FONDO EDITORIAL DISCÍPULOS DE JESÚS TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL JOSÉ JUAN GARCÍA San Juan, 2009 FONDO EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CUYO Dirección de publicaciones Impreso en Enero de 2009. Directora: María Isabel Larrauri Reservados los correspondiente derechos por la Universidad Católica de Cuyo. Prohibida su reproducción total o parcial. Pueden formularse citas con la indicación expresa de su procedencia y conservando el sentido del contexto.- Es una publicación oficial de la Universidad. Las opiniones expresadas en los trabajos son de exclusiva responsabilidad del autor, no expresando el pensamiento del señor Rector ni del Honorable Consejo Superior. García, José Juan Teología moral fundamental - 1a ed. - San Juan: Univ. Católica de Cuyo, 2009. CD-ROM ISBN 978-950-559-212-8 1. Teología Moral. I. Título CDD 240 Fecha de catalogación: 17/12/2008 © Copyright By - Universidad Católica de Cuyo Impreso en Argentina - Printed in Argentina Hecho el depósito que determina la Ley 11.723 I.S.B.N. Nº 978-950-559-213-5 “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Dame a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te conoce? Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra”. San Agustín, Confesiones, L. I, c. 1 n 1. Puede imprimirse Mons. Alfonso Delgado Evers Arzobispo de San Juan de Cuyo San Juan, 3 de diciembre de 2008.- A mis alumnos, con gratitud. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL INDICE Introducción 1. CAPÍTULO 1 - ¿Qué es teología moral? Introducción. Las fuentes de la teología moral. Moral y ciencias humanas. Persona humana y crisis moral. Mensaje moral del Nuevo Testamento. 2. CAPÍTULO 2 - Historia de la teología moral. Introducción. Época patrística. La escolástica. La moral de los siglos XVI al XIX. La Moral en el siglo XX. 3. CAPÍTULO 3 - La conciencia moral. Noción de conciencia. Naturaleza de la conciencia. La conciencia. Norma de conducta moral. Conciencia recta, dudosa, perpleja, escrupulosa. Formación de la conciencia. 4. CAPÍTULO 4 - La Ley. Definición de ley. Ley natural. Ley eterna. Ley en el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. ¿Es obligatorio cumplir la ley civil? 5. CAPÍTULO 5 - Moralidad del acto humano. Objeto, fin y circunstancias. Actos moralmente indiferentes. 6. CAPÍTULO 6 - El pecado. La revelación y el pecado. Tomás de Aquino. El pecado en el Magisterio. Reflexión sistemática. La conversión y la misericordia de Dios. 7. CAPÍTULO 7 - Las virtudes. Nociones. La segunda Escritura. Los Santos Padres. Reflexiones sistemáticas. Reflexiones finales. SIGLAS AAS Acta Apostolicae Sedis Ap Documento de Aparecida BAC Biblioteca de Autores Cristianos CA Encíclica Centesimus annus DocCath La Documentation Catholique DETM Diccionario Enciclopédico de Teología Moral EE Estudios Eclesiásticos FR Fides et ratio GS Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II QA Quadragesimo anno LG Lumen Gentium, Concilio Vaticano II NMA Navega Mar Adentro, CEA. RP Reconciliatio et paenitentia RSR Recherches de Science Religieuse Rev Thom Revue Thomiste SCh Sources Chrétiennes ScTh Scripta Theologica SRS Sollicitudo rei socialis StMor Studia Moralia TS Theological Studies UR Decreto Unitatis Redintegratio, Concilio Vaticano II VS Encíclica Veritatis splendor 13 PRÓLOGO No es este el primer libro del Rvdo. P. Dr. José Juan García que prologo. También debo decir que he compartido con él la publicación de trabajos de filosofía para advertir al lector –sobre todo a los jóvenes estudiantes de teología, a quienes está especialmente orientado este trabajo- que mi opinión es la de quien comparte inquietudes intelectuales y puntos de vista con el autor. Entre otras cosas coincido con él en la necesidad de reinsertar entre los intereses de los estudiosos, investigadores, pensadores, científicos, comunicadores y educadores de hoy -que equivale a decir el mundo de la cultura- el interés por los problemas fundamentales del sentido y destino de la existencia humana, problemas que constituyen precisamente el eje rector de las conductas, tanto públicas como privadas de las personas y que, desde siempre han sido y siguen siendo materia específica de la filosofía y de la teología. Este manual de estudio busca contribuir desde la certeza de la Divina Revelación y el Magisterio Permanente de la Iglesia en esta necesaria tarea de reinstalar en el horizonte de la formación moral de toda persona la realidad de su destino trascendente, propio de la naturaleza racional y condición irrenunciable de todo proyecto existencial que contemple la búsqueda de plenitud humana; meta imposible cuando se niega al espíritu humano su entidad más allá de los condicionamientos de la materia. Tal propósito muestra su patencia desde la introducción y lo hace sin titubeos: “busca los fundamentos del obrar moral cristiano” y lo hace sin dejar de lado el diálogo con las ciencias contemporáneas en la íntima convicción que fe y razón jamás podrán oponerse porque 15 JOSÉ JUAN GARCÍA proceden de idéntica fuente. Así se entiende la frase que cierra este apartado: “Ojalá los filósofos y juristas también demostrasen interés por leer la obra de los teólogos, dado que la sabiduría eclesial ha contribuido decisivamente en Occidente a plasmar toda una cultura de raíz humana y cristiana”. Avanzando en la lectura de nuestro libro –todo escrito, al ser leído, en cierta manera deja de pertenecer sólo al autor– nos encontramos con un primer capítulo que lógicamente plantea la definición y división de la Teología moral católica y lo hace de manera precisa. Como aporte valioso para quien se inicia en la materia aborda una cuestión clave para quien estudia y/ enseña ética o teología moral cual es la relación entre ambas, ya que coinciden en idéntico objeto material y por tanto el sujeto cuya conducta se norma es el mismo: la persona humana. Para el padre José Juan García “... la teología moral tiene en común con la ética filosófica el objeto material: el comportamiento humano responsable, en cuanto calificable como bueno o malo. Pero este comportamiento ha de ser juzgado no sólo por la razón sino también por el dato de la fe. Esta nueva perspectiva delimita el objeto formal de esta disciplina”. El capítulo segundo está enteramente dedicado a la Historia de la Teología Moral y, al considerarlo en relación al resto del trabajo adquiere una importancia clave porque pone de manifiesto -más allá de todo cuestionamiento- que fue la Teología Moral Cristiana la causa eficiente profunda de la consolidación de la necesidad del respeto irrestricto a todo ser humano por su carácter de persona a lo largo de la consolidación de la cultura occidental. En efecto: señala con basta erudición histórica que la filosofía griega no logró liberar al hombre de la esclavitud de las necesidades físicas traducidas en los fatalismos de la cultura antigua a modo de teogonías o 16 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL teofanías. En el orden civil la justificación de la esclavitud y la permanencia de torturas y sacrificios humanos muestran que la sola razón no fue suficiente para consolidar el respeto irrestricto por la vida humana. Fue necesaria la llegada del cristianismo, la predicación del Evangelio y el testimonio de los Padres de la Iglesia para cuestionar y superar tan lacerante cosmovisión. En este apartado del capítulo concluye poniendo de relieve el concepto central de la reflexión gregoriana en este punto: la persona es imagen de Dios quedando atrás para siempre el hombre atado a la necesidad cósmica. Cautiva su análisis sobre el desarrollo de la Teología Moral durante la Edad Media, sobre todo en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino que significa una verdadera síntesis superadora desde una teología metafísica que no sólo se nutrió de la totalidad de la muy rica tradición cristiana ya milenaria para ese momento, sino que sentó las bases que hicieron posible del crecimiento posterior de la teología; sin olvidar figura que, como Francisco de Victoria sustentaron el Derecho de Gentes en los principios de la Teología Moral. A esta lectura el autor suma un detalle significativo del acontecer en esta materia durante la modernidad, el pasado siglo XX y los años transcurridos de este siglo dando cuenta circunstanciada de cómo la Teología Moral y la Doctrina Social de la Iglesia -a lo que se agrega en las últimas décadas el aporte de las Universidades Católicas– continúan siendo defensa y garantía cierta del humanismo cristiano y mediante él del auténtico humanismo. Este aspecto de la vigencia histórica de la teología moral como garante del humanismo es algo que muchas veces se omite causando así no sólo una falta de valoración para con la Teología Moral Cristiana, sino también un error serio en la comprensión de la historia de Occidente. Su 17 JOSÉ JUAN GARCÍA consideración adecuada es un mérito de este trabajo. Los restantes capítulos -desde el tercero al séptimoabordan la materia propiamente dicha de la Teología Moral Fundamental -la conciencia moral, la ley, moralidad del acto humano, el pecado y las virtudes- según la luz de la fe y con la experiencia de quien no sólo conoce la materia, sino también cómo trasmitirla sin errores, ayudando a obviar las dificultades que deben sortear los alumnos de los cursos iniciales. A lo largo de cada capítulo el lector -estudiante o simplemente estudioso de la materia- encontrará abundantes citas bibliográficas actualizadas y fuentes, sobre todo del Magisterio, identificadas con precisión. Esto posibilita profundizar los temas, que es el objetivo último de todo libro que, como éste, está destinado para servir a quienes han iniciado su formación sistemática en teología. Finalmente debo decir que el Padre José Juan no sólo ha logrado ser “... breve, claro y ameno...” en la totalidad de su exposición sino que también ha contribuido eficazmente a facilitar la formación de sus alumnos y de otros muchos alumnos y no alumnos que utilizarán a menudo sus páginas. Una vez más ha puesto al servicio de los demás su saber y su experiencia docente y pastoral, cosa que debemos reconocer. María Isabel Larrauri Rectora UCCuyo 18 INTRODUCCIÓN Probablemente el lector se encuentre con un libro más de teología moral. No alimenta la intención de iluminar los aspectos concretos o sectores varios de nuestra vida cristiana. Busca los fundamentos del obrar moral del cristiano. Somos bautizados en Cristo. Esto nos confiere una dignidad sin igual. Y nos impulsa a vivir de tal manera, siendo un signo de fe y esperanza en nuestro mundo. Pero nuestro tiempo, en parte, desconfía de los fundamentos. Y a la vez se interroga sobre los mismos. La modernidad pensó al hombre al fin adulto, libre de hipotecas ultramundanas, emancipado de la fe y de toda autoridad exterior y religiosa. El principio unificante de la vida personal y social fue colocado no más en la trascendencia -el Dios escondido que sale, se revela- o en la exterioridad -autoridad que realiza la mediación con el Absoluto- sino en la inmanencia y en la interioridad: la razón autónoma. Desde E. Kant hasta C. Marx, desde los inicios de la Ilustración hasta sus finales burgueses, la emancipación racional ha sido el proyecto de fondo de toda la modernidad. Pero la razón al rechazar todo referente absoluto, no ha podido evitar serias frustraciones. Los horrores y errores históricos no acompañaron la tan auspiciada emancipación. La apuesta positivista y cientista por un pensamiento fuerte, su pretensión de racionalizar toda realidad produjo disensos y rechazos. El intento de la razón emancipadora cedió lugar entonces al fragmento, a lo interrumpido, a lo discontinuo. Muchos se dieron cita para decir adiós a la referencia a un absoluto trascendente e inaugurar un nuevo viaje del pensar. 19 JOSÉ JUAN GARCÍA En su rechazo crítico de la Ilustración, hizo su aparición el tiempo posmoderno: tiempo de pensamiento débil, de aventuras de la diferencia, de crisis de la ideología. Se trata de un pensamiento signado por la negación y la ruptura en donde antes había afirmación y continuidad; una especie de antipensamiento, que insinúa ser una continuación totalizante de signo contrario de lo que pretende negar. De un pensamiento racionalista fuerte, se pasa a uno débil, pero afirmando antes la debilidad del ser. Es en lo cotidiano donde emerge la precariedad y fragilidad del ser, dice la premisa postmoderna. Nos hallamos ante el fin de una estructura estable y fija del ser. Éste no es, a-caece (de accadere) o sea, “cae junto a”, acompaña como caducidad aquello que hacemos o vivimos. El acaecer del ser hace explícita su constitutiva caducidad, su carácter in-fundado. Este es “el programa de una ontología débil”, nos dice el filósofo Gianni Vattimo, paladín de dicho pensamiento. A ello le sigue como lógico corolario la proclamación de la debilidad del pensamiento y el oscurecimiento de la verdad. También ésta es una verdad débil. En todo caso, es un valor a construir, una pauta axiológica a consensuar. Vattimo habla del “consenso de los intérpretes”. Si la realidad es infundada, no podemos creer en los fundamentos de la verdad. La disolución de la verdad es la muerte de toda cultura. La bandera de la posmodernidad es la negación de la posibilidad de la afirmación de verdades universales y valederas para todas las culturas. El hombre tendría que acostumbrarse a vivir en la intemperie respecto a los fundamentos; en lugar de la necesidad, la certeza, la universalidad y la unidad, están la contingencia, la duda, la 20 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL pluralidad y la falibilidad. Como una muestra más de lo dicho, leamos este texto: «A todos los que quieran todavía hablar del hombre, de su reino y de su liberación -escribe Foucault-, a todos los que se preguntan todavía sobre qué es el hombre en su esencia, a todos los que quieren apoyarse en él para acceder a la verdad..., a todas estas formas de reflexión deformes y alteradas, no podemos más que contraponer una risa filosófica»1. Pero no nos engañemos, la persona necesita la protección de una Ley fuerte. Y valores asumidos con entusiasmo por parte de todos. Como dice Jesús: “La verdad los hará libres” (Jn 8, 32). La libertad, la verdad y el amor, son más fuertes que las modas filosóficas. En este libro están los temas principales que hacen a curso de teología moral fundamental: los actos humanos; la ley nueva de Jesús; la ley natural; la conciencia, el pecado y las virtudes. Estos temas están en la base de cualquier orientación segura para los casos específicos que la moral resuelve. A su vez, un panorama histórico sucinto, puede ayudar a comprender mejor cómo hemos llegado a los textos contemporáneos de moral y mostrar el camino realizado por generaciones de cristianos que han pensar el obrar moral como “sequela Christi”, seguimiento de las huellas de Jesús. Me he esforzado en este libro en ser claro, breve y ameno. Según la ya célebre expresión orteguiana, si la claridad es la cortesía del filósofo, para el docente dicha claridad se vuelve exigencia insoslayable. Los capítulos que articulan este libro están dedicados el primero, a las cuestiones generales de la teología moral. El segundo, a la historia de la reflexión moral, desde los inicios 1 M. FOUCAULT, Le parole e le cose, Rizzoli, Milano 1967, p. 368. 21 JOSÉ JUAN GARCÍA apostólicos hasta pasado el Concilio Vaticano II y la llegada de la Encíclica de Juan Pablo II, en 1993, sobre las cuestiones de moral fundamental, “Veritatis Splendor”. El tercer capítulo habla de la conciencia moral, esa rica intimidad del ser humano. El cuarto capítulo trata acerca de la moralidad humana; objeto, fin y circunstancias de nuestro obrar moral cristiano. El capítulo quinto trata sobre la ley, en sus expresiones de ley eterna y ley natural. Ley y conciencia serán la norma de nuestra vida. Luego el capítulo sexto trata sobre la lacerante realidad del pecado. Un estudio desde la segunda Escritura y los Padres, para luego recorrer la cuestión de la clasificación de los mismos y las reflexiones sistemáticas. El séptimo y último capítulo habla de las virtudes y la misericordia de Dios. Finalmente, las reflexiones finales quieren dar un broche último a estas páginas, pensadas para el laico que se inicia en cuestiones teológicas y nuestros estudiantes universitarios de Teología y futuros pastores del pueblo de Dios. Este libro quiere se también un ejercicio de diálogo. Hay valores y ricos filones presentes en las ciencias humanas. He tratado que ellas estén presentes en el contenido de esta publicación. Ojalá los filósofos y juristas también demostrasen interés por leer la obra de los teólogos, dado que la sabiduría eclesial ha contribuido decisivamente en Occidente a plasmar toda una cultura de raíz humana y cristiana. 22 CAPÍTULO PRIMERO ¿QUÉ ES TEOLOGÍA MORAL? Introducción Con frecuencia se usan dos términos como sinónimos: ética y moral. Los dos términos proceden uno del griego y otro del latín. Ética deriva de la palabra griega éthos (costumbre) y moral del vocablo latino mos-moris (costumbre). Por ello, etimológicamente, ética y moral se identifican y se definen como ciencia de las costumbres. Actualmente, en el lenguaje común y aún en el académico, se ha vuelto sobre este uso etimológico, de modo que pueden usarse indistintamente. Se puede hablar de ética filosófica o teológica, moral racional o del nuevo testamento. En estos casos, la diferencia está dada por el objeto formal de las disciplinas. La teología moral tiene en común con la ética filosófica el objeto material: el comportamiento humano responsable, en cuanto calificable como bueno o malo. Pero este comportamiento ha de ser juzgado no sólo por la razón sino también por el dato de la fe. Esta nueva perspectiva delimita el objeto formal de esta disciplina. “La reflexión moral de la Iglesia, hecha siempre a la luz de Cristo, el Maestro bueno, se ha desarrollado también en la forma específica de la ciencia teológica llamada teología moral; ciencia que acoge e interpela la divina Revelación y responde a la vez a las exigencias de la razón humana. La teología moral es una reflexión que concierne a la moralidad, o sea, al bien y el mal de los actos 23 JOSÉ JUAN GARCÍA humanos y de la persona que los realiza, y en este sentido está abierta a todos los hombres; pero es también teología, en cuanto reconoce el principio y el fin del comportamiento moral en Aquel que solo es bueno y que, dándose al hombre en Cristo, le ofrece las bienaventuranzas de la vida divina” (VS n 110). Drama de nuestro tiempo es el tantas veces denunciado divorcio entre fe y vida cotidiana. Es cierto que no cabe reducir el credo cristiano a un código moral. Pero las palabras de Jesús comporta también un programa moral. No es posible separar creencia, fe, prácticas y devociones, de vida, existencia moral, escala de valores. Ya lo expresaba admirablemente el Papa: “Está difundida la opinión que pone en duda el nexo intrínseco e indivisible entre fe y moral, como si sólo en relación con la fe se deban decidir la pertenencia a la Iglesia y a su unidad interna, mientras que se podría tolerar en el ámbito de la moral un pluralismo de opciones y de comportamientos, dejados al juicio de la conciencia subjetiva individual o a la diversidad de condiciones sociales y culturales” (VS 4). Tanto por lo que se refiere a la actuación concreta del creyente como por lo que hace a la reflexión sistemática sobre esa praxis cristiana, el Cristo que vive en nosotros los bautizados, en la comunidad creyente, constituye la norma imprescindible y la finalidad de la conducta moral del cristiano. “Vivid, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como lo habéis recibido; enraizados y edificados en él; apoyados en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en acción de gracias” (Col 2, 6-7). La reflexión que ahora abordamos no se reduce a una reflexión filosófica sobre el comportamiento humano responsable. Se trata de -sin menoscabo de otras lecturas científicas sobre la realidad humana- subrayar la importancia 24 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL que para la Teología Moral revisten esas actuaciones humanas ante la luz que brinda -generosa- la palabra del Dios vivo. La Teología Moral será parte de la ciencia teológica, y ésta se define a su vez por ser la comprensión reflexiva y sistemática de la fe cristiana y sus exigencias, en la comunidad viva de discípulos del Señor. Por tanto la teología moral guarda estrecha relación con la teología dogmática y también con la teología espiritual. 