que, tratándose de delitos de naturaleza pública como sucede en el caso de autos, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 106 LECrim y, como bien advierte el TS en su sentencia 1546/2005, de 29 de diciembre, la acción penal es irrenunciable o, si se prefiere, no se extingue por renuncia. Su ejercicio corresponde al Ministerio Fiscal y opera plenos efectos, con independencia de la voluntad de la persona que resulte ofendida por el ilícito penal que se enjuicia. Pero, mientras la acción penal no queda extinguida por renuncia del ofendido, sí lo hacen o pueden hacerlo las civiles que dimanan de ésta, cualquiera que sea el carácter o naturaleza del delito del que procedan; y es que, contrariamente a la penal –como bien señala la STS de 15 de mayo de 2003- la acción civil es perfectamente disponible, pudiendo su titular bien renunciar a ella, bien reservarla para su ejercicio en el proceso civil correspondiente (STS 936/2006, de 10 de octubre), de suerte que, de no llevar éste a cabo uno u otro acto de disposición, corresponderá al Ministerio Fiscal el ejercicio en su nombre, de forma conjunta al de la acción penal , debiendo el tribunal penal pronunciarse acerca de ambas (Vid. Arts. 107, 110 y 112 LECrim). A tal efecto, y todavía con el propósito de clarificar algún concepto, se ha de tener presente que toda renuncia, en tanto que “negocio jurídico unilateral de carácter recepticio”-conforme ya declarara el TS en resoluciones de fecha 21 de marzo de 1963, de 2 de febrero de 1969 y de 10 de diciembre de 1969, entre otras muchasha de ser “expresa” y realizada personalmente o a través de representante con poder especialísimo. Como reiteradamente señala la Jurisprudencia –y en particular, la STS 1546/2005, de 29 de diciembre- “es menester, en su caso, que ésta se lleva a cabo de una manera expresa y terminante; una renuncia que, conforme indica la STS de 30 de octubre de 2001, “no está sujeta a una forma especial, bastando que se exprese con claridad suficiente”, y no son precisamente éstas condiciones que reúnan escrupulosamente el total de las que, entiende la defensa del Sr. Obregón, constan en la presente causa. Según ha tenido ocasión de exponer a lo largo de las sesiones de este juicio oral y en su informe el defensor del acusado, son fundamentalmente dos los momentos en que ha tenido lugar una renuncia colectiva al ejercicio de las acciones que, según su criterio, se debaten en esta causa, que –también bajo su criterio- han de generar como efecto la extinción de cuantas acciones puedan dirigirse contra el Sr. Obregón por razón de la actividad desarrollada en nombre de la mercantil Ediparque SL. El primero viene marcado por la constitución, por parte de una suma de compradores, de dos cooperativas –véanse los folios 3802 y ss, y 3865 y ss, de las actuaciones- y el segundo, por la firma del convenio de la quiebra por parte de aquellos adquirentes que fueron reconocidos como acreedores de la mercantil y participaron en el proceso de quiebra seguido contra la misma, cobrando a resultas de éste la parte proporcional convenida del crédito que ostentaban frente a la sociedad quebrada. A ello ha de sumarse, y no es cuestión baladí, que durante el desarrollo del plenario, y a preguntas del Fiscal, la práctica totalidad de adquirentes que comparecieron en la causa como testigos –y que, formaron o no parte de aquéllas cooperativas, pero que en su mayoría intervinieron en la quiebra y recibieron en ella las cantidades acordadas que les correspondía- manifestaron no haber renunciado, ni renunciar en ese acto, a ser reparados o indemnizados por el daño que la conducta del Sr. Obregón les había causado. Llegados a este punto, y aun a riesgo de adelantar la opinión de la Sala al respecto, interesa señalar lo erróneo de la consideración, expresada por la