historia de los animales libros ix-xvi

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HISTORIA DE LOS ANIMALES
LIBROS IX-XVI
Claudio Eliano
BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS
BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 67
CLAU D IO ELIANO
H I S T O R I A
DE L O S
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LI B ROS I X- XVI I
T R A D U C C IÓ N
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JOSÉ M A R Í A
D ÍA Z R E G A Ñ Ó N
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LÓPEZ
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EDITORIAL GREDOS
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Asesor para la sección griega: C a rlo s G arcí'. G ual.
Segú n
m en ha
©
C. G . ( la tra d u c c ió n
Carlos García G uau
las n o rm a s d e la B .
sid o
re v is a d a p o r
E D IT O R IA L
CREDOS,
d e este v o lu ­
S. A.
S á n c h ez Pach e co , 81, M a d r id .
España,
Î984,
D e p ó s ito L e g a l: M . 1918-1984.
IS B N 84-249-0924-0.
Im p r e s o
en
Españ a.
P rin te d
in
S p a in .
G rá fic a s C ó n d o r, S. A>, S á n c h e z P ach eco , 81, M a d r id , 1984. — 5701.
L I B R O IX
S IN O P S IS
1.
E l león en la vejez.
2.
L as p lum as del águila.
3.
L os ratones. L o s cocodrilos, las á gu ila s y sus respectivas crías.
4.
E l áspid y el escorpión. Sus instrum entos p ara atacar.
5.
L as crías de la perra.
6.
L a luna y
su in fluen cia
en
los crustáceos yotros anim
7.
L a lubin a
y su otolito.
L os
peces ysus parásitos.
8.
A m o r del elefante a su cría.
9.
La
10.
foca.
E l á gu ila
;
y el águ ila «d e
Z e u s»;
11.
L a tarántu la y el áspid. Su p icad u ra y m orded u ra.
12.
E l zo rro de m ar.
13.
E l a paream ien to de las ranas.
14.
E l torpedo.
15.
M o rd e d u ra s venenosas.
16.
L a serpiente c am b ia de cam isa y a c la ra su vista.
17.
18.
El m artin pescador.
La
h ierba
«m a ta lo b o s » o
acónito am arillo.
19.
An im ales ahogad os en vin o y aceite.
20.
L a «p ie d r a tra c ia ».
21.
H e len a de T ro ya y las serpientes de Faros.
22.
L as estrellas de m a r y las ostras.
23.
L a anfisbena.
24.
L a rana «p e s c a d o r».
25.
L a langosta y el pulpo.
26.
Efectos de ciertas hierbas sobre las serpientes.
27.
L a h ierba «m a ta h e m b ra s » o acónito.
28.
L a carne de cerdo.
29.
L a s serpientes en el nacim iento del. E u frates.
30.
E l rastro del león.
31.
C óm o se c u ra el hipo.
10
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
32.
M an era de recolectar el
33.
34.
L a lom briz intestinal.
El argonauta,
35.
L a p ro fu n d id a d del m ar.
36.
E l pez ádonis.
37.
Plantas parásitas.
beleño y la
38.
L a oveja m arin a y otros peces.
39.
D iversos insectos de las plantas.
40.
L os anim ales saben dónde reside su
41.
El ratón dom éstico y el
42.
E l atún.
43.
E l can grejo común.
44.
T ro glod itas y serpientes.
cañaheja.
fuerza.
ratón de mar,
45.
Los p ulp os y osm ilos saqu eando los frutales.
46.
L o s «e m igran te s».
47.
E l erizo de m ar.
48.
E stím u lo s sexuales p ara los anim ales h em bras.
49.
L o s gran d es cetáceos.
50.
L a s m orsas, las ballen as y las
51.
E l salm onete.
52.
Peces voladores.
53.
Peces en form aciones.
54.
D iverso trato a los anim ales.
focas.
55.
Cóm o m antener callad o s a los anim ales,
56.
El elefante.
57.
Los peces en el invierno y en la prim avera.
58.
L a lon gevidad del elefante.
59.
Peces de m ar que desovan en a gu as dulces..
60.
L as a gu ja s de mar.
61.
62.
f
La m o rd e d u ra invisible del
áspid.
M uerte de un encan tad or de serpientes.
63.
L o s peces y su cópula.
64.
A g u a dulce en el m ar.
65.
L os iniciados se abstienen de com er ciertos peces.
66.
C ópula de la v íb o ra y la m urena, :
Cuando el ieón llega a una edad
, ,
avanzada y está abru m ado p o r la vejez,
E l le ó n e n
la v e je z
,
,
■
■
.
en m an era algu n a puede cazar y gusta
de descansar en cuevas o en las gu a ri­
das de la selva, y no se atreve a en­
fren ta rs e ni siqu iera con las fiera s más débiles porqu e
d escon fía de su edad y conoce la d eb ilid a d de su cu er­
po. Y son sus cachorros, que con fían en el v ig o r de su
ju ven tu d y én su fu erza natural, los que van a cazar,
si bien llevan consigo, em pujándole, al ya viejo león. Des­
pués, deján dolo en m ed io del cam in o p o r ei que es p re­
ciso ir, se dedican a la caza y, cuando han consegu ido
lo su ficien te para ellos y su progen itor, con un so b erb io
y pen etran te ru g id o llam an, co m o unos a n fitrion es a su
huésped, los jóven es hijos a su padre al banquete. É l
acude reposadam ente, paso a paso y co m o arrastrán do­
se, abraza a sus hijos y, lam ién dolos su avem ente con
la lengua com o si alabara así su éx ito en la caza, se
pone a co m er y se solaza con sus hijos. Y no fu e S olón
e l que o rd en ó este com p o rta m ien to (el cu id a r a sus pa­
dres) a los leones jóven es, sino que lo apren dieron de
la N a tu ra leza , a la que « nada le im portan las leyes de
los h o m b res »
pues ella es una ley inm utable.
1
E u r í p i d e s , Fr. 920 N a ü c k . — F r Ay Luis d e G r a n a d a , en E l S ím ­
b o lo de la fe (1.a parte, cap. X IV , 2), p arafra se a este capítulo: «D e él
[del león] escribe E lia n o que después que, p o r la edad, está flaco y
pesado, y asi es in hábil p ara cazar, sale con sus cachorros, y espéralos
en cierto puesto, y ellos traen al p ad re viejo la caza que hallaron ; el
c ual los a braza cuan d o vienen y los lam é la cara en señal de agradecí*
12
H IS TO R IA DE LO S A N IM A L E S
Los anim ales tem en y se a terran an­
te la presen cia del águila, reina de las
,
L a s p lu m a s
d el á g u ila
.
. ,
aves, m ientras posee vig o ro sa vida; pe­
ro tam bién, si alguien m ezcla las plu ­
mas de aquélla con las de otras, las del
águ ila perm an ecen enteras e in corru ptas, m ientras que
las otras, incapaces de so p o rta r el con tacto con las del
águila, se pudren.
L o s ratones. L o s
c o c o d r ilo s , las
á g u ila s y sus
re sp ectiva s c ría s
Los ratones son, adem ás de otras co,
, , c.
p r o lific o s y, en un solo parto, paren muchas crías. Y si p o r ven tu ra gustan la sal, paren m uchísim os, m uchos
sas’
más de lo habitual.
Cuando los cocodrilos tienen sus crías, distinguen las
legítim a s y las espurias de esta m anera. Si, en cuanto
rom p e el cascarón, in m ediatam en te se lanza a co g er a l­
go, en lo su cesivo pasa la cría a fo rm a r parte de la fa··
m ilia , goza del ca riñ o de los p rog en ito res y se la con si­
dera y cuenta com o uno más de los coco d rilo s; p ero si
se queda in m óvil, se m uestra p erezosa y rem isa a co ger
una m osca, un m osquito 2, un gusano de tierra o un la­
m iento y am or, y d espués de este a m oro so recibim iento asiéntanse to­
dos a com er de la caza. ¿Pues qué más hicieran si tuvieran razón com o
los h om bres? Y aún en esta piedad nos so brepu jan ; pues m uchos hijos
vem os m uy escasos e in hum an os p a ra con sus p ad re s p o b re s ÿ viejos.
L o cual no cabe aun entre anim ales Fieros.»
2
Se discute so bre el ve rd ad e ro sign ificad o de sérphos, que noso­
tros traducim os p o r «m o s q u ito ». Se trata, sin duda, de un m osquito
pequeñísim o, lo que vulgarm en te se llam a «je jé n », de tam año m ucho
m en o r que el m osquito corriente, p ero de p ic ad u ra m uy m ortificante.
Sin e m b arg o, L. A. W . C. Vknmans, «S e r p h o s », M n e m o s y n e , N . S., 58
(1930), 58-62, a firm a que, de los pocos textos en que a p arece la p a la ­
bra, se deduce que se trata de un bich o pequeño, cuya denom inación
se e m pleaba p roverbialm en te p ara in d ica r algo insignificante. G ra m á ­
ticos insignes, com o C rates, D ídim o, Focio y otros, creían que con sér­
p h o s se d esignaba a una h orm iga. A. W
il l e m s ,
en «Q u 'e s t ce que l ’in­
secte appelé s e rp h o s ? », p u blic ad o en A c t. de i ’A ca d . R oy . de B e lg iq u e ,
1896, cree que se trata de la term ita u h orm iga blan ca. Ventnans, en
LIB R O IX
13
g a rto pequeño, e l padre la despedaza porqu e la conside­
ra criatu ra vil, espuria y ajena a su fam ilia.
Y
p a rece que las águilas, al igual que estos ani­
m ales, com pru eban la leg itim id a d del n acim iento de
sus p o llu elos expon ién dolos a los rayos del s o l 3, y los
aman de acu erdo con el resu ltado de la ex p erien cia y
no a rrastrados p o r el sentim iento.
T en go en tend ido que los colm illo s
eZoTpTóíVjs
del á sPid- a
los <*ue con P ro p ied ad ha-
bría que llam ar «p ortad ores de veneno»,
a ta ca r
están fo rra d o s com o de unas cam isas
delgadas y sem ejantes a m em branas.
Así pues, cuándo un áspid aplica la boca a a lgo dicen
que las m em branas se rasgan dando paso al veneno y
que, luego, aquéllas se cierra n y unen.
La uña del escorpión tiene una canal sinuosa com ­
pleta m en te in visib le a causa de su estrechez. En ella
dicen que se con tien e y fo rm a el veneno, y en cuanto
pincha el escorpión, el veneno fluye p or la uña y se vierte
fu era. Adem ás, e l o r ific io p o r el que sale es tan dim inu ­
in s tr u m e n to s p a ra
to que resu lta in visib le P e ro si se escupe en él, la uña
se em bota y entum ece, qu edando incapacitada para
herir.
el artícu lo m entado, cree que se trata de un gusano y se ba sa en la
etim ología, que supone ser !a raíz serp, «a r r a s t r a r s e ». En el m ism o
artículo, este au tor rechaza la idea d e que sé rp h o s designe a las term i­
tas, y a que en los autores antiguos no hay m ención de estos insectos,
que, d e existir, no h u bie ran p asad o inadvertidos a causa de sus d ev as­
tadores efectos. Cf. tam bién L. G i l F e r n a n d e z , N o m b r e s de in s e cto s
e n g r ie g o a n tig u o , M a d rid , 1959, pág. 225, que sustenta, com o noso­
tros, la opin ión de que se trata de un m osquito.
3
C f. II 26.
14
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
L a s c ría s
de la p e rra
Aun cuando una p erra alu m bre m u­
chas crías, es la que sale p rim ero del
,
.
,
. .
,
,
clau stro m aterno y la m as vieja de ia
cam ada la que lleva el distin tivo del pa­
dre, es decir, la más p a recid a a é l en
todo, m ientras que las dem ás nacen con las ca ra cterísti­
cas que el azar determ in e. En esta cuestión, la N a tu ra ­
leza parece segu ir el c r ite rio de v a lo ra r m ás al m acho
fecun dan te que a la h em bra receptora.
„
,
L a lu n a y su
in flu e n c ia en lo s
^
l i e aquí o tra ca ra cterística de los
^,
,
.
/
testaceos y de los crustáceos. Estos sue-
^en hacerse más vacíos y ligero s cuando la luna m engua. Las púrpuras, los
buccinos, los espóndilos 4 y otros pare­
cid os a ellos, perten ecien tes al gru po de los testáceos,
prueban lo que digo, así com o, en tre los crustáceos, los
can grejos com unes, las langostas \ los bogavantes, los
can grejos en g e n e r a l6 y cu alqu iera otros sim ilares a
éstos.
c ru s tá c e o s y o tro s
a n im a le s
Di cese tam bién que las crías de las bestias de carga
son m enos capaces y más déb iles que otras cuando la
luna mengua. Es más, los entendidos en estas cosas acon­
sejan no c ria r a los anim ales n acidos en esta fase lunar,
porqu e no son diligentes. P e ro los anim ales ba jo la luna
nueva, según tengo entendido, o em iten su sonido natu­
ral o sucumben; sólo el león, co m o dice A ristó teles 7,
no hace ni lo uno ni lo otro.
4
El espón dilo es la O strea ed u lis. C f. D 'A r c y T
h o m pso n ,
G lossa ry
o f G reek Fishes, Lon dres, 1947, s. v. s p h ón d y los.
5
En X I 37 las langostas se incluyen en el núm ero de los testáceos.
5
K a r k ín o s d el texto es el can grejo en general. P á g u ro s es el tér­
m ino que se em plea p ara designar al c an grejo com estible.
7
Cf. fr. 236 ( R
o b ra conservada.
ose,
pág. 254). N o hay m ención de esto en ninguna
15
LIB R O IX
A ristó teles dice 8 que la lu b in a 9 posee un fin ísim o oído, y lo m ism o, el
v e rru Sato 10, la salpa ny el salm onete
M e he en tera d o de que la lubina sabe
m uy bien que tien e en la cabeza una
p ied recita t3. Durante el invierno, ésta se en fría m uchí­
sim o y le produ ce grandes m olestias; p o r eso, en esta
¿ ta tito . L o s s e s
y sus p a rá s ito s
estación d el año la lubina se calien ta a sí m ism a u, ex­
cogitan d o este rem ed io sum am ente e fic a z con tra el fr ío
produ cid o p o r la piedra. Sé que tam bién el verru gato,
el p a rgo 15 y el pez águ ila 16 hacen lo m ism o, pues és­
tos tienen idén tica piedra.
P arece que tam bién hay peces parásitos l7. P o r ejem ­
plo, la llam ada « r é m o r a » 18, que m ord isqu ea las presas
del delfín, en lo cual éste se com place y de buena
gana le deja pa rticip ar. Con ello, el parásito en gorda
m uchísim o, com o el que se a tib o rra en rico y copioso
festín. (TerÓn, en la com ed ia de M en an d ro l9, se enva­
nece de que ha co g id o hom bres p o r la nariz y los ha
8
'■· 9
!0
H ist. A n im . 5 3 4 a9 .
L a b ra x lupus.
E l ve rru g ato es la U m b rin a cirrh o s a , un esciénido de hasta 70
cm. de longitud.
"■
L a salp a o sopa es la B o x salpa. Se llam a tam bién salem a. Es
un espárido. E I S p a ru s au ratus, la d orad a,
es com estible,
12
Es el M u llu s barba tus, en español «sa lm o n ete».
13
Es el otolito, concreción re g u la d o ra del equ ilibrio, que tienen
ciertos anim ales.
14
15
Cf. IX 57.
P a rg u s v u lg a ris , el p a rg o o pagro, pez muy sem ejante al pagel
(P a g e llu s).
16
Sc.iae.na a q u ila , es un pez. perteneciente a la fam ilia de los es-
ciénidos que alcanza los dos m etros. Vive en las costas occidentales
de Á fric a y en el M ed iterrán eo próxim o.
17
En el sentido que esta p a la b ra tiene,
en
griego, de «p e g o t e » o
« g o r r ó n ».
18 E c h e n e is re m o ra , de la que ya se h a b ló en I 36 y II 17.
!9
F r s . 895 , 9 3 7
K ock.
16
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
u tilizado com o m anjar. Y C lísofo 20 se ven dó uno de sus
ojos p o r con gra cia rse con F ilip o , que p erd ió uno en e l
asedio de M eton e 21.) L a rém o ra y el d elfín son, a m i
entender, am igos y com pañ eros de rancho, p ero m ien ­
tras el h om bre sabe adu lar y p osee otros vicios, las bes­
tias no saben hacerlo.
. . .
A m o r d e l e le fa n te
,
a su c ria
H e aquí un ejem p lo del gran am or
del elefa n te h acia sus hijos. L o s que se
, ..
i
·
i
dedican a cazarlos cavan zanias
en las
J
que caen estos animales: a unos los cap­
turan y a otros los matan. S ab réis p o r
o tros au tores cóm o cavan estas zanjas, qué fo rm a y qué
profu n d id a d tienen, a qué se parecen sus entradas. Y o
m e ocu paré ah ora de re v e la r y m o stra r el a m or de estos
anim ales.
Guando una m adre ve a un h ijo suyo caído en una
de las zanjas, no vacila, no p ierd e tiem po, sino que, co­
rrien d o con tod o ím petu anim osa y apasionadamente^
se tira de cabeza sobre su h ijo y am bos encuentran el
m ism o fin: el h ijo es aplastado p o r el peso de la m adre
y ésta cae sobre la cabeza * * * P o r consiguiente, los que
dudan de que los elefan tes sienten un a m o r natural ha­
cia sus h ijos son ridícu los.
Las focas paren en tierra. Gradualm en te llevan a sus crías a l agua p ara
que vayan tom ando' gu sto al m ar; lu e­
g o las reconducen a su p rim itiv o lu gar
de nacim iento, y las vuelven a lle v a r al
m a r sacándolas en seguida. Cuando han re p etid o m u­
chas veces esta operación , acaban siendo expertísim as
nadadoras. F á cilm en te se habitúan a la vid a del m ar:
-
.
20
C f. A t e n e o , V I 248D-E, y frs.
21
En la costa n oroeste d el golfo T erm aico; F ilip o se ap o d eró de
107, 108.
ella después de un p ro lo n g a d o asedio en 352 a. C.
LIB R O IX
17
la in stru cción las tiene entrenadas y la N atu raleza las
fu erza a am ar los habitáculos y costum bres de sus
m adres.
E l águila es ave de rapiña, vive de lo
£j··/
sus presas y es carn ívora. En efecto,
caP*ura liebres, cervatillos, patos de co­
rra l y otros anim ales. Ú nicam ente el
á gu ila que se llam a « d e Z eu s» se abs­
tiene de carne. Aunque jam ás ha oído a Pitágoras de
Sam os, se abstien e de a lim en to anim al.
á g u ila «d e Z e u s »
.
Dicen que con sólo tocar a una ta- 11
rántula muere uno, pero sin sufrir gran­
ea ta rá n tu la v e l .
áspid. SU p ic a d u ra d e s
,
,
Cleopatra, por su parte,
d escu b rió que la m ord edu ra del áspid
es m uy «s u a v e » cuando, al acercarse
ya Augusto, p regu n tó a sus com ensales por una m uerte
in dolora. A verig u ó que la m u erte a espada era dolorosa,
según la opinión con cord e de los que habían sido h eri­
dos, y que la m u erte p o r in gestión de veneno era a flic ti­
va, ya que p rod u cía convulsion es y d olores de estóm a­
go; en cam bio, la m u erte p o r m ord edu ra de áspid era
dulce o, para h ab lar en térm inos hom éricos, «s u a v e » n.
Y hay anim ales que matan p o r m ed io de un eructo, si
se les toca, com o la araña de m ar y el sapo.
d °> °res.
y m o rd e d u ra
zorra
de m a r
M e dirás que el z o rro (m e re fie ro al 12
que vive en tierra ) es anim al astuto.
pues escucha las artim añas del zo rro
de m ar y en térate de tod o io que hace.
O se abstiene de a cercarse al anzuelo,
o bien se lo tra ga y, al instante, vu elve su cu erpo del
revés com o se vu elve una cam isa y, de esta manera, se
despren de del anzuelo.
22
Od. X I 135.
18
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
,
E l a p a re a m ie n to
de las ranas
Los h om bres dicen que hay ciertos
h ech izos am orosos. Pues bien, la rana
...
.
,
,
,
d lr ige a la h em bra un grito, com o e l
en am orado d irig e su canción festiva a
la amada, y este grito, que es una con ­
traseña, se llam a croar, según dicen. Cuando el m acho
atrae a la hem bra, am bos aguardan la llegad a de la no­
che, pues en el agua no pueden aparearse y rehúyen
h acerlo en tierra a plena luz del día. P e ro cuando llega
la noche, se encuentran con absolu ta despreocu pación
y sacian sus ansias de placer.
Si las ranas croan con más fu erza y con m ás c la ri­
dad que de o rd in a rio , anuncian la llegad a de las lluvias.
Cuando era niño, oía d e c ir muchas
veces a m i m adre que, si uno toca a un
torpedo, su m ano sufre la m olestia que
lleva el m ism o n om bre que el pe/.. He
sabido p o r gentes expertas que, si a l­
guien toca la red con la que ha sido pescado, tod o él
queda paralizado. Y si se le pone, tod avía vivo, en una
va sija y se le echa agua salada, si el pez está grá vid o
y le ha lleg a d o el m om en to de desovar, desova. Y si a l­
guien d erra m a el agua de la vasija sobre la m año o el
pie de una persona, la m ano y el pie de ésta quedan,
n ecesariam en te, entum ecidos.
^ t
j
2i
Los anim ales no 'tienen siem pre la
m ism a fu erza ni en sus picadu ras ni en
M o rd e d u ra s
. ,
.
,
sus m ordeduras, sino que
a m enudo esa
venenosas
^
fu erza suya aum enta p o r alguna causa.
P o r ejem plo, la picadu ra de la avispa
que ha gustado la carne de la v íb o ra es más dolorosa,
y la picadu ra de la m osca que ha estado cerca de algo
. ;
23
En griego nárke, «e n to rp ec im ie n to » y «p e z to rp ed o ».
LIB R O IX
19
p a recid o es más acerba y produ ce dolor. L a m ordedu ra
de un áspid es absolu tam ente in su frible, si ha d evorad o
una rana. S i un p e rro que go za de salud m u erde a al­
guien, le produ ce una h erid a y le in flig e un d o lo r cáus­
tico; p ero si padece rabia, produ ce la m uerte. (Una cos­
turera, ocupada en coser una cam isita rota p or un pe­
rro rabioso, la m o rd ió con la boca para extenderla, y
co gió la rabia y se m u rió.) L a m ord ed u ra de un h om bre
en ayunas es p elig ro sa y de d ifíc il curación.
D icen que los escitas m ezclan su ero hum ano al ven e­
no con que im pregnan las flechas para envenenarlas.
P a rece que este su ero flo ta en la sangre, t y ellos saben
la m anera de sep ararlo t J3^·. T e o fra s to 24 es testigo su­
ficien te de esto.
Cuando la serpiente se desprende de 16
su cam isa (lo cual hace al com ien zo de
■: L a s e rp ie n te :
c a m b ia de c a m is a
,
.
.
,
.
...
,.
la prim avera), procede tam bién a lin v
y a cla ra su v is ta p ia r la nube de sus ojos, y las som bras
de su vista y lo que es com o la veje z
de sus ojos, y, al excita rlo s restregán dolos con hinojo,
se libera de esas m olestias. G uarecida, pues, durante
el in viern o en un a gu jero oscuro, su agudeza visu al se
deb ilita. E ntonces las propiedades ca lo rífica s del h ino­
jo c la rific a n la visión del anim al, d eb ilita d a p o r las he­
ladas, y su vista se hace más penetrante.
Cuando el m artin p esca d or h em bra 17
nota que está fecundada, fabrica el
y
n i d o 25 que ha de re c ib ir a los polluelos, y no necesita dé barro, de tech o ni
de casa, a d ife ren cia de la golon drin a
que, necesitada de co b ijo , v ie n e a las casas co m o hués­
ped no invitado, produ ciendo m olestias al am anecer con
^p esca dor
23bis
Sentido conjeturable, p orq u e el texto es corrupto.
24
Este testim onio no aparece en ninguna o b r a conservada.
25
C f. A r i s t ó t e l e s , H ist. A n im . 6 16a 19, 32.
20
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
su ch irriar, in terru m p ien d o los sueños en su m om en to
más agradable; ni se a p lica a la tarea antedicha con su
cu erpo * * * < sino que, con su p ic o > solo, en lugares
apartados va tejien do y reuniendo las espinas de la agu­
ja de mar, y p o r p roced im ien tos m isteriosos, traba y
cierra la construcción, fru to de su cu idadosa invención,
p orq u e sujeta unas vertica lm en te y otras en sentido h o­
rizontal (d iríase que el ave es co m o una m u jer exp erta
en el arte de tejer, que en trelaza la lana con la u rdim ­
bre) y fa b rica el nido ligera m en te red on d o y ven tru do,
com o si estu viese h aciendo e l en tretejid o de una nasa.
Y cuando ha term in ado de te je r el susodicho nido, lo
traslada al m ar y allí, cuando se hinchan las olas, el
o lea je en su avance pone a prueba la o b ra del m artin
pescador; pues el agua, pen etran do p o r las partes no
cu biertas bien * * * el m artin pesca d or las vu elve a repa­
rar. Y si se golpean con una p ied ra las partes bien tra ­
badas, es im p osib le traspasarlas. Y si pretendes c o rta r­
las con un h ierro, no cederán p orq u e están tan bien y
h erm osam ente en tretejid a s com o la coraza de lin o que
o fr e c ie r a , segú n d icen , Á m a s is 26 a la A te n e a de
Lin dos 27. L a boca de esta esp ecie de nasa no es acce­
sible ni visib le a nadie y sólo ad m ite la entrada del ave.
N i siqu iera una gota de agua del m ar p o d ría pasar p o r
ella. Y allí el m artin pescador, m ecid o p o r las olas, cría
a su nidada, según dicen.
,
Λα h ie rb a
« m a t a lo b o s » O
Cerca del N ilo crece una h ierba 11am ada «m a ta lo b o s » 28, y éste es su ve Γ.
,
,
,
,
d a d cro nom bre, porqu e, cuando un loa c ó n ito a m a r illo b o se pone en cim a de ella, m u ere en
m edio de convulsiones. De donde resu l­
ta que aqu ellos egipcios que ven eran a este anim al im ­
piden que esta planta sea in trod u cid a en el país.
26
Rey de E gip to, s. vi a. C.
27
C iu d ad de Rodas.
28
Es e l . acónito, plan ta ranuncuíácea m uy venenosa.
21
LIBR O IX
A n im a le s
,
,
a h o ga d o s
en v in o y a c e ite
D icen que, si un ave dom éstica cae 19
en un recip ien te con vin o y se ahoga,
.
,
.
.
,
,
no p eriu d ica ni ai vin o ni a ninguno de
r
J
σ
^os' m ora d ores de la casa. P ero si cae
en el agua, ésta se vu elve m a lo lien te y
esparce h edion dez en el aire am biente.
Si un geco 29 resbala, cae al agua y se ahoga, no ha­
ce ningún daño. P ero si cae en el aceite y m uere, e l a cei­
te se hace m a lo lien te y el que lo prueba se cubre de
piojos.
Es evid en te que la crem ación del 20
cu erno del c ie rv o ahuyenta a las serλα «piedra
pjentes, y dice A ristó teles 30 que una
tracta»
1
’ J
n
p ied ra 11 existen te en el río Pon to (el
cual está en el país de los sintos y m e­
d o s )3y al ser quem ada, tam bién las ahuyenta y, más
aún> d escrib e la n atu raleza de la p ied ra de esta guisa:
si se d erram a agua sobre ella se ilum ina, y si, al qu e­
m aría, qu ieres que a rro je una llam a más grande aviván ­
dola con un abanico, se apaga. D icen que, al quem arse,
despide un o lo r m ás fu erte que el asfalto. N ic a n d r o 33
está de acu erdo con esto.
La isla de Faros (lo que voy a d e c ir
lo cuentan los egip cios) estaba antigua-
.
H e le n a de T ro y a
y las s e rp ie n te s
de Fa ro s
,
.
rncn,c hena de serpientes, num erosas
y diferen tes. Pero, cuando Tonis, rey de
los egipcios, se h izo cargo de H elena,
la hija de Zeus (se la en com en dó M en ela o que andaba
erran te p o r el A lto E gip to y p o r E tiopía), se en am oró
29 E l geco es un reptil saurio de Á frica (P la ty d a cty lu s m a u rita nictis).
30
M ira b . 481a27.
31
Q uizás sea el lignito.
32
Es el río Strunitza.
33
T h e r. 44.
21
22
H ISTO RIA D E LO S A N IM A L E S
de ella e in tentó en tab lar con ellá relacion es sexuales,
re fie re la h istoria que ésta, la h ija de Zeus, se lo contó
tod o a la m u jer de Tonis, que se llam aba Polidam na,
la cual, tem erosa de que la extra n jera lleg ara a su perar­
la en herm osura, abandonó a H elen a en Faros ga ran ti­
zando su seguridad, pues le d io una h ierb a a b o rre cib le
a las serpientes que a llí había: en cuanto las serpientes
notaban su presencia, se escondían b a jo tierra ; H elen a
p la n tó la hierba, que con el tiem p o c re c ió y p rod u jo si­
m iente a b o rrecib le a las serpientes, y además, desapa­
re c ió de Faros este reptil. L o s en tendidos en estas cosas
dicen que la h ierba se llam a h e lé n ion 3A.
„
,
L a s e s trella s de
m a r y las o s tra 5
Las estrellas de m a r tienen blando
caparazón y son enem igas de las ostras,
,.
,
„
TT
-
i
Pues se alim entan de ellas. H e aquí e l
a rd id que em plean p ara atacarlas: las
ostras, para refresca rse y para co m er
lo que se pone a su alcance, abren frecu en tem en te sus
valvas; entonces, las estrella s de m ar in trod u cen uno
de sus brazos entre éstas y se sacian del blan do con ten i­
do, y las valvas no pueden v o lv e r a cerrarse. É sta es
una pecu liaridad, digna de nota, de las estrellas de mar.
A la H id ra de Lerna, uno de los trabajos de H eracles, canten los poetas y
L a a n fisb en a
i
j
co m p ila d o res de antiguas leyendas, en­
tre quienes fig u ra el an’alista H ecateo.
Cante tam bién H o m e ro a la Q u im era
con sus tres cabezas J5, el m onstru o lic io de Anisóda•
ro, rey de los lirio s, criatu ra de n atu raleza va ria e in­
vencible, fo rja d o para destrucción de muchos, !por Zeus!
34
H e lé n io n , «é n u la campana, hierba del a la », he aquí los nom bres .
españ oles de la com puesta In u la h e le n iu m , plan ta vivaz y m edicinal.
De ella h abla D ioscórides, en I 29.
·”
II. V I 181; X V I 328.
23
LIB R O IX
M e p arece que tod o esto hay que re leg a rlo a la esfera
de los m itos. P e ro la anfisben a es una serpiente de dos
cabezas, una en la parte su perior y otra en la cola. Cuan­
do avanza, com o la n ecesidad de un m ovim ien to hacia
adelan te la impulsa, deja que una de las cabezas haga
de cola y la o tra de cabeza. Y si desea, luego, m overse
h acia atrás, u tiliza las cabezas de m anera co n traria a
la de antes 3é.
H a y un gén ero de rana que se llam a 24
« p es ca d o r» y recib e este nom bre de las
L a ran a
«p e s c a d o r »
.
.
A
opera cion es que ejecuta. T ien e encim a
de los ojos hechizos, com o si dijéram os
unas pestañas alargadas, en la ex trem i­
dad de las cuales se ap recia una dim inu ta esfera. Sabe
que la N a tu ra leza la ha dotad o de estos m edios para
a tra er a otros peces, más aún, los ha aum entado. Así
pues, se esconde en lu gares fangosos y, sobre todo, lle­
nos de lim o, donde perm an ece qu ieta y extiende las su­
sodichas pestañas. Los peces más chicos se d irigen na­
dando hacia estas pestañas, creyen d o que los objetos
redondos situados en sus extrem os son com estibles. La
rana «p e s c a d o r» está in m ó vil y al acecho, y, cuando los
p ececillo s se aproxim an saca los pelos hacia ellos (los
tiene escondidos valién dose de ciertos p rocedim ien tos
secretos e in visibles) y ellos, llevados de su gloton ería,
se aproxim an, con lo cual p rop o rcion a n un festín a la
susodicha rana.
36
£)e esta fantástica c ria tu ra h abla N ic a n d r o (T h e r. 3 72 ). Cf. co­
m entario de G o w -S c h o lfield al pasaje.
24
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
La langosta es en em iga del pulpo,
H e aquí p o r qué. Cuando el pu lpo la
j
r °d e a con sus tentáculos, no le preocu ­
pan a éste las espinas que aqu élla tiene
en el dorso, sino que, en volvién d ose
tod o él sobre la langosta, la asfixia. E sto lo sabe bien
ella y, p o r eso, huye de él.
E l p ro ce d er natural de la lan gosta es éste. Cuando
no tiene p o rvqué tem er, «e s te p e z » se d irig e hacia delan­
te m ovien d o a un la d o y a o tro las antenas p ara que
el agua que co rre en d irecció n co n tra ria a su m o vim ien ­
to n ata torio no las eche hacia atrás, im p id ien d o así su
avance. P ero si se propon e escapar; retroced e relajan do
com pletam en te las antenas para situarse a gran distan­
cia, com o h aría el tripu lan te de un bote al m o v e r lige ra ­
a e l im íp o
y
m ente los rem os. Y cuando las langostas entablan com ­
bate las unas contra las otras, levantan sus antenas, caen
unas sobre otras com o carn eros
y topan en tre sí. Y a
h ablé antes de la lucha en tre la m u rena y la
lan­
gosta 37.
D icen que la m enta de agua
E fe c to s de c ie rta s
h ie rb a s s o b re las
cu- .
b ie rta de rocío, y el sau zgatillo 19
.
j
,
,
son
apropiados para ahu yen tar a las
serpientes. Las m ujeres áticas esparcen
este ú ltim o en las yacijas durante las
T esm o foria s. Y p arece que (el sau zgatillo) es tam bién
a b o rre cid o p o r las bestias feroces; es, adem ás, re p res o r
del im pulso a fro d isía co , y parece que de esta p rop ied a d
tom ó su nom bre. Las m ism as bestias feroces tem en tam ­
bién a la h ierb a llam ada « r o m e r o - o líb a n o »40.
m uy
s e rp ie n te s
37
Cf.
38
E s la M e n th a v ir id is
I 32.
39
E s la verben acea V ite x
ríos.
40
L e c o k ia c re tic a .
o
a q u a tica .
agnus-castus, que crece a o rilla s de los
L IB R O
.
i,ierbh
« m a ta -h e m b ra s »
o a c ó n ito
25
IX
H e aprendido en T e o fr a s t o 41 tam- 27
bién lo siguiente. Este varón insigne hade una hierba,' a la cual llam a
«m a ta-h em b ra s» A2. Si se la deja pues­
ta en el d orso de un escorpión, al ins­
tante éste se deseca. P ero el m ism o au tor dice que el
escorpión revive, si le derram as encim a eléb oro blanco.
M as yo soy p a rtid a rio del mata-hem bras, y en m odo al­
guno del e léb o ro blanco. Razón: que o d io a los esc o rp io ­
nes y am o a los hom bres.
C alim aco 43 cuenta que, en Traqu is, crece un árbol
que dicen « t e jo » y, si los anim ales reptantes se acercan
a él y lo tocan, al instante mueren.
L a c a rn e :
de c e rd o
Es creen cia com ún que la carne de 28
c erd o es más gustosa que las otras carT
c.
nes‘
ex p erien cia co n firm a esto con
toda claridad. Si por ventura com e una
salamandra, el cerdo perm anece indem ­
ne, pero mata a los que com en su carne.
D iré, en o tro lugar, en qué aspecto 29
el Eufrates, que corre entre Partia y SiL as s e rp ie n te s en
,
,
,,
,
. . , , , ría,> es su rp erior a los o tros ríos. A hora
e l n a c im ie n to d e l
vo Y a d ec ir lo que sobre él saben los
partos y los sirios y lo que arm on iza
con el presen te discurso. En el n acim ien to de este río
se crian ciertas serpien tes m uy dañinas a los hom bres,
p ero no a los indígenas criados en m ed io de ellas, sino
a los extra n jeros ajenos com pletam en te a ellas. Y ca sti­
E u fra te s
gan con la m u erte a los visitantes.
41
41
T h o f r a s t o , H ist. P la n t.
18, 2.
Es otro n om bre del acónito. En el texto thelÿphonos, que es uno
de los diversos n om bres que d a a esta planta N
ic a n d r o ,
A lex . 36 ss,
y desde luego de significado más ominoso que el de «m a talo bo s» español.
43
Frs. 100 y 48 P e a r s o n .
26
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
,
E l ra s tro
d e l le ó n
E l león, cuando cam ina, no avanza
en linea recta ni p erm ite que las hue,,
sean sencillas, sino que unas veces
avanza, otras retroced e, lu ego se d etie­
ne y m archa en d irecció n opuesta, más
tarde va de aquí para allá, b o rra n d o así sus huellas pa­
ra evita r que los cazadores lo sigan y puedan d escu b rir
fá cilm en te la gu arida donde descansa y habita con sus
cach orrós. Estas costu m bres de los leones son dones
otorga d os p o r la N atu raleza.
C ó m o se c u ra
e l h ip o
Piensa en un pastor en tendido en su
o ficio . E l pastor am a a sus ovejas, am a
,
,
, , ,
_
sus ca t)ras» pero a b o rrece el hipo. Es­
ta en ferm edad a flig e de o rd in a rio al
hom bre, y la repleción origin a hipo tam ­
bién en el ganado. P o r esto, los pastores plantan a lred e­
d o r de los rediles de dichos anim ales una h ierba ^ que
es un rem edio para este mal, com o que ahuyenta de ellos
la en ferm edad. D icen los en tendidos que esta h ierba es
buena tam bién para los h om bres afectados de esta m o­
lestia.
;
M a n e ra de
r e c o le c ta r e l
b e le ñ o y la
c a ñ a h e ja
a
Cuantos se ocupan de re co le cta r el
1
1
b e le n o
,
.ir .
«
.
1
e l s ilfio
cavan zanjas alred ed or de estas plantas y rem u even un
poco las raíces; no las arrancan con sus
y
propias manos, sino qu’e atan la h ierb a
a la pata de algún ave que cazan o com pran y el ave,
con
can
ber
sus
sus revoloteos, arranca la hierba. Y si no se arran ­
así estas plantas, el tesoro que el h om bre cree ha­
en con trado tan afortu n adam en te y para su bvenir a
necesidades, no le sirve de nada. .
1,4 Si hem os de h acer caso a P l u t a r c o , M or. II 648A, se trata del
A ly ssitm .
45
Propiam ente, se trata de la F e ru la tin g ita n a .
LIBR O IX
27
N o es ésta la ocasión de r e fe r ir los 33
b en efic io s que re p o rta el abrótano, cóm o d eja exp ed itos los conductos respiratorios y cómo, además, lim pia los pul­
mones. M as es, ciertam en te, en em igo
de una funesta criatu ra, la lom b riz intestinal, a la cual
L a lo m b r iz
in te s tin a l
destruye.
La lo m b riz va aum entando de tam año hasta co n ver­
tirse en m onstruo, alim en tado en los intestinos, y fig u ­
ra en el n ú m ero de las en ferm edades humanas d ifíc ile s
de cu rar y que se resisten a ser tratadas por m ano m o r­
tal. B asta H ip is com o testim on io de esto. H e aquí lo que
cuenta el h isto ria d o r de R egio.
U na m u jer tenía lom b rices y los m édicos más ex p er­
tos renu n ciaron a curarla. Así pues, se encam inó a
E p id au ro 46 y p id ió al dios verse lib re de la en ferm e­
dad, com pañ era in separable. E l dios no acudió. Así que
los m in istros de éste m andaron a la m u jer acostarse en
el lecho, en donde el dios suele cu rar a los suplicantes.
L a m u jer se estu vo qu ieta en el lecho, com o se le o rd e­
nó, y los m in istros del dios se dispusieron a curarla.
S epararon la cabeza del tron co y uno de ellos m etió la
m ano y sacó la lo m b riz que era una descom unal criatu ­
ra. M as no podían aju star la cabeza y pon erla en su pri-
46
A l tem plo de Asclepio. U n a curación sem ejante representa el
ta m a 23 de la estela B com entado p o r R. H
erzog ,
«D ie W u n d e rh eilu n ­
gen von E p id a u ro s » (P h ilo l., Sup p lem en tban d X X II, H eft III [Leipzig,
1931], págs. 1-164), que reza así: «A r ís tá g o ra de Trozén. Ésta tenía una
solitaria en el vientre, se acostó en el tem plo que Asclepio tiene en
Trozén y tuvo un sueño: le pareció que sus hijos, com o el dios no esta­
ba allí sino en E p id a u ro , le seccionaban la cabeza, pero, no pudiendo
c oloc arla de nuevo en su sitio, enviaron a uno de ellos p ara que hiciera
ven ir al dios. Entretanto, llega el día y el sacerdote ve, despierto, la
cabeza se p arad a del cuerpo. A la noche siguiente, A ristá g o ra ve un
rostro. Parecióle que el dios venía de E p id a u ro , colocaba su cabeza
en el cuello y después, ra sg an d o el vientre, sacaba de él la solitaria,
volvía a coser y después q u ed a b a c u ra d a .»
28
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
m itiv o lugar. E ntonces lleg ó el dios y se irr itó contra
ello s porqu e habían a com etid o una em presa su p erior a
su sabiduría. P ero él, revestid o de un p o d er in ven cible
y divino, d e v o lvió la cabeza a su cu erpo e h izo levan tar
a la extranjera.
En cuanto a mí, oh rey A sclep io, el más b en éfic o de
los dioses, no antepongo el abrótano a tu sabiduría. ¡Que
m i locura no llegu e a tanto! Pero, al re fe rirm e a él, m e
a cordé dé tu ben éfica acción y de tus m a ravillosa s cu­
raciones. Y no hay que du dar de que esta h ierba es un
presen te tuyo.
T am b ién el argon au ta es un pu lpo
y tiene una sola concha. A hora bien,
E l a rg o n a u ta
em erge vo lvien d o su concha hacia aba­
jo para no c o g e r agua salada y ser im ­
pulsado de nuevo al fondo. Cuando está
en la cu m b re de las olas, si reina la calm a y los vien tos
están sosegados, pone la concha (la cual flo ta a m an era
de un bote) hacia a rrib a y, alargan do dos tentáculos,
uno a cada lado, con suave m ovim ien to rem a y em puja
esta nave sin a rtific io . Y si sopla el vien to, extien d e aún
más los tentácu los que hasta ahora le servían de rem os,
los u tiliza co m o gobern alles y extien d e otros en tre los
cuales se fo rm a una esp ecie de cam isa de tram a fin ís i­
ma, que d espliega y co n vierte en vela. De esta m an era
n avega sin tem or. P e ro si tem e el ataqu e de algún pez
más corpu len to, se sum erge llenando su concha, que,
al aum entar de peso, lo a rrastra ai fondo, y, desapare­
ciendo, burla a su enem igo. Luego, cuando ha recob ra ­
d o la tran qu ilidad, surge y se pone a n avegar otra vez.
Y de este com p o rta m ien to recibe su n o m b re "7.
47
A rg o n a u ta argo. Es un pulp o en el que la h em bra construye una
concha externa tem poral entre los tentáculos p ara dep o sitar los hue­
vos. La h em bra m ide 80 cm., el m acho fecundante iO.
LIB R O IX
;
■ ( ,
La profundidad
del m a r
29
D icen qu e las cosas del m ar pueden 35
ser exam inadas p o r el h om bre hasta
c
,. ,
. , A
^
,
UIia P r ° t u n d id a d de trescientas brazas,
pero no más. M as yo no m e ocupo de
esto con especial interés, ni ningún otro
nos dice si viven peces u otros anim ales a m ayor p ro ­
fu n didad o si estos lugares son in accesibles a ellos. Lo
que sí es c ie rto es que los dioses del mar, las d ivin id a ­
des marinas, y sobre todo, el señor del líq u id o elem en to
escogieron com o m orada estos lugares.
Hay, según parece, un pez pertene- 36
cien te al gén ero del m újol, que acos, , pez
tu m bra a v iv ir en las rocas, y es de as« a d o n is »
.
p ecto am arillo. T ien e un doble nom bre.
Pues unos lo llaman ádonis, y otros exo­
cetos 48 porqu e, cuando las olas se aquietan en lugares
sosegados y tran qu ilos, em barran ca arrastra d o p o r la
fu erza del oleaje; se tien de en las rocas y se sume en
un sueño profu n do y sum am ente tranquilo.
Sabe m uy bien que en tre él y los dem ás hay un pac­
to de paz, p ero tem e a todas las aves que se alim entan
del m ar. A sí pues, si aparece alguna de ellas, se yergu e
de repen te y se pone a dar saltos in terpretan do una es­
pecie de danza no aprendida y una pantom im a, p or de­
c irlo así, in d escrip tib le, hasta que saltando desde la ro ­
ca, cae al m a r y se salvar
Gustan lla m a rlo á d o n is 49, p orq u e tiene qu eren cia
p o r la tie rra y el mar. Y los que p o r vez p rim era d ieron
este n om bre al pez lo h iciero n pensando, según yo creo,
48
E s un pez sin identificar. L a p ala b ra significa «q u e duerm e fue­
ra del a g u a »,
49
A donis era hijo de G íniras y de la hija de éste, M irra . A fro dita
ocultó al recién n acid o en un cofre que entregó a Perséfone. Al negarse
ésta a dev o lver el niño, Zeus orden ó que pasase m edio año con una
diosa y otro m edio con la otra.
30
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
en la vida del h ijo de C in iras rep a rtid a en tre dos d ivin i­
dades: una, que lo am aba y v iv ía ba jo tierra, y otra, que
hacía lo m ism o sobre ella.
En el tron co de un á rb o l suele, a vepj
{
ces, crecer la ram a de otro con el que, a
m enudo, no tien e ninguna afin idad. L a
razón la trae T e o fr a s t o 50, el cual ha
averigu ado, de una m anera m uy cien tí­
fica, que las avecillas se alim en tan de la flo r de los ár­
boles y, después, depositan los excrem en tos sobre las
plantas en que se posan. De m odo que la sem illa cae
en sus oquedades, grietas o cavidades, que reciben el
rie go de la llu via del cielo, y produ ce la m ism a plan ta
de la que procede. De esta m anera verás crecer en el
tron co del o liv o una h igu era y, en otros troncos, otras
plantas. ;·;··.
p a rá s ita s
En los recovecos del m ar tienen su
gu arid a la o veja m arin a los llam ados
L a o v eja m a rin a
, ^
_
S1
n
. ,
t
hepatos
criatu ras que los
y- otros peces
r
jy aquellas
n
pescadores suelen lla m a r prépontes
La N a tu ra leza les ha dado en orm e ta­
maño, y son torpes nadadores y m erodean en torn o à
sus guaridas, de donde resulta que nunca abandonan
sus lugares de refu gio. P e ro acechan a los peces más
déb iles que ellos, que pasan cerca nadando. Tam b ién
la m erlu za pod ría in clu irse en el núm ero de estos pe­
ces. Más que ningún o tro pez tem e la m erlu za el o rto
de Sirio.
50
Bien explicada la causa del p arasitism o de algunas plantas. (Cf.
In troducción , pág. 22, y T e o f r a s t o , Caus. P la n t. 17, 5 y 8.)
51
La oveja m arin a y el hé p a to s son peces sin identificar.
Sin identificar.
31
LIBR O IX
Según parece, en los cam pos de tri- 39
go, en los chopos y tam bién en las hi,
D iv e rs o s in s e cto s
de las p la n ta s
,
r
M.
,
,
gueras se c n a {a f a m lha de las cantaridas 5\ com o dice A r is tó te le s 54; en los
garbanzales, la de las orugas; ciertas
arañas, en las arvejas, y en los puerros, la llam ada o ru ­
ga d el pu erro 55. En la berza nace una esp ecie de gu­
sano, cu yo n om bre d eriva de la planta en que vegeta,
pues se llam a oru ga de la berza 5®. Tam b ién el m anza­
no cría o tra especie de oru ga 57, que frecu en tem en te
destru ye el fru to de este árbol, aunque es buena para
fa c ilita r la con cepción a las m u jeres que tod avía están
en edad de ten er hijos. O tro dirá cóm o.
Cada anim al sabe, al parecer, en qué 40
p a rte de su cu erpo reside su fu erza y
L o s a n im a le s
saben d o n d e
,
.
„
c,
,
en
a P arte co n f ia í cuando ataca, usa
resid e su fu e rz a
de e^ a com o de un arma, y cuando ven ­
tea el peligro, com o m edio de defensa.
Así p o r ejem plo, el pez espada u tiliza la m andíbula su­
p e rio r com o una espada cuando se defiende: de aquí su
nom bre; la pastinaca lo hace con el aguijón; la murena,
53
Son coleópteros m eloideos, cuyo c u erp o posee una sustancia
cáustica, v ejigatoria y venenosa, e m plead a antiguam ente en m edicina
y para ia fabrica ción de filtros am orosos.
54
H ist. A n im a l. 5 5 2 b l.
55
En g riego p ra s o k o u rís es el cortón o g rilio cebollero, según J.
B . G e z e , en C o m p te s ren d u s de l ’A c a d é m ie des in s c rip tio n s e t B e lle s L e ttre s , Paris, 1931, págs. 47-49, citado p o r G i l F e r n á n d e z , In sectos...,
págs. 142 y 143, que acepta su explicación. L a p a la b ra estaría com ­
puesta de p rá s o n (p u e rro ) y k o u rls (cortad o ra o peluquera), Esta e x p li­
cación es más racion al que la de A . F. S C h o l f i e l d , en su versión de
la Loeb (cf.
II,
pág. 259 n), que apunta la opinión de que sea un « m il­
p ié s» o la H y le m y ia a n tiq u a M e ig , antóm ido, cuyas cresas m inan los
b u lb o s de las cebollas.
56
Es la' P ie ris rapae, la m arip osa conocida en español con el nom ­
b ré de «b la n q u ita de la c o l».
57
Es la C a rp o ca p sa p o m o n e lla que, en estado larv ario y con el
n om bre de «g u s a n o » u «o r u g a », ataca a las m anzanas.
32
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
con los dientes, y puede h acerlo m uy bien, pues tiene
doble fila de ellos.
E l ratón ca sero es un anim al tím id o
y débil: le asusta el ru id o y se h orroridomésüTy el
«ratón de mar»
za al o ír el c h illid o de la com adreja.
Tam b ién son tím idos los ratones de
cam po. Son más in trépidos que los do­
m ésticos/ los ratones de m a r 56. Su cu erpo es pequeño,
p ero su audacia irresistib le. R eside su fo rta le z a en dos
arm as: su piel vig orosa y sus potentes dientes. Se en­
fren tan a peces de tam año m ás grande y a los más d éb i­
les pescadores.
Los atunes barruntan el cam b io de
las estaciones, conocen p erfecta m en te
E l a tú n
,
,
. .
.
i
los solsticios y no necesitan para nada
a las personas enteradas de las cues­
tiones relacion adas con el cielo. D onde
q u iera que les sorprenda el co m ien zo del in viern o, a llí
gustan de qu edarse qu ietos y tranquilos, p erm an ecien ­
d o así hasta la llegada del equ inoccio. De lo cual da tes­
tim o n io A r is t ó t e le s 59.
Que ven con un o jo y no con el o tro lo declara E squ i­
lo cuando dice 60:
,
m ira n d o recelosam ente con su o jo izq u ie rd o a la m aneira de un atún.
Pasan al Po n to teniendo a su costado derech o la tierra,
de la que no apartan la vista; pero al sa lir de dicho mar,
nadan sigu ien do la costa opu esta sin apartarse de ella,
poniendo el m ayor cu idado en p reserva r su vida p o r m e­
d io del o jo que ve.
58
T h o m p s o n , G r. Fishes, s.v. m û s (II), pág. 167, cree que se trata
de una tortuga que, aunque carece de dientes, tiene m an d íbu las fuer*
tes. D ebe de se r el m ism o anim al a! que se refiere O p ia n o ( H a i I 174).
59
H ist. A n im a l. 599b9.
60
Fr. 3 0 8 N auck.
33
LIBR O IX
Los can grejos pierd en su p rim er ca- 43
El
p a razón y se despojan de él com o las
serpien
tes de su camisa. Y cuando se
com ún
v
aperciben de que se les está despren ­
dien do de la carne, van de aquí para
a llá com o picados de tábano, deseosos de
m ayor pitan ­
za para que,al h incharse su cu erpo con ella, rom pan
el caparazón. Cuando salen de él y quedan libres, p er­
m anecen quietos, com o m uertos, en la arena, pues te­
men p o r su recién fo rm ad a piel, que es húm eda y d eli­
cada. P o co a poco se juntan unos con otros, reviven,
p o r así decirlo, y com ien zan a co m er arena. Su tim idez
y ex tra o rd in a ria cob a rd ía duran m ientras su cu bierta
e x te rio r es sólo una m em brana. Cuando esta cu bierta
em pieza a con solidarse y adqu iere las características de
un caparazón, se desprenden de su tim idez, con ven ci­
dos com o están de que la cu bierta que les p rotege es
para ellos a m anera de arm adura o, p o r d ec irlo así, de
escudo.
■
T r o g lo d ita s y
s e rp ie n te s
Es céleb re la ra za de hom bres lia- 44
m ados tro glo d ita s y tom an su nom bre
,
,
,
. ,
.
,
gen ero de vida. Las serpientes los
temen, y con razón, porqu e se las comen,
Las serpientes, cuando se aparean, despiden un he­
d o r m uy desagradable.
L o s p u lp o s y
o s m ilo s s a q u e a n d o
Si un cam po está cerca del m ar y 45
tien e á rboles frutales, los cam pesinos
,
,
,
mLlcl,as veces sorpren den en e l estío a
los fru ta le s
pulpos y osm ilos 6Í, arrastrados por las
olas, que suben p o r los troncos, ro ­
dean con sus tentáculos las ram as y cogen el fruto. Y
cuando los cam pesinos los capturan, in flig en su castigo
61
Cf. V 44.
34
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
a los ladrones. En com pensación de lo que los susodi­
chos pu lpos han cosechado, sum inistran a los p ro p ie ta ­
rios de los fru tos saqueados un festín con su carne.
«E m ig ra n te s » es el n om bre de un
pez m a rin o que con oce el trán sito de
L o s « e m ig ra n te s » ,
,
„
r
,
,,
las estaciones. En efecto, cuando lleg a
el in viern o, estos peces perm an ecen in\
m óviles, tem erosos del frío , y se sola­
zan calentándose en su estado de in actividad, com u n i­
cándose unos a otros fra tern a lm en te su calor. Lu ego,
en p rim avera, em pren den nadando viajes más largos y
se alim entan no sólo de lo que encuentran al paso, sino
tam bién de lo que buscan y persiguen.
E l e riz o
de m a r
Si uno despedaza a los erizos de m ar
qu e se conservan vivos aún den tro de
,
.
,
sus conchas y con las puas erectas, y
a rroja los pedazos al m ar deján dolos
dispersos, se reúnen de nuevo para fo r ­
m a r una unidad: cada ped azo recon oce su afin id a d de
parentesco y, al unirse en tre sí, crecen a la vez. Y por
m a ravillosa y pecu liar d isp osición de la N atu raleza, se
fo rm a un conjunto h om ogéneo de nuevo.
Para o b ten er de los anim ales m a yor
descendencia, sus cuidadores, en la épó^
E s tím u lo s sexu ales
p ara los a n im a le s
, ,
.
.
,
ca
apaream iento, co^en puñados de
h e m b ra s
sal y n itro y restregan con ellos el apa­
rato genital de las hem bras: ovejas, ca­
bras y yeguas: Con estos p roced im ien tos se p ro vo ca en
ellas un m a y or apetito sexual. O tros las untan con p i­
m ienta y m iel, otros con n itro y sem illa de ortigas, y
algunos lo hacen con apio ca b a lla r y nitro. G racias a
esta irritación , las hem bras de un rebaño rio son dueñas
de sí m ism as y se lanzan en loqu ecidas en busca de los
machos.
35
LIBR O IX
L o s gra nd es
ce tá ce o s
N in gu n o de los más grandes cetá- 49
ceos se acerca a las playas, a las ba,
,
,
,,
,
hias, a los lugares llam ados «ro c o s o s »,
ni a las aguas poco profundas. V iven
en el m a r abierto. Los de m a yor tam a­
ño son el león m arino, el pez m a rtillo , el leop a rd o de
m a r 62, la ballena, el p r é s tis 62 y el pez que llaman
m áltha 62; este ú ltim o cetá ceo es un terrib le e in ven ci­
b le enem igo. La orea 63 es tam bién bestia tem ib le y pe­
ligrosa aunque aparezca a lo lejos, porqu e agita el m ar
y levanta oleaje. T a m p oco la hiena m arina es un espec­
tácu lo de buen a u gu rio para los navegantes. Más arrib a
m e re fe rí a las d iferen tes especies de tiburones y a su
arrojo.
Las
m o rs a s 64 son anim ales m ari- 50
nos. En los p rom on torios y rocas saleLa s morsas, las
,
ballenas y las
dizas em iten una especie de grito de
focas
m al agü ero y un profu n dísim o b ram i­
do. Es más, el que oye este bram ido no
tien e escap atoria y, al poco tiem po, m uere.
La ballen a sale del m ar y se calien ta al sol. En ca m ­
bio, las focas p refieren sa lir a la su p erficie cuando hay
oscuridad; aunque en realid ad duerm en en la playa al
m ediodía, fu era d el m ar. E sto ya lo sabía H om ero, y
en la O d is e a 65 presen ta a M en ela o exponien do a Telém aco y a P isis tra to cóm o descansan las focas en el pa­
saje en que el ca u d illo les cuenta los sucesos de Faros
y tod o lo re la tiv o al dios m arino P ro teo y a la p rofecía
que le hizo éste.
62
Sin identificar.
63
Se vuelve a h a b la r de ella en X V 2.
64 T rad ucim os p o r «m o rsa », p e ro la descripción que sigue c orre s­
ponde a la foca.
65
Od. IV 400.
36
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
51
E l s a lm o n e te
H e hablado antes 6t del salm onete.
Y lo que no d ije antes, lo diré ahora.
„
,
. . . .
En E leu sis es ven erad o p o r los in icia ­
dos y el m o tivo de esta ven eración es
doble: unos dicen que porqu e tiene tres
alu m bram ien tos al año, y otros que porqu e se com e a
la lieb re de m a r 67, que es m o rtífe ra para el hom bre.
P ero quizás vu elva a h ab lar del salm onete.
52
Los calam ares, el pez golon d rin a 68
y el pez v o la d o r 69, cuando están asusPeces v o la d o re s
.
,
i
r··
i
T
tados, salen a la superficie y vuelan. Los
calam ares p o r m ed io de sus alas b rin ­
can y se levantan a una gran altu ra y
se trasladan en com pactas bandadas a m anera de aves.
M as las golondrinas tienen un vu elo más raso. Y los pe­
ces vo la d ores se levantan tan poco sobre la su p erficie
del mar, que es d ifíc il saber si nadan o vuelan.
, ,
53
P eces en
fo r m a c io n e s
Al parecer, los peces vagan y se m ue­
ven, unos en fo rm a ción com pacta, co,
.
,
ηΊΟ tro P as de anim ales o agrupaciones
de h oplitas que m archan en h ileras y
falanges; otros nadan en colum nas o r­
denadas, y otros p odríam os decir, en com pañías. Los
hay que se agrupan p o r docenas y nadan ju ntos de este
m odo In clu so hay algunos que nadan en parejas y otros
que se quedan en sus guaridas y en ellas pasan la vida.
66
Cf. II 41.
67
Traducim os p o r «lie b re de m a r» la p ala b ra griega la gó n del tex­
to, pero esta liebre es ei D io d o n h is tr ix o pez erizo que, com o todos
los diodóntidos, se infla com o un g lo b o al tocarlo.
68
Se llam a tam bién cuclillo. Pertenece a la fam ilia de los trígli-
d os y su n om bre científico es T rig la h iru n d o .
69
El pez v o la d o r es el E x o c o e tu s v o lita n s .
37
LIBR O IX
D iv e r s o tra to
los a n im a le s
M e he en tera d o de que los pastores 54
con experien cia, cuando qu ieren conse.
,
,
,
,
a
£u ir <lue el Banado engorde, les quitan
los cuernos; Y cuando qu ieren estim u ­
la r el a p etito sexual de los m achos ca­
bríos, les ungen las n arices con p erfu m e e, incluso, sus
barbas. Pero, p o r otra parte, cohíben su excesivo a p eti­
to atando una cuerda de lino en la parte central del rabo.
A ristó teles 70 dice que las yeguas m alparen, si, du­
rante algún tiem po, huelen una m echa de lám para apa­
gada. H e o íd o tam bién que se ha ideado el siguiente ex­
pediente para im p ed ir que los perros dom ésticos huyan:
m iden la cola con una caña, que untan luego con m ante­
ca, la cual dan lu ego a la m er al perro. Y dicen que se
quedan en casa com o atados.
H e aquí otras características del pe- 55
rro. N o ladran si uno se acerca a ellos
C ó m o m a n te n e r
c a lla d o s a los
. .
,
,
,
.
,
su jetando ía cola de una com adreja;
a n im a le s
mas después de h aber co rta d o la dicha
'V '
cola de la com a d reja cazada, hay que
d eja rla m arch ar viva. Un b u rro no rebuzna, si se ata,
según dicen, una pied ra a su cola.
En el estío, cuando el ca lo r del sol 56
E l e le fa n te
está en su apogeo, los elefan tes se dan
,
, .
unos a otros una capa espesa de barro
que los refresca y les es más agrad ab le
que una casa som breada p o r una cu e­
va p rotegid a p o r árboles y ramas. Estos anim ales siguen
m uy bien la pista con el o lfa to, pues tienen pen etran te
p ercep ción de los olores. Cam inan sucesivam ente, y el
p rim ero (pues m archan en fila ) se a p ercib e de la h ierba
que pisa y, con jetu ran do p o r el aplastam ien to del cés­
ped que p o r a llí pasaron hom bres, arranca la hierba,
70
H ist. A n im a l. 604b30.
38
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
dándosela a o le r al de atrás y éste al que vien e después,
y esta cesión (así p o d ría llam arse) re co rre toda la fila.
Y cuando llega al que es el je fe , éste lanza un gran ba­
rrito y todos, com o soldados que obedecen una orden,
se dirigen después a los va lles y espesuras de las m on­
tañas, a las m arism as bajas o a las partes llanas, cu­
b iertas de tupidos arbustos. Y evitan todo te rr ito r io holla d ç p o r el hom bre, pues consideran a éste com o su
p eo r enem igo.
Cuando les faltan pastos, unos arrancan raíces y se
las com en y o tros se m archan en busca de fo rra je . Y
el p rim e ro que encuentra lo que busca regresa, y llam a
a sus com pañ eros y los conduce hasta el lu gar de su
hallazgo.
L o s peces en e l
„
i
in v ie r n o y en la
p r im a v e r a
En el rig o r del in viern o, cuando las
olas del m ar se em b ra vecen y soplan
,
r
· i
*
i
los vien tos con tu erza y
violen cia, los
J
peces tem en a su n ativo y q u erid o mar.
Y
unos amontonan con sus
na y, cu brién d ose con ella, se calientan; o tros %e en ro­
llan bajo una roca y gustan de reposar, resgu ardados
del frío, en su abrigo; otros, refu giá n d ose en los recove­
cos del m ar, abajo en lo profu n do, se libran de la a gita ­
ción de arriba, pues dicen que la vio len cia del olea je
no es tan grande ni golpea tanto en las p rofu n didades
d el mar.
Cuando com ien za la prim a vera, el cie lo se hace ra­
diante, las plantas em piezan a ech ar hojas y los prados
se van cu brien d o de su natural verd o r, los peces se dan
cuenta de que e l m ar está sereno y tran qu ilo, y ascien­
den, y saltan, y se acercan nadando a la costa com o si
vin ieran de un la rgo viaje.
39
LIBR O IX
.
, .
L a lo n g e v id a d
d e l e le fa n te
Tres son, al parecer, los anim ales 58
que, de pequ eñ ísim os que son al nacer,
,
,,
.
,
,
se hacen grandísim os: de los acuaticos,
el cocodrilo; de los volátiles, el avestruz,
y de los cuadrúpedos, el elefante. Y Ju­
ba dice que su padre poseía un elefan te lib io viejísim o
que rem ontaba a sus antepasados, y que T o lo m eo Filad e lfo tenía un elefan te etíope, el cual tam bién v iv ió m u­
chos años y, en parte, p o r c o n v iv ir con los h om bres y,
en parte, p o r los ejercicio s de adiestram ien to, lleg ó a
ser ben ign ísim o y m ansísim o. Juba cele b ra tam bién
a un elefan te indio, p rop ied a d de S eleu co N icáto r, y d i­
ce* adem ás, que so b re vivió a la hegem onía de los Antíocos 71.
:
PfiCfií
tTtQV
,
q u e d esovan e n
T od os los peces que disponen de un 59
río o de una
laguna cercanos al mar,
que
es
su
m
edio
natural, cuando tienen '
^
qu e desovar,
abandonan nadando el
agua salada, para lo cual aprovechan
el m om en to en que las olas están en calm a y nada a gita ­
aguas d u lce s
das o golpeadas p o r el viento. La calm a de las aguas
d el río o del lago con tribu ye fa vo ra b lem en te a re cib ir
la fre za y a p reserva r a los p ececillo s de tod o daño y
de todo ataque p o r muchas razones, pero, sobre todo,
p o r la ausencia o escasez de alimañas, pues los ríos y
lagunas suelen ten er esta p rerrog a tiva . P o r esto, el Pon­
to E u xino es abundante en peces, porqu e no ha a p ren d i­
do a c ria r criatu ras salvajes. C ría focas y delfines, pero
pequeñísim os, y los peces están aquí p ro teg id o s de to­
dos los o tro s anim ales dañinos.
71
Seleuco N ic á to r reinó dei 312 al 280 a. C.; Antíoco I, del 280
al 269 a. C.
40
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
60
Las agujas de m a r 72, que son del­
gadas y no tienen m a triz para a lb erga r
el feto, no pueden so p o rta r el aum ento
de tam año de las crías en el cu erpo y
revientan; así que no realizan la fu n ­
ción del parto, sino que expelen a sus hijos.
61
D icen que el ra stro y señales de la
m ord ed u ra del áspid no son, en abso­
L a m o rd e d u ra
luto, aparentes o fá c ile s de advertir. Y
in v is ib le d e l
ésta
es la causa, según he averigu ado,
á spid
que el veneno de este re p til es fo ríís im o y se difu n de con suma rapidez. Así, e l áspid in ocu la
el veneno y éste no se detiene, sino que, p o r los conduc­
tos in teriores, se desliza den tro del cuerpo, desaparece
de la vista y de la p iel ante la m irada^de uno y avanza
p o r dentro. E sto explica que la m u erte de C leop a tra no
fu ese ad vertid a p o r los com pañ eros de Augusto ense­
guida, sino tarde, cuando viero n dos puntitos d ifíc ile s
de a p re cia r y descubrir, m ediante los cuales se reveló
el enigm a de su m uerte, adem ás se vieron señales del
rastro del áspid, que eran evidentes para los que tenían
con o cim ien to de los m ovim ien tos de estos reptiles.
62
S ien d o agorán om o en las fiestas Pan a te n e a s 73 P o m p eyo R u fo, un mance-
/WMCU
M
u e r t et? U£
de Mr!
un
e n c a n ta d o r de
i
j
«
,
T
«
t
,
bo de b o tlca de los <lue crian serpiens e rp ie n te s
tes para exh ib irla s en esp ectácu los y
que estaba rod ea d o p o r o tros m uchos
com pañ eros de p rofe sión a p licó a su b ra zo un áspid pa­
ra d em ostra r su p ericia y fue m ord ido. Después, con
72
S y n g n a th u s acus. Son peces a largad o s, delgad o s y a corazad os
que nadan m al, con el hocico tubuliform e, sin aletas ventrales. Las
h em bras incuban la puesta en una bo isa ventral.
73
E stas Pan ateneas son el Q u in q u a tru s rom ano, festiva] c ele b ra ­
do en m arzo. Pom peyo fue cónsul en el 88 a. C. y colega de Sula.
41
LIBR O IX
la boca chupó el veneno. C om o no pudo tra ga r rápid a­
m ente agua, pues no ia tenía, ya que la va sija que esta­
ba p reparada para el caso había sido derram ada a tra i­
ción, y co m o no había hecho d esap arecer el veneno con
el lavado y enjuagándose a fondo, m urió, según creo,
a los dos días sin su frir d o lo r alguno, si bien poco a
poco el veneno pu drió sus encías y su boca.
Cuando la p rim a vera está en su apo- 63
geo y la tierra se cu bre de flores, los
anim ales se llenan de im pulso a fro d i­
síaco y desean celeb ra r sus bodas, y los
que habitan las m ontañas o el m ar y
los que vuelan en el aire anhelan em parejarse unos con
otros. Algunos peces frezan en la arena m anteniendo sus
huevos unidos fo rm an d o una masa, y otros, al nadar,
sueltan gran can tidad de huevos, m uchos de los cuales
L °u c ó p a la
los devoran los peces que vienen detrás. En reaiidad,
los m achos encabezan la form ación , van derram an do le­
cha y las hem bras que les siguen abren la boca para
tra ga rla in saciablem ente. Y en esto consiste su cópula.
D ije más a rrib a que algunos peces cohabitan con las
hem bras y las cuidan, y que, en ciertas especies de pe­
ces, se enciende una especie de rivalid ad am orosa.
D ice A ristó teles 7\ d íjo lo antes que 64
é l D e m o c r ito ” y, en tercer lugar, lo
AgU(elntaJ en
d ice T e o fra s to 76, que los peces no se
nutren de agua salada, sino del agua
dulce qu e está m ezclada con la del mar.
Y com o en cierta m anera p arece in creíb le, q u erien do
el h ijo de N ic ó m a c o co rro b o ra r lo dicho con hechos fe ­
hacientes, a firm a que en todo m ar hay una cierta canti74
H ist. A n im a l. 5 9 0 a 18.
75
D i e l s - K r a n z , vol. I, pág. 295; vol. II, pág.
76
T e o f r a s t o , Caus. P la n t. V I
10, 2.
126.
42
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
dad de agua potable y lo prueba de la siguiente manera:
si uno fabrica una vasija de cera hueca y fina y la deja
caer vacía en el mar, atándola de m anera que pueda
ser izada cuando se la
levanta,al cabo de una noche
y un día aparece llena
de agua dulce y potable. Tam ­
bién Empédocles de A crag a n te 77 dice que hay agua
dulce en el mar, aunque no a todos resulte esto eviden-,
te, y que sirve de alimento a los peces. Y apunta que
este endulzamiento del agua obedece a una causa natu­
ral que podréis aprender en su obra.
65
. . .
L o s in ic ia d o s se
á b s tien e n de
,
Dicen que los iniciados en los mis·
.
.
,
,
los las dos diosas
no se avienen
c o m e r c ie rto s
a comer cazón. Pues no es alimento pup eces
ro, ya que este pez pare por la boca.
Mas dicen algunos que no es esto lo que
hacen, sino que, cuando las crías temen el ataque de
algún enemigo, la madre las esconde tragándoselas y;
cuando ya ha pasado el peligro, las vomita vivas. Estos
mismos iniciados se abstendrán de gustar el salmonete
y lo mismo haría la sacerdotisa de la H era de Argos.
Y o sé que las razones de esto las he explicado más
arriba 78.
66
,
C o p u la de la
v íb o ra y la
N o me olvido de que en capítulos
anteriores 79 me he referido al ayunta,
,
„
,
,
miento de ía víbora y la murena, como
m u re n a
lo realizan saliendo ésta del mar y aqué­
lla, reptando, de su cubiK Pero voy a
decir ahora lo que entonces omití. Cuando la víbora se
dispone a copular con el pez, para parecer tierna como
conviene a un novio> vomita y expulsa el veneno y luego
77
Fr. 6 6 D i e l s - K r a n z .
78 Cf. cap. 51.
79 Cf. I 50.
LIBR O IX
43
con un lige ro silb id o llam a a la novia, com o si ejecutase
una esp ecie de him en eo prenu pcial. Cuando ya han rea­
lizado los ritos am orosos, la m urena se d irige al mar,
y la víb ora , después de v o lv e r a tragarse el veneno, se
d irig e a su habitual m orada.
LIBRO
S IN O P S IS
1.
L o s celos de un elefante.
2,
A cop lam ien to de los peces en distintas estaciones.
3.
L as cam elias.
4.
L as ovejas de A ra b ia .
5,
6.
L a b a b o s a (a re ío n ).
7.
C óm o cocer los salm onetes.
L a s c aba lla s del Ponto.
8.
E l delfín y su prole.
9.
L a víbora.
10.
D o m a de elefantes.
11.
Peces ruidosos.
12.
L a carne del elefante. Su grasa.
13.
L os anim ales de A rabia. L as perlas.
14.
E l gavilán.
15.
16.
E l cerd o en Egipto.
17.
A ñ oran za del elefante p o r su tierra natal.
18.
E l descanso del carnero.
19.
Los p h á g ro s y los m eotas.
E l escarabajo.
20.
M olusco s del M a r Rojo.
21.
L o s c ocod rilos en O m bos y Ap o lo n ó p olis.
22.
E l buitre.
23.
Los escorpiones de Copto.
24.
E l cocodrilo, perseguido en T entira y venerado en Copto.
25.
L os «c a r a de p e r ro » o k y n o p ró s o p o s .
26.
E l lobo. A m a d o p o r Apolo, d e s c u b rid o r de un ro bo sacrilego.
