Santa Águeda en Barakaldo. Romerías, coros e

Anuncio
Santa Águeda en Barakaldo. Romerías, coros e identidades
José Ignacio Homobono
En Euskal Herria, como en toda la cristiandad latina de Europa,
Santa Águeda, virgen y mártir siciliana del siglo III, es una
advocación venerada específicamente por las mujeres. Recurren a
su intercesión aquellas gestantes que quieren propiciar un buen
parto, las madres con insuficiente leche, y las aquejadas por
diversos "males de pechos". Por extensión se la hace protectora
de las mujeres, sean casadas o solteras. Virtualidades que se
asocian con el episodio más conocido de su martirio, durante el
que le fueron cortados los pechos, sanando después
milagrosamente sus heridas. Más allá de la leyenda hagiográfica,
el culto de Santa Águeda enlaza con las
antiguas Matronalia romanas, fiestas dedicadas a propiciar la
fertilidad de las matronas, en honor de Juno Lucina, divinidad de
los partos y de la abundante lactancia. Otros poderes de Santa
Águeda son los de preservar contra incendios y erupciones
volcánicas, o los más genéricos de proteger contra los malos
espíritus, enfermedades del ganado y potenciar la producción
agraria. Atributos que la asemejan a la Bona Dea, Buena Fortuna
oAghatè Tyché de la antigüedad clásica. En Euskadi se la atribuye,
además, otra faceta sanadora: la de curar de cefaleas y migrañas;
y la santa, acusada de brujería durante su proceso, actúa
comosorgiña –transformada en gata- en varias leyendas vascas.
Perfil que evoca la hipótesis de la brujería como culto a Diana,
asimismo virgen, protectora de los partos y de la fertilidad.
En otros ámbitos, las matronas adoptan durante su festividad
iniciativas y roles masculinos, siendo fertilidad e inversión de
papeles rasgos típicamente carnavalescos. Entre nosotros la
cuestación de viandas, aunque protagonizada por los mozos, abre
el ciclo de postulaciones y comensalidad propios del ya inmediato
Carnaval.
1. El santuario de Santa Águeda en Kastrexana (Barakaldo)
Tanto por sus aspectos lúdicos como religiosos, las romerías
celebradas en torno a este santuario –más que ermita- destacan
notablemente entre las dedicadas a Santa Águeda en nuestro
ámbito. Está situado en un rellano a 200 m. de altura, en las
estribaciones del monte Arroletza (452 m.), sobre la calzada del
puente de Kastrexana en la ruta jacobea de la costa, y a escasa
distancia de la que desde Bilbao conducía –por Balmaseda- hacia
la Meseta. Estratégica situación que convertirá al santuario y a su
entorno en teatro de operaciones en todas las guerras civiles de
los siglos XIX y XX. Hoy se accede al mismo por la carretera local
que desde Kastrexana conduce, por Santa Águeda y el collado de
Basatxu, hasta Cruces, barrios ambos especialmente vinculados a
sus romerías.
Las primeras noticias documentales constatan que el santuario ya
existía en 1584, posiblemente levantado sobre los cimientos de
una ermita anterior. Remodelado a lo largo de los siglos, sus
últimas restauraciones datan de 1959 y 1996. Por su alejamiento
de la parroquia matriz de San Vicente de Barakaldo, y tras
convertirse en aneja, pasará a depender de San Bartolomé de
Alonsotegi en 1882, y de la parroquia de Santa Águeda de
Kastrexana a partir de 1956. Con anterioridad a la industrialización,
contó con su propia Casa de la Novena y con una de las tres
ventas o tabernas del municipio. Además del retablo rococó con la
imagen titular de Santa Águeda, a ambos lados del presbiterio hay
sendos bajorrelieves dedicados a Santiago y Santa Ana; pero,
sobre todo, una imagen de alabastro de Santa Águeda –
depositada en la sacristía- con la cabeza separada del tronco, de
hacia el año 1350.
El imaginario popular satura el entorno de Santa Águeda, desde
Basatxu hasta Ibarreta y Solondo, con apariciones de brujas y de
diversos personajes del universo sacral cristiano: la
propia Virgen –por alusión a la santa-, una imagen de San Antonio
de Padua e incluso el Diablo, atribuyéndose a éste o a las brujas la
construcción del puente de Kastrexana.