defensa del Sr. Obregón, de que la renuncia que entiende formulada en relación con el ejercicio de la acción civil contra su patrocinado –una vez descartada respecto de la penal, irrenunciable- goce en este caso de virtualidad para extinguir y, por ende, impedir su deducción frente al acusado, por su condición de autor responsable de los delitos que han sido objeto de enjuiciamiento. Es cierto que, con fecha 3 de julio de 2002, los que fueron representantes de las cooperativas de adquirentes, y a través del documento público que consta en el folio 3935 y ss. de las actuaciones, manifestaron renuncia a “las acciones civiles y penales contra la sociedad Ediparque SL, su representante legal y sus socios” derivadas de las obligaciones asumidas por la mercantil en los contratos de compraventa suscritos con todos ellos, pero, tan cierto como lo anterior es que, excluida esta posibilidad respecto de las acciones penales, la renuncia a ejercitar acciones civiles así formulada carece de la eficacia que, en otro caso, le sería propia; y ello, de un lado, por razón de la ausencia de una exigencia fundamental, tratándose como se trata de un acto personal, cual es, la necesidad de que tal renuncia haya sido realizada personalmente o ratificada de este modo, cuando no a través de representante con poder especialísimo, circunstancias éstas que no concurren en el caso de autos y, de otro lado, por la que parece razón de mayor peso, si cabe, cual es la pérdida de eficacia de aquél acuerdo adoptado de forma colectiva y, en particular, la parte del mismo referida a la renuncia al ejercicio de acciones civiles por consecuencia de la retroacción de los efectos de la quiebra declarada contra la mercantil por auto de fecha 10 de enero de 2000, anterior, pues, a la fecha en que se formalizó la pretendida renuncia por parte de los representantes de las cooperativas afectadas, que igualmente quedaron sin efecto en virtud de este pronunciamiento contenido en el auto declaratorio de la quiebra de 19 de diciembre de 2002. Pero, tan cierto como lo anterior es que la que figura como cláusula 10ª del convenio de la quiebra -aprobado por auto de fecha 17 de octubre de 2005- y suscrito por una larga lista de compradores denunciantes, viene expresamente a señalar que, con su aprobación (del convenio, se entiende) “los acreedores titulares de los créditos sometidos a este convenio verán extinguidos todos sus créditos y las acciones y derechos que pudieran ostentar hasta ese momento contra “Ediparque”, por lo que no podrán reclamar “contra dicha compañía” –el entrecomillado es nuestro- por concepto o título alguno, y ello sin perjuicio del derecho a oponerse al convenio, en los términos previstos legalmente”, una cláusula ésta cuya validez no se discute, y que la defensa del acusado interpreta como una renuncia válida, precedida de información suficiente, que implica la extinción de toda acción y consiguiente imposibilidad para los compradores de ejercitar en el futuro acciones civiles contra la mercantil sujeta a quiebra y sus socios, pero que este tribunal entiende –y adviértase el matiz- como renuncia a hacer efectivos los créditos pendientes contra la mercantil Ediparque SL., mediante el ejercicio de las acciones civiles correspondientes, y no al derecho que a éstos asiste a ser indemnizados por los daños y perjuicios generados por la conducta delictiva del Sr. Obregón. Ello explica que sólo en el sentido de entender que, a través de la aceptación de esta cláusula, los adquirentes de las futuras viviendas se consideran satisfechos y reconocen cancelada la deuda que, a su favor, hubiera contraído la mercantil Ediparque en el contrato de compraventa que suscribieron y por cuya virtud hicieron entrega de distintas cantidades a cuenta, sólo en ese sentido –se insiste- puede coincidirse con la