Publicado en: Frisancho D, Fairlie A. & Montgomery W. (Eds.) Investigación en Psicología: Retos para el Futuro, Resúmenes del Simposio del XX Aniversario del Instituto de Investigaciones Psicológicas, UNMSM. Lima, 1997. PERSONALIDAD, CEREBRO Y SOCIEDAD Pedro Ortiz Cabanillas Al parecer, no es fácil ligar o relacionar estos tres ámbitos de la realidad, a pesar de que son sólo componentes de un mismo y único sistema, el sistema vivo que existe en nuestro planeta. Así, es usual hablar de una interacción entre ellos, generalmente en términos puramente descriptivos y a veces metafóricos. Pero también, muchas veces, al acentuar la individualidad del hombre, se niega la importancia de la sociedad hasta el punto de definirla sólo como la suma de sus miembros. Y casi siempre, al mismo tiempo, al definirse la personalidad como un conjunto de rasgos o atributos de los individuos humanos, se deja prácticamente sin la menor posibilidad de explicar la personalidad en términos de la función cerebral. Por esta razón, todo lo que se ha podido decir es que la personalidad depende la función del lóbulo pre-frontal. Por consiguiente, si deseamos explicar los procesos que ocurren en la interfaz de estas diferentes realidades, esto es, explicar los problemas de la relación mente/cerebro y la relación individuo/sociedad, tenemos que volver los ojos al comienzo, ni siquiera del hombre, sino del sistema vivo, y tal vez al comienzo del universo, pues sólo si entendemos los procesos de reflexión –tanto entrópicos como neguentrópicos– de la materia, podríamos al fin comprender donde empieza y donde termina la vida; dónde empieza y termina la sociedad humana. El hombre debe estar ubicado en algún lugar: pero únicamente dentro del sistema material del universo, como también es verdad que está ubicado dentro del sistema vivo, y dentro de la sociedad humana. Entonces, para explicar la naturaleza de los hombres, debemos explicar la naturaleza de los sistemas materiales, de los sistemas vivos y de los sistemas sociales. Desafortunadamente, hay una larga experiencia que nos dice que no es fácil explicar la esencia de las cosas. En parte, porque nuestra visión espacial, de sólo el lado estructural de la realidad, nos ha impedido ver el aspecto temporal, la historia de toda esta realidad. Creemos que si se comprende bien la historia del desarrollo del sistema vivo del que formamos parte, y mejor si se le concibe como un sistema informacional que abarca desde los sistemas unicelulares hasta el de la sociedad humana, ya no será difícil tener una explicación por lo menos más coherente respecto de lo que realmente representa el cerebro humano al interior del individuo y éste al interior de la sociedad. Así mantenemos la idea de que solamente los sistemas vivos son sistemas informacionales, lo cual significa que de las diversas formas de reflexión de la materia, la información es una forma de reflejo cualitativamente diferente, que explica la posibilidad de que una estructura activa se mantenga y se reproduzca a sí misma en su propia actividad, y que se refleje en formas de organización cada vez más complejas. En efecto, sabemos que al interior del sistema vivo hay varios niveles de organización de complejidad creciente, que consideramos se debe a la aparición de nuevas clases de información en el curso de su propia historia (Ortiz, 1994). Por eso es que cada individuo –o ser vivo individual– contiene todos los niveles de organización de los sistemas inferiores que le antecedieron, aunque lógicamente reestructurados por la información del mayor nivel que le corresponde como especie. Por lo tanto, al mayor nivel de organización de los sistemas vivos, al interior de la sociedad humana, encontraremos información genética (la que corresponde a los genes), metabólica, funcional (neuronal), psíquica y social. Al respecto, también hemos señalado que al nivel de la sociedad humana, es la única vez que encontramos esta última clase de información codificada fuera de los individuos, de modo que perdurará más allá de la existencia de cada individuo, y es ella la que cada hombre incorpora, codifica y elabora como información psíquica en el curso de su vida, en las redes neuronales de su sistema nervioso. En otras palabras, si queremos estar en condiciones de relacionar correctamente aquellos tres aspectos de la vida humana, debemos tener una clara concepción del desarrollo del sistema vivo que abarca la historia de la tierra desde que los procesos biogenéticos dieron origen a la célula viva. Desde entonces, y desde el punto de vista de su actividad, los seres vivos aparecen como sistemas abiertos que intercambian materia y energía – estructurada y no-estructurada– con el medio físicoquímico y los demás seres vivos que le rodean. Dicha actividad es autogenerada a partir de sus condiciones o necesidades internas, las que deben satisfacerse desde el medio exterior, pero en base a la clase de reflexión de la materia