1.1. División de la Teología Moral Es ya clásica la división de la reflexión teológica moral en dos partes: los fundamentos del obrar moral cristiano (Teología Moral Fundamental), y el estudio de los ámbitos o sectores en los que se desarrolla la vida del cristiano (Teología Moral Especial). Casi todos los autores coinciden en que bajo el título de Teología Moral Fundamental se han de estudiar las bases sobre las que se asienta el obrar moral del discípulo de Jesús. En cuanto a la Teología Moral Especial, los principales esquemas que se siguen son: a) Los Mandamientos del Decálogo. b) Las Virtudes: teologales y morales. Aquí también se estudian los pecados opuestos a esas virtudes. c) Los distintos sectores de realización de la existencia cristiana: moral conyugal; bioética; moral social; moral profesional, etc. 25 JOSÉ JUAN GARCÍA 1.2. Las fuentes de la Teología Moral La teología moral, como todos los saberes teológicos, tiene como fuente principal la Sagrada Escritura, la tradición y las enseñanzas del Magisterio, íntimamente relacionadas entre sí. “La tradición, la escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros, cada uno según su carácter y bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (DV 10). Será pues, siempre vitalmente necesario el soplo de Dios que proviene de la Escritura en primer término. Sin ella, poco es lo que podríamos agregar al dato que ofrecen las ciencias humanas. La Biblia es libro de Dios y sobre Dios, pero también es el libro del hombre y sobre el hombre. En la sagrada Escritura encontramos, como en pocos lugares, la experiencia humana que se abre al don del amor de Dios y lo vive en su existencia. También encontramos el vivir con la mano levantada contra Dios, el rechazo de la oferta de la gracia y la misericordia. Es la triste experiencia del hijo pródigo, que lapida la herencia del padre generoso. La tradición de la Iglesia recepciona el dato bíblico y lo hace suyo, lo interpreta y explica. La tradición es la memoria viva de la Iglesia viva. El Magisterio, en escucha de la palabra y la tradición, ofrece el mensaje de verdad al hombre de cada tiempo, como un verdadero servicio desde la Iglesia al mundo creyente. Magisterio Pontificio se llama, pues, a la enseñanza de los Pontífices. “Este obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra, de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se 26 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL preste adhesión al perecer expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente, ya sea por la índole de los documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea por la forma de decirlo” (LG 25). Pero dado que el actuar del hombre implica la complejidad de todo lo humano, la reflexión teológica moral recurre en auxilio a otras ciencias humanas, que la enriquecen sobremanera. “Los progresos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales permiten al hombre no sólo conocerse mejor, sino aún influir directamente sobre la vida de las sociedades” (GS 5). 1.3. Teología Moral y ciencias humanas La teología moral debe recurrir a las ciencias humanas en ayuda no sólo para emitir un juicio moral correcto, sino también con el fin de adentrarse en el interior del ser humano, alentando sus pasos e ideales, ayudando al hombre a conducirse de modo éticamente correcto, en sintonía con su dignidad personal. No basta con tener una idea superficial sobre el hombre, su mundo interior, su psicología, su biología, su contexto histórico-social, etc. La reflexión teológica no mira con desprecio o secreta desconfianza los datos más serios que le ofrecen los hallazgos científicos de su época. Pero no puede quedarse sólo con los datos que le ofrecen esas ciencias, dado que la moral posee un contenido normativo que procede de una fuente de conocimiento anterior -no en el sentido cronológico sino ontológico-, más profundo, acerca del hombre. La afirmación de los principios morales no es competencia de las ciencias empíricas. Por ello, la teología asume críticamente el dato más serio de las ciencias humanas, consciente que lo asume en carácter subsidiario, auxiliar. La 27 JOSÉ JUAN GARCÍA teología moral no está subordinada a los resultados de las observaciones empírico-formales o de la comprensión fenomenológica. Más bien es al revés: las ciencias humanas ayudan a la teología a cumplir su cometido. “Hay que reconocer y emplear suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos, sino también los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y en sociología, llevando así a los fieles a una más pura y madura vida de la fe” (GS 62; también en VS 29b). ¿Cuáles serían esas ciencias humanas a las que nos estamos refiriendo?. 1) La psicología. El desarrollo de esta disciplina -que sin duda ha conocido caminos sinuosos- ha logrado en gran medida a conocer la rica y compleja interioridad de la persona, los condicionamientos de sus decisiones -no reconocibles a simple vista sino luego de un detenido análisis- y la responsabilidad de la persona en su obrar. 2) La sociología y la psicología social, disciplinas que han ayudado a comprender al hombre en el entorno cultural en el que se realiza sus opciones éticas. No pocas apreciaciones de la doctrina social de la Iglesia tienen que ver con orientaciones dadas a situaciones políticas y sociales de la época. Recordemos la primera encíclica del Papa León XIII dado en un contexto histórico determinado, como era la situación de los obreros en la inmediata era postindustrial. Y si queremos un ejemplo más cercano a nuestros días, las ricas reflexiones y evolución del pensamiento respecto a la paz por parte de Juan Pablo II, antes de morir, en 2003; cuando Estados Unidos invadía Irak y se desataba un conflicto bélico de grandes dimensiones. 28 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL 3) La medicina y la biología han reclamado la atención rigurosa de los moralistas sobre las intervenciones acerca de la vida del hombre. La bioética teológica es toda una rama de la reflexión moral invitada a pronunciarse sobre tantos problemas que el avance de la ciencia y la tecnología aplicadas a la vida humana ponen en el escenario cotidiano. En sólo tres décadas ha logrado constituirse en ciencia altamente desarrollada y de gran actualidad. Hoy es un saber interdisciplinario que convoca a miles de investigadores en el mundo. 4) También la pedagogía invita a la reflexión moral a considerar el inmenso poder de la educación en el forjar actitudes y hábitos. Educar es forjar personalidad, inducir a percibir los valores morales y hacerlos propios. Sin el aporte de las ciencias de la educación, asumir actitudes éticas de discípulo de Jesús se volvería -aún confiando en la gratuita acción de la gracia divina- una tarea a mitad de camino, una torre sin altura. El Concilio recuerda que el mensaje eterno del Evangelio ha de llegar al hombre actual, con categorías igualmente actuales, de modo que pueda ser aceptado por los hombres de hoy. Juan Pablo II alentaba los pasos de una nueva evangelización, “nueva en su ardor, en su método y en sus expresiones”. La atención que se ha de prestar a las ciencias humanas, aún en carácter subsidiario, no significa una abdicación de la propia misión, sino un servicio a la vocación teológica y evangelizadora de la Iglesia. 5) Hay que considerar por fin, el necesario y enriquecedor aporte de la filosofía. Desde siempre el ejercicio de la teología ha necesitado del aporte del logos filosófico. Lo 29 JOSÉ JUAN GARCÍA hicieron de modo magistral los padres de la Iglesia de los siglos II-III. La referencia a la ética filosófica será necesaria en cada problema abordado por la moral especial y fundamental. El diálogo puede ayudar a la moral cristiana a redescubrir algunos valores no siempre recordados y a la vez, la teología brinda una luz segura que ayuda a la filosofía y sus expresiones a clarificar su propuesta. “La fe y la razón son como dos alas con las que el espíritu humano se alza al vuelo de la verdad” (RF nº 1). La filosofía, en cuanto eje sistematizador de saberes, brinda excelentes herramientas y energías a la reflexión teológica moral y así ayuda a ésta en su misión de iluminar la vida del discípulo de Cristo. 1.4. Persona humana y crisis moral “Navega mar adentro”, valioso documento de la Conferencia Episcopal Argentina publicado en 2003, nos habla de la actual crisis de valores morales con términos contundentes. No resulta fácil enumerar todas las causas de la crisis moral de nuestro tiempo. “Navega mar adentro”, nos señala que asistimos más que a una época de cambios, a un cambio de época. Es evidente que el cristianismo y con él, la moral católica, ha sido atacado por vastos sectores de la cultura. Entre las fuertes críticas al cristianismo, nos encontramos: 1) El marxismo: pensar la religión en general y el cristianismo en particular como “opio del pueblo”, que anestesia la lucha contra las injusticias sociales, ha calado hondo en no pocas mentes. Un paraíso celeste se ofrece a cambio de una situación terrena de injusticia y opresión, nos decía esta ideología. Algunos no se 30 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL explican cómo las graves injusticias en el ámbito laboral o violencias contra la vida de inocentes, haya tenido lugar en las naciones de raíz cristiana. Por eso se denunció la incongruencia que existía entre la predicación cristiana y la ineficacia de la praxis para solucionar problemas e injusticias del mundo social que se dieron con la llamada revolución industrial. Esta crítica hoy ya sido desmentida, en primer término por la ineficacia del sistema marxista, que antepuso el estado o la sociedad sin clases del mañana, a la centralidad que debiera haber asumido la persona humana concreta 2 . También es verdad que el cristianismo purificó su predicación, alentando a miles de laicos a vivir de acuerdo a los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia a no desentenderse de las exigencias morales del mensaje evangélico y a construir un mundo más humano, justo y fraterno. 2) El psicoanálisis: el psicoanálisis hizo a la moral cristiana dos imputaciones. La primera, atentar a la salud de las conciencias subrayando el sentido de pecado, lo que en su modo de ver, motivaba no pocos traumas psicológicos emparentados con el sentido de culpa. La otra crítica es desconocer lo profundo del hombre, alcanzando sólo zonas superficiales y aún periféricas del espíritu humano. Por eso, no pocos alentaron a una moral sin pecado ni dogmas. “El sistema marxista, donde ha gobernado, no sólo ha dejado una triste herencia de destrucciones económicas y ecológicas, sino también una dolorosa opresión de las almas”. BENEDICTO XVI, Discurso en el Santuario de Aparecida, Brazil, Domingo 13 de mayo de 2007. 2 31 JOSÉ JUAN GARCÍA Hay que decir que estas críticas están hoy superadas en gran medida. Primero porque los estudiosos de la moral asumen el dato más serio que la psicología científica les brinda. Además, hay que anotar también que el psicoanálisis freudiano está ya superado. Viktor Frankl es un psicólogo de nota que sostiene que el determinante de la conducta humana no es el subconsciente de signo sexual, sino el profundo de la persona que da sentido a su vida. Cuando hay vacío de sentido, se producen las crisis psicológicas. La llamada cristiana a la pureza de alma, a la santidad de vida, a la rectitud de intención, marca un camino moral y de salud completa para el hombre. 3) El existencialismo: el existencialismo -sobre todo el ateocriticó a la moral cristiana por el escaso o nulo margen que le daba a la libertad humana. Además criticó la ausencia de consideración de las circunstancias concretas y situaciones en que se mueve esa libertad. Cabe decir que en muchos existencialistas hubo una negación rotunda de la naturaleza humana con el fin de resaltar la existencia. Hubo un primado de la subjetividad, contraria a la objetividad. De la filosofía existencialista derivó una ética de situación y sus epígonos naturales fueron el consecuencialismo ético y las doctrinas finalistas, condenadas en la encíclica Veritatis Splendor. No podemos negar que hubo una corriente de existencialistas moderados y cristianos, como es el caso de Gabriel Marcel. Elementos válidos del existencialismo fueron ya asumidos por el llamado personalismo 32 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL cristiano. Hoy se habla a pleno título de la bioética personalista, heredera de muchos elementos de verdad de dicho personalismo cristiano. La misma teología moral postconciliar es más personalista que la que elaboró la etapa anterior, sin excluir ni descuidar los conceptos de naturaleza y ley natural. De algún modo, aquél existencialismo ateo está en vínculo con algunas ideas de la posmodernidad de la que hablábamos en la Introducción General. 1.5. Y en el centro, la persona... La Doctrina Social Iglesia, su enseñanza moral, alimenta dos grandes fidelidades: a Jesucristo y su evangelio y al hombre. “Dios quiere que todos los hombre se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). Sí, el hombre, camino primordial de la Iglesia, es quien tiene ante su vista el pastor y el teólogo. Cada persona humana ostenta la dignidad irrenunciable de imagen de Dios, hechura de sus manos paternas. El hombre, cada hombre real, cada rostro, no es una cosa entre las cosas. No es menos que el estado ni la sociedad. No es un número ni una libertad a ciegas. Es una libertad finita llamada a la comunión con la libertad infinita de Dios. Cristo le revela al hombre su auténtica dignidad como persona (GS 22). En Cristo Jesús, rostro divino del hombre, se nos manifiesta la verdad, el sentido y la misión de toda persona. “Nuestro origen y por tanto, nuestra dignidad están en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Por eso, la fe cristiana es un potencial que sana, afianza y promueve la dignidad del hombre”. (NMA nº 56). 33 JOSÉ JUAN GARCÍA La doctrina moral -individual y social- no son una ideología ni una teorización celeste de la realidad temporal. El ser humano se resiste a ser instrumentalizado. Es valor y fin en sí. La doctrina moral quiere ser siempre enseñanza salvífica, servicio a cada hombre. “La fe lleva a reconocer en todo hombre, especialmente en el pobre, a un hermano de Cristo. Encontramos al Señor en los rostros de los hermanos que sufren... En los pobres resplandece la dignidad absoluta del ser humano. Ellos, víctimas de la injusticia y el desamor, son sacramento de Cristo” (NMA nº 58). Por eso el hombre ha de ser reconocido y respetado en su dignidad personal. El Padre eterno excluye de su amor a nadie. Los cristianos estamos llamados a la misma dimensión. Llamados por el amor de Dios a vivir en Jesús, y comportarnos en sintonía a sus exigencias. De la noción de persona humana -síntesis de lo espiritual y corpóreo, única originalidad capaz de trascendencia, vértice de lo creado- dependen el significado de la vida espiritual y sus operaciones, de la ética individual y social. De modo tal que el bien íntegro de la persona humana es el criterio y la medida según la cual toda política, toda filosofía, pone a prueba su validez. 1.6. El mensaje moral del Nuevo Testamento Con ocasión de la deportación a Babilonia y otras causas más, entra en crisis la identidad del pueblo de Israel. Se tambalean los pilares en los que se apoya el pueblo de la alianza: la monarquía, el culto y el profetismo. Sólo queda firme la ley. Sin embargo, dada la debilidad humana, los 34 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL escribas y profetas se preocupan por estudiarla, difundirla e invitar a su cumplimiento (Esd 7, 10; Neh 8, 10, 30). Paulatinamente la letra prevalece sobre el Espíritu. “Se llega así en el siglo I a un legalismo extremo, más aún a un monstruoso desarrollo del culto de la ley. Esta no sólo tiende a perder su inspiración profunda como expresión de la voluntad divina, como medio de unión con Dios y de participación en su santidad, sino que además se transforma en una entidad, a veces puramente jurídica, otras veces cuasi-personalizada, que llega a sustituir a Dios mismo”3. La simple lectura de los libros del Antiguo Testamento, que encierran grandes ejemplos y testimonios de vida moral, muestran a la vez que “muchas áreas de su vida o conductas éticas quedaron fuera de la penetración de tan elevados principios morales, mientras que en otros campos la elevación moral que se advierte fue muy lenta y progresiva. Todo esto significa que la conducta moral del Antiguo Testamento no siempre fue perfecta ni alcanzó el ideal más sublime, sino que -en muchos casos- es imperfecta y deja bastante que desear”4. Por sólo dar un ejemplo: una página henchida de misericordia y perdón como la de Jn 8, 10ss., en la que Jesús, por sobre la ley mosaica, perdona a la mujer adúltera, no sólo no la encontramos en el Antiguo Testamento sino que además, si la buscásemos intencionadamente, no la encontraríamos con esa sobreabundancia de misericordia. Es en este contexto en el que se ubica la predicación moral del Nuevo Testamento. Tanto en la predicación de Jesús, como la de los apóstoles, es frecuente la crítica a los que 3 SPICQ, C., Teología Moral del Nuevo Testamento, I, Madrid, 1987, pág. 13. GARCÍA TRAPIELLO, J., El problema moral en el Antiguo Testamento, Barcelona, 1977, pág. 100. 4 35 JOSÉ JUAN GARCÍA pensaban el ideal de santidad en el cumplimiento de la ley o de las tradiciones. El Señor invita a descubrir el amor de Dios, a sentirse amados por él. Y este amor conlleva la exigencia moral: vivir con Cristo y vivir como Cristo. En la mente de Jesús, el cristiano no sólo evita el mal sino que hace positivamente el bien. Si leemos Mt 25, 30ss. nos damos cuenta cómo el Señor condena los actos de omisión. Premia ante todo la actitud de amor y solidaridad. La “vida nueva en Cristo” (Rm 6, 315) lo llevará a actuar decididamente el bien en su vida y no sólo evitar el pecado. “Lo diferenciador y determinante de la moral cristiana, comparada con las normas e instrucciones dadas por Dios en la Torah, está relacionado con la persona misma de Jesucristo. Es muy cierto que Jesús estuvo enraizado en eso y se atuvo al orden moral revelado por Dios, tal como lo entendían el Antiguo Testamento y el judaísmo. Pero no es menos cierto que quiso llevarlo a su cumplimiento y plenitud”5. Para Cristo Jesús, es necesario ahondar en el sentido de la Ley, no negarla sino llevarla a plenitud y devolverle su fuerza interior. El no ha venido a destruirla (Mt 5, 17). Pero nos presenta su superación y perfección en el Sermón de la Montaña (Mt 5, 310)6 y la afirmación de que el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27). Jesús critica la moral farisaica que predicaba que el hombre puede ser justo con sus solas fuerzas, olvidando la gratuidad de SCHNACKENBURG, R., El mensaje moral del Nuevo Testamento, I. De Jesús a la Iglesia primitiva, Barcelona, 1989, pág. 27. 5 Para más detalle, puede verse el clásico DUPONT, J., Les béatitudes, 2ª ed., París, 1973. 6 36 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL la salvación que viene de Dios; por haber asignado mayor importancia a la acción exterior que a la disposición interior; por haber convertido el cumplimiento de la Ley en motivo de orgullo. En la predicación de Jesús, no basta con evitar el homicidio, es preciso desarraigar el rencor (Mt 5, 21-26). No basta con evitar el grave desorden del adulterio; es necesario ser fiel en los deseos del corazón (Mt 5, 27-30). Esta es la moral que nos revela el verdadero rostro de Dios. Obedecer a Dios revelado en Jesús como Padre. Sólo así se comprende el “sed perfectos, como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5, 48). En última instancia, la moral cristiana no es moral de mínimos, sino moral de máximos, de perfección. La santidad es un ideal, difícil, pero alcanzable, como la historia nos muestra7. La santidad es plenitud de vida, triunfo de la gracia de Dios que obra secretamente en nosotros. La santidad es posible porque seguimos a Cristo Jesús, quien nos da fuerza y razón para ese vuelo. La santidad, según la célebre expresión de Santa Teresita del Niño Jesús, estará en “hace extraordinariamente bien las cosas ordinarias”. Por ende, dicha santidad tiene que ver directamente con la vida cotidiana. Lo humano encuentra su cenit en la vida del santo. 