tesis de la defensa. En conclusión, si bien admitimos la validez de las renuncias al ejercicio de acciones civiles futuras contra la sociedad Ediparque SL para exacción de todo crédito adeudado por ésta, que puede entenderse definitivamente extinguido o cancelado, no puede afirmarse lo mismo respecto del ejercicio de la acción civil que, ex delito, procede dirigir contra el acusado, o expresado de otro modo, la renuncia al ejercicio de acciones legales contra la referida mercantil, validada mediante la firma del convenio en el que obra, no afecta o alcanza a la que es procedente dirigir contra el Sr. Obregón para que responda de los daños o perjuicios generados con su conducta penalmente ilícita. En definitiva, lo que aquí se cuestiona y corresponde a este tribunal resolver si puede o debe deducirse acción civil para exigir responsabilidad de esta naturaleza al Sr. Obregón y, en caso afirmativo, determinar el alcance de la responsabilidad, de carácter civil, en la que ha incurrido el acusado, Sr. Obregón, por consecuencia de la comisión de los delitos de apropiación indebida y estafa que le son atribuidos. Que la responsabilidad civil resultante de la comisión de los mencionados ilícitos penales, de clara naturaleza pública, de los que se considera autor, corresponde y ha de exigírsele al Sr. Juan Obregón López es algo que, a juicio de la Sala, no admite dudas. Y, lo que tampoco las plantea es que la acción civil cuya vigencia se discute –insistimos- no es otra que la nacida ex delito, ordenada a la restitución de la cosa o reparación del daño e indemnización de los perjuicios causados por los delitos cometidos y a deducir contra su autor; y en esta condición – la de autor- se declara al Sr. Obregón responsable de los delitos antedichos, provocando daños efectivos que viene obligado reparar. Asiste, en consecuencia, a los perjudicados u ofendidos por tales ilícitos el derecho a ser reparados del daño o indemnizados por los perjuicios padecidos, un derecho al que, efectivamente, pueden renunciar, en el bien entendido de que al hacerlo, renuncian a obtener aquello en lo que, en uso de sus atribuciones, este tribunal fije como reparación o indemnización por el daño o perjuicio individualmente sufrido. Junto a lo anterior, no parece ocioso recordar que, sólo en el caso de que la persona ofendida renuncie expresamente a su derecho de restitución, reparación o indemnización –conforme señala la STS y sin dificultad se desprende de lo dispuesto por los arts. 107 y 108 LEcrim- el Ministerio Fiscal se limitará a interesar sanción penal por su conducta; en otro caso, y por exigencia de los principios de legalidad y oficialidad, será el Ministerio Fiscal quien la ejercite en su nombre, al tiempo que interesa la depuración de la responsabilidad penal que proceda. Trasladando estas consideraciones al asunto que nos ocupa, debemos en primer término examinar si ha mediado o no renuncia al derecho a ser reparados o indemnizados, y por quién o quiénes de sus titulares ha sido ésta formulada, prestando especial atención tanto a la forma cuanto al fondo de las manifestaciones que en este sentido consten en las actuaciones. Así, y como resultado de ese análisis, esta Sala ha podido constatar, de un lado, la existencia de ciertas manifestaciones, que pueden entenderse de renuncia, y a las que otorga plena eficacia tras apreciar la concurrencia en ellas de la doble exigencia que, tal y como declara la STS 1546/2005, de 29 de diciembre, debe a ésta imponerse, cual es, la de ser “expresa y terminante” además de un acto realizado personalmente por el interesado o a través de representante, dotado en ese caso de un poder específico so pena de precisar ratificación personal posterior. Estas condiciones reúne, en particular, la renuncia formulada en el acto del juicio oral por el