Revista de CieociasMédicas de Barcelona Año XXV 2S Mayo 1899 Núm. 1O INCONVENIENTES DE LA PUNCIÓN "ASPIEADOEA EN EL TRATAMIENTO DEL EMPIEMA POK EL D E . A. ESQUEEDO Es indudable que el organismo humano tiene medios para defenderse de los microorganismos, y sea porque éstos á fuerza de reproducirse en un mismo medio, como todos los organismos, agotan su potencia, degeneran y se esterilizan, sea porque en el cuerpo humano hay elementos capaces de luchar con los microorganismos y vencerlos en la lucha, el caso es que todos los días pueden observarse casos de supuración, que en su día fue séptica, determinando reacciones generales, y que de poco en poco va esterilizándose, perdiendo su virulencia y acaba por enquistarse y ser perfectamente tolerada por el organismo, sin dar lugar á reacción de ninguna clase. La supuración que fue producto de una infección aguda, peligrosa para el organismo, acaba por convertirse en líquido tan inofensivo como una* colección de serosidad ó de linfa, líquidos los más fisiológicos é inofensivos. Entonces el pus, cual estos líquidos acumulados en mayor cantidad de la que corresponde á ciertos espacios y cavidades, no es más que ixn cuerpo extraño que si permanece en el sitio en donde se ha coleccionado, estorba para las funciones de los tejidos y órganos inmediatos, y si se reabsorbe puede ser un peligro para el organismo, llevando á otra parte toxinas y gérmenes adormecidos, que al cambiar de localidad pueden adquirir nueva vida y con ello recobrar su virulencia. 362 INCONVENIENTES DE LA PUNCIÓN ASPIRADORA Con esta idea de lo que es la supuración coleccionada, se comprende que se acepte sin reparos el efecto terapéutico de la punción aspiradora en el tratamiento de las colecciones purulentas y más de las colecciones pleuríticas. Cuando los gérmenes sépticos quedan anonadados y acantonados en la cavidad pleurítica; cuando por las defensas del organismo queda establecida la valla para aislarlos, retirando el líquido resultante, puede quedar terminado el proceso. Una punción seguida de aspiración del pus, ó si se quiere más, con lavados para deterger, limpiar y arrastrar todo el contenido de la cavidad, puede terminar con la supuración y conducir á la curación del proceso. Este hecho no lo discuto porque he tenido ocasión de observarlo y utilizarlo varias veces como medio terapéutico seguido de éxito muchas veces; pero aceptarlo como principio para acogerse á él y derivar de él un plan terapéutico, es peligroso, como pueden demostrarlo los casos que después referiré. Mientras un proceso infectivo está en período de actividad, siempre es peligroso tocarlo si no puede destruirse por completo, y según en qué condiciones peor. Extírpese un forúnculo y podrá evitarse un ántrax; dilátese bien un panadizo y podrá evitarse una sinovitis ó un flemón; pero si malaxamos y frotamos el forúnculo es fácil que provoquemos el ántrax, y si hurgamos el panadizo sin desbridarlo bien, es fácil que provoquemos la sinovitis y el flemón. En toda parte en donde, haya un proceso infectivo, si congestionamos las partes inmediatas, en lugar de dominar el proceso, lo que hacemos es agudizarlo, y si rompérnosla valla que establece el organismo para aislarlo, lo que hacemos es abrirle nuevas puertas para que se extienda mejor. La pleura, más que cavidad, es un saco cerrado cuyo contenido fisiológico es el preciso para que sus paredes no se peguen una á otra, gracias á lo cual el proceso inflamatorio que determina todo germen séptico, pronto le marca los límites y lo acantona en una extensión más ó menos reducida. Para que esto tenga lugar detrás de la zona infectada, ha de haber una neutral á la que todavía llegan los gérmenes sépticos, y detrás de ésta otra en la que los elementos anatómicos amontonándose establecen la defensa. Mientras éstos gocen de buena vida, la resistencia es INCONVENIENTES DE LA PUNCIÓN ASPIRADORA 363 segura; pero así que un nuevo trastorno los perturba, corren peligro de ser invadidos y desbaratados. Este peligro viene de la congestión que se provoca al verificar el vacío con la aspiración, sobre todo si se fuerza la mano para que sea completa la extracción del pus. Si el saco pleurítico fuese invadido por completo y la supuración lo llenase todo, ya son de suponer las consecuencias que tendría para el individuo. Conozco casos de pleuresías extendidas á todo, un costado, y de pleuresías dobles con supuración, pero ninguno de pleuresía total en que toda la pleura fuese un saco de pus. Supongo que en caso de ser invadida toda la pleura por la infección antes de formarse el pus, sucumbiría el individuo, incapaz de resistir el dolor, el encogimiento costal que éste provocaría, agobiado por la congestión pulmonar que acompañaría á tan extenso proceso flogístico y aniquilado por la 'intoxicación que representa tanta cantidad de infección. Ya en las pleuresías extensas é intensas de un solo costado, tiene apuros el individuo para defenderse de la primera embestida de la infección. Suerte que por ser la pleura un saco cerrado y por la facilidad con que se adhieren sus paredes, reduciendo las dimensiones del saco y limitando el proceso á una sola parte, el campo de la infección es menor. Si no fuese debido á las condiciones de la pleura y la infección pudiese diseminarse al través de las paredes costales, invadiendo los interstieios musculares y los espacios celulares, muy pocos serían los individuos que resistirían una infección pleurítica que se inicia con temperaturas de 39° y 40°, y marcha rápidamente á la supuración. Todos conocemos lo inofensiva que resulta una herida abierta sin recodos ni sinuosidades aunque esté infectada, y lo peligrosa que es una puntura practicada con instrumento infectado, sobre todo si la puntura atraviesa tejidos de poca resistencia, como son los espacios celulares y zonas constituidas por capas múltiples y de relaciones irregulares. El proceso infectivo desarrollado en la pleura, pero acotado ya por la inflamación de defensa, puede ser grave por la reacción que determina y por las toxinas que desde allí son arrastradas por los vasos linfáticos y venosos; y puede serlo también por la cantidad de espacio que ocupa el líquido resultante de la exudación. Siendo el tórax una 364 INCONVENIENTES DE LA PUNCIÓN ASPIRADORA cavidad de paredes, sólo hasta cierto punto distendibles, y conteniendo órganos que necesitan moverse con libertad, desde el momento que las paredes dejan de ensancharse y los órganos comienzan á ser comprimidos y están cohibidos en sus movimientos, peligra la vida. Si suprimiésemosla congestión periflogística, el arrastre de materiales venenosos y la reducción de espacio, la vida no peligraría por más cantidad de pus que se acumulase en el saco pleurítico. No abriéndole paso quedaría agotada la virulencia y el líquido enquistado; pero si por cualquier motivo se rompe el saco pleurítico, el líquido todavía séptico infectará Iostejidos por donde atraviese, y hasta el líquido estéril, pero con gérmenes adormecidos, podrá adquirir de nuevo septicidad. Que el hecho este se reproduce varias veces es positivo, y de aquí nace el peligro de practicar una punción aspiradora en las colecciones purulentas, por más que estén ya en el período de esterilización. Cuatro casos voy á citar, que son concluyentes: Hace cuatro años fui llamado para intervenir en un enfermo de 40 años de edad, el cual sufría una pneumonía gripal. Comprofesores que me merecían mucha confianza por su autoridad y valía, diagnosticaron una colección purulenta del costado izquierdo, é indicaron la conveniencia de evacuarla. Provisto de un aspirador con agujas biendesinfectadas, fui á ver al enfermo.. El módico de cabecera me refirió la historia, y después de practicar el examen pude convencerme de que en el espacio ínterlobular izquierdo había un foco de inflamación de mala naturaleza por lo séptico, pues el enfermo tenía temperaturas de 40 y 41° con anhelación casi agónica y sudores fríos. Practiqué una punción en el séptimo espacio intercostal penetrando la aguja unos cinco centímetros, y no salió nada. Practiqué otra en el quinto espacio y di con la colección purulenta, pero salió un líquido verdoso oscuro grumoso y fétido que pronto obstruyó la aguja á pesar de ser de las más gruesas. Sólo pude sacar unos 50 gramos de pus y viendo que no salía más retiré la aguja para proceder más tarde á practicar la toracotomía. Como el enfermo residía fuera de Barcelona y su situación, más que mejorar fue agravándose, tardaron cinco días en avisarme para verle otra vez. Desde el día que le practiqué la punción comenzó á sentir dolores en la espalda que fueron INCONVENIENTES DE LA PtINOIÓN ASPIRADORA 365 aumentando hasta hacerse insoportables. Cuando vi al enfermo, lo hallé con temperatura de 41°, cara descompuesta, sudor frío y pegajoso, con toda la espalda hinchada y amoratada la piel, con crepitación gaseosa desde la nuca hasta la región lumbar derecha y desde las apófisis espinosas hasta la tetilla. Practiqué varias incisiones hallando el tejido celular y músculos esfacelados, negros y putrefactos, despidiendo un líquido sanioso de hedor insoportable. Busqué el sitio de la puntura, desbridé el espacio intercostal y conseguí conducir un tubo hasta el foco de supuración intratorácico. A pesar de la limpieza y cuidado en las curaciones, no se consiguió ningún alivio, sucumbiendo el enfermo cuatro ó cinco días después, víctima de la septicemia. ¿Qué ocurrió aquí? 'Pues que había un foco de pneumonía terminado por gangrena y que yo, al practicar la punción, aunque lo hice con cuidado, no pude evitar que, al retirar la aguja, saliese arrastrada por ésta alguna gota del líquido séptico hasta llegar á la piel; pero como ésta es elástica, al cerrarse la abertura quedó el líquido encerrado debajo de ésta en contacto con los tejidos; como el líquido era hiperséptico y el terreno abonado para el cultivo, vino la gangrena séptica del tejido celular y músculos con todas sus consecuencias. N~o sé si de haber procedido inmediatamente á. practicar la toracotomía para establecer un desagüe amplio y practicar una buena limpieza habría podido salvar al enfermo, pero creo que sí, y en otro caso igual no dudaría en practicarla inmediatamente, cualesquiera que fuese después la suerte del enfermo. Es de la única manera como puede esperarse una salvación en un caso de esta naturaleza. En el mes de Noviembre pasado fui llamado para ver en junta á una niña que había tenido una pleuro-pneumonía terminada por supuración. El módico que la trataba diagnosticó el empiema y practicó la punción sacando unos 400 gramos de pus cremoso; pero se le obstruyó la aguja y tuvo que dejar la operación incompleta. A los cinco días de esto encontré á la niña con 40° de temperatura, cara descompuesta, con sudor frío, respiración anhelosa y diarrea casi continua; la espalda, axila y región mamaria derechas muy abultadas y dolorosas; pronto pude convencerme de que había una colección purulenta desde la nuca á la región lumbar y desde la espina á la tetilla. La pun- 366 INCOX VENIENTES DE I,A PUNCIÓN ASPIRADORA ción había sido practicada hacia la punta de la escápula, en el sexto espacio intercostal. Viendo la gravedad de la situación, decidimos abrir ampliamente y penetrar dentro del tórax para establecer un buen desagüe. Por fortuna llevaba instrumentos y tubos de desagüe gruesos. Practiqué una incisión de más de 15 centímetros siguiendo el borde de la sexta costilla, y salió una gran cantidad de pus fétido: busqué el sitio en donde se había practicado la punción, denudó el borde superior de la costilla y abrí el espacio intercostal para colocar un tubo de desagüe de 10 milímetros'de calibre, por el cual salió líquido fétido en abundancia. Una vez limpiado todo taponó la herida con gasa yodofórmica. El efecto de esta intervención fue sorprendente, y á los dos meses la niña estaba completamente curada. En el mes de Abril pasado fui llamado para intervenir en un caso de empiema grave. Se trataba de un individuo de 34 años, que hacía tres semanas había enfermado de pleuro-pneumonía izquierda. Un compañero diagnosticó el empiema y considerando grave la situación del enfermo le practicó una punción con la que sacó más de un litro de pus fétido, sin conseguir mejorarla situación del enfermo. Al siguiente día de esta intervención encontré al enfermo con 40° de temperatura, cara descompuesta y sudores fríos; las regiones mamaria, axilar y dorsal izquierdas estaban abultadas y edematosas. Procedimos á practicar la toracotomía, teniendo necesidad de profundizar unos 8 centímetros hasta encontrar la séptima costilla; encontramos los tejidos infiltrados de un líquido sanioso. Al penetrar en la cavidad torácica tuve necesidad de apartar la cara por el hedor que despedía el líquido. Dejamos establecido un amplio drenaje después de practicar una irrigación abundante. No he visto posteriormente á este enfermo, pero he tenido noticia de él varias veces y sé que siguió un curso favorable. Pocos días después fui llamado por un compañero para ver á un niño, al cual él le había practicado la punción aspiradora sacando unos 500 gramos de pus, sin que mejorara la situación del enfermito. Cuando le vi le encontré con temperatura 39°, emaciaclo y con las regiones dorsal y axilar derechas abultadas y dolorosas. Decidimos practicar la toracotomía y al hacerlo, tuve necesidad de profun- INCONVENIENTES DE LA PUNCIÓN ASPIRADORA 367 dizar unos 5 centímetros hasta encontrar la séptima costilla; los tejidos estaban infiltrados en gran extensión y con un foco de supuración snpracostal en el sitio en donde se había practicado la punción. Salió gran cantidad de pus del tórax, pero una vez establecido el desagüe la curación fue rápida. Otros compañeros han practicado punciones y verificado la aspiración en casos de empiema sin que les ocurriera ningún