Botas Doctor Marteens, icono de la clase obrera trabajadora inglesa. Skinheads antiracistas Tres generaciones de skinheads mexicanos intentan sacudirse el estereotipo de jóvenes racistas y fascistas que la historia les colgó. Su estilo de vida es una forma de oponerse a esas ideas. Con sus cabezas rapadas, sus cuerpos tatuados y su actitud irreverente reivindican el origen multirracial que marcó sus vidas. Las siguientes son las historias de Aknez, Jorge, Said y Fatman. TEXTO Y FOTOS: DAVID JARAMILLO 32 día siete 498 diasiete.com 33 Aknez Primera generación 40 años y 25 de contracorriente Tres motocicletas en la entrada dan la bienvenida a esta tienda. Maniquís tatuados con botas obreras y pelucas puntiagudas de colores, máscaras sadomasoquistas, cinturones y chamarras de piel con estoperoles, cascos de motocicletas en forma de cráneos, una fotografía en blanco y negro de Pedro Infante y diversas playeras, una con la leyenda que da nombre a este lugar: “Por los viejos tiempos”. Esta frase no es una casualidad. Han pasado más de dos décadas desde que Aknez se hizo “pelón” por necesidad y convicción. Por necesidad fue aquella vez que se peleó con El Renan, un tipo que tenía en su historial la vida de ocho fulanos. Aunque de cabeza rapada, no era skin. En esa época Aknez se consideraba más un punk, tenía los pelos erizos como Sid Vicius, el bajista de Sex Pistols que quería romper la ley a través de la autodestrucción. “Me agarró de los pelos y me dio una madriza que no olvido. Pero era mejor a estar muerto y al final, cuando descubrí que era más fácil que me dieran en la madre con pelos, entonces me rapé”. Desde aquella época Aknez tiene la nariz rota. A mediados de los ochenta se integró a una generación donde convivían los punks, rockers y skinheads por igual. Ya rapado y cansado de la imagen punk, decidió asumir el estilo de Ian Mackayne, el vocalista de Minot Threat, quien tenía ideas positivas, no usaba prendas de piel por respeto a los animales, no consumía drogas y prefería estimular la adrenalina en la patineta. Como él, Aknez nunca consumió drogas y para estimular su adrenalina prefirió liderar una de las bandas más representativas del hard core en México, la cual estaba en contra de la guerra, el racismo y del sistema capitalista: Masacre 68. Aknez, en el interior de su negocio ubicado en avenida Insurgentes [en la Ciudad de México], explica que él se identifica como un “Oi!”, una corriente donde los diferentes estilos de vida no son motivo de discriminación, sino el orgullo de la clase obrera trabajadora. Aknez recuerda con nostalgia esa generación que no tenía a dónde ir y por 34 día siete 498 Aknez lleva 25 años de contracorriente social en México. Jorge Oi! muestra su colección internacional de fanzines autogestivos. eso convivían en el mismo sitio entre thrashers, punk, hippies y darks. “No había emos, pero también los hubiéramos aceptado, porque creo que esos jóvenes buscan y quieren ampliar su expectativa”. Aknez añora aquellos tiempos cuando los jóvenes representaban un movimiento en contra del racismo, del fascismo, tal como ocurrió en Jamaica y Londres, donde surgió hace más de 50 años. “Hay movimientos que se manifiestan en la actualidad que reflejan un rollo nacionalista-fascistoide (skinheads-azteca), que yo no entiendo. Me gustaría encontrar congruencia y respeto porque ahora es el movimiento que yo llevo y no la idea del fascismo que por desgracia algunos jóvenes intentan representar”, dice. “Desconozco qué son, qué quieren, a dónde van. Es gente que se cierra, ¿dónde está la tolerancia?”