7 Cfr. COLOM, E., - RODRIGUEZ LUÑO, A., Elegidos en Cristo para ser Santos. Curso de teología moral fundamental, Ed. Palabra, Madrid, 2001. 37 CAPÍTULO SEGUNDO HISTORIA DE LA TEOLOGÍA MORAL Introducción La consideración del hombre como ser histórico ayuda a comprender cómo ciertos temas nacen en circunstancias históricas y culturales concretas. No podemos desconocer la importancia que hoy se le asigna al método histórico para toda disciplina humanística. En las últimas décadas hemos asistido tanto en la Historia como en el campo de las ciencias humanas y sociales a unos cambios y renovaciones de carácter teórico – metodológico. Asimismo, asistimos a una profunda renovación de las cuestiones y propuestas temáticas derivadas de esto. Hecho que también ha comportado una renovación de los enfoques y metodologías, asistiendo cada vez a una mayor consideración de lo multidisciplinar de los hechos y fenómenos a estudiar. A consecuencia de esta situación de cambio y a través de la adaptación de tendencias cientificistas, la Historia ha alcanzado un sentido unívoco de sí. Sin embargo, la influencia ejercida por el contexto socio-político, ha conducido a plantear dicho sentido unívoco desde perspectivas y planteamientos perfectamente diferenciados. De ahí que todas y cada una de las tendencias historiográficas acaecidas durante el siglo anterior se hayan manifestado como propuestas de superación del modelo positivista: la escuela de Annales, el materialismo 39 JOSÉ JUAN GARCÍA histórico; la nueva historia (nouvelle histoire); el estructuralismo, la new economic history; la historia serial o la historia inmediata, entre otras. De este modo, los viejos y siempre vigentes y válidos paradigmas historiográficos han debido dar lugar junto a ellos a los nuevos modelos producto de esa renovación teóricometodológica y temática. Desde la década del sesenta hasta la actualidad asistimos aún a un profundo replanteo del campo historiográfico que nos situaría frente a nuevos lineamientos de una historia renovada que más tarde se conocería como “nueva historia”. La década del ’80 daría otro paso más en la renovación de los estudios históricos a través del encuentro que, entre otros temas, abordaría uno muy significativo: historia narrativa, o sea, pasado, presente y perspectiva. En este contexto de planteos y replanteos quedaría en claro algo: la historia, como campo disciplinar y de investigación requería un abordaje desde una consideración fundamental. Esto es, la “historia problema”; planteamiento que emplea el arte de la narración y la inteligencia del concepto, el aparato conceptual sustentado por la erudición, los presupuestos teóricos y las problemáticas renovadas en infinitos tópicos con la disponibilidad de una amplia gama de fuentes. A partir de estas y otras razones, es que enmarcamos el presente capítulo dentro de lo que se ha dado en llamar la historia social y la historia de las mentalidades. Tanto para la Antigüedad como para la Edad Media, la historia social desde preocupaciones eminentemente metodológicas se ha orientado a la investigación del 40 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL vocabulario medieval, la distinción entre los conceptos de orden y clase, la significación de la lucha de clases, los elementos de diferenciación social y el enfoque antropológico. En este último caso, la incorporación del enfoque antropológico a los temas propios de la historia social es donde se han producido los aportes más importantes e innovadores8. En el caso de la antigüedad hablar de historia social es referirse a formas de convivencia humana supeditadas a una determinada ordenación e insertas en un determinado sistema9, que ayudan a la interpretación de los fenómenos sociales estudiados. Entre estos aportes se pueden mencionar la ampliación en la visión de la sociedad con la incorporación de algunos tipos sociales tradicionalmente despreciados en el análisis de lo social; el prestar una mayor atención a las cuestiones relativas a la vida cotidiana, otorgando preferencia al estudio de lo habitual, frente a lo excepcional; la revalorización de fuentes tradicionalmente tenidas muy poco en cuenta, tal como las literarias y, llamando la atención del investigador de que el poder no siempre o, al menos no sólo, se encuentra en donde un examen superficial parece indicar10. Por tanto, la historia social de contenido antropológico se ha convertido hoy en día en uno de los ámbitos de mayor interés y de fuerza renovadora. De esta forma, la historia social, que se desarrollara de la mano de la economía a partir de los 8 Cfr. MERCIER, P., Historia de la antropología, Barcelona, 1976. 9 GSCHNITZER, F., Historia Social de Grecia, Barcelona, 1981. BEALS, R., HOIJER, H., Introducción a la antropología, Aguilar, Madrid, 1971. HARRIS, M., Introducción a la antropología general, Aguilar, Madrid, 1985. MEAD, M., Introducción a la antropología social, Aguilar, Madrid, 1972. 10 41 JOSÉ JUAN GARCÍA Annales se ha hecho cada vez más antropológica y menos sociológica y económica11. Por lo que se refiere a la historia de las mentalidades comienza por definirse por su imprecisión, dando la impresión de que lo que en ella se reúne es lo formado por los residuos del análisis histórico tradicional. Parece que fuera un intento de llegar más allá de los objetivos habituales de la Historia, pero sin que este ir más lejos defina un objetivo concreto y preciso. Así lo entienden lo especialistas más entendidos en la materia12. Desde el punto de vista de la problemática definición de lo que encierra la historia de las mentalidades, la misma puede valorarse como un lugar de encuentro de fenómenos opuestos. En efecto, se expresa a veces, en lo individual, pero representa lo impersonal del pensamiento individual. Es lugar de encuentro de lo cotidiano y de lo automático, de lo individual y de lo colectivo, del tiempo largo, pero también de lo cotidiano y de lo coyuntural, de lo inconsciente y de lo intencional, de lo estructural y de lo coyuntural, de lo marginal y de lo general. La historia de las mentalidades es, en suma, la historia de los gestos, las conductas, las actitudes, las creencias, los sentimientos, pudiéndose considerar, más específicamente, como el estudio histórico de las representaciones mentales, generalmente inconscientes y automáticas, surgidas al margen de todo esfuerzo racionalizador, a través de las cuales el individuo, desde unos supuestos colectivos y compartidos Cfr. Se vea BURKE, P., Una rivoluzione storiografica. La scuola delle ´Annales´, 1929-1989, Laterza, Roma-Bari, 19932 11 LE GOFF, J., Las Mentalidades. Una historia ambigua, en Hacer Historia, Vol. III, Barcelona, 1980. 12 42 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL ampliamente, se relaciona con su actividad cotidiana. Por lo que se refiere a los materiales y las fuentes, se suele afirmar que, para el historiador de las mentalidades, todo es fuente, siendo, probablemente, una de las especialidades históricas más abiertas a cualquier tipo de información, pudiéndola hacer aprovechable. Las mentalidades y las estructuras sociales mantienen complejas relaciones. Si se puede hablar en algún caso del predominio de un determinado tipo de mentalidad, este tipo queda matizado por las versiones distintas que del mismo ofrece cada grupo social, de modo que, por lo general, se acaba produciendo la superposición de varias mentalidades. De este modo se plantea el difícil problema de la coexistencia de varias mentalidades en una misma época y en una misma sociedad, constatándose la presencia simultánea de rasgos muy tradicionales junto a rasgos muy modernos. La historia de las mentalidades, concebida desde el siglo anterior, no dará frutos sino hasta después de la primera guerra, como es el campo de la historia de las religiones y más concretamente las obras de Marc Bloch y Lucien Febvre, que jugarán un papel muy importante no solo en el ámbito del medievalismo, sino también a la hora de la definición de los objetivos y métodos de este enfoque13. A partir del comienzo de los años sesenta la historia de BLOCH, M., Les rois thaumaturges. Etudes sur le caracter surnaturel attribué á la puissence royale particuliérment en France et en Anglaterre, Strasbourg, 1924. FEVBRE, L., Le probléme de l´incroyence au XVIe siécle. La religión de Rabelais, Paris, 1942. Id., Au coeur religioux du XVIe siécle, Paris, 1957. 13 43 JOSÉ JUAN GARCÍA las mentalidades revoluciona la historiografía occidental, convirtiéndose en uno de los temas predilectos de las nuevas generaciones de historiadores de los países historiográficamente más avanzados. P. Chaunu, M. Vovelle, Duby, J., Le Goff, J., Ph. Ariès, entre otros. Esto no da pie para caer en formas erróneas de historicismo, que nos dice que una verdad es cierta sólo para ese momento y vetusta o inadecuada para otros. Hay núcleos de contenidos que son perennes e inamovibles. Con el fin de sistematizar veinte siglos de vida y reflexión de la moral cristiana, podemos distinguir cuatro amplios períodos: el primero como aporte de los santos Padres, la escolástica, los siglos XVI-XIX y la época contemporánea. I Época patrística Todo indica que el hombre que habitaba el mundo clásico greco-romano no encontraba el modo de escapar a la asfixia implacable de la naturaleza. Sumergido en las necesidades cósmicas a modo de fatalismo o absorbido por las energías superiores del mito o las teofanías, el mundo grecorromano no podía tomar distancia adecuada que la sustrajera a las implacables leyes del cosmos. Detrás de esta subordinación del hombre a la necesidad aparecían la esclavitud, la tiranía, la tortura, los castigos desproporcionados, la práctica de los sacrificios humanos, la pena de muerte, el destierro. Pero también se incoaba una suerte de despertar filosófico y ético, en dirección contraria al fatalismo. Todo era implacable, pero había algo dentro del ser humano que lo llamaba a desligarse de la esclavizante necesidad y encarar 44 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL un itinerario espiritual que lo ponía de cara a su espíritu y a su libertad. Sócrates, Platón, Aristóteles, por no citar más que a los grandes, habían abierto las mentes y los corazones a modo de praeparatio evangelica. Desde la luz del Evangelio, los primeros pensadores cristianos intentaron abrir el espíritu hacia los altos valores de la razón y la voluntad. La filosofía, victoria de la razón contra el mito, se enriquecía en el diálogo con otra luz, la cristiana y así juntas, lograron sustituir el mundo fabuloso de lo mítico por una aprobación objetiva de la realidad y del acontecer histórico. El azar o el eterno retorno o el oráculo de los dioses, no serían ya la clave de la historia. Los apóstoles salieron al paso de las cuestiones éticas de su tiempo y aplicaron el evangelio moral de Jesús a las nuevas circunstancias históricas de las primeras comunidades cristianas en el mundo judío o pagano. Así, San Pablo brinda soluciones a los problemas morales y eclesiales que se suscitan en la comunidad de Corinto. Otras cuestiones que se deben afrontar es la valoración de la ley judaica, la actitud frente al estado, hostil a los cristianos que se negaban al culto al emperador, el problema de los esclavos, las tendencias ascéticas y la ética matrimonial. La Didajé o también llamada doctrina de los Doce Apóstoles, es una catequesis que expone la vida cristiana como una elección entre dos caminos: el de la iniquidad y el del bien. El autor articula sobre ambos caminos una lista de virtudes y vicios, lo cual permite conocer el catálogo de acciones que se consideraban pecados, en coincidencia con las veintiuna listas de pecados y virtudes que cabe enumerar en el Nuevo Testamento. Los escritos de los padres apostólicos exhortan a los 45 JOSÉ JUAN GARCÍA bautizados que “conociendo el camino de la justicia, no se precipiten por el camino de las tinieblas”. Animan a la práctica de la caridad y la unidad. El pastor de Hermas exhorta a vivir los Mandamientos de la Ley. Todo el Iibro es una invitación a la conversión de los pecados cometidos después del bautismo. San Justino expone al emperador Antonino Pío la vida virtuosa que llevan los cristianos en contraposición a los vicios del tiempo. Describe así los valores vividos por los cristianos en la primera mitad del siglo II. Justino, en diálogo con el judío Trifón, menciona la ley natural: existen leyes naturales y eternas, del mismo modo cómo se dan acciones que van contra la ley de la naturaleza. El primer intento de sistematización de la enseñanza moral se encuentra en Clemente de Alejandría. Su trabajo fue conjugar pensamiento filosófico y pensamiento teológico, cultura griega y cultura palestina. Crea así el primer gran ensayo de teología moral sistemática, animado por lo que hoy llamamos inculturación helénica del cristianismo14. En su Pedagogo se contienen reflexiones ricas y sistemáticas sobre moral cristiana. “La filosofía es una preparación que pone en camino al hombre que ha de recibir la perfección por medio de Cristo”15. Podríamos decir que San Clemente (150-215) anticipó en muchos siglos una cuestión que sigue siendo actual en nuestros días: la de la especificidad de la moral cristiana y su 14 Cfr. PRUNET, La morale de Clément d’Alexandrie et le Noveau Testament, Paris, 1966, pag. 243 ss. 15 SAN CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata, 1, 5; PG 8, 720. 46 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL distinción respecto a las éticas seculares. En las culturas hay presencia benéfica de las Semillas del Verbo. El cristiano sigue siendo un buen griego y obligado a comportarse como buen griego, pero con un espíritu totalmente diferente: el que le brinda la condición de discípulo de Jesús. También hay aportes en Los Tapices y la Salvación del rico. El cristiano tiene un pedagogo interior que lo lleva hacia el bien moral: Cristo Jesús. Contra los maniqueos, Clemente defiende el valor positivo del matrimonio y a la vez, recomienda el carisma del celibato por el reino de los cielos. Las líneas maestras de esta reflexión son continuadas por Orígenes, también de la escuela alejandrina, del cual podemos afirmar que fue el teólogo más creativo de la iglesia griega. Insiste en la identificación de la vida del cristiano con Cristo. El ejercicio cristiano llevará al bautizado a la plenitud de la semejanza con Dios. El ser humano es renovado y transformado a imagen del que lo creó cuando se hace perfecto como es perfecto el Padre16. En su comentario al símbolo de los Apóstoles, siente la necesidad de introducir un breve tratado sobre el libre albedrío. Tertuliano enseña con fuerza y rigor la vida moral y trata temas específicos como el aborto, el matrimonio, el cumplimiento de las obligaciones civiles de los primeros cristianos, etc. En su obra “De Spectaculis”, anima a los cristianos a no participar de los juegos circences, porque nadie pude alegrarse con la sangre vertida por humanos en estos espectáculos. 16 ORÍGENES, Contra Celsum, VI, 63; PG 11, 1369. Para más detalle, ver a CROUZEL, H., “Orígenes”, en Diccionario Patrístico, T. II, 1608-1616. 47 JOSÉ JUAN GARCÍA San Cipriano, mártir en Cartago hacia el 197 d. C., hace una catequesis sistemática sobre temas como los mandamientos, la imitación a Cristo, el cumplimiento de la voluntad del Padre, etc. Cipriano era partidario del rigor a la hora de recibir a los cristianos laxos, aquellos que habían desertado de la fe en tiempos de persecución y pedían ser reincorporados a la comunidad a través de la penitencia. San Ambrosio (+397) es el primer autor que escribe una obra sistemática sobre la vida moral. La Iglesia ya ha salido de las catacumbas y aflora el peligro de la relajación de fe y costumbres. Ambrosio en su “De officiis ministrorum” escribe sobre las virtudes que han de poseer los clérigos. Acusa cierta influencia de Cicerón. Aparece ya la distinción entre pecado mortal y venial. San Agustín, el gran Obispo de Hipona, célebre teólogo, escribió numerosas monografías sobre temas morales. Juan Pablo II, con ocasión del XVI Centenario de la conversión de Agustín (1987) escribió una carta apostólica con el título Augustinum Hipponensem. Los primeros números de la carta traen al presente los diversos juicios que los Papas han expresado sobre la figura del gran pensador. Juan Pablo II, comenzando con Celestino I, que apenas un año después de la muerte del santo lo calificó como “entre los mejores maestros de la Iglesia”, expresa su propio parecer llamando a san Agustín “el padre espiritual de la Europa cristiana” y “constructor de la filosofía cristiana”17. Para el reconocido pensador Eric Przywara, San Agustín, dotado de una rara potencia intelectual, forma parte con Platón, 17 JUAN PABLO II, Augustinum Hipponensem, 28 de agosto de 1986, nº 13. 48 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL Aristóteles, Tomás de Aquino, Kant y Hegel, del grupo de fundadores de la cultura occidental18. Algo parecido al juicio del filósofo Karl Jaspers, para quien Agustín “es el pensador que mayormente ha influido en la cultura de nuestro tiempo”19. Es un filósofo profundo y realista– más aún el creador de la filosofía cristiana- y no un frío o abstracto pensador ajeno al devenir histórico. Es también un teólogo, a quien debemos el primer tratado sistemático sobre la Trinidad, pero también respuestas a las cuestiones sobre el hombre y su situación (pecado original, gracia, doctrina sobre la iglesia sobre el hombre, sacramentos, fin último). Agustín es un poeta, un místico y también un pastor. Nació en Tagaste, Numidia, en el 354, hijo de Patricio y Mónica20. Cfr. PRZYWARA, E., Augustin. Passion et destins de l´Occident (La Nuit Surveillée), Du Cerf, Paris, 1987. 18 19 JASPERS, K., I grandi filosofi, trad. ital. de F. Costa, Longanesi, Milano, 1973, pág. 477. La destacada filósofa María Zambrano (1904-1991) afirma que el nacimiento de Europa posee un inicio preciso: el 13 de noviembre del 354, el año del nacimiento de Agustín: “El mundo antiguo, del cual Agustín sale, no muere en su esencia más verdadera, pero él formará la nueva cultura que se llama Europa. Y entonces surge la pregunta: ¿dónde está el cambio? ¿qué cosa nace? y ¿qué cosa ha muerto? Si la filosofía griega y el derecho romano, e incluso la estructura de su poder, persistirá en la Iglesia Católica, ¿qué cosa ha cambiado? Es el hombre generado de una nueva fe… de una dirección de su esperanza. Es lo que en realidad ha cambiado, es esa esperanza, fórmula del nuevo nacimiento”. ZAMBRANO, M., L´agonia dell´Europa, trad. ital. de C. Razza, Marsilio, Venecia, 1999, pág. 74. Los textos que indican en Agustín esta radical transfomación del concepto “hombre” son muchos. Entre ellos: “Alegrémonos por tanto y demos gracias a Dios: no solo hemos llegado a ser cristianos, sino que hemos llegado a ser Cristo mismo. ¿Entendemos hermanos? ¿Nos damos cuenta de la gracia que Dios nos ha dado?”. In Joa. Evang, 21, 8. 20 49 JOSÉ JUAN GARCÍA Sus enseñanzas principales las podemos reunir y sintetizar así: - El centro de la moral agustiniana es la caridad, que abarca tanto a Dios como al hombre. Lo primero ha de ser siempre el amor a Dios. “La virtud no es otra cosa que el más alto amor de Dios”. La caridad entonces, se torna norma última de moralidad. “Ningún fruto es bueno si no crece desde la raíz de la caridad”. - Gran importancia posee para el genio de Agustín, el mundo interior de la persona, el corazón que se une a Dios. En sus Confesiones encontramos verdaderos aportes a la vida interior, e incluso sirven para el estudio de la psicología humana en relación al bien moral. - Los litigios con los pelagianos y los maniqueos le ayudaron a dilucidar problemas morales relacionados con la libertad, la gracia, el pecado, la fragilidad humana, etc. - La vida moral del hombre tiene como referencia la vida de Jesús y el final de la vida moral es identificarse con Cristo. Hay un cristocentrismo nodal en sus escritos. “Cristo ha venido para cambiar nuestro amor; para hacer de nuestro amor terreno un amor de amigo y de vida celestial...” (Confesiones, VII, 14). - Es clásica la reflexión en torno a la ley eterna y la ley natural. Ésta está incluida en la ley eterna. Ley de Dios y voluntad de Dios, para Agustín, es lo mismo. - No podemos olvidar su opúsculo “La fe y las obras”, en el que más allá de las cuestiones matrimoniales que plantea, se enfrenta con la falsa seguridad de los que piensan que “para salvarse les basta la fe, pero descuidan vivir bien y caminar con las buenas obras por el camino de Dios” (De Fide et opera, XIV, 21). 