contratiempo. Se citan algunos casos de curación obtenida con la aspiración del pus: yo no he conseguido ninguna, pero tampoco he tenido otros percances que el citado, por efecto de la aspiración. Así es que no puedo negar que en algún caso la punción aspiradora-puede ronducir á la curación definitiva, ni decir que siempre luya de ser peligrosa; pero los casos referidos son suficientemente demostrativos y hay razones de sobra para pensar que la punción aspiradora ha de fallar en la gran mayoría de casos. Luego, si la punción aspiradora por excepción es curativa y por otra parte resulta peligrosa, hay que prevenir al médico contra ella. Yo comprendo que si la toracotomía fuese una operación de excepcional importancia, requiriera mucha pericia quirúrgica y fuese peligrosa, que se dejase reservada para último caso: pero si la toracotomía, en los casos de empiema, es una operación sencillísima, al alcance no de todo cirujano, sino de muchos médicos, que no tiene peligros, que puede practicarse en menos de cinco minutos y sin necesidad de anestesia, no hay para qué posponerla para último caso. Casi me atrevo á decir que una toracotomía es menos peligrosa que una toracentesis practicada por cualquier médico, pues he visto atravesada la arteria intercostal y seguida de hemorragia en un caso; pero dejémonos estar de comparaciones y vayamos al caso. Mientras el proceso de infección está en el período álgido, podremos extraer el pus con la punción, pero no agotar la infección: si acaso recrudecerla. Sacamos el pus, dejamos la cavidad infectada y por lo tanto se reproduce: forzamos la aspiración, y suponiendo que no se obstruya la aguja, producimos sobre la pleura el efecto de una ventosa aumentando la congestión pulmonar, lo cual por fuerza ha de agravar las lesiones. Practicamos el lavado, con lo cual no conseguimos siempre limpiar bien la cavi- 368 INCONVENIENTES DE LA PUNCIÓN ASPIRADORA dad y en cambio nos exponemos á que después de introducido el líquido se obstruya la aguja y no pueda retirarse el líquido introducido: entonces éste sirve de cultivo y se agudiza la infección. Cuando hay exudados ñbri•nosos, como ocurre en la mayoría de empiemas, éstos no pueden retirarse con una aguja por grueso que sea su calibre. Tenemos, pues, que hay empiemas que no pueden curar de ningún modo con la punción aspiradora, ni con ésta seguida de lavado: hay empiemas en que, si bien puede retirarse todo el pus con la punción y practicarse un buen lavado, mientras el proceso séptico está en período de actividad no curan, hay empiemas en estas condiciones que en lugar de curar se agravan, y hay empiemas que aun en el período de esterilización, que es cuando podría resultar inofensiva la punción aspiradora, tampoco pueden curar con ésta. En este caso se encuentran aquellos en que por la atelectasia pulmonar, por la esclerosis é induración de las paredes ó bien porque el pulmón ha sido destruido, al retirar el pus siempre queda un hueco que ha de llenarse de algo y se vuelve á llenar de pus tantas veces como se practica la evacuación. Si no resultase poligrosa la punción, podría aceptarse siempre como primera tentativa terapéutica antes de decidirse á practicar la toracotomía; pero por más pericia y cuidados que se tengan no siempre puede evitarse que ocurra lo que ocurrió en los casos citados. Precisamente, cuando el proceso séptico está en el periodo de actividad que es cuando es más peligroso, el líquido es grumoso y espeso. Entonces al retirar la aguja es probable que la siga una pequeña gota de líquido, la cual queda detenida por la piel debajo de ésta, y este líquido séptico puesto en contacto con el trayecto y detenido en el tejido celular subcutáneo, ha de ser una causa de infección gravísima en espacios que no tienen valla. ¿Quién evita esto? ¿Cómo se evita? Sólo de una manera; estando dispuestos á practicar la toracotomía inmediatamente ó pocas horas después de practicada la punción. Para poner al enfermo en el caso de tenerle que practicar una toracotomía de urgencia y en malas condiciones, no vale la pena de someterlo á una intervención de éxito tan dudoso. INCONVENIENTES DE LA PUNCIÓNT ASPIRADORA 3fí9 Yo comprendo, y ya lo lie indicado antes, que hay casos en que la punción aspiradora podría ser de efecto curativo; pero estos casos se necesitaría saberlos diagnosticar muy bien y no es el médico que tema la toracotomía el que puede llegar á tales perfiles diagnósticos. Empiemas pequeños, sobre todo en niños, bien tolerados, en período de agotamiento, sin atelectasia, esclerosis ni retracción pulmonar: empiemas en los cuales la colección purulenta es un absceso enquistado en paredes movibles y de poca dureza, cuya cavidad puede borrarse así que se retira el líquido, para que las paredes puedan adaptarse una á otra y adherirse antes de que vuelva á formarse líquido entre ellas. ¿Quién llega á establecer así el diagnóstico de una colección purulenta encerrada dentro del tórax? Pues no llegando á un diagnóstico preciso puede esperarse la curación después de una punción aspiradora, pero no hay que contar con ella. Si el éxito es tan problemático, si en cambio la intervención es peligrosa, en lugar de alentar á los médicos para que la prodiguen hay que prevenirles contra ella. Creo ó insisto en que debe practicarse tina punción exploradora para diagnosticar bien un empiema, antes de decidirse á practicar la toracotomía por más hábil clínico que sea el médico. Esto, aparte de asegurar el diagnóstico, tiene la ventaja de fijar el sitio en que debe practicarse la toracotomía para encontrar el pus con seguridad. La punción con aguja de la jeringuilla de Pravaz, de una jeringa B,oux d otra exploradora, no es probable tenga por consecuencia el arrastre del pus fuera de la cavidad pleurítica al ser retirada; y aunque así fuere, practicándola como exploración con la intención de proceder á la toracotomía si resulta confirmado el diagnóstico, no tiene .ningún inconveniente; al contrario, ventaja, pues obliga á decidir una intervención que es curativa practicada en época oportuna. La punción aspiradora tiene sus indicaciones de utilidad que no seré yo quien se las regatee, sino al contrario quien las haga resaltar. En un empiema en que la colección sea extraordinaria, cuando se hallan comprimidos los pulmones y desviado el corazón, podría ser peligrosa una evacuación rápida y completa cual la que se obtiene con la toracotomía por la desviación brusca del corazón ó por la falta de 370 INCONVENIENTES DE I-A PUNCIÓN ASPIRADORA compresión instantánea sqbre los pulmones. En este caso una evacuación preparatoria salva el peligro de la toracotomía.- También, caso ele no estar preparados para practicar la toracotomía y tener á mano un aspirador, podemos cumplir una indicación vital descargando en parte el contenido del tórax para facilitar la espera á la toracotomía. Si por una casualidad se kubiese practicado la punción exploradora con la aguja de un aspirador, viésemos salir el pus claro y no lo conceptuásemos muy séptico, no veo peligro en que se complete la evacuación, aun cuando no sea con la esperanza de obtener la curación: sólo por sí sale. Lo mismo puede decirse de la aspiración que se practica para dar libertad á corazón y pulmones, pues mientras el individuo tolere bien la evacuación no veo inconveniente en que se haga completa. Eso sí, estando preparados á practicar la toracotomía si creemos que queda pus en la pleura ó así que veamos que la temperatura no desciende ó se eleva después de practicada la evacuación. Hay ciertos empiemas en los cuales no cabe la posibilidad de obtener la curación de ningún modo, cuales son, los que se presentan en individuos tuberculosos en que el empiema no es la enfermedad, sino un accidente de la enfermedad. Si no podemos curar la lesión de los pulmones, malamente podremos curar el empiema. En estos casos es preferible practicar repetidas punciones aspiradoras para alivio del enfermo, á practicar una toracotomía que más que de alivio le servirá de malestar y de descrédito para el médico. En este y en otros casos en que el empiema no es la enfermedad, mientras la enfermedad que lo motiva no pueda curarse debe aceptarse y practicarse la punción aspiradora. En lugar de ser, pues, la punción aspiradora el primer recurso terapéutico.del empiema debe ser el iiitimo, ó á lo más el que prepare el terreno á la verdadera intervención curativa cual es la toracotomía seguida de un buen desagüe. Considerándose así, no veo inconveniente en que se preconice y se acepten como buenas las contadas curaciones que con ella puedan obtenerse; pero debemos guardarnos rmicho de preconizarla como operación eficaz, porque con ello perjudicaríamos á muchos enfermos de empiema, se pierde un tiempo precioso y puede comprometerse el EL SITIO DE ELECCIÓN EN LA TORACOTOMÍA 371 crédito del médico que está obligado á aplicar á sus enfermos lo mejor de lo mejor, lo que sea más seguro como remedio terapéutico y menos peligroso como intervención quirúrgica. EL SITIO DE ELECCIÓN EN LA TORACOTOMÍA. El diagnóstico del exudado en la pleuresía, no es posible sino cuando se hayan recogido un conjunto de síntomas de valor dudoso si no se agrupan debidamente; pero al fin y al cabo, siguiendo los clásicos procedimientos de examen, se obtiene el diagnóstico positivo de derrame. La naturaleza del derrame es punto imposible de lograr siguiendo la misma vía; digan y hagan lo que se quiera, ni el trípode de datos clásicos nos aclara, por modo exacto, el concepto, ni son suficientes cuantos procedimientos de investigación se hayan reputado como á positivos. He visto derrames sero-fibrinosos — abundantes — acompañados de hiperpirexia, infiltraciones edematosas de las paredes torácicas y acompañarse de notable cantidad de albúmina en la orina. El único procedimiento completamente aclaratorio es el resultado de la punción exploradora. Obtenida la seguridad de la existencia del derrame, por el adecuado examen, y habida razón del preciso punto en que se haya fraguado-, previa desinfección del correspondiente sitio, debe proceclerse á la punción, practicada siempre teniendo en cuenta la serie de reglas que la más rudimentaria asepsis tiene establecidas. Practicada la punción y visto el contenido de la jeringa, lo que importa es cuidar el punto en que se haya efectuado, para evitar el establecimiento de una nueva vía de infección y para recordar el preciso punteen que haya sido practicada. Este, el punto en que se haya puncionado con resultadopositivo, es el plinto de elección para la toracotomía: dígase lo que se quiera en contra. Una observación, entre otras, dará la prueba de la importancia de la citada conclusión. Individuo de 42 años, sin antecedentes propios, ni hereditarios, cuya enfermedad actual databa de unos dos meses, 13 372 EL SITIO DE ELECCIÓN &N LA TO.RACOTOMÍA resultando tanto su iniciación, como el curso seguido, la característica de la pleuresía, estaba, en el acto de mi primera visita, desnutrido en extremo y el examen que le practiqué permitió el diagnóstico de: Pleuresía antigua, con derrame, probablemente, purulento y no muy abundante, situado á unos dos centímetros, por detrás, de la línea axilar posterior, hasta el límite posterior del perímetro izquierdo. Practiqué la punción al nivel de la línea escapular correspondiente, llenándose de pus amarillo y espeso la jeringa. Visto lo resultante y teniendo, además, en cuenta la data de la dolencia, la extenuación del sujeto, la disnea objetiva que ofrecía, la hiperpirexia constante, y que el enfermo estaba oligiírico — 535 gramos de orina en 24 horas — y que el albuminímetro de D'Esbach marcaba 6 por 1000, decidí practicarle la toracotomía. Previa semi-anestesia con el éter, procedí á la Operación del empiema al nivel de la región axilar, todo lo posteriormente posible, para evitar la torácica larga y con el fin de que el decúbito dorsal no impidiera el desagüe continuo: penetré en la cavidad pleurítica y no encontró'más que las dos hojas de la serosa engrosadas; nada de pus. En este punto le sobrevino un fuerte síncope al enfermo y decidí, por lo mismo, aplazar la terminación del acto operatorio, no sin haberme molestado el resultado negativo que de momento, había obtenido. Reanimado el sujeto al siguiente día y separado el aposito aplicado, ratifiqué el diagnóstico, y asegurado de que, á unos dos centímetros del límite posterior de la herida operatoria, había sínfisis pleurítica extensa é íntima, procedí á destruirla con el termo-cauterio y no tardó en salir una abundante cantidad de pus por la herida. La pleuresía con derrame purulento, se había enquistado; una íntima sínfisis pleurítica la mantenía alejada del resto de la cavidad de la pleura. En la toracotomía debe prescindirse de todo en lo referente al punto de elección; éste se encuentra en el preciso sitio en que la punción exploradora ha evidenciado el derrame y siempre antes de practicar la intervención debe procederse á la ratificacción del diagnóstico. DE, JUAN FKEIXAS. PUBLICACIONES ESPAÑOLAS 378 Publicaciones Españolas LA PROFILAXIS DE LAS HEMORRAGIAS ES LOS ACTOS QUIRÚRGICOS POR EL D E . D. FEDEKICO RUBIO Y G-ALI (1) Hace años elegí por tema el discurso de recepción de la R e a ' Academia de Medicina, El modo de prevenir ó evitar las hemorragias en los actos quirúrgicos. Ha pasado tiempo. Insisto en aquellas conclusiones, y como el tiempo no pasa en balde, sin repetir lo dicho, agrego ahora lo siguiente: Los adelantos de la Ciencia, del Arte, de la Industria, etc., de todo lo que en conjunto se denomina civilización de un siglo, noextingue ni borra por completo las civilizaciones anteriores. Establécense corrientes y niveles entre lo antiguo con lo moderno. En unos pueblos el nivel está más alto, en otros más bajo; pero no hay país, por muchas que sean las vías férreas con que cuente,, en que no existan veredas, sólo transitables á pie, y no consienten ni el paso de una mala carreta. Aplicando esta verdad al arte de evitar las hemorragias, echaremos de ver que todavía se fabrican en les países más adelantados, Inglaterra, Francia y Alemania, cajas de amputaciones con sus enormes, horribles y anticientíficos cuchillos y sus atormentadores inútiles y perjudiciales torniquetes. Y cuando se fabrican, es seguro que se venden y se compran, y que el nivel quirúrgico en esta parte, de los cirujanos que los usan, corresponde á los tiempos de GalenoNo hay que investigar muy hondo para saber lo que pasaba antes de la Biblia. Pueblos hay hoy, si no en Europa, en Asia, y si no en Asia, en África, que viven en el período paleolítico. Respecto á la. hemostasia, sin salir mucho de las orilles de la Península, tropezaremos con el Mogreb. Allí se ejecutan frecuentes amputaciones con fines penales, más que terapéuticos; y ya sea para castigar á un delincuente, como para separar un miembro gangrenado, el procedimiento no puede ser más primitivo y expedito: ün tajo, un hachazo, y miembro abajo. Un caldero con pez derretida, en que se mete el muñón, y ya está hecha amputación, hemostasia y colocado el aposito. Lo singular es, según aseguran médicos de nuestras Embajadas, que se curan los amputados perfectamente: que el pegote de pez nose remuda, y que, al caer, está la herida cicatrizada. En España y fuera de España, es frecuente ver amputacionescomo en tiempo de Pareo. ' (1) Tesis en el Congreso hispano-portngués de Cirugía. 