Sr. José Alvarado Almarcha, la Sra. Escarlata Pérez y la Sra. Josefina Ripoll Martínez, en estos dos últimos casos, ratificando en el plenario la renuncia que afirmaron efectuada en un tiempo anterior; y es que, como se adelantaba, no como exigencia del principio de legalidad que rige su actuación, que también, sino a la vista de las serias dudas que concita la validez y consiguiente eficacia de las que han sido concebidas por la defensa como renuncias al derecho a deducir contra el acusado acciones civiles dirigidas a la exacción de la responsabilidad civil que le corresponde, el Ministerio Fiscal, durante el desarrollo del interrogatorio al que han sido sometidos los compradores que, en calidad de testigos, han intervenido en el plenario, no ha ahorrado esfuerzos en interesar de todos y cada uno de ellos respuesta a la cuestión acerca de su renuncia o no al ejercicio de la acción civil para obtener de éste la mencionada reparación indemnizatoria. Como respuesta a esa pregunta, y de forma abrumadora, la Sala ha escuchado a todos ellos, con excepción de dos, manifestar que en absoluto renunciaban a las cantidades que, en concepto de reparación por los daños y perjuicios sufridos, debía satisfacer el acusado, declaraciones todas ellas, claras y terminantes que, con el favor que resulta de la inmediación que ha presidido el desarrollo de esta actividad probatoria, llevan a la Sala a concluir que efectiva renuncia a aquello que, en concepto de responsabilidad civil, pudiera corresponderles –y, excepción hecha de las que, como válidas, antes se anotabanha de considerarse únicamente aquélla que, reuniendo las condiciones exigidas para su validez, ha tenido lugar en el acto del juicio; y ello, con independencia de si confirman o contradicen manifestaciones realizadas con anterioridad a la celebración de este juicio oral en relación con una eventual renuncia al ejercicio de acciones futuras. Así las cosas, válidamente realizada y, por ende, efectiva considera la Sala la renuncia formulada en el plenario por la Sra. Escarlata Pérez Mora que, sin ambages, ratificó la renuncia que afirmó haber realizado voluntariamente tiempo atrás, y la Sra. Josefina Ripoll que en este mismo acto manifestó su renuncia al ejercicio de la referida acción civil. No así resuelve la Sala considerar aquéllas que la defensa considera efectuadas por una suma de adquirentes de las viviendas a construir que en el marco de la quiebra declarada contra la mercantil, recibieron hasta un 70% de las cantidades entregadas a cuenta del precio total de las mismas, tras aceptar las condiciones y suscribir el correspondiente convenio aprobado en el año 2005. También como válida habría de reconocerse la renuncia llevada a cabo en el plenario por el Sr. José Alvarado Almarcha -no en vano, el Ministerio Fiscal no ha interesado cantidad indemnizatoria alguna a su favor- pero sucede que, faltando a éste la condición de ofendido o perjudicado por el delito de apropiación indebida atribuido al Sr. Obregón -que ya la Sala, en el fundamento jurídico tercero hacía notar- la referida renuncia, por válidamente que se entienda manifestada, pierde su razón de ser, y determina la falta de pronunciamiento de la Sala al respecto. Junto a éstas, y de otro lado, se aprecia la existencia de ciertas actuaciones realizadas por parte de algunos denunciantes a las que difícilmente puede otorgarse ese mismo valor, toda vez que se trata de declaraciones en las que, antes que dejar manifiestamente clara su renuncia al derecho que les asiste a la reparación del daño o indemnización del perjuicio que el delito les ha ocasionado, expresan una intención poco clara, si no del todo confusa, que impide atribuir a aquélla la virtualidad que le es propia; no en vano, conforme tiene declarado el TS, en particular, en Sentencia de fecha 