50 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL El genio de Agustín no tardó en influenciar tanto el contenido teológico como la metodología utilizada, de fuerte raíz bíblica. San Gregorio Magno (540-604) nos deja su rico aporte a la reflexión moral. Su obra más conocida es Moralia in Job. La vida de Job es base para exponer la doctrina moral sobre la existencia del hombre. Job es prototipo, pero no se queda en él. El punto clave de la reflexión gregoriana es la persona como imagen de Dios. Por ser imagen, el hombre debe comportarse de una manera propia de su vocación a la santidad. Como san Ambrosio también Gregorio estudia las virtudes teologales y cardinales y las contempla tal como fueron vividas por personajes del Antiguo Testamento. II. La Teología moral en la Escolástica Los seis siglos que separan al Papa Gregorio Magno del gran sistemático de la teología moral, Santo Tomás de Aquino, fueron siglos de poca actividad teológica. Los Libros penitenciales -novedad en este período- tratan de ofrecer criterios e indicaciones de la penitencia que se debe imponer ante los diversos pecados. Se había iniciado ya la confesión frecuente. Dichos libros fueron surgiendo en los monasterios de Irlanda, Inglaterra y Escocia. De importancia limitada para el desarrollo de la teología moral en este período se encuentran Alcuino, empleado en la corte carolingia (“De virtutibus et vitiis”, fallecido en el 804), Rabano Mauro (“De puritate cordis”, muerto en el 865), Pascasio Radberto (“De fide, spe et caritate”, fallecido en el 860) y Pier Damiani (muerto en 1073). 51 JOSÉ JUAN GARCÍA Un momento de tensión intelectual fue la discusión entre San Bernardo y Abelardo respecto a un tema delicado: la relación entre conciencia personal y norma. Bernardo acentuaba la importancia de la norma. Abelardo la conciencia. Aquél nos invita a aferrarnos al dato objetivo que la ley expone. Este insistía exageradamente en el valor de la subjetividad personal. Pedro Lombardo -célebre teólogo del siglo XII y de gran influencia- desarrolla reflexiones de gran relieve. En sus Sentencias estudia temas como: las normas que rigen la administración de sacramentos, la libertad y el pecado y la naturaleza de las virtudes cristianas. Alejandro de Hales estudia el tema de los pecados y dedica también un tratado al tema del pecado y a los preceptos. Se destaca en este tiempo San Buenaventura, nacido en Bagnoreggio en 1217. Sostiene el primado de la voluntad y del amor sobre el intelecto. Muy cauto al asumir o integrar las éticas filosóficas a la teología, Buenaventura tiene como hilo conductor de su ética teológica la convicción del hombre como imago Dei. La culpa del hombre ha deformado la imagen de Dios e introducido un desorden moral. Sólo la gracia redentora de Dios, reforma y rehabilita al hombre para leer el libro de la naturaleza y la revelación. Luego será el amor en lugar que realiza plenamente porque asume el bien moral con libertad. Dado que el amor hunde su raíz en la voluntad, es ésta el elemento clave para valorar moralmente una acción21. Se podría definir la ética de Buenaventura como una ética espiritual, de coloración mística, compenetrada por el amor. Cfr. WAGNER, F., Der Sittlichkeiltsbergiff in der christichen Ethik des Mittelalters, Münster, 1936, pag. 70 ss. 21 52 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL Pero el gran arquitecto de la reflexión moral será sin duda el inmortal Tomás de Aquino (1225-1274)22. En filosofía, su gran mérito fue, de algún modo, de cristianizar a Aristóteles, utilizando en buena medida sus categorías como herramientas válidas para la especulación teológica. Esto expresa una voluntad de diálogo con lo mejor del mundo especulativo griego y la teología cristiana. Esta influencia aristotélica en 22 Nació en 1225 en Roccaseca, cerca de Aquino, en la parte septentrional del Reino de Nápoles. Sus padres eran nobles al servicio del emperador Federico II. A los cinco años fue llevado por sus padres al monasterio de Montecasino, donde fue ofrecido como oblato benedictino. En 1239, al ser excomulgado por el papa, el emperador expulsó, en represalia, a los benedictinos de esa abadía, y Tomás regresó con su familia. Ese mismo año fue enviado a la Universidad de Nápoles, donde estudió filosofía. Allí vistió en 1244 el hábito dominicano. En París completó su formación como novicio dominico, de 1245 a 1248. En este año se trasladó a Colonia, donde se formó hasta 1252 a la sombra de san Alberto Magno. De regreso a París en 1252, comenzó como bachiller sentenciario, preparándose para llegar a ser maestro. En la primavera de 1256 se graduó como maestro. De esta primera estancia parisina son las siguientes obras: su comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, las cuestiones disputadas De veritate y el opúsculo De ente et essentia. Abandonó París en 1259 y se trasladó a Italia. Del período italiano son la Summa contra Gentiles, la primera parte de la Summa Theologiae, y algunas cuestiones disputadas: De malo y De potentia principalmente. En 1269 se traslada a París y allí enseña hasta 1272. Este fue el período más fecundo de su vida. De él son sus grandes comentarios a Aristóteles, parte de los comentarios a la Sgda. Escritura y los opúsculos contra los averroístas. Redactó la segunda parte de la Summa Theologiae. En el verano de 1272 dejó París y fue a Nápoles y allí trabajó la tercera parte de la Summa, que dejó inconclusa. Falleció el 7de marzo de 1274, en el monasterio de Bosanova, camino al II Concilio de Lyon. Hay dos ediciones completas de sus obras: la edición de Fiaccadori, Parma 18521873, en 25 volúmenes; y la edición de Vivés, París 1871-1880, en 34 volúmenes. La edición piana, por haber sido patrocinada por San Pio V, aunque estimada, es rara y de difícil consulta. La Comisión leonina, romana, inició la edición crítica en 1882. 53 JOSÉ JUAN GARCÍA nada quita que Tomás beba de las fuentes de la teología: la Escritura y los Padres de la Iglesia. Su pensamiento ha sido el más ordenado, agudo y sistemático de cuanto se haya escrito hasta ese momento sobre cuestiones teológicas, tanto en lo que hace a lo dogmático como a lo moral. En Santo Tomás encuentra su expresión religiosa y humana el intelectualismo aristotélico. Desarrolla la teología moral de modo sistemático en la Suma Teológica, en dos momentos distintos: lo que hoy llamamos Moral Fundamental, en las cuestiones 1-114 de la I- II y la Moral Especial en las cuestiones 1-189 de la II- II. En total son 303 cuestiones que conforman 1542 artículos. Llama la atención el esfuerzo del gran teólogo por demostrar que la Teología Moral es a pleno título Teología, a pesar del cambio en el objeto de su estudio. Subraya la orientación de toda actividad humana en vistas a conseguir el fin último, la felicidad, que al fin de cuentas, sólo se encuentra en el bien absoluto que es Dios. Como hicimos con San Agustín, intentamos también aquí resumir los puntos claves del edificio moral tomista: - El dato primero de la moral del Aquinate es la consideración del fin último del hombre. Este está llamado a lograr, con la ayuda de la Gracia divina, la bienaventuranza eterna. - El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiende a la bienaventuranza, que es el goce de la Trinidad. Este fin se consigue mediante el ejercicio de la libertad, que obedece a la voz de la conciencia recta informada por la ley natural y eterna. 54 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL - La Moral Especial se articula sobre el estudio de las virtudes (hábitos operativos que orientan las potencias humanas al propio acto, que es el buen uso de la libertad). La ley será un apoyo a la virtud, pues la guía rectamente. Junto a las virtudes, Tomás estudia determinados estados o condiciones y oficios, sobre todo el estado religioso y el ministerio episcopal. - Cabe destacar la influencia de la ética de Aristóteles en todo el esquema tomista. Los términos y la organización denotan esa influencia. Claro que el contenido acusa siempre la novedad del evangelio. - La moral cristiana obedece a una ley nueva, escrita en el alma del bautizado. Es esta Ley la que guía al alma a adquirir virtudes en orden al último fin. - Importancia de la categoría de participación, tanto en la ley de la naturaleza como en la ley del espíritu. Se puede decir que la reflexión tomista abarca armoniosamente las dimensiones antropológica, cristológica y teocéntrica. Es una moral de la naturaleza humana y el hombre llamado en Cristo Jesús a una vida nueva. Diríamos, llamados a vivir como discípulos de Jesús. III. La Teología Moral en los siglos XVI al XIX Si Santo Tomás de Aquino había subrayado el valor objetivo del bien, el nominalismo, que a partir de Guillermo de Ockham (c. 1290-1349) inicia la via moderna, va a plantear una revolución, cuyos frutos aún hoy se perciben. Para el nominalismo más radical, Dios no ordena al hombre hacer algo porque sea bueno para el hombre mismo, sino 55 JOSÉ JUAN GARCÍA que la acción es buena precisamente porque Dios lo ha ordenado así. “Cumplir la ley exterior es, para Ockham el summum de la perfección”23. Un nominalismo exacerbado lleva a nuestro tiempo a pensar que es bueno moralmente todo lo que no está prohibido por las leyes. He aquí las consecuencias fatales de la aventura nominalista. Hay que recordar que hasta el siglo XVI el libro oficial de texto en las universidades fue el Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo. Recién después de tres siglos, la Suma de Tomás sería el libro de estudio clave. En 1526, Francisco de Vitoria, en Salamanca, rompe con la tradición de comentar a Pedro Lombardo y comenta a Santo Tomás. Con Francisco de Vitoria se opera un gran cambio de perspectiva, a la vez que las cuestiones de moral son más numerosas, especialmente con los temas que plantea la nueva situación del descubrimiento de América: la colonización, el comercio, la política y la relación entre diversos pueblos. A lo largo de un siglo, desde Vitoria hasta Suárez, la teología moral tuvo un crecimiento singular. Algunos la llaman “La moral de Guillermo de Ockham es con mucho, la más pura, la más radical, la más intransigente Moral de la obligación. Sólo la obligación permite a la acción humana acceder a la dignidad del orden moral. Ni su fin ni su objeto confieren a nuestros actos valor alguno. En una tal moral, diríamos, no hay más que una virtud específica: la obediencia…”. VEREECKE, L., “L ´obligation morale selon Guillaume d´Ockham”, en su obra De Guillaume D´Ockham á Alphonse de Liguori, Roma, 1986, pág. 165. 23 56 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL segunda escolástica24. Pero a inicios del siglo XVII, se da un nuevo modo de hacer teología moral, dedicado más a la práctica y específicamente a la práctica del confesionario. Este cambio inicia con Juan de Azor en 1600, quien publicó sus “Instituciones morales”. Esta obra marcará la pauta de los manuales de moral hasta casi mediados del siglo XX. La estructura de la obra sigue este esquema, luego repetido: 1. Principia, con una evocación de los principios fundamentales que brotan de la ley natural. 2 Unde resolves, sección dedicada a explicitar las conclusiones morales con aplicación a situaciones morales concretas. 3. Ergo quaeritur, con una serie de cuestiones difíciles y casos de controversia. Quería cimentar doctrinalmente la práctica del sacramento de la confesión. Esta línea de reflexión teológica fue favorecida por el A este grupo de teólogos dirigió el Papa uno de los elogios más significativos que se pueda hacer a una escuela: “En aquellos tiempos tan difíciles para la cristiandad, estos grandes teólogos se distinguieron por su fidelidad y creatividad. Fidelidad a la Iglesia de Cristo y compromiso radical por su unidad bajo el primado del Romano Pontífice. Creatividad en el método y en la problemática. Junto con la vuelta a las fuentes -la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradiciónrealizaron la apertura a la nueva cultura que estaba naciendo en Europa y a los problemas humanos (religiosos, éticos y políticos) que surgieron con el descubrimiento de mundos nuevos en Occidente y Oriente. La dignidad inviolable de todo hombre, la perspectiva universal del derecho internacional (ius gentium) y la dimensión ética como normativa de las nuevas estructuras socioeconómicas entraron como tarea de la teología y recibieron de ella la luz de la revelación cristiana”. JUAN PABLO II, “Discurso a los teólogos españoles” (1-11-1982), 1. Conferencia Episcopal Española, Juan Pablo II en España, Madrid, 1983, págs. 47-48. 24 57 JOSÉ JUAN GARCÍA Concilio de Trento, en donde se fijaron las condiciones para la confesión sacramental. La distinción específica y numérica de los pecados encontró en esta teología, una ayuda para los sacerdotes en su ministerio. Sobrevino después la casuística, en lo siglos XVII- XVIII. Se articularon los así llamados “Sistemas morales”, que buscaban armonizar la conciencia del bautizado con la norma moral en los casos de conflicto o duda. Cuando la moral se redujo a casuística (recordemos por ejemplo las “Resolutiones Morales” de Antonio Diana, que no es otra cosa que una colección de 20.000 casos de conciencia) esta casuística dio origen a los diversos sistemas de solución. - El probabilismo (Bartolomé de Medina, entre otros) afirmaba que en caso de duda, bastaba para obrar bien el seguir una opinión probable, aún cuando lo contrario que favorece a la ley sea más probable. - El probabiliorismo afirmaba que en caso de duda, hay que seguir la opinión más probable, es decir, la que tenga más razones que la apoyen. - El tucciorismo, en otra postura, exigía seguir la opinión más segura y favorece a la ley. Con el seguirse de las reflexiones, estas dos posturas se subdividieron, dando lugar a siete sistemas: tuciorismo absoluto, tuciorismo mitigado, probabiliorismo, compensacionismo, equiprobabilismo, probabilismo y laxismo. Entre los autores que pronto terminaron en el laxismo, se recuerda a Antonio Diana, Antonio Escobar, Tomás Tamburini. El rigorismo jansenista fue representado por 58 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL Antonio Arnaud, Pierre Nicole y Blaise Pascal. Una luz en el largo camino de la moral se hizo presente: San Alfonso María de Ligorio (1696-1787). Fundador de una orden religiosa dedicada a los más pobres de la sociedad y con un corazón de pastor, San Alfonso opta por la benignidad pastoral y se asocia al equiprobabilismo. El célebre estudioso A. Sertillanges afirmaba que bien comprendido y aplicado, el equiprobabilismo de San Alfonso no es otra cosa que la misma doctrina de Santo Tomás25 Esto no obsta para que exija el cumplimiento de los mandamientos y normas de la Iglesia. Cabe decir que san Alfonso sacó admirablemente a la moral de la prisión casuística y la llevó a la espiritualidad y al ámbito pastoral. Le siguió al patrono de los moralistas, una teología más bien manualística, que explicaba los mandamientos y trataba de armonizar ley y conciencia. La Moral había perdido su aliento bíblico. IV. La moral en el siglo XX e inicios del XXI En el siglo XIX, tres son los movimientos teológicos que se delinean: el imponerse de la moral alfonsiana; las primeras tentativas de renovación, inspiradas en el reflorecimiento de los estudios bíblicos y patrísticos; el redescubrimiento del pensamiento ético tomista. Los Papas recomendaron vivamente al Aquinate, y en Italia, aún con retincencias, fue A. Rosmini (1797-1855) quien se empeñó más profundamente en repensar SERTILLANGES, A. D., La morale de Saint Thomas d´Aquin, Paris, 1942, pág. 401. 25 59 JOSÉ JUAN GARCÍA el discurso ético desde los escritos tomistas26. Habría que citar a moralistas de la talla de A. B. Tanquerey (3 vol., Tournay, 1902) o D. Prümer (3 vol., Friburgo, 1914) o A. Vermeersch (3 vol., Roma, 1922- 1924), quienes producen estos manuales siguiendo el esquema tomista. Paulatinamente, los moralistas buscarán más acercarse al texto bíblico y hablar de la teología moral en categorías de seguimiento de Cristo. Entre éstos, se encuentra el manual del redentorista B. Häring. El hito más importante del siglo XX para la reflexión teológica, es sin duda es la realización del Concilio Vaticano II. Este, verdadero Pentecostés de la Iglesia, en una mayor claridad de su propia identidad y misión evangelizadora, instó a la “renovación de la teología moral”. El Concilio había preparado un esquema “De ordine morali”, que no llegó a discutirse en el aula. Por ello los aportes del Concilio están diseminados. Encontramos valiosos elementos en la Gaudium et Spes y Optatam Totius. Quedará la referencia obligada para la historia, el criterio que brinda el CAFARRA, C. “Historia de la teología moral”, en DETM (Rossi, L.Valsecchi, A.), Paulinas, Madrid, 1978, pág. 449. Hacia la mitad del siglo hubo una polémica curiosa. En 1850 se publica el Compendium theologiae moralis de J. P. Gury, cuyo autor es fiel a San Alfonso. En 1866 se publica la 17ª edición del texto de A. Ballerini, en el que intenta reconducir el discurso moral sobre la conciencia a su fase prealfonsiana. Se entabló una polémica entre Ballerini y los redentoristas, de la que salió un tanto opaco el mismo pensamiento de San Alfonso, por el reduccionismo de su presentación. Recién a fines del siglo XX se ha logrado presentar la doctrina de San Alfonso con mayor precisión y fidelidad. De todos modos, la obra de Ballerini (1805-1881), completada por Palmieri, será el manual de teología moral más considerable del siglo XIX. 26 60 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL Concilio para investigar y exponer la teología moral: “Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo y su obligación de producir frutos en la caridad para la vida del mundo” (Optatam Totius n 16). Las líneas de la renovación señaladas por el Concilio pasan por un mayor contacto con el misterio de Cristo y con la historia de la salvación. Con frecuencia en la historia de la Teología Moral, se ha buscado un punto central. Pues bien, el Concilio nos dice que el elemento articulador de la reflexión moral es pues, la caridad. La caridad a Dios y al prójimo es la clave del edificio ético cristiano (Mt 22,34-40; 25, 31ss.). De ahí la “obligación de producir frutos en la caridad” (Lc 13, 6-9). La misma metodología de la reflexión teológica se ha enriquecido con varios elementos: fundamento en una antropología teológica completa; sensibilidad mayor hacia el panorama político-social cambiantes; competencia de los laicos en las decisiones morales concernientes al mundo secular; apertura prudente a los datos más serios de las ciencias humanas; perspectiva ecuménica en la exposición del mensaje moral (GS 16; UR 23). El papa Juan Pablo II nos regaló en 1993 la encíclica Veritatis Splendor, verdadero monumento teológico de la moral fundamental. Todos los temas que hacen a los fundamentos del obrar moral cristiano, están allí magistralmente expuestos. Una encíclica esperada e iluminante. Un faro de luz en este panorama que no oculta sus sombras. 61 JOSÉ JUAN GARCÍA La Doctrina Social de la Iglesia, rama significativa de la enseñanza moral, ha tomado en estos tiempos un vuelo propio. Estudiosos hunden su mirada en los variados aspectos de la realidad mundial, arrojando luz y brindando criterios para una solución humana y cristiana. No podemos obviar el rico aporte de las universidades católicas presentes en todo el mundo y su contribución a temas éticos y sociales. Así por ejemplo, el Istituto para el Matrimonio y la Familia de la Pontificia Universitá Lateranense de Roma, que extendió sus sedes a España, México y Estados Unidos Asimismo, la Iglesia ha promovido el multiplicarse de institutos y centros de bioética, el CELAM y otros ámbitos académicos en los que la moral ilumina en fecundo diálogo, las complejas situaciones de las ciencias biomédicas27. Para más detalles sobre este punto, puede verse GARCÍA, J. J., Treinta años de bioética, UCC, San Juan, 2002, págs. 10-17. 