374 PUBLICACIONES ESPAÑOLAS Cuando estudiante, ni los profesores entonces más progresivos dejaban de usar el torniquete. El año 50 lo desterramos en absoluto de nuestra práctica, sustituyéndolo ¡sor la compresión digital. Más tarde la abandonamos también por innecesaria; no entrando después en nuestros reinos el actual tubo de Esmark ni su venda elástica; tubo que hoy usa la mayoría de operadores nacionales y extranjeros. La historia de la hemostasia puede verse, en todas sus fases y períodos, viviente en nuestros mismos días. Primer periodo. Tajo y pez hirviente. Procedimiento morisco. Segundo. Tortor previo, y permanente más ó menos, en el acto y después del acto de la operación. Corte rebanado; sierra; cauterización de la superficie sangrante con hierro enrojecido; relleno de pez pulverizada ó col, fonia; torta de hilas. Procedimiento de Musa. Tercero. Torniquete durante la operación, mantenido, más ó menos apretado, cuarenta y ocho horas después. Cortes rebanados á •diversas alturas para dejar muñón cubierto por la piel. Ligadura do la arteria principal y cauterización de las secundarias; planchas de hilas sobre compresa enceratada; colofonia, por no perder la costumbre, y capelina historiada, vistiendo el muñón como criatura recién nacida. Procedimiento de Ambrosio Pareo. Este procedimiento es el que corresponde al instrumental á que he aludido, y se fabrica todavía. Cuarto período. Sustitución del torniquete por la venda y tubo •de Esmark. Colocación de pinzas de presión sobre las arterias, á medida que -cortan y sangran; aserrar el hueso, ligar los vasos y retirar las pinzas. . Tal período es el que impera en la actualidad. Hay, sin embargo mayores perfecciones y algunos adelantos, que ya por unos, ya por otros operadores, se van poniendo en práctica y difundiéndose con mayor ó menor lentitud. Consiste uno de ellos, en atacar y dividir el hueso antes de cortar las partes blandas, llegando á él por una incisión pequeña, paralela á las fibras musculares, libre de trayectoria vascular. Tal recurso lo pusimos en práctica hará unos veinte años. Hoy se emplea por algunos experimentados operadores que se disputan la prioridad. Seguramente debe haberse discurrido por más de uno por ley de lógica natural. Declaramos por nuestra parte que, ni antes ni después, se nos ha ocurrido pedir patente de invención. Le damos la importancia que al calzado que, sirviendo mejor, resulte más cómodo. Aunque en todas partes se suelen ver cuchillos formidables, principalmente si se trata de operaciones por trasfisión, esperamos •que vayan cediendo el puesto á los bisturís de comunes dimensiones, y debe esperarse que se caiga en la cuenta de que treinta centímetros de filo no se ponen en contacto con un cilindro más que en un punto, y que con una hoja cortante de cinco ó seis centímetros se manda más fuerza, se penetra más, se corre mejor y se dispone con mayor exactitud las resultantes de la voluntad artística; por todo PUBLICA OTONES ESPAÑOLAS 875 lo cual, esos cuchillos de amputaciones resultan como la espada de Don Simplicio, cuya longitud, para aliviar el miedo, la hacía estorbosa é inmanejable. Otro de los adelantos recientes, y lo considero el más importante, consiste en sustituir ó modificar el procedimiento de forcipresión para ocluir los vasos divididos y sangrantes por el procedimiento más artístico, limpio y expedito de suspender previamente el curso de la sangre en cada vaso antes de cortarlo, y dividirlo así después en seco, ligándolo ó no, según la necesidad. Tal conducta la adoptamos como procedimiento general desde la instalación del Instituto de Terapéutica Operatoria el año 80. Con gran contento nuestro, y por la razón natural de cada operador, sin plagiarse unos á otros, ha venido ganando tal conducta á medida de otros adelantos. JEn la ovariotomía, desde su principio, á nadie se le ocurrió cortar el pedículo sin asegurarse previamente de sus vasos, por medio del clan, ó de la ligadura. Lo mismo en la extirpación de la matriz. En la extirpación del bocio, excepto en los j)ocos cirujanos que evitan herir los vasos sin haberse antes hecho dueños de la circulación regional atacada, da congoja ver los que siguen otra conducta, constantemente azorados en un campo operatorio obscurecido por la sangre, cortando á riesgo y ventura, sin saber por dónde van, Antes de cortar sobre un territorio muy vascularizado, y por donde vasos de cierto calibre deben transitar, que se vean, que no se vean, guiado el cirujano por sus conocimientos prácticos de Anatomía normal y patológica, debe ligar el tracto ó puntos por donde los vasos deben discurrir, teniendo en cuenta además la trayectoria del curso de su sangre: así va actuando sobre campos exangües, do- . minando la operación, no dominado por ella, ni sorprendido por sus accidentes. En su origen, la idea de ligar antes de cortar, es cosa vieja. No' hay más sino que, desde que se advirtió que frotando el ámbar atraía un pedazo de papel, hasta que esto se convirtió en alumbrado eléctrico, pasaron muchos siglos. Hace mucho tiempo se consignó la ligadura previa de ciertas arterias para ciertas operaciones. El consejo no prosperó, sin duda porque, para la Cirugía de entonces, resultaba más difícil la ligadura previa que la operación definitiva. De todos modos, resultaban- dos operaciones en vez de una Así, aunque el pensamiento es muy antiguo, la aplicación y el modo y ocasión de hacerlo han variado considerablemente, convirtiendo en fácil y expedido lo antes engorroso y difícil. Pues bien, lo que tengo que decir se reduce: á convertir en práctica general para toda amputación y extirpación lo que se viene haciendo en la ovariotomía y extirpación de la matriz, y, por algunos operadores muy prácticos, en la extirpación del bocio. De este modo resultan las operaciones exangües; no hay hemorragias consecutivas; no se necesita tubo de Esmark, ni compresión digital, y el cirujano se basta y sobra para dominar la operación, por arriesgada que sea. 376 PUBLICACIONES ESPAÑOLAS Las pinzas profusamente empleadas, llenando el campo operatorio, es una moda que pronto pasará. Jamás tuvimos que poner más de tres ó cuatro, y eso por brevesmomentos. No consideramos necesario entrar en muchas especificaciones, por ahora, para aclarar cómo puede interrumpirse la circulación en cada caso. Como se opera el bocio cxangüemente, se opera todo. Constituye el tipo maestro de las extirpaciones; y con explicar en cuatro palabras cómo se desarticula el muslo exangüemente, queda dicho cómo pueden hacerse exangües las demás amputaciones, así por la contigüidad, como por la continuidad, En las últimas, no' hay más diferencia que la de atacar y dividir el hueso previamente, según queda dicho antes. Para decolar el muslo, se hace una incisión vertical y perpendicular sobre el gran trocánter hasta su periostio. No se divide vaso de importancia, porque no le hay. Con el cuchillo Ariza, en forma acodada y de hoja de mirto, se cortan las ataduras de los músculos del gran trocánter, fáciles «n su cara externa y bordes, menos fáciles los de la cara interna. Pero el cuchillo Ariza, corto, fuerte y acodado, se mete y obra con precisión y libertad, dividiendo al rape las ataduras internas. Obrando así, no se divide tampoco ningún vaso de importancia. Hecho esto, aparece la cápsula cotiloi'dea modelada en la redondez do la cabeza articular. Se circuncida con el mismo cuchillo, se corta el ligamento intra-articular y se trae fuera de la herida la cabeza del fémur. Con el índice izquierdo se tacta y reconoce el pequeño trocánter, y sobre la misma atadura, del psoas y el ilíaco se cortan ambos tendones, protegiendo la región inferior y profunda con el índice, para que, si el cuchillo resbala, no vaya á herir un vaso. Suelto el pequeño trocánter, el tercio superior del fémur queda solamente retenido por el pectíneo; pero ya está lo suficientemente movilizado y exteriorizado para que reconozcamos su atadura en la bifurcación que va á la línea áspera. Se reconoce bien dicho plano,-y, si no hay vaso sobre la línea de su atadura, se corta sobre el hueso con el mismo cuchillo. Con esto, la decolación queda completa en sus tiempos más difíciles. Sólo resta tallar los colgajos ó reducir la operación al método oval, que es lo más sencillo, si el estado de las partes no pide otra cosa. Tenemos ahora toda la raíz del mtislo, deshuesada, convertida en un gran canuto músculo-membranoso con su circulación íntegra. En dicho canuto ó cilindro hueco existen dos trayectorias vasculares, temibles por su importancia: una mayor antero-interna: curso de la femoral; otra posterior: curso de la isquiática. Las demás arterias que han de dividirse proceden de estas dos. Introdúzcase la mano izquierda en el canuto muscular, buscandocon el pulgar la cara profunda de la femoral, cuyo latido advertiremos. Abárquese con los otros cuatro dedos la piel y carnes de la re- PUBLICACIONES ESPAÑOLAS 377 gión antero-intema por fuera del' muslo, y en lo abarcado con la mano tendremos sujeta y comprimida la circulación, su curso interrumpido y exangüe el territorio antero-interno. sobre el cual caeremos con un bisturí ordinario llevado en la mano derecha, á tajo tendido, largo y firme, ya en línea para amputación oval; ya en línea apropiada para colgajo. Cuando estemos próximos á nuestro dedo grueso, profundamente infundido, que sujeta el curso de la arteria, iremos con pequeños cortes aislándola, le pasaremos una ligadura con la aguja de Deschamp, cortaremos por debajo, y asunto concluido. Igual conducta seguiremos en el ataque posterior. Los profesores del Instituto son testigos de la escasísima sangre que se pierde en tal operación. Aun á costa de molestaros, no quiero omitir dos puntos á este respecto de las hemorragias quirúrgicas. Son los siguientes: primero, que las hemorragias post-operatorias, que suelen alguna vez ocurrir al tercero, cuarto ó más días, no son debidas, como se cree generalmente, á soltura de ligadura, ni á la reaparición del curso de la sangre en uno de los vasos divididos. Se debe simplemente al desarrollo accidental de una neoformación an(jiomatosa. Hace años publicamos algunas observaciones sobre el particular. Para el caso, como si no se hubiesen publicado. No se ha enterado nadie. Denominamos' tales neoformaciones: Angiomas agudos délas superficies cruentas. Se construyen en veinticuatro ó menos horas. Forman unos tumorcitos del tamaño de un grano de pimienta á una fresa. Su color, • morado, más ó menos obscuro. Se hinchan, rompen y dan una hemorragia de babeo incesante, que hilo á hilo casi imperceptible empapa los vendajes, cala los colchones y gotea el suelo. Suele á veces cesar por sí algunas horas ó momentos, para volver á reaparecer con la misma ó mayor insistencia. A no conocer la causa, si descubrimos la herida, cortamos los puntos de sutura y examinamos las partes, no vemos nada; un campo cubierto de coágulos más ó menos recientes. Un punto más ó menos escondido y cubierto por dichos coágulos, punto en forma de mameloncillo, que no alcanza á distinguir el que no está enantecedentes, es el productor de la terrible hemorragia, por su misma persistencia. Desde que se emplea rigurosamente la asepsia y las heridas curan sin supurar por primera intención, estos angiomas agudos y sus hemorragias no se ofrecen con tanta frecuencia. Su tratamiento es sencillo y eficacísimo: basta destruirlos raspándolos y frotándolos fuertemente con una bolita de algodón. Son blandos; están formados por una agrupación mayor ó menor de tejido embrionario, dentro del cual se fragua uno ó más canalículos á modo de vasos sin paredes, por los cuales pasa la sangre y se efectúa la circulación anticipada y aberrante. 