. El día de hoy Aknez igual baila un reggae que una salsa o un Minor Threat. Y ese criterio que tiene para la música es el que aplica para su vida, respetar al otro, aunque sea diferente. “Creo que la nueva generación no necesita nada de nosotros, ellos se necesitan a sí mismos con una razón, una actitud, una ideología con una función nueva que reivindique su propio movimiento porque no tiene que ver con nuestra razón antigua.” “Oi!” es una corriente adoptada en México donde los diferentes estilos de vida no son motivo de discriminación alguna, sino el orgullo de la clase obrera trabajadora... Jorge Segunda generación 35 años y 15 en el movimiento skin Jorge Oi! tiene 15 años asumiéndose como un skinhead, aunque no lo parece. Rapado, de mirada tranquila, prefiere un par de tenis y pantalones holgados a las botas obreras y jeans ajustados. Editó fanzines de la historia de los skinheads para entender por qué no son racistas, fascistas o neonazis. En 1994 lanzó el primer fanzine llamado Ezkaramuza donde narró la vida de Londres en 1969, cuando los Rude Boys Jamaicanos llegaron a Inglaterra en las oleadas de migración y conocieron a los jóvenes ingleses llamados mods. Aun- que vestían diferente, también les gustaba la música negra y la cultura skinhead. Estos últimos surgieron en Inglaterra en aquellas épocas para reivindicar la clase trabajadora y la diversidad de culturas. Los skinheads londinenses tampoco vestían como los mods o los rude boys, les gustaba la elegancia, portaban scooters como los negros, pero agregaban tirantes y botas Dr. Martins, mostraban su origen obrero, pelo rapado muy corto para diferenciarse de los hippies, a quienes consideraban jóvenes burgueses. Rude boys, mods y skin heads compartían la fiesta gracias a la música, a pesar de que tuvieran diferencias por la defensa de sus barrios. Los años setenta no fueron fáciles para Inglaterra. El desempleo y la desesperanza detonaron el surgimiento de los punks que atrajeron a los skinheads refugiados en el ska. Los punks buscaron provocar a la sociedad con su vestimenta: pelos mohicanos de colores, chamarras de piel desgastadas y llenas de filosos estoperoles, botas obreras, pantalones ajustados y cadenas en sus cinturas, agresivos y menos elegantes que los skinheads. Jorge Oi! llegó a esta corriente decepcionado de Alex Lora. Como varias generaciones de rockeros mexicanos, encontró en las letras contestarias del punk lo que Lora no cumplió luego de la expectativa generada con Three Souls. “El punk me llamaba mucho la atención pero el skin fue lo que me motivo más”, cuenta un domingo acompañado de su esposa y sus hijos, quienes juegan entre las playeras que vende en el tianguis de La Raza [en el DF]. A finales de los ochenta conoció a “los pelones”, como se les llama a los skinheads en Ciudad de México. Fue en el primer tianguis del Chopo que se organizaban en la calle Excélsior, barrio de La Raza. Ahí andaban el Tiger, el Tex, el San Agus, el Confi. “Me tocó ver la madriza entre los PND (Punks Not Dead) y los del barrio de la Nopalera. Vi putazos y me fui, estaba muy joven y me dio medio”, dice. Fue por esta riña que el tianguis del Chopo se trasladó a la Guerrero. Cuenta que conoció “un tianguis del Chopo autogestivo, en cierto modo protestón, en esa época no existía la infraestructura como la que hoy prevalece”. Se refiere a la existencia de un comité de seguridad para evitar que gente sin membresía venda, donde los comerciantes difícilmente aceptan el regateo y el trueque es una bonita nostalgia. A Jorge lo conocen como “Oi!”, que significa la unión entre skins y punks, aunque el sonido es identificado como un grito de guerra: “hey, tú”, cuando se le va a pegar a alguien. “Oi! es la música, el street punk que no se vendió, te habla de la calle, te describe a la sociedad, la clase de vida que tienen los jóvenes sin trabajo, o de los que tienen pero son explotados, es un desahogo producto del descontento juvenil”. Hazte fan en facebook y síguenos en twitter diasiete.com 35 Fatman Uno más de los jóvenes En esta nueva generación hay un chico dj que es conocido entre los “pelones” como Fatman. Tiene 20 años y colecciona acetatos originales. Es el encargado de hacer tocadas de sound system como en la época de la isla jamaiquina. “Yo toco con mi sonido Sound System con la idea de rescatar los orígenes jamaicanos, los ‘pelones’ vienen a mis tocadas y armamos la convivencia. No