27.
L a vaca y A fro dita.
28.
E l asno y el antílope, objeto de antipatía en Egipto.
29.
E l ibis.
30.
E l cinocéfalo.
31.
E l áspid th e rm ú th is .
48
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
32.
El «a c a n to » y el aegithu s.
33.
L a tórtola.
34.
La golondrina, anim al om inoso.
35.
La
36.
El cisne.
37.
La
38.
El pulp o y
39.
El leo p ard o á m p e lo s .
perdiz.
lechuza,
ave ominosa.
la langosta.
Peces negros en el río L usias.
40.
Los cuernos de los asnos de Escitia.
41.
É u po lis y su perro.
42.
L a h orm iga y la avisp a llam a d as laértes.
43.
Peces cogidos después de las inundaciones del N ílo .
44.
N o m b re s de distintas cigarras.
45.
El p e rro venerado en Egipto.
46.
El pez «o x irrin c o ».
47.
El ik n e u m cm .
48.
H isto ria de Pin dó y la serpiente.
49.
C laro, libre de anim ales dañ in os p o r volu n ta d de Apolo.
50.
Sacrificio s a A fro dita en Erice.
L o s c e lo s de
íi
Dicen que el elefante rara vez se ena­
mora, pues es continente, como antes
,
...
,
~,
he dicho .
Conozco,
sin embargo,
el
.
° ’
sentimiento amoroso de los elefantes,
que es digno de admirarse. Lo que he
averiguado es lo siguiente.
u n e le fa n te
Cuenta en su relato una persona, experta en la caza
de estos animales, que obtuvo permiso del em perador
romano y fue enviado a una cacería, organizada a la
manera habitual de los mauritanos. Una hem bra joven
y dotada de lo que ellos consideran gentileza se acercó
a un elefante joven y hermoso. Entonces, otro más vie­
jo, no sé si consorte o amante de la antedicha hembra,
considerándose menospreciado, se enfureció. E inflam a­
do en cólera violenta se puso en marcha, llegó hasta
el elefante joven y hermoso y, cayendo sobre él, entabló
combate, como si se sintiera dolido por causa de una
novia o amante. Y hasta tal punto se trabaron entre sí,
que sus colmillos salieron malparados. Ninguno de los
dos venció, sino que los cazadores los separaron lanzan­
do proyectiles contra ellos, porque los animales, priva­
dos de sus defensas, no les eran de utilidad alguna.
El combate amoroso de los enamorados elefantes, que
se había mantenido indeciso hasta el final, acabó de es­
ta manera; y Paris fue arrastrado por Menelao y estuvo
a punto de ser estrangulado por el barboquejo del yel­
mo, y el hijo de Atreo
1 Cf. V I I I 17.
50
HISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
lo hubiera llevado a rastras y hubiese o b ten id o g lo ria
[in m en sa z,
si no se hubiera roto el barboquejo y le hubiera aparta­
do de la ignominiosísima y cobarde contienda la hija
de Zeus y de Dione \ El cobarde se alejó para ir a
acostarse con la adúltera.
Parece que no todos los peces dan
rienda a su apetito sexual en la misma
A c o p la m ie n t o de
los peces e n
.,
i.
.
,
estación, sino que unos realizan la cod is tin ta s e s ta cio n e s pula en primavera, otros sienten el im­
pulso en el verano, otros en el otoño
y algunos se entregan a dicho menester a lo largo del
invierno. La mayoría descansan después de su desove
anual. Aunque me han dicho qué la lubina desova dös
veces -y dicen que el salmonete lleva el nom bre de trtglë
porque lo hace tres veces.
Heródoto d ic e 4 que las camellas
tienen en los remos traseros cuatro
L a s c a m e lla s
coyunturas y otras tantas rótulas y
que sus genitales, situados entre las
patas traseras, están orientados en di­
rección de la cola.
Heródoto d ic e 5 que las ovejas de
los árabes tienen rabos desacostumbraLas o v e ja s
de A ra b ia
,
,
' en comParacion “ e ^as demas. E s­
te mismo autor nos enseña que hay dos
especies de ovejas arábigas, unas que
tienen rabos larguísimos, como que si se les miden, al­
canzan no menos de tres codos, y si uno permitiera a las
2
H o m e r o , //. III 373.
3
O sea, Afrodita.
A
H e r ó d o t o , III 103.
5
Ib id ., 113. Tam bién el L icen ciado G e r ó n i m o
de
H u e r t a , en sus
A n o ta c io n e s a P lin to (V III 48), h ab la de estas ovejas o carneros. Dice:
LIBR O
X
51
ovejas arrastrar sus rabos, se llenarían éstos de llagas
en el roce con el suelo. Los pastores no pueden hacer
otra cosa, sino proveerse de unos carritos destinados
a sostener los rabos de estos animales y protegerlas,
asi de las heridas. Pero dice que las otras ovejas tienen
colas anchas y que su anchura es de un codo.
, f
L a babosa
(« a re t o n » )
Los caracoles 6 saben que son enemigos suyos las perdices y las garzas
,
.
,,
huyen de ellas; por eso, no veras ca­
racoles arrastrándose donde aquellas
aves hacen su vida. Pero los caracoles
llamados arciones 7 engañan y burlan, con una astucia
connatural, a las mencionadas aves. Pues saliendo de
las conchas que les ha dado la Naturaleza, comen sin
preocupación alguna, mientras las aves que he dicho se
abaten sobre las conchas vacías, como si fueran los cara­
coles mismos, y al no encontrar nada dentro, se apartan
de ellos como de cosa inútil y se van. Mas los caracoles
regresando se meten de nuevo en su propia casa, sacia­
dos de hierba y sanos y salvos gracias a la emigración
que engañó a las aves.
Y
«E n A r a b ia se crían dos géneros (de c a rn e ro s ) de a dm irable form a: unos
tienen las c olas de tres codos de largo, y otros de un codo de ancho.
De estos hemos visto algun os en E sp añ a y los llam an de cinco cuartos
porque tienen tanto en la cola com o en un c uarto del c u e rp o .» T a m ­
bién en C e r v a n t e s , en L a ilú s tre fre g o n a {cd. de S c h e v i l l y B o n i l l a ,
N o v e la s e je m p la re s, tomó II, M ad rid , 1923, pág. 323), se dice: «lo s carñ eros de B e rb e ría ordinariam en te tienen cinco cuartos y cuan do los
tales carn eros se cuartean, tanto vale la cola com o cu alq u ier cuarto.
Si el testim onio de H u erta que dice: 'de estos hemos visto algun os
en E sp añ a', no es jocoso, no hay p o r qué d u d a r de los testimonios
de H eródoto, de Plinio y de E lia n o ».
6
El a re ío n a que se refiere E lian o es ¡a babosa.
7
Es una ba b o sa llam ada p o r la ciencia A r io n e m p ir ic o r u m .
52
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
Parece que las caballas del Ponto
imitan al rey de los persas, que pasa
La s c a b a lla s
del P o n to
, .
,
r-,
invierno en Susa y el verano en bctabana. En efecto, estos peces hibernan
en la región que llaman la Propóntide,
puesto que este territorio es cálido; pero, en el verano,
viven cerca de Aegíalo 8, pues dicho mar les proporcio­
na brisas suaves.
M e he inform ado de que los cocine­
ros que conocen a la perfección su ofiCóm o cocer
lo s s a lm o n e te s
,
,
cuando quieren que ios estomagos
de los salmonetes no se abran al cocer;
besan sus bocas. Y dicen que si hacen
C1° ’
esto, los peces permanecen intactos.
El delfín hembra tiene mamas como
/
su e
prole
las mujeres y amamanta a sus crías con
leche abundante y copiosa. Nadan en
grupo, distribuidos según la edad. A la
cabeza se colocan ordenadamente los jó ­
venes y tiernos. Tras ellos nadan los adultos; pues el
delfín es un animal amante de su prole, afectuoso y preo­
cupado por ella, y para protegerla, como soldados dis­
puestos en falanges, unos van con la primera línea, otros
con la segunda y otros con la tercera: los jóvenes nadan
al frente, les siguen las hem bras y, en la cola/están los
El d
machos vigilando y guardando la actividad natatoria de
la prole y de sus consortes. Ante esto, ¿que diría, oh
noble Homero, Néstor, al que tú proclam as el táctico
más experto de los de su época?
8
C iu d a d s it u a d a e n la c o s t a de P a f la g o n i a .
9
C f. H o m e r o , //. I I 5 55 ; I V
293-309.
LIBR O
53
X
Hay quien dice que la échis es diferente de la échidna, pero esta d il erenλ α v íb o ra
. .
,
,
cia reside en el sexo no en su naturale­
za, pues la prim era es macho y la se­
gunda hembra. Pero otros creen que son
diferentes en naturaleza: la una pertenece a determina­
da especie, y la otra, a otra diferente. He oído decir a
algunos que los que han sido mordidos por la échis pa­
decen convulsiones, pero no, los mordidos por la é ch id ­
na. Otros dicen que la m ordedura de la échid na es blan­
ca, mientras que la m ordedura de la échis no es así,
sino morada. Nicandro afirm a que, después de morder
la échis, quedan bien visibles las señales de dos colmi­
llos; pero que si muerde la échidna, las señales son más
numerosas.
9
Merece contarse lo que hacen los
hombres, después de una afortunada ca-
10
D o m a de
e le fa n te s
.
.
r
.
cena de elefantes, para am ansarlos y
domesticarlds. Primero, los conducen
atados con cuerdas a un bosque poco
distante de la zanja en la que los cazaron sin perm itir­
les ni avanzar, ni pararse, ni retroceder. Después, suje­
tando a cada uno a un árbol altísimo, a una distancia
medida, de manera que no puedan ni saltar hacia delan­
te ni retroceder mucho, aunque dejándoles libertad pa­
ra brincar y enfurecerse, con la abstinencia y el hambre
se quebranta su vigor y fuerza y gradualmente, amino­
ran la rigidez de su espíritu, de suerte que olvidan la
fiereza hasta entonces indomable y abandonan su pri­
mitivo humor. Se acercan entonces los tratantes en es­
tos animales y les ofrecen comida en la mano; y ellos,
apremiados por la necesidad, la toman sin hacerles da­
ño y les dirigen unas miradas dulces y cansinas.
Pero los que son extremadamente fuertes y crecidos
rompen las ataduras y arrancan los árboles con las pun-
54
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
tas de sus colmillos y con las trompas, e incluso hacen
pedazos a algunos a causa de su acometida y por caer
sobre ellos; pero al cabo de mucho tiempo se amansan
ya por el hambre, a veces mediante alimentos que les
resultan agradables y a veces por medio de la aguijada.
Durante el período de domesticación, el alimento apro­
piado para estos animales son hogazas muy grandes, ce­
bada, higos pasos, pasas, cebollas, ajos, grandes cantida­
desde miel, brazadas de ramas de lentisco y de palm era
y de hiedra y toda clase de materia comestible y fam i­
liar a ellos, y, por ende, aceptada por ellos.
Cuantos condenan al silencio a todos
los peces sin excepción son desconoceΡρΓρς
dores de su naturaleza. Y a que algunos
silban y otros gruñen. La lira i0 gruñe
y también el verrugato y el capro ",
como dice Aristóteles lz. La dorada silba; el cuclillo imi­
ta la voz del ave homónima y emite un sonido parecido.
L a ca rn e d e l
e le fa n te. S u grasa
El elefante tiene la apariencia de un
montón de carne y es enormemente
,
,
grande; pero su carne no es comestible,
a excepción de la trompa, los labios de
su boca y el tuétano de los colmillos.
Al parecer, la grasa del elefante es sumamente aborre­
cible a las criaturas venenosas, porque si uno se frota
con ella o la pone en combustión, aquéllas huyen a gran
distancia.
10
Q uizás se trate del pez tríglid o T rig la lyra. Efectivam ente, este
pez utiliza los tres rad ios p rim e ros de las aletas p ectorales p a ra andar,
prod u cien d o ruidos, com o un gruñido, rozan do los huesos de los opérculos unos con tra otros.
11
Sin identificar.
12
ífis t. A n im a l. 5 3 5 b i 7.
LIBR O
L o s a n im a le s
de A ra b ia . L a s
55
X
La variedad de colores y de formas 13
de los animales de A rabia es capaz de
.
,
.
.
Poner a Prueba a cualquier pintor; y no
p e rla s
sólo si se trata de animales poderosos
y nobles, sino también de criaturas in­
significantes, como las langostas y las serpientes, por­
que las manchas que tachonan la piel de éstas se pare­
cen al oro. Los peces que tienen una coloración todavía
más espléndida producen pasmo al contemplarlos. Y las
ostras del M ar Rojo no carecen de este esplendor, pues
están rodeadas por unas franjas de tonos rojizos, y di­
rías al verlas que, con la mezcla de colores, imitan al
arco iris, habiendo pintado en ellas la Naturaleza ban­
das paralelas. Y la perla, tan celebrada entre los fatuos
y adm irada por las mujeres, es un producto del M ar
Rojo, y cuentan la m aravillosa historia de que se origi­
na cuando los relámpagos se reflejan en las valvas
abiertas.
Estas conchas, que son las madres de las susodichas
perlas, se cogen cuando el tiempo es bonancible y la
m ar está en calma. Los buscadores las cogen y arran­
can las perlas que enhechizan el ánima de los lascivos.
Y acaece que, en una concha grandísima, se puede en­
contrar una perla pequeña, y una grande, en una con­
cha pequeña; y que tal concha carece de perla* otra tan
sólo tiene una y hay muchas que albergan muchas. Hay
quienes dicen que en una sola concha se crían hasta
veinte perlas.
Ahora bien, la concha es la carne y estas perlas se
adhieren a ella como una espina. Si se abre la concha
antes de tiempo o sea, antes de que el nacimiento sea
completado, se encontrará carne, más no contendrá el
objeto que se persigue en la búsqueda. L a perla se pare­
ce, en verdad, a una piedra que se ha ido endureciendo,
y no es propio de su naturaleza contener ni retener ni
siquiera la menor cantidad de humedad. A los trafican-
56
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
tes y a los compradores parécenles las más bellas y esti­
mables las muy blancas y las grandes, y no pocos que
viven de este negocio han llegado, ¡por Zeus!, a hacerse
ricos.
N o ignoro tampoco que, arrancadas estas piedras y
liberadas las conchas que han entregado el susodicho
codiciado objeto como rescate por su propia vida, vuel­
ven a producirlo de nuevo. Y si la ostra que cría la per­
la muere antes de ser extraída ésta, se dice que, junta­
mente con la carne, se pudre y perece la perla.
La Naturaleza le ha dado una superficie lisa y perfec­
tamente redonda, pero si alguien, recurriendo a medios
artificiales, pretende redondear y alisar a una perla a
la que la Naturaleza no hizo redonda, queda burlado
en su propósito, pues no se aviene a ello y genera rugo­
sidades, denunciando así que se está atentando contra
su belleza.
Parece que los egipcios consideran
al gavilán como ave consagrada a Apo­
lo y lo llaman, en su propia lengua, el
dios «H o ru s». Consideran a estas aves
dignas de admiración y tienen razón
cuando dicen que son propiedad de dicho dios, porque
los gavilanes son las únicas aves que miran de hito en
hito a los rayos del sol sin esfuerzo y sin sentir molestias, y, cuando remontan el vuelo a una altura elevadísima, la divina llama no las ofende lo más minímo. Ade­
más, quienes lo han visto dicen que el gavilán vuela al
revés, como quien nada de espaldas, y de esta m anera
mira al cielo y al sol qué todo lo ve con completa con­
fianza y sin recelo.
Es enemigo implacable de serpientes y animales ve­
nenosos. En efecto, no hay serpiente ni escorpión ni nin­
guna otra criatura de índole dañina que le pase inad­
vertida. N o prueba frutos ni semillas, sino que disfruta
j :·
y,
LIBR O
57
X
devorando carne, bebe sangre, alimenta a sus polluelos
con dichos manjares y es, en grado sumo, lujurioso.
Si se acerca un hueso de su pata a un pedazo de
oro, atrae a éste y lo arrastra hacia sí con un misterioso
hechizo y le persuade a seguirlo, como, según dicen, la
piedra de H eraclea 13 hechiza de alguna manera al hie­
rro. Dicen los egipcios que el gavilán dilata su vida has­
ta los quinientos años, pero no me convencen. Mas yo
cuento lo que he oído. Dicen que Hom ero parece aludir
a que el gavilán es amado del hijo de Zeus y de Leto
cuando a fir m a 14:
Y se en ca m in ó hacia las cu m b res del Ida, sem e­
jante a un raudo gavilán, asesino de palom as...
E l e sc a ra b a jo es un insecto q u e no 15
tiene hem bra y deposita el semen en la
E l e s ca ra b a jo
t
i
pelota que hace rodar. Despues de ha­
cer esto y calentar la pelota durante
veintiocho días, al día siguiente alum ­
b ra a su prole. Los guerreros egipcios llevan grabados
escarabajos en sus anillos, queriendo significar con es­
to el legislador que los que luchan por el país deben
ser siempre y por todos los medios hombres, ya que el
escarabajo no participa de la naturaleza femenina.
r,,
, .
La cerda, en su insaciable glotone- 16
ría, no perdona ni a sus propios hijos;
E l c e rd o
c . .
en E g tp to
,
,
es mas, si se en cuen tra con el cuerpo
de un hombre, no se abstiene de él, si­
no que lo devora. Por esto, los egipcios
aborrecen a este animal por im puro y por omnívoro.
Y los hombres inteligentes suelen preferir a los anima-
13
L a m a g n e t it a .
'«
II.
XV 237-8.
58
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
les de benigna condición y que poseen una cierta dosis
de moderación y respeto.
P or ejemplo, los egipcios llegan a prosternarse ante
las cigüeñas, porque estas aves cuidan y respetan a sus
padres cuando son viejos. Estos mismos egipcios respe­
tan a las ocas de Egipto y a las abubillas, porque las
primeras son amantes de su prole y las segundas son
piadosas con sus progenitores.
Y
yo he oído que el egipcio Manetón, varón que al­
canzó la cumbre de la sabiduría, dijo que la persona
que prueba la leche de cerda se llena de erupciones es­
camosas y de lepra; y en verdad que los asiáticos abo­
rrecen estas enfermedades. Y los egipcios creen que la
cerda es el ser más abom inable para el sol y para la
luna. Y así, cuando celebran sus fiestas en honor a la
luna, le sacrifican cerdos una sola vez al año, pero en
ninguna otra ocasión se avienen a sacrificarlos ni a ella
ni a ningún otro de los dioses. Pero los atenienses, en
los misterios, sacrifican cerdas, y con toda razón, por­
que perjudican a los cereales y, saltando con frecuencia
sobre las cañas jóvenes del trigo, rompen algunas antes
de que maduren y a otras las arrancan hozando. Eudo- ,
xo dice que los egipcios se abstienen de sacrificar a lös
cerdos porque; cuando está sem brado el trigo, introdu­
cen en el campo las piaras y estas piaras pisotean el
terreno húmedo, con lo cual introducen más la semilla,
de manera que conserva su fertilidad y no es arrebata­
da por los pájaros.
Cuando se arranca a los elefantes
del territorio al que están acostumbrad ° s Y se ^es domestica, prim ero, mediante la cautividad y el hambre, y des­
pués, alimentándoles con alimentos va­
riados, jam ás puede lograrse desterrar de su memoria
la añoranza del país que los crió. En efecto, la m ayoría
etefarue^or^u
tie rra n a ta l
LIBR O X
59
de ellos mueren de sentimiento y algunos, a fuerza de
llorar a torrentes y con lágrim as incontables, llegan a
perder la vista. Se los em barca utilizando un puente,
en cada uno de cuyos lados hay elevadas ramas recién
cortadas y cubiertas de hojas y todo otro tipo de ramaje
verde extendido, para engañarles e impedirles ver el mar.
Al encontrarse los elefantes con todos estos dispositi­
vos, se imaginan que caminan aún por tierra firme. El
agua cercana a la tierra, de la cual tienen que partir,
es somera y poco profunda y los barcos de carga están
distantes, y, por esto, es preciso el puente y la inven­
ción de un ardid realizado con ramas y con la maleza,
como hemos dicho.
Tengo oído que el carnero, durante 18
los seis meses de invierno, reposa y
E l d escan so
,
, , ,
,
,
.
.■ .
, ,
duerme del lado derecho cuando le sordet c a rn e ro
prende y domina el sueño; pero, duran­
te el equinoccio de primavera, descan­
sa en posición contraria y se echa sobre el lado izquier­
do. Así que en cada equinoccio el carnero cambia su
manera de reposar.
;
Los^ «p h á g r o s » y
los m e o ta s
Los habitantes de Sicne consideran 19
sagrados a los peces llamados phár
is
los de la ciudad llamada Eleb
J
fa n tin a dicen lo m ism o de los
«m eotas» l6. También éstos son una es­
pecie de peces; H e aquí el origen de la veneración que
ambos pueblos tributan a cada especie. Cuando e l 'Nilo
está a punto de crecer y desbordarse, estos peces se ade­
lantan nadando, como si anunciasen la llegada del agua,
y alegran el espíritu atribulado de los egipcios con pla15
Segú n
D 'A r c y
T h o m p s o n , G lossa ry o f Greek.
Fishes, Londres,
1947, pág. 274, p h á g ro s no es el P a g ru s v u lg a ris (p a rg o ) de I X 7.
16
N o identificado.
60
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
centera esperanza, porque son los prim eros en com pro­
bar la llegada de la riada y en predecirla con un admi­
rable instinto natural. Además, los mencionados pueblos
acostumbran a añadir, en relación con el respeto a es­
tos peces> que nunca se devoran entre sí.
M o lu s c o s d e l
M a r R o jo
Parece que en el M ar Rojo existen
también otros moluscos cuyas conchas
.
.
.
no son *lsas» smo que tienen estrías y
oquedades 17. Éstas tienen bordes afila­
dos y, cuando se cierran, se encaja una
en otra, porque se engranan sus salientes como ocurri­
ría con los dientes de una sierra encajados en los de
otra. Y así, cuando sorprenden a un pescador nadando
y le muerden en alguna de sus partes, se la cortan, aun­
que en la parte m ordida haya un hueso, y cuando m uer­
den alguna articulación, la cortan igualmente, y es na­
tural, porque su m ordedura es sumamente cortante.
L o s c o c o d r ilo s en
O m b o s y en
Hay egipcios, como los ombitas, que
veneran a los cocodrilos; y así como no. ,
.
sotros consideramos a ios dioses olimA p o lo n ó p o lis
picos dignos de reverencia, así también
ellos a los dichos reptiles. Y cuando sus
hijos son arrebatados por ellos, los padres se alegran
extraordinariamente, y las m adres de los desdichados
están contentas y caminan orgullosas de haber engen­
drado hijos que sirven de comida y alimento a un dios.
P ero los apolon op olitas, que son parte de los tentiritas, cogen con red a los cocod rilos, los cu elgan en árbo­
les llam ados p e rs é a 18 (qu e son indígenas), los azotan
17
Parece que se trata de un m olusco tridácnido, que vive en los
a rre cife s coralinos, el T rid a c n a gigas. Son com estibles. Se com p rend e
la potencia de sus valvas, si se tiene en cuenta que tiene hasta 2 m.
de longitud y p esa 250 kg.
te Es el á rb o l egip cio
S c h im p e r i.
con ocido
en
bo tán ic a
por
M im u s ü p s
LIB R O
X
61
propinándoles toda clase de azotes y los magullan mien­
tras ellos gimen y lloran; finalmente, los descuartizan
y se los comen.
La gestación de este animal dura sesenta días y pone
sesenta huevos que incuba en otros tantos días. Tiene
otras tantas vértebras en la espina dorsal y dicen que
rodean su cuerpo sesenta tendones. Desova el mismo
número de veces, y vive sesenta años. (Yo no hago más
que repetir lo que dicen y creen los egipcios.) Se pueden
contar los dientes de este reptil, cuyo número es de se­
senta. Durante sesenta días al año permanecen quietos
en sus guaridas y se abstienen de comida.
Los cocodrilos están habituados a los ombitas y los
que están encerrados en los lagos hechos por ellos obe­
decen cuando les llaman. La gente les lleva las cabezas
de los animales sacrificados (pues ellos jamás probarían
esta parte del cuerpo), se las arrojan y los cocodrilos
se lanzan en torno de ellas.
En cambio, los habitantes de Apolonópolis odian al
cocodrilo porque dicen que Tifón tomó la forma de este
animal. M as ellos dicen que no es ésta la causa, sino
que un cocodrilo raptó a la hija del rey Psamético l9,
hombre extremadamente bueno y justo, y, por esto, en
memoria de este triste suceso, incluso las generaciones
posteriores odian a la raza entera de los cocodrilos.
Los vácceos (pueblo de Occidente)20
, ,
E l b u itre
ultrajan a los cadáveres de los muertos
r
. ,
. .
por enrermedad, ya que consideran que
han muerto cobarde y afeminadamen­
te, y los entregan al fuego; pero a los
que han perdido la vida en la guerra, los consideran
nobles, valientes y dotados de valor y, en consecuencia,
los entregan a los buitres porque creen que éstos son
19
P s a m m ín to puede ser corru pció n de P s a m m é n ito .
20
Se refiere a los vácceos habitantes del n oroeste de España.
62
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
animales sagrados. Y cuando Rómulo, en la colina del
Palatino, adivinó por el vuelo de doce buitres que tenía
un favorable augurio, imitando el núm ero de las aves,
decretó que los emperadores romanos deberían ir pre­
cedidos por un número de lictores 21 igual al de las
aves vistas entonces.
Los egipcios creen que el buitre es un ave consagra­
da a Hera, adornan la cabeza de Isis con plumas de b u i­
tre y, en los techos de los propileos, esculpen en relieve
las alas de unos buitres. Y a he dicho anteriormente m u­
cho sobre esta ave, pero no a este propósito.
23
L o s e s co rp io n e s
de C o p io
En Coptó, ciudad de Egipto, los egip­
cios rinden veneración a Isis con diver,
.
sos n t ° s' pero, sobre todo, con la ado­
ración y servicio que le tributan las mu­
jeres que están de luto por el marido,
po r los hijos o por los hermanos. H ay allí escorpiones
de tamaño grandísimo, de pinzas afiladísim as y peligro- >
sí simas en sus ataques (pues matan instantáneamente
cuando pican), y los egipcios recurren a innum erables
expedientes para protegerse de ellos. Pero las mujeres
de luto, aunque duermen en el templo de la diosa en
el suelo y caminan en él descalzas y tan sólo procuran
no pisar a los mentados escorpiones, resultan completa­
mente indemnes.
Estos habitantes de Copto veneran y consideran dio­
sas a las gacelas hembras, pero sacrifican a los machos.
Dicen que las hem bras son predilectas de Isis.
21
Lat.
fasces.
LIB R O
ez
c o c o d r ilo ,
.,
p e rs e g u id o en
T e n d ra y
63
X
El cocodrilo (a las cosas ya referi­
,
,
~
das sobre este animal hay que añadir
,
. ,
otras que yo he oído) es de condición
v e n e ra d o en C o p to tímida, dañino y gran malhechor. Se po­
ne en tensa alerta cuando quiere cap­
turar su presa, pero teme cualquier ruido, y se asusta
del fuerte griterío de los hombres y se aterroriza ante
aquellos que le atacan vigorosamente.
En efecto, los llamados «tentiritas», de Egipto, cono­
cen la manera más fácil de cazar este animal. La mane­
ra más eficaz de herirle es golpearle en los ojos, en las
axilas o en el vientre. El dorso y la cola son impenetra­
bles, porque están protegidos y, por así decirlo, arm a­
dos con escamosas placas que semejan tejas o conchas.
Los susodichos habitantes son tan tenaces en la perse­
cución de los cocodrilos, que su parte de río se mantie­
ne en la más profunda paz. Así se entregan confiados
a la natación y se divierten nadando. En cambio, no re­
sulta fácil mojarse los pies, ni seguro coger agua en el
territorio de Ombos, Copto o Arsínoe. Es más, no puede
uno caminar libremente y sin adoptar precauciones por
las márgenes del río. Pero los habitantes de Tentira ve­
neran a los gavilanes. En consecuencia, los que habitan
la ciudad de Copto, en su deseo de molestar a los últi­
mos, como enemigos que son de los cocodrilos, crucifi­
can a menudo gavilanes. Las gentes de Copto comparan
al cocodrilo con el agua y por esto le rinden veneración,
mientras que los tentiritas com paran al gavilán con el
fuego, y de aquí que le tributen adoración. Y alegan co­
mo testimonio * * * que el agua y el fuego no pueden mez­
clarse. Éstas son las maravillosas historias que cuentan
los egipcios.
64
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
25
Los «cara de
•
„o .
perro»
« kynoprósopos»
Después de a tra vesa r el oasis eg ip ­
cio, el v ia je ro se en cu en tra con un dila,, ,
,
tadisim o desierto, de siete días com pier
, .
„
,
tos. A lo la rgo d el cam in o que conduce
a E tio p ía y después de este desierto, v i­
ven unos hom bres, los kynoprósdpos 21. A l p arecer, v i­
ven cazando gacelas y antílopes, tienen la tez n egra y
cabeza y den tadu ra de perros. Y com o se parecen a este
anim al, es muy natural que haga aquí m en ción de ellos.
N o están dotados de habla, sino que dan gritos agudos.
De su m entón pende la barba, una barba com parab le
a la de los dragones, y sus m anos se term inan en uñas
m uy fu ertes y afiladas. T o d o su cu erpo está cu b ierto
de espesa pelam bre com o la de los perros. Son v e lo císi­
m os y conocen los lu gares que son inaccesibles: he aquí
p o r qué su captu ra presenta tantas d ificu ltades.
26
,
}
. . .
.
E l pescu ezo del lo b o es c o rto y esEl lobo. Amado
por Apolo
trecho. P o r eso, no es capaz de voíverd e s c u b r id o r de u n se y m ira siem pre hacia delante, y cuanro b o s a c rile g o
do q u iere m ira r hacia atrás, vu elve to­
do el cuerpo. Es el anim al de vista máspenetrante, com o que ve de noche, aunque no haya lu­
na. De aquí que este m om en to de la noche, en el qué
sólo él p o r el p riv ile g io de la N a tu ra leza puede ver, se
lla m e líco fo . Y yo creo que H o m e ro 23 llam a anfÜ ice a
la noche en la que los lobos se pasean viendo.
D icen que es am ado del sol y hay quienes a firm an
que el año se llam a «lic a b a n te » en obsequ io a este ani­
m al. Es fa m a que A p o lo se com place en é l y ha lle g a d o
a m is oídos la razón, que es del d om in io común: dicen
22
P a la b ra qu e sign ifica «c a r a d e p e r ro ». H . G o s s e n , «D ie T ie rn a ­
men in A e lia n 's 17 B ü ch ern P e n ζ ό δ η » , Q u e lle n u. S tu d ie n zu Gesch.
d. N a tu rw is s e n s ch a fte n u. d. M e d iz in
del m andril.
23
11. V i l 433.
4 (1935), 258, cree que se trata
,
65
LIBR O X
que el dios nació después de haberse transform ado Le­
to en una loba. Por esto le llama Homero: «el nacido
de loba, ilustre por el arco» í4. Por esto también, según
tengo entendido, hay erigido en Delfos un lobo de bron ­
ce que alude a los dolores de parto de Leto. Otros, sin
embargo, dicen que no fue ésta la razón, sino que un
lobo descubrió que habían sido robadas del templo las
ofrendas y enterradas por sacrilegos ladrones; y, acer­
cándose al templo, cogió con sus dientes el sagrado ves­
tido de una de las sacerdotisas, la arrastró hasta el lu­
gar en que las ofrendas estaban ocultas y luego se»puso
a excavar con sus patas delanteras.
Hay una aldea egipcia llarftada Cusas (se considera que pertenece a la proL f l . VÜC Û
y A fr o d it a
»
·
i
rv
/
i <
μ
i
vmcia de Hermopohs; es pequeña, al parecer, pero linda). En ella se venera a
Afrodita bajo la advocación de Urania.
Veneran también a una vaca. He aquí la causa que ale­
gan. Creen que las vacas se relacionan con esta diosa,
porque sienten fuerte impulso amoroso y son más vehe­
mentes que los toros. Y así, en cuanto oye el mugido,
la vaca se solivianta e inflam a con ardiente deseo de
aparearse con él. Y los que están en el secreto de todo
esto sostienen que una vaca oye a treinta estadios 25 de
distancia a un toro cuando muge, y su mugido es indi­
cio de amoroso apetito genésico. Y los egipcios escul­
pen y pintan a Isis con cuernos de vaca.
101.
24
11 I V
25
C a si 5 km .
67. — 5
27
66
H IS TO R IA D E LO S A N IM A L E S
Las gentes de Busiris, de Abidos, la
E l asno y e l
a n tílo p e , o b je t o
.
,
T ·
-
i·
j
·
i
y de Licopolis desprecian el sode a n tip a tía
nido de la trompeta porque se parece,
en E g ip t o
según ellos, al rebuzno de un asno. Go­
mo el persa Oco 26 sabía esto, mató a
Apis y deificó al bu rro en su deseo de m ortificar a los
egipcios lo más posible. Y, por esto, dio una satisfac­
ción al sagrado buey, que mereció la general aproba­
ción, no inferior a la que pagó Cambises 11, que fue el
prim ero en cometer tamaño sacrilegio,
Y
los mismos ministros del mentado Zeus (Sérapis)
odian también al antílope. Y la razón es la siguiente:
los egipcios dicen que este animal expulsa las superflui­
dades de su alimento volviendo la espalda en la direc­
ción del sol naciente.
Los pitagóricos dicen del b u rro que es el único de
los animales que no ha nacido conforme a armonía, és­
ta es la razón por la que es completamente sordo al so­
nido de la lira. Además, algunos dicen que fue amado
por Tifón. Item más, a las censuras antedichas contra
el asno pretenden añadir la siguiente: la fertilidad en
todos los órdenes es estimada, pero este animal es por
naturaleza refractario a ella; en efecto, no es fácil re­
cordar ningún relato referente a una b u rra que haya
parido dos crías en el mismo parto.
26
Éste es el n om bre que tenía A rtajerjes antes de ascender al tro­
no de Persia en 359 a. C. C on quistó E gipto en 359 a. C. y m u rió
envenenado.
27
Cam bises, rey de Persia, H
er ó d o to ,
III 64, nos h ab la de su
cru eld ad y de su im piedad ejercitada en u ltrajes a la religión egipcia.
M u rió a consecuencia de una h erida que él m ism o se in firió con su
espada.
LIB R O
gj .fr.
X
67
H e aquí o tra p ecu lia rid a d del ibis
que yo he a pren did o de las narraciones
egipcias. Cuando esconde el cu ello y
la cabeza ba jo las plum as del pecho,
asum e la fig u ra de un corazón. C reo
que he hablado a n teriorm en te 28 de que son im placa­
bles en em igos de los anim ales n ocivos al hom bre y a
las cosechas; Realizan la cópu la p o r la boca y paren de
la m ism a m anera. Y dicen los egipcios (aunque a m í no
m e persuaden fá cilm en te) que los que se dedican a em ­
balsam ar anim ales y son expertos en este m enester con ­
vien en en que el in testin o del ibis tiene una longitud
de n oventa y seis codos. H e oíd o tam bién que, al andar,
da zancadas de un codo. Y cuando la luna se eclipsa,
c ierra sus ojos, hasta que la diosa b rilla de nuevo. D i­
cen, asim ism o que es am ado de H erm es, padre de la
elocuencia, p orq u e su fig u ra rem eda la naturaleza del
habla: las negras plum as volanderas pueden co m p a rar­
se al discurso silen cioso e in terior, y las plum as blan ­
cas al discurso ex terio riza d o que se hace audible, sier­
vo y nuncio de la vida in t e r io r 29, p o r así decirlo.
A h ora bien, yo he dicho que esta ave tiene la rgu ísi­
m a vida. A pión a firm a que el ibis es in m orta l y pone
p o r garantes de esta afirm ación a los sacerdotes de Herm ópolis. A p ió n cree que dicha a firm a ción está muy ale­
ja d a de ía verd a d y a m í se m e antoja com pletam ente
falsa.
E l ibis es un ave de sangre m uy caliente, muy voraz
y de p erverso yantar, si es verdad que com e culebras
y escorpion es. Y , p o r supuesto, d ig iere bien algunos a li­
m entos, y otros los expulsa fá cilm en te en la defecación.
M u y rara vez puede verse a un ibis en ferm o; hinca el
p ico en cu alqu ier lugar, sin p reocu p arse para nada de
28
Cf. I 38; II 38.
29
Son declaracion es estoicas en consonancia con la ideología de
EÜano (cf. Introducción, págs. 34 y sigs.).
68
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
inm undicias, que en gu lle con la esperan za de a rrastra r
con ellas algo provechoso. P e ro cuando se d irig e a des­
cansar, se baña y se pu rga antes. A nida en las palm eras
para escapar a los gatos, p orq u e este fe lin o no puede
tre p a r fá cilm en te y en caram arse en la palm era, ya que
se ve constantem ente estorb a d o y lanzado a tierra por
los salientes del tronco.
30
M e vien e ahora a la boca m en cio­
nar los siguientes hechos relativos a los
E l c in o c é fa lo
.
, c -,
,
30
Λ
cin océfalos. Si un cin océfa lo
coge a l­
go com estib le con en voltu ra (p o r ejem ­
plo, alm endras, bellotas o nueces), q u i­
ta la en voltu ra o cáscara y lo lim pia, ro m p ién d ola antes
m uy in teligen tem en te, y sabe que lo de den tro es co­
m estib le y que hay que tira r lo de fu era. B ebe vin o y
se atib orra , cuando le ponen delante carne asada o c o c i­
da, gusta de alim en tos bien condim entados, y se disgus­
ta si los alim en tos están m al cocidos. Si se pone ves ti­
dos, tiene cu idado de ellos. Y hace tod o lo dem ás que
he dicho más arriba. Si, cuando es tod avía pequeñito,
lo acercan al pecho de una m ujer, m am ará co m o un
lactante.
■
31
D icen que el áspid, al que los e g ip ­
cios pu sieron el n om bre de therm úth is,
.,h !m T ,L .
es sagrado, y que los n atu rales del pais
le tributan ven eración y adorn an con
él las estatuas de Isis, com o si fu era
ú na diadem a real. D icen tam bién que no ha n acido para
d estru ir y dañar a los hom bres. P e ro deliran cuando d i­
cen qué sé abstiene de atacar a los h om bres buenos y
que matan a los im píos. Si fu era esto así, la Ju sticia
estim aría a este áspid sobre todas las cosas, c o m o agen­
te ven ga tivo suyo dotado, adem ás, de vista agudísim a.
30
Este cinocéfalo es el C y n o ce p h a lu s m a im ó n (m an dril).
L IBR O
X
O tros añaden que Isis lo en vía con tra ios más grandes
transgresores. Los egipcios afirm an, que éste es el úni­
co áspid in m ortal de las d ieciséis especies y variedades
que pueden enseñarse de este reptil. Y> en sus tem plos,
com o ellos m ism os dicen, construyen m adrigueras y gua­
ridas a m anera de capillas y en cada ángu lo co n v irtién ­
dolas en m oradas de los therm úthes, y a ratos les echan
com id a grasa de tern ero.
Los entendidos en achaques de aves 32
dicen que el ave «acan to»· 31> trae su
^
et «Tegühw!»
nom bre de la planta «acan to», que cons­
tituye su alim ento. Canta arm on iosa y
m elódicam en te. D ice A ristó teles 32 que
si algu ien q u iere v e rte r la sangre del acanto y del lla­
m ado aegíthus en la m ism a vasija y m ezclarla, no habrá
m anera de m ezclarlas y unirlas en una sola m ixtura.
D icen que el acanto está consagrado a los dioses que
acom pañan y guían a los hom bres en sus viajes.
L a tó r to la
H e dich o a rrib a 33 que la tórtola es 33
contin en te y que, a excepción de la pa.
,
reja con la que se ayunto p o r vez p r i­
m era, jam ás se uniría con o tro com pa­
ñ ero ni desearía un lecho extraño y aje­
no. Y o sé, por aquellos que poseen con ocim ien tos m inu­
ciosos sobre estas m aterias, que s e v e n a m enudo tó r to ­
las blancas. D icen que éstas son sagradas a A fro d ita y
a D em éter, m ientras que las dem ás lo son a las M oiras
y a las Erinias.
31
Puede ser un jilg u e ro o un lugano, en todo caso un p ája ro p er­
teneciente a la fam ilia de los frin gílid o s. E l a e g íth u s del texto es, p ro ­
bablem ente, el h e rre rillo (P a ru s cyanus).
31
H ist. A n im a l. 610a6.
3Î
Cf. III 44.
70
HISTORIA DE LO S A N IM A L E S
34
La golondrina,
ammal ominoso
Tam bién golondrinas blancas han si­
do vistas a veces, co m o dice A leja n d ro
^ M indo. En la tienda de A le ja n d ro 34,
J
hijo de Pirro, una golondrina fa b ricó su
n ido y este suceso había de presagiar
lu ego que la exp ed ición que había em pren dido, deshon­
rosa para él, sería totalm en te in eficaz. Y < o tr a go lo n ­
drin a > que fa b ric ó su nido en < la tienda d e > Antíoco 35 le au gu ró obscu ram ente lo que había de sucederle en el futuro: en efecto, se d ir ig ió contra los m e­
dos, p ero no pudo re gre sa r a S iria porqu e cayó a un
precip icio . Com o se ve, tam bién éste se lanzó a una em ­
presa desgraciada. Y cu ando D io n isio 36 abandonó p or
vez p rim era la acrópolis, las golondrinas, que tenían a llí
sus nidos, se ju ntaron todas a la vez y p resa gia ro n su
regreso. La golon drin a es tenida p o r consagrada a los
dioses del h ogar y a A fro d ita , que tam bién es hogareña.
35
La perdiz
Cuando las perdices están em pollan ­
do, cubren los huevos con ram as y espeso fo lla je para p ro teg erlo s del relen ­
te, de la llu via y de toda clase de hum e­
dad. Porqu e si llegan a m ojarse, com o
la m adre no acuda p resto al lu gar a calen tarlos de nue­
vo, se m alogran. Las p erd ices ponen en una sola puesta
hasta quince huevos. T e o fra s to dice 37 en algún lu gar
que en las perdices de P a fa glo n ia pu ede verse un corazon doblé. H ay au tores que dicen que la p erd iz es p ren ­
da am ada de la hija de Zeus y Leto.
34
A le jan d ro II, rey de E p iro en 272 a. C. E xp u lsó a Antigono Go-
natas de M acedonia, pero, a su vez, fue e xp u lsad o de este y de aquel
p aís p o r él hijo de Antigono.
35
Antíoco III, rey de Siria, d errota d o p o r los partos en 128 a. C.
36
D ionisio el Viejo, tirano de Siracusa que vivió hacia 430-367 an­
tes de Cristo.
37
Fr.
182.
LIBR O
cisne
71
X
H a b lé más a rrib a de los cisnes y 36
ahora d iré todo lo que antes om ití.
A ristó teles 38 dice que, en cierta oca­
sión, se vio en el m ar de L ib ia una ban­
dada de cisnes y que se oía una m elo­
día provin en te de ellos, com o si dim anase de un coro
de voces bien conjuntadas, m uy dulce, pero triste y co ­
m o capaz de m o ver a piedad a los oyentes. Y dice que
algunas de las aves aparecieron m uertas al térm in o de
la m elodía.
.
P a rece que el cisne es am igo de las fuentes, charcas
y lagunas, y de todos los lugares en donde hay y abun­
dan aguas. Y, desde luego, los entendidos en estos acha­
ques dicen que en ellos es donde el cisne ensaya su
música.
D icen que la lechuza que acom paña 37
. ,
y está al lado del hom bre que se emL a lech u za ,
ave o m in o s a
,
,
.
.
,
barca en algún negocio, no es un buen
augurio. H e aquí un testim onio.
P ir ro de E p iro cam inaba de noche
hacia A rgos y salióle al encuentro dicha ave cuando ca­
balgaba en su caballo con la lanza erecta. Lu ego se posó
sobre ésta el ave que no q u ería alejarse. ¡M ala salva­
guardia le p rop o rcion a b a la susodicha ave, al acom pa­
ñ arle sobre la lanza! C om o que al lleg a r P ir r o a A rgos
en contró la m u erte m ás ignom iniosa. De aquí deduzco
el que H o m ero 39, porqu e sabía bien que la lechuza no
es ave de buen augurio, diga, que Atena en vió una garza
real a los com pañ eros de D iom edes cuando se d ir ig ie ­
ron a esp iar el cam po de los troyanos, y no una lechuza
a pesar de que es su favorita, Y que la com a rca de T r o ­
ya es húm eda y abundante en agua H o m ero puede testi­
m o n ia rlo en los versos que preceden a la batalla delan­
te de las m urallas
38
H ist. A n im a l. 615b4.
39
II
40
II. X I I 18.
X 274,.
72
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
E l pulpo infu nde te rro r a la langos£!
!
I
la n g o s ta 0 Peces
n e g ro s en e l
r io L u sta s
ta - P ° r eso > sí l ° s capturan juntos en
l a m i s m a r e d ’ las langostas m ueren al
instante.
H a y en T u rio s un río llam ado Lu-
sias cuyas aguas son de las más lim pias, y el río es de
co rrien te com pletam en te tran sparen te, p ero cría peces
m uy negros.
.
E l le o p a rd o
« á m p e lo s »
Dicen que hay un leo p a rd o llam ado
ám pelos, com o la p la n ta 41, y que tiene
r
características propias y distintas de los
dem ás leopardos. H e o íd o d e c ir que no
(
tiene rabo y que, si lo contem plan las
m ujeres, son víctim as de inesperada en ferm edad.
L o s c u e rn o s de
los asnos de
En E scitia hay asnos con cuernos,
los cuales cuernos adm iten el agua del
,
.
^
,
n o de A rcadia llam ado Estige (esta agua
E s c itia
qu ebranta todas las dem ás vasijas, aun­
que estén hechas de h ierro).
D icen que < u n o > de estos cu ernos fu e en vi add p o r
S óp a tro 42 a A leja n d ro de M acedon ia y sé qué éste, lle­
no de adm iración , d ep ositó el cu erno com o ofren d a v o ­
tiva en el tem p lo p ítico de D elfos, poniéndo en él esta
inscripción:
A ti, dios de la salud, o fre c ió A leja n d ro de M a ce­
donia este cu ern o /de un asno dé E scitia, o b je to
m ara villoso / que no fue sojuzgado p o r la c o rrie n ­
te in con ta m in a d a de la L ú sid e43 Éstige, 1 sino
que resistió la fortaleza del agua.
Fue D em éter quien h izo b ro ta r esta agua en las cerca ­
nías de Feneo, y ya hablé en o tro lugar de por qué lo hizo.
41
Quizás sea el serval: F e lis serva l.
42
43
Au tor de parodias de tragedias.
Lusi es una ciudad situada al N. de Arcadia.
LIBR O
X
73
Áugeas de Eleu sis d ió a Éupolis, au- 41
.to r de com edias, com o regalo, un pesu p e r r o
rro
b ella estam pa; y É u polis le puso
el n om bre d el dador. E l p erro Áugeas,
rega la d o en las com idas y ganado p o r
la dilatada conviven cia, lle g ó a en am orarse de su amo.
Un día, un jo ven com pañero de esclavitud, llam ado Efialtes, ro b ó algunos dram as de Éupolis; p ero el robo no
pasó in ad vertido, sino que el p erro vio al ladrón, cayó
sobre él y, m o rd ién d ole sin piedad, lo mató. Algún tiem ­
po después, É u p olis cerró los ojos en Egina y a llí fue
en terrado. E l perro, au llan do e hipando a la m anera de
los canes, m u rió consum ido p or la pena y el h am bre
sobre la sepu ltu ra del am o que lo había criad o, a b o rre­
cien do la vida. Y en m em o ria del triste suceso el lu gar
se llam a « E l tren o del p e r ro ».
La hormiga y la
D icen que hay una especie de hor- 42
m iga m o rtífe ra que lleva el nom bre de
aVlSPta¿rt™adaS.rlaértes, A sí llaman también a ciertos gé­
n eros de avispas 44. E sto lo dice el gra ­
m ático T é le fo de P érga m o en M isia.
P e ce s c o g id o s
,
,
despues de
A lo la rgo del ca lu rosísim o verano, 43
el N i lo, inundando los cam pos de Egip,
,
.
.
.
.
to, les da la aparien cia de un m a r en'
las inundaciones ca lm a d o y suave, y los egipcios pescan
del Nilo
en lo que antes era terren o firm e y na­
vegan en barcas hechas p ara esta estación y para esta
aven ida del rey. Después, el río regresa y vu elve al cau­
ce que la N atu raleza le ha asignado; pero los peces, huér­
fanos de padre y privados del agua en que navegaban,
se quedan atrás y, retenidos en el fa n go espeso/se o fr e ­
cen co m o alim en to a los cam pesinos. Y Aunque la ex44
Q uizás se trate del avispón: Vespa c ra b ro .
74
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
presión sea un tanto cruda, ésta es la cosecha egip cia
de pescado.
44
A lo que parece, no son pocas las
.
.
especies de cigarras, y los expertos en
Nombres de
,
£.
j · , ; . cigarras
.
_ esto las enum eran yJ re fie re n sus nomdistintas
bres. Así, una se lla m a « la cen icien ta »
p o r su color; de dónde le vien e a otra
el n om bre de m ém brax, no lo sé; según parece, «chi^
rria n te» es el n om bre de o tra cigarra; y yo he oíd o ha­
b la r de una « c o lila r g a », de la «e s tr id u la » y de la «e s p i­
n o sa »; A sí que yo he oído h ab lar de todas estas especies
de cigarra s y las recu erdo; p ero si algu ien ha llegad o
a conocer más de las que yo he mencionado, que las diga.
45
H e aquí más cosas de perros oídas
^
p o r mí. Los cach orros nacen ciegos y
venerado°en
Egipto
cuando salen del clau stro m aterno no
ven. En la p rim era qu incena son v íc ti­
mas de esta a flicció n , es decir, durante
todas las noches en que la luna no sale; pero, después
de este p erío d o de tiem po, el p e rro posee una vista más
aguda que cu a lq u ier o tro anim al.
Los egipcios honran al p erro y una com arca 45 ha
recib id o su nom bré; y aseguran que la razón de ello es
doble. La prim era, que, cuando Isis iba buscando p or
todas partes a O siris 46, los perros le enseñaron el ca­
m in o precediéndola, e intentaban ayudarla a en con trar
las huellas de su h ijo y tam bién a ahu yen tar a las fie ­
ras. Y la segunda razón es que, al tiem p o que surge la
estrella del p erro (del que la fam a dice que era el p erro
45
C inópolis.
46
O siris era esposo de Isis. Fue asesinado p o r su h erm an o T ifón.
Cuenta la fá b u la que, con fun diendo a su herm ana Isis con N eftis, en­
gen d ró en eila a A n ubis. Isis solicitó la ayuda de éste p ara rescatar
el c u erpo de O siris.
LIB R O
X
75
de Orión), el N ilo , en c ierto sentido, tam bién se levanta
e inunda la tie rra egip cia y se derram a p o r los cam pos
de cu ltivo. A sí pues, los egip cio s tributan honores al pe­
rro p o r tra er e in cita r a ven ir a esta agua fertiliza d o ra .
H ay un pez llam ado «o x irr in c o » por 46
su cara y la fig u ra de ella. E l N ilo cría
dicho anim al yJ de él recibe su n om bre
la com arca 47 en la que, al parecer, al
pez se le tribu ta ven eración . Los ha­
bitantes del m ism o jam ás com erían un pez co gid o con
anzuelo, p o r tem o r de que el pez que he m encionado,
y que ello s con sideran sagrado y digno de adm iración,
pueda haberse casualm ente en sartado en el anzuelo. Y
si p o r ven tu ra caen peces en las redes, las exam inan
cuidadosam ente; ante el tem o r de que alguno de aqu é­
llos haya sido apresado sin con o cim ien to de ellos, y es­
tim an más el fracaso en la pesca, que una pesca a fo rtu ­
nada que co n lleve la captu ra de un o xirrin co. Dicen los
naturales del país que este pez n ació de las heridas de
Osiris, y creen que O siris no es ni más ni m enos que
el N ilo .
^
. pez
oxirrinco
Parece que el ik n e u m ó n es a la vez 47
m acho y h em bra y que particip a de amEl «ikneumón» ,
, XT *
i
i
j ** j i
bos sexos: la N a tu ra leza les doto de la
fa cu lta d de in sem in ar y de parir. Los
ven cidos en la b atalla son redu cidos a
una"clase m enos honrosa y los ven ced ores cubren a los
ven cidos y los in seminan. Y éstos sufren las consecuen­
cias de la d errota: aguantar los d olores del parto y con­
ve rtirs e en m adres en vez de padres. El ik n e u m ó n es
47
Es el M o r m y r u s ca s ch iv e , en español «m o r m iro ». La . p ala b ra
griega o x y rrh y n c h o s significa «d e m orro puntiagudo». L a ciudad de Oxirrinco que, com o luego se dice, lleva el n om bre del pez, está situada
;il lado oeste del N ilo, y C in ópoiis al lado contrario.
76
H IS T O R IA DE L O S A N IM A L E S
o d iosísim o a los anim ales más odiados p o r el hom bre,
el áspid y el co co d rilo , y ya m e he re fe rid o a n terio r­
m ente 48 a la gu erra que entablan en tre sí. Se dice que
están consagrados a L e to e Ilitía . Los h era cleop olitan os,
al parecer, les tributan culto.
48
Lieaón, rey de Brnatia, tu vo un h ijo
,
de n om bre M acedón , del cual re cib ió
H is to ria de
P in d ó y la
,
,
i
j
✓
su ηοΓη^Γε
país, que abandono su anserpiente
tigu o nom bre. É ste tenia un h ijo va lien ­
te, de sobresaliente herm osura, lla m a ­
do Pindó. Ten ía tam bién otros hijos, p ero eran de esp í­
ritu alocad o y de cu erp o endeble; y asi, con el tran scu r­
so del tiem po, com o sentían celos del v a lo r y de la bue­
na fortu n a del h e r m a n o — que, sa bed or de la asechanza
de sus herm anos contra él, había abandonado el rein o
de su padre para v iv ir en el cam p o— lo m ataron, p ero
en con traron su prop ia ruina y pu rga ron su culpa com o
era justo. ·. ;
Adem ás de ser fu erte en o tro s respectos, era tan>
bién ex p erto cazador. En cierta ocasión estaba cazando
cerva tillos. Éstos corrían a tod o co rrer, m ientras él ca­
balgaba p ersigu ién d olos a toda velocid a d , dejan do m uy
rezagad os a sus cam aradas cazadores. P ero los cerv a ti­
llos se p recip ita ro n en una cavern osa y profu n d ísim a
sim a y, hurtándose a la m irada de su persegu id or, desa­
p a recieron . Así pues, apeóse d el ca b a llo Pindó, lo ató
de la rienda a uno de los árboles qu e a llí había, y se
disponía a in speccion ar la sim a y a bu scar a los susodi­
chos ciervos, cuando o yó una voz que decía: « ¡ N o to­
quéis a los c e r v a tillo s !» Y cuando, después de m ira r m u­
cho, no vio nada, tem ió que la vo z provin iese de algún
agente su p erior y entonces él se m arch ó lleva n d o con si­
go el caballo.
48
Cf. III 22 y V IH 25.
L IB R O
X
77
A l día siguiente regresa solo, p ero recordan d o la voz
que h irió sus o íd os y llen o de tem or, y m ientras daba
vueltas a su cabeza y se pregu n taba p erp le jo quién se­
ría el person aje que le a partara el día a n terior de su
im pulso a p erseg u ir a los cerva tillos, y m ientras estaba
ocupado en m irar, com o era natural, a los pastores del
m onte o a otros cazadores, v io una enorm e serpiente
que arrastraba la m a yor p a rte de su cuerpo, p ero levan ­
tando el cu ello que era pequeño com parad o con aquél.
(Y el cu ello ju n tam en te con la cabeza excedían en tam a­
ño a un h om bre crecid o .) A l punto se llen ó de te rro r
al verla. P ero Pin dó no se d io a la fuga, sino que co b ró
ánim os y con astucia engañó a la serpiente, pues le o fr e ­
ció las aves que había cazado, y se las largaba com o
dones am icales y com o rescate de su p rop ia vida. Y la
serpiente, ablandada p o r los dones y em baucada, por
así decirlo, se m archó.
E sto agrad ó a l jo ven y, en adelante, com o hom bre
bueno que era, acostum bró a lle v a r una recom pensa a
la serpiente p o r h aberle salvado su vida, dándole de gra­
do las p rim icia s de la caza, ya fu era salvajina o aves
m ontaraces. Y el oto rg a m ien to de los dichos dones, fue
sum am ente fru ctu oso para Pindó, y su fortu n a com enzó
a p rosp era r y a crecer de día en día; pues cuando iba
de caza salíanle al paso buenas piezas, lo m ism o de ani­
m ales que habitan en las selvas que de aves. Así que
d isfru tab a de abundancia y ¿ a ún más, se d ifu n d ió p o r
todas partes la fam a de que atacaba valien tem en te a
las fiera s y las capturaba.
E ra de gran estatura y capaz de im p resio n ar p o r su
corpu len cia y p o r su talarite espléndido, y evid en tem en ­
te con su b elle za in flam aba y en candilaba a todo el sexo
fem enino. Las m ujeres viudas, enardecidas com o bacan­
tes, acudían a su puerta, y las que cohabitaban con sus
m aridos, aunque obligadas p o r la costu m bre a v iv ir en
el in te rio r de la casa, estaban esclavizadas p o r la fam a
78
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
de la belleza de Pin dó y h ubieran p re fe rid o ser sus es­
posas a ser diosas. In clu so m uchos h om bres lo con tem ­
plaban atón itos y le m ostraban su am or.
S ólo sus herm anos le odiaban. Y cuando estaba ca­
zando a solas, le esperaron en acecho (el lu gar de la
ca cería era las cercanías del río) y, luchando los tres
con tra él solo, le h irieron con las espadas. Él se puso
a gritar. La serpiente, su am iga, o yó los gritos, pues es
criatu ra de buen oíd o y de pen etran te vista. Así pues,
salió de su cu bil y, en roscán dose en el cu erpo de los
asesinos, los m ató asfixiándoles.
L a serpien te no abandonó la cu stodia d el cadáver,
hasta que los parientes del joven , que le habían echado
de menos, se llegaron hasta él y lo en con traron m uerto.
L e lloraron , mas no se atrevían a cu idarse d el difu n to
p o r m iedo del guardián. Y com prendiendo éste por cierto
n atural y m isterio so instinto que su presen cia los ahu­
yentaba, se a lejó a toda prisa p erm itien d o que re cib iera
el ú ltim o hom enaje de sus parientes. A sí pues, fue ente­
rrado con gran solem nidad y el r ío cercan o al lu gar de
su m u erte se llam ó Pindó, del n om bre del m u erto y de
su tumba.
Así que es p ro p io de los anim ales co rresp o n d er a los
fa vo res de sus ben efactores, co m o ya he dejado dich o
y com o se constata esp ecialm en te en esta ocasión.
c ia r o , U bre de
a n im a le s d a ñ in o s
Los habitantes de Claro, en particular, y todos los griegos, en general, tribiiten honores al hijo de Zeus y de Leto.
P ° r esto,·· el lu gar no está h olla d o por
anim ales ponzoñosos y es sum am ente
h ostil a ellos. Y esto, p orq u e el dios lo q u iere y porqu e
los anim ales le tem en en cu a lq u ier circu nstancia, pues­
to que A p o lo no sólo puede salvar la vida, sino que, ade­
más, es padre de A sclep io, salvador y ven ced or de las
en ferm edades. Es más, N ic a n d ro es testigo de lo que
digo. H e aquí sus palabras:
^ ° d e VA p o lo
LIB R O
X
79
N i la v íb o ra n i las arañas odiosas n i el que hiere
[p ro fu n d a m e n te ,
el escorpión, viven en los b osqu ecillos de Claros,
pu esto que A p o lo o c u ltó su p rofu n d a gruta con
[fresnos.
y lim p ió el herboso suelo de anim ales dañinos 49.
Sé, p o r h a b erlo oído, que en Erice,
dond e está el céle b re tem p lo de Af'rodita ' ^
cua^ hice m ención más arriba 50
al re fe rirm e a las pecu liaridades de las
palom as que a llí anidan, hay m ucho
oro, m u chísim a plata, co lla res y anillos muy valiosos,
pero todo esto está lib re de saqueos y es in tocable gra ­
cias al tem o r que in spira la diosa. Sé tam bién que los
h om bres de las pasadas gen eracion es m iraron a la m en ­
cion ada diosa y a sus tesoros con respetuosa a d m ira ­
ción. Y sé que el cartagin és A m ílca r 51 saqueó este te­
soro y, fu n dien do el o ro y la plata, h izo un sacrilego
re p a rto en tre el ejército, y a causa de estos hechos su­
fr ió los torm en tos más atroces y severos y fue castiga­
d o con la m u erte de cruz, m ientras que todos los que
participaron en este im pío sacrilegio m urieron de muerte
vio len ta y terrible; y su patria, que hasta entonces ha­
bía sido tan p rósp era y que había sido considerada d ig ­
na de en vid ia en tre la m a y oría de las ciudades cuando
estos sagrados objetos fu eron in troducidos en ella, cayó
^Afrodita^H
E r ic e
en la esclavitu d 52.
Pero, por sensacionales que estos hechos sean, no ata­
ñen a mi p reocu p ación presente; mas yo re fe riré ahora
lo que es digno de nota en m i discurso presente. Los
n aturales del país y los extra n jeros hacen sa crificio s a
(r. 31.
49
N ic a n d r o ,
50
Cf. IV 2.
51
D erro ta d o en H ím era (Sicilia) y m uerto en 480 a. C.
52
E lian o, en su deseo de bu sca r la ejem p laridad , falsea ios hc-
chos. N o hubo tal esclavitud.
80
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
la diosa todos los días del año. E l a lta r m ás grande de
todos está al aire lib re y en él se o frec en m uchos sacri­
ficio s, y durante tod o el día y toda la noche el fu ego
perm an ece en cen dido. R esplan dece la a u ro ra y en el al­
ta r no aparecen rescoldos, ni cenizas, ni restos de an­
torchas m ed io quem adas, sino que está cu b ierto de ro ­
c ío y de h ierba recién nacida que b rota cada noche. Las
víctim as de cada rebaño cam inan espontáneam ente y se
acercan al a ltar conducidas, en p r im e r lugar, p o r la d io ­
sa y, después, p o r las posib ilid a d es econ óm icas y el de­
seo del sacrificador. P o rq u e si uno q u iere sa crifica r una
oveja, ésta se p resen té al punto ante el a lta r y hay que
em pezar la cerem onia de la ablución; pero si fu eres hom ­
b re de posibles y qu isieres < s a c r ific a r > una vaca o in­
clu so más de una, el pastor no abusará co b rá n d ote de­
m asiado ni tú le defrau darás, p orq u e la diosa ve que
los precios de venta son ju stos y, si pagas bien, la ten­
drás propicia. M as si pretendes co m p ra r más b a ra to de
lo que es justo, pagarás in útilm ente: el anim al se m a r­
chará y no podrás sacrifica r. Com o com p lem en to a ló
dicho p o r m í anteriorm en te, quede constancia de las pe­
cu lia rid a d es de los anim ales de Erice.
L I B R O XI
S IN O P S IS
1.
L o s cisnes en el culto de Apolo.
2.
Serpientes c on sagrad as a A p o lo en Epiro.
3.
P e rro s c o n sagrad os a H efesto en Etna.
4.
Culto a D em éter en H erm ione.
5.
P e rro s de Atena en Daunia.
6.
T em plo de A rcadia, re fu gio p ara anim ales perseguidos.
7.
Los ciervos se refu gian en el tem plo de A p o lo
8.
L as m oscas se ausentan durante la fiesta de Apolo.
9.
L a caza en la isla Icaro.
10.
Apis, buey sa g rad o de los egipcios.
11.
M nevis,
toro
sa g rad o
de
los egipcios.
en
Curíade.
La conducta
im pía de
Bóccoris.
12.
Los delfines.
13.
F id elid ad de los p erros de Dafnis.
14.
T e rn u ra de una elefanta hacia un niño.
15.
E l elefante c astig ad or del adulterio.
16.
La
serpiente de Lavinio.
17.
La
serpiente sa g rad a y
elcastigo del curioso.
18.
R em edios em plead os p o r los anim ales p ara c o n ju rar el m aleficio.
19.
L os anim ales anun ciad o res de d esgracias. Terrem oto en Hélice.
20.
P e rro s sagrados, custodios del tem plo de Ádran o.
21.
C aracol del M a r Rojo.
22.
E l d elfín está en p erpetu o movim iento.
23.
E l pez «c ita re d o ».
C astigo de Pantacles.
24.
E l pez «le o p a r d o » y el «o x irrin c o ».
25.
E l elefante que entendía el griego.
26.
27.
S u p e rio rid a d del m acho so bre ia h em bra.
Pequeñas causas producen gran d es efectos, com o guerras.
28.
Ven ced ores y vencidos.
29.
O vejas del Ponto y de N axo s,
84
30.
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
El abejaruco.
31.
S é ra p is devuelve la vista a un caballo.
32.
E l áspid vengado.
33.
U n p avo real sagrado.
34.
Sérapis salva a una persona envenenada.
35.
C u ra s p o r intercesión de Sérapis.
36.
El caballo.
37.
P a rtic u la rid ad e s anatóm icas de diversos anim ales.
38.
La oca egipcia y la perdiz.
39.
El gavilán.
40.
T eratologías en el reino anim al.
Los poetas y los h istoriadores, en.
tre los cuales está H ecateo, no el dé MiLos cisnes en
, .
.
, ,
., ,
. .
,
e l culto de Apolo l e t o ’ sm o eI de A b dera, celebran la ra­
za de los h ip erb óreos y las honras que
en tre ellos recib e A polo. N o m e p arece
n ecesario re co rd a r ahora las otras num erosas y ven era ­
bles cuestiones que cuenta: d eja ré su relato puntual pa­
ra otra ocasión, cuando a m í m e sea más placentero,
y más conveniente a m is oyentes. Los únicos sucesos
que esta n arración me exh orta a r e fe r ir son de este te­
nor. S acerdotes de esta d ivin id a d son los hijos de B ó ­
reas y Quíone, que fu eron tres herm anos 1 uterinos, de
seis codos de altura. Y cuando en el m om ento acostum ­
brad o ellos realizan el ritu al esta b lecid o del susodicho
dios, descienden de los llam ados «m on tes rip eos» 2 ban­
dadas incontables de cisnes y después rodean do el tem ­
plo com o si qu isieran p u rific a rlo con su aleteo, bajan
hasta el recin to sagrado, que es gran dísim o de tam año
y de h erm osu ra extrem ada. Pues bien, cuando los can­
tores se d irigen al dios con sus him nos y lös citaredos
acom pañan al co ro con su m úsica arm on iosísim a, los
cisnes tam bién se unen al canto acordadam ente y nun­
ca jam ás lanzan una nota d iscordan te o destem plada,
sino que, co m o si hubiesen re cib id o el tono de boca del
co rife o , cantan al unísono con los indígenas, expertos
en las sagradas m elodías. Luego, acabado el himno, los
1
En realidad, no fueron tres sino dos: C a la is y Zetes.
2
M ontes fabulo sos, de ios que se su ponía que p ro c e d ía el viento
norte. A l otro lado de los m ism os estaba el país de los hiperbóreos.
86
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
susodichos coreutas alados, p o r lla m a rlos así, después
de trib u ta r a su dios el h on or y servicio acostum brados
y después de can tar y cele b ra r sus alabanzas durante
tod o el día, se marchan.
Los epirotas y todos los extran jeros
qu e se asientan en la región, hacen diS e rp ie n te s
c on sa gra d a s a
,r .
.
.
,
vers° s s a crificio s a A polo, p ero un día
A p o lo en E p ir o
&1 año celebran en su h on or la fiesta
principal, fiesta solem ne y m agn ífica.
H a y un b osq u ecillo consagrado al dios y tiene un re­
cin to circu lar, den tro del cual hay serpientes, que son
anim ales p red ilecto s del dios. Pues bien, la sacerdotisa,
que es virgen , se acerca sola a ellas para lleva rles co m i­
da. Dicen los epirotas que las serpientes son descendien­
tes de la Pitón de D elfos. Si al presen tarse ante ellas
la sacerdotisa, la m iran apaciblem en te y aceptan gusto­
sas los m anjares, todos concuerdan en que presagian
un año prósp ero y lib re de en ferm edades; p ero si asus­
tan a la sacerdotisa y rechazan los exquisitos m anjares
que ésta les o frece, pron ostican lo c o n tra rio de lo d i­
cho, y los epirotas esperan que se cum pla.
Pe Tros
En Etna de S icilia se ven era el tem ­
p lo de Ile fe s to , y hay un recinto, árbó-
les sagrados y fu ego in extin gu ib le e πι­
somne. H ay también perros sagrados en
torn o al tem p lo y al bosqu ecillo, los
cuales saludan y hacen fiestas a todos los que van al
tem p lo y al b o sq u ecillo con honesta in ten ción y en la
deb ida form a, corno si los anim ales sintieran sim patía
p o r los visitan tes y los recon ocieran . P e ro al que tiene
sus manos im p u rifica d a s p o r el crim en , le m uerden y
despedazan, m ientras que se lim itan a ech ar fu era a los
que vienen del cubil de la deshonestidad.
co n s a g ra d o s
α
H e fe sto en E tn a
87
LIB R O XI
L a gen te de H e r m io n e 3 venera a
D em éter y le hace sa crificio s espléndiC u lto a
D e m é te r e n
,
.
.
,
T,
r.
e im P resionantes* Llam an a su nesHermione
ta « la fiesta de la T ie r r a ». P o r supues­
to, me he en terado de que la sa cerd oti­
sa de D em éter saca del rebaño, para lleva rlas ante el
altar, corpu lentísim as vacas, para ser sacrificadas. A ris­
tóteles es testigo de lo que digo. H e aquí sus palabras:
D e m é te r fru gífera, tu te m anifestas a l p u e b lo de
[S ic ilia
y a los descendientes de E recteo. Mas he a q u í lo
[que h onroso p riv ile g io
parece para los de H erm ion e, pues el to ro del rebaño
que no pu ed en d o m in a r diez hom bres,
la anciana que cam ina sola lo lleva de una oreja
ante el altar, y el a n im a l la sigue c o m o el n iñ o a
[la madre.
Tuyo, sí, tuyo es el poder, oh D em éter. Sénos
[p ro p ic ia
y concéden os que todas las haciendas de H erm ion e
[prosperen \
y y / ic / / o
A t o vf/r
En la com a rca de Daunia 5 hay un
en Daunia
tem plo consagrado a Atena de Ilion, por
todos celebrado. D icen que los p erros
criad os en él hacen zalam erías a los
leños y ladran a los bárbaros.
3
C iu d a d situada en la costa sureste de la A rgólida.
4
Poeta epigram ático, de origen y época desconocidos.
5
P u e b lo al n oroeste d e A p ulia.
88
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
En el te rr ito r io de A rca d ia hay un
T m pl
tem p lo consagrado a Pan. El lu gar se
d
lla m a Aule. Pues bien, el dios respeta
co m o suplicantes, y protege, dispensánp e rs e g u id o s
doles la m ayor seguridad, a cuantos ani­
m ales buscan re fu g io allí; porqu e los lobos p ersegu id o ­
res sienten m ied o de p en etra r en él y, al darse cuenta
del lu gar que les sirve de refu gio, se contienen. Así que
se ofrecen a estos anim ales p a rticu la res ven tajas para
so b revivir.
A rca d ia , " e f u g io
p a ra a n im a le s
En C u r ía d e 6, cu an d o
L o s c ie rv o s se
/
»
re fu g ia n en e l
t e m p lo de A p o lo
en C u ria de
los ciervo s
(hay allí m u ltitu d de estos anim ales y
,
i
■ ii
m uchos cazadores se dedican a la caza
de ellos) se refu gian en el tem p lo de
A p o lo que hay a llí (el b o sq u ecillo es de
en orm e extensión), aúllan los perros, p ero no se atreven
a acercarse. Los ciervo s pacen en grupos, tran qu ilos y
sin m ied o y, p o r un m isterioso im pulso, confían al dios
sú salvación.
L a s m osca s se
au sen tan d u ra n te
H e dicho, a lgo más a r r ib a 7, que,
con m o tivo de la asam blea panhelénica
.
.
.
cn O lim pia, las m oscas p o r p rop ia vola fiesta de A p o lo luntad, se ausentan y se marchan, ju n ­
tam ente con las m ujeres, a la m argen
opu esta del A lfeo .
En Léu cade hay un elevad o p ro m o n to rio en el que
se ha e r ig id o un tem p lo a A polo, y sus a d ora d ores le
llam an A p o lo de A ccio. Pues bien, cuando va a com en ­
za r el festival, en el que practican el salto en h on or del
d io s 8, sacrifican un buey a las m oscas y, cuando se
han saciado de sangre, desaparecen.
6
P ro m on torio en la costa su r de Chipre.
7
Cf. V
8
« E l salto en h on or d e l d io s » se re fiere al rito p ra ctica d o en el .
17.
festival. Se o b lig a b a a un crim in al a a rro ja rse ro d e a d o su c u erpo de
LIBR O XI
89
Estas moscas, en verdad, son sobornadas para que
se m archen, m ientras que las de Pisa no necesitan so­
borno. Así que éstas son m ejores p orq u e hacen lo que
deben p o r el respeto que sienten hacia el dios y no por
una recom pensa.