378 PUBLICACIONES ESPAÑOLAS La blandura estructural de tales neoformaciones permite deshacerlas y desorganizarlas con el frote. Aunque son hoy menos frecuentes, después de las operaciones, todavía conviene mucho su conocimiento. Las hemorragias de las úlceras fungosas y de las epiteliales proceden de angiomas agudos desenvueltos en sus superficies; no de vasos corroídos ó ulcerados, como se supone. Segunda observación, que considero interesante. Se refiere á los hemofílicos. Por haber tropezado en nuestra vida profesional con algún caso de hemofilia, no hemos decidido en los jóvenes ó niños ninguna operación sin la debida investigación previa acerca de este punto. En los adultos no hemos sido tan previsores, y esto ha dado lugar á tener que habérnoslas más de una vez con dicho contratiempo. Lo peor del caso, y tanta es la torpeza de la inteligencia nuestra, consiste en que, hasta el último suceso, no pudimos darnos cuenta de los anteriores. De todos modos, más vale tarde que nunca. El concepto que tenemos de las cosas, criando está equivocado, nos impide verlas. Por tal motivo, solemos sufrir frecuentes decepciones, y son varias las que he experimentado en este particular de la hemofilia. Primera decepción: Las grandes heridas operatorias practicadas en los hemofílicos no han resultado más hemorrágicas en el acto quirúrgico, ni en los primeros días subsiguientes, que en cualquiera otra persona no hemofílica que sufriese igual operación. ¿Quién podría prever esto? Algo puede deberse al modo de operar, ligando antes de dividir los vasos. Quizá, suspendido el riego en las afluentes, no podría salir la sangre por los vasos derivados. De todos modos, el hecho resulta contrario á la previsión. Segunda decepción: La sangre de los operados hemofílicos ofrece igual aspecto, color, consistencia y coagulidad que la de los operados comunes. No es, pues, una sangre antiplástica, ni linfósica, ni caquéctica, y presumo que el análisis, aunque no tuve ocasión de hacerlo, ofrecerá caracteres negativos. Pero si todo esto resulta favorable y halagüeño para los operados hemofílicos, después comienzan los apuros. Todo tinido y en buena marcha,, comienzan á observarse grandes equimosis en la piel á los alrededores de la herida, y algunos á mayores distancias. Casi completa la cicatriz, ya por algún punto de la herida, ya hacia las comisuras ó en el centro, ya por uno ó más de los puntos mismos de sutura, se levanta una flictenita morada, se rompe y comienza á manchar el aposito con sangre obscura, como retenida y descompuesta. Unas sangran más, otras menos; ya unas, ya otras. La sangre viene de la piel; pero á veces se desliza al interior, y de una cura á otra, comprimiendo la parte, vemos salir la cantidad retenida por bajo déla piel. X de esta forma, y en un curso impertinente, á veces peligroso, ya los medios conteniendo el fluir y fluir, ya resultando ineficaces, se pasan las semanas y los meses. CIRUGÍA PULMONAR 379 Las cosas que hicimos y empleamos fueron numerosas. El vencimiento se debió a l a paciencia, a l a constancia, dirigiendo el tratamiento por sentido común: y, en el último caso, por estos principios que saqué de la observación: 1.° La hemofilia no procede de mala crasis sanguínea. 2.° La hemofilia no afecta los grandes vasos ni los vasos profundos. 3.° La hemofilia procede de un defepto de inervación en los pequeños vasos de la piel y las mucosas. Uteratura extranjera TRATAMIENTO QUIRÚRGICO DE LAS AFECCIONES PULMONARES POK D. S. POMEKANTSEFJF (Continuación) Caso II. Sofronio T., jornalero, de 41 años, ingresó en el departamento interno el 5 de Diciembre de 1897, quejándose de debilidad genera], tos y dolor en el costado izquierdo. Había enfermado de' repente siete días antes con fuerte escalofrío seguido de fiebre y debilidad general: es bebedor, de buena constitución y nutrición. En la región correspondiente al lóbulo inferior del pulmón, izquierdo se percibe una macicez que en su parte inferior adquiere un matiz timpánico; sobre la misma se oyen 'respiración bronquial y estertores crepitantes. La expectoración es herrumbrosa. El corazón no está agrandado y los tonos son puros; el pulso de buena plenitud, 96 por minuto. Hígado y bazo impalpables. Apetito satisfactorio. Punciones intestinal y renal normales. Temperatura matinal 38, vespertina 38'9°. Se diagnostica pneumonía cruposa. El 10 de Diciembre. La abundante expectoración es muy fétida. A la izquierda abajo sonido macizo timpánico. Temperatura 36'7° mañana y noche. Así permanece durante la semana y luego oscila entre 37 y 38 con décimas. El día 23 de Diciembre se percibe á la percusión bajo la escápula izquierda un alto sonido timpánico que cambia, según el enfermo tenga la boca abierta ó cerrada ó cambie de posición. Se diagnostica una cavidad en la región del lóbulo inferior del pulmón izquierdo y se propone al enfermo la operación á la cual no accede sino al cabo de varios días, cuando bajo la escápula izquierdo apareció una hinchazón de los tejidos. El 27 el enfermo fue trasladado á la sección quirúrgica y el doctor Shajovsky le hizo una incisión en el noveno espacio intercostal por detrás. En la cavidad pleural se encontró una gran acumulación 380 CIRUGÍA PULMONAR de pus fétido (empieroa circunscrito). Se estableció el drenaje. Temperatura por la noche, 37'5°. Del 28 al 80, la tos se Mzo menor, abundante secreción de pus; junto con éste, salen pedazos de tejido pulmonar necrosado. La cavidad tiene comunicación con un bronquío. Luego la temperatura desciende gradualmente á la normal, la supuración disminuye, la. cavidad se llena con el pulmón que va reponiéndose. En 18 de Marzo se quita el drenaje y el 25 se cierra la herida, á los tres meses después de la operación. En 31 de Marzo, el paciente toma el alta, sintiéndose capaz para el tra,bajo. La exploración demuestra por detrás, bajo la escápula izquierda, una macicez de cuatro traveses de dedo; en la parte inferior, cerca de la columna vertebral, la macicez toma un matiz timpánico; en su parte superior y encima de la misma se perciben estertores de burbujas pequeñas y medianas: la expectoración en las veinticuatro horas es de medio vaso, moco-purulenta y verdosa. Acerca de este caso, puede anotarse que los indicios de la gangrena, en forma de expectoración fétida, se manifestaron ya á los once días del curso de la pulmonía cruposa. A las tres semanas, el foco gangrenoso ya se abrió en la cavidad pleural. Según la clasificación de las gangrenas pulmonares, establecida por Tuffier, se trata aquí de una gangrena pulmonar que pronto desarrolló fenómenos pleurí ticos. Caso III. Teodoro L., de 19 años, cochero, ingresó en el departa-mento de medicina interna en 23 de Enero de 1898, aquejando debilidad general, tos y dolor en el costado izquierdo. Según dijo enfermó poco á poco, presentándose seis días atrás, un estado febril con calofríos y fiebre. El enfermo es de mediana constitución. En la. región correspondiente al lóbulo inferior izquierdo, se encontró por detrás macicez, respiración bronquial y gran cantidad de estertores crepitantes. La expectoración muco-purulenta contiene mezcla de esputo herrumbroso. Dimensiones del corazón y tonos normales; hígado no agrandado; el bazo se palpa bajo el borde costal y su macicez empieza sobre la octava costilla. En el labio inferior herpes, poco apetito, estreñimiento; la orina contiene una pequeña .cantidad de albúmina; temperatura, á la mañana 38'4° C, y por la noche 39'4°. Se diagnostica neumonía cruposa. Durante dos semanas se sostiene una temperatura elevada de tipo irregular; defecación frecuente. En 7 de Eebrero, dos semanas después del ingreso, se manifestaban los primeros indicios de gangrena, en forma de fuerte mal olor de la expectoración. La temperatura ascendió á Í36'4° por la mañana y á la noche, 87'5° C. Al día siguiente, fenómenos cavitarios en la parte posterior del lóbulo inferior izquierdo; sonido timpánico á la percusión. Al lado de respiración vesicular, se perciben estertores en gorgoteo. Una punción exploradora permite extraer pus fétido. En 10 de Febrero se traslada el enfermo al departamento quirúrgico, donde V. N. Pranishnikof practicó la operación bajo anestesia clorofórmica incompleta. Excindió unos seis centímetros de la novena costilla izquierda en la línea escapular. Después de abrirse la cavidad pleural, salió gran cantidad de pus muy fétido, conté- CIRUGÍA PULMONAR 381 niendo copos de tejido pulmonar necrosado. Explorando la cavidad •con el dedo, se notó que estaba limitada por adherencias pleurales; el tejido pulmonar se toca muy áspero y erosionado; hay una depresión de forma irregular. En la cavidad se deja un desagüe. En el curso ulterior, disminuyeron la tos y la expectoración pero el estado febril no cesó y las fuerzas del enfermo decayeron. Al cabo de una •semana después de la operación, apareció delirio y decaimiento del pulso, y en 9 de Marzo sobrevino la muerte. La autopsia reveló en el lóbulo inferior del pulmón izquierdo, una cavidad como una mandarina grande, tapizada por una membrana piógena. Caso IV. Miguel K., de 34 años, trabajador en la estación del ferrocarril, ocupado en la carga del tren de Siberia y metido constantemente en polvo. Ingresó en 11 de Enero de 1899, quejándose de debilidad general, tos y expectoración fétida. Procede de una familia sana; diez años atrás pasó una inflamación del pulmón izquierdo. Desde hace medio año se siente más débil, pero se considera enfermo sólo desde el 22 de Diciembre, cuando se presentó un estado de aba" timiento general, tos y dolor en el costado izquierdo, viéndose obligado el 25 á meterse en cama. El 31 observó un pequeño esputo de sangre, aumentando gradualmente la debilidad general y perdiendo por completo el apetito, y molestándole sobre todo la tos y la abundante expectoración fétida, resolvió ingresar en el hospital. El enfermo es bebedor. Constitución y nutrición mala. Percutiendo el pulmón se encuentra macicez con matiz timpánico en la región del lóbulo inferior izquierdo, donde se percibe un marcado roce de la pleura y aislados estertores secos. El roce pleurítico se percibe también en una gran extensión hacia la región axilar izquierda. Inquietan al enfermo los ataques de tos, que terminan á veces con vómitos. La expectoración es muy abundante y presenta el aspecto de copos de color gris obscuro y su olor es fétido, gangrenoso. Corazón no dilatado, tonos puros, pulso de mediana plenitud; 88 latidos. Hígado y bazo de volumen normal; lengua cargada; apetito nulo; funciones intestinales y renales regulares. Temperatura á la mañana 88'3° y á la noche 38'2 C. Se diagnostica gangrena del pulmón izquierdo. En 14 de Enero se encuentra macicez por delante y por detrás, correspondiendo al lóbulo superior izquierdo; la respiración en este punto está debilitada. Bajo la clavícula izquierda se perciben estertores sonoros. Temperatura, á la mañana 38°, á la noche 3B'4° C. En el esputo no se encuentran bacilos tuberculosos. En 18 de Enero se encuentra entre la tercera y cuarta costilla, por delante y á izquierda, á unos tres y medio centímetros por fuera del borde esternal, un punto circunscrito con sonido timpánico muy pronunciado que cambia al abrir y cerrar la boca. El diámetro transversal de este foco timpánico no excede de cuatro centímetros. A la auscultación, durante una profunda inspiración se percibe una débil respiración anfórica. Pulso 120. El enfermo presenta mal aspecto; su cara es de color gris. Temperatura á la mañana, 38'6 y á. la noche, 38<5° C. En vista del grave estado general del enfermo y de la presencia 382 . CIRUGÍA PULMONAR de una cavidad gangrenosa en el lóbulo superior izquierdo, se le propone la operación á la cual asiente de "buena gana. En 20 de Enero, bajo anestesia clorofórmica débil, con previa inyección dé un centigramo de morfina, se le practicó la operación. La incisión cutánea semilunar de convexidad hacia abajo, empezó por dentro del pezón izquierdo y fue prolongada hasta la línea axilar anterior. Se le excindió sub-periósticamente un trozo de seis centímetros de lacuarta costilla. Las hojas pleurales se presentaron soldadas. Una punción exploradora en el punto de la resección no dio nada, pero al sacar la cánula se presentó un líquido grisáceo y fétido. Despuésde la incisión de las pleuras soldadas se descubrió una cavidad pulmonar gangrenosa de la cual salieron pedazos de tejido pulmonar necrosado, junto con el líquido referido. Explorando con el dedo podía uno convencerse de las grandesdimensiones de la cavidad; el dedo penetraba profundamente hacia, atrás y arriba hasta el vértice mismo. Para la abertura amplia de la cavidad fue reseccionada también la quinta costilla é incindido el espacio intercostal después de ligada la arteria correspondiente.. Durante la operación no salió apenas sangre de la cavidad, en la cual se introdujeron dos tubos de drenaje y taponada con gasa. Después de la operación calmóse el enfermo y tosió un poco. Viéndole á. las seis de la tarde, parecía que poco antes el vendaje debía haberse empapado de sangre, y al levantarlo, se vio que ésta seguía fluyendo muy abundantemente por los tubos de desagüe. Estos se quitaron y la cavidad se taponó firmemente con gasa, cohibiéndose así la hemorragia. Durante los dos primeros días después de la operación osciló entre 37'3 y 38'3° C. Había poca expectoración, menos fetidez. y la tos molestaba al enfermo solamente de tarde en tarde. El vendaje resultaba cada día mojado de serosidad, y al cambiarlo, se veía. que las paredes de la cavidad gangrenosa eran de color gris verdoso sucio y que, á trechos so desprendían secuestros, quitándose los más movibles con las tijeras. Después la temperatura volvió á subir, alcanzando por las noches 39'5° C; el mal olor de la expectoración y del vendaje aumentó y el pulso quedó de día en día más débil. Al cambiar el vendaje se extraían mediante las pinzas y tijeras, pequeños secuestros de las paredes de la cavidad. A los ocho días despuésde la operación era más vivo el aspecto de las paredes de la cavidad, y ya no se descubrían secuestros, pero las fuerzas del enfermo iban decayendo, resultando más débil el pulso. En 30 de Enero, ó sea diez días después de la operación, el enfermo murió bajo síntomas dedeficiencia cardíaca. • En la autopsia se encontró, en el lóbulo superior del pulmón izquierdo, una cavidad de seis centímetros de profundidad, cuyas paredes de color gris obscuro estaban cubiertas á trechos