Juzgados especializados en salud mental

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PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE
DISCAPACIDAD Y DERECHOS HUMANOS.
TITULO: JUZGADOS ESPECIALIZADOS EN SALUD
MENTAL
SEUDÓNIMO: PAZ EN EL MUNDO
Comisión Nro. 4
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JUZGADOS ESPECIALIZADOS EN SALUD MENTAL.
Por Maria Inés Rinforzi de Budiño, Ex Jueza de Tribunal de Familia de La Plata,
Pcia. Buenos Aires, Argentina.
Por Homero Esteban Picone, Profesor de Derecho Civil de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de La Plata, UNLP, Argentina.
1.- INTRODUCCIÓN:
La Convención sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidad, fue aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas con
fecha 13 de diciembre de 2006, adquiriendo vigor a partir del 3 de mayo de 2008
luego de su aceptación por 20 de sus estados miembros. Inmediatamente, nuestro
país la ratifica mediante ley 26.378 de fecha 21 de mayo del 2008, promulgada
con fecha 6 de junio del mismo año.
Dicho
concordato
internacional
determina
un
cambio paradigmático en las actitudes y enfoques respecto de las personas con
discapacidad, representando un importante paso a los efectos de modificar la
concepción que la sociedad tiene acerca de la misma.
Se ofrece así desde el derecho supranacional un
marco legal que está claramente dirigido a provocar un cambio social que incluya
a las personas con discapacidad en esta sociedad, garantizando el ejercicio pleno
de los derechos y su goce en la mayor plenitud posible de la vida.
Se abren las puertas para la profundización de la
difícil y preocupante situación en que se encuentra aquellas personas con
discapacidades; puntualmente aquellas que consideramos en el presente trabajo,
que son las que se hallan bajo la orbita de los distintos jueces, que en razón de su
competencia, tienen a su cargo el cuidado y la toma de decisión sobre todas
aquellas situaciones vinculada con los derechos de los que son titulares.
El artículo 12 la Convención sobre los Derechos de
las Personas con Discapacidad, reconoce la personalidad jurídica (inc. 1), la
igualdad de condiciones (inc. 2), y el acceso al apoyo que puedan necesitar (inc.
3) las personas con discapacidad; pero, en particular con relación al tema que
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tratamos de enfocar, se ocupa de instar medidas por parte de los Estados
tendientes a asegurar el ejercicio de los derechos donde se respeto la voluntad y
preferencia de las personas; el inciso 4 expresa:
“...que se proporcionen salvaguardias adecuadas y
efectivas para impedir abusos de conformidad con el derecho internacional en
materia de derechos humanos. Esas salvaguardias asegurarán que las medidas
relativas al ejercicio de la capacidad jurídica respeten los derechos, la voluntad y
las preferencias de las personas, que no haya conflictos de intereses ni influencia
indebida, que sean proporcionales y adaptadas a las circunstancias de la
persona, que se apliquen en el plazo mas corto posible y que estén sujetas a
exámenes periódicos, por parte de una autoridad o un órgano judicial
competente, independiente e imparcial.” .
A ello se suma la exigencia a los Estados a adoptar
las medidas necesarias a efectos de garantizar los derechos de las personas con
discapacidad en igualdad de condiciones, el inciso 5 expresa:
“...los Estados partes tomarán todas las medidas
que sean pertinentes y efectivas para garantizar el derecho de las personas con
discapacidad, en igualdad de condiciones con las demás, a ser propietarios y
heredar bienes, controlar sus propios asuntos económicos...”
La regulación transcripta, nos presenta un sin
número de situaciones en las que los señores Jueces con competencia deben
decidir sobre la incapacidad de las personas, particularmente aquellos con
enfermedades mentales. En algunos de los casos se tratará de personas
octogenarias con Alzheimer o con demencia senil; en otros, a individuos afectados
por enfermedades mentales, jóvenes con una larga proyección de vida; también,
en muchos de los casos personas institucionalizadas por presentar un riesgo para
si o para los terceros.
