UNA APROXIMACIÓN A LOS ESPACIOS SAGRADOS EN MARCHENA José María Miura Andrades Universidad Pablo de Olavide de Sevilla I NTRODUCCIÓN. LA PERCEPCIÓN DIFERENCIAL DEL PAISAJE . La individualización de un territorio tiene como punto de arranque vectores físicos y humanos. Cuando la individualización se realiza sobre un territorio histórico, los físico, por su escasa mutabilidad, se hace despreciable, tomando un carácter prioritario lo humano que interacciona con un medio. Lo humano, para todo periodo histórico, se asimila a lo social por un doble proceso: -El primero es propio de todo grupo humano, que es social, que se integra en solidaridades horizontales y verticales, en familias extensas o nucleares, en comunidades de collación, parroquia, hermandad, oficio…. -El segundo (contemporáneo nuestro) deviene del propio estudio del hombre histórico, que se articula en grupos sociales que, por mor de la investigación, tiende a hacerse homogéneos, descartando lo individual. Es por ello que el análisis individualizado de los territorios ha de compartir el de la sociedad que se asienta sobre ellos, que toma sus decisiones en interacción con el espacio, pero no sobre el espacio real sino sobre el espacio percibido. Este espacio histórico parte de una organización nodal del mismo. Se trata de núcleos de población, más o menos urbanizados y más o menos poblados, que generan 223 Jose María Miura Andrades áreas de influencia en su entorno. En Andalucía «la conquista reforzó el papel de la ciudades… … acentuando sus valores administrativos y militares»1 y por ello las propuestas de organización social parten de los núcleos urbano. De ahí la dificultad para profundizar en el análisis de la organización social del espacio en Andalucía, ya que como indicaba el profesor García de Cortazar, el interés ha sido desigual hacia los múltiples aspectos que se interrelacionan en el mismo, dirigiéndose la atención hacia tres grandes áreas: los señoríos, lo rural y las comunidades de villa y tierra, pero la curiosidad ha sido muy escasa hacia el marco urbano2. Aún cuando las ciudades sean los elementos básicos de la articulación del espacio andaluz3, existen elementos del paisaje urbano, y de manera más amplia del paisaje en general, que atraen la atracción antes que otros. Algunos de esos elementos incluso no son percibidos4. Esta aprehensión de los elementos del paisaje condiciona la visión del medio real (espacio físico), por un grupo humano (sociedad), que crea una imagen del espacio (medio percibido). Por tanto, las decisiones que toma un grupo humano -una sociedad- sobre el entorno, vienen definidas por el medio percibido que es, a su vez, la resultante de un medio físico tamizado por el conjunto de valores del grupo. Éste está compuesto, básicamente, por una información (un concepto de espacio y tiempo como categorías culturales), una técnica y una demografía. Por tanto, hemos de concluir que el medioambiente (suma de un espacio, mas una organización del mismo en interacción con una sociedad) es más el resultado de la acción de algunos elementos del paisaje que de otros (percepción diferencial) y que, por tanto, no es posible el análisis de un territorio sin el de los elementos que lo componen5. La lectura de los paisajes urbanos presenta una serie de problemas. En primer lugar la identificación de los elementos mínimos de significación, los denominados «urbemas» o monemas urbanos. En segundo lugar, una vez identificados los «urbemas», clarificar la polisemia de los mismos, puesto que la simbología de los elementos MANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ, «Andalucía Bética». En Organización social del espacio en la España medieval. La corona de Castilla en los siglos VIII a XV, Barcelona, 1985, pp. 163-195. 2 JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR Y RUÍZ DE AGUIRRE, Sociedad y organización del espacio en la España medieval, Granada; València, 2004. 3 JOSÉ MARÍA FERIA TORIBIO, «Introducción». En Atlas de Andalucía, vol. 4, Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, Sevilla, 2001. 4 F. C. VIGIER, «An experimental approach to urban design». En Journal of the American Planning Association, 1965, pp. 21 y ss. 5 Un desarrollo de las cuestiones relativas a la geografía de la percepción en H. CAPEL, «Percepción del medio y comportamiento geográfico». En Revista de Geografía de la Universidad de Barcelona, vol. VII, nº1-2, pp. 58-150. 1 224 Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena conformantes del paisaje es cambiante en función del grupo humano, sociedad o individuo que realiza la lectura del conjunto. En tercer lugar, la dificultad en la reconstrucción del contexto, cuando no además también del «urbema», donde éste toma significado. Por ello, existen dificultades para calibrar las épocas y características de los edificios emblemáticos («urbemas»), pero es casi imposible reconstruir la forma precisa del caserío donde éstos adquieren significado al quedar contextualizados. Uno de los intentos de aproximación a la contextualización de los elementos destacados del paisaje ha venido de la mano de la cartografía pero, como desarrollaremos algo más adelante, el paisaje no se percibe en dos dimensiones, sino que es el resultado de una aprehensión tridimensional, donde el volumen es más importante que la situación planimétrica o la extensión de la manzana. Estudios de percepción espacial urbana dan como resultado la diferente plasmación cartográfica según la experiencia de los sujetos, dando lugar a la