2. El calendario festivo
El marco temporal del romeraje, aunque ha experimentado
diversas vicisitudes, es muy amplio. Además de su festividad
litúrgica del 5 de febrero, en diversas épocas y actualmente se
celebra repetición al domingo siguiente y hoy incluso el
precedente. Le siguen las dos Pascuas, de Resurrección y de
Pentecostés; y la festividad de Santa Ana –26 de julio- sustituída
por la inmediata de San Ignacio; todas estas hoy reservadas, por
su intimidad, a la dimensión religiosa del santuario. Existieron,
además, las peregrinaciones familiares y/o grupales para efectuar
promesas y depositar exvotos, más las misas de los coros, sin
fecha determinada. Al término del siglo XVIII se celebraba
una Letanía, posiblemente con objeto de bendecir los campos.
La Casa de la Novena sirvió como hospedería para quien
efectuaba este peregrinaje de nueve días. También hubo
peregrinaciones colectivas, como las de la parroquia de Alonsotegi
a comienzos del siglo XX, o la de mujeres de
los arrantzalesbermeanos tras la galerna de 1912. Y, actualmente,
rituales de paso del vecindario de Kastrexana y los cercanos de
Cruces y Zorroza: bautizos, primeras comuniones, bodas y los
aniversarios de éstas. Por último, las jiras estivales de grupos
asociativos y políticos –desde mayo hasta septiembre- reducidas
en la actualidad a su mínima expresión.
3. La religiosidad popular
Las prácticas de religiosidad popular de un santuario se derivan de
un voto o promesa, de quien ha intercedido a su titular cuando
peligra la salud o la vida del propio interesado, o de alguien de los
suyos, obligándose a acudir a aquél para rogar por su curación o
dar gracias por la ya consumada. El cumplimiento de la promesa lo
efectúan habitualmente las mujeres de la familia, preferentemente
durante la romería anual o alguna otra festividad del santuario y en
grupo. Da lugar a dos tipos de prácticas: las que implican el
contacto directo con la sacralidad de la imagen o reliquia, o bien
las ofrendas, exvotos y sufragio de misas.
En el santuario baracaldés, las del primer tipo se asocian a las
afecciones vinculadas al embarazo, la lactancia, el mal de pechos;
las dolencias del aparato locomotor y las afecciones reumáticas;
así como las cefaleas. Se concretan en la circunvalación ritual del
santuario, entrando y saliendo tres veces por las puertas de la
sacristía, portando el tronco o la cabeza de alabastro, y rezando
ante los altares del presbiterio y de la sacristía.
A esta abogada polivalente se recurrió incluso contra las
apariciones de difuntos, naufragios, etc, como dan testimonio los
exvotos existentes en las paredes de la ermita hasta su penúltima
restauración general, en 1959. Resulta evidente la relación entre el
significante –muletas, bastones, trenzas y aparatos ortopédicos- y
el significado de la dolencia o mal padecido. Otro tipo de exvotos
fueron las ropas, hábitos, lazos y escapularios, así como una
pequeña reproducción de pie en cera. El único exvoto subsistente,
respetado por su referente pictórico, es el del bergantín Hermoso
Habanero, cuyo capitán se encomendara a Santa Águeda durante
aquel temporal del 5-II-1841.
En todo tiempo se han efectuado ofrendas en este santuario. En
especie, como las de aceite para la lámpara o aquel manto
regalado a la imagen por un emigrante del barrio, desde México.
En todo tiempo se han efectuado, además, ofrendas en metálico,
como limosnas o estipendios de las misas encargadas. Antaño, su
rematante se obligaba a sufragar las celebraciones de los actos
festivos, tanto religiosos como profanos, y el postulante pedía
limosna en un radio de más de 30 kilómetros. Hoy, como ayer,
numerosas personas pasan por la sacristía a depositar su óbolo, a
cambio de una estampa de Santa Águeda –a la que se atribuyeron
virtudes sanadoras- y un folleto del santuario. Y cada año se
sufraga una media de 45 misas, con predominio absoluto de
mujeres. Se trata de un colectivo de personas autóctonas, a juzgar
por sus apellidos euskéricos; y para un tercio de las mismas se
trata de una práctica recurrente, que puede remontarse a varias
generaciones. Las promesas y su cumplimiento eran cosa
principalmente devascongadas (vascoparlantes) de las comarcas
vecinas de Uribe Kosta y Txorierri, y tan sólo a partir de 1960 se
sumaron algunas mujeres residentes en Barakaldo, aunque de
origen rural e inmigrante.