27 62 CAPÍTULO TERCERO LA CONCIENCIA MORAL La rica intimidad del ser humano se concentra en la conciencia. Por ella el yo detecta el bien o mal. Por eso Orígenes decía que “el alma del alma es la conciencia”. El Magisterio ensalza el papel insustituible de la conciencia en el ser mismo del hombre. “La conciencia es una especie de sentido moral que nos lleva a discernir lo que está bien de lo que está mal... es como un ojo interior, una capacidad visual del espíritu en condiciones de guiar nuestros pasos por el camino del bien, recalcando la necesidad de formar cristianamente la propia conciencia a fin de que ella no se convierta en una fuerza destructora de su verdadera humanidad, en vez de un lugar santo donde Dios le revela su bien verdadero (RP 26)”. La conciencia goza o sufre la armonía que contrasta entre lo que cree que debe hacer y lo que hace de hecho. La encíclica Veritatis Splendor nos ofrece una hermosa definición de conciencia al presentarla como un “acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aquí y ahora” (VS nº 32). Esa grandeza de la conciencia hoy se ve reconocida por amplios sectores de la cultura actual. Por ello reclama que sea protegida jurídicamente frente a toda injerencia externa. De aquí las legislaciones que protegen la objeción de conciencia. Ante una legislación que permita el aborto o la eutanasia en hospitales públicos o privados, el médico que con serias 63 JOSÉ JUAN GARCÍA razones inspiradas en su formación humana, ética o religiosa, puede y aún debe hacer valer su derecho de no asistir a tales prácticas inmorales y para ello argumentará con el derecho que le asiste en virtud de la objeción de conciencia. I. La Revelación En la versión de los setenta del Antiguo Testamento, el término conciencia -de claro origen greco-latino-, como correspondiente al término griego syneidesis, se encuentra sólo tres veces (Qoh 10,20; Eclo 42,18; Sab 17,11: “Cobarde es la maldad y ella a sí misma se condena; acosada por la conciencia imagina siempre lo peor”). No obstante, el contenido conceptual, conforme al rico lenguaje hebreo, se expresa con otros nombres, sobre todo con el vocablo corazón. Este es la sede del bien y el mal. De David, después del pecado, se dice que “le saltó el corazón” (1 Sam 24,6). Jeremías advierte que “el pecado está grabado en las tablas del corazón” (Jer 17, 1). Para Prov 29, 27, los caminos del hombre son buenos o malos según lo sea su corazón. Job dice de sí: “Mi corazón no me condena” (Job 27,6). El hombre es capaz de manifestar su arrepentimiento como dolor del corazón. Así, David se dirige a Dios y le ruega: “Tú no desprecias un corazón contrito y humillado” (Sal 51, 19). En el judaísmo se fue perfilando con más nitidez el concepto de conciencia. En Filón de Alejandría aparece lo que más tarde se llamará la conciencia consiguiente. También en los escritos de Qumrân encontramos alusiones a la conciencia propiamente dicha, aunque la palabra técnica no se use. Por 64 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL ejemplo, el himno 13: “Pues tú conoces el carácter de cada acción, disciernes la veracidad de cada respuesta. Mi corazón por ti está tranquilo; con la fuerza de tu verdad aseguras mis pasos en los difíciles senderos de la justicia, a fin de que yo pueda caminar delante de ti hasta la región de la vida por los senderos de la gloria, del triunfo que no aminora jamás”28. El término syneidesis aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento. Si bien no se encuentra en los Evangelios, sí se menciona veinte veces en San Pablo (ocho veces en la primera carta a los Corintios y tres en la segunda; tres veces en los Romanos y cinco en Heb; seis veces en las cartas pastorales) y otras diez veces más en los libros restantes del Nuevo Testamento. Por lo que se refiere a los Evangelios, se puede decir que en ellos se conserva la antigua imagen profética del corazón bueno, recto y renovado por Dios. El corazón es la sede de la moralidad y de la vida nuevo del discípulo de Jesús guiada por el Espíritu. Más que la limpieza de los vasos o de las manos, importa que esté limpio el corazón o sea, la conciencia de los que siguen al Señor. Las funciones que el Nuevo Testamento le atribuye a la conciencia son: - Está presente en todos los hombres (Rm 2, 15). En este texto, ciertamente difícil, el Apóstol de las gentes afirma que todos los hombres -judíos y paganos- poseen la capacidad de emitir un juicio moral sobre sus propias acciones29. 28 JIMÉNEZ, M., Los documentos de Qumrân, Madrid, 1976, pág. 112. Cfr. BULTMAN, R., Teología del Nuevo Testamento, Salamanca, 1981, pág. 265. 29 65 JOSÉ JUAN GARCÍA - Es la norma de conducta y hay obligación de seguir sus dictados (1 Cor 7,13). - Es testigo del bien que cada uno hace (Rom 9,1) y del mal que uno ejecuta (Rom 2, 15). - La conciencia hace juicios de valor moral ( 1Cor 10, 25; Rom, 13, 5). Como se ve, el papel de la conciencia, en la letra y el espíritu del Nuevo Testamento, es que ésta sea justo juez entre el bien y el mal. II. Los Santos Padres Los Padres no hacen un tratado sistemático de la conciencia, pero sí desarrollan principios, de modo que hay en ellos una trabajada elaboración. La importancia de la conciencia se constata por imágenes ilustrativas. “La voz de Dios que nos insinúa prohibiciones y preceptos” (San Ambrosio). “la sede de Dios en el corazón del hombre” (San Agustín). “Dios... ha impreso en nosotros la conciencia autodidacta del bien y del mal”. En cuanto a la misión de la conciencia, los Padres la relacionan con el juicio moral. “Protesta contra lo malo”, “abruma con sus reproches”, “culpa”, “muerde”, “aguijonea”, “es una espina”, “pone al alma de luto”, etc. También se dice que la conciencia “da alegría y anima”, “enseña el bien”, “ofrece al alma un ideal de santidad”. En cuanto a la relación conciencia y norma, los Padres no ven dificultad en poner de acuerdo la una con la otra. “Dios nos ha dado la ley natural, es decir, ha impreso en nosotros la 66 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL conciencia”, escribía San Juan Crisóstomo. San Ireneo se pregunta por qué Dios no dio el Decálogo a las generaciones anteriores a Moisés y afirma que ya tenían la ley natural. San Basilio exhorta: “Todos tenemos en nosotros un juicio natural que discierne el bien y el mal... De este modo, tú sabes juzgar entre la impureza y el pudor. Tu razón se sienta en un tribunal y juzga desde lo alto de su autoridad”. Mucho más tarde, en un período de la Iglesia postridentina, San Juan de Ávila pedía una formación de la conciencia con términos que evocaban la riqueza y la calidez de los antiguos profetas: “El principal cuidado del cristiano ha de ser del corazón. Guárdenos Dios de tener el corazón dañado y enfermo. Ansí como en lo corporal gran mal la enfermedad del corazón, ansí es mucho más en lo espiritual tener dañado el corazón”30. III. Naturaleza de la conciencia Un bellísimo texto del Concilio ilumina plenamente nuestro tema: “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y hacer el bien y a evitar el mal... El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón... La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16). SAN JUAN DE AVILA, Sermones. Ciclo temporal, 10, en SALA, L – MARTIN, F., Obras Completas del Santo Maestro Juan de Ávila, II, Madrid, 1970, pág. 173. 30 67 JOSÉ JUAN GARCÍA Podemos afirmar que la conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa realizar, realiza o ha realizado. Felipe el Canciller, San Alberto Magno y Santo Tomás, conciben a la conciencia como un acto, pues no admite en el alma otra potencia distinta a la inteligencia y a la voluntad. Pero si es acto, ¿a qué potencia pertenece?. Algunos medievales a quienes seguiría posteriormente Duns Scoto, lo atribuyeron a la voluntad. La conciencia quedaba reducida en esta óptica, al nivel afectivo: el bien moral no se conoce, se siente. Fijémonos que una tesis parecida fue formulada por la escuela de los valores: la conciencia para Max Scheller, se reduce a un sentimiento o emoción, una capacidad de sentir los valores morales y religiosos31. Pero la cuestión es delicada y por ello nos guiamos de la percepción del Aquinate, quien defendió la tesis de que se trata de un acto del entendimiento práctico. Incluso los verbos que se le aplican a la conciencia como dictaminar, juzgar, acusar, aplaudir, etc., indican funciones racionales. O sea, se trata de un conocimiento ordenado a la operación. Al oír la voz de la conciencia formada rectamente, el hombre oye a Dios. El dictamen de la conciencia hace que el “Es fundamental reafirmar la imposibilidad de una conciencia y de un obrar determinados en modo subjetivo (sea la técnica, la ciencia, el relativismo). El absoluto de la subjetividad no puede ser el único espacio en donde fundar la exigencia del bien o la repugnancia del mal. Más allá de la caída de la pretensión absoluta de una cierta modernidad y lo incompleto del nihilismo de la postmodernidad, se pone la palabra nueva y fuerte del Evangelio, de la ética cristiana”. SCOGNAMIGLIO, E., Il Volto dell´uomo. Saggio di antropología trinitaria, San Paolo, Milano, 2006, pág. 119. El autor reenvía a FORTE, B., L´Uno per l´Altro. Per un´etica della trascendenza, Brescia, 2003. 31 68 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL hombre reconozca las prescripciones de la ley divina. Como lo expresaba el Cardenal John Henry Newman: “La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo”32. Practicar el bien y rechazar el mal, es la orden que emana de la conciencia. La verdad sobre el bien moral, declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen prudente de la conciencia. La conciencia es la norma subjetiva próxima del obrar humano. Pero, además del error y la ignorancia, la conciencia puede hallarse en diversas situaciones. Enumeramos las siguientes: a) Conciencia recta: la que actúa con intención de acomodarse a la norma, y consecuentemente, quiere actuar conforme a la voluntad de Dios. La rectitud exige los siguientes criterios: la conciencia es recta cuando está de acuerdo con la sindéresis, y ésta a su vez, cuando concuerda con la ley natural. Por ende, el criterio para valorar la rectitud de la conciencia es el deseo de cumplir con la voluntad de Dios33. No puede haber conciencia recta cuando se desobedece las enseñanzas morales del Magisterio. NEWMAN, J. H., Carta al duque de Norfolk, 5. Citado en el CATIC n 1778. 32 De algún modo, lo dice Santo Tomás en Suma Teológica I-II, a. 154, a. 2 ad 2: “La razón del hombre será recta en la medida en que se deja dirigir por la voluntad divina, que es la primera y suma regla”. 33 69 JOSÉ JUAN GARCÍA b) Conciencia dudosa: la que no sabe dictaminar, porque no posee certeza acerca de la licitud de llevar a cabo u omitir una acción. Como sucede en el ámbito del conocimiento teórico, en el ámbito moral también la duda puede ser positiva o negativa. Duda positiva es la que surge cuando se dan razones serias para dudar. Por el contrario, la duda negativa no se asienta sobre razones serias. Nos interesa por tanto, sólo la duda positiva. Para situaciones de duda, la reflexión moral ha acuñado algunos principios: - en caso de duda positiva, no es lícito obrar. Este principio encuentra en las palabras de san Pablo su fundamentación: “El que, dudando, come, se condena, porque no obra según la fe; y todo lo que no viene de la fe es pecado” (Rm 14, 23). - Se han de tomar las medidas necesarias para salir del estado de duda. Contribuye a ello el estudio y profundización de los temas, la consulta a peritos, la oración, etc. c) Conciencia perpleja: es la que ante dos preceptos, cree pecar, sea cual sea el deber que elija. Es una situación más compleja que la anterior de la duda. La conciencia perpleja se da cuando se vacila porque ha de elegir entre dos preceptos o situaciones que presentan obligaciones morales. Un ejemplo: decir la verdad u omitirla con el fin de que no suceda un mal que se debe evitar. Para salir del estado de perplejidad se deben aplicar 70 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL estos principios morales: - En caso de duda es mejor la condición del que posee actualmente la cosa. Este principio tiene aplicación sobre todo en el ámbito de la justicia. - En caso de duda se supone la validez de un acto. - En relación a las leyes eclesiásticas no hay obligación en caso de duda de derecho. d) Conciencia escrupulosa: es la conciencia que ve pecado en todo, incluso donde no lo hay. En verdad, hay que decir que el escrúpulo es un fenómeno que supera el ámbito moral. Es propio de ciertas sicologías con dosis de enfermedad. Dos ejemplos: el científico que repasa una y otra vez los datos ya suficientemente constatados o la religiosa que quiere confesarse todos los días porque no la deja en paz sus faltas menores cotidianas. Los medios para remediar los escrúpulos son variados: los medios espirituales (oración, dirección espiritual, estado de gracia...) y la consulta y guía psicológicas. Hay que cultivar la fortaleza de carácter para no dejarse llevar de los primeros movimientos del escrúpulo, así como alimentar un sentido de sano realismo ya que generalmente el escrupuloso carece de él. Hay que decir también que una misma persona es más escrupulosa respecto a unos valores éticos, mientras que se muestra más desinteresada frente a otros, sea por intereses personales o por educación. e) Conciencia Laxa: es la que bajo pretextos fútiles considera lícito lo que es ilícito o leve lo que es grave. Podemos también hablar de una conciencia delicada: la que juzga rectamente acerca de la moralidad de los actos 71 JOSÉ JUAN GARCÍA humanos. Esta conciencia ve el pecado donde realmente existe y le concede la dimensión real. También se puede dar el caso de la conciencia cauterizada: la que por costumbre de pecar, no concede importancia alguna al pecado y se da a él con tranquilidad y sin remordimientos. Hay también, finalmente, la posibilidad de que se de la conciencia farisaica: combina la laxa y la escrupulosa y hace grande lo pequeño y pequeño lo que es grande. Podemos también a modo de clasificación, distinguir en cuanto a la conciencia refiera: a) a la naturaleza del acto responsable, se habla de conciencia antecedente cuando el juicio de valor precede al acto humano, para ordenarlo, permitirlo o prohibirlo. Se habla de conciencia consiguiente cuando se trata de una reflexión sobre el acto realizado, para aplaudirlo o condenarlo. Se habla de conciencia concomitante, cuando el juicio acompaña el acto humano. b) a la conformidad con el valor objetivo, se habla de conciencia recta o verdadera o bien de conciencia errónea o falsa. Conciencia verdadera es entonces aquella en la que el juicio es conforme a la verdad objetiva. Conciencia errónea o falsa, es el caso contrario al anterior. Puede ser invenciblemente errónea (cuando el sujeto no puede superar el error o ignorancia) o venciblemente errónea (cuando al sujeto le es posible superar el error o la ignorancia). c) a la certeza subjetiva del que actúa y juzga, se considera cierta la conciencia, cuando sin temor a errar, juzga 72 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL que un acto debe hacerse porque es bueno o debe evitarse porque es malo. La conciencia puede considerarse como dudosa cuando parece quedar en suspenso, sin animarse a dar un juicio firme. La conciencia es probable cuando el juicio que formula en un sentido no excluye el temor a equivocarse, puesto que la opinión contraria goza de alguna forma aceptable de racionalidad. La persona humana está llamada a obedecer siempre el dictamen cierto de su conciencia, la cual a su vez, no entrará en conflicto con los dictados de la ley. Podemos aquí recordar, aún repitiendo algunos conceptos, tres principios que ayudan al discernimiento de la conciencia: 1) “Norma operativa incondicional es tan sólo la conciencia recta y al mismo tiempo cierta”. 2) “Nunca es lícito obrar contra la propia conciencia indudablemente cierta, aun cuando fuera invenciblemente errónea”. La conciencia errónea no está conforme con el valor y el deber objetivos y por tanto no obliga por sí misma. Pero de modo accidental, obliga a causa de la convicción cierta del sujeto que sin dudas, se siente personalmente vinculado por ese deber moral. Recordemos que la ignorancia puede ser imputable a causa de las pasiones o el pecado, pero habrá ocasiones en que la ignorancia sea invencible y por tanto, no culpable. 3) “Nunca es lícito actuar con una duda práctica de conciencia o con una conciencia venciblemente errónea, sobre todo cuando se trata de acciones de cierta gravedad”. 73 JOSÉ JUAN GARCÍA IV. Formación de la conciencia San Pablo expresa el deseo que todos los fieles tengan una mente ilustrada y clara (1 Cor 10, 29-30). Todos los discípulos de Jesús hemos de revisarnos a nosotros mismos (1 Cor 11, 28), tratar de descubrir la voluntad de Dios (Rom 12,2) y lograr así una conciencia “buena e irreprochable” (Hech 23, 1). La educación de la conciencia es absolutamente indispensable para todos, sobre todo en esta época de fuerte secularismo, donde estamos invitados a preferir el propio juicio personal ante todo (mi verdad) y a rechazar las enseñanzas autorizadas y en materia moral del Magisterio. Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, en sintonía con el bien verdadero querido por la sabiduría de Dios. Educar la conciencia consiste en alcanzar el conocimiento y la interiorización con los planes de Dios y el ejercicio de la docilidad a la voluntad de Dios. Veamos lo que nos dice Juan Pablo II: “Los cristianos tienen -como afirma el Concilio- en la Iglesia y en su Magisterio una gran ayuda para la formación de la conciencia…La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (Cf Ef 4, 14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella” (VS nº 64). La educación de la conciencia es tarea de toda la vida. Empieza en la temprana edad y no termina nunca. En el fondo, la formación de la conciencia es formación de la libertad, porque 74 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL una conciencia recta libera de los miedos, de la concupiscencia, de los exagerados sentimientos de culpa, etc. Asimismo, previene contra formas de relajación y laxitud. En este itinerario, la palabra de Dios es la luz y la guía. El hombre está obligado a formar una conciencia recta. Caso contrario, se hace responsable de sus faltas, aun las cometidas con ignorancia. Según Aurelio Fernández, “los objetivos a alcanzar en la educación de la conciencia son dos: la personalización, o sea, adquirir criterios morales demandados por sus propias convicciones personales y no a expensas del pensar de otros. La rectitud, es decir que a través del conocimiento de la moral y de la praxis adquiera criterios rectos de obrar”34. Educar la conciencia es orientar al hombre hacia esa zona de responsabilidad en la que habrá de actuar en fidelidad a Cristo, para vivir en Él, con independencia de la ventaja o el desmedro, de la crítica o el aplauso, aprobación o no del orden social. Educar la conciencia es aprender amar la verdad y ser dóciles a ella. En el fondo, alimentar la pasión por la verdad. Para terminar, recordamos una célebre expresión de Juan Pablo II: “No menos decisivo en la formación de la conciencia es el descubrimiento del vínculo constitutivo entre la libertad y la verdad” (EV 96). FERNÁNDEZ, A., Compendio de Teología Moral, ed. Palabra, Madrid, 1991, pág. 183. 