que llamamos información genética. De modo similar, en los animales con tejido nervioso, las redes neuronales codifican la clase de información funcional que también representa necesidades internas. De este modo, la representación neural del medio interno se convierte en actividad de orientación individual hacia el medio exterior donde el animal busca, distingue e incorpora los elementos con los que suple aquellas necesidades. Al parecer hasta los reptiles dicha representación neural refleja sólo ciertos rasgos distintivos del estado interno del organismo (como la osmolaridad de la sangre), y de los elementos externos que necesita el animal (manchas que se mueven, por ejemplo). Pero a partir de los cordados superiores, con la mayor encefalización del sistema nervioso, aparece la representación psíquica tanto del medio interno como de los elementos externos al animal. Hemos sostenido que esta es otra clase de información, la información psíquica que sirve de modelo de desarrollo de todo el conjunto de la actividad individual animal. Hemos sostenido igualmente que esta forma de actividad psíquica debe considerarse de tipo inconsciente, cuyo soporte neural son las estructuras alocorticales del cerebro (Ortiz, 1994, 1997). En los mamíferos, y sobre todo en los primates con corteza cerebral, esta bien comprobado que la clase de actividad psíquica que depende de esta clase de información no consciente, tiene su soporte funcional en el alocórtex límbico y en las áreas sensoriales y motoras primarias. Esta es la clase de actividad epigenéticamente determinada que el niño trae al nacer y que será punto de partida de su inserción en las relaciones sociales. Como puede verse hasta aquí, el cerebro animal tiene mucho en común con el cerebro humano. Pero si debemos atender y explicar las diferencias que hay entre la actividad psíquica animal y la humana, y sobre todo, la enorme diferencia que hay entre las formas de determinación de la estructura psíquica del animal y la de los hombres, no queda otra alternativa que cuestionar la idea darwiniana de un alocórtex emocional ligado al organismo, y un neocórtex cognitivo ligado al psiquismo. Hemos sostenido al respecto (Ortiz, 1997b) que, en realidad, los animales superiores han dejado de ser organismos funcionales (como los insectos o los peces) y se han convertido en psiquismos por efecto de la información psíquica. Pero también habrá que tomar en cuenta que en los hombres hay dos niveles psíquicos de organización: un nivel psíquico inconsciente como animal superior, y otro consciente en tanto personalidad. En efecto, hemos sostenido (Ortiz, Obs. cit.) que esta diferenciación del hombre respecto del animal se debe a que la información social se refleja en el cerebro humano en la forma de información psíquica consciente, y que es justamente el neocórtex cerebral el soporte funcional de esta clase de actividad esencialmente humana, es decir, la estructura neural que codifica la forma más superior de información –que es la de tipo social– como información psíquica consciente, y que ésta es la clase de información que sirve de modelo de desarrollo de todo el conjunto de la actividad personal. En otras palabras, la información social, una vez codificada como información psíquica consciente en el neocórtex del cerebro humano, es en realidad la base que estructura cinéticamente todos los demás niveles de organización del sistema de la personalidad: psíquico inconsciente, funcional, metabólico y celular. Es pues en estos términos que hemos conceptuado el cerebro humano, y específicamente el neocórtex cerebral, como el soporte funcional de la conciencia. Esto significa que el tejido cerebral de una persona es un sistema orgánico-funcional tan peculiar y singular como la misma personalidad de la cual forma parte. Desde este punto de vista, el sistema nervioso humano es un sistema muldimensional, cuyos distintos aspectos pueden ser estudiados con aproximaciones igualmente diferenciadas. Así, el cerebro humano puede ser considerado como: • Un sistema de procesamiento de información social, y por tanto, soporte funcional de la conciencia; • Un sistema de memoria que codifica y retiene dicha información social en la forma de información psíquica; • Un sistema semiótico que recodifica la información psíquica en diversos lenguajes de origen igualmente social, y • Un sistema de organización de la actividad personal en base a la información psíquica. En el presente ensayo quisiéramos destacar su primer aspecto, el del sistema nervioso humano, específicamente el neocórtex cerebral, como un sistema de información social. Pero par a comprender en qué sentido el sistema nervioso humano es un sistema de procesamiento de información social, no seguiremos la tradición de intentar nuevamente diferenciar entre procesos fisiológicos reales y procesos psicológicos de dudosa existencia. Tampoco volveremos a las lucubraciones idealistas o mecanicistas