Precisamente a partir de estas
fechas, la secularización y la
pérdida de credibilidad de la
religión popular se han traducido
en un progresivo detrimento
cuantitativo de todas estas
prácticas, actualmente relegadas
a mujeres mayores y a las
fechas de menor concurrencia
romera. Perduran, en cambio, los
aspectos litúrgicos más
vinculados a la religiosidad
eclesial y parroquial: misa,
sermón y comuniones. Durante
el periodo intersecular se
celebraban misas cantadas y/o
diaconadas los días de Santa
Águeda, las dos Pascuas y San
Ignacio. Pese a la profunda
secularización de buena parte
del actual contingente romero,
más de la mitad de los asistentes el día 5 oye misa, así como una
décima parte el de la repetición. La oferta de misas se ha ido
incrementando, hasta cinco por cada una de estas fechas, más
otras tres el domingo precedente, en la actualidad.
4. Las romerías y sus dimensiones
Como ya se ha dicho, el santuario y su imagen constituyen el
punto focal de un ciclo anual de romerías, cuyas primeras noticias
se remontan a 1764. Se celebran entonces las de Santa Águeda,
Santa Ana, Santiago y Letanías, por alusión a las de Pascuas, con
asistencia del cabildo eclesiástico, los Fieles de la Anteiglesia y los
mayordomos de las ermitas locales. Los aspectos lúdicos se
concentran en las fiestas profanas de Santa Águeda y Santa Ana,
con bailables vespertinos en la campa de Cruces, animados por el
tamborilero (txistulari). La concurrencia supralocal es testimoniada
por los incidentes habidos junto a la venta de Castrejana, al
regreso de las romerías de los días de Santa Águeda y su
repetición, cuando el Fiel de Bilbao cuestiona el derecho de
Abando para organizar baile en este lugar.
Durante toda la segunda mitad del siglo XIX, la prensa bilbaína
califica las romerías de Santa Águeda –5 de febrero, repetición y
Pentecostés- como unas de las más concurridas del Señorío, tan
sólo interrumpidas por la última guerra carlista. La multitudinaria
comitiva de romeros procedentes de Bilbao y Olabeaga celebra, de
regreso a la Villa, bailes en Kastrexana y Basurto, con merienda
campestre en este último punto. Durante el periodo intersecular
decae la romería del 5 de febrero y desaparece su repetición
dominical. Perduran las dos Pascuas, y durante la segunda tiene
lugar animada romería en Morteruelo (Kastrexana-Bilbao). Pero,
ya en 1910, se ve eclipsada por las dos Pascuas en Cruces, cuyas
romerías se convertirán hasta la primera postguerra en unas de las
más importantes de Bizkaia, y más adelante en fiestas patronales
de un barrio que crece a la par de la industrialización. Con
participación de Barakaldo, Bilbao y de toda la zona minero-fabril.
Hasta 1936 el sistema festivo de Santa Águeda consta de
prácticas litúrgicas, religiosidad popular, esparcimiento profano, y
de las primeras expresiones de religión política propias del
nacionalismo vasco. Los baracaldeses de la periferia rural acuden
el 5 de febrero, degustando el caldo autóctono en los
dos chacolíes de las casas inmediatas a la ermita, así como en los
de Zubileta. Por Pascuas suben grupos de jóvenes acompañados
por acordeonistas, que regresan en alegre biribilketahasta Cruces.
La festividad de San Ignacio es una jornada más tranquila, en la
que familias y amigos refuerzan sus vínculos comunicativos, para
después almorzar en las campas inmediatas.
La postguerra, con el estancamiento económico y la represión de
cualquier expresión de sociedad civil, conlleva la decadencia de
estas romerías. Hasta que, en 1945, una cuadrilla de jóvenes
nacionalistas organiza misa y bacalada en el chacolí anejo en
1945, regresando al son del txistu. Este semiclandestino revival
comienza a atraer más gente cada año, consolidándose la
repetición, que ya diez años después actúa como catalizador de la
recuperación del 5 de febrero. Los romeros, tras oir misa, dedican
el resto de la mañana a bailar al son del txistu y a saborear un
bocadillo regado con la jarra de chacolí. La profusión de cuadrillas
ataviadas conkaikus y txapelas, signos diacríticos de identidad
vasquista, contribuyen a convertir Santa Águeda en un ritual de
afirmación nacionalista.