34 75 CAPÍTULO CUARTO LA MORALIDAD HUMANA Gracias a la libertad, don de Dios, somos padres de nuestros actos y aún de nuestra historia. Pero la libertad es de hecho, libertad herida por el pecado, y a la vez, puesta en marcha hacia la altura celeste por la gracia de Dios. Estudiamos ahora la cuestión de las fuentes de la moralidad humana. Por fuentes de la moralidad se entienden aquellos elementos del acto humano de donde brotan la conveniencia o la no conveniencia con las normas de la moralidad. Santo Tomás distingue diversas fuentes: “En la acción humana puede considerarse una cuádruple bondad: una genérica, en cuanto es acción, pues cuanto tiene de acción y de entidad, tanto tiene de bondad… Otra bondad específica, derivada del objeto conveniente. La tercera una bondad accidental, debida a las circunstancias. Cuarta, la bondad del fin, constituida por una relación a la causa misma de la bondad”35. Miremos ahora entonces, la tan necesaria cuestión de las fuentes de la moralidad. 1. Objeto. Fin. Circunstancias El objeto del acto humano es aquello a lo que tiende la 35 Santo Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q. 18, a. 4. 77 JOSÉ JUAN GARCÍA acción por su propia naturaleza, con independencia de la intención del agente y las circunstancias que la rodean. El objeto es el efecto concreto que la acción humana produce de modo directo. El objeto especifica moralmente el acto del querer, según que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no con el bien verdadero y con la última verdad del hombre. Normalmente, el objeto elegido es un bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad. Por tanto, no se trata de un objeto material y físico, sino moral y afectado por los valores morales imprescindibles. Santo Tomás afirmaba que el objeto de una acción puede ser bueno, malo o indiferente36. 2. El fin Frente al objeto, el fin o el objetivo (finis operantis) manifiesta la intención, que se sitúa del lado del sujeto o agente que actúa. La intención es un movimiento de la voluntad hacia un fin; mira al término del obrar. El fin es el término primero de la intención y designa el objetivo buscado subjetivamente en la acción. La intención no se limita a la dirección de cada una de nuestras acciones consideradas aisladamente, sino que puede también ordenar varias acciones hacia un mismo objetivo; puede orientar toda la vida hacia el fin último. 36 SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 92, a. 2. 78 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL El fin del sujeto puede cambiar la moralidad de un acto, al introducir un nuevo valor ético en la decisión del agente. Una finalidad buena puede hacer que un acto, bueno por su objeto, se convierta en mejor; que un acto indiferente, sea bueno y que un acto malo, lo sea algo menos. Por otra parte, una finalidad mala puede hacer peor un acto que ya era malo en virtud de su objeto; puede convertir en malo un acto aparentemente indiferente y puede lograr que un acto bueno lo sea menos o hasta que sea malo. Jesús, al referirse a la limosna, la oración y el ayuno, previene sobre las buenas intenciones. Hay que purificar la mirada o sea, la intención (Mt 6, 1-23). No hay que olvidar que una intención buena no convierte automáticamente en bueno una conducta desordenada y contraria a la verdad objetiva de la moralidad. El fin no justifica los medios. No basta el buen o sano propósito37. 3. Las circunstancias Todo acto humano es un acto situado. La cantidad, el lugar, cómo, en qué situación, etc. la persona decide su obrar moral, articulan un entramado complejo que llamamos circunstancias. Esto es lo que le da su “rostro encarnado y concreto”. No podemos obviarlas nunca, pues sería desconocer lo real del hombre. Son los detalles que rodena o circundan un acto moral bueno o malo. 37 SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 18, a. 4 ad 3. 79 JOSÉ JUAN GARCÍA Las circunstancias pueden cambiar la calificación moral de un acto. Ejemplo: no es lo mismo actuar en defensa propia que hacer un daño deliberadamente. Se dice ordinariamente y es verdad, que las circunstancias “no cambian la especie” del acto. Pero sin embargo, existen casos en los cuales una circunstancias puede ser el aspecto más importante. Y es ahí cuando esa circunstancia pasa a la condición de objeto y la especie del acto cambia automáticamente. Pongamos un ejemplo. Un pecado de lujuria reviste diversa gravedad si quien lo comete es un joven soltero o una mujer casada o un consagrado a Dios con votos de castidad. Otro ejemplo que hace a la circunstancia de lugar: no es lo mismo un robo en la calle que en la sacristía, pues éste último configura además, un sacrilegio. Las principales circunstancias que señala la moral son: - el tiempo en que se realiza el acto (quid). - el lugar (ubi). - el modo (quomodo) - la materia sobre la que versa (quid) - la cualidad del sujeto que la realiza (quis) - los motivos circundantes que mueven a realizarlo (cur) - los medios empleados para su ejecución (quipus auxiliis). 4. Los actos moralmente indiferentes El acto moral se divide en dos especies: buena y mala. Pero podemos preguntarnos si todo acto humano es necesariamente bueno o malo. Es decir, si existen actos 80 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL indiferentes, ni buenos ni malos. En realidad, apenas un acto humano se concreta, deja en forma automática cualquier indiferencia. ¿Por qué?. Porque hacemos las cosas, actuamos con un fin propuesto por la razón y en las circunstancias concretas. Por ende, cada acción humana es moral, pues busca el fin y persigue la felicidad. No olvidemos la clásica distinción entre actos humanos y actos del hombre. Aquellos los hacemos en cuanto seres humanos dotados de razón y voluntad. Éstos, pasan o suceden en nosotros, como actos o procesos independientes de nuestra racionalidad y voluntariedad. Por ejemplo, la respiración; la circulación sanguínea; la digestión, etc. Como se sabe, la encíclica Veritatis Splendor ha venido a llamar la atención contra un hipotético proporcionalismo, consecuencialismo o teleologismo (VS 75) que no tuviera suficientemente en cuenta la maldad intrínseca de determinados actos humanos, que estarían prohibidos “siempre y sin excepción” (VS 115). Lo son siempre y por sí mismo, en razón de su objeto, independientemente de las intenciones del agente y de las circunstancias que acompañan al acto (VS 80, 81). 81 CAPÍTULO QUINTO ETICA NORMATIVA. LA LEY 1. Definición de ley Todas las culturas han vivido con leyes, organizando su convivencia y estableciendo horizontes de justicia. Necesitamos de la ley sencillamente porque somos seres sociales y en el rostro del otro hemos de encontrar un hermano con quien debo entenderme. Siempre subsiste la tentación de pensar que la dignidad del hombre y sus derechos se fundamentan en el ordenamiento positivo diseñado por el legislador. De ahí que sea necesario volver a hacerse las preguntas fundamentales sobre la relación entre la ley y la moralidad. Es clásica la definición de Santo Tomás de Aquino, que si bien se aplica a la ley civil, tiene validez para toda clase de leyes: “Ley es la ordenación de la razón, encaminada al bien común y promulgada por aquél que tiene el encargo de cuidar la comunidad”38. Veamos sus partes: - “ordenación de la razón”: por ende, ordena lo que es razonable. La ley no tiene un carácter voluntarista, no depende de la voluntad del que manda, sino racional. 38 SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 90, a. 4. 83 JOSÉ JUAN GARCÍA - “encaminada al bien común”: o sea, al conjunto de las condiciones de la vida social que permiten a los hombres, a las familias y a las asociaciones el que puedan lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección. - “promulgada” con el fin de que pueda ser conocida y cumplida por el hombre con responsabilidad. - “por aquél que tiene el cuidado de la comunidad”. Por tanto, sólo puede dictar leyes quien goza de una autoridad legítima. Y la autoridad, por definición es un servicio a favor de los súbditos. Si faltase uno de estos elementos, la ley no es justa. Por ende, no obliga, porque no es ley. II. División de la ley Es clásica la división en ley natural y ley positiva. Esta última, cuando el legislador es Dios, se llama divina y cuando el legislador es el hombre, se llama humana. A su vez, si quien promulga la ley es la jerarquía de la Iglesia, se llama ley eclesiástica; si la promulga la autoridad civil, se le llama ley civil. Dios ha hecho el mundo con un orden que es admirable. Dicho orden fue denominado por la tradición ley eterna, que Santo Tomás define así: “Es el plan de la divina sabiduría por el que dirige todos los actos y todos los movimientos al bien común del universo”39. 39 SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 93, a. 1. 84 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL La ley eterna es la misma sabiduría divina que demanda el orden y se opone al caos. La ley natural es “la participación de la ley eterna en la creatura racional”40. La sabiduría de Dios ha puesto orden en el cosmos y no caos y el hombre está llamado a vivir no al margen de ese orden. La encíclica Veritatis Splendor interpreta la ley natural en el mismo sentido que lo hacía Santo Tomás: como una luz especial de la razón humana por la cual sabemos qué se debe hacer y evitar, como una participación en la sabiduría de Dios (cfr VS nros. 42-43). Ley natural El concepto ley natural es clave en la reflexión moral. Desde los santos Padres se define a ésta como “la participación de la ley eterna en la creatura racional”. Así la recoge santo Tomás41. La sabiduría de Dios ha puesto orden en el cosmos. Por eso el mundo es cosmos y no caos. El hombre mismo no puede vivir al margen de ese orden. Más todavía, Dios ha querido un mayor orden para el hombre, para que su vida no terminase en el caos. Si la ley eterna es la misma inteligencia divina, la ley natural hay que situarla en la línea de una participación en ese conocer de Dios. Este carácter cognoscitivo lo expresa 40 SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 91, a. 2. 41 SANTO TOMÁS, Suma Teológica, I-II, q. 91, a. 2. 85 JOSÉ JUAN GARCÍA Tomás de Aquino al afirmar que la ley natural “es la misma luz de la razón la que discierne lo que el hombre hace, de forma que es recto lo que está de acuerdo con su naturaleza y esa misma luz advierte que es malo lo que va contra ella”42. La encíclica Veritatis Splendor interpreta la ley natural en ese mismo sentido: como una luz especial de la razón humana, que participa de la sabiduría divina. (nros. 42-43). He aquí por qué decimos que la ley natural es la gloria de la persona humana: es un signo cualificado de su condición racional, participación de la inteligencia divina para conocer el bien y el mal moral. En este sentido se distancia del orden creado incluida la ley biológica de los animales. El ser humano no es caótico sino regido por la ley natural. “La ley natural evidencia y prescribe las finalidades, los derechos y los deberes, fundamentales en la naturaleza corporal y espiritual de la persona humana. Esa ley no puede entenderse como normativa biológica, sino que ha de ser concebida como el orden racional por el que el hombre es llamado por el Creador a dirigir y regular su vida y sus actos” (VS, 50). Siempre será necesaria una reflexión orientada sobre todo a justificar e ilustrar los fundamentos de una ética universal -tan necesaria y aún urgente- perteneciente al gran patrimonio de la sabiduría humana, que en cierto sentido constituye una participación de la criatura racional en la ley eterna de Dios. No se trata, por tanto, de un tema de carácter exclusivamente o sobre todo confesional, aunque la doctrina 42 SANTO TOMÁS, In II Sent., 42, 1, 4 ad 3. 86 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL sobre la ley moral natural se ilumine y desarrolle en plenitud a la luz de la Revelación cristiana. El Catecismo de la Iglesia Católica resume bien el contenido central de la doctrina sobre la ley natural, revelando que indica «los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana» (nro. 1955). Con esta doctrina se logran dos objetivos esenciales: por una parte, se comprende que el contenido ético de la fe cristiana no constituye una imposición dictada desde el exterior a la conciencia del hombre, sino una norma que tiene su fundamento en la misma naturaleza humana; por otra, partiendo de la ley natural que puede ser comprendida por toda criatura racional se ponen los fundamentos para entablar el diálogo con todos los hombres de buena voluntad y más en general, con la sociedad civil y secular. Precisamente a causa de la influencia de factores de orden cultural e ideológico la sociedad civil y secular se encuentra hoy en una situación de cambios -más que en una época de cambios vivimos un cambio de época- y también de falta de claridad: se ha perdido la evidencia originaria de los fundamentos del ser humano y de su actuar ético, de modo que la doctrina de la ley moral natural se enfrenta con otras concepciones que constituyen su negación directa. Todo esto tiene enormes y graves consecuencias para el orden civil y social. En muchos pensadores parece dominar 87 JOSÉ JUAN GARCÍA hoy una concepción positivista del derecho. Según ellos, la humanidad o la sociedad o de hecho la mayoría de los ciudadanos se convierte en la fuente última de la ley civil. El problema que se plantea no es por tanto la búsqueda del bien, sino la del poder o más bien, la del equilibrio de poderes. En la raíz de esta tendencia se encuentra el relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia, pues el relativismo garantizaría la tolerancia y el respeto recíproco de las personas. Pero si fuera así, la mayoría de un momento se convertiría en la última fuente del derecho. La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse. La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso de una mayoría, sino sólo por la transparencia de la razón humana ante la razón creadora y por la escucha de esta fuente de nuestra racionalidad. Cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del hombre, ninguna ley hecha por los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador en el corazón del hombre, sin que la sociedad quede golpeada dramáticamente en lo que constituye su fundamento irrenunciable. La ley natural se convierte de este modo en garantía ofrecida a cada quien para vivir libremente y ser respetado en su dignidad, quedando al reparo de todo arbitrio o abuso del más fuerte. Nadie puede sustraerse a esta exigencia. Si por un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva el escepticismo y el relativismo ético llegaran a cancelar los principios 88 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL fundamentales de la ley moral natural, el mismo ordenamiento democrático quedaría radicalmente herido en sus fundamentos. Contra este oscurecimiento, que sería la crisis de la civilización humana, antes incluso que cristiana, es necesario movilizar a todas las conciencias de los hombres de buena voluntad, laicos o pertenecientes a religiones diferentes al cristianismo, para que juntos y de manera concreta se comprometan a crear, en la cultura y en la sociedad civil y política, las condiciones necesarias para una plena conciencia del valor innegable de la ley moral natural. Del respeto de ésta depende de hecho el avance de los individuos y de la sociedad en el camino del auténtico progreso, en conformidad con la recta razón, que es participación en la razón eterna de Dios. No podemos llamar derechos a lo que en realidad son delitos. De la lectura del Aquinate acerca de la ley natural se pueden formular las siguientes tesis: - la ley natural es exclusiva del hombre. - la ley natural discierne el bien y el mal. - la ley natural contiene diversos preceptos. A uno se los llama primarios: hacer el bien y evitar el mal; conservar la propia vida y evitar lo contrario; algunas tendencias naturales como la unión del varón y la mujer; la educación de los hijos, etc. - la ley natural admite algunos cambios, por cuanto puede ser mejor conocida. Lo que no puede es variar dejando de ser lo que es. 89 JOSÉ JUAN GARCÍA - la ley natural se puede oscurecer en la conciencia del hombre, especialmente los preceptos secundarios. Incluso los primarios pueden oscurecerse. - la finalidad de la ley natural es ayudar al hombre a adquirir la felicidad. Ley y segunda Escritura En el Antiguo Testamento la ley se refiere fundamentalmente a las prescripciones contenidas en los cinco primeros libros de la Escritura, en contraposición a los escritos sapienciales y poéticos y a los profetas. Pero la ley, en un sentido más amplio, significa también, la voluntad de Dios y el camino del hombre que no sigue el consejo de los impíos (Sal 1), sino que busca a Yahvé de todo corazón (Sal 119, 1). Dios mismo en el Génesis le da un precepto, que es toda una revelación del proyecto de Dios sobre el mundo y la historia. Del seguir o no esta indicación depende la felicidad del hombre y el orden del mundo. Durante su peregrinación por el desierto, el pueblo de Dios recibe la ley de Dios y la sitúa en el marco religioso de una alianza, oferta gratuita de Dios (Ex 20, 2-17). El don de la Ley en el monte Sinaí no suprime, aunque sobrepasa la promesa hecha a Abraham (Rom 7; Gal 3), en cuanto revela en forma explícita la disposición de Dios y su intención de profundiza la respuesta a la Alianza. En medio de las tentaciones y aún infidelidades de Israel, los profetas continúan vaticinando un tiempo 90 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL mesiánico en que la ley ya no estará sólo esculpida en tablas de piedra, sino que será grabada en los corazones por obra del Espíritu, que trasciende la letra misma de la ley ( Ez 36, 26-27). Durante el exilio de Babilonia, el pueblo se apoya sólo en la Torah, que los hombres conservan en sus filacterias y sobre en sus almas. Después del exilio, la Torah se convierte en el centro de la vida de Israel. Este amor a la ley llevará incluso al martirio (1 Mac 1, 57-63). Tanto el salmo 119 como el libro de Baruc recogen una alabanza a la ley profundamente religiosa. Jesús mismo cumple personalmente la Ley de Moisés e invita a sus seguidores a cumplirla (Mt 5, 17ss; 8, 4). Pero al mismo tiempo, Jesús condena el legalismo farisaico. No porque sea nociva la observancia de la ley en sí misma, sino porque el fariseo corre el peligro de atribuir la salvación al cumplimiento externo de las prescripciones legales, en lugar de atribuirlas a la fidelidad gratuita de Dios. Así pues, la ley antigua era un pedagogo que lleva a Cristo, como el esclavo llevaba al niño hasta su maestro (Gál 3, 23-24). Cristo no sólo promulga, cual nuevo Moisés, con sus palabras y obras, la voluntad de Dios (Mt 5-7), sino que él mismo es la norma universal y concreta para sus seguidores. Él es la palabra misma de Dios. En el Nuevo Testamento aparece no la expresión pero sí la idea de la ley natural se encuentra con una cierta frecuencia. Así por ejemplo, en los sinópticos se encuentra la distinción entre la indisolubilidad originaria del matrimonio y 91 JOSÉ JUAN GARCÍA las diversas legalizaciones positivas sobre el mismo (Mc 10,59.10-12). Se repite la regla de oro de los sistemas éticos que remonta su fundamentación a la experiencia y racionalidad de todas las culturas (Mt 7, 12; Lc 6,31). Jesús invita a dos hermanos a encontrar a la luz de su razón lo que sea justo en el caso de su disputa familiar (Lc 12, 13-14). Pero queda reservada a San Pablo el tratamiento de la ley natural, al menos implícitamente: - En la denuncia de la inmoralidad del mundo pagano (Rm 1, 24-32). - En la afirmación de que los paganos pueden ser pecadores y santos, como los judíos, pues, sin haber conocido la ley revelada, llevan en sí mismos la posibilidad de conocer el bien y el mal (Rm 2, 13-14.26). - En la descripción de la posibilidad de saber lo que es el bien y el mal, aunque no lo practique (Rm 7, 22-23). - En la enumeración de los pecados (Gal 5, 19; 2 Cor 6, 15) y en los consejos con vistas a una conducta razonable (Rm 13)43. No es de extrañar que las primeras comunidades cristianas tuviesen respeto por una normatividad humana recta, previa a la revelación divina y que luego podrá entrar en enriquecedor dialogo con ella. 43 SACCHI, A., “La legge naturale nella Lettera ai Romani” en Fondamenti biblici della teologia morale, Brescia, 1973, 375-389. 