de masas blandas verdosas. El fondo de la cavidad era tuberoso y tapizado de una membrana piógena. La pleura que cubría el pulmón izquierdo estaba firmemente adherida á la costal; los bordes de la herida operatoria en las pleuras soldadas se habían hecho callosos. Había neumonía cruposa en estado de hepatización gris de todo el pulmón izquierdo,, (neumonía masiva de los franceses). En la base del lóbulo inferior CIRUGÍA PULMONAR 3S3 del pulmón izquierdo había unos infartos gangrenosos pequeños; degeneración parenquimatosa del miocardio y adiposa de la túnica interna de la aorta. Sinequias crónicas de las pleuras del lado derecho; enfisema marginal del pulmón derecho. En el vértice de éste se veían focos tuberculosos en forma de nodulos caseosos aislados. Hígado moscado; degeneración adiposa de los ríñones; hiperplasia de la pulpa del bazo; gastritis catarral crónica. Estos dos casos de gangrena pulmonar terminados por la muerte, á pesar del tratamiento quirúrgico, se parecen grandemente por la grave afección fundamental, la neumonía cruposa masiva. Según demuestran los datos de la autopsia en ambos casos, la operación interrumpió el proceso propiamente gangrenoso y anuló su influencia en el estado general, pero no produjo ningún efecto favorable en el curso de la pulmonía misma, que quedó en su período de hepatización gris. Si era exacta la anamnesis de los enfermos, se manifestaron los síntomas de la gangrena pulmonar en ambos casos en el mismo espacio de tiempo después del principio de la enfermedad; á saber: al final de la tercera semana. En ambos casos, la gangrena no se presentó como consecuencia sino como complicación en el curso de la neumonía hasta su resolución. Se comprende que semejantes casos graves hacen muy desfavorable el'pronóstico de la intervención operatoria. En la literatura de la cirugía pulmonar, por lo que á mí me consta, no se han descrito casos de intervención quirúrgica en esta clase de afecciones pulmonares graves. No me considero con derecho á sacar conclusiones sobre ¡a base del total de dos casos. Tan sólo ulteriores observaciones pueden aclarar la oportunidad ó inutilidad en ellos de la acción quirúrgica. La complicación de la gangrena pulmonar con pericarditis, observada en el tercer caso no es un fenómeno raro. A semejante complicación sucumbió el enfermo de Gallíard; también se desarrolló una afección fibrinoso-purulenta de las cavidades de la pleura izquierda y del pericardio poco después de la operación en un paciente del profesor Bobroff, en Diciembre de 1894, por causa de un foco gangrenoso en el vértice pulmonar derecho que se había desarrollado sobre la base de una bronco-ectasia. La muerte sobrevino al quinto día después de la operación. En todos los cuatro casos citados, fue la neumonía cruposa el factor etíológico de la gangrena del pulmón. Me parece interesante mencionar aquí lo que consta acerca de esta complicación de la pulmonía cruposa. Aufrecht dice en su último trabajo que la pulmonía cruposa se complica con gangrena muy rara vez. En apoyo de esta opinión cita las opiniones de Gris olí e y de líense!. El primero no la observó en 305 casos ni una sola vez, y registrando 70 casos de gangrena publicados, encontró mencionada la participación de la pulmonía cruposa tan sólo en 5. También ílensel encontró en 5 de 73 casos de gangrena pulmonar mencionada la neumonía cruposa como factor etiológico. Esta opinión de Aufrecht no puede admitirse ya. porque se funda en observaciones tan antiguas como las citadas en la monografía de Grisolle en 1864. Contradice esta opinión la circunstancia de que en nueve casos de gangrena pulmonar anotados 881 CIRUGÍA PULMONAR en la reseña del hospital de Bassmann por los años 1897-08. cuatro resultan complicación de la neumonía cruposa. Con este nombre se hallan apuntados cu dichos años 727 casos: pero en esta suma entraron en general todas las neumonías agudas, mientras que á la verdadera neumonía cruposa ha de referirse sólo una parte de los mismos. Una objeción todavía más elocuente contra Aufreeht se encuentra en la reseña del Hospital lausa, por el año 1897. Bajo el título de neumonía cruposa so hallan anotados 5(55 casos, pero en las autopsias se encontró neumonía cruposa en 43 casos, en 11 do les cuales, la neumonía estaba complicada de gangrena pulmonar. Caso V. Alejandra R., de 33 años, ingresó en G de Febrero de 1398, aquejando tos y fiebre que se había presentado insidiosamente en los últimos tres días. Ocho años atrás había sufrido una tifoidea, y cinco, una inflamación de los ovarios. En 19 de Diciembre, hallándose embarazada, enfermó de pulmonía cruposa izquierda. A los nueve días de enfermedad, sobrevino el parto prematuro, á los siete meses de embarazo. La inflamación del pulmón se resolvió, pero á principios de Enero manifestáronse de nuevo síntomas inflamatorios con exudado pleurítico. Desde la mitad de Enero, se mantuvo alta la temperatura, alcanzando 39'5° C. Era una enferma de mediana constitución y nutrición. Apetito regular, sin fenómenos dispépticos, habiendo estreñimiento. Tonos cardíacos puros, pulso de mediano, plenitud—88 por minuto.—En el pulmón izquierdo, por detrás, empezando en el tercio inferior del omoplato, macicez que se va graduando. Respiración debilitada. Una punción exploradora en el sitio de la macicez, indicó la presencia de pus, diagnosticándose empiema encapsulado. En 7 de Febrero, se practica bajo anestesia clorofórmica, la resección de unos cinco centímetros de la novena •costilla izquierda, en la línea escapular. Al abrir la cavidad pleural, se encontraron unas cuatro onzas de pus inodoro. La cavidad purulenta estaba completamente limitada por las adherencias de las hojas pleurales. Se establece un desagüe y se aplica un vendaje. Por la noche, después de la operación, temperatura 86'9° C. Al día siguiente se cambia el vendaje y se lava la cavidad á través del tubo •de drenaje, con agua boricada caliente, sobreviniendo á la enferma una fuerte tos y manifestándose en la boca* sabor de la disolución inyectada. Temperatura: á la mañana 87 y 37'7° C. á la noche. El lavado de la cavidad se repite en los tres días siguientes, observándose cada vez los accidentes mencionados. Al cuarto día después de la operación, la temperatura que había sido normal, se eleva por encima de 39°, durando la fiebre dos semanas con oscilación de la temperatura entre 37'2° - 37'9° por la mañana, y 37'7° - 88!5° C. por la noche. Durante este tiempo, molestaron á la enferma ataques de tos y dolor en el costado izquierdo; por las noches hubo, á veces, fuertes sudores. En 6 de Marzo, un mes después de la operación, se suprimió el drenaje; el 14 se cerró la herida y la enferma tomó el alta perfectamente curada. En este caso, hubo evidentemente un absceso pleuro-pulmonar .consecutivo á la neumonía cruposa. La presencia de una comunica- CIRUGÍA PULMONAR 385 ción de la cavidad del absceso con un bronquio, con ausencia de expectoración purulenta, la prolongación del estado febril después de la operación, parece indicar que la fuente del mal estaba en una supuración en el parénquima pulmonar, que condujo á la formación •de un empiema circunscrito. Casos de esta clase, son relativamente raros, y el aspecto anatomo-patológico de la afección es obscuro. Caso VI. C. O., de 29 años, licenciado del ejército, ingresó en el hospital de Galitzin en 8 de Mayo de 1897, por una fístula rebelde á cicatrizarse al nivel de la sexta costilla derecha. El enfermo procedo de una familia sana. En el quinto año del servicio militar enfermó, según dice, de una inflamación en el costado derecho, haciéndosele en 28 de Noviembre de 1895 la operación del empiema, con resección de la sexta costilla derecha y drenaje de la cavidad pleural, envíán•closele á su casa con un tubo de drenaje puesto. A pesar de la existencia de la fístula, durante año y medio, el hombre se encontraba bien, molestándole la tos con 'muy escasa secreción. Al hospital le llevó solamente el deseo de curarse su fístula. Tratábase de un hombre de mediana constitución y mediana nutrición. En la región mencionada, en la línea axilar media, hay' un orificio fistuloso. La piel de la mitad derecha de la caja torácica se halla cubierta de cicatrices y ulceraciones. No se nota marcado hundimiento de esta mitad del tórax. Sobre la región de la fístula, por delante, hasta la clavícula se obtiene un sonido más macizo que lo normal, sucediendo lo mismo por detrás, empezando por el ángulo inferior de la escápula derecha. En la región de la macicez, la respiración es débil, pero no hay estertores. En el lado sano, la respiración está reforzada. El lavado del conducto fistuloso y el sondaje profundo del mismo, pro-. vocan fuertes ataques de tos. Lo que sale del conducto fistuloso ofrece el aspecto á°, secreción bronquial. Los demás órganos internos, normales. En la expectoración no se encuentran bacilos tuberculosos. Temperatura normal. Se decide repetir la resección de la costilla y raspar el trayecto. La operación bajo completa anestesia clorofórmica, escindiéndose tres centímetros de la sexta costilla derecha. Se vio que el conducto ancho de la fístula, de paredes callosas, va á la profundidad en la dirección de la raíz del pulmón. Una sonda acanalada, entra toda en el trayecto fistuloso. Parte del tejido cicatricial más accesible, fue excindido con las tijeras, y en la profundidad se hizo el legrado con la cucharilla cortante. Esto fue acompañado de una considerable hemorragia venosa. Por la noche del día después de la operación, la temperatura se elevó á íi8!5° C , pero luego se hizo otra más normal. La herida se llenó bastante pronto de granulaciones, pero la fístula no presentó cambio alguno. Continuó eliminando pus con mezcla de mucosidad, y el enfermo tosía fuertemente cada vez que la sonda llegaba á la pro. fundidad, ó se introducía líquido. El estado general era excelente En 31 de Agosto se hizo bajo anestesia una nueva excisión de la misma costilla, no menos de cinco centímetros, y en vez de legrar las paredes de la fístula, se cauterizaron con el termo-cauterio. Durante las primeras veinticuatro horas después de la operación, el enfermo se ahogaba, el pulso era muy frecuente, y la temperatura. 386 CIRUGÍA PULMONAR se elevó á 88° C. Por la mañana del día siguiente era de 37'8° y por la noche de 38'3° C. La disnea desapareció pronto; el pulso y la temperatura quedaron normales. La herida granuló pronto; el estado general no tardó en ser otra vez floreciente; pero el conducto fistuloso quedó como antes. También resultaron infructuosas las tentativas d'3 avivar la fístula con inyecciones de una solución de nitrato de plata de 1 por 400. Sospechando que el trayecto se había formado á expensas de un hronquio dilatado, adherido por los bordes á la. pleura parietal, se resolvió hacer la resección de dos costillas y desbridar los bordes adheridos de la fístula. El 10 de Septiembre, el profesor Dyakonoff, bajo cloroformo, practicó una incisión cruzada de la piel, y desde ella verificó la resección de la quinta y sexta costilla, en una extensión de unos siete centímetros, quedando al descubierto una caverna. La incisión del conducto fistuloso se acompañó de una hemorragia bastante abundante, con mezcla de burbujas de aire. Una parte de .trayecto fistuloso fue excindida, produciendo la incisión del pulmón un ataque de sofocación en el enfermo. La. herida se dejó abierta, y se llenó la cavidad de gasa esterilizada. Después de esta operación quedó el enfermo muy desasosegado, aquejando sofocación y fuerte dolor en el costado. Por la noche la. temperatura se elevó 4 3B'1°, y á la mañana siguiente á 38;6° C , pero en el curso de los tres días siguientes descendió á la normal.. Al segundo día, después de la operación, hubo necesidad de cambiar el vendaje, por hallarse fuertemente empapado en sangre. Por recomendación de .Dyakonoff se había lavado la herida á los primerosdías con agua trementinada, pero esto provocaba dolor y se empleó de nuevo agua esterilizada. El enfermo mejoró pronto, la herida se llenó de granulaciones, pero el conducto fistuloso se mantuvo abierto. El 3 de Octubre, S. F. Deruzhinsky, bajo cloroformo, hizo el legrado profundo del conducto, con la cucharilla cortante. Después de esta pequeña intervención, la temperatura so elevó á 40'2°, pero á la noche volvía á descender á 38'3° C, y al tercer día quedó normal.. Al cabo de tres meses de tratamiento conservador, viendo que la fístula no tenía propensión á cerrarse, se propuso al enfermo otra operación más seria, á la cual accedió gustoso. En 8 de Enero de 1898, el profesor Dyakonoff, ayudado por Deruzhinsky, practicó, bajo anestesia, la siguiente operación. En la línea cicatricial del trayecto fistuloso, se hizo una incisión crucial de la piel y se denudó la caja torácica en la extensión de dos palmas de la mano. Por detrás, se separó la piel hasta la línea axilar media:, por delante, hacia arriba, se separó el gran pectoral, y por abajo quedó al descubierto la séptima costilla. Se vio que la quinta costilla, resecada cuatro meses atrás, se había restablecido en forma algo irregular. Presentaba contornos menos regulares y era más delgada que lo normal. De la quinta, sexta y séptima costilla, se excindieron trozos de unos diez centímetros; al rededor del conducto fistuloso, las hojas pleurales estaban sólidamente adheridas. El trayecto, á medida que se hacía profundo, se estrechaba en forma de embudo; las paredes estaban tapizadas de membrana mucosa: en CIRUGÍA PULMONAR 387 una palabra, se trataba de un bronquio dilatado. Desprendiéronse y exoindiéronse las paredes de éste en una extensión considerable, saliendo una gran cantidad de sangre espumosa. El enfermo empezóá sofocarse, y con la tos salía de su boca un líquido sanguinolento. Los bordes de la herida en el tejido pulmonar, fueron unidos con