1 de diciembre de 1990, de la que se hace eco, entre otras, la STS 6/2008, de 23 de enero, “los actos de renuncia deben entenderse de un modo "absolutamente restrictivo" para lo que se debe hacer referencia a las normas contenidas en los artículos 1283 del Código Civil, según el cual «cualquiera que sea la generalidad de los términos de un contrato no deberán entenderse comprendidos en él cosas distintas y casos diferentes de aquéllos sobre los que los interesados se propusieron contratar»; el elemento sistemático o contextual regulado en el artículo 1285 del mismo cuerpo legal: «las cláusulas de los contratos deberán interpretarse las unas por las otras, atribuyendo a las dudosas el sentido que resulte del conjunto de todas» y, finalmente, la norma específica contenida en el artículo 1815 del repetido Código, expresiva de que «la transacción no comprende sino los objetos expresados determinadamente en ella o que, por una inducción necesaria de sus palabras, deban reputarse comprendidos en la misma» ( Y, a similar conclusión lleva la doctrina sentada en el orden civil por la Sala Primera del TS, en su sentencia núm. 1153/2000, de 20 de diciembre). Pues bien, siendo preciso que la renuncia a este derecho se haga de una forma expresa y terminante, esta condición –a juicio de la Sala- no se aprecia en las efectuadas, personalmente ante el Secretario Judicial de esta sección 3ª de la Audiencia Provincial de Alicante y que recoge el folio 1034 de las actuaciones, por los Sres. Luis Mariano Florido Coirados y Mª Inés López Mochales, al manifestar que “renuncian al ejercicio de todas las acciones legales de este procedimiento, y en concreto al ejercicio de la acusación particular, sin perjuicio de la indemnización que, como perjudicados, pudiera corresponderles”. En parecidos términos se expresa el Sr. Pedro Juan Trillo Navarro, en manifestación que obra al folio 1047, mostrando su voluntad de dejar (entendemos que sin efecto) la representación otorgada y defensa confiada en esta causa al procurador/a y letrado/a correspondiente, interesando al propio tiempo que “sus intereses sean defendidos por el Ministerio Fiscal”, o los Sres. Carlos Sahagún Casanova, José Luis Olcina Hernández y Fernando Ruiz Suárez, quienes, según obra a los folios 1048 y de las actuaciones, muestran su voluntad de “apartarse de la acusación” o, dicho de otro modo, de desistir en el ejercicio de acciones ya ejercitadas y en virtud de las cuales se constituyeron en parte, en calidad de acusación particular junto al Ministerio Fiscal, haciendo a continuación expresa la voluntad de que “sus intereses, sean defendidos por el MF”. Obran asimismo en la causa, manifestaciones efectuadas por los que hasta la fecha habían sido representantes de las partes y ejercido la acusación particular, expresivas de la voluntad de apartarse de ella, al tiempo que “interesan que los intereses de (los hasta entonces) sus defendidos, lo haga el Ministerio Fiscal” –en particular, respecto de Patricia Guijarro Fuster y José Joaquín Mora Ferrándiz. Y de igual modo, en comparecencia ante este tribunal de fecha 9 de marzo de 2012 (folio 948), manifiesta el Sr. Gisbert su “renuncia a procurador y letrado, ya que desea dejar de ejercer acusación particular, sin renunciar a reclamar a los acusados la las responsabilidades penales y civiles que les correspondan en este procedimiento, lo que desea realizar a través del ministerio Fiscal”; manifestaciones todas ellas, en definitiva, que a juicio de la Sala no puede sino interpretarse como la intención o voluntad de dejar en manos del Ministerio Público el ejercicio de la acción para defensa de su derecho. En conclusión, en opinión de este tribunal, tales manifestaciones no son más que la exteriorización del desinterés de quien las efectúa por sostener la acusación o, si se