92 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL Necesidad de la ley en la vida del discípulo De la letra y del espíritu que impregna el Nuevo Testamento se desprende la necesidad de determinadas leyes que orientan la vida de los discípulos de Jesús, que forman una comunidad. Pablo ofrece ya pautas muy concretas de vida ante situaciones conflictivas de las primeras comunidades. La misma estructura de las comunidades exigió una cierta reglamentación para articular, por ejemplo, la predicación y la dirección de los apóstoles y presbíteros estables con la de los misioneros itinerantes. Si a veces puede darse el peligro de un excesivo legalismo, también existe la posibilidad de un excesivo espiritualismo que desprecia toda norma y hace imposible la comunión. Aunque el cristiano no pecara, haría falta una normativa. El hombre vive dentro de una comunidad. Vive una dimensión comunitaria. Las leyes positivas armonizan la convivencia y brindan los mínimos exigidos para que la comunidad de discípulos vivan la fe y los valores morales. La ley exterior es expresión del valor moral. Está llamada a revelar y evidenciar los valores. Lógicamente, no hemos de perder de vista una regla de oro: si se separa la ley de la caridad, la observancia de la ley exterior, pierde su valor. Si la ley externa sólo se cumple externamente o por miedo a una sanción, entonces estamos todavía bajo el régimen de la letra. 93 JOSÉ JUAN GARCÍA ¿Es obligatorio cumplir la ley civil? La moral cristiana exhorta al cumplimiento de las leyes civiles justas. Y ello no sólo en razón de solidaridad con los demás ciudadanos y con el objeto de lograr la armonía de las libertades en la realización del bien común. La obediencia a las leyes justas ha sido tradicionalmente justificada por el reconocimiento del origen divino de la autoridad44. Entre los padres de la Iglesia ha sido muy estudiado el tema por San Agustín. Además de la ley eterna y su reflejo en el derecho natural y en el corazón de los hombres, son necesarias las leyes temporales, que no pueden ser desvinculadas del proyecto de Dios: “La lex humana está condicionada a las situaciones de la vida y cambia con los tiempos. Pero también ella encuentra su medida en la ley eterna. Es justa y legítima la ley temporal en cuanto deriva de la ley eterna (De lib arb I, 6, 15). La ley impera la justicia. Una ley injusta no sería ley. Las leyes injustas son más bien nulas…”45. El pensamiento de Santo Tomás respecto al cumplimiento de las leyes positivas ha sido muy estudiado. En breve, decimos que en virtud de su fundamentación en la ley natural y su ordenamiento al bien común, el cumplimiento de las leyes justas obliga en conciencia, puesto que toda autoridad viene de Dios. La fuerza vinculante de la ley civil le viene en virtud de que sea una ley justa. Para que la ley sea justa debe cumplir los siguientes requisitos: 44 Rom 13, 1-7; S. Th I-II, q, 96 a. 4. ALVAREZ TURIENZO, S., “La Edad Media”, en CAMPS, V., (ed.) Historia de la ética, I, Barcelona, 1988, pág. 362. 45 94 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL - Cumplir las condiciones que definen la ley, tal como lo expusimos al inicio. - Lo preceptuado por la ley debe ser bueno o al menos indiferente. - Lo mandado por la ley debe ser justo. - Lo mandado por la ley debe ser posible de cumplir. - Lo mandado por la ley debe ser al menos útil para la comunidad. Es cierto pues, que en determinadas situaciones las leyes pueden dejar de obligar, por ser injustas o inmorales, creando un verdadero conflicto de conciencia. Pero claro es que no debe fomentarse en la sociedad el espíritu anómico, un espíritu anti-ley, que se extiende, apelando a la subjetividad, a amplias zonas de la convivencia social. 95 CAPÍTULO SEXTO EL PECADO Quizá la primera afirmación que deberíamos hacer al comenzar esta página es que el objeto de la Teología Moral no es el pecado; tampoco la Revelación nos habla del pecado en primer término. El objeto de la reflexión moral es la llamada a la perfección que se nos dirige en Jesús de Nazareth. Dios quiere lograrnos lo mejor posible, con nuestra ayuda. Sin embargo la reflexión moral no puede desentenderse de los pecados de los hombres, porque la teología no es ciega, piensa la realidad y el pecado -se ha de admitir- es una triste realidad. Las antiguas palabras de Pío XII resultan hoy reveladoras: “Quizá el mayor pecado de nuestro tiempo es la pérdida del sentido de pecado”46. Sin duda que ésta expresión no es una invitación al derrotismo. Sólo quiere ser una constatación que se dilata en el tiempo, de una grave situación existencial, un malestar permanente de nuestra cultura. I . El pecado en la Revelación En el Antiguo Testamento, veamos la terminología: contiene una terminología abundante y rica en significado para este tema. Los términos más frecuentes son hatta’t, pesa y awon. 46 PIO XII, “Mensaje al Congreso catequístico de Boston”, en Ecclesia 6 (1946) 8. 97 JOSÉ JUAN GARCÍA Hatta’h significa desviarse, separarse del camino o de la norma, dar un paso en falso. Aparece 523 veces, bien en la forma verbal (232 veces) o el sustantivo (291) veces. Pesa significa revelarse, o sublevarse, por ello quien peca comete un delito y es infiel. Se encuentra en 135 textos. Awon se menciona 244 veces con la significación de equivocarse culpablemente, por ello significa también iniquidad, delito y culpa. Además de esta trilogía se mencionan otros términos como nebalah = infamia, locura; n’balah = crimen e impiedad; asam = delito; ma’al = acción mala, perfidia; ra’ah = mal; sik’lut = necedad. En cuanto a la enseñanza sobre el pecado, el Antiguo Testamento subraya: - el pecado supone la transgresión de un precepto de Yahveh. - El pecado despierta el celo de Dios y a veces también su ira. - La lista de pecados es amplia; los más mencionados son: la idolatría y el alejamiento de Yahveh; posponer a Dios por el afán de riqueza o prosperidad; los desordenes sexuales; la injusticia contra el pobre, el huérfano y la viuda. - Yahveh exige siempre la expiación y la penitencia por los pecados cometidos. - Dios está dispuesto al perdón. Su perdón es irrevocable. - Además de los pecados personales, se mencionan los pecados colectivos del pueblo. 98 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL - Siempre el pecado es visto con una connotación teológica: es una ofensa a Dios. En el Nuevo Testamento distinguimos tres fuentes principales: los Sinópticos, San Juan y San Pablo. a) Los Sinópticos - Los términos más usados son amartía (24 veces) que traduce el término hebreo hatta’h, con el significado de desviarse; anomia (4 veces) que significa iniquidad. También se menciona adikía, con el significado de injusticia y asébeia o sea impiedad47. - Se subraya que todos los hombres están signados por la realidad del pecado (Mt 7,5; Mc 14, 24). - Se condenan los pecados internos (Mt 5, 17-18) y los de omisión (Mc 11,12-14; Lc 16,19-31; Mt 25, 30 ss). Especial gravedad tiene el pecado de escándalo (Mt 18, 1-7; Mc 9, 46-47). - Jesús condena también acciones que brotan del corazón desviado, acciones concretas, no reducibles a la opción fundamental (Mt 5, 22, 23-26). Se condenan los pecados contra el prójimo, que ofenden su dignidad (Mt 25, 3146; Lc 10, 29-37). - Es continua la invitación a la conversión y a la penitencia (Mt 18, 11; Lc 19, 10). Una excepción a obtener ese perdón es el pecado contra el Espíritu (Mt 12). 47 VIRGULIN, S., “Peccato” en Nuovo Dizionario di Teologia Biblica (a cura di..) Milano, 1988, pág. 1031. 99 JOSÉ JUAN GARCÍA b) San Juan El término más usado es amartía y viene utilizado 34 veces; el término anomia no se encuentra en el evangelio, pero sí en las Cartas. - Una idea fuerza es que todos somos pecadores (Jn 8,7; 1 Jn 1,8-10). La misión de Jesús es quitar el pecado del mundo (Jn 1,39; 1 Jn 3,5). - El pecado se comete por indicio del diablo (1 Jn 3, 8). - El pecado es no cumplir los mandamientos (Jn 15, 10-14). - Gracia y pecado se contraponen radicalmente, como muerte y vida (Jn 5,24; 1 Jn 3, 14); luz y tinieblas (Jn 1, 5; 3, 19); verdad y mentira ( Jn 8, 44-46; 1 Jn 1, 6-8). c) San Pablo Seleccionamos algunas ideas principales: - el origen del pecado lo sitúa en Adán por un solo hombre entró el pecado al mundo (Rom 5, 12). Sin embargo, somos solidarios antes en Cristo, el nuevo Adán. La gracia fue más allá de la reparación, al darnos el don del Redentor (Rm 5, 15). - Si en Adán todos hemos pecado, todos hemos sido liberados por Cristo (Rm 6, 1-14). - En sus cartas, el apóstol elabora un amplio catálogo de pecados. Hay hasta quince listas de pecados. - Si bien hay distinción de gravedad de las faltas, en el apóstol hay una absoluta condena del pecado. Este ofende a Dios y al prójimo. 100 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL Para concluir este punto, no olvidemos las parábolas de la misericordia de Lc 15: la oveja perdida, el dracma y el hijo pródigo. Se trata de una página sublime en la que Jesús manifiesta la acepción del pecado como traición al amor de Dios. En la del hijo pródigo, es claro que la traición al amor paterno se traduce también en abuso de sus dones, abandono de la propia casa, despilfarro de sus bienes, miseria y hambre. Una destrucción de lo humano. Salvado sí, por el inclaudicable amor divino. II. El pecado en los Santos Padres Podemos señalar algunos hitos significativos, pues es imposible desarrollar todos y cada uno de los Padres en su mensaje sobre la realidad del pecado. Desde el inicio, los Padres Apostólicos enuncian listas o catálogos de pecados. Una reflexión importante la encontramos en el Pastor de Hermas. La nueva vida de los bautizados en Jesús es comparada con la corrupción de los paganos en los padres Apologistas del siglo II. Es muy propio del mensaje de los apologistas referir el origen de todo pecado, el primero, desde el cual se derivan los demás. El hombre no sucumbe a las fuerzas del pecado pues la fuerza de Dios es superior. En el siglo III hay valiosos aportes desde Oriente con Clemente de Alejandría y Orígenes. En Occidente, destacan Tertuliano, San Cipriano e Ireneo de Lyon. Hay rigor en las penitencias por los pecados cometidos. Algunos de ellos excluyen de la comunidad de cristianos, entre ellos la apostasía y el asesinato. En el siglo IV destaca la enseñanza de san Basilio y Juan 101 JOSÉ JUAN GARCÍA Crisóstomo en Oriente y san Jerónimo y Ambrosio -obispo de Milán- en Occidente. Sobresale la doctrina de san Agustín, obispo de Hipona en el norte de Africa. Es en este período en el que cobra fuerza la doctrina acerca del pecado que viola las exigencias de la ley eterna y la ley natural. Se desarrolla la distinción entre pecado mortal y venial. Hay condenas de las injusticias sociales y los sermones animando a una solidaria y justa distribución de los bienes. Los maniqueos enseñaban que el mal provenía de un dios malo. Las primeras controversias de San Agustín se dirigen contra esta errada enseñanza. Para Agustín el mal no es una sustancia. La plenitud del mal, la ausencia absoluta del bien y de la belleza no pueden ser más que la nada. El de los maniqueos es un dios fantasma. Agustín enseñará con toda energía que el pecado es un olvido de Dios y su ley, un defecto de la voluntad humana, debilitada. III. La reflexión teológica de Tomás de Aquino Los teólogos de los siglos V- XII repiten las enseñanzas de los Padres. Pero sobresale la gran figura de Santo Tomás de Aquino en el corazón de la edad media latina. En la Suma Teológica dedica 19 cuestiones (II-II, qq. 7189) al tema del pecado. Expone sistemáticamente sobre el pecado, conforme a este esquema: -naturaleza del pecado (q. 71); -distinción de los pecados (q. 72); 102 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL -comparación entre ellos (q. 73); -sujeto del pecado (q. 74); -causas del pecado (qq. 74-84); -efectos del pecado (qq. 84-89). Cabe destacar que desde la sistematización de la Suma la teología posterior repite las definiciones y la división que sobre el tema introdujo Tomás de Aquino. También cabe decir que anterior al tratado sobre el pecado, está aquel sobre las virtudes, a las cuales el santo dedica 15 cuestiones. IV. Reflexión sistemática sobre el pecado El pecado es ofensa a Dios, porque es desoír su voz, desatender su palabra, transgredir su norma. En el pecado hay siempre una connotación teológica. El amor de Dios y la muerte redentora de Cristo en la tarde de la cruz, son lo que nos demanda un buen obrar, ser nosotros ‘obrar de Cristo’. El pecado lesiona ese amor divino. Pero también hay una connotación antropológica: el pecado es negación de lo humano. Es no dar con la altura y la estatura que Cristo quiere para el bautizado. En cierto modo, como dice José R. Flecha, el pecado es la muerte de las utopías, el recorte de las posibilidades de humanización, la herida de las auténticas esperanzas. El pecado deja al discípulo de Jesús sin su Maestro. Como el hijo pródigo, se aleja del Padre, inaugura la decadencia y la tristeza y se queda sin mañana. El hombre es el único ser al que Dios ama por sí mismo. “De todas las creaturas visibles sólo el hombre es capaz de conocer y 103 JOSÉ JUAN GARCÍA amar a su Creador (GS 12,3); es la única creatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad”48. Por tanto, por ser imagen de Dios -imago Trinitatis49- el hombre es persona. No es algo más en el conjunto de lo creado, cosa entre las cosas. Es alguien. Es persona humana. Todos constatamos el triste hecho del pecado, que es una ruptura de la comunión con Dios, con los otros y el mundo mismo. Por el pecado, el hombre es capaz de lo peor, del egoísmo y la mezquindad más grandes. Esto no significa que esa imagen y semejanza de Dios se destruya por el pecado, aunque sí ofuscada y aún rebajada50. Como una imagen imperfecta. Catecismo de la Iglesia Católica n 356. Estas expresiones de GS 22 y 24, son las expresiones del Concilio Vaticano II que más utilizaba Juan Pablo II en sus catequesis y discursos. 48 “La Santísima Trinidad hizo al hombre a su imagen, es decir, a imagen de toda la Trinidad”. SANTO TOMAS, Suma Teológica, I, q. 93, a. 6. 49 JUAN PABLO II en la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem 9, expresa: “esto no significa que la imagen y semejanza de Dios en el ser humano, tanto mujer como hombre, haya sido destruida por el pecado; significa, en cambio, que ha sido `ofuscada’ y, en cierto sentido, `rebajada’. En efecto, el pecado `rebaja’ al hombre, como nos lo recuerda también el Concilio Vaticano II (GS 13)”. El Papa invita a confrontar a Orígenes, In Gen. hom. 13,4, en PG 12,234; S. Gregorio Niceno, De virg. 12, en S. Ch. 119,404-419; De beat. VI, en PG 44,1272. La razón del porqué, no obstante el pecado, el hombre no deja de ser imagen de Dios, se encuentra en que fue creado para la inmortalidad. Si se acaba la peculiar condición del hombre de ser `imagen y semejanza’ se acaba el hombre, pues se acaba su vocación a la plena comunión con Dios, que importa la inmortalidad. Cfr. JUAN PABLO II, L’uomo creato a immagine di Dio, Udienza generale, 9 Aprile 1986, en Insegnamenti... IX,1 (1986) 961; Il peccato come alienazione dell’uomo, Udienza generale, 12 Noviembre 1986, en Insegnamenti IX,2 (1986) 1409. 50 104 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL La fe cristiana afirma que el hombre es creado. Ello difiere mucho del hombre fabricado, que nuestro tiempo ha producido a través de prácticas artificiales de fecundación en laboratorios de biogenética. El hombre es algo mas que los seres vivientes. Ese alguien es imagen de Dios. Ello hace del hombre un ser inteligente, dotado de voluntad libre y capaz de amar 51. Es irrepetible y único 52. Posee el valor de lo insustituible. “El acto malo o pecaminoso consiste en la libre decisión de la voluntad que se propone como su objeto o un acto intrínsecamente deshonesto o un acto que las circunstancias en las que obramos vuelven deshonesto”53. El pecado teje de redes de corrupción. “El pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las ‘estructuras de pecado’ son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal” (CATIC n 1869). “La persona humana es una entidad única, una unidad de espíritu y materia, de alma y cuerpo hecha a imagen de Dios y destinada a vivir para siempre. Cada vida humana es sagrada porque cada persona humana es sagrada”. JUAN PABLO II, Discurso a las Organizaciones sanitarias católicas de los Estados Unidos de América, 14 de Septiembre de 1987, en TETTAMANZI, D., Chiesa e Bioetica. Giovanni Paolo II ai medici e agli operatori sanitari, Milano, 1988, pág. 400. 51 Cfr. GARCIA BACCA, J. D., Antropología filosófica contemporánea, Barcelona, 1982, pág. 83: “no hay del yo más que un único ejemplar posible”. 52 53 CAFARRA, C., Vida en Cristo, EUNSA, Navarra, 1988, 2da. ed., pág. 185. 105 JOSÉ JUAN GARCÍA Hoy, en un mundo secularizado, al decir de Walter Kasper, un mundo “arrojado a su propia mundanidad”, da la impresión que el hombre quiere ante todo una satisfacción acomodada en un mundo placentero. Gozar “aquí y ahora”, divertirse hasta alcanzar el vértigo, son actitudes primordiales que generan el crepúsculo del deber54. Cabe distinguir entre pecado mortal y venial. El primero destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios. El pecado mortal aparta, provoca enemistad del hombre con Dios, porque tiene como objeto una materia grave y además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento. No así el pecado venial. Éste debilita la caridad, entraña un “afecto desordenado a bienes creados; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral... aunque no rompe la Alianza con Dios” (CATIC 1863). ¿Existe un texto bíblico que nos asegure o que fundamente claramente esta distinción entre pecado mortal y venial?. Sí. El texto bíblico que más sirve de fundamento en esta distinción es el de 1 Jn 5,16: “Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida -a los que cometan “La civilización del bien-estar consumista ha sido el gran sepulturero histórico de la ideología gloriosa del deber. A lo largo de la segunda mitad del siglo, la lógica del consumo de masas ha disuelto el universo de las homilías moralizantes, ha erradicado los imperativos rigoristas y engendrado una cultura en la que la felicidad se impone al mandamiento moral, los placeres a la prohibición, la seducción a la obligación”. LIPOVETSKY, G., Le crépuscule du devoir. L’éthique indolore des nouveaux temps démocratiques, Paris, 1997, p. 52. 54 106 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL pecados que no son de muerte-, pues hay un pecado que es de muerte, por el cual no digo que pida”. Como se ve, hay un pecado que es de muerte espiritual (prós thánaton) y que rompe la fluida relación con Dios, corta la corriente de Gracia que viene del amor fontal de Dios. Y esto en contraposición a un pecado que no conduce a la muerte (mé prós thánaton). No es ésta la única división posible de los pecados. Podemos hablar de pecado original y personal. También pecado de pensamiento, palabra y obra. Santo Tomás atribuye esta división a San Jerónimo y se rige por el criterio de los grados del pecado. También está el pecado personal y social, el pecado estructural, etc. En buena medida exceden nuestro estudio el detenernos en cada una de ellos. Pero decimos una palabra. Hay redes de corrupción que constituyen verdaderas estructuras de pecado. El narcotráfico por ejemplo o el comercio ilegal de armas. Pero siempre detrás de estas estructuras, hay voluntades individuales que las sostienen. Remiten a libertades corruptas. Recordemos que la adopción de la terminología estructuras de pecado constituye la novedad más importante de la Sollicitudo rei socialis: aparece mencionada no menos de diez veces a lo largo de la encíclica. Entre todos los pasajes hay uno que llama la atención: “Hay que destacar que un mundo dividido en bloques, presididos a su vez por ideologías rígidas, donde, en lugar de la interdependencia y la solidaridad, dominan diferentes formas de imperialismo, no es más que un mundo sometido a estructuras de pecado” (SRS 36ª). También se puede hablar de pecado de comisión y de omisión: en el primero se peca por algo que se hace; en el segundo, por algo que no se hace, teniendo la obligación de hacerlo. 