Más aún, es evidente que el mundo en que vivimos
nos coloca frente a situaciones novedosas en lo vincular y en lo jurídico de difícil
resolución; situaciones médicas, como el tratamiento médico, el consentimiento
de la persona discapacitada, la autodeterminación, el consentimiento informado, la
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ablación de órganos, entre otros; con situaciones de la técnica jurídica que
requieran movilizar rápidamente los mecanismos apropiados para garantizar del
mejor modo posible los derechos personalísimos y patrimoniales del son titulares
las personas con Discapacidad, ejemplo de ellos son el matrimonio, el aborto, la
representación y el consentimiento informado aplicado, donación de órganos,
obtención de crédito o garantías, los cuales entendemos, requieren un tratamiento
profundizado, especifico y especializado.
A
lo
expuesto
se
suma
el
reconocimiento
internacional al derecho a la salud y el deber que tienen los Estados signatarios de
dirigir sus esfuerzos para que sus ciudadanos accedan a las distintas prestaciones
en un marco de igualdad y conforme a las necesidades del paciente.
También se observa que el actual régimen de
incapaces de derechos debería ser reformado, donde el Juez tenga facultades para
graduar la incapacidad de acuerdo a las especificas necesidades de la persona que
padece alguna enferemedad mental.
Por ello, lo que se propone es agrupar los casos
judicializados o institucionalizados en Juzgados Especializados en Salud Mental,
lo cual implicaría una trato directo y cercano con el Sr. Juez y la posibilidad de
que el servicio de justicia se ajuste a las necesidades concretas de las personas con
Discapacidades, a los efectos de satisfacer el derecho a la salud de los pacientes y
a la vez se cumplimente con los deberes del Estado.
Entendemos que con una prestación del servicio de
justicia especializado, individualizado, especifico y concreto, y con las amplias
facultades de un Juez para enmarcar cada caso, el Estado sin duda estará mas
cerca de satisfacer sus deberes en el marco del derecho a la salud.
Finalmente, también debe considerarse que al
prestarse un servicio de justicia especializado en salud mental, ello permitiría la
reducción de competencia de los actuales Tribunales de Familia provinciales que
deben enfrentar complejos temas en razón de su competencia, como divorcios,
tenencia, alimentos, régimen de visita y sus derivaciones.
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2.- LA SALUD. EL DERECHO A LA SALUD:
a) Con el fin de dar sustento a la propuesta, creemos
conveniente realizar algunas consideraciones relacionadas con el concepto de
salud o salud mental y su correlativo derecho a la salud.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS)
existen 450 millones de personas en mundo afectadas por trastornos mentales,
neurológicos o de conducta de algún tipo (1).
Sin embargo, la mayoría de los países destina menos
del 1% de su presupuesto en salud a la implementación de políticas públicas de
salud mental.
Para más adelante dejamos el análisis de la
dicotomía capacidad / incapacidad de nuestro sistema legal, el cual amerita
proponer reformas legislativas atinentes a flexibilizar el régimen normativo
vigente en materia de salud mental conforme se desarrolla en el siguiente capítulo.
El reconocimiento internacional de la salud como un
“derecho humano”, nos obliga a redefinir el concepto de salud mental desde una
dimensión holística del individuo que excede la dicotomía “cuerpo/mente” para
abarcar lo grupal, lo social y su entorno.
Para ello, debemos intentar definir el concepto o la
idea de actual de salud y el derecho a la salud, tratando de acercarnos lo suficiente
como para poder vincularlo al servicio de justicia, específicamente con relación a
aquellas personas con enfermedades mentales que están bajo la órbita
jurisdiccional.
b) En 1946 la Constitución de la Organización
Mundial de la Salud expresa ”la salud es un estado de completo bienestar físico,
mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedad”.
En 1978 la Declaración de Alma-Ata, expresa que la
salud “es un derecho humano fundamental, y que el logro del nivel de salud más
alto posible es un objetivo social sumamente importante en todo el mundo, cuya
realización requiere la intervención de otros muchos sectores sociales y
económicos, además del sector de salud.”
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Se observa de dichas definiciones que la salud tiene
un componente individual y otro colectivo.
El bien individual es el goce de la salud, pues cada
persona puede o no tenerla; pero la salud tiene además una dimensión colectiva, si
consideramos que hay factores sociales que tienden a preservarla o a quebrarlas
como las epidemias, las contaminaciones, falta de hábitos higénicos, disposición
de medios, etc..