me interesa lucrar, sólo intento rescatar los orígenes que la música nos legó”, dice. Fatman no se considera skinhead, él sólo ama la música jamaiquina, no le importa gastar hasta 600 pesos por un acetato original de los sesenta. Hoy reúne a la banda de skins antifascistas mexicanos que bailan al ritmo del soul, ska y reggae. “En estos días hay chicos que bajan música de internet y no proponen nada en el sentido de que es muy fácil traer su computadora o su celular y decir que son dj, esto nos arrebata la tradición que consiste en tocar canción por canción y hacer intervenciones por parte del dj para saludar y animar el bailongo”, dice Los bailes se dan entre cervezas, miradas, sudor y humo de cannabis. El movimiento es tranquilo y la rítmica une a todos en una vibra armónica. Aunque hay veces que se arma la bronca. “Pero todo queda en una actitud tradicional, como en los viejos tiempos de los rude boys”. Es así como el skinhead mexicano se divierte y encuentra una identidad propia en una sociedad que no ofrece oportunidades por igual. 36 día siete 498 Said Tercera generación 19 años, 5 en el movimiento skin Fatman no se considera skinhead. Es un dj. Said sí. Pero se rasura la cabeza para mostrar su repudio al fascismo. Una suástica reventada por un puño cubre la cabeza rapada de Said. Con su tatuaje intenta hacer trizas el estigma racista y neofascista que carga un joven skinhead. De sus 19 años y rostro de chico malo sale una voz de ultratumba. Una cicatriz cruza su puño derecho y comparte piel con una golondrina en tinta. Su cuerpo es el lienzo de 15 tatuajes. La tarde que su mamá se dio cuenta del primer tatuaje, se acercó y le dio un “coscorrón”. Sólo dijo “está chido, total, se quita cuando te crezca el pelo”. Sí creció, pero Said se rasura la cabeza una vez a la semana. De su familia de cinco integrantes, Said elegió ser el skinhead. “Me llevo a toda madre con mi familia, todos tenemos nuestra forma de pensar. No por ser skinhead voy a tener problemas con ellos”, dice. Said se gana la vida tatuando desde hace dos años y medio en un estudio del Centro Histórico del DF llamado Upsetter, donde gana mil pesos a la semana. Said es parte de una historia que comenzó a escribirse en Jamaica, en 1950. La isla era muy pobre. Los “sound system man” se iban con los marinos jamaiquinos a Estados Unidos para comprar amplificadores y bocinas. Los aparatos eran trasladados en grandes camiones y las tocadas se hacían en calles donde las familias completas convivían y bailaban calypso y mento, ritmos africanos de Trinidad y Tobago. En los barcos, además de los aparatos, arriban a Jamaica los ritmos rhythm & blues que sacudían a Nueva Orléans a mitad de siglo xx. Así empezaron a surgir los primeros estudios de grabaciones donde crearon su propio ritmo llamado ska. El calor de la isla obligó un nuevo ritmo llamado rock steady dentro del ska, mucho más pesado y lento que hamaqueaba los cuerpos. Sus letras contaban aventuras de los rude boys, esos jóvenes desempleados de la clase obrera en busca de identidad. Se vestían con pantalones cortos, chalecos de tres botones, sacos ajustados, boina o sombrero, lentes oscuros y zapatos cómodos para huir. El atuendo incluía una navaja para peleas callejeras y la vida gansteril donde el robo y la venta de droga no eran novedad. En 1962, después de la independencia jamaiquina, los jóvenes inmigraron con la idea de encontrar trabajo y diversión. Fue en Inglaterra, país que los colonizó, donde esta imagen podía concretarse. Fue la música que los rude boys esparcieron durante la migración la que gustó a Said, el skinhead mexicano. A sus 19 años, reivindica los inicios multirraciales antifascistas de este movimiento. “Mi música preferida es el ska, reggae, rocksteadi, Oi!, soul, punk, varios estilos, no te cierras. La música es una droga que te fortalece y que te hace sentir bien. Ser skinhead llena todos los aspectos de mi vida, es llevar la frente bien en alto, es una actitud”. • diasiete.com 37