H a y una isla situada en el M ar Ro_
/
9
j ° 9 que se llam a ícaro. En ella hay un
“islTk-aro °
*e m p lo ded icado a Á rtem is. H ay tam ­
bién m ultitud d e cabras salvajes, de ga­
celas rolliza s y tam bién de liebres. Si
uno, pidien do au torización a la diosa para cazar, inten­
ta lu ego cazar cuanto es perm itido, su diligen cia no qu e­
dará defrau dada, sino que coge las piezas y se alegra
p o r el don recibido; y si no pide perm iso a la diosa,
no captu ra nada y es castigado de la m anera referid a
por otros. .
Y
a hice m ención de lo
de los h iperb óreos, y d ije de ellos que
'
tC)dos los días tributan celosam ente ado­
ración al h ijo de Zeus y de Leto. ¿V o y
. a callar, entonces, las peculiaridades del
buey sagrado que los egipcios d eifica n ? ¿C óm o no van
b uey s a g ra d o
í/e
los e g ip c io s
a cen su rarm e la H is to ria y la N atu raleza; de la que esto
es obra y don para el hom bre? Pero < nadie debería acu­
sarm e de n egligen cia en este pu rito > l0, y yo d es crib i­
ré, com o es lógico, este tip o de religión .
Se cree, en tre los egipcios, que A pis es el dios cuya
presen cia es más patente. N a ció de una vaca, sobre la
cual cayó un resplandor celeste qué fue causa de su prep ája ro s vivos p ara a m o rtigu a r su caída. Sí re su lta ba vivo después de
la caída, q u ed a b a libre.
9
Suele llam arse tcara, y está situada, m ás bien, en el extrem o
norte del golfo Pérsico.
10 T exto corru pto; la traducción es con jeturable.
90
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
ñez. Los griego s lo llam an É p a fo y con sideran a la argiva ío, h ija de ínaco, com o su m adre. Los egipcios, en
cam bio, rechazan com o falsa la h istoria y ponen p o r tes­
tig o al tiem po, pues dicen que É p a fo nació en época tar­
día, m ientras que el p rim er Apis apareció en tre los hom ­
bres muchas m iríadas de años antes. H e r ó d o t o 11 y
A ristá go ra s 12 aportan pruebas y señales de esto; p ero
los egip cio s no están de acu erdo con ellos; en efecto,
dicen que en este sagrado buey se distinguen claram en ­
te vein tinu eve señales.
Cuáles sean estas señales y có m o están repartidas
p o r el cu erpo del anim al y de qué m añera el to ro está
adorn ado con ellas, lo Sabréis en o tro lugar. Los eg ip ­
cios son capaces de dem ostrar que cada señal represen ­
ta, p o r m edio de sím bolos, cada uno de los astros. Y
dicen tam bién que las señales representan la crecida del
N ilo y la fig u ra del U niverso. P ero podrás v e r tam bién
una señal, com o dicen los egipcios, que in dica que la
oscu ridad es m ás antigua que la luz. Y o tra señal repre­
senta la fig u ra de la luna crecien te para todo aquel que
la sabe entender. Hay, además, otros signos m is te rio ­
sos, de d iferen tes entidades, que son de d ifíc il in te rp re ­
tación para en tendederas profan as y para los descon o­
cedores de la h istoria divina.
Y
cuando co rre la noticia, p rego n era de que el dios
n ació para los egipcios, algunos de los sagrados esc ri­
bas a quienes ha sido tran sm itida de padres a h ijos la
ciencia, m ediante la cual, contrastan la vera cid a d de es­
tas señales, llegan al lu ga r en donde fue alu m brado el
retoñ o de la vaca am ada del dios y, sigu iendo los anti­
qu ísim os preceptos de Ile rm e s, erigen una casa en don­
de el tern ero vivirá en adelante. La casa m ira al sol na­
cien te y es m uy capaz para a co ger a las nodrizas IJ del
11
H e r ó d o t o , III 28.
12
M ü l l e r , F H G , vol. II, pág. 99, fr. 8.
13
Estas nodrizas son vacas que alimentan con su leche al ternero.
LIB R O X I
91
ternero, pues es p reciso que el n o v illo esté am am antado
durante cu atro meses.
Y
cuando ya está criado, a la salida de la luna nueva,
los sagrados escribas y los sacerdotes salen a su encuen­
tro y, aún más, cada año adornan una nave sagrada pa­
ra este dios y lo llevan a M en fis, en donde encuentra
m orada m uy a su gusto, lugares d eliciosos para re p o ­
sar, y otros para d ivertirse, lu gares tam bién para re v o l­
carse en el p o lvo o ejercita rse y casas de vacas rollizas,
un pozo y una fu en te de agua potable, porqu e los m in is­
tros y sacerdotes dicen que no es saludable para él b e­
b er siem pre d el N ilo . En e fe c to dicen que esta agua du l­
ce es buena para a d q u irir gord u ra de carnes.
S ería la rg o de con tar las p rocesion es que organizan,
los sagrados rito s que practican cuando los egipcios ce­
lebran la re vela ció n del nuevo dios, los coros que o rg a ­
nizan, las fiestas y asam bleas que realizan y cóm o sus
ciudades y aldeas se llenan de regocijo. La persona, en
cu yo rebañó este d ivin o anim al nació, es considerada
feliz, y lo es, y los egipcios la con tem plan con a d m ira ­
ción. A pis es, al parecer, un buen a d ivin o y no hace sen­
tar, ¡p o r Zeus!, sobre ningún tríp o d e a muchachas o m u­
je re s ancianas ni tam poco las a tib orra de ninguna b eb i­
da sagrada; sino que un hom bre suplica a este dios, y
los muchachbs que están fuera, ju ga n d o y danzando al
son de las flautas, reciben la in spiración y proclam an
acom pañadas de música cada una de las respuestas del
dios, de m anera que lo que ellos dicen es más verd a d e­
ro que los sucesos ocu rrid os a orilla s del S agra u.
Los egip cio s lo com paran a H orus, al que con sid e­
ran la causa p rin cip al de la abundancia de cosechas y
14
E l S a g ra es un rio no identificado, escenario de la b a talla en­
tre locrios y crotoniatas. Allí sucedió lo increíble, lo que se resistían
a c reer los espartan os sabedo res de ello el m ism o día del suceso: que
los locrios, diez veces in ferio res en núm ero a sus enem igos, los d e r ro ­
taron con la ayud a de los D ioscuros.
92
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
de las buenas estaciones del año. De aquí que la gente
se ponga a elu cu b rar sobre su va ria d a co lora ción , con­
jetu ran do, a través de las señales, la va ried a d de las
cosechas.
Una h istoria de los adivin os que no todos conocen
d ice que M en is lsy rey de los egipcios, pensaba en un
anim al v iv o que p u d iere ven erar y e lig ió un buey, cre­
yendo que éste era el mas herm oso de todos y siguiendo
a H om ero, según dicen, en su ju ic io sobre esta cuestión;
pues H o m ero dice en la litad a ïb:
C o m o un to ro sobresale en el rebaño sobre todos
[lo s demás
p o rq u e resalta entre las vacas que pacen...
M as no son de mi gusto los hechos que los egip cio s que
escriben sobre zo o lo g ía con vierten en leyen d a sobre es­
té anim al.
l
M n e v is , to r o
sa gra d o de tos
egipcios. La
conducta impía
de Bóccoris
«M as, ea, cam bia de tem a » ’7, com o
,
d in a el relato y no cantes, ¡p o r Zeus!,
al « c a b a llo » 18 ni la em boscada de su
vien tre, sino al bu ey M nevis.
Los egip cio s dicen que está consa­
gra d o al Sol, m ientras que — dicen — el bu ey Apis está
ded icado a la luna. A firm a n que lleva una señal esp ecial
para dem ostrar que no es espurio, ni bastardo, sino ama­
do p o r el antedicho dios. S ob re estas cosas algún o tro
hablará, pero yo q u iero con ta r la h istoria eg ip cia que
oí con tar com o prueba y co n firm a ció n de si este toro
es de su p erior n acim ien to o no.
15
M en is Fue el que unió los reinos del norte y del su r de Egipto.
V iv ió hacia el 3400 a. C.
16
I I II 480.
17
H o m e r o , O d. V III 492.
18
E l c a b a llo de m adera, de cuyo vientre salieron ios gu errero s
griego s que con quistaron Troya.
93
L IBR O X I
B óccoris l9, rey de los egipcios, usurpando, no sé có­
mo, una g lo ria engañosa y un ren o m b re ficticio , gozaba
repu tación de ju sto en sus ju icio s y de ten er un corazón
ganoso de santidad. P e ro era p o r n atu raleza todo lo con ­
tra rio. A hora o m ito la m a y or parte de sus fechorías, p e­
ro he aquí lo que h izo a M nevis, al q u erer h acer daño
a los egipcios. L levó un toro salvaje para en frentarlo a él.
A sí pues> M n evis se pu so a m u gir y el recién llegad o
h izo lo m ism o. Luego, el buey extran jero, dom in ado p o r
la cólera, a rd ía en deseos de ca er sobre el to ro am ado
de los dioses, pero tro p ezó y> cayen do sobre el tronco
de un á rb o l persea, se ro m p ió el cuerno, m ientras que
M nevis, h irién d o le en el costado, lo m ató. B ó cco ris fue
o b je to de v itu p e rio y los egip cio s le odian. P ero si al­
guien considera que es m uy in dign o descender de la his­
to ria natural a l a leyenda, n ecio es. Pues y o digo lo que
se hace con estos toros, cuanto se h izo y lo que he o íd o
d e c ir
a los egip cio s * * * 20 Una m en tira es vergo n zo sísi­
ma p ara ellos.
Unos han pregon ado y difu n dido entre las gentes que lost delfin es son ami,
,
/ .
,
gos de la m úsica y diligen tes segu ido­
res del canto, otros han hablado de su
a m o r al hom bre y n osotros hem os d i­
sertado más a rrib a sobre ellos; p ero no será m alo que
yo hable ahora de su in teligen cia.
···,.,.·
Los delfines
D esdé luego, cuando un d elfín cae en la red, al p rin ­
c ip io perm an ece tra n qu ilo y no se le o cu rre escapar;
se da un festín con los peces, com pañ eros suyos de cau­
tiv e rio y, com o quien llega in vitad o a un banqueté; se
a tib o rra de ellos. P e ro cuando se cerciora* al ser a rras­
trado, de que está cerca de la costa, ro m p e con los dien19
Se supone que reinó en el s. ix a. C.
20
T e x to
porque...».
d u d o so ;
fa lta
a lg o
com o:
«n o
p u ede
se r
m entira,
94
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
tes la red y escapa libre. M as si es capturado, los pesca­
dores más ben évolos le atraviesan las narices con un
ju n co y le dejan escapar. Y el d elfín , com o a vergon zado
p o r el o p ro b io so trato, en adelante no se a cerca a la
red barredera.
D ice A ristó teles 21 que* cuando uno es capturado, atado fu ertem en te y m etid o en la artesa, m uchos d e lfi­
nes se ponen a n ad ar a lred ed o r de la barca, y saltan
y brincan lo su ficien te com o p a ra a p a recer com o su pli­
cantes, hasta que consiguen que se conm u evan los pes­
cadores, que se com padezcan del p rision ero, que cedan
ante los im p loran tes y que suelten al cautivo.
E l b o yero D afnis de Siracusa, el que
, , , , ;
F id e lid a d de
los p e rro s
su frió, p o r culpa de la N in fa , el prego,
„
,
,
.
nado castigo , tem a cinco perros criade D a fn is
dos p o r él: Sano, P odargo, Lam pas, Álcim o y Teón. D icen que, al con tem plar
las desdichas de su amo, p r e firie ro n m o rir sobre él, no
sin antes p r o fe r ir grandes lam en tacion es y d erra m a r
abundantes lágrim as.
T e rm tra de un a
e le fa n ta ha cia
H e hablado antes de las d iferen cia s
y va ried a d de ca ra cteres de los elefan-
,
tes;
i
,.
mas ahora dirc Aue este anim al tieu n n iñ o
ne buena m em oria, que puede record a r
las órdenes y que no d efrau da la expec­
tación y la esperan za de los que le con fían algo. S irva
esto com o ejem plo.
Cuando A n tigon o 23 asediaba a los m egarenses, una
elefanta, llam ada N i cea, se criab a con uno de los e lefa n ­
21
H ist. A n im a l. 6 3 1 a l l .
22
El c a s tig o fu e q u e d a r c ie g o p o r h a b e r fa lta d o a lo p r o m e tid o :
p e r m a n e c e r fie l a l a m o r d e una n in fa a la q u e tra ic io n ó p o r a m o r a
una h ija d e l r e y (c f. E l i ano, V a ria H is to ria X
18).
23 Antigono Gonatas luchó contra P irro, puso cerco y recob ró a
M égara hacia el 270 a. C.
L IB R O X I
95
tes enem igos. A h o ra bien, la m u jer del cu id a d or que,
hablaba el len gu aje de los indios* que entienden los e le ­
fantes, c o n fió a este anim al un n iño qu e ella había dado
a luz un mes antes. E l elefan te am aba al m uchacho, lo
gu ard ab a y se co m p la cía en ten erlo ya cien d o a su lado;
lo m iraba de soslayo cuando llo riq u ea b a y, cuando d o r­
mía, le espantaba las m oscas co gien d o con su trom pa
una ra m ita de las cañas que le ponían de com ida. Y si
e l m uchacho no estaba presente, la elefan ta rechazaba
su p rop ia com ida. Y así era p reciso que la m adre le a ti­
b orrase de leche y, a continuación, le colocase al lado
de su cuidadora; de lo contrario, N icea se m ostraba com ­
pletam en te indignada e irritad a, e inclu so dispuesta a
h acer a lgo terrib le. M uchas veces, cuando e l niño ro m ­
p ía en llanto, m ecía la cuna en que yacía, consolan do
con el m en eo a la criatu ra, h aciendo la elefan ta, oh se­
ñores, lo que suelen h acer las criadas y nodrizas.
, , ,
l i e le fa n te
c a s tig a d o r d e l
Sé qu e op ortu n am en te hablé de los
violen tísim os Celos de diferentes anim a­
,
,
.1
,cs’ co m o calam ones, p erros y, por uladulterio
tim o, ciguéñas. P ero ahora m e propon ­
go h ab lar de la có lera desplegada p o r
un elefan te p o r causa del u ltra je a un m arido.
H a b ien d o co g id o in fra gan ti co m etien d o a d u lterio a
la m u jer de su cu id a d or y am o, traspasando al uno y
al o tro con sus co lm illo s, m ató al a d ú ltero y a la adú lte­
ra y los dejó, en tre las sábanas u ltrajadas, en el lecho
vilip en d ia d o; de m od o que al lle g a r el cu id a d or pudo
co m p ro b a r el d e lito de ellos y re c o n o c e r a su vengador.
E sto a con teció en la In d ia y el suceso pasó de a llí a
estos pagos.
M e he en tera d o de que esto m ism o sucedió en el re i­
nado de T ito , varón noble y bueno, p ero añaden que el
elefan te, en este o tro relato, m ató a am bos y los cu brió
con un vestid o que, qu itado al lle g a r el amo, m ostró a
96
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
los dos ju n titos en el lecho, y e l c o lm illo con que el ele­
fa n te los atravesó apa recía ensangrentado.
P a rece que una ca ra cterística de las
serpien tes es el don de la adivinación.
L¿e Lavinio
En efecto, en la ciu dad de L a v in io 24,
que está en el L a c io (re cib e este n om ­
b re de Lavin ia, h ija de Latin o, en aquel
tiem p o en que éste luchó con Eneas con tra los llam ados
rútulos, ven cién doles después, y el troyan o Eneas, h ijo
de Anquises, fu n dó la m entada ciudad; p o d ría ser, por
así d ecirlo , la abuela de Rom a, pues p a rtien d o de allí,
Ascan io, h ijo de Eneas y de la troyan a Creúsa, fundó
Alba, y R om a fu e una colon ia de A lba), goza de estim a­
ción un bosqu e sagrado, extenso y de densa vegetación ,
que tiene cerca un tem p lo ded icado a la a rg ó lid a H era.
Hay, en el bosque, una vasta y profu n d a caverna que
es la guarida de una serpiente. En días establecidos, unas
sagradas vírgen es se presentan en el bosqu e llevan do
en las m anos y con los ojos vendados un pastel de ceb a­
da. Las conduce a la m a d rigu era de la serpiente, sin
desviarse, un soplo divino, y avanzan sin tropezar y tran­
quilam ente, com o si viesen con ojos destapados. Y si
son verd a d eram en te vírgen es, la serpien te acepta las
viandas considerándolas sagradas y apropiadas a un ani­
m al q u erid o p o r la diosa. P e ro si no, se abstien e de co ­
m erlas, porqu e la serpien te conoce de antem ano y adi­
vina su im pureza; y las h orm igas, red u cien d o a pequ e­
ños fragm en tos el pastel de la m u jer desflorada, para
tran sportarlo m ejor, lo llevan fu era d el bosqu ecillo, lim ­
pian do así el lugar. Los habitantes se enteran de lo ocu ­
rrid o y las m uchachas que pen etraron son in speccion a­
das y la que deshonró su v irg in id a d recib e el castigo
p revisto p o r la ley. H e aquí el m o d o de qu e m e sirvo
24
Es L an uvio, no Lavinio.
97
LIBR O X I
y o para d em ostra r
serpientes.
L a s e rp ie n te
sagrada y el castigo
la
fa cu lta d
a d ivin a d ora
de
las
Pues bien, H o m ero d i c e ” :
17
los dioses son d ifícile s de so p orta r si se
r
.
. (
,
[a p a recen con claridad,
d e l c u r io s o
P e ro tam bién la serpiente, honrada con
ritos sacratísim os tien e a lgo de d iv i­
n o y con tem p la rla no co m p o rta ningún provecho.
L o que q u iero d ec ir es lo siguiente. En M etelis de
E g ip to hay una serpien te sagrada en una torre. R ecib e
honores, tiene m in istros y servidores, y ante ella hay
una m esa y una crátera. T o d o s los días echan en esta
crátera cebada que rocían de leche y miel, y lu ego se
m archan y vo lvien d o al día siguiente, encuentran la crá­
tera vacía. A h o ra bien, el más anciano de estos sirvien ­
tes sin tió el veh em en tísim o deseo de con tem p la r a la
serpiente y, adelantándose solo y haciendo los ritos acos­
tum brados, se retiró. La serpiente, subiéndose a la m e­
sa, se saciaba de com ida. Y el en trom etido, al a b rir la
pu erta (la había cerra d o co m o era costum bre), h izo es­
pantoso ruido. L a serpien te se irr itó y se alejó, y el an­
cian o que había visto al re p til que deseaba ver, para
su p rop io mal, se v o lv ió loco, con tó tod o lo que vio y,
después de co n fesa r su im piedad, se v o lv ió m udo y, al
p o co tiem po, cayó m uerto.
25
II.
XX 131.
98
i
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
„
R e m e d to s
e m p le a d o s p o r
los a n im a le s p a ra
c o n ju r a r e l
m a le f ic io
N o ta s ca ra cterística s de los anima.,
les son tam bién las
real, p ara e v ita r el
una ra íz de lin o con
m o am u leto natural
.
siguientes. E l pavo
m al de ojo, busca
el fin de usarla coy la lleva apretada
b a jo un ala. D ícese que si un ca b a llo padece reten ción
de orin a y una muchacha, desatándose el cinturón, le
pega en la cara con él, al instante o rin a copiosam en te
y term ina de su frir. Una yegua que siente un d esen fre­
nado a p etito sexual se aplaca fácilm en te, según dice
A ristó teles 26, si se le corta n las crin es de su pescuezo;
p o rq u e siente vergü enza, m o d era su n erviosism o, cesa
en su desen fren o y en su con tin u o p ia fa r y qu eda abati­
da ante su deshonor.
Tam b ién S ó fo cles alude a esto en su dram a Tiro. Se
nos d escrib e a T ir o h ablando y lo que dice es lo
s ig u ie n te 27:
M e loca en suerte s u fr ir p o r m i cabellera, a la ma[riera de una yegua
que, sujetada p o r unos pastores
en el establo, con m a n o ruda
trasquilada, pierd e la rubia m elen a de su c u e llo
y, llegándose a la. pradera para beber de lás aguas
[corrien tes,
c o n te m p la la im agen reflejada c o m o una som bra
co n la c rin cortada co n las tijeras para su deshonra
¡Ay!, hasta un h o m b re sin p ied ad se com p a d ecería
[de ella
vién d ola en cogid a de vergüenza y vie n d o c ó m o
[en loq u e ce
de d o lo r y llo ra p o r su perdida m elen a.
26
H is t. A n im a l. 572b7.
27
Fr. 659 P e a r s o n .
LIB R O X I
L o s a n im a le s
a n u n cia d o re s de
T e r r e m o t o 5en
H é lic e . C a s tig o
de P a n ta cle s
99
Cuando una casa está a punto de derrumbarse, los ratones y también las com adrej as <lue
habitan se aperciben
de ello, p revén el derru m b am ien to y
escapan.
E sto es lo qué sucedió tam bién en H élice 28, según
dicen; pues, cuando los habitantes de H é lic e co m etie­
ron im piedad en lias personas de los jo n io s que habían
llegad o a la ciu dad y los d eg olla ron en el altar, en ton ­
ces (para d ec irlo con H o m ero)
... los dioses m os tra ro n p ro d ig io s entre e llo s 29.
C in co días antes de desap arecer la ciu dad de H élice,
cuantos ratones en ella había, así com o com adrejas, ser­
pientes, escolopendras, escarabajos y anim ales de igual
calaña, salían ju ntos al Camino que conduce a Cerinea 30. Los elicisios, ál v e r este com portam ien to, se lle­
naron de adm iración , pero eran incapaces de a verigu a r
la causa. Cuando h ubieron desap arecido los dichos ani­
males, por la noche se p rod u jo el seísm o y la ciudad
se derru m bó; una ola gigantesca se ab a tió sobre ella y
desapareció, y diez naves lacedem onias que p o r acaso
estaban atracadas en el p u erto fu eron destru idas ju n ta ­
m ente con la susodicha ciudad.
La ju sticia u tiliza tam bién a los anim ales cóm o cola ­
b o ra d o res en el ca stigo de los h om bres im píos. T es tig o
dé esto fue Pantacles de L a ced em on ia ” , el cual, des­
pués de im p e d ir a algunos de los com edian tes de Dioni28
En Acayá, alred e d o r de poco más de kilóm etro y m edio del gol­
fo de Corinto. Esta ciud ad fue d estruida p o r un terrem oto en el año
373 a. C., en castigo del h o rrib le crim en com etido p o r sus habitantes,
el m ism o año, en las person as de unos delegados de Jonia que llegaban
a pedir la estatua de Poseidon o, al menos, un plano de su templo y altar,
”
O d. X II 394.
w
C iud ad a c orta distancia al su r de Hélice.
31
É fo r o en el año 4 7 0 a. C., según dos pasajes in terpolados de
J e n o f o n t e (H el. 1 3 ,
1, y II 3, 10).
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
100
so que se d irigía n a C itera que atravesasen Esparta, es­
tando sentado en su tron o de éfo ro , fu e despedazado
p o r los perros.
En S ic ilia está la ciu dad de Á d ra ­
no 3\ com o dice N in fo d o ro , y en ella el
P: : Z Z rt T tem p !° a Ádrano, d ivin id a d local. D icen
templo de Ádrano q ue este dios se hace verd a d eram en te
presente. Y tod o lo dem ás qu e sobre él
dice, y la m anera de h acerse presen te y cuán ben ign o
y p ro p ic io es para con los que le invocan, lo sabrem os
en otra ocasión. M ás ahora direm os lo siguiente.
H ay unos perros sagrados, y que son servidores y
m in istros del dios, los cuales superan en h erm osu ra y
en tam año a los p erros M olosos, y hay p o r lo m enos
mil. Estos anim ales durante el día saludan y acarician
a los que penetran en el tem plo, sean ex tra n jero s o n ati­
vos; pero, durante la noche, conducen, a m anera de guías
y conductores, con m ucha am abilidad, a los que ya e s tán borrach os y van dando tum bos p o r el cam ino lle ­
va n d o a cada uno hasta su p rop ia casa, m ientras que
in fligen su corresp on d ien te castigo a los b orrach os que
se extralim itan , p orq u e saltan sobre ellos y les desga­
rran los vestidos, escarm en tándolos hasta ta l punto; p e ­
ro a aqu ellos que intentan ro b a r los despedazan con to­
da ferocidad.
Hay, al parecer, un ca ra co l m arin o
. . .
Caracol del
Mar Rojo
tosa
: 32
que se cría en el M ar R o jo y que es muy
-,
i
.
r
h erm oso y m uy grande; tiene, en e le c ­
to, la concha pu rpú rea y la N a tu ra leza
le ha dotad o de esp ira l d ecorad a y vis­
Podrías d ec ir que estás contem plando una guir-
En la Falda sudoriental del Etna.
Segú n H. G o s s e n , « D ie T iern am en in A c lia n ’s 17 B ü c h e rn Peri
zoön», Quellen u. Studien zu Gesch. d. Naturwissenschaften u. d. Medi­
zin 4 {1935), § 20, se trata de Mitra papalis, que es un caracol m arino
33
p ro s o b ra n q u io con
porcelana.
trom pa
larga y concha a b ig a rra d a y com o de
Í01
LIB R O X I
nalda tejida con flores polícrom as, verdes, doradas y ber­
mejas, distribu idos los colores a in terva lo s iguales.
La N a tu ra leza ha dispuesto que el 22
, ,,
E l delfín está
en perpetuo
movimiento
d elfín esté en continuo m ovim ien to, se,
.
.
g un dicen, y solo con la m u erte acaba
de m overse. A sí que, cuando necesita
dorm ir, asciende y sale a la su p erficie
tod o el· cuerpo, de m anera que puede verse entero, y
a llí duerm e. T am b ién esta criatu ra necesita d o rm ir y
ser p a rtícip e de este dios que es el sueño. De todas m a­
neras, cuando duerm e, desciende a las profu n didades
hasta tocar el fo n d o del mar. Guando lo toca, se des­
p ierta al con tacto con el su elo d el m a r y asciende, y,
en tregad o de nuevo al sueño y dom in ado p o r el dios,
se sum erge, y, de nuevo despertado p o r el choque; as­
cien de o tra vez a la su perficie. E sta o p era ción la rep ite
muchas veces estando situ ado en tre el reposo y la a cti­
vid a d y, p o r supuesto, jam ás se en trega a una in a ctivi­
dad com pleta.
En el M a r R o jo se cría un pez de 23
fo rm a aplanada pa recid o al lenguado,
Eí
«citaredo»
según dicen. N o tiene las escam as de­
m asiado ásperas al tacto. Es dorado de
co lor y, de la cabeza a la cola, está m ar­
cado con líneas negras. P o d ría decirse que son com o
cuerdas tensas; p o r esto, precisam ente, a este pez se le
llam a « c it a r e d o » 34. La boca, que es de un c o lo r n egro
subido, está sum ida y en cerrada en un aro azafranado.
Su cabeza es a b iga rra d a con un b r illo de o ro y con a l­
gunas rayas negras. T ien e alas co m o de oró, N e g ra es
sil cola, menos en el extrem o. É ste es sumamente blanco.
34
Es el
Chaetodon,
pez de colores brillantes inquilino de los a rre ­
cifes coralinos. En español: «c o c h e ro » o «q u etó d ó n té».
102
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
D icen que hay otras clases de «c ita r e d o s ». Los hay
con el cu erpo enteram ente de c o lo r p ú rp u reo con rayas
doradas a intervalos. Tien en en la cabeza anillos sem e­
jantes a flo re s de violetas: uno, que descien de delante
de los ojos hasta las branquias; otro, que se extien d e
p o r detrás de los ojos hasta la m itad de la cabeza, y
un tercero, que rod ea al cu ello co m o un collar.
En el M a r R o jo se cría el pez
leo­
p a rd o 35, com o dicen los que lo han
E l pez « leopardo » . x
i
i
i
,
. .
visto. P o r el c o lo r J y las manchas circuy el «oxirrinco »
lares, se
p arece al leo p a rd o de la
montaña.
E l o x irrin c o que existe a llí tien e una boca la rg u ísi­
ma, ojos co m o el o ro y párpados blancos. T ien e en el
do rso m arcas pálidas; las alas que tien e en sus flan cos
son negras, y las del dorso blancas. L a cola es de fig u ra
o b lon ga y su c o lo r verd e y una fra n ja de c o lo r de o ro
la d ivid e en dos sectores.
A T o lo m e o II, llam ado tam bién Fít ,,
la d elfo, le rega la ro n una cría de elefanE l elefante que
r
. ,
entendía el griego t e ^ U e f u e C V i a d a e rl U n t e r r i t o r i o g r e co p a rla n te y entendía a los que le ha­
blaban. Antes de la a p a rició n de este
anim al se creía que los elefan tes sólo com pren dían la
lengua de los indios.
Parece que tam bién en tre los irra, ,
cionales la N aturaleza ha otorgado preeSuperioridad del
.
;.
*
,
v
,
,
,
macho sobre
m in en cia al m acho sobre la hem bra,
la hembra
Y, así, el dragón macho tiene cresta
y barba, el g a llo cresta y papo, el
c ie r v o cuernos, el león m elena, y la cig a rra m acho el
canto.
35
Sin identificar.
LIBR O X I
103
D icen que la causa de la gu erra en- 27
Pequeñas causas tre los griego s y los troyanos fue H eleproducen grandes na> h ija de Zeus. Y Atosa, m u jer de Daefectos, como
r '0^ ^ue
ten er criadas 36 del
guerras
Á tica, fue causante de la gu erra entre
persas y helenos. Y la larga gu erra en tre los griego s fue
m otiva d a p o r la declara ción redactada contra los megarenses 37. Una langosta en cen dió la gu erra entre el
p u eblo de M agn esia 3a y de É feso. Una palom a, la gu e­
rra en tre Caonia 39 e Iliria . Se dice que los tebanos de
E g ip to lucharon contra los rom anos p o r culpa de un
p erro.
m.
R e fie re una h istoria que Pitócares, 28
e l flau tista, rechazó el ataque de unos
Vevencidos *
lobos in terp retan d o con su flau ta una
pieza arm on iosa y noble. Un en jam bre
de m oscas expu lsó a los de M égara;
unas avispas, al pu eblo de Faselis ‘"’, y unas escolop en ­
dras, a los habitantes de R e le o Λ1.
D icen que las ovejas del P on to no 29
Ovejas del Pomîo tienen vesícu la b ilia r, m ientras que las
y de Naxos
de la isla de N axos tienen dos.
34
Cf. H e r ó d o t o , III 134.
37
U na de las causas de la g u erra del Peloponeso es el tratado que
Pericles hizo firm a r a M é g a ra en 432 a. C., p o r el que la ciudad se
com p rom etía a no c o m e rciar con o tras ciud ad es del Egeo.
38
M agn esia, a o rilla s del M ean dro, rival de Éfeso, fue destruida
p o r los efesios a m ediados del s. .vu a. C.
39
C iu d a d de Ep iro. N o hay referencias a ésta y a las anteriores
causas p ereg rin as de guerra.
40
C iud ad en la costa éste de Licia,
41
C iu d a d al N E . de T ro y a en ei Helesponto.
1 04
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
E l ab eja ru co p arece ser m ás obseΦ ^ 050 que las cigüeñas, pues no aguar­
da a que sus padres sean viejos para
alim entarlos, sino que lo hacen en cuan­
to tienen sus rém iges form adas.
E l abejaruco
H e aquí otra buena Condición de los
anim ales. Los dioses se cuidan de ellos,
Λ
,
. . . .
no
m iran con desprecio m los tienen
en poca consideración. Porqu e si es ver­
dad que carecen de raciocin io, c ierta ­
m en te no están fa ltos de com pren sión y de con ocim ien ­
to p rop o rcion a d os a su naturaleza. A sí pues, m e r e fe r i­
ré al a m or que los dioses les profesan. N o ex tra eré m u­
chos ejem plos de la muchedum bre de ellos, sino que unos
cuantos serán suficientes.
U n o fic ia l de caballería, de n om bre Leneo, tenía un
ca b a llo de buena estampa, velo císim o en la ca rrera y
de sangre ardiente. E ra excelen te en dem ostrar* en las
com peticion es, el a d iestram ien to recib id o ; era capaz dé
re sistir en la guerra, excelen te en la persecu ción , cuan­
do la ocasión se presentaba, y en la retirada, cuando
ésta era obligada. P o r todo lo cual el ca b a llo era estim a­
da posesión, y el am o era con sid era d o d ich osísim o p or
sus cam aradas de la m ism a profesión .
Pues bien, este caballo, dechado de virtu d es equinas,
q u ed ó p riva d o de la vista en el o jo derech o p o r haber
re cib id o un go lp e en él. V ien d o, entonces, L en eo que
toda su esperanza estaba anclada en la con d ición de su
n oble bru to (el escudo ecu estre cu b ría el o jo izqu ierdo,
ú nico con el que veía), se d ir ig ió al tem p lo de S érapis
lleva n d o un en ferm o de una clase com pletam en te inu­
sual, el caballo, y L en eo su plicó al dios, co m o si lo hi­
ciera p o r un herm an o o hijo, p o r a m or del ca b a llo que
se apiadase del suplicante, ten iend o en cuenta que ja ­
más h izo nada m alo. P orq u e hay h om bres — decía — que
,
,
Serapis devuelve
la vista a un
caballo
L IBR O X I
105
son causantes de sus prop ia s desgracias p o r co m eter
actos im píos o p o r pron u nciar b la sfe m ia s.«¿P e ro qué sa­
c r ile g io — d ecía — o qué asesinato ha co m etid o este ca­
ballo, o cóm o ha b la sfem a d o y p o r q u é?» Y ponía al
dios p o r testigo de que jam ás había h echo daño a nadie,
y p o r este m o tivo suplicaba al dios que librase a su con ­
m ilitón y a m igo de la ceguera.
Y
el dios, siendo tan grande com o es, no descuidó
n i rehusó cu ra r al anim al irra cio n a l y mudo, y en con ­
secuencia se a piadó d el en ferm o y de su in tercesor, y
le p rescrib ió una cura que consistía en abstenerse de
hum edecer el o jo y, en cam bio, ca len tarlo con baños de
va p o r al m ed iod ía en el recin to del tem plo. H izo esto,
y el o jo del ca b a llo sanó.
Len eo presen tó ofren das en acción de gracias, y do­
nes p o r la recu p era ción de la salud. E l caballo hacía
cabriolas, y relinchaba, y parecía más corpu len to y h er­
m oso; se m ostraba a legre y, c o rrien d o al altar, piafaba
o rgu llo sa m en te y, adem ás, revolcán dose delan te de las
gradas, se le veía dando gracias, de la m ejor m anera
que podía, al dios sanador.
Un la b ra d o r cavaba una zanja en su
viñ a p ara p la n ta r excelentes y selectos
j
sarm ientos;’ Jy disparó
su azadón contra
vengado
^
un sagrado áspid que se ocultaba bajo
el suelo y que, en m anera alguna, era
en em igo del hom bre* y, sin darse cuenta, p a rtió al rep­
til p o r la m itad. Y estando rom p ien d o el terreno, vio
el rabo en vu elto en la arena, m ientras que la porción
separada, del vien tre al cu ello, estaba aún a rrastrá n d o­
se y cu b ierta de sangre p o r el corte. E l h om bre se ho­
rrorizó, p erd ió el ju ic io y se pu so en estado de verdadéra locura, de locu ra in descriptible.
D u ran te el día no era dueño de sí m ism o ni de su
razón y, p o r añadidura, durante la noche, se vo lvía fre-
106
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
nético, se levantaba del lech o d icien d o que el áspid le
persegu ía y, com o si estu viera a punto de ser m ord ido,
gritab a de la m anera m ás h o rrib le y so licita b a ayuda,
y adem ás decía que veía la fig u ra de la serpien te que
había m atado gruñendo co lérica y am enazante, y a v e ­
ces a firm aba que había sido m o rd id o y era evid en te p or
los gritos que daba que sentía dolor. Cuando ya la en­
ferm ed a d estuvo en estado avanzado, sus parientes lle ­
va ron al h om bre com o suplicante al tem p lo de S érapis
y pedían al dios que alejase y elim in ase el fan tasm a del
susodicho áspid. Pues bien, el dios se a piadó d el va ró n
y le curó; pero yo he dicho ya cóm o el áspid no tu vo
que esp era r a ser vengado, y con una venganza, en e fe c­
to, suficiente.
,
Un pavo real
sagrado
El rey de E g ip to recib ió com o presente un pavo de la In d ia de grandísi,
m o tam año y m uy herm oso, que creyó
in dign o c ria r ju n tam en te con los o tros
anim ales dom ésticos para o rn a to de la
casa o para com er, sino que lo en com en dó a i tem p lo
de Zeus, p ro te c to r de la ciudad, porqu e crey ó que la
susodicha ave era una o fren d a digna del dios.
Un jo ven disolu to y m uy ric o ard ía en deseos de cap­
tu ra rlo y darse un banquete, porqu e de o rd in a rio se en­
tregaba al gusto de la com ida con cu a lq u ier p retex to
y, a causa de su exagerad a glo ton ería y depravación,
consideraba la d iversid a d de com ida, así com o lo adqu i­
rid o con p e lig ro y lo com prado a costa de m uchas fa ti­
gas, un a licien te más d el placer. O freció , pues a uno
de los servidores del dios cop ioso soborn o p o r su sacri­
le g io y p ro m etió darle aún más. Y él, en golosin ado por
uña vana esperanza, se d ir ig ió donde sabía qu e el ave
tenía su albergu e e in tentó captu rarla para llevá rsela
al jo ven rico.
LIBR O X I
107
M as no v io al pavo, sino que, en su lugar, v io a un
enorm e áspid erecto e irrita d o contra él. A l p rin cip io
se llen ó de tem o r y retroced ió , p ero al in sistir el disolu ­
to y an im arle a ello, el sirvien te se d ir ig ió al pavo; mas
éste escapó de su alcance y, eleván dose en vu elo lig e ro
p o r los aires, no se posó en ninguno de los árboles sa­
grados ni en ningún o tro lu gar elevad o o encum brado,
sino en el cen tro del tem plo, y los m iraba im p ávido co­
m o q u erién doles dem ostrar que estaba p o r encim a de
sus asechanzas y que serían incapaces de captu rarlo.
A sí pues, co m o no consegu ía nada, el jo ven disolu to
reclam aba a su có m p lice el d in ero que le había en trega ­
do. E l segundo n o se lo d ev o lvía d icien d o que él había
cu m p lido su com etido, p ero que había sido incapaz de
a rreb a ta r a los dioses lo que les pertenecía. Com o es
natural, se suscitó p o r esto una disputa acom pañada de
grito s que escuchaba m ucha gente. Después llegó el sa­
cerd o te p rin cip al y pregu n tó la causa de tal disputa en
el tem plo, y los in dividu os se acusaban m utuam ente. Y
el rico, u ltra ja d o con amenazas, blasfem ias y vitu p erios
se a lejó y, después de tragarse el hueso de o tra ave, sin­
tió d olores y m u rió lastim osam ente, y el go b ern a d o r de
la ciu dad ca stigó al m alvado sirvien te com o reo de sa­
crilegio . Mas el ave no la v o lv ió a v e r nadie ni viva ni
m uerta. P e ro hay úna h istoria que cuenta que, después
de v iv ir cien años desapareció.
Sérapis salva a
una persona
enamorada
La presente h istoria se parece y con­
cu erda con la an terior. Un hom bre, 11a,
„ ,
m ado
Giso.’ que
era m uy d evoto de be_
M
rapis, fue o b jeto de una asechanza p o r
p arte de una m u jer de l a q u e había es­
tado en am orado y que después lle g ó a ser su esposa.
E ste h om bre co m ió unos huevos de s e r p ie n te 42, sin tió
42
A lgún p arec id o con este « m i l a g r o » tiene el siguiente, o p erado
en E p id au ro : «U n h om bre de Torone; san guijuelas. Éste tuvo un sueño
108
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
d o lores y m a lesta r y estaba para m orir. P e ro él su plica­
ba al dios, y éste le orden ó co m p ra r una m urena viva
y m eter la m ano en el recipien te. Ciso obedeció, m etió
la mano y el pez se agarró fuertem en te a ella, pero, cuan­
do la retiró, desap areció tam bién la en ferm ed a d del jo ­
ven. Que lleg ó a ser esta m urena co la b ora d ora del dios
en una curación, lleg ó a m is oídos.
35
E ste m ism o dios, en tiem pos de NeCuras por
intercesión
de Sérapis
rón, curó a Criserm o, que vom itaba sangre y com en zaba ya a esta r aném ico,
hacién d ole b eb er sangre de toro. Y yo
d ig o que estos anim ales son hasta tal
gra d o qu eridos de los dioses, que son cu rados p o r ellos
y, cuando los dioses quieren, salvan ellos a otros.
m ientras dorm ía. Le p areció que el dios lé a b ría el pecho con un cuchi­
llo p ara sacarle las san guiju elas que luego le pon ía en las manos. A
la m añana siguiente salió con los bichos en las m anos y qu ed ó sano.
Su m a drastra las h abía echado en una vasija... y, al beber, se las tra­
g ó » (cf. H e r z o g , «D ie W u n derh eilu n gen von E p id a u ro s »,
Philol.,
Sup­
plem entband X X II, H e ft III [Leipzig, 1931], 15). H e aquí las sem ejanzas
entre los dos «m ila g ro s ». Am bo s intentos de asesinato se atribuyen
a dos m ujeres alle ga d as a los enferm os: en el c aso de E p id a u ro , a la
m adrastra; en el de Eliano, a la esposa. En a m bos el vehículo transm i­
sor es el agua: en el p rim e r caso, contam inada de san guijuelas; en el
segundo, de huevos de serpiente. E n am bos los favo recid os son devo­
tos de la divinidad, o p o r lo menos, acuden devotam ente a ella: uno,
a Sérapis; el otro, a Asclepio. A sclepio interviene durante la
incubatio
qu irúrgicam en te; Sérapis, durante la vigilia, y a través de una m urena,
pez venenoso, que lejos de o fen d er al enferm o, recibe la en ferm ed ad
de éste p o r el conocido fenóm eno de la «tra n sfe re n c ia ». Elian o, hom ­
b re piado so com o todo estoico, d a al episodio categoría de «m ila g r o ».
N o aparece esta p a la b ra en el relato, p ero ia frase final: «lle g ó a ser
esta m uren a c o la b o ra d o ra del dios en una c u ra ció n », viene a a fir m a r
la creencia de Eliano, com o de toda la filoso fía estoica, de que la divi­
nidad interviene en el acontecer hum ano a través de todo lo creado:
anim ales, plantas, seres inertes y h om bres. E l
íama
de E p id a u ro hace
el núm. 13 del lib ro de H erzog. Su traducción, com o qu ed a dicho, a p a ­
rece en la pág. 15, y el e ru d ito com entario en la 82.
LIB R O XI
109
E ste m ism o dios h izo co m er carn e de asno al creten ­
se Básilis, que co n trajo una en ferm ed a d consuntiva, pa­
ra cu ra rle de este gra ve mal. Y el resu ltado estuvo en
consonancia con el n om bre d el anim al (ónos), porqu e el
dios d ijo que este tra ta m ien to y cu ración sería p ro ve­
choso (on esíp h oron ) para él. S obre esto hem os dich o
bastante.
H e aquí estas p ecu liaridades de los 36
anim ales. Se cree que las yeguas son
El caballo
muy aptas para a rrastra r carros. M e he
en tera d o de que los expertos en trac­
ción de carros dicen que los caballos
gustan de bañarse y de ser ungidos. Y Sim ónides, en
sus yam bos 4í, dice que los caballos son ungidos tam ­
bién con perfu m e. Y los persas, después de la batalla
lib rad a p o r C iro en L idia, h icieron c o n v iv ir a los cam e­
llos con los caballos para a le ja r de éstos el m iedo que
sienten hacia los p rim eros.
Los peces que no tienen escam as se 37
llam an «c a rtila g in o s o s ». Tales son: la
Particularidades
,
, .
.
anatómicas de
m u rena, e l con grio, el torpedo, la pasdiversos animales tinaca, la raya cornuda, el tiburón * * *
* * *D e lfín ballena foca. Éstos son los
únicos anim ales m arinos vivíp aros.
M olu scos son los que carecen de huesos, com o, p o r
ejem plo, el pulpo, la sepia, calam ar, aném ona de mar.
Éstos carecen tam bién de sangre y de intestinos.
Crustáceos son las langostas, gambas, cangrejos, can­
grejo s com estibles. T o d o s éstos cam bian la camisa.
Testáceos son las ostras, el busano, el buccino, las
caracolas o tritones, los erizo s de m ar y los ástacos.
A n im ales de dientes agudos son los lobos, el perro,
el león, el leopardo; éstos, com o sabéis, son ca rn ívoros.
43
Fr.
7, 57 D i e h l.
110
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
E l hom bre, el caballo, el asno tienen in cisivos en am bas
mandíbulas; tienen también grasa. Anim ales con los dien­
tes al m ism o n ivel en ambas m andíbulas son el buey,
la oveja y la cabra. A nim ales con dientes prom inen tes
son el ja b a lí y el tcpo. Y o sostengo qu e el elefan te tiene
cuernos, no dientes.
Insectos son la avispa y la abeja. Se dice que no tie­
nen pulmones.
A n fib ios son el hipopótam o, la nutria, el ca sto r y el
cocod rilo.
A nim ales escam osos son el lagarto, la salam andra,
la tortuga, el co co d rilo , la serpiente. É stos se despojan
de la piel, m enos el c o c o d rilo y la tortuga.
S olíp ed os son el caballo y el asno. El buey, el cu er­
vo, la cabra, la oveja y el g o rrin o tienen la pezuña hen­
dida. Los h om bres y los perros son criatu ras con dedos
en lös pies. E l cisne y el pato son anim ales con m em ­
branas in te rd ig ita les y uñas planas. L os gavilan es y las
águilas son aves con garras corvas. En o tro lu gar he
m encion ado las ca ra cterística s de los otros anim ales.
38
P a rece que la oca egip cia es ave que
am a a su p ro le y se co m p o rta com o las
Lay°la perdiz**
P e rdices: la p erd iz se arrastra delante
de lös p o llu elos e infu nde en su p erse­
gu id o r la esperanza de captu rarla; en­
tretan to, los pollu elos escapan, y cuando están a alguna
distancia, alza el vu elo y se aleja.
39
Dicen los egip cio s que el gavilán,
m ientras vive y con serva su actividad,
,
,
.
es ave am ada de los dioses, y que, una
v ez m uerto, p ro fe tiz a y envía sueños,
ya que se ve despojado del cu erpo y
co n v ertid o en esp íritu in corpóreo. Y dicen los egip cio s
que un gavilán con tres patas a p a reció una vez en tre
.
E l gavilán
LIBR O XI
111
ellos, y a los creyen tes les p arece la n arración digna
de crédito.
Las perdices de P a fla go n ia tienen 40
dos corazones, com o dice T e o fra s to 44.
e lZ ^ ln im á l
Y T eo p o m p o dice que las liebres de B i­
saltia tienen hígados. D ice Apión, si es
que no desvaría, que en algunos lu ga­
res los ciervos tienen cu atro riñones. E l m ism o esc rito r
d ice que, en tiem pos de A to tis 4S, h ijo de M enis, apare­
c ió una gru lla b icé fa la y que la prosp erid a d reinó en
E gipto; y que en tiem pos de o tro rey, apa reció un ave
con cu atro cabezas y el N ilo se desbordó com o nunca,
hubo abundancia de fru tos y hubo a d m ira b le cosecha
de cereales. N ic o c re o n te de C h ipre tuvo una cierva con
cu atro cu ernos y la o fren d ó al tem p lo de D elfos ponien­
do deb ajo esta in scripción :
Oh h ijo de L e to, p od eroso arquero, p o r designio
tuyo N ic o c re o n te ca p tu ró esta cierva de cu a tro
cuernos.
P o r añadidura, hubo en el tem p lo de Zeus, p ro tecto r
de la ciudad, ovejas de cu atro y de tres cuernos. Y o he
visto tam bién un buey sagrado de cin co pies que era
una o fren d a a este dios en la gran ciu dad de A lejan d ría,
en el fa m oso bosque del dios, en donde los perséas plan­
tados a pequeñas distancias o frec en am enísim a som bra
y frescor. Y había a llí tam bién un n o villo de c o lo r céreo
y tenía adh erid o a la p a letilla un pie su perflu o que no
necesitaba para andar, aunque su constitu ción era
perfecta.
T o d o esto está en co m p leto desacuerdo con la N a tu ­
raleza, pero yo me lim ito a d ec ir lo que he visto y oído.
44
Fr.
45
Fue e! segundo rey de la p rim era dinastía y vivió hacia el 3140
182.
a. C. C on struyó el palacio de M enfis.
L I B R O XII
S IN O P S IS
1.
Peces sagrad os de M ira .
2.
Feces sa g rad o s de H ieráp olis.
3.
C arn e ro m onstruoso.
4.
D iversas clases de gavilanes.
5.
L a m arta y Alcm ena. L os ratones venenosos de la T róade.
6.
L os delfines no aban d on an a sus m uertos.
7.
EÏ león de Egipto. L a esfinge. El león de N em ea.
8.
L a p o lilla de la cera.
9.
El zarnpullín.
10.
D os refran es so b re el ratón y la tórtola. C aracterísticas de los
11.
E l toro sa g rad o O nufis.
ratones.
12.
EÎ delfín.
13.
El pez globo.
14.
E l siluro.
15.
L a rana y la c u le b ra de agua. El cocod rilo y el
16.
T estim onio de D em ócrito so bre la
17.
Efectos del clim a sobre el feto, según D em ócrito.
les. El asno libio
y
las yeguas.
18.
O rigen y natu raleza de los cuernos del ciervo.
19.
Los cuernos de los bueyes, según D em ócrito.
20.
H a b la D em ócrito de los toros sin
21.
U n águ ila salva al niño G ílgam o.
22.
P e rro s cretenses atacados de rabia.
23.
Leones dom esticados en Elim ea.
24.
E l pez «p a lm e ra de a g u a ».
chárax
25.
El chicharro, ei
26.
El puercoespín libio.
y el pez erizo.
27.
El «m o n o » del M a r Rojo.
28.
Aves y peces que cam bian de color.
29.
L os siluros.
pluvial.
fecun didad de ciertos a n im
cuernos.
116
H ISTO RIA D E LO S A N IM A L E S
30.
Peces m ansos de diversos territorios.
3$.
L os hijos de A risto d em o y el o rác u lo de D elfos.
32.
L as serpientes de la India.
33.
Los gansos del C ap itolio ahuyentan a los celtas.
34.
Diversas costum bres de los hom bres relacionadas con los animales.
35.
Los p erros de Jantipo.
36.
L as aguas del río C ratis.
37.
An im ales enam oradizos.
38.
U n a cerd a alada.
ophiogenéis.
39.
L os
40.
H o n o re s tribu tado s a anim ales.
41.
T ortu g as y c ocod rilos del G anges.
42.
El e scaro y el salmonete,
43.
D iversas artes de pesca.
44.
L a m úsica y el elefante. L a yegua lib ia sensible a la m úsica.
45.
Los delfin es salvan a Arión.
46.
L a m úsica com o m edio de c azar anim ales.
47.
El pez
anthías.
H a y una bahía en M ira de L icia que
tien e una fuente, y hay a llí un tem p lo
05 consagrado a A polo. E l sacerdote de es­
te dios d istribu ye la carne de las vacas
que le sacrifican, y acuden en tro p el
lös « o r fo s » 1 y com en la carne co m o com ensales in vi­
tados a un banquete. Los o feren tes se alegran y con si­
deran un buen a u gu rio para ellos el banquete de los
„
.
peces y dicen que el dios les es p ro p ic io porqu e los pe­
ces se sacian con su carne. P ero si con sus colas a rrojan
la carne a tierra, com o desprecián dola y con siderán do­
la corru pta, creen que esto sign ifica la có lera del dios.
Los peces recon ocen la voz del sacerdote y se co m p la ­
cen en o b ed ecer a aqu ellos p o r los cuales son llam ados;
mas si hacen lo con trarió; les causan dolor.
1
Aunque ni Thom pson ni Scholfield, en su traducción de la Loeb,
se atreven a identificar este pez, nosotros creem os que se trata de un
pez acantopterigio p arec id o al besugo, ya que en español existe la p a­
la b ra « o r f o » (la t .
órphus)
con esta significación. N o es denom inación
p o p u la r en el M ed iterrán eo , quizás sí en el C an tábrico. H ay una « f o r ­
m a orfio con i leo n e sa » (cf.
co de la lengua castellana,
trata del pagrus orphus.
J. C orom in as,
Diccionario crítico etimológi­
B e rn a-M a d rid , 1954, vol. III, pág. 571). Se
118
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
En la antigua B a m b ic e z, llam ada
H ie rá p o lis desde que S eleu co le puso
Peces sagrados
,
,,
de Hierápolis
e n om bre, *os peces son sagrados, na­
dan en com pañ ías y tienen sus jefes,
que son los p rim ero s en c o m e r el a li­
m ento que se les echa. M ás que los otros peces m antie­
nen entre sí relacion es co rd ia les y viven en paz, bien
porqu e la diosa 3 les in spira la co n c ord ia o porqu e, sa­
ciados con el alim en to que se les echa, se abstienen de
d evorarse unos a otros y ni siqu iera conocen esta p rác­
tica.
arnero
monstruoso
D icen los egipcios, pero no m e con­
vencen en absoluto, dicen que, en tiempos de aquel celeb ra d o B óccorís, n ació
"n
un carn ero con ocho patas y dos rabos
y que ro m p ió a hablar. D icen tam bién
que tenía dos cabezas y cu atro cuernos.
T am b ién H o m ero o to rg ó habla al ca b a llo Janto \
p ero es a cre ed o r a nuestro perdón, p o rq u e era poeta.
T a m p oco Alem án m erece ser censurado p o r im ita r a H o ­
m ero en estos asuntos, p orq u e la p rim era au dacia del
poeta épico es su ficien te m o tivo para fu n dam en tar una
licencia. ¿P ero cóm o es p osib le p resta r atención a estas
exageracion es de los egip cio s? N o obstante, hem os ha­
b lado de las particu la rid ad es de este carn ero a pesar
de con siderarlas fabulosas.
2
Seleuco N ic a to r
{ca.
358-280 a. C.) Ic dio el n om bre de H ie rá p o ­
lis en honor de la diosa Astarté. L a ciud ad está situada en la fron te ra
este de S iria a u n os 20 km. del E u frates.
3
A la ga rte s ( -
4
II.
X IX 404.
Astarté).
L IB R O
Diversas clases
de gavilanes
119
X II
H e aquí lo que sé tam bién de los ga ­
vilanes, p o r h ab erlo oído. Antes de que
, _ T>1
,
„
.
el N l l ° m unde E gip to-y sus aguas ane­
guen los cam pos de cu ltivo, los g a vila ­
nes se desprenden de sus plum as v ie ­
jas, al igual que las ram as de los árboles de sus hojas
secas, y les sale nuevo y h erm oso plum aje, com o a los
árboles fo lla je. P a rece que hay diversas especies de ga­
vilanes, y A ristófa n es, al parecer, alude a ello, pues
dice 5:
pues hem os en viad o tres m il gavilanes, arqueros
a caballo. Avanza cada u n o con corvas uñas, el cer­
nícalo, el halcón, el buitre, el g a vilán n o c t u r n o 6,
e l águila.
Se les distingue, y se Ies adju dica a m uchos dioses.
El águ ila perdigu era, dicen, y el gavilán son servidores
de Apolo; el b u itre y la pardela están consagrados a Atená. Se dice que el a zor es el fa v o rito de H erm es; el a gu i­
lucho, de H era, y el llam ado raton ero común, de A rte ­
mis. A la m adre de los dioses asignan el raton ero del
d esierto y * * * unas aves a unos dioses y otras a otros.
Hay, en efecto, muchas ciases de gavilanes.
Los egipcios son el h a zm erreír de
La marta y
muchos, porqu e dan cu lto y d eifica n a
Alcmena. Los
varias clases de anim ales. Mas los teratones venenosos
de la Tróade
baños, a pesar de que son griegos, ado­
ran, según tengo entendido, a la m a r­
ta y dicen que fue n odriza de H eracles, o, si no fue no­
driza, sí que c o rr ió al lado de Alcm ena, que estaba con
d olores de p a rto y rio pod ía da r a luz, y le desató las
ligadu ras de su vien tre; así que H eracles quedó lib era ­
do y se puso a andar a gatas.
5
6
Av. 1179.
Strix uralensis,
es decir, el c á ra b o u ralen se o del U ral.
HISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
Y los habitantes de H am áxito, en la Tróade, adoran
al ratón y, p o r esto, según ellos, dan el n om bre de E s­
m in tio a A polo, al que tributan cu lto p orq u e tod avía los
e o lio s y troyanos dan el n om b re de e s m in tio al ratón,
co m o tam bién E sq u ilo en su S ís ifo cuando e s c r ib e 7:
¡Ay!, ¿qué e s m in tio de los cam pos es tan m on stru oso?
Y , en el tem p lo de Esm inteo, ratones dom ésticos son
alim en tados a expensas del e ra rio p ú b lico y, d eb ajo del
altar, tienen sus m adrigu eras ratones blancos y, ju n to
al tríp o d e de A polo, está un ratón.
Y sobre este cu lto yo he o íd o la sigu iente fan tástica
h istoria. M uchas m iríadas de ratones acu dieron y c o r­
taron, antes de que m adurasen, las m ieses de los eo lios
y troyanos, arruinando la cosecha de los labradores. Con­
secuentem ente, el dios de D elfos dijo, cuando fu eron a
consultarlo, que debían s a c rific a r a A p o lo Esm inteo.
E llos ob ed eciero n y se vieron lib res de la asechanza de
los ratones y su m ies alcanzó la cosecha acostum brada.
Y añaden la siguiente historia. Unos cretenses fu e­
ron en viados a fu n d a r una colon ia a causa de una ca la ­
m idad que se ab a tió sobre ellos, y su plicaron a A p o lo
P itio que les m ostrase un tugar adecu ado y ven ta joso
para la fundación. H e aquí la respuesta del orácu lo: que
en el lu gar en que los nacidos de la tierra guerrean entre
sí, a llí debían asentarse y leva n tar una ciudad. En con­
secuencia, llegaron a este lu gar de H a m á x ito y acam pa­
ron con intención de descansar. Y una indecible m ultitud
de ratones se d eslizó a h u rtad illas sobre ellos. R o yeron
las correas de los escudos y devoraron las cuerdas de
los arcos. Los cretenses com prendieron que aquellas cria ­
turas eran «lo s nacidos de la tie rr a ». Y, adem ás, ca re­
cien d o de arm as defensivas, se asustaron y e d ifica ro n
7
Fr. 227 Nauck.
LIB R O X ÍI
121
en aquel lu ga r un tem p lo en h on or de Esm inteo. Así
pues, el recu erd o de los ratones nos ha lleva d o a a b o r­
da r un tem a de teología. Con todo, no hem os sido in fe­
rio res a ellos al p resta r atención a h istorias com o estas.
P a rece que los delfin es se acuerdan
Los delfines no
abandonan a
sus muertos
incluso de sus m uertos y, en m anera algUna, abandonan a los com pañeros que
p a rtiero n de esta vida. En efecto, co ­
gen al com pañ ero m u erto por deba­
j o y lo tran sportan a tierra, con fian d o en que ios h om ­
bres lo en terrarán, y A ristó teles lo a te s tig u a 8; otra
m u ltitu d de delfin es le siguen com o si qu isieran re n d ir­
le honores o com o p ro teg ien d o al m u erto por tem o r de
que llegu e otro pez m on stru oso y, robán dolo, lo devore.
T o d o s los h om bres ju stos am antes de la música entierran a los delfin es m uertos, porqu e sienten respeto
p o r el a m or de estos anim ales a la música. P ero dicen
que los que no se preocupan ni poco ni m ucho de las
G racias ni de las Musas, tam poco les im portan nada los
delfines. ¡Perdonad, qu eridos delfines, el espíritu m a zo­
rra l de los hom bres, pu esto que incluso los atenienses
a rro ja ro n y dejaron in sepu lto al virtu oso Foción y, y
O lim p ia, aunque era m adre del h ijo de Zeus l0, com o
ella a firm a b a con o rgu llo y com o él aseguraba, quedó
insepulta; y los egipcios, después de m atar al rom ano
Pom peyo, de sobren om bre el G rande, que había lleva ­
do a cabo tan grandes em presas, gan ado muy ilustres
victorias, paseado en triu n fo tres veces, salvado al
padre “ de su asesino rep on ién d o lo en el trono de
8
Hist. Animal.
9
Foción, gen eral y estadista ateniense del s. iv a. C., p artid ario
631 a l 8.
de firm a r la paz con F ilip o de M acedonia. A cu sad o de traición fue c on ­
d en ado a m uerte en el año 318 a. C.
10
A le jan d ro M agno.
11
Ptolom eo X II, «A u le te s», encontró re fu gio en R om a cuando hu­
yo de sus súbditos. E n R om a fue a co gid o benignam ente p o r Pom peyo,
122
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
E gipto, lo dejaron tirado, am putada la cabeza, cerca del
mar, al igu al que los h om bres os dejan a vo sotros m u­
chas veces! P orq u e este vo ra císim o anim al, el hom bre,
no se p riva ni siqu iera de vo sotros y no sabe que su
conducta es odiosa a las Musas, hijas de Zeus.
.
En E gipto adoran a los leones, y hay
una ciu dad 12 que lleva el n om bre de
E La°¿sfirigegÍE ¡ 0 este anim al· M erece la pena alu dir a las
león de Nemea peculiaridades de los leones de allí. T ie ­
nen tem plos y m u ch ísim o terren o para
desenvolverse. Cada día se les sirve carne de buey, qué
aparece dispersa aquí y a llí desprovista de huesos y ten­
dones, y los leones com en m ientras oyen cánticos en len­
gua egipcia. Y el ten or del canto es éste: « N o h echicéis
a ninguno de los esp ecta d ores». E ste canto p arece ser,
co m o si dijéram os, una especie de sucedáneo de los
am uletos.
E n tre los egip cio s m uchos leones son d eifica d os y
tienen habitáculos, en frentados recíprocam en te, d e s ti- .
nados a ellos. Las ventanas de unos m iran a O rienté,
las de o tros a O ccidente. Y les o frec en una vid a más
placentera. P o r razones de salud tienen gim nasios y, cer­
ca de éstos, palestras, y su a d versa rio es un n o v illo bien
nutrido. Y si, después de ejercita rse fren te al n ovilllo,
el león lo d errib a (tarda en h acerlo porqu e es p erezoso
y no tiene ex p erien cia en la caza)» com e hasta hartarse
y se retira a su establo.
El león es un anim al m uy fogoso: he aquí el m o tivo
p o r el cual los egipcios lo relacion an con H efesto. Mas,
según dicen, le desagrada y rehuye el fu ego exterior,
porqu e le abrasa el in terior. Y com o es de natu raleza
que le ayudó a re c u p e ra r el trono en 55 a. C. Su h ijo Ptolom eo X III
le sucedió en el año 51, y, p o r decisión de su consejo, Pom peyo fue
asesin ad o al d esem ba rc ar en Egipto.
12
Leontópolis, en el D elta de Egipto.
LIBRO X II
123
m uy ígnea, dicen que el L eó n 13 es la m orada del Sol.
Y cuando el Sol está en su m a y o r gra d o de ca lo r y en
el ápice del verano, dicen que se aproxim a el León.
M ás aún, los que habitan la gran H e lio p o lis a lim en ­
tan en los p rop ileos del dios a estos leones, partícip es,
com o dicen los egipcios, de la con d ición de dioses. A d e­
más se aparecen en sueños a aqu ellos a quienes los d io ­
ses m iran favorablem ente y form ulan profecías, y a aque­
llos qué han perju ra d o los castigan, no tardíam ente sino
in m ediatam en te, porqu e el dios les in spira su justa in ­
dignación.
Y
E m pédocles 14 dice que la m ejor tran sform ación
del hom bre, si su destino es tran sform arse en anim al,
es la de co n vertirse en león, y, si es tran sform arse en
planta, co n vertirse en laurel. H e aquí las palabras tex­
tuales de E m pédocles:
De entre las fieras, se co n v ie rte n en leones que
habitan en las m ontañas y d u erm en sobre la tierra,
y de entre los árboles de esplénd id o follaje, en
laureles.
;
P e ro si, com o es obligado, tom am os en con sideración
la sabidu ría de los egipcios que atribu yen estas m an i­
festacion es á la N atu raleza, vernos que asignan las p a r­
tes delan teras del anim al al fu ego y las p o steriores al
agua. Y los artistas egipcios, al escu lp ir la esfinge, y
las hinchadas leyendas de Tebas, al describirla, inten­
tan rep resen ta rla dotada de doble naturaleza, tratando
de in sp ira r respeto con su d o b le form a, m ediante la fu ­
sión del cu erpo de una doncella con el de un león. E sto
es lo qu e insinúa E u ríp ides cuando dice ls:
y en cogien d o su cola bajo sus pies de león, se sentó.
!3
E l signo L eo en el Zodíaco.
14
Fr.
Fr.
15
127 D i e l s .
540 N a u c k .
124
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
Y dicen, adem ás, que el león de N em ea cayó de la luna.
En efecto, tam bién E pim én ides d i c e '6:
... p o rq u e ta m b ién yo p ro v e n g o de la luna de
hermosas trenzas, la cual en m ed io de terribles c o n ­
m o cion e s se lib e ró del fie ro león de N em ea y le tra­
jo p o r orden de la augusta Hera.
T o d o esto lo adscrib im os a la esfera del m ito; mas
las ca ra cterística s de los leones las hem os tratado su fi­
cien tem en te más arrib a y en el m om en to presen te tam ­
bién.
,
La polilla de
la cera
L a p o lilla de la cera 17 es un insecto que se com place en el b r illo del fue,
,
.
,
,,
S ° Y vuela hacia las lam paras que a r­
den con toda intensidad, p ero cae en
ellas deb ido a su ím petu y en seguida
m u ere,abrasada. R ecu erda esto el poeta trá g ic o E sq u ilo
cuando dice
T e m o grandem ente el lo c o destino de la p o lilla .
El zam pu llín ch ico 19 es una criatu ­
ra alada, débil en su parte trasera, y,
E l zampullín
..
.
,
p o r esto, dicen que es incapaz de cons­
tru ir su n ido de p ro p ia in icia tiva y por
sí rfiismo, sino que pone los huevos en
los nidos de otros pájaros. De aquí que llam en tam bién
" 16
17
Fr.
2 D íf.is .
E s la
Galleria ce reana,
p irá lid o que ataca a las colm en as y de
la que se h abló tam bién en I 58, En g riego el n om bre m ism o de la
pyraústes, parece a lu d ir a su final: «a b ra s a d a p o r
Fr. 288 N au ck .
19
E s el Podiceps ruficollis, so m orm u jo de 28 cm. de
cuenta E lian o es un ejem p lo de parasitismo de cría, p orq u e
p olilla,
el fu eg o ».
n
largo. L o que
la h em b ra
pone sus huevos en los nidos de otros p ája ro s p ara que los p ad res
adoptivos crien a sus pollue los.
LIBR O X II
125
a los cam pesinos pobres, en los refran es del agro, «zam p u llin es». M u eve las plum as caudales com o el c é rilo de
A rq u íloco. T a m b ién A ristófa n es hace m ención de este
p á ja ro en el A nfia rao, cuando d i c e 20:
\
Da a los lo m o s del v ie jo un con cien zu d o m eneo
c o m o hace el za m p u llín y fo rm u la un p od eroso
hechizo,
y en su G é ra s 7t:
r ítm ic o c a m in a r de za m p u llín de un com p a ñ e ro de ar[queada barriga,
y A u tocrates en su Tim panistas n :
c ó m o am ables m uchachas, hijas de Lidia, juegan
m ov ie n d o ligeram ente sus pies, batiendo palm as en
el te m p lo de Á rtem is, la bellísim a, de Éfeso, ahora
d oblando sus pierna s hacia adelante y ahora hacia
atrás c o m o el za m p u llín a l saltar.
,
Cuando los ratones mueren de muerDos refranes sobre
,
,
,
.
. ,
el ratón y la
natural y no p or cu a lq u ier accidente
tórtola.
del destino, sus m iem bros se disuelven
Características
y poco a poco abandonan !a vida. De
de los ratones
aq U¡ el refrán que dice: «c o m o la m u er­
te de un ratón », que M en andro m enciona en su T a is 2*.
Y
se ha dicho tam bién: «m á s charlatán que una tó r­
to la ». Pues la tó rto la no sólo habla incesantem ente con
el pico, sino que se dice que habla incesantem ente tam ­
bién con su parte trasera. Y el m ism o aut or m enciona
20
21
22
23
Fr.
Fr.
Fr.
Fr.
29 K ock. A
140 K o c k .
1 K ock.
219 K o c k .
r q u íl o c o
,
Fr.
4 9 D ieh l.
126
HISTORIA DE LOS A N IM A L E S
también, este refrá n en su C o lla r 24. Y D em etrio, en su
dram a S i c i l ia 25, recu erda que las tórtola s hablan has­
ta por el culo.
Dicen que los ratones son m uy lu ju riosos y se aduce
co m o testim on io a Cratino, que d ice en su Drapétides 26:
Ea, desde un cla ro cielo, yo a n iq u ila ré c o n un rayo
el lib ertin a je de este ratón J en ofon te.
Y dice que el ratón hem bra es tod avía m ás rabiosam ente
lu ju rioso. Y de nuevo se citan estos versos del C oro 21 de
E picrates:
E l m a ld ito alcahuete m e engañó to ta lm en te ju ra n ­
do p o r la M uchacha, p o r Á rtem is, p o r Perséfone, que
la m ozu ela era una ternera, una virgen, una p o tr illa
salvaje. Y no era más que un n id o de ratones.
A l llam arla «to d o un nido de ratones», qu iso d ec ir que era
lu ju riosa sobre toda ponderación. Y Filem ón 28 dice:
Un ratón blanco, cu a n d o algu ien trata de * * * (m e da
vergüenza p ro n u n c ia r la palabra) la m a ld ita m u je r
a l p u n to lanza tal c h illid o que no puede e v ita r atraer
la atención.
24
Fr. 416 Kock.
25
La com edia
Sicilia
400 a. C.
26
Fr. 53 K o c k .
27
Fr. 9 K o c k .
28
Fr.
126 K o c k .
debió de e sc rib irla D em etrio hacia el año
127
LIBR O X II
Los egip cio s adoran, asim ism o, a un l l
.
,
to ro n egro al que llam an Onufis. Y el
El toro sagrado
,
, , ,
,
-,
. ,
de Onufis
n om bre d el lu gar en donde es criad o digánnoslo las n arraciones egipcias, p o r­
que es un n om bre d ifíc il. Su p elo crece
de m an era co n traria al de los otros toros. H e aquí otra
de sus pecu liaridades. E ste to ro es, según parece, de m a­
y o r tam año que otros toros, incluso más que los de
Caonia 29, que los tesprotas y ep irota s llam an «e n g o rd a ­
d o s» y descien den de los bueyes de G erión 30. Y este tal
O nufis se alim en ta de a lfa lfa .
El d elfín es, al p arecer, el más velo z 12
El d Ifi
y el más saltarín de los peces, incluso
m ás que todos los anim ales terrestres.
En efecto, salta p o r encim a de la nave,
com o dice A ristóteles 31, que trata de ex­
p lic a r la causa, que es la siguiente: retiene la respiración,
com o hacen tam bién los buceadores, debajo del agua. P o r­
que, en efecto, éstos, reten ien do el a lien to den tro de su
cuerpo, lo sueltan com o quien suelta una cuerda y dispa­
ran con el aire su cu erpo com o un p roy ectil. Y dice el fi­
ló so fo que la re sp ira ció n com p rim id a den tro los lanza y
disp ara hacia arriba.
El pez g lo b o 32 es un pez egipcio, 13
dign o de adm iración , pues sabe, según
,.
^
,
dicen, cuando m engua la luna y cuan­
d o crece. P o r o tra parte, su h ígado c re ­
ce o dism inuye com o hace la diosa, que
unas veces está bien alim en tada y otras más m archita.
r i.
E l pez globo
29
C o m arca rib e re ñ a del E piro.
30
M o n stru o de tres cabezas qüe vivía en la región de Cádiz. El
décim o tra b a jo de H eracles fue la cap tura de sus bueyes.
31
Hist. Animal.
32
Q uizás se trate del pez glo bo
631a22.
(Diodon hystrix)
o pez erizo. Se
infla erizan d o sus espinas. De aquí sus nom bres en español.
128
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
E l silu ro g rie g o se encuentra en el
M ea n d ro y en el Lica, que son ríos de
.
1 Î3 4 . - ' J T 7
Asia, y en el E strim o n de E uropa, y es
sem ejante p o r su fo rm a al silu ro co­
mún. É ste es el pez m ás am ante de su
prole. P o r ejem plo, cuando la h em bra ha term in a d o de
desovar, se desentiende d el cu idado de sus hijos com o
una m u jer que acaba de da r a luz; p e ro el m acho, im p o­
n iéndose com o una ob liga ció n la cu stodia de los h ijo s >
se queda ju n to a ellos conju ran do cu a lq u ier am enaza
y es capaz, com o dice A ristó teles 3í, de tragarse un an­
zuelo.
,
E l siluro
La rana aborrece y tem e grandemenL.aJ ana, y la
te a la cu lebra de agua, e intenta, a su
culebra de agua.
El cocodrilo y v e z > a te rra r y asustar a aquella con su
el pluvial
fu e rte croar.
< I l e a q u í> la m a licia d el c o c o d ri­
lo en su persecu ción del h om bre y de o tros anim ales.