realización de un plano por cada miembro de la comunidad6. El paisaje urbano tiene un enorme valor semiótico ya que, sin necesidad de recurrir a sistemas verbales o gráficos de suplencia, es capaz de transmitir un mensaje. Es por ello hipersignificante. En una Andalucía que, desde el siglo XIII y hasta fines del siglo XV, nace y se reafirma como eminentemente urbana y cristiana en su medioambiente, pero también -precisamente por ello- en su sistema de valores, frente a otra Andalucía, anterior en el tiempo, musulmana, los elementos conformadores del paisaje urbano cristiano (iglesias, monasterios y conventos) necesariamente han de incidir con especial fuerza en la imagen y la percepción del espacio (la cual condiciona, como hemos indicado con anterioridad, las acciones que los grupos humanos toman sobre el mismo). Conocemos que la primera actuación tras la conquista castellana de las ciudades hispanomusulmanas andaluzas es la purificación de sus mezquitas aljamas que pasan a convertirse en templos cristianos. Las siguientes acciones van encaminadas a dotar de servicios a las mismas con el objeto de atraer pobladores. Dentro de esta mentalidad, al margen de otros factores, la creación de parroquias y conventos es un aliciente más para la consolidación del poblamiento y de los procesos de repoblación. La consolidación de las poblaciones y el enraizamiento de las mismas a un espacio a lo largo de los siglos posteriores van a propiciar el aumento del número de establecimientos religiosos en las distintas ciudades. El innegable y definitivo dominio cristiano sobre el territorio andaluz en el siglo XVI, al hilo de su desarrollo económico En ese sentido es interesante la obra clásica de KEVIN LYNCH, La imagen de la ciudad, México, 1984. Sobre el papel que juegan otros elementos para representar la realidad en sustitución de la cartografía puede ser interesante: REGINALD G. GOLLEDGE (Ed.), Wayfinding behavior: cognitive mapping and other spatial processes, Johns Hopkins University Press, Baltimor, 1999. 6 225 Jose María Miura Andrades y social vinculado a la puesta en explotación de la totalidad de la región tras la conquista del Reino de Granada y al desarrollo del comercio atlántico, así como del triunfo de la ortodoxia, va a provocar una proliferación de manifestaciones físicas de este poder, que se han de concretar en monasterios y conventos distribuidos por el entramado urbano ya que, en numerosas ocasiones, éstos se establecen sobre las antiguas casas de los fundadores. No podemos dejar de citar que, en gran medida, esta multiplicación de institutos y elementos religiosos repartidos por la ciudad -que se ha dado en llamar «Ciudad Conventual»- se vio propiciada por la política que desde el Concilio de Trento, en apoyo de la Contrarreforma, buscaba la presencia del clero y la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad. Estos procesos y desde la perspectiva propuesta, es el objeto de nuestra análisis y justifican nuestro interés por la presencia de los elementos religiosos y los espacios sacralizados en Marchena hasta el siglo XVIII. II. LOS ESPACIOS SAGRADOS EN MARCHENA. Como venimos indicando, el elemento cartográfico no es el referente para calibrar la importancia de los diversos componentes del paisaje. Para el caso de Marchena contamos con un documento que podemos calificar de excepcional: el grabado de Hoefnaglius o Hoefnagel dentro de la obra de George Braum Ciuitates Orbis Terrarum. Tomus quartus. Libre quartus urbium praecipuarum totius mundi, publicado en Colonia en 1586, que en su página 21 recoge una vista de Marchena, tomada en 15657. Destacan en esta vista cuatro elementos: un molino, dos torres de iglesias en proceso de construcción y la alcazaba con otra iglesia, esta sin torre. Sin embargo, la ciudad preindustrial es algo que provoca asombro y admiración a los ojos de una sociedad mayoritariamente rural, por su conjunto urbano, que se presenta así como un monumento en sí mismo. Toda representación o vista de ciudad tiene algunas notas comunes: su idealización, su falta de objetividad y, por supuesto, su deseo de dar a conocer una realidad. Es justamente en esta lucha dicotómica entre lo ideal y lo real donde debe centrarse nuestro análisis sobre la imagen de la ciudad, por más que las respuestas que ante este dilema brotan, de forma casi mecánica, sean que toda obra artística es subjetiva o bien que es el resultado de la impericia técnica para representar de otra manera a la ciudad en esos periodos históricos o fruto de un desconocimiento del sujeto retratado. Así lo afirma JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa de señorío a comienzo de la Edad Moderna», Actas de las II Jornadas de Historia de Marchena. Marchena bajo los Ponce de León. Formación y consolidación del señorío (siglos XIII-XVI), Marchena, 1997, pp. 173-230, p. 195. 