PEQUEÑAS SÍ, PERO EN OPORTUNIDADES Vamos a decir lo que muchos piensan y nadie comenta: pocas cosas tan trilladas en nuestro país como el discurso de la importancia de las Mipymes para la economía colombiana. Casi todos los políticos se saben de memoria que son más del 99% de las empresas y dicen de corrido que son la gran oportunidad para la generación de empleo y del bueno. En Colombia, las microempresas son las que más generan empleo aportando el 50,3% del stock del mismo. Por su parte, las pequeñas empresas producen el 17,6% del empleo y las medianas el 12,9%. Esto es, las Mipymes son las responsables del 80,2% del empleo formal mientras que las grandes empresas lo son del 19,2%. La incoherencia entre el discurso y los actos es monumental. El problema está sobre diagnosticado: los diferentes actores llamados a hacer más amable el ecosistema en que se desenvuelven las pequeñas empresas carecen de coordinación. Desde mi punto de vista, lo anterior es resultado de la falta de interés genuino para actuar producto de la desalineación de intereses. Los incentivos deben estructurarse de forma tal que sean recibidos por aquellos que con sus ideas y acciones impacten positivamente Mipymes, no para los que hablen por más horas de las mismas. Existen por centenas diagnósticos, encuestas, discursos, posturas, posiciones, estudios, coloquios, encuentros, foros y demás especies similares y simultáneamente, la más inquietante inacción. Basta encontrar que casi 9 de cada 10 procesos públicos abiertos por Bancoldex para apoyar Mipymes el año pasado, fueron declarados desiertos o que, en Colombia, la mitad de las empresas que nacen desaparecen durante el primer año. En tantos y tantos estudios, al ser consultadas las Mipymes colombianas dicen que sus tres principales preocupaciones son, en su orden, la escasez de demanda por sus productos y servicios, la rotación de la cartera y la falta de acceso a recursos. Déjenme presentar medidas posibles para tomar en el corto plazo, que unos ambientadores del ecosistema de las pequeñas empresas con un interés genuino en su desarrollo encontrarían fácilmente. Ante la escasa demanda de que se quejan las Mipymes y al ser ellas la principal oportunidad de generación de empleo, se conoce que las grandes empresas siempre tendrán la tendencia a reducir su personal al hacer uso de sofisticadas tecnologías, resulta elemental la intuición de que la totalidad de las compras de bienes y servicios del gobierno central, el cliente más grande del país, deberían consumirse a través de micro, pequeñas y medianas empresas. Con que solo la mitad de los $7 billones de pesos del presupuesto de gastos generales del poder ejecutivo en 2014 se aplique a través de Mipymes, el impacto en la demanda sería determinante. Una acción coherente sería imprimir en la tapa de todos los procesos de contratación del gobierno “solo se aceptan micro, pequeñas y medianas empresas porque estamos generando empleo”. Ser pequeño empresario no debería ser simplemente un criterio de desempate en los procesos de selección de proveedores del Estado. El segundo problema, el de la rotación de cartera, es sobretodo un asunto de asimetría de poder de negociación por tamaño, producto de nuestra cultura empresarial. El pequeño empresario es visto en Colombia como un “Don Nadie” al que se le puede pagar tarde o incluso, dejar de pagar, sin consecuencias. No es anecdótico que Colombia ocupe el lugar 155 entre 185 países en cumplimiento de contratos según el último ranking Doing Business del Banco Mundial. El llamado es a los grandes empresarios a la responsabilidad social, generando actos para el desarrollo de sus proveedores y entendiendo que su negocio no es el financiero de trabajar con la plata del pequeño mister, sino el de proveer su producto o servicio en una economía de mercado. También es evidente la necesidad de que el Ejecutivo afine sus mecanismos para ser vigilante de que los más grandes, simplemente por su tamaño, no sigan con este matoneo empresarial que aqueja el desarrollo de los hombres y mujeres de negocios. Como las transformaciones culturales toman