XIII Congreso Nacional Farmacéutico Granada, 15-18 de octubre de 2002 Vinos. Conocimiento y análisis sensorial Alonso, S.; Heredia, F.J. Área de Nutrición y Bromatología. Facultad de Farmacia. Universidad de Sevilla Vinos. Conocimiento y análisis sensorial Alonso, S.; Heredia, F.J. Área de Nutrición y Bromatología. Facultad de Farmacia. Universidad de Sevilla El vino, como define la OIV (Oficina Internacional de la Viña y el Vino) es la bebida resultante de la fermentación alcohólica completa o parcial de la uva fresca o del mosto. El vino es un producto de transformación de la materia vegetal viva (uva o mosto) por microorganismos vivos (levaduras) mediante un proceso de fermentación. Este proceso se conoce desde hace más de ciento cincuenta años, gracias a Pasteur que realizó los primeros estudios sobre fermentación alcohólica del mosto originada por levaduras. Se debe también a Pasteur una de las más bellas definiciones que del vino se han dado: el vino es la más sana e higiénica de todas las bebidas. Día a día se descubren más propiedades del vino que confirman las palabras del científico francés. Es ya innegable la capacidad antioxidante de los polifenoles, presentes en los vinos, y la beneficiosa influencia especialmente de algunos de ellos como el resveratrol en la eliminación del colesterol. De la definición y estudio del vino pueden deducirse dos características fundamentales: - Su complejidad - Su valor alimenticio La complejidad del vino se manifiesta cuando éste se somete a análisis empleando métodos físicos, químicos, microbiológicos y sensoriales. Se han detectado en el vino más de cuatrocientos compuestos químicos diferentes. Algunas de estas sustancias están ya presentes en el mosto y otras se forman dur ante los dos periodos de fermentación, la fermentación alcohólica y la maloláctica. Otras se forman, por último, en las múltiples reacciones químicas que tienen lugar durante la conservación y el envejecimiento. Los diferentes componentes del vino se encue ntran en cantidades variables dependiendo de factores como son: - La variedad de uva. Es imprescindible partir de variedades de uva de calidad si se pretende elaborar vinos de calidad. - Características ambientales del viñedo. La composición del suelo y las características climáticas de la zona condicionan la composición de la uva. - Técnicas de cultivo. Un viñedo sobre-explotado producirá frutos de menor calidad. - Vendimia. Debe realizarse en el momento óptimo de maduración de la uva. - Técnicas de elaboración del vino. - Control del desarrollo de las fermentaciones. - Procesos de conservación y envejecimiento. Tal variedad de factores hace posible la gran diversidad de vinos existente, desde aquellos con los que suelen acompañarse las comidas, como los blancos, rosados y tintos, hasta los generosos, finos, amontillados u olorosos que se consumen como aperitivos o digestivos después de XIII Congreso Nacional Farmacéutico Granada, 15-18 de octubre de 2002 la colación. Otra gran variedad de vinos “especiales” se utilizan en los más diversos momentos y situaciones: vinos espumosos, vinos dulces naturales, vinos licorosos, vermuts... Esta diversidad ha motivado el desarrollo de técnicas o metodologías encaminadas a someter el vino a nuestros sentidos para poder juzgarlo, describirlo, calificarlo o clasificarlo. Estas técnicas se conocen con la denominación de cata, la más comúnmente extendida, análisis organoléptico o análisis sensorial. Se trata a la vez de una ciencia y un arte y la definición más precisa de la misma se debe a los franceses Riberau-Gayon y Peynaud, padres de la enología moderna: “Degustar” es gustar con atención un producto del cual se requiere apreciar la calidad, es someterlo a nuestros sentidos y sobre todo a los del gusto y el olfato; es intentar conocer este producto, buscando sus diferentes defectos y cualidades y expresarlos. Es por último, estudiar, analizar, describir, juzgar y clasificar. Los catadores requieren un entrenamiento específico, que permite utilizar el análisis sensorial como un instrumento de medida complementario a otras determinaciones. Los análisis fisicoquímicos o microbiológicos permiten conocer la composición o la estabilidad de un vino, pero