7 226 Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena La impericia queda negada por la realización de planos de ciudades en esos mismos periodos (eso sí, la mayoría de los mismos sobre proyectos y no sobre realidades). La representación cartográfica queda para los proyectos, pero las realidades necesitan, puesto que lo que se intenta es transmitir el contexto social de la construcción de la ciudad, su plasmación volumétrica. La morfología de una ciudad nos lleva al conocimiento de las sociedades que las han generado. Sin embargo, la forma de acercamiento al conocimiento de la morfología urbana depende de aquéllos que interpretan las representaciones de otros. El valor que el plano urbano tiene hoy en día para acercarse a la sociedad que crea y habita una ciudad es innegable, pero también lo es el hecho de que no deja de ser una abstracción que necesita de una descodificación para que tenga contenido. La representación precartográfica de la ciudad, como la vista de Marchena, también necesita de una descodificación para que tenga sentido su lectura. La única diferencia estriba en que nuestra sociedad no dispone de los elementos precisos para descodificar de forma simple el mensaje. Hemos de pensar que otras sociedades sí podían disponer de los recursos para la lectura fácil de ese mensaje. Partimos del hecho de que todo intento de mostrar una realidad mediante el recurso a la abstracción responde a los eventuales deseos de los lectores. Sólo se representa aquello que tiene interés. La ciudad preindustrial y especialmente la conventual es compacta, diferenciada de su entorno rural, con una ocupación intensiva del suelo, calles estrechas y un caserío relativamente uniforme en el que destacan algunos edificios emblemáticos (iglesias, palacios, torres, murallas, etc.). Los elementos de referencia, ante esta situación, son los que sobresalen del caserío. Pero también son las unidades mínimas de significación. Por ambas causas la representación precartográfica va a centrar su esfuerzo en la representación volumétrica de los mismos, desechando, ya que no aportan información sobre la ciudad y la situación en la misma, el caserío (que aparece indiferenciado), o las calles y plazas, que nada añaden a la orientación del paseante. En el caso de nuestro grabado, los caminos se marcan en los accesos de la población pero se desvanecen en cuanto entran en contacto con el caserío. De todas formas, en el abigarramiento de las manzanas, las torres inconclusas de San Juan y San Miguel marcan las continuidades de los ejes de comunicación que, sin ser representados en sí, lo son por elementos (las torres) de suplencia. Si, como indicaba Lasswell, los elementos del paisaje urbano «son la firma del poder»8 que busca la admiración, el temor o el respeto de los administrados, podemos H. LASSWELL, The signature of power. Buildings, communication, and policy. Ed. Transaction Books, New Brunswick, 1979. 8 227 Jose María Miura Andrades entender cómo aquéllos que en nuestros días se asoman con admiración y asombro a los restos de nuestras ciudades preindustriales –los turistas- bucean en ellas no sólo con una cartografía sino que necesitan de representaciones «precartográficas» (guías visuales, fotografías, representaciones más o menos naif...) que les permitan tener un acercamiento a la sustancia física de la ciudad, para así acceder a la aprehensión de los estilos de vida y modelos socioeconómicos que se han sucedido a través del tiempo. En estas idealizaciones no hay ni impericia ni subjetivismo artístico, tan sólo la necesidad de dar a conocer una realidad en un lenguaje capaz de ser entendido por un determinado grupo social con unos intereses concretos. Al igual que ocurría en otros tiempos. Sin lugar a dudas, a la hora de afrontar los espacios sagrados en Marchena hay que partir de las iglesias, sean estas pertenecientes al clero secular o regular. Antes de centrarnos en las descripciones de las mismas, debemos indicar que no es nuestro objetivo reiterar lo ya tratado en otras ocasiones sobre el origen y la evolución de los templos y de las comunidades que los custodian. En ese sentido la bibliografía es muy amplia y de comprobada calidad9. Nuestra intención no es otra que la de rastrear el valor simbólico que las mismas tuvieron a lo largo de los siglos. Esperamos cumplir con esos objetivos. LAS IGLESIAS SECULARES. Marchena contó con cuatro iglesias a lo largo del periodo objeto de estudio. La iglesia matriz de Marchena y la única iglesia parroquial del periodo fue la de San Juan JOSÉ FERNANDO ALCAIDE AGUILAR, Guía basica histórico-artística de Marchena, Marchena, 1985. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, Arte religioso en Marchena: siglos XV al XIX, Marchena, 1986. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa de señorío a comienzo de la Edad Moderna», Actas de las II Jornadas de Historia de Marchena. Marchena bajo los Ponce de León. Formación y consolidación del señorío (siglos XIII-XVI), Marchena, 1997, pp. 173-230. JOSÉ MARÍA MIURA ANDRADES, «Los Ponce de León y las órdenes mendicantes en la Edad Media», Actas de las II Jornadas de Historia de Marchena. Marchena bajo los Ponce de León. Formación y consolidación del señorío (siglos XIII-XVI), Marchena, 1997, pp. 289-308. ANTONIO LUIS LÓPEZ MARTÍNEZ, «El papel económico del clero regular en la campiña de Sevilla. El caso de Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 61-82. JOSÉ FERNANDO ALCAIDE AGUILAR, «La expulsión de los jesuitas de Marchena. Evolución de su patrimonio a finales del siglo XVIII», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 83-114. JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación al estudio de la arquitectura y urbanismo del siglo XVIII en Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 207-254. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «La obra seiscentista de San Agustín de Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 255-326. MARÍA LUISA CANDAU CHACÓN, «Iglesia y Clero en una comunidad andaluza. Marchena, 1685-1787", Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 327-378. 