Cuando conoce el cam ino p o r el cual sabe qu e los h om ­
bres descienden al río para aguar o para a b re v a r la sed
de un caballo o de un ca m ello o p ara em barcarse en
un navio, inunda el cam in o con gran can tid ad de agua
p o r la noche y, llen ando su boca de ella, la d erra m a
una y otra vez sobre el cam ino p reten d ien d o h a cerlo
resb a la d izo y fa c ilita rse de este m odo la captura. P o r ­
que, al deslizarse, hom bres o anim ales no pueden soste­
nerse en el descenso, sino que caen; m ientras tanto el
c o c o d rilo salta, captu ra a su presa y la devora.
T en go que relata r tod avía unos pocos hechos que ha­
cen refere n cia a los cocod rilos. E ste anim al no conge^
nia con todas las especies de ch orlitos (y hay muchas
especies con nom bres arduos y m alsonantes, p o r lo cual
los om ito). S ólo con el lla m a d o p lu via l m an tiene rela ­
33
Hist. Animal.
621b2.
Í2 9
LIB R O X II
ciones de com p a ñ ero y am igo. Pues este pájaro tiene
la h ab ilid a d de ex tra erle las sanguijuelas sin h acerle
daño 34.
Testimonio de
Demócrito sobre
la fecundidad de
ciertos animales,
rro
D ice D em ócrito que el cerdo y el pes o n . anjm a jes p ro lífic o s, y la razón
,
i
,
que aduce es que las hem bras poseen
m uchas m atrices y m uchos lugares re-
Eyl llT yeguas
cep to res del semen. A hora bien, la se­
m illa no los llen a todos en una sola
eyaculación, sino que estos anim ales practican la cópu ­
la dos o tres veces, para que la continu idad de la em i­
sión llene los receptácu los del semen.
Dice, asim ism o, que las m uías no tienen descenden­
cia porqu e no tien en una m a triz co m o los dem ás anim a­
les, sino que es de d ife ren te estru ctu ra e incapaz, en
absoluto, de re c ib ir la sem illa. Pues la m uía no es he­
chura de la N atu raleza, sino un a rtific io doloso del in­
genio y de la audacia, digam os adulteradora, del hom bre.
Y o m e im agino, dice T e ó c rito , que una yegua qu edó
preñada al su frir p o r acaso violen cia de un asno, y que
los hom bres fu eron sus discípu los en esta violen cia y
que p ron to se acostu m braron a fa v o re c e r esta clase de
descendencia.
Y
son especialm en te los asnos de Libia, quienes, p o r­
que son de gran alzada, cu bren a las yeguas que no tie­
nen crines porqu e han sido esquiladas. Porque, p rovista
de la h erm osu ra qu e le presta su cabellera, no so p o rta ­
ría jam ás sem ejante com pañ ero. E sto es lo que dicen
los que entienden en apaream ientos de caballos.
34
Es un e je m p lo d e co m e n s a lis n to c o m p r o b a d o .
130
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
D ice D em ó crito que el fe to se des, t
. prende más fácilm ente en los países meEfectos del clima
.
,
sobre el feto
rid ion ales que en ios del N o rte. Y con
según Demócrito razón, p orq u e ios cu erpos de las hem!
bras em barazadas se relajan y d istien ­
den p o r e fe c to del vien to sur. Tan p ron to co m o el claus­
tro m aterno se a flo ja para qu edar abierto, el em b rión
se calienta, y el c a lo r hace que se d eslice de un lado
a o tro y se desprenda con m a yor fa cilid a d . P e ro si es­
carcha y sopla el vien to norte, el em brión se congela,
no se m ueve fá cilm en te y no ex p erim en ta sacudidas co­
m o algo m o vid o p o r el oleaje, sino que, com o si estu vie­
se en una calm a lib re de olas, perm an ece firm e, está
tenso y resiste hasta el tiem p o n atu ral del parto. P o r
consiguiente, cuando hace frío, según el abderita, el fe ­
to perm an ece en su lugar, p ero en tiem p o cá lid o gene­
ralm ente es expulsado.
El m ism o filó s o fo dice que la causa
de que a los ciervo s les nazcan cuernos
n a t J iïe z â i los es la siguiente. A segu ra que su estom acuernos del ciervo go es m uy calien te, y que las venas de
to d o su cu erpo son sum am ente finas,
y que el hueso que a lb erga el c e re b ro es m uy delgado,
de naturaleza m em branosa y de estructüra suelta, y que
las venas que van desde éî a la sum idad de la cabeza
son m uy gruesas. Así pues, el a lim en to o, al menos, lo
más p rovech oso de él, se rep a rte p o r todo el cu erpo rapidísim am en te. Y dice que la grasa de este a lim en to en­
vu elve su cu erpo exteriorm en te, m ientras que la p a rte
consistente del alim en to asciende a la cabeza a través
de las venas. De aquí que nazcan cu ernos p o r esta r re­
gados con abundantes jugos. Y flu ye n d o sin p a ra r los
jugos, echan fu era los prim eros cuernos. Y la hum edad
que b rota y sale del cu erpo se hace com pacta, porqu e
el aire la con gela y qu eratiniza, p ero la que está en ce­
131
L IB R O X II
rrada dentro, aún es suave. La una se endurece a causa
del frío exterior, la otra permanece suave a causa del
calor interior. Así pues, el crecimiento añadido del nue­
vo cuerno expulsa, como cosa extraña, al viejo, porque
lo que está dentro escuece y trata de em pujarlo hacia
arriba, hinchándose y palpitando como si tuviera prisa
por nacer y salir, ya que el jugo, cuando revienta y as­
ciende, no puede permanecer inmóvil, sino que también
se solidifica y es impelido contra las partes anteriores.
Y, en la mayoría de los casos, los cuernos caducos son
em pujados hacia fuera por la fortaleza de lo que está
dentro, aunque en algunos casos el animal, forzado por
su propio ímpetu, se ha desprendido de cuernos que se
le enredaron en las ramas y le impidieron correr veloz­
mente. Éstos luego se desprenden, pero la Naturaleza
empuja hacia afuera los cuernos que están preparados
para asomar.
¿
L o s cuernos de
los bueyes,
A los bueyes castrados, dice Demócrito, les crecen los cuernos corvos, fi.
,
,
nos y la rëos; l ° s toros enteros los tiesegún Demócrito nen gruesos en el arranque, rectos y me­
nos largos. Y añade que éstos tienen
la frente mucho más despejada que los primeros, por­
que, como hay muchas venas en esta parte, los huesos
son más anchos. Y como el arranque de los cuernos es
más grueso, ello hace que esta parte del animal sea más
ancha. Pero dice que los bueyes castrados, en los que
la circunferencia de la base de los cuernos es pequeña,
tienen un testuz más angosto.
132
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
Los toros sin cuernos, no poseyen­
do la parte apanalada (así la llam a DeHabla Demócrito
,
, ,
.
. Γ.
, . ,
de tos toros
mocrito y podría significar porosa) del
sin cuernos
testuz, ya que todo el hueso es sólido
y no permite la afluencia de los jugos,
se encuentran inermes y desprovistos de defensas. Y co­
mo las venas que están debajo de este hueso están des­
nutridas, resultan las más finas y débiles. Es preciso
también que el pescuezo de los toros sin cuernos sea
más seco, porque las venas que hay en él son también
más finas. Por este motivo no son robustos. Ahora bien,
todas las vacas arábigas que tienen buenos cuernos, los
tienen, según dicen, gracias a que el abundante flujo
de los jugos es el alimento que origina el magnífico sur­
gir de los cuernos; pero incluso estas vacas arábigas apa­
recen sin cuernos, cuando tienen el hueso que recibe
el jugo demasiado sólido e incapaz de recibir los humo­
res. En resumen, este flujo es la causa del nacimiento
de los cuernos. El flujo aparece en aquellos lugares, en
los que las venas son más numerosas, gruesas y llenas
de toda la humedad que puedan mantener.
Un águila salva
al niño Gílgamó
El am or al hom bre es otra caracte­
rística de los animales. H e aquí un
.
,
TT
„
,
n
i
ej emPlc>· Un aguila criaba un polluelo.
Y
voy a narrar toda la hist
sirva de testimonio de la afirmación an­
terior. Reinando en Babilonia Sevécoro, los caldeos va­
ticinaron que el hijo nacido de la hija de aquél arreba­
taría el reino al abuelo. Aquél se asustó y (para decirlo
en son de brom a) se convirtió en un Acrisio 3S respec­
to a la hija. La vigilaba con la m ayor obstinación. La
35
Acrisio, p ara c o n ju rar un oráculo parecido, m etió a su hija Dá-
nae en una torre de bronce. Pero qu ed ó fecun dad a p o r una lluvia de
oro, enviada p o r Zeus. L u ego nació Perseo, que h abía de d a r m uerte
involuntaria a Acrisio.
133
LIBR O X II
hija (la necesidad fue más sabia que el rey babilonio),
que quedó em barazada de un hom bre oscuro, dio a luz
clandestinamente. Pero, los guardianes, por miedo al rey,
arrojaron al infante de la acrópolis, porque en ella fue
donde la susodicha mujer fue metida en prisión.
Pues bien, un águila, que vio con su vista penetrante
la expulsión del hijo del vientre materno, antes de que
cayera a tierra, voló junto a él, lo puso sobre su dorso,
lo trasladó a un jardin y lo depositó allí con sumo cui­
dado. Cuando el cuidador del lugar vio al hermoso niño
se prendó de él y lo alimentó. Se llam ó Gílgam o 36 y
reinó sobre los babilonios.
Si a alguien esto le parece cuento, lo admito, pero
siempre que aduzca toda clase de pruebas en contra.
Y o .he oído que Aquémenes, el persa, del que procede
la aristocracia de los persas, fue criado por un águila.
Perros cretenses
atacados de
rabia
En Creta hay un templo consa­
grado a la llam ada Ártemis R o c e a 37.
_
,
1
1
1
perros se vuelven locos de
rabia. Cuando contraen esta enferme­
dad, se arrojan de cabeza al mar des­
de el promontorio.
36
E l héroe legen d ario del G ilg a m é s épico. H e aquí com o p a r a fra ­
sea esta historia de n uestro a u to r F r a y B a l t a s a r
de
V i t o r i a (o p . cit.,
1.a parte, págs. 117-8): «y E lian o refiere que G u illelm o (p o r G ílgam o)
nació pron osticad o que h abía de ser rey, qu itand o el reino de B a b ilo ­
nia a su ab u elo Sevocoro (p o r Sevécoro) y no habiéndosele conocido
p ad re le echaron, siendo niño, de una torre a baxo y un águila le reco­
gió so b re sus espaldas, y le puso sano y saivo en un huerto, cuyo due­
ño le crió y, después de gran de, vino a ser rey en P e rsia ».
37
R ocea viene de Roca, que es un núcleo de población al s u r de
M etim na en Creta.
134
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
En el territorio de Elim ea 38 hay un
23
templo a Anaitide 39 y hay en él leones
domesticados
en Elimea
domesticados que saludan, moviendo la
cola, a los que acuden al templo. Y si
los llamas cuando estás comiendo, ellos
acuden como comensales invitados y, cogiendo cuanto
les ofrezcas, se marchan modesta y modosamente.
Dicen aue en el M a r Roio hav un pez
24
25
El chicharro del M a r Rojo tiene la
misma longitud que el que se cría en
E l c h ic h a rro , et
nuestro mar. Franjas parecidas al oro
« ch á ra x » y e l
rodean su cuerpo desde las branquias
p ez e riz o
a la cola y una franja plateada lo parte
en dos. Tiene abierta la boca y la m andíbula inferior
sobresale de la superior.
El pez llamado c h á r a x 40 es también criatura del
mismo mar. Tiene aletas y las laterales son parecidas
al oro, así como las dorsales. En la parte ventral tiene
franjas purpúreas, pero la cola, según parece, es dora­
da, mientras que manchas purpúreas colorean bellamen­
te el centro de los ojos.
El pez erizo 41 que se cría en el mismo m ar se pa­
rece al erizo de m ar y tiene largas y fuertes púas.
38
Form a parte de Susiana, en el extrem o norte del G o lfo Pérsico.
39
Se identifica a Anaítide, diosa babilon ia, p robablem en te, con
Atena, con A fro d ita y con Artem is.
40
Sin identificar.
41
Se parecen externamente, p ero son anatóm ica y fisiológicam en­
te distintos: el p rim e ro es un pez e sp in oso esférico, que se in fla erizan ­
do las espinas; el segundo (e c h în o s ) es un equin oderm o.
L IB R O
X II
135
El puercoespín libio sacude fuertes 26
pinchazos a todo el que se le acerca y
E l p u e rc o e s p ín
lib io
,
.
C1.
,
,
T
„
f.
inflige dolores acerbos. Según se di­
ce, incluso estando muertos, los pincha­
zos dé sus púas pueden ser peligrosos.
,
■
E l «m o n o » del
M a r R o jo
Hay también en el M ar Rojo un «mo- 27
n o » 42, que no es un pez sino un ani,
..
,
„
,
mal cartilaginoso y no grande. Este mo­
no marino se parece, en el color, al mo­
no de tierra y su cara es como la de
éste. Pero una especie de vaina protege el resto de su
cuerpo, y esta protección se parece a la de uña tortuga
y a la de un pez. Es también algo chato, como lo es
el mono terrestre. El resto del cuerpo es aplastado a
semejanza del torpedo, de manera que puede decirse que
es como un pájaro con las alas desplegadas. De todos
modos, cuando nada, parece un pájaro volando. Pero se
diferencia del terrestre en lo siguiente: su Cuerpo está
moteado y las partes planas del cogote son bermejas
como las branquias. Tiene una boca ancha situada en
el extremo de la cara, y en esto se parece también el
pez, de una manera natural, al mono terrestre.
El ruiseñor cam bia en el verano el 28
color de su plumaje y cam bia también
A v e s y peces q u e
c a m b ia n i e c o l o r
SU
M
C a n t0 ' P U eS
n0
A
C an ta
en
,
m uchos
y
diversos tonos, sino de manera distinta
a como lo hace en primavera. El mirlo
canta en verano, pero en invierno emite un ruidoso y
alborotado sonido y, cam biando su color como quien
cambia de vestido, se hace, de negro que era, ligeramente
42
Creo que es inútil tratar de id en tifica r este mono m arino.
D 'A r c y T h o m ps o n (G lo s s a ry o f G re e k Fishes, Londres, 1974, s.v. p ith ê -
kos), cree que es «a fan ciful description o f M alth e».
136
H IS TO R IA D E LO S A N IM A L E S
pardo. El, zorzal en invierno aparece algo moteado, pero
en verano luce un cuello abigarrado.
Los siguientes peces cambián también su color: las
ciclae, cossyphi, phycides 43 y los chanquetes 44. Los cha­
cales, como dice Aristóteles, en el verano están despro­
vistos de pelo, pero en el invierno son peludos.
29
En Bubas to de Egipto hay una charca que cría una gran m ultitud de siluL o s s ilu ro s
-,
,
,
Λ,
t
ros„ Son mansos y ios mas am ables de
los peces. La gente Ies echa pedazos de
pan; ellos pegan saltos rivalizando en
conseguir mayor altura, y cogen el alimento que se les
echa. Este pez se cría también en los ríos, como en Cidno en Cilicia; pero en ellos es pequeño. La causa es qüe
el agua clara, limpia y, por añadidura, fría (como es la
del Cidno) no ofrece al pez suficiente alimento, que pre­
fiere el agua turbia y cenagosa, porque con ella engor­
da. Pero el Píram o y el Saro crían especies más gran­
des. Éstos son también ríos de Cilicia. Deben de ser tam­
bién estos mismos peces los que se crían en el río Oron­
tes. Pero es el río Tolomeo 45 y el lago de Apam ea 46 los
que los crían más grandes.
,
43
Los nom bres su brayad os designan diversas ciases de tordos m a­
rin os com o L a b rus m e rula, etc.
44
Es el gó b id o A phya m in u ta , en español «c h a n q u e te».
45
N o es río, sino un canal abierto en el s. xiv a. C., que u n ió el
M a r R ojo con el M a r M editerrán eo. Se cegó y volvio a a b rirs e sucesi­
vas veces hasta que, en el s. v m d . C., dejó de se r navegable. — E l silu ro
es un pez de agua dulce parecido a la anguila, m alacopterigio abdom inal.
46
A pam ea e ra una c iu d ad en el valle del Orontes, en donde ha­
b ía un lago que, según el escoliasta de O p ia n o (Cyn. II 120), se llam a
M elibea.
Í3 7
LIB R O X II
,
Peces m ansos de
Peces mansos, dóciles a la llamada
y que aceptan complacidos alimento, se
diversos
territorios
,
,
encuentran en muchos lugares, por
ejemplo, en Epiro, en la c i u d a d * * * 47
llamada antiguamente Estefanópolis; en
el templo de la Fortuna, en las cisternas que bordean
la subida; también en H eloro de Sicilia, que fue antaño
fortaleza siracusana, y en el templo de Zeus de Labran ­
tía48, en la fuente de agua cristalina. Tienen collares de
oro y pendientes, también de oro.
Dista el templo de Zeus de Labranda de la ciudad
de M ilasa setenta estadios. La estatua lleva al costado
una espada y es honrado el dios con la advocación de
Cario y Estratio, porque los carios fueron los primeros
en comerciar con la guerra y guerreaban por dinero,
pusieron en los escudos correas y embutieron penachos
en los yelmos, y recibieron este nom bre de Car, hijo de
Creta y de Zeus. Zeus recibió el sobrenom bre de Labrandeo, porque envió sobre la tierra un formidable cha­
parrón (lábros).
También en Quíos, en el llam ado «Puerto de los An­
cianos», hay multitud de peces mansos, a los cuales ali­
mentan los ciudadanos para divertir la ancianidad de
los más viejos.
Y
en el territorio com prendido entre los ríos E u fra­
tes y Tigris se dice que hay una fuente transparente hasta
el fondo y que de ella brota agua muy cristalina, que
se convierte luego en el río A h o rra s49. Y los nativos re­
lacionan con el nombre una leyenda sagrada que es co­
mo sigue. Hera, después de su matrimonio con Zeus se
bañó, así dicen los sirios, en este río, y hasta el día de
47
P arece que no hay ninguna ciud ad de este nom bre, pero sí Ca-
sope, en ei E p iro, a pocos kilóm etros de! go lfo dé Am bracia.
48
L a b ra n d a y M ilasa, ciudades de C aria.
49
E l A b o rra s es un río muy ancho a! que afluyen otros muchos.
Él es, a su vez, afluente del E u frates.
138
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
hoy el lugar viene exhalando una fragancia y todo el
aire circundante se impregna de ella. Y allí, bandadas
de peces mansos brincan.
j
N i siquiera los dioses desdeñan conocer las características de los anima-
j
Ies· Así· por ejemplo, tengo entendido
que Eurístenes y Proeles, hijos de Aris­
todemo, hijo de Aristómaco, hijo de
Cléodas, hijo de Hilo, el hijo de Heracles, queriendo con­
traer matrimonio, se dirigieron a Delfos para preguntar
al dios con quién, griego o bárbaro, deberían emparen­
tar para que pareciera que habían hecho buen y juicio­
so matrimonio. Y el dios les respondió que bajasen a
Esparta, regresando luego por el camino emprendido/
y dondequiera que encontraran al más fiero animal lle­
vando al animal más manso, allí se desposaran. Pues
esto sería lo mejor para ellos.
A r is to d e m o
y
el
o r á c u lo de D e lfo s
Ellos obedecieron y llegaron al territorio de Cleo­
nas 50 y les salió al paso un lobo que llevaba un corde­
ro robado de algún rebaño. Ellos dedujeron que el orá­
culo se había referido a estos animales y tomaron en
matrimonio a las hijas de Tersandro, hijo de Cleónimo>
hom bre de excelente reputación. Y si los dioses cono­
cen al animal más manso y al más fiero, no resulta fue­
ra de lugar que también nosotros conozcamos sus na­
turalezas.
La India produce numerosas y va­
riadas criaturas. Uñas son demostración
L a s s e rp ie n te s
de la In d ia
.
y
, r.
j
■
1.1
c
. - i -.j
j
su venéfica y adm irable fertilidad;
otras, en cambio, no son dignas de ala­
banza o de desearse. Sobre las pro­
vechosas, delicadas y suntuosas algo he dicho y, con la
ayuda de los dioses, diremos algo más. Por de pronto,
50 Ciudad a algo más de 11 km. a! suroeste de Corinto.
LIB R O X II
139
me dispongo a describir cómo la tierra revela el sufri­
miento que experimenta al p arir las serpientes.
Muchas y diferentes engendra * * * y lo que se omite
es infinito 51. Ahora bien, estas serpientes son dañinas
a los hom bres y a los otros animales. Pero la misma
tierra produce hierbas que combaten las mordeduras,
y los nativos poseen experiencia y conocimientos de ellas,
saben qué remedio hay contra una determinada serpiente
y corren lo más rápidamente que pueden a ayudarse
mutuamente, intentando detener la violentísima y rápi­
da propagación del veneno a través del cuerpo. El país
produce estas drogas facilísim a y abundantísimamente
para el necesario remedio. Para la serpiente que mata
a un hombre, como dicen los indios (y aducen como tes­
tigos a muchos libios y a los egipcios que viven en las
inmediaciones de Tebas), ya no puede descender y en­
trar reptando en su propio hogar, porque la tierra ya
no la admite, sino que la rechaza de su propio seno,
como si fuera un desterrado. Desde entonces irá de aquí
para allá vagabunda y errante, viviendo penosamente
al raso lo mismo en verano que en invierno, y ya no
se acercará a ella ninguna compañera ni aquellas que
ha engendrado reconocerán su paternidad. Éste es el
castigo que la Naturaleza inflige incluso a los irraciona­
les por el asesinato de hombres [y es por obra de la
Providencia divina], según se me acuerda. Y esto se trae
a colación para instrucción de personas inteligentes.
51
E l texto es lacunoso, pero, adm itiend o la lectura á p e ir o n de
Post, podem os com pletar, com o hace el trad uctor de la Loeb, con la
frase: «y lo que se omite es in finito».
140
L o s gansos d e l
C a p ito lio
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
Los perros son menos utiles que los
.
,
.
gansos para ejercer la vigilancia, y esa h u y e n ta n
to lo descubrieron los romanos. En efeca los ce lta s
to, los celtas estaban en guerra con
*
ellos, les hicieron retroceder con suma
energía y estaban ya en la misma ciudad. Y a había caí­
do en su poder toda Roma, excepto la colina del Capito­
lio, porque no les resultaba fácil escalarla, ya que todos
los lugares que parecían accesibles a los atacantes me­
diante estratagema estaban preparados para la defensa.
E ra el tiempo en que el cónsul M arco M anlio custodia­
ba la antedicha colina que se le había confiado. Éste
fue aquel que ciñó una guirnalda a su hijo por su ga­
llardía, pero que lo condenó a muerte por abandonar
su puesto.
Cuando los celtas se apercibieron de que la colina
era inaccesible por todas partes, decidieron esperar a
las altas horas de la noche y caer sobre los sitiados cuan­
do estuvieran profundamente dormidos. Confiaban en
que la colina les sería escalable por el lugar no vigilado
y carente de protección, ya que los romanos suponían
que los galos no atacarían por allí. Y, como consecuen­
cia de esto, M anlio y la ciudadela de Júpiter hubieran
sido capturados de la manera más ignominiosa, de no
haber sido por la presencia casual y el alboroto de unos
gansos.:;::· .
Los perros, ante la comida que les echaron, se calla­
ron, pero los gansos — es propio de ellos gritar y hacer
algarabía cuando se íes echa algo para que coman— ,
con su clamor, hicieron levantar a M anlio y a la guardia
que dormía con él. Por esto, los perros hoy en día si­
guen sufriendo la pena de muerte todos los años entre
los romanos, en memoria de su antigua traición; en cam­
bio, en días determinados, un ganso es honrado lleván­
dolo con gran pompa en una litera.
141
LIB R O X II
n.
D iv e rs a s
N o está fu era de lu gar d ecir estas 34
°
costumbres
otra s cosas referen tes a los anim ales.
de los hombres Los escitas, por falta de leña, guisan con
relacionadas con |0s huesos de los animales que sacrifianimales
can ^ QS f rigj[os castigan con la m uer­
te al que mata un buey de labranza. Los sagareos 52 ce­
lebran todos los años carreras de camellos para honrar
a la diosa Atenea — los camellos de estos ciudadanos
son buenos corredores y muy veloces. Los sarácoros no
tienen asnos para transportar bultos ni para moler tri­
go, sino para la guerra, y, montados en ellos, arrostran
los peligros de la batalla, de la misma manera que los
griegos sobre los caballos. Y al asno que parece ser más
rebuznador que los demás lo ofrecen en sacrificio al Dios
de la Guerra.
Dice Clearco, el Peripatético, que los únicos que no
matan a las serpientes son los argivos del Peloponeso.
Estos mismos argivos, si un perro se acerca al mercado
en uno de los días que ellos llaman Arneidas 5\ lo ma­
tan. En Tesalia, el hom bre que va a casarse, al ofrecer
el sacrificio nupcial, aparece con un caballo de guerra
con su freno y completamente equipado con todos sus
arreos; luego, cuando ha realizado el sacrificio y acaba­
do la libación, entrega a la novia el caballo conducido
por la rienda. ¿Qué significa esto? Díganlo los tesalios.
Los habitantes de Ténedos crían una vaca preñada
para Dioniso, el M atador de Hom bres, y, una vez que
ha parido, la cuidan como si fuera una m ujer parturien­
ta. Y, calzando coturnos a la vaca recién nacida, la sa­
crifican. Pero el hombre que le asesta el golpe con el
hacha es apedreado por el pueblo y emprende la huida
52
P u e blo no bien identificado, p e ro que d ebía de h abitar a o r i­
llas del m ar Caspio, o entre éste y el m a r de Azov (sárm ata). Está tam ­
bién la opinión de H
53
eró d o to
(I 125; V I I 85), quien lo sitúa en Persia.
Á rn is o á rn e is e ra una fiesta que se c e le b ra b a en Argos, en la
cual se sa crificaban perros.
142
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
hasta el mar. Los de Eretria sacrifican animales tulli­
dos a Ártemis en Am arinto 5\
Y o he llegado a saber, además de lo
ya dicho por mí, que los perros de
35
L
d e JP
a n Z $o
JantiP ° ” hiJ° de Arifrón, fueron muy
devotos de su amo. Porque, habiéndose
trasladado los atenienses a las naves,
cuando los persas encendieron la gran guerra contra la
Hélade y dijeron los oráculos que era lo m ejor para los
atenienses abandonar la patria y subirse a los trirre­
mes, tampoco los perros del susodicho Jantipo se que­
daron rezagados, sino que em igraron tras él y, después
de nadar hasta la Salaminia, m urieron extenuados. E s­
ta historia la cuenta Aristóteles 56 y Filócoro.
36
Las aguas del
rio Cratis
E l agua del río Cratis 57 hace a los
objetos blancos. Y así, todas las ovejas;
,
,
,
,
_
,
,
,
bueyes y todo rebano de cuadrúpe­
dos que beben de él se transforman, de
negros o rojos, en blancos, según afirma
T e o fra sto 58. Y en Eubea, casi todo el ganado bovino
nace blanco, de aquí que los poetas llam aran a Eubea
«la isla de las vacas b la n c a s »59.
54
P u e blo en la costa occidental de E u bea.
55 P ad re de Pericles, que com andó la flota ateniense en la gu erra
contra los Persas.
56
Fr. 354 ( R o s e , p á g . 4 2 0 ). P l u t a r c o , en T e m . 10, d i c e q u e s ó lo
e ra un p e r r o q u e
m u r ió e x t e n u a d o al l l e g a r a la is la ,
57
R ío en el territorio de los A bruzos.
58
En ningun a de sus o b ra s con servad as aparece esta afirm ación.
59 A rg ib ó e io s , que es la p a la b ra griega correspondien te, sólo ap a ­
rece aquí.
LIB R O X II
.
;
143
Un gallo, de nom bre Centauro, se 37
enamoró del copero real (el rey era
etmmoradizos
N ic o m e d e s60 de Bitinia), y lo cuenta
Filón. Tam bién una grajilla se enamo­
ró de un lindo muchacho. Sé, además,
que algunas abejas son enamoradizas, si bien la mayo­
ría de ellas son más comedidas.
Todo el que se afana en p ra ctica r 38
,
su arte, ya sea pintor o escultor, repreUna cerda alada
,
Γ.
,
Tr
senta a la esfinge con alas. He oído que,
en Clazómenas
nació también una
cerda con alas, que, por cierto, asolaba
el territorio; esto lo cuenta Artemón en los Anales de
Clazóm enas. De donde resulta que aquel lugar se deno­
mina y es celebrado como el «L u g a r de la Cerda
alad a» 6Ϊ. Quizás esto a alguien le parezca fábula. Que
lo crea así. Por mi parte, no me arrepiento de haber
contado lo que antecede y que no ha escapado a mi co­
nocimiento, referente a este animal.
L o s «ophiogenéis »
Una divina serpiente de enorme ta- 39
maño se apareció a Halia, hija de Síbaris, cuando entraba en el soto de Arte-
mis (el soto estaba en Frigia) y yació
con ella. Y de esta unión surgieron los
op h iogen éis de la prim era generación.
60
Segú n A t e n e o {X I I I 606 B), e l n om bre de copero de este rey
de B itin ia e ra Secundo.
61
Isla a unos 30 km. al oeste de E sm irn a.
62
En el a nverso de las m onedas de C lazóm enas a p arece un ve­
rraco alado.
144
H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S
En Delfos tributan honores a un lo­
bo, en Samos a una oveja, en Am bracia
40
,
H o n o r e s trib u ta d o s
a a n im a le s
a
w
r
j
i
una leona. Y no esta fuera de lugar
decir las causas de semejante venera­
ción: en Delfos, un lobo rastreó el oro
sagrado que había sido robado y enterrado en el Parna­
so; en Samos, una oveja descubrió también un oro roba­
do y, a consencuencia de ello, M androbulo de Samos 63
ofrendó una oveja a Hera. Lo prim ero dícelo Polemón,
lo segundo Aristóteles 64. Los am braciotas honran al
animal que fue causa para ellos de su liberación: una
leona que despedazó a su tirano Failo 6\
Milcíades enterró, en el Cerámico, las yeguas que ob­
tuvieron tres victorias olímpicas y el espartano Evágoras enterró solemnemente a sus caballos vencedores en
Olimpia.
41
T o rtu g a s y
c o c o d r ilo s
d e l Ganges
El Ganges, que corre po r la India,
ya en su nacimiento tiene una profu ndidad de veinte brazas y una anchura
i·
de ochenta estadios, porque discurre to­
davía con su corriente nativa, que no
está mezclada con otras aportaciones. Mas, a lo largo
de su curso, otros ríos desembocan y se mezclan con
él, de manera que el agua alcanza una profundidad de
sesenta brazas y se extiende hasta adquirir una anchu­
ra de cuatrocientos estadios.
63
E n E . L . v o n L e u t s c h y F. G . S . S c h n e i d e w i n , C o rp u s P a r o e m io -
g r a p h o r u m G ra e c o ru m , G o t in g a , 1839-51, p á g . 2.114, a p a r e c e e l r e fr á n :
e p i tá M a n d r o b ú lo u c h ö r e i tö p râ g m a , q u e q u ie r e d e c ir: « l a s c o s a s e m ­
p e o r a n p o r g r a d o s » . E s u n p e r s o n a je m ític o q u e o f r e c i ó d o n e s s u c e s i­
v o s y c a d a v e z p e o r e s a lo s d io s e s : p r im e r o , d ie z b u e y e s de o r o ; al
a ñ o s ig u ie n te , n u e v e ; a l o t ro , o c h o , y a s í s u c e s iv a m e n te , h a s ta q u e ­
b r a n t a r el ju r a m e n t o q u e h a b ía h e ch o , p u e s t e r m in ó p o r n o d a r n a d a .
64
Fr. 525 R o sE j p á g . 520, p e r o en n in g u n a o b r a c o n s e r v a d a .
65
A n t o n in o L iberal , e n e l li b r o I V
,
d e su M e ta m ö rp h ö s e o n sina-
g o g é (e d . d e E . M a r t i n i M y th o g ra p h i G ra e ci, I I 1, 1896), d ic e q u e se
lla m a b a , n o c o m o a q u í, s in o F a le c o .
LIB R O X II
145
H ay en él islas más grandes que Lesbos y Cirnos 66,
y cría monstruos, de cuya grasa hacen aceite. En él hay
también tortu gas67, cuyo caparazón tiene una capaci­
dad no inferior a una vasija de veinte ánforas. Y cría
dos clases de cocodrilos: una es de cocodrilos inofensi­
vos, pero la otra está integrada por cocodrilos carnívo­
ros de gran voracidad e inexorables, que tienen, en el
extremo del hocico, una protuberancia a manera de
cuerno éS. A éstos los emplean como verdugos para cas­
t ig a ra los criminales; pues a aquellos que son convictos
de los más atroces delitos los echan a los cocodrilos,
con lo cual no tienen necesidad de verdugo público.
Los expertos en la pesca les ponen
como cebo a los escaros — según dice
^
Leónidas— culantro y ajiporros corta­
dos. Estas hierbas son buenas como ce­
bos y son fáciles de conseguir. El esca­
ro, como engolosinado por los sabores de ellas, va a su
encuentro.
e l s a lm o n e te
Con las hojas de la remolacha se captura ai salmone­
te, porque el pez gusta del vegetal, y por medio de él
es capturado y apresado con la m ayor facilidad^
65
N o m b re g riego de Córcega.
67
Q uizás se trate de la tortuga g igan le (T r io n y x ga n g e ticu s ), que
m ide 60 cm. de largo y, con sus m and íbulas anchas y córneas, puede
com er m oluscos bivalvos.
68
E lian o confunde una y otra clase de cocodrilo. El cocodrilo con
ei «c u e r n o » en el extrem o de su hocico es el G a v ia lis ga n ge ticu s , ino­
fensivo; el otro, el carnívoro, es el C ro c o d ilu s pa lu s tris.
146
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
*
Hay, según se dice, cuatro métodos
de pesca, a saber, la red, el arpón, la
Diversas artes
-,
,
T
·.
,
nasa
y
mediante
de pesca
J el anzuelo. La pesca
1
red proporciona riqueza y se parece a
la captura de un campamento y a la to­
ma de prisioneros, y requiere variedad de utensilios, co­
mo soga, sedal de lino blanco y negro, cuerda hecha de
junco, corchos, plomo, m adera de pino, correas, zuma­
que y una piedra, papiro, cuerno, una nave de seis re­
mos, torno con su manubrio, una k o ttá n e 69, tambor,
hierro, m adera y pez. Y caen en la red diferentes espe­
cies de peces, en bandadas numerosas y variadas.
La pesca con arpón es la más varonil de todas y re­
quiere un pescador de gran fortaleza. Necesita tener un
arpón bien recto de m adera de pino, cuerdas de esparto
y * * * Necesita también un pequeño bote y vigorosos re­
meros con buenos brazos.
La pesca con nasa es una pesca que requiere mucha
astucia y plan bien meditado. Parece poco recomenda­
ble a personas libres. Necesita juncos secos, sauzgati­
llo, una piedra ancha, áncoras, algas marinas, hojas de
junco y de ciprés, corchos, trozos de madera, un cebo
y una pequeña barca.
La pesca con anzuelo es la pesca más perfecta y la
más apropiada a los hombres libres. Se necesita crin
de caballo de color negro, rojo y gris. Si las crines son
teñidas, los pescadores eligen las que están teñidas en
gris azulado y en púrpura marina. Porque todas las de­
más — dicen— son malas. Utilizan también las cerdas
erectas de los jabalíes, y también el lino y gran canti­
dad de bronce; cuerdas de esparto y plumas especial­
mente blancas, negras y polícromas. Utilizan, asimismo,
los pescadores lana carmesí y lana teñida de púrpura,
69
N o se sabe qué es, pero, sin duda, se trata de algún elem ento
de una m áquina.
.
147
LIBR O X II
corchos y trozos de madera. Son necesarios también hie­
rro y otros materiales, entre ellos, cañas bien desarro­
lladas y enjutas, juncos que han sido mojados, tallos de
hinojo, frotado, liso, una caña de pescar de m adera de
cornejo, los cuernos y el pellejo de una cabra. Unos pe­
ces son capturados mediante un método, otros con otro,
y ya he descrito los varios procedimientos para pes­
carlos.
v
,
L a m u s tca y e l
e le fa n te. L a
yegua lib ia
se n s ib le a
la m ú s ic a
Estos dos relatos, el uno indio y el
J
otro libio, son diferentes en su genero.
E l indio referirá lo propio de su país;
el libio, lo que sabe del suyo. He aquí
lo que cuentan estos dos relatos.
En la India, si se captura un elefante ya adulto, es
difícil domesticarlo porque su ansia de libertad lo hace
sanguinario, y, si lo atas con cuerdas, se irrita más y
más y no tolera ser esclavo ni prisionero. Pero los in­
dios lo ablandan con alimentos e intentan amansarlo con
variados y apetitosos bocados, ofreciéndoles cuanto pue­
de saciar su estómago y aplacar su irritación. Mas
él se enfurece contra ellos y los desprecia. Entonces,
¿qué medios excogitan los indios? Introducen música
del país y hechizan a los elefantes con un instrumento
que es usual entre ellos. Este instrumento se llama
s k in d ü p só s70. El animal empina las orejas y se aman­
sa, su cólera se aplaca, su pasión queda subyugada y
apaciguada y, poco a poco, comienza a hacer caso de
la comida. Después queda libre de sus ataduras, pero
queda cautivo de la música y come con entusiasmo cual
delicado comensal; y, atraído por la música, no se esca­
pará de allí.
Pero las yeguas libias (fuerza es que nos ocupemos
del segundo relato) se ven atraídas en la misma medida
70
In s t r u m e n t o m u s ic a l d e c u a t r o c u e r d a s .
148
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
por el sonido de la flauta. Se dulcifican y amansan, y
dejan de enfurecerse y retozar, y siguen al yegüero, adon­
de la música las guía, y, si aquél se para en silencio,
ellas hacen lo mismo. Pero si toca la flauta con energía,
lágrimas de placer se deslizan de los ojos de las yeguas.
Pues bien, los yegüeros ahuecan un tallo de baladre, le
dan la form a de flauta, soplan en ella y encantan así
a los susodichos animales.
Eurípides menciona unos «cantos epitalámicos de
pastores» 7I. Es ésta la música aulética que provoca en
las yeguas un amoroso frenesí y enloquece a los machos
provocando en ellos el deseo de ayuntarse con ellas. El
ayuntamiento de los caballos se hace de esta manera
y la música de la flauta es, como si dijéramos, el himno
nupcial.
Arión de Metimna, con su estatua en
L o s d e lfin e s
sa lva n a A r ió n
1
1
11
Tenaro Y la inscripción grabada en ella,
bastan para testimoniar que los delfi­
nes son amantes del canto y de la mú­
sica aulética. La referida inscripción reza así:
E n v ia d o p o r los dioses inm ortales, a A rión , h ijo de
Cicleo, del océano s icilia n o salvó este veh ícu lo.
Y
Arión escribió un himno de acción de gracias a
Posidón, que es un testimonio del am or de los delfines
a la música, y una especie de compensación a ellos por
haberle salvado la vida. Y el himno es éste:
Oh tú, el más a lto de los dioses,
se ñ or del mar, Poseidon de trid en te d ora d o
que sacudes la tierra cabe e l h in ch a d o m a r:
149
LIBR O X II
en to rn o a ti los m on stru os p rov isto s de aletas
[ nadan
y danzan en c írc u lo
co n ágiles b rin cos de sus pies
deslizándose ligeros, chatos,
de pescuezos hirsutos, velocíp ed os
cachorros, m elóm a n os
delfines, m a rin os p u p ilo s
de las divinas m uchachas Nereidas
que p a rió A frod ita ,
los cuales a la tierra de Pélope, a la costa de Ténaro
m e tra nsportaron cuando iba errante p o r el p o n to
[s ícu lo
su biéndom e a sus lo m o s jib osos
cu a n d o el su rco de la llanura de N e reo
cortaban, senda im p ra ctica b le, y unos hom b res
[m endaces
desde la cóncava nave, surcadora del p on to,
a la ola p u rp ú re a del m a r m e a r r o ja r o n 72:
Así pues, á las peculiaridades del delfín ya mencio­
nadas, podemos añadir su am or a la música.
Corre por ahí una historia tirrena 46
La música como
medio de cazar
animales
que dice que los ja b a líe s y los ciervos
, ,
,
,
dei P ais f on capturados con redes y con
perros. Ésta es la manera usual de ca­
zar, pero interviene no poco la músi­
ca en la cacería. ¿Cómo? Ahora lo diré.
Ponen las redes, y los demás utensilios de caza desti­
nados a engañar a los animales, en círculo. Un hombre
experto en tocar la flauta se pone allí e intenta, con el
m ayor ahínco, interpretar una melodía dulce, evitando
72
E l poem a es apócrifo, o b ra quizás de un poeta dei s. v a. C.
C f. H. W . S m y t h , G re e k m e lic poets, Lon dres, 1900, págs. 15 ^ 205.
150
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
cualquier sonido estridente, y en cam bio interpreta las
melodías más delicadas de todas * * * La tranquilidad y
la soledad difunden sin dificultad la melodía por todas
partes y llega hasta las cumbres, las cañadas y espesu­
ras; en una palabra, hasta las m adrigueras y camas de
estos animales. Al principio, al llegar a sus oídos el eco,
se asustan y se llenan de temor; después, un placer pu­
ro e irresistible producido por la música se apodera de
ellos y, en medio de su hechizo, se olvidan de sus proge­
nitores y de sus hogares. Y, ciertamente, las fieras no
acostumbran a andar errantes lejos de sus nativas mo­
radas. Pero, en Etruria, estos animales se ven atraídos
paulatinamente, como por arte de magia, y por obra del
hechizo de la música llegan y caen en los cepos, sojuz­
gados por la melodía.
7
Los anthías, si reciben heridas al ser
capturados, constituyen el espectáculo
L o s « a n t h t a s »»
,
,
, ,
^
·.
mas lamentable. Estando en trance de
muerte, parece como si lamentaran su
suerte y suplicaran, de alguna manera,
como hombres que hubieran caído en manos de ladro­
nes impíos y sedientos de sangre. Algunos, al intentar
huir, se enredan en las redes y> al querer saltar el obs­
táculo, los atraviesa el arpón. Otros que consiguieron
escapar a la muerte saltan a tierra, hasta entonces ene­
miga de los peces, porque prefieren, y se muestran con­
tentos de ello, m orir sin intervención de la espada.
L I B R O XIII
S IN O P S IS
1.
G o rd io y el águ ila. G elón y el lobo.
2.
Pesca de los sargos.
3.
T a m bién en el m a r hay hierbas.
4.
E l pez rata.
5,
EÎ rape.
6,
lín pulpo, esp an table y ladrón.
7.
C óm o curan los indios a los elefantes.
8.
E l elefante y su afición a las flores.
9.
Los caballo s indios y sus dom adores.
10.
L a caza del leo p ard o en M au ritan ia.
Π.
Astucia de la zorra p ersiguiendo a la liebre.
12.
E l p arto de una liebre m acho.
13.
L a liebre. Sus costum bres.
14.
L a liebre del llano y de la m ontaña. L a lie bre y los perros,
15.
E l conejo de Ibe ria .
16.
L a pesca del atún entre ítalos y m ásaliotas.
17.
L a a u to p ia s y su captura.
18.
Los p arqu es reales de la India. S u s pájaros. E l loro.
19.
L a pesca del mújoS en el p rom o n torio de Leucatas.
20.
Los tro c h o í.
21.
E l tritón de T an agra.
22.
E l elefante guardián .
23.
L a escolop end ra de m ar.
24.
Jenofonte y los perros.
25.
A n im ales regalad o s al rey de la India.
26.
L a c ig a rra de m ar.
27.
E l pez hiena. E l chich arro. D epilatorios.
28.
La dorada. S u captura.
Yo he oído que ün águila dio a cn' : : 'G
ι
tender a Gordio que su hijo Midas 1
á g u ila * Gelón
y el lobo
sería rey, cuando, revoloteando sobre
Gordio al arar, se posó sobre el yugo,
en el que estuvo todo el día, y no se
marchó hasta que, bien llegada la tarde, él terminó de
arar a la hora de desuncir.
Siendo niño el siracusano Gelón 2, un lobo enorme
saltó a la escuela y le arrebató de las manos con los
dientes la tablilla. Gelón se levantó de su asiento y per­
siguió al lobo, sin asustarse de él y abalanzándose va­
lientemente hacia su tablilla. Y cuando estuvo fuera de
la escuela, ésta se derrum bó y aplastó a los niños y al
maestro, pero solamente Gelón, por disposición divina,
logró escapar. Y lo verdaderamente extraño es que el
lobo no mató a un hombre, sino que salvó su vida, por­
que los dioses tampoco desdeñan m ostrar a uno un rei­
no y salvar a otro del peligro amenazante por medio
de animales irracionales. Una característica de los ani­
males es que son amados de los dioses.
He aquí cómo los carios cogen los
sargos. Cuando el Noto sopla suavemenP&SC& de
,
te Jy envía blandas brisas,9 Jy el oleaie
eslos sargos
J
tá sosegado y se extiende con ligero ru­
m or sobre la arena, el pescador ni si­
quiera necesita caña, sino que coge una estaca de ene1 M ític o rey de Frigia.
2
G elón llegó a se r tirano de Sicilia en 485.
156
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
b ro muy fuerte, ata una cuerda a su extremo, atraviesa
en el anzuelo una anchoa medio escabechada y la echa
al mar; se sienta en la proa de la barca y deja colgar
el engaño, mientras el muchacho rema suavemente, de
acuerdo con la instrucción recibida con antelación so­
bre el arte de propulsar la barca pausadamente, y hace
avanzar a la embarcación en dirección a tierra. Muchos
sargos, saliendo de sus nativas madrigueras, dan saltos
y se reúnen en torno al anzuelo, porque el pez muerto
hace tiempo, pero preparado para la captura, atrae a
los sargos como con un hechizo. Luego, cuando ya están
cerca de la playa, son capturados fácilmente victimas
de su propia glotonería.
,
Muchas son las m oradas de los peces: unos viven entre las rocas, otros
T a m b ié n en e l
m a r hay h ie rb a s
,
.
.
i .
t
en Ia arena> quienes entre las hierbas.
Porque también hay hierbas marinas:
unas se llaman «lechugas de m a r» 3,
otras «clemátides m arinas» 4, algunas «viñas de m ar» s,
y otros «hongos» 6. Hay también una hierba marina
que se llama, según parece, «b e rz a » 7 y unas algas que
llaman «cabellos» 8. Unos peces se alimentan eon un ti­
po de hierbas, otros con otros y el pez acostum brado
al alimento con el que se crió y que es, por así decirlo,
afín a él no querrá tocar ningún otro.
J
U lv a la ctu ca , en español «lech u ga de m a r».
4
F u cu s v o lu b ilis .
5
F u cu s spira lis.
C y m o d o c e a nodosa. Es planta perteneciente a Ia fam ilia de las
zosleráceas.
7 Es la cru cifera B ra s sica c re tic a .
6
8
C y stoseira fo e n ic u lo s a .
157
L IBR O X III
Es posible oír h ablar a los pescadores también de un pez que llaman kalUónym os (el del bello n om b re)9. Y res­
;
E pez rata
pecto a él dice Aristóteles 10 que tie­
ne asentada mucha bilis en el ala dere­
cha del hígado y que éste está situado en su lado iz­
quierdo. M enandro 11 corrobora estas afirmaciones en
L a m u je r M esenia, según creo, cuando dice:
Yo haré que tengas más bilis que un «k a llió n y m o s »,
y Anaxipo, en su E p id ica zom e n os l2:
S i m e excitas y Haces que toda m i b ilis hierva
c o m o la de un kalliónym os, verás que n o soy en
nada d iferen te a un pez espada.
Algunos dicen que es comestible, pero la m ayoría dice
lo contrario. Mas no es fácil encontrar mención alguna
de los peces rata en los banquetes de peces, aunque los
poetas se han esforzado en mencionar los de algún
v a lo r * * * por ejemplo, Epicarmo, en Las bodas de
Hebe 13, en su Tierra y M a r 14 e, incluso, en sus Musas 1S,
y Mnesímaco, en su V en ce d or ís tm ic o ,6.
9 Uranoscopus scaber.
Es un pez con los ojos muy altos y un a gu i­
jón venenoso encim a de !a aleta pectoral, Acechan a sus víctimas ente­
rra d os en la arena. En español, «p e z ra ta ».
10 Hist. Animal.
13 G, K aibel,
506b 10.
CGF,
11
Fr.
31
K.
12
Fr. 2 K.
pág. 98^ Se trata de una p arod ia mitológica,
usual tam bién en la farsa fliácica del occidente greco-itálico, gén ero
este últim o que, gracias a Rintón de Siracusa, a d q u irió cierta dignid ad
literaria convirtiéndose en «h ila ro tra g e d ia » hacia el año 300. Tanto en
la com edia com o en la farsa, H e ra cle s no pod ía fa lla r. Ap arecía com o
el tipo de héroe dórico, rudo, prepotente, insaciable de com ida y b e b i­
da. T o d o esto se m anifiesta en
Las Bodas de Hebe,
en donde las M usas
son presentadas com o pescadoras, y H e ra cle s cóm o un glotón, y un
buen catador. Se hace en la p arod ia m ención de diferentes pescados
y otros alim entos, pero no, com o dice E lian o, de la «ra ta de m a r » o
«p e z ra ta »
(Uranoscopus scaber),
p o r eufem ism o.
14 Ibid., pág. 94.
15
^ id .,
llam ad o p o r él
pág. 98.
kaíliónymos,
16
Fr.
5 K.
quizás
158
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
El rape 17 también pone un huevo
a la manera de las aves, pues no es virape
víparo. Tienen los recién nacidos la ca­
beza grande y dura, y por esto, es inca­
paz de acogerlos de nuevo cuando es­
tán asustados, porque su acogida heriría y perjudicaría
a la madre. M as aunque nacieran vivos y salieran tales,
producirían un daño semejante, pues no están prepara­
dos para engendrar a sus hijos vivos ni son buenos para
acogerlos de nuevo en su seno. El huevo de los rapes
no concuerda, en naturaleza y carácter, con los demás
huevos, sino que es duro y tiene escamas y te parecerá
áspero si lo tocas.
También los pulpos, de por sí, con
el tiempo se hacen grandísimos y alcan-
^
e span ta b l e ’ y
la d ró n
zan dimensiones descomunales, hasta
convertirse y contarse realmente entre
los monstruos. Desde luego tengo oído
que, en Dicearquia de Italia, un pulpo alcanzó un enor­
me tamaño, y desdeñaba y despreciaba el alimento del
m ar y el pasto que en él había. En consecuencia, se dirl·
gía a tierra y se apoderaba de todo lo que en ella había.
Y es que se metía nadando por una cloaca subterránea
que depositaba en el m ar las aguas residuales de la an­
tedicha ciudad, y llegándose hasta una casa que estaba
en la playa, en donde se hallaba el cargamento de unos
mercaderes ibéricos, que consistía en salazón de Iberia,
depositado en enormes vasijas, echaba sus tentáculos
alrededor de los recipientes de barro, y con su presión
los rompía y se daba un festín de pescado en salazón.
17
L o p h iu s p is c a to riu s (rape). Los ingleses lo llam an a n gler, que
es traducción de p is c a to riu s (pescador). En efecto, es un pez loliform e
que tiene aletas pectorales m uy robustas; el p rim e r rad io de la d orsal,
m uy adelan tado hacia la cabeza, libre, tiene una excrecencia carn osa
en el ápice («a n z u e lo ») cofl el que atrae a sus presas. Es e rrón eo lo
que E lian o cuenta de su rep rod ucción y de sus huevos.
LIBR O X III
159
Cuando los mercaderes entraron y vieron los cascos,
com probaron que había desaparecido una gran canti­
dad del cargamento. Se quedaron perplejos y no podían
adivinar quién sería el ladrón, ya que veían que por las
puertas no se había intentado nada; el techo estaba in­
tacto y los muros no habían sido horadados. Se veían
los restos del salazón abandonados por el comensal no
invitado. Finalmente, decidieron dejar en acecho y a r­
mado dentro de la casa al más decidido de los criados.
Por la noche, el pulpo penetró reptando para darse
el banquete acostum brado y, enrollándose en”las vasi­
jas como un atleta que se abraza fuerte y cuidadosa­
mente al adversario para ahogarlo, el pulpo, llamémos­
le pirata, pronto quebrantó la vasija de barro con la ma­
yor facilidad. H abía luna llena y la casa estaba comple­
tamente iluminada y todo se veía perfectamente. El sir­
viente, como estaba solo, no se atrevió a atacar al pulpo
porque temía al monstruo (en efecto, el adversario era
demasiado grande para él solo).
Pero, al rayar el alba, contó lo sucedido a los m erca­
deres. Ellos no prestaban fe a lo que oían. Luego, algu­
nos, recordando la magnitud del daño que habían reci­
bido, decidieron arrostrar el peligro y se dispusieron
a ir al encuentro del enemigo, y otros, anhelantes de
contemplar un espectáculo nuevo e increíble, se ence­
rraron voluntariamente con sus compañeros para
ayudarles.
Después, al anochecer, el ladrón compareció y se di­
rigió hacia su habitual banquete. Entonces, unos obtu­
raron el conducto y otros se prepararon para el com ba­
te, y con hachas y estacas bien aguzadas cortaron los
tentáculos, al igual que los viñadores y los leñadores
cortan las puntas de las ramas de un roble. Y, habiendo
abatido su fortaleza, lograron dom inarlo tarde y a du­
ras penas, después de muchas fatigas, y lo más chocan-
160
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
te es que los mercaderes capturaron al pez en tierra
firme. La malignidad y la astucia se nos han mostrado
como características de este animal.
Los indios curan las heridas de los
7
Cómo curan los
in d io s a los
ele fa n tes
elefantes capturados de la siguiente mañera. Les dan fomentos de agua calient6( como Patroclo dio fomentos al he­
rido Eurípilo en el noble H o m e r o 18.
Luego untan las heridas con manteca. Si las heridas son
profundas, reducen la inflamación aplicando y ponien­
do trozos de carne de cerdo calientes y todavía sangui­
nolentos, Tratan sus oftalmías calentando leche de vaca
que vierten en los ojos; los elefantes abren los párpados
y se complacen en ser ayudados y, al igual que los hom­
bres, se aperciben del beneficio que reciben* y los in­
dios continúan el baño de leche hasta que; cesa la infla­
mación: ésta es la señal de que cesa la oftalmía. En cuan­
to a otras enfermedades que padecen, el remedio de ellas
es el vino tinto. Pero si esta medicina no fuera remedio
de su enfermedad, nada los salvará.
8
La bebida del elefante que form a
parte de un rebaño, pero que está do-
j ^ .
^
mesticádo, es el agua; en cambio, el élefan te que lucha en la guerra bebe vino,
pero no vino de uva — puesto que hay
vino que se hace de arroz y otro qué se hace de caña.
Estos elefantes salen al campo para procurarse flo­
res, porque son amantes de los buenos olores, y son con­
ducidos a las praderas para ser adiestrados en el reco­
nocimiento del arom a más penetrante. Guiado por el ol­
fato, el elefante elige una flor, y el guía, provisto de
un cestillo, se lo pone debajo al animal, que va segando
su a fic ió n
a
18
^
¡as flo re s
11
X I 829.
161
LIB R O X III
y echando las flores. Luego, cuando ha llenado la cesta,
se baña como hace el recolector de frutos y se deleita
en el baño como los más delicados de los hombres. A
su regreso, apetece las flores y, si el cuidador anda ler­
do, barrita y no prueba bocado hasta que alguien le lle­
va las flores que recolectó. Luego las entresaca de la
cesta con su trompa y las esparce en el borde del pese­
bre porque las considera, a causa de su agradable olor,
como un condimento, por asi decirlo, de la comida. Y
esparce también por el establo multitud de flores, como
si deseara un sueño agradable.
Parece que los elefantes indios tienen nueve codos
de altura y cinco de ancho. Los más grandes son los
que llaman «prasios»; después de éstos vendrían los de
Taxila l9.
ios caballos
indios y sus
domadores
N o todo el mundo puede sujetar a
un caballo indio, ni frenarlo cuando sal­
^
ta y
.
,
„
,
,,
.
quiere galopar. Esto solo pueden
hacerlo los que desde niños han mane­
jado caballos, porque no es costumbre
india gobernarlos, hacerles entrar en vereda y dirigir­
los por medio dé la brida, sino con bozales claveteados.
Así no tienen castigada la lengua y el paladar no sufre
molestias. No obstante, quienes son expertos en equita­
ción obligan a los caballos a dar vueltas volviendo al
mismo lugar. H a menester el que esto hace fuerza en
las manos y considerable sabiduría hípica. Los que han
alcanzado la cum bre de esta ciencia intentan también
hacer lo mismo obligando a un carro a trazar círculos.
Y no sería empeño despreciable hacer dar vueltas con
facilidad a un tronco de cuatro veloces caballos. Y el
carro lleva dos individuos junto al auriga.
Pero un elefante de guerra, en lo que se llama la to­
rre o, ¡por Zeus!, sobre la grupa desnuda y desprovista
19
C iu d a d en el extrem o noroeste de la India.
162
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
de silla, lleva tres hombres arm ados que disparan a un
lado y a otro, y un tercero detrás, mientras que un cuarto
hombre maneja la aguijada con la que gobierna al ani­
mal (como el piloto conocedor de la nave la gobierna
con el timón.
La caza de leopardos se practica, de
costumbre, en Mauritania, Tienen los
L a caza d e l
le o p a rd o en
M a u r ita n ia
.
......
,
.
,
m auritanos edihcios de piedra con aspecto de jaulas. Ésta es la prim era par­
te de la emboscada. La segunda es co­
mo sigue. Atan una cuerda algo larga a un trozo de car­
ne putrefacta y maloliente, y ponen una puerta endeble
de cañas entretejidas, y a través de ellas se difunde el
olor de la antedicha carne. Las fieras notan el·tufillo,
pues por la razón que sea les atraen los malos olores,
ya que el aire, impregnado de ellos, les llega, estén en
las cumbres de los montes, en las gargantas e, incluso,
en la hondonada. Luego, al encontrarse el leopardo con
el olor, se enardece y, llevado de su ímpetu excesivo,
se precipita sobre la comida deseada. Es arrastrado por
ella como por un hechizo. Pronto se precipita sobre la
puerta, la derriba y hace presa en la fatal comida: fatal,
porque de la susodicha cuerda ha sido urdido un lazo
muy sabiamente dispuesto, y cuando el trozo de carne
empieza a ser comido, se pone en movimiento y rodea
al leopardo glotón. Y el desdichado es apresado y paga
la pena debida por su insaciable vientre y su hediondo
festín.
,
A s tu c ia de la
Más a menudo de lo que se c ree capturan las zorras a las liebres mediante
,
,
, . c.
.
,
,
,
zorra persiguiendo algún artificio, pues la zorra es ducha
a la lie b re
en engañar y conoce enganos. Así, por
ejemplo, cuando por la noche se en­
cuentra con el rastro de la liebre y huele al animal, ca­
mina en silencio y con paso amortiguado, contiene la
LIB R O X III
163
respiración y, sorprendiéndola encamada, intenta cap­
turarla creyéndola libre de temor y de preocupación.
M as la liebre no duerme 20 indolente y despreocupada,
sino que, apenas se apercibe de que se acerca la fiera,
sale del lecho y escapa. Em prende la carrera a toda ve­
locidad, y la zorra sigue su rastro y continúa la perse­
cución. Después de haber completado un largo camino,
en la creencia de que es m ejor corredora y de que no
será alcanzada, se mete en la espesura y se pone a des­
cansar plácidamente. Pero la zorra sigue detrás y no
le permite descansar, la despierta de nuevo y la incita
a correr otra vez. Realiza una carrera no más corta que
la anterior y ansia descansar de nuevo, pero la zorra
está encima de ella y, removiendo el ramaje, consigue
despertarla. Otra vez se pone a correr, pero la zorra
sigue obstinada detrás. Mas cuando las carreras se su­
ceden cada vez a menores intervalos y el sueño se apo­
dera de la liebre, ésta desiste y aquélla, echándose enci­
ma, la coge no ciertamente por velocidad, sino por el
concurso del tiempo y de la astucia.
De todas maneras este relato, partiendo de la carre­
ra de la liebre, ha ido dem asiado lejos. Lo que queda
será más apropiado referirlo a continuación. Voy, pues,
al punto de donde partí. Parece que la causa de distri­
bu ir sus crías y alimentarlas en diferentes lugares es
la siguiente: la liebre es un animal muy amante de su
prole y teme a las asechanzas de los cazadores y las
incursiones de las zorras. También teme — y no menos—
las de las aves, sobre todo el graznido de cuervos y águi­
las, porque con estas aves no hay posibilidad de concer­
tar una paz. Lo que hace es ocultarse entre el espeso
ramaje o en la crecida mies o protegerse detrás de al­
gún otro abrigo forzoso e inasequible a las aves.
20
E s t a un iversal creencia p o p u la r dio origen, en latín, a la ex­
presión s o m n u s le p o rin u s .
164
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
Oí un relato a uno que, además de
cazador, era una buena persona incaE l p a r ió de un a
,
■
y.
/ i
i ■ ^
■
.. .
,
paz de mentir. Creí la historia y, por
lie b re m a c h o
r
J
r
esto, la refiero ahora. Decía que tam­
bién la liebre macho puede parir, su­
frir los dolores de parto y participar de los dos sexos.
Y me contaba cómo, después de parir, criaba a sus hi­
jos y cómoparía dos y hasta tres. Aportaba testigos de
esto y,como colofón a todo este relato, añadía lo si­
guiente.
Una liebre macho fue cogida medio muerta y su vien­
tre, como estaba preñada, aparecía hinchado. E l hom­
bre aseguraba que se abrió la liebre y que se descubrió
la matriz que albergaba tres lebratos. Éstos, que esta­
ban inmóviles, fueron extraídos y permanecieron como
trozos de carne inerte. Pero, calentados por el sol y ad­
quiriendo poco a poco un poco de calor, volvieron en
sí y revivieron; incluso alguno de ellos se movía y m ira­
ba hacia arriba, y enseguida sacó también su lengua y
abría la boca pidiendo comida. Como sucede con seres
de tan tierna edad, se les dio leche y poco a poco fueron
alimentados, llegando a ser, en mi opinión, una dem os­
tración adm irable de que fueron paridos por un macho.
Y o no puedo obligarm e a mí mismo a no creer en este
relato y la razón es que la lengua del hom bre era inca­
paz de mentir o exagerar.
liebre. Sus
costumbres
λα
Parece que la liebre es conocedora
de los vientos y de las eátaciones, por,
+
,
es animal sagaz, Tmas no agradeci­
d o ! . Durante el invierno hace su cama
en lugares soleados, pues es eviden­
te que gusta del calor y aborrece el frío. Pero en el es­
tío, ansiosa de frescor, se acuesta en lugar que m ire al.
Norte. Su nariz es, para ella, como el g n ó m ó n que m ar­
ca la variación de las estaciones.
LIB R O X III
165
L a liebre no cierra los ojos cuando duerme y ésta
es una condición sólo de este animal, y los párpados
no se le cierran por culpa del sueño. Dicen que duerme
con el cuerpo, pero que sus ojos, entretanto, están
vigilan tes21. Yo me limito a escribir lo que dicen los
expertos en la caza.
Pacen durante la noche y esto, quizás, porque gus­
tan de comida ajena, aunque yo diría que lo hacen por
el aquel del ejercicio, para que, absteniéndose del sue­
ño todo este tiempo y estando activa, pueda m ejorar su
rapidez. Pero gusta grandemente de regresar a su hogar
y se perece por todo lugar que le es familiar. He aquí
el motivo por el cual — según parece— , generalmente,
es capturada: porque no se aviene a abandonar sus m o­
radas familiares.
L a lie b re d e l
lla n o y de la
m o n ta ñ a . L a
lie b re y los
p e r ro s
Corre la liebre perseguida por pe- 14
jinetes, si es de la tierra llana,
.
mas rápida que la liebre de montaña,
ya que es más pequeña y delgada. De
aquí que no es raro que sea ágil. De
todos modos y para empezar, brinca y salta en la tierra
y se adentra por la espesura y a través de suelos panta­
nosos con facilidad, y si la hierba está alta escapa fácil­
mente. Y así como se dice que el rabo del león puede
despertarlo y excitarlo, esto se dice también de las ore­
jas de la liebre: son señales para la velocidad y la exci­
tan a correr. Así pues, las echa hacia atrás y usa de
ellas como acicate para evitar el retraso o la vacilación.
Su carrera no es una y recta, sino que tuerce aquí y
allá y dobla por este o aquel camino, confundiendo y
engañando así a los perros. Y cuando desea desviarse
en su carrera en determinada dirección, inclina una oreja
en aquel sentido, como si quisiera con este gesto seña­
lar el rumbo.
21
E s t a f r a s e n o e s d e e ste c a p itu lo .
166
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
Con todo, no malgasta su energía, sino que observa
la marcha de su perseguidor, y si es lenta, no emplea
toda su rapidez, sino que reprim e algo, lo necesario pa­
ra correr más que el perro, pero no bastante para ago­
tarse a causa de la gran velocidad. Pues sabe que es
mejor corredora y comprende que no es llegado el mo­
mento de hacer el esfuerzo supremo. Pero si el perro
es velocísimo, la liebre corre con toda la velocidad que
le permiten sus patas. Y cuando ya lleva mucho camino
por delante y ha dejado muy atrás a cazadores, perros
y caballos, se dirige a saltos a una colina elevada y, sen­
tándose sobre sus patas traseras, contempla, como des­
de una atalaya, la porfía de sus perseguidores, y se me
antoja que se ríe de ellos, porque los tiene por más dé­
biles. Luego, animada por la ventaja alcanzada, como
quien ha conseguido paz y calma, se complace en des­
cansar y en echarse a dormir.
La liebre montesa no es tan veloz como la que vive
en el llano, a menos, claro está, que tenga al pie de la
montaña un terreno llano en el que pueda correr cuan­
do desciende a él. Aunque habitan en el monte, se ejer­
citan en la llanura corriendo a menudo con las liebres
que viven en ésta.
Cuando son perseguidas en la llanura, emprenden la
carrera y se esconden por turno; pero, como son cons­
tantemente acosadas, no escapa ni una. Cuando están
a punto de ser capturadas, se desvían un poco del cami­
no llano y emprenden la subida a la montaña apresura­
damente, como el que va a su propia m orada y dominio,
y de esta manera logran escapar consiguiendo una sal­
vación inesperada; porque los caballos y los perros abo­
rrecen caminar por las montañas, ya que se lo impiden
sus cascos que fácilmente se desgastan. Los perros se
ven todavía en mayor dificultad, pues sus pies son de
carne y no tienen ninguna defensa contra las piedras;
a diferencia de los caballos que tienen sus cascos. La
LIB R O X III
167
liebre, por el contrario, tiene pies peludos y, por eso,
soporta bien los terrenos ásperos.
Todas las liebres que viven en espesuras y entre ar­
bustos son corredores perezosos y lentos en la huida,
porque las tales, por la falta de ejercicio, están gordas,
y no acostum bradas a correr e incapacitadas para ale­
jarse mucho de sus espesuras. He aquí la m anera de
cazarlas. En prim er lugar, hay liebres que se deslizan
entre pequeños arbustos de follaje poco espeso, pero,
cuando el m atorral es más tupido, naturalmente brin­
can por encima de él porque no pueden corretear por
debajo. Pero otros arbustos crecen formando espesa ma­
raña con las ramas entrelazadas. Cuando los arbustos
son así, la liebre, forzada a hacer esto a menudo, y no
siendo capaz de saltar a causa de la pesantez de su cuer­
po, se cansa pronto y desiste. Las perras al principio
se ven descorcentadas y pierden el rastro, pues no ven
a la liebre a causa de la espesura del bosque, y saltan
también ellas por encima de los arbustos guiadas por
el olfato. Pero por fin la ven, la persiguen, no dándose
punto de reposo, mientras que la liebre, agotada de tan­
to brincar, desiste y, de esta manera, es apresada.
Las liebres suben corriendo fácilmente las empina­
das y altas montañas, porque tienen las patas traseras
más largas que las delanteras; mas no bajan con la mis­
ma presteza, porque les estorba la cortedad de süs pa­
tas anteriores.
.
Hay también otra liebre pequeña
p o r naturaleza que no crece nunca. La
. .
E /öeria
e
llaman «conejo». N o soy fabricante de
nombres, por lo cual en esta historia
conservo el nom bre que, desde el prin­
cipio, le pusieron los iberos de Hesperia, entre los cua­
les se producen en gran número.
168
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
Su color, en com paración con los demás, es negro.
Tien e un rabo pequeño, pero, en cuanto a lo restante,
es sem ejante a ellos. Se diferen cia , adem ás, en el tam a­
ño de la cabeza, porqu e es más pequeña, m uy despro­
vista de carne y más corta. Es m ás la scivo que las de­
más liebres; a causa de ello, en loqu ece cuando va de­
trás de la hem bra.
[E l c ie rv o tiene un hueso en su corazón y el p ro p ó si­
to de cu alqu iera debe ser d escu b rir p ara qué sirve].
16
L a pesca del atún
e n t r é íta lo s y
m a s a lio ta s
Los ítalos y los sículos gustan de lla­
m ar a la pesca de los atunes «g ra n pesΛ
t
,
ca s’ ? los lu gares en los que acostum bran a alm acen ar sus en orm es redes y
otros utensilios de pesca los llam an « a l­
m acenes para aparejos de p esca ». P reten d en en adelan­
te ad scrib ir al enorm e atún a la clase de los «p e c e s en or­
m e s». Y yo he o íd o que los celtas, los m asaliotas y todo
el pu eblo de L igu ria pescan a los atunes con anzuelos^
Sin duda, estos anzuelos están hechos de h ierro y son
de gran tam año
y fuertes. E sto es lo que ahora d ig o
sobre los atunes y hay que añ adirlo a lo ya dicho.
17
Los que acostum bran a pescar en
torn o a las llam adas islas t ir r e n a s 22
L a « a u lo p ía s » y
A
pescan un pez m on stru oso de a llí que
llam an autopias 23, y bueno será descri­
b ir sus características.
La más grande aulopías vence en tam año a los más
grandes atunes; en fren tada con aqu éllos les gan aría en
fu erza e in trepidez. T a m b ién los atunes son una raza
va lien te de peces; p ero cuando se le en fren ta o tro pez
s u captura
22
L a s islas tirrenas son las «A e o lia e in su la e» (hoy islas L íp ari, ai
norte de Sicilia).
23
L a a u top ia s quizás sea un atún, tal vez el T h y n n u s a la lon ga .
LIBR O X III
169
y lucha con él anim osam ente, después del p rim er ata­
que se le va la fu erza, porqu e se le con gela la sangre,
y abandonando la lucha, rapid ísim am en te es apresado.
En cam bio, la aulopías aguanta p o r largo tiem p o un ata­
que enérgico, y resiste al pesca d or com o si se tratara
de un a d versa rio y la m a y oría de las veces vence, en co­
giéndose, agachando la cabeza y bajando a lo profu ndo.
L a N a tu ra leza le ha dado potente m andíbu la y fu erte
pescuezo y posee grandísim a fuerza. P ero cuando es cap­
turada, tiene un aspecto herm osísim o: tiene los ojos
abiertos, grandes y redondos com o los de los bueyes can­
tados, p o r H o m ero 2\ L a m andíbula que, com o dije, es
potente, realza su belleza. E l c o lo r de su d orso es com o
el c o lo r d el más oscu ro la p izlá zu li y su vien tre por de­
ba jo es blanco. De su cabeza arran ca una raya de c o lo r
dorado que desciende hasta la cola y a llí term ina en
un círcu lo.
Q u iero re fe rirm e ahora a los a rtificio s em pleados pa­
ra pescar esta clase de peces, a rtific io s de los que tengo
n oticias de oídas. Los pescadores eligen, de antem ano,
unos espaciosos lugares en los que sospechan que se
reúnen las aulopías y, después de co lo c a r num erosas
castañetas 25 (?) en sus redes en fo rm a de talegas 26 (?),
echan el ancla del bote y hacen un ruido in in terru m p i­
do. A m arran la castañeta a una cesta y la ponen en una
caña. M ien tras tanto, al o ír el ruido y ver el cebo, los
peces acuden nadando de todas partes y se juntan y ro ­
dean el bote, y se amansan hasta tal punto con el ruido
y con la abundancia de la com ida, que se quedan qu ie­
tos; al ten derles la mano, consienten en ser tocados, a
m i entender, atraídos p o r la pitanza, o bien, com o dicen
24
L a ¡Hada aplica con frecuencia a H e ra el epíteto de B o ó p is («la
de ojos de n ovilla»),
25
Q uizás se trate de la C h r o m is castanea, la castañeta.
26 Cf. A. W . M air, Oppiatt, C o llu th u s , T rip h io d o ru s , Londres, 1928,
págs. X L y sigs.
170
H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S
los a ficion a d os a la pesca, porqu e con fían en su fo rta le ­
za. H a y algunos que son mansos y Jos pescadores los
aceptan com o ben efactores y com pañeros, y existe, ade­
más, entre ellos una tregua.
O tros peces ajenos a ello s les siguen com o a guías,
y a estos adven edizos, com o se les p o d ría llam ar, los
capturan y matan; pero los p escadores no capturan,
sino que dejan libres, a los m ansos peces que podrían
com pararse a los palom os ladrones. Y ningún prudente
pescador, p o r extrem a que fu ere su necesidad, co gería
deliberadam ente una autopias mansa; porque si, por cual­
q u ier m otivo, acontece que alguna es capturada, aca­
rrea desgracia. Se la captu ra a travesán dola con el an­
zu elo o h irién d o la m ortalm ente. V em os tam bién pa ja re­
ros que se abstienen de m atar pájaros que sirven para
a tra er a otros, ya para ven derlos o p ara com erlos. H a y
adem ás otros p roced im ien tos para ca p tu ra r a estos
peces.