suturas; la operación había durado hora y media. En las primeras horas después, el enfermo estaba muy pálido, sin que se notara gran debilidad del pulso. Todo el día lo pasó muy desazonado, molestándole los ataques de tos y el dolor en el costado hasta tal punto, que hubo de hacérsele una inyección de un centigramo de morfina. Por la noche la temperatura era de 37'5° C ; pulso débil, 112 por minuto. Al día siguiente, el vendaje estaba muy empapado de serosidad. Durante el cambio, tosió mucho y cayó en síncope. Pulso 120, débil. Temperatura, por la mañana 39°, y por la noche 39'1° C. La nochela pasó mal; el vendaje se empapó de sangre con pus. Al levantarlo, no se observa en la superficie de la herida gran acumulación de pus. La expectoración expulsada con la tos, presenta olor gangrenoso. Temperatura: por la mañana 3S'5°, y por la noche 39° C. En 12 de Enero, pulso débil, fuerte tos, esputo fétido. El enfermo aqueja disnea y dolor en la herida. La secreción de ésta es sero-purulenta y escasa. En el sitio de las suturas pulmonares, se nota, durante latos, tumefacción, sospechándose una acumulación de pus. El 13 de Enero, el enfermo presenta mal aspecto; al lado de las suturas pulmonares se ha formado un nuevo trayecto fistuloso. Temperatura: por la mañana 38'7°, y por la noche 89'5° C. El Id de Enero, hubo por la mañana escalofríos; ya no se nota preeminencia en el sitio de las suturas pulmonares. La nueva fístula se ha convertido en una caverna abierta, de las dimensiones de una avellana. El 17, se presenta por la noche, durante la tos, una copiosa hemoptisis de sangre clara. Temperatura: por la mañana 38'2°, y por la noche 40° C. Al día siguiente, pulso apenas perceptible; durante el día se repite dos veces la hemorragia pulmonar; y por la noche muere el enfermo. En la autopsia se encuentran en el pulmón varios focos de gangrena, algunos cerca del bronquio dilatado y suturado; otros diseminados en el pulmón. Alrededor del bronquio dilatado, había fenómenos de neumonía intersticial y esclerosis arterial. En la autopsia, encontráronse en los pulmones varios focos de gangrena, dispuestos en parte al rededor del bronquio dilatado y suturado, pero otros también en el otro pulmón. En torno del bronquio dilatado, había fenómenos de neumonía intersticial y esclerosis en las paredes arteriales. Este caso presenta profundo interés en muchos conceptos. La. naturaleza de la afección es clara; una gran cavidad consecutiva á la dilatación de un bronquio del lóbulo inferior del pulmón derecho, sé buscó salida á través de un trayecto fistuloso. Otra cuestión es la de saber en virtud de qué condiciones se formó la, dilatación bronquial. La contestación es difícil; en la autopsia no se encontró otra dilatación bronquial; la caverna broncoectática era solitaria y la afección, por tanto, completamente local. El principio de la misma queda oscuro en la anamnesis del enfermo; ¿presentóse el foco pri- CIRUGÍA PULMONAR Tuitivamente en el parénquima pulmonar danclo lugar á la formación •de un empiema ó pioneumotórax, ó desarrollóse primero el empiema perforando luego el pulmón? El caso es interesante por practicarse, no solamente la neumotomía, sino hasta una neumectomía con subsiguiente aplicación de suturas á la herida pulmonar. La historia del desarrollo de la cirugía pulmonar, empezando por Hipócrates, se halla, expuesta detalladamente en el trabajo de Fabrikant. Aquí basta mencionar que el desarrollo metódico empieza •en 1873. cuando Mosler, junto con Hüter, abrió una caverna bronquiectática en el lóbulo superior del pulmón derecho de un enfermo •de cincuenta y nueve años. Después de la operación mejoróse el enfermo, y á pesar de la gran extenuación general, vivió durante varios meses. En la autopsia se vio que además de tuberculosis general, el enfermo tenía degeneración amiloide de ríñones y bazo. En Busia la primera neumotomía fue practicada en ocasión de una afección puramente pulmonar, es decir, con ausencia de complicaciones como empiema ó fístula, en la clínica de Jurief, por el profesor Koj en 1886. El caso fue descrito por Openjofsky en 1888: y es notable que el diagnóstico se formuló muy exactamente, la operación fue atrevida, bien meditada y de ejecución esmerada. El éxito fue brillante. Me permitiré referirlo brevemente. En un enfermo de treinta años, al cabo de tres semanas de una pulmonía aguda, manifestáronse los síntomas de gangrena pulmonar en forma de expectoración fétida. El paciente ingresó en la clínica en estado grave, después de tres meses de sufrimiento por la gangrena del lóbulo superior del pulmón derecho. En la clínica se le tuvo en observación durante un mes antes que se decidiese practicar la neumotomía. El foco de la necrosis se determinó claramente por una macicez en la región anterior de las costillas quinta y sexta derechas, sonido timpánico, respiración bronquial, estertores sonoros, si bien la punción exploratoria dio dos veces datos negativos. En semianestesia se practicó la resección de pedazos de costillas de dichas costillas, encontrándose soldadas las hojas pleurales. En el tejido pulmonar se introdujo el termo-cauterio á la profundidad de dos á tres centímetros, descubriéndose una cavidad tan espaciosa que penetraban en ella libremente cuatro dedos. Iluminando la cavidad con el reflector, se notó abertura de un bronquio, el cual se dilató con el termo-cauterio. La •cavidad se hallaba tapizada de una membrana piógena; pero, á trechos, las paredes se presentaban necróticas. Las partículas necrosadas se tocaron con el termo-cauterio. Al cabo de dos meses después de la operación, la herida quedó cerrada; y á los dos meses y medio, el enfermo tomó el alta. Este era/el cuarto caso publicado de curación después de la neumotomía por causa de una afección séptica puramente pulmonar. La literatura de la pneumotomía, hasta 1887, fue compilada por Runeberg (veintisiete casos de intervención quirúrgica, por gangrena ó tuberculosis pulmonar), y de esta fecha á 1895 recogió Quin•cke cincuenta y cuatro casos. Por otra parte, Trzebicki compuso en CIRUGÍA rULMOKAR S&9 1S98 un trabajo en el cual dio cuenta de ciento cuarenta y ocho casos de cirugía pulmonar, y en el año siguiente, salió el mencionado trabajo ruso de Fabrikant, refiriendo sesenta y dos casos de pneumotomía. En el IX Congreso de los cirujanos franceses de 1895, la cirugía pulmonar fue objeto de una discusión detenida con motivo de nna ponencia de Seclus. Finalmente, la exposición de Tuffier en el Congreso de Moscou, lia sido el último trabajo completo, representando un resumen de número considerable de observaciones sueltas. En la clasificación de los casos pulmonares sometidos á intervención quirúrgica, los autores divergen considerablemente, ateniéndose^ Quincke al criterio clínico y dividiendo los casos en tres grupos. Primero, los casos agudos—a) los simples abscesos y, b) gangrena ó absceso séptico. Segundo, casos crónicos — a) simples abscesos y bronquiectasias, y &) casos sépticos. Tercero, casos sépticos consecutivos á la introducción de cuerpos extraños. Esta clasificación resulta poco satisfactoria en vista de la ausencia de observaciones exactas sobre la producción y curso de las afecciones pulmonares sometidas al tratamiento cruento. Terrier hace constar que en la clasificación de Quincke se hallan reunidos en el mismo grupo, padecimientos tan heterogéneos como son los abscesos simples y las broncoectasias. Los autores franceses intentan establecer una clasificación anatomo-patológica; pero confiesan que, por ahora, es todavía muy difícil trazar los lindes de las diversas afecciones. Combinando las clasificaciones de lieclus y Terrier, pueden establecerse los siguientes tres grupos. Primero, casos de traumatismo pulmonar, con hemorragia ó formación de hernia, y casos de hemorragia pulmonar patológica. Segundo, casos que requieren la neumectomía, á cuyo grupo pertenecen las neoplasias cuando invaden el tejido pulmonar, y los focos tuberculosos circunscritos en los vértices pulmonares. Tercero, los casos que precisan la neumotomía, en los cuales la afección conduce generalmente á la formación de cavidades conteniendo líquido ó detritus. A este grupo pertenecen, primero, las pleuritis purulentas interlobulares; segundo, los abscesos; tercero, la gangrena pulmonar; cuarto, las cavernas broncoectáticas; quinto, las cavernas tuberculosas; sexto, cuerpos extraños; séptimo, equinococos: y octavo, actinomicosis. Primer grupo. En las discusiones á propósito de la tesis de Beclus en el referido Congreso, Pean se expresó á favor del tratamiento conservador de las lesiones traumáticas del pulmón. A su entender, semejantes casos se presentan más graves de lo que son en realidad. En prueba de esto, citó el caso de curación de una mujer que había caído debajo de mi carruaje, sufriendo fracturas del esternón, de la clavícula y de cuatro costillas. El traumatismo fue acompañado de extenso enfisema subcutáneo y derrame de sangre en la cavidad de la pleura. También recomendaba el tratamiento conservador en las heridas punzantes y por armas de fuego, que se cicatrizan rápidamente. A la opinión de Pean se adhirió por completo Jonnesco, citando un caso de curación de un general rumano que en un desafío había, recibido una herida pulmonar en el segundo espacio intercostal, 390 CIRUGÍA PULMONAR producida por la espada. A pesar de los fenómenos graves y de abundante hemorragia, fuerte sofocación y derrame de gran cantidad do sangre en el espacio pleural, con un tratamiento expectante, el herido dejó la cama á los diez y seis días, y veinte días después montaba ya á caballo para asistir á maniobras militares. En Noviembre •del mismo año, Tuffler comunicó á la Sociedad de Cirugía de París, tres casos de herida pulmonar por arma de fuego. A pesar del desarrollo de un hematotórax con temperatura elevada, todos los casos terminaron por la curación bajo tratamiento conservador. Pero no siempre es conveniente en los casos de traumatismo pulmonar el tratamiento expectante. En algunos casos, se desarrolla una hemorragia tan alarmante, que la intervención quirúrgica se presenta como único medio de salvación. Casos de esta naturaleza se han publicado ax'm muy pocos. En el de Ombomi, quien después -de un aposito provisional, resecó las partes atravesadas por el proyectil, sangrantes, en el pulmón izquierdo, el enfermo sucumbió de piemia á los siete días. El enfermo de Delorme, que se había inferido en la región cardíaca cuatro heridas con un cuchillo de amputación, fue operado á los tres días en estado de extremada anemia, de la cual murió poco después de la operación. Durante ésta, la hemorragia fue contenida por doble ligadura á través del tejido pulmonar. Estos casos poco animadores para el tratamiento quirúrgico de la hemorragia pulmonar, no deben quitarnos las esperanzas de un mejor éxito en lo futuro. Justifica esta esperanza, el brillante resultado obtenido por Micbaux en un caso de herida por arma de fuego del pulmón izquierdo. El enfermo fue ingresado en estado de grave anemia, verificándose la operación á las diez y ocho horas después ele la herida. Por una excisión de diez centímetros de las costillas séptima y octava, y vina incisión correspondiente en la pleura parietal, se abrió la cavidad, que se presentó llena de sangre. Quitada ésta se presentó á la vista el pulmón izquierdo respirando, y en su superficie interior una capa de sangre mezclada con aire. Sacando afuera el borde anterior del lóbulo inferior, Michaux vio en la raíz pulmonar una herida cuyo acceso era difícil. Temiendo comprimir algunos grandes vasos, dejó de aplicar pinzas y se limitó á taponar la herida. Estableció el drenaje, suturó la herida cutánea, y la hemorragia se contuvo. Durante quince días, la herida supuró ligeramente; al cabo de tres semanas después déla operación vino la completa cicatrización y el enfermo se repuso rápidamente. Las hernias pulmonares de origen traumático, en la mayoría de los casos que constan en la literatura, fueron tratadas conservadoramente, por reposición y aplicación de un vendaje compresivo ó braguero. Las observaciones de Eoche y, sobre todo, de Poirier, hablan á favor de la posibilidad de limitarse con éxito á semejante proceder; pero como el método conservador es sólo aplicable en ausencia de ciertos accidentes generales, y aun entonces dista mucho de conducir á una curación completa, presentan gran interés las tentativas de tratamiento radical de las hernias pulmonares traumáticas. Hasta ahora, se han publicado solamente dos observacio- CIRUGÍA PULMONAR 391 nes de este género; En 1890, Tuffier operó mía hernia pulmonar que salía por el segundo espacio intercostal, sirviendo de indicación para intervenir, la gran sensibilidad de la hernia y su tendencia á agrandarse. En esta operación, Tuffier empleó por primera vez el método de explorar el tejido pulmonar á través de la pleura parietal desprendida. La hernia fue repuesta á través de la pleura descubierta; el anillo hemiario fue tratado con una serie de suturas. Resultó la curación. En 1895, Regnier operó una hernia pulmonar traumática salida en el quinto espacio intercostal. El enfermo, de 61 años, fue llevado al hospital, pálido, con sofocación, pulso pequeño y enfisema subcutáneo difuso. Después de la incisión de la piel, vióse que el espacio intercostal estaba dislacerado en una extensión de once á doce centímetros; el tejido pulmonar se encontraba lesionado. La hernia fue reducida después de aplicar suturas en la herida pulmonar, restableciéndose luego también el espacio intercostal por medio de suturas. El enfermo no tardó en curar. Para los casos en que se sospecha intensa alteración del tejido herniado, siendo de temer su gangrena, Souligoux propone la resección pulmonar con subsiguiente drenaje de la cavidad pleural. Funda SU proposición en un caso curado de excisión de una hernia pulmonar que el cirujano había tomado por nn lipoma. Un caso de excisión enteramente análogo, fue publicado en 1898 por Wightam. Tratábase de un músico de 41 años que tenía un tumor doloroso de tres y media pulgadas de largo por dos de ancho, situado en las espaldas, cerca del raquis y al nivel de la séptima y octava apófisis espinosa. En la operación, no se abrió la cavidad* pleural, resultando que el tumor era pulmón herniado. El enfermo curó pronto. A favor de la intervención quirúrgica en las hemorragias pulmonares patológicas, se expresa calurosamente Delorme, habiendo •observado una hemorragia grave después de una toracotomía por pioneumotórax. Segundo grupo. En el trabajo ele Tuffier, se hallan compilados siete casos de neumectomía por causa de neoplasias que habían invadido el tejido pulmonar. En la mayoría de ellos, se trataba de individuos jóvenes, por otra parte sanos. En todos, la operación se emprendió para extirpar neoplasias de la pared torácica, percibiéndose sólo durante la operación misma el enlace del tumor en el tejido pulmonar. En tres de estos casos, la operación fue seguida de rápido desenlace mortal. Merece anotarse que la primera neumectomía fue practicada antes de la era antiséptica, en 1861, por Pean. El tumor, que resultó ser un condroma, no era grande, situado en el cuarto espacio intercostal. Se suturaron las hojas pleurales alrededor del tumor con una serie de puntos, y se hizo la ablación con el galvanocauterio. La continuación de la vida que, después de la operación, resultó más larga, es de siete años. El caso pertenece á Kró'ulein y se refiere á una joven afectada de sarcoma de la pared torácica. Kronlein exciniió dos veces nodulos de tejido pulmonar, pero una sarcomatosis general condujo la paciente á la muerte. 