9 228 Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena a la que hemos de añadir las iglesias de Santa María de la Mota (en la alcazaba) y las de San Miguel y de San Sebastián, establecidas en sus respectivos arrabales. SAN JUAN. Su verdadera advocación es la de «La Degollación de San Juan Bautista». Fue y es la iglesia parroquial matriz de Marchena. El hecho de que ella sea la única con rango de parroquia hay que buscarlo en la actitud de los señores ante la posibilidad de establecimiento de nuevas parroquias. La incapacidad de contar con una participación en los diezmos (con la que ya contaban en San Juan) impidió la creación de otros templos parroquiales, al tiempo que la exigencia de los fieles les llevaba al establecimiento de iglesias, allí donde con anterioridad había oratorios o ermitas10. Su torre estaba en construcción en 1565 y en 1585 se inician las acciones para hacer una nueva capilla mayor, el sagrario y la sacristía. Esta obra no se llevó a cabo pero la necesidad de una sacristía determinó su construcción en el primer tercio del siglo XVII11. SANTA MARÍA DE LA MOTA. Todo parece indicar que se trata de la antigua mezquita de la alcazaba transformada en iglesia, que no en parroquia, tras la conquista. Del siglo XIV son sus portadas de estilo gótico-mudéjar. Destaca la construcción de la torre en 1567 encargada a Hernán Ruiz. Va a seguir los mismos avatares y transformaciones que el resto de la alcazaba, convirtiéndose en nuevo símbolo de la fuerza y poder del linaje de los señores de Marchena. SAN SEBASTIÁN. La iglesia que hoy contemplamos se levantó en el siglo XVIII, tras el derribo de la anterior construcción que se encontraba en ruina. Lo único que nos queda, al menos en sus grandes trazas, es la torre de la iglesia, que, aunque muy deteriorada por el terremoto de Lisboa, mantiene los rasgos elementales de la construcción primigenia. Posiblemente se trate de una ermita levantada en descampado a inicios del siglo XVI (al menos la advocación a San Sebastián así lo indica) que, ante el aumento de la población de su arrabal, acabó convirtiéndose en iglesia dependiente de la matriz de San Juan. SAN MIGUEL. Al igual que San Sebastián debió de tratarse de una ermita. El crecimiento del arrabal en su torno desde fines del siglo XV determinó que en 153812 se pidiera su MARÍA LUISA CANDAU CHACÓN, «Iglesia y Clero en una comunidad andaluza. Marchena, 1685-1787", Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 327-378, en concreto p. 350. 11 JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 220-222. 12 JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», p. 175. 10 229 Jose María Miura Andrades conversión en ayuda de parroquia de San Juan. En 1565 se está construyendo su torre como aparece en el grabado de Hoefnagel, aunque la traza que hoy vemos es el resultado de una importante transformación tras el terremoto de Lisboa. LOS ESPACIOS CONVENTUALES. A lo largo de nuestro periodo de estudio se constituyeron en Marchena nueve establecimientos de regulares. Seis de ellos masculinos (Santa Eulalia, San Pedro Mártir, San Francisco, San Agustín, La Encarnación y Santos Ángeles Custodios) y otros tres femeninos (Santa Clara, San Andrés y Purísima Concepción). SANTA EULALIA DE MÉRIDA. Es el primero de los establecimientos conventuales de Marchena. En 1420, Alfonso Rodríguez, bachiller en Derecho y Vicario General de Diego de Anaya, arzobispo de Sevilla, cedía la ermita de Santa Eulalia de Mérida (donde algunos autores sitúan con anterioridad a fray Juan de Santorcaz13), término de Marchena, a fray Juan de Santa Marina, lector de Sagrada Teología en San Francisco de Córdoba, para establecer en ella un eremitorio. Fray Juan de Santa Marina, en 1428, ante los escrúpulos que tenía por no haber pedido autorización papal para establecerse en la ermita y crear el eremitorio, pide la aprobación de lo hecho a Martín V, quien ordena al arcediano de Reina que apruebe la erección del eremitorio de Santa Eulalia de Marchena14. Un año más tarde, el mismo Martín V le concede al eremitorio las mismas exenciones y privilegios que tenía el de San Miguel del Monte15, y Eugenio IV nombró a fray Juan de Santa Marina vicario perpetuo del mismo, al que siguió fray Juan de Tavira16. Los franciscanos vivían en celdas en torno a la ermita hasta que Don Pedro Ponce de León, Conde de Arcos, procedió a la construcción definitiva de la iglesia y las otras dependencias. Poco más nos consta de las obras y presencia de este convento. La existencia del mismo responde a los intentos que, desde fines del siglo XIV, se van a suceder para reformar a la orden de San Francisco por la vía ejemplarizante. La GERMÁN RUBIO, La custodia franciscana de Sevilla, Sevilla, 1953, pp. 465 y 472. 1428, abril, 18. EDIT. LUCAS WADDINGO, Annales Minorum seu trium ordinum a S. Francisco institutorum, 23 vols : Quaracchi (de la edición de 1563), 1964, Re-gest. Pont., t. X, 1428, n. CCXXXII, pp. 475. REG. LUCAS WADDINGO,, Annales..., t. X, 1428, n. X, p. 158. REG. GERMÁN RUBIO, La Custodia..., p. 267-268. 15 1429. EDIT. Bullarium Franciscanum Romanorum Pontificum...Rome: Typis Sacrae Congregationis de Propaganda Fide, 1759-1768 (BF en adelante), t. VII, n. 1836. REG. LUCAS WADDINGO, Annales..., t. X, 1427, n. CCXIII, p. 531 532. REG. GERMÁN RUBIO, La Custodia..., p. 273. 16 GERMÁN RUBIO, La Custodia..., p. 267. 