prefiere, la falta de voluntad o intención de intervenir en la causa en calidad de acusador particular, lo que a todas luces no va más allá del desistimiento de la acción, pero en modo alguno llega a la renuncia a los derechos; no en vano, como bien señala el art. 110 LECrim, cuando los perjudicados no se muestran parte en la causa, no por ello se entiende que renuncia a su derecho de restitución, reparación o indemnización que a su favor pueda acordarse por sentencia firme”. En discrepancia, pues, con la tesis sostenida por la defensa, no tiene la Sala ante sí dato alguno que permita colegir una mayor entidad a la voluntad de los “supuestos renunciantes”, y es que, como acertadamente señalara la STS 6/2008 de 23 enero, “una cosa es comprometerse a no "entablar" una acción civil (…) y otra diferente la renuncia al derecho. Más en un sistema en que el Ministerio Fiscal ejercita la acción civil, según la propia norma procesal ordena que se ilustre a los perjudicados”. En definitiva, no estima esta Sala probado que, excepción hecha de las personas que nominalmente se han señalado supra, los compradores perjudicados formularan expresa renuncia –de carácter procesal o extraprocesal- a ser indemnizados por el perjuicio ocasionado con su conducta por el Sr. Obregón. OCTAVO.- Es premisa de la que se parte, pues, que la responsabilidad civil exigida al Sr. Obregón y la acción civil que a tal efecto deduce el Ministerio Fiscal obedece a la necesidad de reparar el daño o indemnizar los perjuicios provocados por la comisión de los delitos de apropiación indebida y estafa de los que se considera autor, toda vez que, conforme dispone el art. 109 CP, “la ejecución de un hecho tipificado como delito o falta obliga a reparar, en los términos previstos en las leyes, los daños y perjuicios por él causados”. Y, corresponde efectivamente a la Sala determinar la forma en que dicha reparación ha de tener lugar y, por ende, la cuantía que cubre y permite indemnizar a los ofendidos y perjudicados por el daño efectivo sufrido por las acciones delictivas del Sr. Obregón. En el caso de autos, considera la Sala procedente la reparación de tales daños a través de la satisfacción a la víctima, una satisfacción o indemnización por equivalente o, lo que es lo mismo, la entrega de dinero correspondiente al daño sufrido (art. 113 CP), teniendo además presente que, de acuerdo con lo previsto por el art. 115 CP, al declarar la existencia de esa responsabilidad civil, debe el tribunal establecer razonadamente en su resolución, las bases en que se fundamenta la cuantía de los daños e indemnizaciones, pudiendo fijarla en la propia sentencia o en el momento de su ejecución. Se impone, pues, motivar la determinación de la responsabilidad civil –como trasunto del respeto del derecho a la tutela judicial efectiva- a partir de la expresión de las razones que llevan a cuantificar de tal modo la indemnización correspondiente, ello, “aun de forma sucinta, siempre que se exterioricen los elementos fundamentales de la argumentación” (Vid. STS 412/2009, de 23 de abril). De acuerdo con lo anterior, la Sala ha resuelto cuantificar el daño efectivo provocado por las acciones delictivas del Sr. Obregón a los distintos ofendidos o perjudicados a partir del cálculo de las cantidades no recibidas o reintegradas a cada uno de ellos hasta completar las inicialmente entregadas a cuenta del precio total de las viviendas, desde la convicción de que ello responde a los conceptos de reparación e indemnización consagrados en el Derecho español y que imponen como exigencia el que ésta responda o cubra el perjuicio material provocado o, si se prefiere, que resulte ser “una compensación económica por el perjuicio causado, y no un lucro excesivo para quien la recibe”. (vid. STS 1546/2005. De 29 de diciembre). Con arreglo