Después de Alejandro: Una nueva civilización En los primeros decenios del siglo III a. C., después de las guerras de los diádocos (los inmediatos sucesores de Alejandro Magno), se estabilizaron los tres principales reinos helenísticos: Egipto, Siria y Macedonia. La dinastía que reinó en Egipto fue la de los Tolomeos (o Lágidas), los Seiéucidas controlaron Siria, mientras que a los Antigónidas, los descendientes de Antígono I Gonatas, les tocó Macedonia. El endémico estado de guerra existente entre los reinos por el control de las diversas regiones, tuvo el único efecto de desgastarlos hasta llevarlos a la sumisión a la conquista romana. Ésta se impuso en Macedonia en el año 168 a. C., en Egipto en el año 30 a. C. y en221 a. C.) y Tolomeo IX (años 1 1 6a 107 a. C.). La moneda egipcia es muy rica en tipos y suntuosa en materiales y en el aspecto de las piezas: bajo Tolomeo III Evérgetes (años 246 a 221 a. C.) aparecen octodracmas y tetradracmas de oro que llevan los bustos, juntos, de Tolomeo IX Sóter II (salvador) y de la reina Berenice. Una característica peculiar de la moneda tolemaica es el uso frecuente de dos retratos juntos. Recordemos también el bellísimo anverso de un tetradracma de plata acuñada bajo Tolomeo IV Filopátor 1 (años 221 a 205 a. C.), en la que aparecen dos hermosos perfiles con elaborados peinados, y la preciosa serie de monedas de los Theói adelfói, los divinos hermanos, Tolomeo II y Arsinoe II, su hermana, que tomó por esposa. Otra nota típica es la maravillosa galería de retratos femeninos que demuestran el poder ostentado por las mujeres y la consideración de que eran objeto en el vértice mismo de la dinastía. También el retrato de Cleopatra VII, última reina del Egipto antiguo (años 69 a 30 a. C.), aparece en monedas acuñadas en Alejandría y en Antioquía, y además en denarios romanos, donde está retratada con Antonio: dada su proverbial belleza, causa tal vez una desilusión la imagen que de ella nos han transmitido los grabadores. Los artífices de los retratos de los soberanos egipcios, aun introduciendo muchos aspectos innovadores, deben respetar la concepción local del rey-dios. Por eso no ceden demasiado a aquel realismo colorista y vivaz que en cambio se encuentra en los fascinantes retratos de los Seléucidas, desvinculados de la visión teocrática del soberano. En las monedas de Siria, en efecto, los rostros están caracterizados por rasgos reales, pero, lo que aún es más interesante, presentan asimismo Siria en el año 64 d. C. No obstante este marco político tan negativo, la época helenística fue muy afortunada desde el punto de vista económico: el gran territorio reunido por Alejandro Magno continuó siendo un mercado único en tiempo de sus sucesores, y los propios soberanos helenísticos favorecieron en gran medida las producciones locales y los intercambios, permitiendo una buena circulación monetaria, incentivada, entre otras razones, por los gastos bélicos. Ciudades como Alejandría en Egipto, Antioquía en Siria y Pérgamo en Asia Menor, se convirtieron en populosos centros de comercio y de cultura, enriquecidos y embellecidos por suntuosos y espléndidos monumentos. La circulación monetaria, abundante y nueva para la época, provocó sin embargo fuertes desequilibraos entre una región y otra, y tuvo sensibles reflejos sobre la población: en el seno de ésta se agudizaron las diferencias sociales y aumentó el número de esclavos. Esta explosión de libre intercambio de mercancías privilegió la zona del Mediterráneo oriental, haciendo caer a Grecia en una grave crisis económica que derivó más tarde en una decadencia generalizada, lo que la volvió frágil y vulnerable cuando los romanos dirigieron sus miras expansionistas hacia Oriente. Revive el esplendor griego Las monedas de los sucesores de Alejandro reflejan la vitalidad de los intercambios y de las actividades comerciales de la época, y desde el punto de vista artístico acusan la espléndida tradición numismática griega. En un primer momento, sobre todo por razones económicas, las monedas helenísticas continúan los tipos de Alejandro, reproduciendo incluso su retrato. Muy pronto, el deseo y la necesidad de afirmar la propia individualidad inducen a los nuevos soberanos a acuñar monedas con su imagen, creando una serie de retratos que se cuentan entre los más interesantes de la antigüedad, entre otras razones porque corresponden al deseo de una visión realista y no idealizada del mundo circundante, que se afirma precisamente por aquellos años. Egipto, que nunca había tenido moneda propia, inaugura la acuñación con los tipos de Alejandro Magno: la iconografía es muy similar, aunque la piel de león se sustituye por una cabeza de elefante. A partir del año 305 a. C., cuando Tolomeo se proclama rey, inicia la acuñación original, en nombre del faraón y con su retrato, sentando así la tradición de representar en las monedas al soberano aún vivo, y no sólo después de su