Con la década de los sesenta, los numerosos inmigrantes
asentados en Barakaldo y su entorno se suman a esta ya masiva
romería de 15.000 asistentes, imprimiendo a la misma un estilo
alternativo. Se oponen una idiosincracia articulada en torno al
movimiento folklórico, montañero y scout vasco y otra yeyé definida como subcultura juvenil de masas. Guitarras,
canciones modernas y atuendos exóticos predominan sobre los
referentes emblemáticos. Y serán inútiles los intentos –entre 1966
y 1968- de la federación de grupos de cultura
vasca Barakaldotarrak para tratar de devolverla su impronta de
antaño. Para los romeros tradicionales quedan el acogedor
espacio de Zubileta y la romería del 5 de febrero. Al finalizar la
década cesa la confrontación entre los dos estilos de referencia,
saldándose con un cierto desapego de los autóctonos, cuya
juventud se orienta hacia el radicalismo abertzale. De las restantes
festividades apenas quedan sus misas, a las que acude un puñado de vecinos del entorno (Kastrexana,Basatxu) y de Uribe Kosta,
y así hasta el presente.
Durante la nueva etapa se añade otra jornada festiva, ya que hay
gente que acude el domingo precedente. El día de Santa Águeda
acuden entre 1.500 y 3.000 romeros, con predominio de jubilados,
prejubilados y alumnos de algún colegio de Barakaldo, su barrio de
Cruces o Zorroza (Bilbao). En su mayor parte acuden a misa, para
reconfortarse después con el consabido refrigerio. Les acompaña
una verdadera legión de puestos de venta, situados entre Basatxu
y Santa Águeda, que ofertan rosquillas, chucherías, bebidas y
productos alimentarios. Se trata de romeros asiduos, nativos más
del 75 % del ámbito comarcal y residentes en el mismo. Esta
jornada expresa la adhesión a una identidad colectiva local con
raíces étnicas, mediante el anual reencuentro festivo de "hijos del
pueblo" dispersos geográfica y socialmente; en torno a un
santuario que actúa como cronotopos, conjunción de la memoria
colectiva y de un espacio cargado de sentido. Algunos completan
la jornada con una marcha por los cercanos montes de Sasiburu, o
reforzando sus vínculos amicales con una comida en El Regato.
La multitudinaria romería del domingo siguiente, que atrae hasta
Santa Águeda a unas 30.000 personas, convierte los caminos de
acceso en una incesante comitiva de gentes que van y vienen del
santuario, especialmente a través de Basatxu. Entre este lugar y la
ermita se sitúan unos 50 puestos de venta. El perfil romero es
muydiferente
al del día
precedente,
puesto que un
40 % son
inmigrantes.
Proceden del
barrio de
Cruces, del
resto del
municipio de
Barakaldo, de
Bilbao,
Zorroza,
Alonsotegi y otras poblaciones del entorno. Las campas próximas
no bastan para dar cabida a los romeros, cuyo atuendo se ha
estandardizado, con neto predominio de prendas deportivas.
Estas romerías, secularizadas y profanas en buena medida,
actúan como ritual que reactiva las identidades étnica y nacional;
aunque también las dimensión locales de lo colectivo, desde el
barrio de Kastrexana hasta un municipio extenso y heterogéneo
como Barakaldo. Dinamizadas por cuadrillas y grupos familiares,
que reactivan también sus vínculos intragrupales mediante la
sociabilidad festiva y un código cultural compartido. Articuladas en
torno al santuario, cuya permanencia fundamenta la pretensión de
fidelidad a las raíces. El entorno de montaña, asiento del hábitat
arquetípicamente vasco, y el chacolí cultivado en torno al propio
santuario potencian este significado.
5. Coros de Santa Águeda. La víspera festiva
En toda Bizkaia y en buena parte de Gipuzkoa, así como también
en algunas comarcas alavesas y navarras, resuenan durante el 4
de febrero las canciones de las rondas corales que rememoran la
vida y el martirio de Santa Águeda. Esta víspera corresponde a los
quintos o plaza mutillak (mozos), que efectuaban una cuestación
de viandas en los caseríos y de dinero en zonas urbanas –
entrelazando casas y familias- para celebrar una merienda con el
producto de la misma.