13 14 230 Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena misma tiene como postulados básicos el eremitismo y el apartamiento del mundo después de una vida plena en el siglo, de ahí la importancia de los personajes que participan en el movimiento reformador y, de otro lado, lo escaso de la presencia de los mismos o de sus edificios en la vida de su entorno más inmediato. Poco aporta este convento desde el punto de vista de nuestro estudio. SAN PEDRO MÁRTIR O SANTO DOMINGO. El convento de dominicos de Marchena, bajo la advoca-ción de San Pedro Mártir, tuvo su origen en la fundación del clérigo Bartolomé Sánchez de Bonilla. En 1517 hizo donación irrevocable de sus casas en la plaza de la Fuente (Vieja, de Abajo o de los Mesones), para que en ellas se erigiera el establecimiento. Además donó quince cahices de trigo en un cortijo en el pago de Paterna, en el camino de Marchena a Sevilla, un cáliz de plata para la sacristía, y el remanente de todos sus bienes, con carga de decir todos los días la primera misa por su alma, la de sus padres y las ánimas del Purgatorio17. La Orden de Predicadores tomó posesión de lo donado el 8 de mayo de 1520 a la muerte del fundador. El sitio donado no era lo más a propósito para establecer en él un convento de la orden de Santo Domingo. Por ello, fray Domingo Melgarejo, Provincial de Andalucía, y Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos, concertaron el trasla-do del convento, empeñando el duque su palabra de refundarlo y dotarlo de rentas suficientes18. Según Lorea, ello era el resultado de un voto que hizo a San Pedro Mártir, por media-ción de fray Domingo de Baltanás, para que le concediera heredero19. A 24 de septiembre de 1520, León X, por su Breve, autorizaba el traslado por encontrarse la fundación «entre cierto torrente de abundante inmundicia y otras casas, en las cuales se preparan las pieles de los animales muertos», y ya que el duque se comprometía a construirlo en otro lugar más a propósito y dotarlo suficientemente20, posiblemente porque «no estaba en sistio decente ni acondicionado por estar en la plaza de la fuente y a lo último de la población»21. El duque lo dotó en su testamento con 23.000 maravedís de juro en Marchena y Arcos, pero el establecimiento no se construía, por lo que fray Domingo de Baltanás recurrió a Juana I para que ordenase a Juan de Saavedra, tutor de Cristóbal Ponce de 1517, agosto, 27. Marchena. REG. FRAY ANTONIO DE LOREA (O.P.): Historia de Predicadores de Andalucía, manuscrito de fines del siglo XVII, que se encuentra depositado en el Archivo de la Provincia de la O.P. de Andalucía, t. II, p. 37. 18 1520, mayo, 1. Archivo General de la Orden de Predicadores (AGOP), liber Kkk, fol.221 r. 19 FRAY ANTONIO DE LOREA, Historia de Predicadores..., t. II, p. 38. 20 1520, septiembre, 24. Roma. AGOP, liber Kkk, fol. 219. 21 JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», p. 200. 17 231 Jose María Miura Andrades León, que cumpliera con la voluntad del duque e hiciera entrega de las rentas correspondientes a los años 1530-153522. Don Rodrigo Ponce de León abandonó el entierro tradicional de la casa de Arcos y se ordenó sepultar en este convento, por su testamento23. Quizás esa sea la razón de la importancia de la fábrica del convento, especialmente del presbiterio de su iglesia. En aquél convento se mandaron enterrar Don Rodrigo Ponce de León, I Duque, Don Cristóbal Ponce de León, II Duque, Don Rodrigo Ponce de León, III Duque, y algunos parientes más hasta el primer tercio del siglo XVII. Hacia 1600 podemos fechar la bóveda elíptica de su escalera y a inicios de la segunda mitad del siglo XVII la construcción de la Capilla del Rosario. El resto de las obras realizadas no afectan a los volúmenes exteriores que son los que a nosotros interesan24. SAN FRANCISCO. Diego Núñez de Prado y Juana Blázquez, ambos terceros franciscanos, se obligaron en la fundación de un convento de San Francisco en el interior de la villa de Marchena. Tras fallecer su esposa, Diego Núñez donó sus propias casas para el establecimiento del cenobio, labrando a su costa cuantas instalaciones fueran necesarias para la vida conventual. En contrapartida, se reservó el derecho a enterrarse en la iglesia, en el presbiterio en el lado de la epístola. Es así como en 1530 se inicia la vida conventual de los franciscanos en Marchena. La propia dinámica fundacional (donación de las casas propias) explica lo insólito del lugar elegido para el establecimiento conventual, ya que el resto de los conventos (salvando los del alcázar de los Ponce de León) se establece extramuros de la población, en la mayoría de los casos apoyados sobre una ermita preexistente. La capilla de la Vera Cruz, los juzgados de primera instancia y la gran plaza que vemos son los restos de este convento destruido en 184625. COMPAÑÍA DE JESÚS, O LA ENCARNACIÓN26. La fundación del Colegio de la Compañía de Jesús en Marchena es el resultado del deseo de Doña María de Toledo, esposa de Don Luis Cristóbal Ponce de León, II Duque de Arcos. La fundación se realizó en el año 1558, como consta de la escritura dada en Montilla a 31 de mayo. Tras el fallecimiento de la duquesa, que se había 1535, diciembre, 29. Marchena. AGOP, Liber Kkk, fol. 220v. 1530. AGOP, Liber Kkk, fol. 221r. 24 JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 228-231. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», pp. 200-203. 25 JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 224-225. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», pp. 199-200. 26 MANUEL ANTONIO RAMOS SUÁREZ, El Colegio de la Encarnación de Marchena. De la Compañía de Jesús al Colegio de Santa Isabel, Sevilla 2008. 