muerte. El símbolo de la dinastía de los Lágidas era un águila, que en efecto se halla en numerosos tetradracmas: en dimensiones reducidas en las primeras emisiones de Tolomeo I, y ocupando toda la superficie en algunas monedas posteriores (como los ejemplares de Tolomeo IV (años 221 a 205 a. C.), Tolomeo V (años 246 a 221 a. C.) y Tolomeo IX (años 116 a 107 a. C.). La moneda egipcia es muy rica en tipos y suntuosa en materiales y en el aspecto de las piezas: bajo Tolomeo III Evérgetes (años 246 a 221 a. C.) aparecen octodracmas y tetradracmas de oro que llevan los bustos, juntos, de Tolomeo IX Sóter II (salvador) y de la reina Berenice. Una característica peculiar de la moneda tolemaica es el uso frecuente de dos retratos juntos. Recordemos también el bellísimo anverso de un tetradracma de plata acuñada bajo Tolomeo IV Filopátor 1 (años 221 a 205 a. C.), en la que aparecen dos hermosos perfiles con elaborados peinados, y la preciosa serie de monedas de los Theói adelfói, los divinos hermanos, Tolomeo II y Arsinoe II, su hermana, que tomó por esposa. Otra nota típica es la maravillosa galería de retratos femeninos que demuestran el poder ostentado por las mujeres y la consideración de que eran objeto en el vértice mismo de la dinastía. También el retrato de Cleopatra VII, última reina del Egipto antiguo (años 69 a 30 a. C.), aparece en monedas acuñadas en Alejandría y en Antioquía, y además en denarios romanos, donde está retratada con Antonio: dada su proverbial belleza, causa tal vez una desilusión la imagen que de ella nos han transmitido los grabadores. Los artífices de los retratos de los soberanos egipcios, aun introduciendo muchos aspectos innovadores, deben respetar la concepción local del rey-dios. Por eso no ceden demasiado a aquel realismo colorista y vivaz que en cambio se encuentra en los fascinantes retratos de los Seiéucidas, desvinculados de la visión teocrática del soberano. Aparece el retrato realista En las monedas de Siria, en efecto, los rostros están caracterizados por rasgos reales, pero, lo que aún es más interesante, presentan asimismo cierto estudio, pues reproducen una expresión psicológicamente definida y ya no olímpicamente congelada en una máscara aséptica, o con la mirada perdida en el vacío. Si se observa el bellísimo retrato de Antíoco 1 Sóter (años 281 a 261 a. C.), encontramos a un soberano marcado por las preocupaciones derivadas de las pesadas responsabilidades de su cargo, con la mirada enmarcada en ojeras, y con las arrugas propias de la edad y de la tensión. Este reino, durante mucho tiempo orgulloso e indómito, antes de la conquista romana (e incluso después, convirtiéndose en una espina en el costado imperial por sus continuas rebeliones), tenía como símbolo el caballo con cuernos. La elección del caballo no es casual: se propone, en efecto, recordar a Bucéfalo, el corcel de Alejandro, expresión de una potencia inteligente y ambiciosa, que lleva a sus últimas consecuencias el espíritu independiente. De Siria la moneda pasa a Bactriana y de aquí a la India, difundiéndose por los reinos indogriegos, hasta los posteriores reinos indios. En la primera mitad del siglo II a. C., la moneda se difunde también entre los partos, siempre según el modelo de los tipos acuñados por los Seiéucidas. Dignos de señalarse son los retratos de los reyes de Pérgamo, Bitinia y Bactriana. Otras monedas interesantes son las de Armenia: de ellas es representativa un tetradracma de plata en cuyo anverso se encuentra un bello perfil del rey Tigranes el Grande (años 95 a 56 a. C.), más interesante y exótico por el característico gorro adornado rellas y águilas y rematado por puntriangulares. En el reverso se repreenta la Tyche de Antioquía, que sigue el modelo de la célebre estatua de bronce realizada para la 121. a Olimpiada (años 296 a 293 a. C.) por el broncista, escultor y pintor griego Eutíquides, alumno de Lisipo. La rica iconografía se completa con las ondas del Orontes, el río local que discurre al pie de la figura. Las monedas de los reyes del Ponto se inician con el rostro de Mitrídates III (años 255 a 185 a. C.), espléndido ejemplo del retrato monetal helenístico, y continúa con Farnaces 1, con Mitrídates IV opátor, con su mujer Laodiké y con ates Vi el Grande (años 121 a 63 a. C.), famoso por haberse hecho inmune a los venenos. Este último soberano logró formar un ejército de aliados contra los romanos, terribles enemigos, pero fue vencido por Pompeyo en el año 63 a. C. De las monedas de Tracia forman parte los tetradracmas acuñados por Lisímaco (años 335 a 281 a. C.): llevan en el anverso el perfil de Alejandro Magno deificado, con los cuernos característicos del dios Amón, mientras que en el reverso hallamos a Atenea con yelmo corintio, sentada en un trono que se apoya en un escudo, y llevando en la mano una Niké, iconografía muy similar a la de Zeus en el sitial regio, que distingue las monedas de Alejandro. Homenaje