En los palacios de la India, en don.
L o s p a rq u e s reales
de la In d ia . S u s
de vive el m ás g ran d e de los reyes del
,
P a is'
,
j
tantas cosas dignas de adm i-
ración, que no pueden com p a rarse con
ellas ni Susa, la ciudad de M em nón con
toda su riqueza, ni la suntuosidad de Ecbatana. Estos
lugares, en verd a d parecen ser el o rg u llo de Persia> si
es que es líc ito esta b lecer com p a ración en tre los dos
países.
N o es p ro p ó sito de esta n arra ción expon er con deta­
lle las restantes m aravillas, pero en los ja rd in es se crían
pavos y faisanes dom ésticos, que tienen <su m o ra d a >
en los árboles cu ltivados, a los que los ja rd in ero s reales
consagran los debidos cuidados.
H ay, adem ás, b osq u ecillos som bríos y pastos natu­
rales y las ram as están en trelazadas con la sabidu ría
p á ja ro s . E l lo r o
p rop ia del h om bre en tend ido en a rb o ri cultura. Y lo que
171
LIBR O X III
m ás sorpren de del clim a de aquella com arca es que sus
árboles son de los que están perpetu am en te verdes, y
sus hojas jam ás en vejecen ni se desprenden. Unos son
indígenas, otros traídos de otras partes con sumo cu i­
dado. Y todos ellos adornan el lu gar y le dan esplendor,
m enos el o livo, pues la tierra india no lo produ ce de
suyo ni p rosp era en ella ni se le im porta.
Pues bien, hay otros pájaros lib res y no sujetos a
esclavitu d que llegan p o r su p rop ia volu ntad y duerm en
y descansan en estos árboles. A llí se crían tam bién lo ­
ros que se a rrem o lin a n en torn o al rey. N in gú n ciu da­
dano in d io cría loros, aunque hay en orm e can tidad de
ellos. Y la razón es que los brahm anes creen que son
sagrados e, incluso, los tienen en m ayor estim ación que
a todas las dem ás aves, y añaden que, al hacer esto,
obran razonablem ente, porqu e el lo ro es el único pájaro
que rem eda con suma p erfección el habla humana.
H a y tam bién en estos palacios herm osos lagos a r t ifi­
ciales que tienen peces grandísim os y dom esticados. Y
n adie los puede pescar, excep to los hijos del rey cuando
tod avía son niños: pescan en un agua encalm ada y que
no o fre c e ningún peligro; a llí ju egan e, incluso, apren ­
den a navegar.
L a pesca del
m újol en el
prom ontorio
de Leucatas
En el m ar jo n io de Leucatas 27 y en
aguas de A ccio, en donde el te rr ito r io
ge conoce con e] n om bre de Epiro, los
,,
,
,
,
,
„
m u joles son abundantes y nadan en fo r­
m ación y en grandes cardúmenes^ A es­
tos peces se les captu ra de una m anera muy curiosa.
H e aquí la m anera de pescarlos.
Los p escadores de esta com arca v ig ila n durante to­
da una noche sin luna y, después de cenar, se d istrib u ­
yen en parejas, echan al agua un barco, cuando no hay
27
Prom on torio en la pun ta su r de la isla de Léucade.
172
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
olea je y el m ar esta encalm ado, y lu ego avanzan rem an­
do despacio y poco a poco. E l uno agita suavem ente el
agua con su rem o h aciendo avanzar a la em barcación,
com o quien dice, paso a paso. E l otro, apoyándose con
su codo, hace que la p arte de la em barcación que su fre
la presión se in cline hasta el ex trem o de que el b o rd e
de la m ism a llegu e a ponerse al n ivel del agua. E n ton ­
ces los m ú joles y los kestreys 28 (?), sem ejantes a ellos,
ya sea porqu e se deleiten con la noche o p orq u e se a le­
gren con la calm a, abandonan sus agu jeros y m a d rigu e­
ras, suben nadando y asom an p o r en cim a del agua el
ex trem o de su cabeza y se entregan de tal m anera a
n adar p o r la su p erficie que llegan hasta cerca de la cos­
ta. Los pescadores ven esto y em piezan a navegar. Y
el ru ido de la em barcación in icia un suave m u rm u llo.
A sí que, huyendo de la tierra y regresando, se em pujan
unos a otros a causa de su gran núm ero hacia el lu ga r
d el b o te que se in clina hacia ellos y, cuando ya están
allí, son capturados.
L os «trochoí»
M onstru os m arinos de excesiva co r­
pulencia y de tam año p rod igioso nadan
,
en m edio de ios océanos y, a veces, son
fu lm in ados p o r el rayo. Adem ás de és­
tos, hay o tros sem ejantes, que llegan
hasta la costa y que se llam an t r o c h o í 19. Éstos surcan
el m ar en bandadas, sobre tod o a m ano derecha del m on­
te A tos en T ra c ia y en los go lfo s que se encuentra uno
navegando desde el Sigeo, y es p osib le en con trarse con
ello s a lo la rg o d el contin en te opu esto cerca de la lia-
28
K é p h a lo s y kestreys son sinónim os y designan al M u g il cep h a -
lus, pez pércido comestible y muy abundante en las costas mediterráneas.
29
E l n om bre significa «r u e d a » y alu de a los m ovim ientos del
m onstruo, que es hijo de la fantasía; aunque algo de realidad, que se
nos escapa, haya en la descripción.
LIBR O X III
173
mada sepultura de A rtaqu ees 30 y el Istm o de Acanto,
en donde puede verse el canal que el re y persa abrió
a través del m onte Atos.
Estos m onstruos que llam an tro c h o í dicen que no son
valientes, aunque lucen cresta y espinas en orm em en te
largas, de m od o que muchas veces son visib les p or en ci­
ma del agua. Y, en cuanto oyen el go lp eteo de los re­
mos, se revu elven , se contraen y se sum ergen a la m a­
yo r p rofu n d id a d posible. D e esta p rop ied a d se deriva
su nom bre. Lu ego se desenrollan nuevam ente y con un
m o vim ien to en esp iral ascienden a la su perficie.
,
E l tritón de
Tanagra
S obre los tritones, los pescadores 21
aseguran que no tienen una idea clara
.
,
.. A ,
ni Pru eba evidente de su existencia,
ro co rre la leyenda muy difu n dida
que en el m ar existen, ciertam en te,
gunos m onstru os a n trop o m o rfos desde la cabeza a
cintura.
pe­
de
a l­
la
D ice D em óstrato, en su tratado sobre la pesca, que
v io en T a n agra un tritón en conserva. Y añade que era
sem ejante, en m uchos aspectos, a los representados en
estatuas y en pinturas, p ero su cabeza estaba tan estro ­
peada p o r el tiem p o y era tan borrosa, que no era fá cil
d istin gu irla y recon ocerla. « Y al tocarla yo 3I, cayeron
escam as ásperas, duras y resistentes. U no del Consejo,
de los elegidos p o r votación para gob ern a r a G recia y
a quienes se les con fía el m ando p o r un solo año, tra ­
tando de v e r ific a r la n atu raleza de lo que veía, arran có
un poco de piel, lo a rro jó al fu ego y, al quem arse el
30
N o identificada. E l p erson aje fue un gen eral persa que c o la b o ­
ró en ia construcción del cana! que Jerjes proyectó a través del monte
Atos.
31
‘
E lia n o nunca salió de Italia; p o r lo tanto, estas p a la b ra s son
de D em óstrato.
174
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
tro zo a rrojado, un acre o lo r lleg ó a las n arices de los
presentes. P ero — d ijo — no pu dim os saber si el m ons­
tru o era de n atu raleza terrestre o m arina. M as el expe­
rim ento no le reportó ningún ben eficio, porque poco des­
pués perd ió la vid a al a tra vesa r un estrech o pequeño
y angosto en una corta em barcación de seis rem os. Y
— decían los habitantes de Tanagra> según re fie re é l—
esto le sucedió porqu e había profa n a d o al T ritó n y
— declaraban — fue sacado sin vid a del m ar y, al sacar­
lo, soltaba un líq u id o sem ejante en el o lo r al de la piel
del tritón cuando la echó al fu eg o y la qu em ó.»
De dónde vin o erran te este tritó n y cóm o vin o a qu e­
dar varado en tierra son circunstancias que deben ex­
plica r los de Tan agra y D em óstrato. En vista de esto,
yo reveren cio al dios, y es ju sto p resta r créd ito a un
testigo de tal autoridad. Sea A p o lo de D ídim a 32 sufi­
ciente garan tía para toda persona de corazón sano e in­
teligen cia vigorosa . En efecto, él dice que T ritó n es una
criatu ra m arítim a. H e aquí sus palabras:
E l h ijo de Poseidón, m o n s tru o del mar, s o n oro
T ritó n se e n co n tró cuand o nadaba con la a c o m e ti­
da de un cón ca v o navio.
Así pues, si el dios que tod o lo sabe dice que existen
los tritones, nosotros no debem os p o n erlo en duda.
i
E elefante
guardian
Cuando el rey de los indios se d iri­
ge a los tribu n ales de ju sticia, un elef anj-e se prostern a ante él. Se le ha enr
señado esto, y se acuerda m uy bien de
h acerlo y obedece (cam ina a su la d o el
h om bre que le recu erda lo que le ha enseñado con un
go lp e de agu ijada y con alguna pala b ra en su lengua
nativa, que los elefan tes entienden gracias a un m iste­
rioso don de la N a tu ra leza m uy p ro p io de estos anim a­
32
En el territorio de M ileto.
175
LIBR O X III
les). Adem ás ejecu ta algún m o vim ien to belicoso, com o
si tratase de d em ostra r que tam bién recu erda co n o ci­
m ientos relativo s a esos asuntos. V ein ticu a tro elefan tes
perm an ecen p o r turno ju n to al rey para darle guardia,
com o los restantes guardianes, y se les enseña a perm a­
n ecer vig ila n tes y a no dorm irse. P orq u e tam bién en es­
to son in stru idos p o r la sabidu ría india.
Y
dice M ecateo de M ile to que A nfiarao, h ijo de Ecles,
se du rm ió durante la gu ard ia y tu vo que su frir cuanto
d ice 33. M as estos elefan tes despiertos, inasequibles ai
sueño, son los más dignos de confian za de los gu ard ia­
nes de a llí y están a la altura de los hom bres.
L a escolopendra
de m ar
Y o , ob servan do y analizando duran­
te m ucho tiem p o y con tod o el interés
-,
,
c
^ue s0^ caP az estos tem as y lo re fe ­
rente a ellos, he llegad o a la conclusión
de que la escolop en d ra es un m onstru o
m a rin o y que, de los m onstruos m arinos, éste es el m a­
y o r y que uno no se a treve ría a co n tem p la rlo varado
en la playa. D icen algunos m eticu losos observa d ores de
las cosas del m ar que las han visto flo ta n d o y que tod o
lo que es cabeza sobresalía de la su perficie. Adem ás se­
gún ellos, m uestran largu ísim os pelos salien do de sus
n arices y la cola es plana y sem ejante a la cola de la
langosta {?). E l resto de su cu erpo se ve flo ta n d o sobre
las olas y su tam año es com p a rab le a un trirrem e gran ­
de. N adan con muchas patas dispuestas en línea a uno
y o tro lado, co m o si dichas patas estuviesen encajadas
en clavijas cual rem os (aunque la expresión es un tanto
a trevid a) em pujándose a sí m ism as. A sí pues, los enten­
didos en tales m aterias dicen que el o lea je em ite, com o
un eco, un suave m u rm u llo y lo que dicen m e convence.
33
N o sabem os a qué se refiere.
176
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
Jen ofon te dice tam bién lo siguiente
sobre los p erros 34: hay que lleva rlos
J e n o fo n te y
r
,
}
con frecu en cia al m onte,’ p
e ro m enos a
¡os p e rro s
r
los cam pos, porqu e los cam inos trilla ­
dos de los cam pos cu ltivados les o fen ­
den y despistan. E ste esc rito r d ice 35 que es m ejor lle ­
varlos p o r cam inos ásperos y que, sobre que es m ejor,
sacan este provecho: al e je rc ita r su cu erpo dan a sus
patas robustez y habilidad para saltar. D ice tam bién que,
en invierno, el ra stro de la lieb re se puede v e r p o r la rg o
tiem p o a causa de que las noches son largas, y que, en
el verano, no es así p o r la razón con traria. Qué sig n ifica
« lo c o n tra rio » se deduce claram ente de lo dich o arriba.
L o s indios va lo ra n com o anim ales
útiles en las arm as y en la gu erra a los
A n im a le s rega la d os
,
,,
i
i c
i
j i
caballos y
a los elefan tes y
les concea l rey de la
J
J
In d ia
den un gran valor. D esde lu ego llevan
al rey cargas de fo rra je , que echan en
los pesebres, y heno, que enseñan para que se vea que
es fresco e intacto. Y si el heno es así, el rey lo agrad e­
ce; pero si no, castiga a los cu idadores de los elefan tes
y a los p a la fren eros muy duram ente. N o desdeña tam ­
p oco otros anim ales más pequeños, sino que los acepta
tam bién cuando se los o frec en com o regalos, pues los
in dios no m en osprecian ningún anim al ni d om éstico ni
salvaje. Así, los súbditos con stitu idos en au torid ad le
llevan regalos com o grullas, gansos, gallinas^ patos, tór­
tolas, fran colin es tam bién, perdices, espíndalos 36 (este
p á ja ro se pa rece al fra n co lín ) y, adem ás, aves m ás p e­
queñas que las m encionadas: boccales, cu rru cas ca p iro ­
tadas y los llam ados «escrib a n o s h ortela n o s». Y ellos
descubren y m uestran sus dones, con el p ro p ó sito de
34
Cyn, IV 9. Es cop ia casi litera!.
35
Ib id . V
36
Sin identificar.
1. Es copia literal de Jenofonte.
L IB R O X III
177
h acer v e r su ex tra o rd in a ria gordura. Y o frec en tam bién
el tesoro de gord os ciervos, a n tílo p e s 37, gacelas, y as­
nos provisto s de un cuerno, de los que hice m ención
más a rrib a ÎB, y tam bién diversas clases de peces.
H ay tam bién una cigarra m arina 39.
L a más grande de ellas se p arece a una
26
,
L a c ig a rra
de m a r
cigala pequeña, mas no tiene com o es­
ta grandes antenas ni grandes rejos. La
cig a rra de m ar tiene un aspecto más
oscu ro que la cigala y, cuando se la coge, ch irría com o
el insecto. B ajo sus ojos le nacen pequeñas alas y éstas
se parecen tam bién a las de la cig a rra terrestre. La m a­
y o ría de la gente no com e estas cigarras porqu e las con ­
sideran sagradas. T en go en tendido que los habitantes
de S érifo s las en tierran cuando son cogidas muertas.
Cuando caen vivas en la red no las retienen, sino que
las devu elven al m ar. Las lloran cuando m ueren y dicen
que son la prenda am orosa de Perseo, el hijo de Zeus.
f? ξ
hiSŸici
El pez hiena 40 tiene el m ism o nomb re que la hiena terrestre. Pues bien,
El chicharró
Depilatorios
s* c o ^ocas deb ajo de un h om bre dorm ido la a leta derecha, le produ cirás una
gran conm oción, pues tendrá vision es
espantosas, im ágenes y apariciones, sueños también, m a­
lévo lo s y hostiles.
S i cortas la cola de un ch ich arro vivo, lo devuelves
al m a r y, luego, atas dicha cola a una yegu a preñada,
poco después se despren derá el fe to y m alp a rirá la
yegua.
37
Com prendem os en esta única p alabra las griegas: búba lis y óryx,
pues significan lo mismo, aunque quizás con alguna levísima diferencia,
38
Cf. X 40.
39
E s un crustáceo d ecápodo con el abdom en corto, aplicado so­
b re el tórax. L a ciencia lo llam a C a n c e r astacus.
40
Sin identificar.
27
178
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
Adem ás, si un m uchacho desea con serva r su m enton
sin pelos el m a yor tiem p o posible, m ojándolo con la san­
gre de un atún qu edará lam piño. E l m ism o e fe c to p ro ­
ducen el to rp ed o y la medusa, p orq u e dicen que, si su
carne se licúa en vin a gre y se extien d e el líq u id o ob ten i­
do en las m ejillas, desaparece el pelo, ¿Qué dirán a todo
esto los m aqu inadores de m ales de T a re n to y de E tru ­
ria que, tras ex p erim en tar con pez, descu brieron aquel
a rtific io capaz de hacer diferen tes a los h om bres con­
virtién d o lo s en m ujeres?
i
La dorada es, sin duda, el más tím ido de todos los peces. Cuando la estaΖ,α aera da .
S u c a p tu ra
Λ
,
,
■
·j
clon
m areas bajas co in cid e con
A rctu ro, el m ar se re tira de la ensena­
da, la arena queda al d escu b ierto y las
naves, muchas veces, quedan varadas en seco. Entonces
los nativos aguzan unas ram as verd es y cu biertas de ho­
jas a m anera de estacas, las clavan en la arena y se re tl·
ran. Luego, al reto rn a r la m area, trae una en orm e m u­
chedu m bre de los dichos peces y, al retira rse, d eja un
gran n úm ero de doradas en agua poco profu n d a en la
que se encuentran hoyos. Los peces se agazapan a co b a r­
dados bajo las ramas, se quedan in m óviles, p o rq u e se
asustan a causa del vien to que, soplando sobre las ra­
mas, las agita y sacude, y no se estrem ecen ni saltan.
E ntonces puede d ecirse que a tod o el que tro p ieza con
aqu ella m u ltitu d de tím idos peces le es fá c il ca p tu ra r­
los y golpearlos. Y los capturan no sólo los pescadores
expertos, sino tam bién cu a lq u ier p erson a n ovata que se
los encuentra, incluso niños y m ujeres.
L I B R O XIV
S IN O P S IS
1.
L a caballa, c o la b o ra d o ra de los pescadores en la pesca.
2.
L a bilis del escaro como m edicam ento.
3.
La pesca en la arena sin agua.
4.
P ro p ied ad es curativas de am bos erizos: el de m a r y el de tierra.
5.
B ú sq u ed a de colm illos de Elefantes.
6.
E l elefante y el lince.
7.
El avestruz. C óm o se caza.
8.
A n guilas del E relen o . Su captura.
9.
‘
El bogavante.
10.
E l asno salvaje de M au ritania.
11.
Los toros salvajes de L ibia.
12.
E l pez araña.
13.
L a dieta alim enticia del rey de los indios.
14.
L a gacela de L ibia.
15.
E l m y ros.
16.
E l íbice de L ibia.
17.
L a tortuga de L ibia.
18.
El «fren e sí de la yegua».
19.
L ag o hirviente con peces.
20.
E l caba llito de m ar, su veneno y su rem edio.
21.
L a nutria.
22.
El tímalo.
23.
Peces del Istro. El pez espada.
24.
A lg a m ortal.
25.
Los mesios y su m anera de pescar.
26.
E l Istro en el invierno. B a rc o s aprisio n ad os p o r el hielo. La pesca
27.
C óm o se a rra n c a la
28.
D os m itos acerca de ios nerítes.
29.
L a pesca invernal en el E rídan o.
en el invierno. E l esturión.
aglaöphötis
o peonía.
En cl m ar jon io, cerca de Epidam viven los taulantios, hay
ge ]|am a j s{ a
A tenea 1
L a caballa
no, eh donde
colaboradora de una j sj a qUe
los pescadores
,
,
,
TT
y esta habitada por pescadores. H a yr en rella un lago, en donde se alimentan ban­
dadas de caballas. Los pescadores les echan alim en to
y existe en tre unos y otros un co m p rom iso de paz. Son
libres y están exentas de ataques. Alcanzan edades p ro ­
vectas, vivie n d o a llí caballas incluso ancianas. N o co­
men sin tra b a ja r ni pagan con in gra titu d lo que com en,
sino que, después de haber recib id o el alim en to de los
e n la pesca
J
pescadores, tam bién ellas van de ca cería por im pulso
p ro p io com o si qu isieran p a ga r su m anutención.
Y , así, avanzando fu era del puerto, se dirigen al en­
cu en tro de las caballas forasteras, y al encontrarse con
ellas, form ad as en com pañías o en fo rm ación de com ba­
te, nadan hacia ellas, p orq u e son de la m ism a raza y
de la m ism a naturaleza. Las recién llegadas no escapan
de ellas ni los peces am aestrados huyen, sino que las
acom pañan. L u ego los peces mansos rodean a las recién
llegadas, cierra n el cerco en torn o a ellas, aprietan las
fila s y cogen a los peces, en m edio, en gran n úm ero y
no les dejan escapar, sino que m iran p o r los intereses
de sus cu idadores y, a cam b io de su h am bre saciada,
proveen de festin es a los pescadores. P orq u e llegan los
pescadores, capturan a las intrusas y ejecutan una gran
m ortandad. P e ro las dom esticadas vu elven a toda prisa
1 Isla desconocida, no así las dos lagunas al su r de Epidam o.
j
184
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
al lago, se m eten en sus m adrigu eras y aguardan la co­
m ida vespertina.
Los pescadores vienen con la pitanza, si qu ieren te-,
n er cola b ora d ora s en la pesca y leales am igos. Y esto
sucede todos los días.
2
ma b ilis d e l e s ca ro
c o m o m e d ic a m e n to
S i das de co m er a un h om bre e n fe r­
m o del h ígado y con ic te ric ia la b ilis
un escaro, curará, según enseñan los
pescadores experim en tados.
3
,
La pesca ett la
arena sin agua
Los peces se captu ran sin nasa, anzuelo ni red, de esta manera. Muchas
,
.
.
i
·.,
i
bahlas terminan en bajíos por los que
uno puede pasear. Cuando el m ar está
en calm a y los vien tos sosegados, los
p escadores expertos llevan allí a m ucha gente y les o r­
denan que cam inen p o r encim a y pisoteen la arena ca r­
gan do to d o e l peso del cu erpo sobre los pies. C om o con ­
secuencia de esto, quedan im presas p rofu n das huellas;
en las cuales, si se conservan, y la arena al ca er no las
borra, y el agua no se ve agitada por el viento, después
de algún tiem p o los pescadores capturan peces planos
en tregados al sueño, com o p o r ejem p lo platijas, rodaba­
llos, sollas, torpedos y otros.
4
P ro p ie d a d e s
zo
curaü^s de ambos
e riz o s : e l de m a r
y e l de tie rra
n
A n terio rm en te 2 he h ablado del erim a r y ahora añadiré otras cosas
htf o jd
co|no
es b u en o pa/
ra el estóm ago. En erecto, al inapeten­
te y al que siente repu gn an cia p o r toda
clase de alim en to, le devu elve su forta leza . Es tam bién
d iu rético, com o dicen los en tendidos en estas cosas. Si
lo extiendes sobre un cu erpo que su fre de p ru rito, cura
2
Cf. V I I 33; I X 47.
LIBR O X IV
185
al que se ve a flig id o de sem ejante enferm edad. Si se que­
ma a un erizo con su caparazón, lim p ia las heridas
purulentas.
S i se quem a un erizo terrestre y se m ezcla la ceniza
resultante con pez y, luego, se la extien d e en las partes
en donde se ha caído el pelo, este pelo fu g itiv o (p erm íta ­
sem e la brom a) vu elve a nacer. B ebida con vino, esta
cen iza es buena p ara los riñones. Cura a los h idrópicos
si la beben, com o ya dije. Adem ás, el h ígado de este e ri­
zo, secado al sol, cura a los que su fren la en ferm edad
llam ada elenfantiasis.
Los entendidos en tales achaques diB ú s q u e d a de
c o lm illo s de
e le fan te
cen que los co lm illo s del elefan te hembra son más estim ables que los del macho y esto es lo que nos enseñan.
En M auritania, a los elefantes se les
suelen ca er los co lm illo s cada diez años; a los ciervos
tam bién se les caen los cuernos, p ero cada año. A hora
bien, estos elefan tes p refieren a otra una tiera llana y
bien em papada. A poyan en e lla sus co lm illo s p on ién do­
se de rodillas, p orq u e desean veh em entem en te despren­
derse de ellos. Y em pujan con tai fu erza que term inan
p o r en terrarlos. Después^ arrastra n d o los pies, allanan
el lu gar que esconde su tesoro. Mas, com o la tierra es
muy fé rtil, pron to se cubre de h ierba y se ocu lta a los
que pasan p o r a llí la realid ad de lo ocu rrid o.
P ero los ocupados en a verigu a r el paradero de estos
objetos ocu ltos y que tienen algún con ocim ien to de las
estratagem as de los elefan tes, llevan agua en odres de
p iel de cabra y los esparcen, llenos, en diferen tes lu ga­
res, quedándose ellos donde están. Y uno du erm e m ien ­
tras o tro echa unos tragu itos y, sin duda, m ientras apu ­
ra la copa canta para sí m ism o y se acuerda en su canto
de la que ama. (Y yo no me so rp ren d ería de que alguien
tratase de sed u cir a un apuesto m uchacho que le acom-
186
H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S
paña y es su co la b o ra d o r en la búsqueda, p o rq u e los
m auritanos son herm osos, talludos, de aspecto varon il,
a ficion a d os a la caza, capaces de in fla m a r m uchos co ra ­
zones, pues son tod avía m uchachos aunque tan esb el­
tos.) Así pues, si aqu ellos co lm illo s han sido en terrad os
cerca, atraen, d eb id o a un arcan o y pasm oso hechizo,
al agua de los odres y los dejan vacíos. A llí, con azado­
nes y picos, cavan la tierra y consiguen el tesoro sin
n ecesidad de re c u rrir al o lfa to de los perros. P e ro si
los odres se quedan llenos en el lu gar en que los pusie­
ron, los bu scadores de estos co lm illo s se m archan a una
nueva búsqueda y traen otra vez los p ellejos y el agua,
que son los ú tiles de caza ya m encionados.
6
. .
E l e le fa n te
y e l lin c e
D icen que los elefan tes tienen dos
corazon es y, p o r lo tanto, dos actitudes
m entales: con un corazón se en fu recen
y con el o tro se aplacan. A l exp resa rm e
así, sigo los relatos de los m auritanos.
Estas m ism as gentes a firm an que hay linces^ y dicen
que tienen la n ariz más rom a, incluso, que los leopar^
dos y que tienen pelos en las extrem id a d es de las o re­
jas. Éste es un anim al que da saltos p rod ig iosos y es
capaz de su jetar a su presa con el m a yor v ig o r y d o m i­
nio. E u ríp id es p arece re fe rirs e a lo d esagradable de es­
te anim al cuando d i c e 3:
Viene trayendo sobre sus h o m b ro s o bien el peso
de un ja b a lí o a l d e fo rm e lince, bestia dañina y
m alpa rida.
P ero p o r qué le llam a «m a lp a rid o », m e jo r es que lo
expliqu en los gram áticos.
3
Fr. 863 N a u c k .
LIBR O X IV
E l a v estru z.
C ó m o se caza
187
S obre el avestru z p odríam os d e c ir
lo siguiente: si m atam os un avestruz y
lim piam os su estóm ago, encontrarem os
piedras que el anim al traga y guarda en
la m olleja para digerirlas con el tiem po.
Estas pied ras favorecen , sin duda, tam bién la digestión
de las personas. Los tendones y su grasa son tam bién
buenos para los tendones del hom bre.
P ara la captu ra de estas aves, que corren circu la r­
m ente p o r el lado e x te rio r del círcu lo, se em plean caba­
llos. Los jin etes las in tercep tan c o rrien d o por la parte
in te rio r del c írcu lo y, rodeán dolas en un esp acio más
estrecho, se apoderan al fin de ellas cuando están a go ­
tadas de tanto correr.
H e aquí otra m anera de cogerías. Fabrican estas aves
en el suelo un n ido h um ilde escarbando la arena con
las patas. E l cen tro del n ido es hueco, p ero el avestruz
constru ye los bordes en círcu los y altos, y fo rtific a el
n ido de m anera que los bordes escupan fu era el agua
del cielo y no ca iga den tro d el n ido inundando así a
los tiern os pollu elos. Pone mas de ochenta huevos, pero
no los em p olla a todos al m ism o tiem p o y no todos ven
la lu z sim ultáneam ente, sino que, cuando unos han sali­
do del cascarón, otros tod avía están en los huevos ina­
cabados y o tros están recib ien d o calor. Cuando la m a­
dre está en tregad a a estos m enesteres, la ve un h om bre
que no es un ign orante, sino un ex p erto en este género
de Cáza, y clava en torn o al n ido agudas lanzas. Las cla ­
va derechas sobre la con tera de h ierro y el h ie rro lanza
destellos. Lu ego se re tira y queda al acecho d el resu lta­
do. R egresa el avestru z de p rocu rarse el alim en to in fla ­
m ada de a m or p o r sus h ijos y sedienta de su com pañía.
Y p rim ero d irig e su vista en rededor, m ira n d o aquí y
a llí p o r tem o r de que algu ien la vea. Y después, ven cida
y estim ulada p o r su deseo, extiende sus alas a m anera
de velas y, co rrien d o a toda velocid a d , se p recip ita en
1 88
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
e l n ido y m uere lastim osam en te ensartada y atravesada
p o r las lanzas. Se lanza, a continuación, el ca zador y
coge a los pollu elos ju ntam ente con su m adre.
H ay una ciu dad itá lica situada a Oc­
ciden te que se llam a Pataviu m 4. D icen
Ar^reteno ^
Que esta ciu dad fu e o b ra d el troya n o
A nténor. É l la fu n dó al escap ar v iv o de
su hogar, cuando huyó de su p a tria al
ser tom ada Ilion . Los griego s le respetaron la vid a en
gra cia a que salvó a M en ela o cuando lle g ó com o em ba­
ja d o r con U lises para entablar conversaciones sobre H e­
Su captura
lena. A n tím aco aconsejó que les diese m uerte, y él dijo
estas palabras que trae H o m e ro 5:
É l ha aceptado el o ro de Paris, esplénd id o don.
Pues bien, hay otra ciudad cercana a Pataviu m , a la
qu e llam an B ic etia 6, cerca de la cual d iscu rre el río
E r e t e n o 7. Éste, después de a tra vesa r co n sid era b le te­
rrito rio , desem boca en el E rídan o 8, con él m ezcla sus
a g u a s ....
Se crían en él enorm es anguilas y m ucho más g o r­
das que las de otros lugares y se las captu ra de la si­
gu ien te manera. E l pesca d or se sienta en una roca que
sobresale en un lu gar que fo rm a a m anera de bahía en
el río donde la c o rrien te se ensanchad o sobre un á rb ol
que el fu erte vien to ha desarra iga d o y a tierra d o cerca
de la orilla , el cual, p o r estar ya p odrid o, no sirve ni
para ser cortado, ni u tiliza d o com o leña para: quem ar.
A sí pues, sentado en él, el pesca d or de estas anguilas
coge el in testino de un co rd e ro recién degollado, que
m ide unos tres o cu atro codos y que fu e bien en gorda­
4
Hoy se llam a Padua.
5
IL X I 124.
6
H o y Vicenza.
7
H oy R etrone.
8
E l E ríd an o griego, lat. Padus, de donde proviene Po.
LIB R O X IV
189
do, y lo m ete en el agua p o r un ex trem o y lo sostiene
rem o vién d olo en los rem olinos. E l o tro ex trem o lo tiene
en sus manos, y un tro zo de caña, de la lon gitu d de la
em puñadura de una espada, ha sido in sertado en él. L a
com ida no pasa in ad vertid a a las anguilas, pues les gus­
ta el in testino del cordero. L a p rim era anguila que se
acerca so licita d a p o r e l h am bre y con la boca abierta,
clava en el cabo sus dientes corvos, parecidos a anzue­
los y d ifíc ile s de desprenderse, y no deja de saltar in­
tentando llevá rselo . Y el pescador, com pren dien do que
la anguila ha qu edado sujeta al in testino porqu e éste
se agita, pone en su boca la caña en que lo in g irió y,
soplando con toda su fuerza, in fla en orm em en te dicha
tripa, que, p o r e fe c to del aire que baja, se distien de e
hincha, y resu lta que el aire se in trod u ce así en la an­
guila, se difu n de p o r su cabeza, le llena la fa rin ge y c o r­
ta la resp ira ció n a la criatu ra. V no pudiendo re sp ira r
ni pu dien do tam poco desenganchar los dientes clavados
en el cebo, m uere a sfixia d a y es izada p o r culpa del in­
testino, d el aire y, en terc er lugar, de la caña. L o m ism o
sucede con las dem ás y, com o son m uchos los pescadores¿ muchas son las anguilas capturadas. E sto era lo que
yo tenía que d e c ir en lo con cern ien te a las p ecu lia rid a ­
des de estos peces.
Sabem os tam bién qu e el bogavan te
se p arece en a lg o a la langosta. V em os
E l b o g a v a n te
,
,
, ,
que su cu erpo es de aspecto mas d elga ­
d o y el c o lo r tira n d o a azul oscuro. Es
perezoso. Po see pinzas descom unales
parecidas a las de los can grejos. D icen los pescadores
más expertos que tienen unas m em branas pegadas al
caparazón y, d eb ajo de ellas, trozos de carne b lan dita
que se llam a «m a n teca de b o ga va n te ». Y los h om bres
la obtien en de ellos. L im p ia esta grasa el c o lo r cetrin o
de la cara e, in corp o ra d a al a ceite de o liva m ezclad o
. ,
190
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
con rosas y aplicada com o una crem a, con trib u ye a real­
za r la b elleza y orn ato d el individu o.
H e oído, además, lo siguiente: que el león terrestre
siente un m ied o trem en do ante el aspecto m on stru oso
del bogavan te y que no soporta el tu fo que despide. P e­
ro ya he dicho 9 más a rrib a que él, a su vez, se asusta
ante la presencia del gallo. D icen tam bién que si se echa
en agua el caparazón del bogavan te m achacado y redu­
cid o a p o lvo y lo bebe el león terrestre, queda inm une
de anom alías intestinales. H e aquí las cosas con cern ien ­
tes al bogavan te que yo tenía que decir.
10
,
,
E l asno salvaje
de M a u rita n ia
Los asnos de M a u rita n ia son velocísimos; al menos en los prim eros tram os
,
,
.j,
.
,
,
de la ca rrera son rapidísim os, tan ra p i­
dos com o el vien to im p etu oso o, ¡p o r
Zeus!, 'com o las alas de un pájaro. M as
lu ego se cansan, sus patas se hacen pesadas, íes fa lta
el aliento, se olvid a n de su velo cid a d y quedan com o
clavados al suelo, d erram an do lá grim a s abundantes, no
tanto, a m i entender, p o r la m u erte que se avecin a co­
m o p o r la im poten cia de sus patas. Y , así, los hom bres
se apean de sus caballos, echan el ron zal al pescuezo
de los asnos y, atando cada uno un asno a su caballo,
lleva al que ha co gid o com o si fu era un prision ero.
Y a he dich o antes 10 que los caballos de L ib ia son
pequeños, p ero m uy veloces.
u
ios
Pa rece que es in con table la m u lti­
tud de toros que hay en Libia. Los sal­
to ro s s a lva jes
de L ib ia
,
.
,
,
,
vajes y los no sujetos al yu go son v e lo ­
císim os. M uchas veces los ca zadores se
extravían p ersigu ien d o a uno y tro p e­
za r con o tros no dom esticados. E l toro, p en etran do en
9
10
Cf. III 31; V I 22.
Cf. I l l 2.
L IB R O X IV
191
el m a to rra l o cañada, desaparece; aparecen otros igu a­
les, y confun den al cazador. Y si se d ecid e a p ersegu ir
a uno de éstos, él y su ca b a llo abandonarán la p ersecu ­
ción, porqu e, aunque con el tiem p o pueda alcanzar a
un atiim al ya agotado, no p o d rá lo g ra rlo con los que
em piezan a correr, porqu e su caballo estará agotado an­
tes que ellos.
T o d o s los años se capturan y sa crifica n muchos, pe­
ro su descendencia, que es abundante, tom a el relevo.
Son capturados, ju n tam en te con los n ovillo s y con los
toros, tam bién las hem bras, de las cuales unas están
preñadas y otras recien paridas. Y si alguien captu ra
un b ec erro tod avía jo v e n y no lo m ata al instante, o b ­
ten drá una doble ganancia: porqu e captu ra a la m adre
al m ism o tiem po, si hace lo que no es in oportu n o d ecir
aquí.
E l h om bre ata con una soga al b ecerro, lo d eja y
se m archa. P e ro la m adre se consum e de deseo p or su
h ijo y se ve atorm en tad a p or un ardien te anhelo, y, en
su a rd o r p o r desatarlo y llevárselo, ataca con los cu er­
nos para desgastar y ro m p er las ataduras. C u alqu iera
de los cuernos que m eta en el tren zado de la cu erda
la dejará presa, y trabada qu edará ju n to al b ecerro sin
p o d er lib e ra r a éste, resu ltan do en cam bio, en redada
en unas ataduras inesquivables. E l cazador, después de
ex tirp a rle el h ígado para su p ro p io provecho, c o rta rle
las ubres aún repletas y desollarla, deja la carne para
que sirva de festín a las aves y a las fieras. P ero se lleva
en tero el b ec erro a casa, pues constitu ye un m anjar sa­
b rosísim o y tam bién sum inistra cu ajo para cu ajar la
leche.
192
12
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
E l pez a r a ñ a " se p a rece a los de­
m ás peces en tod o el cuerpo, m enos en
E l p e z ara ña
,
-,
·
.
i
la cabeza y en que es sem ejante a la
serpiente pitón en el tamaño de sus ojos
(tam bién los de ésta son grandes) y en
sus m andíbulas, que, en cierta m edida, tienen la m ism a
con form ación . T ien e tam bién escam as ásperas y, si se
le toca su piel, produ ce una sensación no m uy distinta
de la produ cid a p o r la p ie l de la pitón. D e su cu erpo
nacen agudas púas porta d ora s de veneno y no son p ro ­
vechosas al que jas toca.
13
Quizá fu era con ven ien te que yo hab lase tam bién sobre lo típ ic o de estos
í *q
d ic t a
«
../ • -„ • « ir ,,, d e ! n v
de los in d io s
i
JL X
η
■
E l rey in dio com e, a guisa de pos­
tre, lo m ism o que sin duda los griegos
desearían com er. A qu el rey, según n arran relatos de los
indios, siente el más v iv o d eleite com ien d o un c ierto gu­
sano, después de frito , que se cría en la p a lm era datilífera y dicen que él se d eleita tanto con este m an jar * * *
Y sus relatos m e convencen. C om p leta tam bién esta die­
ta con huevos de cisnes, avestruces y gansos. N o le re­
p roch o el uso de los otros alim entos, pero n o puedo
aplaudir, mis queridos indios, que atente contra las crías
ni que destru ya los huevos de los cisnes, servid o res de
A p o lo y, com o la fam a p rego n era dice, la más canora
de las aves.
11
E s el T ra c h in u s d ra co , pez teleósteo con los op érculos espin o­
sos. E l pez a rañ a tiene la p rim e ra aleta d orsal espinosa y venenosa.
12
La frase que precede a los asteriscos es de dudoso sentido, por­
que el texto está m utilado.
193
LIBR O X IV
,
L a g a ce la
lib ia
M e place d ecir ahora lo siguiente sob re las gacelas y ciervo s de Libia. Las
.
,
, .
.
,
gacelas son velocísim as, ÿ sin em bargo,
no pueden a ven taja r en la ca rrera a los
caballos libios. Son captu rados unas y
otros con redes. Tien en el vien tre de c o lo r gris y este
c o lo r se extien d e p o r los flan cos: a cada lado d el vien tre
discu rren franjas negras. E l resto de su cu erpo es ru ­
bio. T ien en patas largas, ojos negros, la cabeza adorn a­
da con cuernos y sus orejas son larguísim as.
La llam ada p o r los poetas «c ie rv a velo císim a en la
carrera, tan velo z com o la tem p esta d » tiene el p elo de
aspecto ro jizo y m uy largo. Su rabo es blan co y sus ojos
son de un tin te azul oscuro. T ie n e las orejas pobladas
de espesísim os pelos. Sus cuernos se inclinan hacia ade­
lante y son graciosos, de tal m an era que el anim al avan­
za y, al m ism o tiem p o que inspira tem or, fim p re s io n a
p o r su h e r m o s u r a !13. Esta cierva no sólo sobre la tie­
rra hace ostentación de la rapid ez de sus patas, sino
qu e tam bién al ca er a la co rrien te de un río la hiende
rem ando, p o r así decirlo, con sus pezuñas. Gusta tam ­
bién de nadar en el lago, en el que obtien e — d igám oslo
así— su nutrim ento, y se alim en ta de los ju ncos siem ­
pre verdes y de las juncias. Así, al com ien zo de la p ri­
m avera, desocu pa su vien tre repleto, sus ubres gotean
y am am anta a sus crías.
13
C om p árese esta frase con A n a c re ó n tic a 17, vv. 12 ss.
194
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
15
Y o entiendo que hay un pez llam a: .
«myros»
do myros, pero 14 no sé d ecir de donde
d eriva este nom bre. E l caso es que se
llam a así. D icen que es una serpien te
m arina. A h ora bien, si se le arran ca
cu alqu iera de sus ojos y se lo lleva co m o am uleto, se
cu ra uno de la o fta lm ía seca. Y dicen que, al m yros así
m u tilado, le nace lu ego o tro ojo. P ero es p reciso soltar
y d eja r v iv o al pez, de lo c o n tra rio no te servirá de nada
con serva r el o jo arrancado.
16
Las cabras salvajes que recorren los
montes de L ib ia son parecidas, en cuan­
tíe L ib ia
to
tamaño, a los bueyes y llevan cu­
b ierto s sjis muslos, pecho y pescuezos
con espesísim a pelam bre, y de la m is­
m a m anera la sotabarba. Tien en la fren te cu rva y re­
dondeada, ojos am arillen tos y patas cortas. Sus cu er­
nos están unidos al nacer, pero lu ego se separan y cre­
cen oblicu am ente, porqu e estos cuernos no son erectos
com o los de otras cabras m onteses, sino que crecen o b li­
cuos y se extienden tanto com o los hom bros, A sí qué
son de en orm e longitud.
Saltan con fa c ilid a d estas cabras desde cu m bres ele­
vadas, que los pastores y poetas suelen lla m a r riscos,
a otras alturas; pues éstas son cabras m ucho más saltariñas que todas las demás. P ero si alguna cae porqu e
el risco que ha de re c ib irla está lejos de su alcance, sus
m úsculos conservan tal cúm ulo de fu erza, que la cabra
perm an ece indem ne al caer. N o se qu ebran ta nada, ni
cuerno, ni el fron tal, aunque caiga en una roca hendida;
pues es fu erte y tan resisten te co m o la m ism a roca.
E l ib '
14
n aria
Quizás se trate de una m orena m ás serp entiform e que la o r d i­
(M uraena helena).
A sí p arece in d icarlo la frase: «d ic en que es
un a serpiente m a rin a». Si es así, quizás se trate de la
unicolor.
M uraenophis
LIB R O X IV
195
A h ora bien, a la m a y oría de estas cabras se las caza
en las sierras con redes, jabalinas, tram pas y m ediante
las artes usuales en tre los cazadores, esp ecialm en te los
cazadores de cabras. Se cazan tam bién en terren o llano.
En éste no tienen tanta fa cilid a d para escapar. In clu so
una persona p o co co rred o ra puede alcanzarlas. Sin du­
da su p iel y cuernos son útiles. A q u é lla es ú til porqu e
no p erm ite que, en los rigu ro sísim o s inviernos, el fr ío
penetre en los cuerpos de pastores y leñadores. Los cuer­
nos son útiles en veran o p ara co g e r agua, y b eb ería des­
pués, de una co rrien te flu v ia l o de una fu en te borbotan ­
te y para a ca lla r la sed, y p o rq u e perm iten b eb er de
un trago una can tidad de agua no m enor que la que
cabe en copas volu m in osas hasta que se en fría la respi­
ra ción jadean te y se extingu e todo el fu eg o y el a rd o r
del cuerpo. Y así, si un h om bre ex p erto en ra er cuernos
los lim p ia bien p o r dentro, cada uno podrá con ten er fá ­
cilm en te tres m edidas.
L a to rtu g a
de L ib ia
Las tortugas son tam bién produ cto 17
de Libia. Tien en un aspecto muy terrible, se crían en las m ontañas y tienen
un caparazón que es bueno para fa b r i­
car liras.
Cuándo una yegu a pare, dicen unos 18
i i
λ
E J ™nesi
e
que un pequeño tro zo de carne queda
adherido a la frente del potro; otros que
la yegua »
^
’
>
a su lom o, y otros, a su vez, que a los
órgan os genitales.
E sta carn e la m adre la destru ye a m ordiscos y se
llam a «fre n e s í de la yegu a ».
E sto sucede p o r la piedad y com pasión que la N a tu ­
ra leza siente p o r los caballos, p o rq u e si
el tro zo de ca r­
ne se con servara adh erido al p o tro para siem pre, los
caballos y las yegu as se vería n in flam ados p o r un deseo
196
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
in con ten ib le de re a liza r la cópula. Si os parece, consi­
derad esto com o un don con cedido p o r Poseidón , señor
de los caballos, o p o r Atenea, señora de los m ism os, a
estos anim ales, para la perpetu ación de su raza y que
no pérezca a causa de ardores a frodisíacos.
L o saben esto m uy bien los que cuidan caballos, y
si alguna vez necesitan el dich o tro c ito de carn e para
en cen d er el fu ego am oroso en alguna persona, v ig ila n
a la yegu a preñada y, cuando pare, le quitan el p o trillo
al instante, le co rta n a éste la susodicha carne y la p o ­
nen ante la pezuña de una hem bra, p orq u e sólo a llí es­
tará bien gu ardado y vigilad o; al p o tro lo sacrifican al
sol naciente, porqu e la m adre no q u errá am am an tarle
p o r haber p erd id o su d istin tivo y no p o seer la pren d a
de su a m or — ya que la m adre em pieza a d em ostra r su
a m or apasionado al h ijo m edian te el acto de com erse
el tro zo de carn e— , y la persona que con algún p rop ó si­
to d elib era d o cata este tro zo de carne queda dom in ada
y consum ida p o r un in m oderado deseo, y p r o fie re g r i­
tos y se lanza con ím petu in con ten ible detrás de los m u­
chachos más repugnantes y de m ujeres longevas y de
aspecto repulsivo. El tal va pregonan do su dolen cia y
cuenta a todos aqu ellos con quienes topa de qué m ane­
ra se ha vu elto loco. Su cu erpo langu idece y se consu­
m e y su alm a se ve agu ijoneada p o r e ró tic o frenesí.
Y
así tengo en tend ido tam bién que, en O lim pia, la
yegu a de b ron ce a la que aman locam en te los caballos,
los cuales desean cu b rirla y a l verla lanzan un relin ch o
am oroso, tiene escon dido en el hechizado bronce el « fr e ­
n e s í» engañoso, y el m etal, p o r una esp ecie de secreto
so rtile g io del artista, conspira con tra los anim ales v i­
vos. Porqu e no p o d ría ser tan exacta la aparien cia de
vida, que unos caballos con sus ojos abiertos puedan
de tal m anera ser engañados por ella y agu ijoneados
p o r el fren esí en tal m edida.
LIB R O X IV
197
Q uizá los que narran esto dicen la verdad, o quizá
no. Mas y o m e he lim ita d o a d ec ir lo que he visto sobre
esto.
Lago hirviente
con peces
Se dice que en L ib ia hay un lago de 19
agua h irvien te, y que en sus aguas vi-
,
■ i
τ
ven Peces Y nadan, y que, si se les echa
com ida, ascienden a la su p erficie para
cogerla. Y si alguien los echa en agua
fría , mueren. E sto lo he o íd o tam bién.
H om bres expertos en la pesca dicen 20
„
V
que si algu ien h ierve y desm enuza en
E l caballito de
_mar, su veneno vin o el estom ago
del ca b a llito de m ar
b
y SU remedio
Y se 1° da a b eb er a alguien, el vin o se
co n vierte en un veneno a típ ico fren te
a los dem ás venenos, porqu e el h om bre que lo ha p rob a ­
do d evien e presa de las más violen tas náuseas, luego
es a torm en tad o p o r arcadas secas que no se resuelven
en vóm itos, su estóm ago su p erior se alarga e hincha
m ientras co rrien tes cálidas suben a la cabeza y flu ye
el flegm a p o r la n ariz despidien do o lo r a pescado, sus
ojos se le vu elven sanguinolentos y ardorosos y se le
hinchan los párpados. D icen que les dom ina el deseo
de vom itar, p ero no lo consiguen. Mas si vence la N a tu ­
raleza, la persona escapa a la m uerte, pero se desliza
en la sim a de la am nesia y la insania.
Y
si el vin o envenenado se desliza p o r el bajo vien ­
tre, el m al lo redu ce a la nada y la víctim a puede darse
p o r m uerta. Los que sobreviven , arrastrados a la esqu i­
zofren ia , son víctim as de un deseo in saciable de agua.
S uspiran p o r v e r el agua y o írla gotear. Esto, al menos,
los tra n qu iliza y les da sosiego para dorm ir. Y gustan
de pasar el tiem po, ya a orilla s de los ríos de perenne
co rrien te, o cerca de las costas, de las fuentes o de c ie r­
tos lagos, y, si bien no sienten ningún deseo de beber,
.
, .· ,
, , ,. ...^
1
198
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
gustan de nadar, m o ja r sus pies y lavarse las manos.
O tros dicen que no es el estóm ago del h ip ocam p o
la causa de estos m ales, sino el hecho de que este pez
se alim en ta de un alga m uy am arga cuyas cu alidades
se tra n sfieren a él.
Sin em bargo, gracias a la perspicacia de un v iejo pes­
ca d o r exp erto en las cosas del m ar, se descu brió que
el h ipocam po es tam bién un e fic a z rem edio. E ra un v ie ­
jo pescador cretense que tenía hijos jóven es tam bién pes­
cadores. A conteció, pue;s, que el ancian o captu ró unos
h ipocam pos ju ntam ente con otros peces y que los jó v e ­
nes fu eron m ord idos p o r una perra rabiosa; p rim ero fue
m o rd id o uno, pero los otros, al ir a p resta rle au xilio,
c o rrie ro n la m ism a suerte. E llos se tum baron en la pla ­
ya de R itim n a en Creta (se d ice que esta R itim n a es una
aldea), m ientras los espectadores se condolían de su des­
gra cia y ordenaban m atar a la perra y da r a los jóven es
a co m er el h ígado com o an tídoto del veneno. O tros ex­
hortaban a ir al tem p lo de Á rtem is de R oca y p ed ir a
la diosa la cu ración de los jóvenes. E l viejo, sin m o stra r
tem o r y firm e en su propósito, p e rm itió a sus con seje­
ros que diesen sus consejos, pero lim p ió los estóm agos
de los hipocam pos, algunos de los cuales asó y se los
d io para aplicárselos, m ientras qu e o tros los m ajó en
una m ezcla de vin a gre y m iel y, em badu rnando las h eri­
das de la m ordedu ra, lo g ró d om in a r la ra b ia de los
muchachos, gracias a la apeten cia del agua que los h i­
pocam pos despertaron en ellos. Y de esta m anera, sin
prisas, tom ándose tiem po, cu ró a sus hijos.
LIB R O X IV
199
Y a hem os h ablado largam en te sobre
el pez p erro o p e rro de río 1S. T ien e el
L a n u tria
-,
■
aspecto de un pequ eño p erro terrestre
y posee, incluso, un rabo peludo. Dícese que los m úsculos del hom bre adquie­
ren su tono n orm al cuando están hinchados con su san­
gre. Con la p iel in corp o ra d a a una m ezcla de agua y
vin a gre se fab rica n buenos zapatos y éstos tam bién, se­
gún dicen, son buenos para los tendones.
21
E l T icin o 16 (éste es el nom bre de 22
un río de Ita lia ) c ría el pez llam ado
«tíE l t ím a lo
,
,
,
m a lo ». M ide, mas o m enos, un codo de
la rg o y tiene un aspecto in term ed io en­
tre la lubina y el m újol. Cuando es cap­
turado, es dign o de adrriiración su olor, porqu e éste no
es m enos intenso que el o lo r de otros, sino que se d iría
que tienes en la m ano to m illo recién cogido; es más,
es de buen o lo r y, si uno no viese al pez, creería que
la h ierb a que es el m ejor a lim en to de las abejas, de la
que p o r c ierto recib e su n om bre el pez, está den tro de
su puño 17. La m e jo r m anera de pescarlo es con la red.
Con el ceb o y con el anzuelo no podrás captu rarlo, ni
con la grasa de cerdo, ni con gusarapa, ni con alm eja,
ni con in testino de o tro pez ni con m o lla de un buccino.
S ólo puede co gérsele con un m osquito. E l m osqu ito es
una cria tu ra m aligna y en em igo del h om bre durante el
d ía y la noche, p orq u e pica y trom petea; pero éste cap­
tu ra al susodicho tímalo* porqu e es el único m anjar que
le gusta.
15
Se trata de la n utria (L u tra v u lga ris).
16
En el noroeste de Italia.
17
Eliano relaciona el otro nom bre del pez Th y m a llu s con Thym us.
200
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
En la fa ld a de los A lp es y al N orte,
b a jo la Osa M ayor, está * * * 18 Así lo
P e ce s d e l Is tro .
E l p ez espada
,,
^ ^
“ a m a n · E ste
^
.
-,
..
es un te rr ito r io de jin etes.
A qu í nace el más largo de los ríos eu ro­
peos, el Istro, de unas pocas fu entes y
co rre de cara a las p rim eras a com etidas del sol. Des­
pués, dán dole escolta com o a rey de las co rrien tes n ati­
vas, muchos ríos brotan conjuntam ente y discurren p er­
petu am ente y los habitantes de sus orilla s conocen el
n om bre de cada uno. Cuando desem bocan en el Istro ” ,
pierden el n om bre que llevaban desde su n acim iento,
prescin den de él en su obsequio, todos se llam an según
él y todos ju ntos desem bocan en el Euxino.
H ay en él diferen tes géneros de peces: n egros unos,
co m o el hucho, el m y llo s 20, y el estu rión y la carpa;
blancos otros, com o el sinódon 21 y el tord o m arino.
Adem ás de éstos, la perca y el pez espada. E ste ú ltim o
pez hace h on or a su n om bre y he aquí la prueba: e l res·to de su cu erpo es suave e inocu o al tacto, sus dientes
no son cu rvos ni cortantes, no tienen espinas erectas
en el dorso, com o los delfines, o en la cola; p ero lo que
adm ira al que p reste aten to oíd o y al que m ire es que
la m andíbula bajo su nariz, p o r la que respira y p or
la que la co rrien te flu ye a las agallas y cae, se p rolon ga
en aguda punta, es rectilín ea, va crecien d o gradu alm en ­
te en lon gitu d y espesor al com pás d el m on stru oso pez
y se asem eja al espolón de un trirrem e.
Y
este pez espada, cayendo derech o sobre los peces,
los m ata y después se los com e y con la m ism a arm a
rechaza a los m onstruos más grandes. Y esta espada,
18
Se ha p erd id o el nom bre.
19
E s el D a n u b io .
20
N o identificarlos, aunque el p rim ero, según Gossen, puede ser
el S a lm o h u ch o , el salm ón del D an ubio.
21
Es un e sp árid o d ep re d ad o r de hasta un m etro de largo* que vi­
ve en el Atlántico y el M ed iterrán eo, llam a d o vulgarm en te «d e n tó n »
(D e n te x v u lga ris ).
L IB R O X IV
201
que no es precisam ente de bron ce, la hace crecer y la
aguza la N atu raleza. Y así, al a d q u irir este pez gran ta­
maño, ataca incluso a los barcos.
A lgu n os alardean d icien d o que han visto una nave
bitiiU a a cercarse a la playa a fin de que la quilla, ave­
riada ya p o r los años, encu entre la n ecesaria rep a ra ­
ción, y clavada en la q u illa viero n la cabeza de un pez
espada. P orq u e el m onstru o cla vó en el navio la lanza
que le d io la N atu raleza, y, al in tentar extraerla, a cau­
sa del ím petu del navio, todo el cu erpo qu edó separado
del pescu ezo y la espada sigu ió clavada en la fo rm a en
la que se clavó. E ste pez, en verdad, se pesca lo m ism o
en el m ar que en el Is tro y se com p la ce por igu al del
agua salada que del agua dulce.
A lg a m o r t a l
Cuando el estío está en su apogeo,
los tiburones y los demás peces en quienes el a rro jo es una condición natural
se acercan a las playas, y se dirigen de­
rechos a los acantilados p or cuyas aguas turbulentas nadan m etién dose p o r estrechos an:
gostos y profundos. Abandonan las m oradas de alta m ar
y desdeñan, en esta estación, sus com ed eros habituales,
pues en tre los p rofu n dos a rrecifes se cria cierta alga,
de un tam año a p ro x im a d o al del tam arisco, que produ ­
ce un fru to p a re cid o al de la adorm id era. D urante las
otras estaciones d el año, el fru to está cerra d o y es de
suyo resisten te y du ro com o una concha. P ero después
del so lsticio de vera n o se abren com o capu llos en las
rosaledas. E l estuche circu ndante p ro teg e el in te rio r y
discu rre a m anera de una b arrera. Es de c o lo r am arillo;
p ero lo que está deb ajo de la funda es azul oscu ro y
fo fo com o una vejig a llena de aire; es, además, muy tras­
lú cido y flu y e de él un veneno activo. P o r la noche estas
algas em iten un resp la n d or p a re cid o al fu ego y unos a
m od o de cen telleos. Y cuando S irio a parece en el cielo,
202
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
la potencia del veneno se acrece aún más. P o r esta razón,
todos los que se dedican a ia pesca le han dado el nom ­
b re de p a n cy n iu m u, ya que creen que el su rg ir de la
estrella produ ce el veneno.
Los tibu rones caen sobre la flo r que durante la no­
che p arece que arde, precip itá n d ose sobre este ta m a ris­
co m arino com o sobre un tesoro p erdido y hallado. Q ue­
dan em papados de veneno, p arte del cual beben y parte
del cual pen etra a través de las agallas; M ueren luego
y quedan en seguida flo ta n d o en la su p erficie. A hora
bien, los expertos en la in vestigación de estas cosas o b ­
tienen este veneno de los susodichos m onstruos: parte
de él, de los restantes m iem bros, y parte, de la boca
de los mismos. Este veneno sólo es in fe rio r en braveza
a la llam ada «p eo n ía te rre s tre » a la cual la gente llam a
tam bién kynopástos 2í. La razón de este n om bre la sa­
b réis si me acu erdo de re fe rirm e a é l 24.
22
pan
(todo) y
la constelación Sirio, que
23
Pancynium
kyníon (rela cio n a d o con otro
el Kÿôn, « p e r r o » o «c a n »).
N o hay a lgas venenosas p ara los peces.
com puesta de
es p a la b ra
n om b re de
Se observa una tendencia generalizada, en los naturalistas grie­
gos, a designar a los seres vivientes de! m a r con n om bres de seres
terrestres con ios que ofrecen alguna: sem ajanza, p o r rem ota que sea.
Si hay una
un
perro
araña terrestre
tendrá que h abe r otra
araña de mar.
Si hay
terrestre, tendná que h a b e r otro m arino. L a alusión a la peo­
nía terrestre
(aglaofótide)
parece sign ifica r que Eliano, con la d escrip ­
ción qüe antecede, apunta a algun a alga iriarina, im aginada p o r su fan ­
tasía, de características parecid as a la peonía
adem ás de com o
tos.
aglaofótide, es
(Paeonia officinalis); que,
kynospás-
conocida con el n om bre de
N ótese que esta p a la b ra designa una plan ta venenosa com o todas
las ranunculáceas, que tiene en.su composición el mism o elemento
que el veneno m encionado.
24
Cf.
infra,
cap. 27.
—
kynós
203
LIBR O X IV
Los m esios 2S, no los que habitan el 25
P érga m o de T éle fo , sino que debes penLos mesios y su
ri
j
sar que me re fie ro a los que viven a orimanera de pescar
n
n
lias del M a r N egro , en la p arte in ferior,
confinan con los escitas, cuyas in cu r­
siones detienen, y ejercen vig ila n cia sobre el m encion a­
do país en b en efic io de Rom a. E stoy re firién d o m e a los
que viven cerca de H eraclea y d el río A x io “ . A llí, c o ­
m o es sabido, los n ativos cuentan que M edea, hija de
Eetes, se a trevió a p e rp e tra r con im p ía mano, el célebre
crim en contra su herm ano A psirto 27, porque los mesios
hablan constantem ente del desdichado relato contra la
h ech icera de Coicos, adem ás de los o tros que corren en­
tre los griegos. Pues bien, he aquí la m anera que tienen
estas gentes de pescar.
Un h om bre natural de Istria, pescador de o ficio , lle­
vaba una yunta de bueyes cerca de la o rilla del Istro,
aunque no deseaba en absolu to arar; porqu e así com o
dice el refrán: «nada tienen en común el delfín y el buey»,
así ¿qué afin idad puede darse en tre las manos de un
pesca d or y un arado?, sin em bargo, si tiene un par de
caballos, hará uso de los caballos. E l hom bre lleva el
yu go sobre los h om bros y se d irig e al lu gar donde le
parece ap etecib le sentarse y donde cree que estará bien
para pescar. A ta a la p arte cen tral d el yugo un cabo
de soga que es fu erte y m uy capaz de re sistir un tirón.
Echa abundante pien so a los bueyes o a los caballos
25
H abitan tes d e la M esia In ferio r, región al norte de Tracia. La
Escitia M en o r era el n om bre d ad o a la parte nordeste, situada a lo
largo del· M a r N eg ro .
26
E l Axio nace en D ard a n ia y desem boca en el go lfo Term a ico
(C alcídica). L as dos H e ra cle as que se conocen, Lincestis y Sím ica, es­
tán en M acedo n ia y la últim a está a orilla s o cerca del Estrim ón. L a
g eo grafía de E lia n o es confusa, com o se ve.
27
C u a n d o M ed ea
huía, con Jasón,
de Y olc os, perseguida
p or
Eetes, despedazó a A p sirto que estaba con ella, e iba a rro ja n d o los
pedazos del niño p ara que aquél retard ase su persecución.
204
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
y ellos com en hasta saciarse. Y al o tro ex trem o de la
soga une un robu sto anzuelo bien aguzado, y en él a tra ­
viesa los pulm ones de un toro y se los o fre c e com o a li­
m ento, gastosísim o a lim en to p o r cierto, al silu ro 28 del
Istro, después de pon er p o r en cim a del pu nto en que
la cu erda asegura al anzuelo, el p lom o su ficien te para
evita r que sea arrastrado. De m odo que, cuando el pez
a d vierte la presen cia del m an jar bovin o, se p recip ita al
instante para cogerlo. Después, habiéndose en contrado
con aqu ello que apetece tod o ju n to y con las m an díbu ­
las plenam ente abiertas, tem era ria m en te tira del fa tíd i­
co m an jar que ha llegad o hasta él. A cto seguido> este
tragón, em b ria ga d o de placer, es en sartado sin que se
dé cuenta en el susodicho anzu elo y, en su deseo ardien ­
te de escapar a la desgracia que se ha abatido sobre
él, agita y m enea la cu erda con toda su fu erza. Se da
cuenta de ello el p escador y revien ta de placer, salta
después de su asiento, abandona sus trabajos en el río
y sus m arítim as capturas y, com o un a ctor que cam bia
de m áscara en el dram a, estim ula a su pa r de bueyes
o caballos, y se produ ce entonces un certam en de va lo r
en tre el m onstru o y las bestias de carga. En efecto, el
m onstruo que se cría en el Is tro da tiron es hacia abajo
con toda la fu erza que posee, m ientras que el pa r de
bestias; tira n d o en d irecció n opuesta, hace que la soga
se ponga tensa. P ero esto no es ninguna ven ta ja para
el pez, pues a causa de los tirones en am bos sentidos
el pez sucumbe, renu ncia a la lucha y es h alado a tie­
rra. Un estu dioso de H o m ero 29 los co m p a raría a unos
m ulos que arrastraran troncos de árboles, co m o canta
el poeta ép ico en el fa m oso re la to de los fu n erales de
Pa troclo.
28
Es el silu ro europeo (S ilu ru s glanis). Es un pez silu rin o de agua
dulce que llega a a lcan zar tres m etros de longitud* lo que explica que
e! hom bre tenga que em plear bueyes o caballos uncidos p ara su arrastre.
29
H.
XXIII 110.
205
L IB R O X IV
.
E l Is t r o e n e l
.
_
in v ie r n o . B a rc o s
a p ris io n a d o s p o r
e l h ie lo . L a p e s ca
en e l in v ie rn o . L a
p e s ca d e l e s tu rió n
H a y en el Is tro tam bién un g o lfo
c
δ* ■
p rofu n d ísim o que p a rece un m ar por
r
-
i r
r
su g ran p erím etro. Adem ás, este g o lfo
alcanza extraordin aria profundidad, com o lo prueba su ficientem ente lo que sig U e L as naves de carga que atraviesan
el m ar y atracan en él, lo tem en co m o al m ar cuando
se enfu rece, p o r los vien tos que soplan, los cuales le ­
vantan olas y lo vu elven com o loco. H ay en él islas y
ensenadas a lo la rg o de la costa, en las que es posible
en co n tra r refu gio. H a y tam bién p rom on torios y cabos
que se adentran, en los que el fu rio so o lea je se rom p e
y deshace cuando el río, lleva n d o más agua de la que
puede, desem boca en cajon ado en el mar. Suele aconte­
c e r esto pasada ya la tercera estación otoñal, al lleg a r
el invierno, cuando el río co rre con su plena capacidad.
E l vien to n orte em pu ja hacia adelan te al río hinchado
y hace que descienda fu rioso al mar. Y la corriente arras­
tra, com o para una n avegación com ercial, el h ielo que
contiene. Y el m en cion ad o vien to se opone a él con su
soplo v io le n to y helado. En efecto, no le p erm ite a rro ja r
al m ar lo que pod ría m os lla m a r su engendro, sino que
le hace sa lir de m adre, le o fre c e resisten cia y llega a
fren a rlo. A sí el hielo, que flo ta y se detiene, se hunde
y se s o lid ific a a gran profu n didad. En consecuencia, la
genuina agua del Is tr o d iscu rre p o r debajo, p o r ca m i­
nos ocultos, p o r d ec irlo de alguna manera, m ientras que
el agua recién adq u irid a y espuria se asem eja a una lla ­
nura, y en esta estación del año las personas viajan p or
a llí conduciendo un pa r de bestias o a caballo. M ás a r r i­
ba d ije 30 cóm o la zorra, criatu ra m alvada y astuta, p o ­
ne a prueba y exam ina el gra d o de con gela ción de este
río y del E strim ó n de Tracia.
Pues bien, el h ielo del Is tro rodea tota lm en te inclu so
a una n ave de carga en su cam in ar río a bajo deján dola
30 Cf. V I 24. ·
206
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
aprisionada, y entonces resultan in útiles las velas des­
plegadas; el m a rin ero que va en la proa no ve lo que
tiene delante y el capitán de la nave no puede m o ver
los tim ones, pues están rígid os p orq u e todo el b a jel está
a p rision a d o p o r la cadena helada que lo rodea; y en v e r­
dad que no se parece a una nave, pues no recib e los
golpes de las olas, sino a una colin a que se yergu e en
la inm ensa llanura o, quizás, a una em inente atalaya.
A sí que los pasajeros y los m arin eros saltan de la nave,
corren por el río, traen ca rros y trasladan la carga a
lo que hasta hace poco era agua. Lu ego, después de la
estación in vern al, el río com ien za a flu ir im p etu oso y
los m arin eros vu elven a ca rg a r sus bultos. P ero la nave
perm an ece in m óvil hasta que rem ite el fr ío y el h ielo
se funde y disu elve y la em barcación se lib era de su
extraña cadena.
E ntonces es llegada la ocasión de que los pescadores
cojan sus picos para ro m p er el h ielo en el lu gar d el río
que les apetezca, y hagan un a gu jero red on d o que llega
hasta el agua. D iríase que es a m odo de b ro ca l de pozo
o de tinaja gran dísim a y ventruda. Y acontece que m u­
chos peces, deseando escapar del hielo, que es para ellos
com o un techo que los agobia, y anhelando d isfru tar
de la luz, acuden al a gu jero a b ierto y llegan en tropel;
incontables, se a trop ella n unos a otros y son fá cilm en te
capturados p o r estar en un estrech o agu jero. Y se pue­
den co g e r carpas, cu ervos m arinos en abundancia, p e r­
cas y pez espada, aunque éste tod avía no es gran de y
carece del estoque fron tal; acude tam bién el esturión,
tierno, pues los grandes y de edad avanzada alcanzan
el tam año del atún más grande.
E l estu rión tiene abu ndantísim a grasa en los costa­
dos y en el vien tre y diríase que son las ubres de una
cerda que está am am antando a sus lechones. T ien e una
p iel áspera y, precisam ente, los lan ceros a fila n sus lan­
zas con ella. D ebajo del tuétano de la espina dorsal de
LIBR O X IV
207
este anim a! una m em brana sutil y estrecha com ien za
en el cen tro de la cabeza y se extiende a lo la rgo hasta
la cola. Si trabajas esta m em brana secándola al sol, o b ­
tendrás, si lo deseas, un buen lá tigo para gob ern a r con
él un tron co de caballos, porqu e en poco o en nada se
d ife ren cia de un lá tig o de cuero. Cuando el estu rión ha
alcanzado su tam año d efin itivo , no se le verá em erg er
del h ielo y ca er en el agujero, sino que se esconde deba­
jo de alguna roca rica en refu gio s o se en tierra p ro fu n ­
dam ente en la arena, gozándose m ucho en calentarse.
En estas circunstancias no necesita dieta vegetal ni otros
peces para com er, sino que se contenta con estar in acti­
vo, m ientras dure el frío ; d isfru ta con su ocio, se a li­
m enta con su p rop ia grasa, co m o hacen los pulpos, que
vién dose privados de presas, d evoran sus p rop ios tentá­
culos y son m anducadores de sí m ism os. Cuando pasa
el in viern o y vien e la p rim a vera y el Is tro co rre lib re ­
m ente, od ia el estu rión la in activid a d y, salien do a la
su perficie, se sacia de la espum a d el agua, espum a que
es abundante porqu e la co rrien te bram a y h ierve con
vio len cia suma. É ste es el m om en to en que con fa c ili­
dad se le captura, porqu e los pescadores se ponen al
acecho y echan el anzuelo, su jeto a la caña, en la espu­
ma. La blancu ra de ésta ocu lta el anzuelo y el b rillo
del b ron ce resulta in visib le al pez, y, p o r esto, abrien do
la boca y tiran do fu ertem en te del susodicho alim ento,
se traga el ceb o y m uere p o r e fe c to de aqu ello de lo
que antes se alim entaba.
sé
a rra n c a
H ay una plan ta de nom bre kynopás- 27
to, se llam a tam bién a g laop hotis (al re­
j
i
i
i·
i
vertid a entre las dem ás y no es fá cil
verla; p ero de noche es visib le y b rilla co m o una est re3i
Cf. supra, cap. 24.
208
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
lia, porqu e es de naturaleza ígnea y se p arece al fuego.
P o r consiguiente, después de cla va r una señal cerca de
la raíz de la planta, las personas se alejan porqu e, du­
rante el día, ni el c o lo r ni la form a, p ero sí esta señal,
pued’e n co n trib u ir a recon ocerla. Pasada la noche, lle ­
gan y, al v e r la señal que deja ron y al recon ocerla, pue­
den co n jetu rar que aquélla es la plan ta que necesitan,
porque, de otra parle, es com pletam ente igual a las plan­
tas de las in m ediacion es y no se d ife re n c ia de ellas ab­
solutam ente en nada.
P e ro ellos no arrancan p o r sí m ism os esta plan ta y,
si lo hacen, no sentirán re g o c ijo en ello. A sí que nadie
cava a lred ed o r ni tira para a rran carla, pu esto que, se­
gún dicen, el p rim er h om bre que, p o r ign oran cia de su
naturaleza ín tim a la tocó, al poco tiem p o m u rió. De m o­
do que llevan un p erro jo ven que ha estado en ayunas
algunos días y que tiene mucha h am bre y, atán dole a
él una cuerda muy fu erte y el o tro ex trem o a la parte
in fe rio r del ta llo de la a gla o fótid e, hacen un nudo co­
rre d izo desde la m a yor distancia que pueden. L u ego p o ­
nen delante del p erro una gran can tid ad de com id a con ­
dim entada que despide gra to olor. E l perro, abrasado
de ham bre y a torm en tad o p o r el olor, se abalanza sobre
la carne que tiene delante, y en virtu d de su ím petu
arran ca de ra íz la planta. Y cuando el sol ilu m in a las
raíces, el p e rro m uere de repente. Los h om bres lo entierran en el m ism o lu gar y, después de p ra c tic a r unas
cerem on ias m isteriosas y trib u ta r honores al ca d á ver
del p e rro porqu e consideran que ha sa crifica d o su vida
p o r ellos, se a treven a tocar la susodicha plan ta y se
van a casa 32. Y dicen que la usan para muchos m enes­
teres. Y así afirm an que esta planta cu ra aquella en fer32
Este procedim iento recuerda el em pleado p ara a rra n c ar la m an­
d rago ra, planta tam bién ranuneulácea y de la cual nos h abla extensa­
m ente A n g e l o
de
G u b e r n a t is en
su
o b ra La m y th o lo g ie des p la n tes,
N u ev a Y ork, 1978, vol. II, s.v., con aportación de b ib lio g ra fía .
L IBR O X IV
209
m edad con la que,según se dice, la luna 33 ataca a los
hom bres, y la en ferm ed a d de los ojos, en la que la hu­
m edad los inunda y con gela qu itán doles la visión 34.