a estos criterios, y tras la referida operación de cálculo consistente en detraer de las cantidades entregadas como pago parcial de las viviendas adquiridas, la cantidad recibida por los compradores en el marco de la quiebra a la que vino sujeta la mercantil Ediparque S. L, la Sala resuelve que, en concepto de responsabilidad civil, el Sr. Obregón deberá indemnizar a las personas que a continuación se relacionan, con las cantidades que también en esta resolución se determinan, y que son las siguientes: A José Luis Gisbert Verdú e Inmaculada Mora Ruiz con el pago de 126.212,54 euros, a Mª José Godoy Estañ con 12.020, 54 euros, a Antonio Miguelez Monje, con 30.224,90 euros, a Carlos Barber Albors y a Mª Remedios Núñez Pardo en 171.870, 95 euros, en estos casos por el importe total de lo abonado en pago del precio de sus viviendas, pudiendo la defensa acreditar en el trámite de ejecución de sentencias que cobraron todo o parte de esa cantidad. Asimismo, a Pedro Juan Trillo Navarro, con 32.102 euros, a Aránzazu Cruz Juárez y cónyuge con 26.672 euros, a Pedro Caballero Encinas con 32.358 euros, a María Sandra Martínez Pérez y cónyuge con 30.862 euros, a Rafael Segura Guerrero con 23.499 euros, a Teresa Tomás López y cónyuge con 30.000 euros, a Amparo Blázquez Valencia y cónyuge con 25.360 euros, a Virtudes Segura Segura y cónyuge con 25.681 euros, a Cristina Nieto Lizón y cónyuge con 31.501 euros, a Mª Flores Vizcaya Moreno y cónyuge con 26. 401 euros, a Mª Dolores Copete Cordero y cónyuge con 27.607 euros, a Manuela Sánchez Mesa y cónyuge con 34.015 euros, a Mónica Quereda Aracil y cónyuge con 38.522 euros, a Óscar Nieto Lizón con 28.252 euros, a Mª del Carmen González del Campo y cónyuge, con 31.601 euros, a Inés López Mochales y cónyuge con 108.663 euros, a Nilda Brizuela Flores y cónyuge con 27.893 euros, a Eduardo Aymerich Gozalbo con 31.622 euros, a Patricia Gujarro Fuster con 8.135 euros, a José Manuel López Salmerón y cónyuge con 6.377 euros, a Alfredo Botella Cantó y cónyuge con 24.317 euros, a Francisco Martín Pérez y cónyuge con 14.832 euros, a José Antonio Moreno Escribano con 11.526 euros, a Miguel Ángel García Ramírez con 15.737 euros, a Juan Luján Martínez con 14.004 euros, a Bibiana Sánchez Arenas y cónyuge con 20.443 euros, a Francisca Bernabeu Iñesta con 12.592 euros, a Carlos Ángel Sánchez Juárez y cónyuge con 9.744 euros, a Manuel Escudero Cartagena y cónyuge con 8.045 euros, a Carlos Sahagún Casanova, con 8.600 euros, a José Luis Olcina Hernández y cónyuge con 8.600 euros, y a Fernando Ruiz Suárez y cónyuge con 11.021 euros. Indemnizará, asimismo, a José Luis Gisbert Verdú e Inmaculada Mora Ruiz con el pago de 126.212,54 euros, a Mª José Godoy Estañ con 12.020, 54 euros, a Antonio Miguelez Monje, con 30.224,90 euros, a Carlos Barber Albors y a Mª Remedios Núñez Pardo en 171.870, 95 euros, en estos casos por el importe total de lo abonado en pago del precio de sus viviendas, sin perjuicio de la acreditación que pueda llevar a cabo la defensa en la ejecución de la sentencia, de haber sido cobrado por éstos, total o parcialmente, la referida cantidad. Se declara responsable civil subsidiario a la mercantil Ediparque SL, en virtud de lo dispuesto por el art. 120.4 del CP. NOVENO.- En consonancia con lo expresado en el apartado sexto del relato de hechos probados y el cuarto de los fundamentos jurídicos de la presente resolución, la Sala no reconoce a la Sra. Robert Gates la calidad de perjudicada por la actividad penalmente ilícita atribuida al Sr. Obregón, por lo que no ha lugar a pronunciamiento alguno acerca de la responsabilidad civil a la que, en otro caso, el acusado habría de hacer frente para reparación del daño e indemnización de los perjuicios que, por lo dicho, no se le entienden causados a resultas de la comisión del delito de apropiación indebida que es objeto aquí de condena. DÉCIMO.