tiempo, la premisa en el corto plazo para legislar en este frente debería ser “se prohíbe, por indigna, la práctica de pagar un producto o servicio que ha sido recibido en su totalidad, más allá de 180 días”. No caigamos nuevamente en la trampa de pensar que, como país, la solución es enriquecer a fondeadores de Factoring que poco empleo generan. Es inevitable: las soluciones macroeconómicas en todos los países vendrán no solo obligando a que grandes y pequeños agentes económicos tengan las mismas oportunidades de competir, sino también forzando a que aquellos que se han beneficiado por la inercia del crecimiento del capital, devuelvan mucho de lo que han acumulado a la sociedad, a través de mayores impuestos dirigidos únicamente a ellos. Y en el tercer frente, el de acceso a recursos, es pertinente anotar que el crédito micro empresarial en Colombia está creciendo soportado casi en su totalidad en garantía real. Un crecimiento estructurado y eficiente de este tipo de crédito en una economía requiere el uso de modelos de score crediticio de los potenciales clientes, porque los pequeños empresarios, por definición, carecen de bienes. Las encuestas PYME de Asobancaria revelan que el principal factor que explica la restricción de crédito a las pequeñas empresas es que los bancos no creen en la calidad de su información financiera. De esta forma, si el gobierno quiere regalarle algo útil a las empresas, que no le entregue más ineficientes subsidios en dinero sino que, más bien, le subsidie la adquisición de inteligencia de negocios para mejorar la calidad de su información financiera. Esta palanca de conocimiento le servirá tanto para acceder a crédito como a recurso inversionista de capital de riesgo o capital privado (el milagro estadounidense). La reconocida fuerza emprendedora colombiana está hecha de líderes Mipyme expertos en encontrar clientes, darles un buen producto y mantenerlos cerca, pero que tienen serias deficiencias en formación financiera. Esto último es natural, ya sucedió y fue parcialmente resuelto en el mundo desarrollado a través de inversionistas expertos en finanzas que al comprar empresas llevaban inteligencia de negocios a las mismas. No aspiremos ir tan lejos en el corto plazo. Para encontrar soluciones rápidas basta con mirar en la región para encontrar que las experiencias realmente relevantes en términos de impacto positivo real en las pequeñas empresas, son justamente las iniciativas para llevar inteligencia de negocios de SEBRAE en Brasil, Banco Estado en Chile y el Programa de Extensionismo Financiero de México. Es que llevar habilidad financiera a través de expertos no solo es útil para por fin tener acceso abundante a recursos dinerarios, sino también para identificar redes específicas que les permita a las Mipymes unificar intereses, compartir información y encontrar socios estratégicos de negocios. Por lo pronto, el mecanismo para poner a hablar al país seriamente de desigualdad es la unión, que en el mundo empresarial podemos llamar asociatividad. Pequeños empresarios: unámonos. La cuestión no es que Bancoldex o el Fondo Nacional de Garantías no estén haciendo su tarea, la cuestión es que no es suficiente. Fortalecer al pequeño empresario en Colombia requiere cambios estructurales que solo serán posibles en la medida en que sean exigidos por el conjunto más representativo de la sociedad. En un mundo en el que crece la desigualdad, asunto magistralmente demostrado por el economista francés Thomas en su revolucionario libro “El capital en el siglo XXI”, nos encontramos en una de los países con más discrepancias sociales. Esta desigualdad vista en el contexto empresarial colombiano es evidente. O el gobierno toma medidas para hacer competir en las mismas condiciones a las empresas sin importar su tamaño, en una suerte de revuelta empresarial, o dicha revolución vendrá estimulada por un estallido social de aquellos que son la mayoría y que no aguantan más no encontrar oportunidades de convertirse algún día en grandes empresarios o más aún de sobrevivir, a pesar de su esfuerzo diario. Carlos Botero, CFA [email protected]