H a y en el m ar un m olu sco que tie­
ne la concha en espiral, de pequeño ta°de los^ne^itësT m año’ Pero de ex tra o rd in a ria belleza.
N a ce en la parte del m ar más lim pia,
en rocas profu n das y en lo que se lla­
man bajíos. Su n om bre es ne rites 35.
C orren dos versiones sobre este m olusco. Las dos han
lleg a d o hasta m í. P o r otra parte, el con tar un pequeño
relato en el in te rio r de una larga h istoria no es otra
cosa, sino da r un descanso al oíd o y en du lzar la n arra­
ción, H esío d o 36 cuenta que Doris, hija de Océano, dio
al dios m arin o N ereo , al que siem pre hasta el día de
hoy hem os oíd o p ro cla m a r vera z e incapaz de m entir,
cincu enta hijas. T am b ién H o m e r o 37 las m enciona en
sus versos. N i uno ni o tro dicen que, adem ás de estas
hijas, tu viese un hijo, p ero sí lo dicen relatos m a rin e­
ros. D icen estos relatos que se llam ó N erites, que era
el más herm oso de los dioses y de los hom bres, que A fro ­
dita se com placía en frecu en ta r su com pañía en e l m ar
y que lo amaba. Cuando lle g ó el tiem p o fija d o p o r el
destino, en el que, a instancias del padre, era m enester
in scrib ir a esta divin idad, a A fro d ita , en el núm ero de
los O lím picos, he oíd o d ec ir que al su bir qu iso lleva r
co n sigo a su am igo y com pañ ero de ju ego. Y es fam a
que él rehusó, p re firie n d o al O lim p o el v iv ir con sus
herm anas y parientes. L e fu e co n ced id o tam bién poseer
33
Es !a epilepsia, conocida también con el n om bre de seleniasm ós.
34
O sea, la hy p ó ch y s is o «c a ta ra ta s».
35
Sin identificar.
36
T h e r. 233.
37
11. X V III 38.
210
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
alas y yo creo que esto fu e un don de [la dadivosa] A fr o ­
dita. P e ro tam poco de esta dádiva h izo ningún aprecio.
C om o es natural, la h ija de Zeus m o n tó en có lera y tro ­
có su fo rm a en la de este m olusco y ella elig ió para
reem plazarlo com o acompañante y servidor al Am or, que
era tam bién jo ven y herm oso, dándole las alas de aquél.
O tro re la to proclam a que P o seid on se en a m oró de
N en tes, que éste corresp o n d ió a su a m or y que de aquí
tuVo su origen el celebrado Anteros. H e oído, entre otras
cosas, que el am ado con vive con el am ante y que, al
co n d u cir él p o r las olas el carro, los otros m onstruos
marinos, los delfin es e in clu so los triton es salen de sus
gu aridas y brincan en re d o r del ca rro y danzan en to r­
no de él, sólo que quedan com pletam en te rezagados por
la velocid a d de los caballos. Ú nicam en te el muchacho,
o b jeto de su am or, lo acom paña, y m uy cerca y ante
ellos, el oleaje se apacigua y el m a r se abre p o r respeto
a Poseidon, pues qu iso el dios que su h erm oso am ado
fuese estim ado por otras razones, pero que tam bién fuese
sobresalien te en la natación. La fá b u la cuenta que el
sol se irr itó p o r la velo cid a d del m uchacho y cam b ió
su cu erpo en e l actual m olusco. Y o no sé d ec ir el m o ti­
v o de esta cólera ni la fábu la lo m enciona, pero, si hay
que apu ntar alguna con jetu ra sobre conductas faltas de
testimonios, sí podem os d ecir que Poseidon y H elios eran
rivales. Puede ser que el Sol estu viese irrita d o porqu é
el m uchacho era cond u cido en el m a r y deseaba que
no fu ese contado entre los m onstruos m arinos, sino que
fuese tran sportado y contado en tre las estrellas.
H asta aquí las dos fábulas. Que los dioses m e sean
p ro p ic io s y, en cuanto a m í, ob serva ré un reveren te si­
len cio respecto a ellos. P ero si con estas fábulas he d i­
cho a lgo dem asiado atrevid o, la culpa es de ellos.
LIB R O X IV
211
A llí donde con flu yen los ríos Tánaro 39 y E ríd a n o (éste cam ina au reolado
La pesca invernal ,
,
£
.
.
.
en el Erídano
de ren° m bre y fam a, m ientras que el
p rim e ro es poco m enos que descon oci­
do) hay, en realidad, pecu liares m odos
de pescar, que han llegad o a m i co n ocim ien to gracias
a los poem as de un hom bre de M itilen e, cu yo trato yo
frecu en taba, m odos a los que debo re n d ir tribu to m en­
cionán dolos en m i narración.
Cuando estos ríos se hielan, cuantos viven en sus o r i­
llas se dedican en eí in viern o a a ra r y sem brar, pues
les ha tocado en suerte una tierra feraz. A l com ien zo
de la prim avera, com o los antedichos ríos perm anecen
aún in m óviles p o r la causa que ya dije, los hasta en ton ­
ces labradores y ahora pescadores eligen un lugar a m a­
nera de bahía y lo talan en d e rre d o r con hachas bien
afiladas, de m anera que aparezca un círcu lo de agua
form an d o una charca. Sin em bargo, no talan cerca de
la orilla, sino que dejan el h ielo com o se fo rm ó al p rin ­
cipio. Lu ego ponen una ancha red a lred ed o r del espacio
que dejaron desnudo y, en torn o a la red, una cuerda
fuerte. Unos hom bres pescadores y no pescadores, si­
tuados en la orilla, tiran de la red. Y muchos descon o­
ced ores del arte de la pesca asisten com o espectadores
a la captu ra de los peces, pues se apodera de ellos una
esp ecie de fascinación.
Cuando los hom bres atraídos llegan cerca de la o r i­
lla, los pescadores de tierra firm e rom pen el h ielo de
a llí tam bién, porqu e están interesados en la captu ra y
tratan de im p ed ir a los peces que escapen. H ech o esto
así, la red, colm ada de peces, em pu ja la masa de h ielo
que fue corta d a a lred ed o r y la arrastra ju n tam en te con ­
sigo y los pescadores que están en el bloque de h ielo
p arece co m o si fu eran llevados en una isla flotan te. Ta38
El T á n a ro es un afluente im portante del E ríd an o (Po).
212
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
les son las m aneras pecu liares de ca p tu ra r peces en es­
ta región, que. no se parecen a ningunas otras. H o m ero
me brin da la ocasión de d e c ir que estos h om bres p e r c i­
ben un doble salario 39, uno d el río, o tro de la tierra,
puesto que ellos son, a la vez, m arin eros y labradores.
39
Od. X 84.
L I B R O XV
S IN O P SIS
1.
Los tábanos de M acedonia.
2.
El «ca rn ero m arino».
3.
L o s a lu n e s .
4.
E! pez-iuna.
5.
La pesca del atún en el Ponto Euxino.
6.
L o s pescadores piden 'p ro te c ció n a Poséidon.
7.
L lu via de miel en la India.
8.
O stras p erlífe ra s en el m ar índico.
9.
10.
La grulla de mar.
L as pelám ides.
11.
L a com adreja terrestre. L a com adreja de mar.
12.
L as alm ejas de mar.
haemórrhous.
13.
La v íb o ra
14.
A n im ales o fre cid o s ai rey de la India.
15.
Com peticiones entre anim ales.
16.
L a v íb o ra y sus crías,
17.
C om paración entre el león y el delfín.
38.
El seped ón.
19.
L as tortugaá de tierra: machos y h em bras.
20.
Los gallos de N ibas.
21.
La serpiente monstruosa de la India.
22.
La corneja y el águila.
23.
El pez piloto. Su origen mítico.
24.
C a rre ra s de bueyes en la India.
25.
Efectos de ciertas aguas en los caballo s. C ab a llo s que comen pe­
26.
El a k ó m y s y el jerbo.
27.
El francolín.
ces. L a música y la fertilidad de las yeguas. Edad de los caballos.
28.
El autillo.
29.
Los pigm eos y su reina.
Y o conozco, p o r h ab er o íd o hablar
de ello, una m anera de pescar que se
.
mji
,
.
. . .
P ra cllc a en-M aced on ia y es la siguien ­
te. E n tre B e rea y T esaló n ica co rre un
río llam ado A streo
Pues bien, hay en
él peces que tienen un c o lo r m oteado; qué nom bre les
dan los nativos, es m e jo r p regu n tá rselo a los m acedonios. Estos peces se alim entan de moscas del territo rio ,
que vuelan sobre el río, las cuales no se parecen en na­
da a las m oscas de otros lugares; tam poco se parecen
a las avispas ni nadie p od ría razonablem en te co m p a rar
a esta criatu ra con las que llam an a n th e d ó n e s 2 ni con
las verdaderas abejas, si bien com p a rte con cada uno
de estos insectos algún rasgo d istin tivo. Se parece^ en
efecto, a la m osca en agresividad, y puede decirse que
tiene el tam año del anthëdôn, im ita el c o lo r de la avispa
y produ ce un zu m bido com o el de las abejas.
T odos los nativos llam an a este insecto híppouros.
Se posa sobre la co rrien te y busca el alim en to que le
agrada, pero no puede pasar in ad vertido a los peces que
nadan bajo la su p erficie. Así, cuando un pez ve a un
h íp p ou ros 3 flo ta r en la su perficie, va silen ciosam en te
.
Los tábanos
de Macedonia
1 Probablem ente confunde Eliano este río con el Axio. Sí que exis­
te la ciudad de Astreo, pero no un río de este nom bre.
2
Se trata de un a b e jo rro perteneciente al gén ero
3
Q uizás sea m e jo r llam arle «m o sca cam a leó n »
meieo).
Stratiom ys.
(Stratiomys Cha-
E s un estratióm ido de b rillo m etálico, inofensivo, que vive c er­
ca del a g u a y sobre flores de u m belíferas. Sin e m bargo, L. G il F e r n á n ­
d ez ,
Nombres de insectos en griego antiguo,
M adrid, 1959, pág. 47, apunta
la p o sib ilid ad de que se trata de la libélula.
218
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
nadando b a jo el agua, p o r tem or a rem o verla y para
e v ita r que escape la pieza. Lu ego se acerca d irig id o por
la som bra que p royecta el insecto y, ab rien d o las fau ­
ces, devora al híppouros, com o haría un lobo que a rre­
bata una oveja del rebaño, o un águila con el ganso de
un corral. Después de lo cual se sum erge b a jo la ola.
Pues bien, los pescadores conocen este p ro c e d e r del
pez, pero no hacen ningún uso, co m o ceb o para los p e­
ces, de estos híppouros^ pues si la m ano del h om bre los
toca, p ierden su c o lo r natural, se les m architan las alas
y se hacen in com ibles para los peces, que, entonces, no
se acercan a ellos, a b o rrecien d o p o r un m isterio so ins­
tinto natural a ios hípp ou ros c o g id o s p o r los pescadores,
Y
así, con p ericia de pescadores de caña, rodean a
los peces apelando a la siguiente in teligen te astucia. Cu­
bren el anzuelo con lana pu rpúrea y encajan en la lana
dos plum as que le nacen al g a llo b a jo las barbas y que
tienen un c o lo r céreo. La caña m ide seis pies de larga
y o tro tanto el sedal. Sueltan los p escadores el engaño,
y el pez, a tra íd o y ex cita d o p o r el co lor, se d irig e a su
encu en tro e, im aginan do p o r la b elle za del espectácu lo,
que ten drá un p ro d ig io s o banquete, abre la boca am ­
pliam en te y queda enganchado en el anzuelo, y; al ser
capturado, lo que obtien e es un am a rgo banquete.
Los carn eros m arinos
cu yo n om ­
bre está am pliam ente difu n dido y de los
E l «carnero
. r
que se tiene m torm ación p o co precisa
m arino»
Γ
r
y lim itada casi a reprodu ccion es a rtís­
ticas, pasan el in viern o cerca del estre­
ch o dé C órcega y Cerdeña y sé lim itan a asom ar p o r
encim a del agua. A lre d e d o r de los carn eros nadan d e lfi­
nes de gran tamaño. El m acho tiene una fra n ja blanca
^
4
Orea gladiator, es decir, de
Glossary of Greek Fishes, Lon d res, 1947.
Q uizás se trate de la
D ’A rc y T h o m p s o n ,
la orea. Cf.
LIBR O X V
219
rodean do su fren te (diríase que es com o la diadem a de
L isím a co 5 o de A n tigon o o de o tro cu alqu iera de los
reyes de M acedonia); ia hem bra tiene bucles dispuestos
d eb ajo del cu ello al igual que los gallos tienen barbas.
T an to el m acho com o la h em bra se apoderan de cadáve­
res de los cuales se alim entan, pero tam bién capturan
hom bres vivos. Y con el o lea je que produ cen al nadar,
ya que son grandes y de enorm e peso, vuelcan navios. ¡Ta­
maña es la tem pestad que levantan p o r si solos contra
ellos! Se apoderan tam bién de la gente que está en tie­
rra y a su alcance.
Los habitantes de Córcega cuentan que* habiendo nau­
fra g a d o un barco a consecuencia de una tem pestad, un
hom bre, que era excelen te nadador, con sigu ió nadar so­
b re una gran extensión de m a r y agarrarse a un p ro ­
m o n to rio de la costa nativa y, después de su bir trepan­
do, se ^ u e d ó en p ie com pletam en te descu idado com o
si ya estu viera lib re de todos los p eligros, sin tem er ya
p o r su vid a y dueño de sí mismo. P ero un carn ero que
nadaba p o r a llí v io al hom bre de pie y, acuciado por
el ham bre, se v o lv ió sobre sí m ism o, d o b ló su lomo, le­
vantó con su co la una gran m ole de agua, ascendió le­
van tado p o r el hinchado oleaje, subió al instante al p r o ­
m o n to rio y a rreb a tó al h om bre com o un huracán o un
torbellin o. Y esto es todo a cerca de la caza y las presas
del «c a rn e ro m a rin o » en Córcega.
P ero los pobladores de las orilla s del O céano relatan
la leyen d a de que los reyes de la antigua Atlántida, vástagos de Poseidón, llevaban sobre su cabeza las franjas
blancas de los carn eros m achos com o un d istin tivo de
5
D espués de la m uerte de Alejandro, L isím aco (ca. 360 - 281 a. C.)
fue rey de T racia, del N O . de Asia M en or, de Tesalia y M acedo n ia,—
A ntigono I, s. iv a
C., fue gen eral de A lejan d ro. N o p u d o con seguir
su pretensión de sucederlé, porque fue d errota d o y m uerto en la b a ta ­
lla de Ipso, 301 a. C.
220
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
su au toridad, m ientras que sus esposas, las reinas, lle ­
vaban los bucles de las hem bras, tam bién co m o sím bo­
lo de su dignidad.
R esu lta que este anim al es trem en dam en te poderoso
p or sus fosas nasales. In h ala una en orm e can tidad de
a ire y atrae m uchísim o a ire hacia sí, gracias a lo cual
caza las focas de la m anera siguiente. Éstas, en cuanto
a d vierten que está cerca un carn ero p o r algún sitio y
que les am enaza la m uerte, salen nadando lo más rá p i­
d o p o sib le y, llegán dose a tierra, se esconden su m er­
giéndose en cavernas de las rocas. A l p e rc ib ir ellos la
fuga, corren tras su presa, y, deten ién dose delan te de
la cueva, por el o lo r de la p iel (de la fo ca ) com pren den
que su caza está a llí den tro y, com o m ediante un fo rtísim o conju ro m ágico, atraen con sus narices el aire que
está entre ellos y la foca. Ella trata de esqu ivar, com o
si fu era una flecha, o la punta de una lanza, el im pulso
del aire aspirado, y al p rin cip io se resiste, p ero acaba
p o r ser arrancada fu era de la cueva p o r la fo rtísim a
atracción, y a su pesar la sigue, com o si se sintiera arras­
trada p o r algunas cuerdas o cables, y va ch illan do agu ­
dam ente a servir de com ida al carn ero.
En cuanto a los pelos que nacen de esas fosas nasa­
les del carnero, los entendidos en in vestiga r a fo n d o es­
tos asuntos dicen que son buenos para m uchas cosas.
Los atunes
En el g o lfo de V i b o 6 hay inconta­
b le m uch edu m bre de atunes. Unos son
,.
.,., Λ,
,
solitarios com o los jabalíes, nadan a so­
las y son m uy grandes, m ientras que
otros nadan p o r parejas o se ordenan
co m o los lobos; pero los hay que van fo rm an d o rebaños
com o las cabras> cuando recorren extensas zonas a li­
6
Es el n om bre ro m an o de la ciud ad g rie ga H ipp o n iu m en la cos­
ta oeste de los A bru zo s. E l go lfo fue conocido con los n om bre s de H ip p o n ia te s sin us y s in u s V ibonen sis, entre otros.
LIBR O X V
221
m enticias. Cuando sale S irio y los rayos del sol ca lien ­
tan más, se d irigen al Po n to Eu xino y, si les parece el
olea je cálido, nadan cosidos unos a otros y, con el con ­
tacto de sus cuerpos, consiguen una cierta sombra.
D ice D em óstrato, varón versado en
el arte de la pesca y buen ex p o sito r de
El pez-luna
,
.
,
.
,
la m ism a, que hay un pez de h erm osa
presen cia que se llam a «p ez-lu n a » 7,
pequeño, de c o lo r azul oscu ro y de f i ­
gura plana. D ice tam bién este autor que tiene aletas dor­
sales que puede e lev a r y que son blandas y no rígidas
ni ásperas. Cuando este pez se sum erge, las despliega
y fo rm a un sem icírculo, siendo su aspecto com o el de
una m edia luna.
E sto es lo que dicen tam bién los pescadores ch ip rio ­
tas, p ero D em óstrato añade lo siguiente. S i se coge a
efe te pez en noche de luna llena, él tam bién se hace más
grande, y hace que los árboles se ensanchen, si uno lo
lleva y lo ata a ellos. P ero cuando la luna decrece, él
langu idece y m uere, y si se aplica a las plantas, éstas
se secan. Si se cava un pozo cuando la luna está en cu ar­
to crecien te y se echa este pez den tro del agua encon­
trada, el agua m an ará sin parar y jam ás faltará; pero
si se hace esto con luna m enguante, el líq u id o dejará
de m anar. Y si echas este m ism o pez en una fu ente b o r­
bollante, o la encontrarás, en adelante, llena de agua
o en contrarás el lu gar seco.
7
Sin identificar.
2 22
H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S
Y a sé que, a lg o más a rrib a 8, en al­
guno de estos discursos, he h ablado de
Latím S<en t f
Ponto Euxino
c ó m o salen de (y entran en) la Propóntid e los atunes. C on sidere el le c to r las
ciudades de H eraclea , T ío y A m astris,
rib ereñ as del M a r N egro . Pues bien, los que habitan to­
do este te rr ito r io conocen m uy bien la llegad a de los
atunes y saben tam bién en qué m om en to d e l año llegan
los peces, y hacen muchos preparativos contra ellos, dis­
p on ien do botes, redes y una alta atalaya.
Esta atalaya se pone fija en una bahía y se levan ta
en un lu gar lib re de obstáculos y despejado. N o es para
m í carga m olesta con ta r có m o está con stru ida y tú, al
oírlo , sentirás gusto. Dos altos tron cos de a b eto clavan
en tierra, separados y unidos m ediante anchos travesaños de m adera. Éstos están en tretejid o s a cortas distan­
cias y fa cilita n al vig ía la tarea de subir.
Cada b a rca tiene a cada costado seis rem eros jó v e ­
nes, buenos conocedores de su oficio. Las redes son gran­
dísim as, no dem asiado ligeras ni sostenidas p o r corchos^
sino más bien lastradas con plom o» Estos peces pene­
tran en tro p el en ellas.
Cuando respland ece la p rim avera, y ya las brisas so­
plan suavem ente, y es el a ire trasparente, y co m o que
son ríe el en calm ado o lea je y el m a r está terso, el vigía,
que ve muy bien p orq u e está d otad o de una cierta m is­
terio sa p ericia y de una vista m uy penetrante, com u ni­
ca a los pescadores de qué p arte vien en lös peces; les
dice tam bién si deben exten d er las redes cerca de la
costa, o si más dentro, y da, al igual que el general,
el santo y seña o, com o un c o rife o , el tono. M uchas ve­
ces dirá tam bién el núm ero total de peces y no m a rra rá
el cálculo. Y he aquí lo que sucede. Cuando el cardu­
men de atunes se encam ina al m ar abierto, el que v ig ila
8
Cf. IX 42.
LIBR O X V
223
en la torre, que tiene un con o cim ien to exacto de las m a­
terias ya dichas, a grandes voces orden a a los pescado­
res que persigan en aquella d irecció n y que se d irija n
rem ando al m ar abierto. Y ellos, atando a uno de los
abetos que sostienen; la atalaya una cu erda largu ísim a
que está atada tam bién a las redes, hacen avanzar las
barcas orden adam en te y en colum na, n avegando unas
cerca de otras, porqu e la red se rep a rte en tre todas. L a
p rim era barca, soltan do su p o rció n de red, se retira,
después la segunda hace lo m ism o, y, luego, la tercera
y la cu arta tienen que so ltar su porción , pero los rem e­
ros de la quinta se dem oran p o rq u e ellos no deben so l­
tar aún su porción . Tras esto, los dem ás rem an en otras
direcciones, llevan do su parte de red, y lu ego descansan.
A h ora bien, los atunes son p erezosos e incapaces de
acom eter cu alqu ier acción que im pliqu e osadía y se qu e­
dan coh ib idos e inm óviles. Los rem eros, com o si se tra ­
tara de la tom a de una ciudad, se apoderan, com o d iría
un poeta, de la p ob la ció n de los peces.
Y
así, m is q u erid os griegos, los habitantes de Eretria y de Naxos conocen estas cosas p o r referencias, p o r­
que han aprendido, con respecto a este p roced im ien to
de pesca, cuanto dicen H e r ó d o t o 9 y otros. De los de­
más apren deréis lo que resta p o r d ec ir acerca de él.
Cuando los atunes son captu rados 6
en batidas realizadas en el Ponto (yo diLos pescadores
,
,
,
...
piden protección " a 'I '“ ' tam bién en S icilia, porqu e ¿que
a Poseidón
o tra cosa qu iso sig n ific a r S o fró n al es­
c r ib ir su d e lic io sa Pescadores de a tu ­
nes? De to dos m odos hay tam bién fa cto ría s de atunes
9
C uenta H e r ó d o to ( I 61-3) que, cuando Pisistrato fue e xpu lsad o
de Atenas, se refu gió en E retria. E l adivino A n fílito le p ersu a d ió a que
atacase p o r so rp re sa a los atenienses, ya que h abía in terpretado el
sueño que P isistrato tuvo (se vio com o un p escad or de atunes que esta­
ba a punto de coger en su red a un atún) en el sentido de que d eb ía
atacar.
224
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
en otros lu gares) y cuando, p o r consiguiente, están ya
cogidos en la red y sin p o d e r escapar, todos los pesca­
dores d irigen sus p lega ria s a Poseidón , ah u yen tador de
males. Y yo p reten d o ex p lica r de dónde le vien e al dios
este nom bre, porqu e m e he pregu n tado a m í m ism o m u­
chas veces qué les indu jo a a p lica rle este apelativo.
Piden al herm ano de Zeus, d o m in a d or del m ar, que
no perm ita que pez espada ni d elfín llegu en co m o v ia je ­
ros acom pañantes de la tropa de atunes. Pues, muchas
veces, el eg re g io pez espada rom p e la red y hace que
toda la m u ltitu d de peces escape libre. T a m b ién el del­
fín es una criatu ra n efasta p ara las redes> p o r que es
tam bién h ábil para rom perlas.
¡ j u v i a de m ie l
e n la In d ia
En la India, durante la prim avera,
sobre tod o en la com a rca de los pras-los llu eve m iel líqu ida, la cual, com o
V
’
i
.
.
cae sobre la h ierb a y las hojas de las
cañas de los pantanos, p ro p o rc io n a es­
tupendo pasto a los bueyes y a las ovejas. Los anim ales
com en este gu stosísim o m an jar {pues los pastores los
llevan con p referen c ia a llí donde este ro c ío cae y se
asienta más abundantem ente), y ellos, a su vez, sum inis­
tran com ida a sus pastores: pues ordeñan una lech e ex­
trem adam ente dulce y no necesitan en du lzarla con m iel,
com o hacen los griegos.
O stra s p e rh fe ra s
en e l m a r í n d ic o
La ostra p e r lífera de la In d ia (yo he
h ablado antes 10 de otra que hay en el
„
. ,
, ,
,
.
.
M a r Ro.l°) se coge d el m od o siguiente.
H ay una ciu dad que gobern aba un
varón llam ado Soras, de estirp e regia,
cuando E u crátides gobern aba en B a ctria 11. E l n om bre
de la ciudad es P erim u la 12 y la habitan h om bres ictió10
Cf. X
11
S. !i a. C.
13.
12
Isla y ciudad ai n oroeste de la costa d e Ceilán.
LIB R O X V
225
fagos. D icen que parten de a llí estos h om bres con sus
redes y trazan un a n illo m uy gran de en torn o a un gran
círcu lo de la playa. L a m encion ada p erla se o b tien e de
una concha p a recid a a una caracola. Las ostras perlíferas nadan en tro p el y tienen sus jefes, com o las abejas
tienen los llam ados reyes en las colm enas. Y o he o íd o
d e c ir que el je fe sobresale tam bién p o r su c o lo r y tam a­
ño. Pues bien, los bu ceadores p o rfía n p o r a poderarse
de él, ya que si lo capturan, captu ran a tod o el e jército
de ostras, p o rq u e queda, p o r así d ecirlo , desam parado
y sin guía, se queda in m óvil y no avanza com o el rebaño
priva d o de su p a stor p o r algún fu nesto accidente. P ero
el gu ía se escapa y se escabulle con suma destreza, y
se pone al fren te y salva a tod o el que lo obedece.
Dicen que a las ostras que capturan, las ponen en
salazón en vasijas. Y cuando la carne se ablanda y des­
hace, queda la pied ra preciosa. La m e jo r pied ra es la
del m ar de la In d ia y la del M a r R ojo. P ero las hay tam ­
bién en el Océano occiden tal, en donde está la isla B r i­
tánica; aunque, según parece, tienen éstas una a p a rien ­
cia más dorada y un b r illo más apagado y o s c u r o 13.
D ice Juba que las hay tam bién en el estrech o del B o s fo ­
ro, y que son in ferio re s a las de B ritan ia y no pueden
com pararse en absolu to con las de la In d ia y el M a r
R ojo. P e ro de la p erla terrestre 14 de la In d ia se d ice
que no tiene una n atu raleza propia, sino que es el resu l­
tado del cristal de roca arran cado, no del h ielo fo rm ad o
p o r congelación.
13
Es la U n to m a rg a ritifc ru s , pelecípodo d e agua dulce.
14
N o es sino la capa externa, segregada y form ad a p o r el cócci-
d o M argarod.es.
226
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
L a g ru lla
de m a r
Y o sé m uy bien que en los a n terio ­
res capítu los he h ablado de las gru llas
volá tiles, p ero he o íd o h ab lar tam bién
v
de una gru lla m arina, que es un pez
que vive en el m ar de C o rin to l5. A h o­
ra bien, esta p o rció n de mar, donde la presen cia d el pez
grulla ha sido observada, está cerca del m ar que se ap ro­
xim a al Á tica p o r el la d o del istm o que m ira a Atenas.
E l pez que nos ocupa tiene unos qu ince pies de lon gitu d
m edidos con exactitud, p ero su g ro s o r no es tanto, se­
gún ten go entendido, com o el de la angu ila m ás grande.
T ien e la cabeza y la boca del ave y d iríase que sus ale­
tas son com o las plum as de la gru lla. N o nada haciendo
m ovim ien tos sinuosos, cual hacen los peces que son es­
cu rridos y largos com o las anguilas. Da poderosos sal­
tos, com o que salta lo m ism o que una flech a que sale
disparada del arco * * * .
Ahora bien, las h istorias de E p id au ro cuentan que
esta criatu ra no ha n acido de ningún pez. Las gru llas
escapadas de los frío s tracios y de otros frío s de O cci­
dente se top aron con el viento. Las h em bras se sin tie­
ron agu ijoneadas p o r el deseo de copu lar, m ientras que
los m achos se sentían in flam ados de deseo y a torm en ta ­
dos por la pasión de em parejarse, pasión que les hacía
desear m on ta r a las hem bras. P ero las hem bras no con­
sentían en ello, porqu e no podían so p o rta r la cópu la en
el aire. Y los m achos, no pu dien do sa tisfa cer su deseo,
dejaron ca er el semen. Las gru llas que se encontraban
volan do sobre la tierra dejaron ca er sobre ella el se15
Puede tratarse, según A. F. S c h o lf ie l d , A e lia n , O n a n im als, Lon ­
dres, 1972, III, pág. 221, del R e g a le cu s ban ksi, el llam ad o rey de los
arenques, que, com o todos los regaíécidos, es un pez a b isa l que tiene
el cuerpo d eprim ido lateralm ente. L a cabeza es pequeña y la aleta d o r­
sal se extiende desde ésta hasta la cola, sin interrupción. Tiene detrás
de la cabeza una especie de penacho. Gossen cree que es el N e m ic th y s
sco lo p a ceu s .
LIBR O X V
227
men, que se p erd ió e in u tilizó p o r h ab er caído sin o b je­
to alguno. Pero, com o otras volaban sobre el océano,
el m ar a co gió el sem en y gu ardó el em b rió n com o si
fu era un tesoro, en gendrando esta criatu ra sin d estru ir­
la com o hubiera sucedido de p en etra r en un vien tre in­
fru ctu oso y estéril.
De las dos versiones que hay, la de E pid au ro ha p re­
valecido, Pero la o tra versión , cu yo o rigen ign oro, em ­
prende distin to rum bo y discrepa de la an terior. La voy
a m encionar, no obstante, p a ra que no parezca que la
desconozco. Dem óstrato, del que hice m ención más a rri­
ba, dice: « y o v i el pez, m e quedé a tón ito y quise pon erlo
en conserva para que otras personas pu dieran verlo. Y
así, cuando los cocineros se ponían a trabajar y lo abrían,
yo exam iné sus entrañas. V i espinas en cada lado que
se encontraban y volvían sus puntas hacia las otras; eran
— d ice— trian gu lares, com o las tablas de las leyes trila ­
térales. Ten ía en su in te rio r un h ígado de ex tra ord in a ­
rio tam año y, deb ajo de él, había una vesícu la b ilia r con
un largo tubo com o las talegas de cuero. Al verla, d iñ a ­
se que era una vaina de ju d ia húmeda. Luego, la vesícu ­
la y el h ígado le fu eron extraídos. Éste se le hinchó
hasta alcanzar la dim ensión del hígado del pez más co r­
pulento, m ientras que la prim era, que p or acaso había
sido colocad a sobre una piedra, d e r ritió a ésta y des­
a p a rec ió .»
Aquí con clu yo los dos relatos.
N o carece dé im p orta n cia d escrib ir
la m anera enteram ente origin a l de pes­
cas pelámides
,
, ,
. ,
IA
,
ca r las pelam ides . D iez joven es en la
flo r de la edad se em barcan en una b a r­
ca livian a y, p o r lo tanto, velocísim a,
colocán dose a uno y o tro costado en n ú m ero igual, y,
16 E s la P e la m y s sarda o «b o n ito ».
228
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
después de corner opíparam ente, cada uno se pone al
rem o y boga de aquí para allá. Un jo v e n está sentado
en la proa y echa, a uno y o tro costado de la em b a rca ­
ción, sedales de crines de caballo. A estos sedales están
unidos otros. En todos ellos hay a coplados anzuelos y
cada anzuelo lleva un cebo cu b ierto con lana de pú rpu ­
ra laconia, y adem ás en cada anzu elo se in serta la plu­
m a de una ga viota para que flo te fá cilm en te al choque
del agua. Las pelám ides se acercan nadando atraídas
p o r estos objetos y, apenas la que va la p rim era aplica
su boca a ellos, las dem ás se acercan y, sim ultáneam en­
te, se agitan los anzuelos que atraviesan a los peces.
Los hom bres, entretanto, han cesado de rem ar, dejan
a un la d o los rem os y, levantándose, sacan lo sedales
p letó rico s de pesca, es decir, cargados de peces. Y cuan­
do los peces caen desparram ados en la barca, el testi­
m on io de la abundante pesca se hace evid en te p o r la
m u chedu m bre de peces capturados.
l
H e oíd o d e c ir que la co m a d reja fue
en otros tiem pos m ujer; que se llam aL a c o m a d re ja
te rres tre . L a
c o m a d re ja de m a r
,
ba asi y
,
, .
,
era h ech icera y bruja; que era
m uy incontinente, y que padecía un ape­
tito sexual desbordado. T a m b ién ha lle ­
gado a m is oídos lo siguiente: que la có lera de la diosa
H éca te la tra n sform ó en este anim al perverso. Séam e
p ro p ic ia la diosa: d ejo a otros las fábu las y cuentos.
Es n o to rio que es una bestezu ela m uy indigna, ya
que se pone encim a de los cadáveres hum anos, co rretea
p o r ellos si no están protegidos; les arrancan los ojos
y se los engullen. D icen tam bién que, si se le cu elgan
a una m u jer a tra ició n o con su con sen tim ien to los tes­
tícu los de una com adreja, se la im p id e que llegu e a ser
m adre y se lo gra que se abstenga del acto sexual. Si
los órgan os in terio res de la com a d reja se preparan de
la m anera que saben los entendidos y se su m erjen en
L IB R O X V
229
vin o con in tención perversa, rom pen, según dicen, la
am istad y deshacen las buenas relacion es existentes. D e­
jem os a nuestro am igo A res que castigu e y ju zgu e a los
hech iceros y brujos p o r estas prácticas.
H a y tam bién un pez com adreja. Es pequ eño y no tie­
ne nada en com ún con los llam ados p erros de m ar (gá­
leos), porqu e estos últim os son cartilagin osos, viven en
el m ar, alcanzan una gran lon gitu d y se parecen a los
perros. P e ro p odríam os d e c ir que el pez-com adreja es
com o el llam ado hépatos 17, es un pequeño pez con par­
padeo en los dos ojos, cuyas pupilas son de c o lo r azul
oscuro. Su m entón es m a y o r que el del hépatos, pero,
p o r o tro lado, es in fe rio r al ch rém is en este aspecto.
Y o he oíd o d e c ir que la com a d reja de m ar vive entre
las rocas, se alim en ta de algas y, com o la terrestre, se
com e los ojos de todos los cu erpos que encuentra m u er­
tos. Los pescadores que practican la b ru jería siguiendo
los m étodos de los del E piro, gente aquélla m alvada y
ex p erta en m alignidad, em plean a esta com a d reja m a ri­
na con la m ism a in tención que usan la terrestre otros
hom bres. Y com o esta clase de peces es carn ívora, los
que viven de la pesca y que exploran las más profu ndas
simas, en negrecen sus pies y las palm as de las manos,
tratan do de oscu recer el b rillo que sale de ellos, ya que
los m iem bros de los hom bres, com o dentro del agua des­
piden intensos destellos, atraen a estos peces.
H ay d iferen tes clases de alm ejas de 12
m ar, porqu e unas son ásperas y otras
L a s a lm e ja s
.
..
,
.
,
com pletam ente lisas. A ú n a s se las puede m a r
!
r
de rom p er oprim iéndolas con los dedos,
a otras, a duras penas, golpeándolas con
una piedra. Unas son negrísim as; otras, diríase que se
parecen a la plata, y las hay que están envueltas en una
17 Sin identificar. Cf. IX 38 n.
23 0
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
m ezcla de ios co lores anteriores. Sus especies son d ife ­
rentes y se crían en sitios m uy diversos, porqu e algunas
yacen esparcidas en las arenas de las playas o descan­
san en el lim o, otras se cobijan en tre los m usgos m a ri­
nos, m ientras que las hay que perm an ecen asidas a los
a rrecifes y se adhieren a ellos con todas sus fuerzas.
En el llam ado m ar Is tro 18 estas almejas, al llegar el
veran o y com enzada ya la recolecció n , se ju ntan unas
con otras a m anera de rebaño y se ponen a nadar. F lo ­
tan ligeram en te, si bien hasta este m o m en to fu eron de­
m asiado pesadas y torpes para m antenerse flotando, pero
a la sazón no son así. E vitan el vien to N o to y escapan
del B óreas y no pueden re sistir ta m p o co al Euro. Les
place el m ar sin olas y el soplo de las brisas agradables
y blandas del C éfiro. Im pu lsadas p o r éstas, abandonan
sus escon drijos con sus valvas juntas y casi cerradas
aún, ascienden a la su p erficie desde sus escon dites y,
cuando el m ar está encalm ado, se ponen a nadar. En­
tonces, a brien do sus valvas, asom an com o novias que
salen de sus alcobas privadas o co m o rosas, que v ig o r i­
zadas p o r el calor, salen de sus cá lices para exponerse
al sol. Luego, poco a poco cobran ánim o, descansan ale­
gres y tranqu ilas esp eran do im pávidas la brisa am iga,
y extienden p o r d eb ajo una de sus valvas, m ientras le ­
vantan la otra, y, u tiliza n d o ésta co m o vela y la otra
co m o bajel, navegan, Y avanzan de esta m anera cuando
el m ar está tra n qu ilo y el tiem p o es apacible. Y, vién d o ­
las de lejos, d irías que no son otra cosa que una escua­
dra de barcos. P ero si se a p ercib en de que se acerca
algún barco o que avanza una criatu ra fe ro z o que viene
nadando un pez m onstruoso, con un chasquido de sus
valvas, se cierran, se sumergen en pelotón y desaparecen.
18
L a parte del Ponto E u xin o situada al su r de las bocas de! Is­
tro o D an ubio.
LIBRO X V
.
L a víbora
, ,
« naemorrhous »
231
E l h a e m órrh o u s es una esp ecie de
serpien te que vive y tiene sus madri,
,
,
.
güeras,’ sobre todo,> en oquedades
roco°
ί
sas. La lon gitu d de su cu erpo alcanza
un pie y su anchura va dism inu yendo
a p a rtir de la d ilatada cabeza hasta la cola. Unas veces
tiene un aspecto ígneo, otras m uy negro. Y en su cabeza
se erizan unos com o cuernos. Se arrastra suavem ente
restregan do las escam as de su cu erpo en el suelo y sus
m ovim ien tos son sinuosos. Y, en efecto, produce un sua­
ve susurro que denuncia su flem a y su debilidad.
Pero, cuando m uerde, produ ce una picadu ra que al
instante se pone azul oscura, y el que la su fre padece
agu dísim os d olores en el estóm ago, y el vien tre a ligera
sus canales. T ran scu rrid a la p rim era noche, la sangre
flu y e p o r la n ariz y garganta, e incluso p or las orejas,
m ezclada con un veneno de aspecto de bilis, y la vejiga
orin a agua sanguinolenta. Y si en el cu erpo hay viejas
h eridas cicatrizadas, se abren de nuevo. P ero si un hae­
m ó rrh o u s h em bra expele veneno al ser tocado, el ven e­
no sube a las encías, de las extrem idades de las uñas
b ro ta sangre abundatísim a y los dientes saltan de las
encías.
D icen que esta fue la alim aña con la qu e tropezó,
en E gipto, Canobo, p ilo to de M enelao, durante el rein a ­
do de Tonis, y que, al en terarse H elen a de la efic a c ia
de esta bestia venenosa, la rom p ió la espina dorsal y
e x tra jo el veneno. Con qué p ro p ó sito se apresu ró a o b ­
ten er este tesoro, no lo sé l9.
19
D ebe de ser la víbo ra hocicuda que se conoce con el n om bre
de V ip e ra L a ta s te i en la ciencia. Es una víb o ra m uy venenosa que vive
en E sp añ a y N . de Á frica. Sin e m bargo, A. S. F. G ow - A. F. S. S c h o lf ie l d (N ica n d e r. T h e p o e m s an d p o e tic a l fra g m e n ts , C am brid ge, 1953),
en su com entario a los versos de N ic an d r o (T h e r. 282-319) que son la
fuente de Eliano, vacilan en la identificación, en virtu d de los d esa­
cu erdo s de especialistas, com o James G ray, que cree que puede ser
232
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
14
Los indios llevan a su rey tigres
,
,
am aestrados p o r ellos, panteras amanAnimales ofrecidos
,
,
al rey de
sadas, antilopes tetra ceros y dos tipos
la india
de bueyes, unos co rred o res y otros ex­
trem adam en te salvajes. De estos bue­
yes fabrican escobillas para esp an tar las moscas, y, así
com o estos bueyes tienen el resto del cu erpo com p leta ­
m ente negro, sus rabos son intensam ente blancos. L le ­
van tam bién al rey palom as am arillas, las cuales, según
dicen, nunca han sido dom esticadas ni amansadas, y aves
que suelen lla m a r k e r k o r o n o i20, y p erros de buena ra­
za, de los que he hablado ya 2I, y m onos, blancos unos
y n egrísim os otros; los m onos ro jizo s 22 que se pirra n
p o r las m u jeres no los m eten en las ciudades, pero, si
de un m odo u o tro consiguen saltar sobre ellas, los ma­
tan porqu e los detestan p o r adú lteros.
15
En la India, e l G ran Rey, un d ía al
año, organ iza com peticion es no sólo en-
Competiciones '
,
entre animales tre los distintos anim ales qu e d ije en
o tro lu g a r 23, sino tam bién en tre ani­
m ales obtusos o en tre aqu ellos a q u ie­
nes la N a tu ra leza d io cuernos, qu e se topan en tre sí y
luchan hasta que uno consigu e la v ic to ria con un adm i­
rable in stinto natural, com o los atletas que se esfuerzan
Aspis cerastes (antes Cerastes cornutus, Echis carinata y Pseudocerastes
fieldi, algun os de cuyos caracteres coinciden con los de Ia Vipera
Latastei).
20 Q uizás kerkórónos sea h ap lología de kerkokérônos, «w h ic h
w o u ld suggest one o f the handsom e long-tailed ja y s » (T h o m p s o n , Gk.
Birds, s.v.). U n p á ja ro com o el a rre n d a jo (¡ay), capaz de a p re n d e r a
h a b la r y de im itar el canto de otros p ájaros, se rviría p ara a le g ra r los
ocios del rey.
21
Cf. IV
22
El oran gután , según H. G ossen , «D ie Tiern am en in A e lia n 's 17
19 y V III 1.
Perl zöön», Quellen u. Studien zu Gesch. d. Naturwissenschaf­
ten u. d. Medizin 4 (1935), § 241.
B ü ch ern
23
Cap, 24.
233
LIB R O X V
p o r con segu ir los m ayores p rem ios o para alcan zar ilus­
tre renom bre y fam a. Estos co m p etid ores irracion ales
son toros salvajes, carn eros amansados, los llam ados
m é s o i24, asnos m on ó ceros y hyenai. D icen que este ani­
m al es más pequ eñ o que una gacela, p ero m ucho más
fo g o so que el ciervo, y que desahoga su fu ro r con los
cuernos. A l fin a l de todo, com p a recen en la lucha e le­
fantes; avanzan y se hieren los unos a los otros con los
colm illo s hasta
p rod u cirse la m uerte; con frecu en cia
ven ce uno y m ata al adversario; y, con frecu en cia tam ­
bién, m u eren am bos.
,
L a v íb o r a y
sus c ria s
T eo fra s to 25 dice que no es verdad
qu e los vib orezn os devoren el vien tre
,
.
.
r
su m adre, com o si estuvieran forzan ­
d o una pu erta y — por d e c irlo a mane:
ra de b rom a — fo rza n d o una salida
que ha sido obturada; sino que, com o la hem bra está
som etid a a p resión y el vien tre (según d ijo H o m ero 2é)
se «e s tre c h a », es incapaz de re sistir y estalla. Y me co n ­
vencen sus afirm acion es, porqu e ya d ije antes 27 que a
las agujas de m ar que no tienen m a triz y son lisas les
pasa lo m ism o p o r culpa de sus hijos. N o creo que H e­
ró d o to se en fade co n m igo si c a lific o de fábu las todo lo
que dice 28 sobre el p a rto de las víboras.
24
M é s o i y h y e n a i no están identificados.
25
N o consta tal aserción en ninguna o b r a conservada.
26
II. X I V 34.
27
C f. IX 60.
28
III 109. En este pasaje dice que la h em bra d evo ra al m acho en
el m om ento de la cópula, y ios viboreznos se a bren paso al nacer d evo­
ran d o el vientre de la m adre.
234
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
H a y en tre el león y el d elfín , según
parece, una com u n idad y a fin id a d misC o m p a ra c ió n
e n tre e l le ó n
^
n
,
ten osa Y natural. Porqu e no es solo que
y e l d e lfín
uno rein a sobre todos los anim ales te­
rrestres y el o tro sobre los m arinos,
sino que, cuando ya decaen sus fu erzas y avanzan hacia
la vejez, el león busca su rem ed io en un m ono terrestre
y el d elfín busca su equ ivalen te en el m ar; ya d ije 29
que tam bién en el m ar hay una clase de m onos. Y éste
es un buen rem ed io para el d elfín y aquél p ara el león.
E l «s e p e d ó n »
E n tre los in nu m erables anim ales
que yo no he d es crito está el sepedón,
que es un re p til m aligno. N ic a n d ro
d ice 30 que tiene el m ism o c o lo r que el
h a e m órrh o u s y se p arece a él en la fi­
gura. Y dice tam bién que p arece m ás veloz, p ero nos
lo im aginam os más pequeño, pues cam ina haciendo cu r­
vas y eses, y p o r esto p rin cip alm en te los que lo con tem ­
plan se engañan en lo con cern ien te a su tam año. Es te­
rrib le su herida. Ésta se extiende, se encona y m an ifiesta
que al susodicho rep til le cuadra el n om bre que lleva.
En cu a lq u ier caso, la ponzoña se difu n d e p o r el cu erpo
con veló cid a d irre s is tib le y, adem ás, el pelo se pudre
y perece; las cejas y las pestañas se caen; las tinieblas
se ciernen sobre los ojos, que se cubren de blancos lu­
nares.
29
Cf. X II 27. F r a y L u is
de
G r a n a d a , en E l s ím b o lo de la fe (1.a
parte, cap. 15, Introducción), tuvo en cuenta este cap ítu lo al e x p resar­
se así: « E l león p o r sus gran d es fuerzas y el delfín de la m ar p o r su
gran ligereza se llam an Reyes, aquél de los anim ales de la tie rra y
éste de los peces del m ar. Y a m bos orden ó la divina providen cia que
tuviesen la m ism a m edicina p a r a curarse. P o rq u e el león cuan d o a d o ­
lesce, se c u ra com iendo la carne del xim io de la tierra, y el delfín
con otro linaje de xim io que hay en ei m a r.»
30
T h e r. 320-33. N o identificado.
235
LIB R O X V
■
L a s to rtu g a s de
tie rra , m a c h o s
La tortu ga de tierra es un anim al
m uy lu ju rioso, al m enos el macho. La
,
-,
-
i
r
.
h em bra se em pareja a la fuerza. Y dice
y h e m b ra s
Dem óstrato, hom bre (hay que añadir es­
to) perten ecien te al senado rom ano (y
no es que su con d ición de tal ga ran tice su cred ib ilid a d ,
sino que m e p arece que lle g ó a la más alta cu m bre del
arte p iscato ria y sabía exp on er con mucha gra cia sus
conocim ientos; no m e a d m ira ría yo, ciertam ente, de que
haya hecho estudios más serios qu e éste y se haya ocu ­
pado tam bién de la cien cia d el alma), dice, repito, que
no sabe b ien si hay alguna o tra razón p o r la que la h em ­
bra rehúsa copular, pero él a firm a que puede testifica r
lo siguiente.
La h em bra no se em pareja con el m acho com o no
sea que esté de cara a él. Y cuando éste ha satisfech o
su deseo y se aleja, aqu élla es incapaz de volverse a cau­
sa del peso de su caparazón y de que queda aplastada
contra el suelo. A sí que su con sorte la abandona para
que se co n vierta en banquete dispuesto para los o tros
anim ales y, esp ecialm en te, para las águilas. E sto es lo
que las hem bras tem en — según dice D em óstrato— y,
com o ellas son m o deradam en te concupiscentes y ante­
ponen la vid a a la satisfacción de un placer, los machos
no pueden persu adirlas a rea liza r el acto sexual. Y ellos,
en virtu d de un m isterio so in stinto natural, les brindan
un hechizo am oroso que les hace o lvid a r su temor. Y 31,
según parece, los hechizos de una tortuga en trance am o­
roso, no son, precisam ente, canciones co m o las fru sle­
rías que T e ó c rito , el co m p o sito r de los d ivertid o s p o e ­
mas bu cólicos, com puso, sino una h ierb a m isteriosa,
cu yo n om bre tanto él com o cu a lq u ier o tro con fiesa que
ignoran. A l parecer, se adornan los m achos con la h ie r­
ba y algunos m isteriosos * * * . Pues, si sostienen en la
31
H o m ero ,
Od. IV 221.
236
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
boca esta hierba, sucede todo lo c o n tra rio de lo ya d i­
cho, ya que el m acho da m uestras de tim idez, m ientras
que la hem bra, que hasta entonces huía, c o rre trás él,
ahora in flam ada de a rd o r y fren ética m en te deseosa, de
copular. D esaparece el m ied o en las hem bras y no se
cuidan de su p rop ia salvación.
H a y una re g ió n cerca de T esaló n ica
en M aced on ia que se llam a N ibas, Los
gallos de a llí carecen de su capacidad
natural de cacarear y son com pletam en­
te mudos. Y co rre un refrán que se a p li­
ca a las cosas im p osib les y que reza: «te n d rá s esto y
lo de más allá cuando N ib as ca ca re e».
de N ib a s
L a s e rp ie n te
m o n s tru o s a
Cuando A leja n d ro revolu cio n ó algu­
nos te rrito rio s de la In d ia y conqu istó
,
-,
otros, encontro, entre otros muchos amd e la In d ia
males, una serpiente a la que los indios,
en su creen cia de que era sagrada, v e ­
neraban en una caverna con mucha reverencia. Así pues,
los diversos pu eblos indios acu dieron a A leja n d ro para
p ed irle que nadie atacase al reptil. E l rey asintió. A h ora
bien, cuando el ejé rc ito pasó cerca de la cueva h aciendo
ruido, la serpien te lo a d virtió, pues es el anim al de oíd o
más fin o y de vista más penetrante, y lanzó un silb id o
m uy agudo y un b u fid o que a terraron y tu rbaron a to­
dos. Se decía que tenía setenta codos de larga, y eso
que no a p a recía en toda su extensión, ya que solam en te
sacaba la cabeza. Y se dice que sus ojos tenían el tam a­
ño de un gran escudo m acedón ico redondo.
237
L IB R O X V
Las corn ejas se ocupan en m o lesta r 22
a las águilas, p ero éstas desprecian a
L a c o r n e ja y
e l á g u ila
,
.
1
1
·
1
1
p rim eras y íes dejan v o la r por bajo,
m ien tra s ellas surcan el aire su p erior
con alas ligerísim as, no en m odo alguno
p orq u e tengan m ied o (porque, ¿cóm o p o d ría d ec ir esto
quien conozca bien la valen tía de las águilas?), sino que
consienten que las corn ejas vu elen ba jo por un cie rto
esp íritu m agnánim o de las águilas.
D icen que el pez p ilo to no sólo está 23
.con sagrado a Poseidón, sino que adeE l p e z p ilo to . S u
,
, . ^
, ,
,
,
.
m as es o b ieto
del a m o r de los dioses
origen m ítico
J
d e S a m o tr a c ia n . D icen adem ás que,
hace m ucho tiem po, este pez castigó a
c ierto pescador. Es fam a que el nom bre de éste era Epopeo. H abía llegad o de la isla de íc a ro 33 y tenía un h i­
jo. En cierta ocasión en que no habían pescado nada,
levan tó la red y sólo a p a recieron captu rados peces p ilo ­
to, que al padre y al h ijo sirviero n de com ida. P ero poco
después la ju sticia ven gadora ca yó sobre el padre, pues
en presen cia del hijo, un m onstru o m arin o atacó al b a r­
co y se lo tra gó a él.
D icen que los delfin es son en em igos de los peces p i­
loto, pero no escapan inmunes cuando se com en algu ­
no, porqu e in m ediatam en te com ienzan a retorcerse y a
en loqu ecer, e, incapaces de estarse quietos, son lle v a ­
dos hacia las playas y, una ve z que son arrastrados p o r
las olas, son presa de las corn ejas m arinas 34 y de las
gaviotas.
32
T rá ta se
de
los
C a b iro s ,
c o n fu n d id o s
m ás
ta rd e
con
los
D ioscuros.
33
Ic a ria es una isla de las E sp órad as.
34
H o m e r o , Od. V 66. Cf. M . W e l m a n n , «A le x a n d e r von M in d o s»,
H e r m e í 26 (1891), 523. Esta historia la cuenta tam bién Ateneo (V II 283),
que la tom a del poeta épico del s. n d. C., Pácrates. De m od o que éste
es la fuente com ún de am bos escritores: E lian o y Ateneo.
238
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
A p o lo n io de R odas o de N á u cratis dice que el pez
p ilo to fue antaño un hom bre de profesión barquero. A p o ­
lo se en am oró de una m uchacha e in ten tó co p u la r con
ella. La m uchacha em p ren d ió la huida a M ile to y su pli­
có a un Póm p ilo, que era m arin ero, que le cruzase el
estrecho. É l se avino a ello. P ero a p a reció A polo, se apo­
deró de la muchacha, co n virtió en pied ra la nave y trans­
fo rm ó a P ó m p ilo en este pez.
24
Los indios se cuidan m ucho de ios
bueyes aptos para correr. E l m ism o rey
C a rre ra de
bueyes en
,
, ,
,
,
^ muchos nobles discuten sobre la ve­
la In d ia
locid a d de aqu éllos y hacen apuestas,
en las que se cruzan grandes sumas de
o ro y de plata, y no consideran vergo n zo so en zarzarse
en disputas a causa de estos animales; los uncen y apues­
tan p o r la victo ria . Los caballos corren em parejados con
el yugo, m ientras que los bueyes están enganchados p o r
los costados y uno de ellos roza, al pasar, la meta; y
tienen que c o rr e r trein ta estadios. Los bueyes son tan
rápid os com o los caballos y es im p osib le d e c ir cual dé
los dos c o rre más: el buey o el caballo. Si alguna vez
el rey apuesta con algu no sobre sus bueyes, su em ula­
ción llega al ex trem o de que él m ism o sigue en un ca rro
y anim a al coch ero. É ste hace san grar a los caballos
con la aguijada, en cam b io se abstien e de tocar a los
bueyes, porqu e ellos co rren sin n ecesidad de agu ijarlos.
Y tal es la em ulación en estas ca rrera s de bueyes, que
no sólo los ricos y los propietarios/ sino tam bién los
esp ectadores contienden con im p ortan tes apuestas; co­
m o en H om ero 3S el cretense Id om eneo y el lo c rio Áyax,
que son presen tados con ten dien do en tre sí.
H a y tam bién en la In d ia o tros bu eyes que tienen un
tam año s im ila r al de los m achos cabríos m ás grandes.
35
II.
XXIII 473-93.
239
L IB R O X V
Éstos tam bién se uncen, corren velo císim os y no son
m enos b riosos que los caballos de los getas.
E fe c to s de cie rta s
aguas en lo s
ca b a llos. C a b a llo s
qu e c o m e n peces.
L a m ú s ic a y la
fe r tilid a d de las
yeguas. E d a d de
los c a b a llo s
Se dice que los caballos que beben
en ej
ç 0sinites 36 (éste es un río de
'
T ra c ia ) se vu elven terrib lem en te salvaj es> D esem boca este río en el país de
. ,
,
,
1
1
,
A b d era y m ezcla sus aguas con las del
la go de los Bistones. A llí, según se dic e ^ estu vo en tiem pos el p a la cio de D io ­
m edes, el tracio, que fue dueño de los célebres caballos
salvajes, uno de los T rab ajo s de H eracles 37. Y se dice
que la m ism a suerte corren los caballos que beben en
la fu ente Potnia. E l lu gar llam ado Potn ia 38, en donde
se encuentra la fuente, no está lejos de Tebas. Y dicen
que los naturales de Orea 39 y G edrosia echan com o
pasto a los caballos, peces. M e he enterado, además, de
qu e los celtas dan de co m er a sus bueyes y a sus caba­
llos lo m ism o. Aquí, según dicen, los caballos huyen del
o lo r que despide la gente y se m archan a los lugares
más m e rid io n a les de Europa, sobre tod o cuando sopla
el vien to sur, y algunos están acordes en d ec ir que los
m acedon ios y los lid ios alim entan tam bién a sus caba­
llos con peces, y añaden que las ovejas de L id ia y de
M aced on ia se en gordan con el m ism o alim ento.
En M esia, en el m om en to de ser cu biertas las y e­
guas, se toca la fla u ta acom pañando la boda de los ca­
b a llos con esta esp ecie de m úsica epitalám ica, y las y e ­
guas, hechizadas p o r la m elodía, quedan preñadas en
36
Q u e en H e ró d o to es C óm psato. (Cf, V I I 109.)
37
Fue el octavo tra b a jo que le im puso Euristeo.
38
No
lejos de T e bas. P a tria de G lauco, desp ed azad o p o r sus
caballos.
39
C iu d a d en la fro n te ra oriental de G ed ro sia, región que se ex­
tiende desde el g o lfo de O m án al río In d o y se c orresp o n d e con la
m od ern a M ak rán .
240
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
seguida y, luego, paren h erm osos p o trillo s. T a m b ién he
o íd o con ta r esto de los caballos. Dicen que, cuando los
caballos son mas viejos y de avanzada edad, los hijos
que tienen son débiles y tienen, en tre otras cosas, las
patas ruines. Se com puta la edad y la vid a de los caba­
llos en estos años: la de los machos en treinta y cinco * * *
P ero A ristó teles 40, h ijo de N icóm a co, dice que un ca­
b a llo llega a v iv ir setenta y cin co años.
,
,
Se dice que, si se va desde la Susa
persa a M edia, se en cu en tra uno, en la
E l «a k ó m y s » y
e l je r b o
,
.
r.
.
· · „· · ·
.
segunda etapa, in fin ito num ero de es­
corpion es; de m odo que el rey de los
persas, cuando se dispone a a tra vesa r
p o r allí, tres días antes orden a a todos qü e los cacen
y hace regalos al que caza m a y o r núm ero. P o rq u e si rió­
se h iciera esto, el lu ga r sería in transitable. En efecto,
d eb ajo de cu a lq u ier p ied ra o terrón haÿ un escorpión .
Se dice que los naturales de R ite o 41 fu eron expu l­
sados p o r las escolopendras. ¡Tan gran de fu e la m u lti­
tud de éstas que in va d ió a la regió n ! D icen tam bién qué
en Cirene hay diversas clases de ratones, que sé distin ­
guen no sólo p o r el color, sino tam bién p o r la form a;
algunos, p o r ejem plo, son de cara a ch a ta d a 41 com o Co­
m adrejas, otros se parecen a los erizo s y los in dígen as
los llam an «ra to n es con púas». Y ten go en ten d ido que
en E g ip to hay ratones con sólo dos patas; otros, que
alcanzan en orm e tamaño, p ero u tiliza n las delan teras
com o manos 4\ porqu e Son más cortas que las traseras.
40
H ist. A n im a l. 545b20.
41
C iu d ad de la T ró a d e en el H elesponto.
42
Es el M u s c a h trin u s .
43
Se refiere al g erbo o jerbo , que es un d ip ód id o ro e d o r y g re g a ­
rio con las patas p osteriores hasta seis veces m ás larga s que las ante­
riores, lo cual le perm ite cam in ar a gran d es saltos. E l g e rb o o je r b o
es el D ip u s aegypticu s.
L IB R O X V
241
Cam inan erectos sobre sus dos patas; pero, cuando son
perseguidos, saltan. E sto es lo que a firm a T eo frasto .
Es fam a qu e lo s''fra n colin es trasla- 27
dados de L id ia a E g ip to y soltados en
E l f r a n c o lín
la selva, al p rin cip io cantaban com o las
codorn ices. M as tarde, cuando, a causa
de que el río discu rre en un lech o p ro ­
fundo, sobrevino el ham bre y muchos habitantes del país
perecían, no p o r e llo estas aves dejaron de can tar y d e­
cir, con mucha más cla rid ad y más articu ladam en te que
los niños, la cantinela siguiente: «tr e s desdichas para
los d esdich ad os». Y la m ism a conseja cuenta que, si se
los captu ra y coge con tram pas, no sólo no se dejan do­
m esticar, sino que ya no em iten el canto que antes em i­
tían, pues su esclavitu d y cau tividad los reduce al silen ­
cio com o p o r decreto. Mas si se les suelta y despliegan
sus alas hacia la lib erta d y regresan a sus m oradas ha­
bituales, se tornan canoros y recuperan, a ía vez, su voz
y la lib erta d de expresión.
Dicen que la gen te tam bién captu ra 28
a la lechuza pequeña o au tillo (que menciona H o m ero en la Odisea 44 cuando
dice que muchas anidaban a lred ed or de
la cueva de C alipso) m ediante la danza.
Los danzantes a firm a n que un c ierto tip o de danza re c i­
be el n om bre dé estas aves y, si hay que creerles, esta
danza sé llam a « la danza de la pequeña lechuza o au ti­
llo ». Y p a rece que el im ita r uno a estas aves, de m anera
que p rovoq u e risa y gañas de ju gar, p rod u ce en ellas
E l a u t illo
vivísim o contento. De aquí viene la palabra sk op iein que
nosotros em pleam os en el sentido de «m o fa rs e ».
Se dice que este skóps es más pequ eño que la lechu­
za y que su c o lo r se p arece al plom o, p e ro al de aspecto
44
od.
V 66.
242
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
m ás oscuro. D ícese, además, que sus alas tienen m an­
chas blanquecinas. Ostenta dos plum as situadas en ca­
da sien, que nacen de las cejas.
C alim aco 45 a firm a que hay dos clases de pequeñas
lechuzas o autillos: unas dotadas de voz y otras red u ci­
das al silencio. Las ú ltim as se llam an skops, las p rim e­
ras aeiskóps. P e ro A ristó teles dice que en H o m ero la pa­
labra no em pieza p o r sigm a, sino que estas aves se lla ­
m an kópes sin más. Así que los que ponen delan te la
sigm á equ ivocan la verd a d era pron u nciación d el n om ­
bre y yerran en cuanto al ju ic io de H o m ero y al co n o ci­
m iento del ave. S ólo son com estib les las aves cazadas
en uno o dos días del fin a l del otoño, p ero no las caza­
das en las dem ás estaciones. Estos skópes se distin gu en
de los aeiskópes en la co rp u len cia y tienen cie rta sem e­
jan za con la tórtola o la palom a t o r c a z 46.
T ocan te a la raza de los; pigm eos he
o íd o d ec ir que se gobiern an de úna maríera pecu lia r a ello s y que, p o r fa lta r
;
L o s p ig m e o s y
su rein a
-
·
^
11
✓
sucesión m asculina, cierta m u jer lleg ó
a ser reina y rein ó sobre los pigm eos.
E sa m u jer se llam aba Gérana, y los pigm eos la a dora­
ban com o a diosa y le tribu taban honores excesivam en ­
te reveren tes para un m ortal. R esu ltó de esto — según
d icen — que se v o lv ió tan en greída, que con sideraba a
las diosas una nonada. D ecía que esp ecialm en te Hera>
Atena, Á rtem is y A fro d ita no podían com pararse con ella
en belleza. P e ro ella no había de escap ar a la desgracia,
que era consecuencia de su alm a en ferm iza, porque, p o r
e fe c to de la có lera de H era, su fo rm a e x te rio r se tro có
en la de un ave feísim a, la gru lla actual, que entabla
gu erra contra los pigm eos, porqu e con sus excesivos honores la sacaron de sus casillas y causaron su perdición .
45
Fr. 4 1 8 P e a r s o n .
46
S o b re todo este pasaje, cf. M . W
51 (1 9 1 6 ), 2.
ellm ann,
«P a m p h ilo s », H e rm e s
L I B R O XVI
S IN O P S IS
1.
L a p ú rp u ra.
2.
L oro s, pavos, palom as, galios.
3.
E l cérción.
4.
E l m arabú .
5.
L a abubilta india.
6.
E l pangolin.
7.
L a perdiz de arena.
8.
D iversas serpientes.
9.
C ab a llo s y asnos salvajes de la India.
10.
M on os inteligentes de la India.
11.
A n im a l h erb ív o ro de la India.
12.
M o n stru os m arinos, caracoles y p ú rp u ra s del O céano Indico. E r i­
13.
R ay a y gam bas de la
14.
L a tortuga flu vial de la India.
15.
L as h orm igas blan cas de la India.
16.
L a sim a de Plutón en la In dia y los anim ales en ella sacrificados.
17.
T ra p o b a n a y sus viviendas.
18.
Palm eras, elefantes, m on struos m arin os y delfines.
19.
L a liebre m arina.
20.
A n im ales salvajes de la India. E l «c a rta zo n o ».
21.
Anim ales de la In dia parecidos
22.
L os esciratas indios y las serpientes de su país.
23.
Los sibaritas y los crotoniatas en lucha.
24.
L os c aballo s llam ad os lycóspad es y su gusto p o r los perfum es.
25.
Los persas a co stu m bran a los c ab a llo s al estrépito del
26.
L as ovejas de Escitia.
zos de m ar. Peces grandes.
27.
India.
a los
sátiros.
com bate.
Los psilos de L ib ia , inm unes al veneno,
28.
Los psilos libios inmunizados contra el veneno de la víbora cornuda.
29.
A n im ales de natu raleza mixta.
30.
L a lana fina y tupida de las c a b ra s de Licia.
246
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
31.
Los perros de los cinam olgos.
32.
O vejas y co rd e ro s de la estéril Ceos.
33.
V a c a s de Fenicia, de L ibia. V acas del país de los neuros. L a s ca­
34.
L as c abra s de C erdeña.
35.
C a b ra s de la In dia que comen pescado.
36.
Las cerdas de M ég a ra ponen en fu ga a los sitiadores m acedónicos.
b ra s de los libios y las ovejas de los budineos.
37.
D iversos anim ales dom ésticos en el país de los psiios.
38.
Las serpientes venenosas del lago de M etróp olis rep elidas p o r can­
39.
Serpientes descom unales de diversos lugares.
grejos gigantes.
40.
L a serpiente venenosa sëps,
41.
Esco rp ion es y serpientes alad os de la India. L a g a rto s de ésta y
42.
E sco rp ion es alad os de Egipto. Serp ientes bicéfalas. E x trañ a s se r­
de A rabia .
pientes del río Sítace.
l
,
a p u r p u ra
Cuando el h om b re que se ocupa en
la pesca de la púrpura 1 pesca una, no
alim en to del h om bre sino para te­
para
ñ ir la lana, si q u iere que el c o lo r del
m olu sco se fije y quede in deleble y C a ­
paz de p ro d u cir el tinte genuino e inm utable, m achaca­
rá a golpes de p ied ra la pú rpura con su caparazón. P ero
si el golpe es dem asiado flo jo y el m olu sco queda con
vida, un segundo golpe con la pied ra hace que la pú rpu ­
ra no sirva para el tinte; pues, a causa del dolor, el m o­
lusco consum e la tintura, qu e es absorbid a en la masa
de la carne o derram ada de cu a lq u ier o tra manera. D i­
cen que H o m ero tam bién sabía esto, ya que, según él,
los que m ueren juntos son víctim as de la m u erte de la
púrpura, y en su poem a canta aquel fam oso verso que
reza: ■
p u rp ú re a m u erte y hado c ru e l se abatieron sobre é l 2.
1
Es el M u r e x tru n cu lu s , m olusco perteneciente a la fam ilia de los
m uricidos. Tiene una concha provista de gruesas espinas. T a la d ra n las
conchas de bivalvos, que constituyen su ord in a rio yantar. L a secreción
blanquecina de este m olusco, que en español se llam a «b u s a n o » o «c o r ­
n eta», se vuelve ro jo -p ú rp u ra en contacto con el aire. Es la p ú rp u ra
em plead a en la An tigüed ad p ara teñir las telas.
2
11. V 83.
248
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
L oro s , pavos
p a lo m a s , s a lio s
M e he en terado de que en la In ­
d ia hay loros, y ya los he m encion ado
,
an te s
,
· P ero
lo
...
<lu e
n0
d l Je · m e
P a re-
ce que será m uy conveniente que lo d i­
ga ahora. T en go en tendido que hay tres
géneros. Todos ellos aprenden com o los niños y, así, tam ­
bién los lo ro s se hacen p a rleros y rem edan el len gu aje
humano. En la selva em iten el sonido de las aves, soni­
do que resulta in in telig ib le e in distinto; pues no están
enseñados y no pu eden h ablar todavía.
H a y tam bién pavos en la India, más grandes que en
ninguna otra parte, y palom as con plum as verdes \
C u alqu iera que viese estas palom as p o r vez p rim e ra y
ca re ciere de co n o cim ien to de las aves, d iría qu e son lo ­
ros y no palom as. Poseen labios y sus patas tienen el
c o lo r p a recid o al de las p erd ices de G recia.
H a y tam bién gallos de en orm e tam año y sus crestas
no son rojas com o las de los gallos de nuestro país, sino
de aspecto p o líc ro m o com o las gu irnaldas de flores. N o
tienen las plum as caudales cu rvadas o arqueadas, sino
planas, y las arrastran com o hacen los pavos cuando
no las sostienen en alto. Las alas de estos gallos indios
son doradas y tienen destellos de un azul oscu ro com o
la esm eralda.
H ay tam bién en la In d ia un pá ja ro
que tiene el tam año del estornino, es de
E l c e rc tó n
.
. .
,
.
co lores abigarrados y, si se le ensena
a hablar, es mas locu az y m ás in te li­
gente que los loros. N o gusta de ser d o ­
m esticado p o r el hom bre, sino que, ansioso de lib erta d
y deseoso de v iv ir a sus anchas, p re fie re el ham bre a
;
3 cf. x i » 18.
4
según
'
Puede tratarse deí C ro c o p u s c h lo r o g a s te r o palo m a de la India,
D ’A r c y T h o m p s o n ,
A G lossary o f G reek B ird s, Londres, 1 9 3 6 2, s.v.
p éleias. La den om inación científica alude al p redo m in io del c o lo r am a­
rillo de sus p lu m as y patas.
LIB R O X V I
249
la esclavitu d acom pañada de m o licie. Y los m acedonios
asentados en la India, en la ciu dad de B u céfa la 5 y en
sus in m ediacion es, en C iró p o lis 6 y en las dem ás que
fu n dó A lejan d ro, h ijo de F ilip o, lo llam an kerkíon, y re­
cib e este n om b re porqu e m enea el tra sero (kérkos) co­
m o las la v a n d e ra s 7.'
.
T en go o íd o tam bién que en la In d ia 4
existe un ave llam ada «m arabú ». Es tres
E l m a ra b ú
,
,
,
,
—
veces mas gran de que la avutarda. l l e ­
ne una boca de tam año im presion an te
u ; y las patas largas. T ien e tam bién un
buche que se asem eja a una escarcela y un g rito sum a­
m ente penetrante. Las puntas de las alas son p á lid a s
y el resto de su plu m aje es cen icien to.
,
:í
He oíd o d ec ir tam bién que la abubi-
, , „
La abubilla
lia india es de d o b le tam año que la
,
,
in d ia
nuestra y de aspecto mas herm oso.
H o m ero 8 dice que el bocado y arreos
del caballo constituyen el o rgu llo de un
rey de G recia; así tam bién la a b u b illa es una jo y a para
el rey de los indios, y la lleva en su mano, se com place
en ella y con tem pla contin u am en te su esp len d or lleno
de estu por ante la b elleza natural del ave.
Pues bien, los brahm anes refieren tam bién la siguien­
te leyenda re ferid a a esta ave. E l rey de los indios tuvo
5
L a fundó A lejan d ro, en el año 326 a. C „ a orilla s del H idaspes,
después de su victoria sobre Poro. Le puso el n om bre de su caballo.
6
C iró p o lis ( — K iré s k a ta — K y ré s ch a ta ) estaba en S jg d ia n a . A le­
jan d ro, en 329 a. C. la tom ó y la destruyó.
7
L a s lavan deras (blanca, boy era y cascad ella) son p ájaros mota-
cílidos (M o te c ilt a alba, M o ta c illa fla v a y M o t a c illa c in ere a ), que tienen
en com ún el vivir cerca de corrientes de agua y m over graciosam ente
la cola al andar. Th om pson cree que el k e r k ío n puede ser algun a ciase
de m y n a h indio (A c rid o th e re s tris tis o G ra cu la re ligio sa ).
8
Ii
IV
144.
5
250
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
un hijo, y éste tenía herm anos que, cuando se h iciero n
hombres, fueron injustos en grado sumo y violentos. Des­
preciaban a su herm ano porque era el más joven, se bur­
laban del padre y de la m adre y no respetaban su avan­
zada edad. Así que el h ijo pequ eñ o y los padres rehusa­
ron v iv ir con ellos y em p ren d ieron el cam in o del destie­
rro. Fue una penosa travesía p ara ellos. Los padres no
pu dieron so p o rta rlo y m u rieron. E l h ijo no se d esp reo ­
cu pó de ellos, sino que, después de co rta rles la cabeza
con una espada, los en terró den tro de sí m ism o. Los
brahm anes a firm a n que el sol que lo ve todo se llen ó
de tal a dm iración ante la extrem a pied ad del hijo, que
lo tra n sfo rm ó en un p á ja ro de a specto b e llís im o y dé
vida larga y le puso encim a de la cabeza un penacho
que record a se las vicisitu des de su d estierro.