- De acuerdo con lo dispuesto por el art. 123 del CP, en cuya virtud, las costas procesales han de ser impuestas al criminalmente responsable del delito o falta enjuiciado, procede condenar al pago de las habidas en este proceso al acusado, el Sr. Juan Obregón. VISTOS, además de los preceptos citados, otros de pertinente aplicación del Código Penal, y los arts. 141, 142, 239, 240, 741 y 742 y demás de general aplicación de la LECrim I V - PARTE DISPOSITIVA FALLAMOS: Que debemos condenar y CONDENAMOS al acusado en la presente causa, JUAN OBREGON LÓPEZ, como autor de un delito continuado de apropiación indebida de especial gravedad, previsto y penado en el art. 25o en relación con los art. 250.1, 1º y 6º CP, y del delito de estafa previsto y penado por el art. 251.1 del mismo texto legal, a las penas siguientes: − por el primero de los delitos –apropiación indebida- a la pena de SEIS AÑOS DE PRISIÓN y accesoria de suspensión del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena, y multa de 18 meses con cuota diaria de (10 días). − por el segundo de los delitos –estafa impropia- a la pena de UN AÑO DE PRISIÓN, y accesoria de suspensión del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena. En concepto de responsabilidad civil, condenamos al acusado, el Sr. Juan Obregón López, al pago de las cantidades siguientes a las personas que también a continuación se relacionan: A Pedro Juan Trillo Navarro, con 32.102 euros, a Aránzazu Cruz Juárez y cónyuge con 26.672 euros, a Pedro Caballero Encinas con 32.358 euros, a María Sandra Martínez Pérez y cónyuge con 30.862 euros, a Rafael Segura Guerrero con 23.499 euros, a Teresa Tomás López y cónyuge con 30.000 euros, a Amparo Blázquez Valencia y cónyuge con 25.360 euros, a Virtudes Segura Segura y cónyuge con 25.681 euros, a Cristina Nieto Lizón y cónyuge con 31.501 euros, a Mª Flores Vizcaya Moreno y cónyuge con 26. 401 euros, a Mª Dolores Copete Cordero y cónyuge con 27.607 euros, a Manuela Sánchez Mesa y cónyuge con 34.015 euros, a Mónica Quereda Aracil y cónyuge con 38.522 euros, a Óscar Nieto Lizón con 28.252 euros, a Mª del Carmen González del Campo y cónyuge, con 31.601 euros, a Inés López Mochales y cónyuge con 108.663 euros, a Nilda Brizuela Flores y cónyuge con 27.893 euros, a Eduardo Aymerich Gozalbo con 31.622 euros, a Patricia Gujarro Fuster con 8.135 euros, a José Manuel López Salmerón y cónyuge con 6.377 euros, a Alfredo Botella Cantó y cónyuge con 24.317 euros, a Francisco Martín Pérez y cónyuge con 14.832 euros, a José Antonio Moreno Escribano con 11.526 euros, a Miguel Ángel García Ramírez con 15.737 euros, a Juan Luján Martínez con 14.004 euros, a Bibiana Sánchez Arenas y cónyuge con 20.443 euros, a Francisca Bernabeu Iñesta con 12.592 euros, a Carlos Ángel Sánchez Juárez y cónyuge con 9.744 euros, a Manuel Escudero Cartagena y cónyuge con 8.045 euros, a Carlos Sahagún Casanova, con 8.600 euros, a José Luis Olcina Hernández y cónyuge con 8.600 euros, y a Fernando Ruiz Suárez y cónyuge con 11.021 euros. Se declara responsable civil subsidiario a la mercantil Ediparque SL. Se condena al Sr. Obregón López al pago de las costas procesales habidas en esta causa. Notifíquese esta resolución conforme lo establecido en el artículo 248-4º de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Conforme al artículo 789-4 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, notifíquese la presente resolución a los ofendidos y perjudicados por el delito aunque no se hayan mostrado parte en la causa. Así, por esta nuestra sentencia, de la que se unirá certificación al Rollo de Sala, definitivamente juzgando, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. Rubricados: Francisca Bru Azuar. José María Merlos Fernández. Verónica Lopez Yagues.