sobre la relación cerebro-mente que mantienen el dilema cuerpo-alma sólo que en términos más “naturales”. En resumen, podemos decir que el sistema nervioso humano, a diferencia del de los animales superiores, no sólo refleja a nivel consciente la actividad de los niveles más inferiores, es decir, los procesos funcionales, metabólicos y celulares del medio interno del individuo, sino básicamente los procesos informacionales de la sociedad. Por eso debemos decir también que en la personalidad madura, los procesos funcionales de las redes neurales del sistema nervioso que son organizados desde su base psíquica siguen la dinámica de los procesos sociales que son el modelo de desarrollo de la actividad consciente. Por lo tanto, la actividad neocortical consciente no sólo refleja epigenéticamente –en sentido ascendente– la actividad interna del individuo, sino que ella se refleja cinéticamente –en sentido descendente– en los niveles más inferiores de la actividad personal. Por tanto, con la corticalización del cerebro (característica de los mamíferos) que alcanza su máximo desarrollo en la especie Homo sapiens, se crearon las condiciones para elaborar y producir la clase de información que llamamos social, en un proceso sin precedentes que seguramente ocurrió entre los 30 y los 6 mil años antes de ahora. Esta es pues la información que hemos encontrado desde nuestra concepción, y la que desde entonces empezamos a incorporar como resultado de nuestra propia actividad. Como hemos dicho, creemos que la información social una vez codificada en el neocórtex cerebral humano queda convertida en la información psíquica de tipo consciente que disponemos cada uno de los hombres. En consecuencia, es la información social la que al incorporarse y codificarse en las redes neurales de la neocorteza cerebral la que determina la reestructuración de la actividad de todo el sistema nervioso –desde la corteza cerebral hasta las terminaciones nerviosas periféricas– y por ende de toda la actividad del individuo. Por consiguiente, no podemos sino concluir asegurando que el tejido nervioso humano es un sistema que procesa información social, que se estructura u organiza en base a los procesos informacionales del sistema de la sociedad. Con este fin, el neocórtex cerebral dispone de redes neurales distribuidas e interconectadas en paralelo, cuya estructura funcional es claramente diferente del paleocórtex del nivel psíquico no consciente. Entonces, dada la cantidad y diversidad de información social disponible, así como la variedad de combinaciones en que estas formas de información pueden estructurarse al interior de cada uno de los hombres, es que se ha hecho posible la diferenciación individual de los mismos. Esta es, por lo tanto, la clase de información que determina –desde la actividad neocortical– la transformación del individuo animal, miembro de una especie, en personalidad, miembro de la sociedad humana. Por lo que acabamos de decir, podemos concluir que si bien la información psíquica consciente está codificada en la neocorteza cerebral, la actividad consciente comprende toda la actividad interna del sistema nervioso, es decir, abarca todo el interior de la red nerviosa que se extiende desde la superficie de los receptores sensoriales hasta la superficie de los efectores motores, y a través de ambos se integra –tanto en sentido epigenético como cinético– todo el conjunto de la actividad personal (de la totalidad del individuo). El sistema de la conciencia Si se comparan los distintos modelos del sistema nervioso que se han preconizado a través de la historia de las neurociencias, podemos comprobar que se repiten sistemáticamente concepciones tripartitas del sistema, que a veces se refieren sólo al cerebro, otras a todo el sistema nervioso, y otras a la totalidad del individuo. Sin embargo, no puede ser más desafortunado que no se haya diferenciado el sistema psíquico inconsciente de los psiquismos animales, del sistema psíquico consciente exclusivo de las personas. Así, el más importante modelo funcional del cerebro, el sustentado por Luria, considera que el cerebro está conformado por tres grandes sistemas funcionales, o como él les llama también bloques o unidades funcionales (Luria, 1979): el primero sirve para regular el tono, la vigilia y los estados mentales; el segundo, para recibir, analizar y almacenar información, y el tercero, para programar, regular y verificar la actividad. Pero vistos así los sistemas funcionales del hombre, poco se diferencian de los sistemas funcionales del animal, en los cuales, desde un punto de vista psicológico, podemos diferenciar dos tipos de actividad psíquica inconsciente: una, afectivo-emotiva y otra cognitivo-ejecutiva, y una tercera de anticipación de la actividad motriz. Por el contrario, hemos sugerido que el sistema de la conciencia a nivel neocortical puede comprendérsele mejor imaginando que la información psíquica se procesa en dos