También es cierto que no puede garantizarse a nadie
un derecho a un estado completo de salud, pues depende de factores genéticos,
ambientales y culturales, por lo que resulta más conveniente referirse a un derecho
a la protección de la salud, el cual podría definirse como el sistema de normas
jurídicas de diverso rango que reconoce y regula los mecanismos necesarios para
lograr la protección de la salud a través de la delimitación de la responsabilidad
del Estado, de la sociedad y del individuo.
De dicho desarrollo surge con evidencia el carácter
social del derecho a la salud, lo cual impone sin lugar a dudas deberes al poder
público, y por lo tanto, el compromiso de los Estados de crear las condiciones de
desarrollo necesarias para la cabal satisfacción de este derecho.
Ese compromiso social por parte de los Estados debe
trasladarse al punto central de esta ponencia vinculado al deber de ofrecer el más
serio y responsable tratamiento a aquellas personas con enfermedades mentales
que se encuentren bajo la órbita del Juez, a los efectos de asegurar el ejercicio de
sus derechos y el respeto a la voluntad (inc. 4), y tomando las medidas pertinentes
y efectivas necesarios por parte de los Estados para garantizar el derecho de las
personas con discapacidad en igualdad de condiciones con los demás (inc.5).
c) Acompaña a lo expuesto los postulados de la
doctrina actual, como por ejemplo la desarrollada en el Diccionario
Latinoamericano de Bioética (2), dirigido por Juan Carlos Tealdi, motivado por la
Orgnización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO) y la Universidad de Colombia del año 2008, donde se trata a la salud
como un derecho inherente a la personalidad humana (La Salud como Derecho
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Humano por Horacio Cassinelli de Ururguay) y expresa “...En vez de exigirle al
pobre que cuide su salud a su costo, es ahora el pobre el que puede exigirle al
Estado (o al Ente competente) que ponga a su servicio los medios necesarios para
satisfacer el derecho a cumplir con el deber de cuidar de su salud o de asistirse
en caso de enfermedad. Esta exigencia del pobre contra el Estado deriva del
reconocimiento de un derecho a la salud inherente a la personalidad humana y
como tal subyacente a toda la regulación internacional o constitucional de la
materia”.
Ahora bien, esta asistencia no es solo médica, pues
incluye también la asistencia de otras profesiones con incumbencia paralela a la
medicina, por ejemplo la psicología, la fisioterapia, la enfermería, la asistencia
social al grupo familiar del enfermo; y porqué no, abogados, representante y
funcionarios judiciales debidamente especializados como se propone en el
presente trabajo.
Profundizando los derechos humanos y el derecho a
la salud, el Dr. Eduardo Luis Tinant (3) expresa, que existen y coexisten distintos
derechos:
a) Derecho a la salud individual: bien jurídico seguridad individual, en el marco
de la relación entre el paciente y un profesional o equipo de la salud, entraña
libertades y derechos; impone a la sociedad la no interferencia u omisión (derecho
humano de primera generación, CN art. 33);
b) Derecho a la salud social: bien jurídico social, en el marco de las prestaciones
asistenciales, sanitarias y farmacológicas por parte del Estado cuando éste se
hubiera comprometido a ello, entraña un derecho de naturaleza prestacional;
impone al Estado una acción o actividad material determinada (derecho humano
de segunda generación, CN arts. 14 bis, 41, 42, 75 inc. 19, 22 y 23);
c) Derecho a la salud solidario: bien jurídico colectivo, en el marco de las políticas
nacionales de salud pública de corto y mediano plazo, impone al Estado la
instrumentación de políticas y acciones concretas (derecho humano de tercera
generación, CN arts. 41, 42, 75 inc. 19, 22 y 23);
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d) Derecho a la salud de las personas futuras, bien jurídico colectivo, en el marco
de las políticas de mediano y largo plazo, impone al Estado la instrumentación de
políticas y acciones concretas (derecho humano de cuarta generación, CN arts. 41,
42, 75 inc. 22 y 23).
A su vez, resulta obvio que el derecho a la salud
lleva incorporado el derecho a la salud mental ya que este es un corolario de
aquel. El autor resalta la importancia de los temas y problemas involucrados en su
ámbito propio, entre otros, psicoética, medicina psicoética, práctica psicológica y
psiquiátrica, salud mental: diagnóstico e internación, ética en los tratamientos en
salud
mental,
psicopatología
y
salud
mental,
psicoterapias,
terapias
farmacológicas y drogas terapeuticas, psicocirugía y control de conductas.