no permiten emitir un juicio completo sobre su calidad o sus características específicas o diferenciales. Durante la cata se pone en juego un conjunto de estímulos sensoriales (visuales, olfativos, gustativos, táctiles y auditivos), producidos por agentes químicos que provocan la estimulación de órganos receptores específicos de los sentidos, las neuronas, produciéndose una “sensación”. Las distintas sensaciones se reúnen y sintetizan en partes específicas del cerebro, que las evalúa y codifica. Estas sensaciones las compara con otras informaciones que ya posee el catador. Si el cerebro reconoce la sensación, se produce lo que se llama “percepción”, es decir interpretación. La cata del vino es la interpretación de una suma de sensaciones percibidas simultánea o sucesivamente. Durante el ejercicio de la cata, se somete el vino a los diferentes órganos de los sentidos, siguiendo un orden y una técnica que permiten su más completa percepción. Ante un vino, el ojo funciona como una cámara fotográfica. La vista es un sentido rápido, instantáneo y seguro, al contrario del olfato y el gusto que dan impresiones fugaces, progresivas y evolutivas, fluctuantes e inciertas. La vista permite medir aspectos tan importantes del vino como su color o su aspecto. El color, además de incitarnos o desanimarnos a consumir un vino, puede darnos idea de su edad. Los vinos blancos, según envejecen pasan de presentar colores amarillos, pálidos a tostados o marrones con mayor intensidad. Los tintos jóvenes tienen tonalidades violáceas, mientras que los viejos presentan matices tejas o anaranjados. Las sensaciones visuales como transparencia, limpidez, densidad, brillo o efervescencia aportan importante información sobre las características del vino. El olfato reconoce y clasifica los productos volátiles que se desprenden de los alimentos, si estos son solubles en la mucosa olfativa y si interaccionan con sus receptores específicos, es decir, si tienen olor. Depende de las características olfativas del vino (intensidad y calidad) el que se perciban o no y en mayor o menor grado. El sentido del olfato es muy fino (diez mil veces más sensible que el gusto). Los vinos presentan tres tipos de aromas: Aromas primarios, que proceden de la uva y del mosto y son característicos de la variedad de uva de la que procede el vino. Son característicos de los vinos jóvenes y se trata de aromas de tipo vegetal, afrutado, herbáceos, florales... Los Aromas secundarios provienen de las múltiples sustancias formadas durante la fermentación alcohólica. El Aroma terciario se desarrolla durante el envejecimiento del vino y es debido por una parte a nuevas sustancias sintetizadas o transformadas a partir de los aromas primario y secundario. Habitualmente se denomina “bouquet”. XIII Congreso Nacional Farmacéutico Granada, 15-18 de octubre de 2002 Entre los aromas terciarios es frecuente encontrar aromas de tipo animal (cuero, piel), balsámico (olores a “farmacia”), madera, especias... Los órganos receptores gustativos, que son estimulables por las sustancias sápidas, están localizados en la lengua, en puntos o zonas llamadas papilas. Todas las sensaciones gustativas se producen por mezcla de cuatro sabores básicos, el dulce, que se aprecia en las papilas que se encuentran en la punta de la le ngua, el ácido, en los costados y por encima. El salado se aprecia en los bordes de la lengua y no en la superficie, y el amargo en la parte posterior. La apreciación del gusto es sucesiva y evolutiva observándose varias fases. La primera fase se llama ataque, dura de 2 a 3 segundos y en ella predominan los sabores dulces. A continuación viene la evolución o paso de boca en la que predominan los sabores ácidos, salados y amargos, y por último la impresión final en que persisten sensaciones ácidas y amargas. La boca además de percibir sensaciones gustativas, percibe sensaciones de otra índole, ya que está dotada de una gran sensibilidad en las mucosas epiteliales, que corresponden al sentido del tacto. Son sensaciones como la astringencia, que da sensación de sequedad o rugosidad, las sensaciones térmicas producidas por el alcohol, o las punzantes que provoca el contenido en anhídrido carbónico de algunos vinos.