22 23 232 Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena mandado enterrar en la iglesia del Colegio y legado el quinto de sus bienes, en 1565 el padre Gonzalo de Esquivel tomó posesión ritual de la casa y propiedades que le habían correspondido27. En 1556 comienzan las obras, que aún no están terminadas en el momento de la toma de posesión y que, al menos, se prolongan hasta 1588. En 1576 Rodrigo Ponce de León, III Duque, realiza un concierto con el Rector y el provincial de la Compañía para que se enseñe gramática en la villa con la dotación de dos cátedras. En este espacio funcionó una iglesia, una casa o convento y un colegio hasta la expulsión de los jesuitas en 1767. Desde esa época cada uno de los elementos seguirá caminos distintos. A este espacio se trasladó el Hospital de la Misericordia (desde la Plaza de Abajo) y el Colegio de Santa Isabel o Colegio de educandas o beatas (desde las casas que tenían en la calle Santa Clara). SAN AGUSTÍN. La primitiva fundación del convento de San Agustín responde al establecimiento de un grupo de agustinos en las afueras de la ciudad, al inicio de la calle Santa Clara, en la ermita de Santa María de Gracia. La ermita tiene su origen en la bula de 1558 por la que Paulo IV otorgó licencia al ermitaño Luis Pérez para, en el solar de su propiedad, fundar una ermita en honor de Santa María de Gracia. Los duques de Arcos le cederán un segundo solar para la construcción de la capilla mayor. La ermita posiblemente estuviera construida sobre 1568, momento en el que obtiene licencia para dar enterramientos28. El fundador dona la ermita a la orden Agustina para el establecimiento de un convento antes de 1590 (fecha en la que Sixto IV lo autoriza). La erección del convento no se produjo hasta 1603. Los agustinos van a permanecer en esta ermita hasta 1676. Fracasado el intento de crear un panteón ducal en San Pedro Mártir y, más tarde, en el Colegio de la Compañía, a inicios del siglo XVII los Ponce lo van a pretender en San Agustín pero, para ello, se hace preciso un nuevo sitio. Parece que desde 1616 se inician las obras en el centro del arrabal histórico de San Miguel, pues ya en 1617 se pide limosna para la obra de la Iglesia de San Agustín. En 1676 los frailes se trasladaron al convento actual de San Agustín. En 1789 el convento, antigua ermita, se transformó en Hospital de la Misericordia. También puede verse, además de la obra de Ramos Suárez, la aportación de JOSÉ FERNANDO ALCAIDE AGUILAR, «La expulsión…». 28 JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», pp. 206-211. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «La obra seiscentista de San Agustín de Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 255-326. 27 233 Jose María Miura Andrades El nuevo convento de San Agustín, construido en su mayoría entre 1649 y 1675, destaca por su particular estructura constructiva, por el lugar elegido para su emplazamiento y por sus dimensiones. SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS. En el año 1651 el Duque de Arcos Don Rodrigo Ponce de León va a realizar la fundación del convento de frailes capuchinos con la advocación de los Santos Ángeles Custodios. El asentamiento de los frailes no debió retrasarse ya que un año más tarde se les autorizó a usar los materiales del antiguo puente del camino a Écija para el edificio conventual29. Vino a cerrar la estructura de la Plaza Ducal en su lado Este, junto con el Palacio (Norte) y el Ayuntamiento (Sur). SANTA CLARA. En 1498, Alejandro VI autorizaba a Juana y Elvira González, hermanas y viudas sin descendencia, a fundar un convento de Santa Clara, bajo la regla urbanista, en Marche-na. El lugar elegido era a unos doscientos pasos de la pobla-ción. Poco más podemos aportar sobre esta casa30. A partir de la fundación, las donaciones de la casa ducal se hacen frecuentes y mujeres del linaje ducal entran en su claustro, añadiendo sus rentas al cenobio. El edificio data, básicamente, del siglo XVII con modificaciones en el XVIII. PURÍSIMA CONCEPCIÓN O SANTA MARÍA. Se encuentra junta a la Iglesia de Santa María de la Mota, de ahí que sea conocido como el de Santa María. El convento de la Purísima Concepción fue fundado en 1623 por los Duques de Arcos (el IV Duque D. Rodrigo Ponce de León) y tuvo diferentes emplazamientos hasta su definitivo traslado al Palacio Ducal en 1631. En 1623 sabemos de la cesión de la ermita de San Lorenzo (calle San Francisco) por el documento en el cual el presbítero Rector de los cofrades, Pedro Carbonero, entrega la ermita, con sus imágenes y ornamentos, a la comunidad concepcionista. Allí permanece la comunidad hasta que, en 1628, se traslada a las casas de Alonso Montiel y de ellas al Palacio Ducal. Desde el primer día entraron en el convento de la Purísima Concepción nobles señoras que ayudaron con sus bienes a la fundación31. La obra de la iglesia no se encontraba terminada a inicios de la segunda mitad del siglo XVIII. SAN ANDRÉS. Surge como capilla o ermita en las cercanías de la Puerta de Osuna. En 1537 tienen su sede en ella diferentes capellanías fundadas por Pedro Jiménez. Un siglo JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 231-232. 1498. REG. FRANCISCO DE GONZAGA, De Origine Seraphicae Religionis Franciscanae ejusdem progressibus, de Regularis Observantia ..., Roma, 1587, p. 912. REG. GERMÁN RUBIO, La Custodia..., pp. 515. LUCAS WADDINGO, Annales..., t. XV, 1498, n. L, p. 171. 31 JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 227-228. 