Con lo brevemente señalado puede observarse que la
salud en nuestros tiempos es un derecho multifacético, y por lo tanto, la persona
será titular de una prerrogativa a partir de la cual le puede exigir al Estado una
determinada conducta, ya que todos los habitantes tienen derecho al cuidado de su
salud por intermedio de los medios necesarios que debe brindar para el
cumplimiento de ese derecho inherente a la persona
En concordancia con lo que se expone la ley 26.529
sobre los Derechos de los Pacientes que recoge los avances doctrinarios y
jurisprudenciales, adecuando la normativa interna a lo impuesto por la
Constitución Nacional y los Tratados Internacionales incorporados sobre las
personas con discapacidades, contra la discriminación o en defensa de los
derechos del niño. Toda persona goza del derecho a una asistencia médica
adecuada y eficiente, y el Estado en este sentido cumple un rol trascendente, no
sólo facilitando su accesibilidad, sino a partir de proporcionar normas sanitarias y
sociales promotoras de la salud, si es necesario adecuando las estructuras de los
diferentes poderes que conformar el gobierno del mismo. En el caso, del
organigrama del Poder Judicial, con la creación de Juzgados especializados.
Si lo expuesto, lo llevamos al extremo de las
personas con discapacidades internadas en el marco de una causa judicial –a cargo
y cuidado del Juez-, el Estado por intermedio del servicio de justicia, está
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obligado a aportar los medios necesarios y eficaces a los efectos de asegurar y
respetar el derecho a la salud.
El medio que se propone para tal fin es la creación
de Juzgados Especializados en Salud Mental, integrado por funcionarios judiciales
que estén debidamente capacitados, especializados y con los elementos necesarios
a disposición a los efectos de honrar el derecho a la salud de las personas con
enfermedades mentales, inclusive las institucionalizadas.
3.- CRITICA AL SISTEMA DEL CÓDIGO CIVIL
En derecho hablamos de capacidad de derecho como
la aptitud de la persona para ser titular de relaciones jurídicas; y capacidad de
hecho, como la aptitud de la persona de ejercer sus derechos.
Este segundo aspecto, el individuo puede verse
afectado por diversas situaciones: la edad, enfermedades físicas o psíquicas, los
cuales se encuentran enumerados taxativamente en el art. 54 del Código Civil,
estableciéndose un sistema de protección al incapaz, fundamentalmente por
intermedio de la designación de un representación legal, dual y necesaria para las
tomas de decisiones, en sustitución de la voluntad del incapaz.
Así, el art. 57 del Código Civil establece que son
representantes de los incapaces en el caso de las personas por nacer, sus padres y a
falta o incapacidad de estos, los curadores que se nombren; y en el caso de los
dementes o sordomudos, los curadores que se les nombre. Si se tratara de un niño
con discapacidad, el manejo jurídico es el mismo que el de los menores por ley
incapaces, siempre tienen la representación de los padres en lo referente al
gobierno de su persona y bienes.
Para aquellas personas mayores de edad que no
pueden manejarse solos se aplica el instituto de la curatela que recae en alguno de
sus padres, hermanos u otros parientes, aceptado jurisprudencialmente la
declaración de ambos padres como curadores aunque no está contemplado en la
norma.
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El art. 141 del Código Civil luego de la reforma de
la ley 17.711 establece que se declaran incapaces por demencia las personas que
por causa de enfermedad mental no tengan aptitud para dirigir su persona o
administrar sus bienes.
A los efectos de declarar la demencia de una
persona por enfermedad mental debe sustanciarse el juicio de insania mediante el
cual se deberá determinar el padecimiento y acreditarse una patología tal que
impida a la persona dirigir su conducta.
Por otro lado, el Código Civil en el año 1968
incorpora en el art. 152 bis el régimen de la inhabilitación, en búsqueda de una
posición intermedia que contemple aquellos casos en los que no necesariamente se
configuraba la demencia pero en los que evidentemente el individuo necesitaba
alguna protección. En tal sentido, los inhabilitados son personas capaces de
ejercer sus derechos, limitados en los actos de disposición, los cuales puede llevar
a cabo con la concurrencia de la voluntad de su representante o asistente.