107 JOSÉ JUAN GARCÍA Nos preguntamos: ¿puede existir un acto de suyo deshonesto sin que a la vez no sea pecado? El Magisterio de la Iglesia ha enseñado que obrar contra un valor moral, autodeterminándose al mal, significa cometer pecado. Dicho en otro lenguaje: no existe el pecado filosófico. La percepción del valor moral equivale a la percepción de Dios. De la misma manera, se debe evitar reducir el pecado mortal a un acto de opción fundamental contra Dios, entendiendo por ello un desprecio explícito y formal del Señor y del hermano. Por eso Juan Pablo II previene afirmando: “Se comete, en efecto, un pecado formal también, cuando el hombre, sabiendo y queriendo elige, por cualquier razón, algo gravemente desordenado. En efecto, en esta elección está ya incluido un desprecio del precepto divino… La orientación fundamental puede ser radicalmente modificada por actos particulares” (RP nº 17). Una última palabra. La fe cristiana no mira al pecado como objeto inmediato. La fe sabe que la buena noticia es la oferta de salvación en Cristo. En cada salmo o relato de la Escritura donde aparece el pecado, la mirada está puesta en la esperanza de la redención y el cambio del corazón. Hablar de pecado no significa necesariamente, resignarse a su presencia. El pecado, para el discípulo de Jesús, no tiene futuro y ha de ser vencido. 108 CAPÍTULO SÉPTIMO LAS VIRTUDES Introducción Si uno mira un aviso publicitario de una empresa se da cuenta que buscan para el trabajo cotidiano y aún para los negocios, un mínimo de virtudes: seriedad, cumplimiento, honor de la palabra dada, puntualidad, capacidad de trabajo en equipo, solidaridad con los compañeros, esmerada atención, cordialidad, etc. Si una persona piensa contraer matrimonio con otra, también reclama virtudes. Hasta no hace mucho tiempo, hablar de una persona virtuosa era como hablar de alguien aburrido, sin competitividad, casi débil. Gracias a Dios el panorama contemporáneo ha despertado a una sensibilidad nueva hacia las virtudes, aunque necesitada de purificación. Las virtudes hoy reclaman ciudadanía. En un sentido estricto, se entiende por virtud como la “disposición habitual y firme a hacer el bien” (CATIC 1803). El mismo número añade que la virtud permite “a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma”. Toda virtud es un hábito. Por tanto, una cualidad que perfecciona la naturaleza en la que inhiere. La función del hábito será ante todo, potenciar la orientación natural de la facultad sobre la que reside. Según la ya clásica apreciación de Aristóteles, virtud es aquello que hace bueno al que la posee y vuelve buena su obra55. 55 ARISTÓTELES, Etica a Nicómaco, L. II, c. 6. 109 JOSÉ JUAN GARCÍA La Sagrada Escritura Si miramos el Antiguo Testamento nos damos cuenta que hay muchísimos lugares donde se destaca la importancia de las virtudes. El libro de Tobías es un elogio de la caridad hacia el prójimo, hacia la piedad a Dios, la aceptación de sus designios (Tob 3, 1-6). Jonás predica la penitencia y Sofonías alaba la humildad de los pobres de Yahveh. Los salmos alaban al hombre piadoso que, con manos y corazón limpios, defiende al pobre y a la viuda. Los libros sapienciales hablan de la virtud del sabio y prudente. En el Nuevo Testamento se halla casi ausente la palabra areté que había reflejado para los griegos el ideal de la vida humana. La cualidad dominante de la persona. Se la encuentra en Flp 4,8; 1 Pe 2,9; 2 Pe 1,5. Se utiliza en cambio con frecuencia la palabra dynamis (fuerza, poder) que se tradujo al latín por virtus. Pueden verse, entre otros, Lc 1,17; Hech 3, 12; 1Cor 4,19. Las bienaventuranzas ponen en evidencia la absoluta pureza de actitudes nuevas que reclama el reino de Dios (Mt 7, 7-20). Los mismos evangelios sinópticos están llenos de notas sobre diversas virtudes: la fe (Mt 5, 8-13); el amor a Dios y al prójimo (Mt 22, 34-40); la penitencia (Mc 6, 12); la humildad (Mt 18, 1-6). Todos los escritos del apóstol Pablo están llenos de exhortación a la virtud. La caridad (Rom 12, 9-13; 1 Cor. 13, 47)) ocupa un puesto clave. Hay una lista de virtudes morales como frutos del Espíritu: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gál 5,22-23). En las cartas pastorales se evocan algunas de las virtudes griegas más estimadas en la comunidad cristiana (1 Tim 6,11) y se 110 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL ofrece un ideal de vida virtuosa para las diversas situaciones de los fieles (Tit 2,2-10). San Juan resume en el amor las actitudes virtuosas (Jn 15,12-27) y ello debe conducir a la santificación de los discípulos (Jn 17, 9-26). El amor ha de guiar la vida moral de la comunidad (1 Jn 4, 7-21; 2 Jn 6). La carta de Santiago es una toda una exhortación a la justicia, a la paz (3, 18), a la concordia (4, 1.11) y a la paciencia (5,7-11). Los Santos Padres En los escritos de los Padres se denominan como virtud los frutos del espíritu y las obras buenas de los creyentes. Orígenes pintaba las virtudes como “luminarias del mundo”. Vienen de Dios y a Él nos conducen. Es interesante la definición de Clemente de Alejandría, que intenta armonizar el ámbito afectivo y la razón: “virtus est animae consentiens affectio, rationi sujecta per totam vitam”56. San Agustín, que le concede un puesto de suma importancia, nos dice: “Virtud es lo que hace bueno al que lo posee y buena la obra que realiza”57. Las virtudes morales suponen la fe, la esperanza y la humildad, pero no son nada si no están guiadas e inspiradas por la caridad. 56 CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Paedagogus, 1, 13. PG 8, 372. 57 SAN AGUSTÍN, De Libero arbitrio, 2, 19. PL. 32, 1268. 111 JOSÉ JUAN GARCÍA Santo Tomás de Aquino En la Suma Teológica, el Aquinate incluye el tratado de las virtudes después de haber examinado la felicidad como fin del hombre y después de haber estudiado los actos humanos y las pasiones. En el marco de los principios interiores de la acción humana, y más concretamente de los hábitos, se sitúa la consideración de la virtud. Tras considerarla como hábito operativo bueno, el santo ofrece esta definición de virtud: “La virtud es una cualidad buena de la mente, por la cual se vive rectamente, de la que nadie usa mal y que Dios actúa en nosotros sin nosotros”58. Luego el santo estudia las virtudes cardinales (q. 61) y las teologales (q. 62). La idea fundamental tomista de que la vida cristiana no se realiza sin la incorporación de hábitos virtuosos con la ayuda sobrenatural de la gracia, es un dato permanente de toda reflexión moral. Sólo las virtudes llevan a la felicidad que es, según Santo Tomás, el encuentro beatificante con Dios59. Reflexión sistemática El Concilio Vaticano II menciona en varias ocasiones las virtudes teologales como fundamente de vida cristiana. “Este Concilio quiere proponer la doctrina auténtica sobre la 58 SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 1-2, 55, 4. Joseph PIEPER en su clásico Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid, 1977, resume la moral tomista en siete tesis centradas en las virtudes. 59 112 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL revelación y su transmisión para que todo el mundo la escuche y crea, creyendo espere, esperando ame” (DV 1). Y en el documento sobre la Iglesia afirma que “cada uno debe caminar sin vacilaciones por el camino de la fe viva, que engendra la esperanza y obra por la caridad” (LG 41). Entre los errores de J. Hus, el Concilio de Constanza condenó la opinión que sostiene que el hombre vicioso todo lo que hace lo hace de forma viciosa, mientras que por el contrario el virtuoso, todo lo que hace lo hace virtuosamente (DS 1216). Estamos en presencia de un fuerte determinismo, que ahoga la gracia y la libertad misma. El Catecismo de la Iglesia Católica presenta las virtudes humanas como “actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe” (1804). Podemos hablar de una distinción de las virtudes: se distinguen según el sujeto en el que inhieren y el objeto sobre el que versan. Según el sujeto, se distinguen en intelectuales (las que radican en el entendimiento) y morales (cuando el sujeto es el apetito sensible y la voluntad). Según el objeto, se distinguen las intelectuales, especialmente en los hábitos de los primeros principios -ciencia y sabiduría- y las intelectuales prácticas -prudencia y arte- y las morales, cuando el sujeto es el apetito sensible y la voluntad. No podemos olvidar algunas dimensiones que configuran la naturaleza de las virtudes. 113 JOSÉ JUAN GARCÍA 1) En primer término, la noción de virtud es antropológica y cultural al mismo tiempo. Si bien las virtudes se enraízan en la naturaleza íntima del ser humano, son realizadas y valoradas de acuerdo a los parámetros culturales de una determinada época que posee sus cánones culturales. El discípulo de Jesús no es asituado. Esto conlleva un cierto riesgo de relativismo cultural; de ahí la necesidad de purificar continuamente los parámetros y cánones de una determinada civilización. El Evangelio será el faro de luz permanente. 2) Las virtudes no son dictados de la mayoría, ni brotan en su mismidad del consenso social, sino que surgen de la misma realidad creada, psicosomática, personal y social, del ser humano. El creyente confiesa que tal realidad ha sido diseñada por el Dios creador, redimida por Cristo y santificada por el Espíritu de Dios. 3) Las virtudes poseen un carácter personal y comunitario. El creyente hace su acto de fe, que es siempre un acto personal, pero al mismo tiempo se sabe perteneciente a una comunidad de creyentes a través de cuya mediación ha recibido su fe y ante la cual, en cierto modo, es responsable. Nos salvamos en racimo, decían axiomas de movimientos laicales muy fecundos. La prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza no son meros capítulos de la vida personal, sino que revelan la vocación comunitaria de todo ser humano. No basta con ser personalmente justos, si no se lucha por la promoción de la justicia. No basta con no hacer daño a la sociedad, sino también es preciso involucrarse en su desarrollo íntegro. 4) Finalmente, la virtud es cristológica y eclesial. La percepción de las virtudes reclama el ámbito eclesial, la 114 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL comunidad de discípulos-misioneros del Señor Jesús. El pueblo de Dios es la comunidad que, en Jesucristo y con las energías del Espíritu, ha descubierto y trata de vivir las virtudes como don y tarea. Frente a la red que teje el pecado, frente a la solidaridad en el pecado, los redimidos confiesan la comunión de los santos -que siempre han llevado la virtud a grado heroico- y la solidaridad en la virtud y la gracia. La civilización del amor propugnada por Pablo VI, por Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI, en la cual las virtudes y potencialidades de los hombres pueden ser actualizadas en un marco de libertad y justicia, no es el producto de un optimismo ingenuo que cierra los ojos a la realidad. Se aleja del pesimismo y de un ingenuo optimismo antropológicos para instalarse en un realismo sobrenatural que conoce qué se puede esperar de la naturaleza humana, caída después del pecado original, pero redimida por Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Se asienta sobre una antropología que no niega la existencia del mal en el mismo corazón del hombre, y que sabe que el mero cambio de estructuras sociales no es idóneo para arrancar el mal del mundo. Se necesitan las virtudes. La civilización del amor es una meta difícil, pero alcanzable: comienza en el corazón del hombre, con su conversión personal. Toda concepción social que no parta de este presupuesto -la primera batalla que hay que librar es la personal- estará destinada a refugiarse en la isla de Utopía, de la que Tomás Moro, como buen cristiano que era, conocía perfectamente su imposibilidad existencial. 115 REFLEXIONES FINALES “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quines sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio, arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, discípulos de Cristo y misioneros de su reino, protagonistas de la vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu” (Ap nº 11). Espléndidas expresiones para concluir nuestro trabajo. Acabamos de estudiar brevemente los fundamentos de nuestro obrar moral. Dijimos que obramos en tal sentido porque Jesús es nuestro Maestro y lo seguimos. Además, ese obrar es conforme a la razón, pues Dios nos la dio para que junto con la fe, nos lleven a la santidad de vida. El Maestro llama a algunos discípulos y ellos lo siguieron (Mt 4, 22). Esta actitud se vuelve luego una de las categorías fundamentales que definen el ser discípulo y misionero: “El que no tome su cruz y me siga no es digno de mí” (Mt 10, 38). El seguir a Jesús, al que Él invita al joven que le pregunta qué ha de hacer de bueno para conseguir la vida eterna (Mt 19, 16-21), no se reduce a una imitación exterior, sino que comporta la aceptación convencida de sus valores e ideales, 117 JOSÉ JUAN GARCÍA del estilo de entrega y de servicio del buen Samaritano. “El que quiera ser el primero, que sirva… como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mc 10, 45). Seguir a Jesús, entrar en su lógica de pensamiento y virtudes, en los momentos de fuerte secularismo como el que vivimos, no será un seguimiento superficial o coyuntural, sino que lleva hasta la entrega salvadora. La meta y la esencia del llamamiento a seguir a Jesús no es, por tanto, ni una doble moral ni una apariencia de vida honesta, sino configuración con la persona del Salvador y la asunción libre de sus valores, que son los valores del Reino. No es extraño que el tema del seguimiento o sequela Christi, en cuanto libre y plena adhesión a la persona misma de Jesús e imitación en su mismo modo de amar, ocupe un puesto tan importante en la Encíclica Veritatis Splendor, para la cual “seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba por el desierto hacia la tierra prometida (cf Ex 13,21), así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual lo atrae el mismo Padre (cf. Jn 6,44)” (VS nº 19). Aquí cabe recordar las expresiones siempre vigentes de Jean Mouroux sobre el sentido cristiano de lo humano. Un misterio radical que se resiste a dejarse degradar al nivel de problema: eso era el hombre para él. Un misterio al que para entenderlo en parte, hay que asomarse a los sagrado. De otro modo lo humano no puede ser entendido plenamente60. Esa sacralidad no entra en conflicto con lo cotidiano y terreno. Imagen de Dios, pero enraizada en lo terrenal de modo 60 Cfr. MOUROUX, J., Sens chrétien de l´homme, Paris, 1945, págs. 238-239. 118 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL inabdicable. En esa tierra y en esa historia el hombre se alza como el signo sacramental primario del Dios vivo que crea y que salva. Por ello la Teología Moral se ocupa con todo derecho y firmeza, de proclamar la dignidad irrenunciable de la persona humana, y estás dispuesta a defenderla con garras, iluminada por la palabra del Dios vivo. Sea que tenga que ver con cuestiones bioéticas o de justicia social, la reflexión moral en cuanto pensamiento sistemático del obrar del cristiano discípulo de Jesús, tendrá por meta inclaudicable el hacer presente el Evangelio de la vida, del amor y de la paz. Justicia y paz son sus nombres contemporáneos y su objetivo. De poco sirve una reflexión moral confundida con mera filosofía política o ideología social. Ya hemos hablado del servicio mutuo de la Teología hacia las ciencias humanas y la ayuda de éstas a la misma Teología. Pero nuestra reflexión sigue las huellas del Divino Maestro, Jesucristo, señor de la Historia. De ahí su carácter martirial por momentos o sea, henchida de confesión y testimonio edificante. Decía Juan Alfaro que “la acción del cristiano no debe ser considerada como una mera expresión o resultado de su fe, ni como complemento de la misma, sino como un auténtico cumplimiento: el hombre no acepta plenamente como hombre (en la totalidad-unidad de su ser corpóreo-espiritual) la palabra de Dios, sino en su acción. La fe no es una decisión puramente interior, sino una decisión plenamente humana”61. Y esta decisión plenamente humana se expresa y evidencia en el ser discípulo de Jesús y vivir como Él vivió. Es ALFARO, J., Revelación cristiana, fe y teología, Salamanca, 1985, pág. 102. 61 119 JOSÉ JUAN GARCÍA la fe que impulsa a construir el Reino de Dios en esta historia y geografía concretas y sin embargo no pierde la mirada escatológica y su función profética. Se dice que estamos en época de la muerte de las utopías. Pensamiento débil (Vattimo). Pensamiento cansado (Bataille). Quizá por eso mismo ha llegado la hora de recobrar la vocación a la esperanza que mira al más allá de este mundo. La fe no se resigna a lo inmediato, más bien anuncia un futuro absoluto donde Dios será todo en todos, donde puede brillar para siempre la luz del amor. Será el reino de los cielos culmen de esta ansiada promesa y destino final. La exigencia de la fe se convierte en praxis evangelizadora, que prepara el futuro absoluto y somete a discernimiento los futuros relativos e intermedios. Toda conversión ética reclama Gracia y valentía, anuncio y memoria, transformación del mundo caótico en cósmico, de adámico en crístico, de salvaje a plenamente humano. Y también firme esperanza escatológica. De algún modo alude a todo esto Bruno Forte: “El acercamiento al pensamiento teológico de la realidad social a la luz del adorable misterio de la Trinidad demuestra el fundamento del rechazo de toda teología política de sabor deductivo, sea la que deriva de un visión teológica una praxis política unívoca, sea la que trata de recavar, sobre todo, un principio de crítica permanente a las instituciones presentes. En realidad, el Misterio escapa a hipotecas cómodas y simplificadoras: el Misterio se deja percibir más bien en una relación dialéctica con la historia de la socialidad humana”62. La máxima realización de la existencia cristiana como un vivir trinitario de discípulos, nos es dada en la Virgen María, quien por su fe (cf Lc 1, 45) y obediencia a la voluntad FORTE, B., “Trinidad cristiana y realidad social”, en SILANES, N (ed), El Dios cristiano y la realidad social, Salamanca, 1987, pág. 161. 62 120 DISCÍPULOS DE JESÚS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL de Dios (cf Lc 1, 38), es la discípula más perfecta del Señor (LG 53). Que Ella nos anime a seguir la vida en Cristo. Ella nos enseña el primado de la escucha orante de la Palabra de Dios en la vida moral del discípulo. “Como en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir los discípulos de su Hijo” (Ap 272). 121 BIBLIOGRAFÍA BASSO, D. M., Los fundamentos de la moral, C.I.E.B., Bs. As., 1990. CANTO – SPERBER, M., (Dir.), Dictionnaire d´éthique et de philosophie morale, París, 1996. CAFARRA, C., Vida en Cristo, EUNSA, Navarra, 1988. COMPAGNONI, F.- PIANA, G.,- PRIVITERA, S., Nuovo Dizionario di Teologia Morale, Paoline, Milano, 1991. DOCUMENTO DE APARECIDA, Vº Conferencia general del episcopado latinoamericano y del Caribe, 2007. FERNÁNDEZ, A., Compendio de Teología Moral, Ed. Palabra, Madrid, 1999. 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SGRECCIA, E., Manuale di Bioetica, Vita e Pensiero, Milano, 2003. 124 ÍNDICE Prólogo................................................................. 15 Introducción ........................................................ 19 CAPÍTULO PRIMERO Qué es Teología Moral? ..................................... 23 CAPÍTULO SEGUNDO Historia de la Teología Moral........................... 39 CAPÍTULO TERCERO La conciencia moral ........................................... 63 CAPÍTULO CUARTO La moralidad humana ....................................... 77 CAPÍTULO QUINTO Ética normativa. La ley ...................................... 83 CAPÍTULO SEXTO El pecado ............................................................. 97 CAPÍTULO SÉPTIMO Las virtudes......................................................... 109 Reflexiones finales ............................................. 117 Bibliografía .......................................................... 123 125 DISCIPULOS DE JESUS. TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL. I ed. - 100 ejemplares - 128 p. Este libro se imprimió en Enero 2009 en PAPIRO S.R.L. Lavalle 1400 sur (5400) San Juan - Argentina Tel. (0264) 4214534 - 4200357 [email protected]