29 30 234 Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena más tarde se convirtió en convento de Mercedarias por fundación de D. Rodrigo Ponce de León, IV Duque de Arcos. Al primitivo templo, realizado a inicios del siglo XVI, se le unieron tres casas para albergar las oficinas y el dormitorio de las religiosas, dando lugar a una construcción propia de mediados del siglo XVII32. Además de los grandes elementos referenciales de la sacralización del espacio de Marchena como son los conventos e iglesias, hay que tener presente la existencia de hospitales, ermitas y colegios, dotados todos ellos, como no podía ser de otra manera en una sociedad post-trentina y barroca, de elementos constructivos de naturaleza religiosa. LOS HOSPITALES. El «sistema» hospitalario preindustrial es inexistente. Los hospitales acogen a unos usuarios a medio camino entre el pobre, el peregrino, el enfermo y el asilado. Lo constituyen construcciones pequeñas que dan cobijo y prestan los servicios básicos de alimentación y reposo (cama y calor). En Marchena conocemos la existencia de, al menos, cinco de estos pequeños hospitales en 1522 (Misericordia, Santa María, Corpus Christi, Santiago y San Bartolomé). Eran hospitales de poca entidad, pertenecientes a cofradías de oficio u hospitalarias y con unas rentas escasas. Al hilo de las transformaciones de la beneficencia a fines del siglo XVI y siguiendo la estela de los procesos acometidos por Felipe II33, se procedió por parte de la Casa Ducal a la reunificación de hospitales. Al tratarse de instituciones religiosas, la autorización llegó con un breve pontificio de reunificación en 1592, en tiempos de Rodrigo Ponce de León, III Duque. Con ello, todos los hospitales quedaron concentrados en el de La Misericordia, ubicado en la calle Mesones y trasladado en 1789 al edificio de la calle Santa Clara, donde en 1836 se le agregará el hospital de San Jerónimo34. En 1649 se crea la hermandad de la Caridad en Marchena, siguiendo la estela de la hermandad sevillana. Se estableció lindante con la iglesia de San Sebastián en una casa-hospicio y una capilla. El inmueble se derribó en el siglo XX en la esquina de la calle San Sebastián35. LAS ERMITAS. No sólo se trata de elementos religiosos sino de hitos que marcan una dirección, que protegen a los viajeros, que delimitan espacios, que ayudan a sentirse fuera o JOSÉ FERNANDO ALCAIDE AGUILAR, Guía básica…, p. 44. JOSÉ GARCÍA ORO; MARÍA JOSÉ PORTELA SILVA, «Felipe II y el problema hospitalario: reforma y patronato», Cuadernos de Historia Moderna, 2000, 25, pp. 87-124. 34 JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», pp. 194-195. 35 JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 233-234. 32 33 235 Jose María Miura Andrades dentro. Las ermitas son mojones indicadores del crecimiento del urbanismo, además de centros y emblemas de un sentimiento religioso. En Marchena conocemos al menos la existencia de las siguientes: -Santa Eulalia, transformada tempranamente en convento franciscano y alejada del núcleo urbano. -San Miguel, convertida en iglesia auxiliar desde el primer tercio del siglo XVI. -San Sebastián, con iguales cometidos que la anterior. -San Andrés, transformada en convento de mercedarias en 1637. -Santa María de Gracia, creada en 1558 en el eje de Santa Clara, y más tarde convento de agustinos hasta 1676. -San Roque, de cuya existencia sabemos desde mediados del siglo XVI y es prolongación del viario de Santa María de Gracia, en el mismo eje de Santa Clara. -San Lorenzo, en la calle de San Francisco, que en 1623 acogió a las religiosas concepcionista hasta su traslado a la Mota. -Santa Justa y San Alvín, en la salida hacia Écija y ya en descampado. -San Ginés, hacia Morón-San Sebastián, mandada reparar en 1692. Además de todo ello, son también espacios sagrados y símbolos religiosos los colegios -como el de San Jerónimo (1609) y el de Santa Isabel de Hungría o de las Beatas (en 1780 trasladados al antiguo colegio jesuita)-; los cementerios, las cruces y retablos que lo inundan todo. La ciudad se convierte en un enorme templo donde se van abriendo capillas que son sus iglesias y conventos, las cruces, los retablos…. Ello es tan así, que las procesiones sacralizan el espacio público y en especial la del Corpus Christi, pero de ello ya se ha hablado en otros lugares y poco más podemos decir36. CONCLUSIONES. En el momento de la conquista castellana y de su posterior repoblación, tan sólo dos elementos eclesiales se hicieron presentes en Marchena: las iglesias de San Juan, que se transforma en parroquia, y la de Santa María, usada para dar servicio religioso a la alcazaba. A fines del siglo XVII, el número de iglesias seculares era de cuatro, existían nueve conventos y un número similar de ermitas y capillas de hospitales que cubrían la totalidad del entramado urbano. Sin embargo, este crecimiento no RAMÓN RAMOS ALFONSO, «La fiesta del Corpus en la Marchena Barroca. Escenografía y elementos simbólicos», Actas de las XII Jornadas sobre Historia de Marchena. La Fiesta en la historia de Marchena, Marchena, 2008, pp. 113-131. 