La temática de las estrofas se irá
centrando en la cuestación,
recurriendo a la adulación o la ironía
para obtener el efecto apetecido. Si
bien lo más frecuente es que en
cada pueblo se cantase una versión
local, en la zona euskaldun también
se recurría a la improvisación
debertsos. En las comarcas castellanófonas los coros
interpretaban un repertorio más tipificado, básicamente coincidente
en zonas tan distantes como Karrantza, Barakaldo o Zuia. Algunas
de sus estrofas explicitan el significado tradicional del ritual:
Esta noche
es noche buena,
víspera de
Santa Águeda.
Hemos salido de ronda
por no dejarlo olvidar,
como los antepasados
solían acostumbrar.
No venimos por ver
chicas
ni tampoco por bailar;
que venimos por
longanizas
de la lata descolgar.
En 1913 el escritor Evaristo Bustintza (a) Kirikiño, colaborador del
diario Euzkadi, elaboró una versión estandardizada del Agate
Deuna, más acorde con el ideario nacionalista que las letras
tradicionales y que paulatinamente irá imponiéndose como versión
única -también en Barakaldo- desplazando a las demás, que no
resurgirán hasta la década de los ochenta.
En Barakaldo, y hasta 1913, salieron una media de cinco coros por
año, correspondientes a las barriadas de su periferia rural y
minera. El Ayuntamiento concede un único permiso por barrio para evitar expresiones de antagonismo- a las cuadrillas de mozos
y a los quintos en Irauregi-Alonsotegi. La prescripción de destinar
parte de la recaudación de cada coro a celebrar una misa en Santa
Águeda, incardina la sociabilidad moceril y vecinal en los actos del
santuario de referencia. Con el declive de la sociedad tradicional
esta costumbre –ya secularizada- se irá transfiriendo a agregados
más complejos: cuadrillas, grupos parroquiales, asociaciones
deportivas y agrupaciones nacionalistas; otros cambios
significativos son la introducción de los coros en el casco urbano,
con participación de mujeres y de adultos, y el destino de la
recaudación a fines benéficos o asociativos.
Con la postguerra,
desaparecidas las asociaciones
no afectas al régimen, el ritual se
transfiere a diversos grupos
parroquiales. Será preciso
esperar a los años cincuenta
para que nuevos coros vecinales
y de ex-alumnos vuelvan a
interpretar el Deun Agate por
calles y barrios de Barakaldo.
Diez años más tarde se incorporan grupos de danzas vascas, de
tipo criptonacionalista. El tardofranquismo y la transición implican
una verdadera proliferación de coros, de diferente tipología:
asociaciones culturales, políticas, recreativas o de vecinos, grupos
de estudiantes, txokos, grupos de tiempo libre, AEK, etc.
6. Fiestas de Kastrexana
Para el vecindario del barrio próximo al santuario, Santa Águeda
constituye además su fiesta patronal, de la que se dota a medida
que los dos núcleos separados por el río Cadagua: Santa ÁguedaLarrazabal (Barakaldo) y Kastrexana (Bilbao) se vayan integrando
en una única barriada con esta última denominación; y cuyas
estrechas relaciones ignoran las delimitaciones municipales,
compartiendo una identidad propia e indisoluble. Como factores
aglutinadores de esta integración progresiva actuaron la Fábrica
de Santa Águeda (1882), después S.A. Echevarría; y la
construcción de una capilla bajo la advocación de Santa Águeda
(1919), consolidada como parroquia en 1956. También servicios
compartidos, como la cooperativa de consumo, y asociaciones
como el batzoki (1908 / 1933) o la más reciente sociedad
gastronómica. Si las romerías, vinculadas a un ámbito mucho más
extenso, no posibilitan la identificación exclusiva de Santa Águeda
con el barrio, esta fiesta patronal –actuando de forma
compensatoria- le permite una apropiación del símbolo sagrado y
de sus celebraciones.