Tam b ién los atenienses cuentan, en una fábu la re fe ­
rid a a la alondra, una m a ra villosa h istoria que m e pa re­
ce a m í ha segu ido A ristófanes, el a u tor de com edias,
en sus Aves cuando d i c e 9:
N o, p o rq u e tú eres indocta, nada curiosa y no
has con su lta d o a Esopo, el cu a l dice que la a lo n ­
dra fue la p rim e ra ave que existió, nacida antes
que la tierra y que luego su padre m u r ió de en fer­
medad. N o había tierra donde en te rra rlo y su cu er­
p o p e rm a n e c ió in sep u lto durante siete días. A p u ra ­
da p o r la im p o s ib ilid a d dé en terra rlo, sep ultó a su
padre en la cabeza.
P a rece que los in dios re fiere n la fábu la a o tra ave
y que de ellos pasó a los griegos. P o rq u e dicen los brah ­
manes que hace ya mucho tiem po la abubilla india, cuan­
do tod avía era un ser hum ano y niño de corta edad, se
c o m p o rtó de igual m anera con sus padres.
9
Aves
471-5.
251
L IB R O X V I
,
E
p a n g o in
En la In d ia hay un anim al de aspecto sem ejante al c o c o d rilo t e r r e s t r e '°.
T íene e j tam año de un p e r rillo fa ld ero
d e M élita . Las escam as que le cubren
son tan ásperas y tan tupidas, que cuan­
d o se le d esp elleja pueden s e rv ir de escofin a. S irven pa­
ra co rta r el b ron ce y c o rro e r el h ierro. L lam an «p a n g o ­
lin » al anim al.
La p e rd iz de arena 11 se cría en las
in m ediacion es de A ntioquía, en Pisidia,
L a p e r d iz
de aren a
,
,
.
,
^
y se alim enta de piedras. Es mas p e­
queña que la p erd iz ordin aria, de ne­
gro plu m aje y de p ico rojo. N o es d o ­
m esticable com o la otra, ni dócil, sino que perm an ece
salvaje en tod o m om ento. N o es grande, es más agrad a­
b le al pala d a r que la o tra y su carn e parece a lgo más
apretada.
E l O céano In d ico cría serpientes de
m a r con cola aplanada. Tam b ién las la_
D iv e rs a s
s e rp ie n te s
γ
,
,
gunas crian grandes serpientes de agua
de tam año grandísim o. P ero parece que
estas serpientes m uerden com o una sie­
rra y con dien te venenoso.
, „
ea b a llo s
y asnos
s a lvajes de
En la In d ia hay rebaños de caballos
y asnos salvajes. Cuando los asnos m on­
.
,
t
a
y eSuas< estas se quedan en acla In d ia titu d pasiva, encuentran gusto en la có­
pula y engendran m ulos ro jizos y gra n ­
des corred ores, p ero no aguantan el yu go y, p o r lo gene­
ral, son n erviosos. Los captu ran con tram pas y dicen
10
Cf. I 58 n.
11
A m m o p e r d ix B o n h a m i.
252
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
que lu ego los llevan a la presen cia del rey de los p ra ­
sios. S i se les caza cuando tienen dos años de edad, no
rehúsan la dom a; pero si se hace esto cuando ya son
viejos, no se d iferen cia n en salvajism o de las bestias fe ­
roces y carn ívoras.
M onos
de
D icen que en tre los prasios de la In ­
dia hay un gén ero de m onos dotados
in te lig e n te s ,
la
In d ia
.
,.
,
in te lig e n c ia hum ana . T ien en a
sim ple vista el m ism o tam año que los
p erro s de H irc a n ia y p a rece que la na­
tu raleza los ha p ro vis to dé un gu edeja en la fren te. E l
que no conociese la verdad de este hecho d iría que estas
guedejas son a rtificia les. Les crece una sotabarba com o
la de los sátiros y su cola es tan la rga co m o la cola
del león. E l resto del cu erp o es blanco, m enos la cabeza
y la ex trem id a d de la cola que son rojos. Son contin en ­
tes y mansos p o r naturaleza. V iven en las selvas y sé
alim entan de fru to s agrestes. Se d irigen com pactos a
los suburbios de Látage (ésta es una ciu dad de la In dia)
y com en el a rroz h ervid o que el rey ha reservad o para
ellos; y esta com ida se p rep a ra y se les da todos los
días. Y dicen que, cu ando ellos han co m id o hasta h ar­
tarse, se retiran orden adam en te a sus selváticas m ora­
das sin dañar a nadie que se cruce en su cam ino.
12
O. K e l l e r , D ie a n tik e T ie rw e lt, 2 vols., Leipzig,
1903-13, cree
que es el S e m n o p ith e c u s e n te llu s , que es un m ono colobin o (de ra b o
largo), de piel ciara y cabeza pequeña. M id e 1,75 m., con la cola, que
tiene 0,75 m. Es el m ono sa g rad o de la India.
253
LIBR O X V I
, ,
,
A n im a l h e r b ív o r o
de la In d ia
En la In d ia hay un anim al herbivoro ° al que la n atu raleza ha dado un
,
,
. ,
tam año dos veces m a y o r que el del ca­
ballo. Tien e una cola espesísim a, de un
n egro intenso. Sus cabellos son más f i ­
nos que los del hom bre, y las m u jeres de los indios se
perecen p o r con segu irlos y, de hecho, hacen trenzas con
ello s y se adornan m uy galanam ente tren zándolos con
su p ro p io cabello. La la rgu ra de cada ca b ello es de dos
codos y salen de una sola raíz a lgo así com o trein ta a
m anera de m adeja. A h ora bien, éste es el anim al más
tím id o de todos; porqu e si algu ien lo ve y se da cuenta
de que es visto, huye a toda velocid a d y su deseo de
escap ar supera a la velo cid a d de sus patas.
Es p ersegu id o p o r caballos y p erros excelen tes en
la carrera. Pero, si sabe que va a ser capturado, oculta
su co la en alguna espesura, da m edia vuelta, y se queda
esperando a sus persegu idores, arm ándose de va lo r al
im a gin a r que> pu esto que su cola no es visib le, ya no
pa recerá o b jeto d ign o de ser persegu id o; pues sabe que
en ella reside toda su herm osura. P o r c ierto que la ilu ­
sión que se fo rja tocante a este punto es vana, porqu e
algu ien dispara su dardo envenenado y, después de m a­
tarlo, le co rta la cola, tro fe o de la cacería, y desollando
tod o el cu erpo (pues tam bién la p iel es excelen te) deja
abandonado el cadáver, ya que los indios no aprovechan
la carne del anim al.
u
Es el yak, B os p o e p h a g u s g ru n n ie n s . E s un bóvido que vive, en­
tre otras regiones, en las altiplanicies del Tibet, sop ortan do las bajas
tem peraturas que hay en altitudes de 4,000 a 6.000 m., gracias a los
largos
pelos que
subcutánea.
recu bren
su
pie! y gracias
a
la capa
de g rasa
254
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
P a rece que en el O ceano În d ico hay
,
M o n s tru o s
x
,· -m onstruos m arin os de un tam año cinc a ra c o le s
m a rtn o s ,
y p ú rp u ra s d e l
O c é a n o ín d ic o ,
E r iz o s de m a r.
P eces gra n d es
co veces m a y or que el del m ás grande
elefante. Una sola co stilla del m onstruo
m ide unos vein te codos; tiene una quij ad a de qu ince y la aleta de cada bran­
quia es de siete codos de anchura.
Las caracolas y las púrpuras del O céano ín d ic o son
lo bastante grandes para con ten er fá cilm en te doce co ti­
las; además, los caparazones de los erizo s de m ar tienen
la m ism a capacidad. En cuanto a los peces, los hay en or­
mes; esp ecialm en te lo son los lobos de mar, los bonitos
de altura y la dorada.
T en g o oíd o que, en la estación en qu e los ríos bajan
im petuosos a causa de las avenidas y se salen de m adre
anegando las tierra s de cu ltivo, tam bién los peces son
a rrastrados p o r las aguas y llevados de aquí p ara allá.
P e ro cuando rem iten las lluvias que han p rovocado exce­
siva subida del n ivel de los ríos y vu elven a su curso
natural, los peces de hasta ocho codos se quedan en los
lugares bajos, pantanosos y llanos, en donde las llam adas
barb ech eras suelen o fre c e r depresiones. Los lab ra d ores
cogen a los peces que nadan con d ificu lta d , pu esto que
no se m ueven en aguas profu n das, sino en la su perficie;
contentos de a brazar una existen cia a leja d a del agua
escasa.
R ay a y ga m ba s
de la In d ia
H e aquí las peculiaridades de los pe­
ces de la India. H a y una raya tan gran,
,
14
.
co m o un escu d o a rgo ico . Las
gam bas de la In d ia superan en tam año
a las langostas. Las que, p roceden tes
del mar, rem ontan la co rrien te del río G anges tienen
pinzas grandísim as y m olestas al tacto; p ero sé que las
14
Casi un m etro de diám etro tenía el escudo argólico.
255
L IB R O X V I
que pasan del M a r R o jo al Indo, las cuales no poseen
pinzas, tienen blandas espinas, y las antenas, con que
van arm adas, son largas y rizadas.
La tortu ga flu via l de la In d ia tiene 14
un caparazón tan ancho com o un esq u i-.
tam aß ° norm al, y en uno de ellos
caben diez m edim n os 15 de legum bres.
H a y tam bién tortu gas de tierra que tie­
nen, a veces, el tam año de los más grandes terron es que
se levantan al a ra r hondo, cuando el suelo está blando,
el arado p rofu n d iza y abre un surco sin d ific u lta d y le­
vanta las glebas. Y se dice que estas tortugas se des­
prenden de su caparazón. L os que aran, pues, y todos
los que se ocupan en las labores del cam po los separan
con sus azadones» y los extraen com o hacem os con las
orugas de las plantas que están m ordisqueadas por ellas.
Su carne es a grad ab le y grasien ta y no am arga com o
la de la tortu ga de mar.
f îu v ia ^ d e
la In d ia
En n uestra tie rra hay tam bién ani- 15
m ales inteligentes, no tantos com o en la
L a s h o rm ig a s
bla n ca s d é
_
„
i
τ
λ·
i
i
In dia, sino pocos. En la In dia lo son el
la In d ia
elefante, el loro, el m ono Diana 16 y los
llam ados sátiros n. In teligen te es tam ­
bién la h orm iga india 18.
En efecto, las h orm igas de nuestro país excavan sus
agu jeros y m adrigu eras subterráneas y construyen gu a­
ridas ocultas, p o r así decirlo, excavando en la tierra,
y se consum en, com o quien dice, en sus m isteriosas y
ocu ltas o p era cion es de excavación. P e r o las h orm igas
indias constru yen casitas acarrean do m ateriales, pero
15
E l m edim no equivale a unos 54,5 I.
16
Es el C e rc o p ith e c u s D ia na , m ono pequeño y esbelto.
17
Es un mono, quizás el H y lob a tes h u lo k o gibón.
18
Es la termita.
256
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
no en terren o b a jo y llano su sceptible de ser inundado
fácilm en te, sino en espacios que se elevan sobre el sue­
lo. En estos lugares, con m isterio sa sabiduría, p erfo ra n
pasadizos y, p o r lla m a rlos de alguna m anera, ga lería s
egip cia s o laberin tos cretenses, acotan do un esp acio pa­
ra ellos, y no los constru yen rectos y seguidos, o fá ciles
de re correr, sino cruzados p o r una red de túneles. Y
dejan en lo alto de las casitas un solo a gu jero p o r el
que entran y acarrean las sem illas que seleccionan y
acum ulan en alm acenes. C om o se ve, constru yen sus v i­
viendas en a lto para e v ita r las inundaciones y avenidas
de los ríos. Y , gracias a esta sabiduría, sucede com o
si viviera n en atalayas o islas en circu nstan cias en que
tod o el te r r ito r io que rodea sus m on tícu los es co m o una
laguna.
Pues bien, estos m ontículos, aunque hechos con sólo
tie rra apilada, en m odo alguno se desm oronan o desgas­
tan p o r e fe c to de las inundaciones; antes bien, se m an­
tienen incólum es, en p rim er lugar, p o r el ro c ío m añane­
ro, ya que se visten, p o r así decirlo, con una fin a p ero
recia capa de h ielo produ cid a p o r aquél y, en segundo
lugar, porqu e en la base los m on tícu los están ceñidos
p o r una capa costrosa de h ierbas d el lo d o d el río. H a ce
tiem p o Juba e sc rib ió sobre las h orm igas de la India; p e­
ro yo ahora no ten go nada más que d e c ir de ellas.
L a s im a de P lu t ó n
en }a in d ia y lo s
a m m a le s e n e lla
s a c rifica d o s
En el país dé los A rian os 19 de la
in d ia está la sim a de Plu tón y, en lo
pro f und0, hay unas m isteriosas gale.
ría s> cam inos ocultos, pasadizos no v is ­
tos p o r el hom bre, aunque son en v e r­
dad p rofu n d os y se extienden p o r un la rgo trecho. P ero
de qué m anera han llegad o a ser y cóm o han sido exca­
19
A rian a era un territorio que a b a rc a b a ; poco m ás o m enos, la
m ayor parte de la P ersia actual, Afgan istán e India hasta el río Indo.
257
LIB R O X V I
vados ni los indios pu eden d ec irlo ni y o me he m olesta­
do en averigu arlo. Mas los indios llevan a este lu gar más
de tres m il cabezas de ganado: ovejas, cabras, bueyes
y caballos. Y todo e l que ha sido a torm en tad o p o r algún
sueño o p resa gio divin o o humano, o ha visto un ave
en d irección d esfavorable, a rro ja a la sim a lo que puede
en la m edida de sus posib ilid a d es económ icas a m anera
de rescate de sí m ism o, sa crifica n d o la vid a de un an i­
m al p o r la suya propia.
Las reses son conducidas allí, lib res de ataduras, sin
ser em pujadas, y recorren el cam ino p o r im pulso p r o ­
p io arrastradas p o r una m isteriosa atracción o señuelo.
Y luego, cuando están en la boca de la sima, por su
p ro p io im pulso se deslizan en ella y ya no vu elven a
ser vistas p o r o jo humano, una vez que han caído en
este m isterio so y bostezante abism o de la tierra; mas
se oyen a rrib a los m u gidos de los bueyes, el b a la r de
las ovejas y cabras y el relin ch o de los caballos. Y tod o
e| que cam ina sobre la su p erficie y se acerca al lu gar
y aplica la oreja, o irá p o r un la rgo espacio de tiem p o
a los antedichos anim ales. Y no faltan nunca los con fu ­
sos sonidos, puesto que todos los días envían anim ales
para su p rop ia redención. C laro que yo no sé d ec ir si
sólo se oyen las víctim as recientes o tam bién algunas
de los anteriores, pero se las oye. E sto es lo p ecu lia r
que tenía que contar acerca de los anim ales de este país.
_
,
T ra p o b a n a y
SUS v iv ie n d a s
Cuentan que en el llam ado G ran
M a r 20 hay una dilatada isla cu yo norn-
,
,
b r e - seSu n
, ,
_
,
,,
tengo oído, es T r a p o b a n a 2'.
Sé que esta isla es m uy extensa y e le ­
vada, tiene una longitu d de siete m il es­
tadios y una anchura de cin co m il n . N o tiene ciuda20
Él O céano Indico.
21 C eilá n .
22
7.000 estadios equivalen a 1.269 km., y 5.000, a 914, cantidades
m ucho m ayores que ¡as actuales.
258
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
des, sino setecientas cincuenta aldeas. Los in dígenas se
alojan en viviendas hechas de m adera e, incluso, de ca­
ñas. En este m ar se crían tortugas grandísim as, cuyos
caparazones se tran sform an en techos; pues un capara­
zón de éstas m ide quince codos de anchura, de m odo
que puede v iv ir deb ajo de él m ucha gente, p ro teg e del
sol más ju sticiero, proporcion a una gra ta som bra y, ade­
más, es una buena defensa contra los aguaceros; es más
resistente que cu a lq u ier teja, despide la llu via to rren ­
cial y los que se guarecen deb ajo de ellos escuchan su
go lp eteo com o si la llu via cayese sobre un tejado. N o
necesitan ca m b iar la cu bierta com o sucede cuando se
rom pen las tejas, porqu e el caparazón es resisten te y
se parece a una roca que ha sido horadada o a la b ó ve­
da de una cueva form ad a p o r la N atu raleza.
Pues bien, esta isla del Gran M ar 11aP a lm era s , elefan tes,
m o n s tru o s
ma da Trapoban a 2J tiene bosqu ecillos
de palm eras adm irablem en te plantadas
a c o r ¿ e i a] igual que en los fron dosos
m a rin o s , ballen as
y d e lfin e s . . . . . . . .
,
,
ja rd in es los que se ocupan de estos m e­
nesteres plantan árboles som brosos; tiene tam bién re­
baños de num erosos y corpu len tos elefan tes. Y los e le ­
fantes de la isla son más fu ertes y más grandes que los
del contin en te y, en todos los órdenes, se les puede con ­
sid era r más inteligentes. Los isleños construyen gran­
des naves para tran sportarlos al continente fro n te ro (los
espesos bosques de la isla suministran m adera para cons­
tru irlas) y cuando los han tran sportado las venden al
rey de Calingas.
Es tan grande la isla, que los que habitan en m edio
de ella no conocen el m ar, sino que llevan una vida con­
tinental, aunque saben de oídas que el m ar abraza y
rodea a la isla; m ientras que los ribereñ os ignoran las
23
Su territorio está situado en la costa oriental de la India.
LIBR O X V I
259
artes em pleadas en la caza del elefan te y sólo las con o­
cen de oídas, y ponen tod o su em peñ o en la captura
de peces y de m onstruos m arinos.
D icen que el m ar que ciñe a la isla cría una m uche­
du m bre in con table de peces y m onstruos, y dicen, ade­
más, que éstos tienen cabezas de leones, leopardos, lobos
y cord eros y, lo que es más prod igioso, hay m onstruos
que tienen fo rm á de sátiros con cabezas de m ujeres p ro ­
vistas de espinas en ve z de cabellos. Se dice que hay
o tros que tienen extrañas form as, im p osib les de ser re ­
presentadas p o r hom bres duchos en pintura y en m ez­
cla r cuerpos distintos para la ejecu ción de a lgo p ro d i­
g ioso de ver, p o r m ucho que su destreza artística sepa
re tra ta r o representar. P o r cierto, tienen colas la rgu ísi­
mas y en espiral, m ientras que sus pies son a m anera
de garras o aletas, y m e he en terado de que son an­
fib io s 24 y de qu e de noche pastan en los cam pos p o r­
que com en hierba com o los rebaños y las grajas. Se com ­
placen en co m er el fru to m aduro de la palm era y, para
ello> sacuden los árboles con sus colas en espiral, que
son flex ib les y capaces de ab a rca rlos en rollán dose en
ellos. A sí que cuando, a causa del fu erte meneo, caen
en cascada los dátiles, se los com en. Y luego, cuando
m uere la noche y vien e el crepúsculo, desaparecen su­
m ergién dose en el m a r al ra y a r el alba.
D icen tam bién que hay muchas ballenas que no sa­
len a tierra y que perm an ecen en el m ar espiando la
llegad a de los atunes. Añaden, además, que hay dos cla ­
ses de delfines: unos salvajes, de agudos dientes, muy
despiadados e in m isericordes con los pescadores, y otros
apacibles y m ansos de natural. D esde luego, saltan y
nadan a lred ed o r y se parecen a un p e r rillo zalam ero;
si se les a ca ricia con la m an o se quedan quietos, y, si
se les o frec e com ida, la aceptan contentos.
24
P arece re fe rirse E lian o al H a iic o r e d u g o n g o vaca m arin a que
mide de 3 a 4 m. y pesa unos 340 kg.
260
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
19
¿ γ b
L a lie b r e m a r in a 25 (la d el G ran
M ar, porqu e a la del o tro m a r ya me
marina
ref e ri d o ) 26 se pa rece en todo, m e­
nos en la pelam bre, a la terrestre, pues
ésta tiene los pelos delicad os y suaves
al tacto, m ientras que la d el m ar tiene pelos en fo rm a
de púas, erectos, y si uno las toca, recib e un pinchazo.
D icen que se desliza p o r la su p erficie ondu lada del mar,
no se sum erge en lo profu n do y nada rapidísim a. N o
es fá cil co gerla viva y la razón es que nunca cae en la
red ni se acerca al sedal ni al anzuelo de la caña de
pescar. Y cuando esta liebre, p o r en ferm ed a d o incapa­
cidad de nadar, queda varada en la playa, tod o el que
la toca con la m ano m uere, si no le prestan cuidados.
Y si uno la toca con un bastón, le o cu rre lo m ism o que
cuando uno toca a un basilisco. P e ro se dice que hay
una raíz muy con ocida p o r tod o el m undo que crece en
la isla, ju n to al Gran M ar, que es un an tíd o to con tra
el desm ayo. Y , en verdad, que a plicán dola a la n ariz de
la persona desm ayada, recob ra el sentido. P e ro si se la
deja abandonada a su suerte, la en ferm ed a d desem boca
en la m uerte. É ste es el dañino p o d er que tiene esta
liebre.· :
20
En determ inadas region es de la In,
día (m e re fie ro a region es m uy del inAnimales salvajes
. . . .
,
.
.
de la india
te n o r), dicen que los m ontes son inacEl «cartazono»
cesibles, están infestados de fieras y tie­
nen muchos anim ales com o nuestra tie­
rra, sólo que son salvajes. D icen que incluso las ovejas
que hay a llí son salvajes, tam bién los p erros y las ca­
bras y los bueyes; y van de un la d o para o tro indepen­
dientes y libres y no sujetas a la a u torid ad de pastores.
25
Parece re fe rirse E lian o a un pez g lo b o (D io d o n ).
26 Cf. supra, cap. 17.
LIBR O X V I
261
L os eru d itos indios dicen que su núm ero es infinito, y
en tre estos eruditos hay que con ta r a los brahmanes,
p orqu e tam bién ellos coinciden en lo m ism o.
Se dice tam bién que en estos te rrito rio s existe un
anim al con un solo cuerno que llam an cartazono 21. T ie­
ne el tam año de un ca b a llo adulto, crines rojizas y lig e­
ros rem os. A l igu al que los elefantes, sus pies no son
articulados/ y tiene el rabo d e l cerdo. E n tre las cejas
tiene un cu erno prom inente; no es liso, sino que tiene
espirales que crecen de m anera natural, y de co lor blan­
co; se dice que es, además, dich o cu erno m uy buido.
T en go en tend ido que este anim al tiene la más disonante
y altison ante vo z de en tre todos los anim ales. N o opone
resisten cia a los otros cuando se le acercan, sino que
es b en ign o con ellos; p ero con los de su m ism a especie,
según dicen; es pendenciero.
D icen tam bién que los m achos no sólo luchan a tope­
tazos unos con otros, sino que se com portan de igual
m anera con las hem bras, y tan p rolon ga d a es su com ba­
tividad, que la lucha solam ente term ina con la m uerte
del ven cido. Su v ig o r está difu n d id o p o r tod o su cu erpo
y la fo rta leza de su cuerno es invencible. Gusta de pa­
c e r a solas y vaga de un lu ga r a o tro solitario; p ero a
la h ora d el amory cuando se em pareja con una hembra,
los dos sé hacen sociables y com parten el pasto juntos;
mas cuando ha pasado éste m om en to y la hem bra que­
27
Es el
Rhinoceros indicus
o rinoceronte de la Iridia. En la des­
cripción se introducen elem entos prop io s del unicornio con el cuerno
en espiral. Del un icorn io h abla tam bién S h a k e s pe a r e (cf.
Julius Caesar,
acto II, escena 1.a), que dice:
for he loves to hear
that unicorn may be betray'd with trees.
Aquí, Sh ak espeare confunde el un icorn io con el antílope, del que h abla
el c. I V del
Physiologusi
en el que se dice que cae en p o d e r de los
cazadores, porque se enreda su cornam enta en el ram aje de los á r b o ­
les y en los arbustos.
262
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
da preñada, renace la ferocid a d del ca rta zon o in dio y
vu elve a su soledad. Dicen que las crías, cuando aún
son m uy jóven es, son llevadas al rey de los prasios y
exhiben su b elicosid ad las unas con tra las otras en es­
pectácu los públicos. N a d ie recu erda que ningún anim al
en pleno d esa rro llo haya sido capturado.
Cuando se traspasan las m ontañas
.
que lindan con la India, en la parte más
Animales de la . J
,
India parecidos a in le ri° r se verán, según dicen, canadas
los sátiros
de densa vegetación . Los indios llam an
a esta región Colunda. En estas caña­
das, dicen, errabundean anim ales de fiso n om ía p a re ci­
da a la de los sátiros: todo su cu erpo es pelu do y tienen
cola de caballo. Y si se les deja a su aire, sin m o lesta r­
los, viven en la espesura alim en tándose de los fru tos
de los árboles. Cuando oyen el estrép ito de los cazado-,
res y los ladrid os de los perros, corren a las crestas
de las m ontañas con una rapid ez insu perable, porqu e
están acostum brados a c o rre r p o r las m ontañas, y se
defienden haciendo rodar rocas contra los atacantes, mu­
chos de los cuales p erecen al ser alcanzados p o r ellas.
P o r estas razones son d ifíc ile s de captu rar, y dicen que
sólo algunos y, además, espaciadam en te son enviados
a los prasios. Y de éstos, unos pocos son anim ales en­
ferm os o hem bras preñadas. Y acon tece que los machos
son capturados a causa de su len titu d y las hem bras
a causa de la gravidez.
Los e s c ir a ta s 28 son tam bién un
pu eb lo que v ive al o tro la d o de la In d ia
in d io s y las
y son c hatos, sea p orq u e quedan conserpientes de fo rm a d o s así al aplastarles la n ariz en
su país
r
su tiern a infancia, sea porqu e nacen
así. Se crían a llí serpien tes de en orm e tamaño. Unas
Los esciratas
28
Es una raza de pigm eos que vivía en el N . y N E . de la India;
L IB R O X V I
263
aprehenden y devoran los rebaños, otras succionan su
sangre, com o en G recia los ch otacabras 29. De éstas sé
que he hablado y a 30 en lu gar más apropiado.
f
L o s s ib a rita s y
los crotoniatas
en lucha
H e aquí una prueba de que otra cara cterística del ca b a llo es la docilidad.
'
He
,
o ld o
1 u e los sibaritas de Ita lia se
preocupan con exceso de la vida m ue­
lle y que nada saben de los dem ás tra ­
bajos y asuntos, sino que pasan la vid a en tera en trega ­
dos al o cio y al d erroch e. S ería la rgo con ta r ahora cada
uno de los sucesos de S íbaris en todos sus porm enores;
pero lo que voy a con ta r c o n firm a su in su perable de­
rroche. ...
Sus caballos fu eron adiestrad os para danzar a los
sones de la flau ta con ocasión de algún banquete. E n te­
rados de esto los croton iatas 31, que estaban en gu erra
con ellos, acallaron la trom p eta de; pen etran te son que
con voca al com bate y, reuniendo flautas y flautistas
cuando ya estaban para en fren tarse y a tiro de flecha,
ejecutaron aquéllos una m úsica bailable, a cuyo son, los
caballos de los sibaritas, com o si estu vieran en m edio
de un banquete, d errib a n d o a sus jin etes em pezaron a
h acer co rco vo s y danzar. Y ellos, adem ás de in trod u c ir
la confu sión en las filas, estu vieron bailand o la guerra.
29 Es el C a p rim u lg u s eu ro p a e u s. E s p u ra leyenda lo que aquí di­
ce Eliano.
30
CF. I I I 39, y n. 30.
31
C rotona, en 510 a. C., d e rro íó y aniquiló a Síbaris, que no pu­
do ya ser reconstruida.
264
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
Y a he h ablado más a rrib a de los ca­
lm a d o s0*b a ll os llam ados lycospádes 32 y ahora
« ly co s p á d e s » y su añadiré otras características de las que
g u s to p o r lo s
he oíd o hablar. Tien en el ro stro apretap e r fu m e s
C0rt0 y con la n ariz aplastada. D i­
cen que son am igos de los griegos, que los entienden
gracias a algún m isterioso don y que mantienen una congén ita am istad hacia ellos. Y si los grieg o s se acercan
a ellos, los tocan o les dan palm aditas con el hueco de
la mano, los caballos no se ofenden, ni pegan botes, si­
no que con viven días y días con ellos co m o si estu vie­
ran atados y, cuando se echan a dorm ir, du erm en cerca
de ellos los caballos.
Si se acerca un bárb aro, así com o las p erra s dé fin o
o lfa to recon ocen a los anim ales p o r sus huellas, así es­
tas yeguas conocen la raza del h om bre y relinch an y
em prenden la huida com o si tem ieran la llegad a de a l­
guna fiera. Se com placen con el tra to de: sus am igos que
les echan el pienso y las atienden de o rd in a rio y q u ie­
ren p a re cer herm osas esp ecialm en te a la con sideración
de sus jin etes; y prueba de ello es que, cuando van na­
dando, se m eten lo más aden tro p o sib le de la laguna,
del m ar o de la fuente, porqu e q u ieren d eja r resplan d e­
cien te el ro stro para que nada d egradan te o in deseable
del pesebre o del via je pueda d e te rio ra r su belleza.
A l ca b a llo llam ado lycospás le agradan, com o a una
novia, los ungüentos o lorosos y el o lo r de los perfu m es.
Y H o m ero tam bién testifica que todos los caballos aman,
p o r naturaleza, con pasión los ungüentos, cuando
d ice
P o rq u e ellos p e rd ie ro n un c o c h e ro tan p od eroso
y tan excelente, el cual a m en u d o suave aceite
en sus crines derram aba, después de lavarla co n
[agua clara.
derram aba a m en u d o suave aceite en sus crines.
32
R aza equin a del su r de Italia.
33
II. X X I I I 280.
LIBR O X V I
265
Y Simónides, cuando dice que las mujeres han nacido
y han sido moldeadas según el modelo de animales de
todas clases, afirm a que la afición de los caballos por
el ornato y los perfumes es también innata en algunas
mujeres. He aquí Jo que d ic e 34:
P ero una yegua de finas crin es d io a luz a otra
[m u je r
la cual rehúye los trabajos serviles y la m iseria.
Jamás tocará el m o lin o n i cogerá un cedazo
ni sacará de casa el es tiérco l ni, tem erosa de tiz[narse,
se sentará ju n to al horn o. S ó lo p o r necesidad to[ m ará
a un h o m b re p o r am ante. Cada día p o r dos veces,
[a veces
p o r tres, se lim p ia rá la suciedad y se ungirá
co n perfum es. Y siem p re lleva su bueña m ata de
[p elo
peinada y cu b ierta de flores. H erm o so espectáculo
para los demas es esta m ujer, p e ro una peste para
[sw m a rid o
a m enos que sea un tira n o o un se ñ or con ce tro
, .
.
[que d iv ie rta
su a m m o con tales cosas...
' persas
mos
acostumbran a
los caballos al
estrépito del
combate
He aquí,
a mi ver, otras caracteris­
^
ticas de los caballos. Los persas, para
que los caballos no sean asustadizos, les
acostum bran a los ruidos y al estruendo del bronce, que hacen resonar para
que, en el cómbate, no tengan miedo jam ás al estrépito
de las diversas arm aduras ni al ruido de las espadas
aí chocar contra los escudos 3\ Y les arrojan a los pies,
34
F r. V i l 57 D i e h l .
35
Segú n Jenofonte, los caballos, en la b a ta lla ele Cunaxa, se es­
pantaron al o ír ei desacostum brad o estrépito de las lanzas al chocar
266
H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
a m odo de cadáveres, m uñecos em bu tidos de paja para
que se acostum bren a p iso tea r en la gu erra a los cadá­
veres y para que el tem or, en circu nstancias pavorosas,
no los haga in eficaces en el en fren ta m ien to arm ado.
N o le pasó in a d vertid o esto a H om ero, co m o él m is­
m o revela. Pues en la niñez aprendim os en la Ilía d a 36
cóm o el tracio Reso juntam ente con sus com pañeros fu e­
ron m uertos. Ésta es la h istoria que aprendim os. E l h i­
j o de T id e o 37 m ata a los tracios; lu ego el h ijo de L a e r­
tes 38 arrastra p o r los pies a los m u ertos p o r m ied o a
que los caballos tracios, que eran recién llegados, al en­
redarse con los cadáveres, se asustaran y, p o r no estar
acostum brados a su presencia, se en ca b rita ra n com o si
cam inaran entre objetos aterradores. P ero cuando ya los
caballos han aprendido, no se olvidan jam ás de lo apren­
dido. ¡Tan listos son los caballos para asim ilar cu alquier
enseñanza provechosa! Y o he h ablado a n teriorm en te 39
de sus sentim ientos afectu osos y de la extensión que
alcanzan éstos.
26
En las region es frías, cuando la n ie­
ve cae y el fr ío arrecia, las o vejas no
Las o v eja s de
E s c itia
, . , ,
,
tienen hiel (se encuentran entonces en ­
cerra d a s en el aprisco y privadas de
hierba fresca); pero, cuando llega la p r i­
m avera y se introducen en los pastos, se llen an de hiel.
Y esto, según se dice, suele acontecer, sobre todo, a las
ovejas de E scitia.
con tra los escudos. En este cap ítu lo aparece una frase sim ilar a la
de Jenofonte, que indica que Eliano, al h a b la r del entrenam iento de
los cab a llo s persas, tuvo presente el p asaje de aquél: «(lo s entren aban )
p ara que no se asustasen del ruido hecho p o r las lanzas al ch o car con ­
tra los e sc u d os». (Cf. J; A. S c o t t , «M isc e lla n e o u s N otes from A e lia n »,
T h e Class. J o u rn . 24 [1929], 374).
36
X 486.
37
Diom edes.
38
IJ lises.
39
Cf. V I 44.
267
L IBR O X V I
,
mos
pstlos de
Dice A ga tá rcid es que hay una clase 27
especial de hom bres en L ib ia que se lla­
,
. ,
Libia, inmunes
man « P sll° s » · P o r su gen ero de vida, no
a i veneno
se d iferen cian en nada de los demás
hom bres, p ero sus cu erpos tienen una
p rop ied a d rara y extraordin aria que los distingue de los
otros pueblos: pues son los únicos a quienes los anim a­
les que m uerden o atacan, no ofenden. En efecto, no
sienten la m ord edu ra de la serpien te ni el picotazo de
la araña que produ cen la m u erte en otros ni el pinchazo
in ferid o p o r el escorpión. Cuando alguno de éstos se acer­
ca y toca el cu erpo de alguien y p ercib e su olor, sucede
com o si gu stara un ven en o que le infu nde una cierta
som nolencia seguida de insensibilidad, se debilita y en er­
va sin que el h om bre lo advierta. D ije más a rrib a 1,0 la
m anera qué tienen los psilos de saber si sus hijos son
suyos o bastardos, som etién dolos a la prueba de los rep­
tiles, com o hacen los artesanos som etien do al oro a la
prueba del fuego.
Calías, en el décim o lib ro de su obra 28
Los pstlos tibios so ^ re A ga tocles de Siracusa, dice que
inmunizados
,
, ,
, .
,,
contra el
*as m ordedu ras de las víb ora s cornuv e n e n o de la
das 41 son terrib les, pues matan a los
v íb o ra
anim ales irra cion a les y al hom bre, a
corn u d a
m enos que sea lib io de la raza de los
psilos. Pues si uno de éstos acude, porqu e ha sido lla ­
m ado o está presen te p o r casualidad, y ve que el d o lo r
de la víctim a es tod avía ligero, con sólo escu p ir en la
h erid a m itig a el su frim ien to y con ju ra e l m al con su
40
Este C alías floreció en la p rim e ra m itad del siglo in a. C. V iv ió
en la corte de Agatocles, tirano de Siracusa, cuyos hechos n arró en
veinte libros.
41
L a víb o ra c orn ud a, de la que ya h abló E lian o en I 57, es la C e­
rastes cerastes, que m ide 70 cm. Tiene m anchas oscu ras so bre fondo
c la ro a m arille n to d ispuestas en seis filas. So bre los- ojos tiene unos
c uernecillos córneos.
268
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
esputo. M as si encuentra a la víctim a en un estado in ­
qu ietan te y con d olores in su fribles, tom a detrás de sus
dientes un buen buche de agua, echa en una copa esta
m ism a agua que le ha servid o para en ju agar la boca
y se la da a b eb er al herido. P e ro si el veneno es más
recio que la m edicina, el p silo se acuesta desnudo ju n to
al en ferm o tam bién desnudo y, al cu erpo de éste, m e­
diante friccion es, se le com unica la fu erza innata de su
p rop ia piel y deja al h om bre lib re del veneno.
Y
N ic a n d ro de C olofón deb ería ser testigo su ficien te
de esto cuando d i c e 42:
He o íd o que la raza de los psilos líb ic o s n o su­
fren en m od o a lg u n o de las enconadas heridas p r o ­
ducidas p o r las bestezuelas que a lim en ta la a ren o­
sa Sirtis, y están dispuestos siem p re a prestar ayu­
da a otros que se ven a torm entad os p o r sus golpes,
no tra tánd olos con raíces, sino co n sus m iem bros,
y p ie l con tra piel... 4\
,
Animales de
naturaleza
mixta
Em pédocles, el filó s o fo natural, que,
com o es lógico, se ocupa tam bién de las
, .
, .
.
.
..
características de los anim ales, dice que
hay algunos de n atu raleza com puesta,
es decir, que resultan de la m ezcla de
dos fo rm as que se com binan para fo rm a r un cu erpo
único.
H e aquí sus palabras 44:
Hay m u ch os anim ales que tienen dos rostros y
dos pechos; algunos nacidos de vaca tienen la p a rte delantera de h om b re; otros, p o r el co n tra rio , en ­
gendrados p o r un ser hum ano, p e ro co n cabeza de
42 Cf.
43
Fr.
57.
32.
I
:■■■:■
44 V e rso s pertenecientes a su poem a S o b re la N a tu ra le z a . C f. Fr.
61 D ie l s .
269
LIBR O X V I
vaca, se levantan de un salto; otros, a su vez, resul­
tan de la m ezcla de m ie m b ro s de h om b res con los
de m u je r y están dotados de partes cubiertas de
som bra 4S.
La lana fina y
tupida de las
cabras de Licia
Calístenes de O lin to 46 dice que en 30
L ic ia esquilan a las cabras com o se ha,
,
ce en todas Partes con ias o v ejas, porque tienen vellon es m uy tupidos y fin í­
sim os; puede decirse que su lana cu el­
ga en bu cles o rizos y, además, los artesanos que hacen
aparejos para las naves la u tilizan para tejer m arom as.
Ctesias, en sus tratados sobre la In- 31
¿
Los perros de
los cinamomos
día, re fie re que el pu eblo llam ado Cina-
45
skieroís,
,
47
,
m o ig °
cria m uchos perros tan gran ­
des com o los de H irca n ia y, sobre to­
do, que sus habitantes son excelen tes
p erreros. E l h isto ria d o r C n idio enum era estas razones.
D esde el so lsticio de veran o hasta m ediado el in viern o
rebaños de bu eyes vagan de una parte a otra. Com o en­
ja m b re de abejas o avispero soliviantado, los bueyes apa­
recen en n ú m ero que sobrepasa tod o cálculo. Son salva­
jes y violen tos y dan rienda suelta a su fu ria con sus
cuernos de una m anera terrib le. Incapaces de m ante­
n erlos a raya p o r o tro p roced im ien to, los cin am olgos
sueltan los perros, que han cria d o sin in terru pción para
esto, contra ellos, y los canes los vencen y destruyen
con suma fa cilid a d . Después eligen los trozos de carne
que les parecen más apropiados para com érselos, y el
resto lo apartan para los perros y, muy com placidos,
E l texto dice
lección incierta y, p o r lo tanto, tam bién
la traducción.
46
Calístenes de Olinto, sobrino de Aristóteles e historiador de A le­
jan d ro , asesin ad o p o r éste, p o r n egarse a p ra ctica r la
47
P u e b lo de Etiopía.
proskynesis.
270
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
com parten con los anim ales la pitanza o frec ién d o se la
com o a bienhechores. Y durante la estación en que los
bueyes no errabundean, los cin am olgos tienen a los pe­
rros com o cola b ora d ores en la persecu ción de otros ani­
males. Ordeñan a las p erras y (de aquí su n om bre) be­
ben esta leche com o nosotros la de las ovejas y cabras.
.
O v e ja s y c o rd e ro s
de la e s té ril C eos
Esquílides 48 dice, en su tratado Sobre la A g ricu ltu ra , que los labradores
,
^
.
de Ceos tienen Pocas ovejas, p orq u e su
tierra es extrem ad am en te pob re y no
tiene pastos. A sí que les echan cítíso,
hojas de higuera, las hojas de o liv o que se caen del á r­
bol y, además, las vainas de diversas legum bres, e in­
clu so siem bran cardos in tercalados con otros cultivos,
que constitu yen excelen te pienso para ellas. Se obtien e
de ellas, leche, que, cuando se cuaja, es excelen te para
hacer queso. Este m ism o e s c rito r dice que este queso
se llam a citn io y que un talento 49 del m ism o vale no­
venta dracm as. H a y tam bién, según él, co rd e ro s de no­
to ria belleza, y no se venden al p re c io de los corrientes*
sino por una cantidad m ucho m ayor.
Vacas de F e n icia ,
de L ib ia , Vacas d e l
p ais de los neu ros.
t a s cabras de los
lib io s y las o v eja s
de los bu d in e os
R elatos fen icios cuentan que hay vacas ¿ e |
tan altas que los ordeñadores- aunque son h om bres de talla aventajada, las ordeñan de pie o echan mano de un tabu rete al que se suben para
alcan zar las ubres. Y tengo en ten d ido
que, en tre los libios que confinan con la India, hay re^
baños de ganado vacuno que pacen cam inando hacia
atrás, porqu e la N a tu ra leza les gastó una brom a a estos
48
N oticias so b re este a u to r trae A t e n e o , X I V 650 D i e l s .
49
Un talento equivale a 36 kg.
L IB R O X V I
271
anim ales o tu vo un descu ido in icia l pu esto que tienen
los cuernos delan te de los ojos, circu nstan cia que les
im p ide v e r lo que tienen delan te y, en consecuencia, les
fu erza a cam in ar hacia atrás, y agachando la cabeza cor*
tan la h ierba con los dientes.
A su vez, A ristó teles 50 dice que, en el país de los
neuros 51, los cuernos y las orejas del ganado vacuno
nacen del m ism o sitio y se juntan. Y el m ism o filó s o fo
dice que, en c ie rto te rrito rio de L ib ia , las cabras tienen
las ubres im plantadas en el pecho. P erm íta sem e añadir
tam bién la a severación del h ijo de N icóm aco: dice que,
én tre los budinos, que habitan a o rilla s del C ariseo 5\
no hay o vejas blancas; todas son negras.
Las cabras de
Cerdeña
N in fo d o ro dice que Cerdeña es una 34
excelente m adre de rebaños. Las cabras
,
,
que cria son dignas de admiración, pues
los n ativos se visten con sus pieles y
así Ies procu ran protección . D urante
el in viern o los m antienen abriga d os y, en el verano, por
alguna m isteriosa propiedad, m antienen el cu erpo fr e s ­
co; El pelo del cu ero alcanza la lon gitu d de un codo.
P a rece que en el tiem p o fr ío hay que poner los pelos
de esté vestid o en contacto con el cuerpo, pero en el
vera n o hacia fuera, si desea el que lo lleva estar ca lien ­
te durante el fr ío y no a sfix ia rse en e l verano.
50
P e ro no en ninguna de las o b ra s conservadas. Cf. frs. 313, 314
(R o s e , pág. 331).
51
P u e b lo eslavo asentado, en el s. vi a. C., en la región próxim a
de Kiev.
52
R ío no identificado.
272
H IS T O R IA DE LO S A N IM A L E S
Cabras de la
India que
c o m e « pescado
¿Qué? ¿D ejarem os sin m en cion ar a
O rtágoras? Éste dice, en su relato de
t
_
,
,,,
, .
India, que hay a llí una aldea que re­
c ib ió el n om bre de Coÿtha, y que los
cabreros echan p o r pienso a las ca­
bras, cuando éstán en los apriscos, pescado seco.
Las cerdas de
,
Megara
ponen
en fuga a los
sitiadores
macedónicos
Y a dije antes
que el elefan te te,
,
„
.
.
m e al cerdo. Q u iero con ta r lo que
suce^
d ió en M égara, cuando sus habitantes
fu eron asediados p o r A n tigon o 54; y lo
q U e
V O y
a COn tar es lo siguiente. Cuan­
do los m acedon ios presionaban con energía, los megarenses u ngieron de pez líqu ida a unas cerdas y, pren ­
dién dolas fuego, las soltaron contra los enem igos. Las
cerdas, gruñendo enfurecidas, cayeron sobre las fila s de
los elefantes, ard ien d o com o estaban, en loq u ecieron a
los anim ales y sem braron en tre ellos te rrib le confusión.
Los elefan tes ni guardaron la fo rm a ción ni con servaron
su m ansedum bre, a pesar de que habían sido am ansa­
dos desde pequeños, ya sea porque los elefantes por cier­
to in stinto natural odian y a b orrecen a los cerdos, ya
porqu e se asustan de sus penetrantes y discordantes gru­
ñidos. P o r lo cual, los que se dedican al cu idado de e le ­
fantes jóven es, sabedores de ello, cuidan a las cerdas
en com pañ ía de éstos, según se dice, con el p ro p ó sito
de que, a causa de la conviven cia, sientan m enos tem o r
hacia ellas.
53
Cf. I 38; V I I I 28.
54
Los m anuscritos dicen
Antipátrou,
pero fue Antigono el que to­
m ó M ég a ra (cf. X I 14). P o lie n o , IV 5, 3, es quien trae la h istoria de
tos cerdos.
273
LIBR O X V I
E n tre los llam ados psilos de la In- 37
dia (hay tam bién otros en L ib ia ) se dan
Dtversos antmales
,
,
domésticos en e l cabailos no m ayores que los carneros;
p a ís de lo s p s ilo s las ovejas parecen tan pequeñas com o
los corderos, al paso que los asnos, los
m ulos, el ganado vacuno y cu a lq u ier o tro anim al do­
m éstico son de p a re cid o tamaño. D icen que en la In dia
no hay cerdos dom ésticos n i salVajes. Rehúsan los in­
dios co m er carne de este anim al y jam ás com erían, co­
m o no com erían ta m p oco carn e humana.
La s s e rp ie n te s
ven en osa s d e l
la go de M e tr ó p o lis
re p e lid a s p o r
c a n g re jo s g ig a n te s
T en g o en tend ido que, en M etrópo- 38
. . ..
lis
-
. r
.
.
cercana a Efeso, hay un lago y,
cerca de él, una cueva. T ien e la cueva
in con ta b le n úm ero de serpientes y dicen q Ue ¿ s{ as son grandísim as y de te­
rrib le m ordedu ra. Se cuenta que salen de la cueva sólo
la distancia que separa a ésta d el lago p róx im o y que
nadan; pero que si intentan avanzar más allá del agua,
no pueden, porqu e, cuando están a punto de sa lir a tie ­
rra, enorm es can grejos que las aguardan acechantes,
en arbolan do sus pinzas, las cogen, las asfixian y las m a­
tan. Así que p o r m ied o a sus en em igos las serpientes
se quedan quietas y la tierra les resulta inaccesible; pues
tem en la vig ila n cia y el castigo de los can grejos. Y los
habitantes del en torn o h ubieran p erecid o desde hace
tiem po, si, arrastrados p o r un m isterio so instinto, los
susodichos can grejos no h ubieran esta b lecid o un cerco
a las m árgenes del lago y, m an teniendo a las serpientes
a raya, ga ran tizad o un clim a de paz en los alred edores.
55
67. — 18
Está situada entre K fcso y Esmirna.
274
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
O n esicrito de A stip a lea d ice que, en
tiem p o de la exp ed ición de A lejan d ro,
d e s ïo Z Z Îe l de h « ° de F iliP°- hubo en la In d ia dos ser'
diversos lugares pient es a las cuales criab a el In dio Abisares: una serpien te m edía cien to cua­
renta codos y la otra ochenta. Y añade que A leja n d ro
ardía en deseos de verlas. Y dicen las h istorias egipcias
que, en tiem p os de P to lo m eo F ila d e lfo , fu eron enviadas,
desde E tio p ía a A lejan d ría, dos serpien tes viva s y que
una de ellas m edía ca torce pies y la o tra trece. Y que,
en el rein ado de P to lo m eo E vérgetes, fu eron enviadas
tres: una de nueve codos, otra de siete y una tercera
de un codo menos. Y los egip cio s dicen que eran a ten d i­
das con m im o en el tem p lo de A sclep io. Y éstos m ism os
dicen que con frecu en cia aparecen áspides que m iden
cu a tro codos.
Y a hice m ención de estas cosas al re fe rir m e a las
características de los animales, llevado del deseo de m os­
trar la lon gitu d que alcanzan p o r o b ra de la naturaleza.
D icen tam bién los que han esc rito la h istoria de Guíos
que había en la isla, cerca del m on te lla m a d o Pelin eo,
una descom unal serpien te en un valle boscoso cu b ierto
de altos árboles, cuyos silbidos aterrab an a los habitan­
tes de Quíos. A sí que ninguno de los cam pesinos ni de
los pastores osaban acercarse para c o m p ro b a r el tam a­
ño de la serpiente, sino que p o r el sólo silbid o deducían
que el rep til era m on stru oso y a terrad or. P ero una c ir ­
cunstancia m ila gro sa y verd a d eram en te a d m ira b le fu e
la causa de que se llegara a co n o cer cuál era su tam año.
S ob revin o un día un vien to fu erte y h uracanado que
abatió, unos contra otros, los árboles del valle. Las ra­
mas cayeron con vio len cia tal, que p rovo ca ro n llam as
que levan taron un gigantesco incendio, el cual ro d eó a
todo el te rr ito r io y dejó en cerrada a la fiera. Ésta, ata­
ja d a p o r el fuego, incapaz de reptar, m u rió abrasada.
Y así, cuando el lu gar quedó desnudo de árboles, tod o
275
LIBR O X V I
se h izo visib le. Y los habitantes de Quios, lib era d os de
su m iedo, se en cam in aron a v e r y h allaron que los hue­
sos eran de tam año descom unal y la cabeza aterradora.
De estos datos p u dieron ded u cir la longitu d del m ons­
tru o y su p elig ro sid a d cuando vivía.
L a s e rp ie n te
ven e n o s a
H a y una serpiente, de nom bre séps, 40
qu e tiene la siguiente n otable cualidad:
, .
,
,
,
,
,
cam bia su c o lo r según el c o lo r de los
« séps»
lu gares p o r donde repta. T ien e en la
m an díbu la in fe r io r cu atro co lm illo s 56
huecos ÿ unos velo s m em bran osos los cu bren tapando
los huecos. En cuanto se pisa al bicho, dispara su ven e­
no a través de estos canales, ven en o que in m ediatam en ­
te p rodu ce una h erida enconada y, rápidam ente, la
m uerte.
E s c o r p io n e s v
s e rp ie n te s a la d os
de la In d ia .
L a g a rto s de ésta
y de A ra b ia
M egástenes dice que hay en la In- 41
,
d ia escorpion es alados y de en orm e tam ano y que el pinchazo de su uña es
s im ila r al de los de Europa. H ay adem ás allí, dice, serpien tes aladas; no sa­
len durante el día, sino p o r la noche, y expelen orin a
que produce al instante una herida enconada sobre cu a l­
q u ier cu erpo que m oje. H asta aquí M egástenes.
P o lic le to añade que en este país hay lagartos en or­
mes y de m uchos colores y que sus p ieles están re c o rri­
das p o r tonos b rillan tes dispuestos con arte. Estas p ie­
les son suavísim as al tacto. A ristó teles 57 dice que en
A ra b ia se crían lagartos que tienen dos codos de lon ­
gitud.
56 D escripción igual que la de IX 4. Cf. Nie., Th e r. 182-5; y tam­
bién W . M o r e l, «lo lo g ic a », P h ilo l. 83 (1928), 361.
57 H ist. A n im a l. 606b5.
27 6
i
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
Pám m enes, en su tratado S ob re los
Escorpiones alados a n ¡ m a ie s salvajes, dice que en E g ip to
de Egipto.
.
t
.
·
Serpientes
“ a y escorpiones con alas y con dos aguibicéfalas. Extrañas jones. (Y dice que n o lo sabe de oídas,
serpientes del río sino p o r h a b erlo o b serva d o personalSltace
m ente.) A firm a tam bién que hay ser­
pientes b icéfa las que tienen, adem ás, dos pies en la re­
gión caudal. P o r añadidura, Ctesias de C n ido dice que
en los alred ed ores de Sí tace 58 hay un río, llam ado Árgades, en el que existen muchas serpientes, las cuales
tienen todo el cu erpo negro, m enos la cabeza, que es
blanca. Alcanzan hasta seis pies de longitud. A firm a que
no se hacen visib les durante el día, porqu e nadan deba­
jo del agua, pero que, p o r la noche, m atan a los que
van a co ger agua o a lavar sus ropas. Son m uchos los
que encuentran la m u erte p o r ten er que p rocu rarse e l
agua que les fa lta o porqu e durante el día, ocupados
en otros m enesteres, no pu dieron la va r sus vestidos.
58
Sítace es una ciu d ad a orilla s del T igris, al norte de la provin ­
cia de B a b ilo n ia . El río A rga d es no está identificado.
L I B R O XVII
S IN O P S IS
1.
G ran d es serpientes y can grejos c o n sagrad os a Poseidon.
2.
V isto sa s serpientes gran d es y venenosas.
3.
V íb o ra s y tortugas gigantes en el país de los trogloditas.
préster.
4.
Efectos m ortales de la m o rd e d u ra del
5.
B e n ign id a d de los áspides egipcios.
6.
C ocod rilo s gigantes de Egipto. M on stru os m arin os de Lacon ia y
7.
V o ra c id a d de los elefantes. E l gusto de los cam ellos p or el agua
turbia.
Citera. Pez escorpión y gobio s del M a r Rojo. O tros m onstruos.
8.
D escripción del animat llam ado k ip o s .
9.
D escripción del «o n o c e n ta u ro ». Su p arecid o con el centauro mi­
tológico.
10.
M am ífe ros, aves y m oluscos de extraña constitución,
lí.
A rañ as venenosas de Zacinto.
12.
Efectos nocivos de !a contem plación del sap o y de la ingestión
13.
L a m ira d a sa n ad ora del chorlito.
de su sangre.
14.
Aves más gran d es que bueyes.
15.
L a perdiz h em b ra y el pato.
16.
Presentes de los vénetos a los g rajos p ara a p la ca r su voracidad.
17.
L as ratas devastad oras de la región del C asp io y las ratas de B a ­
18.
L a pastinaca, sensible a la m úsica.
19.
L a s langostas de los gálatas perseguidas p o r las aves.
20.
L a golon d rin a blan ca de Sam os.
bilonia. L as zo rras del C aspio.
21.
E l ave cinam om o, sus nidos y
22.
E l ave orión y su canto m elodioso.
los
cazadores.
23.
D escripción de la herm osa ave catreo, O tras aves m ulticolores.
24.
Los pacíficos cisnes.
25.
M on os de la India. In geniosa m anera de cap turarlo s.
26.
Leones de la In dia susceptibles de am ansarse.
280
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
27.
E l p u e b lo N o m e o de L ib ia d estruido p o r leones.
28.
G igan tescos anim ales de Sam os llam ad os
29.
Fortaleza m u scu la r de los elefantes indios en la g u e rra y en la paz.
30.
Peces d evorados p o r el g an ad o vacuno.
31.
L os peces venenosos de Arm enia, cuya h arin a se em plea p ara des­
32.
Excelencia de la pez obten ida del oxirrin co.
33.
E x trañ a ave del país de los caspios.
neades.
tru ir a las alim añas.
34.
C a b ra s y cam ellas de los caspios.
35.
A b ejas que expulsan a picotazos a los habitan tes de R auco.
36.
E l león gusta de la carne d el cam ello.
37.
Los anim ales devuelven los favores, com o lo p ru e b a el águ ila sal­
38.
Se d escribe un ave de una isla del M a r Caspio.
vada por un labrad or.
39.
Los m onos del país de los prasios.
40.
Los m osquitos del país de los rizófagos. E scorpion es y arañas o b li­
41.
E m igracion es de p u e blo s a causa de invasiones de anim ales,
gan a a b an d o n ar el p aís a sus habitantes.
42.
H o rm ig as de B abilon ia.
43.
L os leo p ard o s de C aria y de Licia.
44.
L ucha del rinoceronte y el elefante.
45.
Los feroces toros egipcios.
46.
G allos y gallin as de los tem plos de H e b e y H eracles.
A le ja n d r o 1, eri su P e rip lo del M a r
R o jo , dice que v io serpientes de cuarenC ra n d é s s e rp ie n te s ,
,
, ,
.
,
,
,
„
___ -,_
ta codos
de longitu
d yJ una clase de cany c a n g re jo s con s a ^
b
grejos cuyo caparazón m edía un pie, de
un lado a otro, en todas direcciones. T e ­
nían im plantadas pinzas prom in en tes y larguísim as. Y
no eran o b je to de m alas intenciones p o r parte de nadie
porqu e, según se decía, están consagrados a Poseidón.
Y ello s están consagrados al dios del tal m anera que,
com o ofren d a s qu e son de él, los can grejos no sufren
daño ni son o b je to de m alévolas intenciones.
g ra d o s a P o s e id ó n
V istosa s s e rp ie n te s
gra n d e s y
C litarco, en su relato sobre la India,
d ice que hay a llí serpientes de dieciséis
,
„ .
,
,
,
,
codos. Dice, adem as, que hay otra clavnríenosos
se de serpientes que no se parecen a
las demás, pues son m ucho más pequ e­
ñas y su piel a parece decorad a con co lores diversos co­
m o si estu viera teñida con tintes: unas, tienen fran jas
cobrizas que se extienden desde la cabeza a la cola, otras
plateadas; otras teñidas de púrpura, y otras, en fin, de
un b r illo dorado. Este m ism o e s c rito r dice que su te rri­
ble m ord edu ra m ata al instante.
1
M . W e llm a n n , «A le x a n d e r von M in d os», H e rm e s 26 (1 8 9 1 ), 565,
en contra de la opinion de otros, cree que este Alejan dro es Alejan dro
de M indos.
282
H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S
.
liZZ^nTpTis
N in fis, en el n oven o lib ro de su Histo ria de los P tolom eos, dice que, en el
P ais de
,os t r o g lo d it a s ’ ,hay víbo ra
de los
trogloditas de tam año descom u nal si se com paran
con las dem ás víboras,
pues m iden
qu ince codos; y que el caparazón de las tortu gas es tan
grande, que puede con ten er seis m edim n os áticos 3.
Es el p réster* tam bién una clase de
'
,
serpien te que, si m u erde, p o r de pronEfectos mortales , .
,
.
de la mordedura to m funde leta rg o en los hom bres, padel «prëstér»
ra liza n d o sus m ovim ientos, y, p o r ú lti­
mo, poco a poco, pierden fu erzas y son
incapaces de respirar. Adem ás, la m ord edu ra produ ce
p érd id a de m em oria, retención de o rin a y la caída del
cabello; lu ego sobrevien e una a sfix ia que produ ce con­
vu lsiones y el fin a l de la vid a es d olórosísim o.
Benignidad de
los áspides
egipcios
F ilarco, en su lib ro doce, cuenta de
los áspides egip cio s lo siguiente. D ice
^ue re c l':)ei1 un trato respetu oso en grado sumo y que, gracias a esto, son m an­
sísimos y tratables. Así, p o r ejem plo, no
hacen ningún daño a los niños, que com en con ellos,
y, cuando se les llama, salen de sus huras y acuden.
Y la m anera de lla m a rlos consiste en castañetear los
dedos.
Adem ás, los egip cio s les hacen presentes p ara signi­
fica rles su am istad. Cuando han dado fin a su com ida,
les ponen granos de cebada em papados en v in o y m iel
sobre la mesa en la que, p o r acaso, com ieron . Lu ego
los egip cio s hacen la castañeta con los dedos y llam an
a los com ensales, p o r darles este nom bre, y los áspides,
2
H ab itan las costas de E g ip to y A rab ia , ribe re ñ a s del M a r Rojo.
3
C f. n. a X V I
4
Esta víb o ra es la
14.
equivalente m oderno.
dipsäs
de V I 51, p ero no se sabe cuál es su
283
LIBR O X V II
co m o ob ed ecien d o a una consigna, acuden a rrastrá n d o­
se unos de unas partes, otros de otras y, cuando han
rodeado la mesa, dejan el resto de la cola en el suelo
m ientras que, levan tan do la cabeza, tom an a len gü eta­
das el a lim en to y, tran qu ilam en te y poco a poco, se ati­
borran de cebada y le dan fin. Y si alguna n ecesidad
les surge a los egip cio s durante la noche, castañetean
de nuevo los dedos, y el chasquido les in dica que deben
deja r paso a los h om bres y retira rse. Así que los áspl·
des conocen la d ife ren cia en tre los d iversos sonidos, y
saben quién es el que lo hace y, al instante, se retiran
y desaparecen a rrastrán dose hasta sus agu jeros y gu a­
ridas. Siendo esto así, el que se levanta del lecho ni pisa
ni tro p ieza con ninguno de los reptiles.
C o c o d r ilo s g ig a n te s
d e E g ip to .
M o n s tr u o s m a rin o s
d e L a c o n ia y
e s c o r p ió n / l i b i o s
d e l M a r R o jo .
O tro s m o n s tru o s
El c o c o d rilo suele ser de tam año
cn orm e Com o que dicen que, en tiemn
i
pos de Psam m ético 5, rey de E gipto,
a p a reció un c o co d rilo de vein ticin co
codos y que, en tiem pos de Ám asis 6,
a p a reció o tro de vein tiséis codos y cuat r o p a lm o s .
Ten go entendido que, en el m ar de Laconia, hay mons­
truos grandísim os y algún com en ta rista dice que, por
esto, H o m ero llam a a L acedem on ia «la abundante en
m onstruos » 1. Y dicen qué en torn o a Citera hay m ons­
truos todavía m ayores. Parece que sus tendones son bue­
nos para h acer las cuerdas retorcidas del arpa y otros
instrum entos, e incluso para las m áquinas de guerra.
En el M a r R ojo, adem ás de los que ya he m encion a­
do, viven tam bién el pez escorpión y los gobios de dos
y hasta de tres codos de largo.
5 V iv ió en el s.
vu
a. C.
IV
1.
6 S. vi a. C.
7 II
II 581; Od.
6
H IS TO R IA D E LO S A N IM A L E S
284
Y
Amómeto dice que en Libia hay una ciudad en la
que los sacerdotes, por medio de eficaces encantamien­
tos, sacan de un lago cocodrilos que miden dieciséis co­
dos de largo. Y Teocles, en su cuarto libro S ob re la S ir ­
te, dice que hay allí monstruos marinos de m ayor longi­
tud que un trirreme. Y Onesicrito y Ortágoras dicen que,
a lo largo de la costa de Gedrosia 8 (que es una parte
no despreciable de la India), hay monstruos marinos de
medio estadio 9 de longitud. Y dicen que tienen tanta
fuerza que, muchas veces, cuando resoplan con sus na­
rices, levantan el oleaje a tal altura que la gente ignara
y sin experiencia lo toma por una tromba.
V o ra c id a d de los
elefan tes. E l g u s to
A ristóteles, en el lib r o o ctavo de su
H istoria de los A n im a les 10, dice que
lo g e ] e f a n t e s
com en nueve m edim nos n
,
.
,
,
,
_
,
,
.
m
acedom
os
de
cebada y, p
o r anadidupor el agua turbia
. .
«
ra, seis de harina de cebada, e incluso
siete, si se les da. E l m ism o e s c rito r dice que beben ca­
torce m etretas 12 m acedónicas y, p o r la tarde, beben
och o más. D ice que los elefan tes viven doscien tos años,
p ero hay algunos que llegan a alcan zar hasta trescien ­
tos años.
de los c a m e llo s
A l ca m ello 13 le disgusta gran dem en te b eb er agua
clara y pura, y en cam bio, con sidera eí agua fan gosa
y sucia com o la más agrad ab le de las bebidas. En e fe c ­
to, cuando llega a un río o a un lago, no se in clin a a
b eb er sin h ab er a gita d o antes con sus patas el légam o
y d egradado la pu reza del agua. Y si se queda sin beber,
puede re sistir hasta ocho días.
/
8
Cf. X V 25 n.
9 Estadio — 182 ni. aproxim adam ente.
10 596a3.
11
Para el medim no, cf. X V I 14 η.
12 La m etreta = 38,25 litros aproxim adam ente.
13 A r i s t ó t e l e s , H ist. A n im a l. 595b31.
LIB R O
D escripción del
an im al llam ado
«kêpos»
285
X V II
Pitágoras, en su obra Sob re el M a r
R o jo , dice que hay un anim al terrestre
8
.
- n i
i
11
^ U e V1Ve 3 ° r , l l a S d e a<ï U e l m a r * Se l l a -
m a këpos . Y su n o m b re es m uy
apropiado porque tiene muchos colores.
Cuando llega a a d q u irir su tam año d efin itiv o es com o
los perros de E retria . P e ro q u iero v o lv e r a re fe rirm e
a su c o lo rid o y m o stra rlo con m is palabras tal com o
él lo describe. La cabeza, la espalda y el trasero hasta
la co la son de un ro jo puro, aunque podrías v e r sus ca­
bellos de o ro desparram ados. Su cara y m ejillas son blan­
cas y desde ellas descienden hasta el cu ello franjas do­
radas. Las partes in fe rio re s de éste hasta el pecho y sus
patas delan teras son com pletam en te blancas. Sus dos
senos, capaces de llen a r tu mano, son de un azul oscu ­
ro. E l vien tre, tod o blanco. Y las patas traseras, negras.
S egu ro que no te equ ivocarás, si com paras el aspecto
de su ro stro con el de un m andril.
...
, ,
D escripción d el
Llam an a c ierto anim al «on ocentau .
.
.
,
.
« onocentauro¿
r o » < Ύ <luien lo haya visto no dudara
S u parecido con de que ex istió la
raza de los centauros
el centauro
ni de que los a rtífice s no dejaron por
M itológico
em bu stera a la
N atu raleza, sino que
aquella época los p rod u jo ju n tan do en un solo cu erpo
la m ezcla de dos diferen tes. M as pasem os por alto a los
centauros, sea que tu vieran existen cia real y viviera n
en tre los hum anos o que la fam a, que es m od ela d ora
más e fic a z que cu a lq u ier clase de cera y mas convincen ­
te, los m od ela ra y m ezclara m ediante alguna extra ord i14 Es un m ono de gran talla, el Cercopithecus pyrrhonotus. La ra­
zón de llamarse ktpos, que significa «jard ín », la da Eliano a continuación.
15 M ono talludo, quizás un go rila (H. G o s s e n ; «D ie Tiernam en in
A elian ’ s 17 Büchern Perl zoön», Q uellen u. S tu d ien zu Gesch. d. N atur­
w issenschaften u. d. M edizin 4 [1935], 324), o m ejor, un chim pancé (Troglodites niger).
9
286
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
naria com bin ación de dos m itades: una de caballo y otra
de hom bre, y d iera al com pu esto una sola alm a. P ero
este ser, al cual m i discurso va a re fe rirs e , es co n form e
a lo que sigue y ha llegad o a m is oídos.
Su ro stro recu erda al de un h om bre y densa ca b elle­
ra lo circunda. E l pescuezo, situ ado d eb ajo de la cara,
y el pecho son tam bién de hom bre. Las mam as son abul­
tadas y cuelgan del pecho. T a m b ién los hom bros, los
brazos, los codos, las m anos * * * y el pech o hasta la cin ­
tura son de hom bre. E l lom o, las costillas, el vien tre
y las patas traseras se parecen m ucho a las del asno.
A sim ism o, el c o lo r es cen icien to, si bien los costados
p o r deb ajo son blanquecinos. Las m anos de este anim al
cum plen dos funciones, porque, cuando tien en que ac­
tuar velozm en te, corren delante de las patas traseras
y no son in ferio re s en la ca rrera a los o tros cu adrú p e­
dos; p o r o tra parte, si n ecesita d es tru ir algo, d eja r algo
o tom a rlo o a g a rra rlo fu ertem en te, lo que hasta en ton ­
ces eran patas se co n v ierte en manos, y no sigue ca m i­
nando, sino que se sienta. Este anim al tien e un ca rá cter
vio len to , pues si se le captura, no so p o rta la cau tividad
y, añorando la lib ertad perdida, se abstiene de toda c o ­
m ida y m u ere de ham bre. Tam b ién P itá gora s repite lo
m ism o, com o testim on ia Crates de P érg a m o en M isia.
M am íferos, aves
y m oluscos de
extraña
B e o c ia carece de topos, y este ánino ab re ga lería s en Lebadea. Mas
m ai
,
.
,
,
.
sl> p o r acaso, los in trod u cen de cualconstitucián
q u ie r o tro lugar, m ueren. [P ero en las
in m ed ia c io n e s de O rc ó m en o s 16 hay
m uchos.] En L ib ia no existen cerdos salvajes ni ciervos.
En el Po n to no hay m oluscos cefaló p o d o s ni m olu scos
con concha, com o no sea rara v ez y pocos. D ice D inón
16
C iu d ad de B e o c ia no lejos de L ebad ea.
287
LIB R O X V ll
que, en E tiopía, hay aves p rovistas de un cuerno 17, y
cerdos de cuatro '8, y ovejas sin lana, pero con pelos de
cam ello.
Los entendidos en exam in ar e inves- 11
tig a r tales cuestiones dicen que, en
A rañ as venenosas „
. ^ 10 ,
de Zacinto
Z a cm to , los
r
qu e surren de picaduras
d e las arañas 10 no sólo experim en tan
todos los síntom as de los que han sido
picados en otras latitudes, sino otros por añadidura, p or­
que tod o su cu erpo padece entum ecim ientos, un a m o­
do de tem blor, y fu ertes e s c a lo frío s y vóm itos que oca­
sionan convulsion es y erecció n del m iem b ro viril. P a d e­
cen fu ertes d olores de oídos y les duelen las plantas de
los pies. M u estran tam bién todos estos síntom as m en ­
cionados p o r m í los que tocan a estos bichos con sus
manos; Y lo que es más espantable de o ír y más p ro d i­
g ioso de ver, que cuando algu ien que no ha sido picado
entra en el agua en que se han bañado los que su frieron
la picadu ra o se baña los pies en ella (cosa que con fr e ­
cuencia sucede y ya ha sucedido efectiva m en te por los
designios m alévolo s de enem igos), sufre tam bién todos
lös d olores que su frieron los que fu eron picados.
17 Se trata de los cálaos o buceros, fam ilia de aves que tienen en
la parte superior def pico excreciencias córneas; en algunas especies,
muy grandes y llam ativas porque son coloreadas.
18 Quizás se trate del ja b a lí verrugoso o facocero (Phacochoerus
aeihiopicus), cuyos cuatro colm illos puede haberlos confundido Eliano
con cuernos.
19
Isla de la costa occidental del Peloponeso.
20
El nom bre que da Eliano a estas arañas es phalangium . Con
este nom bre designa E liano a la viuda negra (Latrodectes malmignatus), especie de araña que mide 8 mm., de c o lo r negro y abdomen esfé­
rico en el que tiene 13 puntos rojos; de aquí el otro nom bre de la
especie: tredecimguttatus. Es, com o dice Eliano, muy venenosa.
,
28 8
12
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
T en go oído que hay una esp ecie de
E fe cto s nocivos de
r
,
,
..
la contem plación s a P ° <lu e e s f u n e s t o b e b e r y p e l i g r o s o
del sapo y
contem plar: fu n esto beber, si se le es-
de la ingestión
de su sangre
tru ja y, luego, se le da a b e b e r con perversa intención a alguien la sangre, des­
pués de ech arla en el vin o o en cu a lq u ier otra bebida,
ya que inicuos con oced ores de estas artes consideran
apropiada la m ezcla con aquella sangre; y la m u erte que
sobrevien e no es retardada, sino instantánea. S em ejan ­
te fa ta lid a d ocu rre, si se con tem pla un sapo. Si algu ien
ve a la bestezu ela y, luego, la co n tem p la de h ito en hito,
ella, siguiendo su im pulso natural, co rrespon d e con una
m irada a trevid a y exhala un aliento, natural en ella> p e­
ro m align o para la p iel del hom bre, que em p a lid ece de
tal m anera que el que no le ha visto nunca, sino que
se encu entra con él p o r p rim era vez, d iría que lo que
ve es un h om bre en ferm o. La p alid ez p ersiste unos p o ­
cos días, después desaparece.
13
L a m irada
san adora d e i
chorlito
Sin duda, el c h o rlito tien e un don
que, en m anera alguna, es despreciable.
„
c
En c fc c l° ' si. una persona se ve-invadir
da de ictericia y lo m ira de h ito en h i­
to, aquél aguanta la m irada con la m is­
m a im p avidez que si sin tiera celos de ella, y esta m irada
retadora cura la m encion ada en ferm ed a d de la persona.
14
Aves m ás grandes
,
Y o no creo a Eudoxo, p ero si otros
le creen, créan le cuándo dice que, más
,, ,
,
,
,
,
TT
· ,
alia de las colum nas de H eracles, v io
unas aves más grandes que bueyes. Y a
he dicho que no me convencen sus de­
claracion es, p ero yo no silen cio lo que he oído.
que bueyes
289
LIBR O X V II
f
L a p e rd iz h e m b ra
y e l p a to
A ris tó te le s d i c e 21, que la p e r d iz 13
hem bra, cuando vu ela a sotavento del
,
.
j
■
·
j
macho, p o r un m isterio so design io de
la N a tu ra leza queda clueca. Estas aves
constru yen el n ido en siete días y en
siete ponen los huevos, y en el m ism o esp acio de tiem p o
crían a los perdigones.