3!)2 CIRUGÍA PULMONAR Estas neumectomías fueron hechas por necesidad, al descubrirse la afección pulmonar, en los más de los casos, durante la operación. Neumectomías premeditadas empezaron á practicarse después de los experimentos en animales hechos por Schimdt, Glück y Biondi, á principios del noveno decenio en casos de afección tuberculosa, circunscrita de los vértices pulmonares. La primera neumectomía. de este género terminó lastimosamente. El cirujano inglés Block, en 1881, se decidió á extirpar en una sesión ambos vértices pulmonares. El enfermo murió, y el atrevido cirujano, en su desesperación, se suicidó. En 1883, Iluggi operó á dos enfermos con afecciones del ápice; en ambos casos, el éxito fue mortal. Pero estos fracasos de la excisión de los vértices pulmonares no enfriaron el entusiasmo de los cirujanos'. En 189G, .íufíier extirpó con éxito brillante el vértice derecho, afectado de tuberculosis, de un enfermo de veintidós años. Después de la incisión de los tejidos del segundo espacio intercostal derecho, se puso al descubierto la pleura parietal; después de desprendida de la pared torácica, se pudo, á través de la misma, explorar con el dedo todo el ápice del pulmón y convencerse de la presencia de las lesiones. A través de una pequeña incisión de la pleura, se cogió el vértice con una pinza especial, y se le tiró afuera. Más de dos centímetros más allá del foco tuberculoso palpado se aplicó una ligadura con el clamp. El vértice fue sujetado á la herida por medio de suturas, y luego excindido. Durante la operación se formó un neumotorax parcial, el cual, sin embargo, no llevó en pos de sí trastornos respiratorios. La herida se curó por primera intención, y el enfermo quedó libre de los fenómenos de incipiente caquexia, y se sabe que más de cinco años después de la operación disfrutaba de buena salud. En 1895 se verificó la excisión de un vértice tuberculoso por el cirujano inglés Lowson en un enfermo de treinta y cuatro años, siendo coronada la operación de completo éxito, á pesar de tener el enfermo antes de la operación fuerte enflaquecimiento, fiebre éctica, sudores nocturnos y hemoptisis. La operación fue como sigue: después do la resección de la segunda y tercera costillas, se insufló, para evitar la rápida formación de pneumotórax en la cavidad pleural, aire esterilizado. Después de la abertura de la pleura, se aplicó en la base del ápice pulmonar un clamp, sobre el cual se seccionó el vértice. Los bordes del muñón fueron suturados y abandonado en la cavidad torácica. La cicatrización se hizo sin novedad, pero al cabo de cuatro meses hubo de incindirse la cicatriz, á causa de hemo-piotórax circunscrito. En el mismo año, Doyen manifestó en el Congreso de los cirujanos franceses, que. había excindido un vértice pulmonar tuberculoso en una niña de doce años, continuando la curación después de otros dos. Hasta ahora, Doyen no ha publicado más pormenores de este caso. Tercer grupo. En la mayoría de los casos en él comprendidos, se trata de afecciones pulmonares ó sépticos, según la terminología francesa. En éstos, sirve de indicación para la neumotonía, la falta ó insuficiencia del drenaje natural en virtud de la cual resulta bac- CIRUGÍA PULMONAR. 393 teriemia y toxinemia con los fenómenos generalmente conocidos: enflaquecimiento general, estado febril, sudores nocturnos, etc. La afección ó intoxicación puede seguir un curso rápido y maligno ó lento y menos tumultuoso, por lo cual se establece la división clínica en casos agudos y crónicos. Pero cualquiera que sea la forma de la dolencia, todo foco purulento ó séptico pulmonar constituye constantemente una amenaza de invasión de las partes sanas del pulmón. La intoxicación general puede, pronto ó tarde, manifestarse por grave degeneración de los órganos internos. Sobre la frecuencia de la degeneración amiloidea en las bronquitis prolongadas, había llamado la atención hacía mucho tiempo Bull. Ya hemos mencionado la complicación de la gangrena pulmonar con pericarditis, y que las broncoectasias se complican bastantes veces con afecciones cerebrales. Esta indicación de una parte de las complicaciones de las afecciones pulmonares, purulentas ó sépticas, es suficiente para poner en evidencia el peligro á que se somete á los enfermos con el tratamiento conservador. Ya hemos mencionado que actualmente es difícil todavía deslindar el campo respectivo de la medicina interna y de la cirugía; la cuestión se resuelve por una crítica esmerada del estado general del enfermo. Para comprender lo difícil de este problema, basta citar las diversas opiniones acerca del tiempo en el cual un absceso pulmonar agudo puede curarse por sí solo. Según las cuatro observaciones de Quincke, este tiempo oscila entre tres y diez semanas. Sonnenburg declara que un absceso consecutivo á pneumonía aguda, llega á ser objeto de tratamiento quirúrgico, tan sólo cuando ha tomado carácter crónico. «Yo, al menos, dice, nunca tuve ocasión de intervenir quirúrgicamente antes de transcurrir varios meses después del principio de la enfermedad.» Todos, estos modos de ver se fundan en impresiones personales, pero no en un estudio exacto de los hechos. De todos modos, es absolutamente inaceptable el parecer de Sonnenburg de esperar hasta que el absceso se haya hecho crónico. Precisamente, en los abscesos pulmonares, como hace constar acertadamente Terrier, las indicaciones para la neumotonía son las más exactas; no hay para que esperar que el tejido se esclerose y se dilaten los bronquios vecinos. La oportunidad del tratamiento quirúrgico desempeña un papel especialmente importante en la gangrena pulmonar. En ella ve Tuffier la garantía en buenos resultados operatorios. Con esto, no hace más que repetir lo que antes han declarado una serie de autores, Buneberg, Bull, Openjovsky, Fabrikant, Beclus y otros. Si algunos cirujanos, como Quincke, exigen indicaciones vitales para la operación, éstas existen siempre, y en casos tan excepcionales de gangrena pulmonar como los comunicados recientemente por Rendu, en que no había fiebre ni expectoración purulento, todo cirujano optará por la expectativa. Los resultados del tratamiento de las afecciones incluidas en el tercer grupo, dependen, además de la acertada apreciación del estado general y del momento oportuno, también de la exactitud del diagnóstico, no siendo tan difícil determinar la existencia de un foco como localizarlo y averiguar sus dimensiones. La exploración física 394 CIPaiC4ÍA PULMONAR del foco da, en la mayoría de los casos, síntomas de una cavidad rodeada de una zona de exudado neumónico ó de infiltrado intersticial. Pero, por desgracia, los síntomas que son clásicos en la caverna situada en los lóbulos superiores, se presentan poco pronunciados cuando la caverna se encuentra en los inferiores. En estos, la cavidad, después de la evacuación, se aplasta. Fundándose en sus propias observaciones y en el examen crítico de la casuística, Tuffler hace constar que generalmente, en la exploración física, el foco se determina más bajo del punto en que realmente se encuentra. Ya se han hecho ensayos para perfeccionar los métodos de investigación física. Hace dos años se publicó un artículo muy interesante de Fernet sobre las localizaciones pulmonares, en el cual llama la atención, sobre los signos que indican la profundidad y dimensiones de un foco pulmonar. Si es profundo, percíbese respiración vesicular y de la profundidad llegan al oído ruidos patológicos. Si el foco es superficial, en lugar de estos ruidos se percibe remota la respiración vesicular. La investigación de los ruidos respiratorios al rededor del foco puede dar, según Fernet, una idea de las dimensiones, haciéndose la exploración combinada con la percusión, lo que llama auscultación pleximétrica. Tuffier, examinando cincuenta y cuatro casos de gangrena pulmonar tratada quirúrgicamente, encontró equivocado el diagnóstico de la localización en nueve. Cuan groseras pueden ser las equivocaciones se ve en los casos de Hofmoltl y Lyars. El primero buscó el foco en el duodécimo espacio intercostal, resultando en la autopsia que se hallaba al nivel del tercero. El segundo buscó una gran cavidad en la base del pulmón, donde en la operación encontró solamente una caverna muy pequeña. En la autopsia se encontró una grande cavidad en el lóbulo superior. Fernet explica los errores en la determinación de las dimensiones del foco, por la zona de consolidación al rededor del mismo. Si sobre un foco pequeño se añade una hepatización pulmonar, el foco, en la auscultación, á consecuencia de la buena conductibilidad para los sonidos, parece mayor. Además de esto, la consolidación del tejido por encima del foco, por la misma razón, lo acerca al oído y parece más superficial de lo que es realmente. La cantidad y calidad de la expectoración, su periodicidad, tienen mucha importancia para el diagnóstico del foco pulmonar; pero hay que ser prudente en juzgar de las dimensiones de la cavidad por la cantidad de la expectoración, porque ésta depende á veces de un catarro bronquial concomitante. Tuffier expresa la esperanza de que la radiografía acudirá al socorro de los cirujanos para el diagnóstico de la localización de los focos pulmonares. A juzgar por las últimas investigaciones de Bouchard-Clauder, esta esperanza empieza á cumplirse. Resulta que los rayos de Rontgen den una imagen de las cavernas tuberculosas, de los grandes broncoectasias y hasta de los equinococos del pulmón. Con respecto á la gangrena pulmonar no hay datos por la falta de observaciones acerca del particular. Las afecciones pulmonares del tercer grupo, con excepción de las cavernas tuberculosas, afectan con mayor frecuencia la sección pos- CIRUftÍA PULMONAR 395 terior del lóbulo inferior. Aquí, bajo el ángulo de la escápula y, por decirlo así, en el punto de mayor probabilidad, hacer la neumotomía en los casos en que no se poseen datos exactos para localizar el foco en otro punto. La operación de la neumotomía se simplifica considerablemente cuando existe soldadura de las hojas pleurales en el campo operatorio. El pulmón no se aplana, no hay que temer la formación de neumotorax, ni la infección de la cavidad pleural. Las consecuencias de un neumotorax agudo y completo son graves. De ocho casos operados por Tuffier, cinco terminaron por una rápida muerte, enlazada con la operación. Por fortuna, en la gran mayoría de los casos pio-sépticos (según la estadística de Tuffier, en 190 por 214, ó sea un 87 por 100) las hojas pleurales se presentan soldadas. La adherencia de las pleuras se puede esperar, sobre todo en aquellos casos en que en la anamnesia constan dolores en el costado ó por detrás, dolores en un punto determinado del pecho, pleuritis ó neumonía. Como síntoma objetivo de la adherencia de las pleuras, se manifiesta depresión inspiratoria de las costillas inferiores y de los espacios intercostales, insuficiente inmovilidad de los bordes pulmonares, y por último, ausencia de vibraciones de la aguja exploradora introducida. Pero la significación ds todos estos síntomas para el diagnóstico, es muy reducida. En el último Congreso internacional de Moscou, K. Sapezhko propuso un método para la determinación de la presencia ó ausencia de adherencias pleurales, fundado en la combinación de un trocarexplorador con un manómetro. El aparato consiste en lo siguiente:, una aguja hueca con un extremo romo y aberturas laterales se enlaza con un tubo de cristal doblemente acodado, de paredes gruesas y pequeño calibre, que se llena de una disolución esterilizada de cloruro sódico. Este trocar se introduce fácilmente en la cavidad pleural, haciendo previamente con el bisturí una pequeña incisión cutánea. El saco pleural no adherido tiene presión, negativa, de modo que una vez introducida la aguja, el líquido es absorbido y empieza á salir del manómetro, descendiendo su nivel en el extremo exterior del mismo. Si no resulta descenso de nivel, es indicio de que no hay presión negativa en la cavidad, y de que, por lo tanto, existen