Las Leyes de Reforma: su actualidad Ministro Sergio A. Valls Hernández La Reforma Energética Organización Editorial Mexicana 22 de agosto de 2013 Como es sabido, el pasado lunes doce de agosto del año en curso, el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos entregó al Congreso de la Unión la iniciativa por la que se reforman los artículos 27 y 28 de la Constitución General de la República, en cuanto a la regulación en materia de petróleo y demás hidrocarburos, así como en energía eléctrica. La llamada reforma energética, en primer término y con la finalidad de crear un marco jurídico que responda a las necesidades actuales propone, básicamente, eliminar del artículo 27 constitucional la restricción que impide al Estado mexicano la utilización de contratos en sus actividades de explotación y extracción de hidrocarburos, sin que ello signifique que la propiedad de éstos deje de estar en manos de la Nación, toda vez que se debe distinguir entre la figura de contratos (la cual se propone), con la concesión (que confiere derechos). Asimismo, se pretende que la ley reglamentaria de dicho precepto constitucional determine la forma en que el Estado pueda aprovechar la participación de los sectores social y privado, a través de contratos celebrados por el Ejecutivo Federal para la exploración y extracción de hidrocarburos en los que puedan pactarse mecanismos de pago en función de los recursos que se obtengan, mediante compensaciones en efectivo o equivalentes a un porcentaje de los mismos; y, en consecuencia, suprimir a la petroquímica básica como área estratégica que no constituye monopolio, esto es, la exploración y extracción. Respecto al ámbito de la energía eléctrica, la iniciativa de reforma constitucional plantea corregir las limitaciones del modelo actual para agregar capacidad de energías renovables a gran escala mediante la creación de un mercado competitivo de generación, administrado por el Estado a través de un operador independiente, y el establecimiento de certificados de energías limpias; en concreto, permite la generación de energía eléctrica por parte de los particulares, sin que el Estado pierda la rectoría en el control del sistema eléctrico nacional y la exclusividad de transmitir y distribuir la energía como un servicio público, lo cual abrirá un mercado de generación para disminuir los costos, elevar la productividad y eficiencia de dicho sistema. Es decir, de aprobarse la iniciativa de reforma en cuestión, se permitirá a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) celebrar contratos con particulares, conforme a las bases que se llegaran a establecer en las leyes por parte del Congreso de la Unión, que, en su caso, permitan la aplicación efectiva de las reformas. Si bien esta iniciativa de reforma constitucional en materia energética ha causado gran revuelo en nuestro país, tanto en la población como entre los principales actores jurídicos, toda vez que se alega un contrasentido de finalidades y objetivos entre las reformas que en su momento presentó el Presidente Lázaro Cárdenas, consecuentes de la expropiación petrolera de 1938, y la actual presentada por el Presidente Enrique Peña Nieto; en el caso, debemos reflexionar que tan conveniente es para el crecimiento de nuestra Nación y el de todos sus pobladores, la propuesta de iniciativa en comento, la cual, desde mi punto vista, resulta necesaria. Considero que México, atendiendo a las condiciones de la época, cuenta con un territorio basto de recursos naturales, como puede ser, entre otros, la posesión del petróleo y sus derivados, pero de nada sirve que nuestro país cuente con grandes volúmenes de hidrocarburos en el subsuelo o incluso ya extraídos del mismo, si éstos no son aprovechados por falta de capital e infraestructura suficiente para su extracción y explotación, o su limitada capacidad de refinación y transformación en relación a la producción; por lo que, la posibilidad de celebrar contratos eficientes por parte del Ejecutivo Federal con organismos o empresas del Estado, así como con terceros (sector social y privado), generaría altas inversiones y recursos tecnológicos, en términos claros, flujo de dinero y productividad del país, dejando en claro, que la propiedad de éstos seguirá siendo de la Nación, pues los contratos en cuestión sólo pactan un trabajo de extracción o explotación a cambio de compensaciones de efectivo (ganancia), pero jamás la propiedad de los hidrocarburos. *[email protected]