Evidentemente, y pese al esfuerzo reformista de
1968 este sistema es insuficiente y la doctrina es conteste por una modificación
donde se establezca un sistema de gradualidad de la capacidades donde el Sr. Juez
interviniente pueda contemplar los infinitos grados, matices y circunstancias que
cada caso particular merece en el aspecto médico y jurídico, siempre en beneficio
de la protección jurídica que necesite el insano.
Y
esta
necesidad
reformista
no
es
casual.
Precisamente es producto de la evolución que ha sufrido el concepto de persona
durante los últimos años, en primer término con el reconocimiento de que persona
y hombre son conceptos estrechamente vinculados por cuanto el derecho no hace
más que reconocer una realidad impuesta en donde se establece que todo hombre
es persona por simple hecho de serlo; el reconocimiento de los derechos
subjetivos, fundamentalmente con posterioridad a la II Guerra Mundial,
reconocimiento que no viene de la técnica jurídica sino por el entendimiento de
que el hombre tiene en si un valor ético (Kant), una dignidad (Karl Larenz) que el
prójimo debe respetar, siendo dicho respeto un valor fundamental, la relación
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jurídica fundamental; se entendió que existen limitación al ejercicio de los
derechos; y el derecho supranacional, finalmente impuso un reconocimiento de la
persona poniendo énfasis en el reconocimiento de la persona desde la concepción,
en la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación de la Mujer, en los
Derechos del Niño, y por supuesto, en los Derechos de las Personas con
Discapacidades, los cuales se sustentan en que la libertad, la justicia y la paz en el
mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad de la persona.
Esta mirada, obviamente nos coloca en la necesidad
de realizar varias reformas en el derecho de las personas físicas en general
conforme están reguladas en la actualidad los cuales deberán estar empapados en
la filosofía liberal que consagra nuestra Constitución Nacional, siendo uno de sus
pilares la inviolabilidad de la persona y el consiguiente reconocimiento de su
dignidad.
Ahora bien, nuestro Código Civil reguló a la persona
vinculándola con la familia y los vínculos civiles, de modo que a la persona no se
la ha tratado en sí misma como un sujeto de derechos. Algo parecido ocurre a
nivel académico, ya que en las universidades al profundizar el derecho privado se
expone a la persona como el sujeto de la relación jurídica, en base al trabajo de
Savigny, cuando hoy el concepto es mucho más profundo y abarcativo. Por eso, el
Código Civil le da tanta importancia el tema capacidad, como así también, tiene
mayor tratamiento los daños que se producen en los bienes que en la personalidad
física o espiritual.
Aplicado lo expuesto al régimen de incapacidades de
las personas con disminución de sus aptitudes observamos que el mismo es
notoriamente regresivo, afectando muchas veces principios fundamentales, en
particular, la autonomía del individuo, entendido a este como la posibilidad de
elegir su propio proyecto de vida, y por lo tanto evitando el paternalismo de la
norma o del Estado.
En dicho sentido, gran incidencia ha tenido la
incorporación a nuestro ordenamiento jurídico de la Convención sobre Derechos
de las Personas con Discapacitadas, pues la regulación de la demencia y la
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inhabilitación, no responden a los lineamientos establecidos por el derecho
supranacional.
En razón de lo expuesto, nuestro ordenamiento
jurídico debe actualizarse colocándose en línea directa con la Convención y para
ello se deberá reconocer con sustento en la dignidad de las personas que merecen
protección no son sólo los enfermos mentales alcanzados por el art. 141 del
Código Civil, sino también aquellas que sin llegar a dichos extremos presentan
ciertas discapacidades a las que la ley debe contemplar: ancianos, disminuidos
motrices, ciegos, sordos, debilidades mentales, etc..
La Convención las define como aquellas personas
que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo
que al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y
efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones que los demás.
Asimismo,
debe
observarse
a
partir
del
reconocimiento de la dignidad personal que venimos destacando que se necesita
algo distinto al sistema de representación y asistencia dispuesto para que los
incapaces de hecho puedan actuar en el plano jurídico.