36 236 Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena había sido concéntrico. Las primeras extensiones urbanas en forma de arrabales desde la medina se habían dirigido a los ejes de comunicación marcados por la Puerta de Morón, donde se establece la ermita -desde mediados del siglo XVI iglesiade San Sebastián y el convento de Santa Clara (en zona de huertas este último); y la de Sevilla, con idéntica evolución en la ermita de San Miguel. En este mismo sector, en el primer tercio del siglo XVI, se asienta el convento de San Pedro Mártir (primero hacia la Plaza Vieja, más tarde hacia la Puerta de Morón), área que se ennoblece con el convento franciscano. La zona de la Puerta de Osuna tendrá que esperar hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVI para conocer algún crecimiento. Ciertamente, desde 1537 se encuentra la ermita de San Andrés en el área pero no se convertirá en convento hasta un siglo más tarde. Desde mediados de siglo los jesuitas intentan su establecimiento en este sector pero no concluyen su presencia física en esplendor hasta finales del siglo, lo que, sin duda, debió de ayudar al cercano establecimiento del convento de las mercedarias. Algo más allá y ya en descampado, se vislumbran las ermitas de Santa Justa y San Alvín en el camino de Écija. Estos mismos ejes se consolidan a lo largo del siglo XVII. Ya hemos visto como nacía el que partía de la Puerta de Osuna. El de Morón-San Sebastián se reforzaba con la presencia de San Ginés. El de San Pedro-Santa Clara se prolonga con las ermitas de Santa María de Gracia (convertida en convento agustino a inicios de la centuria) y San Roque (hoy cementerio). Por último, la zona de la Plaza Vieja y la calle Mesones se fortalece con el proceso de reunificación de los hospitales en el de La Misericordia a fines del siglo XVI, y el arrabal de San Miguel se consolida con el traslado, terminando el siglo XVII, del convento de San Agustín. Las fechas y advocaciones de las ermitas, su conversión en iglesias, conventos u hospitales, son claros indicadores de los procesos de crecimiento urbano, por ser éstos elementos destacados del paisaje y referencias visuales claras del mismo. A lo largo del periodo medieval, cuando la existencia de La Frontera con Granada marcaba la naturaleza y el ser de Andalucía, los elementos del paisaje, y mucho más en una ciudad fronteriza como Marchena, no podían ser otros que los poliorcéticos y militares. La existencia de un castillo, de un alcázar, de una torre o de una cerca con sus puertas, marcan las referencias visuales. Si contemplamos el grabado de Hoefnagel todo el sector izquierdo aparece ocupado por la alcazaba, alejada y al margen del desarrollo y crecimiento urbano que muestran la medina y los arrabales. Tras la conquista de Granada y el fin de La Frontera, se va a producir un cambio de las funciones de la gran nobleza andaluza y, con ello, de los elementos elegidos para resaltar y recordar la presencia del linaje. La herencia de la política nobiliaria seguida por los Reyes Católicos fue el apartamiento de la nobleza de la toma de decisiones directas sobre el territorio y su desaparición como élite guerrera, entregándosele, a 237 Jose María Miura Andrades cambio de la perdida de estas funciones, la acción directa sobre sus lugares de señorío (lo que se ha denominado «procesos de interiorización del poder señorial») y la participación en la administración de una monarquía centralizada que se definía como cristiana. Estas transformaciones se hicieron sentir en las mutaciones, a lo largo del siglo XVI, de la imagen urbana de las cabeceras señoriales. En el caso de Marchena la alcazaba fue dando paso al palacio pero complementado por los elementos eclesiales. La reforma y construcción de la iglesia de Santa María en el siglo XVI, pero sobre todo el establecimiento de las concepcionistas (1631) y los capuchinos (1651) en el siglo XVII en su interior, intentaron sustituir los elementos militares por los eclesiales, más acordes con la deriva cultural y eclesial de la ciudad palatina barroca basada en los principios de la Contrarreforma. Sin embargo, creemos que ese intento de crear una ciudad palatina en La Mota fracasó. Apostar por el establecimiento de un convento femenino y otro de modestos franciscanos recoletos para dotar de prestigio visual a la colina no podía conducir a otro lado. La inexistencia de un panteón familiar permanente y claro (San Agustín de Sevilla, San Pedro Mártir, La Encarnación, Angeles Custodios y San Agustín en su nueva ubicación) no vinculó a los miembros del linaje a una parte del territorio. Los panteones familiares son elementos de identidad del linaje de mayor fuerza, por ser mucho más permanentes en el tiempo, que el solar identificado con la casa-palacio en este caso. Fracasó la ciudad palatina y el ejemplo más rotundo es la apuesta por San Agustín a fines del siglo XVII, fuera de los antiguos espacios de representación y materialización visual del poder señorial. La ciudad conventual es un hecho morfológico que altera la fisonomía de la ciudad, su red viaria, con el cierre o traslado de calles o con la apertura de plazas, pero que, al tiempo, es el máximo exponente del triunfo del cristianismo sobre el Islam, de la asunción de funciones de centralidad por parte de un núcleo urbano y, sobre todo, es el resultado de una voluntad colectiva e histórica. Las recurrentes y sucesivas desamortizaciones de los bienes eclesiásticos del siglo XIX, que culminaron en la definitiva de Mendizábal (1836), van a dar paso a un cambio de titularidad y también de función a los edificios y espacios de estas ciudades conventuales. Los amplios claustros, los jardines y los cementerios darán paso a la creación de plazas y alineaciones. Muchos de los edificios se destinarán a funciones industriales si no son directamente derribados. Aún así, de estas ciudades conventuales, además de los restos de su perfil en el paisaje, aún nos siguen quedando los recuerdos de su ausencia en el trazado de sus calles y en la propia toponimia urbana. 238