a las divinidades olímpicas El otro gran reino en el que se dividió el imperio de Alejandro fue Macedonia, región de la que recordamos, en particular, un tetradracma acuñado bajo Demetrio I Poliorcetes (años 336 a 283 a. C.). En la primavera del año 307 a. C., el egipcio Tolomeo mantenía en su poder gran parte de Grecia y deseaba apoderarse de toda la península en perjuicio de Antígono Monoftalmos quien, a su vez, hacía tiempo alimentaba el propósito de recrear el imperio de Alejandro bajo su propia hegemonía. Antígono pensó que había llegado el momento del desquite, y confió a su hijo Demetrio el mando de una flota que, en Salamina de Chipre (año 306 a. C.), logró una aplastante victoria sobre sus enemigos egipcios, no sin antes haber asediado, con coraje y tenacidad, la ciudadela de la isla (de ahí el sobrenombre de Poliorcetes, esto es, , el sitiador). Después de este éxito, Antígono y Demetrio asumieron el título de rey. Para celebrar este feliz momento para la dinastía de los Antigónidas, se acuñó una moneda de extraordinaria belleza: en el anverso se muestra a Poseidón, de cuerpo entero, homenaje de los macedonios al dios del mar, hermano de Zeus y representado con el típico tridente. En el reverso se encuentra la proa de una nave sobre la cual descuella una Victoria alada que tañe la trompa y lleva una bandera en la mano izquierda. Esta Niké se parece mucho a la famosísima Victoria de Samotracia, custodiada en el Louvre de París, mutilada de los brazos de la cabeza. Los especialistas buscan los vínculos entre estas dos figuras, y si, como parece probable, fueron efectivamente gemelas, la numismática habría demostrado una vez más ser una disciplina indispensable para los historiadores. Las facciones de los últimos reyes de Macedonia, Filipo V (muerto en el año 179 a. C.) y su hijo Perseo (año 212 a 165 a. C.), nos han llegado a través de notables retratos monetales: de Filipo tenemos la imagen del soberano joven, con el bello perfil ornado con una corta barba, o bien la que le representa como Perseo, el mítico hijo de Zeus y Dánae, de quien pretendía descender la familia real. Del hijo de Filipo, llamado precisamente Perseo, ha llegado a la posteridad un memorable retrato que quiere transmitir respeto y admiración por un soberano que, sin embargo, no será capaz de evitar la derrota ante los romanos en Pidna, en el año 168 a. C. En Grecia, aun después de constituirse en provincia romana, continúa la emisión de monedas de plata por numerosas cecas. Precisamente Atenas inicia en este período la acuñación del llamado nuevo estilo: tetradracmas que llevan en el reverso la lechuza sobre un ánfora invertida, y los monogramas o los nombres de los magistrados. En este período las monedas helenísticas son planas y más anchas, para permitir la creación pos muy complejos y para dar la posibilidad de incluir nombres o leyendas extensas. En el siglo I a. C., las monedas griegas atraviesan una nueva y más modesta fase: los tipos recuerdan mucho las monedas imperiales romanas, con el retrato del soberano o de un miembro de su familia, mientras en el reverso se hallan motivos que remiten a la realidad local, sobre todo religiosa. Las emisiones son principalmente de bronce y dependen de un permiso especial expedido por la autoridad romana. !> De la civilización helénica a la helenística Los términos helenismo o civilización helenística se han introducido en la historiograffa moderna para definir un período distinto del helénico. Este último designa la época griega de las póleis (ciudades Estado) desde su origen hasta el advenimiento de Alejandro Magno, el cual, al dilatar y modificar la cultura griega gracias a sus conquistas y a sus contactos con Oriente, determina el nacimiento de una nueva civilización, llamada precisamente helenística. Este término mantiene en su raíz la palabra Hellás (Grecia), pero transmite plenamente la idea de que esta fusión se basa en cualquier caso en la gran experiencia cmca y cultural atesorada en la península griega. Catalogada hasta el siglo XIX como fase de decadencia o, por lo menos, de transición, la época que siguió a la muerte de AJejandro Magno la estudia profundamente el historiador J. G. Droysen hacia mediados de dicho siglo. Además de elaborar la definición de helenismo, este erudito revaloriza el período en cuestión, reconociéndole una dignidad autónoma y el mérito de haber operado una decisiva y profunda transformación del mundo antiguo en el plano político, económico y cultural. El helenismo irá disgregándose a medida que la conquista romana fagocitando Macedonia (añ 168 a. C.), Grecia (año 146 a. C.) y el Mediterráneo odental (año 31 a. C.). Esta última fecha, la de la batalla de Accio, señala la definitiva imposición de Roma sobre el último Estado helenístico aún independiente, Egipto. Sinónimo de helenismo es -alejandrinismo, de Alajandda de Egipto, el centro más prestigioso de la cultura helenística.