Ya desde antiguo, la festividad de Santa Águeda congrega en
torno a la mesa de cada familia a sus componentes e invitados,
reforzando sus vínculos mediante la comensalidad. Al menos
desde 1932, Kastrexana organizaba un sencillo programa festivo,
a base de festejos populares y baile. A partir de los sesenta se
formaliza una comisión de festejos, que obtiene subvención del
Ayuntamiento de Barakaldo desde 1973 y del de Bilbao quince
años más tarde. El programa comprende tres o cuatro jornadas,
incluyendo tanto los festejos celebrados en el barrio como las
romerías del santuario, así como la tradicional cuestación de los
coros de Santa Águeda.
7. Jiras al santuario
Otra expresión de sociabilidad vinculada a Santa Águeda, son
lasjiras estivales que diversos colectivos de Barakaldo y su entorno
organizaron al santuario durante el primer tercio del siglo XX, y
desvinculadas del calendario festivo. Las hubo de asociaciones
cooperativas, deportivas y tradicionalistas, pero las más
recurrentes corresponden al movimiento nacionalista. Acuden las
agrupaciones de Barakaldo y sus barrios, e incluso de Bilbao en
ocasiones. Los participantes, acompañados por txistularis y
espatadantzaris asisten a misa, celebrando después mitin de
afirmación patriótica, comida campestre y animada romería
vespertina. Desaparecidas tras la guerra civil, serán recuperadas
como Alderdi Eguna local a partir de 1987. Al igual que los coros, y
en buena medida las romerías, estasjiras son una expresión de la
religión civil nacionalista, construida mediante transferencia de
sacralidad a partir de la cultura y de la religiosidad tradicionales.
BIBLIOGRAFÍA
Arregi, Gurutzi: Origen y significación de las ermitas de
Bizkaia.Instituto Labayru – BBK. Bilbao, 1999.
Camino, Iñigo: Batzokis de Bizkaia. Alderdi Argitaldariak.
Bilbao; Margen Izquierda-Encartaciones, 1987 y Bilbao, 1988.
Caro Baroja, Julio: El Carnaval (Análisis históricocultural).Taurus. Madrid, 1979 [1965].
Homobono, José Ignacio: "Cultura popular y subcultura obrera
en la cuenca minera vizcaína (siglos XIX y XX). En, J.I.
Homobono (dir.): La cuenca minera vizcaína. Trabajo,
patrimonio y cultura popular. FEVE. Madrid, 1994; pp. 119-164.
Homobono, José Ignacio: "Población, cultura popular y
sociabilidad en Lutxana. Mirada etnológica sobre un barrio
obrero del Barakaldo de entresiglos". En, VV.AA.: Lutxana.
Lutxana (Barakaldo), 1995; pp. 123-144.
Homobono, José Ignacio: "Romería de San Urbano de Gaskue.
Expresiones de religiosidad, sociabilidad y reproducción de
identidades colectivas". En, Cuadernos de Etnología y
Etnografía de Navarra, núm. 54 (1989), pp. 407-502.
Homobono, José Ignacio: "El santuario de Santa Águeda en
Barakaldo (Bizkaia). Religiosidad popular, expresiones lúdicas
y culto cívico en torno a sus romerías". En, Salvador Rodríguez
Becerra (coord.): Religión y Cultura. Junta de Andalucía /
Fundación Machado. Sevilla, 1999; vol. 2, pp. 89-102.
Laburu, Jon Gotzon y Baza, Mª Carmen: Santa Águeda y sus
tradiciones. Diputación Foral de Álava. Vitoria-Gasteiz, 1995.
Mariño Ferro, Xosé Ramón: Las romerías / peregrinaciones y
sus símbolos. Xerais. Vigo, 1987.
Montesino, Antonio: Las Marzas, Rituales de identidad y
sociabilidad masculinas. Una mirada antropoló- gica sobre las
rondas invernales de Cantabria. Límite. Santander, 1992.
Piette, Albert: Les religiosités séculières. PUF. París, 1993.
Rivera, A.: Il mago, il santo, la morte e la festa. Forme religiose
nella cultura popolare. Dedalo. Bari, 1988.
Sanchis, Pierre: Arraial: festa de um povo. As romarias
portuguesas. Dom Quixote. Lisboa, 1983.
José Ignacio Homobono, profesor del Departamento de Sociología-UPV / EHU
E-mail:[email protected]
Fotografías: José Ignacio Homobono, y de las páginas web "La guía de ocio y turismo
bilbaíno" y "Casco viejo Bilbao"
Euskonews & Media 111.zbk (2001 / 2 / 16-23)
Descargar