Tim eo, H eraclid es y D iocles, el m édico, dicen que los
patos tienen dos hígados: uno es m o rtífe ro y el o tro es
su rival, porqu e es m anantial de salud.
P re s e n te s de lo s
v e n e tos a los
g ra jo s p a ra
T eo p o m p o d ice que los vénetos que 16
a o riHas del A d riá tico, en la es-
tación de la tercera arada
y en la
época de la siem bra, les llevan presenv ó r a c id a d
tes a los grajos, y estos presentes pue­
den ser pasteles de harina de cebada bien y concienzu ­
dam ente am asados con m iel y aceite. E l o frec im ien to
de estos presentes pretende con ten tar a los grajos y es-·
tip u la r una tregu a para que aquéllos no desen tierren
ni recolecten los fru tos de D em éter hundidos en la tie­
rra. E l testim on io de L ic o co rrob o ra tam bién esto y aña­
d e ,a d e m á s * * * 23
a p la c a r su
correas escarlata y después de depositarlos se retiran.
Las bandadas de gra jos se quedan fu era de los lím i­
tes m ientras que dos o tres aves seleccionadas, a guisa
21
H ist. A n im a t. 54la27.
22 La «tercera arada» se daba a comienzos de septiembre. Después
de la «c u a rta », que se daba poco antes del equinoccio, cuando la tierra
estaba preparada para recib ir la semilla, venía la siem bra en el equ i­
noccio de otoño (22 de septiem bre), o m ejo r aún, después de la puesta
de la Pléyadas (23 de octubre). Cf., para esto, el artícu lo «A g ricu ltu ra »
de H. W. Sm ith, en D ic tio n a r y o f G re e k an d R o m a n A n tiq u itie s , Lon ­
dres, 1842, vol. I, págs. 60-62.
23 Faltan palabras. E l sentido conjeturable de lo que falta puede
ser: «cercan los terrenos con...».
29 0
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
de em bajad ores de las ciudades, son enviadas para in­
d agar la can tidad de presentes depositados. Estos pá ja ­
ros regresan después de su exam en y llam an a las otras
aves con el sonido que la naturaleza les dio, a unas para
lla m a r y a otras para responder, Y las aves acuden en
bandadas. Y si com en los m encionados presentes, los
vén etos se persuaden de que en tre ello s y los susodi­
chos pájaros se ha concluido una tregua. P ero si los des­
deñan o los desprecian p o r con siderarlos de p o co valor,
se persuaden los naturales d el país de que tienen que
p a ga r con el ham bre el desdeñoso com p o rta m ien to de
las aves; porqu e, al qu edar éstas ayunas de com id a y
sin el fru to de su cohecho, p o r así d ecirlo, se abaten
sobre los sem brados y entran a saco con toda saña en
la m a y o r p a rte de lo que fue sem brado, desenterran do
y rebuscando con ahínco las sem illas.
Am intas, en su obra Etapas, así intidevMUdómTde k tulada P o r é l> dice <iue en la re ®ión del
re g ió n d e l C a sp io C a s p io 24 hay n um erosísim os rebaños
y las ratas de
de ganado vacuno y de caballos. Y añaB a b ilo n ia . L a s
j0 siguiente: que en algunos cam bios
zo rra s d e l C a s p io
i
i
.
j
.
^
de las estaciones se produ ce una in va­
sión de in con tables ratas, y aporta com ó prueba el qüe,
cuando los ríos de corrien te siem pre igual discurren con
gran estruendo, las ratas sin d u darlo un m om en to na­
dan en la su p erficie, resisten a la co rrien te m o rd ién d o ­
se los rabos unas a otras y, fo rm an d o así una cadena
solidísim a, hacen la travesía. Y dice tam bién que, des­
pués de h ab er cru zado la co rrien te y pasado a los sem ­
brados, cortan con los dientes las m ieses a ras de tie­
rra; trepan p o r los árboles, se com en los fru to s y cortan
las ram as p orq u e in clu so a éstas son capaces de devo24
Se re fiere a la región que se corresponde con ia m oderna p ro­
vincia transcaucásica del Azerbayán.
291
LIBR O X V II
rar. A sí pues, los caspios, para defen d erse de la inva­
sión y d estru cción provocada p o r los ratones, se abstie­
nen de ca za r aves de rapiña p o rq u e éstas vienen en ban­
dadas, arrebatan a aqu éllos y, p o r un in stinto natural
y propio, ahuyentan e l h am bre de los caspios.
Las zorra s del Caspio son tan num erosas, que no só­
lo frecu en tan los red iles de las o vejas en los campos,
sino que aparecen incluso en las ciudades. La zorra apa­
recerá en una casa, no p or c ierto para d estru ir y robar,
sino com o m anso anim al, y harán zalam erías y m overán
el h opo a la m anera de los p errillo s fald eros entre
nosotros.
; Y las ratas, que son un fla g e lo contin u o para los cas­
pios, son tan grandes com o los icneum ones de E gipto.
Son salvajes, terrib les, de dientes vig oroso s y son capa­
ces dé co rta r y d ev o ra r el h ierro. A sí son tam bién las
ratas de T ered ó n 25 en B abilon ia. Los com ercian tes lle­
van las pieles dé éstas a los persas, pues son suaves
y, cosien d o unas con otras, hacen túnicas con las que
se abrigan, y gustan de llam arlas candytanes. Y es d ig­
no de a d m ira r tam bién en estas ratas lo siguiente: si
se coge una rata preñada y lu ego se extrae el fe to y,
después de hecha la disección de aquélla, se abre el fe ­
to, éste contien e den tro una cría.
L a p astinaca,
se n s ib le a
H e aquí otra característica de la pas- 18
tinaca que yo he oíd o contar. Si alguien
,
-,
.
.
,
ba ila en una barca de pescador cuando
la m ú s ic a
ve nadar a este pez deb ajo del agua y
p ro fie re sarcasm os, y si p o r añadidura
es un fla u tista y, u tiliza n d o la fla u ta co m o un anzuelo,
in terp reta una m elodía, la pastinaca siente d eleite (pues
tiene un oíd o sensible a la música, según dicen, y ojos
25 Ciudad costera del G o lfo Pérsico.
292
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
capaces de v a lo ra r la danza) y, com o hechizada, sale p lá ­
cidam en te a la su perficie. E l pesca d or p rosigu e e je r c i­
tando con tod o afán los hechizos m encionados, m ien ­
tras otra persona m aneja la nasa y extrae al pez del
agua; y he aquí lo más ex tra ord in a rio: víctim a de su
hechizo, ni siqu iera cae en la cuenta de que ha sido
capturada.
E u doxo dice que los gálatas orien ­
tas la n g osta s .de tales 26 hacen lo que v o y a decir, y si
los gá la ta s
a algu ien le p a rece d ign o de créd ito,
p e rs eg u id a s p o r
c r £aj0. pero
no q ue no p reste atén-
sj
las aves
.
/
r
.
ción. Cuando se abate una nube de lan­
gostas sobre los cam pos y destru ye los frutos, los gála­
tas elevan súplicas y ofrecen sa crificio s con el p ro p ó si­
to de a tra er con hechizos a las aves 27; éstas prestan
aten to oído, acuden en com p a cto escuadrón y elim inan
a las langostas. Y si un gálata caza a alguna de estas
aves, el castigo asignado por las leyes del país es la m uer­
te. P ero si obtien e el perdón y queda libre, un senti­
m ien to de có lera in vade a las aves y, p ara ven ga r al ave
capturada, no se dignan prestar oído a las súplicas, cuan­
do las invocan de nuevo.
,
,
L a g o lo n d r in a
b la n ca de
A ristó teles d i c e 28 que hay en Sam os una golon d rin a blanca. S i algu ien
.
.
·,
, .
qu ebran ta sus ojos, queda ciega al insSam os
tante, pero después «re c u p e ra la vista,
se iluminan sus pu pilas» y otra vez vuel­
v e a ver, com o a firm a el fi l ó s o f o 29.
26 Galacia, provin cia situada en el cen tro de Asia M enor.
27 El ave a que se refiere E liano es el P astor roseus, estornino rosado¿ que mide 20 cm.; es dé c o lo r rosado en la cabeza y tiene las
alas y la cola negras.
28 H ist. A n im a l. 519a6; C ol. 798a27. A ristóteles dice: « a veces las
aves se hacen de negras blancas com o las golon drin as», pero no m en­
ciona a Samos ni dice que puedan recuperar la vista.
29
S ó f o c l e s , F r. 710 P e a r s o n . Es un fragm en to perteneciente a
F in e o .
293
LIBR O X V II
E l ave cinam om o,
sus nidos y los
T en go en tend ido que hay un ave Ha- 21
m ada «c in a m o m o » y, además, que se
.
1
1
-
1
1
1
1
P rocu ra ram itas del á rb o l del m ism o
cazadores
n om b re que trae de los confines de la
tierra. Fa b rica sus nidos en los luga­
res que H e ró d o to 30 y otros h istoriad ores indican. Sin
duda, estas aves gustan de p rep a ra r sus lechos y a lo ja ­
m ientos < e n riscos recón ditos > . En consecuencia, los
que se ocupan en a d q u irir estas ram itas disparan con ­
tra los nidos pesadas flechas que producen fo rtís im o
silbid o al sa lir del arco tensado con fuerza. Las flechas
desbaratan los nidos, y las ram itas, que son el fam oso
«c in a m o m o », caen al suelo.
;
E l ave orión
Saquem os a plaza tam bién a C litar- 22
co. D ice éste que en la In dia hay un ave
,
^ue es rnuy en am oradiza·'y añade que
m elodioso
se llama « o r i ó n » 31. Pues bien, vam os a
•
d escrib irla reprodu cien do lo que él nos
dice. E ste o rió n es sem ejante, en tamaño, a las aves lla­
madas «ga rza s reales». Sus patas, com o las de éstas, son
rojas. Tien e ojos oscuros (en lo cual no se parece a ellas).
La N a tu ra leza le ha enseñado a en ton ar una m elodía
y su canto
de una dulzura com p a rab le a la de un canto epitalám ico de sed u ctor encanto.
30 III 111.
11
E s un ave fabulo sa.
29 4
H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S
D escripción de la
C lita rco dice que hay un ave dotada
p o r la n atu raleza de b rilla n te belleza,
e se }]ama « ca tre o » 32 y es origin a ria
herm osa ave
catreo. Otras aves , . τ
..
_
m ulticolores
d e i a I n d i a * Su
_
,
,
,
tam año ven dra a ser el
de un pavo real y las extrem idades de
las alas son parecidas, en el color, a la esm eralda. Cuan­
do m ira en otra d irecció n no puede saberse có m o son
sus ojos. Pero, si m ira de frente, d iríase que son com o
el berm ellón , excep to la pupila, la cual es gris y de m i­
rada penetrante. L o blanco que hay en los ojos de todas
las otras aves es, en los d el catreo, am a rillen to. Las p lu ­
mas de su cabeza son azuladas y con salpicadu ras de
m otas azafranadas. Sus patas son de un rojo arsenical.
P osee un canto arm on ioso y n ítid o com o el del ru ise­
ñor. A hora bien, los indios tienen p roh ib id a la carne de
estas aves para que los que las con tem plan puedan de­
le ita r su vista en ellas.
A sim ism o, les es dado v e r aves en teram en te pu rpú ­
reas, de un c o lo r pú rpura p a re cid o a la llam a. V u elan
en bandadas tan grandes que parecen nubes. Otras, sin
em bargo, son m u ltico lores y no es fá c il d ec ir qué aspec­
to tienen, p ero su canto es in su perable p o r su belleza
y n ítid a sonoridad. Son, si no p arece a trevid a la ex p re­
sión, una especie de sirenas, ya que estas fabulosas don­
cellas tenían tam bién alas, com o cantan los poetas y
m uestran los pintores.
L o s pacíficos
cisnes
Las m oradas habitu ales d el cisne
son las lagunas, los pantanos y los ríos
,
.
curso regu lar que corren suave y
tranqu ilam ente. Son p a cíficos y alcan­
zan una vejez que les resulta llevadera.
Son de una fu erza fo rm id a b le que les infu nde co n fian ­
za; p ero no hasta el punto de in icia r una agresión injus32
Quizás sea el faisán real (Lophophorus impeyanus), que tiene
un plumaje negro b rilla n te y dorado pardo con reflejos. Tiene una cresta
de plumas.
LIBRO XVII
295
ta, sino que se d efien d en del que la inicia. Llevan fá cil
ven taja sobre las águilas cuando éstas osan atacarlos.
Y más a rrib a m e r e f e r í 33 a su m anera de luchar.
M onos de la India.
Ingeniosa manera
D ice C lita rco que, en la India, hay
unos m onos de abigarrados colores y
,
.
_
_
.
de en orm e tam año. En las com arcas
de capturarlos
m ontañosas los hay en tal abundancia,
que dicen que A lejan d ro, h ijo de Filipo, y el e jé rc ito que m andaba se quedaron muy espan­
tados creyendo, al verlos reunidos, que contem plaban
un e jé rc ito en fo rm a c ió n que les preparaba una em bos­
cada, y sucedía que los m onos se ponían erectos cuando
ellos aparecían.
N o se los caza con redes ni con la destreza, tan a cre­
ditada en la caza, de p erros de fin o olfa to. P ero este
m on o es ex p erto en la danza, si ve a alguien danzar,
y si se le enseña a soplar, le gusta tocar la flauta. A d e­
más, cóm o vea a alguien ponerse sandalias en los pies,
im ita lo que ve, y al a p ercib irse de que alguien som ­
brea sus ojos con negro de h u m ó 34, hace lo mismo. Así
pues, en lu ga r de las dichas sandalias, los hom bres se
ponen zapatos huecos y pesados, hechos de plom o, a los
qué sujetan deb ajo un lazo corred izo, de m anera que,
cuando in troducen los pies en ellos, quedan cogidos en
la tram pa sin p o sib ilid a d de escapar. Y en lu ga r del ne­
g ro de humo, los indios les echan visco, com o ceb o de
sus ojos. Y un in d io después de usar un espejo ante los
ojos de los m onos * * * exh ib ien d o espejos no auténticos
sino otros diferen tes, a los que ellos atan fu ertes lazos.
Estos son los a rtilu gio s que em plean. Los m onos acu­
den y m iran atentam ente im itan do lo que han visto. Y
33
34
Cf. V 34.
Cf. A l e x i s , fr.
98.
16. Alexis em plea la palabra ásbolos, en vez
de mélas. Y o creo que ásbolos se refiere al índigo o añil, sustancia
obtenida de las hojas y tallos del árbol de e s t e nombre.
296
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
sale con fu erza de la p arte opuesta a su vista una subs­
tancia pegajosa que in u tiliza los párpados cuando m i­
ran atentam ente al espejo. Después, privados de visión,
son capturados fácilm ente, pues son incapaces de
escapar.
S ob re los m onos indios y no in dios he dicho ya otras
cosas 35, pero lo expu esto a n teriorm en te contien e segu­
ram ente datos de interés para el h om bre in teligen te.
26
N o dudo de que en la In d ia hay leones grandísim os y la razón es que esta
, ,
Leo nes de la India .
,
.
.
.
susceptibles de
lie r r a es b u e n a m a d r e d e o tr o s a m m a '
am ansarse
^es· Son m uy salvajes y m uy feroces. La
m elena de estos leones es de aspecto
n egro y, cuando se eriza y encrespa, in fu nde un m ied o
impresionante. Si se los captura se pueden amansar, pero
no los más grandes. Se hacen apacibles y son fá cilm en ­
te dom esticables, hasta el punto de que es p o sib le lle ­
varlos, atados de una rienda, a ca za r gam os, ciervos,
cerdos, toros y onagros; pues son, según ten go en ten d e
do, diestros en o lfa te a r la presa.
27
.
.
.
.
.
.
E l pueblo N o m eo
de Libia destruido
Dicen que en te rr ito r io lib io había
un pu eblo que se llam aba N om eo. Vi,
,
,
.
,
■
vian con abundancia de otras cosas, pep o r leones
ro sobre todo la tierra tenía buenos pas­
tos. E ra indudablem ente rica, hasta que
fu eron exterm inados, porqu e una inm ensa ca terva de
leones, grandísim os y de irre s is tib le audacia, los ataca­
ron. Los leones destru yeron a todos y p ereciero n sin de­
ja r uno; pues una invasión en masa de leones es algo
im p osib le de resistir.
35 Cf. V 26; V I 10; V II 21; X V II 39.
297
LIBRO X V II
Gigantescos
anim aies de Sa m o s
^ ,
E u fo rió n dice, en sus H ypom ném a- 28
ta, que Sam os en los más rem otos tiempos estaba deshabitada porqu e apare.
n
.
,
.
.
.
cieron en ella anim ales gigantescos, sai'
1
1
vajës, p eligro so s para todo el que se
acerca ra a ellos, y añade que se llam aban neades. Estos
anim ales, con sólo su rugido, hendían la tierra. Com o
qpe en Sam os c o rre un refrá n que dice: «ru g e más fu e r­
te que las nëades». E l m ism o es c rito r dice que aún hoy
en día pueden verse los enorm es huesos de estos ani­
m ales’.'
Cuando el rey de la In dia se d irig e 29
Fortaleza m u scu lar a en tab lar b atalla contra sus enemirfe los elefantes
diez m iríadas de elefan tes de guellam ados « neades»
in d w s en la
guerra y en la paz
gOSj
rra van en vanguardia. T en go en tendi­
do, además, que otros tres m il enorm es
y m uy robustos elefan tes siguen detrás. Éstos fu eron
am aestrados para d errib a r las m urallas enem igas, des­
pués de abatirse sobre ellas a una orden del Rey. Y las
derrib a n con el em pu je de sus pechos. Ctesias dice lo
m ism o, p ero a firm a que su testim on io se basa en lo que
oye. E l m ism o h isto ria d o r dice h aber visto en B a b ilon ia
a los elefan tes a rran ca r de raíz del m ism o m odo las pal­
m eras, cayendo sobre ellas con todo su ím petu. Se co m ­
portan así p o r obedien cia a las órdenes del in dio que
los cuida.
Ceñótem is dice que un lago de Peo- 30
ç /ÍP i) n v / ln n ^ .
n i a 16 c ría
c ie rto s
peces
que,
si
se
echan al ganado vacuno, cuando aún
vacuno
respiran, el ganado los en gu lle con el
m ism o p la cer con que otros com en el
fo rra je . P ero dice tam bién que el ganado vacuno se abs­
tiene de co m er los peces, si están m uertos.
p o r el ganado
36
R egión m ontañosa
identificado.
al norte de M acedonia. E l
lago no está
298
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
L o s peces
venenosos de
A rm enia cuya
harina se em plea
para destruir a
las alim añas
H e oíd o que, en Arm enia, hay una
roca em inente de la que b rota un gran
, ,
,
i
.
caudal de agua. M e he en terado de que
d eb ajo de la roca hay una fu en te cuadrada, cada uno de cuyos lados m ide
m e d io estadio y su profu n d id a d es de tres brazas. Sé,
además, que con el agua m encionada caen en la fu en te
peces que, m uchas veces, tienen la lo n gitu d de un cod o
o más y, a veces, menos, aunque no m ucho menos; algu ­
nos de ellos caen m ed io m uertos, otros dando boqu ea­
das y m ueren de m u erte trágica. Es fam a que estos p e­
ces son m uy n egros y repugnantes a la vista. Y si un
h om bre o un anim al com e estos peces, de súbito m uere.
P recisa m en te p o r ser su tierra abundante en anim a­
les salvajes, los arm enios recogen estos peces y los se­
can al sol, lu ego los desmenuzan, tapándose la n ariz y
la boca para no m o rir p o r a sp irar los o lo res que desp i­
den los peces al ser m ajados. Luego, redu cien do a h ari­
na los peces, la disem inan p o r las zonas más pobladas
de bestias salvajes, y tienen la costu m bre de m e zc la r
la harina de pescado con higos. De esta m anera destru ­
yen los cerdos salvajes, las gacelas, los ciervos, los osos,
los onagros y las cabras, que tam bién son salvajes; pues
todos éstos son anim ales co m ed ores de trig o y cebada.
P e r o los leones, los leop a rd os y los lobos son ca rn ívo ro s
y para su destru cción em plean distin to p roced im ien tor
abren el costado de las ovejas y cabras dom ésticas lo
su ficiente para pod er m eter la mano y dep ositar en ellos
el m ism o alim ento, y a fe que m o rta l es el ceb o que
se pone delan te de los susodichos anim ales. Y cuando
un león, un leopardo, un lobo u otra alim aña cu alqu iera
encuentran y gustan la carne, m u eren al instante. T od a
A rm en ia es, en realidad, n odriza y m adre de anim ales
salvajes, pero, sobre todo, las p lan icies ribereñ as del
río ” .
37
Es el río C iro que c orre a lo largo de la plan icie arm enia.
299
LIBR O X V II
Excelen cia de la
p ez obtenida d el
H e o íd o que, en el país de los cas­
pios, hay un lago m uy e x te n s o 38 que
,
,,
,
,
c n a ë randes P eces llam ados oxyrrhynoxirrinco
chos 39. Los caspios los pescan y, des­
pués de salarlos, pon erlos en conserva
y secarlos, los cargan en cam ellos y los exportan a Ec­
batana. Y con la m anteca qu e extraen de estos peces
hacen harina; se ungen con el aceite de pez, que es muy
suave y no da o lo r desagradable; extraen y cuecen las
entrañas y fa b rica n con ellas una co la que puede ser
de gran u tilidad, pues pega toda clase de o b jetos con
firm eza , se fija a todo o b jeto que se le acerqu e y es muy
b rillan te. A sí tam bién retiene todo lo que suelda y une
con tanta fu erza que, aunque se m eta en agua durante
d iez días, no se suelta ni se separa. Tam b ién los que
trabajan el m a rfil hacen uso de ella y ejecutan trabajos
bellísim os.
E xtrañ a ave del
R e fie re una h istoria que hay en el
país de los caspios un ave del tam año
,
,
,,
,
,
,
,
gallos mas grandes, adornada con
lo s ca sp ios
a b iga rra d os y m ú ltiples colores. Ten go
o íd o que vu ela tripa a rrib a con las pa­
tas extend idas hacia a rrib a desde deb ajo de su cu ello,
co m o si se sostu viera p o r este m edio. E m ite un sonido
p a re cid o al de un p e r rillo fa ld ero. N o vuela alto, sino
a ras de tierra, porqu e es in capaz de elevarse a las
alturas.
p a ís d e
38
E l m ar C aspio.
39 Es el M orm yr us caschive, pez m o rm írid o de agua dulce con la
boca alargada en trom pa para hozar el fango y que vive com o depreda­
dor en ciertos ríos com o el V olga. Puede referirse E íiano a una especie
de esturión. Con éstos se fabrica una cola «qu e puede ser de gran u tili­
dad », em pleando para e llo su vejiga. Sea lo que fuere ese pez no es
el del cap, X 46, a pesar de llevar el m ism o nom bre: oxÿrrhynchos.
30 0
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
Tam b ién es caspio o, más bien, in d io el pá ja ro si­
gu ien te (es un p á ja ro del que puede p red ica rse lo uno
de lo otro, en cuanto a su gén ero) y viene, a ten er el
tam año de un pato. T ien e cabeza ancha y plana y patas
largas. Su c o lo r es v a rio y m ezclado, porqu e su dorso
tiene el b r illo de la púrpura, la p arte baja de su vien tre
tien e el c o lo r del ro jo m ás genuino y herm oso; la cabeza
y el cu ello son blancos. B ala com o la c a b r a 40.
Las cabras de los caspios son b lan ­
quísim as, sin cuernos, pequeñas y chaCabras y cam ellas ,
TT
,
, ,,
. r. .
n
, ,
.
tas. H ay tam bién in fin ita s cam ellas y
de los caspios
J
las más grandes tienen el tam año de los
más grandes caballos; tienen h erm osas
crines, pues son muy suaves, con una suavidad com pa­
rable a la de la lana m ilesia, com o que los sacerdotes
y la gente m ás rica y poderosa viste prendas hechas con
estas crines.
,
Abeias que ■
expulsan a
picotazos a
jos habitantes
de R auco
Ln su H istoria de Creta, dice Ante.
.
,
,
.
n o r 3ue un en jam bre de abejas, piropeadas con el ep íteto de «d o ra d a s co­
rno el c o b re », in va d ieron la ciu dad de
]os l l a m a d o s raucios 41 m ediante un a-
taque de inspiración divina y, clavando en ellos sus agui­
jones, les p rod u jeron d olores acerbísim os. Y no pudiendo los ciudadanos soportar el ataque de las abejas, aban­
donaron su patria — p o r h ab lar a la m anera creten ­
se 42— , fundaron a llí otra Rauco, puesto que, aunque la
d ivin idad los expu lsó del territo rio , no con sin tieron en '
40 Estos pájaros deben de ser legendarios. N o han sido identi­
ficados.
41 Dos Raucos hubo en Creta: una, entre Cnosos ÿ Gortina, y la
otra, de p osterior Fundación, en la falda oriental del Ida.
42 Dice: «a la m anera creten se», porque la palabra con que se de­
signa a la ciudad nativa (metris) es cretense.
301
LIBR O X V II
desprenderse del nom bre. D ice tam bién A nten or que, en
el m onte Id a de Creta, hay vestig ios de aqu ella raza de
abejas; no hay muchas, pero las hay, y si uno se encuen­
tra con ellas son perniciosas com o lo eran aquéllas.
.
£ae
. ela
f ncagusta
rn e
E l león en cu en tra p la cer en co m er 36
carn e de cam ello. H e aquí la prueba:
H e ró d o to dice 43 que los leones ataca-
ban a las cam ellas de Jerjes que trans­
portaban los víveres, pero dice tam bién
que no hacían daño a los dem ás seres vivos, ni a las
acém ilas ni a los hom bres.
d e l c a m e llo
Poco nos dice H e ró d o to al in vestiga r la dieta de los
leones tracios. L o s árabes la conocen y la conocen tam ­
bién cuantos habitan una tierra que es m adre y nodriza
de leones y cam ellos. D esde lu ego no m e sorpren dería
que el león que no ha visto antes un ca m ello y se en­
cu entre con él p o r acaso, devore su carne. Pues un ins­
tinto natural enciende el deseo de com er, aun en aque­
llos que no han visto antes la com ida presente.
L o s anim ales
devuelven los
favores, com o lo
prueba el águila
salvada p o r un
la b ra d o r
Unos hom bres, dieciséis en total,
e estaban segando bajo un sol de jus. .
tic ia *. m u ert° s de sed, en viaron a uno
de ellos para que tra jera agua de una
fu ente cercana. E l en cargad o de ir ten í a en la mano la guadaña y llevaba
la vasija del agua en el hom bro. A l lle g a r en con tró a
un águ ila que estaba fu erte y firm em en te en rolla d a por
una serpiente. S u cedió que el águ ila se había abatido
sobre ella, pero no le salió bien la estratagem a y no pu­
do (com o en H o m ero 44) lleva r la com ida a sus pollue-
43
E s c it a l i t e r a l d e
44
II. X II 219.
H e r ó d o to , V II
125.
37
°J
302
H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S
los, sino que cayó entre los anillos del reptil y estuvo
a punto de perecer, en lugar de m atar ella. S abedor eí
labriego de que el águila era m ensajera y servidora de
Zeus y de que la serpiente era un animal funesto, con
la guadaña mencionada partió en dos mitades su cuer­
po y liberó al águila de los irrom pibles anillos que la
sujetaban. Todo esto le avino al hombre como tarea com­
plementaria, y después de llenar la vasija, regresó, mez­
cló el agua con vino y ofreció bebida a todos, y ellos
apuraban las copas de un solo trago y repetidas veces
a la hora del yantar. Tam bién él se dispuso a beber des­
pués de sus compañeros, pues resultaba que, a la sazón,
era más bien su criado que su compañero de mesa. Y
cuando acercó a los labios la copa, el águila rescatada;
que, afortunadamente para él, todavía andaba revoh>
teando por el lugar, en pago de que la había salvado,
cayó sobre la copa y derram ó la bebida. E l hombre se
enfureció (pues estaba sediento) y dijo: ¿Tú que eres el
águila de marras (en ese momento reconoció al ave) co­
rrespondes así a tu salvador? ¿Esto está bien? ¿Cómo
un hombre va a querer en adelante hacer un favor a
alguien por respeto a Zeus anotador y observador de
las buenas acciones?» Éstas fueron sus palabras y se
moría de sed; pero vuelve la vista y ve a los que habían
bebido jadeantes y en trance dé muerte. Lo que sucedió
fue, poco más o menos, que la serpiente había vomitado
en la fuente y había contaminado el agua con su vene­
no. Así que el águila devolvió a sü salvador el favor re­
cibido salvando también su vida. Crates de Pérgam o di­
ce que Estesícoro celebra esto mismo en un poema que
me parece no ha tenido mucha difusión, aduciendo, se­
gún creo, un augusto y vetusto testimonio.
303
LIBR O X V II
,
,
S e d e s c rib e u n
ave de u n a isla
Dicen que en el M a r Caspio hay unas 38
islas en las que se crían aves de dife.
,
rentes especies, pero que hay u n a 45
d e l M a r C a spio
que ofrece las siguientes peculiaridades.
Su tamaño es, según afirman, compa­
rable al de los patos y tiene patas parecidas a las de
la grulla. El dorso es de un rojo subido y el vientre ver­
de. Tiene el cuello blanco con salpicaduras de motas
azafranadas. Tiene una longitud de dos codos por lo me­
nos. Su cabeza es estrecha y larga, el pico negro. Emite
un sonido parecido al croar de las ranas.
Megástenes dice que, eñ el país de 39
los prasios (que está en la India), hay
L os m on os
d e l p aís de
.
r
.
,·
~
,
mon°s no interiores en tamaño a los pelos p ra s io s
rros más grandes, cuyo rabo mide cinco
codos. Tienen también guedejas y col­
gantes y espesas barbas. El rostro es enteramente blan­
co, el cuerpo negro, son mansos y muy amigos del hom­
bre y no tienen la malicia congénita de los monos de
otros lu g a re s4V
En la India hay una comarca ribe- 40
d d ^ h d T lo s
rizófa gos.
E s c o r p io n e s y
a ra ña s o b ltg a n a
a b a n d o n a r e l p a ís
a sus h a b ita n te s
reña de] río Astáboras 47 en el país que
dicen de los rizófagos. Cuando surge Sir io, espantables nubes de mosquitos, ca.
paces de nublar el cielo, aparecen produciendo innumerables perjuicios. En
las inmediaciones de la laguna llam ada Acratia 48 (tam45
L a d escrip ción del ave corresponde, m ás o menos, si prescin ­
dim os de algun os elem entos im aginativos, al flam enco (P h o e n ic o p te ­
rus), gén ero de aves zancudas, esbeltas, de c o lo r ro jo brillan te o rosa,
que b uscan su alim ento con el pico en las a gu as estancadas.
46
G o s s e n , «D ie T iern am en...», 2 3 9 , apunta la p o s ib ilid a d de que
se trate del P re s b y tis J o h n i F i s c h .
47
E l A stá b o ra s (hoy, A tb a ra ) nace en A b isin ia y c o rre hacia el N .
hasta un irse al N ilo . Parece que E lian o se im agina que la In dia se ex­
tiende p o r el N E . de Á frica.
48
-
Q uizás sea el lago Tana, no lejos del nacim iento del río Atbara.
30 4
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
bién ésta pertenece a la India y está cerca del citado
río) abunda, sobre todo, este insecto, el mosquito.
Y
la región es y se llam a desierto. Los indios que
habitan en los alrededores aducen la siguiente razón:
la susodicha región no estuvo, en sus comienzos, des­
provista de hombres, pero abundaban los escorpiones
a los que era imposible com batir y, además, penetró un
ejército de arañas que llaman tetrágnathos. Pues bien,
dicen que estos apestosos bichos contaminan el aire. Du­
rante algún tiempo los indígenas contuvieron la funesta
invasión y resistieron con firmeza; pero, cuando resultó
de todo punto invencible y toda la juventud perecía, aca­
baron por abandonar el territorio ante la im posibilidad
de defenderse del ataque de la mentada horda invasora
y dejaron desierta a su querida y antes excelente patria.
Quizás no me equivoque diciendo que dejó de ser en
lo sucesivo su «m adre patria».
La invasión de un ejército de ratoE m ig r a c io n e s de
p u e b lo s a causa
áe in v a s io n e s de
a n im a le s
nes campestres, lejos de ser béneficiosa, ¡válganme los dioses!, obligó á emigrar de su patria a algunos habitantes
de Italia y los convirtió en desterrados,
como hubiera podido hacerlo una sequía, una helada
o cualquier otro contratiempo de las estaciones. Los ra­
tones los echaron dedicándose a roer los tallos y raíces
de las mieses. Y una nube de gorriones, abatiéndose so­
bre la Media, arrojaron de su tierra a los habitantes,
arruinando y destruyendo las semillas. Y ranas a medio
form ar que cayeron del cielo, en gran número, obliga­
ron a los autariatas ^ a trasladarse a otros lugares.
Además, una invasión de leones obligó a un pueblo li­
bio, del que hice mención más a r r i b a 50, a abandonar
su tierra nativa.
49
T rib u de M isia.
50
Cap. 27.
305
LIBR O X V II
H o r m ig a s de
B a b ilo n ia
En Babilonia hay hormigas que tienen el aparato genital vuelto hacia
atrás, en posición contraria a la de
42
las demás hormigas 5i.
,
L o s le o p a rd o s
de C a ria y
El leopardo de Caria y el de Licia
no son animales ñeros ni son aptos pa,
,
43
.
ra
grandes saltos aunque tienen un
de L ic ia
cuerpo largo; pero oponen resistencia
cuando los hieren con lanzas y picas,
y no suelen ceder ante el hierro comportándose como
dice Homero 52:
Y más, aunque esté atravesado p o r la lanza, no cede.
Sería inoportuno describir la estamL
h
d l
Pa del rinoceronte, porque griegos y ro-
rnanos lo conocen por haberlo visto. Pero no hay nada malo en describir las ca­
racterísticas que presenta su género de
vida. Tiene un cuerno en el extremo de la nariz y de ahí
le viene el nombre. Ese cuerno es de punta muy buida y
r in o c e r o m e y
d et e le fa n te
tiene la dureza del hierro. Además, lo afila en las rocas
y luego atacará a un elefante frente a frente, si bien en
otros aspectos no puede competir a causa de la altura y
la enorme fuerza de aquél. Se mete, pues, bajo las patas
del elefante, con el cuerno acuchilla y desgarra su vien­
tre y en poco tiempo el elefante se desploma por efecto
de la hemorragia.
El rinoceronte entabla combate con el elefante por la
posesión del pasto y acontece que se puede uno encontrar
con muchos elefantes muertos de la manera dicha. Pero
si el rinoceronte no se apresura en obrar como dije, sino
que es aplastado al meterse debajo, el elefante enrolla en
51
D escripció n fantástica.
52
//. X X I 577.
44
306
HISTO R IA DE LO S A N IM A L E S
torno a su cuerpo la trompa, lo retiene fuertemente, lo
arrastra hacia sí, cae sobre él y, empleando sus colmillos
a guisa de hachas, lo descuartiza. Porque, aunque el rino­
ceronte tiene una piel dura hasta el punto de que no pue­
de atravesarla una flecha, la fuerza de su atacante es
grandísima.
L o s fe ro c e s
to ro s e g ip c io s
Sin duda los toros egipcios llamados
« devoradores de carne » son los más saívaj es
] os animales. Doblan en tamaJ
ño a los toros de Grecia y son muy velo­
ces. Tienen pelambre rojiza, ojos glaucos
más que los de los leones. En circunstancias normales
mueven los cuernos como las orejas; pero en el combate
los levantan y los mantienen levantados con energía, y de
esta manera luchan. Y, sin duda, por un adm irable ins­
tinto natural, no los abaten una vez que los han levanta­
do a impulsos de la cólera. Son invulnerables a las lanzas
y a toda clase de proyectil; y así el hierro no penetra en
su piel, porque erizando sus cerdas despiden el arma, que
cae sin lograr su objeto. Y ataca a las manadas de caba­
llos y de otros animales. Siendo esto así, los pastores, ga­
nosos de proteger a sus rebaños, cavan profundas zanjas
que disimulan, y de esta manera les tienden emboscadas.
Cuando los toros caen, la misma rabia les ahoga. Los tro­
gloditas consideran a este animal con justicia el m ejor de
todos: en efecto, posee el valor del león, la velocidad del
caballo, la fuerza del toro y es más resistente qüe el hierro.
„
,
G a llo s y g a llin a s
de lo s te m p lo s de
Dice Mn a seas, en su obra Europa,
qüe hay un templo consagrado a Hera.
,
,
cles ^ a su esPosa' a la Que los poetas canH eb e y H e ra c le s
tan como a la hija de Hera. Pues bien,
afirm a que en el recinto del templo se
cuidan muchas aves domesticadas y aclara que estas aves
son gallos y gallinas. Viven y se agrupan por sexos, son
LIBRO X V II
307
alimentadas a expensas del erario y están consagradas a
los susodichos dioses. Las gallinas comen en el templo de
Hebe, y sus compañeros en el de Heracles, y un canal de
agua indefectible y cristalina corre entre los dos. N in gu ­
na hem bra aparece en el templo de Heracles, y los gallos,
cuando llega el momento de aparearse, sobrevuelan el ca­
nal y, después de copular con las gallinas, regresan a sus
moradas junto al dios al cual sirven, purificados en el agua
que separa a los sexos. Como es natural, el resultado de
la cópula comienza siendo la puesta de los huevos. D es­
pués, cuando las gallinas calientan los huevos y los polluelos rompen el cascarón, los gallos se llevan consigo los ma­
chos y los crían; las gallinas toman a su cargo la crianza
de sus hijas.
EPÍLO G O
Todo lo que mi diligencia, reflexión y esfuerzo para
el aumento del saber y todo lo que el progresivo avance
en estos estudios trazó y. descubrió, gracias a que ilus­
tres varones al ocuparse en estas investigaciones pole­
mizaron los unos con los otros, todo esto lo he sacado
a relucir ahora, de la m ejor manera posible, sin omitir
por holgazanería nada de lo qué conocí ni menospreciar
a lös animales irracionales y mudos como si carecieran
de interés noticiable y hubieran de ser desdeñados; sino
que también en este campo me consume un deseo ar­
diente, peculiar e innato de conocimiento. No ignoro que
los que tienen clavadas sus m iradas en el dinero o que
andan a la búsqueda de honores, de poder y de todo
lo que acarrea reputación, me vituperarán si ocupo mis
ocios en estos menesteres, pudiendo pavonearme y pre­
sentarme en los salones y alcanzar grandes riquezas. Mas
yo me ocupo de las zorras, lagartos, escarabajos, ser­
pientes y leones, del comportamiento del leopardo, del
amor que la cigüeña profesa a sus polluelos, del canto
armonioso del ruiseñor, de la sagaces artes del elefante,
de las formas de los peces, de las migraciones de las
grullas, de las diversas especies de serpientes y, en fin,
de todo cuanto esta historia contiene, trabajosamente
reunido y observado. Que no me gusta que me incluyan
en el número de estos ricos y me comparen con ellos,
pero sí que intento por todos los medios y quiero perte-
31 0
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
necer al gremio al que ilustrados poetas, y hombres pe­
ritos en ver y examinar los secretos de la Naturaleza,
y escritores que llegaron a adquirir la experiencia más
grande, aspiran a pertenecer.
Es .evidente que soy mejor consejero de mí mismo
yo, que la opinión de aquellas personas. Porque yo pre­
fiero llegar a poseer un conocimiento ilustrado, aunque
sea en una sola esfera, antes que las cacareadas rique­
zas y bienes de los hombres muy ricos. Pero sobre todo
basta ya por ahora.
Sé también que algunos no aplaudirán el que yo no
haya tratado, en mi historia, de cada animal separada­
mente y de que no me haya referido en su lugar apro­
piado a todo lo atribuible a cada uno, sino que he mez­
clado abigarradam ente las diversas clases al describir
un gran número, y unas veces dejaba la narración rela­
tiva a tales o cuales animales, otras veces retrocedía pa­
ra contar otras particularidades de su naturaleza. M as
en prim er lugar yo, en lo que respecta a mí mismo, no
soy esclavo del juicio y voluntad de ningún otro, ni creo
que haya necesidad de arrim arm e a otro que me salga
al paso; en segundo lugar, creía necesario tejer y entre­
tejer esta historia con la variedad de mis lecturas rela­
tivas a las fieras, porque evitaba el aburrim iento que
provoca la monotonía, de tal manera que pareciere una
pradera o una bella guirnalda de muchos colores, como
si los diversos animales aportasen sus flores.
Y
si a los cazadores el encontrar un solo animal les
parece un hallazgo afortunado, yo sostengo que no es
nada bueno encontrar las huellas o dar caza a los cuer­
pos de los animales, mientras que es cosa excelente ave­
riguar las facultades que la Naturaleza les otorgó. ¿Qué
tienen que decir a esto los Céfalos, los H ip ó lito s1, o
1
C éfalo e H ipólito, buenos cazadores m itológicos; el segundo p er­
sonaje in m ortalizad o p o r E u ríp id es en la tragedia del m ism o nom bre.
E P ÍLO G O
311
cualquier otro experto en cazar fieras en los agrios mon­
tes, o los expertos en la pesca, como M etrodoro de Bizancio, su hijo Leónidas, Demóstrato o los otros habilí­
simos y a fe que numerosos captores de peces?
H ubo también muchos pintores que, como Aglaofonte 2, dibujaron con pericia extremada un caballo del
que se sintieron grandemente orgullosos; o, como Ape­
les, un ciervo; o, como Mirón \ un ternero, o cualquier
otra obra de arte. M as si alguien declara y saca a la
luz pública las facultades de tantos animales: sus hábi­
tos, sus formas, la sagacidad, la justicia, la templanza,
la valentía, el afecto, la piedad filial, ¿cómo no va a ser
digno de admiración?
En llegando a este punto de mi discurso, estoy pro­
fundamente disgustado de que, al paso que alabamos
la piedad de ios animales irracionales, tengamos que re­
prochar a los hombres su impiedad. Y o no me extende­
ré ahora en esto, pero es muy justo que añada aquello
de lo que hice mención al comienzo de mi obra: no es
justo censurarme de que diga yo también cuanto todos
o la mayoría dijeron. Yo, desde luego, no he podido crear
otros animales, pero he dado prueba de que he conoci­
do muchos. Ciertamente, yo he dicho muchas caracte­
rísticas que no ha dicho ningún otro escritor que haya
acometido esta empresa. Amo la verdad en todos los ám­
bitos, pero sobre todo en éste. Todos los críticos que
se acercan a mi obra sin malévola intención se darán
cuenta de la calidad de la misma, del esfuerzo puesto
en ella, de la nobleza del estilo y composición, y de la
propiedad de las palabras y frases.
2
Aglaofonte, célebre pintor del s. v a. C., p ad re de ios no menos
célebres Polignoto y Aristofonte.
3
M iró n , fam o so escultor de la p rim era m itad dei s. v a. C, S ólo
existen reproduccion es, aunque m eritorias, de un D iscóbo lo y de Atena y M arsias.
ÍN D IC E ZOOLÓGICO, B O T Á N IC O Y M IN E R A LÓ G IC O
A)
1.
A
n im a l e s
C am ello C a m e lu s ba ctria n u s, X 3;
M a m ífe ro s
X I 36; X II 15, 34; X V I I 7, 10,
a k óm y s, M u s c a h irin u s , X V 26.
A m p elo F e lis s e rv a l (?), cf. L eo­
•
34, 36.
C artazon us
R h in o c e r o s
in d icu s ,
X V I 20.
pardo.
A n tílope B u b a lis m a u re ta n ic a , X
25, 28; X I I I 25; X V
14.
Asno E q u u s asinus, X 28, 40; X I
35; X III 25; X IV 10; X V I 9, 37;
C erd o Sus, IX 28; X 16; X I I 16,
38; X III 7; X IV 22, 26; X V I 20,
36; X V I I 10, 26, 31.
C iervo C e rv u s ela phu s, IX 10, 20;
X 48; X I 7, 26, 40; X II 18, 46;
X V I I 9.
X III 25; X I V 5, 14; X V 15; X V II
Ballena Balaena biscayensis, IX 49;
10, 26, 31; E p ílogo.
C inocéfalo C y n o ce p h a lu s b a b ou in ,
X I 37; X V I 18.
B u ey B o s taurus, X I 4, 8, 10, 11,
35, 40; X II 11; X I V 11, 16, 25;
X V 7, 14, 15, 24; X V I 16, 20, 29,
X 30.
C om ad reja M u s te la m artes, IX 41;
X I 19; X V
11, 26.
31, 33; X V I I 14, 17, 26, 30, 45;
C on ejo L e p u s c u n ic u lu s , X I I I 15.
E p ílogo.
C ord ero, cf. Oveja.
C ab a llo E q u u s caballus, IX 48, 55;
X
48; X I U , 18, 31; X I I 3, 15,
C him pan cé
T ro g lo d y te s
n ig e r,
X V II 9 η.
16, 34, 40, 43, 44; X I I Ï 9, 25, 27,
D elfín D e lp h in u s d elph is, IX 7, 59;
40; X I V 7, 11, 14, 18, 25, 26; X V
X 8; X I 12, 22, 37; X II 6, 12, 45;
10, 24, 25; X V I 9, 11, 16,20 ,2 1,
23, 25,. 37; X V I I
17, 34, 45;
E p ílogo.
C a b ra C a p ra h ircu s , I X 31, 48; X I
9,
X I V 23, 25, 28; X V 2, 6, 17; X V I
■ 18."
D u go n g (m a m ífero parecido a la
foca) H a lic o re dugong, X V I 18 n.
37; X I I 43; X IV 5, 16; X V 3,
24; X V I 16, 20, 30, 31, 33, 34,
35; X V I I 31, 33, 34.
E le fa n te E le p h a s a frica n u s y E le ­
p h a s in d ic u s , IX 8, 56, 58; X 1,
31 4
H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S
10, 12, 17; X I 14, 15, 25; X I I 44;
X III
Lince F e lix lynx, X I V 6.
7, 8, 9, 22, 25; X I V 5, 6;
L o b o C anis lupus, X I 6, 28, 37; X II
X V 15; X V I 12, 15, 18, 20, 36;
X V I I 7, 29, 44; E p ílogo.
31, 40; X I I I 1; X V 1, 3; X V I I 31.
lycospád es (caballos), X V I 20.
Erizo E rin a c e u s europaeus, X IV 4.
Esfinge C e rc o p ith e c u s D ia na , X V I
15
n.
C y n o ce p h a lu s
m a im ó n ,
X V I I 8,
Foca P h o c a v itu lin a , IX 9, 50, 59;
XI
M a n d ril
M an gosta H erpestes ic h n e u m o n , X
47; X y i l
37.
Facocero P h a c o c h o e ru s a e th io p i-
17.
m é s o i (c a rn e ro s am an sados), X V
15.
cus, X V I I 10 n.
M ono, cf. C inocéfalo, C him pancé,
G ac ela A n tilo p e d o rca s , X 23, 25;
XI
9; X IV 14; X V 15; X V II 31.
G am o, cf. Ciervo, tam bién X V II
p ith e c u s e n te llu s , X V I 10.
M o rs a T ric h e ru s ros m a ru s , I X 50.
26.
G ato Fe lis c a to y F e lis d o m e s tica ,
X
G ibón, K ép os, M andril, Esfinge.
M on o sa g ra d o de la In dia S e m n o ·
M u fló n O v is lerv ia , X I V
16.
M u lo M u lu s , X II 16.
29.
G e rb o D ip u s a egy p ticu s, X V 26.
G ibón
(m ono)
H y lo b a te s
k u lo c ,
X V I 15. 18 n.
G o rila
9
n
N u tria L u t r a v u lg a ris , X I 37; X I V
21 .
X V II
T ro g lo d y te s g o rilla ,
O n agro (asno salvaje), X V IÍ 26, 31.
H ip o p óta m o
H ip p o p o ta m u s
am -
p h ib iu s , X I 37,
O n ocen tauro (gorila?), X V I I 9.
O rea O rea g la d ia t o r IX 49; X V 2.
O so U rsu s a rcto s, X V I I 31.
Ib ic e O v is lerv ia , X I V
16.
O veja O v is aries, I X 25, 31, 48; X
ik n e u m ó n , cf. M angosta,
4,
18, 50; X I 29, 37; X II 3, 31,
36; X I V 8; X V 1, 7, 15; X V I 16,
Jabalí S us scro fa , X I 37; X I I 43,
46; X Í V 6; X V 3.
20, 26, 30, 31, 32, 33, 37; X V I I
10, 17.
képos, C e rc o p ith e c u s p y rrh o n o tu s
(m ono), X V II 8.
Pangolin M a ris lortgicaud a , X V I 6.
Pantera F e lis pard u s p a n th e ra , X V
León F e lis leo, IX 1, 6, 30; X I 26,
37; X I I 7, 23, 40; X IV 9; X V 17;
14.
P e rro C a n is fa m ilia ris , IX 5, 15,
X V I I 26, 27, 31, 36, 41; Epílogo.
55, 41, 45; X I 5, 7, 13, 15, 20,
L e o p a rd o F e lis pa rd u s, X 39; X I
27; X II 22, 33, 35, 40; X I I I 24;
37; X III 10; X I V 6; X V I I 31, 43;
X IV 5, 20, 27; X V 14; X V I 6, 11,
E p ílogo.
L ie b re L e p u s tim id u s , IX
9,
18, 20, 30, 31; X V I I 25, 33, 39.
10; X I
40; X I I I 10, 12, 13, 14, 24.
Puerco espín H y s trix c ris ta ta , X I I
26.
315
ÍN D IC E S
• R ata E p im y s n o rw e g ic u s (?), X V II
Autillo S tr ix scops [scóps, aeiscdps
y kôpes], X V 28.
17.
Ratón M u s m u s cu lu s , I X 3, 41; X I
19; X II 5, 10; X V 26; X V II 17,
41. Cf., tam bién: Acom ys, ratón
Avestruz S t r u t h io cam elus, IX 58;
X I V 7, 13.
A vu tard a O d s tarda, X V I 4.
de cam po, G erbo , rata.
Ratón de campo M u s silvaticus, IX
41; X V II 41.
B o cc a l (sin identificar), X II I 25.
B u itre Gyps fu lvu s, X 22.
R inoceronte R h in o c e r o s in d icu s ,
X V II
44. Cf. también Cartazono.
Calam ón
P o r p h ir io
v e te ru m , X I
15.
Sátiro, cf. G ibón.
C atreo, cf. F aisán real.
C erción G ra cu la re lig io s a , X V I 3.
T ig re F e lis tig ris , X V
14.
T o p o S p a ta x typhlus, X I 37; X V II
10.
C erilo (sin identificar), X II 9.
C ern ícalo F a lc o tin n u n c u lu s , X II
4.
T o ro B o s taurus, cf. buey.
Cigüeña C ic o n ia alba, X 16; X I 15,
30; Epilogó.
U n ico rn io '(a n im al fabu lo so); X III
25; X V
15.
Cinam om o (ave fabulosa), X V II 21.
C isne C ygnus o lo r, X 36; X I 1, 10;
X IV
V a c a B os fe m in a , V acca , X 27, 50;
X I 4, 10; X II 1, 19, 20, 34; X III 7.
13; X V I I 24.
C orn eja C o rv u s c o ro n e , X V 22.
C orn eja m arin a P u ffin u s yelk u an ,
X V 23.
Y a k P oep h a g u s gru n n ie n s , X V I 11.
C u e rvo C o rv u s co ra x , X III 11.
C u rru c a c ap iro tada S y lv ia a trica -
Z o rro Canis vulpes, IX 12; X III 11;
X IV
p'tlla, X III 25.
26; X V I I 17; Epílogo.
Chorlitejo, X V II 13, cf. Alcaraván.
2.
A ves
C h o tacabras
C a p rim u lg u s
e u ro -
paeus, X V I 22.
A b e jaru co M e ro p s apiaster, X I 30.
A b u b illa U p u p a epops, X 16; X V I
E s c rib a n o
h ortelano
E m b e r iz a
h o rtu la n a , X III 25.
5.
Acanto ( = H e rre rillo cianeo Varu s cia neus), X 32.
Espíndalo (sin identificar), X III 25.
Estornino S tu rn u s vulgaris, X V I 3.
a e gíth u s ( = H e rre rillo cianeo), X
F aisán Pha sia nus c o lc h ic u s , X III
32.
Á guila, sp. A q u ila , I X 2, 3, 10; X V
1,
19, 22; X V I I 24, 37.
Alcaraván C h ara drius oedicnem u s,
cf. Chorlitejo.
Alción, cf. M artín p escad or.
18.
F aisán real L o p h o p h o r u s im p ey a nus, X V I I 23. Cf. Catreo.
Francolín T e tra o fra n co lin u s , X III
25; X V 27.
316
H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S
G a llo G a llu s ga llin a ce u s , X I 26;
Perd iz P e r d ix graeca, X 5, 35; X I
38, 40.
X II 37; X III 25; X I V 9; X V 1;
Perdiz de arena A m m o p e r d ix B o n -
X V I 2, 20; X V I I 33, 46.
h a m i, X V I 7.
G an so A n s e r cin ere u s, I X 10; X I I
33; X I I I 25; X IV
13; X V
L
G a rz a real A rd e a cin e re a , X 5, 37;
R ato n ero com ún B u te o v u lg a ris ,
X H 4.
X V I I 22.
G avilán, gén. Fa Ico, X 14, 24; X I
R u ise ñ or D a u lia s lu s cin ia , X II 28;
X V II
39; X I I 4.
G aviota, gén. L arus, X V
G o lo n d rin a H ir u n d o
10, 23.
23; Epílogo.
T ó rto la T u r t u r c o m m u n is , X 33;
ru stica , IX
X II 10;.X I I I 25.
17; X 34; X V I I 20.
G o rrió n Passer d o m e s tic u s , X V II
.
41.
Z am p ullín C ro c o p u s ch lo ro g a s te r,
X II 9.
G ra ja C o rv u s m o n e d u la , X I I 37;
Z o rz al T u rd u s m u s icu s , X II 28.
X V I 18; X V I I 16.
G ru lla G ru s c in e re u s , X I 40; X III
25; X V 9, 29; X V I I 38; E p ílo go .
Halcón, gén. F a lco , X II 4.
Ib is blan co T a n ta lu s a e th io p ic u s ,
X 29.
k e rk o ró n o i, como Cerción, X V 14.
3.
R e p tile s
Anfisbena, quizás T y p h lo p s v e r m i­
cu la ris , IX 23.
Á sp id N a ia ha ie, IX 4, 11, 15, 61,
62; X 47; X I 32, 33.
Cieguecita, cf. A n fisbena.
C o b ra (á sp id egipcio), cf. Aspid;
L av an dera, sp. M o ta c illa , X V I 3.
C ocod rilo C ro c o d ilu s v u lg a ris , IX
L ech uza A th e n e n o ctu a , X 37.
3; X 21, 24; X I I 41; X V I 6; X V I I
L o ro
6.
P a la e o rn is
cya n o ce p h a lu s ,
·.
Cocodrilo terrestre P s a m m osa u ru s
X III 18; X V I 2, 3.
griseu s, IX 58; X 47; X I I 15.
M a r a b ú L e p to p ilu s argala, X V I 4.
M artín pescador, IX
C u le b ra de agua, cf. C h elidrus.
17,
M irlo T u rd u s m e ru la , X I I 28.
C helid rus
T r e p id o n o tu s
tesse lla -
tus, X II 15.
O ca de E g ip to C h e n a lo p e x aegyp tic u s , X
16; X I 38.
O rion (ave fantástica), X V I I 22.
dipsás, V ip e ra p re s te r, IX
11.
é ch ts y é ch id n a , X 9.
P a lo m a C o lu m a p a lu m b u s , X 14,
50; X I 27; X III 17; X V 14; X V I
2.
h a e m ó rrh o u s , serpiente no iden­
tificada, X V
13, 18.
P a rd ela P u ffin u s k u h li, X II 4.
Pavo real P a v o cristatus, X I 18, 35;
X III 18; X V I 2; X V II 23.
L ag a rto L a c e rta v irid is , IX 3; X V I
41; Epílogo.
317
IN D IC E S
M e la n u ro
serpiente,
sinóm.
de
A n g u ila A n g u illa v u lga ris , X I V 8;
XV
D ipsas.
9.
a n th ía s (sin identificar), X I I 47.
Pitón P y th o n m o tu ru s o P, cebae,
Atún
Thynnus
thynnus,
IX
42;
X I I I 16, 17, 27; X IV 26; X V 3,
X I V 12.
p rë s té r, sinónim o de dipsás, X V II
4.
5, 6; X V I 18.
a u top ia s , quizás T h y n n u s a la lo n -
S a la m a n d ra S a la m a n d ra m a c u lo ­
sa, IX
28.
s e p ed ó n (sin identificar), X V 18.
séps, V ip e ra m a crop s , X V I 40.
Serpiente, n om bre genérico, IX
16,
20. 21, 29, 43, 44, 62; X 13,
14, 48; X I 2, 16,' 17, 19, 34; X II
32, 34, 39.
ga, X III 17.
Bonito Pela m ys sarda, X V 10; X V I
12.
C a b a lla S c o m b e r eolia s, X 6; X I V
1.
Caballito de m ar H ip p o ca m p u s an­
tiq u o r u m , X IV 20.
th e rm ú th ts , X 31; cf. Áspid.
C a p ro (no identificado), X
T o rtu g a
T e s tu d o graeca, X I 37;
C arpa C yprinu s ca rp ió, X IV 23, 26.
X I V 17; X V 19; X V I 14; X V I I 3.
C astañeta C h ro m is castanea, X III
Tortuga de m ar Thalassochelys ca ­
re n a , I X 41; X V I 17.
T o rtu g a del G an ges T r io n y x gang e tic u s , X I I 41.
T ortuga de la India, X V I 14.
17.
11.
.
Cazón Galeorrhinus, IX 65; X V 11.
Ciclae, tordos m arinos, X I I 28.
Citaredo, sp. C h a e to d o n , X I 23.
C on grio C o n g e r vu lga ris, X I 37.
Cossyphi, tordos m arinos, X I I 28.
V íb o ra de L a taste V ip e ra Latastei,
XV
13, 18.
C uclillo de m ar D a c ty lo p te ru s v o ­
litan s, X
11.
Cuervo marino, cf. Castañeta, X IV
4.
A n fib io s
R an a R a n a a g ilis y R a n a graeca,
IX
13, 15.
R ana pescador, IX 24; X II 15.
Sapo B o m b in a to r pachypus, IX 11.
5.
P eces
26.
c h á ra x (sin identificar), X II 25.
C h ich arro C a ran x tra c h u ru s , X II
25; X III 27.
D o ra d a C h ry s op h ry s au rata, X III
28; X V I 12.
Em igran te (denom inación gen éri­
ca de peces que emigran), IX 46.
a d o n is (sin identificar), IX 36.
A g u ja de m a r B e lo n e acus, IX 17,
60.
Anchoa E n g ra u lis e n c ra s ich o lu s ,
X I I I 2.
E s c a ro S ca ru s creten sis, X I I 42;
X IV 2.
Esturión A c ip e n s e r s tu rio, X I V 23,
26.
e x ôcé tos , cf. ad onis.
318
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
G obio, sp. G o b iu s X V I I 6.
G ru lla m arin a R e g a le cu s B a nksi,
P astinaca o Try go n T r ig o n p a s ti­
naca, I X 40; X I 37; X V I I 18.
Perca de río P erca flu v ia tilis o v u l­
X V 9.
hêp a tos (sin identificar), IX 38; X V
11.
garis, X IV* 23, 26.
P latija P le u ro n e c te s flesus, X I V 3.
p r é p o n (sin identificar), IX 38.
p r é tis (sin identificar), I X 49.
K estreus,
X I I I 19.
sp.
M u g it,
cf. M ù jol,
Pez á g u ila S cia e n a a q u ila , IX 7.
Pez a gu ja B e lo n e acus, I X 17, 61.
Pez arañ a T ra c h in u s draco, I X I I ,
León m arin o (sin identificar), IX
49.
X IV
12.
Pez com a d reja M o t e lla tric irra ta ,
L eo p ard o de m ar (sin identificar),
IX 49; X I 24.
XV
11.
Pez erizo D io d o n h y s trix, X I I 25,
L ie b re de m ar, sp. D io d o n , IX 51;
X V I 19.
Pez escorp ió n (no identificado),
X V I I 6.
L ira , sp. T rig la, X
11.
Pez espada X ip h ia s gladius, I X 40;
L o b o de m ar L u p u s labrax, IX 7;
X 2; X I V 22; X V I 12.
X I V 23, 26; X V 6.
Pez globo, sp¿ D io d o n , X II 13.
L u b in a L u p u s labrax, cf. L o b o de
m ar.
Pez go lo n d rin a D a c ty lo p te ru s v o ­
lita n s , I X 52,
Pez hiena (sin identificar), X II 27.
m á líh a (sin identificar), IX 49.
Pez luna (no identificado), X V 4.
M erlu za Gadus m e rlu c c iu s , IX 38.
Pez m artillo Z ig a e n a m a lle u s , IX
M on o de m ar (sin identificar), X II
49.
Pez p erro M u ste lu s laevis, X IV 21;
27.
M újol, sp. M ugil, IX 36; X III 19.
M u re n a M u ra e n a h elena, IX 25,
XV
11.
Pez piloto N a u c ra te s d u c to r, X V
23.
40, 66; X I 34, 37.
M y llo (no identificado), X IV 23.
m y ros (serpiente m arina?) M u ra e n o p h is u n ic o lo r? , X I V
15,
Pez ra ta U ra rtos co p u s s ca b e r (Callionym us), X III 4.
Pez torpedo T o rp e d o m a rm o ra ta ,
X I 14, 37; X III 27; X I V 3.
O rfo P a g ru s o rp h u s , X I I.
O veja m arin a (sin identificar), IX
Pez volador E x o c o e tu s volitans, IX
52.
38.
O x irrin c o
(m o rm iro )
M o rm y ru s
c a s ch iv e , X 46; X I 24.
O xirrinco, cf. esturión, X V I I 32.
R ape L o p h iu s p is c a to riu s , I X 24;
X III 5.
R atón de m a r (especie de tortu­
ga), IX 41.
Pa lm era de agua, sp. C h a e to d o n ?,
X I I 24.
P a rg o P a g ru s v u lg a ris , IX 7.
R ém o ra E c h e n e is re m o ra , IX 7.
R o d a b a llo P le u ro n e c te s m a x im u s ,
X I V 3.
319
ÍN D IC E S
S a lm ón S a lm o h u ch o , X I V 23.
Langosta, fam. A crid ida e, X 13; X I
Salm onete M u llu s barbatus, IX 51,
27; X V II 19.
65; X 2, 7; X II 42.
S a lp a B o x salpa, IX 7.
Sard in eta o chanquete A phya m i­
nuta, X I I 28.
M a rip o sa de la cera G a lle ria ce ­
rcana, X I I 8.
M o sca M u s c a d o m e s tica , IX 3, 15;
X I 8, 14, 28.
S a rg o S a rg u s v u lg a ris , Χ Π Ι 2,
S ilu ro S ilu r u s gla n is, X I I 14; X I V
25,
Solla P le u ro n e cte s platessa, X IV 3.
M osquito, fam . C u lic id a e , IX 3.
O ru g a de la berza P ie ris rapae, IX
39.
T ib u ró n S q u a lu s c a rch a ría s , X I V
24.
T ib u rón zo rro A lo p e c ia vulpes, IX
12.
T ím a lo T h y m a llu s v u lg a ris , X IV
22 .
Tritón Fabuloso, X III 21.
O ru g a del m anzano C a rpoca p sa
p o m o n e lla , IX 39.
P io jo P e d ic u lu s h u m a n u s, IX 19.
P o lilla de la cera, cf. M a rip o sa de
la cera.
T ában o, fam . T abanid ae, I X 43.
tr o c h o s {sin identificar), X III 20.
V e rru g a to U m b rin a c irrh o s a , IX
7; X
11.
7.
A rá c n id o s
p h a lá n g io n (araña de la uva?), X
11; X V II 11.
6.
In s e c to s
T etragn ata G a le o d es Arabs, X V II
40.
A b e ja A p is m e llific a , X I 37; X II,
37; X V I I 35.
A vispa Vespa v u lg a ris , IX 15; X I
8.
C ru s tá ce o s
28, 37.
A vispón Vespa c ra b ro , X 42.
Bogavante H o m m a ru s g a m m a ru s,
I X 6.
C an tárida, fam. M elo'id a e, IX 39.
C igarra, fam . C ica d id a e, X 44; X I
26.
Cangrejo, térm. gen., IX 6, 43.
Langosta P a lin u ru s vulgaris, IX 6,
E s c a ra b a jo S ca ra b a eu s p itu la riu s
o sacer, X
15; X I Í9.
25; X 38; X I 37.
León de mar, cf. Langosta, X I V 9.
G rillo ceb o lle ro o cortón G r illo ­
talpa, I X 39 n.
H o rm igas F o rm ic id a e , X I 16; X V I
15; X V I I 42.
H o rm ig a Laertes, F o rm ic id a e , X
42.
9.
M o lu s c o s
A lm eja, gén. C ham a, X I V 22; X V
12.
areíon (o b a b o sa ) A r io n e m p ir ic o ­
ru m , X 5.
320
H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S
A rgonauta A rg o n a u ta argo, IX 34.
10.
Buccino, fam. B u ccin id a e , IX 6; X I
C iem piés S c o lo p e n d ra m ors ita n s ,
37.
G u sa nos
XI
19, 28; X V 26.
B u sano, X I 37.
E sco lo p en d ra m arin a (sin identi­
C alam ar L o lig o vulgaris, IX 52, 11,
ficar), X III 23.
37.
C aracol, gén. H e lic id a e , X 5; X I
21, 37.
L o m b riz intestinal h um an a A sca ­
ris lu m b ric o id e s , I X 33.
C arac ol de m a r M it r a papa lis, X I
21.
L o m b riz de tierra L u m b r ic u s te­
rre s tris , IX 3.
C aracol trom peta T r ito n iu m
no-
d ife ru m o R a n e tla gigantea, X V I
12.
S a n g u iju e la
H ir u d o
lim n a tis
y
C á m b a la an n u la ta , X I I 15.
M arga rita M e le a g rin a m a rg a ritife ­
ra, X
13.
M olu sco s del M a r R ojo T rid a ch -
11.
E q u in o d e r m o s
na, etc., X 20.
Erizo de mar, gén. E ch in u s , IX 47;
N au tilo, cf. A rg o n a u ta .
XI
n e rítS s (no identificado), X I V 28.
37; X I I 25; X I V 4; X V I 12.
E strella de m ar, gén. A sterias, IX
22 .
O sm ilo E le d o n e m os ch a ta , IX 45.
O stra O strea ed u lis, I X 22; X 13;
X I 37.
12.
C e le n té re o s
Pulpo O c to p u s v u lga ris , IX 25, 45;
X
38; X I 37; X I I I 6.
Aném ona de mar, gén. A c tin ia , X I
P ú rp u ra M u r e x tru n c u lu s , IX 6.
Sepia Sepia o ffic in a lis , X I 37.
B)
M ed usa, gén. A c a le p h e , X III 27.
P la n t a s
A beto g riego A b ie s c e p h a lo n ica ,
X V 5.
A b ró ta n o A rte m is ia arb o re s ce n s,
I X 33.
Acanto A c a n th u s m o llis , X 32.
A celga B eta m a ritim a , X I I 42.
37.
Acónito am arillo A c o n it u m a n th o ra, IX
18, 27.
a g la o p h ó tis , cf. Peonía.
A jip o rro A lliu m
p o rru m , IX
X II 42.
A jo A lliu m
s a tiv u m , X
10.
39;
321
IN D IC E S
A lcorn oq ue (corch o) Q u e rcu s su­
b e r , X I I 43; X III 3; X I V 24.
E sm irn io
p erfo liad o
S m y r n iu m
p e r fo lia tu m , I X 48.
A lfa lfa M e d ic a g o sativa , X II 11.
E sparto S tip a tenacissim a, X II 43.
Alga m arina, gén. Alga, X II 43.
A lm e n d ro P ru n u s a m igd a tu s,
X
30.
F ib ig ia F ib ig ia o Fa rsetia cly p eata, IX 31.
A m p e lo Vi iis v in ife ra , X 39.
F resno F ra x in u s o rn u s , X 49.
A rroz Oryza sativa, X III 8; X V I 10.
A rv eja E r v u m e rv ilia , IX 39.
G a rb a n z o C tc e r a rie tin u m , I X 39.
B eleñ o n egro H y o s cy a m u s niger,
H elen io In u la h e le n iu m , I X 21.
I X 32.
B e rz a B ra s sica c re tica , IX 39.
Berza m arina o corregüela de m ar
Calystegta s o ld a n e lla , X II I .3.
H ied ra , H e d era h e lix , X 6.
H igu e ra F ic u s ca rica , IX 37, 39.
H inojo F o e n ic u lu m vulgare, IX 16;
X II 43.
C am elina C a m e lin a sativa, X II 43.
C a rd o C n ic u s syriacus, X V I 32.
Juncia C yperu s ro tu n d u s , X I I 43.
C añ a A r u n d o d onax, IX 55.
Junco com ún S c irp u s h o lo s c h o e -
C eb a d a H o rd e u m s a tiv u m , X
10;
nus, X II 43.
X I 16, 17.
C eb o lla A lliu m
C ip ré s
cepa, X
C upressus
10.
s e m p e rv ire n s ,
3.
Lentisco P is ta ch ia len tiscus, X 10.
X I I 43.
C lem átide F u cu s sp ira lis , X III 3.
C o rn e jo C o rn u s m as, X I I 43.
C o rreg ü e la
Lechuga de m ar U lva lactuca, X III
m arin a
s o ld a n e lla ,
XHI
C o n v o lv u lu s
3. Cf.
B erza
Lino L in u m u s ita tis s im u m , IX 17,
55; X I 18; X II 43.
L in o blan co L in u m s u ffru tico s u m ,
X I I 43.
m arina.
Culantro C o ria n d ru m sa tivu m , X II
42.
M an zan o P y ru s m alus, IX 39.
M atah em bras, gén. A c o n itu m , IX
C im odocea
C y m o d o th e a
nod osa
(hongo), X I I I 3.
18, 27.
M atalobo s, gén. A c o n itu m , IX 18.
C istoseira C ystoseira fo e n ic u lo s a ,
X I I I 3 (alga).
M ejo ran a
O rig a n u m
h e ra c le o ti-
c u m , X V I 32.
M en ta de a gu a M e n th a v irid is , IX
C ho p o P o p u lu s n igra , IX 39.
26.
M ielga M e d ic a g o arborea, X V I 32.
E lé b o ro blan co V e ra tru m a lb u m ,
N o g a l Ju gla n s regia, X 30.
IX 27.
En cina Q u e rcu s ilex, X 30.
E n e b ro
X I I I 2.
J u n ip e ru s
m a c ro c a rp a ,
O livo O le a E u ro p a e a , IX 37.
O rtiga, gén. U rtica , IX 48.
322
H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S
R osal castellano R o s a ga llica, X IV
Palm era P h o e n ix dactylifera, X 10;
XI
9.
5; X V I 18; X V I I 18.
Palm ito C h a m a e ro p s h u m ilis , X I V
13.
p a n c y n iu m , alga (sin identificar),
X IV 24.
Sauzgatillo V ite x agnus-castus, IX
26; X I I 43.
S ilfio F e ru la tin g ita n a , IX 32.
P a p iro C y peru s pa pyru s, X II 43.
Pardalianco A c o n itu m a n lh o ra , cf.
T e jo Taxu s b a cca ia , I X 27.
Acónito am arillo.
Peonía P aeonia o fficin a lis , X IV 24,
27.
T om illo T h y m u s v u lga ris , X I V 22.
T rig o T r itic u m v u lg a re , IX 39; X
16; X II 34.
persea M im u s o p s s ch im p e ri, X 21;
XI
11, 40.
Pim entero P ip e r n ig ru m , X 48.
Pino, gén. Pinus, X II 43.
R o b le Q u e rc u s ro b u r, X I V 25.
R om e ro-o líban o L e c o k ia c re tica ,
IX
26.
C)
M e t a le s
B etún (o lignito), IX 20 n,
V iñ a de m ar F u cu s v o lu b ilis , X III
3.
V io leta V io la o d o ra ta , X I 23.
Z u m a q u e R h u s c o rta ría , X I I 43.
Y
M IN E R A L E S
L ap islázu li, X III
17.
Bronce, X IV 23, 26; X V I 6.
O ro, X I V 8; X V 24; X V I 27.
C arb on ato sódico (litron), IX 48.
C in ab rio y B erm ellón, X V II 23.
Perla, X
C obre, X V I I 35.
P ied ra de H e ra cle a (ó m agnetita),
C ristal de roca, X V 8.
.
X
13; X V 8.
14.
P ie d ra tracia, IX 20.
E sm erald a, X V I I 23.
Plata, X V
12, 24.
Plom o, X I I 43.
H ierro, X I V 7; X V I 6; X V II 17, 44,
45.
Sal, IX 48.
ÍN D IC E G E N E R A L
Págs.
Libro IX .......................................
Libro X ........................................
Libro X I ................................................................
Libro X II ...............................................................
Libro X I I I ..............................................................
Libro X IV ..............................................................
Libro XV.......................................
Libro XVI .....................................
Libro X V II ....................................
Epílogo ......... ..............................
Í
,
....
n d ic e
z o o l ó g ic o
b o t á n ic o
y
m in e r a l ó g ic o
7
45
81
113
15 í
179
213
243
277
309
313
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