subniveles o planos: el subconsciente (de la información codificada) y epiconsciente (de la información en uso. Consideramos que en la personalidad madura, la estructura subconsciente comprende tres subsistemas o componentes, que son los sistemas afectivo-emotivo, cognitivo-productivo y conativo-volitivo que, de otro lado, son la base de desarrollo de los tres componentes de la personalidad, el temperamento, el intelecto y el carácter, respectivamente. Es pues interesante comprobar que, si se interpretan de otro modo las observaciones clínicas y experimentales, el cerebro humano en tanto soporte funcional (neural) de la actividad consciente, efectivamente está organizado en tres sistemas funcionales, pero que son el neocórtex límbico, el neocórtex parieto-occípito-temporal y el neocórtex prefrontal dorsolateral, cada uno de los cuales constituye un verdadero sistema de memoria que codifica y procesa la clase de información que corresponde a uno de aquellos tres sistemas de la conciencia. Entonces, si como hemos sustentado la información psíquica humana es información social codificada en el cerebro, bien podemos definir la conciencia como todo el conjunto de la información social que los hombres incorporan, elaboran y usan, y en base a la cual cada uno de ellos se convierte en personalidad. De modo que si diferenciamos tres clases de información psíquica consciente: afectiva (sentimientos), cognitiva (conocimientos) y conativa (motivaciones), es lógico que debemos interpretar en otros términos las observaciones anatómicas, fisiológicas y fisiopatológicas sobre los efectos de la estimulación y las lesiones cerebrales, sobre todo de la corteza, que se han acumulado a lo largo de la investigación de cerca de dos siglos a partir de Franz Joseph Gall (ZolaMorgan, 1995). De otro lado, consideramos que el nivel epiconsciente puede ser visto como el aspecto procesal de la misma información, el cual resulta de la integración de las tres clases de información en uso. La integración de ellas genera los que hemos llamado los planos (mapas o estados mentales) de la actividad epiconsciente, que son los que corresponden a la percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación personales. El nivel epiconsciente corresponde entonces a la actividad integrada de todo el cerebro, básicamente del neocórtex de ambos hemisferios. Con esta interpretación, aseguramos la concepción holista o globalista de la función cerebral. Los sistemas de memoria de nivel consciente En los Cuadros 1, y 2, podemos apreciar cómo los niveles de organización de la personalidad se repiten al interior del neocórtex cerebral, del mismo modo que se repiten dentro del sistema nervioso y del cerebro humanos. CUADRO 1 NIVELES DE ORGANIZACIÓN DE LA PERSONALIDAD NIVEL INDIVIDUO ESTRUCTURA ACTIVIDAD INFORMACIÓN CODIFICACIÓN V. Humano Personal Personal Psíquica animal Psíquica consciente Psíquica inconsciente Orgánica Funcional Neural Tisular Tisular Metabólica Metabólica I. Celular Celular Reproductiva Genética Redes nerviosas en paralelo Redes nerviosas en serie Núcleos neuronales Proteínas, péptidos, amác. Ácidos nucleicos IV. Animal superior Psiquismo animal III. Organismo II. 0. Molecular Física Química No existe No existe En efecto, si nos figuramos el sistema de la conciencia organizado en sentido “vertical”, veremos que los tres subsistemas que lo componen también están organizados como todo el conjunto del sistema de la personalidad en niveles superpuestos, en los que la información se codifica en redes nerviosas diferenciadas, aunque todos ellos dependen de la misma información social que es la base de su desarrollo. Por eso es que la codificación de una cierta información también comprende, además de los niveles consciente e inconsciente, los niveles funcional, metabólico y celular, todos los cuales también se encuentran dentro del neocórtex cerebral. CUADRO 2 NIVELES DE ORGANIZACIÓN DEL NEOCÓRTEX CEREBRAL INFORMACIÓN CODIFICACIÓN Psíquica consciente Psíquica consciente En redes supramodales En redes multimodales En redes unimodales En microredes submodales En neuronas modificadas NIVEL INDIVIDUO ESTRUCTURA ACTIVIDAD V. Personalidad Holocortical Epiconsciente IV. Animal superior Multimodular Subconsciente III. Organismo Modular Funcional Neural II. Tisular Columnar Metabólica Metabólica I. Celular Neuronal Expresión genética Genética 0. Molecular Física Química No existe Visto desde otro ángulo, podemos comprobar que cada uno de los sistemas funcionales comprende: (1) una red neural de entrada, que corresponde a los procesos de la sensibilidad; (2) una red neural central de memoria que codifica la clase de información correspondiente a cada sistema psíquico, en su doble aspecto: representacional y de procedimiento, y (3) una red neural de salida que corresponde a los procesos de la motilidad. En estos términos podemos conceptuar la forma de organización de las redes nerviosas correspondientes