adherencias. Este aparato fue empleado por Sapezhko con perfecto éxito para la determinación de la presencia de adherencias pleurales en dos casos de gangrena pulmonar, uno de absceso pulmonar y otro de dilatación bronquial. Enlazada con la cuestión de la soldadura de las pleuras está la cuestión de la inocuidad de la punción exploradora. La importancia de la punción para el diagnóstico es demasiado evidente para necesitar más explicaciones. Según la estadística de Tuffier, en cincuenta y cinco casos en que fue practicada, dejó de obtenerse resultado tan sólo en diez y nueve. Para eludir el peligro de la infección de la cavidad pleural, la mayoría de los cirujanos recomiendan ahora hacer la punción tan sólo en el momento mismo de la operación, pudiendo aprovecharse, en caso de resultado positivo, la aguja exploradora misma en calidad de guía. El lavado de una cavidad pulmonar 396 CIRUGÍA PULMONAR abierta que tenga comunicación con los bronquios, es condenada por la mayoría de los cirujanos. Provoca ataques de peligrosa tos, puede arrancar del foco partículas infectadas é inocularlas en la parte sana del pulmón. Pasaré ahora á caracterizar las diversas afecciones del tercer grupo, y á exponer los resultados del tratamiento operatorio en las mismas. La pleuritis purulenta interlobular conduce á la formación de absceso en el surco, absceso que podrá alcanzar grandes dimensiones sin destruir el tejido pulmonar. Los lóbulos se separan y son comprimidos por el pus como en el empiema ordinario. Las investigaciones de Pailhas, Mesa, Bochard y Bushnel demuestran que los abscesos de este género ocurren más frecuentemente de lo que se supone. El diagnóstico presenta muchas veces grandes dificultades. Según dice Bochard, la acumulación de pus queda obscurecida por las siguientes condiciones: 1.a, la auscultación es difícil si una faja de tejido pulmonar está en contacto con la pared torácica; 2. a , la percusión no da siempre macizez á consecuencia de la resonancia pulmonar; y 3. a , la aguja exploradora, á veces, pasa al lado de la cavidad, porque la altura de ésta no suele ser grande. En un caso de Bicard, citado x:>or Bochard, no se obtuvo resultado positivo de una docena de punciones. El absceso interlobular se abre á veces en un bronquio, y entonces se parece á un absceso pulmonar. La dolencia se localiza con más frecuencia en la superficie lateral del pulmón, en la región axilar, en la cual conviene también abrir la cavidad purulenta. La adherencia de las hojas pleurales falta muy rara vez. Este cirujano recomienda abrir el absceso guiándose por la situación délos surcos interlobulares, determinada tanto por la vista como por el tacto. Para investigar los surcos inferiores oblicuos, Bochard aconseja hacer en la línea axilar una resección de la sexta costilla, y para la del superior una resección de la cuarta. La ventaja del método Bochard consiste en que el absceso puede abrirse sin incisión del tejido pulmonar. Es interesante hacer constar que en uno de los casos citados por Bochard, las paredes superior é inferior de la cavidad interlobular se movían en la respiración, se aplastaban. Este signo puede en algún caso prestar gran servicio en el concepto diagnóstico. Me pareció indispensable distinguir el absceso interlobular como forma especial, y dar esta breve característica, porque generalmente los casos de esta clase se describen bajo el nombre de abscesos pulmonares. Tui'íier no se detiene en describir esta afección; pero hace constar que en muchos de los casos de absceso pulmonar por él recogidos, se trató, según toda verosimilitud, de pleuritis purulenta interlobular. Un conocimiento más exacto de los síntomas, desarrollo y curso de la afección descrita, nos dará, en el porvenir, la posibilidad de orientarnos en este grupo indefinido de casos de abscesos pleuro-pulmonares. Por lo dicho se ve que todas las deducciones de Tuffier, referentes al absceso pulmonar, se aplican también á la pleuritis purulenta interlobular. (Concluirá.) CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA 397 Critica bibliográfica TRATADO DE TERAPÉUTICA QUIRÚRGICA POK POEGÜE Y BBOLÜS (Tomo I) Biblioteca económica de la Revista de Medicina y Cirugía Prácticas.—Madrid, 1899. La importancia que tienen para el médico práctico las cuestiones de Terapéutica, justifica la publicación de libros destinados á estudiar esta ciencia aplicada á la Clínica, sobre todo en Cirugía, en la que al revés de lo que sucede en Medicina interna, los progresos del tratamiento eclipsan los de las restantes secciones, como puede comprobarse por el cotejo de las ediciones sucesivas de cualquier libro de Patología quirúrgica publicadas durante el último decenio. Por esto es de esperar que cada día tomarán más importancia las obras especiales de Terapéutica quirúrgica y no es de extrañar que el libro de Forgue y Reclus, excelente y por lo mismo muy bien recibido en su primera edición, Laya llegado al cabo de pocos años á la segunda profundamente transformada, ni que el Sr. Ulecia dando otra muestra de buen acierto en la elección de los libros que figuran en su BIBLIOTECA ECONÓMICA, haya emprendido la publicación desu traducción castellana. No debe tomarse este libro como un tratado de operaciones; aventaja á las obras de este género por abrazar, cumpliendo con lo que su título promete, todo lo que con operaciones ó sin ellas puede ser aplicado al tratamiento de cada afección quirúrgica y por lo mismo, es útil no tan sólo para el cirujano llamado á operar, sino para todos los prácticos que diariamente se ven en frente de enfermos con padecimientos externos. Las indicaciones y las prácticas destinadas á satisfacerlas son objeto de amplias explicaciones, que croemos que bastarán para orientar suficientemente al cirujano, que por sus conocimientos previos de Patología propiamente dicha, esté en estado de apreciar una discusión terapéutica. Las materias comprendidas en el tomo primero, que es el objeto de este artículo no corresponden á los grupos que son hoy el campo preferente de las grandes discusiones ni de los triunfos quirúrgicos más brillantes, pero las hay entre ellas de bastante importancia, para merecer la atención del lector. Podrá haber asuntos más brillantes que el de las fracturas abiertas, pero no los hay más importantes bajo ningún concepto, ni habrá nadie que lea las páginas á él consagradas en este libro, inspiradas en el criterio ya conocido de uno de los autores, de Reclus, sin sacar grandísimo provecho de su lectura y más que provecho, consuelo, si se me permite la palabra, al verse libre del angustioso dilema, que antes se presentaba en no pocas fracturas abiertas: ¿conservación ó amputación? Como esta 398 REVISTA DI5 LA PRENSA cuestión, aunque no tal vez con el mismo grado de importancia, podríamos citar muchas otras, en las que el práctico encontrará numerosas enseñanzas. Saludemos por lo tanto la aparición de la traducción de este libro que tal vez el médico no leerá de corrido (lo cual no siempre es un buen indicio de provecho), archivándolo luego en su librería, pero que de seguro tendrá siempre al alcance de la mano para resolver los problemas cotidianos, lo cual constituye el más bello destino á que un libro de Terapéutica puede aspirar. El Dr. Guedea ha escrito para esta traducción un discreto prólogo y por lo mismo le corresponde una parte de nuestros plácemes; pero nos permitirá el erudito catedrático de la Universidad central, recordar que, cuando se habla de la introducción de la antisepsis y de sus doctrinas en España, no es lícito porque es injusto, callar el nombre del Dr. Cardenal, que presentó aquellas doctrinas al público español, no en el fugaz palenque oratorio de unas oposiciones, sino en un libro que no debe ser desconocido por ningún cirujano español, y cuya primera edición, por cierto, estaba agotada largo tiempo antes de que se tradujeran los elementos de Cirugía de Hueter, que el Dr. Guedea parece considerar como la primera revelación escrita de la antisepsis, entre nosotros. F. Tous. de la grensa PROCREACIÓN Á VOLUNTAD DB VARONES Ó HEMBRAS. — J. FUSTA- NOS.—La Gréce Medícale. Abril 1899.—Resumiendo una memoria del Dr. C. Nikolópulos, de Pilia, publicada en latriki Próodos, sobre la procreación á voluntad de hijos varones ó hembras, el doctor Pustanos hace constar que el autor edifica su teoría sobre la hipótesis de que el flujo menstrual depende de la maduración y ruptura de un folículo de Graaf alternando los dos ovarios en esta función, hipótesis confirmada por las observaciones de Raciborski en cadáveres de mujeres muertas durante la menstruación, hallándose el ovario en evolución más voluminoso que el otro en estado de reposo, y sobre la antigua creencia de que un ovario produce óvulos masculinos y el otro óvulos femeninos. Pues bien, cuando una mujer pare un hijo varón, es que en la concepción fue fecundado un óvulo masculino; durante el embarazo queda suspendida la ovulación, pero después del parto vuelve á funcionar tocando el turno al ovario femenino, de modo que si este óvulo queda fecundado, nacerá hembra, y así siguiendo por turno riguroso las menstruaciones de número impar después del parto darán hijos de sexo opuesto y las de número par hijos del mismo sexo que el del parto tomado por punto NOTICIAS EDITORIALES 399 de partida del cálculo. Nikolópulos afirma que lia podido comprobar la exactitud de esta regla en muchos casos, confirmándola en algunos la experimentación práctica. En cambio, las observaciones del Dr. Mkolópulos desautorizan la teoría del Prof. Scherk, según la cual el sexo del hijo dependería de la alimentación de la madre durante el embarazo. LITIASIS PREPUCIAL.—ALEJANDRO LUIS.— latriki Próodos, 1899, número 4. Un hombre de 45 años, padre de tres hijos, se presenta al autor quejándose de tumefacción y dolor en el prepucio que empezaron siete años atrás y que había ido aguantando por darle vergüenza el tener que enseñar el miembro al médico; y aun ahora, apurada la paciencia, le costaba dejarse explorar. El pene parecía un badajo de campana, presentando el prepucio la figura de una pera de 25 cm. de perímetro y causando al tacto la impresión de un saco de arena gruesa. De la abertura prepucial salía un líquido mucopurulento de olor amoniacal; el orificio uretral se veía apenas en el fondo. Explorando con la sonda, se tropezaba con una acumulación de piedras cuya extracción era imposible, dada la estrechez de la fimosis, sin incindir el prepucio. Sobre una sonda acanalada introducida á la fuerza entre los cálculos y el prepucio, se practicó una incisión de 4 cm., saliendo además de una masa arenosa un gran número de cálculos de diverso tamaño, contándose hasta 110 y entre éstos unos treinta del volumen de garbanzos. Limpiado el saco prepucial, la superficie del glande ostentaba claramente las impresiones de los cálculos presentando el aspecto de panal. El hombre había, continuado cumpliendo sus deberes matrimoniales á pesar de los dolores enormes que le causaba el coito. El autor ejerce en Macedonia. Noticias editoriales LIBRAIEIE J.-B. BAILLIÉRE ET FILS. —19, rué Hautefeuille, á Paris. — Tableanx synoptiques de Diagnostic sémiologique et diff'érentiél, par le Dr. COUTANCE, ancien interne des hópitaux. 1 vol. gr. in-8 de 208 pages, cartonné. 5 fr. L'idée de mettre la Médecine en Tableaux synoptiques a obtenu un grand succés auprés des étudiants comme auprés des praticiens. La collection Villeroy, qui comprenait déjá des Tableaux synoptiques de Pathologie interne, de Pathologie externe et de Thérapeutique, vient de s'accroitre d'un nouveau volume. Les Tableaux synoptiques de Diagnostic sont essentiellement un livre de clinique. lis se divisent en deux parties: 400 Io NOTICIAS EDITORIALES DIAGNOSTIC DBS MALADIES PAR ORGANES. Chaqué tableau se divise en deux sections: I o Diagnostic sémiologique, oü sont étudiés les signes des maladies; 2o Diagnostic différentiel, oü sont enumeres les signes dissemblables de l'affection étudiée aveo les affections voisines. L'auteur étudie sucoessivement les signes fréquents, en commencant par les signes importanls qu'on doit toujours rechercher sans se laisser arréter par des symptómes légers ou fugaces, puis les signes secondaires qui permettent de parfaire le diagnostic ou d'établir les formes bénignes et frustes des maladies; les signes fonctionnels, qtti résultent de l'interrogatoire du malade; les signes physiques, qui sont fournis par l'examen direct; les signes généraux, qui ont toujours une si grande importance, surtout pour le pronostic; les signes terminaux et de convalescence. II mentionne aussi les signes pariiculiers, qui créent les formes plus ou moins nombreuses des malaáies, et les signes compliquant l'aff'ection. Dans le Diagnostic différentiel, l'auteur prend d'abord les affections les plus communes avec lesquelles on peut confondre la maladie étudiée. Puis il passe en revue les affections plus Tares, donnant pour chacune, d'elles, s'il y a lieu, les signes de ressemblance, pouvant induire en erreur, et les signes dissemblables qui étayent et réforment le diagnostic. 2o SÉMIOLOGIE GENÉRALE. Cette seconde partie comprend: I o La liste des maladies différentes oü l'on rencontre un méme symptome important; 2o La synonymie des maladies á nom propre, l'exposé des grands syndromes et des grandes lois. La multiplicité croissante des termes médicaux suivis d'un nom propre, a amené l'auteur á présenter ees tableaux par ordre alphabétique. On a acompagné le nom du savant qui, le premier, a décrit ees symptomes ou formulé ees lois, de notes biographiques. Cet ouvrage, en comblant une lacune de renseignement, sera favorablement aecueilli du public medical, qui saura gré de ce travail de synthése destiné á l'instruire et á lui faire gagner un temps précieux. imprenta de Kennch y 0.a, en comandita, Calle de Córcega. — Barcelona