Por ejemplo en Italia, se introdujo la figura de la
“Amministraziones di Sostengo” donde se designa un apoyo o sostén permanente
o transitorio, pese a lo cual el beneficiario puede cumplir los actos necesarios para
la vida cotidiana y las funciones del administrador será definida y controladas por
el Juez.
El sistema jurídico debería garantizar la privacidad,
el honor, el derecho a la salud; y aún como dice la Convención el acceso al
sistema bancario y demás cuestiones operativas. Todo ello, con la finalidad de
respetar a las personas con discapacidades, resaltando que tienen los mismos
derechos que aquellas personas que no padecen ningún tipo de limitación,
dignificando la igualdad entre todos los seres humanos y la igualdad de
oportunidades en el goce de los derechos.
Resulta relevante a partir de lo expuesto, que es
fundamental la preservación de la autonomía personal de las personas con
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discapacidades; una de las medidas esta vinculada con lo dicho en relación a la
graduaciones de la incapacidad, lo que permitiría a las personas con alguna
limitación mantener un importante grado de autodeterminación, logrando así un
equilibrio entre la libertad y la protección de estas personas.
De dicho modo se respetaría los principios a partir
de los cuales se debe asentar el régimen de protección de estas personas limitadas
o privadas en su autonomía: necesidad, subsidiariedad y proporcionalidad.
4.- LA PROPUESTA
En razón de lo expuesto, se propone una mayor
especialización en el trato, contacto y protección que se les brinda a las personas
con enfermedad mental, a los efectos de ofrecer una mayor cobertura, respeto a la
autonomía y autodeterminación conforme lo dispone el inciso 4 del art. 12 de la
Convención.
A tal fin proponemos la creación de Juzgados
Especializados en Salud Mental, con competencia exclusiva y directa en la
valoración de las aptitudes e ineptitudes de las personas con discapacidad, como
así también, en el cuidado y respeto a la dignidad, la voluntad, la autonomía y la
autodeterminación de las mismas.
Dicho servicio de justicia ofrece un trato directo con
el insano, que le permitirá al Juez dedicarse activamente el control del cuidado del
enfermo y acompañamiento de la familia.
Por lo tanto, con la creación de los Juzgados
Especializados en Salud Mental que se propone, el Estado estaría cumplimentando
las exigencias internacionales vinculadas con los derechos de las personas con
discapacidad, en los términos en que lo hemos expuesto anteriormente,
puntualmente con relación a la obligación del Estado de brindar los medios
necesarios destinados a la protección de la salud, especialmente en el delicado
segmento de los enfermos mentales sujetos a un proceso judicial.
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(1) FAMÁ, MARIA VICTORIA, Salud Mental y Derechos Humanos, en Revista
Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia, Derecho de Familia, Lexis Nexis,
Abeledo-Perrot, 1ra. Ed., Buenos Aires, 2005, pag. 56.
(2) CASSINELLI HORACIO, La Salud como Derecho Humano, Diccionario
Latinoamericano de Bioética, 1er. Ed., pag. 244
(3) TINANT LUIS EDUARDO, Bioética Jurídica, Dignidad de las Personas y
Derechos Humanos, 1ra. ed. Ed. Bunken, Buenos Aires, 2007, pag 146.
(4) RIVERA JULIO CESAR, Instituciones de Derecho Civil, Ed. 2009
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AUTORES:
1) Maria Inés Rinforzi de Budiño, DNI 4.945.029, con domicilio en calle 38
Nro. 215 de la ciudad de La Plata, Pcia. de Buenos Aires, Argentina,
correo electrónico: [email protected].
2) Homero Esteban Picote, DNI 18.283.309, con domicilio en calle 10 Nro.
128 de la ciudad de La Plata, Pcia. de Buenos Aires, Argentina, correo
electrónico: [email protected].
DECLARACIÓN JURADA:
Declaramos bajo juramento que el presente trabajo es inédito, no ha sido
publicado previamente y no goza de derecho de propiedad intelectual otorgado
a un tercero con anterioridad a la presentación anterior al Congreso.
La Plata, 19 de mayo del 2010.
María Inés RINFORZI de BUDIÑO
DNI 4.945.029
Homero Esteban PICONE
DNI 18.283.309
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