a cada uno de estos sistemas psíquicos. El soporte neural del sistema afectivo-emotivo El soporte neural del sistema psíquico afectivo-emotivo es el sistema funcional constituido por una red neural central de memoria tiene los dos niveles de procesamiento ya conocidos, y comprende: El nivel psíquico consciente, cuya área neocortical comprende la corteza órbitofrontal, la corteza temporal anterior -medial y lateral-, y la corteza insular anterior. Las áreas temporal y orbitaria del hemisferio derecho se extienden en la corteza lateral hasta incluir las áreas correspondientes a las de Broca y de Wernicke. Estas áreas corticales, que se conocen como corteza límbica, convendría clasificarlas como neocórtex afectivo, pues sus redes neuronales codifican y procesan la información psíquica afectiva de base social. El nivel psíquico inconsciente, alocortical, cuyo soporte neural es la red conformada por el área límbica paleocortical que corresponde a la circunvolución parahipocámpica, el complejo amigdalino del lóbulo temporal, los núcleos septales, accumbens, de la sustancia innominada y el hipotálamo, que codifican la información psíquica afectiva de tipo animal. El soporte neural del sistema cognitivo-productivo El sistema funcional soporte de la actividad cognitivo-productiva, comprende una red neural central de memoria que, a su vez, comprende los dos niveles siguientes: El nivel consciente cuyo soporte funcional es la corteza parietotemporo-occipital de asociación o intrínseca posterior, que en el hemisferio izquierdo abarca las áreas de Broca y d Wernicke. El área también llamada de asociación posterior, nos parece sería más adecuado llamarle neocórtex cognitivo, pues la información que se codifica y procesa en sus redes neurales es la información cognitiva de base social. El nivel inconsciente tiene como soporte funcional las redes alocorticales y subcorticales que tienen como puntos nodales el área límbica paleocortical cingular posterior, varios núcleos del tálamo, y el cuerpo estriado, cuyas redes codifican información cognitivo-motora. El soporte funcional del sistema conativo-volitivo En forma similar a los sistemas funcionales anteriores, el sistema conativo-volitivo tiene una estructura cuya red central de memoria comprende el área dorsolateral del lóbulo frontal, llamado también neocórtex de asociación anterior. A semejanza de los sistemas corticales ya mencionados, convendría llamársele neocórtex conativo, pues la información que se codifica y procesa en el neocórtex frontal dorsolateral, corresponde a los motivos y valores que regulan la actividad conativa del carácter de la personalidad. Se sabe que esta área cortical interviene en la actividad anticipatoria de los mamíferos, especialmente de los primates, es decir, en la fase de preparación de su actividad motora de ejecución. Pero, en vista de la evidencia clínica acumulada, consideramos que en el hombre, estas áreas neocorticales se han convertido en las redes que codifican la clase de información social que corresponde a la motivación humana. Colofón Si partimos del concepto de que la personalidad es el individuo humano totalmente reestructurado por la información social codificada en su neocórtex cerebral como información psíquica consciente, y que este sistema individual comprende unos cinco niveles de organización –psíquico consciente, psíquico inconsciente, funcional, metabólico y celular–, donde cada nivel es determinado epigenéticamente por la actividad de un nivel inferior, y cinéticamente por la actividad de un nivel superior, fácilmente podremos llegar a la conclusión de que la personalidad es en realidad una estructura viva cuya actividad depende de la información social, y que dicha información queda codificada en tres sistemas neocorticales de memoria –afectivo-emotivo, cognitivo-productivo y conativo-volitivo–, de cuya actividad integrada en los planos de la percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación depende la unidad e integridad de dicho sistema individual. Podríamos decir que por medio de su actividad cerebral (inconsciente) los hombres dieron origen a la sociedad humana; pero una vez que ésta es organizada a un nivel supraindividual por la información social, ésta vuelve a codificarse sociocinéticamente en el cerebro de los hombres actuales, y de este modo la sociedad determina la reestructuración del cerebro de cada individuo y así éste es convertido en una personalidad, es decir, en el soporte activo del sistema de la sociedad. BIBLIOGRAFÍA 1. Luria, AR (1979) El Cerebro en Acción. Fontanella, Barcelona. 2. Ortiz, CP (1994) El Sistema de la Personalidad. Orion, Lima. 3. Ortiz, CP (1997) La Formación de la Personalidad. Dimaso Editores, Lima. 4. Ortiz, CP (1997b) Un Concepto de Psiquismo. Revista de Epistemología, 1: 27-44. 5. Zola-Morgan, S (1995) Localization of Brain Function: The Legacy of Franz Joseph Gall (1758-1828). Annu. Rev. Neurosci. 18:359384.